SAN MARTÍN Y BOLÍVAR EN
GUAYAQUIL
Jorge
G. Paredes M. jgparedesm@yahoo.com Lima
- Perú
TERCERA PARTE: LA ENTREVISTA POR
DENTRO (LO TRATADO)
1.
Confidencialidad de las entrevistas.
2. La versión de
los libertadores: la versión de San Martín.
A. Testimonios personales
B. Confidencias
C. La controvertida misiva de San Martín a
Bolívar del 29 de agosto de 1822
D. ¿Misivas entre los libertadores
referentes a sus conferencias?
E. La versión de San Martín: conclusión
3. La versión de
los libertadores: la versión de Bolívar.
A. Testimonio personales
B. Testimonios de allegados del Libertador
C. La versión de Bolívar: conclusión
1. CONFIDENCIALIDAD DE LAS ENTREVISTAS
Hasta aquí solo
hemos narrado lo exterior de la entrevista, su epidermis, en lo cual todos los
estudiosos de este acontecimiento histórico están casi completamente de
acuerdo. Pero debemos, a partir de este capítulo, hacer una presentación por
dentro de la entrevista, es decir, tratar de dilucidar lo concerniente a lo que
se trató en ellas. Aquí el problema se hace serio y la uniformidad de opiniones
desaparece, para dar lugar a diversas interpretaciones. Es cierto que ya no
podemos seguir repitiendo que la entrevista de Guayaquil es un gran enigma,
pero no es menos verdad que aún permanecen oscuros algunos aspectos de ella.
Debemos, en
primer lugar, ver si las entrevistas entre los libertadores tuvieron o no
testigos. La opinión casi unánime de los historiadores se pronuncia por el
carácter confidencial de las mismas, basándose en la su vez casi unánime
versión que al respecto dieron los cronistas de este acontecimiento. Son muy
pocos los que sostienen que dichas conferencias tuvieron testigos. El primero
en sostener esto último y que se declaró haber participado en ellas en calidad
de secretario de Bolívar y encargado de tomar notas de las conversaciones fue
el general Tomás Cipriano Mosquera. Así lo sostuvo en el número 46 de la
Crónica de Nueva York de 1851 donde publicó una versión sobre la entrevista de
Guayaquil. Posteriormente publicaría su “Memoria sobre la vida del general
Simón Bolívar” donde se volvió a ratificar su afirmación, supuestamente para
corregir al historiador peruano Mariano Felipe Paz Soldán quien sostenía que
dichas entrevistas no había tenido testigos. T.C. Mosquera escribe: “El señor
Mariano Paz Soldán en su Historia del Perú independiente asegura que nadie
presenció ninguna de las conversaciones de Bolívar y San Martín, porque nadie
se consideraba bastante grande para acercárseles en los momentos que hablaban;
y en seguida confiesa que San Martín propuso el establecimiento de una
monarquía en el Perú y que Bolívar no aceptó porque él prefería la dictadura o
una presidencia vitalicia como lo probó después; y en esta aseveración el señor
Paz Soldán, quiere hacer misteriosa la entrevista de Bolívar con San Martín y
estudiosos como es el señor Paz Soldán, pudo leer en el N° 46 de la Crónica de
Nueva York de 1851 en que hice yo la relación de aquella entrevista, como
secretario del Libertador que asistí a ella para tomar notas, lo mismo que el
señor Soyer secretario privado de San Martín” (1)
Rufino Guido,
quien fuera Edecán de San Martín y que había estado presente en Guayaquil
acompañando al Protector del Perú, al tomar conocimiento de la afirmación de
T.C. Mosquera envió al diario “La Nación” la siguiente aclaración:
“Señor Redactor
de La Nación. Acabo de leer en su apreciable diario de hoy un artículo que
transcribe usted de uno de los diarios de Panamá, escrito por el general
Mosquera, en el que asegura éste que lo que se refiere sobre la entrevista del
general San Martín y Bolívar, lo sabe como testigo presencial, como pudo
saberlo también el teniente coronel Soyer, uno de sus ayudantes de campo, que
entramos al despacho del Libertador, para tomar notas de las conferencias.
El general
Mosquera creyó, sin duda, cuando escribió su artículo, que había muerto también
el coronel Guido así como había fallecido en Lima hacía muchos años el teniente
coronel Soyer, pero felizmente vive el primero para asegurar que no es cierto
que hubiese presenciado la entrevista, ni Soyer tampoco, porque solo el general
San Martín y Bolívar estuvieron encerrados por más de dos horas. Es posible que
el Libertador que tenía confianzas en Mosquera le impusiese después de algunos
puntos de la conferencia, pero oírlo él de boca de un interesado, a oírlo
mientras la discutían aquellos dos grandes hombres de la época habrá una gran
diferencia” (2)
Pocos son los
historiadores que sostienen que las conferencias entre los caudillos tuvieron
testigos. Entre estos tenemos a Carlos Cortés Vargas quien sostiene que
estuvieron presentes T.C. Mosquera, J.G. Pérez, y muy probablemente Gómez,
aunque ninguno de la comitiva de San Martín Sin embargo si esto hubiera
ocurrido así Mosquera lo hubiese señalado y no hubiese señalado solo a Soyer (3). Por otra parte Mosquera fue
desmentido por Rufino Guido. Asimismo Cortes Vargas considera que J.G. Pérez
fue quien tomó los apuntes de las conversaciones pero ya sabemos que Mosquera
se atribuye dicha función. Todo esto significa que en realidad las entrevistas
se llevaron a cabo sin la presencia de ningún testigo, fuese secretario, edecán
o ayudante. Como tendremos oportunidad de ver más adelante las Relaciones
Oficiales enviadas por J.G. Pérez, por orden del Libertador, al Gobierno de
Bogotá y a la Intendencia de Quito fueron realmente dictadas por el propio
Bolívar.
NOTAS
(1) Mosquera, T.
C. “Memoria sobre la vida del general Simón Bolívar” (1940) p. 460
(2) Carta de R.
Guido al diario “La Nación”, en: Documentos del Archivo de San Martín, tomo
VIII, p. 438. También en G. Leguía y Martínez, op. cit.,tomo VII, pp. 256-257
(3) Cortes
Vargas, C. Participación de Colombia en la libertad del Perú” tomo I.
2. LA VERSIÓN DE LOS LIBERTADORES: LA
VERSIÓN DE SAN MARTÍN
A. TESTIMONIOS PERSONALES
El análisis de
cada uno de los diversos testimonios que nos ha dejado San Martín sobre la
entrevista con su par Simón Bolívar nos ha de permitir fijar en forma clara y
precisa cual fue la versión del Protector del Perú acerca de este
acontecimiento. Haremos lo propio con los testimonios de Bolívar. De esta
manera lograremos obtener en forma exacta la versión personal de cada una de
las partes de la entrevista. Teniendo precisadas estas dos versiones podremos,
mediante un análisis comparativo y crítico, obtener una imagen bastante fiel de
lo que fue y significó dicho suceso histórico. Para mayor rigor metodológico,
analizaremos, asimismo, aquellas versiones de los personajes que recibieron
confidencias tanto de San Martín como de Bolívar, así como también las
versiones de algunos personajes que, por haber sido coetáneos de los sucesos y
haber estado vinculados con uno u otro de los caudillos, pudieron recoger lo
que común y corrientemente se hablaba o sospechaba acerca de la entrevista
realizada en Guayaquil.
Proclama del Protector al pueblo peruano
informándole de su reunión con Bolívar.
Inmediatamente
después de llegar a Lima, de regreso de Guayaquil, San Martín lanzó una
proclama al pueblo peruano en la que en forma lacónica le daba cuenta de su
entrevista con Bolívar. Apareció publicada en la Gaceta del Gobierno de Lima
Independiente. Dicha proclama fue la siguiente:
“El 26 de julio
próximo pasado, en que tuve la satisfacción de abrazar al héroe de Sud-América
fue uno de los más felices de mi vida. El Libertador de Colombia no sólo
auxilia a este Estado con tres de sus bravos batallones, que unidos a la
valiente división del Perú al mando del General Santa Cruz, vienen a terminar
la guerra de la América, sino también remite con el mismo objetivo un
considerable armamento. Tributemos todos, un reconocimiento eterno al inmortal
BOLÍVAR. San Martín (1)
Misiva a Guillermo Miller
La misiva de San
Martín a Guillermo Miller, suscrita desde Bruselas con fecha 19 de abril de
1827 constituye la primera versión testimonial personal, directa e
incontrovertible de San Martín con relación a su entrevista con Bolívar. Fue
publicada por vez primera en 1900 por Ernesto Quesada, en un folleto titulado
“Las reliquias de San Martín”. Como más adelante analizaremos, existe una
supuesta carta de San Martín a Bolívar fechada desde Lima el 29 de agosto de
1822 (que la convertiría en la primera versión personal de San Martín) en la
cual se habla acerca de la entrevista de Guayaquil. Sin embargo es necesario
precisar que en torno a esta misiva existe una controversia que mantiene aún
dividida a los historiadores acerca de su autenticidad, por lo que preferimos
analizarla en sección aparte y no dentro de los testimonios personales de San
Martín.
La carta a
Miller de 19 de abril de 1827 no está íntegramente dedicada a narrar pormenores
de la entrevista. Miller le había solicitado a San Martín detalles sobre la
acción de San José y sobre la logia de Buenos Aires. Asimismo le había hecho
saber que cierto personaje (cuyo nombre
no se menciona) afirmaba que él (San Martín) había querido coronarse rey del
Perú y que ese había sido el principal objeto de la entrevista de Guayaquil. Es
este el motivo que permite a San Martín escribirle a Miller unas cuantas líneas
sobre este acontecimiento. Reproducimos a continuación la parte de misiva
dedicada a la entrevista:
“Si, como no
dudo (y esto porque me lo asegura el general Miller) el cierto personaje ha
vertido estas insinuaciones, digo que lejos de ser un caballero, sólo merece el
nombre de un insigne impostor y despreciable pillo, pudiendo asegurar a usted,
que si tales hubieran sido mis intenciones no era él quien me hubiera hecho cambiar
mi proyecto. En cuanto a mi viaje a Guayaquil, el no tuvo otro objeto que el de
reclamar del general Bolívar los auxilios que pudiera prestar para terminar la
guerra del Perú, auxilio que una justa retribución (prescindiendo de los
intereses generales de América) lo exigía por los que el Perú tan generosamente
había prestado para libertar el territorio de Colombia. Mi confianza en el buen
resultado estaba tanto más fundada, cuanto el ejército de Colombia después de
la batalla de Pichincha, se había aumentado con los prisioneros y contaba 9600
bayonetas, pero mis esperanzas fueron
burladas al ver que en mi primera conferencia con el libertador me declaró que
haciendo todos los esfuerzos posibles sólo podría desprenderse de tres
batallones con la fuerza total de 1070 plazas. Estos auxilios no me parecieron
suficientes para terminar la guerra, pues estaba convencido que el buen éxito
de ella no podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación de todas las
fuerzas de Colombia; así es que mi
resolución fue tomada en el acto, creyendo de mi deber hacer el último
sacrificio en beneficio del país. Al siguiente día y en presencia del
vicealmirante Blanco, dije al libertador que habiendo convocado el congreso
para el próximo mes, el día de su instalación sería el último de mi permanencia
en el Perú, añadiendo: ahora le queda a usted general un nuevo campo de gloria
en el que va usted a poner el último sello a la libertad de América. (Yo
autorizo y ruego a usted escriba al general Blanco a fin de ratificar este hecho).
A las dos de la mañana del siguiente día
me embarqué, habiéndome acompañado Bolívar hasta el bote, y entregándome su
retrato como una memoria de lo sincero de su amistad; mi estadía en Guayaquil
no fue más que de 40 horas, tiempo suficiente para el objeto que llevaba;
dejemos la política y pasemos a otra cosa que me interesa más...” (2)
¿Quién fue el
personaje misterioso que había afirmado que la entrevista había tenido como
objetivo la coronación de San Martín como rey del Perú? Algunos historiadores
sostienen que el incógnito personaje al cual hace referencia Miller no es otro
más que el propio Bolívar. Entre los que sostienen esto está nada menos que don
Vicente Lecuna, quien dice que el calificativo de “insigne impostor y
despreciable pillo” dado por San Martín “no es condicional, sino efectivo, dada
su afirmación que él (San Martín) no dudaba de las declaraciones que le
atribuye a Miller”. Según Lecuna esta opinión de San Martín es explicable por
el resentimiento que sentía hacia Bolívar a consecuencia de su fracaso de
incorporar Guayaquil al Perú. Lecuna dice: “...y no nos sorprende este error
del general San Martín, porque por el fracaso de su plan de incorporar la
provincia, él se fue de Guayaquil propiamente disgustado y resentido contra Bolívar”.
En realidad
todos aquellos que sostienen que el innombrado personaje de la carta a Miller
es Bolívar, carecen de prueba alguna para hacer tal aseveración y, como
veremos, tanto el del texto mismo de la misiva como sobre lo que sabemos acerca
de la vida íntima de San Martín en su retiro en Europa, se puede deducir que es
muy improbable, por no decir totalmente imposible, que el misteriosos personaje
a que se hace referencia sea Bolívar.
Debemos, en
primer lugar, decir que los calificativos de “insigne impostor y despreciable
pillo” sólo están condicionados a la veracidad de lo comunicado por Miller,
pero como San Martín no duda de este personaje, lógicamente los calificativos
para el desconocido personaje son reales.
Para los
historiadores argentinos Ricardo Rojas y Enrique Gandía, entre otros, realmente
el misterioso personaje era el peruano José de la Riva Agüero.
Consideramos que
es muy probable que así sea, porque conocemos que San Martín en varias
ocasiones se refirió él en términos sumamente duros. Así por ejemplo, cuando
Riva Agüero le solicitó su colaboración en la guerra civil que se había
desatado en el Perú, San Martín, en misiva de 23 de octubre de 1823 le
respondió:
“Pero ¿cómo ha
podido usted persuadirse que los ofrecimientos del general San Martín, a los
que usted no se ha dignado contestar, fueran jamás dirigidos a un particular, y
mucho menos a su despreciable persona? ¡Es inconcebible su osadía grosera al
hacerme la propuesta de emplear mi sable en una guerra civil! ¡Malvado! ¿Sabe usted
si éste se ha teñido jamás en sangre americana?” (3)
Juan Manuel
Iturregui nos cuenta que cuando en 1825 se entrevistó con San Martín en
Bruselas, éste manifestó “una fuerte animosidad contra el señor Riva Agüero, a
quien consideraba autor del movimiento tumultuario de la población de Lima para
deponer al ministro Monteagudo” (4)
Sabemos que Riva
Agüero le atribuyó a San martín planes monárquicos, en cambio el Libertador
nunca pensó que en realidad fuese ese el real proyecto personal de San
Martín. Salvador Iglesias en misiva
dirigida a San Martín y fechada desde Pueblo Libre a 15 de octubre de 1822, es
decir a escasas semanas del retiro de San Martín del Perú, le habla de sus
apologistas y detractores y entre estos últimos menciona entre otros a Riva
Agüero: “Es muy general la aceptación que V.E. tiene a su favor en Lima; solo algunos díscolos o más
bien diré desagradecidos, son los que no pierden momento de hacer perder su
opinión; a más de los arriba expresados, lo son Riva Agüero; este trató de ocupar
la silla del gobierno pero le ha salido muy errado; sin embargo, como el actual
gobierno es provisional, aún está trabajando por conseguirlo...” Y más adelante
Iglesias le informa lo siguiente: “Horma, San Miguel, Franco, Riva Agüero y
otros tienen sus reuniones en casa de la señora doña N. Amat, ellas son
dirigidas y frecuentes; su conversación (me aseguran) es sobre que V.E.
ambiciona la corona, y que bajo este principio quería esclavizarlos” (5)
De la lectura de
la propia carta de San Martín a Miller se puede inferir, casi sin temor a
equivocación, que no es a Bolívar a quien San Martín fulmina con los epítetos
de “insigne impostor y despreciable pillo”, porque en la misma misiva cuando
San Martín se refiere en forma expresa a Bolívar lo hace sin la menor huella de
animosidad.
San Martín en
carta a Tomás Guido de 18 de diciembre de 1826 le dice: “...usted tendrá
presente que a mi regreso de Guayaquil le dije la opinión que me había formado
del general Bolívar, es decir, una ligereza extrema, inconsecuencia en sus
principios y una vanidad pueril, pero nunca me ha merecido la de impostor,
defecto no propio de un hombre constituido en un rango y elevación” (6)
Se ha señalado
asimismo, con gran acierto, que San Martín siempre guardó en su dormitorio el retrato
de Bolívar pintado por su hija Mercedes. Sería totalmente inexplicable este
bello gesto, muestra del sincero aprecio tributado por San Martín a Bolívar si
fuera verdad, como algunos historiadores suponen, que lo hubiera tenido en tan
pésimo concepto). Todos estos hechos nos llevan a concluir que el personaje
misterioso no era Bolívar y que más bien debió haber sido José de la Riva
Agüero.
Misiva al Presidente de Perú Ramón
Castilla
La epístola
dirigida por San Martín a Ramón Castilla, en aquel entonces Presidente de la
República del Perú, fechada desde Boulogne Sur Mer a 11 de setiembre de 1848,
constituye el segundo testimonio personal incontrovertible del Protector sobre
su entrevista con Bolívar.
Esta carta,
relativamente amplia, es respuesta a la que le enviara Castilla el 13 de mayo
del mismo año. La primera parte es una exposición muy sumaria de su carrera
militar y sobre su participación en la independencia hispanoamericana.
Inmediatamente después le refiere, en unas pocas líneas, sobre su entrevista
con Bolívar.
“He aquí, mi
querido General, un corto análisis de mi vida pública, seguida en América. Yo
hubiera tenido la más completa satisfacción habiéndole puesto fin con la
terminación de la guerra de la independencia del Perú, pero mi entrevista en
Guayaquil con el general Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) de
que el solo obstáculo para su venida al Perú con el Ejército de su mando, era
la permanencia del General San Martín, a pesar de la sinceridad con que le
ofrecí ponerme bajo sus órdenes, con todas las fuerzas de que yo disponía. Si
algún servicio tiene que agradecerme la América es el de mi retirada de Lima,
paso que no solo comprometía mi honor y
reputación, sino que me era tanto más sensible, cuanto que conocía que con las
fuerzas reunidas de Colombia y del Perú, la guerra de la independencia hubiera
ido terminada en todo el año 23. Pero este costoso sacrificio y el no pequeño
de tener que guardar un silencio absoluto (tan necesario en aquellas
circunstancias) de los motivos que me obligaban a dar este paso, son esfuerzos que Ud. podrá
calcular y que no está al alcance de todos el poderlos apreciar” (7) Esta carta
fue publicada por primera vez en Lima, en 1878, en La Opinión Nacional.
NOTAS
(1) Gaceta del
Gobierno del sábado 24 de agosto de
1822.
(2) San Martín a
Miller de 19 de abril de 1827. Esta misiva ha sido ampliamente reproducida.
Citamos sólo algunas de las obras donde ella aparece. -Documentos del Archivo
de San Martín, tomo VII, pp. 439-442. -Lecuna, Vicente. “La entrevista de
Guayaquil” tomo II, pp. 466-468. -Goenaga, J.M. “La entrevista de Guayaquil”
pp. 25-28 -Paz Soldán, Juan Pedro. “Cartas históricas del Perú” Primera serie;
pp. 51-54. García del Real, Eduardo. “San Martín” (Barcelona,1984) pp. 190-192.
(3) Gandía,
Enrique de. “San Martín: su pensamiento político” p. 249 Vargas Ugarte, Rubén.
“Historia General del Perú” tomo VII, p. 264
(4) Iturregui,
J.M. “El Solitario de Bruselas”. En:
Busaniche, José L. “San Martín visto por sus contemporáneos”, pp.
267-271
(5) Salvador
Iglesias a San Martín de 15 de octubre de 1822. En: Documentos del Archivo de
San Martín, tomo IX, p. 294
(6) Documentos
de Archivo de San Martín, tomo VI, p. 502.
(7) San Martín a
Castilla del 1 de setiembre de 1848. En: Aguirre Molina, R. “El Gran Mariscal
del Perú Ramón Castilla y sus vinculaciones
con el general San Martín” (1950) pp. 106-111
B. CONFIDENCIAS
Confidencia al Brigadier Cruz
El brigadier
Luis de la Cruz, amigo de San Martín y de Bernardo O’Higgins, fue uno de los
primeros en recibir confidencias del Protector acerca de su visita a Bolívar,
estando aún San Martín a bordo de la Macedonia, en el día de su llegada al
Callao. Luis de la Cruz le escribió, desde El Callao, con fecha 22 de agosto de
1822 a don Bernardo O’Higgins, contándole sobre el viaje de San Martín a
Guayaquil y sobre las confidencias recibidas de parte de San Martín con
relación a su entrevista con Bolívar. El brigadier Cruz llevado por su
antibolivarismo se centra en señalar defectos de Bolívar y especialmente sobre
su supuesta ambición.
Debemos decir
que Luis de La Cruz en una carta de 1 de febrero de 1822 ya le había escrito a
O’Higgins sobre los objetivos de la visita de San Martín a Guayaquil.: “El
negocio interesante de Guayaquil es atraerlo al reconocimiento a Colombia. El
vistazo del Protector será tratar con Bolívar sobre que el punto es de
necesidad a este Estado (Perú) y de ninguna utilidad a Cundinamarca”.
La misiva del 22
de agosto en realidad no tienen gran importancia pues los datos que ella aporta
son escasos y, como ya hemos dicho, se centran en dar una imagen totalmente
negativa de Bolívar. La misiva en referencia comienza de la siguiente manera:
“El 20 del que corre a la una y media de la tarde llegó el señor Protector felizmente
de su viaje a Guayaquil y entrevista con el Libertador...” Luego Cruz refiere
que el Protector salió en defensa de O’Higgins cuando Bolívar le dijo que tenía entendido que era un tirano. Asimismo
el brigadier Cruz atribuye a Bolívar haber expresado a San Martín que pasaría a reinar Perú,
Chile, Buenos Aires y México. Al hacer referencia al obsequio de Bolívar, Cruz
dice que el Libertador al momento de entregárselo al Protector exclamó: “Es de
lo más precio que puedo regalar a Ud. y espero que así lo aprecie” (1)
Confidencia al General Martínez
El General
Enrique Martínez nos ha dejado la confidencia que por labios del propio San
Martín recibió acerca del verdadero objeto de la entrevista y lo hace
refiriéndose a su opinión en torno a la controvertida carta de Lafond en el
sentido que él considera que el citado viajero francés no obtuvo de San Martín
lo que consigna en sus memorias. Al respecto Martínez dice: “Puedo asegurar que
Lafond no ha tenido del General San Martín los datos a que hace referencia en
la publicación que sobre los objetos que condujeron a aquel general (San
Martín) a Guayaquil, se encuentra en la Revista del Paraná en el número 2. He
dicho que puedo asegurar la no certidumbre en la indicación, porque en la época
a que se refiere me hallaba de Presidente de Trujillo y por consiguiente el
General San Martín creyó conveniente hacerme conocer el objeto de su viaje.
Este no tuvo más (objeto) que recabar del General Bolívar un auxilio de fuerzas
para terminar la campaña del Perú, a lo que se negó Bolívar” (2)
Confidencia a Tomás Guido
La noche del 20
de setiembre de 1822 San Martín, luego de haber dimitido ante el congreso
peruano al mando supremo y mientras ultimaba los preparativos para abandonar
definitivamente el Perú, hizo valiosas confidencias a su lugarteniente Tomás
Guido sobre los motivos de su retiro. Hacemos hincapié en algo que siempre debe
tenerse en cuenta cuando se analizan confidencias: que lo que se consignan en
ellas no pueden ser tomadas como expresiones textuales de un personaje
determinado, en este caso de San Martín, sino como una versión que ha pasado
por el tamiz interpretativo y selectivo del que recibió la confidencia, en este
caso concreto Tomás Guido.
Guido comienza
narrando las ocurrencias y conversaciones que se produjeron inmediatamente
después que San Martín dimitió. El punto que más nos interesa empieza en el
momento que San Martín le comunica a Guido su resolución de abandonar el Perú.
Guido trata de convencerlo que desista de este empeño, arguyéndole que su
retiro podría ser funesto para la independencia del Perú. Es en este momento
que San Martín, según versión de Guido, como es obvio, le replica:
“Nadie, mi
amigo, me apeará de la convicción en que estoy, de que mi presencia en el Perú
le acarrearía peores desgracias que mi separación. Así me lo presagia el juicio
que he formado de lo que pasa dentro y fuera de este país. Tenga Ud. por cierto
que por muchos motivos no puedo mantenerme ya en mi puesto, sino bajo
condiciones contrarias a mis sentimientos y a mis convicciones más firmes. Voy
a decirlo: una de ellas es la inexcusable necesidad a que me han estrechado, si
he de sostener el honor del ejército y su disciplina, de fusilar algunos jefes;
y me falta el valor para hacerlo con compañeros de armas que me han seguido en
los días prósperos y adversos”.
Guido, ante
estos argumentos, le repuso que el problema en realidad era menos grande de lo
que suponía y de fácil solución. El Protector ante esta réplica, le hizo la
siguiente confidencia:
“... aprecio los
sentimientos que acaloran a Ud., pero en realidad existe una dificultad mayor,
que no podría yo vencer sino a expensas de la suerte del país y de mi propio
crédito y a tal cosa no me resuelvo. Lo diré a Ud. sin doblez: Bolívar y yo no
cabemos en el Perú: he penetrado sus miras arrojadas; he comprendido su
desabrimiento por la gloria que pudiera caberme en la prosecución de la
campaña. Él no excusará medios, por audaces que fuese, para penetrar en esta
república seguido de sus tropas; y quizás entonces no me sería dado evitar un
conflicto a que la fatalidad pudiera llevarnos, dando así al mundo un
humillante escándalo. Los despojos del triunfo de cualquier lado a que se
inclinase la fortuna, los recogerían los maturrangos, nuestros implacables enemigos,
y apareceríamos convertidos en instrumentos de posiciones mezquinas. No seré
yo, mi amigo, quien deje tal legado a mi patria, y preferiría perecer, antes
que hacer alarde de laureles recogidos a semejante precio; ¡eso no!. Entre si
puede, el general Bolívar, aprovechándose de mi ausencia; si lograse afianzar
en el Perú lo que hemos ganado, y algo más, me daré por satisfecho; su victoria
sería, de cualquier modo, victoria americana”. (3)
Confidencia a Iturregui
En 1825 el
peruano Juan Manuel Iturregui visitó, en Bruselas, a José de San Martín.
Conversando sobre los sucesos de 1822 el Protector le hizo algunas confidencias
que Iturregui las ha dejado consignadas:
“Que jamás (le
decía San Martín) había temido ni por un instante que hubiese podido fracasar
la independencia del Perú, una vez estando proclamada y estando sostenida por
la opinión pública y por un ejército, aparte de las innumerables partidas de
guerrillas que el odio a los españoles había creado en todos los ángulos de su
territorio; que no obstante, había creído justo y conveniente entrar en un
acuerdo de unión y amistad con el general Bolívar, así por la identidad de la
misión de ambos en Sud-América, como para que aquel general auxiliase al Perú
con parte de su ejército y se pusiese un término más corto a la guerra con los
españoles, del mismo modo que el Perú había auxiliado a Colombia en la batalla
de Pichincha, con cuyo objeto había procurado la entrevista que tuvo lugar con
el dicho general Bolívar en Guayaquil; que desde luego había encontrado en este
general las mejores disposiciones para unir sus fuerzas a las del Perú contra
el enemigo común, pero que al mismo tiempo le había dejado ver muy claramente
un plan ya formado y decidido de pasar personalmente al Perú y de intervenir en
Jefe, tanto en la dirección de la guerra como en la de su política; que no
permitiéndole su honor asentir a la realización de este plan, era visto que de
su permanencia en el Perú, debía haber resuelto un choque con el general
Bolívar (cuya capacidad militar y recursos para terminar pronto la guerra eran
incontestables) y además el fraccionamiento en partidos del Perú, como sucede
siempre en casos semejantes, y conociendo las inmensas ventajas que todo esto
debería dar a los españoles, se había decidido a separarse del teatro de los
acontecimientos, dejando que el general Bolívar, sin contradicción ninguna,
reuniese sus fuerzas a las del Perú y concluyese la guerra, ...” (4)
Confidencia a Balcarce
Mariano
Balcarce, esposo de Mercedes Tomasa, hija de don José de San Martín, recibió
numerosas confidencias de labios de su suegro. En carta fechada en París a 8 de
agosto de 1882 y dirigida a Bartolomé Mitre, Balcarce consigna las confidencias
que San Martín le hiciera sobre su entrevista con Bolívar. En dicha misiva, que
fuera hallada y publicada por Tomás Diego Bernard en 1949, leemos:
“He recibido
igualmente los dos ejemplares de las comprobaciones históricas que ha tenido U.
la bondad de remitirme; y veo con placer y agradecimiento que continúa U. en su
patriótico empeño de defender y honrar la memoria del general San Martín con
cuyo motivo me dice U. haber reasumido nuevamente el trabajo de su historia que
otras atenciones le habían hecho interrumpir y que se ocupa en extractar
algunos miles de documentos relativos a él, que ha encontrado en los archivos
públicos y privados.
Los que yo
poseo, y es mi deseo y voluntad pasen a sus manos con el tiempo, no arrojan
ninguna nueva luz sobre la entrevista de Guayaquil y retirada del Perú, cuyas
causas se hallan explicadas en la carta a Bolívar y me fueron repetidas veces
confirmadas en conversaciones íntimas por mi ilustre padre, quien me aseguró
que no habiendo logrado la cooperación que esperaba del Libertador para
completar rápidamente y sin gran efusión de sangre la independencia del Perú,
convencido que su presencia era un obstáculo a las aspiraciones de Bolívar, y
podía prolongar por mucho tiempo la guerra y la ruina del país, pues el
ejército aliado argentino-chileno se hallaba muy debilitado por las pérdidas
sufridas en los campos de batallas y por las enfermedades, que lo hacían muy
inferior en su número al de los españoles, resolvió hacer abnegación de su
gloria personal (y dejar que Bolívar, con su numeroso ejército, completase y
consolidase la emancipación del Perú, que era ya un hecho indudable, y cesasen
así inmediatamente los males de la guerra.
La entrevista de
Guayaquil no tuvo testigos, estuvieron
completamente solos los dos Generales; y las personas de su séquito sólo
asistieron a las fiestas que en esa ocasión se dieron.
En cuanto a la
carta dirigida al General D. Tomás Guido
desde Bruselas con fha. 18 de diciembre de 1826 –que se ha publicado por
sus hijos-, debe referirse a algunos de los documentos que he enviado a U. y
quizá también al borrador de la carta al Gral. Bolívar, pues a pesar de mis
ruego a mi padre para que escribiese o me dictase algunos apuntes sobre su
vida pública, nunca pude conseguirlo.
Voy a examinar
nuevamente los papeles que aún quedan en mi poder, y si encuentro alguno de
especial interés para la historia que U. Escribe, tendré el mayor placer en
remitírselo a U. “ (5)
Con relación a
lo transcrito, reparemos que Balcarce hace referencia a una carta de San Martín
a Bolívar sobre la entrevista de Guayaquil. Es clara la referencia a la
denominada carta de Lafond, lo que significaría que Balcarce la daba como
auténtica, lo que se confirma porque él habla de la posibilidad del envío del
borrador de la carta de San Martín a Bolívar sobre la entrevista y que supone
remitida, con otros papeles, al general Tomás Guido. Pero en realidad se sabe
que Guido no recibió los documentos prometidos. ¿Conoció el borrador de la
mencionada carta, Balcarce? Ya tendremos oportunidad de analizar tan
controvertido documento.
