El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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miércoles, 2 de octubre de 2013


SAN MARTÍN Y BOLÍVAR EN GUAYAQUIL I
                     
Jorge G. Paredes M. jgparedesm@yahoo.com  Lima - Perú

Introducción

Parte  primera 
1. Guayaquil proclama su independencia.  
2. Acción conjunta de los ejércitos libertadores del norte y del sur  
3. Guayaquil, territorio colombiano.
4. Los libertadores y el problema de Guayaquil.

Parte segunda
1. El anhelo de la entrevista.
2. La entrevista frustrada: febrero de 1822 
3. Los caudillos se encuentran.

Parte  tercera
1. Confidencialidad de las entrevistas.  
2. La versión de los libertadores: la versión de San Martín.
    A. Testimonios personales
    B. Confidencias
    C. La controvertida misiva de San Martín a Bolívar del  29 de agosto de 1822 
    D. ¿Misivas entre los libertadores referentes a sus conferencias?    
    E. La versión de San Martín: conclusión    
3. La versión de los libertadores: la versión de Bolívar.
    A. Testimonio personales        
    B. Testimonios de allegados del Libertador          
    C. La versión de Bolívar: conclusión

Parte cuarta
Nuestra visión sobre la entrevista     


INTRODUCCIÓN

Durante mucho tiempo hablar de la entrevista de Guayaquil era referirse a un tema rodeado de mucho misterio y del cual había dos posiciones totalmente contrapuestas: la de los bolivaristas y la de los sanmartinianos. No sólo eran los historiadores argentinos enfrentados a los historiadores venezolanos, colombianos y ecuatorianos, sino que los historiadores de otras nacionalidades se dejaban ganar por sus simpatías hacia uno u otro personaje y de ello derivaba una posición totalmente tendenciosa sobre  lo que ocurrió en Guayaquil. 
Realmente ya se tiene, y desde ya hace varias décadas atrás, una visión objetiva y  equilibrada sobre la entrevista de Guayaquil, toda vez que se cuenta con gran cantidad de fuentes primarias que permiten un acercamiento a lo que en ella ocurrió y lo que ella significó.
Pretendemos hacer de conocimiento para un público no especializado hechos que son ampliamente conocidos por los especialistas desde hace ya muchos años atrás. Sin embargo, vemos todavía  que, por desconocimiento de las fuentes básicas y de los trabajos de historiadores serios, se repiten errores ya superados y se pretende seguir rodeando de misterio lo que realmente es totalmente diáfano. La bibliografía es amplísima y es por ello que hemos preferido las notas bibliográficas después de cada tema.

PARTE PRIMERA: GUAYAQUIL FRENTE A LAS EXPEDICIONES LIBERTADORAS Y A PERÚ Y COLOMBIA

1. GUAYAQUIL PROCLAMA SU INDEPENDENCIA

Los últimos días del mes de setiembre de 1820 llegaban a Guayaquil, procedentes de Lima, tres oficiales del batallón Numancia. Autores como Camilo Destruge, por ejemplo, afirman que los mencionados oficiales habían sido dados de bajas del ejército realista por una supuesta relación con la causa separatista. Pero, como lo precisa Germán Leguía, en realidad de los tres oficiales, dos de ellos, los capitanes Miguel Letamendi y Luis Urdaneta, habían pedido voluntariamente su baja. Sin embargo es preciso aclarar que como el virrey Pezuela sentía desconfianza con relación a la fidelidad de gran parte de los integrantes del batallón Numancia, sagazmente, frente a la solicitud de baja presentadas por los mencionados capitanes, “se apresuró a conceder a los solicitantes para no dejarles espacio ni posibilidad de un arrepentimiento”. Letamendi era natural de Panamá y Urdaneta lo era de Coro, Venezuela. En cuanto al tercer oficial del Numancia que pasó a Guayaquil, León Febres Cordero, lo hizo realmente escapando de las autoridades limeñas que lo buscaban por sus relaciones con los patriotas. Queda perfectamente claro que las simpatías de estos oficiales estaban a favor del grupo separatista. 
Llegaban a Guayaquil estos ex – oficiales del Numancia en los precisos momentos que en esta provincia se llevaban a cabo planes para rebelarse contra el dominio español y proclamar su independencia. El grupo separatista guayaquileño se puso en contacto con los mencionados oficiales y lograron comprometerlos en sus planes. Entre los principales personajes de este grupo destacaban José María Villamil, Juan Francisco Elizalde, José Joaquín Olmedo, José de Antepara, Rafael Ximena, Luis Fernando Vivero, Juan Illingworth, Francisco de Paula Lavayén, Francisco Ramón Roca, Francisco Marcos y Gregorio Escobedo. El último de los nombrados era natural de Arequipa y jugó un papel muy importante aunque también su actuación dejó mucho que desear, como tendremos oportunidad de analizar, aunque someramente. 
El 1 de octubre, reunidos en casa de José de Villamil, los revolucionarios acordaron proclamar la independencia de Guayaquil. El día 9 del citado mes, estalló el movimiento y aquel mismo día fue proclamada la independencia. Laureano Villanueva en su clásica “Vida de don Antonio José de Sucre”, Gran Mariscal de Ayacucho”, refiere sintéticamente estos acontecimientos: “En la noche del 9 de octubre de 1820 subleváronse las tropas de esta ciudad y proclamaron la independencia de la provincia. Prendieron al gobernador Vivero y a su segundo, don José Elizalde, al Jefe de Artillería, don Miguel Torres, a los empleados principales y a muchos españoles notoriamente conocidos como enemigos de la causa americana”. (1) 
De inmediato fue constituida una Junta de Guerra, presidida por el capitán Urdaneta y una Junta de Gobierno presidida por J.J. Olmedo. El teniente coronel Gregorio Escobedo, que era segundo jefe del batallón Granaderos de la Guardia, fue nombrado Jefe Militar. Al respecto debemos señalar que Leguía y Martínez documentalmente demuestra como los historiadores ecuatorianos, llevados por su antiperuanismo, han tratado y tratan de minimizar el papel de Escobedo en el proceso separatista de Guayaquil. Sin embargo, es el propio historiador peruano mencionado quien reconoce que Escobedo era un joven falto de todo tino, “indigno de la gratitud pública y de la elevación a que lo condujera las circunstancias”. (2) A pesar de sus veleidades, lo innegable es que, como bien señala Félix Denegri Luna, “el impetuoso  Escobedo encabezaría el partido peruanista en Guayaquil” (3) 
Constituido el Duunvirato con Olmedo como Jefe Político Provisional y G. Escobedo como Jefe Militar, pronto se produjo una crisis política al renunciar Olmedo a consecuencia de las veleidades de Escobedo. Esta renuncia la hizo Olmedo ante el Ayuntamiento el 14 de octubre y, en vista de ello, dicho organismo formó una Junta de Gobierno presidida por el tal Gregorio Escobedo, acompañado de Rafael Ximena y José Vicente Espantoso. Como Escobedo actuase en la forma más inmoral y tiránica, fue tomado preso y expulsado al Perú. En vista de estos sucesos se formó una segunda junta de gobierno, esta vez presidida por J.J. Olmedo e integrada también por Ximena y Francisco Toca como vocales.
La junta guayaquileña deseando asegurar su posición, acordó solicitar la ayuda de las expediciones libertadoras del sur y del norte. Para este efecto, el día 11 de octubre fueron enviados comisionados hacia Perú y Colombia. Con destino al Perú se embarcaron, a bordo de la goleta Alcance, José de Villamil y Miguel de Letamendi. Rumbo al puerto de Cascajal (Buenaventura) se dirigió Francisco de Paula de Lavayén, para entrar en contacto con la expedición capitaneada por Bolívar. 
Esta actitud de la junta guayaquileña, de buscar la colaboración de ambas expediciones libertadoras, tenía como fin primordial asegurar la independencia lograda y de ninguna manera implicaba que buscase anexarse a uno u otro Estado, pues al constituirse habían acordado mantenerse en forma expectante sobre una decisión de anexión hasta que Perú y Colombia hubiesen logrado su total independencia e incluso se puede afirmar que manifestaban un cierto espíritu autonomista. Puede apreciarse lo que decimos leyendo la misiva que la Junta Guayaquileña dirigiera a Santander el 17 de marzo de 1821:
“El tirano de Quito hace inútiles esfuerzos para prolongar algunos días más su bárbara dominación como nos ha impuesto el coronel Morales encargado de fijar las líneas divisorias de los ejércitos durante dicho armisticio, verificado lo cual ha pasado a esta ciudad donde se halla.
En la copia oficial del tratado que ajustado en Quito y pasó a este gobierno el señor Morales, reclamó por el artículo 4° con arreglo a las instrucciones que tenía del Libertador, que cualquiera hostilidad contra esta provincia, ya sea de Quito o de Lima, será mirada por la República como una infracción. Esta decidida protección es la precursora de la felicidad con que ya contamos; pero el Presidente de Quito añadió a dicho artículo que no estaba facultado respecto a Guayaquil, que correspondía al Perú y que sabía se había sometido al ejército del General San Martín, idea rara y muy distante de la verdad, porque cuando esta provincia reunió sus representantes y formó una ley fundamental provisoria, se declaró independiente mientras resolvía agregarse a otra asociación mayor de las que se formaban en la América Meridional, por lo que el Gobierno que es fiel ejecutor de la ley que le dio el pueblo, se ha cuidado y cuidará mucho de infringir este derecho que se reservó la provincia; pero esta actitud es muy ventajosa a la libertad, porque al mismo tiempo que le proporciona los auxilios de todas partes la hace concurrir con todos los defensores de ella, y proporciona el día de combinarse con las armas de la Gran República para promover la libertad de las provincias limítrofes sin comprometer la fe del armisticio”. (4)
Hemos resaltado lo referente al reconocimiento realista de Guayaquil como parte del virreinato del Perú porque sobre ello volveremos más adelante.  Villamil y Letamendi se entrevistaron con San Martín el 4 de noviembre. El libertador sureño acordó enviar hacia Guayaquil, en calidad de comisionados, a Tomás Guido y a Toribio Luzuriaga. Además con ellos envió ciento cincuenta carabinas. Llegaron a Guayaquil el 20 del citado mes de noviembre y pusiéronse de inmediato en contacto con los integrantes de la junta de gobierno. 
Al día siguiente, 21 de noviembre, Guido se puso en contacto con los miembros de la junta guayaquileña, primero en forma directa a través de una conferencia o reunión, en la mañana del citado día. Por la tarde envió a la junta un oficio alentando a sus integrantes a decidir la situación política de la provincia, haciéndoles ver los inconvenientes que causarían su constitución como Estado independiente y autónomo. La junta guayaquileña, siempre celosa de su autonomía adoptó una posición mediadora. Con fecha 26 de diciembre, la junta de guerra, integrada por Juan de Dios Araujo, Hermenegildo Campusano, José González y Nicolás López, decidió nombrar  como jefe militar de Guayaquil a Toribio Luzuriaga y resolvió, asimismo, que para el aspecto militar Guayaquil se entendería exclusivamente con San Martín, “entendiéndose esta obediencia hasta que, libre de enemigos la América Meridional, se asocie los Estados de Colombia
o del Perú la Provincia de Guayaquil”(5) Con fecha 30 de diciembre se suscribió un convenio entre la junta de gobierno y Guido, por el cual la junta mantenía la independencia de Guayaquil hasta que se lograse la total independencia de la América del Sur, (artículo 1°) aunque se declaraba bajo la protección del libertador San Martín (artículo 2°), al cual se le reconocía como General en Jefe de las tropas de línea de mar y tierra de Guayaquil, todas las cuales se consideraban como División del Ejército del Perú (artículos 3° y 4°)  (6)
Sobre la base de los documentos y crónicas de la época resurge en forma perfectamente diáfana todo lo relacionado con la situación política de Guayaquil. Existía, es cierto, un ambiente relativamente tenso en el cual las opiniones estaban divididas entre aquellos que deseaban la constitución de un Estado independiente y aquellos otros que propugnaban por su agregación ya al Perú o a Colombia. La junta de gobierno trataba de mantener una clara posición neutral, aunque se mostraba, en el fondo, partidaria del autonomismo. El propio A.J. de Sucre nos ha dejado testimonios valiosos donde refiérese a este grupo autonomista. Basta leer sus comunicaciones a Santander de 1 de agosto y 18 de setiembre de 1821, así como sus misivas de 2 de diciembre de 1821 y la del 15 de marzo de 1822 dirigidas al Ministro de Guerra. (7)  Asimismo en el oficio del 5 de enero de 1822 enviado desde Cali por el Secretario de Bolívar (y por expreso encargo del Libertador) al Ministro de Guerra se hace mención a que “… No faltan quienes deseen su incorporación al Perú y quienes opinen por el, extravagante delirio de que sea un Estado independiente”. (8) Es necesario señalar que mediante este oficio Bolívar da cuenta de su plan de pasar a Guayaquil y asegurar de esta manera que esta provincia se declare, a como diera lugar, por Colombia. De la misma manera debemos tener presente que la decisión política guayaquileña de permanecer «neutral», «proseparatista» y «proautónoma» era conocida y reconocida en aquellos tiempos por las fuerzas políticas y Estados de aquel entonces. En carta dirigida por Santander a Bolívar, fechada en Bogotá el 17 de junio de 1822, leemos: “No quisiera  el gobierno saber que V.E. haya resuelto trasladarse a Guayaquil, porque habiéndose separado aquella provincia del territorio de Colombia (el remarcado es nuestro) temo que se opongan a V.E. muchos obstáculos para realizar con gloria la empresa de liberar Quito…” (9)
Refiriéndose a los integrantes de la junta guayaquileña, F. O’ Leary dice: “…Olmedo no amaba a Colombia, Roca la odiaba… Ximena, el tercer vocal; de la junta y el de menos influencia, más notable por sus modales cultos que por su talento, se inclinaba al Perú, pero mucho más a la independencia”. (10) Y el General José Mires (enviado por Bolívar en diciembre de 1820 para decidir la anexión de Guayaquil a territorio colombiano) decía de ellos que eran “tres comerciantes del país, ricos, llenos de conexiones… miran con alguna influencia el bien general pero no abandonan el particular”. (11)
Creemos que no está de más enfatizar, con estos antecedentes señalados, que en diciembre de 1820 la junta de Guayaquil de ninguna manera se entregó de lleno al Perú, pues en aquel momento el Perú libre e independiente era tan sólo una dulce esperanza, sino que en realidad se entregó, para recibir protección y auxilio, al ejército libertador del sur, cuyo jefe era San Martín. Pero ni San Martín ni el ejército libertador del sur eran el Perú, que aún seguía siendo un virreinato. El artículo 2° suscrito entre Guido y la junta guayaquileña, artículo al cual ya hemos hecho referencia, dice a le letra: “La provincia de Guayaquil se declara, durante la guerra (el remarcado es nuestro) bajo la protección del Excmo. Señor Capitán General del Ejército Libertador”.
El estado de tensión política reinante en Guayaquil vino a amenguarse y pasar a un segundo plano cuando las fuerzas realistas derrotaron a las patriotas comandadas por Urdaneta, en Huachi, el 20 de diciembre de 1820 y ocuparon incruentamente Guayaquil. Los comisionados de San Martín abandonaron Guayaquil; y se embarcaron rumbo al puerto del Callao a donde llegaron el 6 de enero de 1821. (12) 
 
