SAN MARTÍN Y BOLÍVAR EN GUAYAQUIL (IV)
PARTE CUARTA: NUESTRA VISIÓN SOBRE LA ENTREVISTA
El análisis de la documentación, así como los aportes de prestigiosos estudiosos
de esta entrevista nos permiten concluir, en primer lugar, que ella no fue una
simple visita de cortesía sin objetivos fijos, como se desprendería si unilateralmente
solo tuviéremos en cuenta la versión de Bolívar, de sus allegados e
historiadores que llevados por su admiración al libertador caraqueño no
reflexionan sobre los múltiples aspectos que quedarían sin una adecuada explicación.
Así por ejemplo, carecería de toda explicación coherente el retiro de San
Martín del Perú en momentos que aún no había concluido la guerra, cuando su
situación interna militar y política era tan crítica, como lo ha analizado tan concienzudamente
Timothy E. Anna en su libro citado “La caída del gobierno español en el Perú”.
Con esto no queremos decir que Bolívar fuera el responsable de la decisión
tomada por San Martín. Innegablemente los análisis de T.E. Anna demuestran que
lo que el historiador canadiense denomina «fracaso de San Martín» se debió a
tres causas: Cometió el error de supervalorar la posesión de Lima e intentar
realizar la guerra separatista del centro hacia el interior. Su resquebrajada
salud durante su estadía en el Perú a consecuencia de la tuberculosis y la
administración de opio, remedio prescrito por su médico como el único
analgésico que se disponía en aquellos tiempos. Y en tercer lugar, pero solo en
cuanto a orden de mención, la política económica que agravó la situación que se
vivía en el Perú y muy especialmente en Lima. Pero como lo dice el propio T.
Anna: “Los hechos de la realidad llevaron a este hombre pragmático a darse cuenta
que la ayuda proveniente de fuera del Perú era necesaria para completar la
lucha por la independencia. El movimiento de Bolívar, apoyado como lo fue por la
renuente, pero no obstante impresionante ayuda de la Gran Colombia, continuaba
siendo la mejor posibilidad” (Op. cit; pp. 276-277)
Esta argumentación reafirma nuestra posición en el sentido que San Martín,
como gran militar que era, fue a Guayaquil llevando como objetivo el conseguir
la unión de los dos ejército libertadores y que en última instancia el podía
ceder el mando supremo de lo que sería el ejército libertador unido. Los documentos
son certeros en el hecho de que San Martín viajaba con un plan preconcebido. El
secretario de Bolívar, J.G. Pérez consigna que San Martín le expresó a Bolívar
“que pocas horas en tierra serían suficientes para explicarse”. Discrepamos con
los historiadores que distorsionan la posición de Bolívar frente a este
anuncio. Me estoy refiriendo a aquellos que señalan que el libertador caraqueño
no quiso brindar la ayuda solicitada porque él quería coronar la hazaña. Ello a
pesar de que Bolívar en varias oportunidades le había prometido ayuda militar a
San Martín en su lucha por la independencia del Perú.
Es cierto que el Libertador en cartas a San Martín habíale hablado de
una ayuda mutua. En carta fechada el 23 de agosto de 1821 Bolívar le decía: “...Quiera
el cielo que los servicios del ejército colombiano no sean necesarios a los
pueblos del Perú, pero él marcha penetrado de la confianza de que, unido con San
Martín, todos los tiranos de la América no se atreverían ni aun a mirarlo” (1).
Y en la misiva fechada desde Quito el 17 de junio de 1822, le expresa:
“...Pero no es nuestro tributo de gratitud un simple homenaje hecho al gobierno
y ejército del Perú, sino el deseo más vivo de prestar los mismos, y aún más
fuertes auxilios al gobierno del Perú, si para cuando llegue a sus manos de
V.E. este despacho, ya las armas libertadoras del sur de América no han
terminado gloriosamente la campaña que iba a abrirse en la presente estación.