Vicente Lecuna
señala que las aseveraciones de Balcarce son falsas y fruto de la ancianidad
que le lleva confundir sucesos acaecidos en diversas épocas. Dice Lecuna:
“Estas afirmaciones equivocadas y tardías de un ancianos trastocado, no valen
nada comparados con los ocho documentos coetáneos de Bolívar y de San Martín
presentados por nosotros en defensa de la verdad histórica...” (6)
Como es fácil
apreciar la versión de Balcarce es similar a la presentada por otros
personajes, por lo que carece de valor la crítica que a ella le hace Vicente
Lecuna.
Confidencia a Sarmiento
En 1846 Domingo
Faustino Sarmiento visitó a San Martín en Grand Bourg y, según él, como veremos
de inmediato, obtuvo en dicha ocasión valiosas informaciones sobre la
entrevista de Guayaquil. En un artículo titulado “Las culebrinas de San
Martín”, Sarmiento reseña al respecto lo siguiente:
“En 1845 llegaba
a París, y lo primero que solicitaba mi curiosidad entre los grandes
monumentos, era la figura de San Martín, el héroe de la independencia, al que
adherían nuestras ardientes simpatías de patriota. Ver a San Martín, hablar con
él, era mi gran anhelo que debía realizar con Manuel de Guerrico,
introduciéndome en su presencia”.
“De nuestras
largas pláticas salió mi discurso de recepción en el Instituto Histórico de
Francia, cuyo asunto debía referirse a cuestiones americanas, por cuanto le
historia de Francia debía suponerse extraña a los estudios del recipiendario.
Como había sido hasta entonces un punto muy discutido el asunto de la
entrevista de Guayaquil entre los dos campeones de la independencia, importaba
mucho hacer conocer la versión auténtica de uno de los actores, el más sincero,
puesto que de su parte estuvo la abnegación. Aquella relación fue compuesta
casi bajo el dictado de San Martín y mereció su completa aprobación”.
En su trabajo
“Bolívar y San Martín”, Sarmiento afirmó idéntica procedencia de los datos que
él utilizara para su versión sobre la entrevista de los libertadores: “La
descripción y lo sucedido en la entrevista la obtuve de boca del mismo general
San Martín. Si hay falsedad en los hechos ocurridos y en el objeto de la
entrevista es la que ha querido acreditar uno de los actores de aquel grandioso
drama”.
En su “Bolívar y
San Martín”, Sarmiento, con un espíritu realmente mesurado y crítico, señala
que la versión de San Martín era tan solo la de uno de los protagonistas de
dicho acontecimiento histórico y que, interesada como tenía que ser, no había
merecido de él plena fe. Sarmiento escribe al respecto:
“Estoy muy
distante, y lo estaba entonces, de poner entera fe en las declaraciones
naturalmente interesadas de uno de los grandes caudillos de la independencia
americana. Cada uno de los hombres públicos que han figurado entonces tiene que
rehacer alguna página de su historia, y trabajo más ingrato de la generación
que les sucede es el de restablecer los hechos y la verdad en despecho de las aseveraciones interesadas
de los personajes...”
Sin embargo en
“Las culebrinas de San Martín”, Sarmiento afirmó paradójicamente y carente de
todo sentido crítico que la versión de San Martín era “la versión auténtica de
uno de los actores, el más sincero puesto que de su parte estuvo la
abnegación...” Así hubiese sido cierto lo de la abnegación, ello no permite
concluir que la verdad está en la versión dada por San Martín.
Según el propio
Sarmiento los datos que le proporcionara San Martín los pudo obtener solo con
gran esfuerzo y con gran astucia, pues
“San Martín gustaba poco hablar de lo pasado, y los que deseaban oírlo necesitaban valerse de
destreza para hacerlo entrar en materia. Un retrato de Bolívar que tenía en su
habitación me sirvió a mí de pretexto para hacerlo explicarse sobre la
entrevista de Guayaquil”.
Sarmiento se
refirió en varias oportunidades a la entrevista de Guayaquil. La primera vez
que trató sobre ella fue en su discurso pronunciado en el Instituto Histórico
de Francia, el 1 de julio de 1847, el cual fue publicado al año siguiente, con
motivo de su recepción en dicha célebre Institución.
Algunos
historiadores (Vicente Lecuna entre ellos) pusieron en tela de juicio la
veracidad de este acontecimiento, pero los resultados de las investigaciones
aportadas por Ricardo Rojas sobre el particular son definitivos y ellas prueban
la exactitud de tal recepción y de tal discurso. Ricardo Rojas solicitó la
colaboración del famoso americanista francés Paul Rivet para la solución de
este problema, el cual a su vez encargó a otros estudiosos el investigar en los
archivos de la mencionada institución. Los resultados de dicha investigación,
que Ricardo Rojas reproduce en su obra “La Entrevista de Guayaquil”, son
positivos en cuanto a la verdad de dicho trabajo leído por Sarmiento en el
citado Instituto.
A parte de este
primer ensayo en el cual Sarmiento se refirió a la célebre entrevista, tenemos
que insistió, sin casi ninguna variante de importancia medular, en otros
trabajos, tales como:
“Bolívar y San
Martín: Rectificación histórica”, publicado en la Revista Sud América el 17 de
julio de 1851.
“Las culebrinas
de San Martín”,
“El General D.
José de San Martín” (Almanaque pintoresco e instructivo). Santiago de Chile:
Imprenta Belén, 1852.
“Biografía del
general San Martín” (Galería de Hombres célebres de Chile) Santiago, 1854.
“General San Martín” (Galería de Celebridades Argentinas). Buenos Aires, agosto
27 de 1857.
Un manuscrito
escrito en Nueva York a mediados de 1867 (7)
Vamos a
consignar la versión que Sarmiento diera en el Instituto Histórico de Francia:
“Reunidas las
fuerzas de ambos ejércitos, la última campaña contra los realistas podía
terminarse en algunas semanas, con todas la seguridades del triunfo. San Martín
había solicitado hasta entonces en vano, que se remplazasen las pérdidas que
había experimentado la división de su ejército, enviada en auxilio de Sucre.
Por otra parte, era preciso entenderse sobre la desmembración de Guayaquil, que
tanto chocaba a las ideas de San Martín, con respecto a los deberes de los
Generales que combatían contra España.....
Impulsado por
estos y otos motivos, San Martín solicitó a Bolívar una entrevista en
Guayaquil; pero este General tuvo atenciones que le estorbaron acudir el día
designado para la solicitada conferencia. Al fin, citados por una segunda vez,
los dos jefes de los ejércitos de la América del Sur se hallaron reunidos bajo
un mismo techo. Cado uno de ellos tenía la más alta idea de la capacidad
militar del otro... Pero si la estimación del mérito era igual en ambos,, las
miras, ideas y proyectos de cada uno era enteramente distintos.
Bolívar abrigaba
decididamente designios para el porvenir; tenía un plan de ideas que
desenvolver por los acontecimientos; había allí, en aquella cabeza, proyectos
en bosquejo, política y ambición de gloria, de mando, de poder. San Martín
había muy en mala hora venido a continuar por su lado la obra de la
emancipación de la América del Sur que Bolívar se sintió llamado a realizar por
sí solo. San Martín, por el contrario, no queriendo ver más que el buen éxito de las operaciones
militares principiadas en el Perú, venía con el ánimo libre de toda idea
ulterior a solicitar la cooperación de Bolívar para llevar a buen fin la campaña... Solicitaba el
reemplazo de las bajas que había experimentado la división auxiliar dada a
Sucre, porque necesitaba soldados para continuar la guerra; pedía la reincorporación
de Guayaquil al Perú, porque había
pertenecido al virreinato.
Las conferencias
participaron de la posición en que se habían puesto ambos jefes. El uno
manifestaba abiertamente su pensamiento, el otro embozándolo cuidadosamente, a
fin de no dejar traslucir sus proyectos aún no maduros. San Martín, de talla
elevada, echaba sobre el Libertador, de estatura pequeña, y que no miraba a la
cara nunca para hablar, miradas escrutadoras, a fin de comprender el misterio
de sus respuestas evasivas de los subterfugios de que echaba mano para esconder
su conducta, en fin, de cierta afectación de trivialidad en sus discursos, {el,
que tan bellas proclamas ha dejado, él que gustaba tanto de pronunciar toast
(brindis) llenos de elocuencia y de fuego. Cuando se trataba de reemplazar las
bajas, Bolívar contestaba que esto debía estipularse de gobierno a gobierno;
sobra facilitar su ejército para terminar la campaña del Perú, oponía su
carácter de Presidente de Colombia, que le impedía salir del territorio de
Colombia; él, Dictador, que había salido para libertar la Nueva Granada y Quito
y agregándolas a Venezuela.
San Martín creyó
haber encontrado la solución de las dificultades, y como si contestase al
pensamiento íntimo del Libertador: «Y bien, General, le dijo, yo combatiré bajo
sus órdenes. No hay rivales para mí cuando se trata de la independencia
americana. Esté usted seguro, General, venga al Perú; cuente con mi sincera
cooperación; seré su segundo». Bolívar levantó repentinamente la vista, para contemplar el semblante de San Martín, en donde estaba
pintada la sinceridad del ofrecimiento. Bolívar pareció vacilar un momento;
pero en seguida, como si su pensamiento hubiese sido traicionado, se encerró en
el círculo de imposibilidades constitucionales, que levantaba en torno de su
persona, y se excusó de no aceptar aquel ofrecimiento tan generoso......
San Martín ha
dejado ignorar en América durante veinte años el objeto y el resultado de la
entrevista de Guayaquil, no obstante de las versiones equivocadas y aún injuriosas
que sobre ello ha hecho. No hace dos años que el comandante Lafond, de la
marina francesa, publicó Les Voyagues autour du monde, la carta de San Martín a
Bolívar que retrata todos los puntos cuestionados allí. Esta carta es la clave
de los acontecimientos de aquella época, y por otra parte, revela tan a las
claras el carácter y posición de los personajes, que vale la pena de copiarla
íntegramente... (Aquí Sarmiento inserta la polémica carta de Lafond)
Ya hemos
señalado que Sarmiento repitió en varias oportunidades esta versión primigenia.
Pero en un manuscrito que data de 1867 Sarmiento nos da una versión que intenta
reproducir la pretendidas confidencias recibidas del propio San Martín, en un
estilo intimista, en donde incluso atribuye a San Martín adjetivos mordaces
contra Bolívar, tal como el de «hipócrita» y que estamos seguro que no debe ser
más que simple cosecha personal de Sarmiento.
Como ha señalado
el eximio historiador argentino Enrique de Gandía, este manuscrito vino a
completar la visión homérica de la entrevista de Guayaquil, cuyo comienzo fuera
el discurso ante el Instituto Histórico de Francia. Esta versión homérica, en
la que Bolívar aparece como el frío, ambicioso, calculador y vencedor, y San
Martín como el humilde y desinteresado que solo toma en cuenta el bien de
América y que acepta estoicamente su retiro de la gesta emancipadora, es la
versión que durante mucho tiempo ha predominado y que incluso aún en nuestros
días no pierde tal vigencia. Sin embargo no hay versión más alejada de la
verdad de lo acontecido en julio de 1822, en Guayaquil, entre los libertadores
de América. La versión del manuscrito de 1867 es la siguiente:
“En 1846,
gozando de muy cordial consideración de parte de San Martín, visítelo
frecuentemente en Grandburgo, su residencia de campo, a los alrededores de
París. Se me había prevenido que el general gustaba poco de hablar de lo
pasado. Una vez, después de almorzar, habíamos ambos pasado a su habitación a
fumar. Sobre la puerta de entrada estaba una litografía que representaba a
Bolívar. Fumando y mirándola, como lo que no tiene nada mejor que hacer,
pregunté al general: ¿Se parece esa pintura a Bolívar?. Bastante, me contestó.
La conversación continuó sobre este punto y aquí lo más sustancial; era, ,
dijo, el general, un hombre de baja estatura, movedizo, miraba de soslayo:
nunca, durante toda la conferencia, pude conseguir que mirase a la cara.
Restábamos ambos sentados en un sofá. El objeto de mi visita era muy simple.
Desde luego la anexión de Guayaquil, que había dado ocasión a desavenencias.
Nuestra misión como generales, le decía yo, es solo vencer a los españoles. Los
pueblos arreglarán sus límites. Por otra parte, yo no tenía fuerzas para abrir
una nueva campaña contra los españoles, y era necesario reunir nuestras
fuerzas. Iba pues a ofrecerle el mando en jefe de ambos ejércitos, poniéndome
yo a sus órdenes.
A todo esto,
Bolívar oponía que él dependía absolutamente del Congreso de su país y que no
podía arreglar nada de por sí. San Martín me decía al referirme esto: Imagínese
usted que lo dominaba de todo mi busto, y estaba viendo a aquel hipócrita,
confuso, mirando a un lado mientras daba pueriles excusas para disimular su
deseo de mandar solo. No pude arrancarle una respuesta clara y la conferencia terminó
sin arribar a resultado alguno.
A la noche se
presentó, añadía San Martín, un general, en mi dormitorio, a ofrecerme el mando
del ejército colombiano en nombre de todos los generales del ejército,
cansados, decía, del despótico y falta de miramiento de Bolívar. Contéstele que
todo el servicio que podía hacerle era no dar aviso inmediatamente a Bolívar de
aquel designio que desaprobaba altamente, conjurándoles a mantenerse en los
límites de la subordinación.”
¿Realmente San
Martín hizo tales confidencias? En verdad ello no parece tener visos de
verosimilitud. Es probable que Sarmiento escuchara de San Martín algunos
comentarios sobre su entrevista con Bolívar, pero estos pocos datos los conjugó
con los que su imaginación se forjó sobre este acontecimiento, y, lo que es más
importante, sobre lo que comenzaba a circular ya como la versión de los
simpatizantes de San Martín, que por esas cosas de la historia se convirtieron
en detractores de Bolívar. Sarmiento poseía un conocimiento muy superficial sobre
la psicología de los libertadores. Lo que si es importante destacar es el hecho
del aprovechamiento de la versión de Lafond y su carta del 29 de agosto de San
Martín a Bolívar, que en aquella época no tenía carácter controversial y que en
el siguiente apartado analizaremos.
Para una
adecuada valorización del testimonio de Sarmiento debemos precisar que
Sarmiento no dejó de ser mas que un simple visitante cuando llegó a Gran Bourg
y, como el mismo lo dice, San Martín no solía hacer confidencias sobre acontecimientos
pasados, muchos menos sobre el espinoso asunto de su entrevista con Bolívar,
del cual ni siquiera a sus amigos más íntimos informó ampliamente. A Tomás
Guido, al cual le hizo algunas revelaciones el 20 de setiembre de 1822, tiempo
después, en misiva de 18 de diciembre de 1826 le prometió enviarle documentos
que le explicarían el por qué de su retiro del Perú, pero esto no pasó de ser
solo una promesa. (8)
Vicente Lecuna
al referirse al manuscrito de 1867, expresa: “Estas declaraciones fueron hechas
por el general San Martín al señor Sarmiento en 1846, veinticinco años después
de los acontecimientos y Sarmiento las escribió en 1867 o sea a los cuarenta y
cinco años de los sucesos. Quizá la acción del tiempo tuviera influencia en el
contenido de tan inverosímiles especies”. (9)
Lecuna, en el
fondo, acepta que San Martín hizo tales confidencias. Un análisis más detenido
de esto lleva a la conclusión que Sarmiento, con unos pocos elementos de juicio
proporcionados por San Martín, dejó realmente correr su imaginación y terminó
creando una leyenda en torno a la entrevista. Como bien lo señalara Gandía:
“Todo lo que Sarmiento refirió de la célebre entrevista, como oído de boca de
San Martín, es la simple glosa y repetición de lo que escribió Lafond. Sarmiento
conoció y citó su obra y solo agregó el detalle de un oficial de Bolívar que se
presentó ante San Martín a ponerse a sus órdenes. Este pormenor puede ser
cierto y también puede ser inventado para contrabalancear el ofrecimiento que
San Martín había hecho a Bolívar. San Martín no dio ningún dato nuevo a
Sarmiento...” (10)
NOTAS
(1) Misiva de
Cruz a O’Higgins de 22 de agosto de 1822. En: -Vicuña Mackenna “El General D.
José de San Martín, considerado según documentos enteramente inéditos” (1863); pp.
51-54. Vicuña Mackenna fue el primero en reproducirla. -Otero, José Pacífico.
“Historia del libertador D. José de San Martín” (1932) t. III; pp. 735-738
(2) Pérez
Amuchástegui, A.J. “«La carta de Lafond» y la preceptiva historiográfica”
Gandía, Enrique de. “San Martín: Su pensamiento político”
(3) Tomás Guido.
“San Martín se retira del Perú”. En: -Busaniche, José Luis. “San Martín visto
por sus contemporáneos”; pp. 228239
(4) Vicuña
Mackenna. Obra citada. Fue el primero en reproducir este testimonio. También
en: -Busaniche, José Luis “San Martín visto por sus contemporáneos”, bajo el
subtítulo de “El Solitario de Bruselas”; pp. 267-271
(5) Balcarce a
Mitre de 8 de agosto de 1822. En: -Colombres Mármol, E. L (hijo) “¡¿Es apócrifo
el testamento político de San Martín?! ¡¿Fue falsificado en el Perú?!; pp.
159-161
(6) Lecuna,
Vicente. “La Carta apócrifa de Lafond: Contestación al prof. Bernard” En: B. De
la A.N. de la H., Caracas, octubre-diciembre 1949; páginas 337-345.
(7) Todos los
trabajos históricos de Sarmiento sobre San Martín en: -Sarmiento D.F. “Obras
Completas” -Sarmiento, D.F. “Vida de San Martín”. (Buenos Aires: Editorial
Claridad, 1939. Compilación y prólogo de Enrique Espinoza). El Manuscrito
Sarmiento de 1867. En: Lecuna, Vicente. “La entrevista de Guayaquil” (1952);
pp. 281.282
(8) San Martín a
Guido, Fechada en Bruselas: 18 de diciembre de 1826. En: -Documentos del
Archivo de San Martín, tomo VI; p. 502.
(9) Lecuna,
Vicente. “La Entrevista de Guayaquil” (1952); p. 289
(10) Gandía,
Enrique de “San Martín: Su pensamiento político”; p. 184
C) LA CONTROVERTIDA MISIVA DE SAN MARTÍN
A BOLÍVAR DE 29 DE AGOSTO DE 1822
Hemos,
deliberadamente, dejado para el último el análisis de este presunto testimonio
personal de San Martín. Ello debido a que
sobre la autenticidad de dicho documento se ha desatado un ardorosa,
apasionada y apasionante polémica.
Podemos decir
que existen dos posiciones irreconciliables, que muchas veces van más allá de
los argumentos para entrar en el terreno vedado de los epítetos insultantes, de
la burla, del sarcasmo. Un grupo sostiene que esta misiva es apócrifa, en tanto
que otro afirma que es auténtica. Hay una tercera posición: la que sostiene que
a pesar de que ella tiene casi todas las características de ser auténtica, sin
embargo, no se puede aún concluir que ella posea tal carácter.
Dentro del grupo
de los que sostienen su autenticidad encontramos que hay historiadores que la
consideran como un documento más del archivo de San Martín (en verdad no forma
parte de dicho archivo), sin ninguna especial importancia, en tanto que otros
ven en ella una pieza documental fundamental, trascendental y de la cual no se
debe ni puede prescindir, ya que no sólo permite conocer pormenores de la
entrevista, sino que además permite captar en toda su grandeza el carácter
extraordinario del personaje argentino. Vamos a tener oportunidad de analizar
cada una de estas posiciones a través de sus principales representantes. Pero,
previamente, debemos ver qué circunstancias, qué factores han determinado las
dudas tejidas en torno a su autenticidad.
Debemos decir,
en primer lugar, que no existe el manuscrito original de esta misiva y ello
constituye uno de los argumentos (no el único ni el de más peso) de los que le
niegan su autenticidad. Resulta inexplicable, para dichos historiadores, que
ella no se encuentre en el ingente archivo de Bolívar, y aún más misterioso
(suponiendo hipotéticamente que Bolívar, por interés, la destruyera) que no se
halle entre los papeles conservados por San Martín.
Si no existe ni
el original ni el borrador de esta misiva, cómo es entonces que pudo llegar a
ser conocida y divulgada. Ello fue posible gracias a Gabriel Lafond de Lurcy,
de nacionalidad francesa, quien estuvo al servicio de la marina peruana después
de la primera rendición del Callao. Viajó a Guayaquil con la escuadra peruana
en la fecha que se efectuó la conferencia entre los libertadores. Allí conoció,
de vista, al Protector San Martín. Veintiún años después Lafond publicó, en
París, una obra titulada "Voyages autour du monde et naufrages
célèbres" (Paris, Administration de la Libraire, 26 rue Notre Dame -des-
Victoires, 1843-1844), cuyo segundo volumen está consagrado a la independencia
americana. Para escribir ese volumen Lafond solicitó a San Martín documentos,
según se puede constatar en 8 cartas sucesivas existentes en el archivo de San
Martín. Justificaba Lafond su pedido argumentando que buscaba la verdad, porque
se proponía "rebatir alegaciones que yo creo una calumnia" (Leguía y
Martínez, G., 1972, tomo VII; p. 240).
El mismo año de
la edición francesa de la obra de Lafond, la carta se publicó, en traducción al
italiano, en la obra titulada "Racolta di viaggi dalla Scoperta del nuovo
continente, fino a di nostri, compilata da F.C. Marmocchi". La primera
edición castellana de la misiva fue hecha por Juan Bautista Alberdi, en 1844,
en su "Biografía del General San Martín". En 1848, al publicarse el
discurso pronunciado por J. F. Sarmiento en el Instituto Histórico de Francia,
apareció ella por cuarta vez, en esta oportunidad nuevamente en francés.
Habiendo sido
Gabriel Lafond de Lurcy el primero en haberla publicado, las primeras
interrogantes que de inmediato se plantean son acerca de cómo llegó a tener
conocimiento de ella y quién o quiénes se la proporcionaron. O acaso fue el
propio Lafond quien fabricó este documento. Surge aquí el primer eslabón de las
preguntas sin respuestas definitivas. Algunos sostienen (Bartolomé Mitre, el
primero) que fue el propio San Martín quien se la proporcionó. Señala Mitre que
él llega a esa conclusión porque, según nos dice, en una carta de Lafond a San
Martín, de 2 de abril de 1840, se hace referencia a dos documentos recibidos
del libertador argentino, y que después de haberlos utilizado los devuelve. Mitre
supone (esa es la verdad) que uno de los dos documentos mencionados debió ser
la carta del 29 de agosto de 1822. Historiadores recientes, como Arturo Ricardo
Yungano sostienen una variante de esa posición, al argumentar que lo que le
mostró San Marín a Lafond fue el borrador de su carta que dirigiera, en 1827, a
Miller, siendo realmente J. F. Sarmiento quien difundió la controvertida carta
de Lafond. Al respecto Yungano dice: "Gabriel Pedro María Lafond de Lurcy
nació en París en 1801 y murió en esa misma ciudad en 1876. Prestó servicios en
la marina mercante francesa y en 1821 actuó en la armada peruana por pedido de
Tomás Guido (1788-1866). El 5 de septiembre de 1839, se reunió con San Martín
en París para informarle sobre su obra Memoria de viajes alrededor del mundo.
Se entabló entre ambos una cordial amistad y el Libertador le entregó una copia
de la carta que había remitido al general Guillermo Miller (1795-1861) fechada
en Bruselas, en 1827, con detalles sobre la entrevista de Guayaquil. Sarmiento
difundió la carta de Lafond; sin embargo, en 1851 duda de su autenticidad ¿acaso
no habría aceptado el legado del sable del libertador a Rosas?-, pero en 1857
vuelve a rectificarse y acepta la veracidad del relato original, lo cual
también se patentiza en la Oración fúnebre que pronuncia en ocasión de la
llegada a Buenos Aires de los restos del Libertador. (Discurso de A. R.
Yungano, de 20 de setiembre de 1995, en el acto de incorporación como miembro de número en la Academia
Sanmartiniana).
La posición de Yungano
es, sin embargo, totalmente deleznable, porque si lo que entregó San Martín a
Lafond fue el borrador de la misiva dirigida a Miller, entonces como explicar
la razón por la cual Lafond reprodujo otra misiva, y, por otra parte, como es
fácil deducir, seguiríamos en el enigma
acerca del verdadero dador del controvertido documento.
Otros
historiadores sostienen que quien realmente se la entregó fue el ayudante y
secretario de Bolívar (tal es la opinión de José Pacífico Otero y Enrique de
Gandía, entre otros), pero, de inmediato, surge el problema de determinar cuál
de los secretarios fue el supuesto dador. E. de Gandía sostiene que fue
Mosquera; J. P. Otero, en cambio duda entre Mosquera y Pérez. Por otro lado,
Ricardo Rojas duda entre San Martín y el secretario de Bolívar.
Colombres Mármol
(h) cree que la versión de la carta dada a conocer por Lafond es del original,
en tanto que la de Alberdi lo es del borrador. Por tanto, no sería, como se
suponía, que Alberdi la reprodujera del libro de Lafond, sino que ambas
versiones fueron independientes; esto –según el citado autor- explicaría el
porqué de las diferencias entre una y otra versión. Tanto para Tomás Diego
Bernard como para E. L Colombres Mármol (h) fue Mariano Balcarce (yerno de San
Martín) quien mostró a Alberdi el borrador de la misiva y no el propio San
Martín, el cual se encontraba de viaje el día que Alberdi llegó a visitarlo.
Para Germán
Leguía, historiador peruano, la carta es auténtica sin lugar a duda alguna,
existiendo la posibilidad de encontrarse extraviada en algún lugar de Colombia
o haber ocurrido que recibida por Bolívar, haber sido destruida sin respuesta
alguna, así como sin comentarla entre nadie y mucho menos mostrarla a ninguno
de sus allegados. Consideramos que no es verosímil la segunda hipótesis (su
destrucción por parte del propio Bolívar).
Para aquellos
que niegan su autenticidad existe asimismo el difícil problema de responder a
diversas interrogantes, tales como: ¿Quién o quiénes fueron sus falsificadores?
¿Qué objetivos se perseguían con esta falsificación? ¿Cómo se explica que San
Martín consintiese su divulgación? Estas preguntas tampoco han sido respondidas
de una única manera. Para los historiadores venezolanos, sus principales
impugnadores, (Vicente Lecuna y Cristóbal L.
Mendoza, los más
eximios críticos de ella), perseguía esta misiva desprestigiar a Bolívar y
exaltar, a costa del Libertador, a San Martín, aprovechando el suceso de la
entrevista de Guayaquil, para hacer aparecer a Bolívar como ambicioso, vanidoso
y de un personalismo enfermizo, en tanto que a San Martín se mostraba lleno de
desprendimiento, desinterés y bondad; y no sólo esto, sino que intentaba además
justificar su retiro del Perú en momentos tan difíciles en la lucha de este
país contra las fuerzas realistas, y no podía ser de mejor forma que echándole
la culpa a Bolívar de tal decisión. Esta sería la razón por la cual San Martín
consintió en su divulgación. El falsario no fue San Martín sino únicamente
Lafond.
El historiador
argentino A. J. Pérez Amuchástegui sostiene que los dadores de esta misiva a
Lafond fueron los miembros del grupo peruanista. Para este historiador, este
documento fue fraguado poco después que Bolívar abandonó definitivamente el
Perú, por los miembros del grupo peruanista, que era eminentemente
antibolivarista, con el fin de desprestigiar a Bolívar y tomar ellos las
riendas del Estado. Lafond la recibió y viéndola interesante la publicó sin
dudar de su autenticidad, pues el propio San Martín tomó conocimiento de ella
al leer las pruebas de su obra (la obra de Lafond). El libertador argentino
consintió su divulgación, según Pérez Amuchástegui, porque ella representaba un
elemento útil y capaz de concurrir a la pacificación y orden del Perú.
Para Irrazaval
Larraín, el verdadero falsificador fue el propio San Martín, con el fin de
justificar su retiro del Perú. Similar posición la encontramos en Rufino Blanco
Fombona, eximio historiador venezolano, quien aceptaba la autenticidad de la
controvertida misiva, incluso decía: "nadie duda que sea de San Martín. Lo
que se duda es que fuera escrita y enviada en 1822". Esta interpretación
Rufino Blanco Fombona la apoya en hechos de gran importancia: el no existir su
original, el no existir la respuesta de Bolívar, porque, nos dice el citado
historiador, si Bolívar hubiese recibido dicha misiva la hubiese respondido y
por lo tanto esa respuesta se hubiera encontrado en el archivo de San Martín.
La Carta
Antes de
analizar, con más minuciosidad, los argumentos que se han esgrimido a favor y
en contra de la autenticidad de la misiva del 29 de agosto de 1822, es
necesario que la conozcamos, para así poder comprender mejor las diversas
argumentaciones.
"Lima, 29
de agosto de 1822 Excmo. Señor Libertador de Colombia, Simón Bolívar. Querido General.
Dije a usted en
mi última, de 23 del corriente, que habiendo reasumido el mando supremo de esta
república con el fin de separar de él al débil e inepto Torre Tagle, las
atenciones que me rodeaban en aquel momento no me permitían escribirle con la
extensión que deseaba; ahora al verificarlo, no sólo lo haré con la franqueza
de mi carácter, sino con la que exigen los grandes intereses de América.
Los resultados
de nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la pronta
terminación de la guerra. Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido, o
que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las
fuerzas de mi mando, o que mi persona le es embarazosa. Las razones que usted
me expuso, de que su delicadez no le permitiría jamás mandarme, y que, aún en
el caso de que esta dificultad pudiese ser vencida, estaba seguro que el
Congreso de Colombia no consentiría su separación de la
República,
permítame general, le diga no me han parecido plausibles. La primera se refuta por
sí misma. En cuanto a la segunda, estoy muy persuadido, que la menor
manifestación suya al Congreso sería acogida con unánime aprobación cuando se
trata de finalizar la lucha en que estamos empeñados, con la cooperación de
usted y la del ejército de su mando; y que el alto honor de ponerle término
refluirá tanto sobre usted como sobre la república que preside.
No se haga
ilusión, General. Las noticias que tiene de las fuerzas realistas son
equivocadas; ellas montan en el Alto y Bajo Perú a más de 19 000 veteranos, que
pueden reunirse en el espacio de dos meses. El ejército patriota, diezmando por
las enfermedades, no podrá poner en línea de batalla sino 8500 hombres, y de
éstos, una gran parte reclutas. La división del general Santa Cruz (cuyas bajas
según me escribe este general, no han sido reemplazadas a pesar de sus
reclamaciones) en su dilatada marcha por tierra, debe experimentar una pérdida
considerable, y nada podrá emprender en la presente campaña. La división de
1400 colombianos que usted envía será necesaria para mantener la guarnición del
Callao y del orden de Lima. Por consiguiente, sin el apoyo del ejército de su
mando, la operación que se prepara por puertos intermedios no podrá conseguir
las ventajas que debían esperarse si fuerzas poderosas no llamaran la atención
del enemigo por otra parte, y así la lucha se prolongará por un tiempo
indefinido. Digo indefinido porque estoy íntimamente convencido, que sea cuales
fueren las vicisitudes de la presente guerra, la independencia de América es irrevocable;
pero también lo estoy, de que su prolongación causará la ruina de sus pueblos,
y es un deber sagrado para los hombres a quienes están confiados sus destinos,
evitar la continuación de tamaños males.
En fin, general;
mi partido está irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes entrante he
convocado el primer congreso del Perú, y al día siguiente de su instalación me
embarcaré para Chile, convencido de que mi presencia es el solo obstáculo que
le impide a usted venir al Perú con el ejército de su mando. Para mí hubiese
sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las
órdenes de un general a quien la América debe su libertad. El destino lo
dispone de otro modo, y es preciso conformarse.
No dudando que
después de mi salida del Perú, el gobierno que se establezca reclamará la
activa cooperación de Colombia, y que usted no podrá negarse a tan justa
exigencia, remitiré a usted una nota de todos los jefes cuya conducta militar y
privada puede ser a usted de alguna utilidad su conocimiento.