NOTAS

(1) Villanueva, Laureano “Vida de don Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho” (Caracas: Imprenta Nacional, 1974), 4ta. Edición; p. 125

(2)  Denegri Luna, Félix. “Perú y Ecuador. Apuntes para la historia de una frontera” (Lima, 1996; p. 57)

(3) Leguía y Martínez, Germán. “Historia de la emancipación del Perú: El Protectorado” (Lima: Editorial Jurídica S.A. 1972) tomo VII; p. 66

(4)  De la Rosa, Andrés E. “Firmas del ciclo heroico: documentos inéditos para la historia de América” (Lima: Imprenta Torres Aguirre, 1938) Documento 98; páginas 193 – 196.

(5)   Lecuna, Vicente. “La entrevista de Guayaquil: restablecimiento de la verdad histórica”. (Caracas: 1962; cuarta edición); tomo II, documento N° 7.

(6) Lecuna, Vicente. Obra citada; tomo II; documento N° 8  Leguía y Martínez, Germán. Obra citada; tomo VII; páginas 78 – 79.

(7)     De la Rosa, A.E.  Obra citada; documentos 140, 144, 156 y 170.

(8)  De La Cruz, Ernesto. “La entrevista de Guayaquil: Bolívar y e General San Martín”. (Santiago de Chile: Sociedad Imprenta y Litografía Universo, 1914). 

(9) Cortázar, Roberto. “Cartas y mensajes de Santander” (Bogotá: Talleres editoriales de la librería Voluntad Ltda. 1954) tomo IV, documento 1516; páginas 41 – 45.

(10)  O’Leary, D.F. “Memorias” tomo II; página 144

(11) De la Rosa, A.E. Obra citada; documento 109; páginas 211- 214 (Misiva de Mires a Bolívar de 14 de abril de 1821)

(12)  Sobre la independencia de Guayaquil pueden consultarse las siguientes obras bien documentadas:  -Destruge, Camilo “Historia de la revolución de octubre y campaña libertadora: 1820 – 1822”.

- Pino Ycaza, Gabriel. “Derecho territorial ecuatoriano”
-Villacrés M., Jorge W. “Historia diplomática de la República del Ecuador”. -Leguía y Martínez, Germán. Obra citada, tomo VII, tercera parte: “La cuestión de Guayaquil: Bolívar y  el Protector”.  -Denegri Luna, Félix. “Perú y Ecuador. Apuntes para la historia de una frontera” -Varillas Montenegro, Alberto "Perú y Ecuador. Visión actual de un antiguo conflicto"

