SALVADOR ALLENDE COMPAÑERO
PRESIDENTE
Por Sergio Daniel Aronas – 30 de agosto de 2015
“La revolución
no significa destruir, sino construir; no arrasar sino edificar” (Salvador
Allende, Discurso pronunciado al asumir la presidencia de Chile, 6/11/1970)
El próximo 4 de septiembre se cumplirán 45
años de la gran victoria electoral de la Unidad Popular en Chile que llevó a la
presidencia a su candidato por el Partido Socialista, el Dr. Salvador Allende,
quien contaba con 62 años al ser electo. Este triunfo en las elecciones provocó
un terremoto político nacional e internacional al proclamar al primer
presidente marxista de Chile, cuya figura se agiganta años tras años y cuyos
tres años de gobierno han dejado una huella imborrable en toda la historia del
movimiento revolucionario latinoamericano y de todos los continentes.
Los resultados de los comicios arrojaron estos
resultados:
La Unidad Popular ganó por escaso margen con
el 36,33% de los votos frente al 35,29% de la derecha de la Democracia Radical,
por lo que le correspondía al Congreso decidir quien sería el próximo
presidente de Chile.
CANDIDATO
|
PARTIDO
|
ALIANZA
|
VOTOS
|
%
|
Salvador Allende
|
PS
|
Unidad Popular
|
1.075.606
|
36,33%
|
Jorge Alessandri
|
IND
|
PN-DR
|
1.036.278
|
35,29%
|
Rodomiro Tomic
|
PDC
|
PDC-PADENA
|
824.849
|
28.08%
|
Fuente: Elaboración propia sobre la base de la
información proporcionada por: https://es.wikipedia.org/wiki/Elecci%C3%B3n_presidencial_de_Chile_de_1970
Sabiendo que a la Unidad Popular la apoyaba el
poderoso Partido Comunista cuyo secretario general era Luis Corvalán junto a
otras fuerzas revolucionarias de la izquierda chilena, se le exigió a Salvador
Allende el respeto por la Constitución y las leyes del país, hecho que aceptó y
se comprometió a respetarlas. En el marco de las negociaciones para lograr los
apoyos necesarios para que Allende sea proclamado presidente, la Unidad Popular
logró un acuerdo con la Democracia Cristiana para que lo voten a Allende y
aislar a la derecha y dejarla en minoría. El Congreso Pleno (diputados y
senadores juntos) emitieron su voto en la que participaron 195 legisladores: 153
(78,5%) lo hicieron por Allende, 35 (17,9%) por Alessandri y 7 (3,5%) votaron
en blanco. Con este resultado y con abrumadora mayoría, Salvador Allende fue
designado presidente de la República de Chile.
De nada sirvieron los planes del imperialismo
para impedir la proclamación de Allende como mandatario del país, ni los actos
de sabotajes, ni las campañas de presión contra los legisladores, ni la
propaganda anticomunista de los medios masivos de comunicación, ni el artero asesinado
del General René Schneider, Comandante del Jefe del Ejército de Chile, quien
había manifestado que apoyaría y respetaría quien fuera elegido ya sea por
mayoría simple en los comicios o por el Congreso y que en cualquiera de los dos
casos, el ejército será la garantía en el mantenimiento de la Constitución
Política del Estado Chileno.
La noticia de la victoria de Salvador Allende
dio la vuelta al mundo celebrándose en los países socialistas la transcendencia
de este acontecimiento. El imperialismo con los Estados Unidos al frente,
movilizó toda su diplomacia, a sus agencias de espionaje e inteligencia y a sus
empresas radicadas en Chile para impedir por todos los medios posibles que el
Dr. Allende sea nombrado presidente.