El general
Arenales quedará encargado del mando de las fuerzas argentinas. Su honradez,
coraje y conocimientos, estoy seguro lo harán acreedor a que usted le dispense
toda consideración.
Nada diré a
usted sobre la reunión de Guayaquil a la República de Colombia. Permítame,
general, que le diga, que creí que no era a nosotros a quienes correspondía
decidir este importante asunto. Concluida la guerra, los gobiernos respectivos
lo hubieran transado, sin los inconvenientes que en el día pueden resultar a
los intereses de los nuevos estados de Sud América.
He hablado a
usted, general, con franqueza, pero los sentimientos que exprime esta carta,
quedarán sepultados en el más profundo silencio; si llegasen a traslucirse, los
enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para perjudicarla y los
intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia.
Con el
comandante Delgado, dador de ésta, remito a usted una escopeta y un par de
pistolas juntamente con un caballo de paso que le ofrecí en Guayaquil. Admita
usted, general, esta memoria del primero de sus admiradores.
Con estos
sentimientos y con la de desearle únicamente sea usted quien tenga la gloria de
terminar la guerra de la independencia de América del Sud, se repite su
afectísimo servidor.
José de San
Martín" (1)
Argumentos
Veamos, en
primer lugar, los argumentos esgrimidos por los impugnadores de esta denominada
«carta de Lafond». V. Lecuna y C. L. Mendoza son los historiadores más
representativos de este grupo. Sus argumentos son los siguientes:
1° En la carta
de Lafond se dice que los españoles del Perú contaban con 19000 veteranos, y
esto es falso y anacrónico, debido a que dicho número sólo fue alcanzado en
1824. Este dato equívoco demuestra que la carta fue elaborada después de que el
jefe del Estado Mayor O’Connor publicó, en Potosí, el 9 de abril de 1825, la
relación de los rendidos a consecuencia de la capitulación de Ayacucho, la cual
arrojaba exactamente 18598 hombres. En cambio, en 1822, el número de realista
era sólo de 9530. En tanto que en esa misma época el ejército patriota poseía
11000 efectivos. Por esto resulta falsa la aseveración de la inferioridad del
ejército libertador.
2° En la carta
de Lafond se consigna que las bajas de la división de Santa Cruz no habían sido
reemplazadas, cuando en realidad esto llegó a suceder hasta en dos
oportunidades: la primera en Quito, de los prisioneros de Pichincha, y la
segunda en Cuenca, con todo el batallón del Sur adiestrado por Heres.
3° La discutida
carta señala que la división de Santa Cruz marchaba por tierra, cuando la
verdad es que lo hizo por vía marítima.
4° La misiva
hace referencia a que San Martín solicitó a Bolívar auxilio militar. Esto es
falso, por tres motivos:
a) San Martín no
solicitó dichos refuerzos.
b) Si admitiéramos,
hipotéticamente, la posibilidad de dicha petición, el Libertador no se hubiese
podido negar, existiendo ya un tratado de federación entre Perú y Colombia,
suscrito de 6 de julio de 1822.
c) Admitiendo,
hipotéticamente, dicha solicitud, sería inexplicable por qué no recurrió a
Chile y las Provincias Unidas del Río de la Plata, donde San Martín poseía gran
influencia y de cuyos gobiernos dependía la expedición libertadora del Perú.
5° La carta de
Lafond es falsa, porque San Martín no podía decir que necesitaba ayuda del
ejército colombiano, cuando a sus amigos les dijo que la suerte del Perú estaba
asegurada. Así se los expresó al Congreso Peruano, a O’Higgins, a Toribio
Luzuriaga y a Rudecindo Alvarado.
6° La versión
dada por Lafond está en contradicción con la versión de Bolívar.
7° Es falsa la
carta porque de ser verdadera Bolívar le hubiera dado respuesta, como era su
costumbre. Dicha respuesta no existe.
Pérez
Amuchástegui, a pesar de ser un historiador argentino (la nacionalidad del historiador
cuenta bastante en este tema, porque muchos de ellos no pueden superar el
subjetivismo chovinista y el culto al héroe) también ha impugnado la
autenticidad de la carta de Lafond. Su análisis tiene matices muy propios y de
gran valor, difiriendo en múltiples aspectos de los argumentos utilizados por
los estudiosos venezolanos. Trataremos de sintetizar, lo más fielmente posible,
el análisis de Pérez Amuchástegui.
En primer lugar
hace una crítica morfológica (de autenticidad) de la misiva, y ella le
demuestra que: "La carta de Lafond no es ni puede ser «auténtica» por la
sencilla razón de que no se trata del original ni tampoco de un duplicado ni de
una copia. La carta de Lafond sería, como máximo, una eventual versión francesa
de una carta escrita en castellano".
En cuanto a la
crítica aletológica (de veracidad) también lo lleva a la conclusión de que ella
es apócrifa. Señala, que si bien es verdad que San Martín conoció las cuatro
primeras versiones de la carta, no es menos cierto que él no la proporcionó,
limitándose tan sólo a consentir su divulgación.
La crítica
aletológica lleva a demostrar su apocrificidad, por los siguientes hechos:
a) Es imposible
que San Martín le hubiese dicho a Bolívar que en dos meses los realistas podían
reunir 20000 hombres, debido a que éstos se encontraban muy dispersos.
b) San Martín no
hubiera pretendido pedir que Bolívar pasase con todo su ejército al Perú, pues
el territorio colombiano no estaba totalmente pacificado.
c) Los epítetos
despectivos que San Martín da en esta misiva a Torre Tagle son injustificables,
pues en aquella época tenía en muy buen concepto al marqués
d) Es imposible
que San Martín le dijera que había convocado el congreso como consecuencia de
los resultados de la entrevista, pues esta convocatoria había sido realizada
con cinco meses de anticipación.
e) Es
inadmisible que San Martín le expresara que le había escrito una carta el 23 de
agosto, pues en carta fechada desde Mendoza a 3 de agosto de 1823 le dice (a
Bolívar) que hasta antes de esta última misiva le había escrito sólo otras dos:
una "pocos días antes" de la salida de Lima, y la otra desde Chile.
Por otro lado, si realmente le hubiera escrito esa pretendida carta del 23 de
agosto, en ella debió comunicarle la pronta instalación del Congreso (que ya
estaba acordado por aquel día) y no aparecer ella como primicia en la del 29 de
agosto.
f) Es ilógico
que San Martín se refiera a la designación de Álvarez de Arenales como
comandante de las fuerzas argentinas y no a Rudecindo Alvarado que fue quien
realmente quedó como jefe del ejército libertador y cuyo nombramiento se había
hecho con bastante anterioridad.
La crítica
axiológica (de valoración) señala que la misiva del 29 de agosto no carece de
valor, pero éste solo reside en el hecho de que San Martín entendió razonable
dejarla circular "porque en sus días representaba una versión incompleta y
desfigurada, pero no enteramente falsa, que, al mismo tiempo, era útil para el
Perú".
Pérez
Amuchástegui señala, en conclusión, que la carta de Lafond es apócrifa, pero
sin que ello signifique que no contenga algunas verdades, pero que ellas distan
mucho de representar la verdad de lo acontecido. La misiva fue fraguada después
de 1826 por el grupo peruanista interesado y empeñado en echar lodo sobre
Bolívar, el cual recién abandonaba el Perú, pero cuya influencia se dejaba
sentir. Algún «secuaz» (es el término que emplea Pérez Amuchástegui) del
llamado grupo peruanista entregó a Lafond la misiva, el cual sin sospechar la
superchería la llevó a Europa y la publicó, con tanta más confianza cuanto que
San Martín tomó conocimiento de ella al leer las pruebas de la obra del viajero
francés y no hizo la menor objeción. San Martín consintió su difusión porque
ella, en su época, "representaba un elemento útil y capaz de concurrir a
la pacificación y orden del Perú". Aquí estaría la explicación del por qué
San Martín en un álbum entregado a Sarmiento, le dedicó el siguiente
pensamiento del suizo Francisco Rodolfo de Weiss:
"Un
prejuicio útil es más razonable que la verdad que le destruye".
Los principales
sostenedores de la autenticidad de la carta del 29 de agosto de 1822, que han
esgrimido valiosos argumentos a favor de ella y refutado las críticas de sus
impugnadores, son: los argentinos Enrique de Gandía,
Ricardo Rojas y
Colombres Mármol (h); el uruguayo Ariosto D. González, el paraguayo Julio César
Chaves y el germano Gerhard Masur. No está de más aclarar que sólo mencionamos
a los más representativos historiadores que, después de un análisis minucioso
de la misiva, terminaron por pronunciarse favor de su autenticidad.
Los defensores
de la autenticidad de este documento esgrimen, en la actualidad, un argumento
común de muy gran peso, cual es el señalar que esta controvertida misiva está
confirmada por los otros testimonios irreprochables de San Martín, cuales son
las cartas a Miller (1827) y Castilla (1848).
Ya hemos
señalado que, mientras que para algunos historiadores este documento posee una
importancia fundamental, en cambio para otros no tiene ningún valor singular e
incluso puede prescindirse de él. Mitre la bautizó como el "testamento
político" de San Martín, concepto en el cual le sigue Colombres Mármol
(h). Levene, por su parte, considérala como un "documento fundamental de
la historia argentina y americana". En cambio Gandía y Chaves le restan
total importancia. Gandía dice que "...la carta de Lafond no es ninguna
columna vertebral de la historia sanmartiniana, como alguien ha dicho,
enfáticamente, sino uno de los tantos documentos del archivo de San Martín que
nada agrega ni nada quita a la gloria y al conocimiento de los detalles más
significativos de la vida del Gran Capitán. Más aún: esta carta, mal leída, ha
sido causa del desentendimiento y del odio que ha separado, desde hace un siglo,
a los historiadores sanmartinianos y a los historiadores bolivarianos". Y
J.C. Chaves, sentencia: "...en el estado actual de las investigaciones
para explicar el misterio de Guayaquil, carece la famosa carta de importancia,
pues lo dicho en ella por San Martín lo repitió después casi con las misma
palabras al General Miller y al Mariscal Castilla. Ni un ápice varía la tesis
sanmartiniana si se deja de lado".
Gandía ha hecho
un análisis comparativo muy cuidadoso y crítico entre el contenido de la carta
de Lafond con las versiones dadas por el propio Bolívar, y ha encontrado que
existe una fiel correspondencia entre ambas versiones, lo cual –según Gandía-
demuestra fehacientemente la autenticidad de la carta del 29 de agosto, porque
ya no sólo hay fidelidad entre ella y los otros documentos emanados del propio
San Martín, sino lo que es más importante, entre ella y los propios testimonio
de Bolívar.
El historiador
uruguayo Ariosto D. González ha hecho un acucioso análisis del controvertido
documento, pronunciándose a favor de su autenticidad. Señala los siguientes
factores que deben ser tenidos en cuenta al hacer el análisis en torno a su
autenticidad:
1° Las cuatro
primeras ediciones de esta misiva fueron hechas en vida de San Martín y más
aún, fueron conocidas por él.
2° San Martín
guardaba profundos recuerdos de la entrevista de Guayaquil. Lafond, Alberdi y
Sarmiento lo visitaron y recibieron confidencias de él e incluso Lafond recibió
documentos. Además, San Martín conoció los trabajos de ellos y nunca rectificó
lo concerniente a la carta del 29 de agosto.
3° Uno de los
argumentos esgrimidos por los historiadores venezolanos para señalar su
carácter apócrifo, es el de sostener que ella es lesiva a la gloria del
Libertador. En realidad esto es falso, ya que la carta sólo refleja la versión
de San Martín.
4° Los
impugnadores señalan que San Martín no ofreció a Bolívar servir bajo su mando.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que esta misma versión que aparece en la
controvertida carta, la repitió a Manuel Guerrico, a Sarmiento y a Castilla.
5° Señalan los
impugnadores que San Martín no solicitó ayuda militar. Pero lo cierto es que
San Martín les afirmó a Guido, Guerrico, Alberdi, Sarmiento,
Miller y
Castilla que él pidió a Bolívar la colaboración de todo el ejército
colombiano.
6° Señalan los
impugnadores que el dato consignado en la carta de Lafond de 19000 realistas,
para referirse al efectivo total del ejército realista en agosto de 1822, es
falso y que ha sido tomado de la relación publicada por O’Connor en Potosí, en
1825, lo cual demuestra la superchería. En realidad este argumento es sólo una
suposición, la cual carece de real fundamento.
7° El hecho de
que Lafond no mencione cómo obtuvo la carta (que es otro argumento en su
contra) se explica en razón de que él era un simple autor de relato de viajes y
no un historiador, por lo tanto no preocupado por identificar la procedencia de
sus fuentes.
8° Toda
falsificación persigue un fin. Pero, de ser apócrifa ella, no se encuentra qué
objetivo u objetivos perseguía. 9° También sería inexplicable, de ser cierta la
falsedad de la misiva, el porqué San Martín consintió que ella circulara.
Las conclusiones
a que llega A. D. González, son las siguientes:
1° La carta de
29 de agosto de 1822 debe ser admitida como auténtica en cuanto a su forma
externa, material, y en lo relativo a su sentido espiritual.
2° Los hechos y
circunstancias afirmados en la misiva, coinciden con los sucesos ocurridos y,
aunque en detalle, pueden ser discutidos y rectificados, sólo debe ser con
independencia de la autenticidad física de lo escrito y de la fidelidad
intelectual de lo que se quiera expresar.
3° Dado el
conocimiento que el general San Martín tuvo del texto publicado por Lafond y
repetido por Alberdi y Sarmiento, hay que reconocer que lo aceptaba como
auténtico y verídico.
4° La
coincidencia de ese documento con las manifestaciones del general San Martín al
General Guido, al General Miller, a Alberdi, a Guerrico, a Sarmiento, al
Mariscal Castilla y con los sucesos ocurridos, le imprimen un sello de
autenticidad y hace que valga, también, y como testimonio del prócer.
J. C. Chaves ha
expuesto en su trabajo titulado "El portador de la Carta Lafond" un
enfoque de gran mérito, por su originalidad. Como en la misiva se hace mención
al Comandante Delgado como el encargado de haberla llevado a su destino, Chaves
dirigió su investigación a la identificación de este enigmático personaje, pues
de haber existido realmente, sería esto un elemento más, y de gran peso, a favor
de su autenticidad. Encontró Chaves que el tal comandante Delgado era el
segundo jefe del Regimiento Voltíjero (ex Numancia), el colombiano Miguel
Delgado. Este personaje partió para Colombia, a bordo del "Boyacá", a
fines de setiembre de 1822 y llegó a Guayaquil el 13 de octubre. Chaves cita en
comprobación de este dato, la carta de 14 de octubre del general Antonio
Morales dirigida a Santander, y en donde le dice: "Ayer ha llegado el
teniente coronel Delgado, que últimamente era comandante del Numancia; trae
muchos pliegos para el Libertador, y según dice la bruja lo llama el Congreso
de Lima".
Se sabe, por
otra parte, que Bolívar, el 11 de octubre, encontrándose en Loja, recibió
noticias del retiro de San Martín. De Loja, el Libertador volvió sobre Cuenca,
donde el día 27 resolvió marchar al norte. Pero al día siguiente, 28 de
octubre, intempestivamente cambió de parecer y decidió pasar al Perú. ¿Qué lo
llevó a tomar esta resolución? Lo decidió el haber recibido la carta de San
Martín de 29 de agosto de 1822, con el correo llegado de Guayaquil. El día 30
Bolívar le escribía a Santander: "Aseguro a Ud. que la correspondencia de
Lima ha multiplicado mis cuidados y mis responsabilidad, que es lo peor. Había
pensado ir a Bogotá por ceder a las instancias de Ud. y porque conocía la razón
para ello; pero he cambiado de resolución y ya no pienso más que en levantar
4000 hombres para mandarlos o llevarlos al Perú. Digo llevarlos porque no sé a
quien confiárselos en un país muy difícil y enredado; que no tiene que comer y
es carísimo; que no tiene agua y está helado; que no tiene gobierno y todos
mandan. En fin, contra un enemigo que parece terriblemente y que probablemente
cambia la suerte de América si no se le opone una resistencia vigorosa".
De Cuenca,
Bolívar pasó a Quito, y allí Delgado se entrevistó personalmente con Bolívar,
según se desprende de una carta del Libertador a Santander, en la cual le
expresa: "He visto a Córdoba y a Delgado, que han venido de Lima y no
añaden ninguna noticia: sólo sí confirman todo lo que antes le he escrito a
usted".
J.C. Chaves a
pesar de presentar la identificación del presunto dador de la controvertida
carta, sin embargo no sostiene enfáticamente su autenticidad y ello a pesar de
que según él existen tres factores más que hablan a favor de ella:
1° La carta es
del estilo inconfundible de San Martín.
2° San Martín
conocía la versión de la carta y no la desmintió; vale decir, la ratificó.
3° En las
misivas a Miller y a Castilla, San Martín dio idéntica explicación de la entrevista
y su retiro del Perú.
A pesar de todo
esto, Chaves cree que aún no están completos todos los elementos que acreditan
sin lugar a error, la autenticidad indubitable del controvertido documento. En
su obra "La Entrevista de Guayaquil", publicada en 1965, dice al
respecto: "Tanto lo que creen en su autenticidad como los que la niegan,
poseen argumentos convincentes que merecen consideración y respeto..." Y
párrafos más adelante, concluye: "...no creemos que a esta altura de la
investigación se pueda afirmar «en forma terminante» la autenticidad de la
carta de Lafond. Apenas nos inclinamos a considerarla verdadera".
Tal vez haya
influido para esta actitud dubitativa, pero tan llena de sinceridad y humildad
intelectual (cualidades realmente raras entre muchos de los diversos estudiosos
de esta carta, que llenos de vanidad, orgullo y poca modestia, se niegan a ver
los aspectos positivos de aquellos que sostienen ideas contrarias a las
propias, para encerrarse dentro de un círculo dogmático que es necesario
salvaguardar, recurriendo a todos los medios) las atingencias que le hiciera
Vicente Lecuna, en el sentido de que, por ejemplo, el presunto cambio
intempestivo de Bolívar de pasar al Perú, realmente no tiene tal
característica, pues el Libertador siempre estuvo alerta a la situación del
Perú, como es fácil comprobar leyendo el oficio de 9 de setiembre, la carta del
Libertador a Peñalver de 26 de setiembre, y las misivas a Santander de 13 de
setiembre y 11 de octubre. En esta última, se lee: "Todo esto (se refiere
a los inconvenientes de la guerra en el Perú, debido al «escape» de San Martín,
a la poca experiencia de Rudecindo Alvarado, al inconveniente de ser el
ejército la unión de efectivos de cuatro naciones, a la presencia de jefes
«facciosos», al avance realista hacia Lima) me hace pensar mucho sobre lo que
debo hacer. Ya yo estaba determinado por irme por enero a Bogotá, y ahora no sé
lo que haré, porque las cosas se están poniendo en un estado que
indispensablemente han de sufrir numerosas alteraciones, en bien o en mal; y en
uno u otro caso, siempre tenemos que resistir el choque de los vecinos
españoles o peruanos. En fin, dentro de quince días diré a Ud. definitivamente
lo que pienso hacer. Para entonces habré recibido mi correspondencia, pues hoy
no me ha venido: sólo me ha llegado una carta de cumplimiento del general La
Mar. Sin duda habrán ido a Guayaquil mis pliegos". (Lecuna, V.
"Cartas del Libertador", tomo III; pp.101-102).
Sostiene Lecuna
que el 28 de octubre recibió el Libertador noticias sobre la crítica situación
del Perú, de parte del jefe colombiano Paz del Castillo, y ello fue lo que le
decidió a no marchar hacia el norte. Aquel mismo 28 le escribió a La Mar,
presidente de la junta gubernativa del Perú, dándole consejos militares para el
caso que Lima fuese atacada por los realistas; le promete enviarle 6000
colombianos, aunque le hace presente que aún no había recibido respuesta a su
ofrecimiento de 4000 hombres (oficio de 9 setiembre). Esta carta de 28 de
octubre hace referencia a haber recibido noticias envidas por jefes colombinos:
"No he recibido carta de Ud. con el correo del Perú, y escribo a Ud., sin
embargo, para no perder tiempo sobre lo que he podido concebir por las
correspondencias, que "últimamente he recibido de Lima, venidas por
Guayaquil. Estas correspondencias son de nuestros jefes y oficiales colombianos
y ninguna del gobierno ni de Ud." (Op. Cit.; t. III;pp. 110-112).
Asimismo, Lecuna
argumentaba que, de acuerdo al contexto de la carta del 29 de agosto, Delgado («dador
de esta») debió entregársela personalmente a Bolívar, conjuntamente con unos
pretendidos regalos; pero esto no sucedió así y el Libertador nunca recibió los
regalos que la controvertida misiva menciona.
Debemos
mencionar, asimismo, que incluso entre aquellos que aceptan como prueba de gran
valor la identificación del presunto portador de la carta del 29 de agosto, ha
surgido un relativo pequeño problema. Para Corteaux Pellegrini y para Gandía no
fue Miguel sino Ruperto Delgado el verdadero portador de la carta. Como ya
sabemos, para J.C. Chaves fue Miguel Delgado. Por nuestra parte sostenemos que
el comandante del Numancia que llegó a Guayaquil el 13 de octubre con pliegos
del Perú fue Miguel Delgado. Veamos las pruebas.
Según la carta
del general Morales a Santander de 14 de octubre, quien llegó un día antes fue
el teniente coronel Delgado, "que últimamente era el comandante del
Numancia". Y el comandante de este batallón (primero lo fue Tomás de
Heres, al pasarse íntegro a las filas patriotas, pero éste tuvo que abandonar
el Perú) lo era Miguel Delgado, según se puede comprobar leyendo, entre otros
documentos, las cartas de Sucre al comandante del Numancia D. Miguel Delgado,
para que éste abandonase el Perú con todo el regimiento (Ver: A.E. de la Rosa,
"Firmas del Ciclo Heroico", documentos 193, 194, 195, 198 y 199).
Ruperto Delgado
fue también comandante del Numancia pero cuando este batallón era fiel a la
causa realista y no tuvo participación (a pesar de ser amigo íntimo de Heres)
en la conjura del pase a las filas patriotas, por lo que fue apresado, para
luego vivir sin ser fastidiado (gracias a la intersección de T. de Heres) en
Supe y viajar posteriormente a Chile y de allí a Europa. (Ver:"Exposición
que el General de Brigada Tomás de Heres presenta al público sobre las
acusaciones que le hace D. Federico Brandsen en un impreso publicado en
Santiago de Chile", en D.F. O’Leary "Historia de la Independencia
Americana...; 1919; pp. 474-486) Y por si esto fuera poco, debemos decir que en
la Relación de Oficiales del Numancia, hecha en Huaura a 29 de marzo de 1821,
no figura ningún Ruperto Delgado, y sí, en la plana mayor, el Sargento Mayor D.
Miguel Delgado" (D.F. O’Leary, Op. Cit: pp. 434-435).
Colombres Mármol
(h) preocupado con ardor y pasión por la entrevista de Guayaquil, así como por
reivindicar la memoria de su padre (que, como hemos analizado en nuestro
trabajo "Dos casos de falsificaciones históricas en Hispanoamérica",
desató una verdadera conmoción en el ámbito historiográfico al publicar un
libro sobre la entrevista de los libertadores con documentos supuestamente
inéditos, los cuales terminaron por ser tachados, al poco tiempo de su
publicación, de apócrifos), ha expuesto una crítica seria, aunque suele dejarse
llevar por el nacionalismo y el culto al héroe, sobre las conclusiones a las
que llegara Pérez Amuchástegui sobre la carta de Lafond. Algunas de estas
críticas están tan bien meditadas, que realmente echan por tierra las
argumentaciones del autor de "La «Carta de Lafond» y la Preceptiva
Historiográfica". Señalemos algunas de ellas:
1° La carta de
M. Balcarce a Mitre de 8 de agosto de 1822 ha sido tendenciosamente
interpretada por el profesor cordobés, en el sentido de duda sobre la
existencia del borrador de la carta de 29 de agosto de 1822, cuando en realidad
lo que colige del texto es sólo la duda de si San Martín envió o no dicho
borrador a Guido.
2° Si el grupo
peruanista fabricó esta carta después de 1826 para desprestigiar a Bolívar, es
decir para cumplir un fin inmediato, ¿por qué se la entregaron a Lafond, un
extranjero que tendría que hacer un largo y peligroso viaje a Europa, donde
recién allí podría publicarla y en idioma francés? ¿Tendría explicación lógica
esta actitud de los falsarios?
3° De haber
estado comprometido Lafond en la superchería, ¿cómo se explicaría que habiendo
llegado a Francia en 1833, recién en setiembre de 1839 entrase en contacto con
San Martín y la publicase en 1843?
4° ¿Cómo es que
pudieron estar seguros que San Martín no iba a denunciar el fraude?
5° En el período
1826-1828, fecha en la que según Pérez Amuchástegui debió ser elaborada esta
carta, vivía no sólo San Martín sino también Bolívar y el comandante Delgado.
¿Cómo pudieron concebir los falsarios que ninguno de ellos la desmentiría?
6° ¿O es que
acaso no tenían interés que fuese publicada de inmediato? ¿O tal vez los
falsificadores contaban con que Bolívar moriría prematuramente?
En cambio, muy
débil es el argumento de Colombres Mármol (h) para rebatir a Pérez Amuchástegui
cuando éste sostiene que los epítetos contenidos en la carta de Lafond contra
Torre Tagle («débil e inepto») no se justifican en esta época, en la cual el
Protector tenía en buen concepto al que fuera Supremo Delegado del Perú.
Debemos señalar que el peruano Javier Ortiz de Zevallos, que ha compilado la
correspondencia entre Torre Tagle y San Martín, señala también la apocrificidad
de la cuestionada misiva, basado en este mismo argumento de Pérez Amuchástegui.
Colombres Mármol quiere explicar y justificar diciendo que dichos epítetos no
son utilizados por San Martín en forma peyorativa, ya que «débil» hace
referencia a la salud resquebrajada del marqués, en tanto que «inepto» sólo
señala la poca capacidad del mismo para el mando. Como se puede apreciar, estos
argumentos son totalmente endebles.
Gerhard Masur ha
hecho un estudio muy detenido y metódico en torno a la carta de Lafond,
señalando los elementos en contra de su autenticidad, los factores que la
apoyan y, por último, poderosos argumentos en contra de los impugnadores del
discutido documento. Los elementos en contra de su autenticidad, según Masur,
son tres:
"The arguments brought against its authenticity
are: (1) the original manuscript has not yet been found, (2) it was published
twenty two years after it was written, and (3) it has not been clearly
established how Lafond came into possession of the letter, that is, whether he
received it from one of Bolivar’s aides or directly from San Martin. But this
uncertainty does not seem in itself sufficient to discredit the letter. Similar
charges can be preferred against many a famous South American documental; take,
for instance, Bolivar’s "Carta de Jamaica". We are, therefore,
obliged to submit the letter to further examination to determine its
credibility, and it seems expedient at this point to present the documents in
full in order that text and analysis may be clearly followed". (Masur, G.
"The Conference of Guayaquil" p. 203).
En cuanto a los factores que hablan en su favor, Masur
señala: "There are many factors which support the authenticity of this
letter. Let us consider them in order: (1) Few historians before Lecuna have
ever questioned the document. Even Bolivar’s most ardent partisan, as, for
instance, Larrazabal or the very objective Paz Soldán, accepted it as true
evidence. (2) Lafond, in whose book the letter was first published, was at the
time of its writing in close contact with San Martin. He had asked the
argentine for documents and information and had been supplied with both,
including character sketch of Bolivar and Sucre. If the letter is not authentic
we would be obliged to believe that San Martin had condoned and historical
forgery in his own interest. Such an idea was alien to San Martin’s somewhat
stoic and unostentatious temperament and seems incompatible with all the maims
and norms which had guided him during his life. Furthermore Juan B. Alberdi,
visited San Martin en 1843 and later published a biographical article about his
hero including the now notorious letter as an addendum. (3) The letter of
august 29 is confirmed by two other letters written at great intervals, the
first one to Miller in 1827, and the second to Castilla in 1848. Both contain
references to the meeting of Guayaquil which coincide with the statements made
in august 1822" (Masur, G. Op. cit)
Masur, metódica
y sistemáticamente pasa, en tercer lugar, a rebatir cada uno de los argumentos
de los impugnadores de la controvertida misiva:
1° Que la carta
de 29 de agosto contradiga la versión de Bolívar es explicable, teniendo en cuenta
el carácter opuesto de los protagonistas y la naturaleza polémica de los
asuntos tratados.
2° El aparente
error de considerar 19000 efectivos para el ejército realista en agosto de
1822, se explica como un lapsus calami del Protector, quien en vez de escribir
10900 anotó 19000. Masur se basa, para afirmar esto, en el dato que dio Lecuna
en 1945, de 10930 efectivos para el ejército realista. Pero debemos señalar que
en 1949 Lecuna consignó que dicho ejército sólo llegaba a 9530 hombres.
3° La aparente
contradicción de San Martín de decirle a sus íntimos de que la suerte del Perú
estaba asegurada y consignar en la discutida carta que había solicitado el
auxilio del ejército colombiano, se explica por una actitud lógica de
justificar su retiro.
4° La división
de Santa Cruz no utilizó, para su regreso a Lima, la vía marítima. Esto está
confirmado por dos testimonios: una carta del Libertador a Santander de 14 de
setiembre de 1822 y el testimonio dejado por M. A. López en sus "Recuerdos
Históricos". Bolívar, en la citada misiva, le dice a Santander: "Hoy
he visto una carta del general Santa Cruz al coronel Heres en que le dice,
desde Piura, que marchaba para Lima aunque con poco gusto suyo". Manuel A.
López consigna al respecto: "Luego que el Libertador tuvo conocimiento de
cuanto había hecho el general Sucre, fijó su primera actuación en mandar
ajustar y pagar la división del Perú, y una vez satisfecha de sus haberes, y
habiendo ascendido a general de brigada a Santa Cruz, le devolvió sus tropas al
gobierno peruano, haciéndolas regresar por tierra como habían venido".
Pretendemos, muy
modestamente, colaborar en algo al esclarecimiento de la problemática de la
denominada «carta de Lafond». Consideramos que la posición adoptada por los
impugnadores en el sentido de querer negar su autenticidad porque no contiene
«verdades» o porque no se ajusta a la versión de Bolívar es un criterio
totalmente equívoco, pues un documento puede contener falsedades y ser
auténtico. Es posible, por supuesto, llegar a la conclusión de que un documento
(del cual, en este caso, no existe original ni copia) es apócrifo, por los
datos contradictorios que contiene; pero no basta comprobar que contiene
falsedades para de allí deducir necesariamente su inautenticidad, sino que es
necesario confrontar ese presunto falso documento con otros de autenticidad
indubitable pertenecientes al mismo personaje a quien se le atribuye la
paternidad del cuestionado documento y apreciar si existen diferencias
sustanciales entre ellos. Y en el caso de la carta de Lafond, ¿existen graves
diferencias entre ella y los otros indubitables testimonios de San Martín?
Sinceramente, no. De aquí que los impugnadores no pueden dar una explicación
lógica (excepción hecha de Irrazaval) a la extraordinaria coincidencia entre
esta controvertida misiva y otros documentos auténticos de San Martín, además
de también existir correspondencia con los testimonios que nos han dejado
algunos personajes que recibieron confidencias del libertador argentino.
Analicemos, con
cierto detenimiento, esta plena coincidencia.
1. San Martín
sostuvo que solicitó la colaboración de todo el ejército colombiano y que se
ofreció servir bajo las órdenes de Bolívar.
a) Carta de
Lafond.
