RECOPILACION DE ARTICULOS DEDICADOS A LA MEMORIA DEL
PRESIDENTE
DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA COMANDANTE
HUGO RAFAEL CHÁVEZ FRIAS EN EL SITIO REBELION
1) ARTICULOS Y OPINIONES PUBLICADOS EL DIA 06 DE MARZO
Chávez, un líder
latinoamericano y mundial
Hedelberto López Blanch – Rebelión
América Latina ha perdido uno de sus
más insignes patriotas de este siglo. Cuando aun no nos hemos restablecidos del
gran golpe sufrido por el anuncio de la muerte del Comandante Presidente
venezolano Hugo Rafael Chávez Frías, los revolucionarios latinoamericanos
cerramos filas en esta hora de los hornos donde no se ha de ver más que la luz
como dijo el apóstol cubano José Martí.
Son horas amargas y difíciles al
enfrentar la nefasta noticia, pero también son horas de unirnos los países del
continente para defender la soberanía y la independencia que en las últimas
décadas han logrado los pueblos latinoamericanos con el ejemplo y el apoyo de
Cuba y de la gran Revolución Bolivariana presidida por Chávez.
Este 5 de marzo ha fallecido uno de
los líderes más carismático, valiente, inteligente, latinoamericanista y
revolucionario de nuestro continente que amó y luchó por su pueblo y por la
integración del hemisferio sur para enfrentar no solo al imperio del norte sino
también a sus aliados europeos y organismos financieros internacionales que
consideraban a esta región como un basurero, imponiéndonos leyes neoliberales y
sistemas neocoloniales.
El momento no es de lágrimas sino de
levantarse por arriba del dolor para continuar la obra de vergüenza y unidad
latinoamericana que diseñó Chávez con el ejemplo que recibió de Fidel Castro y
de su pueblo, que durante más de 50 años se ha enfrentado al imperialismo más
grande de la historia.
El pueblo venezolano, que ha sufrido
en carne propia los años de gobiernos corruptos aliados de Washington los que
saquearon al país antes de la llegada al poder de Chávez en el año 1999, sabrá
sacar fuerzas y continuar la obra que tejió el prócer de la independencia
latinoamericana Simón Bolívar.
Venezuela seguirá adelante con las
fuerzas patrióticas que acompañaron a Chávez durante todos estos años de
gobierno bolivariano y como siempre su pueblo y gobierno contará con el apoyo
solidario de Cuba, Ecuador, Bolivia, Argentina, Brasil, Uruguay, Nicaragua,
Dominica, San Vicente y las Granadinas, República Dominicana y otras naciones
del mundo que anhelan que Latinoamérica continúe por la senda de su segunda y
total independencia.
Adelante pueblo venezolano, como
dijo Chávez en múltiples ocasiones, “lucharemos y venceremos” y su ejemplo será
la guía para continuar y triunfar en las nuevas batallas.
Congoja en los Andes
Silvia Arana - Rebelión
Ante el anuncio de la muerte del
Comandante Hugo Chávez, un grupo se auto-convocó frente a la Embajada de
Venezuela en Quito. Ciertas personas al morir dejan un vacío tan grande en un
país, en una región, en un continente. Cuando uno de estos seres únicos muere,
dejan tras de sí una congoja colectiva. Eso sucedió hoy.
Y esos sentimientos no pueden
vivirse a solas, hay que compartirlos. Esa sensación se respiraba hoy frente a
la embajada. Como pasó en otras ciudades de América Latina. Y como habrá sido
multiplicado por varios factores en las ciudades y en el campo venezolano.
Hubo varios oradores pero ninguno
expresó mejor las ideas y el accionar llevado adelante por Chávez que la joven
venezolana Libertad Velasco. De viaje en Ecuador, parte de un intercambio
político-social, la activista reafirmó la solidez de la transformación social
construida por Chávez y la revolución bolivariana. Resaltó la advertencia del
conductor de luchar contra los tres enemigos internos: burocratismo,
ineficiencia y corrupción. Y contra el enemigo externo, sin tregua, reviviendo
la frase de su líder: "Vengan vientos, que contra tempestades
maniobraremos". Se refirió de manera
muy personal a la tremenda influencia que tuvo la revolución bolivariana en su
adolescencia, que le dio un motivo para vivir en un momento en que habían
desaparecido sus motivaciones para hacerlo. Poco a poco, su convicción de que
el legado del Comandante ha permitido construir un proceso permanente, que
resistirá cualquier embate imperialista se fue expandiendo por el grupo dolido
-y quizás preocupado por el futuro venezolano y latinoamericano que sin Chávez
parecía ingresar en un cono de sombras. Libertad trajo luz a las sombras y
proyectó un mañana conducido por un pueblo maduro, conciente y encaminado en la
profundización del socialismo a la venezolana.
Enrique Ramos, que al igual que
Velasco es un cuadro joven del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)
remarcó la fuerza de trabajo de Chávez, que aun enfermo, continuó bregando por
la construcción de un proceso de cambio profundo. Desde acabar con las altas
tasas de analfabetismo legadas por el neoliberalismo hasta revertir la
privatización de la educación. Ramos fue vicerrector de una prestigiosa
universidad caraqueña, que gracias a la gestión bolivariana abrió sus puertas a
jóvenes de todos los sectores sociales. Dio una idea cabal de las convicciones
socialistas de Chávez recordando que en una oportunidad la universidad organizó
unas jornadas tituladas "Economía Social". Cuando Chávez leyó en la
prensa acerca del evento, le llamó visiblemente molesto diciéndole que ese
título era de medias tintas, que las jornadas debían ser tituladas de
"Economía Socialista", que no le iba a permitir que sea un tímido.
Chávez no toleraba la timidez, porque -dijo- a él se le podrán reprochar muchas
cosas, menos que haya sido un tímido, un vacilante. Eso jamás. Fue un guerrero,
un luchador. Vivió guerreando y los que viven como guerreros mueren como
guerreros, luchando.
La embajadora de Venezuela en Quito
agradeció la solidaridad y concluyó con un emotivo: "¡Hasta la victoria
siempre, Comandante!"
Y el saludo resonó en la noche quiteña como un
eco de otros ecos -el Ché, Allende..., memoria de los luchadores que el pueblo
no olvida.
Declaración del
Gobierno de Cuba
Hasta siempre,
Comandante
Con hondo y lacerante dolor, nuestro
pueblo y el Gobierno Revolucionario han conocido del deceso del Presidente Hugo
Rafael Chávez Frías y se aprestan a rendirle sentido y patriótico homenaje en
su entrada en la Historia como Prócer de Nuestra América.
Expresamos sinceras condolencias a
sus padres, hermanos, hijas e hijo y a todos sus familiares que ya son
nuestros, como Chávez es también hijo de Cuba y de la América Latina y el
Caribe, y del mundo.
En este momento de profunda
tristeza, compartimos los más entrañables sentimientos de solidaridad con el
hermano pueblo venezolano al que acompañaremos en todas las circunstancias.
La Revolución Bolivariana tendrá
nuestro resuelto e irrestricto apoyo en estas difíciles jornadas.
A nuestros compañeros de la
Dirección Político-Militar bolivariana y del Gobierno venezolano reiteramos
nuestro respaldo, aliento y fe en la victoria.
El Presidente Chávez ha
protagonizado una extraordinaria batalla a lo largo de su joven y fecunda vida.
Lo recordaremos siempre como militar patriota al servicio de Venezuela y de la
Patria Grande; como honesto, lúcido, osado y valiente luchador revolucionario;
como líder y comandante supremo que reencarnó a Bolívar para hacer lo que él no
pudo terminar; fundador de la Alianza Bolivariana Para los Pueblos de Nuestra
América y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
Su heroica y denodada lucha contra
la muerte es un insuperable ejemplo de firmeza. La admirable entrega de sus
médicos y enfermeras ha sido una proeza de humanismo y consagración.
El regreso del Presidente a la
Patria venezolana, que tanto quiso, cambió la historia. “Tenemos Patria”,
exclamó Chávez con emoción el pasado 8 de diciembre, y regresó a ella para
afrontar los mayores riesgos que imponía la enfermedad. Nada ni nadie podrá
arrebatar al pueblo venezolano la Patria rescatada.
Toda la obra de Chávez aparece
invicta ante nosotros. Las conquistas del pueblo revolucionario que lo salvó
del golpe de abril del 2002 y lo ha seguido sin vacilación, son ya
irreversibles.
El pueblo cubano lo siente como uno
de sus más destacados hijos y lo ha admirado, seguido y querido como propio.
¡Chávez es también cubano! Sintió en su carne nuestras dificultades y problemas
e hizo cuanto pudo, con extraordinaria generosidad, especialmente en los años
más duros del Período Especial. Acompañó a Fidel como un hijo verdadero y su
amistad con Raúl fue entrañable.
Brilló en las batallas
internacionales frente al imperialismo, siempre en defensa de los pobres, de
los trabajadores, de nuestros pueblos. Enardecido, persuasivo, elocuente,
ingenioso y emocionante, habló desde las entrañas de los pueblos, cantó
nuestras alegrías, y declamó nuestros versos apasionados con perenne optimismo.
Las decenas de miles de cubanos que
laboran en Venezuela le rendirán homenaje con el ferviente cumplimiento del
deber internacionalista y seguirán acompañando con honor y altruismo la epopeya
del pueblo bolivariano.
Cuba guardará eterna lealtad a la
memoria y al legado del Comandante Presidente Chávez y persistirá en sus ideales
de unidad de las fuerzas revolucionarias y de integración e independencia de
Nuestra América.
Su
ejemplo nos conducirá en las próximas batallas.
¡Hasta
la victoria siempre!
Yo soy Chávez (o por
qué esta vez tampoco se va del todo)
Íñigo Errejón
Doctor e investigador en Ciencia Política en la Universidad
Complutense de Madrid
http://www.publico.es/internacional/451711/yo-soy-chavez-o-por-que-esta-vez-tampoco-se-va-del-todo
Público.es
Caracas es una ciudad bulliciosa,
pero ayer, martes 5 de marzo, estuvo impregnada de un silencio duro y
contagioso. No sólo en los barrios populares sino también, por razones
distintas, en los vecindarios más acomodados de la ciudad, donde durante estas semanas
se habían celebrado las malas noticias sobre la salud del Presidente. El
anuncio del Vicepresidente Nicolás Maduro durante la mañana instaló ya un duelo
adelantado, que se confirmaba en la comparecencia de la tarde. Desde entonces,
Venezuela comenzaba a sumirse en un llanto sereno, los trabajadores que aún no
lo habían hecho detenían su jornada, los vendedores informales cerraban antes,
los coches, en los atascos, hacían sonar menos sus bocinas, las gentes del
pueblo comenzaban a concentrase en las plazas Bolívar de cada municipio.
El ánimo dolido pero sereno de las
concentraciones contrasta con la algarabía de "expertos", todos de
acuerdo entre sí, que desde el oligopolio mediático español -el abanico de
medios concentrado en pocas empresas que el liberalismo llama libertad de
expresión- apenas podían contener la excitación imaginando transiciones y
tábulas rasas en Venezuela. La vieja pretensión colonial de dar lecciones de
democracia, sin embargo, es cada vez más inverosímil. En estos momentos la población
española enfrenta un verdadero drama social, y la fractura con las élites
políticas y económicas, además de la inviabilidad -social, económica,
territorial- del que ha sido el proyecto histórico de país de la
lumpen-oligarquía doméstica, comienza a abrir importantes brechas en el régimen
nacido de la Constitución de 1978. Un Gobierno muy desprestigiado, que fue
elegido con menos de la mitad del apoyo popular del venezolano conduce un
agresivo programa de ajustes que castiga a los sectores populares y medios, que
no llevaba en su programa electoral y que ejecuta al dictado de poderes
económicos extranjeros no elegidos por la ciudadanía, escatimándolo además al
debate público. Las protestas de la mayoría social empobrecida se saldan con
centenares de golpeados y detenidos por la policía, y los medios de
comunicación están prácticamente cerrados para el país real, mientras son un
altavoz permanente para los valores, el lenguaje y las interpretaciones de las
élites dominantes. No parece un currículum que permita impartir demasiadas
lecciones de democracia.
Y sin embargo, sorprende el
sentimiento de superioridad que permite a unas élites especialmente mediocres
descalificar el proceso político venezolano. Examinemos algunos de sus
argumentos. No pudiendo impugnar seriamente la legitimidad democrática del
sistema político, se echa mano de una herramienta que los poderosos,
significativamente, emplean con cada vez más frecuencia en Europa: Chávez es un
líder "populista". No importa que ninguno de los que usan el término
sea capaz de ofrecer una definición convincente del mismo, el poder del término
está precisamente en su viscosidad.
El problema es que su sobreuso puede
comenzar a dejar ver las costuras de la concepción política que hay tras él:
una convicción de cuño liberal y no democrático que entiende que la democracia
puede ser abusada si se excitan las "bajas pasiones" que tienen por
naturaleza las masas pero nunca los sectores minoritarios y privilegiados. Este
argumento, según el cual la irrupción de la plebe en política puede amenazar la
democracia, se ubica en un razonamiento que puede terminar conduciendo al
sufragio censitario (para evitar la "demagogia" que excita a los
pobres) o a las democracias de baja intensidad occidentales en las que las principales
decisiones e instituciones que rigen la vida social (la economía, los medios de
comunicación, el poder judicial, las fuerzas armadas,etc.) están a buen
resguardo de la soberanía popular, y son de facto espacios reservados para las
minorías privilegiadas.
El argumentario contra Chávez
continúa con dos argumentos directamente relacionados con el anterior. Por una
parte, se critica la relación de liderazgo, a la vez que se denigra como
"payaso" a un Presidente que cometió la osadía de parecerse a quienes
le elegían. Por eso en España Gobierna un registrador de la propiedad mientras
que en Venezuela el probable próximo presidente, si los venezolanos le entregan
su confianza, será un antiguo conductor de autobuses urbanos. Las sociedades
europeas también parecen estarse cansando de señores serios y grises de corbata
que gobiernan al dictado de los más ricos, mientras América Latina se llena de
presidentes sin corbata, trabajadores, exguerrilleros, campesinos, indios y
mestizos. Hay quien sigue sin entender que esto no sólo es alternancia sino que
marca un cambio de época.
Esta
crítica al liderazgo, compartida por algunos sectores de izquierda, olvida que
toda relación de liderazgo lo es de representación, y por tanto entraña un
sentido de negociación y tensión: en contextos democráticos, alguien lidera en
la medida en que encarna y satisface anhelos de un conjunto social, y deja de
hacerlo cuando éste le retira su apoyo. En el caso de Chávez, ese apoyo
provenía de los sectores más pobres y racializados como inferiores -negros,
mestizos- que, en virtud de un nuevo contrato social, obtenían una expansión
sin precedentes de los derechos sociales, de su soberanía, de su inclusión.
Desde las conquistas materiales hasta las simbólicas, no menos importantes: "De
niña en la escuela me daba pena (vergüenza) mi nariz, por ser de negra, hasta
que llegó Chávez", contaba el otro día una amiga. Estos son los sectores
que hoy conforman la identidad mayoritaria y hegemónica de Venezuela: el
chavismo, que ha sabido desplazar el eje de gravedad del país hacia la
izquierda y en favor de la centralidad de los sectores populares. Quienes no
entienden esto olvidan, por voluntad o desconocimiento, que las identidades
políticas se fraguan sobre las más diversas referencias. En Venezuela, tras una
dislocación radical de los sentidos de pertenencia tradicionales, se produjo un
masivo realineamiento popular que ha ido cristalizando en torno al nombre de
Chávez.
Por otra parte, el discurso liberal
imperante suele aducir que en Venezuela existe una gran
"polarización". Curiosamente, no se leían esas críticas cuando en
Venezuela la pobreza era del 49,7% en 1999 (hoy es del 27,8%, el tercer país
con menor pobreza del continente) y la extrema pobreza del 25% y hoy del 7% de
la población, según datos de la CEPAL. ¿El país de 1999 estaba menos polarizado
que el de hoy? Así que la polarización no se produce cuando en un país una
minoría vive en el lujo mientras la mayoría pasa hambre, sino cuando dos o más
opciones políticas confrontan modelos de país. Este sería un absurdo
democrático si no le añadiésemos el ingrediente clave: hay polarización siempre
que en esa confrontación salen derrotadas las opciones políticas afines a la
oligarquía económica, perjudicada por el reparto de la riqueza y la recuperación
de la soberanía nacional y popular sobre la riqueza y los recursos naturales.
Imagínense si a esto le añadimos petróleo que deja de engordar cuentas
bancarias en Estados Unidos o Panamá y pasa a financiar medicinas, pensiones,
universidades o viviendas. Polarización absoluta. Y demagogia. El ejemplo
venezolano es un insulto para las élites: los de abajo pueden conformar una
identidad mayoritaria, constituirse en un pueblo e identificar los intereses
del país con los suyos, para gobernarse. Y resistir un paro patronal, el acoso
de las potencias imperiales y un golpe de Estado. Nota importante, todo ello
habría sido imposible sin un apoyo popular de masas, sin un entusiasmo político
desbordante, pero también, por desgracia no faltan experiencias, de la mayor
parte de las Fuerzas Armadas, marcadas por una composición plebeya y
progresista. Sin ellas Chávez habría sido otro Salvador Allende, más
"estético" para ciertas izquierdas, menos útil para su pueblo.
Y ahora ¿qué va a pasar en
Venezuela? Por desgracia para los apologistas del caos, el camino lo marcan la
Constitución y la voluntad popular. Es preciso recordarlo: no hay transiciones
en sistemas democráticos. Se celebrarán elecciones en el corto plazo y el poder
político volverá a responder a las preferencias democráticas libremente
expresadas. Como ha sucedido en 14 años con 17 procesos electorales y la
práctica democrática directa en instituciones locales y laborales. El problema
es que su veredicto quizás no guste a los privilegiados.
Quedan por supuesto muchas tareas
por acometer y errores por corregir en Venezuela. Sólo los procesos políticos
imaginarios están exentos de problemas, límites, fealdades. A cambio, claro, no
existen más que como deseos. Pero, como dice el presidente uruguayo José Mujica,
los que aspiran a cambiar las cosas tienen que ser capaces de mejorar la vida
de las gentes sencillas mientras lo intentan cambiar todo. Lo otro son
revoluciones de café.
El proceso político venezolano, que
muchas de sus gentes llaman revolución, ha enfrentado muchas tareas a la vez:
conquistar soberanía nacional, transformar el Estado oligárquico heredado y
construir una máquina de inclusión y producción de nuevo orden, de nuevas
políticas públicas para las mayorías sociales, redistribuir de inmediato la
riqueza y derrotar a la miseria, romper con la dependencia primario-exportadora
y ensanchar la base de su economía, cambiar la cultura popular consumista e
individualista y generar un imaginario nuevo que acompañe las transformaciones
sociales, etc. Todo ello en un contexto de rendición de cuentas democrática más
intensa y con más frecuencia que en ningún país europeo, con disputas no
siempre pacíficas del poder político y duras resistencias de las oligarquías en
retirada. Por eso son procesos agujereados, incompletos, insuficientes. Pero
vivos, en manos de sus pueblos. Expandiendo justicia social, desmercantilizando
necesidades, produciendo un país nuevo, de gentes más iguales y por ello más
libres.
Por eso lee se equivocan quienes le
confían a la muerte las esperanzas de ganar lo que nunca pudieron con la
seducción de mayorías. Duele mucho su falta, más después de haberle escuchado,
admirado, escrito y tocado. Pero se muere habiéndose sembrado: Chávez ha
cambiado ya Venezuela y América Latina, en primer lugar el imaginario de sus
pueblos. Cuando en las calles de Caracas centenares de miles gritan "Yo
soy Chávez" o "Chávez es un pueblo" no están haciendo retórica,
están celebrando que ese nombre propio ya es común, designa a un bloque popular
que hoy conduce el Estado y abre un nuevo tiempo político más justo y
democrático.
Hugo Chávez,
antimperialista, socialista y latinoamericano inmortal
Carles Muntaner y Joan Benach
*
Carles Muntaner es Catedrático de Enfermería, Salud Pública y Psiquiatría de la
Universidad de Toronto y miembro de GREDS/EMCONET, Universitat Pompeu Fabra.
* Joan
Benach es Profesor de Salud Laboral y de Salud Pública de la Universitat Pompeu
Fabra y director del Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud
(GREDS/EMCONET), Universitat Pompeu Fabra.
Fuente:
http://blogs.publico.es/dominiopublico/
La muerte de Hugo Chávez ha llenado
de tristeza a millones de trabajadores/as y a las clases populares alrededor
del globo, a la que los ricos y poderosos del capitalismo en crisis se han
regocijado. A pesar de los millones de dólares destinados a sacarle del poder
por las malas, el líder venezolano consiguió mejorar las condiciones de vida de
su pueblo y transformar el horizonte político de América Latina liderando un
giro a la izquierda [*].
En lo económico, Chávez logró una
mayor igualdad con subidas del salario mínimo, las pensiones, y remuneración
del trabajo doméstico, todo lo cual tuvo como resultado una notable reducción
de la pobreza y de la desigualdad de ingresos. A pesar del las contradicciones
que supone fomentar el consumismo de clases medias (por ejemplo, en la
aspiración de un automóvil para todos), Chávez fomento alternativas socialistas
que fueron más allá de la socialdemocracia europea. Así, encontramos zonas no
capitalistas, “empresas de producción social”, cogestión y cooperativas, y
varias nacionalizaciones.
En lo político, Chávez consiguió
aglutinar grupos nacionalistas y socialistas en el Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV), y mantener un equilibrio que le llevó a conseguir más de 10
victorias electorales. Sus programas sociales, las famosas “Misiones”, llevaron
la atención primaria a los cerros de Caracas y a la mayoría de la población. La
Misión Mercal permitió que las clases trabajadoras accediesen a una
alimentación de mayor calidad, a pesar de las carestías aún existentes. Las
clases sociales más explotadas tuvieron acceso a la educación, entre los que se
cuentan los programas que intentan cambiar el origen social de la “clase
médica” para intentar hacerla más sensible a las necesidades de la población.
