SAN MARTÍN Y BOLÍVAR EN GUAYAQUIL I
Jorge
G. Paredes M. jgparedesm@yahoo.com Lima
- Perú
Introducción
Parte
primera
1. Guayaquil
proclama su independencia.
2. Acción
conjunta de los ejércitos libertadores del norte y del sur
3. Guayaquil,
territorio colombiano.
4. Los
libertadores y el problema de Guayaquil.
Parte segunda
1. El anhelo de
la entrevista.
2. La entrevista
frustrada: febrero de 1822
3. Los caudillos
se encuentran.
Parte
tercera
1.
Confidencialidad de las entrevistas.
2. La versión de
los libertadores: la versión de San Martín.
A. Testimonios personales
B. Confidencias
C. La controvertida misiva de San Martín a
Bolívar del 29 de agosto de 1822
D. ¿Misivas entre los libertadores
referentes a sus conferencias?
E. La versión de San Martín: conclusión
3. La versión de
los libertadores: la versión de Bolívar.
A. Testimonio personales
B. Testimonios de allegados del Libertador
C. La versión de Bolívar: conclusión
Parte cuarta
Nuestra visión
sobre la entrevista
INTRODUCCIÓN
Durante mucho
tiempo hablar de la entrevista de Guayaquil era referirse a un tema rodeado de
mucho misterio y del cual había dos posiciones totalmente contrapuestas: la de
los bolivaristas y la de los sanmartinianos. No sólo eran los historiadores
argentinos enfrentados a los historiadores venezolanos, colombianos y
ecuatorianos, sino que los historiadores de otras nacionalidades se dejaban
ganar por sus simpatías hacia uno u otro personaje y de ello derivaba una
posición totalmente tendenciosa sobre lo
que ocurrió en Guayaquil.
Realmente ya se
tiene, y desde ya hace varias décadas atrás, una visión objetiva y equilibrada sobre la entrevista de Guayaquil,
toda vez que se cuenta con gran cantidad de fuentes primarias que permiten un
acercamiento a lo que en ella ocurrió y lo que ella significó.
Pretendemos
hacer de conocimiento para un público no especializado hechos que son ampliamente
conocidos por los especialistas desde hace ya muchos años atrás. Sin embargo,
vemos todavía que, por desconocimiento
de las fuentes básicas y de los trabajos de historiadores serios, se repiten
errores ya superados y se pretende seguir rodeando de misterio lo que realmente
es totalmente diáfano. La bibliografía es amplísima y es por ello que hemos
preferido las notas bibliográficas después de cada tema.
PARTE PRIMERA: GUAYAQUIL FRENTE A LAS
EXPEDICIONES LIBERTADORAS Y A PERÚ Y COLOMBIA
1. GUAYAQUIL PROCLAMA
SU INDEPENDENCIA
Los últimos días
del mes de setiembre de 1820 llegaban a Guayaquil, procedentes de Lima, tres
oficiales del batallón Numancia. Autores como Camilo Destruge, por ejemplo,
afirman que los mencionados oficiales habían sido dados de bajas del ejército
realista por una supuesta relación con la causa separatista. Pero, como lo
precisa Germán Leguía, en realidad de los tres oficiales, dos de ellos, los
capitanes Miguel Letamendi y Luis Urdaneta, habían pedido voluntariamente su
baja. Sin embargo es preciso aclarar que como el virrey Pezuela sentía
desconfianza con relación a la fidelidad de gran parte de los integrantes del
batallón Numancia, sagazmente, frente a la solicitud de baja presentadas por
los mencionados capitanes, “se apresuró a conceder a los solicitantes para no
dejarles espacio ni posibilidad de un arrepentimiento”. Letamendi era natural
de Panamá y Urdaneta lo era de Coro, Venezuela. En cuanto al tercer oficial del
Numancia que pasó a Guayaquil, León Febres Cordero, lo hizo realmente escapando
de las autoridades limeñas que lo buscaban por sus relaciones con los
patriotas. Queda perfectamente claro que las simpatías de estos oficiales
estaban a favor del grupo separatista.
Llegaban a
Guayaquil estos ex – oficiales del Numancia en los precisos momentos que en
esta provincia se llevaban a cabo planes para rebelarse contra el dominio
español y proclamar su independencia. El grupo separatista guayaquileño se puso
en contacto con los mencionados oficiales y lograron comprometerlos en sus
planes. Entre los principales personajes de este grupo destacaban José María
Villamil, Juan Francisco Elizalde, José Joaquín Olmedo, José de Antepara,
Rafael Ximena, Luis Fernando Vivero, Juan Illingworth, Francisco de Paula Lavayén,
Francisco Ramón Roca, Francisco Marcos y Gregorio Escobedo. El último de los
nombrados era natural de Arequipa y jugó un papel muy importante aunque también
su actuación dejó mucho que desear, como tendremos oportunidad de analizar,
aunque someramente.
El 1 de octubre,
reunidos en casa de José de Villamil, los revolucionarios acordaron proclamar
la independencia de Guayaquil. El día 9 del citado mes, estalló el movimiento y
aquel mismo día fue proclamada la independencia. Laureano Villanueva en su clásica
“Vida de don Antonio José de Sucre”, Gran Mariscal de Ayacucho”, refiere
sintéticamente estos acontecimientos: “En la noche del 9 de octubre de 1820
subleváronse las tropas de esta ciudad y proclamaron la independencia de la
provincia. Prendieron al gobernador Vivero y a su segundo, don José Elizalde,
al Jefe de Artillería, don Miguel Torres, a los empleados principales y a
muchos españoles notoriamente conocidos como enemigos de la causa americana”.
(1)
De inmediato fue
constituida una Junta de Guerra, presidida por el capitán Urdaneta y una Junta
de Gobierno presidida por J.J. Olmedo. El teniente coronel Gregorio Escobedo,
que era segundo jefe del batallón Granaderos de la Guardia, fue nombrado Jefe
Militar. Al respecto debemos señalar que Leguía y Martínez documentalmente
demuestra como los historiadores ecuatorianos, llevados por su antiperuanismo,
han tratado y tratan de minimizar el papel de Escobedo en el proceso
separatista de Guayaquil. Sin embargo, es el propio historiador peruano
mencionado quien reconoce que Escobedo era un joven falto de todo tino,
“indigno de la gratitud pública y de la elevación a que lo condujera las
circunstancias”. (2) A pesar de sus veleidades, lo innegable es que, como bien
señala Félix Denegri Luna, “el impetuoso
Escobedo encabezaría el partido peruanista en Guayaquil” (3)
Constituido el
Duunvirato con Olmedo como Jefe Político Provisional y G. Escobedo como Jefe
Militar, pronto se produjo una crisis política al renunciar Olmedo a
consecuencia de las veleidades de Escobedo. Esta renuncia la hizo Olmedo ante
el Ayuntamiento el 14 de octubre y, en vista de ello, dicho organismo formó una
Junta de Gobierno presidida por el tal Gregorio Escobedo, acompañado de Rafael
Ximena y José Vicente Espantoso. Como Escobedo actuase en la forma más inmoral
y tiránica, fue tomado preso y expulsado al Perú. En vista de estos sucesos se
formó una segunda junta de gobierno, esta vez presidida por J.J. Olmedo e
integrada también por Ximena y Francisco Toca como vocales.
La junta guayaquileña
deseando asegurar su posición, acordó solicitar la ayuda de las expediciones
libertadoras del sur y del norte. Para este efecto, el día 11 de octubre fueron
enviados comisionados hacia Perú y Colombia. Con destino al Perú se embarcaron,
a bordo de la goleta Alcance, José de Villamil y Miguel de Letamendi. Rumbo al
puerto de Cascajal (Buenaventura) se dirigió Francisco de Paula de Lavayén,
para entrar en contacto con la expedición capitaneada por Bolívar.
Esta actitud de
la junta guayaquileña, de buscar la colaboración de ambas expediciones
libertadoras, tenía como fin primordial asegurar la independencia lograda y de
ninguna manera implicaba que buscase anexarse a uno u otro Estado, pues al
constituirse habían acordado mantenerse en forma expectante sobre una decisión
de anexión hasta que Perú y Colombia hubiesen logrado su total independencia e
incluso se puede afirmar que manifestaban un cierto espíritu autonomista. Puede
apreciarse lo que decimos leyendo la misiva que la Junta Guayaquileña dirigiera
a Santander el 17 de marzo de 1821:
“El tirano de
Quito hace inútiles esfuerzos para prolongar algunos días más su bárbara
dominación como nos ha impuesto el coronel Morales encargado de fijar las
líneas divisorias de los ejércitos durante dicho armisticio, verificado lo cual
ha pasado a esta ciudad donde se halla.
En la copia
oficial del tratado que ajustado en Quito y pasó a este gobierno el señor
Morales, reclamó por el artículo 4° con arreglo a las instrucciones que tenía
del Libertador, que cualquiera hostilidad contra esta provincia, ya sea de
Quito o de Lima, será mirada por la República como una infracción. Esta
decidida protección es la precursora de la felicidad con que ya contamos; pero
el Presidente de Quito añadió a dicho artículo que no estaba facultado respecto
a Guayaquil, que correspondía al Perú y que sabía se había sometido al ejército
del General San Martín, idea rara y muy distante de la verdad, porque cuando
esta provincia reunió sus representantes y formó una ley fundamental provisoria,
se declaró independiente mientras resolvía agregarse a otra asociación mayor de
las que se formaban en la América Meridional, por lo que el Gobierno que es
fiel ejecutor de la ley que le dio el pueblo, se ha cuidado y cuidará mucho de
infringir este derecho que se reservó la provincia; pero esta actitud es muy
ventajosa a la libertad, porque al mismo tiempo que le proporciona los auxilios
de todas partes la hace concurrir con todos los defensores de ella, y
proporciona el día de combinarse con las armas de la Gran República para
promover la libertad de las provincias limítrofes sin comprometer la fe del
armisticio”. (4)
Hemos resaltado
lo referente al reconocimiento realista de Guayaquil como parte del virreinato
del Perú porque sobre ello volveremos más adelante. Villamil y Letamendi se entrevistaron con San
Martín el 4 de noviembre. El libertador sureño acordó enviar hacia Guayaquil,
en calidad de comisionados, a Tomás Guido y a Toribio Luzuriaga. Además con ellos
envió ciento cincuenta carabinas. Llegaron a Guayaquil el 20 del citado mes de
noviembre y pusiéronse de inmediato en contacto con los integrantes de la junta
de gobierno.