2) ACCIÓN CONJUNTA DE LOS EJÉRCITOS LIBERTADORES DEL SUR Y DEL NORTE

Bolívar  con fecha 11 de enero de 1821 encargó a Sucre emprender campaña en el sur, dándole a su mando el ejército acantonado en Popayán. El 21 del mismo mes le ordenó pasar a Guayaquil, donde, entre otras cosas, debía buscar que aquella provincia se incorporase a Colombia. Sucre, al llegar a Trapiche percatóse que tanto el clima malsano como la intrincada topografía del terreno y el espíritu indómito de los pastusos haría muy difícil el paso hacia Guayaquil por Pasto. En vista de ello decidió utilizar la vía marítima. En la carta de Sucre a Santander de 02/04/1821, leemos: "Yo estoy como V.E. persuadido que la libertad de Quito se adquiere por Guayaquil, infinitamente más fácil que por Pasto…" (1)
Por esta misma época habían llegado a Venezuela los Comisionados del gobierno español, Sartorio y Espelius, que venían a proponer la paz. Después de las negociaciones del caso, se firmó, en la ciudad de Trujillo, el 25 de noviembre de 1820, un armisticio de paz entre los plenipotenciarios de Bolívar y de Morillo. Era un tratado preliminar que tenía como finalidad el facilitar las negociaciones para un tratado de paz definitivo. Este armisticio es sumamente importante porque reconoce la existencia de Colombia como gobierno independiente, con el cual se negocia y pacta de igual a igual. El 26, es decir al día siguiente, se firmó un segundo tratado denominado de regularización de la guerra. El día 27, Bolívar y Morillo sellaron estos tratados con una reunión personal en el poblado de Santa Ana, situada, como dice Augusto Mijares, “entre la ciudad de Trujillo, ocupada por Bolívar y el pueblo de Carache, a donde había llegado Morillo”. (2) El 17 de diciembre se embarcó Morillo para España dejando el gobierno de Venezuela al general Miguel de La Torre. Estaba pues en vigencia el armisticio de Trujillo cuando el 11 de enero de 1821 Bolívar encargó a Sucre emprender campaña en el sur. Como señala Madariaga, “cierto que Aymerich (se refiere a Melchor Aymerich, gobernador y presidente de Quito) se había negado a incluir en el armisticio a la provincia de Guayaquil, (el resaltado es nuestro) pero la provincia donde aquellos refuerzos se preparaban y de la que procedían estaba incluida”. (3)Sucre consultó al respecto y fue Santander quien le respondió que el tratado no contenía ningún impedimento para la ayuda de Colombia a «pueblos extraños», (el remarcado es nuestro) argumento deleznable e incoherente porque, como bien lo señala Madariaga, “toda la acción de Bolívar sobre Guayaquil descansaba sobre la base de que Guayaquil era parte integrante de Colombia y no tenía derecho a la secesión’. (4) (el resaltado es nuestro) Se podría afirmar que la respuesta refleja el pensamiento de Santander mas no el de Bolívar, pero ella en realidad no deja la menor duda al respecto: “En consecuencia tengo el honor de declarar a V.E. en nombre de S.E. el Libertador Presidente de Colombia que no siendo infracción del armisticio de Trujillo el auxilio franqueado a los patriotas de Guayaquil no se accede a retirarlo como V.E. solicita”. (5) Debemos señalar que de los argumentos esgrimidos se aprecia claramente que las autoridades realistas no consideraban a Guayaquil como parte de Colombia. Y, por otro lado, la decisión de Bolívar de actuar a pesar del Armisticio de Trujillo, significa o bien que él así lo reconocía, lo cual sabemos que no era así, o que actuaba de esa manera por simple conveniencia estratégica política y militar. Esto último era el verdadero sentido de la actuación de Bolívar.
Es necesario remarcar que Aymerich no convino incluir a Guayaquil en el armisticio porque argumentaba que Guayaquil no pertenecía a Colombia sino al Perú. (6) Esto es muy importante destacar para lo que más adelante analizaremos.
Ya hemos señalado como Sucre hizo saber a Santander que la campaña por Pasto era muy difícil, “que estaba convencido que la libertad de Quito se adquiere por Guayaquil infinitamente más fácil que por Pasto”. Santander trasladó a Bolívar esta idea el 25 de febrero de 1821. Recibida en marzo la autorización del Libertador, Sucre se embarcó con 650 efectivos a bordo de las goletas Alejandro I y Teodocio, el 2 de abril. No se puede sostener, como lo hacen algunos historiadores, que el Libertador temía ya en aquel momento que San Martín anexase Guayaquil al Perú, porque a comienzos de 1821 todavía no se había declarado la independencia del Perú, lo cual recién ocurriría a fines de julio de dicho año.
La travesía de Sucre al mando de su expedición de apenas un poco más de medio millar de efectivos fue muy difícil y se vio obligado a desembarcare en la punta de Santa Elena, a 31 leguas de Guayaquil, ciudad a la cual recién arribó el 7 de mayo. En oficio enviado por Sucre al Comandante General de Cauca, ya desde Guayaquil y transcrito a Santander, le informa sobre los percances del viaje: “Nuestra navegación ha sido desgraciada y molesta. Después de 28 días de viaje no pudo la corbeta llegar aquí, y tuvimos que desembarcarnos el 30 de abril en la punta de Santa Elena, 31 leguas de esta ciudad”. (7) 
Debemos señalar que el armisticio de Trujillo se rompió definitivamente, reanudándose por ello la guerra, el 28 de abril de 1821, a consecuencia de que al producirse la sublevación de la ciudad de Maracaibo, el 28 de enero de 1821, los patriotas colombianos fueron en su auxilio, lo cual fue considerado, y de hecho así lo era, una violación de lo pactado en el armisticio. En un primer momento Bolívar estuvo de acuerdo de acuerdo con esta posición, pero pronto cambió y recurriendo a una argucia interpretativa del armisticio pasó a sostener que al independizarse Maracaibo, Colombia al ocupar dicho territorio había ocupado un país que estaba fuera de las leyes españolas. Lo cierto es que Maracaibo quedaba dentro del área ocupada por los realistas al momento de la firma del armisticio de Trujillo. 
Sucre, a los pocos días de su llegada a Guayaquil, concertó un convenio con la Junta de dicha provincia. Debemos decir que ya con anterioridad, exactamente el 12 de abril de 1821, se había intentado la suscripción de un acuerdo de ayuda mutua entre la Junta y el General José Mires (el cual como hemos dicho había sido enviado por Bolívar, en calidad de personero, con la misión de ofrecer ayuda militar y lograr su anexión a Colombia), pero Mires contestó, el 26 de abril, que no podía firmar porque no tenía poderes para hacerlo. (8) El convenio se firmaría el 15 de mayo de 1821 y por dicho acuerdo Guayaquil se declaraba bajo los auspicios y protección de Colombia. (Artículo 2. El artículo 1 estipulaba: “La Junta Superior de Guayaquil no estando facultada por su Constitución provisoria para declarar la incorporación de la provincia de la República de Colombia según la Ley Fundamental, protesta no obstante manifestar y recomendar las ventajas de la Ley a la Junta Electoral de la provincia luego que se reúna con el fin de expresar libremente su voluntad sobre su agregación a la forma que le convenga; para cuyo efecto  se aprovechará la oportunidad que presente nuestra situación después de la próxima campaña en que deben quedar libres las provincias de Quito y Cuenca”. (9) 
Ernesto de La Cruz considera este tratado “como el primer gran triunfo político del Libertador enfrente del Protector”. Y en realidad así lo fue, porque constituyó el primer paso firme en la tarea de conseguir la anexión de Guayaquil a Colombia. 
Reanudemos nuestra narración sobre los sucesos militares en Guayaquil. Habíamos señalado que las fuerzas patriotas al mando de Urdaneta fueron derrotadas en Huachi (20 de diciembre de 1820) por los realistas capitaneados por Melchor Aymerich, Gobernador y Presidente de Quito. El 5 de enero de 1821 un nuevo revés sufrieron los patriotas al ser derrotado el comandante José García (quien había logrado reorganizar los dispersos de Huachi), en el combate de Tanizahua o Tanasigna, por las fuerzas realistas al mando del coronel Miguel de la Piedra. Habiendo llegado Sucre en mayo a Guayaquil, se puso al mando del ejército patriota con el título de Jefe de las tropas auxiliares de Colombia y viéndolo inferior con relación a las fuerzas realistas escribió a San Martín, el 13 de mayo, solicitándole auxilio militar. A esta situación crítica vino añadirse la sublevación del comandante Nicolás López, quien se puso en combinación con Aymerich y con Caamaño. Los rebeldes lograron apoderarse de la corbeta Alejandro I e intentaron bombardear Guayaquil, lo cual no pudieron llevar a cabo porque las tropas colombianas embarcadas por el coronel Luzuriaga las persiguieron y apresaron. El comandante López, que se encontraba en Babahoyo, al saber estos hechos emprendió de inmediato marcha en búsqueda de Aymerich. Por su parte, los patriotas al mando de Federico Rash y Cayetano Cestaris persiguieron a las fuerzas realistas del comandante López y le dieron alcance en Palo Largo, pero los rebeldes emprendieron la fuga. Aymerich decidió socorrer a López y para ello encargó que el comandante Francisco González, desde Cuenca, auxiliara al comandante López, en tanto que él mismo, desde Quito, decidió marchar hacia la Bodega de Babahoyo. González y Aymerich al reunirse, emprenderían campaña sobre Guayaquil.
Sucre, conocedor de los planes realistas, decidió atacar por separado las fuerzas de González y Aymerich. El 12 de agosto, Aymerich cayó sobre Babahoyo (población situada a orillas del río del mismo nombre, en su confluencia con Caracol y el Seco), donde, desde del día 7, Sucre había reunido todas sus fuerzas. Aymerich, en vista de que no se había reunido con González, prefirió no hacer frente a Sucre, el cual aprovechó esto para ir en búsqueda de González, al cual derrotó totalmente en Cone, a tres leguas de Yaguachi, e inmediatamente cayó sobre Aymerich al cual también derrotó el 19 de agosto.
Mientras los patriotas confiadamente celebraban el triunfo, los realistas se replegaron hacia Moche, donde se reorganizaron. Sucre decidió atacar nuevamente al ejército realista, para lo cual el 11 de setiembre se situaba en el valle de Ambato. Los realistas, que habíanse desplazado de Moche a Huachi, enfrentaron en esta última localidad, el día 12, a las fuerzas de Sucre, a las cuales le infringieron una aplastante derrota. Según palabras de L. Villanueva, en aquel día “la mayor parte de la florida juventud de Guayaquil regó con su sangre aquel campo, convertido en yermo de ruinas y cadáveres”. (10) Aymerich no supo aprovechar esta coyuntura tan favorable para ellos, no persiguiendo a los patriotas y en cambio decidió pasar a Quito, aunque debemos señalar que para ello debió pesar mucho la gran cantidad de bajas que habían sufrido los realistas. Aymerich dejó el grueso de su ejército en Riobamba, al mando de Tolrá, y el resto en Guarancha.
En vista de esta nueva situación crítica, la junta guayaquileña, con fecha 17 de setiembre, se dirige a San Martín, solicitándole auxilio militar de unos mil hombres por lo menos, con mil quinientos fusiles y cincuenta quintales de pólvora. 
Sucre, a pesar, y por ello mismo, de la crítica situación, decidió actuar con gran sagacidad y poder así equilibrar un tanto la situación. Conociendo que Tolrá encontrábase acantonado en Riobamba, decidió caer sorpresivamente sobre él. Así lo hizo y su plan le dio magnífico resultado, tanto así que Tolrá decidió negociar un armisticio, el cual se suscribió el 19 de noviembre, en Babahoyo, por un periodo de noventa días y por el cual se acordaba que los realistas se retirarían a Riobamba, quedando los patriotas en Guayaquil.
Sucre volvió dirigirse al gobierno peruano solicitando tuviese a bien enviar refuerzos militares. San Martín, debido a su situación precaria (recién hizo su ingreso a Lima en julio de 1821) no había podido enviar los auxilios que con tanta ansiedad le habían solicitado tanto Sucre como la junta guayaquileña. Pero habiendo ya logrado apoderarse de la capital e inclinado, en cierta medida, la balanza a su favor, por lo menos en lo político aunque aún no en lo militar, estaba en condiciones de remitir los auxilios que con tanto apremio se le requería. San Martín no creyó conveniente enviar el batallón Numancia, el cual había sido solicitado por Sucre, y en su lugar decidió que marchase la división del norte, la cual se encontraba al mando de J.A. Álvarez de Arenales y que estaba compuesta por los batallones Trujillo N° 2, Piura N° 4, Regimiento Cazadores a Caballo y Granaderos a Caballo, así como también un pequeño grupo de artillería. Álvarez de Arenales declinó la jefatura del ejército auxiliar. Sucre, para salvar este impasse, se allanó a ceder el mando a Arenales, pero como éste insistiese en su negativa argumentando motivos de salud, se acordó nombrar en su reemplazo a don Andrés de Santa Cruz.
Sucre, en vista de que se avecindaba el periodo de inundaciones, pensó abrir campaña por Piura y para ello solicitó el permiso adecuado del gobierno peruano, el 29 de noviembre de 1821. El día 30 referíale a Santander sobre el particular, explicándole las ventajas de este plan, debido a que en Piura había “caballos, bagajes y víveres suficientes para dirigirnos a Cuenca, y ponernos en nuestro territorio”. (11)
La división peruana al mando de Santa Cruz reunióse con las fuerzas de Sucre el 9 de febrero de 1822, en Saraguro. Sucre, en oficio suscrito desde su Cuartel General en Saraguro el 15 de febrero, dio cuenta al Ministro de Guerra de Colombia sobre su encuentro con las fuerzas peruanas. (12)
El plan de Sucre era apoderarse de Quito, para de esta manera restar fuerzas y atención sobre Pasto, donde se encontraba detenido Bolívar. Debemos decir que el Libertador había pensado, en un primer momento, pasar por mar a Guayaquil y de allí dirigirse en campaña sobre Quito, e incluso ya sus tropas y él mismo se encontraban en el puerto de Buenaventura, pero tuvo que cambiar estos planes al recibir correspondencia de Sucre donde éste le comunicaba la llegada a Quito del nuevo virrey de Nueva Granada, el capitán general don Juan de La Cruz Mourgeón, con una expedición realista, así como también de que sobre las costas del Chocó, desde Buenaventura hasta Guayaquil, actuaban la corbeta Alejandro y cuatro buques de guerra, con el objetivo de apresar las tropas colombianas y al Libertador mismo, si entre ellas se encontraba. Fue por este motivo que Bolívar se vio en la necesidad de emprender campaña por Pasto y combinar con Sucre para conseguir su objetivo. (13)
Sucre, que era el Jefe del Ejército Unido, ordenó pasar a Cuenca, donde llegaron el 27 de febrero y donde se estacionaron hasta el 28 de marzo. Todo hasta este momento andaba a la perfección. Nada hacía prever el grave problema que se desataría entre Sucre y Santa Cruz, es decir realmente entre Perú y Colombia. 
Para comprender mejor el problema que se desató, debemos retrotraernos hasta diciembre de 1821. El 16 de dicho mes el Ayuntamiento de Portoviejo levantó un acta por la cual expresaba su deseo de pertenecer a Colombia. La Junta de Gobierno de Guayaquil en su deseo de mantener la unidad recurrió a Sucre para que interviniese en el asunto. Fueron enviados comisionados ante el cabildo de Portoviejo para lograr que reservase esta ciudad sus opiniones para otra ocasión más adecuada. La Junta, desconfiando de lo que podrían lograr los comisionados, envió fuerzas a Portoviejo, produciendo este hecho la rebelión e intentóse derrocar a la Junta. Sin embargo el movimiento resultó fallido y la calma  reapareció. Era este el primer acto de fuerza en la búsqueda de la anexión de Guayaquil a Colombia.
Al poco tiempo de ocurrido lo anteriormente señalado, Bolívar, con fecha 2 de enero de 1822, comunicaba a la Junta Guayaquileña su posición tajante con relación al problema: “Yo me lisonjeo, Excmo. Señor con que la República de Colombia habrá sido proclamada en esa capital, antes de mi entrada en ella. V.E.