Los Consejos Comunales permitieron que las comunidades afectadas tuvieran
control directo sobre la gestión de los servicios sociales en los que se
incluye la salud pública, el agua, la propiedad, la educación, el deporte, la
prevención de riesgos para la salud, y la vivienda, entre otros. Es cierto que
se cometieron errores de planificación y de otra índole. Pero incluso con
problemas de planificación urbanística no se puede comparar el bienestar
proporcionado por un piso amueblado con electrodomésticos con el de un rancho
en los cerros. La corrupción en la empresa petrolera estatal PDVSA se redujo.
El sistema judicial y la criminalidad en Caracas siguieron siendo sin embargo
muy elevados, tal vez debido en parte a la aversión que Chávez sentía hacia la
represión estatal.
¿Quién
da más?
En lo cultural, Chávez tuvo la
osadía de romper con las barreras que el clasismo universitario está imponiendo
cada vez en mayor medida en los países del Norte. El mal llamado “populista” no
era tal. Conjugaba la astucia de un Fidel con el romanticismo del Che, lo que
le hará pasar a la historia de los latinoamericanos inmortales junto a Allende,
Neruda, Guevara, Martí y tantos más. No le conocíamos bien pero cara a cara en
“Aló Presidente”, en Miraflores, parecía un hombre más cerebral, consciente y
reflexivo que su imagen pública, y desde luego muy valiente. Su capacidad de
comunicación con su pueblo, las clases trabajadoras de Venezuela, y por
extensión de Latinoamérica y el mundo entero, no tenía comparación. Podía
hablar de Meszaros, Marx, Chomsky con la misma falta de pretensión, sencillez,
y claridad con la que hablaba de béisbol o cantaba una ranchera o una canción
de Alí Primera. Sin hacer esfuerzo alguno rompía las barreras del elitismo de
clase media alta que hace de la cultura un bien mercantilizado al alcance de
unos pocos con altos estudios universitarios. No había en él ni un ápice de
complejo de inferioridad neocolonial, admiración por la cultura anglosajona o
de identificación con el opresor. A Chávez no le importaba lo que los
imperialistas del norte pensaran de él. Esa era una de las razones por las
cuales los medios le atacaron sin piedad con un fervor frenético.
Las especulaciones sobre el futuro
de la Revolución Bolivariana, al menos las del norte del río Grande,
infravaloran el cambio conseguido bajo Chávez. Hoy en día hay una integración
Latinoamericana en ciernes. El pueblo venezolano, “Chávez es el pueblo”, es
consciente de sus derechos constitucionales y está dispuesto a defenderlos. A
pesar del sectarismo, de la Boliburguesía, los militares de derechas, la Mesa
de la Unidad Democrática (MUD) y la interferencia extranjera, será extremadamente
difícil que logren hacer dar un paso atrás si las clases trabajadoras y una
parte de las clases medias se oponen.
La izquierda timorata del Norte
debería aprender mucho de él, de su coraje y de su obcecada determinación a
cambiar el curso de la historia. Se negó a seguir el guión que le había escrito
el neoliberalismo imperialista. Se creía el heredero de Bolívar, consiguió que
le creyéramos y acabo siéndolo. Para evitar la destrucción del planeta harán
falta muchos Chávez y muchos pueblos bolivarianos.
¡Uh
Ah, Chávez no se va!
Nota:
[1]
Carles Muntaner, Joan Benach, María Páez. Los logros de Hugo Chávez y la
revolución bolivariana. Sin Permiso. 06/01/13.
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5566
Sabino
Romero Izarra… su claridad histórica, su pueblo, su vida y sus asesinos
¡Gloria al bravo Chávez!
Atilio A. Borón - Rebelión
Cuesta muchísimo asimilar la
dolorosa noticia del fallecimiento de Hugo Chávez Frías. No puede uno dejar de
maldecir el infortunio que priva a Nuestra América de uno de los pocos
“imprescindibles”, al decir de Bertolt Brecht, en la inconclusa lucha por
nuestra segunda y definitiva independencia. La historia dará su veredicto sobre
la tarea cumplida por Chávez, aunque no dudamos que será muy positivo. Más allá
de cualquier discusión que legítimamente puede darse al interior del campo
antiimperialista –no siempre lo suficientemente sabio como para distinguir con
claridad amigos y enemigos- hay que partir reconociendo que el líder
bolivariano dio vuelta una página en la historia venezolana y, ¿por qué no?,
latinoamericana. Desde hoy se hablará de una Venezuela y Latinoamérica anterior
y de otra posterior a Chávez, y no sería temerario conjeturar que los cambios
que impulsó y protagonizó como muy pocos en nuestra historia llevan el sello de
la irreversibilidad. Los resultados de las recientes elecciones venezolanas
–reflejos de la maduración de la conciencia política de un pueblo- otorgan
sustento a este pronóstico. Se puede desandar el camino de las
nacionalizaciones y privatizar a las empresas públicas, pero es infinitamente
más difícil lograr que un pueblo que adquirió conciencia de su libertad
retroceda hasta instalarse nuevamente en la sumisión. En su dimensión
continental, Chávez fue el protagonista principal de la derrota del más
ambicioso proyecto del imperio para Am rica Latina: el ALCA. Esto bastaría para
instalarlo en la galería de los grandes patriotas de Nuestra América. Pero hizo
mucho más.
Este líder popular, representante
genuino de su pueblo con quien se comunicaba como nunca ningún gobernante antes
lo había hecho, sentía ya de joven un visceral repudio por la oligarquía y el
imperialismo. Ese sentimiento fue luego evolucionando hasta plasmarse en un
proyecto racional: el socialismo bolivariano, o del siglo veintiuno. Fue Chávez
quien, en medio de la noche neoliberal, reinstaló en el debate público
latinoamericano -y en gran medida internacional- la actualidad del socialismo.
Más que eso, la necesidad del socialismo como única alternativa real, no ilusoria,
ante la inexorable descomposición del capitalismo, denunciando las falacias de
las políticas que procuran solucionar su crisis integral y sistémica
preservando los parámetros fundamentales de un orden económico-social
históricamente desahuciado. Como recordábamos más arriba, fue también Chávez el
mariscal de campo que permitió propinarle al imperialismo la histórica derrota
del ALCA en Mar del Plata, en Noviembre del 2005. Si Fidel fue el estratega
general de esta larga batalla, la concreción de esta victoria habría sido
imposible sin el protagonismo del líder bolivariano, cuya elocuencia persuasiva
precipitó la adhesión del anfitrión de la Cumbre de Presidentes de las
Américas, Néstor Kirchner; de Luiz Inacio “Lula” da Silva; y de la mayoría de
los jefes de estado allí presentes, al principio poco propensos –cuando no
abiertamente opuestos- a desairar al emperador en sus propias barbas. ¿Quién si
no Chávez podría haber volcado aquella situación? El certero instinto de los
imperialistas explica la implacable campaña que Washington lanzara en su contra
desde los inicios de su gestión. Cruzada que, ratificando una deplorable
constante histórica, contó con la colaboración del infantilismo
ultraizquierdista que desde dentro y fuera de Venezuela se colocó objetivamente
al servicio del imperio y la reacción.
Por eso su muerte deja un hueco
difícil, si no imposible, de llenar. A su excepcional estatura como líder de
masas se le unía la clarividencia de quien, como muy pocos, supo descifrar y
actuar inteligentemente en el complejo entramado geopolítico del imperio que
pretende perpetuar la subordinación de América Latina. Supeditación que sólo
podía combatirse afianzando –en línea con las ideas de Bolívar, San Martín,
Artigas, Alfaro, Morazán, Martí y, más recientemente, el Che y Fidel- la unión
de los pueblos de América Latina y el Caribe. Fuerza desatada de la naturaleza,
Chávez “reformateó” la agenda de los gobiernos, partidos y movimientos sociales
de la región con un interminable torrente de iniciativas y propuestas
integracionistas: desde el ALBA hasta Telesur; desde Petrocaribe hasta el Banco
del Sur; desde la UNASUR y el Consejo Sudamericano de Defensa hasta la CELAC.
Iniciativas todas que comparten un indeleble código genético: su ferviente e
inclaudicable antiimperialismo. Chávez ya no estará entre nosotros, irradiando
esa desbordante cordialidad; ese filoso y fulminante sentido del humor que
desarmaba los acartonamientos del protocolo; esa generosidad y altruismo que lo
hacían tan querible. Martiano hasta la médula, sabía que tal como lo dijera el
Apóstol cubano, para ser libres había que ser cultos. Por eso su curiosidad
intelectual no tenía límites. En una época en la que casi ningún jefe de estado
lee nada -¿qué leían sus detractores Bush, Aznar, Berlusconi, Menem, Fox,
Fujimori?- Chávez era el lector que todo autor querría para sus libros. Leía a
todas horas, a pesar de las pesadas obligaciones que le imponían sus
responsabilidades de gobierno. Y leía con pasión, pertrechado con sus lápices,
bolígrafos y resaltadores de diversos colores con los que marcaba y anotaba los
pasajes más interesantes, las citas más llamativas, los argumentos más
profundos del libro que estaba leyendo. Este hombre extraordinario, que me
honró con su entrañable amistad, ha partido para siempre. Pero nos dejó un
legado inmenso, imborrable, y los pueblos de Nuestra América inspirados por su
ejemplo seguirán transitando por la senda que conduce hacia nuestra segunda y
definitiva independencia. Ocurrirá con él lo que con el Che: su muerte, lejos
de borrarlo de la escena política agigantará su presencia y su gravitación en
las luchas de nuestros pueblos. Por una de esas paradojas que la historia
reserva sólo para los grandes, su muerte lo convierte en un personaje inmortal.
Parafraseando al himno nacional venezolano: ¡Gloria al bravo Chávez! ¡Hasta la
victoria, siempre, Comandante!
2) ARTICULOS Y COMENTARIOS PUBLICADOS EL DÍA 07 DE
MARZO
La muerte de un
revolucionario de Nuestra América
Renán Vega Cantor - Rebelión
"La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de
la vida." José Martí
*
Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica
Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el siglo
XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy
Rebelde, (4 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002;
Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta,
1999; entre otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008.
El martes 5 de marzo de 2013 quedará
en la historia de este continente como el día en que falleció el comandante
Hugo Chávez Frías, presidente constitucional de Venezuela, un revolucionario a
carta cabal de nuestra América, cuya imagen, ideal, y proyecto ya forman parte
de la legendaria constelación de luchadores antiimperialistas y
anticapitalistas de este lado del planeta.
En esta hora de profundo dolor para
los luchadores del mundo, es necesario recordar el carácter revolucionario de
la vida y obra de este líder de Venezuela, con independencia de las
incertidumbres políticas que el futuro inmediato le depare a ese país y a toda
Latinoamérica, por la temprana desaparición física de este notable personaje.1
Sin pretender ser exhaustivo en
momentos en que la tristeza nubla el pensamiento, basta mencionar algunos de
sus aportes revolucionarios. Para empezar, la figura y proyecto de Hugo Chávez
emergieron cuando el neoliberalismo –es decir, el capitalismo realmente
existente- se pavoneaba orondo por nuestra América y por el mundo, sin desafíos
ni obstáculos a la vista, enceguecido por las falacias del “fin de la historia”
y el “choque de civilizaciones”, propagadas por el imperialismo estadounidense
y sus súbditos locales. Este neoliberalismo venía acompañado de la retórica de
la globalización, como una supuesta realidad irreversible ante la que nada se
podía hacer y a la que debían someterse los países, lo que significaba en la
práctica aceptar el dominio de las Empresas Transnacionales y soportar como
algo normal el saqueo de los recursos naturales.
Eran los momentos de borrachera, euforia
y esplendor del “nuevo orden mundial”, que había sido proclamado por George
Bush padre luego de la Primera Guerra del Golfo (1990-1991) y la disolución de
la Unión Soviética (1991) y que había conducido en Estados Unidos al apogeo de
la “nueva economía” durante el gobierno de Bill Clinton (1993-2001), y a
suponer que esa efímera prosperidad especulativa, basada en la burbuja
punto.com, iba a ser eterna.
Pues bien, para el imperialismo esa
borrachera se convirtió en una amarga resaca cuando en Venezuela se empezaron a
producir notables cambios a partir de 1998, año en el que Hugo Chávez ganó las
elecciones y convocó a una Asamblea Constituyente que puso fin al dominio
bipartidista del punto fijismo y cuestionó el modelo neoliberal que había
hundido en la miseria a la mayor parte de los venezolanos. El primer aporte
revolucionario de Hugo Chávez estriba, entonces, en haber nadado contra la
corriente, en instantes en que nadie se atrevía a hacerlo, y todos aceptaban
como evidente al fundamentalismo de mercado, la globalización y el Consenso de
Washington.
Cuestionar
el neoliberalismo y embarcarse en un proyecto diferente, visto en perspectiva
histórica, se convirtió en un hecho revolucionario porque rompió aguas en medio
de la aceptación sumisa del orden existente. Eso supuso en la práctica que
desde Venezuela se impulsaran propuestas encaminadas, por ejemplo, a rediseñar
a la Organización de Países Exportadores del Petróleo (OPEP), lo que conllevó
la recuperación del precio del crudo para los países petroleros, algo que hasta
ese momento se consideraba como herético, porque supuestamente los precios de
las materias primas no podrían subir porque así lo determinada el “mercado”.
2) En segundo lugar, y acompañando a
lo anterior, el discurso y la práctica de Hugo Chávez asumieron una postura
antiimperialista, porque rápidamente se evidenció que Estados Unidos – en
concordancia con su vocación histórica de considerar a nuestro continente como
su “patio trasero”- no tolera ninguna política nacionalista, soberana e
independiente y está dispuesto a hacer todo lo que sea para liquidar a los
líderes y gobiernos que se atrevan a cuestionar su hegemonía. Y, efectivamente,
en la medida en que el proyecto bolivariano en Venezuela planteaba una
recuperación de la soberanía nacional y energética y proponía políticas
redistributivas de tipo interno, inmediatamente los intereses coaligados de las
clases dominantes locales y los de Estados Unidos entraron a operar para
impedir la consolidación de ese proyecto, como se ha evidenciado durante estos
15 años, pero cuyos hechos más evidentes fueron el fallido golpe de Estado de
2002 y el paro petrolero de PDVSA entre finales del mismo año y comienzos del
2003.
El
antiimperialismo de Chávez se manifestó en los más diversos escenarios, en
donde, a diferencia de todos los cipayos proestadounidenses (como los de la
Unión Europea o de América Latina), habló claro y llamó al pan, pan y al vino,
vino. Fue de los pocos que en mundo se atrevió a criticar los crímenes
imperialistas en Irak y Afganistán, así como las acciones genocidas de Israel
contra los palestinos o contra el Líbano, un hecho notable en medio de la
aceptación de esos crímenes por parte de la mayor parte de los gobiernos de
Latinoamérica. Pero lo más significativo, en cuanto a logros, de esta lucha
antiimperialista se manifestó en el entierro del proyecto imperial del ALCA,
que feneció en el 2004 en las tierras de Argentina, y que no pudo ser impuesto
al continente en la forma original cómo había sido concebido por los Estados
Unidos, que buscaba tener un mercado abierto y a su disposición para sus
inversiones, que cubriera desde el norte de México hasta la Patagonia. El
hundimiento del ALCA está directamente relacionado con la decisiva actuación de
Hugo Chávez, quien se encargó no sólo de denunciarlo, sino en proponer otras
formas de integración para el continente.
3)
Justamente, este es un tercer aporte revolucionario de Hugo Chávez, porque
recuperó el legado integracionista de Simón Bolívar, José Martí, José Artigas,
César Augusto Sandino y otros luchadores de nuestra América. Esos proyectos de
integración, que antes eran simples ideas, han empezado a convertirse en
realidad (como el ALBA y MERCOSUR), gracias a la decisiva participación del
gobierno bolivariano de Venezuela y a su propósito de buscar otros caminos
diferentes a la falsa integración neoliberal hegemonizada por los Estados
Unidos. Por supuesto, esto se basó en la actualización del ideal bolivariano de
una patria grande, en la cual los pueblos se ayuden mutuamente, algo que Chávez
hizo efectivo con el establecimiento de mecanismos comerciales solidarios, como
los que efectuó con Cuba y con otros países del Caribe. Se podrá decir que esa
integración está en pañales y que no ha avanzado tanto como debía, pero ese
hecho cierto no puede ignorar que en el continente latinoamericano se volvió a
hablar de un tema tabú para las clases dominantes de cada país, como es el de
la integración más allá de los Estados Unidos y sin los Estados Unidos.
4)
En cuarto lugar, Chávez volvió a poner sobre el tapete de discusión y reflexión
el horizonte del socialismo, porque se atrevió a plantear, contra las
corrientes dominantes incluso en el seno de una izquierda timorata y plegada al
capitalismo, que era necesario construir otra tipo de sociedad, diferente a la
hoy imperante a nivel mundial. A ese proyecto él lo denominó el “socialismo del
siglo XXI”, con lo cual rescató una palabra que había sido olvidada en el mundo
tras el colapso de la URSS a comienzos de la década de 1990 y cuando se pensaba
que ese asunto había desaparecido de cualquier agenda política, ante lo que se
consideraba como un irreversible triunfo del capitalismo.
Aunque se aduzca que ni en Venezuela
ni en otros países de la región se ha avanzado en la construcción de tal
socialismo, no puede desconocerse la importancia de volver a preguntarse, cómo
lo hizo el fallecido presidente venezolano, si el capitalismo es eterno, e
inmodificable y si las luchas que contra él se emprendan no pueden bosquejar
otro tipo de sociedad. Esto hace parte del abc de cualquier programa
revolucionario anticapitalista desde el siglo XIX, que se creía sepultado, pero
que en Venezuela fue recuperado y nuevamente aparece en el imaginario de
importantes luchadores y pensadores anticapitalistas de América y el mundo. A
raíz de esta recuperación conceptual de tipo político, sectores de la izquierda
volvieron a hablar en voz alta y sin temores de la necesidad de construir otro
orden, que vaya más allá del capitalismo, que aprenda de las experiencias
negativas del siglo XX, sin abjurar del carácter igualitario y democrático de
un proyecto anticapitalista.
5) En quinto lugar, socialismo
quiere decir en sentido profundo luchar por la igualdad –que no es sinónimo de
homogenización y erradicación de las diferencias-, una palabra que casi había
desaparecido de la conceptualización política e incluso del léxico corriente, y
que fue sustituida por un vocablo que ha sido intoxicado por el neoliberalismo
–vía Banco Mundial- como es el de equidad. Este término, en esta lógica
mercantil, no tiene nada que ver con la igualdad, sino que es el reconocimiento
de las desigualdades como algo natural, a nombre de lo cual se afirma que se
deben proporcionar iguales oportunidades en la competencia –entre un gerente de
una multinacional y un trabajador asalariado, por señalar un caso, para que
ambos compitan en las mismas condiciones por ocupar un lugar en la clase
ejecutiva de un avión transcontinental. Como encarnación de un proyecto
socialista, Chávez enfrentó la desigualdad en Venezuela, con resultados
positivos en cuanto a la disminución de la pobreza en ese país, por haber permitido
el acceso a la educación, a la salud, a la recreación y a la cultura a
importantes sectores de la población, antes excluidos de todos esos derechos.
Con sus políticas redistributivas,
Chávez volvió a evidenciar la importancia del Estado como un actor fundamental
de la sociedad, lo que llevó a impulsar el gasto público en dirección de las
mayorías sociales, en momentos en que, los países europeos, en donde tanto se
presumía de haber construido sociedades de bienestar más o menos igualitarias,
asumen a fondo el proyecto neoliberal y aumentan las desigualdades, al tiempo
que privatizan la salud y la educación.
La lucha por la igualdad ha llevado
a que en Venezuela importantes sectores de la población, hasta no hace mucho
tiempo subyugados por su condición de clase y de “raza”, hayan adquirido
conciencia de sus derechos, de su fuerza colectiva y de su poder de decisión,
ya que fueron los soportes esenciales de los 14 triunfos electorales de Hugo
Chávez, y quienes impidieron que se consolidara el golpe de Estado de abril del
2002. De ahí el gran carisma y ascendiente de Chávez entre esos sectores
ninguneados y olvidados por el capitalismo periférico venezolano, que en los
últimos años –desde el caracazo de 1989- han emergido como el sujeto social más
importante de la historia contemporánea de ese país. Y de ahí también el odio
visceral que contra ellos manifiestan las clases dominantes y las clases medias
de Venezuela y del resto del mundo, porque finalmente lo que no se acepta y se
desprecia es que los pobres, los zambos, los afros, los indígenas, las mujeres
pobres tengan derechos y se proclamen como iguales a los “blancos”
proimperialistas.
Este mismo hecho explica esa gran
oleada internacional de racismo desplegada contra el comandante Hugo Chávez en la
autodenominada “prensa libre” del mundo, en la que se incluyen la radio, la
televisión y los medios impresos, que en los últimos 15 años han batido todos
los records de sevicia desinformativa, de mentiras y embustes, cuando de hablar
de Venezuela y de su presidente se trata. Esta campaña forma parte ya de la
historia universal de la infamia, en la que sicarios y criminales, con
micrófono y con procesador de palabras, han recurrido a todas las mentiras para
enlodar la vida de Chávez y para calificarlo como “dictador”, “tirano” y otros
epítetos entre los que aparecen denominaciones racistas, que no vamos a
recordar acá por su bajeza moral.