Al día
siguiente, 21 de noviembre, Guido se puso en contacto con los miembros de la
junta guayaquileña, primero en forma directa a través de una conferencia o
reunión, en la mañana del citado día. Por la tarde envió a la junta un oficio
alentando a sus integrantes a decidir la situación política de la provincia,
haciéndoles ver los inconvenientes que causarían su constitución como Estado
independiente y autónomo. La junta guayaquileña, siempre celosa de su autonomía
adoptó una posición mediadora. Con fecha 26 de diciembre, la junta de guerra,
integrada por Juan de Dios Araujo, Hermenegildo Campusano, José González y Nicolás
López, decidió nombrar como jefe militar
de Guayaquil a Toribio Luzuriaga y resolvió, asimismo, que para el aspecto
militar Guayaquil se entendería exclusivamente con San Martín, “entendiéndose
esta obediencia hasta que, libre de enemigos la América Meridional, se asocie
los Estados de Colombia
o del Perú la
Provincia de Guayaquil”(5) Con fecha 30 de diciembre se suscribió un convenio
entre la junta de gobierno y Guido, por el cual la junta mantenía la
independencia de Guayaquil hasta que se lograse la total independencia de la
América del Sur, (artículo 1°) aunque se declaraba bajo la protección del
libertador San Martín (artículo 2°), al cual se le reconocía como General en
Jefe de las tropas de línea de mar y tierra de Guayaquil, todas las cuales se
consideraban como División del Ejército del Perú (artículos 3° y 4°) (6)
Sobre la base de
los documentos y crónicas de la época resurge en forma perfectamente diáfana
todo lo relacionado con la situación política de Guayaquil. Existía, es cierto,
un ambiente relativamente tenso en el cual las opiniones estaban divididas
entre aquellos que deseaban la constitución de un Estado independiente y
aquellos otros que propugnaban por su agregación ya al Perú o a Colombia. La
junta de gobierno trataba de mantener una clara posición neutral, aunque se
mostraba, en el fondo, partidaria del autonomismo. El propio A.J. de Sucre nos
ha dejado testimonios valiosos donde refiérese a este grupo autonomista. Basta
leer sus comunicaciones a Santander de 1 de agosto y 18 de setiembre de 1821,
así como sus misivas de 2 de diciembre de 1821 y la del 15 de marzo de 1822
dirigidas al Ministro de Guerra. (7)
Asimismo en el oficio del 5 de enero de 1822 enviado desde Cali por el
Secretario de Bolívar (y por expreso encargo del Libertador) al Ministro de
Guerra se hace mención a que “… No faltan quienes deseen su incorporación al
Perú y quienes opinen por el, extravagante delirio de que sea un Estado
independiente”. (8) Es necesario señalar que mediante este oficio Bolívar da
cuenta de su plan de pasar a Guayaquil y asegurar de esta manera que esta
provincia se declare, a como diera lugar, por Colombia. De la misma manera
debemos tener presente que la decisión política guayaquileña de permanecer
«neutral», «proseparatista» y «proautónoma» era conocida y reconocida en
aquellos tiempos por las fuerzas políticas y Estados de aquel entonces. En
carta dirigida por Santander a Bolívar, fechada en Bogotá el 17 de junio de
1822, leemos: “No quisiera el gobierno
saber que V.E. haya resuelto trasladarse a Guayaquil, porque habiéndose
separado aquella provincia del territorio de Colombia (el remarcado es nuestro)
temo que se opongan a V.E. muchos obstáculos para realizar con gloria la
empresa de liberar Quito…” (9)
Refiriéndose a
los integrantes de la junta guayaquileña, F. O’ Leary dice: “…Olmedo no amaba a
Colombia, Roca la odiaba… Ximena, el tercer vocal; de la junta y el de menos
influencia, más notable por sus modales cultos que por su talento, se inclinaba
al Perú, pero mucho más a la independencia”. (10) Y el General José Mires
(enviado por Bolívar en diciembre de 1820 para decidir la anexión de Guayaquil
a territorio colombiano) decía de ellos que eran “tres comerciantes del país,
ricos, llenos de conexiones… miran con alguna influencia el bien general pero
no abandonan el particular”. (11)
Creemos que no
está de más enfatizar, con estos antecedentes señalados, que en diciembre de
1820 la junta de Guayaquil de ninguna manera se entregó de lleno al Perú, pues
en aquel momento el Perú libre e independiente era tan sólo una dulce
esperanza, sino que en realidad se entregó, para recibir protección y auxilio,
al ejército libertador del sur, cuyo jefe era San Martín. Pero ni San Martín ni
el ejército libertador del sur eran el Perú, que aún seguía siendo un
virreinato. El artículo 2° suscrito entre Guido y la junta guayaquileña,
artículo al cual ya hemos hecho referencia, dice a le letra: “La provincia de
Guayaquil se declara, durante la guerra (el remarcado es nuestro) bajo la
protección del Excmo. Señor Capitán General del Ejército Libertador”.
El estado de
tensión política reinante en Guayaquil vino a amenguarse y pasar a un segundo
plano cuando las fuerzas realistas derrotaron a las patriotas comandadas por
Urdaneta, en Huachi, el 20 de diciembre de 1820 y ocuparon incruentamente
Guayaquil. Los comisionados de San Martín abandonaron Guayaquil; y se
embarcaron rumbo al puerto del Callao a donde llegaron el 6 de enero de 1821.
(12)
NOTAS
(1) Villanueva,
Laureano “Vida de don Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho”
(Caracas: Imprenta Nacional, 1974), 4ta. Edición; p. 125
(2) Denegri Luna, Félix. “Perú y Ecuador. Apuntes
para la historia de una frontera” (Lima, 1996; p. 57)
(3) Leguía y
Martínez, Germán. “Historia de la emancipación del Perú: El Protectorado”
(Lima: Editorial Jurídica S.A. 1972) tomo VII; p. 66
(4) De la Rosa, Andrés E. “Firmas del ciclo
heroico: documentos inéditos para la historia de América” (Lima: Imprenta
Torres Aguirre, 1938) Documento 98; páginas 193 – 196.
(5) Lecuna, Vicente. “La entrevista de
Guayaquil: restablecimiento de la verdad histórica”. (Caracas: 1962; cuarta
edición); tomo II, documento N° 7.
(6) Lecuna,
Vicente. Obra citada; tomo II; documento N° 8
Leguía y Martínez, Germán. Obra citada; tomo VII; páginas 78 – 79.
(7) De la Rosa, A.E. Obra citada; documentos 140, 144, 156 y 170.
(8) De La Cruz, Ernesto. “La entrevista de
Guayaquil: Bolívar y e General San Martín”. (Santiago de Chile: Sociedad
Imprenta y Litografía Universo, 1914).
(9) Cortázar,
Roberto. “Cartas y mensajes de Santander” (Bogotá: Talleres editoriales de la
librería Voluntad Ltda. 1954) tomo IV, documento 1516; páginas 41 – 45.
(10) O’Leary, D.F. “Memorias” tomo II; página 144
(11) De la Rosa,
A.E. Obra citada; documento 109; páginas 211- 214 (Misiva de Mires a Bolívar de
14 de abril de 1821)
(12) Sobre la independencia de Guayaquil pueden
consultarse las siguientes obras bien documentadas: -Destruge, Camilo “Historia de la revolución
de octubre y campaña libertadora: 1820 – 1822”.
- Pino Ycaza,
Gabriel. “Derecho territorial ecuatoriano”
-Villacrés M.,
Jorge W. “Historia diplomática de la República del Ecuador”. -Leguía y
Martínez, Germán. Obra citada, tomo VII, tercera parte: “La cuestión de
Guayaquil: Bolívar y el Protector”. -Denegri Luna, Félix. “Perú y Ecuador.
Apuntes para la historia de una frontera” -Varillas Montenegro, Alberto
"Perú y Ecuador. Visión actual de un antiguo conflicto"
2) ACCIÓN CONJUNTA DE LOS EJÉRCITOS LIBERTADORES
DEL SUR Y DEL NORTE
Bolívar con fecha 11 de enero de 1821 encargó a Sucre
emprender campaña en el sur, dándole a su mando el ejército acantonado en
Popayán. El 21 del mismo mes le ordenó pasar a Guayaquil, donde, entre otras
cosas, debía buscar que aquella provincia se incorporase a Colombia. Sucre, al
llegar a Trapiche percatóse que tanto el clima malsano como la intrincada
topografía del terreno y el espíritu indómito de los pastusos haría muy difícil
el paso hacia Guayaquil por Pasto. En vista de ello decidió utilizar la vía
marítima. En la carta de Sucre a Santander de 02/04/1821, leemos: "Yo
estoy como V.E. persuadido que la libertad de Quito se adquiere por Guayaquil,
infinitamente más fácil que por Pasto…" (1)
Por esta misma
época habían llegado a Venezuela los Comisionados del gobierno español,
Sartorio y Espelius, que venían a proponer la paz. Después de las negociaciones
del caso, se firmó, en la ciudad de Trujillo, el 25 de noviembre de 1820, un
armisticio de paz entre los plenipotenciarios de Bolívar y de Morillo. Era un
tratado preliminar que tenía como finalidad el facilitar las negociaciones para
un tratado de paz definitivo. Este armisticio es sumamente importante porque
reconoce la existencia de Colombia como gobierno independiente, con el cual se
negocia y pacta de igual a igual. El 26, es decir al día siguiente, se firmó un
segundo tratado denominado de regularización de la guerra. El día 27, Bolívar y
Morillo sellaron estos tratados con una reunión personal en el poblado de Santa
Ana, situada, como dice Augusto Mijares, “entre la ciudad de Trujillo, ocupada
por Bolívar y el pueblo de Carache, a donde había llegado Morillo”. (2) El 17
de diciembre se embarcó Morillo para España dejando el gobierno de Venezuela al
general Miguel de La Torre. Estaba pues en vigencia el armisticio de Trujillo
cuando el 11 de enero de 1821 Bolívar encargó a Sucre emprender campaña en el
sur. Como señala Madariaga, “cierto que Aymerich (se refiere a Melchor
Aymerich, gobernador y presidente de Quito) se había negado a incluir en el
armisticio a la provincia de Guayaquil, (el resaltado es nuestro) pero la
provincia donde aquellos refuerzos se preparaban y de la que procedían estaba
incluida”. (3)Sucre consultó al respecto y fue Santander quien le respondió que
el tratado no contenía ningún impedimento para la ayuda de Colombia a «pueblos
extraños», (el remarcado es nuestro) argumento deleznable e incoherente porque,
como bien lo señala Madariaga, “toda la acción de Bolívar sobre Guayaquil
descansaba sobre la base de que Guayaquil era parte integrante de Colombia y no
tenía derecho a la secesión’. (4) (el resaltado es nuestro) Se podría afirmar
que la respuesta refleja el pensamiento de Santander mas no el de Bolívar, pero
ella en realidad no deja la menor duda al respecto: “En consecuencia tengo el
honor de declarar a V.E. en nombre de S.E. el Libertador Presidente de Colombia
que no siendo infracción del armisticio de Trujillo el auxilio franqueado a los
patriotas de Guayaquil no se accede a retirarlo como V.E. solicita”. (5)
Debemos señalar que de los argumentos esgrimidos se aprecia claramente que las
autoridades realistas no consideraban a Guayaquil como parte de Colombia. Y,
por otro lado, la decisión de Bolívar de actuar a pesar del Armisticio de Trujillo,
significa o bien que él así lo reconocía, lo cual sabemos que no era así, o que
actuaba de esa manera por simple conveniencia estratégica política y militar.
Esto último era el verdadero sentido de la actuación de Bolívar.
Es necesario
remarcar que Aymerich no convino incluir a Guayaquil en el armisticio porque
argumentaba que Guayaquil no pertenecía a Colombia sino al Perú. (6) Esto es
muy importante destacar para lo que más adelante analizaremos.
Ya hemos
señalado como Sucre hizo saber a Santander que la campaña por Pasto era muy
difícil, “que estaba convencido que la libertad de Quito se adquiere por
Guayaquil infinitamente más fácil que por Pasto”. Santander trasladó a Bolívar
esta idea el 25 de febrero de 1821. Recibida en marzo la autorización del
Libertador, Sucre se embarcó con 650 efectivos a bordo de las goletas Alejandro
I y Teodocio, el 2 de abril. No se puede sostener, como lo hacen algunos
historiadores, que el Libertador temía ya en aquel momento que San Martín
anexase Guayaquil al Perú, porque a comienzos de 1821 todavía no se había
declarado la independencia del Perú, lo cual recién ocurriría a fines de julio
de dicho año.
La travesía de
Sucre al mando de su expedición de apenas un poco más de medio millar de
efectivos fue muy difícil y se vio obligado a desembarcare en la punta de Santa
Elena, a 31 leguas de Guayaquil, ciudad a la cual recién arribó el 7 de mayo.
En oficio enviado por Sucre al Comandante General de Cauca, ya desde Guayaquil
y transcrito a Santander, le informa sobre los percances del viaje: “Nuestra
navegación ha sido desgraciada y molesta. Después de 28 días de viaje no pudo
la corbeta llegar aquí, y tuvimos que desembarcarnos el 30 de abril en la punta
de Santa Elena, 31 leguas de esta ciudad”. (7)
Debemos señalar
que el armisticio de Trujillo se rompió definitivamente, reanudándose por ello
la guerra, el 28 de abril de 1821, a consecuencia de que al producirse la
sublevación de la ciudad de Maracaibo, el 28 de enero de 1821, los patriotas
colombianos fueron en su auxilio, lo cual fue considerado, y de hecho así lo
era, una violación de lo pactado en el armisticio. En un primer momento Bolívar
estuvo de acuerdo de acuerdo con esta posición, pero pronto cambió y
recurriendo a una argucia interpretativa del armisticio pasó a sostener que al
independizarse Maracaibo, Colombia al ocupar dicho territorio había ocupado un
país que estaba fuera de las leyes españolas. Lo cierto es que Maracaibo
quedaba dentro del área ocupada por los realistas al momento de la firma del armisticio
de Trujillo.