debe de saber que Guayaquil es complemento del territorio de Colombia; que una provincia no tiene derecho a separarse de una asociación a que pertenece, y que sería faltar a las leyes de la naturaleza y de la política, permitir que un pueblo intermedio viniese a ser un campo de batalla entre dos fuertes Estados; y yo creo que Colombia no permitirá jamás que ningún poder de América encete su territorio. Exijo el inmediato reconocimiento de la república de Colombia, porque es un galimatías la situación de Guayaquil. Usted sabe, amigo (la misiva está dirigida a J.J. Olmedo, Presidente de la junta) que una ciudad con un río no puede formar una nación” (14) Y en la carta dirigida a Sucre, desde Cali y con la misma fecha (02-01-1822), leemos lo siguiente: “He llegado al fin a esta capital (Cali), a completar la libertad de Colombia y el reposo del sur. Guayaquil recibirá todos los auxilios necesarios para no ser más inquietado... Para preparar el éxito de la próxima campaña, autorizo a U.S. se pondrá de acuerdo con el gobierno de Guayaquil. Pero si este rehusase algo de cuanto U.S. pida, U.S. está autorizado para hacer por si mismo aquello que conceptúe preciso... Yo tomo sobre mí la responsabilidad de cuantas providencias tome U.DS., activas, eficaces y aun violentas. El tenor de estas órdenes debe U.S. comunicarlo al gobierno de Guayaquil, manifestándole, verbalmente, que mis intenciones son llevar a cabo la libertad de Colombia desde Tumbes hasta las bocas de Orinoco y que los sacrificios que ha hecho Colombia por recobrar su íntegra independencia, no serán frustrados por ningún poder humano de América; y, finalmente, que yo espero que, para cuando yo entre en esa ciudad, ya el gobierno de Colombia habrá sido reconocido por ella, no pudiendo yo hallarme, sin faltar a mi deber y a mi deseo, fuera del territorio de las República”. (15)
Como se puede apreciar a través de estos dos documentos, la posición de Bolívar era tajante, decidida e incluso francamente agresiva y chocante por el yoísmo imperante sobre todo en la misiva dirigida a Sucre, que se puede apreciar en su texto íntegro. La Junta de Gobierno quedó totalmente turbada ante la posición de Bolívar, posición ésta que ponía en serios aprietos la actitud de espera y en cierto sentido autonomista de la junta. En vista de todo ello, la Junta recurrió al Protector del Perú, para informarle de dicho hecho. Por otro lado, el agente diplomático peruano ante la junta guayaquileña, General Francisco Salazar y Carrillo, escribió a Monteagudo, el 7 de febrero, dándole cuenta de los planes e intenciones de Bolívar. (16) La misiva tanto de la Junta como la de Salazar, que contenían copia del oficio del Libertador del 2 de enero, llegó a manos de San Martín en Huanchaco, donde había tocado casualmente den su marcha a Guayaquil para encontrarse con Bolívar. En vista de estos sucesos y otros que más adelante analizaremos, el Protector emprendió el regreso a la capital del Perú, llegando a esta ciudad los últimos días de febrero. En la Gaceta del miércoles 27 de febrero se anunciaba su regreso de la siguiente manera: “S.E. el Protector del Perú ha regresado desde el puerto de Guanchaco, donde recibió noticias oficiales, comunicadas por el Gobierno de Guayaquil, y por el general Sucre, de que S.E. el Libertador de Colombia marchaba sobre Juanamba...” (17). 
San Martín, desde la Magdalena y con fecha 18 de marzo de 1822, escribió una pequeña misiva a Torre Tagle y que la reproduce Javier Ortiz de Zevallos en su obra sobre la correspondencia entre San Martín y Torre Tagle: “Incluyo a Usted la carta que he recibido de Roca, ella no deja la menor duda de que el Libertador quiere oprimir a Guayaquil as toda costa: este es asunto del mayor interés y que pende el honor del gobierno. Esta noche después de las oraciones me tendrá U. en esa, sin más objeto que el de conferenciar sobre éste y otros particulares que son interesantes”. Esta misiva es importante porque nos habla a las claras de la responsabilidad de San Martín en el problema que se suscitó y que a la larga tuvo que reflexionarse sobre sus consecuencias y darse por ello marcha atrás. 
Estos hechos decidieron que el 2 de marzo el gobierno peruano (del cual estaba encargado Torre Tagle) ordenase a Santa Cruz retrogradar desde cualquier posición que se encontrase y se pusiese a órdenes de La Mar. El 3 de marzo, Monteagudo ofició a La Mar en el sentido de que en caso de que Guayaquil “solicitase sinceramente la protección de las armas del Perú, por ser su voluntad conservar la independencia de Colombia en tal caso emplee V.S. todas las fuerzas que están puestas a sus órdenes en apoyo de la espontánea liberación del pueblo. Pero, si por el contrario, el gobierno de Guayaquil y la generalidad de los habitantes de la provincia, pronunciasen su opinión a favor de las miras de Colombia, sin demora vendrá V.S. al departamento de Trujillo a tomar el mando de la costa norte, reunir la división del coronel Santa Cruz en Piura, aumentarla hasta donde alcancen los recursos del territorio, y obrar según lo exija la seguridad del departamento de Trujillo. Como no es posible prever las diferentes combinaciones que allí se presenten, el gobierno deja al arbitrio de V.E. obrar según ellas...” (18) Esta orden fue confirmada el día 23 del mismo mes.
La orden dada a Santa Cruz con fecha 2 de marzo la trasmitió Arenales el día 13. Santa Cruz la recibió el 29 y ese mismo día se la comunicaba a Sucre, diciéndole: “Tengo el sentimiento de comunicar a V.S. que se hace necesaria e inevitable la separación de la División de mi mando que por ordenes expresas de mi gobierno debe retrogradar sobre la capital de Lima que, amenazada por las tropas de los generales La Serna y Ramírez, corre el mayor peligro”. (19)
Al día siguiente, 30 de marzo, Sucre, turbado e indignado, contestó el oficio de Santa Cruz, señalándole lo nefasto de la decisión de su retiro, la cual era inconcebible, pues de ser cierto el peligro de Lima, dicha división tardaría en llegar a Lima por lo menos dos meses, y por otra parte él se vería en la necesidad de pedir el batallón Numancia. Sucre se niega enfáticamente a aceptar el retiro y en pocas palabras sintetiza su pensamiento: “Por tanto, no sólo me opongo a la retirada bajo las más serias protestas, sino que usando de las facultades que me ha dado el Excmo. Señor Protector del Perú sobre la división de V.S. al ponerla a mis órdenes sin restricción alguna (como consta de las copias que tengo el honor de acompañarle) he dispuesto que el movimiento que continuaba el batallón Trujillo se lleve a efecto y que la marcha del escuadrón Granaderos a reforzar los puestos avanzados para verificar más tranquilamente nuestra aproximación a Riobamba a cumplir la combinación con el Libertador, se ejecute mañana mismo, como estaba prevenido. Debo observar también a V.S. que cualquier comunicación de estos cuerpos del Perú, debía dirigírseme a mí, teniendo el mando inmediato de ellos, por las órdenes de S.E. el Protector”. (20)
El mismo 30, Santa Cruz que se veía envuelto en tan embarazosa situación, volvió a oficiar a Sucre, en respuesta a la anteriormente comentada. Santa Cruz le expresa que lamenta no poder obedecerle por tener que cumplir en forma apremiante las órdenes del gobierno peruano, cuya responsabilidad pesa sobre él: “En mi concepto, después de expresar a V.S. la sinceridad y los más vivos sentimientos de mi Gobierno al suspender por ahora la cooperación a que se ha prestado de antemano, reitero a V.S. no sólo que debo retrogradar, sino que debo hacerlo con la mayor brevedad y a marchas forzadas... “ (21)
Sucre, el día 31 dio respuesta a esta comunicación, expresándole a Santa Cruz que los argumentos que esgrimía eran mezquinos, pues se abandonaba a Colombia, también en peligro, para ayudar al Perú, el cual disfrutaba de la ayuda colombiana. Le advierte que sólo aceptara el retiro de su división si es que el gobierno peruano le enviaba de inmediato el batallón Numancia. (22)
Santa Cruz, el mismo 31, respondió la nota de Sucre, proponiéndole una medida transaccional: Que la división peruana se estacionase en los mismos puntos que ocupan o se reconcentrasen en Cuenca, sirviendo de apoyo a Sucre ínterin él recibía respuesta de una consulta que haría al gobierno peruano. (23)
Sucre, ante la gravedad del problema surgido, escribió dos misivas a San Martín y una al Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, las tres fechadas el 1 de abril de 1822, desde su cuartel general en Cauca. La primera comunicación al Protector es un oficio en el cual le señala lo nefasto de la orden de retirada de la división peruana al mando de Santa Cruz; le manifiesta haber tenido que oponerse a dicho retiro y que en previsión de cualquier situación futura semejante ha solicitado que el Numancia abandone el Perú para integrarse al ejército colombiano. Sucre, según se desprende  del texto de este oficio, suponía que la orden de retiro de las fuerzas de Santa Cruz había sido dada cuando aún el Protector no había llegado a la capital, de su regreso de la frustrada entrevista con Bolívar, pues leemos: “Yo me prometo que vuelto V.E. a Lima, asegurará los lazos que han de unir eternamente al Perú y Colombia”. (24) 
La otra comunicación que recibió San Martín fue una misiva donde, en forma franca y personal le señala lo nefasto e impolítico de la orden impartida, así como la indelicadeza de dar órdenes directamente a Santa Cruz cuando dicho jefe había sido puesto bajo su mando: “Semejante medio es una relajación de la disciplina, además de una suma desconsideración”. A continuación le expresa: “Dispense Ud. que diga, mi General, que nuestra conducta ha sido muy franca y decente, para que seamos retribuidos de una manera que debe juzgarse un ultraje trascendental a la República y pensamos que un paso inconsiderado puede resentir a hermanos íntimamente ligados, y que no deben tener sino un mismo voto”. (25)
Cuando el Protector recibió estas dos comunicaciones ya hacía días que el problema había sido solucionado por el gobierno peruano, aunque por la distancia se dio el caso de que dicha solución del gobierno llegó a manos de Santa Cruz cuando éste ya lo había resuelto de acuerdo a sus convicciones personales y en atención a la situación política y militar del momento.
Decíamos que cuando San Martín recibió las comunicaciones de Sucre fechadas desde Cuenca el 1 de abril de 1822, el problema ya lo había resuelto el gobierno peruano desde ya relativo tiempo atrás, porque el 12 de abril el Protector, después de estudiar el problema en sesión del Consejo de Gobierno resolvió dar una contraorden, en el sentido de que Santa Cruz continuase auxiliando a las fuerzas colombianas. Es importante señalar con relación a la problemática que estamos reseñando, que personajes tan prominentes como Álvarez de Arenales y Torre Tagle no estaban de acuerdo con la medida del gobierno peruano del retiro de la división al mando de Santa Cruz ni tampoco con la actitud de San Martín con relación a la problemática en torno a Guayaquil, que más adelante analizaremos con meticulosidad. Arenales, en carta al Protector, de fecha 29 de abril de 1822, le decía: “Desde que me impuse de la determinación contenida en la orden que se pasó a Santa Cruz para que se retire con su división, sentí no poca violencia en mi modo de pensar: me pareció inoportuno y algo imprudente, por varias consideraciones... Debo, no obstante, persuadirme que Uds. habrán meditado el asunto y que tendrán otros motivos forzosos para aquella disposición”. (26) En cuanto a Torre Tagle sabemos que creía lo más conveniente, con relación al problema guayaquileño, no insistir en el intento de anexión de dicho territorio, tal como lo manifiesta en carta al propio San Martín, el 31 de julio de 1821.
Como se puede apreciar, ya desde esa fecha había personalidades muy cerca de San Martín que lo aconsejaban no insistir en cuanto a la pretensión de anexar Guayaquil. Cuando se suscitó el problema que venimos analizando, San Martín no escuchó esos consejos y prefirió crear una situación bastante difícil de la cual salió bastante mal, porque si bien es cierto que después de reflexionar todas las desventajas que ello significaba para su gobierno e incluso el daño que se hacía a la causa de la independencia y se decidió a dar la contraorden del 12 de abril, ya el problema lo había solucionado Santa Cruz doce días antes,
contraviniendo órdenes ex presas del gobierno peruano. Santa Cruz, con fecha 1 de abril de 1822, después de tomar una decisión trascendental ofició a Sucre, expresándole: “Si la continuación de la cooperación de la División del Perú es tan necesaria para salvar al ejército de la República; si la situación de V.S. es tan apurada y estrecha; y si la causa general de América está expuesta a retrogradar por mi retirada; y si con estas consideraciones, y las más que V.E. manifiesta es preciso que yo deje obrar en la campaña 700 hombres en reemplazo del Numancia, es más conforme que disponga V.S. de la masa de la división de mi mando. Ya que he de detener mi movimiento por los tres cuerpos que V.S. cree necesarios, sea enhorabuena por el todo, porque no cabe mezquindades en los subalternos de un gobierno no ha notado V.S. por su objeto principal, sino la causa continental y común, y la mayor deferencia hacia los particulares intereses de Colombia” (27) Sucre agradecióle a Santa Cruz por su decisión; “... no me queda sino darle las gracias por su disposición a que continuemos la campaña con todos los cuerpos del Perú”. (28) 
El enojoso asunto llegaba de esta manera a su fin, aunque aún el 5 de mayo de 1822 Sucre, al dirigirse al Ministro de Relaciones Exteriores del Perú y darle cuenta que Santa Cruz le había presentado una comunicación del 12 de abril que era una contraorden de la del 2 de marzo, le advierte de que dicho oficio se deja ver aún campo descubierto contra sus operaciones, por lo cual insiste en el retiro del Numancia. 
El 19 de abril las fuerzas patriotas se situaron en Punín, a diez kilómetros al sur de Riobamba. Las fuerzas realistas, al mando de Tolrá, se encontraban en sus posiciones del cerro Santa Cruz, en la quebrada del río San Luis, defendiendo la ciudad de Riobamba. Sucre, el día 20, ordenó el reconocimiento de los pasos que pudieran permitir rodear al enemigo, encontrándose que dicha maniobra se podía realizar por la quebradilla de Pantús. Al día siguiente, Sucre ordenó maniobrar por dicha quebradilla, pero los realistas al darse cuenta de ello se replegaron hacia Riobamba, con la intención de seguir más hacia el norte. Sucre, en vista de ello, ordenó que la caballería cortase la retirada realista. El 21 de abril se llevó a cabo la batalla de Riobamba, favoreciendo la victoria al ejército patriota. El día 28 el ejército unido reinició la marcha hacia Quito; el día 2 de mayo ingresaban a Latacunga y el 17 se situaban en el valle de Chillo, a tres leguas de Quito. El 21 se trasladaron a Chillo Gallo, donde Sucre se informó que, procedente de Pasto, legarían refuerzos para los realistas. Para adelantarse a esta conjunción, Sucre avanzo con su ejército hasta las lomas de Pichincha, donde el día 24 chocaron los ejércitos, favoreciendo nuevamente el triunfo al ejército unido libertador. Melchor de Aymerich, el último  Presidente de la Real Audiencia de Quito, temiendo que los patriotas fuesen a saquear Quito recibió al coronel D.F. O’Leary, edecán del General Sucre y aceptó la capitulación aquel mismo día, documento  por el cual las fuerzas realistas entregaban “la fortaleza del Panecillo, la ciudad de Quito y cuanto estaba bajo la dominación española con todos sus pertrechos de boca y guerra y almacenes existentes”. (29) El 29 de mayo de 1822 Quito quedaba incorporado a la República de Colombia.
Bolívar, que ingresa a Quito el 15 de junio, suscribió el 18 de aquel mes, un decreto por el cual se declaraba a la División del Perú a ordenes de Santa Cruz, benemérita de Colombia en grado eminente; señalaba que Santa Cruz gozaría en Colombia del empleo de General de Brigada, siempre que el gobierno del Perú se sirviese concederle la gracia del goce de este empleo; los demás jefes y oficiales de la División Peruana serían recomendados al gobierno peruano para que atienda a los méritos y servicios que han contraído en la presente campaña. Se le otorgaba a Santa Cruz y demás jefes, oficiales y tropa de la División Peruana una medalla (de oro para los oficiales y jefes y de plata de sargento a bajo), con la siguiente inscripción: “Libertador de Quito, en Pichincha” en el anverso, en tanto que en el reverso la expresión “Gratitud de Colombia a la
División del Perú”. La medalla pendería de un cordón o cinta tricolor, con los colores de Colombia, como ciudadanos beneméritos. El primer escuadrón de Granaderos Montados del Perú llevaría el sobrenombre de Granaderos de Riobamba, si el gobierno peruano se dignaba confirmarle dicho sobrenombre glorioso” (30) (31)