"Los
resultados de nuestra entrevista no han sido lo que me prometía para la pronta
terminación de la guerra. Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido, o
que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las
fuerzas de su mando, o que mi persona le es embarazosa". "...Por
consiguiente, sin el apoyo del ejército de su mando, la operación que se
prepara por puertos intermedios no podrá conseguir las ventajas que debía
esperarse si fuerzas poderosas no llaman la atención del enemigo por otra
parte, y así la lucha se prolongará por un tiempo indefinido".
b) Carta a
Miller
"En cuanto
a mi viaje a Guayaquil el no tuvo otro objeto que el de reclamar del general
Bolívar los auxilios que pudiera prestar para terminar la guerra del
Perú...pero mis esperanzas fueron burladas al ver que en mi primera conferencia
con el libertador me declaró que haciendo todos los esfuerzos posibles sólo
podría desprenderse de tres batallones con la fuerza total de 1070 plazas.
Estos auxilios no me parecieron suficientes para terminar la guerra, pues
estaba convencido que el buen éxito de ella no podía esperarse sin la activa y
eficaz cooperación de todas las fuerzas de Colombia..."
c) Carta a
Castilla.
"...pero mi
entrevista en Guayaquil con el general Bolívar me convenció (no obstante sus
protestas) de que el solo obstáculo para su venida con el ejército de su mando,
era la presencia del general San Martín, a pesar de la sinceridad con que le
ofrecí ponerme bajo sus órdenes con todas las fuerzas de que yo disponía".
"...cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas de Colombia y del
Perú...".
2. San Martín
señaló que se apartó del Perú a consecuencia de la entrevista de Guayaquil,
convencido de que su presencia era el único obstáculo para la venida de
Bolívar.
a) Carta de
Lafond
"En fin,
general; mi partido está irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes de
entrante he convocado el primer congreso del Perú, y al día siguiente de su
instalación me embarcaré para Chile, convencido de que mi presencia es el solo
obstáculo que le impide a usted venir al Perú..."
b) Carta a
Miller
"... Estos
auxilios no me parecen suficientes para terminar la guerra... así que mi
resolución fue tomada en el acto creyendo de mi deber hacer el último
sacrificio en beneficio del país. Al día siguiente y a presencia del vicealmirante
Blanco, dije al Libertador que habiendo convocado el congreso para el próximo
mes, el día de su instalación sería el último de mi permanencia, añadiendo:
ahora le queda a usted general un nuevo campo de gloria en el que va usted a
poner el sello a la libertad de América".
c) Carta a
Castilla
"...pero mi
entrevista en Guayaquil con el General Bolívar me convenció (no obstante sus
protestas) de que el solo obstáculo para su venida al Perú con el ejército de
su mando, era la presencia del General San Martín... "Si algún servicio
tiene que agradecerme la América es el de mi retirada de Lima..."
3. Consideró San
Martín su retiro como un sacrificio
a) Carta de
Lafond
"Para mí
hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia
bajo las órdenes de un general a quien la América debe su libertad. El destino
lo dispone de otro modo, y es preciso conformarse..."
b) Carta a
Miller
"...creyendo
de mi deber hacer el último sacrificio en beneficio del país". c) Carta a
Castilla "Si algún servicio tiene que agradecerme la América es el de mi
retirada de Lima... Pero este costoso sacrificio..."
4. San Martín
señaló que era necesario guardar silencio para evitar que de lo acaecido fuesen
a sacar provecho los realistas y los intrigantes.
a) Carta de
Lafond
"He hablado
a usted, general, con franqueza, pero los sentimientos que exprime esta carta,
quedarán sepultados en el más profundo silencio; si llegase a traslucirse, los
enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para perjudicar y los
intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia".
b) Carta a
Miller
"Pero este
costoso sacrificio y el no pequeño de tener que guardar un silencio absoluto
(tan necesario en aquellas circunstancias)..."
5. San Martín no
dudaba que la guerra en el Perú estuviese segura, lo que él decía era que
necesitaba la unión de ambos ejércitos para que dicha guerra concluyese más
prontamente y sin tanto derramamiento de sangre.
a) Carta de
Lafond
"...y así
la lucha se prolongará por un tiempo indefinido. Digo indefinido, porque estoy
íntimamente convencido que sea cuales fueren las vicisitudes de la presente
guerra, la independencia de la América es irrevocable; pero también lo estoy de
que su prolongación causará la ruina de sus pueblos".
b) Carta a
Miller
No consigna
datos sobre el particular.
c) Carta a
Castilla
"...sino
que me era tanto más sensible (se refiere a su retiro) cuanto que conocía que
con las fuerzas reunidas de Colombia y del Perú la guerra de la independencia
hubiera terminado en todo el año 23".
6. San Martín
refirió que le dijo a Bolívar que un nuevo campo de gloria le quedaría abierto
al separarse él del Perú.
a) Carta de
Lafond
"No dudando
que después de mi salida del Perú, el gobierno que se establezca reclamará la
activa cooperación de Colombia, y que usted no podrá negarse a tal
exigencia..."
b) Carta Miller
"... dije
al Libertador que habiendo convocado el Congreso para el próximo mes, el día de
su instalación sería el último de mi permanencia en el Perú, añadiendo: ahora
le queda a usted general un nuevo campo de gloria en el que va usted a poner el
último sello a la libertad de América".
c) Carta a
Castilla
No consigna nada
al respecto.
Como se podrá
apreciar, la correspondencia entre estos tres testimonios es absoluta. Por
tanto, para esclarecer este espinoso problema sobre la autenticidad o apocrificidad
de la carta del 29 de agosto no debe, de ninguna manera, pasarse por alto este
hecho fundamental. Casi todos los impugnadores lo han eludido, de allí que uno
de los puntos más débiles de sus argumentaciones lo sea el dejar inexplicada
esta correspondencia. Lecuna, por ejemplo, que tan sagazmente ha estudiado esta
misiva, señala que existen ocho documentos que prueban su carácter apócrifo:
cuatro bolivarianos (las dos relaciones Oficiales, la carta a Santander de 29
de agosto y el oficio de 9 de setiembre) y cuatro sanmartinianos (la exposición
de San Martín al Congreso, y sus cartas a O’Higgins, Luzuriaga y Alvarado,
todos ellos referentes a su confianza en la suerte de la guerra y a su retiro
del Perú).
Pero Lecuna en
ningún momento nos da una solución satisfactoria a la perfecta correspondencia
entre la controvertida carta con las misivas dirigidas a Miller y Castilla.
Queda, por tanto, su análisis incompleto. Algo más, San Martín en ningún
momento expresó que la suerte del Perú estaba perdida sin la colaboración del
ejército colombiano, sino que él consideraba necesario la unión de ambos
ejércitos para una pronta terminación de la guerra, y esto es lo que aparece en
la discutida misiva.
Cristóbal L.
Mendoza no deja de reconocer, aunque tácitamente, las similitudes entre la
carta de Lafond y las dirigidas a Miller y Castilla. Pero Mendoza trata de
explicar estas semejanzas diciendo que San Martín se vio en la imperiosa
necesidad, debido a los reproches que recibía de sus amigos por su retiro del
Perú, de inventar como excusa de su retiro la negativa de Bolívar a los
auxilios militares que él fuese a solicitarle a Guayaquil. En el informe
evacuado por este prestigioso historiador venezolano en torno a la discutida
misiva, y sobre el particular que comentamos, leemos:
"Las cartas
de San Martín para Miller y Castilla carecen de fuerza probatoria ante los
documentos ya comentados y las circunstancias expuestas. Tales cartas
constituyen, en efecto, una mezcla de interpretaciones ocasionales, de
comentarios psicológicos y de errores evidentes que no alteran la verdad de lo
ocurrido, aun cuando tienen su lógica explicación. Desde el momento mismo de su
renuncia, San Martín se había visto acosado y atormentado por las
recriminaciones de sus amigos y servidores, quienes le echaban en cara, casi
como una traición, el que hubiese abandonado la empresa de liberación del Perú,
dejándolos expuestos a los más tristes azares...
En presencia de
esos ásperos ataques y duras recriminaciones, que debían conturbar hondamente
su espíritu, es perfectamente explicable que San Martín hubiese recurrido al
subterfugio, ante la interrogación indirecta de Miller sobre lo ocurrido en la
entrevista de Guayaquil, y adujera como motivo de ésta el de los auxilios
militares colombianos, aun cuando dicha cuestión, como se verá más adelante, no
justificaba el viaje por sí sola..."
Como se podrá
apreciar, en realidad C. L. Mendoza no enfoca directamente el problema de
explicar el porqué de la correspondencia entre la misiva del 29 de agosto con
las dirigidas a Miller y Castilla. Aun admitiendo, hipotéticamente, que San
Martín se hubiese visto obligado a inventar falsedades para justificar su retiro
del Perú, esto en nada explica el por qué de la correspondencia entre los
documentos auténticos con el controvertido.
Isaac J.
Barrera, impresionado por las múltiples semejanzas existentes entre estos tres
documentos, considera que ello se debería a que la carta de Lafond fue
elaborada por personas que conocían la misiva que San Martín le envió a Miller
el 19 de abril de 1827. Esta hipótesis es muy deleznable, porque supondría ver
comprometido en dicha superchería a Miller, el cual, si embargo, en sus
Memorias no aprovechó la versión que San Martín le diera sobre la entrevista de
Guayaquil en la citada carta.
Se ha dicho que
la carta de Lafond es apócrifa porque dice exactamente lo contrario de lo que
dijo Bolívar sobre lo acaecido en Guayaquil. Este argumento tendría algún valor
si fuera el único testimonio de San Martín, por lo que resultaría lógico pensar
de inmediato en un fraude. Pero ya sabemos que esto no es así, que sus otros
testimonios confirman lo que se dice en la cuestionada carta. Por otro lado,
los impugnadores que emplean este argumento parten del hecho prejuicioso de que
la «verdad» de lo sucedido se encuentra en la versión de Bolívar y que por lo
tanto todo documento que diga otra cosa es apócrifo o por lo menos mendaz. Esto
es, desde todo punto de vista, antimetodológico ya que admitiendo incluso que
la versión de Bolívar fuese la que reflejara la verdad de lo acontecido, otros
testimonios que digan lo contrario no serían necesariamente apócrifos, sino, en
primer lugar, no veraces, sin que ello excluya, por supuesto, que profundizando
el análisis pueda comprobarse que además son apócrifos. Este carácter de apocrificidad
no se puede determinar sólo con el análisis de veracidad hecho sobre la base
del documento cuestionado (la carta de Lafond) en confrontación con los
testimonios de Bolívar, sino que es fundamental confrontarlo con las versiones
de autenticidad saneada del propio San Martín. Ya hemos comprobado la perfecta
correspondencia que existe entre estos documentos. Pero, y aquí radica el error
de los que sostienen la autenticidad de la carta de Lafond, de esto no puede
colegirse la autenticidad del discutido documento, porque desde un punto de
vista eminentemente metodológico, es necesario aún dar un nuevo paso en su
análisis antes de arribar a una conclusión sobre su autenticidad o apocrificidad.
Más adelante nos detendremos en este eslabón metodológico que falta. Todavía
nos queda formular y reformular algunas críticas de los impugnadores.
Señalan los
impugnadores que los datos numéricos consignados en la carta de Lafond,
referentes al ejército realista son falsos y anacrónicos, así como también es
errado el número de hombres que dicha carta considera para el ejército
patriota. La carta de Lafond atribuye a los realistas 19000 efectivos, cuando
en realidad sólo tenían, por aquella época 9530 hombres. Según Lecuna la
explicación de tan craso error estriba en que el falsificador consignó el dato
del total del ejército realista alcanzado en 1824. El mismo Lecuna considera
que en agosto de 1822 el ejército patriota alcanzaba 30000 efectivos, con lo
que la superioridad patriota era bien manifiesta.
Pero, ¿son
totalmente ciertos estos datos? Realmente, no. El historiador peruano Carlos
Dellepiane, tan meticuloso en el aspecto militar de la historia peruana, asigna
al ejército realista al iniciarse la campaña libertadora, un total de 23000
soldados, incluyendo a los de la guarnición del Callao y las unidades que se
encontraban en el Alto Perú. Otro historiador peruano, Rubén Vargas Ugarte, tan
escrupuloso como documentado, también asigna este número a los realistas,
basado en un documento de julio de 1820, que fuera remitido al Cónsul de España
en Bruselas, y en el cual se consigna los siguientes datos:
Ejército del
General D. Juan Ramírez o del Centro: 7.000 hombres
Vanguardia
mandada por el Brigadier Olañeta: 4.000 ”
En Arequipa, al
mando del Brigadier Ricafort: 3.500 ”
En Lima, al
mando del teniente General La Serna: 6.000 ”
En Chiloé, al mando
de Quintanilla: 1.000
”
En Pisco, al
mando de Quimper: 500 ”
En el Cusco:
500 ”
En La Paz: 500 ”
Total…………………………………………….: 23.000
”
La retaguardia
está en Oruro y Arica, el centro en Tupiza y la vanguardia en la garganta de
Salta y Jujuy" (Vargas Ugarte, Rubén "Historia General del
Perú", tomo VI; pp.75-76).
No está demás
recordar que ya Carlos Cortés Vargas consideraba que el ejército realista al
cual tuvo que enfrentarse San Martín tenía 17000 efectivos, no considerando el
citado autor en este número al Ejército del Centro. Veamos los datos que
consigna Cortés Vargas:
"Las tropas
españolas que guarnecían el virreinato del Perú y contra las cuales iba a
actuar el General San Martín, se componía de tres ejércitos:
Ejército de
Lima, con un total de: 8.188 combatientes
Ejército de
Arequipa: 2.388 ”
Ejército del
Alto Perú: 6.500 ”
O sea un total
de…………… 17.076 ”
Lecuna, por otra
parte, le asigna al Ejército Libertador una superioridad extraordinaria que no
tuvo en agosto de 1822, pues le llega a atribuir más de 30000 efectivos, según
se desprende de los siguientes datos que consigna:
"Cuerpo de
Alvarado, en Lima: 7544 hombres
División
Colombiana, lista pasada en Lima 1656 ”
División Santa
Cruz, despachada con 1700 1500 ”
Ejército de San
Martín: 10700
”
Sin contar los
batallones y un escuadrón adiestrado por el General Martínez, en Huaraz, 649
guerrilleros regimentados alrededor de Lima y en reserva 13970 milicianos en el
norte y 7318 en Lima y provincias centrales, aptas para dar reemplazos
rápidamente" (Lecuna, Vicente. "Nuevas versiones sobre la Entrevista
de Guayaquil").
Estos datos son
realmente abultados. Historiadores peruanos reconocidos por su seriedad y bien
documentadas obras, tales como Nemesio Vargas y Rubén Vargas señalan que al ser
revistado el Ejército Libertador, en junio de 1822, por San Martín, en el campo
de San Borja, arrojaba 7491 hombres y 397 jefes y oficiales, y la Guardia
Cívica un total de 7318 efectivos. Añadiendo la división de Santa Cruz, el
Ejército Libertador del Perú llegaba tan sólo a 16000 efectivos, entre los
cuales se contaban gran número de reclutas.
En una obra
publicada por el Estado Mayor General del Ejército del Perú, se consigna, para
octubre de 1822, el siguiente cuadro perteneciente al ejército patriota:
TROPAS PERUANAS
Regimiento de
Infantería Legión Peruana: 1.275 hombres
Batallón N° 2
(antiguo Trujillo N° 2): 536 ”
Batallón N° 3: 333 ”
Batallón N° 4
(antiguo Piura N° 4):
485 ”
Batallón
Cazadores del Ejército:
753 ”
Regimiento de Caballería
Húsares a 2 escuadrones: 489 ”
Escuadrón
Dragones de San Martín:
179 ”
Escuadrón
Dragones de la Escolta General:
293 ”
Total…………………………………………… :
4.344 ”
TROPAS
ARGENTINAS
Regimiento de
Inf. Río de la Plata, a 2 batallones
(Formado por los
antiguos batallones 7 y 8 que
vinieron con la Expedición
Libertadora): 1.100 hombres
Batallón N° 11:
350 "
Regimiento de
Caballería Granaderos a Caballo: 509 "
Total………………………………………......… :
1.959 "
TROPAS CHILENAS
Batallón N° 2
(en cuadro): 160 hombres
Batallón N° 4: 700 "
Batallón N° 5: 400 "
Regimiento de
Artillería: 282 "
Artillería
volante: 278 "
Total…………………………… .: 1.820 "
TROPAS
COLOMBIANAS
Batallón
Vencedor: 572
hombres
Batallón
Pichincha: 573 "
Batallón
Yaguachi: 367 "
Batallón
Voltígeros (antiguo Numancia): 618 "
Total……………………………………:
2.230 "
RESUMEN
Tropa
peruana 4.343
hombres
Tropa argentina 1.959 "
Tropa chilena 1.820 "
Tropa colombiana
2.230 "
Total…………….: 10.352 "
Los impugnadores
sostienen que es imposible que San Martín escribiera a Bolívar que las bajas de
la división de Santa Cruz no habían sido reemplazadas, porque ello había
ocurrido hasta en dos oportunidades. Tampoco San Martín hubiera expresado que
dicha división se desplazaba por tierra, cuando realmente lo hizo por vía
marítima. Como ya hemos señalado, ha sido G. Masur quien ha cuestionado este
argumento, basado en una carta de Bolívar a Santander de 14 de setiembre de
1822 y en lo consignado por Manuel A. López sobre el particular. Nosotros queremos
hacer algunos alcances sobre este punto. En primer lugar, nos encontramos con
que el dato cuestionado (el no reemplazo de las bajas) se deriva, según el
contexto de la carta, de una misiva dirigida por Santa Cruz al Protector. De
ser verídico esto, ¿de qué fecha sería dicha correspondencia? Sabemos que
durante su permanencia en Guayaquil el Protector no se encontró con Santa Cruz,
el cual tácticamente no fue enviado a dicho puerto. San Martín arribó a Lima el
19 de agosto y el 29 escribió a Bolívar, si es que realmente fuera auténtica la
denominada carta de Lafond. Siempre en el terreno de las suposiciones,
tendríamos que la carta de Santa Cruz debió ser de mediados o fines de julio y
recibida por San Martín entre el 19 y el 29 de agosto. En segundo lugar, la
documentación existente es clarísima en cuanto a que la división de Santa Cruz
no utilizó la vía marítima para su regreso al Perú y que de ninguna manera pudo
haber llegado, como afirman los impugnadores de la carta, a comienzos de
agosto. Veamos con más detenimiento este aspecto.
Lecuna
contrapuso a G. Masur afirmando, muy sagazmente, que el hecho de que Santa Cruz
escribiese una carta desde Piura (a Heres) no probaba que la marcha hubiese
sido por tierra, pues la escuadra tocó en ese puerto –según Lecuna- donde Santa
Cruz tenía una casa montada. Lecuna, sin embargo, nada dice respecto al
testimonio de Manuel A. López, esgrimido por Masur, pero en cambio señala un
nuevo documento para él definitivo en la solución de este problema. El
documento en cuestión es una carta de O‘Higgins a Miguel Zañartu, suscrita en
Santiago de Chile el 24 de agosto de 1822 y en la cual se lee:
"He
recibido la carta de García que me vino por el conducto del señor Riglos. El
libertador Bolívar se halla en Guayaquil, adonde se enarboló la bandera de
Colombia tres días después de su entrada y quedó incorporada a aquella
república. La Prueba y escuadra de Lima se hallaban en dicho puerto y me
escribe Blanco que iba a recibir y embarcar en el término de cinco días la
división del Perú, que tanta parte tuvo en la victoria de Pichincha..."
(Lecuna, V. "Defensa de la Crónica Razonada de las Guerra de
Bolívar").
Como se podrá
apreciar, en esta carta se hace referencia a que en el puerto de Guayaquil la
escuadra peruana esperaba embarcar, para transportarla a Lima, a la división
peruana, pero no demuestra que ello realmente sucediera así. Y de hecho, la
división de Santa Cruz no se embarcó en dicha escuadra.
Lecuna y Sergio
Ortiz sostienen que la división peruana se embarcó en el puerto del Naranjal, y
no en Guayaquil, entre el 22 y 25 de julio y que ya a principios de agosto
estaba en el Callao. Para afirmar esto último, olvidan dichos historiadores que
el viaje entre Guayaquil y Lima demoraba no menos de 20 días. Suponiendo que fuera
cierto que saliera entre el 22 y 25 de julio, debió llegar al Callao unos tres
o cinco días antes que el Protector, el cual habiendo salido la madrugada del
28 de julio de Guayaquil, llegó al Callao el 19 de agosto, en un viaje sin
inconvenientes. Si realmente Santa Cruz hubiese llegado antes del 29 de agosto,
la carta de Lafond sería necesariamente apócrifa, porque para que en dicha
fecha estuviese en Lima necesariamente hubiese tenido que emplear la vía
marítima, y como está probado fehacientemente que habían sido reemplazadas sus
bajas, no podía San Martín quejarse de que ello no había ocurrido. El contenido
de la carta de Lafond implica que la división peruana al mando de Santa Cruz no
había llegado a Lima hasta el 29 de agosto de 1822. Si se demostrase que Santa
Cruz llegó antes de esa fecha, sería ello una prueba concluyente de su apocrificidad,
pues demostraría que su fabricante olvidó este detalle, Pero, ¿realmente llegó
Santa Cruz con su división antes del 29 de agosto de 1822? La respuesta concluyente
es, no. Los documentos prueban, sin dejar lugar a dudas, que no llegó a
comienzos de agosto como suponían Lecuna y Ortiz, y ni siquiera a mediados de
dicho mes. En una proclama que San Martín dirigiera al pueblo peruano,
publicada en la Gaceta del Gobierno del 24 de agosto, podemos leer sobre el
particular, lo siguiente:
"La
libertad del país asegurada por su representación no será perturbada por
nuestros enemigos. Tres batallones de los bravos de Colombia unidos a la
valiente división del Perú, debe arribar a esta playas de un momento a otro a
unirse a sus compañeros de armas y terminar esta guerra desoladora".
Este documento
prueba fehacientemente que hasta el 24 de agosto la división de Santa Cruz,
esperada con ansiedad, aún no había llegado a la capital. Prueba, asimismo, que
se esperaba que dicha división viniese en la escuadra peruana conjuntamente con
los auxilios colombianos. ¿Cuándo llegaron estos tres batallones de Colombia?
¿Llegó conjuntamente con ellos la división al mando de Santa Cruz?
Cortés Vargas
señala que los auxilios colombianos al mando de Juan Paz del Castillo zarparon
del Puerto de Puná, embarcados en la Escuadra Peruana, en los primeros días de
agosto, y que las fragatas Moctezuma y Venganza, donde venía el grueso del
ejército colombiano, tardó en el viaje treinta y cuatro días, en tanto que una
compañía del Yaguachi empleó en el viaje sesenta días de navegación, todo esto
debido a lo pésimo que fue esta travesía. Cortés Vargas supone, equivocadamente
como veremos a continuación, que en esta expedición se embarcó la división de
Santa Cruz.
Lo cierto es que
la división colombiana no estuvo en Lima en los primeros días de agosto, sino
en los primeros días de setiembre, aunque no en forma total, porque una
compañía del Yaguachi tardó en el viaje nada menos que sesenta días. Veremos, a
continuación, que Santa Cruz y su división llegaron a Lima en octubre de 1822.
Ezequiel Márquez
en un bien documentado trabajo titulado "El Coronel Don Andrés de Santa
Cruz en Cuenca", nos da la clave sobre el viaje de regreso al Perú de la
división peruana al mando de Santa Cruz. Este estudio de E. Márquez no suele
ser tenido en cuenta, a pesar de aportar valiosos documentos. Trataremos de
sintetizarlo en todo aquello que nos dé luces sobre la ruta de regreso y la
época.
Santa Cruz
pensaba utilizar la vía más corta de regreso: Quito-Riobamba-Guayaquil. Sin
embargo, el Libertador para evitar que dicha división peruana fuese a hacer
algún acto de fuerza en Guayaquil a favor de la anexión de dicha provincia al
Perú, decidió enviarla por la ruta Quito-Cuenca-Loja-Macará. En atención a
estos acuerdos, el 18 de junio de 1822 Sucre pasó a Tomás de Heres, Gobernador
de Cuenca, el siguiente oficio:
"República
de Colombia.- Gobierno del departamento de Quito.- Quito, 18 de junio de 1822.-
12°.-Al Sr. Coronel Tomas Heres, Gobernador Comandante General de la Provincia
de Cuenca.-Señor Coronel.- La división del Perú, que regresa a Lima, sale de
esta capital con dirección a ésa, el 22 del corriente; de modo que con las
detenciones y marchas de ella estará el día 8 de julio en el primer pueblo de
esa provincia, a menos que suceda alguna novedad que la obligue a detenerse más
de lo que yo he calculado. Todo lo que comunicará a V.S. el Gobernador de
Alausí, que está prevenido de avisar a V.S. el día fijado en que deba tocar el
primer punto de la provincia de Cuenca, y también el camino que lleva la tropa,
para que V.S. disponga que en los pueblos de su jurisdicción, donde deba hacer
parada, se le asista con todo lo necesario, teniendo entendido que la división
la compondrán unos mil trescientos hombres. En Cañar deberán descansar dos o
tres días, y mucho más si van por el páramo; de allí continuarán hasta esa
ciudad, en donde es indispensable se detengan, también algunos días mientras
son habilitados.- V.S. me avisará, volando, el dinero que tenga allí para
asistir esta tropa, y dará sus órdenes anticipadas a los demás pueblos por
donde deba pasar, cuando marcha a Loja y también a aquel gobierno, para que se
prevenga víveres y demás necesarios a que esté muy bien cuidada y nada le falte
hasta el Macará. Dios guarde a V.S. [f] A. J. de Sucre.
P.D. Como no
sabemos los días que se detendrá la tropa en Riobamba, no es posible calcular
el día que estará en el primer pueblo de la provincia.-[f] Sucre".
Sin embargo, el
movimiento señalado no vino a realizarse sino en el mes de julio. El 1 de julio
Sucre enviaba a Heres el siguiente oficio:
"República
de Colombia.- Gobierno del Departamento de Quito.- Quito, a 1 de julio de 1822.-
12°.-Al Sr. Gobernador Comandante General de Cuenca.- La división del Perú
marcha para su destino y debe ser auxiliada en el presente mes que invertirá en
marchas. Si de los doce mil pesos que existen en esa caja, no ha satisfecho
V.S. la libranza que le giré de cuatro mil pesos, entregará al Sr. Coronel
Santa Cruz diez mil pesos; pero si la libranza fue cubierta, se pondrán a su
disposición los ocho mil pesos que quedan y V.S. hará sus esfuerzos para
completar los diez mil que necesita.-Dios guarde a V.S. ms as [f] A. J. de
Sucre".
La decisión
tomada referente a la ruta de regreso que debería emplear le fue comunicada a
Santa Cruz mediante oficio suscrito por Sucre. Santa Cruz, a pesar de ello,
dudaba aún el 3 de julio sobre la ruta que seguiría, según se desprende de un
oficio que enviara, desde Quito, con dicha fecha, a Heres:
"Por el
adjunto documento que incluyo a V.S. verá que se ha destinado para auxiliar a
esta división en su marcha diez mil pesos a que ella tiene opción. Como quiera
que no se le ha socorrido con otra cosa desde el primero de mes, sin embargo de
contar ya tres días en la ciudad, me es de necesidad adelantar por ellas al
Subteniente Dn. Sebastián Fernández, para que V.S. con este conocimiento tenga
a bien remitírmelos a la brevedad posible...La ruta de mi marcha que emprenderé
hoy no está decidida sino hasta Riobamba; si yo debiera seguir la de Cuenca lo
comunicaré a V.S. oportunamente. Dios Gde. a V.S. mas [f] Andrés de Santa
Cruz".
El 11 de julio
de 1822 Santa Cruz y parte de la división a su mando, la cual marchaba por
escalones, llegaron a Rollo del Vecino, donde fueron recibidos por Heres,
autoridades de Cuenca y vecindario. Se hospedó el jefe altoperuano en la Casa
de la Contaduría Real. Exigió a Heres que se completase las bajas de la
división, por deserción y muerte, lo cual fue satisfecho. También exigió la
indemnización del dinero de la Caja de Guerra de la Comisaría del Perú que
había sido hurtada durante el trayecto Saraguro – Cuenca.
La división
peruana cometió muchos abusos contra los habitantes, por lo que el 23 de julio
el Concejo Municipal, en su sesión del día, discutió sobre el particular y
decidió dar aviso de ello al libertador Bolívar.
En los primeros
días de agosto se despidieron, el coronel Santa Cruz y parte de su división, de
la ciudad de Cuenca, "dejando recuerdos ingratos a sus hospitalarios
moradores".
Como la división
auxiliar peruana marchaba por escalones, los Granaderos a Caballo y Cazadores
arribaron a Cuenca recién a fines de agosto, quedando aún en esta ciudad varios
enfermos, a los que se atendió solícitamente.
Santa Cruz
continuó su desplazamiento a marchas forzadas. Desde Piura le escribió a
Bolívar pidiéndole que castigase al capitán Manuel Serrano, por haber
maltratado a la división peruana en su marcha de regreso al Perú. Esta
solicitud requiere una pequeña explicación, para poder conocer los hechos que
la motivaron.
Cuando Santa
Cruz llegó a Rollo del Vecino con parte de su división, el resto había quedado
en Alausí, a donde Heres envió al capitán Manuel Serrano para recibir y atender
a dichas tropas. Pero como el comportamiento de éstas fuera totalmente
inconsiderado para con el pueblo, Serrano tuvo que implantar orden con toda
energía. Estos abusos de la división Peruana volvieron a repetirse en la propia
ciudad de Cuenca, cuando ya Santa Cruz había salido de ella, y Serrano tuvo
necesariamente que actuar con fuerza. Tan graves fueron los atropellos
peruanos, que el Cabildo de Cuenca se reunió y trató sobre el particular y
decidió, asimismo, informar a Bolívar. En el acta de dicha sesión se puede leer
lo siguiente:
"Hallándose
juntos y congregados en esta sala para tratar y acordar los negocios tocantes
al buen gobierno de la república, se tuvo a consideración el conflicto a que se
hallaba reducida la provincia, especialmente este vecindario por las
arbitrariedades de los Dragones Montados de la División del Perú, que se
hallaba de tránsito en esta ciudad..."
Santa Cruz,
informado de estos hechos, creyó necesario protestar por lo que él consideraba
una inconsideración y maltrato hacia la división peruana. Bolívar, que llegó a
Cuenca de visita el 8 de setiembre, se informó de esta queja y de inmediato
ordenó oficiar a Heres para que investigase sobre el particular (el oficio
lleva fecha de 10 de setiembre) y en caso de que se encontrase culpabilidad en
Serrano se le enviase a Quito, para someterlo a consejo de guerra.
Estando en
Piura, Santa Cruz fue, asimismo, informado que en Cuenca parte de su división
había sido auxiliada económicamente y en vista de ello remitió desde la
mencionada ciudad de Piura, con fecha 6 de setiembre, el siguiente oficio:
"Piura,
setiembre 6 de 1822.- Al Gobernador de la provincia de Cuenca.- Señor
Gobernador: Tengo entendido que al paso por esa ciudad han sido auxiliados por
V.S. con algún dinero los Granaderos a caballo y otra partida de Cazadores.-
Sírvase V.S., si lo tiene a bien, pasarme una razón de lo que hubiese sido para
mi conocimiento y los inconvenientes.- Con este motivo tengo la honra de repetirme
de V.S. su más atento servidor. [f] Andrés de Santa Cruz".
Que Santa Cruz
no llegó a la capital del Perú en agosto queda totalmente comprobado con estos
documentos consignados por E. Márquez. Lo mismo diremos acerca de su pretendido
embarque conjuntamente con la división auxiliar colombiana. La división peruana
al mando de Santa Cruz se desplazó por tierra y a escalones por territorio
colombiano y al parecer el punto de reunión de toda la división fue la ciudad
de Piura. Bolívar, en carta a Santander fechada en Cuenca a 14 de setiembre de
1822, escribe: "Hoy he visto una carta del general Santa Cruz al coronel
Heres en que le dice, desde Piura, que marcha para Lima, aunque con poco gusto
suyo,..."(Lecuna, V. "Cartas del Libertador"; tomo III; p.88).