6)
Hugo Chávez fue un personaje notable en la política venezolana y
latinoamericana por su carisma, su influjo popular, su capacidad discursiva, su
vivacidad, su ingenio, su inventiva, sus dotes histriónicas, pero, sobre todo,
por actuar como un educador y pedagogo práctico. Este es otro de sus aportes
revolucionarios, que ya se evidencio desde cuando participó en un fallido golpe
de Estado contra el régimen neoliberal de Carlos Andrés Pérez en 1992, porque
las palabras pronunciadas en el momento de rendirse tuvieron gran impacto en la
población, y lo dieron a conocer ante Venezuela y el mundo. De ese momento en
adelante, las miles de reuniones, asambleas, charlas y conferencias en las que
participó se convirtieron en eventos de tipo educativo, que le confirieron un
carácter revolucionario a su acción y a su palabra, esto es, fueron dardos
contundentes contra las evidencias establecidas como verdades incuestionables
sobre el capitalismo, el neoliberalismo y la globalización.
Para entender este asunto, es bueno
recordar que los políticos contemporáneos se desempeñan cual si fueran muñecos
amaestrados, como los presentadores de televisión, que se limitan a repetir
siempre el mismo discurso, frío, aburrido, sin alma y sin vida, sin abandonar
el guion preestablecido y entonando siempre su insoportable jerga neoliberal.
Chávez rompió con todo eso al emplear un lenguaje simple, descomplicado,
directo, sin usar eufemismos y atreviéndose a llamar a los criminales por su
nombre (como hizo con Georges Bush en la ONU o con un ex presidente colombiano
al que calificó, como lo que es, de mafioso), porque se basaba en la máxima
atribuida a José Gervasio Artigas, y que le gustaba citar, “con la verdad ni
ofendo ni temo”.
Pero hay otro aporte revolucionario
de Hugo Chávez en sus alocuciones y conferencias, la reivindicación de la
lectura. Esto es importante recordarlo en un momento en que nadie lee nada,
empezando por los presidentes y funcionarios gubernamentales – o acaso alguien
con dos dedos de frente cree seriamente que alguna vez han leído un libro
personajes tan “cultos” como Carlos Menen, Álvaro Uribe Vélez, Juan Manuel
Santos, José María Aznar, Juan Carlos de Borbón, George Bush o Mariano Rajoy-.
En las charlas y encuentros que realizaba Chávez solía citar y aludir a autores
diversos de la tradición socialista y revolucionaria de nuestra América y el
mundo, y valga recordar sus menciones a Eduardo Galeano, Itsván Mészaros, León
Trostky, Noam Chomsky, entre algunos. Y al mismo tiempo que en sus charlas
mencionaba libros y autores también anunciaba la necesidad de difundirlos, cosa
que efectivamente se hizo porque en Venezuela se han editado millones de
ejemplares a bajos precios de clásicos del pensamiento revolucionario
universal.
7) Sin
agotar el asunto en esta nota, tales son algunos de los principales aportes
revolucionarios de Hugo Chávez, cuya figura y realizaciones ya forman parte de
la historia del continente y, sobre todo, de la historia de los olvidados y de
los vencidos. Chávez, como lo proclamaba sabiamente José Martí, fue un hombre
de su tiempo y de todos los tiempos, porque supo encarnar en el momento
adecuado un proyecto antineoliberal y antiimperialista para enfrentar lo que se
concebía como inatacable en su país y en continente. Él supo entender las
necesidades más sentidas del pueblo venezolano, empobrecido y humillado por el
capitalismo neoliberal, y en ese esfuerzo por afrontar la miseria que ese
sistema genera ha hecho aportes reales al ideario anticapitalista del mundo.
Como alguna vez lo dijo Jorge Plejanov al analizar el papel del individuo en la
historia: "Un gran hombre lo es no porque sus particularidades individuales
impriman una fisonomía individual a los grandes acontecimientos históricos,
sino porque está dotado de particularidades que le convierten en el individuo
más capaz de servir a las grandes necesidades sociales de su época". Y eso
se aplica a cabalidad al caso de Chávez, que ha servido a las necesidades
sociales no sólo del pueblo venezolano sino de los pueblos de todo el
continente.
Por supuesto, Chávez fue, como todos nosotros,
un ser humano de carne y hueso, con sus propias contradicciones y limitaciones,
tanto en sus formulaciones como en sus realizaciones prácticas. Es elemental
que los revolucionarios son seres humanos y no dioses, en razón de lo cual
aciertan y se equivocan, pero justamente son revolucionarios, porque mayores
son sus aciertos que sus errores, porque están convencidos de la importancia de
luchar contra el orden establecido a cambio de lo cual lo dan todo, hasta la
vida misma, y porque con su lucha dejan un destello de ejemplo y dignidad, que
los engrandece ante sus contemporáneos y sirve de legado a otras generaciones.
Chávez ha sido un formidable revolucionario –un vocablo que no tiene nada que
ver con las capillas de iluminados de todas las sectas de izquierda- que ha
hecho más aportes reales a la lucha por otra sociedad que cientos de
doctrinarios puristas, que tanto hoy como ayer lo han calificado como
“populista”, “caudillo” o cosas por el estilo.
Y su carácter de revolucionario queda
evidenciado en estos momentos si nos fijamos en quienes lo lloran y quienes se
alegran por su muerte. Lo lloran los pobres de su país y muchos pobres de otros
lugares del mundo. Lo lloran quienes entienden lo que significa la pérdida de
un valioso líder de la izquierda internacional. Lo lloran los que en Venezuela
y otros países han sentido lo que significa la solidaridad, en instantes en que
se ha impuesto como si fuera parte de la naturaleza humana el egoísmo e
individualismo neoliberal. Estos son los que nos importan, mientras las bestias
carroñeras de la muerte (encabezados por el Partido Republicano de los Estados
Unidos) se relamen de felicidad por la muerte de un peligroso enemigo, como lo
expresan sin aspavientos a través de sus pornográficos medios de
incomunicación, llámense El País, Clarín, El Tiempo, CNN, Caracol, RCN o como
sea.
Chávez
ya es un patrimonio de los revolucionarios del mundo y su nombre permanecerá en
la memoria no solamente del pueblo venezolano sino de los pueblos de nuestra
América y esto debe enorgullecer a los revolucionarios, por dolorosa y dura que
sea su partida, y por los difíciles e inciertas que sean las luchas que se
avecinan. Mientras tanto, todos sus detractores y sus enemigos del capitalismo
y del imperialismo, entre esos muchos pigmeos morales e insignificantes
individuos que se desempeñan como presidentes de muchos países –representantes
incondicionales de los explotadores y de las clases dominantes- no quedaran
siquiera en el basurero de la historia y más rápido de lo previsto serán
olvidados.
Porque
como dijo con intensidad César Vallejo en su vibrante poema Masa, que
parafraseamos: “No mueras comandante, te queremos tanto”, y cuyo bello texto es
una alegoría de la manera como la memoria del revolucionario Hugo Chávez
permanecerá en nuestra América:
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un
hombre
y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
“No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos
mil,
clamando: “Tanto amor, y no poder nada contra
la muerte!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡Quédate, hermano!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste,
emocionado;
incorporase lentamente
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
Guerrero invencible
Ernesto
Salgado - Fuente:http://ernestojnavarro.blogspot.com.es/2013/03/guerrero-invencible.html
Los que mueren por la
vida, no pueden llamarse “muertos” (Ali Primera)
Hay noticias que por esperadas no
dejan de golpear en lo más profundo, la muerte de Hugo Chávez es una de ellas.
La prensa de derecha de todo el
mundo no disimula su alegría. Después de haber desparramado en los últimos
meses un torrente de odio y mentiras ahora festeja la desaparición del líder
indiscutido de un proceso que atraviesa a casi toda América latina. Patriota al
servicio de Venezuela y de la Patria Grande Latinoamericana; honesto, lúcido,
osado y valiente luchador revolucionario supo retomar como nadie el sueño de
Bolívar para hacer lo que él no pudo terminar, y así de su impulso nació la
Alianza Bolivariana Para los Pueblos de Nuestra América y la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños. Derrotó a Bush, lo ridiculizó en la
Asamblea de la ONU y se puso al frente de la destrucción del ALCA, su consigna
“ALCA al carajo...”, retumbó en todos los rincones del continente.
Lo odiaban y seguirán odiándolo la
derecha de su país y el mundo. Progresivamente fue instalando la necesidad de
luchar por el socialismo, a la venezolana, con su visión de por donde pasan hoy
los caminos de la libertad, pero no fue solo teoría, los venezolanos empezaron a
recuperar a su país, la renta petrolera fue distribuida beneficiando
particularmente a los más postergados, terminó con el analfabetismo, se aseguró
la atención medica primaria de todos los venezolanos, se pasó a ocupación
plena, la pobreza se redujo hasta dejarla en la puerta de acabar
definitivamente con ella, miles de venezolanos disfrutan de su casas propias y
dignas. Ante cada problema serio nació una “Misión”. Esas Misiones creadas por
Chávez inundaron Venezuela y se desparramaron por todo su territorio
resolviendo primero los problemas más serios, abriendo la puerta de la
dignidad.
Quienes tuvimos la posibilidad de
haber estado varias veces en Venezuela, en estos últimos 7 años, hemos podido
comprobar como se avanza, sin verso, en lucha permanente contra propios y
ajenos, pero lo que esencialmente se comprueba es el creciente Amor –así con
mayúsculas- que crece desde las entrañas del pueblo venezolano. Ese pueblo
quería a quien le posibilitaba sin joda tener su casa, con más de una
habitación, con cocina, heladera, televisor. Eso, una casa.
"Tenemos Patria", supo decir Hugo
Chávez, y ese grito condensaba los logros de un país pequeño, rico en petróleo,
pero pequeño, que desde las entrañas de una América Latina olvidada puso en
vilo al imperio y a toda la derecha mundial.
Cuba ya está acompañada. “El pueblo
cubano lo siente como uno de sus más destacados hijos y lo ha admirado, seguido
y querido como propio. ¡Chávez es también cubano! Sintió en su carne nuestras
dificultades y problemas e hizo cuanto pudo, con extraordinaria generosidad,
especialmente en los años más duros del Período Especial. Acompañó a Fidel como
un hijo verdadero y su amistad con Raúl fue entrañable”, dice la declaración
del Gobierno cubano.
Bolivia, Ecuador y Nicaragua, contaron
desde el principio con la ayuda total de Venezuela, de su gobierno y de su
pueblo que empezó a educarse en la generosidad y la solidaridad.
Uruguay y Argentina, también
sintieron como Venezuela salió en su ayuda cuando necesitaron de ellos. Con Petrocaribe
Chávez le dio la posibilidad a una decena de pequeños países de esa región que
puedan manejar uno de sus recursos principales, sin intervenciones extranjeras.
Nadie podrá ocultar los puntos de
ruptura en la dominación de los países centrales que Chávez hizo posible, ni
los resultados de las experiencias contra hegemónicas que alentó. Nadie podrá
ocultar la patria que puso a disposición de hombres y mujeres del pueblo
venezolano que nunca habían tenido patria.
América Latina toda lo va a extrañar.
Va a extrañar su voz, su alegría, sus respuestas a los intentos colonizadores
de EE.UU., su sencillez en plantear los interrogantes más difíciles adaptando
el marxismo a su realidad cotidiana. Lo vamos a extrañar, porque aportó a que
nos formemos en la idea de que vivimos en una patria única que necesita unirse
y defenderse de los embates del imperialismo que viene por todo nuestros
recursos. Que al venir van a utilizar medios aún desconocidos por nuestros
pueblos, que sin dudas pasarán incluso por la eliminación física de los
principales líderes.
A medida que pasen los días la
derecha de nuestro país y el mundo empezará a encontrar diferencias,
enfrentamientos, dificultades o vacilaciones para demostrar que todo se
derrumba. Pero pese a que a los venezolanos les falta la figura central, el
líder que los condujo a la situación actual, a que muchas cosas están sin
terminar, a que naturalmente habrá diferentes opiniones de cómo se sigue
construyendo sin Chávez, es seguro que encontraran la respuesta en la reflexión
más escuchada de ayer: “de esta situación se sale con más socialismo”.
A nosotros, los luchadores de aquí y
allá, nos corresponde responderle a los enemigos de Venezuela y su revolución
bolivariana todos y cada unos de sus ataques. Como dijo ayer Rafael Correa,
presidente de Ecuador, “se fue un revolucionario pero quedaron millones”.
El sucesor de Chávez
Santiago Alba Rico - La Jiribilla / Rebelión.
Ningún ser humano vivió ese proceso
geológico lentísimo de bullicio marino, emergencia de la tierra desde el fondo
de las aguas, división y formación de los continentes, erupción de volcanes y
solidificación de las montañas, que
transformó poco a poco el planeta tierra en un lugar apto para la vida. Pero no
es verdad. Todos hemos asistido en la última década a una especie de
aceleración geológica inesperada; todos hemos visto surgir una montaña,
retroceder las olas, formarse un continente. Nadie podía prever que ocurriese
en Venezuela ni que el activador de esta danza terrestre fuese ese joven y
oscuro oficial que en 1992 se quebró el costado en una fracasada aventura
quijotesca. Pero lo cierto es que si algo deben admitir incluso sus enemigos
-que por eso lo combatieron sañudamente- es que Hugo Chávez y el pueblo
venezolano han cambiado en veinte años el destino geológico de América Latina y
la inercia de derrota de la izquierda mundial. Cuando la “pedagogía del terror”
aplicada en el subcontinente americano durante la Guerra Fría parecía haber
logrado sus objetivos, de manera que se podía permitir votar a los
latinoamericanos con la seguridad de que iban a elegir al “candidato correcto”,
la revolución democrática de 1998 en Venezuela volteó todas las relaciones de
fuerza, contaminando su coraje -contagiando su salud- a toda la región. Hugo
Chávez fue la victoria colectiva sobre un miedo de décadas, y hasta de siglos,
como los bosques fueron una victoria sobre el frío mesozoico y el Himalaya una
victoria sobre el diluvio de Tetis.
Los que hemos visitado Venezuela con
regularidad en los últimos años sabemos que este inesperado salto geológico tiene
que ver con un concepto cardinal prolongado años después por los pueblos
árabes: dignidad. No se trata de algo que se pueda conseguir a fuerza de
meditación o a través de la intervención de un psicólogo; ni con retóricas
adulaciones populistas. La dignidad es una fuerza material demiúrgica,
siderúrgica, que cambia, por eso, la propia orografía del terreno y que sube
desde el suelo enraizando y embelleciendo los cuerpos: el derecho al voto, el
derecho a las letras, el derecho a la salud y la vivienda, el descubrimiento
socrático -mientras se saca del bolsillo la Constitución, y no un revolver,
para discutir acaloradamente en la cola del mercado- de la propia capacidad
para intervenir en la hechura material de la existencia y en el destino
político de la nación. Este cambio geológico, cuya importancia a veces es
difícil de medir desde Europa, lo resumía muy bien una mujer del 23 de Enero,
uno de los barrios más pobres y más chavistas de Caracas: “¿Ciudadanos? Ni
siquiera sabíamos que éramos seres humanos”.
Decenas de artículos en estos días
destacan los logros sociales de Chávez y no voy a repetirlos aquí. Tampoco voy
a insistir en los límites y errores de sus políticas, que demuestran, en todo
caso, cuánto se puede meter la pata cuando no se obedece a los mercados y a los
estadounidenses (¿qué error concreto podríamos criticar en Rajoy?). Y tampoco
voy a repasar las mentiras de nuestra prensa, la desinformación sistemática de
nuestros medios, las manipulaciones clasistas y racistas amañadas contra Venezuela,
pues son también otra forma de medir la altura del Himalaya. Pero sí me
gustaría recordar lo que una Europa cada vez menos democrática trata de ocultar
a toda costa: que el proceso constituyente de Venezuela, con sus metástasis
ecuatoriana y boliviana, con sus instituciones continentales, no sólo configura
un proyecto de soberanía regional sin precedentes sino que se toma en serio por
primera vez, incluso “formalmente”, esa democracia que los occidentales
publicitan con misiles y bombardeos en el exterior mientras se la recortan cada
vez más a sus propios ciudadanos.
Alguien dirá que Chávez se muere en
el peor momento, cuando los peligros son mayores, cuando más se le necesita.
Pero, ¿cuál habría sido el bueno, el buen momento? Todos podemos morirnos en
cualquier momento y ese momento será siempre uno de los momentos de una lucha
siempre inconclusa. Chávez -hay que aceptarlo- nunca habría podido vivir tanto
como viven los pueblos que lo parieron y que lo seguirán necesitando. Lo que
hay que decir, más bien, es que Chávez surgió en el momento adecuado, desde el
fondo marino, para configurar un nuevo continente, desviar la Patria Grande de
su fatalismo histórico y reordenar, en apenas 14 años, un destino geológico
que, en cualquier caso, necesitará aún muchos años para fertilizar los bosques
y elevar las montañas. En este sentido, Hugo Chávez no tiene posible reemplazo.
Hugo Chávez sólo puede ser sustituido por el pueblo de Venezuela, cuya
responsabilidad adquiere de pronto dimensiones planetarias. Desde ese mundo
árabe que él no supo comprender bien, pero que no puede seguir mirándose en el
espejo de la Europa fracasada y colonial y que por eso mismo, sumergido en la
batalla, debe hugochavizarse y latinoamericanizarse; desde esa Europa fracasada
y colonial al borde de su propio “caracazo”, drogada de narcisismo y tocada de
muerte; desde todos los rincones de un planeta en zafarrancho de muerte, con
dolor, con solidaridad, con esperanza, nos apoyamos hoy en el pueblo de
Venezuela, sucesor del presidente Hugo Chávez, que se fue demasiado pronto como
para no dejarnos inciertos y tristes pero que llegó a tiempo para dejarnos
muchos y fuertes.
Chávez es hoy otro de los nombres de
la ladera en la que nos mantenemos de pie.
Chávez: luz de aurora
Ángel Guerra Cabrera - Rebelión
En la tarde del 6 de marzo,
visiblemente conmovido, el vicepresidente Nicolás Maduro dio la trágica y
dolorosa noticia que nunca hubiéramos querido escuchar. Había fallecido el
presidente comandante Hugo Rafael Chávez Frías. Difícil asociar la muerte con
ese hombre tan vital que tanto amó la vida y movió cielo y tierra por hacerla
más libre y digna a los pobres de la Tierra.
Nacido llanero (Barinas, 1954),
donde florecen silvestres el canto y la poesía, su trazo vital marca un punto
de giro decisivo en la historia de América Latina y el Caribe de hondas
repercusiones planetarias. En poco más de dos décadas desarticuló la estrategia
de recolonización estadunidense de nuestra región encarnada en el Alca(Mar del
Plata 2005), impulsó y fue el líder más notorio del surgimiento de un bloque de
gobiernos opuestos al Consenso de Washington, fundó junto a Fidel Castro la
fraterna Alba, tejió plurales alianzas conducentes a la creación de la Unasur y
la Celac. Aglutinó a un grupo de líderes que dio pasos de gigante hacia la
concreción del proyecto de unidad latinocaribeña de Bolívar y Martí y en
colocar a nuestra América como el polo de resistencia principal contra la
dominación mundial del imperialismo.
La gallarda rebelión armada (1992)
que encabezó contra las políticas neoliberales de Estados Unidos y sus aliados
locales proyectó al teniente coronel Chávez como líder nacional. Con su
alzamiento el joven oficial y cientos de sus compañeros cumplieron con un
mandato del pueblo venezolano, que tres años antes había sido reprimido
sangrientamente durante el caracazo en respuesta al vigoroso repudio que
manifestó en las calles contra aquellas políticas.
Chávez tomó muy en serio y se
comprometió muy joven con las ideas y la trayectoria de Simón Bolívar, muerto
aún más joven que él. La educación familiar de padre y madre humildes maestros
de escuela, el destacado paso por la academia militar y su ejecutoria como
oficial del ejército le permitieron a su inteligencia, avidez intelectual y
sensibilidad excepcionales nutrirse del arsenal de conocimientos, experiencias
e ideas que sellaron para siempre su comunión con el pueblo. Le cabe como a
pocos aquella definición del Che cuando
afirmó que “el verdadero revolucionario actúa guiado por sentimientos de amor”.
Sentía por Fidel profundo respeto,
admiración y cariño y en fluido intercambio con él delineó las líneas maestras
de su accionar y de la nueva arquitectura latinocaribeña, que enriqueció y
llevó a cabo con inigualable maestría. Fidel reconoció muy temprano en él sus
cualidades de estratega y conductor de pueblos y junto a Raúl le entregó una
entrañable amistad. Chávez también quiso mucho a Cuba y a los cubanos y dedicó
grandes esfuerzos a cimentar la solidaria y leal alianza venezolano-cubana,
cuyos frutos no han podido ser más nobles.
Si las grandes trasformaciones de
América Latina y el Caribe en los últimos años tienen en Chávez a uno de sus
protagonistas más insignes, lo mismo puede decirse de la que lideró en
Venezuela. De país subordinado a Estados Unidos, dominado por una elite
racista, rapaz y represiva, que marginaba al pueblo de las decisiones y
mantenía a millones apartados del disfrute de los más elementales derechos,
Chávez recuperó la patria para todos e hizo al pueblo el actor político y
social principal. Impulsó una refundación política, económica y cultural que
puso de nuevo el socialismo en el orden del día a escala internacional y
trasformó a Venezuela en un modelo de democracia. Rescató el petróleo como
palanca del desarrollo nacional, de solidaridad y de posicionamiento
geopolítico. Liquidó el analfabetismo e hizo de la salud, la educación y la
seguridad social derechos universales, creó cientos de miles de puestos de
trabajo y aumentó el poder adquisitivo de la población. Pero su conquista más
importante es haber transformado al pueblo venezolano en partícipe activo,
unido y muy consciente de la política nacional e internacional. No hay
contrarrevolución que pueda contra eso.