Sucre, a los
pocos días de su llegada a Guayaquil, concertó un convenio con la Junta de
dicha provincia. Debemos decir que ya con anterioridad, exactamente el 12 de
abril de 1821, se había intentado la suscripción de un acuerdo de ayuda mutua
entre la Junta y el General José Mires (el cual como hemos dicho había sido
enviado por Bolívar, en calidad de personero, con la misión de ofrecer ayuda
militar y lograr su anexión a Colombia), pero Mires contestó, el 26 de abril,
que no podía firmar porque no tenía poderes para hacerlo. (8) El convenio se
firmaría el 15 de mayo de 1821 y por dicho acuerdo Guayaquil se declaraba bajo
los auspicios y protección de Colombia. (Artículo 2. El artículo 1 estipulaba:
“La Junta Superior de Guayaquil no estando facultada por su Constitución
provisoria para declarar la incorporación de la provincia de la República de
Colombia según la Ley Fundamental, protesta no obstante manifestar y recomendar
las ventajas de la Ley a la Junta Electoral de la provincia luego que se reúna
con el fin de expresar libremente su voluntad sobre su agregación a la forma
que le convenga; para cuyo efecto se
aprovechará la oportunidad que presente nuestra situación después de la próxima
campaña en que deben quedar libres las provincias de Quito y Cuenca”. (9)
Ernesto de La
Cruz considera este tratado “como el primer gran triunfo político del
Libertador enfrente del Protector”. Y en realidad así lo fue, porque constituyó
el primer paso firme en la tarea de conseguir la anexión de Guayaquil a
Colombia.
Reanudemos
nuestra narración sobre los sucesos militares en Guayaquil. Habíamos señalado
que las fuerzas patriotas al mando de Urdaneta fueron derrotadas en Huachi (20
de diciembre de 1820) por los realistas capitaneados por Melchor Aymerich,
Gobernador y Presidente de Quito. El 5 de enero de 1821 un nuevo revés
sufrieron los patriotas al ser derrotado el comandante José García (quien había
logrado reorganizar los dispersos de Huachi), en el combate de Tanizahua o
Tanasigna, por las fuerzas realistas al mando del coronel Miguel de la Piedra.
Habiendo llegado Sucre en mayo a Guayaquil, se puso al mando del ejército
patriota con el título de Jefe de las tropas auxiliares de Colombia y viéndolo
inferior con relación a las fuerzas realistas escribió a San Martín, el 13 de
mayo, solicitándole auxilio militar. A esta situación crítica vino añadirse la
sublevación del comandante Nicolás López, quien se puso en combinación con
Aymerich y con Caamaño. Los rebeldes lograron apoderarse de la corbeta
Alejandro I e intentaron bombardear Guayaquil, lo cual no pudieron llevar a
cabo porque las tropas colombianas embarcadas por el coronel Luzuriaga las
persiguieron y apresaron. El comandante López, que se encontraba en Babahoyo,
al saber estos hechos emprendió de inmediato marcha en búsqueda de Aymerich.
Por su parte, los patriotas al mando de Federico Rash y Cayetano Cestaris
persiguieron a las fuerzas realistas del comandante López y le dieron alcance
en Palo Largo, pero los rebeldes emprendieron la fuga. Aymerich decidió
socorrer a López y para ello encargó que el comandante Francisco González,
desde Cuenca, auxiliara al comandante López, en tanto que él mismo, desde
Quito, decidió marchar hacia la Bodega de Babahoyo. González y Aymerich al
reunirse, emprenderían campaña sobre Guayaquil.
Sucre, conocedor
de los planes realistas, decidió atacar por separado las fuerzas de González y
Aymerich. El 12 de agosto, Aymerich cayó sobre Babahoyo (población situada a
orillas del río del mismo nombre, en su confluencia con Caracol y el Seco),
donde, desde del día 7, Sucre había reunido todas sus fuerzas. Aymerich, en
vista de que no se había reunido con González, prefirió no hacer frente a
Sucre, el cual aprovechó esto para ir en búsqueda de González, al cual derrotó
totalmente en Cone, a tres leguas de Yaguachi, e inmediatamente cayó sobre
Aymerich al cual también derrotó el 19 de agosto.
Mientras los
patriotas confiadamente celebraban el triunfo, los realistas se replegaron
hacia Moche, donde se reorganizaron. Sucre decidió atacar nuevamente al
ejército realista, para lo cual el 11 de setiembre se situaba en el valle de
Ambato. Los realistas, que habíanse desplazado de Moche a Huachi, enfrentaron
en esta última localidad, el día 12, a las fuerzas de Sucre, a las cuales le
infringieron una aplastante derrota. Según palabras de L. Villanueva, en aquel
día “la mayor parte de la florida juventud de Guayaquil regó con su sangre
aquel campo, convertido en yermo de ruinas y cadáveres”. (10) Aymerich no supo
aprovechar esta coyuntura tan favorable para ellos, no persiguiendo a los
patriotas y en cambio decidió pasar a Quito, aunque debemos señalar que para
ello debió pesar mucho la gran cantidad de bajas que habían sufrido los
realistas. Aymerich dejó el grueso de su ejército en Riobamba, al mando de
Tolrá, y el resto en Guarancha.
En vista de esta
nueva situación crítica, la junta guayaquileña, con fecha 17 de setiembre, se
dirige a San Martín, solicitándole auxilio militar de unos mil hombres por lo
menos, con mil quinientos fusiles y cincuenta quintales de pólvora.
Sucre, a pesar,
y por ello mismo, de la crítica situación, decidió actuar con gran sagacidad y
poder así equilibrar un tanto la situación. Conociendo que Tolrá encontrábase
acantonado en Riobamba, decidió caer sorpresivamente sobre él. Así lo hizo y su
plan le dio magnífico resultado, tanto así que Tolrá decidió negociar un
armisticio, el cual se suscribió el 19 de noviembre, en Babahoyo, por un
periodo de noventa días y por el cual se acordaba que los realistas se
retirarían a Riobamba, quedando los patriotas en Guayaquil.
Sucre volvió
dirigirse al gobierno peruano solicitando tuviese a bien enviar refuerzos
militares. San Martín, debido a su situación precaria (recién hizo su ingreso a
Lima en julio de 1821) no había podido enviar los auxilios que con tanta
ansiedad le habían solicitado tanto Sucre como la junta guayaquileña. Pero habiendo
ya logrado apoderarse de la capital e inclinado, en cierta medida, la balanza a
su favor, por lo menos en lo político aunque aún no en lo militar, estaba en
condiciones de remitir los auxilios que con tanto apremio se le requería. San
Martín no creyó conveniente enviar el batallón Numancia, el cual había sido
solicitado por Sucre, y en su lugar decidió que marchase la división del norte,
la cual se encontraba al mando de J.A. Álvarez de Arenales y que estaba
compuesta por los batallones Trujillo N° 2, Piura N° 4, Regimiento Cazadores a
Caballo y Granaderos a Caballo, así como también un pequeño grupo de
artillería. Álvarez de Arenales declinó la jefatura del ejército auxiliar.
Sucre, para salvar este impasse, se allanó a ceder el mando a Arenales, pero
como éste insistiese en su negativa argumentando motivos de salud, se acordó
nombrar en su reemplazo a don Andrés de Santa Cruz.
Sucre, en vista
de que se avecindaba el periodo de inundaciones, pensó abrir campaña por Piura
y para ello solicitó el permiso adecuado del gobierno peruano, el 29 de
noviembre de 1821. El día 30 referíale a Santander sobre el particular,
explicándole las ventajas de este plan, debido a que en Piura había “caballos,
bagajes y víveres suficientes para dirigirnos a Cuenca, y ponernos en nuestro
territorio”. (11)
La división
peruana al mando de Santa Cruz reunióse con las fuerzas de Sucre el 9 de febrero
de 1822, en Saraguro. Sucre, en oficio suscrito desde su Cuartel General en
Saraguro el 15 de febrero, dio cuenta al Ministro de Guerra de Colombia sobre
su encuentro con las fuerzas peruanas. (12)
El plan de Sucre
era apoderarse de Quito, para de esta manera restar fuerzas y atención sobre
Pasto, donde se encontraba detenido Bolívar. Debemos decir que el Libertador
había pensado, en un primer momento, pasar por mar a Guayaquil y de allí
dirigirse en campaña sobre Quito, e incluso ya sus tropas y él mismo se
encontraban en el puerto de Buenaventura, pero tuvo que cambiar estos planes al
recibir correspondencia de Sucre donde éste le comunicaba la llegada a Quito
del nuevo virrey de Nueva Granada, el capitán general don Juan de La Cruz
Mourgeón, con una expedición realista, así como también de que sobre las costas
del Chocó, desde Buenaventura hasta Guayaquil, actuaban la corbeta Alejandro y
cuatro buques de guerra, con el objetivo de apresar las tropas colombianas y al
Libertador mismo, si entre ellas se encontraba. Fue por este motivo que Bolívar
se vio en la necesidad de emprender campaña por Pasto y combinar con Sucre para
conseguir su objetivo. (13)
Sucre, que era
el Jefe del Ejército Unido, ordenó pasar a Cuenca, donde llegaron el 27 de
febrero y donde se estacionaron hasta el 28 de marzo. Todo hasta este momento
andaba a la perfección. Nada hacía prever el grave problema que se desataría
entre Sucre y Santa Cruz, es decir realmente entre Perú y Colombia.
Para comprender
mejor el problema que se desató, debemos retrotraernos hasta diciembre de 1821.
El 16 de dicho mes el Ayuntamiento de Portoviejo levantó un acta por la cual
expresaba su deseo de pertenecer a Colombia. La Junta de Gobierno de Guayaquil
en su deseo de mantener la unidad recurrió a Sucre para que interviniese en el
asunto. Fueron enviados comisionados ante el cabildo de Portoviejo para lograr
que reservase esta ciudad sus opiniones para otra ocasión más adecuada. La
Junta, desconfiando de lo que podrían lograr los comisionados, envió fuerzas a
Portoviejo, produciendo este hecho la rebelión e intentóse derrocar a la Junta.
Sin embargo el movimiento resultó fallido y la calma reapareció. Era este el primer acto de fuerza
en la búsqueda de la anexión de Guayaquil a Colombia.
Al poco tiempo
de ocurrido lo anteriormente señalado, Bolívar, con fecha 2 de enero de 1822,
comunicaba a la Junta Guayaquileña su posición tajante con relación al
problema: “Yo me lisonjeo, Excmo. Señor con que la República de Colombia habrá
sido proclamada en esa capital, antes de mi entrada en ella. V.E.
debe de saber
que Guayaquil es complemento del territorio de Colombia; que una provincia no
tiene derecho a separarse de una asociación a que pertenece, y que sería faltar
a las leyes de la naturaleza y de la política, permitir que un pueblo
intermedio viniese a ser un campo de batalla entre dos fuertes Estados; y yo
creo que Colombia no permitirá jamás que ningún poder de América encete su
territorio. Exijo el inmediato reconocimiento de la república de Colombia, porque
es un galimatías la situación de Guayaquil. Usted sabe, amigo (la misiva está
dirigida a J.J. Olmedo, Presidente de la junta) que una ciudad con un río no
puede formar una nación” (14) Y en la carta dirigida a Sucre, desde Cali y con
la misma fecha (02-01-1822), leemos lo siguiente: “He llegado al fin a esta
capital (Cali), a completar la libertad de Colombia y el reposo del sur.
Guayaquil recibirá todos los auxilios necesarios para no ser más inquietado...
