El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)
El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

sábado, 30 de mayo de 2015


UN ARTICULO DEL ECONOMISTA ALDO FERRER

Por Sergio Daniel Aronas – 30 de mayo de 2015


Por primera vez en este blog, presentamos un artículo del economista argentino Aldo Ferrer de larga trayectoria académica y en la función pública como Ministro de Economia entre 1958 y 1960 y presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires de 1984 y 1987, Rector de la Facultad de Ciencias Económicas y Presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica  (ese cargo puede llamar la atención que no haya sido nombrado en su lugar un físico atómico).

La característica de Aldo Ferrer en todos sus libros, notas y artículos sobre economía argentina e internacional, es hacerlo con una prosa directa, llana, lisa y con un lenguaje que facilita la comprensión de sus ideas y tiene la virtud de no usar fórmulas matemáticas para formular sus puntos de vista y justificar sus exposiciones. Y decimo que tiene la virtud porque a la mayoría de los economistas les encanta usar ecuaciones, derivadas, integrales o matrices como para dar una visión de erudición pero que a la larga hacen inentendible lo que quiere decir.

Este es el caso del artículo de diez hoja que presentamos “La deuda externa argentina en contexto”, escrito en abril de 2004 y donde hace una reseña acerca del origen y las causas que llevaron a tomar la decisión de declarar a finales de diciembre de 2001 la cesación de pago de los intereses de la deuda externa argentina, que todo el mundo la llamó “default” y que también se atrevieron a propalar la mentira de que este “default” fue el mayor de la historia en materia de deuda soberana. El profesor Ferrer no lo dice porque sabe que no lo fue y si queremos saber cuál fue el mayor default de la historia debemos retroceder en el tiempo y llegar hasta el 15 de agosto de 1971 cuando el presidente de los Estados Unidos Richard Nixon cuando declaró la inconvertibilidad del dólar frente al oro, estafando al mundo en 500 mil millones de dólares.

A 11 años del artículo del profesor Ferrer, su posición frente a la deuda externa, sus negociaciones tras la crisis de 2001 y el planteo de una reestructuración con quita es la de aprovechar la coyuntura internacional para lanzar una propuesta de este tipo pues permitiría no recurrir a préstamos indebidos con condicionalidades imposibles de cumplir, vivir con el ahorro interno, buscar medidas para atraer los capitales argentinos en el exterior y los que están guardados fuera del sistema financiero (expresión que en la Argentina decirnos “guardados en el colchón”) para que nuestro país recupere su nivel de actividad económica y productiva sobre su propia base y sin recurrir a la inversión privada directa extranjera que no sirvió de nada en nuestro país.

El momento para negociar y que fue lo que finalmente hizo el gobierno de Néstor Kirchner, fue aprovechar la bancarrota ideológica y política del FMI, el apoyo internacional que tenía la Argentina, el carácter impago de la deuda y el hecho de que ninguna empresa o gobierno haya presentado en algún Tribunal objeciones a la postura de nuestra país, es porque si se daban a conocer detalles de los manejos financieros de los bancos, empresas o instituciones, seguramente iba a rodar varias cabezas.

Sólo los llamados “fondos buitres” se negaron a aceptar el plan del gobierno argentino y son capitalistas de rapiña que nunca le prestaron dinero a nuestro país, sino que usaron los títulos de deuda argentinos para hacer negocios especulativos y como todo les fue mal, los muy usureros pretenden que el estado argentino les pague los errores de cálculo de estos exponentes del terrorismo financiero mundial.

A continuación el artículo de Aldo Ferrer y buscaremos su opinión sobre la situación actual.



LA DEUDA EXTERNA ARGENTINA EN CONTEXTO

Aldo Ferrer
Profesor Titular Consulto
Facultad de Ciencias Económicas. UBA

El default sobre parte principal de la deuda externa argentina es el resultado de las tendencias contemporáneas de la globalización y de las pésimas respuestas del país a los desafíos y oportunidades planteados en el escenario internacional.