Santa Cruz reinició, en la ciudad de Piura, su marcha hacia Lima, ciudad esta
última donde llegó en el mes de octubre. En el acta de la sesión del Congreso
Peruano de 23 de
octubre de 1822, encontramos el siguiente dato: "Se leyó el oficio del Sr.
General D. Andrés de Santa Cruz por el que da razón de su llegada a esta
capital, y manifiesta la gloria con que mira reunido al Soberano Congreso, al
que protesta subordinarse concurriendo a sostener la libertad política y civil
del Estado. Fue oído con agrado".
En aquella misma
sesión del 23 de octubre, el Congreso decretó, a propuesta de Luna Pizarro,
conceder "al general Santa Cruz una medalla de las tres que se batieron
para repartir el 28 de julio a los beneméritos de la Patria, grabándose en el
reverso la siguiente inscripción: "El Congreso Constituyente del Perú al
mérito: año de 1822.- 3°" y a propuesta de J. F. Sánchez Carrión el votar
"una acción de gracias al mismo General Santa Cruz y su división
triunfante en Pichincha". Estos decretos aparecieron publicados en La
Gaceta del Gobierno, del 26 de octubre de 1822.
Demostrado que
Santa Cruz no llegó en agosto de 1822 y que no utilizó la vía marítima, no
puede de aquí inferirse necesariamente que sea un factor a favor de la
autenticidad de la carta cuestionada, pues queda la posibilidad de pensar que,
en caso de ser ella un fraude, el falsario estaba bien enterado de todos los
pormenores de la época. A pesar de esta salvedad, debe reconocerse que
constituye un elemento más que habla bien a las claras que lo consignado en el
controvertido documento se corresponde con los hechos del momento, sin que
pueda encontrarse gruesos errores o falsedades.
Los impugnadores
de la carta del 29 de agosto consideran que San Martín no solicitó a Bolívar
auxilio militar, y que por lo tanto como dicha misiva trae ese dato, no puede
ser de San Martín. Este argumento es totalmente deleznable, porque, por un
lado, considera que la verdad de la entrevista está en la versión de Bolívar, y
por otro lado, nada dice respecto a que en otros documentos indubitables de San
Martín, se señale dicha solicitud. Los impugnadores arguyen, asimismo, que de
haber sido cierta esa solicitud, el Libertador no se hubiera podido negar,
debido a que existía entre Colombia y Perú un tratado de federación, suscrito
en Lima el 6 de julio de 1822. (Ver el texto íntegro del tratado de unión, liga
y confederación perpetua, en Leguía y Martínez, Germán, Op. Cit; tomo VII pp.
312 – 315, con su tratado adicional que se encuentra en las pp. 318-320). Este
argumento es tan débil como el anterior. En primer lugar, porque dicho tratado
no estaba ratificado por Colombia. Esa ratificación recién se hizo el 12 de
julio de 1823, a pesar de que Torre Tagle, por el Perú, lo había ratificado el
13 de julio de 1822 y el Congreso Constituyente Peruano hizo lo propio el 12 de
noviembre de 1822. El canje de las ratificaciones no se hizo, entre otras cosas
porque habiendo llegado Bolívar al Perú a comienzos de setiembre de 1823, se
consideró innecesario dicho acto, al ser Bolívar gobernante del Perú en calidad
de dictador, cargo que le otorgó el propio congreso peruano. Y en segundo
lugar, porque lo que pedía San Martín a Bolívar era la unión de ambos ejércitos
y ello no estaba previsto en dicho tratado.
Un argumento aún
más inconsistente que los anteriores es aquel que señala que es falso el pedido
hecho a Bolívar, porque lo lógico hubiera sido que San Martín recurriese para
esto a Chile y a las Provincias Unidas del Río de la Plata y ello, según los
impugnadores, no ocurrió. Argumentar así es desconocer totalmente, por ejemplo,
las misiones de Antonio Gutiérrez de la Fuente en las Provincias Unidas del Río
de la Plata (que fue un total fracaso) y la de José Francisco Cabero y Salazar,
en Chile. Sobre estas dos misiones puede leerse en Leguía Martínez, Germán; Op.
Cit; tomo VII; pp. 339-373.
El argumento de
Lecuna referente a que de haber existido realmente la carta del 29 de agosto,
hoy contaríamos con la respuesta de Bolívar, es de gran peso. Pero se puede
pensar que tal vez exista tal respuesta y que lo que ocurre es que no ha sido
hallada. Suponer, como lo hace Lecuna, que de haber existido esta respuesta
ella contendría términos duros, es pensar prejuiciosamente que San Martín
escribió falsedades, cuando el problema es de un desencuentro entre los dos
libertadores, cada uno con su propia óptica y su propio proyecto.
Muchos de los
argumentos de Pérez Amuchástegui son totalmente endebles y algunos de ellos han
sido certeramente rebatidos por Colombres Mármol (h). Nosotros queremos incidir
en algunos no tocados o insuficientemente criticados, de los cuales uno es de
gran peso y requiere un análisis muy cuidadoso. Los dos meses que en la carta
de Lafond se dan como plazo para que los realistas pudiesen reunirse, no es
extremadamente corto, si se tiene en cuenta que se habían concentrado, por esta
época, en la parte central y sur del Perú y en perfecto pie de guerra. Por otra
parte, que la carta de Lafond contenga términos despectivos contra Torre Tagle
se pueden explicar por una actitud doble de San Martín con relación al citado
marqués, al cual en sus comunicaciones trataba tan cortés y amigablemente, pero
al cual, en el fondo, lo tenía en mal concepto. Recordemos al respecto que
Heres contó que en cierta ocasión San Martín le dio un abrazo muy efusivo a
Torre Tagle y luego le dijo a Heres, muy confidencialmente, que Tagle era una
india vieja que no valía para nada. A nadie debería extrañar que esta anécdota
fuera totalmente cierta, porque San Martín, como todos los grandes personajes
de la historia, ha sido tan humano como cualquiera de nosotros, con numerosas y
extraordinarias virtudes, pero también con defectos Por eso es que consideramos
muy objetivo y razonable lo que J.L Busaniche dice al mencionar este hecho
anecdótico: "A los que no creemos que San Martín naciera exento de pecado
original, no nos asusta tal cosa, sobre todo si pensamos que Torre Tagle
mereció efectivamente el abrazo efusivo en el Perú, pero que no valía
precisamente un Perú. «Débil e inepto» le llamó San Martín en 1822, y algo
peor, los mismos peruanos en 1824. Con relación a lo de «india vieja»,
Busaniche nos dice: "no nos compete: declaramos ignorar la edad que en
aquellos momentos contaba Tagle; no recordamos tampoco su retrato y es muy
fácil que no fuera un Adonis".
Pérez
Amuchástegui señala que es contradictorio que en la carta de Lafond San Martín
expresara a Bolívar que había escrito una misiva anterior al 23 de agosto, pues
en la incontrovertible carta enviada desde Mendoza con fecha 3 de agosto de 1823
le dice que le había escrito sólo otras dos: una pocos días antes de su salida
de Lima y la otra desde Chile y que ninguna de ellas había sido contestada.
Este es un argumento que consideramos de gran peso en contra de la carta de
Lafond y que los defensores de ella no han encarado en todas sus implicancias,
de seguro porque resulta difícil compatibilizar lo expresado en ambas cartas
con relación a misivas entre los libertadores entre setiembre de 1822 y el 3 de
agosto de 1823. Pérez Amuchástegui interpreta lo escrito por San Martín en su
misiva del 3 de agosto de 1823 como si única y exclusivamente San Martín
hubiese escrito antes que ésta sólo dos cartas entre setiembre de 1822 y agosto
de 1823. En la mencionada carta del 3 de agosto San Martín le dice a Bolívar:
"Pocos días antes de mi salida de esa capital (se refiere a Lima) escribí
a usted; después lo volví a verificar desde Chile y no he tenido contestación
alguna..."
Detengámonos un
poco para analizar mejor el argumento de Pérez Amuchástegui. Sabemos que San
Martín entregó el mando político del Perú al Congreso Constituyente el día de
su inauguración, el 20 de setiembre de 1822. Ese mismo día abandonó la ciudad
de Lima y se dirigió a Ancón, un balneario localizado a pocos kilómetros al
norte de Lima. Dos días después, el 22 de setiembre, zarpaba de Ancón con
destino a Chile. Como San Martín mismo dice que le escribió a Bolívar pocos
días antes de abandonar el Perú, tuvo que hacerlo, si tomamos a la letra el
decir de San Martín, en la segunda quincena de setiembre de 1822, pero con
anterioridad al 20, es decir entre el 15 y el 19. Pero si tomamos en un sentido
más flexible dicha expresión, podría como máximo retrotraerse esta fecha hasta
fines de agosto. Si nos atenemos al texto de la
carta de Lafond,
de ser auténtica, se desprendería que inmediatamente anterior a ella (29 de
agosto de 1822) le había escrito otra, fechada a 23 del mismo mes de agosto,
relativamente breve, porque "las atenciones que me rodeaban en aquel
momento no me permitían escribirle con la extensión que deseaba..." Lo
afirmado en su misiva del 3 de agosto de 1823 parecería ser uno de los más
contundentes argumentos en contra de la controvertida carta del 29 de agosto de
1822. Sin embargo, analizando con más detenimiento encontramos que el texto de
la carta del 3 de agosto de 1823 no permite concluir tajantemente que San
Martín le hubiese escrito a Bolívar tan sólo dos cartas con anterioridad a
aquella, después de su entrevista en Guayaquil. Por lo tanto no se puede
concluir que San Martín después de la mencionada entrevista sólo le escribió a
Bolívar una carta desde Lima (setiembre de 1822), otra desde Chile (San Martín
llegó a Valparaíso el 13 de octubre de 1822 y luego paso a Santiago, para luego
emprender viaje hacia Mendoza fines de enero de 1823), y la misiva fechada
desde Mendoza el 3 de agosto de 1823. No queda excluida totalmente, sin
embargo, la posibilidad de otras misivas, como podría ser la controvertida
misiva del 29 de agosto de 1822 y la del 23 del mismo mes, a la cual hace
referencia la del 29. Consideramos que, sin embargo, nos queda una duda muy
grande del porqué en la carta escrita desde Mendoza no se hizo referencia a la
controvertidas misiva. Queda, innegablemente, una sensación de misterio que
hace que consideremos que este argumento del número de misivas que San Martín
le escribiera a Bolívar después de su regreso de Guayaquil hasta el 3 de agosto
de 1823, es de suma importancia y que necesariamente debe ser evaluado
desapasionadamente por aquellos que defienden la autenticidad de la llamada
carta de Lafond.
Debemos señalar,
asimismo, que V. Lecuna y M. F. Paz Soldán consideraban que realmente San
Martín debió haberle escrito a Bolívar en setiembre de 1822, pero Lecuna
consideraba que debió ser una comunicación al estilo de una proclama, la cual
fue reproducida por la Gaceta del Gobierno del 22 de setiembre de 1822. Es de
nuestro parecer que es realmente imposible que San Martín le enviase dicha
proclama, que era dirigida al pueblo peruano, porque la carta del 3 de agosto
de 1823 es bien clara al referirse al envío de dos misivas e incluso San Martín
le reprocha a su par el no haber recibido respuesta de ninguna de ellas. Para
mala suerte la carta escrita días antes de su salida de Lima por San Martín a
Bolívar no ha aparecido entre los papeles de libertador caraqueño, lo cual es
muy lamentable, porque de llegar a ser encontrada podría ser de gran
importancia e inclusive podría aclarar la problemática en torno a la carta de
Lafond. O tal vez, esta carta escrita "pocos días antes de mi salida de
esa capital" podría ser la del 29 de agosto. En realidad no es fácil
aceptar la expresión de cercanía temporal cuando hay una diferencia de 23 días,
aunque no sería descabellado que así lo fuese, sobre todo considerando que la referencia
a esa cercanía temporal se hacía casi un año después (agosto de 1823 con
relación a agosto o setiembre de 1822). Asimismo debemos señalar que los
impugnadores de la carta de Lafond argumentan que ella es falsa porque de ser
verdadera Bolívar le hubiese dado respuesta, como era su costumbre, y, que es
falsa porque no se encuentra ni en el ingente archivo de Bolívar ni en el de
San Martín dicha respuesta. Pero, ¿existe acaso en algunos de los dos ingentes
archivos de los libertadores esa carta escrita "pocos días antes"
(según la expresión de San Martín) del 22 de setiembre de 1822? ¿Por qué no
contestó Bolívar? Aunque pueda ser que Bolívar sí la contestase y que ella se
encuentre extraviada. Esto debe tenerse muy en cuenta para apreciar el hecho de
que no porque no haya respuesta a una misiva controvertida, como la carta de
Lafond, automáticamente ésta tiene que ser apócrifa, porque pueden darse
diversas posibilidades para explicar la inexistencia del original y de su
respuesta. ¿Podría ser esa misiva la del 29 de agosto de 1822? Sin embargo, con
toda objetividad debemos reconocer que aún dándole una gran laxitud a la
expresión de San Martín e identificar la carta del 29 de agosto como aquella a
la cual San Martín hace referencia como la escrita pocos días antes de su
retiro del Perú (22 de agosto de 1822), se produce necesariamente una seria
contradicción entre la indubitable del 3 de agosto de 1823,que sólo hace
referencia a una carta escrita en Lima en agosto o setiembre de 1822 y otra
escrita en Chile (de mediados de octubre de 1822 a fines de enero de 1823) y la
carta de Lafond, que fechada a 29 de agosto de 1822, hace referencia a una
misiva breve escrita seis días antes. ¿Se olvidó San Martín, al escribir desde
Mendoza, que realmente había escrito tres cartas, sin recibir respuesta de
ninguna de ella? Tampoco se puede eliminar esta posibilidad.
Ya hemos
señalado que los impugnadores de la carta del 29 de agosto de 1822 tienen un
punto que suele hacer muy deleznable el cuerpo de sus críticas, cual es el no
poder explicar satisfactoriamente la exacta correspondencia de la controvertida
carta con los otros documentos auténticos de San Martín. Señalamos, asimismo,
que este inconveniente es, aparentemente, salvado por J. M. Irrazával Larraín,
para el cual esta correspondencia se explica debido al de que fue el propio San
Martín el falsario. Según este historiador, el libertador argentino tenía
necesidad de justificar su retiro del Perú y esta necesidad lo hizo concebir un
documento que crease un justificativo racional a su abandono de la gesta
emancipadora del Perú. Al parecer, en un primer momento pensó entregárselo a
Guido, al cual prometió (en carta de 18-12-1826) enviarle una serie de
documentos que dejarían bien en claro la verdadera razón de su retiro, pero
debió desanimarse de esto y prefirió entregárselo a Lafond, quien la publicó
sin dudar de su autenticidad.
Todos aquellos
que vean y entiendan la Historia como búsqueda ferviente de la verdad, no
pueden ruborizarse ni indignarse ante las opiniones e hipótesis más novedosa e
incluso aparente o realmente fantasiosa, porque debe siempre suponerse buena fe
en aquel que la enuncia, más allá de todos sus prejuicios. Suponer que San
Martín fue el que fraguó la controvertida carta no es, de ninguna manera, una
herejía ni una idea descabellada, porque a todas luces solucionaría el
problema. Fue el propio San Martín el falsario y es por ello que existe la
total correspondencia con sus documentos auténticos. Si se quiere rebatir esta
hipótesis no debe recurrirse al innoble procedimiento de llenar de despectivos
epítetos al historiador que la sustenta, porque con ello no se logra rebatir
una idea y debe siempre tenerse presente que las ideas son dignas de respeto,
por lo que las críticas y réplicas deben ser siempre con altura. Nosotros,
frente a la posición de Irrazával nos preguntamos: ¿Qué pruebas, directas o
indirectas, posee el citado historiador para formular tal aseveración? Con todo
rigor, consideramos que ninguna, al menos de verdadera solidez. Y lo creemos
así porque hay hechos que contradicen la opinión de Irrazával. Por ejemplo,
¿por qué, en este caso, San Martín no hizo que figurase entre sus papeles un
borrador fraguado de dicha misiva? Tal vez se responda, como Mitre y algunos
defensores de la controvertida misiva, que sí existía y que fue la que San
Martín entregó a Lafond, entre los varios documentos que le proporcionó, pero
que le fueron devueltos a San Martín, de conformidad a lo que Lafond le dice al
libertador argentino en carta de 2 de abril de 1840. Pero, en este caso, qué
pasó con el documento ya en manos de San Martín. Otra interrogante, siguiendo
la misma hipótesis de San Martín como dador del documento (independientemente
de si auténtico o falso) es acerca del porqué a Lafond, sabiendo que éste la
publicaría en francés. Por qué, si lo que supuestamente perseguía era
justificarse ante sus amigos, no se la entregó a Alberdi quien la hubiese
publicado en castellano. Además, esta supuesta necesidad de justificación por
su retiro del Perú no se condice con la reserva que San Martín siempre guardó
acerca de la entrevista y su retiro del Perú. Por otro lado, la tesis de
Irrazával significa admitir que San Martín se retiró del Perú sólo a
consecuencia de la entrevista de Guayaquil y ello
es falso.
Consideramos que realmente San Martín no tenía nada que justificar, pues se
retiró convencido (y luego las noticias que le dieron sus amigos le reafirmaron
en esta convicción) de que su presencia en el Perú era inconveniente, tanto por
la situación política como por la propia situación militar, donde él había
perdido prestigio y generado un grupo muy hostil que le hacía imposible la
dirección político-militar del Perú. Quedarse en este país le hubiera
significado tener que enfrentarse con ese poderoso grupo opositor y derrumbarlo
y ello, era muy probable, generaría una guerra civil o en su defecto una
situación tan tirante que hubiera hecho ineficaz su gestión político-militar,
en un Estado en el cual él ejercía una verdadera dictadura (en el sentido de que
en sus manos se encontraban todos los poderes) bajo la denominación de
Protector. Todo esto que afirmamos, brota diáfano de los documentos de la
época. Es por ejemplo conocidísimo el mote de rey José que se le daba al
Protector del Perú y lo es también su queja de sentirse aburrido de escuchar
constantemente que quería hacerse soberano. En cambio es menos conocido que en
la segunda sesión secreta del 21 de setiembre de 1822, del flamante recién
instalado congreso constituyente peruano, se expresaron temores respecto a San
Martín, que en la sesión secreta del 27 del mes citado se expresó el recelo de
que el ex Protector tratase de apoderarse de las provincias del Alto Perú, de
Arequipa y Cusco, y que en la sesión secreta del 26 de octubre fueron presentados
unos pasquines a favor del rey, a favor de San Martín y contra el Congreso.
(Véase: Historia del Parlamento Nacional.- Lima, 1928; tomo IV).
Consideramos que
no existe el menor elemento de juicio para considerar a San Martín un falsario.
El Libertador-Protector del Perú no tenía ningún motivo para realizar un
embuste de tal calibre. No es ahistórico9 decir que es difícil, por no decir
imposible, imaginar a San Martín, un personaje con un alto sentido del honor,
del deber y la responsabilidad, dedicado a elaborar una superchería histórica.
Concebir esto implica admitir a un hombre empequeñecido e inconsciente de su
valía, carente de honor, de orgullo y de sólidos principios. Que sepamos,
ninguna de estas características encuadran con la recia personalidad de San
Martín. Por lo demás, si San Martín, admitámoslo por un momento, hubiera
querido justificar su retiro del Perú como una consecuencia de su desencuentro
con el libertador Bolívar en Guayaquil, no tenía que recurrir a una superchería
tan pueril como fraguar una misiva; le hubiera bastado con hacer de
conocimiento su visión personal de la entrevista y en ella consignar las
implicancias que tuvo para su retiro del Perú. Pero sabemos, por diversos
testimonios, que San Martín no le gustaba hablar al respecto.
Habíamos
señalado que de la correspondencia fiel entre misiva del 29 de agosto de 1822 y
las cartas a Miller y Castilla, no puede inferirse inmediata y necesariamente
la autenticidad de la controvertida misiva. En primera instancia sólo comprueba
que ella contiene «verdades». Pero al reflexionar sobre la mencionada
correspondencia, surgen varias posibilidades que pueden explicarla, sin tener
que ser necesariamente auténtica.
a) Fue fraguada
por San Martín. Es la tesis de Irrazával, la cual, creemos haber demostrado, no
reposa en argumentos o indicios sólidos.
b) Fue elaborada
por alguna o algunas personas que estuvieron vinculados a San Martín y que se
constituyeron en el grupo peruano antibolivarista Aquí podemos incluir las
tesis de Pérez Amuchástegui y la de I. J. Barrera. Tampoco encontramos sólidos
los argumentos esgrimidos en defensa de esta posición, aunque podría ser que en
ese grupo antibolivarista se fraguara la carta. El masivo fraude de misivas
supuestamente cursadas entre los libertadores que diera a luz Colombres Mármol
(p) en 1940 en el libro "San Martín y Bolívar en la entrevista de
Guayaquil, a la luz de nuevos documentos definitivos" y cuyo propio libro
resultó, en cuanto a su autoría, también un fraude, deja una lección sobre el
cuidado que hay que tener cuando sabemos que hay de por medio intereses de
facciones y nacionalismos.
c) Fue fraguada
por Lafond, quien habiendo estado en julio de 1822 en Guayaquil y luego pasado
al Callao; que habiendo recibido documentación del propio San Martín ya en
Francia, pudo estar al tanto de los pormenores de lo ocurrido en 1822. Un
análisis de la posibilidad de Lafond falsario se resiste a llegar a dicha
conclusión, porque sería inexplicable como pudo este francés inventar datos y
apreciaciones subjetivas que coincidieran tan grandemente con los que San
Martín consignó en su carta a Miller y a Castilla. Por otro lado, era difícil
intentar lograr imitar el estilo de San Martín y tenía que ser el obstáculo más
grave para elaborar esa superchería. Que sepamos, nadie ha visto en esta
discutida misiva un documento cuyo estilo no coincida con el de San Martín.
Incluso J. C. Chaves ve en ella el «inconfundible estilo» del libertador
argentino. Pero esto complica aún más el problema. No es de fácil análisis lo
referente al «inconfundible estilo» de San Martín y por ello, consideramos, no
se ha insistido mucho en ello.
Lo que al
parecer si es fácil deducir es que, si se admite que ella es un fraude, tiene
que aceptarse que fue elaborada no antes de 1831, porque sería ilógico pensar
que el o los falsarios la fuesen a publicar antes de la muerte de Bolívar (la
cual ocurrió el 17 de diciembre de 1830) o que la hubiesen elaborado aún en
vida del Libertador, pero guardándola hasta que éste muriese. Pero debe recordarse
que Bolívar murió prematuramente a los 47 años de edad. ¿Tendría sentido
fabricar un embuste sin saber en que fecha se iba a ser público? ¿Qué fin
perseguiría tan extraño proceder? Esto es un factor que va en contra de los que
argumentan que fue fabricado en el Perú por el denominado "grupo
peruanista" antibolivarista. No tendría ningún sentido que este supuesto
grupo, de ser cierta la hipótesis, fabricase el embuste después de 1830.
Cuando se medita
sobre la posibilidad del fraude, inmediatamente se plantea o debe plantearse el
problema acerca de encontrarle una lógica explicación a la actitud de San
Martín en haber consentido en su difusión. En verdad no se halla un porqué
indubitable a esta actitud. Tal vez sea "este el principal obstáculo con el
que se enfrentan los impugnadores de la controvertida misiva. Por otro lado, el
controvertido documento aparecido en 1843 no creó una versión justificativa y
falaz del retiro de San Martín, porque ya San Martín se la había expresado, en
1827, a Miller y sobre la cual volvió a insistir en 1848, en la carta dirigida
a Castilla.
La discutida
misiva tiene algunos puntos muy oscuros e inexplicables que de ninguna manera
pueden desconocerse y pasarlos por alto en cualquier análisis serio y que hacen
dudar sobre la posible autenticidad de la misiva del 29 de agosto de 1822. Al
menos es esa nuestra opinión. Entre lo oscuro e inexplicable de la carta de
Lafond, podemos señalar lo siguiente:
a) Ella hace
referencia a documentos que, misteriosamente o por rara causalidad, son hasta
ahora inexistentes, tales como la misiva a Bolívar de 23 de agosto de 1822, la
comunicación de Santa Cruz a San Martín en plena marcha de retorno al Perú y la
prometida nota sobre jefes militares y su conducta.
b) Esta carta,
como perspicazmente lo señalara Vicente Lecuna, implicaría una misiva-respuesta
de Bolívar, la cual no ha sido hallada en ningún archivo.
c) Señala la
carta de Lafond que el Comandante Delgado sería el portador y dador de la
misiva. Sin embargo está probado que ello no fue así.
d) Habiendo sido
escrita el 29 de agosto ¿por qué, supuestamente, fue remitida recién a fines de
setiembre?
e) La
cuestionada misiva señala que el Comandante Delgado sería el encargado de
entregar a Bolívar, en calidad de obsequio, una escopeta, un par de pistolas y
un caballo de paso. Sin embargo, no existe ningún testimonio que Bolívar
recibiese dichos presentes.
f) La carta de
Lafond atribuye a Bolívar una minusvalía del ejército realista. Pero de los
documentos de Bolívar se desprende un concepto totalmente opuesto a éste. Y no
se vaya a pensar que podría ser consecuencia de la carta del 29 de agosto,
porque en una misiva de Bolívar dirigida a Santander, de 3 de agosto de 1822,
le dice: "A este propósito digo a Ud. que creo de necesidad se nos manden
por el istmo dos mil fusiles y doscientos o trescientos quintales de plomo para
armar un ejército en caso que el enemigo triunfe de San Martín, lo que, según
todas las noticias, puede muy bien suceder". El propio oficio de 9 de setiembre
de 1822 que por orden de Bolívar su secretario José Gabriel Pérez enviara a los
Ministros de Estado y Relaciones Exteriores de Perú y Chile, habla bien a las
claras de la preocupación militar de Bolívar con relación a la lucha en el
Perú, prometiendo enviar cuatro mil hombres más de los ya enviados y
solicitándole a Chile que envíe unos seis mil a ocho mil hombres y además que
Chile tratase de persuadir al gobierno del Río de la Plata a colaborar con un
ejército de unos cuatro mil efectivos. Por otra parte, Bolívar no podía saber
que cuando el oficio mencionado llegase al Perú ya San Martín no iba a
encontrarse en el gobierno ni en el territorio peruano.
g) Como señala
Pérez Amuchástegui, de ser auténtica la misiva del 29 de agosto resultarían
totalmente inexplicables los elogios y recomendaciones que San Martín hace de
Arenales y no de Rudecindo Alvarado, a quien el propio San Martín había
designado Jefe del Ejército Libertador del Perú.
h) El total del
ejército patriota, aunque era inferior al realista, sin embargo el número de
8500 efectivos que el controvertido documento le asigna, es muy inferior al que
realmente tenía, el cual sobrepasaba, y con gran holgura, los 10000 hombres. Es
difícil pensar que San Martín tratase de impresionar a Bolívar, sabiendo que
éste era informado por los jefes colombianos existentes en el Perú.
Consideramos,
que con un juicio desapasionado, alejado de todo dogmatismo académico
chovinista, distante de todo prejuicio, con un espíritu amante de la verdad,
podrá intentarse nuevas aproximaciones para la solución del problema, a medida
que aparezcan nuevos elementos de juicio, y esto en la medida que se analicen
paciente y meticulosamente los documentos éditos, que de una u otra manera
puedan echar luces sobre este enigma, así como también los documentos inéditos
que puedan reparar elementos claves para su dilucidación definitiva. El deseo
de todo verdadero historiador, como lo formulara el peruano Alberto Tauro del
Pino, debe ser que "emancipada de vaniloquios y falsos arrequives, la
investigación histórica restablezca algún día la verdad".
Bibliografía
Los estudios en
torno a la carta de Lafond son abundantes. Sólo mencionaremos los trabajos
citados en este trabajo. Abreviaturas utilizadas en las citas: ANHA: Boletín de
la Academia Nacional de la Historia de Argentina ANHV: Boletín de la Academia
Nacional de la Historia de Venezuela RSBV: Revista de la Sociedad Bolivariana
de Venezuela. -Aranda, Ricardo. "Colección de los tratados, convenciones,
capitulaciones, armisticios celebrados desde la independencia hasta el
día" (Lima, 1890-1911) 14 v. -Barrera, Isaac J. "Sobre la carta de
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-Busaniche, José Luis "San Martín Vivo" (1966) -Colombres Mármol, E.
L. (h) "¡¿Es apócrifo el testamento político de San Martín?! ¡¿Fue
falsificado en el Perú?!" (1964) -Cortés Vagas, C. "Participación de
Colombia en la libertad del Perú" (Boletín de Historia y Antigüedades, Bogotá,
julio-setiembre 1947)) -Chaves, J.C. "El portador de la carta de
Lafond"(ANHA "La autenticidad de la carta de San Martín a Bolívar de
29 de agosto de 1822.- Buenos Aires, 1950; pp. 78-84) -Chaves, J. C, "La
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Parlamento Nacional: Actas de los Congresos del Perú desde el año 1822"
(Lima, 1928-1929) -Dellepiane, Carlos. "Historia militar del Perú",
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del Perú: 18221823" -Gaceta del Gobierno [del Perú].- (Edición
facsimilar. Ministerio de Educación: Universidad de La Plata, Buenos Aires,
1950) -Gandía, Enrique de. "San Martín: su pensamiento político"
(1964) -García del Real, Eduardo. "José de San Martín" (Barcelona, 1984)
-Gestoso, A.G. "Polémica sobre una carta de San Martín" (Cuadernos
Hispanoamericanos, Madrid, setiembre de 1965, n° 189; pp.366-373). -Goenaga, J.
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Bolívar" -Irrazával Larraín, José Miguel. "San Martín y sus
enigmas" (1949; tomo II) -Irrazával Larraín, J. M. "San Martín y sus
enigmas: La carta de 29 de agosto de 1822" (ANHV; enero-marzo; 1951; pp.
12-50). -Lecuna, Vicente. "La Entrevista de Guayaquil: restablecimiento de
la verdad histórica (1962, cuarta edición; dos tomos). Lecuna, V.
"Refutación y mentís al libro del señor Colombres Mármol. Cartas apócrifas
publicadas como auténticas por el Sr. E. L. Colombres Mármol, ex embajador de
la Argentina en el Perú, en un libro intitulado "San Martín y Bolívar en
la Entrevista de Guayaquil a la luz de nuevos documentos definitivos"
(ANHV, 1945 "Cartas apócrifas sobre la Conferencia de Guayaquil)) -Lecuna,
V. "Refutación a la carta del General San Martín a Miller" (ANHV;
abril-junio 1947) -Lecuna, V. "Nuevas versiones sobre la Entrevista de
Guayaquil" (ANHV; enero-marzo 1949) -Lecuna, V. "La entrevista de
Guayaquil" (ANHV, abril junio 1949) -Lecuna, V. "La carta apócrifa de
Lafond: contestación al Prof. Bernard" (ANHV, octubre-diciembre 1949)
-Lecuna, V. "Atentado en Buenos Aires contra el libro La Entrevista de
Guayaquil" (ANHV, enero-marzo 1950) -Lecuna, V. "La diatriba argentina
contra Bolívar" (ANHV, julio-setiembre 1950) -Lecuna, V. "Refutación
a los estudios publicados por la Academia de Buenos Aires sobre la carta de
Lafond" (ANHV, octubre-diciembre 1950) -Lecuna, V. "Rencores de San
Martín contra Bolívar" (ANHV, octubre-diciembre 1951) -Lecuna, V.