Para preparar el éxito de la próxima campaña, autorizo a U.S. se pondrá de
acuerdo con el gobierno de Guayaquil. Pero si este rehusase algo de cuanto U.S.
pida, U.S. está autorizado para hacer por si mismo aquello que conceptúe
preciso... Yo tomo sobre mí la responsabilidad de cuantas providencias tome
U.DS., activas, eficaces y aun violentas. El tenor de estas órdenes debe U.S.
comunicarlo al gobierno de Guayaquil, manifestándole, verbalmente, que mis
intenciones son llevar a cabo la libertad de Colombia desde Tumbes hasta las
bocas de Orinoco y que los sacrificios que ha hecho Colombia por recobrar su
íntegra independencia, no serán frustrados por ningún poder humano de América;
y, finalmente, que yo espero que, para cuando yo entre en esa ciudad, ya el
gobierno de Colombia habrá sido reconocido por ella, no pudiendo yo hallarme,
sin faltar a mi deber y a mi deseo, fuera del territorio de las República”.
(15)
Como se puede
apreciar a través de estos dos documentos, la posición de Bolívar era tajante,
decidida e incluso francamente agresiva y chocante por el yoísmo imperante
sobre todo en la misiva dirigida a Sucre, que se puede apreciar en su texto
íntegro. La Junta de Gobierno quedó totalmente turbada ante la posición de
Bolívar, posición ésta que ponía en serios aprietos la actitud de espera y en cierto
sentido autonomista de la junta. En vista de todo ello, la Junta recurrió al
Protector del Perú, para informarle de dicho hecho. Por otro lado, el agente
diplomático peruano ante la junta guayaquileña, General Francisco Salazar y
Carrillo, escribió a Monteagudo, el 7 de febrero, dándole cuenta de los planes
e intenciones de Bolívar. (16) La misiva tanto de la Junta como la de Salazar,
que contenían copia del oficio del Libertador del 2 de enero, llegó a manos de
San Martín en Huanchaco, donde había tocado casualmente den su marcha a
Guayaquil para encontrarse con Bolívar. En vista de estos sucesos y otros que
más adelante analizaremos, el Protector emprendió el regreso a la capital del
Perú, llegando a esta ciudad los últimos días de febrero. En la Gaceta del
miércoles 27 de febrero se anunciaba su regreso de la siguiente manera: “S.E.
el Protector del Perú ha regresado desde el puerto de Guanchaco, donde recibió
noticias oficiales, comunicadas por el Gobierno de Guayaquil, y por el general
Sucre, de que S.E. el Libertador de Colombia marchaba sobre Juanamba...”
(17).
San Martín,
desde la Magdalena y con fecha 18 de marzo de 1822, escribió una pequeña misiva
a Torre Tagle y que la reproduce Javier Ortiz de Zevallos en su obra sobre la
correspondencia entre San Martín y Torre Tagle: “Incluyo a Usted la carta que
he recibido de Roca, ella no deja la menor duda de que el Libertador quiere
oprimir a Guayaquil as toda costa: este es asunto del mayor interés y que pende
el honor del gobierno. Esta noche después de las oraciones me tendrá U. en esa,
sin más objeto que el de conferenciar sobre éste y otros particulares que son
interesantes”. Esta misiva es importante porque nos habla a las claras de la
responsabilidad de San Martín en el problema que se suscitó y que a la larga
tuvo que reflexionarse sobre sus consecuencias y darse por ello marcha
atrás.
Estos hechos
decidieron que el 2 de marzo el gobierno peruano (del cual estaba encargado
Torre Tagle) ordenase a Santa Cruz retrogradar desde cualquier posición que se
encontrase y se pusiese a órdenes de La Mar. El 3 de marzo, Monteagudo ofició a
La Mar en el sentido de que en caso de que Guayaquil “solicitase sinceramente
la protección de las armas del Perú, por ser su voluntad conservar la
independencia de Colombia en tal caso emplee V.S. todas las fuerzas que están
puestas a sus órdenes en apoyo de la espontánea liberación del pueblo. Pero, si
por el contrario, el gobierno de Guayaquil y la generalidad de los habitantes
de la provincia, pronunciasen su opinión a favor de las miras de Colombia, sin
demora vendrá V.S. al departamento de Trujillo a tomar el mando de la costa
norte, reunir la división del coronel Santa Cruz en Piura, aumentarla hasta
donde alcancen los recursos del territorio, y obrar según lo exija la seguridad
del departamento de Trujillo. Como no es posible prever las diferentes
combinaciones que allí se presenten, el gobierno deja al arbitrio de V.E. obrar
según ellas...” (18) Esta orden fue confirmada el día 23 del mismo mes.
La orden dada a
Santa Cruz con fecha 2 de marzo la trasmitió Arenales el día 13. Santa Cruz la
recibió el 29 y ese mismo día se la comunicaba a Sucre, diciéndole: “Tengo el
sentimiento de comunicar a V.S. que se hace necesaria e inevitable la
separación de la División de mi mando que por ordenes expresas de mi gobierno
debe retrogradar sobre la capital de Lima que, amenazada por las tropas de los
generales La Serna y Ramírez, corre el mayor peligro”. (19)
Al día
siguiente, 30 de marzo, Sucre, turbado e indignado, contestó el oficio de Santa
Cruz, señalándole lo nefasto de la decisión de su retiro, la cual era
inconcebible, pues de ser cierto el peligro de Lima, dicha división tardaría en
llegar a Lima por lo menos dos meses, y por otra parte él se vería en la
necesidad de pedir el batallón Numancia. Sucre se niega enfáticamente a aceptar
el retiro y en pocas palabras sintetiza su pensamiento: “Por tanto, no sólo me
opongo a la retirada bajo las más serias protestas, sino que usando de las
facultades que me ha dado el Excmo. Señor Protector del Perú sobre la división
de V.S. al ponerla a mis órdenes sin restricción alguna (como consta de las
copias que tengo el honor de acompañarle) he dispuesto que el movimiento que
continuaba el batallón Trujillo se lleve a efecto y que la marcha del escuadrón
Granaderos a reforzar los puestos avanzados para verificar más tranquilamente
nuestra aproximación a Riobamba a cumplir la combinación con el Libertador, se
ejecute mañana mismo, como estaba prevenido. Debo observar también a V.S. que
cualquier comunicación de estos cuerpos del Perú, debía dirigírseme a mí,
teniendo el mando inmediato de ellos, por las órdenes de S.E. el Protector”.
(20)
El mismo 30,
Santa Cruz que se veía envuelto en tan embarazosa situación, volvió a oficiar a
Sucre, en respuesta a la anteriormente comentada. Santa Cruz le expresa que
lamenta no poder obedecerle por tener que cumplir en forma apremiante las
órdenes del gobierno peruano, cuya responsabilidad pesa sobre él: “En mi
concepto, después de expresar a V.S. la sinceridad y los más vivos sentimientos
de mi Gobierno al suspender por ahora la cooperación a que se ha prestado de
antemano, reitero a V.S. no sólo que debo retrogradar, sino que debo hacerlo
con la mayor brevedad y a marchas forzadas... “ (21)
Sucre, el día 31
dio respuesta a esta comunicación, expresándole a Santa Cruz que los argumentos
que esgrimía eran mezquinos, pues se abandonaba a Colombia, también en peligro,
para ayudar al Perú, el cual disfrutaba de la ayuda colombiana. Le advierte que
sólo aceptara el retiro de su división si es que el gobierno peruano le enviaba
de inmediato el batallón Numancia. (22)
Santa Cruz, el
mismo 31, respondió la nota de Sucre, proponiéndole una medida transaccional:
Que la división peruana se estacionase en los mismos puntos que ocupan o se
reconcentrasen en Cuenca, sirviendo de apoyo a Sucre ínterin él recibía
respuesta de una consulta que haría al gobierno peruano. (23)
Sucre, ante la
gravedad del problema surgido, escribió dos misivas a San Martín y una al Ministro
de Relaciones Exteriores del Perú, las tres fechadas el 1 de abril de 1822,
desde su cuartel general en Cauca. La primera comunicación al Protector es un
oficio en el cual le señala lo nefasto de la orden de retirada de la división
peruana al mando de Santa Cruz; le manifiesta haber tenido que oponerse a dicho
retiro y que en previsión de cualquier situación futura semejante ha solicitado
que el Numancia abandone el Perú para integrarse al ejército colombiano. Sucre,
según se desprende del texto de este
oficio, suponía que la orden de retiro de las fuerzas de Santa Cruz había sido
dada cuando aún el Protector no había llegado a la capital, de su regreso de la
frustrada entrevista con Bolívar, pues leemos: “Yo me prometo que vuelto V.E. a
Lima, asegurará los lazos que han de unir eternamente al Perú y Colombia”.
(24)
La otra
comunicación que recibió San Martín fue una misiva donde, en forma franca y
personal le señala lo nefasto e impolítico de la orden impartida, así como la
indelicadeza de dar órdenes directamente a Santa Cruz cuando dicho jefe había
sido puesto bajo su mando: “Semejante medio es una relajación de la disciplina,
además de una suma desconsideración”. A continuación le expresa: “Dispense Ud.
que diga, mi General, que nuestra conducta ha sido muy franca y decente, para
que seamos retribuidos de una manera que debe juzgarse un ultraje trascendental
a la República y pensamos que un paso inconsiderado puede resentir a hermanos
íntimamente ligados, y que no deben tener sino un mismo voto”. (25)
Cuando el
Protector recibió estas dos comunicaciones ya hacía días que el problema había
sido solucionado por el gobierno peruano, aunque por la distancia se dio el
caso de que dicha solución del gobierno llegó a manos de Santa Cruz cuando éste
ya lo había resuelto de acuerdo a sus convicciones personales y en atención a
la situación política y militar del momento.
Decíamos que
cuando San Martín recibió las comunicaciones de Sucre fechadas desde Cuenca el
1 de abril de 1822, el problema ya lo había resuelto el gobierno peruano desde
ya relativo tiempo atrás, porque el 12 de abril el Protector, después de
estudiar el problema en sesión del Consejo de Gobierno resolvió dar una
contraorden, en el sentido de que Santa Cruz continuase auxiliando a las fuerzas
colombianas. Es importante señalar con relación a la problemática que estamos
reseñando, que personajes tan prominentes como Álvarez de Arenales y Torre
Tagle no estaban de acuerdo con la medida del gobierno peruano del retiro de la
división al mando de Santa Cruz ni tampoco con la actitud de San Martín con
relación a la problemática en torno a Guayaquil, que más adelante analizaremos
con meticulosidad. Arenales, en carta al Protector, de fecha 29 de abril de
1822, le decía: “Desde que me impuse de la determinación contenida en la orden
que se pasó a Santa Cruz para que se retire con su división, sentí no poca
violencia en mi modo de pensar: me pareció inoportuno y algo imprudente, por
varias consideraciones... Debo, no obstante, persuadirme que Uds. habrán
meditado el asunto y que tendrán otros motivos forzosos para aquella
disposición”. (26) En cuanto a Torre Tagle sabemos que creía lo más
conveniente, con relación al problema guayaquileño, no insistir en el intento
de anexión de dicho territorio, tal como lo manifiesta en carta al propio San
Martín, el 31 de julio de 1821.
Como se puede
apreciar, ya desde esa fecha había personalidades muy cerca de San Martín que
lo aconsejaban no insistir en cuanto a la pretensión de anexar Guayaquil.