Es proverbial el odio de los
círculos dominantes de Estados Unidos, el capital internacional y sus
colaboradores criollos contra Chávez. Asquea lo que escriben y dicen aún
después de su muerte los que presumen de sus letras y voces libres, que sabemos
esclavas. Tanto es el temor que les provoca la grandeza del venezolano y de su
ejemplo.
Hay hombres que hasta después de
muertos dan luz de aurora, escribió José Martí. Chávez es uno de esos.
Hugo Chávez, un hombre
bueno que vivirá para siempre
Víctor Ríos - Rebelión
Tiempo habrá para aquilatar
serenamente la contribución de Hugo Chávez Frías en la ingente tarea de saldar
la histórica deuda social y cultural contraída por los Imperios y las
oligarquías locales con las clases populares de su amada patria, la República Bolivariana
de Venezuela, de su Patria Grande, Nuestra América, y de todos los pueblos y
personas humildes del planeta. Tiempo habrá para dar a conocer más y mejor en
esta vieja Europa datos y experiencias de los procesos de transformación
impulsados por Chávez y la revolución bolivariana desde su primer triunfo
electoral en diciembre de 1998 hasta nuestros días.
Con Chávez, el bravo pueblo
venezolano ha sembrado e irradiado múltiples y valiosas enseñanzas para
nosotros, hoy, aquí y ahora. Por ejemplo, una Constitución que ya la
quisiéramos tener por estos pagos, con posibilidad de referéndums revocatorios
de todos los cargos electos a mitad de sus mandatos, desde el Jefe del Estado
hasta los concejales; con la incorporación de nuevos órganos de poder ciudadano,
y de tantos otros derechos económicos, sociales y culturales que aquí se
desconocen. Con Chávez se han impulsado unas políticas sociales de resultados
reconocidos por organismos internacionales como la UNESCO, la Organización
Mundial de la Salud, la CEPAL… Con ellas el pueblo venezolano y los de los
países que conforman la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América
(ALBA) están caminando hoy en la dirección opuesta a los europeos. Es decir,
reduciendo la exclusión, la pobreza y las desigualdades. Las cifras cantan.
Pero en estas líneas no voy a adentrarme en ellas.
Pues escribo desde el profundo dolor
y tristeza que me atenaza en estos momentos. Sentimientos que en estas horas
comparten muchos, muchos millones de mujeres y hombres venezolanos,
latinoamericanos, caribeños y buenas gentes de todo el planeta. Sentimientos
que me conducen directamente a evocar algunos de los momentos compartidos con
un hombre bueno, un hombre a la vez audaz y realista, una persona que ya en
vida pasó a ocupar un lugar indiscutible en la historia de Venezuela, de
América Latina y de la lucha internacional de los pueblos por su liberación
nacional y su emancipación social. Un hombre cuya contribución a hacer realidad
el viejo proyecto de una unión latinoamericana y caribeña libre y soberana ha
dejado sus frutos en lo que hoy ya es la ALBA, la UNASUR y la CELAC.
Para mí ha sido un enorme
privilegio, un gran honor, haber podido tratarlo en persona, acompañarlo en
algunos de sus viajes internacionales y trabajar para él y al servicio de su
pueblo con la intensidad y la exigencia que él era el primero en aplicarse a sí
mismo de manera cotidiana. Recuerdo cuando entraba de pronto en el despacho
para recabar una opinión sincera sobre un discurso recién pronunciado, su sentido
del humor y su campechana autenticidad, cómo esbozaba una sonrisa franca y
abierta al presentarme como miembro de su comitiva ante el presidente Zapatero
en una visita de éste a Venezuela, diciéndole: “mira, éste es un subversivo
compatriota tuyo que me traje aquí a trabajar conmigo”. No olvidaré lo a gusto
que se sentía departiendo con personas muy humildes durante una visita
realizada al Bronx en compañía del embajador Bernardo Álvarez, aprovechando su
estancia en Nueva York para intervenir en el 60º Período de Sesiones de la
Asamblea General de la ONU, en septiembre de 2005. Al acercarme a felicitarlo
tras su vibrante discurso, me espetó en seguida: “no Víctor, esto no es obra
mía sino de todos, soy yo quien agradezco a todo el equipo la tarea realizada”.
Cuán lejos están estos pequeños ejemplos, y tantos otros que guardaré para
siempre en mi corazón y mi memoria, de los estereotipos forjados por sus
detractores, interesados en combatir el cariño y el afecto que su pueblo le
profesa, y temerosos del “efecto contagio” que ello podía provocar en otras
tierras.
Su decisión de plantear la necesidad
de poner rumbo a un socialismo del siglo XXI, comentada en una reunión privada
en el marco del Encuentro de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de
la Humanidad celebrado en Caracas en diciembre de 2004, y luego lanzada en
público en el Foro Social Mundial de Porto Alegre en enero de 2005, marcó un
hito en la historia del socialismo y del movimiento revolucionario
latinoamericano e internacional. Recuerdo las reflexiones y elaboraciones de
múltiples documentos realizadas entonces en su Despacho de la Presidencia, a
las que contribuían activamente múltiples compañeros venezolanos como Haiman El
Troudi, Luis Bonilla, Luis Vargas o Gonzalo Ramírez, y cooperantes
internacionales que estaban entonces allí como Marta Harnecker, Juan Carlos
Monedero, Michael Lebowitz u otros que aportaban sus fecundas reflexiones desde
aquí, como Paco Fernández Buey.
Las preguntas que nos hacíamos eran
muchas y el presidente Chávez animaba a avanzar sin dilación en las reflexiones
para traducirlas en acción política y de gobierno en la que el pueblo
organizado tuviera también una participación activa. ¿Qué balance hacer de los
socialismos del siglo XX? ¿Cuál debía ser el papel del bolivarianismo y de
otras corrientes de pensamiento emancipador latinoamericano en la formulación
de una propuesta socialista revolucionaria para Venezuela y para América
Latina? ¿Cómo plantear la transición de la economía y los valores propios del
rentismo petrolero heredado hacia una política económica que pusiera dicha
renta al servicio de un nuevo modelo productivo y de relaciones sociales? ¿Cómo
ir transformando los viejos aparatos del Estado para avanzar hacia un Estado
Comunal, basado en una democracia participativa y protagónica de nuevo cuño?
Hugo Chávez no se cansaba de hacer
pedagogía de modo permanente, de explicar su proyecto, proponer innovaciones y
escuchar las demandas de su pueblo, de querer verificar siempre el grado de
cumplimiento de la acción de gobierno aprobada y el buen uso de los recursos
dispuestos. Comprendía y exigía. Exigía y comprendía. Y así ha sido hasta el
agotamiento de sus fuerzas. Como botón de muestra no hay más que ver la
retransmisión hecha por Venezolana de Televisión del Consejo de Gobierno del 20
de octubre de 2012, a los pocos días de su clara victoria en las elecciones
presidenciales.
Hoy en la prensa el titular es
unánime, pero no los sentimientos. Los medios digitales libres de verdad,
independientes de los poderes económicos, describen el hecho luctuoso y acogen
textos escritos por plumas que destilan tristeza y dolor. Los grandes grupos
empresariales mediáticos internacionales y españoles -algunos venidos a menos
en solvencia y a nada en credibilidad-, traficantes de información sin
escrúpulos, como hemos tenido ocasión de ver muy recientemente, por fin
pudieron poner el titular que estaban deseando semana tras semana. Pero a éstos
últimos, el pueblo venezolano, los pueblos latinoamericanos y caribeños, y los
que aquí nos sentimos solidarios con ellos y unidos hoy en su dolor, les vamos
a mostrar que una vez más se equivocan: como Martí, Bolívar, Zapata, el Ché y
tantas personas anónimas que han dado lo mejor de sí por forjar una humanidad
justa y libre en una tierra habitable, Hugo Chávez Frías llegó para quedarse. Y
vivirá para siempre. En el corazón de los venezolanos humildes, de los
venezolanos buenos, y de todos los hombres y mujeres de cualquier rincón del
planeta que no dejaremos de agradecerle que se haya dejado la vida en mostrar
que sí se puede plantar cara a los poderosos, dar visibilidad y dignidad a las
personas más humildes y transformar las condiciones de vida y de trabajo de las
mayorías sociales cuando éstas se dan cuenta del poder que tienen al perder el
miedo y luchar unidas.
Seguir su ejemplo de compromiso con
los de abajo, en Venezuela y en cualquier parte, nos hará sin duda mejores y
más libres. Ese es el compromiso de su pueblo cuando inunda las calles
anunciando que todos somos Chávez. Ese es el legado y el reto que nos deja.
Permítanme que, con los ojos húmedos y un nudo en la garganta, les anuncie algo
humildemente, pero a la vez con mi deseo expreso de contribuir a ello con gran
convicción: ahora más que nunca, Chávez no se va.
Barcelona,
madrugada del 5 al 6 de marzo de 2013
*
Víctor Ríos Investigador del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de
la Universidad Pompeu Fabra y miembro del Frente Cívico Somos Mayoría.
Declaración del
capítulo cubano de la Red en defensa de la Humanidad
Capítulo cubano de la Red en defensa de la Humanidad - Rebelión
Ha fallecido Hugo Rafael Chávez
Frías, el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, y las
organizaciones, artistas e intelectuales del capítulo cubano de Red en defensa
de la Humanidad estamos conmovidos. Expresamos nuestras más profundas y
sentidas condolencias al pueblo venezolano y a las autoridades bolivarianas, a
todos los que en nuestra América y en el mundo han seguido día tras día,
durante casi tres meses, el estado del Presidente Chávez, y también a nosotros
mismos. Porque este es un dolor de todos, que sentimos todos por igual.
El Presidente Chávez se ha ganado un
lugar cimero entre las personalidades contemporáneas, porque supo dedicar todas
sus fuerzas y empeños, toda su inteligencia y su voluntad, a impulsar y
fortalecer la Revolución Bolivariana, a procurar bienestar a su pueblo y
defender la soberanía nacional, y al mismo tiempo realizó una tarea portentosa:
ser un factor crucial en el movimiento continental en curso, que está
empoderando pueblos, consolidando soberanías y uniendo voluntades hacia la
integración latinoamericana y caribeña. Chávez ha sabido ser el gran
continuador de la obra y el proyecto del Libertador Simón Bolívar, en esta hora
de la segunda independencia.
La Red en defensa de la Humanidad
sabe que la mejor manera de honrar a Chávez es seguir su ejemplo, continuar su
obra, no ceder un ápice y construir la vida nueva y el mundo nuevo que
necesitamos. Los pueblos lo saben y se han puesto en marcha. Entre todos lo
haremos, y con nuestras batallas y victorias haremos también que Chávez viva
siempre, eternamente.
Declaration of the Cuban Chapter in Defense of
Humanity
President of the Bolivarian Republic of
Venezuela Hugo Rafael Chavez Frias has passed away. Organizations, artists and
intellectuals of the Cuban Chapter in Defense of Humanity are moved by his
passing. We express our most profound condolences to the people of Venezuela
and the Bolivarian authorities, to all in the Americas and the world who have
followed President Chavez’ condition day-by-day for almost three months. This
is a pain felt by all of us equally.
President Chavez gained a prominent place among
contemporary personalities because he knew how to dedicate all his strength and
effort, all of his intelligence and determination to drive and strengthen the
Bolivarian Revolution, to secure peoples’ well-being and defend national
sovereignty.
At the same time, he carried out a remarkable
task: to become a crucial factor in the ongoing continental movement that is
empowering the people, consolidating sovereignty and unifying the will towards
the Latin-American and Caribbean integration. Chavez knew how to continue the
work and project of the liberator Simon Bolivar, at this time in the second
independence.
The Network in Defense of Humanity knows that
the best way to honor Chavez is to follow his example: to continue with his
work and not give up an inch; to build up a new life and the new world we need.
The people in the world are aware and are already under way. Together, we will
make this happen. With our battles and victories, we will make Chavez live
forever, eternally.
El legado de Chávez
Paco Peña - Revista Punto Final
Previsible desde el retorno
de Cuba hace dos semanas, luego de varias cirugías e intenso tratamiento de
quimioterapia, el fallecimiento del presidente Hugo Chávez ha caído con la
fuerza de un rayo. Se va, dejando una obra avanzada aunque, como toda obra
humana, inconclusa. Con la perspectiva de los años se podrá aquilatar el
gigantesco esfuerzo desplegado por este hombre que marcó a fuego la historia de
nuestro continente. Desde ya sabemos que hay una época que precede al
presidente Chávez y una que lo sobrevive, en la cual, es verdad, quedamos un
poco más solos. Más solos todos los que comprendimos que no asistíamos al
surgimiento de un demagogo más de la convulsionada historia de nuestra América.
Chávez contribuyó de
manera decisiva al despertar de su pueblo. Desde el inicio de su mandato hizo
frente al halago de los que esperaban que pusiera en venta su patria. Cada día
de sus catorce años de gobierno debió hacer frente a “la amenaza, la seducción,
la furia, la mentira”, pero “no retrocedió desde su estrella”.
Debido al proceso bolivariano, América Latina fue sacudida por la onda de
choque provocada por la experiencia chavista. En varios países accedieron al
poder gobiernos de Izquierda, que quieren terminar con las experiencias
neoliberales que han infectado a nuestro continente. El punto de ruptura que
retendrá la historia fue la victoria electoral de Chávez en 1998. A partir de
esa fecha, comenzó a manifestarse con fuerza y suerte variada una Izquierda
diversa, apoyada por sectores populares marginalizados por las antiguas y
nuevas oligarquías, por la vieja y la nueva derecha, y que exigen ser actores y
no comparsas en la vida política de sus países. Los éxitos electorales en
Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Brasil tuvieron impacto no
sólo en sus fronteras. América Latina secularmente traicionada, violada,
humillada, saqueada, rompió con una historia de oprobio y se encaminó
resueltamente por la vía antiimperialista, realizando a partir de esos países
reformas democráticas de gran envergadura.
A pesar de una propaganda
interesada, Venezuela logró en estos años hacer retroceder la pobreza y la
desigualdad, invirtiendo los ingentes recursos de la renta petrolera en gasto
social. La educación, salud, la reforma agraria para revitalizar el campo y
entregar tierra a los campesinos, las leyes acerca de la no discriminación por
razones de raza, sexo, etc… Y sobre todo, puso bajo tutela estatal el petróleo,
la principal riqueza del país. Abogó por un papel más importante de los países
productores de petróleo reunidos en la OPEP. Las Misiones en los barrios, la
participación ciudadana, todo ello no sólo fue un intento de democratización,
sino que trajo aparejado el retroceso de la pobreza, como lo indica el último
Informe de Desarrollo Humano de la ONU. Por primera vez se crearon
organizaciones regionales de integración -el Alba por ejemplo- que no se
fundaron en las ventajas comparativas con las cuales gargarizan los
economistas, sino en las ventajas cooperativas, destinadas a reducir las
asimetrías de los países adherentes.
La creación del Mercosur
en los años precedentes ayudó a la acción mancomunada de los gobiernos
progresistas latinoamericanos, quienes lograron derrotar a Washington que
intentaba con el Alca crear un gran supermercado de Alaska hasta Tierra del Fuego
para avasallar al continente. La lucha denodada de Chávez por establecer
relaciones de nuevo tipo con sus vecinos, fundadas no en transacciones
comerciales tradicionales sino en el trueque, le valieron también alta estima.
Los éxitos indiscutibles
de los catorce años de gobierno del presidente Chávez exacerbaron al sector
social y político que en Venezuela había manejado el país a su amaño.
Desplazado por el proceso encabezado por el presidente Chávez, como toda clase
que pierde sus privilegios una vez pasados los primero meses de estupor, echó
mano al sabotaje, el terrorismo y a una campaña comunicacional para denostar al
presidente Chávez y abrir la vía a la intervención extranjera. Todo ello, por
cierto, en nombre de la libertad y de los valores cristiano-occidentales y
contando con influencias internas e internacionales y con el apoyo de EE.UU.,
más algunas comparsas de segunda mano, como España y uno que otro paisito bajo
tutela imperial. La oposición venezolana, que no tuvo necesidad de leer a Carlos
Marx y a Lenin, supo que había llegado la hora de “utilizar todas las formas de
lucha” para defender sus intereses de clase. Y no trepidó en intentar incendiar
el país y causar la bancarrota de Venezuela a riesgo de provocar una guerra
civil.
Los paros patronales, el
sabotaje a Pdvsa y la abierta conspiración y connivencia de algunos oficiales
de las FF.AA. con la cúpula empresarial, llevaron al país al golpe de 2002,
durante el cual el presidente Chávez fue secuestrado. En dicha ocasión se negó
a firmar la renuncia que se le quería imponer. El “vacío de poder”, como
impúdicamente lo llamó la Corte Suprema venezolana, demostró que las
principales instituciones del Estado habían coadyuvado a esta tentativa. Sin
embargo, en cada intentona el pueblo venezolano y sus FF.AA. supieron imponer a
los alzados el respeto a la Constitución y a la ley. Porque el gran problema
resuelto por la dirección bolivariana durante estos catorce años -que se
presentará nuevamente- fue la sujeción del “destacamento especial de hombres
armados” al imperio de la ley y a la autoridad del presidente. Chávez contó
para ello -a diferencia de nuestro país que este año conmemora el cuadragésimo
aniversario del asalto al poder por militares actuando bajo inspiración
extranjera-, con oficiales patriotas que pusieron por encima de todo el interés
y la dignidad de Venezuela y su pueblo.
Más allá de sus
indiscutibles logros -con algunos reveses, como en todo gobierno- su legado
principal es el rescate de una dignidad perdida, pisoteada, mancillada durante
siglos. A lo largo de estos catorce años, el presidente Chávez hizo del respeto
a la Constitución y a la palabra empeñada su credo. Ello le concitó el
reconocimiento de personalidades de todo el mundo. Por ello, digan lo que digan
sus enemigos, su gobierno gozaba de gran prestigio internacional.
Creyente y católico practicante, Chávez expresa muy bien la sensibilidad
social de este sector mayoritario en nuestras sociedades. Provenía del medio
militar y no tenía una formación marxista acabada. “Felizmente”, nos espetó
sonriente su amigo José Vicente Rangel, agregando: “Si así hubiese sido, nos
habríamos llenado de sesudos tratados y manuales editados por las consabidas
editoriales en lenguas extranjeras y no hubiéramos tenido este bullir chispeante
de ideas y de alegre improvisación”.
Es con la experiencia
venezolana que empezó a difundirse el concepto de socialismo del siglo XXI. En
este mundo que se multipolariza, a pesar de los zarpazos de la bestia la visión
latinoamericanista del presidente Hugo Chávez tiene plena vigencia. Su acción
se inscribe en la perspectiva trazada por nuestros libertadores y por los
grandes hombres que han dado dignidad a nuestra América en la segunda mitad del
siglo XX: Salvador Allende y Fidel Castro.
En un mundo dominado por
el Dios dinero, Hugo Chávez quiso sustraer su acción de gobernante a esa
tutela. Pero quizás su logro más importante fue darle a su patria un papel e
influencia internacional sin precedente en toda su historia. De ahí la furia
imperialista que no dejó de atacarlo hasta sus últimas horas de vida.
Punto Final es un antiguo amigo de Venezuela, de su pueblo y del proceso
bolivariano. Tuvo el honor de ser el primer medio en nuestro país en difundir
con lucidez la verdad sobre lo que en ese país estaba ocurriendo, cuando
algunos desconfiaban y dudaban de un proceso revolucionario que no obedecía a
las reglas y manuales de las escuelas de cuadros. La defensa de las conquistas
del pueblo venezolano es hoy tarea principal, puesto que el enemigo afila sus
colmillos esperando el momento de asestar su dentellada. Hay que levantar una
gigantesca ola de solidaridad con el pueblo venezolano y hacer fracasar los
turbios planes de la reacción interna e internacional que se prepara para
revertir los numerosos logros sociales que ha legado la acción del presidente
Chávez.
Presidente Chávez, como
escribió Pablo Neruda en “Un canto para Bolívar”: “desde ahora estarás en la
tierra, en el agua, en el aire de toda nuestra latitud silenciosa, todo desde
ahora llevará tu nombre y roja será la rosa que recuerde tu paso”
PACO PEÑA
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 776, 8 de marzo, 2013
revistapuntofinal@movistar.cl <mailto:revistapuntofinal@movistar.cl>
www.puntofinal.cl <http://www.puntofinal.cl>
www.pf-memoriahistorica.org http://www.pf-memoriahistorica.org
Hugo
Chávez, el odio del imperialismo y de las burguesías, el amor de los pueblos
rebeldes
Néstor Kohan - Rebelión
Tristeza y dolor. De allí
partimos. ¿Por qué disimular los sentimientos y disfrazarlos con refinamientos
artificiales que se cocinan en su propia tinta y, en última instancia, no dicen
absolutamente nada? Sí, tristeza y dolor ante la muerte de un compañero y un
luchador que se jugó la vida más de una vez por los humildes, por los de abajo
y que se animó a enfrentar a la potencia más agresiva y feroz de todo el
planeta. Pero también todo nuestro reconocimiento, nuestro respeto, nuestro
emocionado homenaje.
Al leer diversas notas y
artículos, escritos sobre la muerte reciente de Hugo Chávez, percibo en la
intelectualidad de izquierda, crítica o progresista, cierta actitud
vergonzante. Le rinden respeto, pero “con cuidado” y sin salirse, claro, de los
buenos modales.
Como si al rendir el
homenaje que se merece este enorme luchador fallecido tuvieran que hacer
reverencias y justificarse ante los críticos de Chávez, la socialdemocracia
(abiertamente proimperialista), el autonomismo (sí, pero no, quizás, tal vez,
aunque un poquito, no obstante, sin embargo) o diversas variantes de la
izquierda eurocéntrica (que añorando un esquema simplificado de la revolución
bolchevique desconoce cualquier novedad en la historia —sobre todo si sucede en
el Tercer Mundo— y en la práctica cotidiana termina siendo más tímida y suave
que la Madre Teresa de Calcuta).