Tengo la mayor satisfacción en comunicar a V.E. que la guerra de Colombia está terminada,
que su ejército está pronto para marchar donde quiera que sus hermanos lo
llamen, y muy particularmente a la parte de nuestros vecinos del sur, a quienes
por tanto títulos debemos preferir como los primeros amigos y hermanos de
armas”. (2)
Lo que también está claro es que Bolívar no pensó en aunar ambos ejércitos
y bajo una sola jefatura dirigir la guerra contra los españoles en el Perú. De
su correspondencia con Santander de los meses de junio y julio de 1822 se desprende
que él consideraba la posibilidad de enviar contingentes auxiliares. En carta
fechada desde Quito el 21 de junio de 1822, le dice: “...He prometido mandar
tropas al Perú, siempre que Guayaquil se someta y no nos dé más cuidados”. Y
más adelante escribe: “...Si Guayaquil se somete mandaré un par de batallones
al Perú, como lo indica Mosquera, primero, para que no sean más generosos que
nosotros nuestros vecinos; segundo, para auxiliar al Perú antes de una
desgracia; tercero, por economía, pues aquí no tenemos con que mantener tanta
tropa; cuarto, para empezar a llenar las ofertas de recíprocos auxilios; quinto,
sexto y séptimo, porque creo que así conviene para que de allá nos manden tres
batallones de Perú en reemplazo de ellos terminada la guerra”. (3)
Francisco A. Encina (4) sostiene, basado asimismo en la correspondencia del
Libertador, que en julio de 1822 había éste desistido de pasar personalmente al
Perú, dejando, de esta manera, a un lado su deseo, manifestado con anterioridad,
de llevar a cabo dicha tarea. Esta nueva actitud se debía, según el citado
autor, a cinco factores:
1° La negativa del congreso colombiano a darle licencia.
2° Imposibilidad de formar en esos momentos un ejército bastante
poderoso como para aniquilar al realista.
3° La inestabilidad de la situación en Quito, Guayaquil, Loja, Cuenca y
Pasto. La tambaleante situación de Colombia, que podía exigir de un momento a
otro su pronto regreso a Bogotá.
4° La conciencia del escaso valer del ejército libertador del Perú y de
las dificultades que para la cooperación opondrían la logia, la camarilla y los
jefes argentinos y peruanos, todos antibolivarianos exaltados.
5° La intuición del sentido negativo que empezaba a tomar la violenta
irrupción del nacionalismo, que podía llevar, como sucedió en la realidad, a
hacer causa común con los realistas para expulsar del suelo peruano al nuevo
intruso.
Innegablemente la propuesta de San Martín debió desconcertar a Bolívar,
al no haber pensado en dicha posición. Al ser tan directa y exigir una
respuesta inmediata el desconcierto era la normal reacción. San Martín debió
sentir desánimo de no encontrar la respuesta que él esperaba, porque él era consciente
de su crítica situación en el Perú. Debe considerarse además, algo en lo que pocas
veces se incide, que mientras San Martín tenía todos los poderes en el Perú,
ejercía una verdadera dictadura con el título de Protector, en cambio Bolívar,
con todo su prestigio e influencia, era Presidente de Colombia y por lo tanto
sometido a las leyes de ese país. Había jurado dicho cargo el 3 de octubre de
1821 (Debe recordarse que el congreso de Cúcuta había promulgado, el 30 de agosto
de 1821, la primera constitución de Colombia y el día 7 de setiembre eligió
como Presidente a Bolívar y como Vicepresidente a Santander). En cambio San
Martín ejercía todos los poderes como se señala en la parte considerativa de su
Estatuto provisional de 8 de octubre de 1821: “Mientras existan enemigos en el
país, y hasta que el pueblo forme las primeras nociones del gobierno por sí mismo,
yo administraré el poder directivo del Estado, cuyas atribuciones sin ser las
mismas, son análogas a las del poder legislativo y ejecutivo”. El freno que representa
una Carta Constitucional estaba representado por el Estatuto Provisorio y este
era hechura personal de San Martín. Del Protector dependía totalmente el
gobierno del Perú y su voluntad, en teoría por lo menos, no tenía legalmente
freno, salvo sus propios ideales y su recta conciencia. En cambio Bolívar
estaba supeditado al Congreso y a la Constitución, la cual en su título V, sección
II, referíase a las funciones del Presidente de la República y allí encontramos
los siguientes artículos, que en su letra y espíritu debieron aflorar a la
mente del Libertador:
“Art. 117: Tiene en toda la República el mando supremo de las fuerzas de
mar y tierra, y está exclusivamente encargado de su dirección; pero no podrá mandarlas
en persona sin previo acuerdo y consentimiento del Congreso”.
“Art. 120: Celebra los tratados de paz, alianza, amistad, treguas,
comercio, neutralidad y cualesquiera otros, con los príncipes, naciones o
pueblos extranjeros; pero sin el consentimiento y aprobación del Congreso no
presta ni deniega su ratificación a los que están ya concluidos por los
plenipotenciarios”.