Cuando se suscitó el problema que venimos analizando, San Martín no escuchó
esos consejos y prefirió crear una situación bastante difícil de la cual salió
bastante mal, porque si bien es cierto que después de reflexionar todas las
desventajas que ello significaba para su gobierno e incluso el daño que se
hacía a la causa de la independencia y se decidió a dar la contraorden del 12
de abril, ya el problema lo había solucionado Santa Cruz doce días antes,
contraviniendo
órdenes ex presas del gobierno peruano. Santa Cruz, con fecha 1 de abril de
1822, después de tomar una decisión trascendental ofició a Sucre, expresándole:
“Si la continuación de la cooperación de la División del Perú es tan necesaria
para salvar al ejército de la República; si la situación de V.S. es tan apurada
y estrecha; y si la causa general de América está expuesta a retrogradar por mi
retirada; y si con estas consideraciones, y las más que V.E. manifiesta es
preciso que yo deje obrar en la campaña 700 hombres en reemplazo del Numancia,
es más conforme que disponga V.S. de la masa de la división de mi mando. Ya que
he de detener mi movimiento por los tres cuerpos que V.S. cree necesarios, sea
enhorabuena por el todo, porque no cabe mezquindades en los subalternos de un
gobierno no ha notado V.S. por su objeto principal, sino la causa continental y
común, y la mayor deferencia hacia los particulares intereses de Colombia” (27)
Sucre agradecióle a Santa Cruz por su decisión; “... no me queda sino darle las
gracias por su disposición a que continuemos la campaña con todos los cuerpos
del Perú”. (28)
El enojoso
asunto llegaba de esta manera a su fin, aunque aún el 5 de mayo de 1822 Sucre,
al dirigirse al Ministro de Relaciones Exteriores del Perú y darle cuenta que
Santa Cruz le había presentado una comunicación del 12 de abril que era una
contraorden de la del 2 de marzo, le advierte de que dicho oficio se deja ver
aún campo descubierto contra sus operaciones, por lo cual insiste en el retiro
del Numancia.
El 19 de abril
las fuerzas patriotas se situaron en Punín, a diez kilómetros al sur de
Riobamba. Las fuerzas realistas, al mando de Tolrá, se encontraban en sus
posiciones del cerro Santa Cruz, en la quebrada del río San Luis, defendiendo
la ciudad de Riobamba. Sucre, el día 20, ordenó el reconocimiento de los pasos
que pudieran permitir rodear al enemigo, encontrándose que dicha maniobra se
podía realizar por la quebradilla de Pantús. Al día siguiente, Sucre ordenó
maniobrar por dicha quebradilla, pero los realistas al darse cuenta de ello se
replegaron hacia Riobamba, con la intención de seguir más hacia el norte.
Sucre, en vista de ello, ordenó que la caballería cortase la retirada realista.
El 21 de abril se llevó a cabo la batalla de Riobamba, favoreciendo la victoria
al ejército patriota. El día 28 el ejército unido reinició la marcha hacia
Quito; el día 2 de mayo ingresaban a Latacunga y el 17 se situaban en el valle
de Chillo, a tres leguas de Quito. El 21 se trasladaron a Chillo Gallo, donde
Sucre se informó que, procedente de Pasto, legarían refuerzos para los
realistas. Para adelantarse a esta conjunción, Sucre avanzo con su ejército
hasta las lomas de Pichincha, donde el día 24 chocaron los ejércitos,
favoreciendo nuevamente el triunfo al ejército unido libertador. Melchor de
Aymerich, el último Presidente de la
Real Audiencia de Quito, temiendo que los patriotas fuesen a saquear Quito
recibió al coronel D.F. O’Leary, edecán del General Sucre y aceptó la
capitulación aquel mismo día, documento
por el cual las fuerzas realistas entregaban “la fortaleza del
Panecillo, la ciudad de Quito y cuanto estaba bajo la dominación española con
todos sus pertrechos de boca y guerra y almacenes existentes”. (29) El 29 de
mayo de 1822 Quito quedaba incorporado a la República de Colombia.
Bolívar, que
ingresa a Quito el 15 de junio, suscribió el 18 de aquel mes, un decreto por el
cual se declaraba a la División del Perú a ordenes de Santa Cruz, benemérita de
Colombia en grado eminente; señalaba que Santa Cruz gozaría en Colombia del
empleo de General de Brigada, siempre que el gobierno del Perú se sirviese
concederle la gracia del goce de este empleo; los demás jefes y oficiales de la
División Peruana serían recomendados al gobierno peruano para que atienda a los
méritos y servicios que han contraído en la presente campaña. Se le otorgaba a
Santa Cruz y demás jefes, oficiales y tropa de la División Peruana una medalla
(de oro para los oficiales y jefes y de plata de sargento a bajo), con la
siguiente inscripción: “Libertador de Quito, en Pichincha” en el anverso, en tanto
que en el reverso la expresión “Gratitud de Colombia a la
División del
Perú”. La medalla pendería de un cordón o cinta tricolor, con los colores de
Colombia, como ciudadanos beneméritos. El primer escuadrón de Granaderos
Montados del Perú llevaría el sobrenombre de Granaderos de Riobamba, si el
gobierno peruano se dignaba confirmarle dicho sobrenombre glorioso” (30) (31)
NOTAS
1)
De
la Rosa, A.E. Op. Cit.; pp. 202 – 203
2)
Mijares,
Augusto “El Libertador” (Caracas: A.N. de Historia; ediciones de la
Presidencia, 1987) p. 389
3)
Madariaga,
Salvador de. “Bolívar” (Madrid: SARPE,
1985) tomo II; p. 145
4)
Madariaga,
Salvador de. Op. Cit. Tomo II; p. 145
5)
Madariaga,
Salvador de. Op. Cit. Tomo II; p. 146
6)
Villanueva,
L. Op. Cit; p. 130
7)
De
la Rosa, A.E. Op. Cit.; documento 115
8)
Ver
el convenio en:
a.
Leguía
y Martínez, G. Op. Cit.; tomo VII; pp. 101 – 102
9)
De
la Rosa, A.E.; Op. Cit.; documento 118
10) L. Villanueva
transcribe la carta de Sucre a Bolívar donde se refiere
11) escuetamente al
desastre de Ambato. Ver obra citada del mencionado autor; páginas 143 – 144
12) De la Rosa, A.E.
Op. Cit.; documento 154
13) De la Rosa, A.E.
Op. Cit.; documento 167
14) Larrazabal, F.
“Vida del Libertador Simón Bolívar” tomo II. También la citada obra de L.
Villanueva; página 146
15) Pino Ycaza, G.
“Derecho territorial ecuatoriano” tomo I, p. 536. También la obra de Alfonso
Rumazo González “Bolívar” (Madrid: EDIME, 1973; p. 171)
16) Leguía y
Martínez, G. Op. Cit.; tomo VII; pp. 151 – 151
17) Leguía y
Martínez, G. Op. Cit.; tomo VII; pp. 155 – 156
18) Gaceta del
Gobierno de 27 de febrero de 1822
19) Paz Soldán,
Mariano Felipe. “Historia del Perú independiente” tomo I. También la citada
obra de Leguía y Martínez; tomo VII, pp. 157 – 158
20) De la Rosa, A.E.
Op. Cit.; documento 183. También la citada obra de Vicente Lecuna, tomo II,
documento 52
21) De la Rosa, A.E.
Op. Cit.; documento 184. También en la citada obra de V. Lecuna, tomo II,
documento 53
22) De la Rosa, A.E.
Op. Cit.; documento 185. También en la citada obra de V. Lecuna, tomo II,
documento 54
23) De la Rosa, A.E.
Op. Cit.; documento 186. También en la citada obra de V. Lecuna, tomo II,
documento 55.
24) De la Rosa, A.E.
Op. Cit.; documento 187 Lecuna, V. Op. Cit.; documento 56
25) De la Rosa A.E.;
Op. Cit.; documento 188 Lecuna, V. Op.
Cit; documento 57
26) De la Rosa, A.E.
Op. Cit.; documento 189 Lecuna, V. Op.
Cit.; documento 58
27) De la Rosa, A.E.
Op. Cit.; documento 191 Lecuna, V. Op.
Cit.; documento 60
28) Leguía y
Martínez, G. Op. Cit.; tomo II pp. 170 171
29) De la Rosa,
A.E.; Op. Cit; documento 192 Lecuna, V.
Op. Cit.; documento 61
30) De la Rosa, A.E.
Op. Cit.; documento 197 Lecuna, V. Op.
Cit.; documento 68
31) Sobre la acción
conjunta del Ejército Unido: Destruge, Camilo. “Historia de la revolución de
octubre y campaña libertadora: 1820-1822”
Pino Ycaza, G. “Derecho territorial ecuatoriano” tomo I. Ruiz Rivas, Guillermo “Simón Bolívar más allá
del mito” tomo I Elías Ortiz, Sergio. “La brigada de Santa Cruz” (En: Boletín
de la A.N. de Historia, Caracas, abril -junio 1953, n° 142, páginas 164 – 180)
Dellepiane, Carlos “Historia militar del Perú” Bonilla, Manuel C. “Pichincha”
(Lima: 1922). Posee un valioso apéndice documental entre las páginas 163 y 317.
Paz Soldán, M.F. “Historia del Perú independiente” tomo I. Vargas, Nemesio.
“Historia del Perú independiente” tomo II. Vargas Ugarte, Rubén. “Historia
general del Perú” tomo VI. Valega, J.M. “La gesta emancipadora” tomo III.
Villanueva, Laureano. Obra citada; capítulo IV.
32) El decreto de 18
de junio de 1822 recompensando a la división auxiliar peruana apareció en la
Gaceta del Gobierno del sábado 27 de julio de 1822. Lo reproducen, entre
otros: Lecuna, V. Obra citada, tomo II,
documento 85 Blanco y Azpurua. “Documentos para la vida pública del
Libertador...” (Caracas: 1876) tomo VIII, páginas 444 - 445
3)
GUAYAQUIL, TERRITORIO COLOMBIANO
A comienzos de
1822 Bolívar había decidido actuar sobre Guayaquil y para ello resolvió
embarcarse en Buenaventura. Con fecha 5 de enero de dicho año, desde Cali, el
secretario del Libertador, por encargo de éste, envió al Ministro de Guerra de
Colombia, un oficio en el que le da cuenta de los planes del Libertador: “S.E.
ha preferido emprender la próxima campaña del sur por Guayaquil, por las
siguientes consideraciones: 1° Por asegurar a Guayaquil, y hacer que aquella provincia se declare por
Colombia. Hasta hoy el manejo y las intrigas la han mantenido en una
neutralidad incompatible con sus} verdaderos intereses, y más aún con los
derechos de nuestro Gobierno. No faltan quienes desean su incorporación al
Perú, y quienes opinen por el extravagante delirio de que sea un Estado
independiente. Si prevaleciera esta opinión, Guayaquil no sería más que un
campo de batalla entre dos Estados belicosos, y el receptáculo de los enemigos
de uno y otro. La ley fundamental quedaría sin cumplirse y Colombia y El Perú jamás
estarían seguros, estando confiadas a sus propias fuerzas las débiles puertas
de Guayaquil. Más funesta aún sería a nuestros intereses la incorporación al
Perú... Estos y otros males muy graves y de consecuencias de mucha
trascendencia se evitan con el envío de tropas colombianas a Guayaquil, y sobre
todo con la presencia del Libertador allí...” (1)
La llegada del
General Murgeón a Quito y el asalto dado por el coronel López al navío
Alejandro I, llevó al Libertador a tener que cambiar de planes, decidiendo
penetrar por la terrible región de Pasto. El avance por esta región fue harto
difícil y por ende lento y sangriento. El 10 de mayo de 1822 recién sobrepasaba
el Juanambú y se instalaba en el Trapiche. Como dice Alfonso Rumazo González,
en dicha ruta “donde se anida lo más tozudo del realismo. Los pastusos son más
monarquistas que los propios españoles y se disponen a cerrarle la marcha a la
revolución republicana”. Sin embrago, el triunfo patriota en las faldas del
Pichincha, junto a Quito, el 24 de mayo de 1822, vino a solucionarle el
problema a Bolívar, pues conocedor de esta victoria así como de la rendición y
capitulación de Aymerich, envió a José G. Pérez, su secretario, para ofrecerle
una capitulación a don Basilio García, el cual la aceptó, sabedor también del
triunfo del Ejército Unido en Pichincha. Pero como los pastusos no reconociesen
dicha capitulación, Bolívar tuvo que penetrar violentamente. De Pasto emprendió
marcha hacia Quito, donde llegó el 15 de junio.
