El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)
El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

martes, 28 de febrero de 2012

A DOSCIENTOS AÑOS DE LA CREACION DE LA BANDERA ARGENTINA - Por Sergio Daniel Aronas

Al cumplirse 200 años de la creación de la bandera, es bueno trazar una breve semblanza de su creador el abogado, periodista y economista Manuel Belgrano (1770-1820) devenido en general de los ejércitos de la independencia de la Provincias Unidas del Río de la Plata por la dialéctica del desarrollo de la revolución iniciada en Mayo de 1810. Ante la falta de militares profesionales, capaces de dirigir la defensa del proceso emancipador que se abría paso para sostener “el nuevo sistema de libertad e independencia”, la Primera Junta tuvo que forjar y formar como jefes militares a quienes estaban altamente consustanciados con su causa. De ahí que fuera enviado al Paraguay al frente de la Expedición Libertadora como Jefe del Ejército Auxiliador con la misión de liberar el territorio paraguayo del dominio español. Pero no fue bien recibida y la campaña terminó en un fracaso militar.
Manuel Belgrano fue un hombre muy respetado y muy querido tanto por los oficiales como por los soldados que formaron parte de sus ejércitos; dio todo por la Patria y que mejor cumplió con las tareas que se le encomendaron: fue uno de los principales ideólogos y una de las mentes más brillantes que dio la Revolución de 1810.
Como rasgos de su personalidad y carácter están su intrepidez, su valentía y su generosidad puestos a prueba en todo momento. Su intrepidez la demostró durante la guerra de la independencia cuando organiza el Éxodo Jujeño el 23 agosto de 1812, retirándose con la población y con todo lo que pudieran cargar con el fin de no dejarle nada al ejército español que amenazaba con destruir lo que quedaba de las fuerzas a su mando. Así ordena “a los hacendados, comerciantes y labradores que retiren sus ganados, sus géneros y sus cosechas para que nada quede al enemigo” (Bando del 29 de julio de 1812). De esa manera, aplicando el sistema de tierra arrasada, evitaba que el ejército invasor del Gral. Pío Tristán pudiera abastecerse, alimentarse, aprovisionarse y adueñarse de las riquezas de las provincias norteñas. Este retroceso estratégico hasta Tucumán le permite reorganizarse y prepararse para la batalla decisiva, pese a las permanentes órdenes del Primer Triunvirato de seguir retirándose hasta Córdoba y prohibiéndole enfrentarse a los españoles.
Su valentía se puso de manifiesto con vehemencia en los días previos y en la misma batalla de Tucumán ya que con fuerzas inferiores pero apoyándose en los comandantes de las divisiones que integraron su ejército, logró una victoria trascendental porque salvó a las Provincias Unidas del Río de la Plata de ser reconquistadas por la monarquía borbónica. Gracias a esta victoria, logró detener el avance español, los hizo retroceder hasta Salta y recuperó territorios que parecían perdidos. Sin lugar a dudas, la batalla de Tucumán en nuestra lucha por la independencia, tuvo el mismo significado que la batalla de Valmy representó para la Revolución Francesa cuando una poderosa coalición de ejércitos al mando del Duque de Brunswick de Prusia, intentó derrocar el proceso que estalló el 14 de julio de 1789. Ambas batallas salvaron a sus respectivas revoluciones de ser liquidadas por la contrarrevolución en ciernes. La audacia que en esos años críticos proclamaba Dantón, parecería que hubiese retumbado en el espíritu de Belgrano, que en circunstancias tan difíciles y complicadas, le dieron la suficiente energía para salir adelante, enfrentar a ejércitos superiores en soldados y armamentos y lograr un triunfo heroico. En los Campos de las Carretas de la provincia de Tucumán quedó sepultado para siempre el intento más temible y más cercano de los ejércitos realistas de derrotar a la Revolución de Mayo. 
Belgrano mostró su increíble generosidad por la actitud que tuvo con el general Pío Tristán derrotado en la batalla de Salta el 20 de febrero de 1813, en el tipo de rendición que le propuso y que provocó críticas de todo tipo. Para Belgrano la forma de combatir no sólo había que hacerla con las armas en la mano sino con las ideas, es decir, “con la opinión, afianzándose siempre éstas en las virtudes morales, cristianas y religiosas, pues los enemigos nos la han hecho llamándonos herejes, y solo por este medio han atraído las gentes bárbaras a las armas, manifestándoles que atacábamos a la religión” (Carta a San Martín del 6 de abril de 1814). Quizás fue demasiado confiado con el enemigo cuyos ejércitos estaban comandados por avezados y experimentados oficiales que participaron en las guerras napoleónicas y que venían a la América insurgente a reprimir a sangre y fuego sus antiguas posesiones coloniales que estaban “infectadas de revolución francesa”.
Este es mi humilde homenaje a unos de los fundadores de la independencia americana que peleó en todo los ámbitos posibles: en los debates en el Cabildo, como vocal de la Primera Junta de Gobierno, en los campos de batalla, en las misiones diplomáticas a Europa para que reconozcan a las nuevas naciones americanas, en los debates realizados en el Congreso de Tucumán con su propuesta de establecer la Monarquía Incásica, en sus escritos, artículos y memorias. Precisamente de estas últimas, en las de economía como fiel intérprete y estudioso de las ideas fisiocráticas que venían de Francia, y que venían a desplazar al pensamiento mercantilista, le sirvió de base no sólo para traducir al castellano a Francois Quesnay, sino para elaborar al frente de la Secretaría del Consulado de Buenos Aires, los planes de desarrollo que estas provincias necesitaban imperiosamente para romper las ataduras del colonialismo español en decadencia y que leídas detenida y atentamente muchas de ellas mantienen plena vigencia en pleno siglo XXI.

Fuentes consultadas:

ü  Ovidio Giménez. Vida, época y obra de Manuel Belgrano. Ed. Ciudad Argentina, Madrid, 1999.

ü  José María Paz. Memorias Póstumas. Tomo I, Ediciones Hyspamérica, Buenos Aires, 1988

ü  Carlos González Díaz. El Ejército de la Independencia 1810-1820. Enfoques Históricos e Ideológicos. Ediciones Sílaba, Buenos Aires, 1976.

ü  Marcos Casco. La Argentina, un tigre en acecho. La verdadera historia de Belgrano y la Revolución de Mayo, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1996.

ü  Pablo Camogli (con Luciano de Privitellio). Batallas por la libertad. Todos los combates de la guerra de la independencia. Aguilar-Altea-Taurus-Alfaguara, Buenos Aires, 2005.