Por
Ramón de Belausteguigoitia (Febrero de 1933)
El hombre y sus ideas
Durante
las dos semanas que aproximadamente estuve en el campamento del ejército de la Libertad , no dejé de
estar a diario en conversación con el general Sandino, quien me trató desde el
primer momento con una amabilidad enteramente familiar. Unas veces el caudillo
me llamaba y otras iba yo a verle a su casa, que custodiaba su guardia
personal, con ametralladoras en mano. El general se solía pasear en una
habitación obscura contigua a la de la guardia y entraba sonriente,
abrazándome, según su costumbre. Era una sencilla habitación decorada por algún
calendario y un cromo en el que se veía unos cazadores de focas en un mar
proceloso de hielo, disparando contra estos anfibios que se acercaban
alarmantemente a la embarcación. Había un banco y unas sillas; en el banco se sentaban
de ordinario algunos jefes que asistían silenciosos a la entrevista, o los
soldados de retén. En un rincón se veía un montón de rifles. El general se
sentaba en una sencilla mecedora, que la tenía balanceándose sin cesar.
Resaltan en su cara ovalada, pero angulosa, cierta especie de asimetría en
ambos lados del rostro, que contribuyen, juntamente con las comisuras de sus
labios, a dar unas extrañas variaciones a su rostro. En sus ojos obscuros
brilla con frecuencia una afectuosa simpatía, pero de ordinario se muestra en
ellos una profunda gravedad, una intensa reflexión.
El
reposo de sus facciones, la fortaleza de sus mandíbulas, en ángulo bien
abierto, confirman la impresión que da su conversación de una voluntad serena y
afirmativa. Su voz es suave, convincente; no duda en sus conceptos, y las
palabras van precisas, bien guiadas por un intelecto que ha pensado por cuenta
propia en los temas que expresa. Su gesto habitual es frotarse las manos
teniendo en ellas un pañuelo. Rara vez acciona ni cambia la tonalidad serena de
su voz. La impresión que da el general Sandino, lo mismo en su aspecto que en
su conversación, es de una gran elevación espiritual. Es, sin duda, un
cultivador de la "yoga", un discípulo de Oriente. Los temas de
nuestra conversación fueron varios y de ordinario sin mucho orden. Yo he
procurado recogerlo en distintas materias, pero guardando desde luego una
absoluta realidad en los conceptos y en las frases, a fin de que el lector
pueda penetrar en la psicología de este extraordinario paladín de la Libertad , que ha sido
tenido por muchos como un hombre vulgar y sin instrucción, quizá también como
el Pancho Villa de la rebelión nicaragüense. Pero esto es absolutamente falso.
El general Sandino es un espíritu delicado y fino, un hombre de acción y un
vidente, como hemos dicho ya, y sin tener sino una instrucción bastante
limitada, es una extraordinaria personalidad, aun aparte de su papel de
libertador.
--Ya veo que le han tomado a usted por americano --me dijo, riéndose alegremente, la primera vez que me vio.
--Ya veo que le han tomado a usted por americano --me dijo, riéndose alegremente, la primera vez que me vio.
--Sí, general --le dije--; pero ya se
convencieron bien pronto, y no pasó nada. Todo ha sido una broma.
Y luego de habernos sentado, y mientras el
general inicia su habitual balanceo, le digo:
--Me interesa sobre todo en este movimiento su aspecto espiritual más que el episódico y militar. Yo veo que hay en usted una gran fe, y yo no sé si un sentido religioso. Entiendo que todos los movimientos que han dejado huella enla Historia han tenido una
gran fe religiosa o civil. El liberalismo de los pueblos anglosajones, unido a
sus principios religiosos, me parece más profundo y definitivo que el de la Revolución francesa.
¿Tiene usted alguna religión?
Sandino.--No; las religiones son cosas del pasado. Nosotros nos guiamos por la razón. Lo que necesitan nuestros indios es instrucción y cultura para conocerse, respetarse y amarse.
Yo, sin darme por vencido, le insisto:
--Me interesa sobre todo en este movimiento su aspecto espiritual más que el episódico y militar. Yo veo que hay en usted una gran fe, y yo no sé si un sentido religioso. Entiendo que todos los movimientos que han dejado huella en
Sandino.--No; las religiones son cosas del pasado. Nosotros nos guiamos por la razón. Lo que necesitan nuestros indios es instrucción y cultura para conocerse, respetarse y amarse.
Yo, sin darme por vencido, le insisto:
--¿No cree usted en la supervivencia de la
conciencia?
Sandino.--¿De la conciencia?
Yo.--Sí, de la personalidad.
Sandino.--Sí, del espíritu, claro está; el
espíritu supervive, la vida no muere nunca. Puede suponerse desde el principio
la existencia de una gran voluntad.
Yo.--Todo es cuestión de palabras; para mí, eso
es la religión, la trascendencia de la vida.