“Art. 132: El Presidente no puede salir del territorio de la república
durante su presidencia, ni un año después sin permiso del Congreso”.
Resultaba pues muy diferente la situación de uno y otro libertador en la
entrevista. Ello explica, en gran parte, la tónica de la misma. El Protector
podía comprometerse porque él era el gobierno del Perú, en tanto que Bolívar
con toda la influencia que realmente poseía, sin embargo en última instancia
dependía del Congreso.
Todo esto nos permite comprende mejor la apelación al Congreso, por parte
de Bolívar, que aparece tanto en la versión de San Martín y de sus confidentes
como en la del edecán y secretario privado de Bolívar. Tomás Cipriano de
Mosquera señala que frente a la propuesta militar de San Martín, Bolívar le
repuso “que tendría mucho gusto de hacerlo si la República se lo permitía...”.
Felipe Larrazabal también se refiere a este hecho al sostener que el Libertador
al ser invitado por San Martín para que pasase al Perú y tomase la dirección de
la guerra, le repuso: “que no podía hacer ni una cosa ni otra sin la autorización
del Congreso”.
Y muy bien sabemos que cuando tiempo más tarde el Libertador solicitó permiso
para pasar al Perú, en el congreso colombiano muchos se mostraron contrarios a
darle la autorización. Santander en carta de 21 de mayo de 1823 le decía al
Libertador: “El senado ha dudado mucho del partido que debía tomar en orden a
permitir el viaje de Ud. al Perú y senadores hubo que aventuraron la opinión de
que ya Ud. se había ido sin esperar la resolución”. (5)
Ernesto de la Cruz, que también cree, en la sinceridad de Bolívar, cita
en apoyo de esto la carta de Bolívar a Páez de 29-5-1823, en la dice: “El
gobierno y pueblo de Lima me llaman para que vaya a mandarlos; conozco que hay
mucha dificultad para vencer, mas iré si el congreso me lo permite,...”.
El decreto del Congreso Peruano de 14 de mayo de 1823, expresa: “Por cuanto
se halla enterado (el Congreso) de que a pesar de la repetida invitación del
Presidente de esta República al Libertador Presidente de Colombia para su pronta
venida al territorio, la suspende por faltarle la licencia del Congreso de aquella
República...” (6)
Para mayor abundamiento sobre las dudas y temores en la concesión del permiso
pueden verse fehacientemente en el epistolario de Santander. (7)
Y el propio Bolívar al responder la invitación que le hiciera el
Congreso Peruano, mediante oficio fechado el 25 de mayo de 1823, dice: “Ya
habría volado a sacar mi espada por nuestros aliados y compañeros de armas, si
un religioso respeto a la letra de nuestras instituciones no me hubiese
retenido en la inacción que me atormenta”. (8)
También se comprende que San Martín se extrañara, se desconcertara con la
actitud para él dubitativa de Bolívar y que por ello se desilusionara con los resultados
de la entrevista y decidiera retornar al Perú, al ya no tener mayor sentido las
conversaciones. Esto explica también porque Bolívar sintió como que San Martín
no había ido con planes y objetivos bien determinados, quedándole la impresión
de una simple visita totalmente informal. Por ello en la Relación oficial al
gobierno de Bogotá se lee: “Si el carácter del Protector no es de este género de
frivolidad que aparece en su conversación, debe suponerse que lo hacía con algún
estudio. E. E. no se inclina a creer que el espíritu del protector sea de esta carácter,
aunque tampoco le parece que estudiaba mucho sus recursos y modales”.
Podemos comprender porque la versión sanmartiniana se centra solo en el
objetivo militar como tema eje de la entrevista. Es obvio que San Martín no iba
a viajar a Guayaquil en situaciones tan críticas como las que pasaba para
dialogar sobre la situación de Guayaquil o el futuro político de
Hispanoamérica. Claro que fueron temas que se trataron, pero fueron temas
totalmente secundarios, fruto del desenvolvimiento mismo de la entrevista
amigable entre los dos caudillos que se admiraban mutuamente. Como dice José
Pacífico Otero: “... en la mente de San Martín predominó como asunto principal
la ayuda que Colombia podía y debía prestar al Perú para dar fin a la guerra.