Para el gobierno de los Estados Unidos que en
esos años tenía como presidente al republicano Richard Nixon y a Henry
Kissinger como secretario de Estado, habían formado en junio de 1970 el Comité
de los 40 para monitorear las operaciones encubiertas más complicadas contra
Chile y el futuro presidente Allende, que lo tenían “fichado” como un marxista
declarado”. La estrategia del imperialismo fue impedir que el Congreso quien
designara a Salvador Allende como nuevo presidente del país, para lo cual
utilizó a sus propias empresas, grandes y poderosos monopolios con altos
intereses y participación en sectores claves de la economía chilena. Tales
fueron los casos de la minera Annacondo Copper y la compañía de comunicaciones
International Inter Telephone (ITT) con quienes la CIA a través de la Dirección
de Servicios Clandestinos mantuvo muchas reuniones con los altos directivos de
estas firma para elaborar y poner en práctica esos planes y también incluía que
en caso de fracasar las maniobras que impedieran que Allenda sea convertido en
presidente, preparar todos los escenarios para boicotear, sabotear, bloquear,
entorpecer y destruir toda la política del gobierno de la Unidad Popular.
El inicio de las operaciones clandestinas contra
Chile para impedir que Allende llegue a la presidencia vino con la orden de
Richard Nixon del 15 de septiembre de 1970, durante una reunión de 15 minutos
en la Casa Blanca a la que asistió Kissinger, al director de la CIA, Richard
Helms, de que la elección de Allende era inaceptable. Fue entonces que
ordenó a la agencia actuar con su ya conocida frase hay que hacer gritar a
la economía para salvar a Chile, como lo registró Helms en sus apuntes.
La CIA lanzó una campaña masiva de operaciones
encubiertas –primero para impedir que Allende asumiera el gobierno, y cuando
esa estrategia fracasó, para minar su gobernabilidad. Nuestra principal
preocupación en Chile es la posibilidad de que [Allende] se consolide,
y que su imagen ante el mundo sea su éxito, dijo Nixon ante su Consejo de
Seguridad Nacional el 6 de noviembre de 1970, dos días después de que Allende
iniciara su gobierno.
Las transcripciones de estas conversaciones
telefónicas, conocidas como telcons, fueron creadas originalmente por
Kissinger, quien grababa secretamente las llamadas que hacía y recibía (y luego
pedía a su secretaria transcribirlas) mientras estaba en el gobierno. Cuando
Kissinger dejó la Casa Blanca en enero de 1977, se llevó más de 30 mil páginas
de transcripciones, aduciendo que eran “documentos personales”, y los usó
selectivamente para escribir sus memorias. (Ver http://ciperchile.cl/2008/09/10/desclasifican-nuevas-conversaciones-entre-nixon-y-kissinger-para-derrocar-a-allende/)
Ya en 1968 la junta de evaluaciones nacionales de
la CIA que venía monitoreando la situación particular en Chile, donde el
sentimiento antiestadounidense estaba muy arraigado, habían estudiado
cuidadosamente los problemas socioeconómicos en América Latina y emitieron un
informe sobre esta región destinado a las más altas esferas del gobierno de los
Estados Unidos con el fin de tomar medidas tendientes a contrarrestar ese
sentimiento antiimperialista. La conclusión a la que llegó era que las fuerzas a
favor de un cambio que existían en los países latinoamericanos en vías de
desarrollo eran tan poderosas que se encontraba fuera del alcance de
manipulaciones exteriores. De modo que desaconsejaban tomar las medidas y el
tipo de intervención que se estaban planificando en 1970 por el Comité de los
40 hacia Chile. Así y todo estas recomendaciones fueron dejadas de lado y el
gobierno de Nixon con su asesor Kissinger hicieron todo lo posible para evitar
la llegada de Allende a la presidencia. Este fracaso no impidió que el
imperialismo continuara su guerra de agresión oculta con el gobierno legítimo
de Salvador Allende hasta el fatídico 11 de septiembre de 1973.
Como homenaje a este hombre ejemplar, único que
tuvo la América Latina por su valentía, temple y por querer cambiar a su país
con una revolución popular e implantar el socialismo sin disparar un solo tiro
y en el marco del derecho y la legalidad burguesa que intentó sustituir,
presentamos su discurso que pronunció en la noche del 4/09/1970 cuando ganó las
elecciones y ahí mismo proclamó la titánica tarea de construir una nueva
sociedad, que la historia denominó “la variante chilena al socialismo”.