Sandino.--Como le digo, la gran fuerza primera, esa voluntad, es el amor. Puede usted llamarle Jehová, Dios, Alá, Creador...Y después de explicar, según su fe teosófica, el valor de los espíritus guías dela Humanidad entre los
cuales coloca Adán, Moisés, Jesús, Bolívar..., mientras su palabra expresa una
convicción profunda y sus ojos, opacos, se animan, continúa:
--Sí; cada uno cumple con su destino; yo tengo la convicción de que mis soldados y yo cumplimos con el que se nos ha señalado. Aquí nos ha reunido esa voluntad suprema para conseguir la libertad de Nicaragua.
Sandino.--Como le digo, la gran fuerza primera, esa voluntad, es el amor. Puede usted llamarle Jehová, Dios, Alá, Creador...Y después de explicar, según su fe teosófica, el valor de los espíritus guías de
--Sí; cada uno cumple con su destino; yo tengo la convicción de que mis soldados y yo cumplimos con el que se nos ha señalado. Aquí nos ha reunido esa voluntad suprema para conseguir la libertad de Nicaragua.
Yo.--¿Cree usted en el destino, en la fatalidad?
Sandino.--¿Pues no he de creer? Cada uno de
nosotros realiza lo que tiene que hacer en este mundo.
Yo.--¿Y cómo entiende usted, general, esa fuerza
primera, que mueve las cosas? ¿Como una fuerza consciente o inconsciente?
Sandino.--Como una fuerza consciente. En un
principio era el amor. Ese amor crea, evoluciona. Pero todo es eterno. Y
nosotros tendemos a que la vida sea no un momento pasajero, sino una eternidad
a través de las múltiples facetas de lo transitorio.
Yo.--Insisto en este punto, porque creo que toda
gran obra solo se ha hecho a base de una gran fe, que yo llamo religiosa y
usted la llama con otras palabras; pero que no es sino el empujón de un mundo
espiritual. He apercibido en su ejército esa compenetración, esa
espiritualidad.
Sandino.--Si eso es todo, estamos compenetrados en nuestro papel; todos somos hermanos.
Sandino.--Si eso es todo, estamos compenetrados en nuestro papel; todos somos hermanos.
Yo.--Recuerdo haberle hecho referencia en algún
momento al sentido histórico de Napoleón y Bolívar.
Sandino.--¡Ah, Napoleón! Fue una inmensa fuerza,
pero no hubo en él más que egoísmo. Muchas veces he empezado a leer su vida y
he tirado el libro. En cambio, la vida de Bolívar siempre me ha emocionado y me
ha hecho llorar.
Después, como el general hiciera referencia a las
fuerzas espirituales que obran en la conducta de los hombres, le pregunto:
--¿Cree usted, general, en fuerzas de esa
naturaleza que obran en los hombres sin la acción de la palabra?
Sandino.--Completamente; yo mismo lo he
experimentado no una, sino muchas veces. En varias ocasiones he sentido una
especie de trepidación mental, palpitaciones, algo extraño dentro de mí. Una
vez soñaba que se acercaban las tropas enemigas y que venía con ellos un tal
Pompilio, que había estado antes conmigo. Me levanté inmediatamente y di la voz
de alarma, poniendo a todos en plan de defensa. Dos horas después, todavía sin
amanecer, los americanos estaban allí, iniciando el combate.
--Hay una parte de nuestro organismo donde existe
el órgano del presentimiento.
--Yo se lo diré --añade el general, y tomando mi cabeza me señala la nuca--. ¿No lo cree usted?
--Yo se lo diré --añade el general, y tomando mi cabeza me señala la nuca--. ¿No lo cree usted?
Yo.--Yo no niego ninguna clase de posibilidades
de esa naturaleza. Y desde luego creo que usted puede tener un sistema nervioso
especial: una gran potencia espiritual. Lo veo en su ejército.
Y recuerdo haber leído en una carta escrita por su hermano Sócrates y que me había enseñado don Gregorio, que "Augusto tenía un enorme receptáculo telepático". Y en otra carta, "que había visto en sueños a su padre y a su madre y sentía que debían estar muy inquietos".
Y añado yo: --He visto en los soldados un sentido espiritual admirable. Hablando con muchos de ellos, les he oído decir que la justicia estaba con ellos y que por eso vencían siendo tan inferiores. ¿Cómo ha conseguido inculcarles estos principios?
Y recuerdo haber leído en una carta escrita por su hermano Sócrates y que me había enseñado don Gregorio, que "Augusto tenía un enorme receptáculo telepático". Y en otra carta, "que había visto en sueños a su padre y a su madre y sentía que debían estar muy inquietos".
Y añado yo: --He visto en los soldados un sentido espiritual admirable. Hablando con muchos de ellos, les he oído decir que la justicia estaba con ellos y que por eso vencían siendo tan inferiores. ¿Cómo ha conseguido inculcarles estos principios?