La expansión de los mercados financieros especulativos ejerció una gran presión sobre las economías periféricas, penetró sus mercados monetarios  e incentivó las políticas de endeudamiento. Argentina fué uno de los ejemplos notables de este comportamiento de la globalización financiera. Pero el problema no se agotó en esta dimensión porque abarcó el conjunto de la inserción internacional del país en otras cuestiones centrales,  como el comercio internacional y las inversiones privadas directas.

Argentina respondió mal al escenario internacional porque se endeudó hasta el límite de la insolvencia, desarticuló su capacidad competitiva en las actividades intensivas en tecnología y abrió indiscriminadamente a la presencia de filiales de las corporaciones transnacionales. Al final del proceso, el país terminó registrando los peores indicadores de endeudamiento de América Latina siendo, al mismo tiempo, probablemente, el más extranjerizado del mundo.

La relación entre la deuda externa y las exportaciones alcanzó casi cinco a uno contra menos de dos a uno en el conjunto de la región.  En cuanto a la extranjerización, baste recordar que el 85% del valor agregado de las principales 500 empresas del país corresponde a filiales de empresas extranjeras. Ninguna otra economía de alguna importancia registra semejante presencia de filiales en su industria, infraestructura, redes comerciales y explotación de los recursos naturales. A su vez, la brecha en el contenido tecnológico entre los bienes y servicios exportados e importados, que es un indicador crítico del desarrollo relativo, se acrecentó porque las exportaciones se reprimarizaron y se sustituyó producción nacional de bienes complejos por importaciones.

El sistema se convirtió así en una usina de desequilibrio macroeconómico y endeudamiento. El déficit operativo en divisas de las filiales resultó ser parte principal del déficit del balance de pagos del país porque las inversiones privadas directas se concentraron en la producción para el mercado interno y generaron transferencias de divisas al exterior por compras de insumos, equipos, utilidades y pagos de intereses en deuda incurrida para realizar las compras, en su mayor parte, de activos existentes. Sumado a esto la carga creciente de los servicios de la deuda externa pública y privada, se generó un déficit insostenible y, en definitiva, como lo reveló la explosión del riesgo país al final del proceso, no financiable por el crédito internacional.

La convergencia de un tipo de cambio sobrevaluado, un régimen monetario de caja de conversión incompatible con las condiciones actuales del orden monetario internacional, la apertura indiscriminada a la inversión extranjera y reformas institucionales, como la del régimen de previsión, que aumentaron el déficit del presupuesto, debían inexorablemente, como lo anticipó el Grupo Fénix en su encuentro de septiembre de 2001, demoler la seguridad jurídica y el régimen de contratos. El Grupo señaló en aquella oportunidad, que toda sociedad organizada respeta las normas legales y los contratos pero que esto solo es posible si las reglas económicas son consistentes. La conclusión fue que como las vigentes en la Argentina eran incompatibles con la realidad y los equilibrios fundamentales del sistema, la seguridad jurídica y la vigencia de los contratos estaban amenazados. A finales del año se restringió la operatoria del sistema bancario, poco después declaró el default sobre parte principal de la deuda, disparó el tipo de cambio y  dispuso la pesificación de los contratos denominados en divisas.

El problema de la deuda es así una parte de una realidad compleja en donde convergen pésimas políticas públicas y la connivencia de factores externos que financiaron el desatino, realizaron negocios gigantescos con la compra de activos existentes en operaciones frecuentemente sospechadas de turbias y alentaron las reformas que, inscriptas en la visón del llamado Consenso de Washington, merecieron la categoría de milagro argentino. Pues bien, el milagro terminó con el peor deterioro de la situación económica y social del país   y, como era inevitable, con el default. Como lo anticiparon antes del derrumbe observadores argentinos y extranjeros, la deuda argentina era incumplible en los términos originalmente contratada.

2. Las enseñanzas de la crisis

Las ideas que sustentaron la política económica de la década pasada hasta la debacle de 2001 y el default, fueron finalmente desautorizadas por los acontecimientos posteriores. Comparemos los supuestos neoliberales con las evidencias de la realidad.