Todo lo demás fue secundario, materia de simples diálogos o de cambios de ideas
en las conversaciones”. (9)
A pesar del fracaso del objetivo central de San Martín (de ninguna
manera derrota personal como muchos suelen considerar), el Protector trató de
sacar el máximo provecho de la entrevista en el punto que él consideraba
nuclear: la ayuda militar. Los documentos son claros en señalar que el
Protector se manifestó a favor de la federación, que era uno de los proyectos
políticos más importantes de Bolívar, pero San Martín ve los beneficios
militares: “porque juzga que las tropas de un estado al servicio de otro deben
aumentar mucho la autoridad de ambos gobiernos con respecto a sus enemigos
internos, los ambiciosos y revoltosos. Esta parte de la federación es la que
más interesa al Protector y cuyo cumplimiento desea con más vehemencia”.
(Relación Oficial al Gobierno de Bogotá).
Debemos referirnos, aunque sucintamente, al Tratado de unión, liga y confederación
perpetua entre Perú y Colombia, suscrito en Lima el 6 de julio de 1822. El
Libertador había enviado a Joaquín Mosquera como Enviado extraordinario y
Ministro Plenipotenciario, el cual llegó a Lima el 5 de mayo de 1822. El día 6
de julio Mosquera por Colombia y Monteagudo por el Perú suscribieron dos
tratados. El primero, de unión, liga y confederación perpetua, constaba de 12
artículos y por el se convino:
-La unión de los Estados para sostener con sus fuerzas, su independencia
de España y de cualquiera otra nación extranjera.
-Rechazo, en común, de todo ataque o invasión que pudiera de alguna
manera amenazar la existencia de los estados firmantes.
-La doble ciudadanía peruano-colombiana, con el único requisito de la
residencia.
-La unión comercial.
-El problema limítrofe entre ambos Estados se arreglaría por un convenio
particular, después que el primer Congreso constituyente del Perú faculte al poder
Ejecutivo para tratar sobre dicho asunto.
-Causa común contra los revoltosos o sediciosos que se levantasen contra
los gobiernos legítimamente constituidos y en caso necesario su extradición.
El segundo tratado, que es adicional al primero, y suscrito en la misma fecha,
posee nueve artículos, en los cuales se acordaban lo siguiente:
-Formación de una Asamblea de Estados Sudamericanos integrada por dos Plenipotenciarios
por cada Estado.
-Interponer, ambos Estados firmantes, sus buenos oficios ante los demás
Estados de América para que entraren en el Tratado de Unión, Liga y
Confederación.
-La asamblea en mención se encargaría de “comentar de un modo, el más
sólido, y establecer las relaciones íntimas que deben existir entre tos y cada
uno de ellos, y que le sirva de consejo en los grandes conflictos, de punto de
contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete de sus tratado públicos,
cuando ocurran dificultades, y de juez y árbitro y conciliador en sus disputas
y diferencias”.
-Colombia sugería el istmo de Panamá como punto de reunión de la
Asamblea.
-El tratado no interrumpía de manera alguna el ejercicio de la soberanía
nacional de cada una de las partes.
-Colombia se comprometía a sostener y mantener en pie una fuerza de
cuatro mil hombres armados y equipados, a fin de concurrir a la ayuda militar
mutua. También su marina participaría en dicha cooperación.
-El Perú contribuiría con sus fuerzas marítimas y con igual número de
tropa que Colombia.
Estos dos tratados fueron ratificados por el Perú el 15 de julio de
1822. En cambio Colombia vino a aprobarlo, pero después de muchos remilgos, el
12 de julio de 1823. (10) En las conversaciones entre los dos libertadores
también fue visto lo referente a estos tratados. Incluso San Martín propuso
Guayaquil como sede de la Federación.
Todo esto nos lleva la conclusión que el tema militar fue el punto
central de la entrevista y que al producirse el desencuentro se produjo también
el desencanto. Ambos personajes no quedaron satisfechos con la entrevista y es
por ello que en sus testimonios se trasluce ese desconcierto y esa desilusión.
También fue tema de las conversaciones lo concerniente a la forma más conveniente
para los estados hispanoamericanos nacientes. San Martín argumentó su posición
contraria al sistema republicano y defendió el monarquismo constitucional, con
un príncipe de una de las dinastías europeas reinantes. Bolívar defendió la
superioridad del sistema republicano, debiendo señalar que la base del sistema
político “debe ser la soberanía del Pueblo, la división de los poderes, la
libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía
y de los privilegios”. Que para él, el sistema ideal era un gobierno unitario,
con un Ejecutivo poderoso, una Cámara de Representantes elegido por el voto, un
Senado hereditario, un poder judicial totalmente autónomo y un Poder Moral
encargado del importante aspecto, en estos nacientes Estados, de la virtud de
la sociedad. (11)
Para San Martín el sistema republicano no calzaba con la realidad y la idiosincrasia
de Hispanoamérica, donde la ignorancia estaba tan generalizada en el pueblo.