Sandino.--Hablándoles muchas veces sobre los
ideales de la justicia y sobre nuestro destino, inculcándoles la idea de que
todos somos hermanos. Sobre todo, cuando el cuerpo desfallece es cuando he procurado
elevar su espíritu. A veces, hasta los más valientes decaen. Es necesario
conocerlos, seleccionarlos. Y alejar el temor, haciéndoles ver que la muerte es
un ligero dolor, un tránsito.
Yo.--¿Por compenetración?
Sandino.--Sí; estamos compenetrados de nuestra
misión, y, por eso mis ideas y hasta mi voz puede ir a ellos más directamente.
El magnetismo de un pensamiento se transmite. Las ondas fluyen y son copadas
por aquellos que están dispuestos a entenderlas. En los combates, con el
sistema nervioso en tensión, una voz con sentido magnético tiene una enorme
resonancia... También los espíritus combaten encarnados y sin encarnar.
Yo.--¿Cree usted en la trascendencia de este
movimiento?
Seguramente el general no me ha entendido el
sentido realista en que yo le he hecho esta pregunta. En el curso ya de sus
impresiones suprasensibles, por decirlo así, continúa destrenzando su
pensamiento en conceptos más lejanos y más difíciles. Pero no nos sería posible
seguir todo su pensamiento, e indicaremos únicamente el esqueleto de sus ideas,
que versan ya sobre términos irreales:
--Le diré a usted; también los espíritus luchan
encarnados y sin encarnar... Desde el origen del mundo, la tierra viene en
evolución continua. Pero aquí, en Centroamérica, es donde veo yo una formidable
transformación... Yo veo algo que no lo he dicho nunca... No creo que se haya
escrito sobre eso... En toda esta América Central, en la parte inferior, como
si el agua penetrara de un océano en otro... Veo Nicaragua envuelto en agua.
Una inmensa depresión que viene del Pacífico... Los volcanes arriba
únicamente... Es como si un mar se vaciara en otro. Es una descripción
fantástica, que yo no he podido aprisionarla por completo, pero que se traduce
en una especie de visión de una gran catástrofe marítima en esa zona de la América Central.
Y Sandino se lleva las manos a los ojos, como queriendo arrancar de ellos
alguna visión. De nuevo el tono opaco de su mirada se anima más.
Es Sandino, el héroe y genial Sandino, el
visionario. --La fe --pienso yo-- es eternamente infantil y creadora; infantil,
porque une al mundo real, al de lo maravilloso, y apartando la duda, que es
escepticismo y vejez, nos lleva al mundo del ensueño de esos primeros años, en
los que quizá, como dice el poeta Wordsworth, los hombres conservan todavía el
reflejo de una inmentalidad o de una encarnación, como dirían los teósofos, que
todavía no se ha borrado de la mente, con los años y la baja realidad de los
sentidos.
Y es creadora, porque el hombre se siente no como
un mísero aparcero de una vida transitoria, que se disipa como el humo, sino el
propietario, mejor dicho, como el actor de un drama eterno y siempre renovado. Cuando
salgo, Sandino habla con un viejo soldado, encargado de llevar sal a las
columnas que se vienen acercando, y mientras aquél parte con su mula cargada,
el general lo despide con un "Que Dios le guarde".
2.-
Conversaciones con Sandino.
Temas sociales
Habíamos visto al general Sandino, mientras
cabalgaba con algunos oficiales, haciendo una inspección a sus tropas y me
dijo:
-Ya ve usted, nosotros no somos militares. Somos
del pueblo, somos ciudadanos armados.
Recordando estas impresiones sobre el aspecto social del movimiento sandinista, preguntaba una tarde al general, mientras conversábamos, y él se balanceaba en su mecedora.
-Se ha dicho en ocasiones que su rebelión tenía un marcado carácter social. Hasta se les había tildado de comunistas. Entiendo que este último dictado ha obedecido a una propaganda tendenciosa y de descrédito. ¿Pero no hay programa social?
Recordando estas impresiones sobre el aspecto social del movimiento sandinista, preguntaba una tarde al general, mientras conversábamos, y él se balanceaba en su mecedora.
-Se ha dicho en ocasiones que su rebelión tenía un marcado carácter social. Hasta se les había tildado de comunistas. Entiendo que este último dictado ha obedecido a una propaganda tendenciosa y de descrédito. ¿Pero no hay programa social?
Sandino.-En distintas ocasiones se ha tratado de
torcer este movimiento de defensa nacional, convirtiéndolo en una lucha de
carácter más bien social. Yo me he opuesto con todas mis fuerzas. Este
movimiento es nacional y antiimperialista. Mantenemos la bandera de libertad
para Nicaragua y para todo Hispanoamérica. Por lo demás, en el terreno social,
este movimiento es popular y preconizamos un sentido de avance en las
aspiraciones sociales. Aquí han tratado de vernos, para influenciarnos,
representantes de la Federación Internacional del Trabajo, de la Liga Antiimperialista ,
de los Cuáqueros... Siempre hemos opuesto nuestro criterio decisivo de que esta
era esencialmente una lucha nacional. [Farabundo] Martí, el propagandista del
comunismo, vio que no podía vencer en su programa y se retiró.