LA VICTORIA
ALCANZADA POR USTEDES
Discurso de Salvador Allende al ganar las
elecciones – 04/09/1970
Con profunda
emoción les hablo desde esta tribuna por medio de estos deficientes
amplificadores. !Qué significativa es -más que las palabras- la presencia del
pueblo de Santiago que, interpretando a la inmensa mayoría de los chilenos, se
congrega para reafirmar la victoria que alcanzamos limpiamente el día de hoy,
victoria que abre un camino nuevo para la patria, y cuyo principal actor es el
pueblo de Chile aquí congregado.
Qué
extraordinariamente significativo es que pueda yo dirigirme al pueblo de Chile
y al pueblo de Santiago desde la Federación de Estudiantes. Esto posee un valor
y un significado muy altos. Nunca un candidato triunfante por la voluntad y el
sacrificio del pueblo usó una tribuna que tuviera mayor trascendencia. Porque
todos lo sabemos: la juventud de la patria fue vanguardia en esta gran batalla,
que no fue la lucha de un hombre, sino la lucha de un pueblo; ella es la
victoria de Chile, alcanzada limpiamente esta tarde.
Yo les pido a
ustedes que comprendan que soy tan sólo un hombre, con todas las flaquezas y
debilidades que tiene un hombre; y si pude soportar -porque cumplía una tarea-
la derrota de ayer, hoy sin soberbia y sin espíritu de venganza, acepto este
triunfo que nada tiene de personal y que se lo debo a la unidad de los partidos
populares, a las fuerzas sociales que han estado junto a nosotros. Se lo debo a
radicales, socialistas, comunistas, social demócratas, a gentes del MAPU y del
API, y a miles de independientes. Se lo debo al hombre anónimo y sacrificado de
la patria; se lo debo a la humilde mujer de nuestra tierra.
Le debo este
triunfo al pueblo de Chile, que entrará conmigo a La Moneda el 4 de noviembre.
La victoria
alcanzada por ustedes tiene una honda significación nacional. Desde aquí
declaro, solemnemente, que respetaré los derechos de todos los chilenos. Pero
también declaro, y quiero que lo sepan definitivamente, que al llegar a La
Moneda, y siendo el pueblo gobierno, cumpliremos el compromiso histórico que
hemos contraído, de convertir en realidad el programa de Unidad Popular.
Lo dije: no
tenemos ni podríamos tener ningún propósito pequeño de venganza, tampoco, de
ninguna manera, vamos a claudicar, a comerciar el programa de la Unidad
Popular, que fue la bandera del primer gobierno auténticamente democrático,
popular, nacional y revolucionario de la historia de Chile.
Dije, y debo
repetirlo: si la victoria no era fácil, difícil será consolidar nuestro triunfo
y construir la nueva sociedad, la nueva convivencia social, la nueva moral y la
nueva patria.
Pero yo sé
que ustedes, que hicieron que el pueblo sea mañana gobierno, tendrán la
responsabilidad histórica de realizar lo que Chile anhela para convertir a
nuestra patria en un país señero en el progreso, en la justicia social, en los
derechos de cada hombre, de cada mujer, de cada joven de nuestra tierra.
Hemos
triunfado para derrotar definitivamente la explotación imperialista, para
terminar con los monopolios, para hacer una seria y profunda reforma agraria,
para controlar el comercio de importación y exportación, para nacionalizar, en
fin, el crédito, pilares todos que harán factible el progreso de Chile, creando
el capital social que impulsará nuestro desarrollo.
Por esto,
esta noche, que pertenece a la Historia, en este momento de júbilo, yo expreso
mi emocionado reconocimiento a los hombres y mujeres, a los militantes de los
partidos populares e integrantes de las fuerzas sociales que hicieron posible
esta victoria que tiene proyecciones más allá de la fronteras de la propia
patria.
Para los que
están en la pampa o en la estepa, para los que escuchan en el litoral, para los
que laboran en la precordillera, para la simple dueña de casa, para el
catedrático universitario, para el joven estudiante, el pequeño comerciante e
industrial, para el hombre y la mujer de Chile, para el joven de la tierra
nuestra, para todos ellos, el compromiso que yo contraigo ante mi conciencia y
ante el pueblo -actor fundamental de esta victoria- es ser auténticamente leal
en la tarea común y colectiva. Lo he dicho: mi único anhelo es ser para ustedes
el compañero presidente.