"Defensa de la Crónica razonada de las Guerras de Bolívar" (ANHV,
abril-junio 1952) -Lecuna, V. "Crítica al folleto del Dr. Ricardo Levene
sobre la carta apócrifa de Lafond" (RSBV, 24-07-1949) -Lecuna, V. "La
carta apócrifa de Lafond" (RSBV, 28-10-1949)
-Lecuna, V.
"De nuevo la carta apócrifa de Lafond" (RSBV, 17-12-1949) -Lecuna, V.
"Cartas de San Martín a Bolívar" (RSBV, 24-07-1950) -Lecuna, V.
"La diatriba argentina contra Bolívar" (RSBV, 28-10-1950; pp. 334342))
-Lecuna, V. "Las diatribas argentinas contra Bolívar" (RSBV,
28-10-1950; pp. 343-346) -Lecuna, V. "San Martín y Bolívar en
Guayaquil" (RSBV, 17-12-1950) -Lecuna, V. "Episodios de la vida de
Bolívar. Los refuerzos de Colombia al Perú (RSBV, N° 30; 1951; pp. 207-209).
-Leguía y Martínez, Germán. “Historia de la emancipación del Perú: El
Protectorado” (Lima: Editorial Jurídica S.A. 1972) tomo VII; -Levene, Ricardo
"La carta de San Martín a Bolívar de 29 de agosto de 1822: Un documento
fundamental de la Historia Argentina y Americana" (ANHA"La
autenticidad de la carta de San Martín a Bolívar de 29 de agosto de 1822;
Buenos Aires, 1950; pp. 91-128) -Márquez, Ezequiel. "El coronel don Andrés
de Santa Cruz en Cuenca" (Quito: Imprenta de la Universidad Central, 1924.
Edición especial del N° 20 del Boletín de la Academia Nacional de la Historia).
-Masur, Gerhard. "The conference of
Guayaquil" (Reprinted from The Hispanic American Historical Review; vol. XXXII, n° 2, may
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1822" ("San Martín, Homenaje de la Academia Nacional de la Historia
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Martín"(discurso) [RSBV, 28-101950; pp. 246-257] -Mijares, Augusto.
"El Libertador" (Caracas, 1987) -O’Leary, Daniel Florencio.
"Historia de la Independencia Americana: La Emancipación del Perú según la
correspondencia del general Heres con el Libertador: 1821-1830" (Madrid,
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http://www.periciascaligraficas.com/v2.0/resultados.php?contenidosID=102
-Paredes M., Jorge G. “San Martín y Bolívar en Guayaquil”
http://www.simon-bolivar.org/bolivar/sb_sm_en%20guayaquil.html
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Historiográfica" (1962) -Rojas, Ricardo. "La Entrevista de
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(1938) -Tauro del Pino, A. "Sobre la entrevista de Guayaquil y sus ecos
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1949-1950; pp. 678-684). -Vargas Ugarte, Rubén. "Historia General del
Perú" tomo VI. -Vargas, Nemesio. "Historia del Perú
independiente" -Yungano, Arturo Ricardo. "Discurso de incorporación
como miembro de número en la Academia Sanmartiniana de 20 de setiembre
de1995" http://www.sarmiento.org.ar/yungano.htm)
D. ¿MISIVAS ENTRE LOS LIBERTADORES
REFERENTES A SUS CONFERENCIAS?
Aparte de dicha
controvertida misiva, no se conocía ninguna otra carta en la que los
libertadores de América se hubiesen escrito sobre lo tratado en Guayaquil. Esto era así hasta
1940, año en el cual apareció el libro de Eduardo Lástenes Colombres Mármol
(padre), titulado “San Martín y Bolívar en la entrevista de Guayaquil, a la luz
de nuevos documentos definitivos”. Entre estos “nuevos documentos” figuraban nada
menos que misivas cursadas entre los libertadores, en las que se referían a dos
aspectos de gran trascendencia. Uno de ellos era el referente al problema
político generado en torno al destino de Guayaquil, que habiendo proclamado su
independencia el 9 de octubre de 1820 había dejado pendiente su incorporación a
Perú o a Colombia e incluso la posibilidad de constituirse en un estado
independiente, pero que Bolívar zanjó, manu militari, el 13 de julio de 1822,
al decidir la incorporación del territorio de Guayaquil a Colombia. Y el otro
tópico era el concerniente a lo que
ellos trataron en sus conferencias realizadas en la ciudad de Guayaquil, los
días 26 y 27 de julio de 1822.
Entre esas
misivas, presentadas no sólo como «nuevos documentos» sino «como definitivos»,
reseñaremos las siguientes: a) Misiva de Bolívar a San Martín, fechada en Cali
a 29 de enero de 1822. En esta carta Bolívar le señala a San Martín los
derechos de Colombia sobre Guayaquil, pero le expresa que ambos pueden
solucionar el problema. b) Misiva de Bolívar a San Martín, fecha en Guayaquil a
25 de agosto de 1822. En ésta le señala la inconveniencia de los regímenes
personalistas; arguye la conveniencia de adoptar su sistema de la Confederación
General, que lo compara al de los Estados Unidos. Le expresa que la unión de
sus ejércitos se podría llevar a cabo, siempre y cuando el Perú se
comprometiese a hacerse cargo del aspecto económico de la campaña.
c) San Martín a
Bolívar, fechada en Lima a 10 de setiembre de 1822. Ésta es contestación a la
que recibió del libertador caraqueño con fecha 25 de agosto. El Protector del
Perú le comunica que él no podría reconocer la soberanía de Colombia sobre
Guayaquil, estando esta provincia bajo el protectorado del Perú. Le anuncia su
renuncia ante el Congreso. d) Bolívar a San Martín, fechada desde Cuenca a 27
de setiembre de 1822. Constituye respuesta a la enviada por San Martín el 10 de setiembre. Bolívar le
transmite a San Martín su lamento por la renuncia que ha hecho del gobierno del
Perú. Asimismo le manifiesta lamentar mucho el que no se hubiese aceptado su
propuesta de la unión de los dos ejércitos, lo cual se lo había expresado en la misiva del 25 de agosto.
Además de estas
misivas aparecía otra de San Martín a Bolívar, fechada desde Bruselas el 28 de
mayo de 1827; de Bolívar a Santander, de Sucre a Santander, de Sucre a Bolívar
y de éste a Sucre.
La polvareda que
vino a levantar el hallazgo y publicación de estos supuestos documentos
suscritos por San Martín, Bolívar y otros personajes de aquella época,
vinculados a la Entrevista de Guayaquil, constituye uno de los sucesos más
raros de la historiografía americana.
Al poco tiempo
de circular la mencionada obra de E..L. Colombres Mármol, la Academia Nacional
de la Historia de Venezuela y el renombrado historiador venezolano don Vicente
Lecuna, impugnaron como apócrifos todos los presuntos “nuevos documentos” que
aportaba la obra de Colombres Mármol.
Como el caso
ameritaba una investigación muy seria, los mencionados documentos fueron analizados,
con suma meticulosidad, por una Comisión Nacional Argentina, la cual concluyó
por pronunciarse en el mismo sentido que la de su par, la venezolana. Debemos
señalar que durante la investigación realizada en Argentina, don Ricardo
Levene, prestigioso historiador, presidente de la Academia de la Historia de
Argentina y asimismo presidente de la comisión especial para el estudio de los
documentos cuestionados, recibió una carta del Sr. José M. González Alfonso,
suscrita en Buenos Aires el 15 de octubre de 1941, en la cual, el mencionado
personaje, se reconocía como el verdadero autor de la obra que E. L. Colombres
Mármol había publicado sobre la entrevista de Guayaquil, con los documentos
ahora probadamente apócrifos, de conformidad con las conclusiones de las
Academias Nacionales de la Historia de
Venezuela Argentina. El eximio historiador peruano Rubén Vargas Ugarte,
comentando sobre el problema del verdadero autor de la cuestionada obra y
asimismo sobre la procedencia de los documentos que ella pretendía aportar,
como nuevos y definitivos, para solucionar los «enigmas» de la entrevista de
Guayaquil, nos dice: “Tuvimos ocasión de conocer al primero (se refiere a
Colombres Mármol) cuando estaba en Lima de Embajador de su país y por lo poco
que le tratamos nos persuadimos que sus conocimientos en historia no pasaban de
lo vulgar. Por desdicha, el señor Colombres, víctima de un traficante
inescrupuloso, se prestó a darle la mano para que saliese del país la valiosa
documentación, propiedad del Estado (se refiere al estado peruano), que
custodiaba Emilio Gutiérrez de Quintanilla, Director del Museo Nacional, a
quien se había encomendado la tarea de reunir los materiales para la obra “La
Acción Peruana en la Independencia”. Esos documentos reunidos en más de treinta
tomos en folio salieron del país (Perú) subrepticiamente y fueron luego puestos
a la venta en Buenos Aires”(Vargas Ugarte, R “Historia General del Perú”, tomo
VI, pp. 227-228, infra). ¿Cómo llegaron a manos del Sr. Colombres Mármol los
controvertidos (en realidad apócrifos) documentos? El propio embajador nada
dijo al respecto e incluso creó todo un gran misterio en torno a la obtención
de esos materiales. La defensa acerca de la autenticidad de los mencionados
documentos correría a cargo del reconocido historiador argentino don Rómulo
Carbia, que había sido nada menos que el encargado del prólogo de la obra.
Carbia también echó luces sobre la
procedencia de la documentación, señalando que los documentos pertenecían al
archivo de Gutiérrez de Quintanilla. Rómulo Carbia incluso llegó a publicar una
obra titulada “San Martín y Bolívar frente al hallazgo de nuevos documentos”,
donde defendió la autenticidad de los impugnados documentos, esgrimiendo
algunos argumentos que pretendían rebatir la demoledora crítica de don Vicente
Lecuna. Pero quien más ha aportado para dilucidar acerca de la
obtención de los documentos ha sido E. L. Colombres Mármol (hijo), el cual
publicó una obra titulada “En defensa de las discutidas cartas del general San
Martín”. Señala Colombres Mármol (h), que desempeñándose su padre como
Embajador en el Perú, llegó a saber y conocer de la existencia de una gran
cantidad de documentos sobre la etapa separatista, existentes en el archivo del
historiador peruano Emilio Gutiérrez de Quintanilla. A comienzos de 1939 llegó
a Buenos Aires el Sr. Fernando Gutiérrez de Quintanilla, llevando consigo
varios miles de manuscritos. El gobierno argentino, informado de esto, designó
una comisión especial para que, previo minucioso análisis, dictaminara el valor de los mismos y de
considerarse importantes y convenir a las partes, adquirirlos para que fueran
incorporarlos a los archivos argentinos. Esta comisión estuvo integrada por R.
Levene, Presidente, A. C. Escobar, C. De Estrada, E. L Colombres Mármol (p), R.
J. Cárcamo, R. Zavala, E. Ravignani y F. Best. El Sr. Fernando Gutiérrez de
Quintanilla puso a disposición de dicha comisión seis mil documentos. Entre
tanto, en Lima, el encargado de analizar los restantes manuscritos de la
familia Gutiérrez de Quintanilla fue el señor César Galdós Vergara. Fue este
señor Galdós el que informó haber hallado treinta documentos vinculados al año
1822 y a la entrevista de Guayaquil. La comisión argentina mencionada
consideró que dentro de este grupo de
treinta documentos, solo dieciocho eran realmente importantes. El porqué fue el
señor Colombres Mármol y no otra persona la que utilizara los documentos en
cuestión, se explica por el hecho que el mencionado personaje había pagado, de
su propio peculio, el cincuenta por ciento del valor de los documentos y es por
ello, que con el debido permiso de la familia Gutiérrez de Quintanilla comenzó
a preparar o hacer preparar un trabajo sobre la entrevista de Guayaquil, obra
que vería la luz en 1940, con el título ya mencionado de “San Martín y Bolívar
en la entrevista de Guayaquil, a la luz de nuevos documentos definitivos”.
Colombres Mármol llegaba a las siguientes conclusiones, en consideración a
dichos «novísimos y trascendentales documentos”, con relación a la entrevista
de los libertadores:
a) No hubo
acuerdo entre San Martín y Bolívar, ni en el fondo ni en la forma.
b) San Martín,
consultado sobre la anexión colombiana de Guayaquil consumada por Bolívar, la
desconoció de plano y ratificó después su disconformidad en carta posterior a
la entrevista.
c) Aceptó, en
nombre del Perú, incondicionalmente la ayuda ofrecida por Colombia, si este
estado tomaba a su cargo la parte correspondiente a la financiación de la
campaña.
d) San Martín se
condenó voluntariamente al ostracismo, sacrificando el prestigio y la gloria de
su carrera militar en aras de la paz y de la libertad, así como para evitar una
guerra fratricida.
e) Las leyendas
forjadas en torno de la entrevista de Guayaquil se desvanecen por completo,
imponiéndose el desahucio de multitud de historias improvisadas, carentes de
seriedad y consistencia científica, así como el reajuste crítico indispensable
en otras, aquellas en las cuales la exaltación del héroe o el encono han
tergiversado la verdad.
El libro de Colombres
Mármol causó un gran impacto en el ámbito historiográfico americano, no tanto
por el enfoque en sí que presenta la obra sobre la conferencia de Guayaquil,
sino por el aparato documental sobre el cual se había elaborado. El diplomático
argentino llegó a rodear de tanto misterio el hallazgo de los documentos, que
incluso llegó expresar que había sido
obra de la providencia el que dichos documentos llegasen a sus manos. Los
historiadores venezolanos tomaron el asunto con cierta inquietud y un gran escepticismo,
aunque se debe reconocer que lo hicieron con mucha seriedad y espíritu crítico.
El mismo año de la publicación del novedoso libro de Colombres Mármol, la
Academia Nacional de la Historia de Venezuela, con fecha 7 de noviembre de
1940, emitió un informe, rubricado C. L. Mendoza, P. M. Arcaya, Mons. Nicolás
E. Navarro y Lucía L. de Pérez Díaz, en el cual se dictaminaba que los
documentos incluidos en la obra de Colombres Mármol eran apócrifos. El dictamen
consideraba que los siguientes factores demostraban fehacientemente su
inautenticidad:
a) Carácter
acientífico al referir el hallazgo de los manuscritos.
b) Todas las
cartas, curiosamente, persiguen un solo fin: demostrar la autenticidad de la
carta de 29 de agosto de 1822.
c) Existen
diferencias graves en el lenguaje escrito de las misivas atribuidas a Bolívar y
Sucre.
d) Las cartas
atribuidas a Bolívar contienen graves contradicciones con las ideas
manifestadas por él, en otros documentos de esa misma época.
e) En la carta
atribuida a Bolívar de 25 de agosto de 1822, el Libertador hace referencia a
«la República de Francia», cuando en aquel momento gobernaba el rey Luis XVIII.
f) Se atribuye a
Bolívar una misiva suscrita en Cali, a 29 de enero de 1822. Sin embargo para
esa fecha Bolívar no se encontraba en Cali sino en Popayán.
g) En una carta
atribuida a Sucre, de 9 de diciembre de 1824, aparece este personaje dándole la
noticia de la victoria de Ayacucho a Santander. Se sabe, por carta auténtica de
Sucre a Santander, de 13 de diciembre del mismo año, que fue en esa carta (la
del 13 de diciembre) que Sucre por vez primera le escribía a Santander dándole
la noticia del triunfo obtenido en Ayacucho.
h) En la carta
atribuida a Bolívar y dirigida a
Santander, de 13 de octubre de 1822, se hace referencia a la Gran Colombia,
cuando en aquel tiempo nadie utilizaba
dicha denominación.
i) La impugnada
misiva de Bolívar a Sucre, de 7 de noviembre de 1824, no termina con la frase
de rutina: “Dios guarde a V.S. muchos años” como era de rigor, sino con un
“Señor General” antes de la firma, fórmula empleada, en aquella época, sólo de
inferior a superior. Asimismo, en esta misiva se antepone al nombre de Sucre la
palabra «Don», cuando el Libertador nunca usaba dicho término al dirigirse a
sus generales colombianos. También aparece la fórmula U.S. (abreviatura de
Usía), que no era utilizada por la secretaría de Bolívar, la cual empleaba la
fórmula V.S. (Vuestra Señoría). Sólo en copias y reproducciones suele, a veces,
utilizarse la primera abreviatura mencionada.
El eximio
bolivarista don Vicente Lecuna hizo un estudio acucioso de los documentos
cuestionados, llegando la conclusión de
que eran apócrifos. En realidad hay que reconocer, que fue don Vicente Lecuna
quien cerró en forma definitiva el problema de los documentos dados a conocer
por Colombres Mármol, pues son tantos los elementos esgrimidos por él, y de las
más diversas índoles, que ya no queda la menor duda acerca de la apocrificidad
de los mismos y son ya muy pocos los
historiadores que se atreven a sostener lo contrario, porque ello implicaría
tener que responder todas las críticas hechas por Lecuna, y que, como veremos,
son, casi sin temor a equivocarnos, definitivas. La propia Comisión especial
argentina encargada de estudiar los controvertidos documentos, dictaminó, con
fecha 1 de noviembre de 1941, que ellos eran apócrifos. Pasemos una breve
revista a todos los factores señalados por don Vicente Lecuna que prueban, en
forma definitiva, la inautenticidad de los manuscritos utilizados por Colombres
Mármol:
a) La carta de
Bolívar a San Martín de 29 de enero de 1822 aparece suscrita en Cali, cuando en
aquella fecha Bolívar se encontraba en Popayán. Carbia intentó contrarrestar
este argumento diciendo que en realidad en el manuscrito existe una rayita
debajo de la parte ovalada del 9 (cosa que no se podía apreciaren la
reproducción) lo cual significaría que la carta fue realmente del 21 de enero,
fecha en la que aún Bolívar se encontraba en Cali. Carbia nos dice que la
Secretaría de Bolívar no debió despachar la carta en aquella oportunidad,
terminando por llevarla a Popayán, por lo que allí se enmendó la fecha. Lecuna, por su parte, replicó en el sentido
de que dicha supuesta enmienda era inadmisible en una carta dirigida a una autoridad de la investidura de don José
de San Martín, Protector del Perú.
b) En esta misma
misiva de 29 de enero se escribe «Calí», cuando en aquellos tiempos se escribía «Caly».
c) En la misiva
de Bolívar a San Martín de 25 de agosto de 1822, Bolívar aparece citando como
modelo de su «Confederación General» a los Estados Unidos de Norteamérica,
cuando bien se sabe que él nunca pensó de tal manera.
d) En esta misma
carta, Bolívar ofrece su alianza al Perú, cuando ya existía dicha alianza, la
cual había quedado materializada con el tratado de 6 de julio de 1822.
e) Bolívar (siempre en esta misiva) habla de la
República de Francia, siendo como era en esa época una monarquía.
f) Entre la
carta de Bolívar de 25 de agosto y la respuesta a ella dada por San Martín, el 10 de setiembre, sólo
existe un periodo de apenas 16 días, cuando en aquella época de Guayaquil a
Lima se empleaba casi un mes de viaje.
g) En la
pretendida misiva del Libertador al Protector de 27 de setiembre de 1822,
aparece insistiendo que el Congreso del Perú debe reconocer la soberanía de
Colombia sobre Guayaquil. Bolívar nunca
solicitó dicho reconocimiento.
h) En la misiva
dirigida a Santander de 13 de octubre de 1822, Bolívar usa el término Gran
Colombia, cuando en esa época nadie utilizaba dicho concepto.
i) En la carta
de Bolívar a Sucre de 7 de noviembre de 1824 no figura la fórmula sacramental
«Dios guarde a V.S. muchos años», sino «Señor General», expresión esta última
utilizada de inferior a superior.
j) En la misiva
mencionada en el párrafo anterior se utiliza el término «don», cuando se sabe
que Bolívar no lo utilizaba al dirigirse a sus generales colombianos. El
Libertador, en carta dirigida a su amigo
Vicente Rocafuerte, con fecha 10 de enero de 1821, le dice: “No le pongo
sus títulos porque no sé cuales son y con el Don estamos peleados”.
k) Sucre, en la
pretendida misiva de 9 de diciembre de 1824, se dirige a Santander con la
fórmula V.E. y a la vez «Mi querido general y amigo», forma empleada sólo en
cartas privadas y no en notas o comunicaciones oficiales, donde se utilizaba la
fórmula V.E. Sucre no incurrió nunca en semejante mezcolanza.
l) Es
inverosímil que Sucre escribiera a Santander el 9 de diciembre, en pleno campo
de batalla, mientras que a Bolívar lo hiciera al día siguiente. Por otra parte,
se conoce la carta auténtica de Sucre a Santander de 13 de diciembre de 1824 en
la cual recién le comunica sobre la victoria obtenida en los campos de Ayacucho.
m) Sucre al
dirigirse a Bolívar en la misiva del 26 de marzo de 1827 emplea la fórmula
V.E., cuando ella no se utilizaba en cartas privadas. Además le aplica el
desterrado «Don». Asimismo se utiliza el vocablo «bolivariano», totalmente
moderno, cuando en aquella época solo se utilizaba «boliviano». Y, para remate,
se emplea el título «Libertador y Presidente», cundo se utilizaba «Libertador
Presidente»
n) San Martín,
desde Bruselas, con fecha 28 de mayo de 1827, aparece dando consejos a Bolívar
para que no estableciese la Confederación Boliviana, cuando ya (y esto desde
octubre de 1826) había desistido de dicho sistema.
ñ) En cinco
firmas de los facsímiles reproducidos por Colombres Mármol (p), el nombre
íntegro de Simón Bolívar tiene matemáticamente el mismo tamaño y las rúbricas
son idénticas.
o) En las
pretendidas firmas de Bolívar no figura el punto sobre la letra «i» de la
palabra Simón y aparece la palabra Bolívar acentuada, cuando en aquella época
no se a acentuaba y solo se ponía un punto sobre la «i».
Rómulo Carbia
intentó rebatir a Lecuna, argumentando que el punto sobre la «i» de Simón si
existían en los manuscritos, aunque no aparecía en los facsímiles, debido a su
tamaño reducido. En cuanto al acento en la «i» de Bolívar, Carbia señalaba que
realmente era un punto con forma de acento. Vicente Lecuna le replicó que ello
resultaba un elemento más a favor de la apocrificidad, puesto que si bien es
cierto que en algunas de sus firmas Bolívar pusiera el punto ancho, por la
violencia al asentar la pluma, siempre éste aparece horizontal en las firmas
auténticas y nunca vertical como en las apócrifas.
p) Las letras de
las cartas apócrifas no pertenecen a
ninguno de los amanuenses de los cuales
Bolívar se servía en aquella época para la escritura de su
correspondencia oficial y privada, es decir de su secretario J. G. Pérez y de
los amanuenses Juan Santana y José Domingo Espinar.
q) El Libertador
escribía sus oficios en papel grande, llamado florete, de oficio, de 30 a 31
cm. de largo por 20 a 21 cm. de ancho, milímetros más, milímetros menos, puesto
que había variedad en las diversas resmas. Por otra parte, hacía su
correspondencia personal en papel carta, cuyas dimensiones, en el año 1822,
variaba según los bloques, de 23 por 18 cm. y de 25 por 20 cm. y los usaba sin
ningún membrete o con el membrete
«República de Colombia» y parte de la fecha impresa. Los oficios, en
general, llevaban membrete, lo mismo que las cartas dirigidas a personajes o
gobiernos extranjeros. Ahora bien, las cartas y oficios apócrifos están todos
extendidos en papel grande, florete, sin encabezamiento, incluso los que
aparecen dirigidos al General San Martín. La razón que ello ocurra así, en los
documentos apócrifos, se debe a que en los archivos de la época abundan hojas y
pliegos en blanco de papel florete, por lo tanto fácil de extraer y ser
utilizados para la falsificación. En cambio no existe, en blanco, papel tamaño
carta ni papel timbrado de Colombia, por lo que a los falsificadores no los les
quedó otra alternativa que usar solo papel florete para todo tipo de documento.
r) Toda la
correspondencia auténtica de Sucre está escrita de su puño y letra, a excepción
de aquella redactada durante los meses que tuvo el brazo derecho inutilizado, a
consecuencia de la herida recibida en el motín del 18 de abril de 1828, en
Chuquisaca. La carta presentada por Colombres dirigida por Sucre a Santander,
de 9 de noviembre de 1824, está escrita por amanuense. Por otra parte, Sucre
escribía en papel carta de 26,2 cm. por 20,3 cm. La carta apócrifa señalada
está extendía en papel grande de 31,5 cm. por 21 cm.
s) La proclama
auténtica de Simón Bolívar de 13 de julio de 1822, reproducida por Colombres
Mármol (p), en la cual aparece la misma letra que la de los documentos
apócrifos, pretendía presentar un documento auténtico, pero con letra de los
falsificadores. Aún más, se sabe que en esa fecha había imprenta en Guayaquil,
por lo cual es seguro que ella no circuló en forma manuscrita. Jerónimo Espejo,
argentino, en su obra titulada “Recuerdos Históricos” asegura que dicha
proclama circuló impresa.
t) De ser
auténticos los documentos presentados por Colombres Mármol (p), lo lógico sería
que todos o por lo menos algunos de esos documentos debían encontrarse en los
archivos de los personajes a quienes fueron dirigidas, pero ello no es así y
ello es una prueba contundente de su apocrificidad.
u) El perito
calígrafo, Sr. Ángel de Luca, miembro de la Comisión oficial nombrada por el
poder ejecutivo de Argentina para dictaminar sobre los cuestionados documentos,
señaló que ellos eran apócrifos. Decíamos al comenzar este capítulo que este
fraude constituye uno de los sucesos más raros de la historiografía americana.
La conclusión a
la cual se ha llegado es definitiva: la documentación presentada por Colombres
Mármol era apócrifa. La otra conclusión, que se deriva fundamentalmente de los
análisis hechos por los historiadores venezolanos y muy especialmente por don
Vicente Lecuna, es que esta masiva falsificación de documentos pretendía un fin
en concreto: querer probar la autenticidad de la llamada Carta de Lafond. Si
esa era la finalidad de la falsificación, el móvil para ello fue, sin lugar a
dudas, el falso nacionalismo. Es innegable que las figuras de San Martín y
Bolívar han creado, en torno de ellos, el muy estudiado culto al héroe. Es
fácil darse cuenta de los enfoques nacionalistas de los historiadores
venezolanos, colombianos, ecuatorianos y argentinos cuando tienen que tratar
acerca de estos dos personajes. E incluso entre otras nacionalidades, como la
peruana por ejemplo, se nota aún los sesgos sanmartinianos o bolivaristas de
algunos historiadores de la etapa separatista. Queremos insistir en cómo el deseo de querer presentar una
historia que refleje las simpatías hacia un personaje en desmedro de otro u
otros, pueden llevar a falsificaciones como la analizada.
BIBLIOGRAFÍA
-Academia
Nacional de la Historia de Venezuela. “Cartas Apócrifas sobre la Conferencia de
Guayaquil (Caracas, 1945). Contiene: a) Dictamen de la Academia Nacional de la
Historia de Venezuela de 7 de noviembre de 1940
b) Lecuna,
Vicente. “Refutación y mentís al libro del Sr. Colombres Mármol. Cartas
apócrifas publicadas como auténticas por el Sr. E. L. Colombres Mármol, ex
embajador de la Argentina en el Perú, en un libro intitulado «San Martín y
Bolívar en la Entrevista de Guayaquil a la luz de nuevos documentos
definitivos»”
c) Lecuna,
Vicente.”Contestación al Sr. Rómulo Carbia, defensor de las cartas apócrifas
del Sr. Colombres Mármol” d) Millares Carlo, Agustín. “Apocrificidad de los
documentos presentados por
Colombres
Mármol” e) Dictamen de la Comisión Nacional Argentina. f) Carta del Sr. José M.
González Alfonso, de 15 de octubre de 1941.
-Academia
Nacional de la Historia de Venezuela. “Sobre las cartas falsas de Colombres
Mármol. Acuerdos de la Academia”. (Boletín de la ANHV, abril-junio 1958).
-Carbia, Rómulo “San Martín y Bolívar frente al hallazgo de nuevos documentos “
(Buenos Aires, 1941) -Colombres Mármol, E. L. (p) “San Martín y Bolívar en la
Entrevista de Guayaquil a la luz de nuevos documentos definitivos” (Buenos
Aires,1940) -Colombres Mármol, E. L. (h). “En defensa de las discutidas cartas
del general San Martín” (Buenos Aires, 1947) -Instituto Sanmartiniano
“Epistolario entre los libertadores San Martín y Bolívar” (Buenos Aires, 1941)
-Mendoza, C. L. “Nota Editorial” (Boletín de la Academia Nacional de l Historia
de Venezuela, N° 130, abril-junio 1950;
pp. 139-143) -Ortiz, Sergio E. “El Nacionalismo en la Historia” (Revista de la
Sociedad Bolivariana de Venezuela; 24 de julio de 1950; pp. 215-22) -Sayán de
Vidaurre, A. “«San Martín y Bolívar en la Entrevista de Guayaquil a la luz de
nuevos documentos definitivos», libro del embajador Eduardo Lástenes Colombres
Mármol” (Buenos Aires, 1942) Terán Gómez, Luis.”Crítica de un proceso” (Revista
de la Sociedad Bolivariana de Venezuela; 24 de julio de 1950; pp. 223-226)
-Vargas Ugarte, Rubén “Historia General del Perú. Emancipación” (Barcelona,
1966; tomo VI).
E. LA VERSIÓN DE SAN MARTÍN: CONCLUSIÓN
Analizados los
diversos testimonios de libertador argentino nos queda ahora la tarea de
precisar cuál fue su versión personal sobre la entrevista.
San Martín en
sus testimonios incontrovertibles señala que su visita a Guayaquil tuvo como
objetivo el reclamar de Bolívar el auxilio del ejército colombiano. En esto es
enfático San Martín. A Miller le expresó que él pensaba que el buen éxito de la
empresa no podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación de todas las
fuerzas de Colombia. A Castilla le dice:
“...cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas de Colombia y del
Perú, la guerra de la independencia hubiera sido terminada en todo el año 23”. De
estas aseveraciones se concluye (según la versión sanmartiniana) que él no fue
a pedir simple auxilio o refuerzos, los cuales, como lo destacan los
historiadores venezolanos, ya estaban de antemano acordados, sino que en
atención a su plan que se había trazado para terminar con los realistas
(campaña a puertos intermedios) fue a tratar con Bolívar sobre la colaboración
del grueso del ejército colombiano. Esta colaboración de convertirse en realidad,
significaría el pase de Bolívar al Perú al mando de dicho ejército. El ejército
unido en tal caso tendría que tener necesariamente u comandante en jefe y esto
explica porque en la versión de San Martín él ofrece dicho cargo a Bolívar.
Este ofrecimiento no posee los ribetes melodramáticos con que suelen
presentarlo algunos historiadores, ya que en su exacta dimensión hubiera
significado que San Martín, como jefe del Ejército Libertador del Perú, cedía
el mando del Ejército Unido a Bolívar. Como muestra de deferencia y cortesía,
por ser él quien había propuesto dicho plan.
Según San Martín
él se aventuró a proponer dicho proyecto en atención a dos motivos:
a) Consideraba
esta ayuda como una justa retribución de Colombia al Perú por la ayuda que este
estado le había prestado en Pichincha.
b) El ejército
colombiano había aumentado considerablemente después de Pichincha.
Siguiendo
siempre la versión sanmartiniana tenemos que, frente al pedido y ofrecimiento
que le hiciera el Protector, Bolívar repuso que haciendo el máximo esfuerzo
solo podría desprenderse de tres batallones, es decir de un total de 1070
plazas. San Martín, como ya sabemos, consideró dichos auxilios como totalmente
insuficientes, convencido como estaba que el buen éxito de la empresa
libertadora del Perú “no podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación de
todas las fuerzas de Colombia”.
Este resultado
negativo para los planes que había forjado San Martín fue lo que decidió su
retiro del Perú, que él lo consideró, y así lo manifestaría a varios
personajes, como un “costoso sacrificio” en beneficio de la independencia
hispanoamericana.