NOTAS 

1)      De la Rosa, A.E. Op. Cit.; pp. 202 – 203
2)      Mijares, Augusto “El Libertador” (Caracas: A.N. de Historia; ediciones de la Presidencia, 1987) p. 389 
3)      Madariaga, Salvador de.  “Bolívar” (Madrid: SARPE, 1985) tomo II; p. 145
4)      Madariaga, Salvador de. Op. Cit. Tomo II; p. 145 
5)      Madariaga, Salvador de.  Op. Cit. Tomo II; p. 146
6)      Villanueva, L. Op. Cit; p. 130
7)      De la Rosa, A.E. Op. Cit.; documento 115
8)      Ver el convenio en: 
a.       Leguía y Martínez, G. Op. Cit.; tomo VII; pp. 101 – 102
9)      De la Rosa, A.E.; Op. Cit.; documento 118 
10)  L. Villanueva transcribe la carta de Sucre a Bolívar donde se refiere 
11)  escuetamente al desastre de Ambato. Ver obra citada del mencionado autor; páginas 143 – 144
12)  De la Rosa, A.E. Op. Cit.; documento 154 

13)  De la Rosa, A.E. Op. Cit.; documento 167 

14)  Larrazabal, F. “Vida del Libertador Simón Bolívar” tomo II. También la citada obra de L. Villanueva; página 146

15)  Pino Ycaza, G. “Derecho territorial ecuatoriano” tomo I, p. 536. También la obra de Alfonso Rumazo González “Bolívar” (Madrid: EDIME, 1973; p. 171)

16)  Leguía y Martínez, G. Op. Cit.; tomo VII; pp. 151 – 151

17)  Leguía y Martínez, G. Op. Cit.; tomo VII; pp. 155 – 156

18)  Gaceta del Gobierno de 27 de febrero de 1822

19)  Paz Soldán, Mariano Felipe. “Historia del Perú independiente” tomo I. También la citada obra de Leguía y Martínez; tomo VII, pp. 157 – 158

20)  De la Rosa, A.E. Op. Cit.; documento 183. También la citada obra de Vicente Lecuna, tomo II, documento 52 

21)  De la Rosa, A.E. Op. Cit.; documento 184. También en la citada obra de V. Lecuna, tomo II, documento 53 

22)  De la Rosa, A.E. Op. Cit.; documento 185. También en la citada obra de V. Lecuna, tomo II,
documento 54 

      23)  De la Rosa, A.E. Op. Cit.; documento 186. También en la citada obra de V. Lecuna, tomo II,               documento 55. 

24)  De la Rosa, A.E. Op. Cit.; documento 187 Lecuna, V. Op. Cit.; documento 56 

25)  De la Rosa A.E.; Op. Cit.; documento 188  Lecuna, V. Op. Cit; documento 57 

26)  De la Rosa, A.E. Op. Cit.; documento 189  Lecuna, V. Op. Cit.; documento 58

27)  De la Rosa, A.E. Op. Cit.; documento 191  Lecuna, V. Op. Cit.; documento 60 

28)  Leguía y Martínez, G. Op. Cit.; tomo II pp. 170 171 

29)  De la Rosa, A.E.; Op. Cit; documento 192  Lecuna, V. Op. Cit.; documento 61 

30)  De la Rosa, A.E. Op. Cit.; documento 197  Lecuna, V. Op. Cit.; documento 68 

31)  Sobre la acción conjunta del Ejército Unido: Destruge, Camilo. “Historia de la revolución de octubre y campaña libertadora: 1820-1822”  Pino Ycaza, G. “Derecho territorial ecuatoriano” tomo I.  Ruiz Rivas, Guillermo “Simón Bolívar más allá del mito” tomo I Elías Ortiz, Sergio. “La brigada de Santa Cruz” (En: Boletín de la A.N. de Historia, Caracas, abril -junio 1953, n° 142, páginas 164 – 180) Dellepiane, Carlos “Historia militar del Perú” Bonilla, Manuel C. “Pichincha” (Lima: 1922). Posee un valioso apéndice documental entre las páginas 163 y 317. Paz Soldán, M.F. “Historia del Perú independiente” tomo I. Vargas, Nemesio. “Historia del Perú independiente” tomo II. Vargas Ugarte, Rubén. “Historia general del Perú” tomo VI. Valega, J.M. “La gesta emancipadora” tomo III. Villanueva, Laureano. Obra citada; capítulo IV. 

32)  El decreto de 18 de junio de 1822 recompensando a la división auxiliar peruana apareció en la Gaceta del Gobierno del sábado 27 de julio de 1822. Lo reproducen, entre otros:  Lecuna, V. Obra citada, tomo II, documento 85 Blanco y Azpurua. “Documentos para la vida pública del Libertador...” (Caracas: 1876) tomo VIII, páginas 444 - 445