Además él consideraba que el sistema republicano sólo generaría una “espantosa
anarquía” y ello llevaría a la tiranía. Fueron pues principios los que explican
el monarquismo de San Martín y no intereses personales. Y de ello estuvo
convencido el propio Bolívar, como lo manifiesta en sus testimonios personales.
Pero no todo fue desacuerdo entre las opiniones de los dos libertadores.
En un punto en el cual si estuvieron de acuerdo fue el concerniente a la inconveniencia
del sistema federal en los nacientes estados de Hispanoamérica, al cual consideraban
el más nefasto para esta región y la prueba la tenían en las Provincias Unidas
del Río de la Plata.
Temas tales como el problema limítrofe entre Perú y Colombia, la negociación
de paz con España, la situación política en ciertos países de Hispanoamérica
fueron también motivo de conversación durante las seis horas que
aproximadamente duraron las entrevistas.
El tema limítrofe debería tratarse como estaba establecido en el Tratado
de Unión, Liga y Confederación perpetua. Referente a las negociaciones con España
ambos estuvieron de acuerdo en pactar el fin de la guerra pero sobre la base de
asegurar la independencia, la integridad territorial de los Estados, así como
también la evacuación del ejército español.
Cuando las conversaciones entraron al análisis del curso de la
revolución separatista en México, que culminara con la coronación de Iturbide,
Bolívar quedó con la impresión que San Martín estaba poco informado al
respecto. En cambio San Martín se mostró muy preocupado por los graves
problemas que atravesaba las Provincias Unidas del Río de la Plata, donde
reinaba una gran anarquía. Manifestó el Protector su admiración por Bernardo
O’Higgins.
Sabemos, por último, y por la propia versión de Bolívar, que San Martín
le advirtió de un grupo quiteño que le había manifestado sus ideas
separatistas. Bolívar repuso no estar preocupado por ello, aunque en el fondo
tuvo que quedarse un tanto intrigado y preocupado. Ese hecho no fue consignado
en las Relaciones Oficiales enviadas a los gobiernos de Bogotá y Quito, pero si
en su misiva dirigida a Santander el 3 de agosto de 1822, porque lo consideraba
un hecho grave como para que pasase “por las manos de los dependientes y secretarios”.
NOTAS
(1) Lecuna, V. “Cartas del Libertador”; tomo II, p. 380.
(2) Lecuna, V. Op. cit., tomo III, pp. 41-42.
(3) Lecuna, V. Op. cit.; tomo III, pp. 45-49.
(4) Encina, Francisco A. “La Entrevista de Guayaquil, fin del
protectorado y
defunción del ejército libertador de Chile” (Santiago de Chile: 1953)
(5) Santander a Bolívar: 21-5-1823
-Cortázar, Roberto. “Cartas y mensajes de Santander” (Bogotá: 1954);
tomo IV,
doc. N° 1591, pp. 142-144
(6) De la Cruz, Ernesto. “La entrevista de Guayaquil” (1914); p. 50
El decreto de 14-5-1823, en:
-Quirós, Mariano santos. “Colección de leyes, decretos y ordenes...”
(Lima:
1831); tomo I, p. 350.
(7) Santander a Sucre: 06-4-1823 y Santander a Bolívar: 21-5-1823
-Cortázar, Roberto. Op. cit.; t. IV.
(8) Oficio de Bolívar al Congreso Peruano de 25-5-1823.
-Delgado, Luis H. “Álbum de Ayacucho” (Lima: 1924); p. 26.
Decreto autorizando a Bolívar a pasar al Perú: 04-6-1823
-Herrera, José H. “El Álbum de Ayacucho” p. 123
(9) Otero, José Pacífico. “Historia del libertador don José de San
Martín” (Buenos
Aires: 1932); tomo III; cap. XXIII, p. 716.
(10) Ambos tratados, en:
-Gaceta Extraordinaria del Gobierno, del martes 17 de setiembre de 1822
- Documentos para la historia de la vida pública del Libertador de
Colombia, Perú
y Bolivia” (1876); tomo VIII, pp. 453-457.
(11) Ver “Discurso al Congreso de Angostura”
“Simón Bolívar: Escritos políticos” Selección e introducción de Graciela
Soriano
(Madrid: Alianza Editorial, 1969