Ninguna vergüenza
compañeros, no hay que pedir perdón, compañeras. No tengan miedo, no se cuiden
tanto. Hugo Chávez se merece el homenaje y el reconocimiento sincero y abierto
de los pueblos en lucha de todo el continente. Sin medias tintas. Sin
calculitos mediocres, pusilánimes y timoratos. Chávez se la jugó, arriesgó el
pellejo, estuvo a punto de morir en un golpe de Estado y no se arrodilló ni
tuvo miedo ante el enemigo.
Su valentía no sólo fue
física y personal. También fue teórica y política. Cuando nadie daba dos pesos
por la bandera roja, se animó a patear el tablero de la agenda progresista y
volvió a poner en discusión nada menos que… el socialismo. Los compañeros
zapatistas, que jugaron un gran papel en los ’90 cuestionando el neoliberalismo
y por eso ganaron merecido reconocimiento y admiración en todo el mundo
progresista, nunca llegaron a plantear el socialismo. Ni el del siglo XXI ni
ningún otro. El socialismo estaba directamente fuera de agenda. Tampoco se
hablaba de imperialismo. Ni siquiera de revolución. De nada de eso se podía
hablar. Ni siquiera se mencionaban esos conceptos o esas categorías
anticapitalistas. Eran palabras prohibidas. La inquisición del pensamiento
elegante y políticamente correcto las había enterrado.
Hugo Chávez, dio un paso
más. Retomó las justas rebeldías que gritaban “Otro mundo es posible” y
cuestionaban el neoliberalismo pero les dio varias vueltas de tuerca. Ese otro
mundo posible no puede ser otro que… el socialismo. Lo gritó en las narices del
imperio, en la frente de la derecha y en la nuca del mundo progresista. Si te
gusta, bien, y sino, también. Dio vuelta a una página de la historia. Ya nada
fue como hasta entonces.
“¿Cómo? ¿El socialismo?”
Sí, el socialismo. Ese mismo que todas las derechas del mundo y muchas
“izquierdas” creían enterrado bajo los ladrillos apolillados de esa pared que,
carcomida por dentro, se cayó en 1989, allá lejos, en algunos barrios de
Alemania donde se bebe tanta cerveza.
¿De dónde salió este loco
trasnochado? ¿Qué texto clásico habrá leído Chávez en alguna librería de usados
o en alguna biblioteca de viejitos para comenzar a reclamarle a todo el mundo
que no se olviden del socialismo?” El “clásico” que había leído Hugo Chávez
para reinstalar al socialismo en la agenda de los movimientos sociales y los
pueblos rebeldes del nuevo siglo era… Simón Bolívar. Otro “loco al frente de un
ejército de negros” como llamaban despectivamente al Libertador los
diplomáticos norteamericanos y sus agentes de inteligencia a inicios del siglo
XIX.
Sí, el mismo Simón Bolívar
que los Documentos de Santa Fe (núcleo de acero de la estrategia del Pentágono
y el neomarcartismo “multicultural” norteamericano) ubicaban como enemigo
subversivo al lado de Hugo Chávez en Venezuela y de las FARC-EP en Colombia.
Esa era su fuente de inspiración. Simón Bolívar, el Quijote del siglo XIX.
A despecho de tantos
“inspectores de revoluciones ajenas” (como solía ironizar Rodolfo Puiggrós
frente a quienes nunca organizaron ni encabezaron ninguna lucha histórica
importante pero viven levantado el dedito para insultar a los demás), Hugo
Chávez no sólo reinstaló el debate por el socialismo como horizonte político y
cultural para los pueblos de Nuestra América. No sólo dialogó durante años con
su pueblo sobre historia, enseñando en cada programa de Aló presidente sobre
las guerras de independencia del siglo XIX, defendiendo la identidad cultural
de Nuestra América. Por si esa tarea pedagógica de masas no alcanzara, también
comenzó a reivindicar públicamente autores malditos y endemoniados como Ernesto
Che Guevara, Vladimir I. Lenin, León Trotsky o Rosa Luxemburg. Tuve la
oportunidad y el honor de escucharlo en persona, más de una vez, referirse a
estos herejes de la revolución mundial diciendo, con esa sonrisa tan irónica y
tierna al mismo tiempo: “Queridos hermanos ¡Éste es el camino! La creación de
hombres y mujeres nuevas, como proponía el Che Guevara. La única salida es
internacional. No puede haber soluciones en países aislados ni socialismo en un
solo país. La solución es el socialismo y es a nivel internacional”. No me lo
contó nadie. No lo leí. Lo ví y lo escuché directamente, enarbolando y
defendiendo las ideas de esos herejes.
Siempre sus discursos
incluían frases como esta: “Estuve leyendo este libro….” Y ahí comenzaba una
auténtica pedagogía popular, crítica, masiva. Porque Hugo Chávez supo emplear
la TV y otros medios masivos para concientizar, para incentivar el estudio,
para abrir grandes debates, en los cuales nunca se cansaba de recomendar libros
de historia, libros marxistas, libros de la teoría de la dependencia. Era un
lector voraz, a pesar de tantas actividades (Miguel Rep, compañero y amigo, le
dio en persona un libro que hicimos juntos sobre Antonio Gramsci, yo también se
lo regalé, Chávez se sacó varias fotos ante la prensa con ese libro sobre la
mesa. Un honor).
Este gran pedagogo
popular, con un gesto diplomático que también tenía mucho de ironía, se animó a
regalarle al presidente de Estados Unidos Las venas abiertas de América Latina
de Eduardo Galeano. Era una manera muy sutil de tratarlo de bruto y al mismo
tiempo de mostrarle que los pueblos de Nuestra América debemos superar de una
buena vez ese complejo (típicamente colonial) de inferioridad que nos han
inoculado las burguesías lúmpenes, socias menores y cómplices del imperialismo.
Siguiendo las enseñanzas
del Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, Chávez promovió de manera obsesiva
una serie interminable de iniciativas institucionales integradoras a nivel
regional (desde el ALBA hasta Telesur; desde Petrocaribe hasta el Banco del
Sur; desde la UNASUR hasta la CELAC, etc.) pero al mismo tiempo apoyó a la
insurgencia y a la guerrilla comunista, principalmente de las FARC-EP de
Colombia. Esa es la verdad. A veces lo dijo en público, otras veces no. Incluso
cuando tomó decisiones equivocadas (como en el caso de Joaquín Pérez Becerra,
que en su oportunidad criticamos públicamente), nunca rompió sus relaciones con
la insurgencia. Esa misma insurgencia comunista que gran parte del progresismo
y de la intelectualidad crítica no se anima ni siquiera a mencionar. Mientras
tanto le brindó su mano generosa y fraterna a la revolución cubana y a su gran
amigo Fidel Castro, a quien quería como un padre. En un movimiento sumamente
complejo, trató de unificar o al menos de aglutinar a nivel continental las
iniciativas institucionales con las insurgentes y comunistas, las de arriba con
las de abajo, las estatales con las sociales en el abanico multicolor de un
gran frente continental antiimperialista por el socialismo.
Faltándole el respeto a
los esquemas, pero no a la revolución, Hugo Chávez, sumamente iconoclasta, no
tuvo miedo de conjugar a Marx con Bolívar ni al Che Guevara con Jesús. Como
Simón Bolívar en el siglo XIX, quien sintetizaba a Tupac Amaru con Rousseau, su
mejor discípulo en nuestra época se animó a desempolvar el pensamiento político
más radical para volverlo actual y políticamente operante. No en la comodidad de
una cátedra, sino en la vida. Y lo hizo enfrentando a los peores y más
prepotentes genocidas del planeta, de quienes se rió en su cara más de una vez
(todos recordamos cuando en una tribuna diplomática internacional dijo, con una
sonrisa irónica inconfundible en los labios: “esta tribuna huele a azufre, acá
estuvo el diablo, acá estuvo el presidente de los Estados Unidos”. ¡Se reía en
la cara del presidente más poderoso del planeta! Lo disfrutaba como un niño
desobediente. Tanto como cuando expulsó sin contemplaciones al embajador yanqui
de Venezuela o cuando desafió al insolente rey franquista de España. ¿Cuántos
se animaron a hacer algo aunque sea similar en nuestra época?
No exageramos. Fue tan
original y tan antiimperialista como su principal maestro e inspirador, Simón
Bolívar. Pero entre ambos existe una gran diferencia histórica y política que
marca cuánto hemos avanzado en esta búsqueda de la tierra prometida y de la
liberación de Nuestra América. Mientras Bolívar murió solo y aislado, triste y
desolado, incomprendido e incluso repudiado, Chávez muere rodeado, amado y
llorado por todos los pueblos de Nuestra América. Bolívar no aró en el mar.
Hugo Chávez supo retomar su estrella de fuego.
¿Después de su muerte? ¿El
abismo y el desierto? De ninguna manera. La continuidad de una extensa lucha
por el socialismo y la segunda y definitiva independencia de Nuestra América.
Muerto Chávez, habrá otros Chávez como hubo nuevos Che Guevara. Las nuevas
generaciones se inspirarán en su rebeldía para seguir combatiendo contra los
molinos de viento del capital.
El odio del imperialismo y
de las burguesías, el amor de los pueblos rebeldes. Eso ha sido, eso es y eso
será Chávez.
¡Hasta la victoria siempre comandante!
Barrio de Once, marzo de 2013
La
cuestión del socialismo en Venezuela
Felipe Cuevas Méndez -Rebelión
Del socialismo en
Venezuela se debate en distintos ámbitos, como polémica de unas u otras
corrientes, como postura estratégica, como teorías socialistas, como futuro
prometedor, pero irnos directamente a esos aspectos, por contradictorio que
parezca, nos llevaría a reducir el espacio de este problema fundamental. Así
que mil disculpas si no seguimos el hilo tradicional del discurso por el
socialismo concentrado característicamente en “fijar posiciones ideológicas”,
que siendo necesarias, forman parte de la problemática socialista que se
encuentra en la vida social. Todo cuanto implica el movimiento por el
socialismo centra sus tareas en el acontecer de la lucha de clases a la que se
deben y se supeditan sus expresiones. De esta manera es que la teoría adquiere
su sentido, impidiendo que se nos tranque en un credo en sí mismo al tiempo que
asegura se potencie un concepto más elevado de socialismo.
Lo inequívoco de la lucha
por el socialismo está en la movilización revolucionaria de los pueblos desde
que se está bajo relaciones de dominación burguesas hasta que se ascienda a una
sociedad de tal formación. Si bien es cierto las circunstancias de la lucha no
hacen una sociedad socialista, sí constituyen un pueblo alzado por el
socialismo, con intrincadas tareas y acciones en pugna contra sus opresores y
explotadores.
En medio de la realidad
del capitalismo en Venezuela, las clases y sectores populares cuentan con
grandes ventajas para esta lucha, se trata de condiciones formadas en
escenarios caldeados de antagonismos y luchas de clases del proceso
bolivariano, tales como:
ü
Medios de
organización popular y clasista (frentes, organizaciones políticas, clasistas,
sectoriales, barriales, comunitarias, espacios de formación, asambleas).
ü
Garantías
sociales de impulso a sus acciones (debate amplio y abierto, manifestación,
derecho a luchar por sus intereses).
ü
Condiciones y
medidas gubernamentales, a través de la existencia del gobierno bolivariano,
las políticas sociales, presupuestos, misiones y otros logros.
ü
Creación de
nuevas relaciones económicas cooperativas con cierta relevancia en la vida
social, mediante empresas públicas, trasmisión de recursos, proyectos
productivos y otras formas de intercambio comunitario.
ü
Perspectivas
amplísimas de conciencia, dignificación y aceptación de la lucha por el
socialismo.
ü
Logros
sociales y en matera de política estatal que infunden confianza en el
socialismo (vivienda, detención del imperialismo, salud, detención del neoliberalismo,
ley de educación, ley del trabajo, entre otras).
ü
Banderas
orientadoras para hacer la revolución, ubicación del enemigo común representado
en la gran burguesía y el imperialismo, lucha por la socialización de los
medios de producción, democracia, soberanía nacional y latinoamericanismo.
ü
Instrumentos
para edificar el poder económico, político y social, en el sentido de un plan
socialista, recursos estatales, movilización popular, organización popular,
entre otros.
Lógicamente cada aspecto
de estas tendencias clasistas, tiene sus contra-tendencias, lo relevante es que
existen en la vida social del pueblo venezolano como piso conquistado a fuerza
de grandes esfuerzos, sufrimientos y tensiones, donde debe resaltarse el
liderazgo unificador Hugo Chávez comandante y presidente.
Una polémica en torno a
los términos radicalización o eficiencia da clara cuenta de las
contra-tendencias. Hay consignas que apuntan a que el socialismo tendrá paso
con la pura radicalización de los logros y acciones de gobierno, en tanto que
otras se suman a que bastará un elevado esfuerzo de eficacia de los aparatos
para que el socialismo venga por sí mismo; en ambos casos hay debilidad, o
acomodos, de planteamiento con respecto de lo que implican dichos términos
(radicalización o eficiencia), y respecto del rol de las clases y sectores
populares en estos mismos. La
radicalización acertada es
revolucionaria y de masas en éste caso, de lo contrario puede verse envuelta en
errores de extremismo fuera de contexto, radicalizar la revolución socialista
es tarea del pueblo organizado para resolver definitivamente los problemas
estructurales y sociales. Acerca de la eficiencia necesaria a todo proceso,
debe observarse que se la está convirtiendo en un slogan –sorprendentemente de
la propia burocracia ineficiente acomodaticia al concepto menos extremo– para
impedir que el proceso de revolución y eficiencia socialista se cumplan en el
argumento de que es ella (la eficiencia) la que falta únicamente para que toda
la obra se realice. Téngase ahí una contra-tendencia.
Otro ejemplo está en la
consolidación de organizaciones, democracia interna, selección de candidatos y
representaciones del pueblo, pero bajo formas de control y poder todavía
distantes de una participación socialista; haciendo parte de las condiciones en
que se encuentran las contradicciones sociales y las relaciones sociales
fundamentales del país.
Así también, además de
otras circunstancias en su seno, en la inversión de la política social, se
encuentra un sector de la burguesía que se beneficia de los contratos del
Estado, ha incrementado su poder económico, influencias y medios de allegarse
nuevos favores, dicho sector en su acumulación de riquezas choca con los
intereses populares y llegado el momento obstruye el acceso de los trabajadores
en sus derechos generales y en su necesario posicionamiento de los medios de
producción. Se nos hace suponer que ésta es la única forma de llevar adelante
nuevos logros y construcciones, no cabe dudar de que esa sea parte de una posibilidad,
mas no por ello se debe reducir la acción del pueblo, sus facultades, derechos
y condiciones de tener una mayor intervención en tales asuntos en la marcha al
socialismo.
La cuestión de la línea de impulsar el poder
popular se topa con el ejercicio de poderes y jerarquías que tienden a
liquidarla, el poder popular enfrenta presiones oficiales y extraoficiales para
anular su ejercicio en el desarrollo de las relaciones populares y
revolucionarias.
Entre avances y
retrocesos, antagonismos y conciertos, tendencias y contra-tendencias al
socialismo, sincretismos de las relaciones de dominación al ajuste de los
tiempos, rejuegos burgués-burocráticos y de relaciones de poder; entre tantos
amagues la lucha por el socialismo viene dependiendo con fuerza de la
presión-acción organizada del proletariado y sectores populares. Generalmente
se cree que es obra de la acción estatal regulada, pero mejor vista la cosa
podemos percibir que ésta va llegando a un tope a partir del cual los
controles, las limitaciones del sistema, y la disociación entre poder político
burocrático y acción popular; no puede descongestionarse bajo el dominio de las
actuales relaciones económicas, el modelo económico, estructuras establecidas y
la propia naturaleza de esas nuevas trabas, dado que estas deben cuidar su
orden creado en tanto la lucha de los pueblos simboliza inevitables rupturas.
Es verdad que algunos de los nuevos problemas tienen su origen en que muchas de
las viejas estructuras burocráticas con todo y personajes se han pintado de
rojito, pero operan a la vieja usanza. En fin, esa existencia hace parte del
hecho de que nos encontramos ante condiciones que posibilitan su juego funesto,
se trasmiten a los nuevos entes e instrumentos y en conjunto se alimentan de
las redes construidas en todo órgano piramidal y poder político alejado de la
vigilancia y regulación desde abajo.
La burguesía venezolana y
el imperialismo no han cambiado la esencia de su política con respecto de
Venezuela, sólo de tácticas para recuperar el control del Estado y la sociedad;
no hay que olvidar la rabia de los multimillonarios que como Lorenzo Mendoza
cuestionan el control de precios, del mercado del dólar, la LOTT y que su
ascenso en la lista de Forbes no sea vertiginoso para simbolizar su rango mundial;
ni mucho menos a los imperialistas de todo el mundo que ven a Venezuela como
botín petrolero, financiero, minero, alimentario y de saqueo de sus recursos
humanos. Esta es una de las primeras alertas para la transformación
revolucionaria, porque además del control económico mayoritario que poseen, los
explotadores y sus relaciones de dominación saben filtrarse a fondo, incluso
llegan a “integrarse” a parte de las estructuras que los pueblos aprenden a
usar a su favor pero que todavía no han demolido ni cambiado de raíz. Tal es la
condición de permeabilidad en que discurren las relaciones sociales del
capitalismo.
Por otra parte, de la
especulación y la guerra económica deliberada se llega a creer que son el
núcleo de toda la política burguesa cuando éstas son posibles en el marco de
concurrencia de las leyes y relaciones mercantilistas todavía por desmontar, a
la vez que el conjunto de relaciones capitalistas siguen operando a favor del
viejo sistema. Si lo traemos a colación es porque cabe reconsiderar que a
través de éstas y las acciones conjuntas de la llamada oposición sigue
perfilándose la manufactura de una “crisis política” que tome por sorpresa al
pueblo venezolano para consolidar posiciones de predominio oligárquico –no es
de extrañarse que en los grandes medios del magnate Gustavo Cisneros cada vez
que se hace alusión al gobierno bolivariano, se ligue la idea de una crisis
ingobernabilidad e inmediatamente se hable de Siria, declaraciones yanquis
contra Venezuela o sobre alguna dictadura desmontada, aunque como se dice por
ahí deseos no empreñan. Cabe conceder alguna atención al hecho de que siendo
correcta la denuncia a la guerra económica y financiera, como obligada la
respuesta puntual a sus acciones; debe cuidarse que esto no se traduzca en parálisis,
concesión o abandono de las tareas centrales del proceso revolucionario en la
hipótesis infundada de que las urgencias obligan a postergar la línea.
De ahí la importancia de
una política proletaria y popular de envergadura nacional, ésta resulta trascendental
si observamos la forma en que algunos actos de administración pública se
desarrollan sin consulta ni “gobernando de la mano del pueblo” ahora que otras
medidas espinosas puedan ser necesarias por lo menos de evaluar –como el caso
del precio de la gasolina y la forja de maquinarias políticas avasallantes–, la
cuadratura del círculo en materia de optar por blindar el gobierno no va a ser
una opción, porque en medio de la incertidumbre la burguesía y su oposición
tienen condiciones de arrastrar a la provocación, envolver a sectores aislados
en sus políticas para que se ejerza una represión de éstos, que no es
exactamente lo mismo al control o represión de la burguesía, a cualquier error
le va a suceder el asedio de la burguesía con todos sus medios.
Detengámonos por ejemplo
en el problema de la especulación, ya se palpa que los instrumentos de gobierno
han sido insuficientes, por decir lo menos. A pesar de los resultados no se
llama a la acción del pueblo y sus formas de organización, a crear frente
contra esta, a efecto de parar la especulación y tomar el monopolio comercial
interior y exterior en sus manos, como tampoco se permite que el pueblo
recupere su papel activo, se le relega a una condición pasiva en esta y otras
cuestiones como el control obrero. Por ello la burguesía y la oposición
encuentran una arena favorable a sus maniobras, sólo se le amenaza con “soltar”
al pueblo, pero de esa manera es poco lo que se consigue. Respecto del control
obrero, las burocracias, oportunistas y grupos de poder han sabido trabajar su
línea de predominio asegurándonos que en el plano más elevado de la dirección
empresarial sólo se es eficiente con administradores profesionales,
meticulosamente descomponen los esfuerzos desde abajo al tiempo que destacan los
errores inevitables, pero sobre todo, echan tierra a los ojos del proletariado
y sus liderazgos para que no se perciba la naturaleza de clase diferente entre
una y otra forma de controlar las relaciones de producción en particular. ¡Cuán
vigentes siguen las palabras del profesor Vladimir Acosta!, en lugar de poner
manos a la obra se busca silenciar de mil modos toda inquietud en los
problemas.
Es verdad que la oposición
parece un espantajo, que ha sido golpeada por la realidad, y sobre todo, que es
el pueblo quien le da los golpes en cada intentona de levantar sus viejas
estructuras. Pero ese espantajo es la sombra de poderes reales y macabros, que
mientras subsista y se reproduzca aprovechará desmoralizaciones,
derechizaciones e inconsecuencias. Ahora esta oposición sabe que al no contar
con el respaldo del pueblo, le toca dividirlo, sembrar desconfianzas y
descontento para alentar acciones desde fuera y desde dentro a fin de forjar la
subyugación económica. La oposición sabe que si bien no le permiten recuperar
sus controles, puede poner al país en el camino de la maquinación política
imperialista como se le ordena.
¿Dónde está la cuestión
fundamental del socialismo en estos momentos? Es evidente que no se desarrolla
en los marcos de una guerra abierta con la burguesía, pero sí de confrontar el
conjunto de sus bases económicas y relaciones de dominación, que toca encabezar
la clase obrera, los campesinos, trabajadoras y trabajadores de la enseñanza,
estudiantes y sectores populares apoyándose (y rescatando) en las estructuras
de gobierno que han conquistado y sus organizaciones independientes.