El general calla pensativo.
El general calla pensativo.
En algunos países, como en México, se ha pensado
por muchos que el movimiento sandinista era fundamentalmente agrarista. Yo he
tenido ocasión de comprobar, durante mi estancia en Nicaragua, que la propiedad
está muy dividida y que el país es de pequeña propiedad. Apenas hay
latifundios, y estos no son muy grandes. El agrarismo, pues, no tiene un gran
campo de acción. Los pocos que no tienen tierras no se mueren de hambre, como
se me había dicho. Y, efectivamente, tuve ocasión de comprobar estas
impresiones de tierra de promisión en forma no muy halagadora por cierto. Hay
cerca de Granada un hermoso paseo de mangos que llega hasta el Lago. Mientras
una especie de Cancerbero que tiene la contrata de la fruta los recoge como
puede, dos o tres desarrapados esperan la caída accidental de algún fruto para
hacer su comida diaria. No les tenía cuenta trabajar en los cafetales porque
solo les daban quince centavos, y preferían esta modesta holganza. El país está
destrozado; no hay trabajo por ninguna parte, según ellos. Insisto yo todavía
sobre la cuestión de las tierras con el general, y le pregunto si es partidario
de completar el sentido de pequeña propiedad que tiene el país, dando terrenos
a quien no les tenga.
Sandino.-Sí, desde luego, y eso es algo que no
tiene dificultades entre nosotros. Tenemos tierras baldías, quizá las mejores
del país. Es donde hemos estado nosotros. Y el general explica su proyecto de
colonizar la zona del río Coco, que es de una enorme feracidad.
-Nicaragua importa una cantidad de productos que no debe: cereales, grasas, hasta carne, por la costa del Atlántico. Todo esto se puede producir allí. Por de pronto haremos navegable el río ; después empezaremos a abrir terrenos de cultivo. Pero hay una exuberancia vegetal increíble. Sólo el cacao silvestre les pone por de pronto en condiciones de explotación económica.
Yo.-¿Cree usted en el desarrollo del capital?
-Nicaragua importa una cantidad de productos que no debe: cereales, grasas, hasta carne, por la costa del Atlántico. Todo esto se puede producir allí. Por de pronto haremos navegable el río ; después empezaremos a abrir terrenos de cultivo. Pero hay una exuberancia vegetal increíble. Sólo el cacao silvestre les pone por de pronto en condiciones de explotación económica.
Yo.-¿Cree usted en el desarrollo del capital?
Sandino.-Sin duda que el capital puede hacer su
obra y desarrollarse; pero que el trabajador no sea humillado y explotado.
Yo.-¿Cree usted en la conveniencia de la
inmigración?
Sandino.-Hay aquí muchas tierras que repartir.
Nos pueden enseñar mucho. Pero a condición de que respeten nuestros derechos y
traten a nuestras gentes como iguales. Y el general añade luego, en tono de
broma, que si había extranjeros que fueran allí con otras ideas, llevados de un
espíritu de explotación inaceptable o de dominio político, ellos procurarían
irles poniendo espinas en el camino para que su marcha no fuera tan sencilla.
Por lo demás, todos los extranjeros serían recibidos como hermanos, con los
brazos abiertos. Hemos recordado en aquel momento el admirable desinterés que
ha demostrado en todo momento el general Sandino, y la especial estipulación
del convenio que se acaba de firmar expresando que los delegados del mismo
indican en su nombre "su absoluto desinterés personal y su irrevocable
resolución de no aceptar nada que pudiera menoscabar los móviles y motivos de
su conducta pública". Entonces le pregunto:
-¿No tiene usted la ambición de poseer algún
terreno propio?
Sandino.-¡Ah, creen por ahí que me voy a
convertir en un latifundista! No, nada de eso; yo no tendré nunca propiedades.
No tengo nada. Esta casa donde vivo es de mi mujer. Algunos dicen que eso es
ser necio, pero no tengo por qué hacer otra cosa. Recordando que el general
Sandino está a punto de tener sucesión, le pregunto:
-¿Y sus hijos, si los tiene?
Sandino.-¡No, eso no es una objeción! Que haya
trabajo y actividad para todos. Yo soy partidario más bien que la tierra sea
del Estado. En este caso particular de nuestra colonización en el Coco, me
inclino por un régimen de cooperativas. Pero eso tendremos que irlo estudiando
más despacio.