El Libertador
decidió pasar a Guayaquil para poner fin al problema creado en esta provincia,
mediante la anexión a Colombia. El panorama, sin embargo, no se mostraba
totalmente favorable a Colombia, debido a que existía un grupo nada
despreciable en cuanto a su número y sobre
todo influencia, que ansiaba la autonomía y por lo tanto su constitución
como Estado independiente y soberano. Santander, desde Bogotá, el 17 de junio
de 1822 le escribe al Libertador: “No quisiera el gobierno saber que V.E. haya
resuelto trasladarse a Guayaquil, porque habiéndose separado aquella provincia
del territorio de Colombia (el resaltado es nuestro) temo que se opongan a V.E.
muchos obstáculos para realizar con gloria la empresa de libertar a Quito, y
porque cualquier desaire que a V.E. se infiriese, lo miraría Colombia como su
injuria propia. Cuando las circunstancias fuercen a V.E. a cambiar la dirección
de la campaña por aquella parte, es conveniente y necesario que V.E. prescinda
de estar al frente del ejército, y que se venga a ejercer el poder del gobierno
en circunstancias en que se aproximan los momentos de negociar la suerte futura
de Colombia”. (2)
Pero liberado
Quito y anexado a Colombia, el Libertador convencido más que de los legítimos
derechos de Colombia (que él sabía que no lo tenía), de la para él imperiosa
necesidad política de zanjar el problema de Guayaquil impidiendo a como diera
lugar su anexión al Perú o su conformación como estado soberano y autónomo,
decidió actuar con rapidez y energía. El 11 de julio
ingresaba a
Guayaquil y aquel mismo día se presentaba ante el Cabildo, donde el síndico
José Leonardo reyes pronunció un discurso favorable a la incorporación de
Guayaquil a Colombia. Al contestar el discurso, Bolívar reafirmó su posición
con relación a la dependencia de Guayaquil como parte del territorio
colombiano.
El día 13 el
Libertador zanjaba en forma definitiva el problema al decretar la anexión y así
se hizo de conocimiento público mediante el siguiente bando:
“1° S.E. el
Libertador ha tomado la ciudad y provincia de Guayaquil bajo la protección de
Colombia.
2° El pabellón y
la escarapela de Colombia los tomará la provincia como el resto de la
nación.
3° Todos los
ciudadanos, de cualquier opinión que sean, serán igualmente protegidos y
gozarán de una igualdad absoluta.
4° Colombia será
vitoreada en todos los actos públicos, así militares como civiles.
5° La autoridad
de S.E. el Libertador y sus subalternos ejercerán el mando político y militar
de la ciudad y provincia de Guayaquil.
6° Se encarga a
los ciudadanos el mayor orden, a fin de evitar las disensiones que han
ocurrido.
7° Las antiguas
autoridades han cesado en sus funciones políticas y militares; pero serán
respetadas como hasta el presente y hasta la convocación de los representantes
de la provincia.
Por orden de
S.E. el Libertador, publíquese.
Guayaquil, 13 de
julio de 1822.-Bartolomé Salom.” (3)
Aquel mismo 13,
Bolívar dirigió al pueblo guayaquileño una proclama, en la cual les decía: “
¡Guayaquileños! Vosotros sois colombianos de corazón, porque todos vuestros
votos y vuestros clamores han sido por Colombia, y porque de tiempo inmemorial
habéis pertenecido al territorio que hoy tiene la dicha de llevar el nombre del
padre del Nuevo Mundo; mas yo quiero consultaros, para que no se diga que hay
un colombiano que no ame a su patria y leyes”. (4)
Como hemos
dicho, el 13 de julio de 1822, gracias a una actitud decidida y enérgica de
Bolívar, quien recurrió a todos los medios posibles, quedó zanjado el problema
en torno a Guayaquil. Los hechos que se sucedieron después del 13 fue lógica
consecuencia de la decisión tomada el día 13 y que concluyeron el 31 de julio
de ese mismo año al suscribirse el acta de la anexión de dicha provincia a
Colombia. (5)
Es el propio
Bolívar quien nos refiere la forma en que realmente se solucionó el problema.
En misiva dirigida a Santander el 29 de agosto de 1822 le cuenta la realidad de
la anexión, innegablemente manu militari: “Ya el negocio de Guayaquil no dará a
Ud. cuidado., mas advierto que no he recibido comunicación del gobierno que
manifieste su opinión sobre este particular. Yo pienso de diferente modo que
Ud., que era necesario emplear la fuerza para no entregarnos, por decirlo así,
al arbitrio del Perú y de su gobierno, que ya Ud. sabe lo que es. Si Guayaquil
no entraba en su deber quedábamos en una situación lo mas inquieta y
peligrosa”. (6)
Debemos señalar
que producido el acto de la anexión del 13 de julio, J.J. Olmedo, Presidente de
la Junta Guayaquileña, con fecha 15 de julio comunicó al gobierno peruano estos
sucesos, según decía “para que en adelante sepa a quién debe dirigir sus
comunicaciones oficiales”. Como veremos mas adelante, un día antes, el 14 de
julio, San Martín zarpaba del Callao rumbo a Guayaquil y por lo tanto sería en
dicha ciudad donde el Protector se informaría de estos acontecimientos. Como es
lógico comprender, cuando San Martín llegó a Guayaquil encontró que el
Libertador había zanjado en forma definitiva el problema en torno a esa
provincia; que los miembros de la depuesta junta y algunos simpatizantes de su
anexión al Perú se habían refugiado en los barcos de la escuadra peruana surtos
en dicho puerto y que estaba al mando del Vicealmirante Blanco Encalada; que a
los pocos días se realizarían comicios para decidir, desde el punto de vista
legal y por lo tanto meramente formal (porque de facto ya estaba decidido y
resuelto) la suerte de Guayaquil. Este era el ambiente político en los días que
se entrevistaron los libertadores de Hispanoamérica.
No queremos
dejar sin precisar que frente a lo espinoso del problema en torno a Guayaquil,
deben los estudiosos, independientemente de su nacionalidad, analizar y juzgar
considerando las Reales Órdenes dadas al respecto por la corona española, así
como también en lo concerniente a la problemática que surge a raíz de la
aplicación del principio del uti possiddetis. Totalmente a un lado debería
quedar el chovinismo que lo único que hace es complicar u oscurecer aquello que
resulta evidente, que termina por cegar a los historiadores de una u otra
nacionalidad. Innegablemente debemos reconocer que es esperanzador ver análisis
muy serios realizados por diversos especialistas en la problemática de litigios
internacionales, concretamente del caso peruano colombiano y peruano
ecuatoriano.
Hasta la
creación del virreinato de Nueva Granada (1717–1739) Guayaquil fue parte del
virreinato del Perú, el cual fue creado en 1542, comprendiendo las audiencias
de Panamá, Quito, Santa Fe, Lima, Charcas, Chile y Buenos Aires.
El virreinato de
Nueva Granada fue creado en 1717, comprendiendo las audiencias de Panamá,
Quito, Santa Fe y la Comandancia General de Caracas (Decreto Real del 29 de
abril de 1717 y Real Cédula de 27 de mayo de 1717). Por real Cédula de 5 de
noviembre de 1723 fue suprimido este virreinato por no haber dado los
resultados esperados, aunque a los pocos años se expidió la Real Cédula de 20
de agosto de 1739 restableciendo en forma definitiva el virreinato mencionado,
también llamado de Santa Fe, con los territorios de los distritos de las
audiencias de Santa Fe, Panamá y San Francisco de Quito, las cuales subsistían,
más el territorio de la Comandancia de Caracas o Provincia de Venezuela, que
había dependido del virreinato de México y que al poco tiempo, en 1742,
adquiría su total autonomía del virreinato recién creado. (7) Como bien señala
Waldemar Espinoza, la creación de este virreinato se debía a la necesidad de
contar, por esos territorios, “con una autoridad con suficiente competencia y
jurisdicción para cortar el contrabando de mercaderías europeas que, en forma
abundante, ingresaban por los puertos de Cartagena, Santa María y Maracaibo,
inundando toda América con enorme nocividad para el monopolio comercial de
España. (8)
Por Real Orden
dada el 7 de julio de 1803, expedida a solicitud de la Junta de Fortificaciones
de América, la corona española ordenó la segregación de la Gobernación de
Guayaquil del virreinato de Nueva Granada y su reincorporación al virreinato
del Perú. ¿Qué motivos impulsaron a la corona española a tomar esta decisión?
Para comprender mejor el por qué de esta medida debemos recordar que
“voluntariamente, y por hostilidad hacia Inglaterra, dedicada desde hacía
trescientos años a apoderarse del comercio de sus colonias de América, España
se había aliado con Francia en 1796” (9)
Esta alianza permitió a Francia la elección, en 1810, del Papa Pío VII
que no era hostil a la Francia revolucionaria y asimismo permitió el ataque,
por parte de Francia a Portugal en 1801. En 1803, al estallar nuevamente en
Europa la guerra entre la Francia napoleónica y los Estados opositores, España
reanudó su alianza con Francia, “dictada, a la vez, por los intereses
familiares del rey (el mantenimiento de sus parientes en los tronos de
Florencia y Nápoles, la esperanza de reinar él mismo un día sobre Portugal) y
por los intereses personales de Godoy, que recibía de Francia «douceurs», es
decir subsidios personales”. (10)
A pesar de esta
alianza, y tal vez por ella misma, que convertía a España en enemiga de la
poderosa Inglaterra, la primera potencia marítima del mundo
de aquellos
tiempos, fue creada en Madrid la Junta de Fortificaciones de América, la cual
al analizar la situación militar de Hispanoamérica se dio cuenta de la vulnerabilidad
de Guayaquil como parte integrante del virreinato de Nueva Granada, por lo que
recomendó su secesión de dicho virreinato y su reintegración al Perú, según
consta en el informe - propuesta del 28 de marzo de 1803. El 7 de julio de ese
año, en atención a dicha recomendación, se expidió la Real orden que establecía
que “debe depender el gobierno de Guayaquil del virrey de Lima, y no del de
Santa Fe...” (11)
Algunos
estudiosos han reparado que no sólo tuvo un objetivo político -militar la
reincorporación de Guayaquil al
virreinato peruano, sino que también jugó un papel muy importante el factor
económico, porque, como bien se ha señalado, con ello se quería fortalecer la
economía del virreinato del Perú, que se había debilitado tremendamente con la
pérdida de Potosí, que desde 1776 pasó a ser parte integrante del virreinato
del Río de la Plata, hecho que tan magistralmente ha analizado el historiador
canadiense Timothy E. Anna, quien al respecto dice: “En 1776 cayó el golpe más
desastroso para la prosperidad peruana cuando, como parte de su continuo
programa de racionalización a través de amplias reformas económicas y
administrativas, la monarquía borbónica creó el nuevo virreinato del Río de la
Plata, con su capital en Buenos Aires. Esta medida arrebató a Lima el control
de vastos territorios en el sur. Fue más desastroso aún que la región del Alto
Perú (Bolivia), centro de las ricas minas de plata, fuese separada del
virreinato del Perú y entregada al nuevo virreinato del Río de la Plata.” (12)
La R.C. de 1803
fue puesta en conocimiento de los virreyes del Perú y Santa Fe, quienes la
recibieron y cumplieron. Leguía y Martínez reproduce los dos documentos
oficiales mediante los cuales don Antonio Amar, virrey de Santa Fe y el marqués
de Avilés virrey del Perú, con fechas 19 de diciembre de 1803 y 23 de enero de
1804, respectivamente, dejan constancia de recibo de la Real Orden e imparten
las medidas para su cumplimiento.