La batalla contra la
burguesía y su oligarquía financiera puede seguir una línea más amplia que
responda a todas sus provocaciones, que sacuda su tendencia golpista pero
requiere del concurso del pueblo en su diseño, organización y ejecución.
Grandes ventajas se tienen con respecto del pasado: manejo de importantes áreas
económicas, recursos y resultados concretos, pero deben ponerse en atención del
proceso. La pasividad o la defensiva en momentos de provocación y
desestabilización pueden golpear seriamente a la revolución bolivariana, el
socialismo desde arriba no es posible, topará continua y multifacéticamente con
la resistencia de las relaciones sociales de dominación estructuradas en
poderes, jerarquías, controles, intereses, grupos y acuerdos hasta con el
capital, además de que el Estado capitalista no ha sido desmontado.
Así entonces, las
particularidades de la vida sociopolítica y de estado que trata de afincarse
son las que entrañan la lucha por el socialismo, y en esta lucha se tienen
importantes ejes práctico-programáticos. Para que el programa de la patria sea
posible y abarque toda la actividad social, dichos ejes deben atenderse
resueltamente, porque corresponden a la situación de las clases y sus luchas
por encima de todos los obstáculos y límites de las relaciones sociales hoy
imperantes.
Es en éste momento cuando
nos toca hacer un recuento de la correlación de fuerzas y las tendencias que se
desarrollan en Venezuela:
La oligarquía venezolana,
los monopolios y los imperialistas, están recuperando terreno en la dirección
hegemónica del grueso de la clase burguesa y la mediana burguesía. La
concentración de sus capitales, el apetito por el acrecentamiento de los
recursos del país, las promesas yanquis de llevar tajada en el negocio, junto a
las ambiciones de ganancias máximas les animan. Impulsan la integración
económica con sus socios externos y asumen el rol de desmantelar los logros del
gobierno bolivariano, así como el de disponer particularmente de los grandes
recursos petroleros, mineros, presupuestarios y del manejo de las alianzas
regionales a su conveniencia.
La forma actual del
gobierno bolivariano ha traído aparejado el establecimiento de una red
burocrática de privilegios ligada íntimamente al manejo para sí de la
estructura estatal y social, abriendo brechas con respecto de los intereses
populares, y difundiendo hacia abajo mediante el empleo del sistema de
jerarquías, clientelismos, métodos y relaciones de poder consecuentes con sus
intereses y el desarrollo de nuevos sectores burgueses.
Tiene lugar el desarrollo
de un discurso perentorio de línea unidireccional de arriba hacia abajo, de
elite, de “rectoría” del Estado central para “hacer el socialismo” según
criterios propios. Ese discurso se permite manejar los intereses populares en
el marco de intereses para la manutención-estructuración de un poder político
sin alteraciones en sus premisas y jerarquías al punto que es unilateral hasta en
sus más sanas autocorrecciones, y se hace generalizada la práctica de atribuir
al pueblo algunos problemas nacionales como la presencia de la oposición en
gobernaciones, asambleas y otros espacios públicos.
La organización popular
enfrenta problemas de reducción en sus atribuciones al desviársele a problemas
menores en el marco de lo cotidiano, la gestoría ante las autoridades y el
seguimiento de patrones de conducta estatutaria. Reduciendo creatividad, empuje
y presión popular contra las posiciones y acciones burguesas, de los lastres
sistémicos (violencia, inseguridad, especulación) y del oportunismo. Al igual
se expanden los males de luchas de poder, grupos y relaciones de fuerzas que en
los niveles intermedios pugnan por asegurar para sí el control popular y de
espacios públicos. Resolver esos problemas y los de las unidades en el interior
de cada organización, en el plano de los frentes, sectores, clases y de todo el
pueblo debe subirse en el tono de conciencia-acción. La unidad reviste
particularidades de acuerdo con los planos en que se desarrolla, deben
creársele todas sus condiciones, propiciársele todos los encuentros, no puede
traspasarse de unos a otros escenarios sin considerar sus particularidades, por
ejemplo al interno de un grupo o partido político, se diferencia de la que
ocurre en el plano de toda una clase, sector o frente, aunque mantenga
principios generales, siempre tendrá formas y contenidos específicos.
Movilización de la
juventud en todos sus sectores populares para la revolución y el socialismo,
dar paso a que sea la juventud ligada a los intereses populares y no por
controles burocráticos la que desarrolle todo su potencial revolucionario para
salir al paso a incontables acciones de la burguesía, la oposición y sus
minorías estudiantiles. El factor juvenil con su celo y capacidad de
movilización tiene un importante rol qué jugar para la reorganización clasista
y del chavismo de calle en el objetivo de lubricar la perspectiva socialista,
aplastar los sabotajes, desabastecimientos y otros problemas que surgen a
diario donde ni las policías han avanzado, y que la burguesía intenta
aprovechar.
Al mismo tiempo se
manifiestan formas de dependencia y control de las clases explotadas y
oprimidas hacia la burocracia y sus ritmos políticos, desarrollándose
clientelismos, subordinaciones y comparsas. De esta suerte ocurre la
declinación de una parte del discurso socialista a su fetichización y
trivialidad. No es tarea fácil separar el conjunto de relaciones e influencias
en éste ámbito, pues muchas dirigencias populares que son arrastradas a estas
circunstancias pueden ser corregidas por las clases populares dado que siguen
confrontadas contra la burguesía y su rectificación no está del todo cerrada si
además se refuerza la condición clasista de los liderazgos.
Superar la ilusión de
corte reformista en cuanto a que la revolución es pacifista, observando mejor
que cada uno de los escenarios en que la violencia y la acción resuelta de unas
u otras clases queda marcada la historia reciente y la necesidad de
beligerancia revolucionaria. La burguesía y el imperialismo no tienen límites
en sus acciones para recuperar lo que suponen eternamente de su propiedad, el
pueblo tiene que ejercer todo su potencial revolucionario, si bien hasta el
momento es claro que no enfrenta la misma condición que puede y deben ejercer
los pueblos hermanos en otros países ante las hegemonías capitalistas.
La renovación de la
práctica y discurso socialistas se hacen necesarias en el seno del pueblo, no
va a ser cuestión de proclamar ultrismos fuera de contexto, sino de que en
observancia de los hechos se levante la lucha por la democracia popular por
encima de sus adjetivos . El
golpe de timón anunciado a
finales de 2012 es ya indispensable, la burguesía le teme, sabe que las hijas e
hijos de Bolívar tienen posibilidades de ponerlo en marcha, las acciones de la
burguesía y el imperialismo en estos momentos tienen mucho que ver con esos
temores, temen a un Chávez de regreso, temen al desarrollo de una vanguardia
revolucionaria, temen a un pueblo en lucha, temen al ejemplo venezolano en
Latinoamérica, temen la solidaridad de nuestros pueblos; quieren adelantarse al
cambio revolucionario, la presión y acumulación de fuerzas del pueblo, se
empeñan en paralizar nuestras acciones y doblegar toda campaña de lucha
revolucionaria.
Será bajo el golpe de
timón socialista por la democracia popular y relaciones sociales
revolucionarias que la superación de los problemas actuales, la derrota
aplastante de las relaciones burguesas y sus clases representativas puedan
tener lugar.
Ya no cabe soñar con un
tránsito sin sobresaltos en torno al sistema social, o traspasos de poderes
para que las cosas sigan un curso de estancamientos, las asambleas, los
liderazgos de todos los niveles, los frentes, los consejos, las comunas y
obviamente todas las formas organizativas constituidas tendrían que probarse y
enfocarse a esta lucha interior-exterior, dar el poder al pueblo e inclinar sus
posiciones a la revolución.
En éste contexto, la
transición al socialismo implica entonces entre otras cuestiones el desarrollo
de las facultades políticas del pueblo, el poder en manos de las clases
explotadas y oprimidas, la más amplia democracia proletaria y popular, la
dictadura contra la burguesía, superación de las relaciones generales de
dominación, superación del reformismo y oportunismo, socialización de los
medios de producción, transformación de la base económica del país y su modelo,
posesión colectiva de éstos a través de la comuna y el aparato de Estado,
relaciones revolucionarias de vida y trabajo, independencia y soberanía
popular, alianza con los pueblos del mundo, igualdad social y de género,
desarrollo de formas políticas y organizativas clasistas, libertades sociales,
emancipación del yugo capitalista y sus relaciones mercantiles, política
económica acorde con los intereses generales, control obrero-popular sobre la
economía y la política, unidad y acción en torno a los intereses populares,
dirección proletaria y popular, unidad patriótica, debate abierto de las ideas,
programas, teorías de la emancipación y el socialismo en el seno del pueblo,
sus clases, sectores, organizaciones, espacios y medios de actividad,
planificación popular de la sociedad en todos sus ámbitos, ejercicio directo
del poder popular desde abajo.
Chávez
se ha ido, ¿qué queda?
Rubén Martínez Dalmau - Las Provincias
Profesor de Derecho Constitucional. Universitat de
València. Fundación CEPS
La primera vez que pisé
Caracas, en 1998, yo era un veinteañero aspirante a profesor con una maleta
llena de ilusiones. Conocía Venezuela por los sellos que mi primo Juan Fernando
me enviaba desde Maracay, nombre que recordaba a selva y playas, y intercambio
filatélico que me proporcionó placeres a raudales. Todavía recuerdo aquella
primera y pálida estampilla de Bolívar que Juanfer me regaló cuando cumplí
dieciocho años. En el aeropuerto de Maiquetía me esperaba Gilberto Buenaño con
su esposa, y me recibieron con un caluroso "bienvenido al Caribe". Me
llevaron a picar algo y tomar cerveza en un local de la Guaira que hace tiempo
reposa en el fondo del mar, después del deslave de Vargas. Esa noche dormí en
su casa y me desperté en otro mundo, rodeado de bosques y agua. Al poco me
instalé en un hotelito de la avenida Casanova, cerca de donde Rafael Caldera
tenía su casa, "Punto Fijo", el origen real del puntofijismo.
Conocí al chavismo antes
que a Chávez. Era una tensión palpable en las calles, en el miradas de las
personas, en cualquier conversación de bar. Las tertulias de la tarde del Gran
Café, en Sabana Grande, eran sobre Chávez y el fin del puntofijismo, mientras
los veteranos del lugar ojeaban el Nacional, el Universal, o el Mundo, el único
periódico vespertino que he conocido. "El Mundo lo dice antes",
rezaba el eslogan rojo en uno de los altos edificios de la ciudad producto del
desarrollismo de los años setenta, de la Venezuela saudí, la de Carlos Andrés
Pérez; la misma que construyó una autopista desde el este hasta el oeste que
hace imposible cruzar a pie desde Chacao a Las Mercedes y que quizás es lo
único que une actualmente los ricos barrios caraqueños con los pobres. Caracas
estaba construida para los coches, para lo espacioso, para el alarde. Cómo si
no se explica un campo de golf en medio de la ciudad. En alguna medida los
venezolanos aún piensan así: piensan en grande. Tanto territorio libre, tanto
petróleo, tanto recurso fácil, condicionan la forma de entender lo que les
rodea. Chávez sólo podía existir en un contexto como ese.
Cuando aterricé al año
siguiente de nuevo en Maiquetía iba derecho a asistir como asesor en la
asamblea constituyente. Con Roberto Viciano como pilar desde la distancia, y
gracias al buen hacer de varios amigos que aún conservo, me incorporé de lleno
al trabajo en pleno y en comisiones. Fue una experiencia única. Por el Palacio
legislativo desfilaron las mujeres, los discapacitados, los homosexuales, los
sordomudos, los maestros y los niños. Todos encontraron su lugar en la
Constitución de 1999. Si existe una primera Constitución integradora en el más
fundamental significado de la palabra fue ésa. Cuando se finalizó la redacción
del borrador constitucional lo velamos toda la noche y, casi un año después de
conocer al chavismo, conocí a Chávez.
Como soy mediterráneo, los
míos me ha enseñado a respetar a los muertos. El respeto, en mi entorno,
significa no hablar ni bien ni mal, sino guardar silencio. No es el momento de
decir en qué acertó Chávez ni en qué se equivocó, porque siempre -en todo- nos
quedaremos cortos. Es el momento de comprender que sólo el hecho de que una
persona no deje inmutable a nadie que la conozca ya es un mérito que la mayor
parte del resto de los mortales no poseemos. "No soy una tacita de oro que
le guste a todo el mundo", comentó Chávez alguna vez en uno de sus
interminables Aló Presidente, que escuchaba el ama de casa mientras fregaba el
piso o el taxista de Cuaricuao.
Por eso no quiero hablar
más de Chávez, ni del chavismo. Quiero hablar de lo que quedará, si todo va por
donde tiene que ir, después de Chávez: la Constitución de 1999. Un texto
abierto que para él fue un éxito y un fracaso a la vez: el único proceso
electoral que perdió en sus catorce años de gobierno fue cuando propuso una
reforma constitucional y el pueblo, en referéndum, votó "No". Los
votantes diferenciaron entre apoyar al Presidente y cambiar la Constitución.
Porque sí, en Venezuela el cambio constitucional se vota, y no como en otras
latitudes, donde las reformas se negocian con nocturnidad y premeditación.
Con Juan Torres pasé en
Caracas quizás los momentos más tensos y más vitales que puedo recordar. En una
de esas noches de insomnio en la casa del pez que escupe el agua -parafraseando
a Herrera Luque- a alguien se le ocurrió reflexionar sobre lo principal que se
había conseguido con la Constitución bolivariana. Marta Harnecker comentó en
voz alta algo brillante, en lo que ninguno había caído: lo más importante era
que el pueblo había recuperado la dignidad. Y en eso no tuvo que ver poco la
Constitución de 1999.
Créanme cuando les insisto
en que sobre Chávez se harán muchos y muy diferentes análisis, desde todas las
ópticas posibles. Y todas, o la mayor parte, tendrán algo de razón. Pero si una
cosa es indiscutible es que existe un antes y un después de Hugo Chávez. Y me
alegro de haber estado tanto en el antes como en el después, porque nadie me va
contar historias que no conozca por mí mismo.
Hugo
Chávez o el testimonio de una batalla inconclusa
Miguel Mazzeo - Agencia Rodolfo Walsh
Miguel Mazzeo es Escritor. Docente de la
Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa).
Militante del Frente Popular Darío Santillán (Corriente Nacional).
Fuente:
http://www.agenciawalsh.org/aw/index.php?option=com_content&view=article&id=10231:dolor-popular&catid=46:a-l&Itemid=76
Hugo Chávez está
bienaventuradamente muerto para el imperialismo y sus animales dóciles
desparramados por todo el orbe, esos mismos que ya habían escrito su muerte en
2002, esos que nunca se cansaron de prodigarle insultos y odio de clase en sus
versiones más descarnadas.
El comandante Hugo Chávez
está desoladoramente muerto para el pueblo pobre, para los oprimidos, los
luchadores, los soñadores, de Venezuela y Nuestra América. El desamparo se
puede leer en sus rostros, en sus ojos empozados de tristeza.
Sus ampulosidades
verbales, sus contradicciones, sus transacciones (algunas inevitables para
quien ejercía el gobierno de un Estado periférico en este contexto histórico),
las coexistencias pactadas que toleró, los funcionarios y figuras indefendibles
que buscaron anular toda praxis antisistémica de los y las de abajo y que él,
en ocasiones, arropó equívocamente, no deberían ocultarnos las porciones de
Chávez más nuestras: los puntos de fisura en la dominación que él hizo posible,
los ejercicios de des-alienación y las experiencias de contra-hegemonía que
alentó (directa o indirectamente), las porciones de patria que puso a
disposición de hombres y mujeres del pueblo que nunca habían tenido patria, el
“nosotros” libertario que ayudó a fundar con cascadas de palabras y de
acciones, su histórica contribución a la diversificación y enriquecimiento del
campo popular en Venezuela y en Nuestra América.
En síntesis: el campo de
posibilidades políticas que desbrozó para los y las de abajo, el proceso
popular constituyente que supo inaugurar, las posiciones que ayudó a conquistar
para los y las que luchan por la justicia y la dignidad en cualquier rincón del
planeta. Algo que jamás le han reconocido los y las que se jactan de su
inmunidad a las pasiones plebeyas, los y las que se detienen al borde la vida
para conservar la fidelidad a algún pensamiento estático y cosificante o a los
modelos pulcros como un teorema.
Por supuesto, estos
aspectos son ignorados también por quienes entienden y practican el chavismo
–dentro y fuera de Venezuela– como un camino apto para conservar los pilares
del antiguo régimen, un camino que tapizan con retóricas inflamadas pero
invariablemente negadoras de la lucha de clases. Se trata de aspectos
sistemáticamente obviados por quienes ven en el chavismo una trinchera para
conservar e incrementar sus privilegios; por quienes quieren hacer pasar lo
contradictorio por lo distinto; por quienes quieren ocultar los actos de
entrega y dominación con una boina roja, con retórica y épica revolucionaria;
por quienes defienden nacionalizaciones a medias y desde arriba y un
anticapitalismo en cuenta gotas y en los márgenes del sistema.
ü
Empoderamiento y democratización desde abajo
versus cooptación y clientelismo.
ü
Revitalización insurgente versus delegación y
mediación estatista.
ü
Socialismo de Nuestra América versus
“posneoliberalismo” y perpetuación del capital globalizado bajo sistemas más o
menos progresistas.
Así de paradójica continua
la historia de Venezuela. Así de inconcluso permanece este proceso histórico.
Así de indefinido lo deja Chávez. Pero... ¿Por cuánto tiempo? No hace falta
ejercer el oficio de los augures para percibir que las tendencias libertarias,
revolucionarias, antiimperialistas, anticapitalistas (y defensoras del poder
popular como camino y meta), no podrán convivir por mucho tiempo con el
proyecto del imperio y las clases dominantes, un proyecto que, en lo
sustancial, no es antagónico con el de la “boli-burguesía” o la “burocracia
bolivariana”, un proyecto extractivista y rentista, (o neo-desarrollista, en el
mejor de los casos).
Las alternativas no
abundan. Todo indica que si no se dan pasos acelerados y significativos en pos
de una transición al socialismo, el destino inmediato será el de una
restauración imperialista, que podrá asumir los clásicos perfiles conservadores
y reaccionarios o que podrá reivindicar horizontes de “desarrollo” y de
“integración social” revestidos de parafernalia pseudo-socialista, incluso sin
abjurar de algunas líneas de continuidad respecto del chavismo.
Acaba de morir el hombre
que irradiaba fulgores, que encendió chispas de conciencia, que supo alentar el
sueño de una vida más abundante en trabajadores, campesinos, estudiantes,
vagabundos y poetas.
Acaba de morir el
dirigente político herético que desde el lugar menos pensado, en el momento
menos esperado, en medio de la inhospitalidad de la posguerra fría, corporizó
–desde un gobierno, desde un Estado!– el sueño revolucionario, al tiempo que
alentó la integración regional y la multipolaridad.
Acaba de morir el gran comunicador que más
allá de las mistificaciones asumió un rol político clave para reinstalar la
causa del socialismo en Nuestra América y el mundo, recuperando el valor
estratégico del socialismo, reinstalando la idea de su vigencia histórica,
retomado el proyecto de traducir Marx a Bolívar, socialismo a Patria, socialismo
a Nuestra América. Nada más y nada menos que la cifra de cualquier proceso
revolucionario auténtico en este costado del mundo, y no una “contradicción
restallante” según la letanía de la izquierda dogmática y eurocéntrica. La
izquierda sin sujeto y sin destino, convencida de la incompatibilidad entre el
socialismo y la utopía de libertad, soberanía y unidad de los libertadores de
Nuestra América.
Raro bonapartismo este que
ayudó a convertir a un conjunto de organizaciones y movimientos de la sociedad
civil popular en el eslabón más débil de la cadena de colonización y
dominación.
Raro bonapartismo este que
ayudó a que los oprimidos del país descubran su identidad como clase junto con
sus capacidades para transformar la realidad.
Raro bonapartismo este,
aún considerando la flexibilidad de tan gastada e inútil categoría teórica.
Raro y heréticamente descarriado.
Raro populismo este, si
cabe la utilización de otra categoría igual de imprecisa y amplia. Raro, porque
cabalgó (y cabalga) sobre una contradicción, y uno de sus polos abriga una
potencialidad emancipatoria.
¿Qué rumbos tomará ahora
la Revolución Bolivariana? ¿Será el Chávez símbolo tan importante como el
Chávez de carne y hueso? ¿Podrá el joven mito conjurar la dispersión? ¿Se invocará
su nombre como bandera del proyecto revolucionario y libertario original o será
el signo del simulacro de socialismo que impulsan las corporaciones y la
burocracia? ¿Se invocará su nombre sólo como sostén de proyectos liberadores o
su nombre podrá ser invocado en vano y servir de soporte para una América
Latina ajena, de factoría, estancia, fundo, shopping center, zona franca y
cuartel policial? ¿Qué harán ahora el imperio y las clases dominantes para
eliminar las ansias del pueblo venezolano de dirigirse a sí mismo? No debemos
olvidar el proceso histórico con el que se entrelaza indisolublemente la figura
de Chávez. Un proceso histórico que arranca, cuanto menos, en el Caracazo de
1989 y que tiene un pico muy alto en puente Llaguno, cuando el golpe de 2002.
Mencionamos los hitos más imponentes e históricamente determinantes, pero no
pasamos por alto la existencia de infinidad de hitos pequeños, cotidianos y a
veces imperceptibles. Este proceso histórico, seguramente, encontrará nuevos
cauces. Porque aunque resulte una obviedad, no hay que olvidar que Chávez es
también el nombre de una experiencia histórica realizada por el pueblo
venezolano, una experiencia que está más abierta que nunca. Chávez es el
testimonio de una batalla inconclusa. El sentido presente y futuro de su figura
se dirimirá en la práctica, en la lucha de clases y en la lucha de calles.