3)  GUAYAQUIL, TERRITORIO COLOMBIANO

A comienzos de 1822 Bolívar había decidido actuar sobre Guayaquil y para ello resolvió embarcarse en Buenaventura. Con fecha 5 de enero de dicho año, desde Cali, el secretario del Libertador, por encargo de éste, envió al Ministro de Guerra de Colombia, un oficio en el que le da cuenta de los planes del Libertador: “S.E. ha preferido emprender la próxima campaña del sur por Guayaquil, por las siguientes consideraciones: 1° Por asegurar a Guayaquil, y hacer  que aquella provincia se declare por Colombia. Hasta hoy el manejo y las intrigas la han mantenido en una neutralidad incompatible con sus} verdaderos intereses, y más aún con los derechos de nuestro Gobierno. No faltan quienes desean su incorporación al Perú, y quienes opinen por el extravagante delirio de que sea un Estado independiente. Si prevaleciera esta opinión, Guayaquil no sería más que un campo de batalla entre dos Estados belicosos, y el receptáculo de los enemigos de uno y otro. La ley fundamental quedaría sin cumplirse y Colombia y El Perú jamás estarían seguros, estando confiadas a sus propias fuerzas las débiles puertas de Guayaquil. Más funesta aún sería a nuestros intereses la incorporación al Perú... Estos y otros males muy graves y de consecuencias de mucha trascendencia se evitan con el envío de tropas colombianas a Guayaquil, y sobre todo con la presencia del Libertador allí...” (1)
La llegada del General Murgeón a Quito y el asalto dado por el coronel López al navío Alejandro I, llevó al Libertador a tener que cambiar de planes, decidiendo penetrar por la terrible región de Pasto. El avance por esta región fue harto difícil y por ende lento y sangriento. El 10 de mayo de 1822 recién sobrepasaba el Juanambú y se instalaba en el Trapiche. Como dice Alfonso Rumazo González, en dicha ruta “donde se anida lo más tozudo del realismo. Los pastusos son más monarquistas que los propios españoles y se disponen a cerrarle la marcha a la revolución republicana”. Sin embrago, el triunfo patriota en las faldas del Pichincha, junto a Quito, el 24 de mayo de 1822, vino a solucionarle el problema a Bolívar, pues conocedor de esta victoria así como de la rendición y capitulación de Aymerich, envió a José G. Pérez, su secretario, para ofrecerle una capitulación a don Basilio García, el cual la aceptó, sabedor también del triunfo del Ejército Unido en Pichincha. Pero como los pastusos no reconociesen dicha capitulación, Bolívar tuvo que penetrar violentamente. De Pasto emprendió marcha hacia Quito, donde llegó el 15 de junio.
El Libertador decidió pasar a Guayaquil para poner fin al problema creado en esta provincia, mediante la anexión a Colombia. El panorama, sin embargo, no se mostraba totalmente favorable a Colombia, debido a que existía un grupo nada despreciable en cuanto a su número y sobre  todo influencia, que ansiaba la autonomía y por lo tanto su constitución como Estado independiente y soberano. Santander, desde Bogotá, el 17 de junio de 1822 le escribe al Libertador: “No quisiera el gobierno saber que V.E. haya resuelto trasladarse a Guayaquil, porque habiéndose separado aquella provincia del territorio de Colombia (el resaltado es nuestro) temo que se opongan a V.E. muchos obstáculos para realizar con gloria la empresa de libertar a Quito, y porque cualquier desaire que a V.E. se infiriese, lo miraría Colombia como su injuria propia. Cuando las circunstancias fuercen a V.E. a cambiar la dirección de la campaña por aquella parte, es conveniente y necesario que V.E. prescinda de estar al frente del ejército, y que se venga a ejercer el poder del gobierno en circunstancias en que se aproximan los momentos de negociar la suerte futura de Colombia”. (2)
Pero liberado Quito y anexado a Colombia, el Libertador convencido más que de los legítimos derechos de Colombia (que él sabía que no lo tenía), de la para él imperiosa necesidad política de zanjar el problema de Guayaquil impidiendo a como diera lugar su anexión al Perú o su conformación como estado soberano y autónomo, decidió actuar con rapidez y energía. El 11 de julio
ingresaba a Guayaquil y aquel mismo día se presentaba ante el Cabildo, donde el síndico José Leonardo reyes pronunció un discurso favorable a la incorporación de Guayaquil a Colombia. Al contestar el discurso, Bolívar reafirmó su posición con relación a la dependencia de Guayaquil como parte del territorio colombiano.
El día 13 el Libertador zanjaba en forma definitiva el problema al decretar la anexión y así se hizo de conocimiento público mediante el siguiente bando:
“1° S.E. el Libertador ha tomado la ciudad y provincia de Guayaquil bajo la protección de Colombia. 
2° El pabellón y la escarapela de Colombia los tomará la provincia como el resto de la nación. 
3° Todos los ciudadanos, de cualquier opinión que sean, serán igualmente protegidos y gozarán de una igualdad absoluta.
4° Colombia será vitoreada en todos los actos públicos, así militares como civiles.
5° La autoridad de S.E. el Libertador y sus subalternos ejercerán el mando político y militar de la ciudad y provincia de Guayaquil.
6° Se encarga a los ciudadanos el mayor orden, a fin de evitar las disensiones que han ocurrido.
7° Las antiguas autoridades han cesado en sus funciones políticas y militares; pero serán respetadas como hasta el presente y hasta la convocación de los representantes de la provincia.
Por orden de S.E. el Libertador, publíquese. 
Guayaquil, 13 de julio de 1822.-Bartolomé Salom.” (3)
Aquel mismo 13, Bolívar dirigió al pueblo guayaquileño una proclama, en la cual les decía: “ ¡Guayaquileños! Vosotros sois colombianos de corazón, porque todos vuestros votos y vuestros clamores han sido por Colombia, y porque de tiempo inmemorial habéis pertenecido al territorio que hoy tiene la dicha de llevar el nombre del padre del Nuevo Mundo; mas yo quiero consultaros, para que no se diga que hay un colombiano que no ame a su patria y leyes”. (4)
Como hemos dicho, el 13 de julio de 1822, gracias a una actitud decidida y enérgica de Bolívar, quien recurrió a todos los medios posibles, quedó zanjado el problema en torno a Guayaquil. Los hechos que se sucedieron después del 13 fue lógica consecuencia de la decisión tomada el día 13 y que concluyeron el 31 de julio de ese mismo año al suscribirse el acta de la anexión de dicha provincia a Colombia. (5)

Es el propio Bolívar quien nos refiere la forma en que realmente se solucionó el problema. En misiva dirigida a Santander el 29 de agosto de 1822 le cuenta la realidad de la anexión, innegablemente manu militari: “Ya el negocio de Guayaquil no dará a Ud. cuidado., mas advierto que no he recibido comunicación del gobierno que manifieste su opinión sobre este particular. Yo pienso de diferente modo que Ud., que era necesario emplear la fuerza para no entregarnos, por decirlo así, al arbitrio del Perú y de su gobierno, que ya Ud. sabe lo que es. Si Guayaquil no entraba en su deber quedábamos en una situación lo mas inquieta y peligrosa”. (6) 

Debemos señalar que producido el acto de la anexión del 13 de julio, J.J. Olmedo, Presidente de la Junta Guayaquileña, con fecha 15 de julio comunicó al gobierno peruano estos sucesos, según decía “para que en adelante sepa a quién debe dirigir sus comunicaciones oficiales”. Como veremos mas adelante, un día antes, el 14 de julio, San Martín zarpaba del Callao rumbo a Guayaquil y por lo tanto sería en dicha ciudad donde el Protector se informaría de estos acontecimientos. Como es lógico comprender, cuando San Martín llegó a Guayaquil encontró que el Libertador había zanjado en forma definitiva el problema en torno a esa provincia; que los miembros de la depuesta junta y algunos simpatizantes de su anexión al Perú se habían refugiado en los barcos de la escuadra peruana surtos en dicho puerto y que estaba al mando del Vicealmirante Blanco Encalada; que a los pocos días se realizarían comicios para decidir, desde el punto de vista legal y por lo tanto meramente formal (porque de facto ya estaba decidido y resuelto) la suerte de Guayaquil. Este era el ambiente político en los días que se entrevistaron los libertadores de Hispanoamérica. 
No queremos dejar sin precisar que frente a lo espinoso del problema en torno a Guayaquil, deben los estudiosos, independientemente de su nacionalidad, analizar y juzgar considerando las Reales Órdenes dadas al respecto por la corona española, así como también en lo concerniente a la problemática que surge a raíz de la aplicación del principio del uti possiddetis. Totalmente a un lado debería quedar el chovinismo que lo único que hace es complicar u oscurecer aquello que resulta evidente, que termina por cegar a los historiadores de una u otra nacionalidad. Innegablemente debemos reconocer que es esperanzador ver análisis muy serios realizados por diversos especialistas en la problemática de litigios internacionales, concretamente del caso peruano colombiano y peruano ecuatoriano.