* El financiamiento de la actividad económica y la acumulación de capital

LOS SUPUESTOS: La economía real está subordinada al financiamiento voluntario de los mercados financieros internacionales. El default provoca el caos. La ayuda externa, el apoyo del FMI y de los mercados financieros, es precondición de la recuperación y crecimiento de la economía. De hecho, Argentina es un  país débil que depende de la buena voluntad de los centros de poder internacional.

LAS EVIDENCIAS: La economía real no es inevitablemente dependiente del financiamiento voluntario de los mercados internacionales. El default consagró el aislamiento financiero del país y, sin embargo, la economía real (producción, inversión, comercio interno e internacional) siguió operando y comenzó a recuperarse. La Argentina está aumentando el nivel de actividad y la inversión con sus propios medios,  pagando deuda en términos netos y transfiriendo recursos al exterior.

*La desregulación financiera y las inversiones privadas directas

LOS SUPUESTOS: La desregulación indiscriminada  del financiamiento e inversiones extranjeras atrae recursos externos para aumentar la acumulación  de capital, el cambio técnico, el crecimiento y el empleo y para fortalecer los equilibrios macroeconómicos.

LAS EVIDENCIAS. El  endeudamiento externo superó la capacidad de pagos del país y provocó el default de parte principal de la deuda externa. El total de activos financieros en el exterior propiedad de residentes argentinos es comparable al monto de la deuda externa más la venta de activos en el país vendidos a empresas extranjeros. Argentina exportó parte principal del ahorro interno a cambio de deuda externa y venta de activos en los sectores principales de la economía. A su vez, la tasa de inversión se encuentra en los niveles históricos más bajos y la de desempleo en los más altos. La apertura indiscriminada al financiamiento e inversiones externas deprimió la acumulación de capital y agravó el malestar social.

*El Estado y la globalización

LOS SUPUESTOS: El Estado es impotente ante la globalización porque el poder decisorio descansa hoy en las corporaciones y  mercados financieros internacionales y en los grandes países, en primer lugar, los Estados Unidos. Por lo tanto, la única política realista es transmitir señales amistosas a los mercados y adaptarse a las expectativas de los centros de poder mundial. Argentina no puede diseñar una estrategia propia de desarrollo e inserción internacional.

LAS EVIDENCIAS: El Estado, para bien o para mal, según la calidad de sus políticas, conserva poder decisorio para establecer las reglas del juego y operar sobre las variables críticas relativas a la asignación de los recursos económicos. La globalización es un sistema de relaciones internacionales que plantea desafíos y oportunidades. Depende de la calidad de las respuestas de cada país el estilo de inserción en el orden global consistente, o no, con el desarrollo integrador, con el crecimiento con equidad. El desarrollo sigue siendo, como siempre y ahora más que en etapas anteriores de la economía mundial, un proceso de transformación de una sociedad dentro de su propio espacio, abierto al mundo pero fundado esencialmente en sus propios recursos y capacidad de autodeterminación.

*El tipo de cambio

LOS SUPUESTOS: La economía y la sociedad están dolarizados y, en consecuencia, la devaluación no puede modificar los precios relativos, solo aumentar los precios pari passu con el ajuste del tipo de cambio. El mercado es el que decide y el Banco Central es impotente para determinar la paridad.

LAS EVIDENCIAS: La devaluación modifica los precios relativos y, consecuentemente, la competitividad de la producción argentina. Después de la salida de la convertibilidad y la devaluación, los precios internos subieron  solo 1/3 del ajuste del tipo de cambio. Particularmente en condiciones como las actuales, de excedente de pagos externos fundado en el balance comercial y no en la entrada neta de capitales, el Banco Central tiene capacidad de administrar el tipo de cambio.

*La moneda y los bancos

LOS SUPUESTOS: La dolarización (que era, en efecto, la esencia de la convertibilidad) y una banca extranjerizada en su mayor parte, garantizan la solidez del sistema y el respaldo de las matrices a sus filiales.