De todas maneras, hoy nos
resultan agobiantes los análisis históricos “macro”. Hoy no nos sirven de
consuelo las visiones totalizadoras. Hoy, nosotros, presuntamente inmunizados
frente a las patologías caudillescas y las figuras volcánicas, no podemos
evitar sentirnos abrumados por la angustia ocasionada por la perdida de una
voluntad individual demasiado radiosa y excepcional. Hoy no podemos esquivar la
certeza de sabernos más solos en un mundo que nos parece un poco más
desencantado que ayer.
Hoy nuestro corazón
endeble añora su presencia.
Mañana mismo, seguramente,
habrá que comenzar a llenar este vacío: con pueblo brillando con luz propia,
con pueblo organizado, unido y conciente, con discusión en la base, con formas
de mando populares y democráticas, proyectando las mejores praxis
antisistémicas desarrolladas por el pueblo venezolano en los últimos 25 años.
Hasta la victoria siempre, querido comandante.
Chávez,
corazón del pueblo
Alfredo Serrano - publico.es
Todo se ha escrito sobre
Chávez. Todo se ha dicho. Poco se puede añadir sobre este personaje de época
que rechazó al neoliberalismo mucho antes de que el mundo tuviera conciencia de
sus efectos adversos para las mayorías. Es una persona que se jugó su vida por
el pueblo el 4 de Febrero de 1992, entendiendo que la rebelión popular del
Caracazo no podía quedarse en el olvido. A Chávez no le importaron los dos años
de cárcel por defender sus ideales. Chávez ganó las elecciones en Venezuela
cuando aún la región estaba bajo el decálogo de Washington. Se atrevió a
juramentar desafiando a los poderes constituidos, el 2 de Febrero de 1999,
manifestando: "Juro ante Dios,
ante la Patria, y ante mi Pueblo, sobre esta moribunda Constitución, que haré
cumplir e impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la
República tenga una Carta Magna adecuada a los tiempos".
Este hombre tuvo el coraje
y la destreza para sortear un golpe de Estado seguido de un paro petrolero en
2002. Chávez siguió ganando elecciones al mismo tiempo que hablaba del
socialismo del siglo XXI. Popularizó el "¡exprópiese!" como mejor
mecanismo para que el pueblo se apropiara de sus recursos naturales. Diseñó una
nueva integración regional que contribuyó a modificar el orden político internacional.
Desafió a Bush y a la política exterior de los Estados Unidos. Se opuso al
proyecto ALCA, que pretendía liberar el comercio a favor del capital
esclavizando a los humanos. Favoreció que América Latina cambiara, que se
emancipara.
Chávez ganó muchas
elecciones y hasta supo asumir la derrota electoral en el referendo sobre una
reforma constitucional. Ante las últimas elecciones, sabiendo que su cáncer le
impedía seguir batallando, le regaló la vida al pueblo revolucionario para
volver a ganar el 7 de Octubre del 2012 por una amplia mayoría. Para
despedirse, Chávez volvió a mostrar que era honesto y demócrata: "Si algo
ocurriera, que a mi me inhabilite, para continuar al frente de la presidencia
(...) mi opinión firme y plena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese
escenario, que obligaría a convocar elecciones presidenciales, ustedes elijan a
Nicolás Maduro como Presidente". Y para poner fin a una vida llena de
compromiso con su pueblo, Chávez siempre pidió que se informara sobre la evolución
de su enfermedad hasta el momento culminar de regreso a su Venezuela para morir
en paz.
Chávez es todo esto y
mucho más. Chávez es Pueblo. Es reducción de la pobreza; reparto de riqueza. Es
distribución del acceso a los servicios básicos, respeto a los derechos
sociales e inclusión de las mayorías. Chávez es democracia viva. Chávez son
elecciones. Chávez es soberanía, emancipación e independencia de los poderes de
siempre. Chávez es Bolívar, revolución y cambio. Chávez es épica y emotividad.
Es religión; es teología de la liberación. Chávez es el símbolo del sentir
nacional-popular. Chávez es —como dice la canción de su última campaña
electoral— Corazón del Pueblo.
Los próximos días serán de
llanto, de desconsuelo, de momentos muy espinosos, pero será justamente, desde
ahora en adelante, cuando el chavismo sea más hegemonía que nunca, más identidad
política que siempre, será semilla y legado. La política, en Venezuela, ya no
es la misma. La vida cotidiana de las clases populares tampoco. El chavismo
resignificó lo público desprivatizando al Estado corporativo. Distribuyó el
poder popular y lo dignificó. Y por ello, ahora el chavismo vuelve a confiar en
el pueblo. Que nadie lo dude; se convocarán enseguida elecciones cumpliendo a
rajatabla lo que marca la Constitución y respetando todos los cauces
institucionales. En Venezuela, no hay transición, lo que habrá es una nueva
cita en las urnas, donde la oposición sigue dividida a pesar de la pretendida
Mesa de Unidad, y el chavismo más unido que nunca volverá a ganar. Chávez no se
va. El chavismo no se irá. Ahora más que nunca, Chávez es historia viva. Como
canta Ali Primera, "los que mueren por la vida, no pueden llamarse
muerto".
¡Que
viva el compañero Chávez!
Simona V. Yagenova - Rebelión
Hablar de Venezuela hoy y
la Revolución Bolivariana remite necesariamente a las grandes figuras y los
procesos emancipatorios que América Latina ha vivido a lo largo de los últimos
siglos y que reflejan los profundos sueños de libertad, emancipación y
autodeterminación de nuestros pueblos frente a las embestidas del capital y del
imperio. Cuba sin duda alguna señaló el camino y a lo largo de estos cincuenta
y tres años ha sido el contundente ejemplo de la dignidad revolucionaria
latinoamericana -experiencia que ha sido de enorme valor para la revolución
bolivariana. Una de estas ha sido la enorme importancia de la lucha política
ideológica, la batalla de las ideas, y el reconocimiento de que las conquistas
políticas revolucionarias hay que defenderlos minuto a minuto en todos los
ámbitos y espacios y al costo de lo que sea.
Grandes son los cambios
que se han vivido en Venezuela en los últimos 13 años. De un país ocupado por
las empresas transnacionales, subordinado a los intereses geoestratégicos del
imperio se ha convertido en una luz y fuerza motriz de los procesos
revolucionarios del continente, respaldado por un pueblo que ha sido participe
directo y beneficiario de los cambios habidos en la República Bolivariana de
Venezuela.
• La eliminación del analfabetismo,
• El descenso del nivel de pobreza y
el país se autoabastece en un 70% en el consumo de los alimentos, cuando en el
1999, sólo el 51% de los alimentos que consumían los venezolanos eran producidos
en el país;
• Según cifras del Banco Central de
Venezuela, el 97.3% de los venezolanos consume proteína animal y el 98% de los
niños (as) toman leche, diariamente.
• El acceso al sistema público y
universal,
• Al sistema de salud primaria por
la mayoría de las y los venezolanos con la Misión Barrio Adentro,
• El establecimiento del salario
mínimo más alto de Latinoamérica,
• La reducción en 10 puntos del
desempleo,
• El impulso a la democracia
participativa mediante la Ley de Consejos Comunales
• La construcción de programas masivos
de viviendas popular a bajo costo
• La nueva Ley Orgánica del Trabajo
firmado el 1 de mayo 2012 que amplia y profundiza los derechos y garantías de
los/as trabajadores venezolanos prohibiendo la subcontratación, se igualan los
derechos los/as trabajadores del hogar con el resto, incorpora los idiomas
indígenas a la relación de trabajo, se establece la obligación de la empresa de
comunicar las disposiciones a sus trabajadores, se contempla la detención del
empresarios que desacaten la sentencia de readmisión de un trabajador/a
injustamente despedido,
• La promoción del arte, la cultura
y la lectura, el crecimiento de la población universitaria, la impresión de
libros
• La nacionalización de los recursos
naturales y de empresas transnacionales
• La recuperación del papel del
Estado como ente rector de las políticas nacionales desde la perspectiva
socialista y humanista.
Theodoño, el querido
economista Theotonio Dos Santos, tras una reciente visita a Venezuela escribió
un artículo denominado “Son muchas las emociones”, en el cual destaca: “Me
emociono al ver, desde mi cuarto del Hotel Alba, el antiguo Hilton, en una de
las zonas más residénciales de Caracas, la construcción casi terminada de un
edificio de varios pisos, con departamentos de 70 a 90 metros cuadrados
destinados a las víctimas de las últimas lluvias que destruyeron barrios
populares de Caracas. Me informan de que el gobierno venezolano alojó a los
damnificados en algunos de los mejores hoteles de Caracas, en los ministerios y
hasta en el Palacio de Miraflores. ¿Y qué veo frente al edificio, ocultado en
parte por la piscina del hotel? Una gran y bien plantada huerta, que refleja
otro programa del gobierno. Me acuerdo entonces de los barrios populares que
visité, en los cuales la organización comunitaria actúa con fervor definiendo
nuevas líneas de acción, escuchando las conferencias de los congresos anuales
de filosofía que se realizan desde hace varios años en estas comunidades,
visitando sus bibliotecas donde también están mis libros, cuidando de las
clínicas médicas en las que los médicos cubanos no solo atienden a la gente con
cariño y esmero sino que forman a personal médico y paramédico “especializado”
en clínica general, capaz de cumplir las funciones asignadas a las más de 5.000
clínicas que se crearon en el país en los últimos 10 años. Confieso que me
emociono con el entusiasmo de estos comuneros urbanos que me explican cada una
de sus actividades, cada una de las victorias de la revolución. Pero, como
intelectual, no puedo ocultar mi emoción cuando voy a realizar mi primera
conferencia de este viaje en la Universidad Bolivariana que ya cuenta con más
de 150.000 estudiantes que, mezclados con sus profesores, abordan cuestiones
ultra pertinentes sobre la particularidad del proceso de transición socialista
en Venezuela.”
El papel de Venezuela en América Latina y el Mundo
El ALBA, Mercusur, CELAC,
UNASUR, el Banco del Sur, se han constituido ciertamente en una oposición y
freno a las políticas intervencionistas de los EEUU, y apuesta a una
integración regional sur-sur que retoma los debates de la desconexión planteada
en su momento por Samir Amin,; y la constitución de un mundo multipolar.
El Mercosur es la quinta
economía del mundo dentro de las potencialidades del Mercado Común, éste abarca
un territorio de 13 millones de Kms2, con una población de 300 millones de
habitantes y un Producto Interno Bruto superior a tres millones de millones de
dólares. Con el ingreso de Venezuela MERCOSUR crece y se consolida como la
única opción latinoamericana para contrapesar el poder de las transnacionales y
bancos que mandan en Washington, en Londres y otras capitales.
El papel de Venezuela en
la creación de los medios de comunicación alternativas como es Telesur y la
Radio del Sur, cuyo contenido recoge no solamente las luchas de nuestros
pueblos, sino la diversidad cultural y debates sobre las necesarias
alternativas sistémicas. Destaca a su vez, el impacto de las misiones como la
Misión Milagro, Petrocaribe, entre otras tantas.
Su rol en el escenario
mundial especialmente las Naciones Unidas para desnudar y frenar las políticas
intervencionistas como en el caso de Iraq, Libia y ahora Siria; y el
fortalecimiento de las alianzas con Rusia, China, Iran, entre otros dentro del
marco de un tejido de nuevas alianzas geoestratégicas
Jose Ramón Fabelo Corzo
escribió que la reconstrucción del paradigma emancipador en América Latina
exige como una doble tarea entrecruzada, la demostración de la posibilidad de
un proyecto social alternativo y la argumentación de la superioridad y
deseabilidad de los valores que dicho proyecto entraña. Esto es lo que podemos
decir y constatar en el caso de Venezuela y la Revolución Bolivariana.
El Comandante Fidel en una
columna publicado el 26 de enero de este año titulado “La genialidad de Chávez
expresó: “En el escenario de Venezuela se libra hoy un gran combate. Los
enemigos internos y externos de la revolución prefieren el caos, como afirma
Chávez, antes que el desarrollo justo, ordenado y pacífico del país. Promover
una Revolución profunda no era tarea fácil en Venezuela, un país de gloriosa
historia, pero inmensamente rico en recursos de vital necesidad para las
potencias imperialistas que han trazado y aún trazan pautas en el mundo.
(…)Venezuela constituye un brillante ejemplo del rol teórico y práctico que los
militares revolucionarios pueden desempeñar en la lucha por la independencia de
nuestros pueblos, como ya lo hicieron hace dos siglos bajo la genial dirección
de Simón Bolívar.”
Quisiera cerrar con un
extracto de la Propuesta de gobierno del Comandante Hugo Chávez para la gestión
Bolivariana socialista 2013-2019 que en su parte introductoria expresa:
¡¡¡ Independencia y Patria
Socialista!!!!
“Como decía nuestro Libertador en
1820: Es imperturbable nuestra resolución de independencia o nada.
Independencia definitiva o nada debe ser la divisa de los bolivarianos y bolivarianas
de hoy. Independencia definitiva es nuestra causa y nuestra tarea permanente.
La Independencia entendida desde el ahora, desde el aquí, nos obliga a ver
hacia el pasado para encontrar el rumbo cierto hacia el porvenir. Es por eso
que a la tesis reaccionaria de Imperio y de la burguesía apátrida contra la
Patria, nosotros y nosotras le oponemos la tesis combativa, creativa y
liberadora de la Independencia y el socialismo como proyecto abierto y
dialéctica en construcción: la Independencia no ha terminado y la forjamos en
nuestra lucha diaria y permanente.
Nos toca realizar plenamente el sueño libertario que nunca ha dejado de
palpitar en la Patria y que hoy está latiendo de manera incesante. Así lo creo
desde la fe combativa y la razón amorosa que me alienta: la herencia heroica
nos obliga y tal exigencia es bandera y compromiso para nosotros y nosotras.
Desde el tiempo que nos ha tocado vivir es preciso honrar los retos; tantos
sacrificios no pueden ser en vano, hacerlos carne y sangre de la vida nueva
tiene que seguir siendo el horizonte que nos llama y desafía.”
El triunfo del Comandante
Chávez en las elecciones del 7 de octubre fue el triunfo del pueblo trabajador
y las clases populares venezolanas, que millones de personas alrededor del Mundo
celebramos. Su batalla con el cáncer librado con valor y dignidad y es causa de
su fallecimiento el día de hoy, jamás borrará su legado, su valioso aporte a la
emancipación de los pueblos del mundo y de la querida Venezuela.
El compañero Chávez es de los
de siempre, los que nunca mueren y estarán en el alma y corazón de los pueblos
quienes están dispuestos a dar su vida por la justicia, la equidad y el
bienestar de nuestros pueblos.
A las derechas mezquinas y
desestabilizadoras, y al imperio- ¡ No se equivoquen! Nuestros pueblos que ya
conocieron sus recetas de la muerte y enriquecimiento inmoral jamás volverán a
doblegarse bajo el jugo de su peso opresor. ¡ No se equivoquen! El proceso
revolucionario bolivariano avanzará y se profundizará.
¡QUÉ VIVA EL QUERIDO COMANDANTE CHAVEZ Y EL PUEBLO VENEZOLANO!
El
gran sacrificio de Hugo Chávez
Carlos Aznárez - Rebelión
Qué significa para
nuestros pueblos Hugo Chávez? Por qué su partida golpea tan fuerte en el
corazón de los más humildes? Qué cambios generó este hombre, que en muy poco
tiempo logró sacudir las entrañas del continente latinoamericano y caribeño?
Todas estas preguntan se
agolpan como un torbellino, doloroso, desgarrador, cuando queremos evocar en
caliente lo que Chávez ha ido construyendo, sobre todo con voluntad política y
una descomunal valentía, pero también con una visión estratégica de por qué
caminos hay que transitar si realmente se quiere derrotar a los enemigos que
tanto mal han hecho en el continente.
Chávez supo conectar como
muy pocos lo han hecho (Evita, el Che, Fidel, entre ellos) con las
reivindicaciones de los "condenados de la tierra". Él interpretó sus
tristezas por comer mal y poco, sus desesperaciones de vivir en casas de
cartón, la pena insalvable de que los hijos e hijas se murieran por falta de
atención médica, o la carencia de cualquier tipo de atención educativa. Toda
esa rabia que se hizo grito en febrero de 1989 con el Caracazo y que ayudó al
otrora Teniente Coronel Chávez a darse cuenta que en esos gestos de pedido de
ayuda estaba encarnada la Patria sin dobleces ni mentiras, esa que no figura en
los manuales, pero que se la encuentra caminando por las calles polvorientas de
los barrios de Catia, Petare o el 23 de Enero, en la Caracas profunda.
Chávez comprendió, y supo
manifestarlo durante todo su mandato, que hay que ganarle tiempo al tiempo, que
las carencias de los de abajo no esperan, y que la recuperación de la
participación política popular se hace y no se declama. Por eso, supo impulsar
una asamblea constituyente, que como nunca, incluyó a todos los segmentos de la
Nación, sentando las bases de un edificio revolucionario sólido y esperanzador.
Luego, vinieron en cascada
todas las reivindicaciones sociales que, salvo la Revolución cubana, ningún
proceso político había logrado realizarlas con tanta profundidad en tan poco
tiempo. Alfabetización, misiones de salud, acceso pleno de los sectores
populares a las universidades, desarrollo de consejos comunales. El lento y
necesario aprendizaje de hacer el socialismo y no proclamarlo solamente.
Por otro lado, el
Comandante abrió las puertas a la integración latinoamericana y caribeña, fue
convenciendo uno a uno a sus pares de que la única tabla de salvación para no
ser devorados por el capitalismo salvaje y las continuas injerencias
imperialistas, era la unidad continental. Así se derrotó al ALCA y junto con
Cuba, se alumbró el nacimiento de ALBA.
Cuando aún le quedaba por hacer, surgió –el tiempo dirá si no fue
provocada- la terrible enfermedad.
Aún así, no dudó en
realizar un último gran sacrificio, y aguantando el dolor físico, salió a
pelear exitosamente en octubre, un nuevo mandato presidencial.
Ahora, que ya no está físicamente y que su partida, indudablemente deja un
hueco inmenso de llenar, nadie puede dudar que el legado de Chávez, y sus ideas
de “Patria y poder para el pueblo” permanecen y se agigantarán con el próximo
triunfo de Nicolás Maduro.
¿Que el imperialismo no
cesará en sus embates?, por supuesto. ¿Que intentarán desestabilizar todo lo
andado?, desde ya. Pero Chávez dejó una enseñanza que ahora más que nunca se
transforma en clave fundamental de la victoria: la Revolución se hizo, se
consolidó y se defenderá a futuro, con el pueblo en la calle. Será el mejor
homenaje que Venezuela y Latinoamérica toda puedan ofrecer a quien inmoló su
vida por dar más a los que menos tienen y combatir en todos los terrenos a
quienes siembran miseria, hambre y muerte.
Chávez
y Yeltsin
Rafael Poch - Diario de Berlín
Dejémonos de hipocresías:
el principal delito de Hugo Chávez fue ocuparse de los pobres. Todo lo demás,
incluso si hubiera sido un caudillo autoritario, como han venido vendiéndonos
los killer-periodistas de nuestra parroquia con particular encono, se le habría
perdonado. Y la demostración es Yeltsin, el presidente Yeltsin de Rusia, ¿se
acuerdan?
A diferencia de Chávez,
Yeltsin protagonizó una contrarrevolución en beneficio de los ricos. A
diferencia del venezolano, sus elecciones y referendos estaban amañados, pero a
Yeltsin se le perdonaba todo. Hasta dio un golpe de estado, en octubre de 1993,
en el que disolvió a cañonazos el primer parlamento enteramente electo de la
historia de Rusia. No solo no fue condenado por ello, sino que fue elogiado.
Aun recuerdo la editorial que un diario alemán, el Frankfürter Allgemeine
Zeitung, dedicó al evento. “Sternstunde der Demokratie”, la hora estelar de la
democracia, decía, con un cinismo que habría complacido al mismo Goebbels. Era
la línea habitual: repasen la hemeroteca euroatlántica, los Economist,
Financial Times, y naturalmente también los nuestros, sobre Rusia a partir del
4 de octubre de 1993 y verán.
A Yeltsin se le perdonó
todo, hasta su guerra infame contra Chechenia en la que murieron decenas de
miles y donde ciudades como Grozny quedaron reducidas a una especie de
Stalingrado. Clinton colaboró, probablemente, en la eliminación del líder
independentista checheno, el General Dhojar Dudayev, dirigiendo un misil a
partir de una imprudente llamada telefónica que el General realizó con su
móvil. Entonces el ejército ruso aún no tenía la tecnología para aquel
“tracking”, aquel tipo de rastreo informático-militar…
El segundo gran delito de
Chávez, estrechamente ligado al primero, fue desafiar al Imperio. Integrar y
coordinar ese desafío con otros países, crear Albas y bancos, desarrollar
relaciones internacionales autónomas.
Doscientos años después de
su independencia, las repúblicas latinoamericanas apenas ahora comienzan a
ejercerla, y no todas. Recordemos que históricamente a los políticos
latinoamericanos que emprendieron tal temeridad se los liquidaba, la lista es
conocida y no es necesario mencionarla. Y
lo mismo pasa en África desde Lumumba, en los sesenta, hasta Sankara, el
Sankara de Burkina Faso, asesinado en 1987, ¿les suena el nombre?, pasando por
Amilcar Cabral, Ben Barka y tantos otros. Antes de reírse de las sospechas
lanzadas desde Caracas sobre el presunto carácter inducido de la enfermedad
mortal de Chávez, uno debería desempolvar los libros de historia. ¿De qué se
ríen estos necios?
