SAN
MARTIN APLICA JUSTICIA REVOLUCIONARIA
Por
Sergio Daniel Aronas – 17 de agosto de 2015
La
guerra de la independencia latinoamericana fue una extraordinaria obra titánica
y gigantesca que cada vez que uno se interna en su estudio, el sentimiento de
admiración hacia quienes tuvieron la misión histórica de realizarla, florece
con mayor respeto. Cada año que transcurre se pone de manifiesto la grandeza de
esta victoria por su influencia en otros movimientos emancipadores que sellaron
los destinos de los pueblos.
Uno
de esos acontecimientos donde sale a la luz toda la fuerza y la tenacidad del
nuevo jefe militar el entonces Coronel Mayor José de San Martín, que se
vislumbraba como el nuevo conductor de los ejércitos de las Provincias Unidas
del Río de la Plata, es el ajusticiamiento del coronel español Antonio Landívar
que aun sigue dando polémicas entre los estudiosos de la historia. Luego de la
derrota del general Manuel Belgrano en las batallas de Vilcapugio (1º de octubre
de 1813) y de Ayohuma (30 de noviembre de 1813) la provincia del Alto Perú
volvió a caer en manos de los colonialistas españoles cerrando un año que,
habiéndose iniciado con los importantes triunfos en el combate de San Lorenzo
(3 de febrero de 1813) y la batalla de Salta (20 de febrero de 1813), terminó
con una dura derrota para el Ejército del Norte de las Provincias Unidas del
Río de la Plata ante la pérdida de los territorios altoperuanos.
El
Segundo Triunvirato decide reemplazar a Belgrano por el José de San Martín quien asume el mando el 30
de enero de 1814 hasta que renuncia al cargo en mayo de 1815 para asumir la
dirección política de la Intendencia de Cuyo desde donde construirá el Ejército
de los Andes, realizando una obra de gobierno con la movilización de recursos
económicos y financieros desde donde no los había.
Durante su estadía en el Alto Perú toma nota y
analiza la situación estratégica militar de la zona a proteger de las
invasiones realistas. Conoce y establece una profunda amistad con Manuel
Belgrano a quien defiende en todo momento y comparten los mismos ideales en la
lucha por sostener la guerra contra los ejércitos españoles que no renuncian a
ningún tipo de método para someter a los pueblos sublevados contra el
absolutismo monárquico de los Borbones. También se hace amigo y compañero de
armas con el Teniente Coronel Martín Miguel de Güemes cuya defensa de la
frontera Norte lo convirtió en el más formidable combatiente que mantuvo a raya
todos los intentos de invasión de los españoles a los que se enfrentó en más de
sesenta batallas y combates.
Ahí
se entera de la existencia de una banda de criminales realistas dirigidos por
el coronel Antonio Landívar, partidario de la represión violenta y sanguinaria
al movimiento independentista en la región del Alto Perú conforme a estrictas
órdenes recibidas de sus mandos superiores. En su Historia de San Martín y de
la Independencia Americana, el general Bartolomé Mitre realiza un extenso
análisis de las fechorías y salvajadas cometidas por las tropas del jefe
español (Ver Historia de San Martín y de la independencia Americana, Tomo I,
páginas, 141 a 143, Edición Eudeba, Buenos Aires, 1977).
"Durante la permanencia de San Martín al frente del Ejército del
Norte, tomóse prisionero en Santa Cruz de la Sierra al coronel español Antonio
Landívar. Había sido éste uno de los agentes más despiadados de las venganzas
de Goyeneche, y en consecuencia el general le mandó formar causa 'no por haber
militado con el enemigo en contra de nuestro sistema (dice en su auto), sino
por las muertes, robos, incendios, saqueos, violencias, extorsiones y demás
excesos que hubiese cometido contra el derecho de la guerra'.
"Reconocidos los
sitios en que se cometieron los excesos y levantados los cadalsos por orden de
Landívar, se comprobó la ejecución de 54 prisioneros de guerra, cuyas cabezas
y brazos habían sido cortados y clavados en las columnas miliarias de los
caminos. El acusado declaró que sólo había ajusticiado 33 individuos contra
todo derecho, alegando en sus descargos haber procedido así por órdenes
terminantes de Goyeneche, las que exhibió originales.