Han sido el
hombre anónimo y la ignorada mujer de Chile los que han hecho posible este
hecho social trascendental. Miles y miles de chilenos sembraron su dolor y su
esperanza en esta hora que al pueblo pertenece. Desde otras fronteras, desde
otros países, se mira con satisfacción profunda la victoria alcanzada. Chile
abre un camino que otros pueblos de América y del mundo podrán seguir. La
fuerza vital de la unidad romperá los diques de las dictaduras y abrirá el
cauce para que otros pueblos puedan ser libres y puedan construir su propio
destino.
Somos lo
suficientemente responsables para comprender que cada país y cada nación tienen
sus propios problemas, su propia historia y su propia realidad. Frente a esa
realidad serán los dirigentes políticos de esos pueblos los que adecuarán la
táctica que deberá adoptarse. Nosotros sólo queremos tener las mejores
relaciones políticas, culturales, económicas, con todos los países del mundo.
Sólo pedimos
que respeten -tendrá que ser así- el derecho del pueblo de Chile de haberse
dado el gobierno de la Unidad Popular.
Somos y
seremos respetuosos de la autodeterminación y de la no intervención. Ello no
significará acallar nuestra adhesión solidaria con los pueblos que luchan por
su independencia económica y por dignificar la vida del hombre en los distintos
continentes.
Sólo quiero
realizar ante la historia el hecho trascendental que ustedes han realizado,
derrotando la soberbia del dinero, la presión y la amenaza; la información deformada,
la campaña de terror, de la insidia y la maldad. Cuando un pueblo ha sido capaz
de esto, será capaz también de comprender que sólo trabajando más y produciendo
más podremos hacer que Chile progrese y que el hombre y la mujer de nuestra
tierra, la pareja humana, tengan derecho auténtico al trabajo, a la vivienda, a
la salud, a la educación, al descanso, a la cultura y a la recreación.
Pondremos
toda la fuerza creadora del pueblo en tensión, para hacer posible estas metas
humanas que se ha trazado el programa de la Unidad Popular.
Juntos, con
el esfuerzo de ustedes, vamos a realizar los cambios que Chile reclama y
necesita. Vamos a hacer un gobierno revolucionario.
La revolución
no implica destruir, sino construir; no implica arrasar, sino edificar; y el
pueblo de Chile está preparado para esta gran tarea en esta hora trascendente
de nuestra vida.
Compañeras y
compañeros, amigas y amigos:
Cómo hubiera
deseado que los medios materiales de comunicación me hubieran permitido hablar
más largamente con ustedes, y que cada uno hubiera oído mis palabras, húmedas
de emoción, pero al mismo tiempo firmes en la convicción de la gran
responsabilidad que todos tenemos y que yo asumo plenamente. Yo les pido que
esta manifestación sin precedentes se convierta en la demostración de la
conciencia del pueblo.
Ustedes se
retirarán a sus casas sin que haya el menor asomo de provocación y sin dejarse
provocar.
El pueblo
sabe que sus problemas no se solucionan rompiendo vidrios o golpeando un
automóvil. Aquellos que dijeron que el día de mañana los disturbios iban a
caracterizar nuestra victoria, se encontrarán con la conciencia y
responsabilidad de ustedes. Irán a su trabajo mañana o el lunes, alegres y
cantando; cantando la victoria tan legítimamente alcanzada, y cantando al
futuro. Con las manos callosas del pueblo, las tiernas manos de la mujer y las
risas del niño, haremos posible la gran tarea que sólo un pueblo conciente y
disciplinado podrá realizar.
América
Latina y más allá de la frontera de nuestro pueblo, miran el mañana nuestro.
Yo tengo
plena fe en que seremos lo suficientemente fuertes, lo suficientemente serenos
y fuertes, para abrir el camino venturoso hacia una vida distinta y mejor; para
empezar a caminar por las esperanzadas alamedas del socialismo, que el pueblo
de Chile con sus propias manos va a construir.
Reitero mi
reconocimiento agradecido a los militantes de la Unidad Popular; a los que
integran los partidos Radical, Comunista, Socialista, Social Demócrata, MAPU y
API; y a los miles de independientes de izquierda que estuvieron con nosotros.