A propósito de estas cosas -añade el general,
sonriente-: hoy he tenido un caso de los muchos que vienen a contarme sus
cuitas, que pinta el espíritu ansioso de algunas gentes que manejan dinero. Es
un pobre hombre con mucha familia a quien habían prestado trescientos pesos
hace mucho tiempo. Ahora el que se los prestó le exige, y como no los tiene,
quiere llevarse su casa, el ganado, todo, y hasta sus hijos como esclavos. Y yo
le he dicho al prestador: "¿Usted cree que su dinero vale tanto como las
lágrimas de esta pobre familia?". Después he dicho al otro que vaya donde
uno de esos abogados que hacen justicia y que venga otro día. Yo espero
convencerlos. Ya ve usted -añade el general- lo que pasa por aquí -mientras su
boca se abre en una franca sonrisa que muestra su excelente humor.
Yo sonrío también ante el recuerdo de esta
justicia benévola, que muestra su espíritu persuasivo y no su espada de
guerrillero.
Yo.-General, ¿le gusta a usted mucho la Naturaleza ?
Sandino.-Sí.
Yo.--¿Más que la ciudad?
Yo.--¿Más que la ciudad?
Sandino.-Sí; la Naturaleza inspira y da
fuerzas. Todo en ella nos enseña. La ciudad nos desgasta y nos empequeñece.
Pero el campo no para encerrarse egoístamente en él, sino para marchar a la
ciudad y mejorarla. La vista de las plantas, de los árboles; los pájaros, con
sus costumbres, su vida... son una continua enseñanza. La dicción clara y
precisa del general, el sentido didáctico que da a sus explicaciones, hasta el
corte de su mano, que se mueve incesantemente y que muestra unos dedos cortos y
firmes, nos muestran en el general, no el hombre de fantasía, sino de un
pensamiento inquieto y profundo en quien bulle el eterno deseo de saber. Y
entonces le pregunto:
--¿Es cierto que desea usted hacer algunos
estudios?
Sandino.-Sí; me interesa el estudio de la Naturaleza y de las
relaciones más profundas de las cosas. Por eso me gusta la filosofía.
Naturalmente que no me voy a poner ahora en plan de escolar. Pero saber,
aprender, ¡eso siempre!
Pasamos a hablar después del tema militar, del
aspecto de exterminio que tuvo la campaña, y yo le pregunto:
--¿Fueron crueles los americanos?
Sandino.-¡Ah, eso yo no se lo voy a decir!
Pregúntelo por ahí fuera y verá.
Yo.-Se habla, entre los enemigos de usted, general, de muertes innecesarias, de crímenes que se atribuyen a parte de su tropa.
Yo.-Se habla, entre los enemigos de usted, general, de muertes innecesarias, de crímenes que se atribuyen a parte de su tropa.
Sandino.-Pues si se achaca algún mal, cualquiera
que sea, yo soy el único responsable. ¿Se dice que ha habido asesinatos? Pues
yo soy el asesino. ¿Que ha habido injusticias? Pues yo soy el injusto. Ha
habido que castigar no sólo al invasor, sino al que tiene concomitancias con
él. El general se yergue y habla con energía, y sus ojos brillan con
indignación.
Yo.-A mí, cuando me han hablado de estas cosas,
he dicho que la libertad no se conquista con sonrisas a los invasores. Que es
el precio de la libertad. Pero, naturalmente, creo es muy duro para [ser] dicho
por un extraño.
Sandino.-¡Oh, sí; el precio de la libertad!
El general Sandino ha pasado, por asociación de
ideas, al rigor mostrado con sus propias tropas para mantener la disciplina.
Como algo se ha hablado sobre este punto, le pregunto:
--¿Cuántos fusilamientos ha ordenado usted en sus
tropas?
Sandino.-Cinco. Dos generales, un capitán, un
sargento y un soldado. Uno de los generales por abusos cometidos. Me
denunciaron que había violado varias mujeres. Comprobé los hechos y lo mandé
fusilar. El otro, por traición. Y el general cuenta cómo desde que llegó el
general Sequeira creyó ver en él un hombre de lealtad sospechosa. Un día los
aviones lo habían sorprendido y lanzaban un bombardeo furioso. El general
Sandino se mantenía inmóvil en un rincón cuando, en medio del estampido de las
bombas, siente que alguien se acerca sigilosamente. Era Sequeira, con la
pistola en la mano. "¡Quiere matarme!", pensó Sandino; e
inmediatamente sacó su arma y, abalanzándose sobre aquel le obligó a enfundar
su automática. Sequeira quedó sin mando, pero aún participaba en las
operaciones. Todavía el general lo sorprendió en un momento parecido al
anterior. Cuando le iban a capturar se escapó en dirección al campamento
americano. Sandino destacó fuerzas que lo trajeran enseguida, vivo o muerto.
Entonces lo trajeron ya muerto.
Yo.--¿Es cierto que todas las armas suyas, rifles
o ametralladoras, han sido tomadas al enemigo? ¿Qué tanto por ciento calcula
usted?
Sandino.-Sí, puede usted decir que todas, fuera
de unos pocos fusiles llegados de Honduras y de los primitivos "Con
Con", que ya no sirven. Los que no tenían fusil aguardaban a que se
cogiera al enemigo o entraban en acción con bombas y pistola, o sencillamente
formaban gente de reserva.