Hasta la creación del virreinato de Nueva Granada (1717–1739) Guayaquil fue parte del virreinato del Perú, el cual fue creado en 1542, comprendiendo las audiencias de Panamá, Quito, Santa Fe, Lima, Charcas, Chile y Buenos Aires.
El virreinato de Nueva Granada fue creado en 1717, comprendiendo las audiencias de Panamá, Quito, Santa Fe y la Comandancia General de Caracas (Decreto Real del 29 de abril de 1717 y Real Cédula de 27 de mayo de 1717). Por real Cédula de 5 de noviembre de 1723 fue suprimido este virreinato por no haber dado los resultados esperados, aunque a los pocos años se expidió la Real Cédula de 20 de agosto de 1739 restableciendo en forma definitiva el virreinato mencionado, también llamado de Santa Fe, con los territorios de los distritos de las audiencias de Santa Fe, Panamá y San Francisco de Quito, las cuales subsistían, más el territorio de la Comandancia de Caracas o Provincia de Venezuela, que había dependido del virreinato de México y que al poco tiempo, en 1742, adquiría su total autonomía del virreinato recién creado. (7) Como bien señala Waldemar Espinoza, la creación de este virreinato se debía a la necesidad de contar, por esos territorios, “con una autoridad con suficiente competencia y jurisdicción para cortar el contrabando de mercaderías europeas que, en forma abundante, ingresaban por los puertos de Cartagena, Santa María y Maracaibo, inundando toda América con enorme nocividad para el monopolio comercial de España. (8)
Por Real Orden dada el 7 de julio de 1803, expedida a solicitud de la Junta de Fortificaciones de América, la corona española ordenó la segregación de la Gobernación de Guayaquil del virreinato de Nueva Granada y su reincorporación al virreinato del Perú. ¿Qué motivos impulsaron a la corona española a tomar esta decisión? Para comprender mejor el por qué de esta medida debemos recordar que “voluntariamente, y por hostilidad hacia Inglaterra, dedicada desde hacía trescientos años a apoderarse del comercio de sus colonias de América, España se había aliado con Francia en 1796” (9)  Esta alianza permitió a Francia la elección, en 1810, del Papa Pío VII que no era hostil a la Francia revolucionaria y asimismo permitió el ataque, por parte de Francia a Portugal en 1801. En 1803, al estallar nuevamente en Europa la guerra entre la Francia napoleónica y los Estados opositores, España reanudó su alianza con Francia, “dictada, a la vez, por los intereses familiares del rey (el mantenimiento de sus parientes en los tronos de Florencia y Nápoles, la esperanza de reinar él mismo un día sobre Portugal) y por los intereses personales de Godoy, que recibía de Francia «douceurs», es decir subsidios personales”. (10)
A pesar de esta alianza, y tal vez por ella misma, que convertía a España en enemiga de la poderosa Inglaterra, la primera potencia marítima del mundo
de aquellos tiempos, fue creada en Madrid la Junta de Fortificaciones de América, la cual al analizar la situación militar de Hispanoamérica se dio cuenta de la vulnerabilidad de Guayaquil como parte integrante del virreinato de Nueva Granada, por lo que recomendó su secesión de dicho virreinato y su reintegración al Perú, según consta en el informe - propuesta del 28 de marzo de 1803. El 7 de julio de ese año, en atención a dicha recomendación, se expidió la Real orden que establecía que “debe depender el gobierno de Guayaquil del virrey de Lima, y no del de Santa Fe...” (11)
Algunos estudiosos han reparado que no sólo tuvo un objetivo político -militar la reincorporación de  Guayaquil al virreinato peruano, sino que también jugó un papel muy importante el factor económico, porque, como bien se ha señalado, con ello se quería fortalecer la economía del virreinato del Perú, que se había debilitado tremendamente con la pérdida de Potosí, que desde 1776 pasó a ser parte integrante del virreinato del Río de la Plata, hecho que tan magistralmente ha analizado el historiador canadiense Timothy E. Anna, quien al respecto dice: “En 1776 cayó el golpe más desastroso para la prosperidad peruana cuando, como parte de su continuo programa de racionalización a través de amplias reformas económicas y administrativas, la monarquía borbónica creó el nuevo virreinato del Río de la Plata, con su capital en Buenos Aires. Esta medida arrebató a Lima el control de vastos territorios en el sur. Fue más desastroso aún que la región del Alto Perú (Bolivia), centro de las ricas minas de plata, fuese separada del virreinato del Perú y entregada al nuevo virreinato del Río de la Plata.” (12)
La R.C. de 1803 fue puesta en conocimiento de los virreyes del Perú y Santa Fe, quienes la recibieron y cumplieron. Leguía y Martínez reproduce los dos documentos oficiales mediante los cuales don Antonio Amar, virrey de Santa Fe y el marqués de Avilés virrey del Perú, con fechas 19 de diciembre de 1803 y 23 de enero de 1804, respectivamente, dejan constancia de recibo de la Real Orden e imparten las medidas para su cumplimiento.
La reintegración de Guayaquil al virreinato peruano fue general y total como se confirma en la R.O. de 10 de febrero de 1806, dada ante los reclamos del Tribunal del Consulado de Cartagena. En este documento se dice: “En vista de lo que consultan U.S.S. en carta de 25 de marzo del año próximo anterior, sobre si la provincia de Guayaquil, a consecuencia de la agregación al virreinato de Lima, debe depender, en la parte mercantil, de ese Consulado  o del de dicho de Lima; se ha servido Su Majestad declarar que la agregación es absoluta; (el subrayado es nuestro) y, por consiguiente, que la parte mercantil debe depender del mencionado Consulado de Lima, y no de ese”. (13) 
Lo cierto es que la segregación de Guayaquil del virreinato de Santa Fe fue mal vista por un sector de la población guayaquileña. El 18 de febrero de 1808 el Ayuntamiento de Guayaquil, encabezado por el Gobernador de Guayaquil, Bartolomé Cucalón, presentó a la corona una solicitud pidiendo que la agregación de Guayaquil al virreinato del Perú no lo fuese en el aspecto judicial, señalándosele los inconvenientes de dicha agregación. El 14 de marzo Cucalón volvió a insistir en el mismo sentido y como pasara el tiempo y no recibiera atención su petición, dirigióse, con fecha 28 de octubre de 1815, al Secretario de Estado y del Despacho Universal de Indias, expresándole que “el vecindario de Guayaquil y de su vasta provincia sufría el yugo más pesado por estar esta última agregada al virreinato del Perú en todos los ramos”. Y después de exponer los inconvenientes de la segregación, concluye suplicando que el Rey tenga a bien concederles la gracia de que “vuelva, sin más dilación, a agregarse esta provincia a la de Quito, siquiera en lo contencioso, como antes estaba, ya que, por la misericordia de Dios, se halla pacificado de sus recientes conmociones; y ojalá que Su Majestad, no sólo lo hiciera en esta parte, sino en todas,...” (14)
Sobre la base de los documentos de la época se concluye claramente que la agregación de Guayaquil al virreinato del Perú fue total, absoluta. Pero es también innegable que en los hechos las autoridades y un sector de los habitantes de dicha provincia se resistieron a aceptar dicha decisión. De allí sus solicitudes para dejarla sin efecto. De allí también las dudas, vacilaciones y resistencias en su cumplimiento por parte de los guayaquileños. Pero, como hemos analizado anteriormente y tendremos oportunidad de incidir en ello, en Guayaquil se llegó a formar un grupo partidario de su anexión al Perú e incluso otro grupo era partidario de constituir un estado totalmente independiente. Sin embargo, dada la agregación, la reacción fue de resistencia, lo cual se aprecia en una serie de incidentes. Bartolomé Cucalón, Gobernador de Guayaquil, se negó a cumplir el decreto expedido por el virrey del Perú el 1 de febrero de 1810, con relación a una causa contenciosa seguida por Carlos Lagomarcino contra Cucalón, quien había apresado y secuestrado sus bienes, acusándolo de tener relaciones con los insurgentes de Quito. Abascal ante esta desobediencia de Cucalón expidió un nuevo decreto de 14 de junio de 1810 pasando el caso al Real Acuerdo de Lima, tribunal que dictaminó que debía cumplirse y efectuarse, sin causa ni pretexto alguno el decreto del 1 de febrero de 1810.
Como consecuencia de la Constitución de 1812, la cual fue promulgada y jurada en Lima la primera semana de octubre de ese mismo año, se creó en 1813 la Diputación Provincial. Su ámbito jurisdiccional territorial comprendía la audiencia de Lima, es decir los territorios de las provincias de Trujillo, Tarma, Lima, Arequipa, Huancavelica, Huamanga y Guayaquil (Ver Timothy Anna, op. cit.; p. 118). El virrey Abascal (1806-1816) tuvo que compartir la autoridad con dicha Diputación Provincial, la cual tenía siete diputados de las siete provincias mencionadas. Recordemos que este enérgico y sagaz virrey a pesar de los menguados recursos con los que contaba el virreinato peruano, supo enfrentar los movimientos separatistas que se produjeron en América del Sur, llevando a cabo, como lo ha señalado Brian R. Hamnett “una política de anexión que dio por resultado la extraordinaria expansión territorial del Perú. Quito, Charcas y Chile fueron anexados por la iniciativa del virrey, más bien que como resultado de la política metropolitana”  (Brian R. Hamnett. “La política contrarrevolucionaria del virrey Abascal: Perú, 186-1826. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. Documento de Trabajo N° 112, p. 12).
Conocemos que el Ayuntamiento de Guayaquil solicitó al virrey Abascal que dicha provincia dependiese en lo contencioso de la Audiencia de Quito. Abascal respondió esa solicitud el 16 de abril de 1814, en los siguientes términos: “Visto este expediente, con lo expuesto por el Sr. Fiscal, sáquese copia certificada de su respuesta y de la R.O. en que se determinó la agregación total de la provincia de Guayaquil a este virreinato, en lo absoluto y contéstese con ella el oficio de su Excmo. Ayuntamiento, para que, en esa inteligencia, evite tratar de una materia decidida por S.M. y que no permite, por lo mismo, alteración alguna”.
También apreciamos la resistencia guayaquileña a su agregación al virreinato del Perú en el siguiente hecho: Con fecha 28 de junio de 1810 Abascal pidió noticias al virrey de Santa Fe de las órdenes que tuviera dadas sobre la conducción del correo destinado a aquella provincia, añadiendo: “Póngase orden al Señor Gobernador de Guayaquil, para que, en el concepto de ser absoluta la agregación de aquella provincia a este virreinato, prevenga al Administrador de Correos que en los asuntos de su ramo debe entenderse con este superior Gobierno...” 
Una lectura detenida y desapasionada de éstos y otros documentos permite apreciar en forma perfectamente clara la actitud de un sector del Guayaquil colonial ante su agregación al Perú virreinal. Es en  consideración a esta realidad reflejada en varias peticiones, tratando de obtener la modificación
de la decisión real, que, con fecha 23 de junio de 1819, la corona española mediante Real Cédula, dispuso que “a la audiencia de Quito tocase entender todas las causas, tanto civiles y criminales del gobierno de Guayaquil, como en los asuntos de la real hacienda, permaneciendo el mismo gobierno sujeto en lo militar al virreinato del Perú” (15)
 Es necesario hacer referencia a un documento al cual historiadores ecuatorianos, como Tobar Donoso, recurrían para señalar que Guayaquil solo estuvo  sometido al virreinato peruano en el aspecto militar. Ese documento es la supuesta Real Cédula de 9 de noviembre de 1807. Decimos supuesta, porque nunca se ha podido mostrar el original de ese documento, por lo que, al igual que la Real Cédula de 1740 y el Protocolo Pedemonte-Mosquera, son documentos fabricados, de los cuales sólo se muestran copias de inexistentes documentos apócrifos.
En conclusión, teniendo en consideración la aplicación del principio de uti possidetis para la fijación de los territorios de los estados que nacieron de la disgregación del imperio español en América, como consecuencia de la guerra separatista, Guayaquil al independizarse era parte integrante del virreinato del Perú, porque para la aplicación del mencionado principio jurídico, los nacientes estados aceptaron como fecha referencial los años 1809 -1810, y, porque además la R.C. de 23 de junio de 1819 no sólo es posterior a dicho año, sino, y esto es lo fundamental, porque no fue obedecida, guardada, cumplida ni ejecutada, por la simplísima razón de que apenas habían transcurrido 48 horas de expedida la citada R.C. cuando quedaba consumada la independencia de Nueva Granada. 
A pesar de todo esto, no podemos dejar de reconocer la actitud de un sector de la población guayaquileña frente a su agregación al virreinato del Perú, innegablemente en contra de dicho acto, de tal forma que la R.C. de 23 de junio de 1819 en parte venía a hacer realidad lo que ese sector guayaquileño anhelaba. Queda fuera de toda duda que por Uti Possidetis Guayaquil era del Perú. Pero en cierta forma (ya veremos por qué no totalmente) por libre determinación de los pueblos Guayaquil correspondía a Colombia. Esta segunda conclusión es sólo relativa, porque innegablemente en dicho territorio había un sector francamente peruanófilo y otro sector autonomista. El sector partidario de la anexión al Perú, es necesario dejar bien precisado, no había surgido con el proceso separatista. Se sabe que desde 1790 algunas autoridades guayaquileñas propusieron segregarlo de Nueva Granada para reincorporarlo al virreinato peruano. Este sector pro peruanista era muy activo e importante. Un historiador ecuatoriano tan acucioso como es el jesuita Aurelio Espinoza Polit, escribe: “... aun cuando la actitud de Olmedo hubiese sido tan favorable a este país (Perú), como lo fue, por ejemplo la de sus colegas en el triunvirato, Rafael Ximena y Francisco María Claudio Roca, nada hubiera tenido de censurable, pues cualquier guayaquileño de entonces tanto derecho tenía para simpatizar con el Perú como con Colombia” (16) Como lo ha demostrado Félix Denegri Luna, ese grupo guayaquileño properuanista siguió existiendo aún en los primeros años de la vida independiente de Perú y Colombia (lo que sería Ecuador fue primero parte de lo que a veces suele denominarse Gran Colombia), como se puede apreciar en la guerra entre Perú y Colombia (1829) cuando presidente del Perú era don José de La Mar, natural de Cuenca, perteneciente a una familia guayaquileña muy prestigiosa, en tanto que presidente de Colombia lo era don Simón Bolívar, quien desde 1826 estaba afrontando gravísimos problemas políticos internos y para quien la guerra fue una forma de tratar de paliar sus múltiples y realmente insolubles problemas ( el Libertador era, en la bella expresión de García Márquez, un General en su laberinto). Bolívar ya veía que la Gran Colombia se deshacía a consecuencia de los regionalismos que se habían creado a lo largo de la etapa colonial, así como también por las ambiciones de diversos personajes.
Con todo lo anteriormente analizado queda en claro que las afirmaciones de historiadores peruanos de gran prestigio, tales como Nemesio Vargas, Rubén Vargas Ugarte, César García Rosell y Alayza Paz Soldán (17) en el sentido de que Guayaquil pertenecía a Colombia en virtud del principio del uti possidetis, no es exacta.
Es necesario precisar asimismo que no es justo sostener, como lo hacen muchas veces en forma muy mal intencionada historiadores antibolivaristas, que el Libertador fuera el culpable de la pérdida de Guayaquil como parte del territorio peruano. Esto afirmado categóricamente y sin mayores explicaciones y comprensión de la situación de aquellos tiempos es, por decir lo menos, distorsionante de la verdad. La actitud y por ende sus acciones de Bolívar con relación a Guayaquil no son sino el simple reflejo de la actitud de un gran sector de la población guayaquileña y sobre todo colombiana, así como la forma como percibían (con los intereses propios de los estados nacientes) un sector de los políticos colombianos el problema de Guayaquil y la solución que había que darle para su anexión. Bolívar y un sector de los colombianos sentían que Guayaquil era parte de su territorio, aunque algunos eran más cautelosos al actuar, porque eran conscientes y honestos en reconocer que Guayaquil se había separado de Colombia (hemos reseñado por ejemplo la carta de Santander a Bolívar de 17 de junio de 1822). 

NOTAS 

(1) De La Cruz, Ernesto. “La Entrevista de Guayaquil: Bolívar y el general San Martín” (Santiago de Chile: 1914) p. 20

(2) Cortázar, Roberto. “Cartas y mensajes de Santander” (Bogotá: 1954) tomo IV, documento N° 1516; páginas 41 – 45

(3) Blanco y Azpurua. “Documentos para la vida pública del Libertador” tomo VIII Leguía y Martínez, G. “Historia de la Emancipación del Perú...” tomo VII; página 201  Pino Ycaza, Gabriel. “Derecho territorial ecuatoriano” tomo I; páginas 548 - 459 

(4) Blanco y Azpurua. Obra citada; tomo VIII, página 459 Pino Ycaza, G. Obra citada; tomo I; página 547

(5) El texto de esta acta, en:      Blanco y Azpurua; obra citada, tomo VIII, páginas 552 – 553

(6) Lecuna, Vicente “Cartas del Libertador” tomo III; páginas 81-84

(7) Pons Muzzo, Gustavo “Las fronteras del Perú: Historia de los límites” página 37

(8) Espinoza Soriano, Waldemar. “Virreinato peruano” (Lima: Biblioteca Nacional del Perú,1997); página 51

(9) Godechot, Jacques.  “Europa y América en la época napoleónica (1800 – 1850)” (Barcelona: Editorial Labor S.A. 1969); página 70. 