LAS EVIDENCIAS: El sistema financiero dolarizado y controlado mayoritariamente por entidades extranjeras, se derrumbó con la crisis y las matrices no respaldaron a sus filiales.

*El Fondo Monetario Internacional

LOS SUPUESTOS: El FMI es el depositario de la racionalidad económica e infalible y sus condicionalidades irrebatibles.

LAS EVIDENCIAS: El FMI se equivoca a menudo en sus pronósticos y condicionalidades y, en efecto, cada país tiene el FMI que se merece en virtud de la fortaleza de su posición negociadora. Los acuerdos de enero y septiembre de 2003 revelan cuanto se ha modificado la relación con el Fondo en virtud, en gran medida, de la modificación de la postura de los negociadores argentinos.

3. Las nuevas condiciones de la deuda y su manejo

Los cambios observables en el debate de estas cuestiones, el derrumbe de la racionalidad neoliberal, el comportamiento de la economía desde el fondo de la crisis a principios del 2002 hasta la actualidad y un nuevo escenario político, contribuyen a abrir perspectivas promisorias y aún inciertas.

Conviene observar a este respecto, cambios recientes que fortalecen la  gobernabilidad del país. Es plausible la percepción generalizada de que las decisiones que adopta el Gobierno tienen el respaldo de un poder efectivo. Basta comparar la situación actual con la vigente en el fondo de la crisis, en el segundo trimestre de 2002, para suponer que, por primera vez en mucho tiempo, parece que Argentina está encontrando el camino. Que no estamos ahora navegando a la deriva sin  timón ni instrumentos de navegación sino todavía en un mar agitado pero en control del navío y de su trayectoria. Al mismo tiempo, comienza a advertirse que Argentina está en condiciones de recuperarse con sus propios medios y de vincularse al orden global manteniendo el comando en la organización de sus recursos. La emergencia de la confianza en las propias fuerzas está sustituyendo  el discurso de la impotencia del país y de su inexorable subordinación a los titulares del poder en el orden global.

Las evidencias desde la economía son elocuentes. La pesificación y el régimen de tipo de cambio flotante han restablecido la autoridad del Banco Central en la conducción de la moneda y el crédito, el presupuesto está en orden y el extraordinario, aunque transitorio, superávit en el balance comercial proporciona una oferta de divisas más que suficiente para la recuperación de la economía y el manejo de los pagos internacionales. La modificación de los precios relativos post devaluación, aún después de la posterior considerable apreciación del peso, mejoró la competitividad de la producción argentina. Quedó atrás la ilusión del piloto automático y del juego espontáneo de las fuerzas del mercado como ordenadores del proceso económico. En el contexto de la deuda y de otras restricciones, el  Estado ha recuperado suficiente  capacidad de comando de los instrumentos de conducción macroeconómica y de determinación de los marcos regulatorios de los mercados.

La deuda ha dejado de ser deuda de mercado para convertirse en deuda administrada. Aquella es la que se negocia contínuamente con financiamiento voluntario. De allí el indicador del riesgo país que determina la prima a la cual el mercado está dispuesto a conceder nuevos préstamos. En tales condiciones, la política económica se reduce a transmitir señales amistosas a los criterios ortodoxos para reducir la prima de riesgo y, consecuentemente, la tasa de interés. Esta es la situación que existía antes del default y explica el último intento de la política del déficit cero, al final de la Presidencia de de la Rua, cuando la evidencia de la insolvencia del país era ya abrumadora y el default inminente. Recordemos que, en aquel entonces, el riesgo país asignado a la Argentina por las agencias evaluadoras era record mundial y la pésima noticia de cada día.

Desde el default no se habla más del tema porque la deuda hoy no es de mercado sino administrada. Está compuesta por tres grupos de pasivos: con el FMI y los bancos multilaterales objeto del Acuerdo de septiembre último, los préstamos garantizados y bonos emitidos para cancelar distintos tipos de obligaciones y, por último, la deuda en default que objeto de una propuesta por parte del Gobierno. En los tres casos, la deuda y su financiamiento es materia de negociaciones entre el Estado y las contrapartes y no dependen de las decisiones voluntarias del mercado.