Yo.--¿Tuvo usted, general, durante la lucha la
intuición de la victoria moral definitiva?
Sandino.-No; yo creí, al meterme en esta empresa, que no saldría nunca de ella sino muerto. Consideré que eso era necesario para la libertad de Nicaragua y para levantar la bandera de la dignidad en nuestros países indohispano.
Sandino.-No; yo creí, al meterme en esta empresa, que no saldría nunca de ella sino muerto. Consideré que eso era necesario para la libertad de Nicaragua y para levantar la bandera de la dignidad en nuestros países indohispano.
Yo recuerdo haber oído expresar sentimientos
parecidos entre su tropa, a quienes había oído decir: "Antes morir que
humillarnos" y "No nos hubiéramos retirado sin que se fueran los
'machos'"
Yo.--¿Fue su esposa un obstáculo o un estímulo para la lucha?
Yo.--¿Fue su esposa un obstáculo o un estímulo para la lucha?
Sandino.-Fue un estímulo. Al llegar aquí, después
de iniciada la lucha la conocí. Intimé con ella. Sus ideas y las mías eran
iguales; estábamos identificados. Cinco años estuve separado. Luego pudo entrar
en la montaña. Mi esposa nunca ha cejado en su espíritu. Pero, ¿no la conoce?
-añade el general, y llama--: ¡Blanca! ¡Blanca! Te voy a presentar un señor de
un apellido muy largo, que no hay manera de pronunciarlo al principio. Aparece
la señora del caudillo. Es una señora muy joven, de facciones correctas, el
aire dulce y la tez muy blanca. La saludo, y poco más tarde se va, después de
unas breves palabras.
Sandino.-Mi señora es de aquí, con un noventa y
cinco por ciento de español. Aquí los españoles se mezclaron poco con los
indios.
Yo.-Generalmente, el español se ha unido con los
indios fuera de los sitios donde este ha sido muy guerrero. En México, por
ejemplo, se ha mezclado poco en Sonora y en Sinaloa. En el resto casi
completamente.
Sandino.-Pues aquí, poco. El indio huyó a la
montaña. Pero tiene algo. Tanto, que hay un refrán que dice: "Dios hablará
por el indio de Las Segovias". ¡Y vaya si ha hablado! Ellos son los que
han hecho en gran parte esto. Es un indio tímido, pero cordial, sentimental, inteligente.
Ya lo verá usted con sus propios ojos. Entonces el general manda a llamar a un
soldado y le invita a que hable con su jefe, que está sentado en la guardia y
que es de la misma raza de los indios zambos del Atlántico.
Hablan los dos, y se aprecia en el dialecto una
mezcolanza de palabras de varios idiomas, desde el inglés y el francés al
español.
--¡Ahora háblele usted en inglés!- me dice a mí.
Le hablo un rato y veo que conversan los dos
perfectamente.
--Y ahora, español- añade.
Efectivamente, lo hablan perfectamente.
Sandino.-Pues ya ve usted si son inteligentes.
Pero han estado completamente abandonados. Son unos cien mil sin
comunicaciones, sin escuelas, sin nada del Gobierno. Es donde yo quiero llegar
con la colonización para levantarlos y hacerlos verdaderos hombres.
Yo.--¿Cree usted en la transformación de las sociedades por la presión del Estado o por la reforma del individuo?
Yo.--¿Cree usted en la transformación de las sociedades por la presión del Estado o por la reforma del individuo?
Sandino.-Por la reforma interior. La presión del
Estado cambia lo exterior, lo aparente. Nosotros opinamos que cada uno dé lo que
tenga. Que cada hombre sea hermano y no lobo. Lo demás es una presión mecánica
exterior y superficial. Naturalmente que el Estado tiene que tener su
intervención.
Yo.--¿Qué significan los colores de su bandera?
Sandino.-El rojo, libertad; el negro, luto, y la
calavera, que no cejaremos hasta morir.
3.- Conversaciones con Sandino.
3.- Conversaciones con Sandino.
Hispanoamérica, Centroamérica y España.
Era la misma tarde lluviosa de costumbre; Sandino
se paseaba en la habitación oscura, junto a la guardia, y al verme exclama:
Sandino.-¡Sí; pase usted, tenemos gran alegría de
que haya un español en el campamento, para que vea lo que somos y lo que hemos
sido! Sí; de España hemos recibido un gran apoyo moral.
Yo.-Hubiera sido preferible ayuda positiva,
voluntarios...
Sandino.-No; nos han dado algo superior: las
ondas que vienen con el apoyo moral. Vale más eso que si nos hubieran enviado
un cañonero con soldados y parque.
Y cuenta cómo llegó hace tiempo al campamento un español que era andarín y recorría el mundo. Estuvo varios días y contó anécdotas interesantes de su viaje y de España.