La reintegración
de Guayaquil al virreinato peruano fue general y total como se confirma en la
R.O. de 10 de febrero de 1806, dada ante los reclamos del Tribunal del
Consulado de Cartagena. En este documento se dice: “En vista de lo que
consultan U.S.S. en carta de 25 de marzo del año próximo anterior, sobre si la
provincia de Guayaquil, a consecuencia de la agregación al virreinato de Lima,
debe depender, en la parte mercantil, de ese Consulado o del de dicho de Lima; se ha servido Su
Majestad declarar que la agregación es absoluta; (el subrayado es nuestro) y,
por consiguiente, que la parte mercantil debe depender del mencionado Consulado
de Lima, y no de ese”. (13)
Lo cierto es que
la segregación de Guayaquil del virreinato de Santa Fe fue mal vista por un
sector de la población guayaquileña. El 18 de febrero de 1808 el Ayuntamiento
de Guayaquil, encabezado por el Gobernador de Guayaquil, Bartolomé Cucalón,
presentó a la corona una solicitud pidiendo que la agregación de Guayaquil al
virreinato del Perú no lo fuese en el aspecto judicial, señalándosele los
inconvenientes de dicha agregación. El 14 de marzo Cucalón volvió a insistir en
el mismo sentido y como pasara el tiempo y no recibiera atención su petición,
dirigióse, con fecha 28 de octubre de 1815, al Secretario de Estado y del
Despacho Universal de Indias, expresándole que “el vecindario de Guayaquil y de
su vasta provincia sufría el yugo más pesado por estar esta última agregada al
virreinato del Perú en todos los ramos”. Y después de exponer los
inconvenientes de la segregación, concluye suplicando que el Rey tenga a bien concederles
la gracia de que “vuelva, sin más dilación, a agregarse esta provincia a la de
Quito, siquiera en lo contencioso, como antes estaba, ya que, por la
misericordia de Dios, se halla pacificado de sus recientes conmociones; y ojalá
que Su Majestad, no sólo lo hiciera en esta parte, sino en todas,...” (14)
Sobre la base de
los documentos de la época se concluye claramente que la agregación de
Guayaquil al virreinato del Perú fue total, absoluta. Pero es también innegable
que en los hechos las autoridades y un sector de los habitantes de dicha
provincia se resistieron a aceptar dicha decisión. De allí sus solicitudes para
dejarla sin efecto. De allí también las dudas, vacilaciones y resistencias en
su cumplimiento por parte de los guayaquileños. Pero, como hemos analizado
anteriormente y tendremos oportunidad de incidir en ello, en Guayaquil se llegó
a formar un grupo partidario de su anexión al Perú e incluso otro grupo era
partidario de constituir un estado totalmente independiente. Sin embargo, dada la
agregación, la reacción fue de resistencia, lo cual se aprecia en una serie de
incidentes. Bartolomé Cucalón, Gobernador de Guayaquil, se negó a cumplir el
decreto expedido por el virrey del Perú el 1 de febrero de 1810, con relación a
una causa contenciosa seguida por Carlos Lagomarcino contra Cucalón, quien
había apresado y secuestrado sus bienes, acusándolo de tener relaciones con los
insurgentes de Quito. Abascal ante esta desobediencia de Cucalón expidió un
nuevo decreto de 14 de junio de 1810 pasando el caso al Real Acuerdo de Lima,
tribunal que dictaminó que debía cumplirse y efectuarse, sin causa ni pretexto
alguno el decreto del 1 de febrero de 1810.
Como
consecuencia de la Constitución de 1812, la cual fue promulgada y jurada en
Lima la primera semana de octubre de ese mismo año, se creó en 1813 la
Diputación Provincial. Su ámbito jurisdiccional territorial comprendía la
audiencia de Lima, es decir los territorios de las provincias de Trujillo,
Tarma, Lima, Arequipa, Huancavelica, Huamanga y Guayaquil (Ver Timothy Anna,
op. cit.; p. 118). El virrey Abascal (1806-1816) tuvo que compartir la
autoridad con dicha Diputación Provincial, la cual tenía siete diputados de las
siete provincias mencionadas. Recordemos que este enérgico y sagaz virrey a pesar
de los menguados recursos con los que contaba el virreinato peruano, supo
enfrentar los movimientos separatistas que se produjeron en América del Sur,
llevando a cabo, como lo ha señalado Brian R. Hamnett “una política de anexión
que dio por resultado la extraordinaria expansión territorial del Perú. Quito,
Charcas y Chile fueron anexados por la iniciativa del virrey, más bien que como
resultado de la política metropolitana”
(Brian R. Hamnett. “La política contrarrevolucionaria del virrey
Abascal: Perú, 186-1826. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. Documento de
Trabajo N° 112, p. 12).
Conocemos que el
Ayuntamiento de Guayaquil solicitó al virrey Abascal que dicha provincia
dependiese en lo contencioso de la Audiencia de Quito. Abascal respondió esa solicitud
el 16 de abril de 1814, en los siguientes términos: “Visto este expediente, con
lo expuesto por el Sr. Fiscal, sáquese copia certificada de su respuesta y de
la R.O. en que se determinó la agregación total de la provincia de Guayaquil a
este virreinato, en lo absoluto y contéstese con ella el oficio de su Excmo.
Ayuntamiento, para que, en esa inteligencia, evite tratar de una materia
decidida por S.M. y que no permite, por lo mismo, alteración alguna”.
También
apreciamos la resistencia guayaquileña a su agregación al virreinato del Perú
en el siguiente hecho: Con fecha 28 de junio de 1810 Abascal pidió noticias al
virrey de Santa Fe de las órdenes que tuviera dadas sobre la conducción del
correo destinado a aquella provincia, añadiendo: “Póngase orden al Señor
Gobernador de Guayaquil, para que, en el concepto de ser absoluta la agregación
de aquella provincia a este virreinato, prevenga al Administrador de Correos
que en los asuntos de su ramo debe entenderse con este superior Gobierno...”
Una lectura
detenida y desapasionada de éstos y otros documentos permite apreciar en forma
perfectamente clara la actitud de un sector del Guayaquil colonial ante su
agregación al Perú virreinal. Es en
consideración a esta realidad reflejada en varias peticiones, tratando
de obtener la modificación
de la decisión
real, que, con fecha 23 de junio de 1819, la corona española mediante Real
Cédula, dispuso que “a la audiencia de Quito tocase entender todas las causas,
tanto civiles y criminales del gobierno de Guayaquil, como en los asuntos de la
real hacienda, permaneciendo el mismo gobierno sujeto en lo militar al
virreinato del Perú” (15)
Es necesario hacer referencia a un documento
al cual historiadores ecuatorianos, como Tobar Donoso, recurrían para señalar
que Guayaquil solo estuvo sometido al
virreinato peruano en el aspecto militar. Ese documento es la supuesta Real
Cédula de 9 de noviembre de 1807. Decimos supuesta, porque nunca se ha podido
mostrar el original de ese documento, por lo que, al igual que la Real Cédula
de 1740 y el Protocolo Pedemonte-Mosquera, son documentos fabricados, de los
cuales sólo se muestran copias de inexistentes documentos apócrifos.
En conclusión,
teniendo en consideración la aplicación del principio de uti possidetis para la
fijación de los territorios de los estados que nacieron de la disgregación del
imperio español en América, como consecuencia de la guerra separatista,
Guayaquil al independizarse era parte integrante del virreinato del Perú,
porque para la aplicación del mencionado principio jurídico, los nacientes
estados aceptaron como fecha referencial los años 1809 -1810, y, porque además
la R.C. de 23 de junio de 1819 no sólo es posterior a dicho año, sino, y esto
es lo fundamental, porque no fue obedecida, guardada, cumplida ni ejecutada,
por la simplísima razón de que apenas habían transcurrido 48 horas de expedida
la citada R.C. cuando quedaba consumada la independencia de Nueva Granada.
A pesar de todo
esto, no podemos dejar de reconocer la actitud de un sector de la población
guayaquileña frente a su agregación al virreinato del Perú, innegablemente en
contra de dicho acto, de tal forma que la R.C. de 23 de junio de 1819 en parte
venía a hacer realidad lo que ese sector guayaquileño anhelaba. Queda fuera de
toda duda que por Uti Possidetis Guayaquil era del Perú. Pero en cierta forma
(ya veremos por qué no totalmente) por libre determinación de los pueblos
Guayaquil correspondía a Colombia. Esta segunda conclusión es sólo relativa,
porque innegablemente en dicho territorio había un sector francamente
peruanófilo y otro sector autonomista. El sector partidario de la anexión al
Perú, es necesario dejar bien precisado, no había surgido con el proceso
separatista. Se sabe que desde 1790 algunas autoridades guayaquileñas propusieron
segregarlo de Nueva Granada para reincorporarlo al virreinato peruano. Este
sector pro peruanista era muy activo e importante. Un historiador ecuatoriano
tan acucioso como es el jesuita Aurelio Espinoza Polit, escribe: “... aun
cuando la actitud de Olmedo hubiese sido tan favorable a este país (Perú), como
lo fue, por ejemplo la de sus colegas en el triunvirato, Rafael Ximena y
Francisco María Claudio Roca, nada hubiera tenido de censurable, pues cualquier
guayaquileño de entonces tanto derecho tenía para simpatizar con el Perú como
con Colombia” (16) Como lo ha demostrado Félix Denegri Luna, ese grupo
guayaquileño properuanista siguió existiendo aún en los primeros años de la
vida independiente de Perú y Colombia (lo que sería Ecuador fue primero parte
de lo que a veces suele denominarse Gran Colombia), como se puede apreciar en
la guerra entre Perú y Colombia (1829) cuando presidente del Perú era don José
de La Mar, natural de Cuenca, perteneciente a una familia guayaquileña muy
prestigiosa, en tanto que presidente de Colombia lo era don Simón Bolívar,
quien desde 1826 estaba afrontando gravísimos problemas políticos internos y
para quien la guerra fue una forma de tratar de paliar sus múltiples y
realmente insolubles problemas ( el Libertador era, en la bella expresión de
García Márquez, un General en su laberinto). Bolívar ya veía que la Gran
Colombia se deshacía a consecuencia de los regionalismos que se habían creado a
lo largo de la etapa colonial, así como también por las ambiciones de diversos
personajes.
Con todo lo
anteriormente analizado queda en claro que las afirmaciones de historiadores
peruanos de gran prestigio, tales como Nemesio Vargas, Rubén Vargas Ugarte,
César García Rosell y Alayza Paz Soldán (17) en el sentido de que Guayaquil pertenecía
a Colombia en virtud del principio del uti possidetis, no es exacta.
Es necesario
precisar asimismo que no es justo sostener, como lo hacen muchas veces en forma
muy mal intencionada historiadores antibolivaristas, que el Libertador fuera el
culpable de la pérdida de Guayaquil como parte del territorio peruano. Esto
afirmado categóricamente y sin mayores explicaciones y comprensión de la
situación de aquellos tiempos es, por decir lo menos, distorsionante de la
verdad. La actitud y por ende sus acciones de Bolívar con relación a Guayaquil
no son sino el simple reflejo de la actitud de un gran sector de la población
guayaquileña y sobre todo colombiana, así como la forma como percibían (con los
intereses propios de los estados nacientes) un sector de los políticos
colombianos el problema de Guayaquil y la solución que había que darle para su
anexión. Bolívar y un sector de los colombianos sentían que Guayaquil era parte
de su territorio, aunque algunos eran más cautelosos al actuar, porque eran conscientes
y honestos en reconocer que Guayaquil se había separado de Colombia (hemos
reseñado por ejemplo la carta de Santander a Bolívar de 17 de junio de
1822).
NOTAS
(1) De La Cruz,
Ernesto. “La Entrevista de Guayaquil: Bolívar y el general San Martín”
(Santiago de Chile: 1914) p. 20
(2) Cortázar,
Roberto. “Cartas y mensajes de Santander” (Bogotá: 1954) tomo IV, documento N°
1516; páginas 41 – 45
(3) Blanco y
Azpurua. “Documentos para la vida pública del Libertador” tomo VIII Leguía y
Martínez, G. “Historia de la Emancipación del Perú...” tomo VII; página
201 Pino Ycaza, Gabriel. “Derecho
territorial ecuatoriano” tomo I; páginas 548 - 459
(4) Blanco y
Azpurua. Obra citada; tomo VIII, página 459 Pino Ycaza, G. Obra citada; tomo I;
página 547
(5) El texto de
esta acta, en: Blanco y Azpurua;
obra citada, tomo VIII, páginas 552 – 553
(6) Lecuna,
Vicente “Cartas del Libertador” tomo III; páginas 81-84
(7) Pons Muzzo,
Gustavo “Las fronteras del Perú: Historia de los límites” página 37
(8) Espinoza
Soriano, Waldemar. “Virreinato peruano” (Lima: Biblioteca Nacional del
Perú,1997); página 51
(9) Godechot,
Jacques. “Europa y América en la época
napoleónica (1800 – 1850)” (Barcelona: Editorial Labor S.A. 1969); página
70.