"He aquí en extracto
algunas de las órdenes de Goyeneche: `Potosí, diciembre 11 de 1812. Marche Ud.
sobre Chilón rápidamente y obre con energía en la persecución y castigo de
todos los que hayan tomado parte de la conspiración de Valle Grande, «sin más
figura de juicio» que sabida la verdad militarmente.' Otra: `Potosí, diciembre
26 de 1812. Tomará las nociones al intento de saber los generales caudillos y
los que han seguido de pura voluntad, «aplicando la pena de muerte a verdad
sabida sin otra figura de juicio». Defiero a Usted todos los medios de purgar
ese partido de los restos de la insurrección que «si es posible no quede
ninguno». En 5 de diciembre de 1813 se reitera la misma orden, y a 11 del mismo
mes y año, contestando a Landívar, le dice Goyeneche: `Apruebo a Ud. la energía y fortaleza con que ha aplicado la pena ordinaria a unos y la de
azotes a otros, y le prevengo que a cuantos aprehenda con las armas en la mano,
que hayan hecho oposición de cualquier modo a los que mandan, convocado y
acaudillado gente para la revolución, sin más figura de juicio que sabida la
verdad de sus hechos y convictos de ellos, los pase por las armas. Apruebo la
contribución que acordaba imponer a todos los habitantes que han tomado parte
en la conspiración, o la han mirado con apatía o indiferencia'. Por último, en
varios otros oficios tanto Goyeneche como su segundo el general Ramírez,
escriben a Landívar: `Sólo creo prevenirle que no deje un delincuente sin
castigo a fin de fijar el escarmiento en los ánimos de esos habitantes'.
"En vista de esos
descargos, la defensa fue hecha con toda libertad y energía por un oficial de Granaderos
a caballo, quien refutó con argumentos vigorosos las conclusiones del fiscal de
la causa, invocando el principio de fidelidad que debía a sus banderas aun
cuando fuesen enemigas, y la inviolable obediencia que debía a sus jefes,
tratando de ponerlo bajo la salvaguardia de los prisioneros de guerra.
"Tal es la causa que
con sentencia de muerte fue elevada a San Martín el 15 de enero de 1813, y que
él con la misma fecha mandó ejecutar, escribiendo de su puño y letra
`cúmplase', sin previa consulta al gobierno, como era de regla.
Hasta está todo bien. El error está
en la fecha y es un error que repiten varios historiadores que al reproducir
este pormenorizado conjunto de hechos de la obra de Mitre, no se dan cuenta de
la fecha y no es un detalle menor. Este error lo he verificado en dos versiones
de la biografía sanmartiniana de Mitre: en la segunda edición en tres tomos de
Eudeba de 1977 en el tomo I (página 142) y en la edición de Anaconda de 1950 en
la página 118 de un solo tomo de 988 páginas. ¿En qué consiste el error? En que
el proceso y fusilamiento del coronel Landívar sucedió justamente un año
después. El 15 de enero de 1813 San Martín estaba con sus granaderos a caballo
persiguiendo por tierra a una flota española que estaba buscando una playa para
desembarcar. Por lo tanto, es imposible que en esa fecha estuviese en dos
lugares al mismo tiempo. Además el Ejército del Norte seguía avanzando
firmemente en profunda persecución contra los españoles para expulsarlos de
nuestros territorios que quedarían plasmados en la gran victoria de la batalla
de Salta para la que faltaban veinticinco días, ya que tuvo lugar el 20 de
febrero de 1813. El tercer hecho es que no se habían dado las lamentables de
derrotas del Belgrano que iba a producir su destitución y su reemplazo por el
general San Martín. Esto iba a suceder un año después. Es muy raro que alguien
tan puntilloso con el manejo de los documentos y las fechas como Bartolomé
Mitre cometa un error semejante y muy pocos historiadores profesionales reparan
en esta confusión. Los acontecimientos fecha en que ocurrieron los hechos fue en
abril de 1814 a los tres meses de ser nombrado jefe del Ejército del Norte,
donde la orden de fusilar a Landívar tuvo lugar el 16 de abril de 1814 sin
previa consulta al gobierno. (Ver Patricia Pasquali, San Martín: la fuerza de
la misión y la soledad de la gloria, Editorial Planeta, 1999, página 187)
La
justificación de la orden de fusilamiento aplicada contra el coronel Landívar,
quien fue tomado prisionero por las tropas del General Belgrano, fue escrita por el general San Martín con las
siguientes expresiones que evidenciaban que con los españolas no podía haber
que el de la justicia revolucionaria porque la guerra en la que estaban
comprometidos debía dar ejemplos de severidad, rigor y tener una actitud implacable
contra los asesinos que no respetaban los códigos de la guerra de aquella
época. Así escribía el general San Martín:
“Aseguro a V.S. que a pesar del
horror que tengo a derramar la sangre de mis semejantes, estoy altamente
convencido de que ya es absoluta necesidad el hacer un castigo ejemplar de
esta clase. Los enemigos se creen autorizados para exterminar hasta la raza de
los revolucionarios, sin otro crimen que reclamar éstos los derechos que ellos
les tienen usurpados. Nos hacen la guerra sin respetar en nosotros el sagrado
derecho de las gentes y no se embarazan en derramar a torrentes la sangre de
los infelices americanos. Al ver que nosotros tratábamos con indulgencia a un
hombre tan criminal como Landívar, que después de los asesinatos cometidos aún
gozaba de impunidad bajo las armas de la patria, y en fin, que sorprendido en
un transfugato y habiendo hecho resistencia, volvía a ser confinado a otro
punto en que pudiese fomentar, como lo hacen sus paisanos, el espíritu de oposición
al sistema de nuestra libertad, creerían, como creen, que esto más que
moderación era debilidad, y que aún tememos el azote de nuestros antiguos
amos'.