El cambio de la naturaleza de la deuda, de mercado a administrada, no elimina la incidencia de la misma sobre el comportamiento de la economía, pero la coloca en la esfera de la decisión política y de la negociación internacional y no en la de la discrecionalidad del mercado. Argentina fué la expresión límite del desatino de la visión fundamentalista de la globalización y de la ideología neoliberal. Las mismas que subordinaron a los humores de los bisoños o maduros operadores de las agencias evaluadoras de riesgo y de los intermediarios financieros, la suerte de los casi 40 millones de habitantes de un país con un territorio octavo en el mundo por su dimensión de 3 millones de km2, excepcionalmente dotado de recursos naturales  y depositario de un acervo cultural universalmente reconocido.

Cuando el país digiera la incidencia estructural de la deuda y fortalezca su economía real y, consecuentemente, su posición financiera, se volverá a la deuda de mercado. Pero cabe esperar que, en ese entonces, los equilibrios macroeconómicos de base preserven la gobernabilidad y vinculen las corrientes financieras al crecimiento y no a la especulación

De todos modos, la gobernabilidad del país descansa, en primer lugar, en la solidez de la densidad nacional, que es el conjunto de circunstancias que determinan la capacidad de una sociedad de defender con eficacia sus intereses nacionales en el marco de relaciones mundiales globalizadas. En esta materia,  se han experimentado, en efecto, avances significativos en la actitud de la opinión pública y de las autoridades.  La apertura incondicional, la renuncia a una moneda nacional, la subordinación a las expectativas de los mercados, el alineamiento automático con la potencia hegemónica, la extranjerización de los servicios públicos, los bancos e industria y el abandono por el estado de sus funciones de árbitro y regulador, son identificadas actualmente como las causas profundas de la crisis. El cuestionamiento de la ideología neoliberal y de la estrategia del  Consenso de Washington se refleja en la búsqueda de un rumbo alternativo que se expresa de múltiples maneras, entre ellas la contribución del grupo Fénix de la Universidad de Buenos Aires.  El triunfo electoral del actual Presidente y el comportamiento de su Gobierno forma parte del mismo cambio del estado de opinión.

Hemos ganado en gobernabilidad para enfrentar los problemas fundamentales que siguen allí: el desempleo, la pobreza, la extrema injusticia en la distribución del ingreso cuyas consecuencias sobre el comportamiento social son aún peores que los de la pobreza misma, instalar las reglas del juego que incentiven la creatividad y el desarrollo y, también, el arreglo final de la deuda en default. Sobre esto último es esencial que el ruido, que inevitablemente provoca la negociación en curso, no distraiga la capacidad de gestión del Gobierno cuyo éxito, no depende ahora de los humores de los mercados, sino de la calidad de sus políticas.

4. Las relaciones con el FMI

Las relaciones del FMI con los países que solicitan su asistencia constituyen un ejercicio de la relación de poder entre ambas partes y está condicionado por circunstancias propias, endógenas, del país deudor y, también, del Fondo. Entre las primeras se destacan la naturaleza del desequilibrio que lleva a un país a solicitar la asistencia del FMI, la densidad nacional, la disponibilidad de recursos y la coyuntura política, económica y social. Entre las segundas, los factores que influyen en la gestión de la Administración y el Directorio del Fondo.

En los dos terrenos, la evolución reciente ha sido favorable para la posición negociadora argentina. En un contexto, claro está, en que su exagerado nivel de endeudamiento confronta al país con la alternativa de la ruptura de relaciones con sus acreedores o una negociación compatible con su propia recuperación. Razonablemente descartada por el Gobierno la primera alternativa, la cuestión radica en determinar si los acuerdos con el FMI maximizan las fortalezas de la posición negociadora y reduce al mínimo sus vulnerabilidades. Y en precisar, también, si tales acuerdos reflejan solo condicionalidades del Fondo o, asimismo, preferencias de política de las autoridades argentinas.