(10) Godechot,
J. Obra citada; página 72.
(11) La Real
Orden de 07 de julio de 1803 es reproducida, entre otras, en las siguientes
obras: Leguía y Martínez, G. Obra citada; tomo VII. Pino Ycaza, G. Obra citada;
tomo I; página 465 Lecuna, V. “La Entrevista de Guayaquil” tomo II
documento N° 1
(12) Anna,
Timothy E. “La caída del gobierno español en el Perú. El dilema de la
independencia” (Lima: Instituto de Estudios Peruanos Ediciones, 2003) ; p. 17)
(13) Leguía y
Martínez, G. Obra citada; tomo VII; página 12
(14) Leguía y
Martínez, G. Obra citada; tomo VII; páginas 14 – 16.
(15) Leguía y
Martínez, G. Obra citada; tomo VII; página 21.
Lecuna, Vicente.
“La Entrevista de Guayaquil”; tomo II; documento N° 2. Pino Ycaza, G. Obra
citada; tomo I; páginas 471 – 472
(16) Denegri
Luna, Félix. “Perú y Ecuador. Apuntes para la historia de una frontera” (Lima:
P.U.C., Instituto Riva Agüero y Bolsa de Valores de Lima; 1996) páginas 60 – 61
(17) Vargas,
Nemesio. “Historia del Perú independiente”; tomo I. Vargas Ugarte, Rubén.
“Historia general del Perú”; tomo VI. García Rosell, César. “Bolívar no le
quitó Guayaquil al Perú” (En: Testimonios peruanos sobre el Libertador.
Publicación de la Sociedad Bolivariana de Venezuela; Caracas, Imprenta
Nacional, 1964; páginas 262 – 278) Alayza y Paz Soldán, L. “Unanue, San Martín
y Bolívar”
4. LOS LIBERTADORES Y EL PROBLEMA DE
GUAYAQUIL
El pensamiento
de los libertadores sobre la suerte política de Guayaquil es un aspecto del
cual se sabe con meridiana claridad, debido a que ellos expresaron en diversos
documentos, e incluso intercambiaron sus opiniones, en forma diáfana y sincera.
Dichas opiniones eran, en el fondo, diametralmente opuestas y por lo tanto
irreconciliables. Tal vez en lo único en lo cual estuvieron de acuerdo era en
la inconveniencia de que Guayaquil se constituyese como un Estado independiente
y soberano. Bolívar estaba convencido que, políticamente, era lo más
conveniente para Colombia que Guayaquil perteneciese a dicho Estado y que debía
recurrirse a todos los medios posibles para
impedir su anexión al Perú o su
autonomía.
San Martín en
cambio no miraba con desagrado que Guayaquil decidiese agregarse al Perú. Demás
está decir que no el Protector del Perú el creador del grupo peruanófilo, aunque
es también innegable que al ver con simpatía dicha anexión, sus representantes
ante la junta guayaquileña de una u otra manera alentaron esta actitud. Sin
embrago San Martín no era partidario de emplear todos los medios disponibles,
sino más bien el de respetar la voluntad libre y soberana del pueblo
guayaquileño.
San Martín tanto
a la junta guayaquileña como al propio Bolívar expresaría en forma clara su
parecer. En comunicación dirigida a la mencionada junta el 23 de agosto de
1821, expresaba: “Desde que recibí la primera noticia del feliz cambiamiento
que hizo esa provincia de su antigua forma, me anticipé a mostrar al gobierno
que entonces existía por medio de mis diputados, el general Luzuriaga y el
coronel Guido, cuáles eran las ideas que me animaban con respecto a su destino.
Mi grande anhelo era entonces y nunca será otro que ver asegurada su
independencia bajo aquel sistema de gobierno que fuese aclamado por la mayoría
del pueblo, puesto en plena libertad de deliberara y cumplir sus votos. Consecuente
con estos principios, debo repetir a V.S., en contestación a su nota oficial
del 29 del pasado, que invariable en el plan que me he propuesto, yo no tomaré
otra parte en los negocios de ese país que las que convengan al cumplimiento de
la resolución heroica que adoptó el día de su regeneración.
Por lo demás, si
el pueblo de Guayaquil espontáneamente quiere agregarse al departamento de
Quito, o prefiere su incorporación al Perú o si en fin resuelve mantenerse
independiente de ambos, yo no haré sino seguir su voluntad y considerar esa
provincia en la posición política que ella misma se coloque.
Para remover
sobre este particular toda ambigüedad, es obvio el expediente de consultar la
voluntad del pueblo, tomando las medidas que ese gobierno estime conveniente
a fin de que la mayoría de los
ciudadanos exprese con franqueza sus ideas, y sea norma que siga V.S. en sus
resoluciones, sirviéndose en tal caso avisarme el resultado para nivelar las
mías”. (1)
A pesar que de
este documento podríamos colegir que el Protector aceptaría incluso la
autonomía de Guayaquil, sin embargo lo cierto es que él, al igual que Bolívar,
se daba cuenta que tal decisión, de producirse, sería nefasta para las
relaciones que debían entablarse entre Perú y Colombia. En misiva enviada a
Bolívar, fechada el 3 de marzo de 1822, es decir concebida a su regreso de su
frustrado viaje de febrero, cuando intentó llegar a Guayaquil a entrevistarse
con Bolívar, y conociendo ya la opinión al respecto del Libertador, le expresó
en forma directa y franca su propio parecer:
“Por las
comunicaciones que en copia me ha dirigido el gobierno de Guayaquil, tengo el
sentimiento de ver la seria intimidación que le ha hecho V.E. para que aquella
provincia se agregue al territorio de Colombia. Siempre he creído que en tan
delicado negocio el voto espontáneo de Guayaquil sería el principio que fijase
la conducta de los estados limítrofes, a ninguno de los cuales
compete prevenir
por la fuerza la deliberación de los pueblos...Dejemos que Guayaquil consulte
su destino y medite sus intereses para agregarse libremente a la sección que le
convenga, porque tampoco puede quedar aislado sin perjuicio de ambos...”
(2)
Bolívar expresó
en varias oportunidades su opinión sobre la suerte de Guayaquil. Ya hemos señalado
que el 2 de enero de 1822, desde Cali, se dirigió en forma franca y directa a
la junta guayaquileña, expresándole “que Guayaquil es complemento del
territorio de Colombia... que Colombia no permitirá jamás que ningún poder de
América encete su territorio”. Desde el mismo cuartel general en Cali, el 18 de
enero del mismo año, volvió a dirigirse a la junta, ratificando su clara y
tajante posición: “... ese gobierno sabe que Guayaquil no puede ser un estado
independiente y soberano; ese gobierno sabe que Colombia no puede ni debe ceder
sus legítimos derechos y ese gobierno sabe en fin que en América no hay un
poder humano que pueda hacer perder a Colombia un palmo de la integridad de su
territorio”. (3) Y desde Quito, el 22 de junio, el Libertador dio respuesta a
la misiva del 3 de marzo que le enviara el Protector. En esta carta Bolívar le
dice a San Martín: “V.E. expresa su sentimiento que ha tenido al ver la
intimidación que hice a la provincia de Guayaquil para que entrase en su deber.
Yo no pienso como V.E. que el voto de una provincia debe ser consultado para
consultar la soberanía nacional, porque no son las partes sino el todo del
pueblo el que delibera en las asambleas generales reunidas libre y
legalmente... Yo no creo que Guayaquil tenga derecho a exigir de Colombia el
permiso para expresar su voluntad para incorporarse a la república; pero si
consultaré al pueblo de Guayaquil, porque este pueblo es digno de una ilimitada
consideración de Colombia, y para que el mundo vea que no hay un pueblo de
Colombia que no quiera obedecer sus leyes”. (4)
Pero, ¿cuál fue
la actitud del pueblo guayaquileño frente a esta problemática? En el
valiosísimo libro de Félix Denegri Luna “Perú y Ecuador. Apuntes para la
historia de una frontera”, para el cual se ha hecho uso de una amplísima
bibliografía ecuatoriana y colombiana, nos encontramos con datos muy
importantes que es necesario enfatizar.
En el mencionado trabajo encontramos la siguiente cita de Michael T.
Hamerly: “Los guayaquileños nunca se lo perdonaron (se refiere a la anexión
violenta realizada por Bolívar). La arbitrariedad demostrada por Bolívar en
1822 fue una de las razones para que un sector del pueblo guayaquileño apoyase
a Juan José Flores, a quien le tenían aún menos aprecio, para destruir en 1830,
la quimérica creación del Libertador, y establecer con Quito y Cuenca, el
Estado del Ecuador en Colombia”. (5) Por otro lado, Jorge Salvador Lara,
historiador ecuatoriano, señala que Bolívar incorporó manu militari a
Guayaquil, para poder recibir como dueño de casa a San Martín.
Algo más, que
Denegri Luna ha analizado con mucha perspicacia y meticulosidad tanto en “La
República 1826 – 1851” (tomo VI de la
Historia Marítima del Perú; 1976) como en “Perú y Ecuador. Apuntes para la
historia de una frontera (1996), es lo concerniente a la existencia de una
tendencia partidaria de la reincorporación de Guayaquil al Perú mucho después
de la anexión decretada por Bolívar. En 1827 “aún no cesaba la discusión entre
las tres facciones que existían en dicha ciudad (Guayaquil). La que estaba a
favor de un estado independiente; la que consideraba la reincorporación al
Perú, y la que creía que era mejor continuar unidos a Colombia; las dos
primeras se habían aliado en contra de la última” (6) Incluso se produjo, el 16 de abril de 1827,
un movimiento dirigido por los hermanos Elizalde, quienes encomendaron nada
menos que a José de La Mar el mando civil y militar de la provincia.
Erradamente el prestigioso historiador germano G. Masur señala que La Mar era
peruano de nacimiento (G. Masur, G. “Simón Bolívar” Caracas, Grijalbo S.A.
1987; p. 523) Algunos historiadores consideran que este movimiento se debió a
intrigas de políticos peruanos tales como Manuel Lorenzo de Vidaurre y José
María de Pando,
pero ello, según
Denegri, no es cierto, porque como lo reconocen diversos historiadores, incluso
ecuatorianos como Fermín Cevallos, los guayaquileños se hartaron de los abusos
de las autoridades y de las tropas colombianas estacionadas en la ciudad.
Incluso cuando se produjo la guerra entre Perú y Colombia, durante los
gobiernos de La Mar y Bolívar respectivamente, el properuanismo de los pueblos
de sur de Colombia (lo que ahora es Ecuador) era algo muy notorio tanto así que
preocupó seriamente a Bolívar y a Sucre,
como se puede apreciar en diversas misivas. Denegri Luna cita al respecto al
historiador ecuatoriano Alfonso Rumazo González (natural de Quito): “Lo más
serio era la aversión profunda que sentían los pueblos del Sur a esta guerra;
en la zona costera, el Perú tenía grandes simpatías; el propio General La Mar
había nacido en esos territorios (era natural de Cuenca de patricia familia
guayaquileña). En Babahoyo, O’Leary tuvo que hacer frente a un grupo de
asaltantes que vitoreaban al Perú”. (7)
NOTAS
(1) Documentos del archivo de San Martín; tomo
VII; página 432.
(2) Instituto Sanmartiniano. “Epistolario entre
los libertadores”; páginas 25 –
16. También en
G. Leguía y
Martínez, obra citada; tomo VII, páginas 158 – 159,
(3) Paz Soldán,
Mariano Felipe. “Historia del Perú independiente”
(4) Lecuna,
Vicente. “Cartas del Libertador”; tomo III; página 50. También en
G. Leguía y
Martínez; obra citada, tomo VII, páginas 159 – 161
(5) Denegri
Luna, Félix. “Perú y Ecuador. Apuntes para la historia de una frontera” ,
página 60
(6) Denegri Luna, Félix. Obra citada; página 79.
(7) Denegri Luna, Félix. Obra citada; página 94