Es necesario
señalar que el retiro de San Martín no tiene ningún misterio, que a veces
algunos historiadores le suelen dar. En primer lugar no debemos olvidar que San
Martín decidió su renuncia al mando político del Perú antes de su entrevista
con Bolívar. Desde 1947 Gandía ha demostrado que dicha renuncia no fue
consecuencia de la entrevista de Guayaquil, sino que ella ya estaba decidida
desde algunos meses antes del viaje. El citado historiador basa su afirmación
en la carta de García del Río a San Martín fechada en Santiago de Chile con
fecha 21 de marzo de 1822 y que por su importancia la extractamos en los
párrafos más importantes:
“Mucho hemos
sentido no haber recibido cartas de usted antes de su partida, a lo que se
agrega que Monteagudo y Guido nada nos han dicho tampoco, ni de oficio ni
amistosamente; de modo que estamos completamente a ciegas de los asuntos del
Perú desde nuestra salida de Lima. Dios quiera que no continúe el mismo método
cuando estemos más lejos y en mayor necesidad de noticias. Este silencio es
tanto más cruel que aquí llegan con suma celeridad las noticias más
interesantes y reservadas del Perú y también las más triviales; unas exactas,
otras exageradas y totalmente desfiguradas. Personas hay aquí que creen que
usted se ha ido de puro aburrido, y que en lugar de tener la entrevista con
Bolívar, solo ha sido este un pretexto para marcharse a Europa. Otros creen que
usted ha tenido que ceder a la necesidad, y aparentar que renunciaba para
evitar el golpe de una revolución; y como la causa perdería mucho con que esta
voz se generalizase y, por otra parte, no hay para que dar margen a que se
alegren nuestros enemigos, me parece absolutamente indispensable, que cuando
usted regrese de su viaje, entre otra vez en el mando y se reciba de el con la
mayor solemnidad posible, enseguida proceda usted a la apertura del Congreso; y
allí puede renunciar el mando político, sin que entonces tenga nadie que morder
a usted ni quede lugar a cree que el paro ha sido forzado. Esta es mi opinión,
usted resolverá sobre todo lo que crea más conveniente”. (1)
Como ya sabemos,
el 19 de enero de 1822 San Martín encargó el mando político a José Bernardo
Tagle, en atención a que él marcharía hacia el norte a entrevistarse con
Bolívar. El 8 de febrero zarpó de El Callao rumbo al norte. Estos sucesos
fueron interpretados, en Chile, como una astuta salida de San Martín frente a
los problemas políticos que venía enfrentando, de allí que García del Río
sagazmente le aconsejara cómo, a su parecer, debería ser su renuncia y retiro
del Perú. ¿La lectura de esta misiva decidió a San Martín a renunciar? La
respuesta es un contundente no, por el simple hecho que el Protector del Perú
desde mucho antes de recibir esta carta ya había pensado en su renuncia.
Ricardo Rojas, también en 1947, señaló que la renuncia San Martín la había
decidido un año antes de la entrevista de Guayaquil, según se desprende de lo
que San Martín expresó a O’Higgins en carta de 10 de agosto de 1821 y en la que
después de comunicarle lo concerniente al haber asumido el mando político
militar del Perú (obligado por «los amigos» ) (2), le dice: “he tenido que
hacer el sacrificio, pues conozco que al no hacerlo así, el país se envolvía en
anarquía. Espero que mi permanencia no pasará de un año, pues Ud. conoce mis
sentimientos, sabe que no son mis deseos otros que el de vivir tranquilo y
retirarme a mi casa a descansar”. (3)
San Martín, es
un hecho fuera de toda duda, no deseaba el mando político del Perú. Él era un
militar de carrera y en ese campo, y no en el político administrativo, se
sentía más a gusto. Por decreto de 27 de diciembre de 1821 convocó para el 1 de
mayo de 1822 el Congreso General Constituyente, para que este organismo
estableciese la forma definitiva de gobierno. Torre Tagle, el 27 de abril de
1822 estableció que el Congreso debería reunirse definitivamente el 28 de julio
de dicho año. Como se podrá apreciar el protector del Perú ya tenía decidido,
antes de viajar a Guayaquil, su renuncia al mando político. Y es por ello que a
su regreso de Guayaquil, el 18 de setiembre estableció que el 20 del citado mes
debería reunirse el Congreso, ante el cual presentaría su dimisión. Monteagudo
confirma todo esto al decir: “...Conociendo (San Martín) la nueva situación de
los negocios, él se apresuró a cumplir el voto más antiguo de su corazón, que
era dejar el mando. (El remarcado es
nuestro) Los jefes del ejército saben que cuando llegamos a Pisco, todos
exigimos de él el sacrifico de ponerse a la cabeza de la administración, si
ocupábamos Lima, porque creíamos que este era el medio de asegurar el éxito de
las empresas militares: él se decidió a
ello con repugnancia, y siempre por un tiempo limitado...” (El remarcado es
nuestro) (4)
Ahora se
comprenderá porque afirmamos que no fue la carta de García del Río de 21 de
marzo de 1822 la que decidió la renuncia y alejamiento de San Martín del Perú.
La influencia de esta carta se refleja en la forma de la renuncia, aunque desde
el mismo momento en que fue convocado el congreso (27 de diciembre de 1821)
debió haber sido esa la idea de san Martín.
Si es cierto que
San Martín no deseaba el mando político sin embargo ello no debe ser confundido
con la jefatura militar de la gesta emancipadora. Él deseaba seguir al mando
del ejército libertador del sur, él anhelaba concluir la independencia del
Perú. A Castilla le escribió: “Yo hubiera tenido la más completa satisfacción
habiendo puesto fin con la terminación de la guerra de la independencia del
Perú, pero mi entrevista...” Por tanto, cuando San Martín habla del “costoso
sacrificio” de abandonar el Perú, quería decir que su entrevista con Bolívar lo
forzó a abandonar la gesta emancipadora del Perú con la finalidad que Bolívar
pudiese encargarse de ella. Por supuesto que tampoco debe considerarse esta
decisión como causada tan solo por los resultados de la entrevista, pues
intervinieron innegables factores de política interna peruana y así lo señaló
el propio San Martín a Tomás Guido.
Sintetizando.
San Martín fue a Guayaquil a solicitar la unión de los dos ejércitos
libertadores para formar un gran ejército unido libertador con el cual terminar
la guerra de la independencia peruana. Le propuso a Bolívar la Jefatura Suprema
del que tendría que ser el Gran Ejército Unido Libertador, pero en vista que
Bolívar no aceptó, San Martín decide dejarle campo libre para que Bolívar
concluya dicha gesta.
No está demás
reafirmar que esta es tan solo la versión de San Martín, la versión de una de
las dos partes que intervinieron en este singular acontecimiento histórico. Nos
queda por analizar la versión de la otra parte, la versión de Bolívar, siempre
con actitud de investigador y no de juez, porque el primero anhela conocer la
verdad para comprender, en tanto que al juez también le interesa la verdad pero
para emitir un juicio condenatorio o absolutorio. Algunos historiadores en
estos casos que envuelven personajes paradigmáticos se dejan llevar por sus
prejuicios (nacionalismo entre ellos) y actúan como historiadores – jueces,
desvirtuando totalmente la tarea del historiador.
NOTAS
(1) Documentos
de Archivo de San Martín, tomo VII; pp. 455-460
(2) Vicuña
Mackenna señala que la expresión “los amigos” hace referencia a “los afiliados
de la logia y que eran casi todos los jefes de cuerpo del Ejército Libertador”
(ver nota 3)
(3) Vicuña
Mackenna, B. “El Jeneral San Martín considerado según documentos enteramente
inéditos” p. 39
(4) Monteagudo,
Bernardo. “Memoria sobre los principios que seguí en la administración del
Perú, y acontecimientos posteriores a mi separación” (Quito, 17 de marzo de
1823). En: -Pelliza, M, A. “Monteagudo: su vida y sus escritos” (Buenos Aires,
1880; t. II; pp. 249 – 295)
3. LA VERSIÓN DE LOS LIBERTADORES: LA
VERSIÓN DE BOLÍVAR.
A. TESTIMONIOS PERSONALES
Siguiendo con el
mismo criterio de análisis de las versiones de los actores de la entrevista y
de las confidencias que sobre ella hicieron a sus amigos íntimos, tócanos ahora
ver los testimonios de Simón Bolívar, para encontrar, confrontándolos, su
versión sobre este acontecimiento histórico. Dos aclaraciones se hacen
necesarias antes de ingresar al análisis señalado. La primera, que consideramos
como testimonios personales las Relaciones Oficiales remitidas al Gobierno de
Bogotá y a la Intendencia de Quito, porque si bien es cierto que no están
suscritas por el Libertador, no es menos cierto que realmente fue Bolívar su
único autor, como lo analizaremos después. La segunda, que en vez del concepto
de confidencias, precisaremos, para mayor objetividad como “versiones de
allegados” a los testimonios que han dejado los amigos del libertador, tales
como O’Leary, Mosquera, Heres, Restrepo y López, pues debiendo estos haber
recibido confidencias del Libertador, sin embargo no lo consignan en sus
escritos en tal categoría.
RELACIÓN ENVIADA
AL GOBIERNO DE BOGOTÁ
Esta relación
oficial sobre la entrevista de Guayaquil fue dirigida, con carácter de
“Reservada”, a la Secretaría de Relaciones Exteriores de la República de
Colombia. Se encuentra fechada en el cuartel general de Guayaquil, a 29 de
julio de 1822 y suscrita por José Gabriel Pérez, secretario de Bolívar,
encargado de redactarla y remitirla por orden del Libertador. Habiéndose
realizado en forma confidencial las entrevistas entre los libertadores, es
imposible que J.G. Pérez pudiese ser el verdadero autor intelectual de esta
Relación y de la enviada a la Intendencia de Quito, por lo que la lógica
explicación estriba que fue Bolívar quien le proporcionó todos los datos que
aparecen en ambos documentos. Pérez es solo el autor de la forma, del estilo,
mas no del fondo, del contenido. Pérez en esta Relación expresa: “Estas son,
señor secretario, las especies más importantes que han tenido lugar en la
entrevista del Protector con S.E. Yo las transcribo a V.S. para inteligencia
del gobierno y he procurado valerme casi de las mismas expresiones que han
usado SS.EE. No habiendo estado presente en las conversaciones, Pérez no podía,
de ninguna manera, utilizar las mismas expresiones utilizadas por los
libertadores, y he aquí una prueba de que el autor fue el propio Bolívar. El
propio Bolívar confirma esto al expresarle a Santander, en misiva de 29 de
julio de 1822, lo siguiente “Últimamente usted conocerá su carácter (de San
Martín) por la memoria que mando con el capitán Gómez, de nuestras
conversaciones, aunque le falta la sal de la crítica que yo debería poner a
cada una de sus frases”.
Esta relación
oficial fue hallada en el archivo diplomático de Colombia en 1909, por Ismael
López (Cornelio Hispano) y publicada por vez primera por el historiador José
Manuel Goenaga, en 1911, en su obra “La Entrevista de Guayaquil (Bolívar y San
Martín), en las páginas 28-35 y en fotocopia en las páginas 45-47.
Después de
señalar que el Protector se limitó a hacer “preguntas vagas e inconexas sobre
las materias militares y políticas sin profundizar ninguna, pasando de una a
otra y encadenando las especies más graves con las más triviales,” pasa a hacer
el siguiente comentario: “Si el carácter del Protector no es de este género de
frivolidad que aparece en su conversación, debe suponerse que lo hacía con
algún estudio. S.E. no se inclina a creer que el espíritu del Protector sea de
este carácter, aunque tampoco le parece que estudiaba mucho sus discursos y
modales;...” (La forma como se presenta este comentario demuestra que el
Bolívar realmente dictó esta Relación). Reproducimos como aparecen referidas
las entrevistas: (1) “las especies más importantes que ocurrieron al Protector
en las conferencias con S.E. durante su mansión en Guayaquil, son las
siguientes: PRIMERA.-Al llegar a la casa preguntó el Protector, a S.E. si
estaba muy sofocado por los enredos de Guayaquil, sirviéndose de otra frase más
común y grosera aún, cual es pellejería, que se supone ser el significado de
enredos; pues el mismo vocablo fue repetido con referencia al tiempo que
hacíamos que estábamos en revolución en medio de los mayores embarazos.
SEGUNDA.- El Protector dijo espontáneamente a S. E. y sin ser invitado a ello
que nada tenía que decirle sobre los negocios de Guayaquil, en lo que no tenía
que mezclarse; que la culpa era de los guayaquileños, refriéndose a los
contrarios. S.E. le contestó que se habían llenado perfectamente sus deseos de
consultar a este pueblo y que el 28 del presente mes se reunían los electores y
que contaba con la voluntad del pueblo y con la pluralidad de los votos de la
Asamblea. Con esto cambió de asunto y siguió tratando de negocios militares
relativos a la expedición que va a partir. TERCERA.- El Protector se quejó
altamente del mando y sobre todo se quejó de sus compañeros de armas. Que
últimamente lo habían abandonado en Lima. Aseguró que iba a retirarse a
Mendoza; que había dejado un pliego cerrado (2) para que lo presentasen al
Congreso renunciando al protectorado; que también renunciaría la reelección que
contaba se haría en él; que luego que obtuviese el primer triunfo se retiraría
del mando militar, sin esperar a ver el término de la guerra; pero añadió que antes
de retirarse dejaría bien establecidas las bases del gobierno; que este no
debía ser demócrata en el Perú porque no convenía, y últimamente que debería
venir de Europa un príncipe aislado y solo a mandar aquel Estado. S. E contestó
que no convenía a la América ni tampoco a Colombia la introducción de príncipes europeos, porque eran partes
heterogéneas a nuestra masa; que S.E. no se opondría a la forma de gobierno que
quiera darse cada Estado; añadiendo sobre este particular S.E. todo lo que
piensa con respecto a la naturaleza de los gobiernos, refiriéndose en todo a su
discurso al Congreso de Angostura. El Protector replicó que la venida del
príncipe sería para después, y S.E. repuso que nunca convenía que viniesen
tales príncipes; que S.E. habría preferido invitar al general Iturbide a que se
coronase con tal que no viniesen borbones, austrias ni otra dinastía europea.
El Protector dijo que en el Perú había un gran partido de abogados que querían
república y se quejó amargamente del carácter de los letrados. Es de presumirse
que el designio que se tiene es erigir ahora la monarquía sobre el principio de
darle la corona a un príncipe europeo con el fin, sin duda, de ocupar después
el trono el que tenga más profundidad en el país o más fuerza de que disponer.
Si los discursos del protector son sinceros, ninguno está más lejos de ocupar
tal trono. Parece muy convencido de los inconvenientes del mando. CUARTA.-El
Protector dijo a S.E. que Guayaquil le parecía conveniente para residencia de
la Federación, la cual ha aplaudido extraordinariamente como la base esencial
de nuestra existencia. Cree que el gobierno de Chile no tendría inconveniente
en entrar en ella; pero sí el de Buenos Aires, por la falta de unión en él;
pero que de todos modos, nada desea tanto el Protector como el que subsista la
federación del Perú y de Colombia aunque no entre ningún otro estado más en
ella, porque juzga que las tropas de un estado al servicio de otro deben
aumentar mucho la autoridad de ambos gobiernos con respecto a sus enemigos
internos, los ambiciosos y revoltosos. Esta parte de la Federación es la que
más interesa al Protector y cuyo cumplimiento desea con más vehemencia. El
Protector quiere que los reclutas de ambos estados se remitan recíprocamente a
llenar las bajas de los cuerpos, aun cuando sea necesario reformar el total de
ellos por
licencias, promociones u otros accidentes. Mucho encareció el Protector la
necesidad de esta medida, o quizá fue la que más apoyó en el curso de sus
conversaciones. QUINTA.- Desde la primera conversación dijo espontáneamente el
Protector a
S.E. que en la
materia de límites no habría dificultad alguna; que él se encargaba de
promoverlo en el Congreso, donde no faltarían amigos. S.E. contestó que así
debía ser, principalmente cuando el tratado lo ofrecía del mismo modo y cuando
el Protector manifestaba tan buenos deseos por aquel arreglo tan importante.
S.E. creyó que
no debía insistir por el momento sobre una pretensión que ya se hecho de un
modo positivo y enérgico y a la cual se ha denegado el gobierno del Perú bajo
el pretexto de reservar esta materia legislativa al Congreso; por otra parte,
no estando encargado el Protector del poder ejecutivo no parecía autorizado
para mezclarse en ese negocio. Además, habiendo venido el Protector como simple
visita sin ningún empeño político ni militar, pues ni siquiera habló
formalmente de los auxilios que había ofrecido Colombia y que sabía se
aprestaban para partir, no era delicado prevalecerse de aquel momento para
mostrar un interés que habría desagradado sin ventaja alguna, no pudiendo el
Protector comprometerse a nada oficialmente. S.E. ha pensado que la materia de
límites debe tratarse formalmente por una negociación especial en que entren
compensaciones recíprocas para rectificar los límites.
SEXTO.-S.E. el
Libertador habló al Protector de su última comunicación en que le proponía que
aunados los diputados de Colombia, el Perú y Chile, en un punto dado, trataren
con los comisarios españoles destinados a Colombia con este objeto. El
Protector aprobó altamente la proposición de S.E. y ofreció enviar, tan pronto
como fuera posible, al señor Rivadeneyra, que se dice amigo de S.E. el
Libertador, por parte del Perú, con las instrucciones y poderes suficientes, y
aún ofreció a S.E. interponer sus buenos oficios y todo su influjo para con el
gobierno de Chile a fin de que hiciese otro tanto por su parte; ofreciendo
también hacerlo con la mayor brevedad a fin de que reúnan oportunamente estos
diputados en Bogotá con los nuestros.
S.E. habló al
Protector sobre las cosas de México, de que no pareció muy bien instruido y el
Protector no fijó juicio alguno sobre los negocios de aquel Estado. Parece que
no ve a México con una grande consideración o interés. Manifiesta tener una
gran confianza en el director supremo de Chile, general O’Higgins, por su
grande tenacidad en sus designios y por la afinidad de principios. Dice que el
gobierno de las provincias de Buenos Aires va a comentándose con orden y fuerza
sin mostrar grande aversión a los disidentes de aquellos partidos; que aquel
país es inconquistable; que sus habitantes son republicanos y decididos; que es
muy difícil que una fuerza extraña los haga entrar por camino; y que de ellos
mismos debe esperarse el orden. El Protector piensa que el enemigo es menos
fuerte que él, y que sus jefes, aunque audaces y emprendedores, no son muy
temibles. Inmediatamente va a emprender la campaña por Intermedios en una
expedición marítima, y también por Lima cubriendo la capital por su marcha de
frente. El Protector ha dicho a S.E. que pida al Perú todo lo que guste, que él
no hará más que decir sí, sí, sí a todo, y que espera que en Colombia se haga
otro tanto. La oferta de sus servicios y amistad es ilimitada, manifestando una
satisfacción y una franqueza que parecen sinceras”.
RELACIÓN ENVIADA
AL INTENDENTE DE QUITO, GENERAL A J. DE SUCRE. (3)
Esta Relación
Oficial, de carácter reservada como la anterior, aparece asimismo, suscrita por
el secretario J. G. Pérez, pero, como ya hemos aclarado, realmente el verdadero
autor es el propio Bolívar. Fue hallada por Cristóbal de Gangotena y Jijón,
quien fue también el primero en publicarla, en 1930, en La Prensa de Buenos
Aires. Algunos historiadores consideran a Enrique Terán como el verdadero
descubridor de esta relación, pero Gangotena y Jijón en carta dirigida a
Vicente Lecuna, con fecha 12 de abril de 1949, aclaró ser el verdadero
descubridor y el primero en publicarla. (4) Esta memoria realmente es una versión abreviada de la
dirigida al Gobierno de Bogotá por lo que no amerita análisis aparte.
MISIVA DE
BOLÍVAR A SANTANDER DE 29 DE JULIO DE 1822. (5)
Esta misiva que
constituye realmente la primera versión totalmente personal del Libertador
acerca de la entrevista de Guayaquil fue publicada por primera vez en forma íntegra
por José Manuel Goenaga, en 1915. (6) Está suscrita en Guayaquil y en lo
sustancial no varía en nada de la versión que hiciera consignar en las
Relaciones Oficiales ya mencionadas. La parte de esta carta que narra la
célebre entrevista es la siguiente. “Antes de ayer por la noche partió de aquí
el general San Martín después de una visita de treinta y seis o cuarenta horas:
se puede llamar visita propiamente, porque no hemos hecho más que abrazarnos,
conversar y despedirnos. Yo creo que él ha venido por asegurarse de nuestra
amistad, para apoyarse con ella respecto a sus enemigos internos y externos.
Lleva 1800 colombianos en su auxilio, fuera de haber recibido la baja de sus
cuerpos por segunda vez, lo que nos ha costado más de 600 hombres: así recibirá
el Perú 3000 hombres de refuerzo por lo menos. El Protector me ha ofrecido su
eterna amistad hacia Colombia; intervenir a favor del arreglo de límites; no
mezclarse en los negocios de Guayaquil; una federación completa y absoluta
aunque no sea mas que con Colombia, debiendo ser la residencia del Congreso de
Guayaquil; ha convenido en mandar un diputado por el Perú a tratar, de mancomún
con nosotros, los negocios de España con sus enviados; también ha recomendado a
Mosquera a Chile y Buenos Aires, para que admitan la federación; desea que
tengamos guarniciones cambiadas en uno y otro Estado. En fin; él desea que todo
marche bajo el aspecto de la unión, porque conoce que no puede haber paz y
tranquilidad sin ella. Dice que no quiere ser rey, pero que tampoco quiere la
democracia y sí el que venga un príncipe de Europa a reinar en el Perú. Esto
último ya creo que es proforma. Dice que se retirará a Mendoza, porque está
cansado del mando y de sufrir a sus enemigos. No me ha dicho que trajera
proyecto alguno, ni ha exigido nada de Colombia, pues las tropas que lleva
estaban preparadas para el caso. Sólo me ha empeñado mucho en el negocio de
canje de guarniciones; y, por su parte, no hay género de amistad ni de oferta
que no me haya hecho. Su carácter me ha parecido muy militar y parece activo,
pronto y no lerdo. Tiene ideas correctas de las que a usted le gustan, pero no
me parece bastante delicado en los géneros que hay en las ideas y en empresas.
Últimamente usted conocerá de su carácter por la memoria que mando con el
capitán Gómez, de nuestras conversaciones, aunque le falta la sal de la crítica
que yo debería poner a cada una de sus frases”.
MISIVA DE
BOLÍVAR A SANTANDER DE 3 DE AGOSTO DE 1822. (7)
Esta carta, que
fuera por vez primera publicada en 1915 por J. M. Goenaga, aunque en forma
fragmentaria, contiene en realidad pocos datos sobre la entrevista de
Guayaquil, aunque completa la versión de Bolívar. El Libertador comunica a
Santander que el capitán Gómez va a su encuentra, llevándole noticias sobre el Perú
y Guayaquil. El citado capitán era portador nada menos que del tratado de
federación firmado entre Perú y Colombia. Bolívar le señala que el problema de
Guayaquil ha sido arreglado definitiva y
satisfactoriamente.
Que su permanencia en Guayaquil era aún necesaria por algún tiempo, “tanto por
lo que hace a la política interna y externa como por esperar las resultas de la
próxima campaña del Perú. A este propósito digo a Ud. que creo de necesidad se
nos manden por el Istmo dos mil fusiles y doscientos o trescientos quintales de
plomo para armar un ejército en caso que el enemigo triunfe de San Martín, lo
que, según todas las noticias, puede muy bien suceder...” Bolívar luego le
refiere sobre sus conversaciones con San
Martín algo que no había consignado en los documentos anteriores. Era lo
concerniente a un aviso que le diera el Protector sobre cierta tendencia
separatista en Quito. El Libertador escribe sobre el particular: “... Antes que
se me olvide, diré a Ud. que el general San Martín me dijo, algunas horas antes
de embarcarse, que los abogados de Quito querían formar un estado independiente
de Colombia con estas provincias; yo le repuse que estaba satisfecho del
espíritu de los quiteños y que no tenía el menor temor; me replicó que él me
avisaba aquello para que tomase mis medidas, insistiendo mucho sobre la
necesidad de sujetar a los letrados y de apagar el espíritu de insurrección de
los pueblos. Esto lo hacía con mucha cordialidad, si hemos de dar crédito a las
apariencias”. En los párrafos siguientes le pinta a Santander el panorama
político de las provincias del sur de Colombia, con el objeto de convencerlo
que ellas requieren de su presencia. (la de Bolívar) Y, casi ya para terminar
la carta, trasmite referente a la entrevista de Guayaquil lo que fue también
otro tema de ella y que no se lo había señalado en sus anteriores documentos.
El asunto era el concerniente a las negociaciones de paz con España: “Yo le
dije al general San Martín que debíamos hacer la paz a toda costa con tal que
consiguiésemos la independencia, la integridad del territorio y evacuación de
las tropas españolas de cualquier punto de nuestro territorio; que las demás
condiciones se podían reformar después, con el tiempo o con las circunstancias.
El convino en ello y lo aviso para la inteligencia de Ud.” ¿Por qué Bolívar no
consignó estos dos nuevos datos en las Relaciones Oficiales enviadas al
Gobierno de Bogotá y a la Intendencia de Quito, teniendo especial y expreso
carácter de reservadas? La respuesta nos la da el propio Libertador en esta
carta del 3 de agosto al expresar lo siguiente: “La noticia sobre los quiteños
y esta otra no las comprendía mi Memoria (otra prueba de que Bolívar era el
verdadero autor de las dos Relaciones Oficiales y que las conferencias entre
los libertadores fueron sin testigos), porque me parecieron muy graves para que
pasasen por las manos de los dependientes y secretarios; bien que el mismo
sentimiento tengo con respecto a otras especies de nuestra conversación que el
señor Pérez ha confiado a esos muchachos de la secretaría”.
OFICIO DE 9 DE
SETIEMBRE DE 1822
J. G. Pérez, por
orden de Bolívar, envió a los Ministros de Estado y Relaciones Exteriores del
Perú y Chile sendos oficios fechados en el Cuartel General en Cuenca, a 9 de
setiembre de 1822, en los que comunica el ofrecimiento de Colombia de enviar al
Perú 4000 hombres más de los ya enviados. Este oficio trae, aunque en forma
indirecta, datos sobre la entrevista de Guayaquil: la afirmación de que el
Protector no manifestó temor por la suerte de la guerra en el Perú y la
aseveración de que San Martín no solicitó refuerzos militares. “S.E. el
Libertador me manda dirigir a V.S.I. la presente comunicación que por su
importancia es remitida por un extraordinario, a fin de alcanzar, si es posible,
las ventajas que S.E. se propone. Aunque S.E. el Protector del Perú en su
entrevista en Guayaquil con el Libertador no hubiese manifestado temor de
peligro por la suerte del Perú, el Libertador no obstante se ha entregado desde
entonces a la más detenida y constante meditación, aventurando muchas
conjeturas que quizás no son enteramente fundadas, pero que mantienen en la
mayor inquietud.
El Libertador ha
pensado que es deber comunicar esta inquietud a los gobiernos del Perú y Chile,
y aun al del Río de la Plata, y ofrecer, desde luego, todos los servicios de
Colombia en favor del Perú.
El Libertador se
propone, en primer lugar, mandar al Perú 4000 hombres más de los que se han
remitido ya, luego que reciba la contestación de esta nota, siempre que el
gobierno del Perú tenga a bien aceptar la oferta de este nuevo refuerzo; el que
no marcha inmediatamente porque no estaba preparado y porque tampoco se ha
pedido por parte de S.E. el Protector. Si el gobierno del Perú determina
recibir los 4000 hombres de Colombia, espera el Libertador que vengan
transportes y víveres para llevarlos, anticipando el aviso para que todos los
cuerpos se encuentren en Guayaquil oportunamente. En el caso de remitirse al
Perú esa fuerza, el Libertador desearía que la campaña del Perú se dirigiese de
un modo que no fuese decisivo y se esperase la llegada de los nuevos cuerpos de
Colombia para obrar inmediatamente y con la actividad más completa, luego que
estuviesen incorporados al ejército aliado. S.E. no se atreve a insistir mucho
sobre esta medida porque no conoce la situación del momento; pero desea
ardientemente que la vida política del Perú no sea comprometida sino con una
plena y absoluta confianza en el suceso. El amor a la causa de América le ha
dictado estos sentimientos que no ha podido reprimir y se ha creído obligado a
comunicar a ese gobierno”. (8) El oficio continúa exponiendo los consejos del
Libertador en caso de un revés del ejército patriota. Pide a Chile que colabore
enviando unos 6000 a 8000 hombres por la parte sur del Perú y que trate de
persuadir al gobierno del Río de la Plata para que colabore con un ejército de
unos 4000 efectivos. Recibido este oficio por el gobierno de Chile, este país
cumplió con remitírselo al de Río de la Plata con fecha 7 de enero de 1823. Fue
publicado por El Argos de Buenos Aires, el 31 de mayo de ese mismo año.
¿Conoció San Martín este oficio? Es muy probable que sí, ya que, como veremos
inmediatamente, pudo haber sido informado por sus propios amigos ligados al
gobierno de Chile al llegar este documento a dicho país. Recordemos que San
Martín llegó a Valparaíso el 13 de octubre de 1822 y que en Santiago permaneció
enfermo más de dos meses, al decir del propio San Martín, con «un feroz
tabardillo que me puso en términos de capitular con la muerte». Recién
emprendería marcha hacia Mendoza a fines de enero de 1823. En Mendoza
permaneció hasta el 20 de noviembre del mismo año, día en el cual salió rumbo a
Buenos Aires. Es muy probable que tanto en Chile como en el Río de la Plata
recibiera noticias del citado oficio. Este documento ha sido esgrimido por los
historiadores que niegan que San Martín viajara a Guayaquil para pedir a
Bolívar el auxilio del ejército colombiano, como uno de los argumentos de más
peso, pues habiendo sido remitido cuando aún San Martín se encontraba en el
Perú (y Bolívar no podía ser adivino que al llegar dicho documento ya no se
encontraría San Martín) aleja toda duda de falsedad o insinceridad. Pero,
¿entra realmente en contradicción esta versión con la proporcionada por San
Martín? En el fondo consideramos que no, porque el Protector en su versión
expresa en forma totalmente diáfana que él solicitó a Bolívar la unión de los
ejércitos del sur y del norte para terminar con la liberación del Perú en una
forma más rápida y menos cruel, sin que este pedido significase la tabla de
salvación de la guerra en el Perú, pues, como expresamente consignó el
libertador argentino ello solo perseguía acelerar el término de la contienda y
evitar nuevos y mayores males. Por otro lado, si se medita bien en el porque
del oficio del 9 de setiembre, debemos reconocer, como señala el propio Bolívar
en las Relaciones Oficiales, que el tema militar fue uno de los más importantes
de los tratados en Guayaquil y que habiéndole San Martín conversado sobre su
plan a puertos intermedios, Bolívar, como eximio estratega militar, debió
persuadirse que para lograr con todo éxito ese ambicioso plan, el ejército
sureño necesitaba un mayor número de efectivos. Por tanto, compenetrado de
ciertos temores ante un posible fracaso del ejército del Perú decidió no solo
prometer ayuda colombiana sino además
creyó conveniente que tanto Chile con el río de la Plata actuasen en el
mismo sentido. Resultaría totalmente inexplicable que, habiendo recibido de San
Martín una total confianza en sus fuerzas y la no necesidad de auxilios, que ya
anteladamente había sido acordada, Bolívar se atreviese a hacer llegar sus
temores y considerar necesaria una ayuda colosal, cual era la de la de las
fuerzas colombianas, chilenas y rioplatenses. La explicación de esto estriba
que San Martín comunicó sus planes de acción y manifestó la conveniencia de
unir los ejércitos de ambos estados, como un medio para finalizar en menos
tiempo la guerra. Bolívar en sus diversas misivas expresa siempre un temor por
la suerte militar del Perú y es por ello que mantuvo una situación expectante.