En definitiva, se trata de evaluar si los entendimientos con el FMI son consistente con la recuperación  de la economía nacional primero y, enseguida, con su crecimiento con equidad de mediano y largo plazo.

*Los determinantes endógenos de la posición negociadora argentina

Los cambios recientes han sido favorables para la Argentina por varios motivos, a saber:

Densidad nacional.  Se han experimentado avances significativos en la actitud de la opinión pública y de las autoridades referida a la defensa de los intereses nacionales en el marco de relaciones mundiales globalizadas. 

La disponibilidad de recursos. Realizando pagos netos de deuda y soportando aún una considerable fuga de capitales, Argentina se está recuperando de la profunda recesión, deterioro social y desorden en que culminó la estrategia neoliberal. Esto demuestra la magnitud de su  potencial de recursos. Es el único deudor del Fondo en dificultades exportador neto de elementos críticos como alimentos y energía. Estas evidencias  están generando autoconfianza en las propias fuerzas. Argentina puede recuperarse con sus propios medios y vincularse al orden global manteniendo el comando en la organización de sus recursos.

Coyuntura económica, social y política. Los cambios ocurridos desde el primer trimestre del 2002 a la fecha, son en verdad notables. Se ha restablecido el orden en los tres ejes básicos en que descansa el funcionamiento de una economía moderna: el presupuesto, la moneda y el balance de pagos. A pesar del desempleo y del deterioro del bienestar, la conflictualidad social es de baja intensidad, con la grave excepción del delito con violencia. El sistema político permitió elegir en paz un nuevo Gobierno y renovar parcialmente el Congreso Nacional y autoridades en diversas jurisdicciones, no obstante la crítica situación económica y social y  la magnitud de la discrepancia entre los modelos alternativos,  reflejada principalmente en la disputa por el poder dentro del justicialismo.

De la deuda de mercado a la deuda administrada. Se ha señalado que ha dejado de ser de mercado para convertirse en deuda administrada y no depende, por lo tanto, del. financiamiento voluntario de los mercados.

*La posición negociadora del FMI

Mientras la situación de la Argentina fué fortalecida por los factores apuntados, la del FMI reflejó el impacto del cuestionamiento creciente a la credibilidad de sus criterios y de las evidencias sobre el carácter deletéreo de los movimientos de capitales especulativos de corto plazo. El Fondo quedó comprometido por la crisis argentina debido al respaldo que proporcionó en el pasado a las políticas que desencadenaron la debacle. Asimismo, la baja capacidad del organismo para prevenir y resolver las crisis financieras de diversos países emergentes, a fines de la década pasada, lo ha convertido en  objeto de críticas  de acreditados economistas de la vida académica, particularmente de los Estados Unidos. El FMI y los mercados financieros no tienen actualmente buena prensa.

Las turbulencias políticas y las amenazas a la seguridad del orden mundial contemporáneo, también contribuyen a que los países centrales procuren evitar problemas adicionales, como, por ejemplo, la extensión del default argentino al FMI y los bancos multilaterales. Este factor fue probablemente determinante en la actitud del Gobierno de los Estados Unidos favorable a un acuerdo razonable del Fondo con la Argentina.

Dado el fortalecimiento de la posición negociadora de nuestro país y el cambio en las circunstancias internacionales, es comprensible, por lo tanto, la actitud, menos rígida de lo habitual, del FMI en el tratamiento del caso argentino.

Los acuerdos de enero y septiembre de 2003 con la Argentina, sugieren que  se ha fracturado, en alguna medida,  el bloque hegemónico formado por el FMI y  los mercados financieros  con el respaldo de los Estados Unidos y los otros principales países centrales. La actual es distinta a la situación prevaleciente en la crisis de la deuda latinoamericana de la década de 1980. Las diferencias de criterios entre los principales accionistas entre sí y entre varios de ellos y la Administración del Fondo, fueron manifiestas en el transcurso de las últimas negociaciones con la Argentina.