A
continuación dice atinadamente el mismo Mitre: “Este grito vibrante del criollo
americano debía resonar por largos años en los campos de Salta y repercutir en
las montañas del Alto Perú, obligando a los antiguos amos a reconocer a los
partidarios como a soldados regulares y a tratar a los revolucionarios como a
individuos amparados por el derecho de gentes” (B. Mitre. Historia de San
Martín y de la Independencia Americana, Tomo I, página 143, Ed. Eudeba).
San
Martín escribió estas palabras a los treinta y seis años y expresaba con suma
claridad el carácter, la forma y el contenido con que se desarrollaba la guerra
de la independencia. Una guerra que revestía un carácter bestial por todas los
asesinatos cometidos, en primer lugar, por los ejércitos españoles para quienes
la pena de muerte no tenía distinción de sexo ni de calidad o condición social
o actividad del imputado. La insurrección de los pueblos americanos que
tuvieron un efecto dominó hasta abarcar todo el continente. Y esta insurrección
recibió como respuesta la feroz represión de monarquía borbónica en decadencia,
enviando 17 expediciones que movilizaron más de 100 mil soldados armados hasta
los dientes y dirigidos por generales que venían de participar en las guerras
contra Napoleón Bonaparte, gracias a la cual contaba con vasta experiencia en
el manejo de tropas.
San
Martín exigía la aplicación del derecho de gentes para garantizar el respeto a
los soldados y que el estado de revolución en que se hallaban, era el producto
de más de 300 años de colonialismo y servidumbre con había que terminar. El
Libertador creía firmemente en que la ciega obediencia y la subordinación son
el alma del sistema militar como escribía en sus cartas. Sin embargo, para él
esto tenía una delimitación precisa más de la cual no podía traspasarse y eso
consistía en que nunca debía utilizarse a la fuerza militar en contra del
pueblo. Y así lo dejó establecido: “Un ejército es un león al que hay que
tenerlo enjaulado para soltarle el día de la batalla. Y esa jaula es la
disciplina y los barrotes son las ordenanzas y los tribunales militares y sus
fieles guardianes, pues ese día se habrá convertido esa institución en un
verdadero peligro y en una amenaza nacional”. Por eso jamás se entremetió con
su ejército para reprimir a los caudillos. Sólo lo movilizó para derrocar al
Primer Triunvirato en octubre de 1812 con justas razones porque la política de
ese gobierno conspiraba con el sostenimiento de la guerra de la independencia.
Y quien conocer detalladamente por documentos de la época lo fueron los
trescientos años de yugo español en América, nada mejor que leer uno de los
mejores escritos que produjo nuestra historia y que es (y no fue porque sigue
vigente) el “Manifiesto hace a las Naciones el Congreso General Constituyente
de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sobre el tratamiento y crueldades
que han sufrido de los españoles y motivado la declaración de la independencia”
publicado el 25 de octubre de 1817 por encargo del Congreso de Tucumán en cuya declaración de la Independencia
hay un pequeño párrafo final donde expresa que un manifiesto se darán a conocer
los motivos que obligaron a estas Provincias declararse libres, soberanos e
independientes. Este documento es otro de los grandes escritos prácticamente
ignorado por la gran mayoría de los historiadores argentinos por la terrible
crítica que hace de la dominación de los Reyes de España por estas tierras. Es
muy probable que los historiadores lo conozcan al pie de la letra, pero el
ciudadano común nunca oyó hablar de él en ningún tipo de libro o en algún
momento de su vida escolar. El propio Sarmiento lo calificó de aborrecible y
rechazó su contenido con duras críticas afirmando que nunca debió escribirse
semejante documento.