Tengo entendido que este andarín murió más tarde aplastado entre las ruedas de un tren en marcha. Sin duda viajaba económicamente. Y la verdad es que no recuerdo su nombre, que ya me lo dijeron.En ese momento le traen una carta, y yo le ruego que la lea, interrumpiendo la conversación, y el general añade:
Y cuenta cómo llegó hace tiempo al campamento un español que era andarín y recorría el mundo. Estuvo varios días y contó anécdotas interesantes de su viaje y de España.
Tengo entendido que este andarín murió más tarde aplastado entre las ruedas de un tren en marcha. Sin duda viajaba económicamente. Y la verdad es que no recuerdo su nombre, que ya me lo dijeron.En ese momento le traen una carta, y yo le ruego que la lea, interrumpiendo la conversación, y el general añade:
--No; a usted lo consideramos como un miembro de
nuestra gran familia indohispana, y no tenemos reserva. Vea usted esta carta:
es de un cura amigo, que estuvo aquí mucho tiempo. Es de ideas libres; tiene su
familia, hijos, hacienda, y es de aquellos que podrían decir: "Obra como
yo te digo; pero no hagas lo que yo hago". Y Sandino sonríe con su franca
sonrisa benévola. Después lee la carta, en que el cura felicita al general por
la paz, que dice que no debe quedar a medias.
Yo pregunto al general: --¿Este movimiento puede
tener alguna conexión con los ideales de una Hispanoamérica unida?
Sandino.-Sí; el gran sueño de Bolívar está
todavía en perspectiva. Los grandes ideales, las ideas todas, tienen sus etapas
de concepción y perfeccionamiento hasta su realización.
Yo.--¿Cree usted posible que este sueño pudiera realizarse en una generación? Aún hay falta de preparación para eso. Comunicaciones, íntima comprensión, una sensibilidad armonizada para sentir los problemas comunes.
Yo.--¿Cree usted posible que este sueño pudiera realizarse en una generación? Aún hay falta de preparación para eso. Comunicaciones, íntima comprensión, una sensibilidad armonizada para sentir los problemas comunes.
Sandino.-Yo no sé cuándo podrá realizarse esto.
Pero nosotros iremos poniendo las piedras. engo la convicción de que este siglo
verá cosas extraordinarias. Me acuerdo yo entonces de la situación de
Centroamérica. Estas pequeñas Repúblicas, con las que no ya la diplomacia
yanqui, si no las Compañías americanas, sobretodo las fruteras, juegan como
muñecos.
Ellos hacen y deshacen elecciones y ponen sin gran esfuerzo, a sus hombres de confianza. Ahora, en la reciente revolución de Honduras, han dado pródigamente muchas cosas; naturalmente, para cobrárselas luego en alguna forma. Mientras a lo mejor estos países ponen restricciones a la inmigración blanca, están vaciando aquellas Compañías la isla de Jamaica en las costas del Atlántico, para abaratar la mano de obra y los negros siguen aumentando enormemente. Así, las pequeñas Repúblicas tienen su soberanía mediatizada..
Ellos hacen y deshacen elecciones y ponen sin gran esfuerzo, a sus hombres de confianza. Ahora, en la reciente revolución de Honduras, han dado pródigamente muchas cosas; naturalmente, para cobrárselas luego en alguna forma. Mientras a lo mejor estos países ponen restricciones a la inmigración blanca, están vaciando aquellas Compañías la isla de Jamaica en las costas del Atlántico, para abaratar la mano de obra y los negros siguen aumentando enormemente. Así, las pequeñas Repúblicas tienen su soberanía mediatizada..
Yo.-General, ¿no cree usted necesaria la Unión de Centroamérica?
Sandino.-Sí, absolutamente necesaria.
Yo.--¿Cuándo cree factible el proyecto?
Sandino.-Eso ya vendrá, ya vendrá...
Y el general se pone pensativo; yo, no queriendo
ser indiscreto, no insisto sobre punto tan delicado. Recuerdo que el Presidente
Sacasa me decía que él consideraba necesaria la Unión ; pero con el tiempo,
cuando las ideas comunes y las comunicaciones se hubieran desenvuelto
suficientemente y sólo a base de un mutuo acuerdo; pero pienso que hay cerebros
centroamericanos dirigentes que creen que la separación representa un estado
morboso, una debilidad común, alentada por el imperialismo, y quisieran ir a la Unión por la fuerza. Desde
luego, hay una especie de patriotismo centroamericano muy marcado.
Sandino.-De todas maneras, no profesamos un
nacionalismo excesivo. No queremos encerrarnos aquí solos. ¡Que vengan
extranjeros, incluso americanos, desde luego! Tampoco pensamos que en
nacionalismo político está toda la solución. Por encima de la nación, la
federación; continental, primero; luego más amplia hasta llegar a la total.
Yo.--¿Qué le parece de España?