5. Razonabilidad de la posición argentina actual

Actualmente, la posición negociadora de la Argentina respecto de la deuda pública externa se basa en dos criterios. A saber,  el monto máximo de pago compatible con el crecimiento y el bolsillo único, esto es, una sola masa de recursos para servir toda la deuda. Ambos sustentaron la negociación con el FMI y, en definitiva, con los principales países que lo controlan. Los recursos disponibles para pagar la deuda en default es el residuo entre aquel monto y los pagos de los  servicios de la deuda que se cumple regularmente, que incluye los préstamos garantizados y boden y las obligaciones con el  FMI y los bancos multilaterales.

Sobre estas bases se formuló la propuesta de quita del 75% a los tenedores de deuda argentina impaga. La negociación es inevitablemente compleja y conflictiva y se prolongará durante algún tiempo. Es preciso por lo tanto renovar y fortalecer permanentemente la estrategia negociadora del país. La trayectoria de los acontecimientos en los dos años transcurridos desde la suspensión de los pagos   y el momento culminante de la crisis, deja al menos cuatro enseñanzas que conviene recordar.

   Primero, la Argentina cuenta con recursos propios suficientes para su recuperación y el comercio externo del país y las inversiones privadas directas funcionan independientemente del aislamiento del país de los mercados financieros internacionales. El riesgo país es un indicador relevante para los especuladores financieros pero no para los operadores del mundo real de la producción, la inversión y el comercio. 

   Segundo, hay consenso en la opinión mayoritaria del país y, actualmente, en el FMI y los gobiernos de las principales potencias, que los deudores no pueden pagar si no crecen y resuelven sus propios problemas.

   Tercero, la deuda argentina impaga forma parte de la burbuja especulativa que ha provocado crisis sucesivas en diversas economías emergentes y cambios gigantescos en las cotizaciones de las principales plazas bursátiles. El valor de capitalización de las acciones cotizadas en Wall Street cayó de 17 a 10 billones de dólares entre principios de 2000 y mediados del 2002, monto semejante al producto anual de la economía norteamericana. El riesgo es inherente a las actividades económicas y cuando los rendimientos son exagerados, puede convertirse en siniestro, como en los casos de las cotizaciones bursátiles y de la deuda argentina. 

       Cuarto, un país soberano que conoce sus restricciones, recursos y prioridades, negocia buscando el acuerdo y preservando su derecho a decidir su política económica. Respecto del FMI, como en cualquier otra negociación, esto implica la posibilidad de que el acuerdo no se alcance con sus consecuencias sobre ambas partes. En tal caso, el default se extendería a los organismos financieros multilaterales. La experiencia argentina demuestra que cuando se negocia con el criterio que el apoyo del FMI es esencial para la sobrevivencia del país, no existe negociación sino adhesión a las condicionalidades unilateralmente impuestas por el FMI. Los resultados de esta postura son bien conocidos.

   La posición argentina es razonable, viable y sostenible y requiere una actualización contínua de la estrategia negociadora fundada en la consolidación del frente interno, tanto económico como político y social. También, al mismo tiempo,  en la transmisión de señales claras del compromiso del país de asumir la parte razonable que le corresponde del siniestro de la deuda.

Las negociaciones en curso con los tenedores privados de deuda argentina en default deberían concluir con un nivel de endeudamiento sostenible en una trayectoria de reducción de la deuda externa, condición indispensable para la gobernabilidad de la economía argentina. Esto implica repartir con equidad las consecuencias de la crisis que es el resultado de las pésimas políticas seguidas por el país en el pasado y del respaldo externo a las mismas, incluyendo al FMI y a los organismos multilaterales de crédito.

Desde la crisis de la deuda en la década de 1980 hasta tiempos recientes se generalizó la convicción de que el incumplimiento de la deuda desencadenaría embargos sobre el comercio exterior y otras calamidades que paralizarían al país. La experiencia reciente desmiente esa opinión. No son previsibles sanciones comerciales no consideradas, por razones financieras, en el ordenamiento de la Organización Mundial de Comercio. A su vez, tampoco serían efectivas sanciones financieras porque Argentina esta funcionando desde hace tres años sin acceso al crédito internacional, pagando deuda y operando con sus propios recursos. Las eventuales sanciones militares, desde la Doctrina Drago, también están descartadas. El default está esencialmente encapsulado en su dimensión financiera y sus repercusiones en el plano de otras relaciones del país con el resto del mundo, son limitadas.