Expreso mi afecto y también mi reconocimiento agradecido a los compañeros
dirigentes de esos partidos, que por sobre las fronteras de sus propias
colectividades hicieron posible la fortaleza de esa unidad que el pueblo hizo
suya. Porque el pueblo la hizo suya ha sido posible la victoria, que es la
victoria del pueblo.
El hecho de
que estemos esperanzados y felices no significa que vayamos nosotros a
descuidar la vigilancia: el pueblo, este fin de semana, tomará por el talle a
la patria y bailaremos desde Arica a Magallanes, y desde la cordillera al mar,
una gran cueca, como símbolo de la alegría sana de nuestra victoria.
Pero al mismo
tiempo, mantendremos nuestros comités de acción popular, en actitud vigilante,
en actitud responsable, para estar dispuestos a responder a un llamado -si es
necesario- que haga el comando de la Unidad Popular. Llamado para que los
comités de empresas, de fábricas, de hospitales, de las juntas de vecinos y en
los barrios y en las poblaciones proletarias vayan estudiando los problemas y
las soluciones; porque presurosamente tendremos que poner en marcha el país. Yo
tengo fe, profunda fe, en la honradez, en la conducta heroica de cada hombre y
de cada mujer que hizo posible esta victoria.
Vamos a
trabajar más. Vamos a producir más.
Pero
trabajaremos más para la familia chilena, para el pueblo y para Chile, con
orgullo de chilenos y la convicción de que estamos realizando una grande y
maravillosa tarea histórica. Cómo siento en lo íntimo de mi fibra de hombre,
cómo siento en las profundidades humanas de mi condición de luchador, lo que
cada uno de ustedes me entrega. Esto que hoy germina es una larga jornada. Yo
sólo tomo en mis manos la antorcha que encendieron los que antes que nosotros
lucharon junto al pueblo y por el pueblo.
Este triunfo
debemos tributarlo en homenaje a los que cayeron en las luchas sociales y
regaron con su sangre la fértil semilla de la revolución chilena que vamos a
realizar.
Quiero, antes
de terminar, y es honesto hacerlo así, reconocer que el gobierno entregó las
cifras y los datos de acuerdo con los resultados electorales. Quiero reconocer
que el jefe de plaza, general Camilo Valenzuela, autorizó este acto
multitudinario, con la convicción y la certeza, dadas por mi, de que el pueblo
se congregaría, como está aquí, en actitud responsable, sabiendo que ha
conquistado el derecho a ser respetado; respetado en su vida y respetado en su
victoria; el pueblo que sabe que entrará conmigo a La Moneda el 4 de noviembre
de este año.
Quiero
destacar que nuestros adversarios de la Democracia Cristiana han reconocido en
una declaración la victoria popular. No le vamos a pedir a la derecha que lo
haga. No lo necesitamos. No tenemos ningún ánimo pequeño en contra de ella.
Pero ella no será capaz jamás de reconocer la grandeza que tiene el pueblo en
sus luchas, nacida de su dolor y de su esperanza.
Nunca, como
ahora, sentí el calor humano; y nunca, como ahora, la canción nacional tuvo
para ustedes y para mí tanto y tan profundo significado. En nuestro discurso lo
dijimos: somos los herederos legítimos de los padres de la patria, y juntos
haremos la segunda independencia: la independencia económica de Chile.
Ciudadanas y
ciudadanos de Santiago, trabajadores de la patria: ustedes y sólo ustedes son
los triunfadores. Los partidos populares y las fuerzas sociales han dado esta
gran lección, que se proyecta más allá, reitero, de nuestras fronteras
materiales.
Les pido que
se vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada. Esta
noche, cuando acaricien a sus hijos, cuando busquen el descanso, piensen en el
mañana duro que tendremos por delante, cuando tengamos que poner más pasión,
más cariño, para hacer cada vez más grande a Chile, y cada vez más justa la
vida en nuestra patria.
Gracias,
gracias, compañeras. Gracias, gracias, compañeros. Ya lo dije un día:lo mejor
que tengo me lo dio mi partido, la unidad de los trabajadores y la unidad
popular.
A la lealtad
de ustedes, responderé con la lealtad de un gobernante del pueblo; con la
lealtad del compañero presidente.