Sandino.-Una nación predestinada. España será la
encargada de realizar la comunización universal en el futuro.
Yo.--¿Comunización?
Sandino.-Sí, fraternización. España tiene un
pasado glorioso. Allí, según la leyenda, está enterrada María y Santiago,
hermano de Jesús. Además, está dando al mundo ejemplos admirables. El
advenimiento de la República ha sido algo notable. Lo mismo la actitud del rey
que la del pueblo, y en cuanto a la colonización... ¡Mire usted! Yo veía antes,
hace tiempo, con protesta la obra colonizadora de España; pero hoy la veo con
profunda admiración. No es que esté usted delante. España nos dio su lengua, su
civilización y su sangre. Nosotros, más bien nos consideramos como españoles
indios de América.
Yo.--¿Y cree usted en la influencia moral de
España en la futura América?
Sandino.- ¡Indudablemente! Su obra no ha
terminado. Perdurará. Como surgiera alguna alusión al problema regionalista de
España, indicó Sandino que le interesaba ese punto de la diversidad
temperamental y exclama:
--Diga usted, ¿qué diferencia hay entre un
andaluz y un vasco?
Yo.-Pues yo creo que el andaluz representa un
predominio de la imaginación, fácil comprensión de otras ideas, ingenio,
claridad de conceptos, tendencia a los términos opuestos, optimismo brillante,
a veces desaliento, escepticismo otras. Han pasado muchas razas por ahí. En
cambio, el vasco es primitivo, con ideas simples, un monoideísta; pero estas
enraízan en lo más profundo de su ser, y no se contentan con vivir, sino que
tienden a realizarse a la acción. Hay escondida por allí una gran
espiritualidad. Es optimista por naturaleza.
Sandino.-Me parecen interesantes estas
diferencias. ¿Hay algunas otras? Yo.-Sí; el catalán y el gallego, por ejemplo,
represetan también profundas variedades comarcales y raciales, dentro de la
unidad histórica y espiritual. En cuanto a la común armonía del conjunto, todo
depende de los grandes ideales comunes. Después, Sandino hace referencia al
vascuense.
--Yo he trabajado con vascos -dice--, y los conozco bien. El vascuense está relacionado con el sánscrito. Hay en el espíritu de los vascos algo de internacional. Están unidos al mundo. Por eso en todas partes se encuentra como en su casa. Luego, entrando en el tema de la política española, pregunta:
--Yo he trabajado con vascos -dice--, y los conozco bien. El vascuense está relacionado con el sánscrito. Hay en el espíritu de los vascos algo de internacional. Están unidos al mundo. Por eso en todas partes se encuentra como en su casa. Luego, entrando en el tema de la política española, pregunta:
--¿Se orientan bien las cosas?
Yo.-Tengo la convicción de que sí. Hay al frente
de España un carácter magnífico: es Azaña. Su obra es afianzar el alma
tradicional, el esqueleto de España, e incrustarlo en la evolución moderna. Es el
verdadero líder. No va detrás de las masas mendigando; las orienta y las guía.
Sabe enfrentarse a una opinión injusta o necia, aunque la tenga la mayoría. Yo
espero que lleve tras de sí, en un partido propio, una buena parte de la mejor
energía española: los intelectuales, los profesionales, los pequeños
propietarios independientes y el capitalismo consciente y evolucionista. Azaña
es un hombre de acción, es un hombre providencial.
Sandino.-¿Y la República?
Yo.-A mi modo de ver, La República tiene que resolver
la gran antinomia de los tiempos modernos, en máximo de estatismo con el máximo
de libertad, los avances del ideal del trabajo con la defensa y el estímulo del
bienestar común. El porvenir es todavía de la clase media. Esta y el
capitalismo consciente pueden enarbolar todavía una gran bandera, no una
bandera vergonzante, sino altiva e independiente. Si el capitalismo debe
entregar algún día su herencia o transformarse definitivamente, debe hacerlo
con dignidad, como quien ha cumplido una misión histórica, no como el ladrón
sorprendido con las manos en la masa. Entretanto, debe orientar, debe
participar en el Gobierno, como toda fuerza vital. Además, hoy en día la
libertad peligra de nuevo, y no me refiero a eclipses parciales, que pueden ser
necesarios. El liberalismo no ha muerto, ni morirá nunca, mientras haya un
hombre de corazón libre. Yo creo que alrededor de todo esto debe girar el
programa de una República española.
Sandino.-¿Usted me ha pedido un autógrafo?
Yo.-Sí, mi general.
Sandino.-Yo se lo daré, haciendo un saludo a
España.
AL PUEBLO ESPAÑOL, UN SALUDO POR CONDUCTO DEL
XXXX ESCRITOR SEÑOR BELAUSTEGUIGOITIA, QUIEN HA RECIBIDO LAS IMPRESIONES DE
NUESTROS ÚLTIMOS ESFUERZOS LIBERTARIOS.
San Rafael del Norte, Feb. 13-1933.