Los
ejércitos españoles que vinieron a destruir el nuevo sistema de libertad e
independencia lo hicieron con una furia incontrolable que no trepidaron en
liquidar a la población civil a quienes ignoraban por completo y esa exigencia de
los ejércitos libertadores a ser reconocidos como cuerpo combatiente implicaba
el respecto a las normas de guerra vigente en aquella época.
Este
acto de justicia revolucionaria vino a mostrar que el camino hacia la independencia
no tenía vuelta atrás y que el carácter de la lucha armada contra el
colonialismo español era una guerra sin cuartel porque las masacres cometidas
por los ejércitos realistas era de una magnitud tan espeluznantes que para
cortar con esta violencia desenfrenada había que tomar medidas extremas para
detenerlas. Por esta razón, no es casual que coincida en con el Decreto de Guerra
a Muerte que Simón Bolívar emitiera el 15 de junio de 1813 y con su posterior bajo
el nombre de “Manifiesto a las naciones del mundo sobre la guerra a muerte” del
24 de febrero de 1814, donde puede leerse las inenarrables acciones de los
españolas en las ciudades donde entraban. Los dos bandos tienen el mismo
sentido condenar los métodos criminales de jefes realistas y poner en claro que
la lucha era contra los enemigos exteriores, que invadieron nuestras tierras y
creían con derecho a borrar del mapa a todas las poblaciones por donde pasaban,
Les resulta muy
difícil a los historiadores que reivindican su origen español aceptar este tipo
de documentos porque consideran que los 300 años de colonialismo fueron muy
importantes para el nuevo continente y también porque criticar duramente a la
monarquía española es un tiro por elevación a su Santísima Majestad Católica, ya
que fue la Iglesia la que asumió la defensa y la protección de su larga
dominación política, económica y social. En este sentido, no debemos olvidar que
los papas Pío VII y León XII se opusieron tenazmente a la emancipación
latinoamericana con la publicación de sus
respectivas encíclicas Esti loggisimo terrarum del 30 de enero de 1816 por el
primero y Etsi quam diu del 24 de septiembre de 1824, ambas contra el derecho y
la legitimidad de la revolución antiabsolutista contra el reino de España.
Es
lógico que los Papas reaccionaran de esta manera porque la guerra de la
independencia que era la única salida que tenían los pueblos americanos para
terminar con la dominación de los reyes de España, se inspiró en la ideología
de las revoluciones de los Estados Unidos de 1776 y sobretodo en la francesa de
1789 y no en la que profesaba el Vaticano. Y todos los que dirigieron las dos
revoluciones eran integrantes de Logias masónicas, a las que también combatía
la Iglesia Católica, prohibiendo su difusión al quedar bajo la estricta
vigilancia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. Recordemos que los
libros de los autores de la Enciclopedia estaban prohibidos y que el propio
Manuel Belgrano antes de la batalla de Tacuarí llevaba entre sus papeles su
traducción del discurso de despedida de George Washington. Por su parte,
Mariano Moreno cuando escribe el prólogo de la edición de “El Contrato Social”
de Jean Jacques Rousseau, decide eliminar el capítulo religioso, debido –según
sus propias palabras- a que “tuvo la desgracia de delirar en materia
religiosa”. Otro dato interesante es que cuando llegó a Roma la noticia de la
derrota del Ejército del Norte en la batalla de Sipe Sipe, el papa Pío VII dictó
un Te Deum por la victoria de las armas españolas.
Gracias
a la existencia de jefes valientes que se formaron con los métodos militares
que venían de la colonia y que conocían el sistema de los ejércitos españoles,
gracias a los pueblos que aportaron sus hijos a la integración de los primeros cuerpos
hasta que el General San Martín le imprimió una nueva organización, una nueva
doctrina militar y una nueva orientación política como lo reconoce el General José M. Paz en sus
memorias y gracias a que pudieron superar todo tipo de dificultades, la lucha
por la emancipación latinoamericana, terminó como debía terminar: con la
derrota total del imperio español, lo que dio origen al nacimiento a la vida
independiente de las nuevas naciones que pelearon y murieron por ella.
Con esta pequeña nota queremos homenajear al Libertador Gral. José San Martín en un nuevo aniversario de su fallecimiento. Esas palabras que se refieren a los intentos de los enemigos de exterminar hasta la raza de los revolucionarios", suena como un mensaje de alerta y de vigilancia para todos los pueblos que quieran emprender su propio camino de desarrollo, sin imperialismo, sin FMI, sin Banco Central Europeo, sin Banco Mundial y sin OTAN ni IV Flota amenazando a nuestros paises con nuevas guerras de agresión e intervenciones militares.