6. El momento oportuno para negociar

La determinación del momento, más conveniente para la Argentina, para proponer la quita sobre su deuda pública en default,  fué objeto de opiniones encontradas. Desde una perspectiva, se ha planteado que dicho  momento era cuando el país estuvo en el fondo de la crisis, “de rodillas”, circunstancia en la cual los acreedores hubieran aceptado  prácticamente cualquier oferta que, en todo caso, era más que nada.

A principios del 2002 estábamos, en efecto, en el caos. En abril, los precios mayoristas subieron casi el 20%, es decir, la hiperinflación. El sistema bancario estaba inoperante por el corralito y el corralón.  El tipo de cambio disparado hasta niveles entonces imprevisibles. El presupuesto desbaratado por el comportamiento de la recaudación. La  caída de la producción y el empleo en niveles record. Y el FMI a la espera de la crisis final para recién intervenir y restablecer el orden.

No es concebible que en tales condiciones Argentina hubiera podido obtener una quita  sustantiva. Por varios motivos.

En cualquier caso, estas negociaciones son siempre complejas y prolongadas. Argentina debería haberse fijado entonces, como objetivo, prolongar la crisis hasta obtener la quita buscada. En realidad, el país no aguantaba más la situación imperante a principios del 2002. El epílogo era el desorden final. Es difícil imaginar acreedores dispuestos a acordar con un deudor en tal emergencia. Seguramente, habrían adoptado la misma posición del FMI: esperar el desenlace. Como el país estaba entonces en plena transición política, este epílogo muy probablemente habría implicado un resultado electoral bien distinto al registrado y el retorno al poder del neoliberalismo, es decir, a la matriz fundacional de la crisis y de la misma insolvencia.

Seguramente, en tales circunstancias, se habría reconstituído el bloque acreedor, es decir, el FMI y los bancos multilaterales, por un parte, y los acreedores privados, por la otra, como sucedió durante la crisis de la deuda latinoamericana en la década de 1980. No es entonces concebible negociadores argentinos defendiendo de pie la soberanía representando a un país que, en efecto, estaba  de rodillas.

Pero aún suponiendo que los acreedores hubieran aceptado la propuesta argentina de quita,  seguramente, no gratis, habrían impuesto condicionalidades. ¿Cuales? Tal vez, la entrega de activos reales como tierras fiscales y territorio, confiscación de parte sustantiva de la recaudación tributaria para servir la deuda, entregar el control de los bancos públicos, la dolarización y el abandono definitivo de una moneda nacional, etc.

El argumento comentado es, en consecuencia, insostenible. En verdad, el mejor momento es ahora.

Los argentinos estamos tomando nota de lo que el resto del mundo sabe desde hace mucho. Es decir, que el país cuenta con los recursos propios para ponerse de pie con sus propios medios sin pedirle nada a nadie. Desde hace casi dos años, la negociación con el FMI, los bancos  Mundial e Interamericano y, ahora, los acreedores de deuda en default, se realiza sin solicitar dinero fresco, solo refinanciar amortizaciones o, en el caso de los privados, la quita propuesta. Lo que el país necesita, en primer lugar, no son préstamos ni inversiones privadas directas extranjeras, sino retener su ahorro dentro de sus propias fronteras. Recordemos, que el dinero de residentes argentinos fuera del país y en el colchón es equivalente al monto de la deuda externa. Lo primero es, pues, dejar de exportar ahorro e importar deuda y, entonces sí, incorporar recursos adicionales del exterior para ampliar la acumulación de capital.

Este, ahora,  es el momento adecuado para negociar la quita. El planteo argentino es razonable y bien fundado. Con mucho ruido entretanto, más temprano que tarde, se llegará a una solución negociada sobre la base de la propuesta argentina.

Abril 2004