En carta a Peñalver de 26 de setiembre de 1822, dice: “...Yo he mandado 2500
hombres de Colombia al Perú, y han llegado y deben haber entrado en campaña. No
sendo adivino no sé cuálhy será el resultado de esta lucha, porque las fuerzas
son relativamente iguales. Pienso quedarme en el sur hasta la decisión de la
suerte del Perú, porque, en un caso fatal, tenemos que hacer esfuerzo inmediato
para terminar la guerra por esta parte”. (9) I en carta a Santander, de 13 de
setiembre del mismo año, expresa: “... Ojalá que San Martín no aventure nada
hasta que no haya recibido los 4000 hombres que le he ofrecido. Entonces habría
más posibilidad del suceso.” ...”Yo creo que todo nos queda por hacer si san
martín no triunfa en el Perú” (10) Debemos señalar que el gobierno peruano al
recibir este oficio no creyó conveniente ni necesario el prometido auxilio. El
25 de octubre de 1822 la Secretaría de Gobierno y relaciones Exteriores del
Perú, por mandato de la Junta Gubernativa, dio respuesta al oficio de 9 de
setiembre, en el sentido de que reconocía y agradecía la generosa oferta del
Libertador, “de que se hará uso oportunamente, y que entretanto podrá S.E.
auxiliar este Estado con el mayor número de fusiles, cuyo artículo hace notable
falta...” (11)
CARTA A PEÑALVER
DE 26 DE SETIEMBRE DE 1822
Esta misiva del
libertador está fechada en Cuenca y
tiene una brevísima referencia a la entrevista de Guayaquil: “El General san
Martín vino a verme a Guayaquil y me pareció lo mismo que ha parecido a lo que
más favorablemente juzgan de él, como Francisco Rivas, Juancho Castillo y
otros”. (12)
NOTA DE BOLÍVAR
AL EDITOR DEL “CORREO MERCANTIL”
A raíz de haber
recibido Bolívar la colección completa del Centinela de Buenos Aires y de haber
leído en sus diversos números opiniones y juicios falsos y malintencionados
sobre algunos aspectos de los estados americanos y de sus personajes, escribió
una nota dirigida al director del Correo Mercantil, con la finalidad de
corregir dichos errores y tergiversaciones. La nota en mención comienza con el
siguiente párrafo: “Señor editor del Correo Mercantil. Ha llegado a nuestras
manos una edición completa del Centinela de Buenos Aires, que se dice dirigido
por amigos de aquel gobierno. Por esta circunstancia nos ha parecido notable y
extraño que manifieste una irritación injuriosa a otros estados de América; y
cuando no sea por mala fe, le falta por lo
menos noticias exactas de lo que debía saber”.
Luego de hacer
referencia a que el Centinela se opone a toda ayuda militar al Perú, esgrimiendo como argumento que este
Estado se oponía a ella, el Libertador desmiente categóricamente esta
aseveración: “Todo el mundo sabe las repetidas misiones de esta república a
Colombia, a Chile y al mismo Buenos Aires pidiendo su auxilio para sostener la
guerra por la libertad e independencia de América...” Y más adelante, después
de haberse referido a las falsedades publicadas en el número 37 del Centinela
en torno a la división colombiana auxiliar al mando del general castillo,
Bolívar hace referencia a que el propio Protector le solicitó auxilio militar:
“Apelamos al testimonio del Protector, que desde julio de 1822 pidió al
Libertador de Colombia aquellos auxilios; y repetidamente otros que generosa y
oportunamente ha prestado, regalando al Perú mil fusiles nuevos, y erogando en
su obsequio crecidas cantidades y de cuya deuda no ah exigido reconocimiento”.
(13) Este dato
que consigna elLlibertador caraqueño hace referencia, sin lugar a dudas, a la
entrevista de Guayaquil, porque como puede colegirse del texto él hace mención
a un pedido personal del protector hacia él, en el mes de julio de 1822, mes de
la entrevista de Guayaquil. No puede referirse al acuerdo de auxilio previo a
esta reunión, ni menos al tratado de federación, porque entonces no hubiera
tenido que apelar al testimonio personal
de San Martín.
DECLAMACIÓN
SOLEMNE, SABIA Y ADMIRABLE DE «AISLAMIENTO» ÚTIL Y PROVECHOSOS PARA BUENOS
AIRES Y CADA UNO DE LOS ESTADOS AMERICANOS.
Con este título
y bajo los seudónimos de Juan Vanitas y Pedro Divermano, Bolívar escribió un
artículo satírico contra Rivadavia y su círculo, el cual era contrario a los
planes de confederación continental por el que tanto luchaba el Libertador. En
el punto segundo de esta nota Bolívar proporciona una versión satírica sobre
uno de los objetivos fundamentales de la entrevista de Guayaquil: la federación
peruano-colombiana. “Por cuanto la presencia del Ministro Plenipotenciario de
Colombia en esta capital, ha excitado en nosotros los sentimientos más sublimes
de que pueden ser susceptibles las almas elevadas (como las nuestras): hemos
venido en decretar y decretamos: 1º Considerando: que no habiendo podido Buenos
Aires reunir la Representación Nacional de las Provincias del Río de la Plata,
para formar nuestro pacto social: declaramos, que todo pacto, trato o contrato
es en el venidero en América nulo y de ningún valor, no siéndonos lícito
participar de él, ni de sus ventajas. 2° Considerando: que habiéndose reunido
en Guayaquil los Generales Bolívar y San Martín para tratar sobre el modo de
llevar a cabo el tratado de federación entre el Perú y Colombia; y no
conviniendo a nuestra gloria que ningún Estado americano tenga constitución, orden
y concierto: declaramos, que Bolívar y San Martín son dos imbéciles que
pretenden la quimera de reunir la América bajo un pacto de liga, amistad y
concordia mientras que nosotros no nos podemos entender en la ciudad de Buenos
Aires. 3 Considerando: que habiendo demostrado sólidamente la Abeja Argentina
que el tratado de federación entre el Perú y Colombia es inaplicable y vago,
porque nuestras Provincias no admiten liga no Constitución; declaramos, que
Colombia y Perú son unas locas, que no saben lo que se hacen aspirando a
alcanzar la cima de las instituciones humanas, en tanto que Buenos Aires no ha
podido todavía pisar los umbrales del templo de la Ley Fundamental”. Y termina
este mordaz escrito, con el siguiente artículo:
“30 Últimamente
considerando: que los gobiernos de Colombia y Lima no consultaron a nuestro
autor: declaramos: que nosotros consultamos a todo el Mundo; y que por esto
marchamos tan unidos, que no tenemos plan ni concierto, ni unión, ni
federación, ni paz, ni alianza con nadie. Dado en la oficina de La abeja a 15
de febrero, 13° de la Anarquía. Firmado: Juan Vanitas y Pedro Divermano. (14)
NOTAS
(1) La Relación
al Gobierno de Bogotá ha sido reproducida ampliamente: -Lecuna, Vicente. “La
Entrevista de Guayaquil: restablecimiento de la verdad histórica” -Lecuna,
Vicente. “Cartas del Libertador”;tomo III, pp. 60-63 -Goenaga, J.M. “La
Entrevista de Guayaquil” pp. 28-35 y 45-57. -Valega, José M. “La gesta
emancipadora del Perú”, tomo III, pp. 211-216 -Rojas, Ricardo. “La entrevista
de Guayaquil”; pp. 46-57 -Leguía y Martínez, Germán. “Historia de la
emancipación del Perú: El Protectorado”;
tomo VII, pp. 249-253
(2) El pliego
con la renuncia de San Martín, en: -Goenaga, J.M. Obra citada, página 30.
“Nombro, hasta tanto se reúna la representación de los pueblos libres del Perú
al General en Jefe del Ejército Unido D. Rudecindo Alvarado, quien entregará el
mando a la persona o personas que dicha representación nombre para el poder
Ejecutivo, teniendo presente para este nombramiento que respecto a que la
reunión del congreso debe tardar poco tiempo, puede desempeñar los intereses
del estado el que mande la fuerza, dando por este medio un centro más a la
impulsión para consolidar la independencia del Perú”.
(3) La Relación
al Intendente de Quito, en: -Lecuna, Vicente. “La entrevista de Guayaquil”
(1962-1963); tomo II, pp. 242- 245. -Valega, José M. “La gesta emancipadora
del Perú”; tomo III, páginas 217-220.
(4) Gangotena y
Jijón a Lecuna: 12-4-1949, en: -B.A.N.H.Ve. Caracas, abril-junio1949; tomo 32,
N° 126, p. 205.
(5) Bolívar a
Santander: 29-7-1822, en: -Lecuna, V. Op. cit.(1962-1963); tomo II, pp.246-248
-Goenaga, J.M. Op. cit.; pp. 35-38. -Rojas, R. Op. cit.; pp. 34-36 -Valega,
J.M. Op. cit.; tomo III, pp. 220-222
(6) Goenaga, J.M. Op. cit, pp. 35-38
(7) Bolívar a
Santander: 03-8-1822 -Lecuna, Vicente. Op. cit.;tomo II, pp. 272-276 -Goenaga, J.M. Op. cit.; pp. 38-39
(8) Oficio de
09-9-18233 -Lecuna, V. Op. cit.; t. II -Blanco y Azpurua. “Documentos Para la
historia de la vida pública del Libertador...” (1876) tomo VIII; pp. 554-555
(9) Lecuna, V.
“Cartas del Libertador” tomo III; pp. 96-97
(10) Lecuna, V.
Op. cit; t, III; pp. 84-87
(11) Blanco y
Azpurua. Op. cit.; tomo VIII; pp. 555.556
(12) Bolívar a
Peñalver: 26-9-1822 -Lecuna, V. “Cartas del Libertador” tomo III¸pp. 96-97
-O’Leary, Daniel Florencio. “Cartas del Libertador” tomo XXIX; pp. 257-258.
-Blanco y Azpurua. Op. cit.; tomo VIII; p. 539
(13) Nota de
Bolívar al editor del “Correo Mercantil” -Lecuna, V. “Papeles del Libertador”
(1917), p. 282-284
(14) Declaración
solemne, sabia y admirable...” -Lecuna, V. “Papeles de Bolívar” (1917); pp.
284-290
B. TESTIMONIOS DE ALLEGADOS DEL
LIBERTADOR
VERSIÓN DE O’LEARY
Daniel Florencio
O’Leary, edecán, amigo íntimo y devoto admirador de Bolívar, es autor de unas
muy famosas “Memorias” que él acompañara con una valiosísima recopilación de
documentos relacionados con la vida y obra del Libertador. O’Leary nos da la
siguiente versión sobre la entrevista de Guayaquil: “...En sus conversaciones
con el Libertador, tratóse del estado de la América y del mejor modo de llevar
la guerra a feliz término. Habíase ajustado, hacía poco, un tratado entre los
plenipotenciarios de Colombia y del Perú, por el cual se comprometían ambas
repúblicas a ayudarse recíprocamente mientras durase la guerra con España; y
como la de Colombia había ya terminado, San Martín venía a pedir auxilios al
Libertador para dar cima a la del Perú. Este era, en apariencia, el objeto
ostensible de su visita; sin embargo, se susurró entonces que las miras del
Protector eran menos amistosas y sinceras, y que creyendo él llegar a Guayaquil
al mismo tiempo que la división de Santa Cruz, y mientras el Libertador
estuviese ocupado en quito, daría aliento con su presencia al partido peruano y
quizá lograría la anexión de la provincia al Perú. El carácter de San Martín
pudo haber dado motivo a esta sospecha, la cual adquirió más fuerza al notarse
cierto desagrado y preocupación en su semblante, durante su corta estancia en
Guayaquil. Difícil sería hallar dos caracteres más opuestos que el de Bolívar y
San Martín. Franco, ingenuo, ardiente en sus amistades y generoso con sus
enemigos era Bolívar, San Martín frío, disimulado e incapaz de perdonar las
injurias o de hacer un beneficio que no redundase en su provecho”. “... En su
entrevista con san Martín, preguntóle el Libertador con empeño si no sería
preferible marchar al interior del Perú con toda la fuerza disponible, a
dividirla y de ese modo exponer al ejército a ser batido en detal, a lo que
contestó el Protector, objetando que las provincias independientes del Perú no
tenían los recursos suficientes para mover una gran fuerza al través de los
Andes...” (1)
VISIÓN DE
RESTREPO
José Manuel
Restrepo, que fuera Ministro de Bolívar, es considerado por algunos
historiadores como un verdadero hombre
puente entre la crónica y la historia de la revolución separatista colombiana.
En su “Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional”
encontramos la siguiente versión sobre el encuentro de los dos libertadores de
América: “Penetrado este Jefe (San Martín) de la importante idea de acordar con
el Libertador los medios de completar la independencia de la América del Sur,
resolvió trasladarse a Guayaquil para tener una entrevista con el Presidente de
Colombia. Antes de salir de Lima, delegó el mando en el marqués de Torre Tagle,
bajo el título de Supremo Delegado. Pero en Trujillo recibió San Martín oficios
de Bolívar, en que le participaban no haberle sido posible ir en aquella época
a Guayaquil, por haberse visto obligado a variar su plan de campaña. En
consecuencia de este aviso el protector regresó a Lima”. “... San Martín no
perdía de vista la adquisición de un territorio fértil y rico en productos, y
de un puerto sobremanera importante en el Pacífico”. “Las conferencias entre
Bolívar y san Martín fueron largas y muy frecuentes en tres días que apenas se
detuvo el último en Guayaquil; también fueron secretas, pues ningún tercero
asistió a ellas; por consiguiente y solo podemos referir lo
que se dijo
entonces por las personas más allegadas, sobre lo que se hubiera tratado entre
los dos ilustres Jefes, y cuáles fueron los resultados. Acordáronse allí los
auxilios que Colombia daría al Perú a fin de arrojar a los españoles. Discutiéronse
igualmente los grandes intereses de la América del Sur, que se hallaban
fincados en la expulsión de las huestes de Castilla, que dominaban todavía las
más populosas y ricas provincias del antiguo Imperio de los Incas. Túvose en
aquel tiempo como cierto que el principal motivo que trajera el Protector a
Guayaquil había sido activar su incorporación al Perú. Existía un plan de
realizarla por medio de la división peruana que se retiraba de Quito, y de la
escuadra de San Martín, que vendría a recibirlo. Empero el libertador, que tuvo
noticias bien segura del proyecto, lo frustró haciendo marchar sus batallones y
trasladándose él mismo a Guayaquil, para conseguir su más pronta incorporación
a Colombia. Era este un hecho consumado cuando arribara el Protector. No
pudiendo ya oponerse a él sin una guerra abierta que hubiera sido en extremo
funesta a la causa de la independencia americana, y que no se hallaba en estado
de emprender, hizo de la necesidad virtud, y a pesar de cuantos pasos había
dado anteriormente para frustrarla, convino en la unión de Guayaquil a
Colombia. Afirmóse entonces que ni el Protector había quedado contento de
Bolívar, ni éste de aquel. Parece que san Martín indicó al Libertador que al
Perú le convenía el establecimiento de una monarquía moderada constitucional, a
la que le llamaban sus riquezas, sus ilustres familias y sus antiguas habitudes
(sic), harto difíciles cambiarse en otras republicanas. Díjole Bolívar que tal
proyecto sería peligroso y de mal ejemplo en la América. No hallando San Martín
acogida en el Libertador para las ideas monárquicas que él y sus Ministros se esforzaban en propagar,
limitó sus gestiones a los auxilios de tropas y de armamentos que desde antes
se les habían ofrecido por el Presidente...” “El Protector en su entrevista con
Bolívar solo había manifestado graves dificultades para continuar la guerra
contra los españoles en el Perú, mas no temor alguno de que triunfaran éstos;
el Libertador si lo temía”. (2)
VERSIÓN DE
MOSQUERA
Tomás Cipriano
de Mosquera, edecán y secretario privado de Bolívar, tiene, para el análisis
que estamos haciendo, una importancia singular, debido a que, como ya hemos
comentado, se declaró haber estado presente, en calidad de secretario del
Libertador, en las entrevistas que tuvieran San Martín y Bolívar en Guayaquil.
Como supuesto testigo presencial (él dice que también lo fue Soyer, como edecán
de San Martín) Mosquera escribió una relación sobre dicho acontecimiento en el
N° 46 de la Crónica de Nueva York, de 1851. Mosquera escribió su “Memoria sobre
la vida del general Simón Bolívar, Libertador de Colombia, Perú y Bolivia”. En
dicha obra Mosquera nos brinda una versión muy singular de la entrevista de
Guayaquil, y la conceptuamos así porque nos narra al estilo de un cronista testigo
presencial, que, por su calidad de secretario de Bolívar y por encargo de éste,
supuestamente tomó notas de lo que allí se habló. Sin embargo ya hemos
mencionado que fue desmentido por Rufino Guido. Y en realidad contra la
corriente de todos los que escribieron sobre este hecho que siempre pusieron de
realce el carácter secreto de dichas conversaciones, Mosquera es el único en
afirmar que la entrevista tuvo testigos. Pero si Mosquera no fue testigo
presencial en cambio es casi totalmente seguro que debió recibir confidencias
al respecto de parte de Bolívar. Mosquera relata de la siguiente manera la
entrevista. “El 24 de julio de 1822 se celebraba el natalicio del general
Bolívar y por la noche entró a la ría de Guayaquil la goleta Macedonia, en la
que venía el Protector del Perú, general San Martín...
“Al día
siguiente fue recibido con todos los honores que le correspondían y con
demostraciones muy cordiales de parte del libertador y del pueblo de Guayaquil.
Después de la comida se retiraron Bolívar y San Martín a una sala de la casa
que le había sido preparada, a tener una conferencia, y habiendo comenzado
ella; por el estado en que estaba Colombia, me llamó el Libertador para que
fuera a su casa a traer unas cartas del general Santander, para enseñarle algo
a San Martín. En seguida el general San Martín habló y le manifestó su
pensamiento de hacer del Perú una monarquía constitucional para adquirir, de
ese modo, la independencia y dar a la América Española gobierno análogos a sus
necesidades”. A continuación del párrafo transcrito, Mosquera intercala el acta
del consejo de Estado del Perú y el oficio de Monteagudo al presidente de dicho
Consejo sobre la misión de García del Río y Diego Paroissien de buscar un
príncipe para el Perú. “Leídas que fueron estas comunicaciones, el Libertador
observó al General San Martín que algunos de los miembros del consejo no eran
sino títulos de Castilla, y que había como miembro del Consejo un eclesiástico;
que todo esto era conservar las instituciones coloniales y pretender llevar a
efecto el proyecto de Florida Blanca, cuando propuso al rey de España,
Emperador de todas las monarquías americanas, para conservar en una sola
Confederación las naciones de raza española, pues las Américas debían
independizarse después de haber auxiliado a los Estados Unidos para su
independencia de la Gran Bretaña. “¿Cómo cree usted que puedan negociar un
soberano para el Perú de las familias anglosajonas y que un príncipe como el
duque de Luca, cambie de religión para ser rey del Perú, cuando ha renunciado a
sus derechos a la Corona de Inglaterra, para casarse con una señora que no era
princesa? En el mes de abril todavía el Ministro Monteagudo, de orden de usted,
insistió en esa negociación, que usted me propone ahora. El Perú ha celebrado el
tratado de amistad y confederación con Colombia y se ha firmado ahora veinte
días, con consentimiento de usted por el Ministro Monteagudo, y no hay unidad
de pensamiento con lo que usted me propone ahora, con la de llevar a efecto la
Confederación americana, que será representada por un Congreso de
Plenipotenciarios de diferentes Repúblicas de la América española. Yo no puedo
sino continuar la línea de conducta que he observado en 12 años, de absoluta
consagración a la causa de la libertad. Jamás doblaré la cerviz en presencia de
un Príncipe a quien había despreciado y enseñado a despreciar, que el suelo
virgen de América no permitirá otro gobierno que el republicano y comprometidos
mi nombre y mi fama con las negociaciones que he emprendido, para arrancar el
poder a la España, jamás daría un paso semejante. En seguida le dijo: Usted,
general, se ha perdido con este viaje. La agregación que ha decretado usted de
algunas provincias de Buenos Aires al Perú le han enajenado a los mejores
generales. Según noticias que acabo de recibir del agente confidencial de
Colombia, Teniente Coronel Gómez, el general Las Heras se ha separado del
ejército para no traicionarlo; y los Generales Alvarado y Arenales no le
secundan a usted en sus planes. Yo creo que al llegar usted al Perú tendrá que
sofocar una revolución, porque el Ministro que usted tiene no se ha puesto al
frente de la opinión, sino que quiere fundar un sistema que no es ni de la
época, ni de las circunstancias. Los colombianos han aprendido a despreciar a
los reyes, y yo no dejaré nunca de ser el primer ciudadano de mi patria, para
ser el último en una fuerza de monarquía... Jamás debemos usted y yo, General,
ser otra cosa que republicanos y el día que dejemos de serlo nos veremos solos
y abandonados. Mancillaremos la fama de cien combates y pasará nuestro nombre
sin esplendor a la posteridad”. El General San Martín le respondió: “El tono
decisivo y la fuerza de su voluntad con que usted me habla no me permiten
hacerle algunas reflexiones; pero día llegará en que usted conozca que el modo
de terminar la guerra es el que yo he creído más oportuno. La historia dará a
usted o a mí la razón. Vamos pues, a hablar de otras cosas. Las tropas que hay
en el Perú sin las que usted manda, no son suficientes para destruir el
ejército español. ¿Podrá usted darme mayor apoyo? ¿Podrá usted ir a tomar el
mando militar en el Perú?” El Libertador le contestó que estaba íntimamente
persuadido de la necesidad de auxiliarlo con los esfuerzos que pudiera hacer
Colombia, pero que por ahora debían limitarse a los de la división que
preparaba la cual pondría a las órdenes del general Juan Paz del Castillo que
le era un jefe conocido, pues había servido a sus órdenes desde Buenos Aires
hasta Chile, que permanecería con todo el ejército al sur de la República, para
emprender operaciones o combinaciones, si el ejército realista tomaba de nuevo
la ofensiva; pero que todo esto debía arreglarse por un tratado entre las dos
Repúblicas; y sobre el último punto de ir a tomar el mando militar al Perú le
manifestó: que tendría mucho gusto de hacerlo si la República se lo permitía y
podía ausentarse sin que para ello peligrase el orden interno, y agregó: que el
abandono temporal que ha hecho usted del Perú, puede serle muy costoso, por lo
que he sabido y considere usted, por lo que le pasa, cuan cauto debo ser para
resoluciones de tamaña importancia. El General san Martín tomó la palabra y se
expresó con éstos o semejantes términos: Comprendo bien general que no pudiendo
estar de acuerdo con usted debo separarme del mando del Perú, convocando al
congreso previamente para entregarle el mando y retirarme no solamente del Perú
sino también de las repúblicas de Chile y provincias Unidas del Río de la
Plata, cuya independencia he consolidado con mis últimas campañas. Me
trasladaré a Europa para contemplar desde allá los acontecimientos favorables
que aseguren la independencia del Nuevo Mundo. La conversación versó en seguida
sobre otras materias de poca importancia política, y el general San Martín
trató de regresar inmediatamente a Lima para evitar un desconcierto en sus
operaciones”. (3)
VERSIÓN DE HERES
El General Tomás
Heres, a solicitud de O’Leary escribió unos informes sobre San Martín y que
éste (O’Leary) los reprodujo en sus Memorias. Heres consigna la siguiente
versión: “Por este tiempo llegó el general Bolívar a Guayaquil a donde fue el
general San Martín, con el objeto, según decía, de combinar las operaciones que
debían emprenderse para libertar al Perú. Los dos jefes tuvieron su entrevista;
no sé que hubiesen convenido en nada, y San martín se volvió a Lima, muy poco
satisfecho de Bolívar, contra quien concibió, desde entonces, un odio que ha
conservado y manifestado siempre”. (4)
VERSIÓN DE M. A.
LÓPEZ
El coronel
Manuel Antonio López llegó a desempeñarse en el estado Mayor Libertador en el
periodo 1822-1824 y fue allí donde, según su propia declaración, contrajo “la
afición de escribir y la ejercitaba apuntando, para informar a mi familia y mis
amigos, algo de lo que presenciaba o se disponía en aquella Dirección general
de las operaciones redentoras de la América del Sur,...” Con el correr de los
años López escribió sus “Recuerdos históricos de la guerra de la independencia:
Colombia y el Perú (1819-1826)” donde encontramos la siguiente versión sobre la
entrevista de Guayaquil. “Cinco días antes, el 26 de aquel mes, arribó a
Guayaquil, en su buque de guerra, el general don José de San Martín, Protector
del Perú. Estuvo tres días en conferencias privadas con el Libertador, y nadie,
ni el mismo general Sucre, supo cuales fueron los asuntos y términos de que se
ocuparon. Aunque muchas personas han pretendido saber de que trataron en dicha
entrevista, lo único que se pudo traslucir fue que el general San Martín indicó
al Libertador que, en su concepto, al Perú no le convenía ser regido por un
gobierno republicano demócrata, sino por un monárquico constitucional, lo cual
estaba en contradicción con los principios y miras del Libertador; pero si es
cierto que el general San Martín estaba disgustado porque la Junta de gobierno
que dejó establecida en Lima, y las personas de más influencia en el Perú, no
se mostraban contentas con su gobierno protectoral y le hacían la guerra, tanto
que durante su viaje a Guayaquil depusieron, arrestaron y deportaron a Panamá
al Ministro de Guerra y Marina que dejó allí, el cual era don Bernardo
Monteagudo. El general don Domingo Tristán acababa de perder en Ica una lucida
división de 3000 hombres, y los españoles se encontraban con un ejército superior en número al de los republicanos,
por lo cual creyó San Martín que no le era posible concluir la libertad del
Perú, e instó al Libertador a que fuese con el ejército de Colombia, a
completar la obra que él había comenzado”. (5)
NOTAS
(1) O’Leary,
Daniel Florencio. “Memorias” (Caracas: Imprenta Nacional, 1952); t.
II.
(2) Restrepo,
José Manuel.”Historia de la Revolución de la República de Colombia en la
América Meridional” (Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1945);
t. VI.
(3) Mosquera,
Tomás Cipriano de. “Memoria sobre la vida del General Simón Bolívar, Libertador
de Colombia, Perú y Bolivia” (Publicación de la Academia Colombiana de
Historia, 1940)
(4) O’Leary, D.F. Po. Cit; tomo II, pp. 163-164
(5) López,
Manuel Antonio. “Recuerdos históricos de la guerra de la independencia:
Colombia y Perú, 1819-1826” (Madrid: Ed. América, 1919. Biblioteca Ayacucho;
pp. 138-139)
C. LA VERSIÓN DE BOLÍVAR: CONCLUSIÓN
La versión del
Libertador tiene dos características bien marcadas: es mucho más amplia que la
proporcionada por San Martín y, por otra parte, le resta total importancia a la
entrevista. Bolívar consideró que la reunión realmente careció de toda vital
importancia, desde el momento mismo que ella no tuvo carácter oficial, por lo
que venía a ser una muy amigable visita que ya de tiempo atrás habíanse
propuesto y que en el fondo anhelaban, aunque sin saber que podía devenir de
ella. Bolívar es enfático en considerarla una simple visita, tal como señala en
todos los documentos en los cuales ya personalmente o a través de su secretario
Pérez se refiere a ella. La versión de Bolívar, en este sentido es sumamente
valiosa porque permite conocer los diversos temas que se tocaron. Mientras que
Bolívar proporciona una versión integral, San Martín nos brinda una visión
restringida, reducida tan solo al tema medular que constituyera el verdadero
objetivo del viaje y prescindiendo de todos los demás. Según el propio
Libertador hubo un tópico que concitó mayormente la atención del Protector: la
federación. En la Relación al Intendente de Quito se lee: “El Protector
aplaudió altamente la Federación de los Estados Americanos como la base
esencial de nuestra existencia política”. De este proyecto, según el Propio
Libertador, lo que más atrajo la atención del Protector fue lo concerniente al
auxilio mutuo. El Protector halagó, en este aspecto, y de sobremanera, a
Bolívar, porque la Federación de los Andes era uno de sus sueños más preciados.
Por otra parte San Martín dio prueba de su política de no interferencia en el
caso de Guayaquil porque, según la propia versión del Libertador, propuso a
dicha ciudad como sede de dicha federación. Otro punto muy importante fue el
relacionado con la situación militar del Perú. El Protector expresó que ella no
era realmente apremiante y que había planeado poner en práctica su plan de
campaña a puertos intermedios. Según la versión de Bolívar, San Martín en
ningún momento reclamó auxilio militar e incluso en la Relación al Intendente
de Quito se consigna que el Protector ni
siquiera habló de los auxilios que estaban ya por pasar al Perú. Sin embargo,
el propio Bolívar en la nota escrita al editor del Correo Mercantil hace
referencia a que en julio de 1822 el Protector solicitó ayuda militar. Debemos
señalar que en la versión del Libertador no se hace mención alguna a la
pretendida propuesta, consignada por San Martín, de unir a los dos ejércitos
libertadores y el concederle a Bolívar la jefatura del Ejército Unido. Sin
embargo algunos historiadores creen ver una manifestación tácita de esto cuando
Bolívar hace escribir a su secretario: “La oferta de sus servicios y amistad
(del Protector) es ilimitada, manifestando una satisfacción y una franqueza que
parecen sinceras”. También cuando a Santander le escribe: “... no hay género de
amistad ni de oferta que no me haya hecho”. En realidad estas expresiones, que
hablan bien a las claras que no todo fue rozamiento y desacuerdo, como ven
algunos, no pueden llevarnos a concluir que ellas se refieren a la oferta de
pasar al Perú como comandante en jefe del ejército libertador unido. La
situación política del Perú fue otro de los puntos tratados. San Martín en
forma franca le expresó que atravesaba serios problemas en el mando político
del Perú, cargo que, por otra parte, no deseaba seguir manteniendo. Le anuncia
su decisión de retirarse del Perú y de América. En las conversaciones también
se entró al campo de las ideas políticas de ambos personajes. Según la versión
de Bolívar, el Protector le expresó la conveniencia de un régimen monárquico
constitucional con un príncipe europeo. Bolívar le expresó no estar de acuerdo
con ello y, algo más, que era contraproducente para el resto de América, el que
se llegase a establecer dicho tipo de gobierno, pero que en última instancia si
la decisión del Perú era en ese sentido, Colombia no se opondría. El Libertador
muy reservadamente le comunicó a Santander lo que San Martín le había dicho
acerca de un grupo separatista quiteño, que poco tiempo después llevaría a la
creación de Ecuador. El problema de Guayaquil por ya estar solucionado por
Bolívar, fue tocado tangencialmente, expresando San Martín su decidida
neutralidad. Referente a los límites de los nacientes Estados fue tema también
de la entrevista aunque en forma muy superficial, según la versión de Bolívar,
porque San Martín no estaba en misión oficial. Bolívar consigna que el
Protector le prometió intervenir para que se solucionara pacífica y
satisfactoriamente el problema limítrofe entre ambos estados. Bolívar le señaló
al protector la necesidad y conveniencia de lograr la paz con España, sobre la
base de lograr el reconocimiento de la independencia, la integridad territorial
y la evacuación del ejército realista. Las conversaciones también trataron el
punto referente a la situación de los otros estados hispanoamericanos, tales
como México, Chile y el Río de la Plata. Sobre el primero, siempre según la
versión de Bolívar, el Protector dejó intuir que conocía muy poco sobre los
últimos acontecimientos. Chile y su Director Supremo O’Higgins merecieron de
San Martín grandes elogios. En cambio sobre las Provincias Unidas del Río de la
Plata el Protector manifestó honda preocupación por el caos al que lo había
llevado el sistema federal.