El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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martes, 5 de febrero de 2013


SOBRE LA PELÍCULA LINCOLN

Por Sergio D. Aronas – 05 de febrero de 2013

“Mi objetivo supremo en esta lucha es salvar a la Unión, no el de salvar o destruir la esclavitud. Si pudiera salvar a la Unión sin liberar ningún esclavo, lo haría; y si pudiera salvarla liberando a todos,   también lo haría” y si pudiera salvarla liberando a algunos y dejando a otros como están, estaría también dispuesto a hacerlo. Todo lo que haga por la esclavitud y la raza negra, lo hago porque creo que así salvo la Unión y lo que prohíbo, lo prohíbo porque no creo que contribuya salvar la Unión”

Abraham Lincoln, Carta al pueblo de los Estados Unidos del 22 de agosto de 1862[i]

          El domingo pasado vimos la película “Lincoln” de Steve Spielberg cuya trama argumental consiste en cómo hizo aquel presidente de los Estados Unidos, en el marco de la sangrienta Guerra de Secesión (1861-1865), que el Congreso le apruebe la Enmienda Decimotercera que declaraba la abolición del espantoso régimen esclavista en todo el país, a través de negociaciones, acuerdos y todo los tipos de instrumentos que permite el arte del malabarismo y la acrobacia política. El film tiene muy buena caracterización de época tanto de los personajes como del mobiliario y las escenas exteriores se complementan con un magnífico vestuario en todos los aspectos. Las pocas escenas bélicas están magistralmente filmadas donde se ve la ferocidad con que se combatió en aquellos años. La película posee algunos diálogos interesantes que ya el período que abarca son de casi dos años: desde el fin de la batalla de Gettysburg (julio de 1863) hasta la aprobación de la enmienda constitucional el 31 de enero de 1865, en el último año de la guerra. La película se centra exclusivamente en las negociaciones parlamentarias entre los representantes del Partido Republicano y los sectores a los cuales tratan de convencer para que voten a favor de la aprobación de la Enmienda.

            La gran deuda de este film es que de la larga lucha del pueblo negro de los Estados Unidos no hay ninguna referencia, no muestra ni un solo dato ni un solo hecho, presentando la abolición de la esclavitud como resultado de una iniciativa única del Presidente Lincoln y no de la histórica reivindicación de los esclavos negros, quienes fueron los verdaderos impulsores y forjadores de una medida tan necesaria para terminar con ese asqueroso sistema económico y político que fue la esclavitud. Lo único que muestra Spielberg en una conversación de Lincoln con dos soldados negros, uno de los cuales le hace un pedido para que se equipare la paga con respecto a los combatientes blancos y que se promocionen a los negros como oficiales del ejército de la Unión. No hay ninguna mención que durante la terrible guerra civil existió una Generala llamada Harriet Tubman (1820-1913) que guió a 300 esclavos a la libertad, utilizando el Ferrocarril clandestino y que fue la jefa de Inteligencia del Ejército Federal dentro de la zona Sur confederada, siendo la única mujer que condujo tropas negras en el campo de batalla. Por los menos, cinco o diez minutos hubiesen alcanzado para narrar de dónde venía la enorme epopeya por la libertad que el pueblo negro libró y por la que nunca dejó de luchar. A pesar de estos defectos, la película merece ser vista porque está muy bien filmada e interpretada por actores de máximo nivel como Daniel Day-Lewis, Sally Field y Tomy Lee Jones.

            Se sabe que a lo largo de sus dos mandatos presidenciales que fue un hombre muy querido, respetado, admirado y también muy odiado, especialmente por aquellos sectores que se venían perjudicados por su política y fueron quienes orquestaron su asesinato.

            En el plano internacional, la guerra civil atravesó el Atlántico y encontró nada más y nada menos que a Karl Marx entre sus admiradores y por mandato de la Primera Internacional le escribió una poderosa y profundísima y carta en la que lo felicitaba por su segunda elección como presidente y le decía en esa misma misiva que la lucha contra la esclavitud es la misma causa por la que luchan los trabajadores del mundo entero.

            ¿Se atreverán estos grandes directores del cine estadounidense a contar la historia acerca de cómo se originó y votó la siguiente enmienda, la decimocuarta, en cuya Sección 4, el gobierno de los Estados Unidos mediante un acto unilateral repudió su deuda externa contraída por los estados del sur, violando doctrinas del derecho internacional vigente en aquellos años como la continuidad jurídica de los estados? ¿Se atreverán a contar la gran estafa del estado de Mississippi quien fue el primero en declararse en bancarrota en 1842, nunca pagó su deuda externa y todos los reclamos realizados por los descendientes de los tenedores de bonos chocaron con la Enmienda XIV que les impide el cobro legal de su deuda repudiada. Estos acreedores que eran de procedencia inglesa y francesa, no fueron ni son ni lo que hoy se conoce como los “fondos buitres”, sino que fueron acreedores institucionales que financiaron a los estados confederados porque a los colonialistas británicos y franceses les convenía que una nación poderosa como los Estados Unidos permaneciera dividida y no pueda ser competencia en el comercio y los mercados del mundo. Esta es la otra historia de ese inmenso país que no se conoce y además sería una buena forma de continuar contando la trayectoria acerca del origen de la nación más poderosa del mundo capitalista y saber cuáles fueron las bases que sustentaron su desarrollo ulterior.

[1] Cita tomada de la biografía de Carl Sandburg. Lincoln: los años de la pradera. Tomo I, página 464, Librería Hachette, Buenos Aires, 1972.