(10) Godechot, J. Obra citada; página 72. 

(11) La Real Orden de 07 de julio de 1803 es reproducida, entre otras, en las siguientes obras: Leguía y Martínez, G. Obra citada; tomo VII. Pino Ycaza, G. Obra citada; tomo I; página 465  Lecuna, V.  “La Entrevista de Guayaquil” tomo II documento N° 1 

(12) Anna, Timothy E. “La caída del gobierno español en el Perú. El dilema de la independencia” (Lima: Instituto de Estudios Peruanos Ediciones, 2003) ; p. 17)

(13) Leguía y Martínez, G. Obra citada; tomo VII; página 12

(14) Leguía y Martínez, G. Obra citada; tomo VII; páginas 14 – 16. 

(15) Leguía y Martínez, G. Obra citada; tomo VII; página 21.
Lecuna, Vicente. “La Entrevista de Guayaquil”; tomo II; documento N° 2. Pino Ycaza, G. Obra citada; tomo I; páginas 471 – 472

(16) Denegri Luna, Félix. “Perú y Ecuador. Apuntes para la historia de una frontera” (Lima: P.U.C., Instituto Riva Agüero y Bolsa de Valores de Lima; 1996) páginas 60 – 61

(17) Vargas, Nemesio. “Historia del Perú independiente”; tomo I. Vargas Ugarte, Rubén. “Historia general del Perú”; tomo VI. García Rosell, César. “Bolívar no le quitó Guayaquil al Perú” (En: Testimonios peruanos sobre el Libertador. Publicación de la Sociedad Bolivariana de Venezuela; Caracas, Imprenta Nacional, 1964; páginas 262 – 278) Alayza y Paz Soldán, L. “Unanue, San Martín y Bolívar” 

4. LOS LIBERTADORES Y EL PROBLEMA DE GUAYAQUIL

El pensamiento de los libertadores sobre la suerte política de Guayaquil es un aspecto del cual se sabe con meridiana claridad, debido a que ellos expresaron en diversos documentos, e incluso intercambiaron sus opiniones, en forma diáfana y sincera. Dichas opiniones eran, en el fondo, diametralmente opuestas y por lo tanto irreconciliables. Tal vez en lo único en lo cual estuvieron de acuerdo era en la inconveniencia de que Guayaquil se constituyese como un Estado independiente y soberano. Bolívar estaba convencido que, políticamente, era lo más conveniente para Colombia que Guayaquil perteneciese a dicho Estado y que debía recurrirse a todos los medios posibles para  impedir  su anexión al Perú o su autonomía.
San Martín en cambio no miraba con desagrado que Guayaquil decidiese agregarse al Perú. Demás está decir que no el Protector del Perú el creador del grupo peruanófilo, aunque es también innegable que al ver con simpatía dicha anexión, sus representantes ante la junta guayaquileña de una u otra manera alentaron esta actitud. Sin embrago San Martín no era partidario de emplear todos los medios disponibles, sino más bien el de respetar la voluntad libre y soberana del pueblo guayaquileño. 
San Martín tanto a la junta guayaquileña como al propio Bolívar expresaría en forma clara su parecer. En comunicación dirigida a la mencionada junta el 23 de agosto de 1821, expresaba: “Desde que recibí la primera noticia del feliz cambiamiento que hizo esa provincia de su antigua forma, me anticipé a mostrar al gobierno que entonces existía por medio de mis diputados, el general Luzuriaga y el coronel Guido, cuáles eran las ideas que me animaban con respecto a su destino. Mi grande anhelo era entonces y nunca será otro que ver asegurada su independencia bajo aquel sistema de gobierno que fuese aclamado por la mayoría del pueblo, puesto en plena libertad de deliberara y cumplir sus votos. Consecuente con estos principios, debo repetir a V.S., en contestación a su nota oficial del 29 del pasado, que invariable en el plan que me he propuesto, yo no tomaré otra parte en los negocios de ese país que las que convengan al cumplimiento de la resolución heroica que adoptó el día de su regeneración. 
Por lo demás, si el pueblo de Guayaquil espontáneamente quiere agregarse al departamento de Quito, o prefiere su incorporación al Perú o si en fin resuelve mantenerse independiente de ambos, yo no haré sino seguir su voluntad y considerar esa provincia en la posición política que ella misma se coloque. 
Para remover sobre este particular toda ambigüedad, es obvio el expediente de consultar la voluntad del pueblo, tomando las medidas que ese gobierno estime conveniente a  fin de que la mayoría de los ciudadanos exprese con franqueza sus ideas, y sea norma que siga V.S. en sus resoluciones, sirviéndose en tal caso avisarme el resultado para nivelar las mías”. (1) 
A pesar que de este documento podríamos colegir que el Protector aceptaría incluso la autonomía de Guayaquil, sin embargo lo cierto es que él, al igual que Bolívar, se daba cuenta que tal decisión, de producirse, sería nefasta para las relaciones que debían entablarse entre Perú y Colombia. En misiva enviada a Bolívar, fechada el 3 de marzo de 1822, es decir concebida a su regreso de su frustrado viaje de febrero, cuando intentó llegar a Guayaquil a entrevistarse con Bolívar, y conociendo ya la opinión al respecto del Libertador, le expresó en forma directa y franca su propio parecer: 
“Por las comunicaciones que en copia me ha dirigido el gobierno de Guayaquil, tengo el sentimiento de ver la seria intimidación que le ha hecho V.E. para que aquella provincia se agregue al territorio de Colombia. Siempre he creído que en tan delicado negocio el voto espontáneo de Guayaquil sería el principio que fijase la conducta de los estados limítrofes, a ninguno de los cuales
compete prevenir por la fuerza la deliberación de los pueblos...Dejemos que Guayaquil consulte su destino y medite sus intereses para agregarse libremente a la sección que le convenga, porque tampoco puede quedar aislado sin perjuicio de ambos...” (2) 
Bolívar expresó en varias oportunidades su opinión sobre la suerte de Guayaquil. Ya hemos señalado que el 2 de enero de 1822, desde Cali, se dirigió en forma franca y directa a la junta guayaquileña, expresándole “que Guayaquil es complemento del territorio de Colombia... que Colombia no permitirá jamás que ningún poder de América encete su territorio”. Desde el mismo cuartel general en Cali, el 18 de enero del mismo año, volvió a dirigirse a la junta, ratificando su clara y tajante posición: “... ese gobierno sabe que Guayaquil no puede ser un estado independiente y soberano; ese gobierno sabe que Colombia no puede ni debe ceder sus legítimos derechos y ese gobierno sabe en fin que en América no hay un poder humano que pueda hacer perder a Colombia un palmo de la integridad de su territorio”. (3) Y desde Quito, el 22 de junio, el Libertador dio respuesta a la misiva del 3 de marzo que le enviara el Protector. En esta carta Bolívar le dice a San Martín: “V.E. expresa su sentimiento que ha tenido al ver la intimidación que hice a la provincia de Guayaquil para que entrase en su deber. Yo no pienso como V.E. que el voto de una provincia debe ser consultado para consultar la soberanía nacional, porque no son las partes sino el todo del pueblo el que delibera en las asambleas generales reunidas libre y legalmente... Yo no creo que Guayaquil tenga derecho a exigir de Colombia el permiso para expresar su voluntad para incorporarse a la república; pero si consultaré al pueblo de Guayaquil, porque este pueblo es digno de una ilimitada consideración de Colombia, y para que el mundo vea que no hay un pueblo de Colombia que no quiera obedecer sus leyes”. (4) 
Pero, ¿cuál fue la actitud del pueblo guayaquileño frente a esta problemática? En el valiosísimo libro de Félix Denegri Luna “Perú y Ecuador. Apuntes para la historia de una frontera”, para el cual se ha hecho uso de una amplísima bibliografía ecuatoriana y colombiana, nos encontramos con datos muy importantes que es necesario enfatizar.  En el mencionado trabajo encontramos la siguiente cita de Michael T. Hamerly: “Los guayaquileños nunca se lo perdonaron (se refiere a la anexión violenta realizada por Bolívar). La arbitrariedad demostrada por Bolívar en 1822 fue una de las razones para que un sector del pueblo guayaquileño apoyase a Juan José Flores, a quien le tenían aún menos aprecio, para destruir en 1830, la quimérica creación del Libertador, y establecer con Quito y Cuenca, el Estado del Ecuador en Colombia”. (5) Por otro lado, Jorge Salvador Lara, historiador ecuatoriano, señala que Bolívar incorporó manu militari a Guayaquil, para poder recibir como dueño de casa a San Martín.
Algo más, que Denegri Luna ha analizado con mucha perspicacia y meticulosidad tanto en “La República 1826 – 1851”  (tomo VI de la Historia Marítima del Perú; 1976) como en “Perú y Ecuador. Apuntes para la historia de una frontera (1996), es lo concerniente a la existencia de una tendencia partidaria de la reincorporación de Guayaquil al Perú mucho después de la anexión decretada por Bolívar. En 1827 “aún no cesaba la discusión entre las tres facciones que existían en dicha ciudad (Guayaquil). La que estaba a favor de un estado independiente; la que consideraba la reincorporación al Perú, y la que creía que era mejor continuar unidos a Colombia; las dos primeras se habían aliado en contra de la última” (6)  Incluso se produjo, el 16 de abril de 1827, un movimiento dirigido por los hermanos Elizalde, quienes encomendaron nada menos que a José de La Mar el mando civil y militar de la provincia. Erradamente el prestigioso historiador germano G. Masur señala que La Mar era peruano de nacimiento (G. Masur, G. “Simón Bolívar” Caracas, Grijalbo S.A. 1987; p. 523) Algunos historiadores consideran que este movimiento se debió a intrigas de políticos peruanos tales como Manuel Lorenzo de Vidaurre y José María de Pando,
pero ello, según Denegri, no es cierto, porque como lo reconocen diversos historiadores, incluso ecuatorianos como Fermín Cevallos, los guayaquileños se hartaron de los abusos de las autoridades y de las tropas colombianas estacionadas en la ciudad. Incluso cuando se produjo la guerra entre Perú y Colombia, durante los gobiernos de La Mar y Bolívar respectivamente, el properuanismo de los pueblos de sur de Colombia (lo que ahora es Ecuador) era algo muy notorio tanto así que preocupó  seriamente a Bolívar y a Sucre, como se puede apreciar en diversas misivas. Denegri Luna cita al respecto al historiador ecuatoriano Alfonso Rumazo González (natural de Quito): “Lo más serio era la aversión profunda que sentían los pueblos del Sur a esta guerra; en la zona costera, el Perú tenía grandes simpatías; el propio General La Mar había nacido en esos territorios (era natural de Cuenca de patricia familia guayaquileña). En Babahoyo, O’Leary tuvo que hacer frente a un grupo de asaltantes que vitoreaban al Perú”. (7)

NOTAS

(1)   Documentos del archivo de San Martín; tomo VII; página 432.

(2)    Instituto Sanmartiniano. “Epistolario entre los libertadores”; páginas 25 –

16. También en
G. Leguía y Martínez, obra citada; tomo VII, páginas 158 – 159,

(3) Paz Soldán, Mariano Felipe. “Historia del Perú independiente”

(4) Lecuna, Vicente. “Cartas del Libertador”; tomo III; página 50. También en

G. Leguía y Martínez; obra citada, tomo VII, páginas 159 – 161

(5) Denegri Luna, Félix. “Perú y Ecuador. Apuntes para la historia de una frontera” , página 60

(6)   Denegri Luna, Félix. Obra citada; página 79.

(7)   Denegri Luna, Félix. Obra citada; página 94