Desde África, donde ahora
mismo se está sufriendo una ofensiva militar imperial para controlar aún más
estrechamente recursos y posiciones estratégicas, se ve con cierta sana envidia
el avance emancipador que las repúblicas hermanas de América Latina han
afirmado en los últimos años; desde Bolivia, hasta Ecuador, de Venezuela a
Brasil y Argentina. Que eso no tenga mucho de “socialismo del siglo XXI”,
cambia poco el asunto: es un claro avance emancipador, y punto.
En la mayoría en
desarrollo de los países del mundo, Chávez va a ser valorado por eso, por esos
dos aspectos que en Euroatlántida son pecado. Pero incluso en esto hay matices.
En Alemania, por ejemplo, los medios de comunicación no hablan de Chávez con la
retrógrada inquina que demuestran los medios y los periodistas del
estáblishment españolito. Desde luego no lo alaban, pero mantienen una
distancia que en España se ha perdido por completo. En muy pocos países de
Euroatlántida se utiliza con tanto desprecio como en España la palabra
“tercermundista” o “tercer mundo”, referida a los países en desarrollo que
intentan salir de hoyo. El motivo es que España misma era un país
“tercermundista” hasta hace no mucho.
En la transformación
sicológica del españolito medio de los últimos treinta años se ha producido lo
que denomino un proceso de “asfaltado mental”: de la misma forma en que
nuestros paisajes han sido destructivamente degradados y transformados por el
ladrillo, la mentalidad del españolito medio ha perdido cualidades y valores
esenciales, vinculadas al sentido de la dignidad, de la solidaridad y del
sentido de reacción ante la injusticia. En el país del Quijote creció una nueva
arrogancia de nuevo rico, cutre e hijoputecado. España se “agringó”.
Ahora que la crisis
mundial nos regresa a determinados puntos de partida, ahora que nadamos
manifiestamente impotentes en el charco de nuestra propia porquería
político-económica, es el momento de reflexionar y de relacionar nuestro charco
nacional con el asfaltado intelectual. Si lo hacemos quizás aún estemos a
tiempo de retomar aquellas relaciones y complicidades con América Latina que en
los años setenta eran tan obvias e indiscutibles. Al fin y al cabo, nuestra
creciente condición de “tercer mundo europeo”, de sometidos a los designios
dominantes de Berlín y Bruselas, de obedientes alumnos aventajados en el
cumplimiento de los programas suicidas que la gran banca y el gran capital,
incluido el nuestro, imponen a nuestro país en contra de sus intereses
nacionales más básicos, toda esa miseria, nos hermana bastante con los amigos
del otro lado del Atlántico-Sur. Y actualiza también en nuestra propia casa sus
impulsos emancipadores.
Independientemente de cuál
sea la complicada evolución que se viva ahora, Chávez ha colocado a Venezuela,
un país cuyo 80% de la población no existía, no solo en el mapa de América,
sino en el del mundo. Yeltsin desmanteló la Rusia soviética, ahora tan añorada
por sus garantías sociales, sentando las bases de las grandes convulsiones sociales
que aún están por venir en aquel país. Pero, de acuerdo con las circunstancias
de nuestro lamentable asfaltado nacional, condenamos siempre al primero y
aplaudimos en su día al segundo.
El
sol de tu bravura
Gabriel García Márquez
Revista Cambio / Revista Anfibia - Artículo
publicado en 1999
En 1999, poco antes de que Hugo Chávez Frías
asumiera como presidente de Venezuela, Gabriel García Márquez lo entrevistó en
un avión durante un viaje de La Habana a Caracas. A medida que charlaban, el
Nóbel colombiano fue descubriendo una personalidad que no se correspondía con
la imagen de déspota que tenía formada a través de los medios. Existían dos
Chávez. ¿Cuál era el real? Un perfil del presidente que se hizo militar para
jugar al beisbol, que recitaba de memoria poemas de Neruda o Walt Whitman y murió
de cáncer a los 58 años. Iconoclasistas ilustró especialmente para Anfibia.
Era el 4 de febrero de
1992. El coronel Hugo Chávez Frías, con su culto sacramental de las fechas
históricas, comandaba el asalto desde su puesto de mando improvisado en el
Museo Histórico de La Planicie. El Presidente comprendió entonces que su único
recurso estaba en el apoyo popular, y se fue a los estudios de Venevisión para
hablarle al país. Doce horas después el golpe militar estaba fracasado. Chávez
se rindió, con la condición de que también a él le permitieran dirigirse al
pueblo por la televisión. El joven coronel criollo, con la boina de
paracaidista y su admirable facilidad de palabra, asumió la responsabilidad del
movimiento. Pero su alocución fue un triunfo político. Cumplió dos años de
cárcel hasta que fue amnistiado por el presidente Rafael Caldera. Sin embargo,
muchos partidarios como no pocos enemigos han creído que el discurso de la
derrota fue el primero de la campaña electoral que lo llevó a la presidencia de
la República menos de nueve años después.
El presidente Hugo Chávez
Frías me contaba esta historia en el avión de la Fuerza Aérea Venezolana que
nos llevaba de La Habana a Caracas, hace dos semanas, a menos de quince días de
su posesión como presidente constitucional de Venezuela por elección popular.
Nos habíamos conocido tres días antes en La Habana, durante su reunión con los
presidentes Castro y Pastrana, y lo primero que me impresionó fue el poder de
su cuerpo de cemento armado. Tenía la cordialidad inmediata, y la gracia
criolla de un venezolano puro. Ambos tratamos de vernos otra vez, pero no nos
fue posible por culpa de ambos, así que nos fuimos juntos a Caracas para
conversar de su vida y milagros en el avión.
Fue una buena experiencia
de reportero en reposo. A medida que me contaba su vida iba yo descubriendo una
personalidad que no correspondía para nada con la imagen de déspota que
teníamos formada a través de los medios. Era otro Chávez. ¿Cuál de los dos era
el real?
El argumento duro en su contra
durante la campaña había sido su pasado reciente de conspirador y golpista.
Pero la historia de Venezuela ha digerido a más de cuatro. Empezando por Rómulo
Betancourt, recordado con razón o sin ella como el padre de la democracia
venezolana, que derribó a Isaías Medina Angarita, un antiguo militar demócrata
que trataba de purgar a su país de los treintiséis años de Juan Vicente Gómez.
A su sucesor, el novelista Rómulo Gallegos, lo derribó el general Marcos Pérez
Jiménez, que se quedaría casi once años con todo el poder. Éste, a su vez, fue
derribado por toda una generación de jóvenes demócratas que inauguró el período
más largo de presidentes elegidos.
El golpe de febrero parece
ser lo único que le ha salido mal al coronel Hugo Chávez Frías. Sin embargo, él
lo ha visto por el lado positivo como un revés providencial. Es su manera de
entender la buena suerte, o la inteligencia, o la intuición, o la astucia, o
cualquiera cosa que sea el soplo mágico que ha regido sus actos desde que vino
al mundo en Sabaneta, estado Barinas, el 28 de julio de 1954, bajo el signo del
poder: Leo. Chávez, católico convencido, atribuye sus hados benéficos al
escapulario de más de cien años que lleva desde niño, heredado de un bisabuelo
materno, el coronel Pedro Pérez Delgado, que es uno de sus héroes tutelares.
Sus padres sobrevivían a
duras penas con sueldos de maestros primarios, y él tuvo que ayudarlos desde
los nueve años vendiendo dulces y frutas en una carretilla. A veces iba en
burro a visitar a su abuela materna en Los Rastrojos, un pueblo vecino que les
parecía una ciudad porque tenía una plantita eléctrica con dos horas de luz a
prima noche, y una partera que lo recibió a él y a sus cuatro hermanos. Su
madre quería que fuera cura, pero sólo llegó a monaguillo y tocaba las campanas
con tanta gracia que todo el mundo lo reconocía por su repique. "Ese que
toca es Hugo", decían. Entre los libros de su madre encontró una enciclopedia
providencial, cuyo primer capítulo lo sedujo de inmediato: Cómo triunfar en la
vida.
Era en realidad un
recetario de opciones, y él las intentó casi todas. Como pintor asombrado ante
las láminas de Miguel Angel y David, se ganó el primer premio a los doce años
en una exposición regional. Como músico se hizo indispensable en cumpleaños y
serenatas con su maestría del cuatro y su buena voz. Como beisbolista llegó a
ser un catcher de primera. La opción militar no estaba en la lista, ni a él se
le habría ocurrido por su cuenta, hasta que le contaron que el mejor modo de
llegar a las grandes ligas era ingresar en la academia militar de Barinas.
Debió ser otro milagro del escapulario, porque aquel día empezaba el plan
Andrés Bello, que permitía a los bachilleres de las escuelas militares ascender
hasta el más alto nivel académico.
Estudiaba ciencias
políticas, historia y marxismo al leninismo. Se apasionó por el estudio de la
vida y la obra de Bolívar, su Leo mayor, cuyas proclamas aprendió de memoria.
Pero su primer conflicto consciente con la política real fue la muerte de
Allende en septiembre de 1973. Chávez no entendía. ¿Y por qué si los chilenos
eligieron a Allende, ahora los militares chilenos van a darle un golpe? Poco
después, el capitán de su compañía le asignó la tarea de vigilar a un hijo de
José Vicente Rangel, a quien se creía comunista. "Fíjate las vueltas que
da la vida", me dice Chávez con una explosión de risa. "Ahora su papá
es mi canciller". Más irónico aún es que cuando se graduó recibió el sable
de manos del presidente que veinte años después trataría de tumbar: Carlos
Andrés Pérez.
"Además", le
dije, "usted estuvo a punto de matarlo". "De ninguna
manera", protestó Chávez. "La idea era instalar una asamblea
constituyente y volver a los cuarteles". Desde el primer momento me había
dado cuenta de que era un narrador natural. Un producto íntegro de la cultura
popular venezolana, que es creativa y alborazada. Tiene un gran sentido del
manejo del tiempo y una memoria con algo de sobrenatural, que le permite
recitar de memoria poemas de Neruda o Whitman, y páginas enteras de Rómulo
Gallegos.
Desde muy joven, por
casualidad, descubrió que su bisabuelo no era un asesino de siete leguas, como
decía su madre, sino un guerrero legendario de los tiempos de Juan Vicente
Gómez. Fue tal el entusiasmo de Chávez, que decidió escribir un libro para
purificar su memoria. Escudriñó archivos históricos y bibliotecas militares, y
recorrió la región de pueblo en pueblo con un morral de historiador para
reconstruir los itinerarios del bisabuelo por los testimonios de sus
sobrevivientes. Desde entonces lo incorporó al altar de sus héroes y empezó a
llevar el escapulario protector que había sido suyo.
Uno de aquellos días
atravesó la frontera sin darse cuenta por el puente de Arauca, y el capitán
colombiano que le registró el morral encontró motivos materiales para acusarlo
de espía: llevaba una cámara fotográfica, una grabadora, papeles secretos,
fotos de la región, un mapa militar con gráficos y dos pistolas de reglamento.
Los documentos de identidad, como corresponde a un espía, podían ser falsos. La
discusión se prolongó por varias horas en una oficina donde el único cuadro era
un retrato de Bolívar a caballo. "Yo estaba ya casi rendido, -me dijo
Chávez-, pues mientras más le explicaba menos me entendía". Hasta que se
le ocurrió la frase salvadora: "Mire mi capitán lo que es la vida: hace
apenas un siglo éramos un mismo ejército, y ése que nos está mirando desde el
cuadro era el jefe de nosotros dos. ¿Cómo puedo ser un espía?". El
capitán, conmovido, empezó a hablar maravillas de la Gran Colombia, y los dos
terminaron esa noche bebiendo cerveza de ambos países en una cantina de Arauca.
A la mañana siguiente, con un dolor de cabeza compartido, el capitán le
devolvió a Chávez sus enseres de historiador y lo despidió con un abrazo en la
mitad del puente internacional.
"De esa época me vino
la idea concreta de que algo andaba mal en Venezuela", dice Chávez. Lo
habían designado en Oriente como comandante de un pelotón de trece soldados y
un equipo de comunicaciones para liquidar los últimos reductos guerrilleros.
Una noche de grandes lluvias le pidió refugio en el campamento un coronel de
inteligencia con una patrulla de soldados y unos supuestos guerrilleros
acabados de capturar, verdosos y en los puros huesos. Como a las diez de la
noche, cuando Chávez empezaba a dormirse, oyó en el cuarto contiguo unos gritos
desgarradores. "Era que los soldados estaban golpeando a los presos con
bates de béisbol envueltos en trapos para que no les quedaran marcas",
contó Chávez. Indignado, le exigió al coronel que le entregara los presos o se
fuera de allí, pues no podía aceptar que torturara a nadie en su comando.
"Al día siguiente me amenazaron con un juicio militar por desobediencia,
-contó Chávez- pero sólo me mantuvieron por un tiempo en observación".
Pocos días después tuvo
otra experiencia que rebasó las anteriores. Estaba comprando carne para su
tropa cuando un helicóptero militar aterrizó en el patio del cuartel con un
cargamento de soldados mal heridos en una emboscada guerrillera. Chávez cargó
en brazos a un soldado que tenía varios balazos en el cuerpo. "No me deje
morir, mi teniente"... le dijo aterrorizado. Apenas alcanzó a meterlo
dentro de un carro. Otros siete murieron. Esa noche, desvelado en la hamaca,
Chávez se preguntaba: "¿Para qué estoy yo aquí? Por un lado campesinos
vestidos de militares torturaban a campesinos guerrilleros, y por el otro lado
campesinos guerrilleros mataban a campesinos vestidos de verde. A estas alturas,
cuando la guerra había terminado, ya no tenía sentido disparar un tiro contra
nadie". Y concluyó en el avión que nos llevaba a Caracas: "Ahí caí en
mi primer conflicto existencial".
Al día siguiente despertó
convencido de que su destino era fundar un movimiento. Y lo hizo a los
veintitrés años, con un nombre evidente: Ejército bolivariano del pueblo de
Venezuela. Sus miembros fundadores: cinco soldados y él, con su grado de
subteniente. "¿Con qué finalidad?" le pregunté. Muy sencillo, dijo él:
"con la finalidad de prepararnos por si pasa algo". Un año después,
ya como oficial paracaidista en un batallón blindado de Maracay, empezó a
conspirar en grande. Pero me aclaró que usaba la palabra conspiración sólo en
su sentido figurado de convocar voluntades para una tarea común.
Esa era la situación el 17
de diciembre de 1982 cuando ocurrió un episodio inesperado que Chávez considera
decisivo en su vida. Era ya capitán en el segundo regimiento de paracaidistas,
y ayudante de oficial de inteligencia. Cuando menos lo esperaba, el comandante
del regimiento, Ángel Manrique, lo comisionó para pronunciar un discurso ante
mil doscientos hombres entre oficiales y tropa.
A la una de la tarde,
reunido ya el batallón en el patio de fútbol, el maestro de ceremonias lo anunció.
"¿Y el discurso?", le preguntó el comandante del regimiento al verlo
subir a la tribuna sin papel. "Yo no tengo discurso escrito", le dijo
Chávez. Y empezó a improvisar. Fue un discurso breve, inspirado en Bolívar y
Martí, pero con una cosecha personal sobre la situación de presión e injusticia
de América Latina transcurrido doscientos años de su independencia. Los
oficiales, los suyos y los que no lo eran, lo oyeron impasibles. Entre ellos
los capitanes Felipe Acosta Carle y Jesús Urdaneta Hernández, simpatizantes de
su movimiento. El comandante de la guarnición, muy disgustado, lo recibió con
un reproche para ser oído por todos: "Chávez, usted parece un
político". "Entendido", le replicó Chávez.
Felipe Acosta, que medía
dos metros y no habían logrado someterlo diez contendores, se paró de frente al
comandante, y le dijo: "Usted está equivocado, mi comandante. Chávez no es
ningún político. Es un capitán de los de ahora, y cuando ustedes oyen lo que él
dijo en su discurso se mean en los pantalones".
Entonces el coronel
Manrique puso firmes a la tropa, y dijo: "Quiero que sepan que lo dicho
por el capitán Chávez estaba autorizado por mí. Yo le di la orden de que dijera
ese discurso, y todo lo que dijo, aunque no lo trajo escrito, me lo había contado
ayer". Hizo una pausa efectista, y concluyó con una orden terminante:
"¡Que eso no salga de aquí!".
Al final del acto, Chávez
se fue a trotar con los capitanes Felipe Acosta y Jesús Urdaneta hacia el Samán
del Guere, a diez kilómetros de distancia, y allí repitieron el juramento
solemne de Simón Bolívar en el monte Aventino. "Al final, claro, le hice
un cambio", me dijo Chávez. En lugar de "cuando hayamos roto las
cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español", dijeron: "Hasta
que no rompamos las cadenas que nos oprimen y oprimen al pueblo por voluntad de
los poderosos".
Desde entonces, todos los
oficiales que se incorporaban al movimiento secreto tenían que hacer ese
juramento. La última vez fue durante la campaña electoral ante cien mil
personas. Durante años hicieron congresos clandestinos cada vez más numerosos,
con representantes militares de todo el país. "Durante dos días hacíamos
reuniones en lugares escondidos, estudiando la situación del país, haciendo
análisis, contactos con grupos civiles, amigos. "En diez años -me dijo
Chávez- llegamos a hacer cinco congresos sin ser descubiertos".
A estas alturas del
diálogo, el Presidente rió con malicia, y reveló con una sonrisa de malicia:
"Bueno, siempre hemos dicho que los primeros éramos tres. Pero ya podemos
decir que en realidad había un cuarto hombre, cuya identidad ocultamos siempre
para protegerlo, pues no fue descubierto el 4 de febrero y quedó activo en el
Ejército y alcanzó el grado de coronel. Pero estamos en 1999 y ya podemos
revelar que ese cuarto hombre está aquí con nosotros en este avión".
Señaló con el índice al cuarto hombre en un sillón apartado, y dijo: "¡El
coronel Badull!".
De acuerdo con la idea que
el comandante Chávez tiene de su vida, el acontecimiento culminante fue El Caracazo,
la sublevación popular que devastó a Caracas. Solía repetir: "Napoleón
dijo que una batalla se decide en un segundo de inspiración del
estratega". A partir de ese pensamiento, Chávez desarrolló tres conceptos:
uno, la hora histórica. El otro, el minuto estratégico. Y por fin, el segundo
táctico. "Estábamos inquietos porque no queríamos irnos del
Ejército", decía Chávez. "Habíamos formado un movimiento, pero no
teníamos claro para qué". Sin embargo, el drama tremendo fue que lo que
iba a ocurrir ocurrió y no estaban preparados. "Es decir -concluyó Chávez-
que nos sorprendió el minuto estratégico".
Se refería, desde luego, a
la asonada popular del 27 de febrero de 1989: El Caracazo. Uno de los más
sorprendidos fue él mismo. Carlos Andrés Pérez acababa de asumir la presidencia
con una votación caudalosa y era inconcebible que en veinte días sucediera algo
tan grave. "Yo iba a la universidad a un postgrado, la noche del 27, y
entro en el fuerte Tiuna en busca de un amigo que me echara un poco de gasolina
para llegar a la casa", me contó Chávez minutos antes de aterrizar en
Caracas. "Entonces veo que están sacando las tropas, y le pregunto a un
coronel: ¿Para dónde van todos esos soldados? Porque que sacaban los de
Logística que no están entrenados para el combate, ni menos para el combate en
localidades. Eran reclutas asustados por el mismo fusil que llevaban. Así que
le pregunto al coronel: ¿Para dónde va ese pocotón de gente? Y el coronel me
dice: A la calle, a la calle. La orden que dieron fue esa: hay que parar la
vaina como sea, y aquí vamos. Dios mío, ¿pero qué orden les dieron? Bueno
Chávez, me contesta el coronel: la orden es que hay que parar esta vaina como
sea. Y yo le digo: Pero mi coronel, usted se imagina lo que puede pasar. Y él
me dice: Bueno, Chávez, es una orden y ya no hay nada qué hacer. Que sea lo que
Dios quiera".
Chávez dice que también él
iba con mucha fiebre por un ataque de rubéola, y cuando encendió su carro vio
un soldadito que venía corriendo con el casco caído, el fusil guindando y la
munición desparramada. "Y entonces me paro y lo llamo", dijo Chávez.
"Y él se monta, todo nervioso, sudado, un muchachito de 18 años. Y yo le
pregunto: Ajá, ¿y para dónde vas tú corriendo así? No, dijo él, es que me dejó
el pelotón, y allí va mi teniente en el camión. Lléveme, mi mayor, lléveme. Y
yo alcanzo el camión y le pregunto al que los lleva: ¿Para dónde van? Y él me
dice: Yo no sé nada. Quién va a saber, imagínese". Chávez toma aire y casi
grita ahogándose en la angustia de aquella noche terrible: "Tú sabes, a
los soldados tú los mandas para la calle, asustados, con un fusil, y quinientos
cartuchos, y se los gastan todos. Barrían las calles a bala, barrían los
cerros, los barrios populares. ¡Fue un desastre! Así fue: miles, y entre ellos
Felipe Acosta". "Y el instinto me dice que lo mandaron a matar",
dice Chávez. "Fue el minuto que esperábamos para actuar". Dicho y
hecho: desde aquel momento empezó a fraguarse el golpe que fracasó tres años
después.
El avión aterrizó en
Caracas a las tres de la mañana. Vi por la ventanilla la ciénaga de luces de
aquella ciudad inolvidable donde viví tres años cruciales de Venezuela que lo
fueron también para mi vida. El presidente se despidió con su abrazo caribe y
una invitación implícita: "Nos vemos aquí el 2 de febrero". Mientras
se alejaba entre sus escoltas de militares condecorados y amigos de la primera
hora, me estremeció la inspiración de que había viajado y conversado a gusto
con dos hombres opuestos. Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la
oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un ilusionista, que podía pasar a
la historia como un déspota más.
Este artículo fue publicado originalmente en la revista Cambio de Colombia
en febrero de 1999 con el título: “El enigma de los dos Chávez”.