XXIII ENCUENTRO DEL FORO DE SAO PAULO - 2017
ENTRE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL Y EL PROTECCIONISMO IMPERIAL
DOCUMENTO BASE -05/07/2017
Preámbulo
A 27 años de su fundación el Foro
de Sao Paulo observa una realidad mundial atomizada, producto de cambios de fin
de época que están trastocando y debilitando a las instituciones políticas, económicas
y sociales nacionales e internacionales heredadas del liberalismo del siglo
XIX. Estas instituciones se encuentran severamente cuestionadas al no responder
a los tiempos que la sociedad demanda. La corrupción, el tráfico de
influencias, el desvío de recursos y el enriquecimiento ilícito de sectores
políticos están mermando la política y las instituciones del Estado como lo
veníamos concibiendo desde la formación del Estado Nación. Hoy en el Siglo XXI
el Estado está cuestionado, sus instituciones están resquebrajadas y el
funcionamiento de las mismas no responde, no soluciona y menos convence al
pueblo y más particularmente al ciudadano en su cotidianidad.
Las economías nacionales e
internacionales están funcionando a intereses particulares, las oligarquías en
ambos niveles velan por sus ganancias y utilizan las normatividades locales e
internacionales para explotar a los trabajadores y especulan por encima de los
Estados para tener ganancias millonarias. Obligan a los gobiernos a ceder parte
fundamental de su soberanía en aras de la estabilidad macroeconómica que dictan
los organismos financieros internacionales, encontrándose con márgenes
reducidos de actuación y contribuyendo de manera importante al tráfico de
influencias y corrupción como acto determinante para atraer inversiones
mediocres, simulando ante los ciudadanos crecimientos ficticios que solo
contribuyen al descrédito político y del Estado. La superestructura sigue
operando con el gran capital y ejerce su poder destructor frente al Estado y el
Estado subyuga al pueblo que lo sustenta y lo legitima.
La sociedad está siendo enajenada
por los medios de comunicación al servicio de la derecha política y empresaria
local y mundial, hoy atenta contra las instituciones del Estado, alimenta la
animadversión contra la política, los políticos, las instituciones del Estado,
nómbrese Parlamento,
Congreso e instancias de procuración de justicia. Estas
mismas someten a los adversarios de gobiernos de izquierda o progresistas, los
corrompen y utilizan estas instituciones para forjar golpes de Estado blandos,
casos de todos conocidos y que debemos seguir contrarrestando con acciones
políticas contundentes. Esta misma sociedad reacciona con imaginación y
rapidez, pero esta imaginación nos denosta por utilizar las redes sociales a
las cuales no damos respuestas. Estamos atrasados en este manejo y nos falta
imaginación para combatirlas, los influenciables son los jóvenes que observan
total obsolescencia en la política, en los políticos, en los partidos de izquierda
y nos arrebatan el discurso opositor y nos sumergen en una anarquía que nos
anquilosan, lo que nos obliga a estar al día sin perder valores, principios y
sentido de la oportunidad.
Este fenómeno es una oportunidad
para las fuerzas revolucionarias, de izquierda y progresistas, que, partiendo
de nuestros análisis, debemos enfrentarlas. No debemos partir del contexto
económico sino del contexto político para dar respuestas creativas frente a las
izquierdas reaccionarias y las derechas anti sistémicas a las cuales debemos
absorber y responder.
El Foro de Sao Paulo sesiona por
la octava vez en Centroamérica y es la cuarta vez que lo hace en Nicaragua, año
del centenario de la Revolución de Octubre y 50 aniversario de la caída del
Che. Y lo hacemos bajo el signo de una doble lucha. Por un lado, una
competencia entre grandes economías capitalistas imperiales presionadas por la
saturación de los mercados, en la que participan, se enfrentan o se
complementan fuerzas globalizadoras neoliberales con proteccionismos
imperiales.
Por otro lado, una lucha de resistencia contra la arremetida
neoliberal en aquellas naciones menos favorecidas por la globalización, entre
las cuales se encuentran los países más subordinados al mercado capitalista
mundial, incluyendo algunos países europeos; en esta lucha se enfrentan los
pueblos y gobiernos progresistas frente a las élites más reaccionaras
dispuestas a una mayor precarización de su población para salvar a las grandes
empresas nacionales y transnacionales. Frente a estas contradicciones debemos
emerger con soluciones sistémicas a fin de romper esta bipolaridad que nos
aqueja y proponer una forma diferente de proyecto económico y nueva
organización político social.
La globalización neoliberal fue
pensada y actuada para favorecer a las potencias imperiales, quienes nunca
renunciaron ni renunciarán a proteger sus fronteras ni a tener empresas
rentables en todos los confines del mundo, sobre todo aquellas empresas que extraen
materias primas para su industria.
Eliminar el extractivismo no está en la
agenda de Trump ni de ninguna potencia imperial. Potencias que tampoco
renunciaron ni renunciarán a eliminar las fronteras arancelarias de nuestros
países, disponiéndose más bien a eliminar todo esfuerzo por construir un Estado
social, entregando el sector público al servicio de los intereses de las
corporaciones y que el proteccionismo imperial de Donald
Trump no tiene empacho
en confesar que lo que quiere es enmendar tratados comerciales para mejorar la
deteriorada situación del imperio estadounidense en el campo de la competencia
industrial.
En el escenario regional actual,
con la globalización neoliberal y para favorecer los intereses imperiales, se
han impuesto por las principales potencias mundiales un cuestionamiento de las
más importantes normas y principios del Derecho Internacional, con vistas a
otorgarle credibilidad a otras nuevas que están siendo impulsadas y que ponen
en peligro los principios de soberanía, no intervención y la autodeterminación.
De esta forma, tal parece que se está planteando una reconsideración de la
vigencia y/o importancia para el Derecho Internacional de una serie de
principios pilares de las relaciones políticas internacionales, las cuales no
debemos aceptar y construir una estrategia que fortalezca el derecho
internacional e influir para sus reformas y orientación a nuestros intereses
globales.
Existen tesis como las de
soberanía limitada, y el cuestionamiento al principio de la no injerencia, que
lo que persiguen es respaldar la legitimidad de un derecho de intervención o
injerencia, respaldándose en supuestas violaciones de los derechos humanos, que
de tema interno ha sido convertido en tema internacional, universal. Las
verdaderas razones que se aprecian en el cuestionamiento del principio de no
injerencia deben buscarse en el particular contexto económico y político
internacional actual, y son las verdaderas argumentaciones para explicarnos la
conflictividad actual desde regiones como el Medio Oriente hasta la situación
política actual en América Latina.
Por tanto, la utilización de
nuevas formas de injerencismo en las relaciones internacionales no han acabado
con sus mecanismos más tradicionales, ligados a etapas anteriores de evolución del
sistema capitalista mundial, por lo que resulta importante destacar el
inusitado avance que han logrado estas nuevas formas, su naturaleza sutil y el
hecho de que es muy probable que alcancen un lugar privilegiado en las acciones
de las grandes potencias y de los organismos internacionales. El injerencismo
adopta, entre otras, la forma de condicionamientos: exigencias que se les
imponen a los Estados (de los países subdesarrollados) por parte de las
naciones industrializadas y por los organismos internacionales.
Y es que el neoliberalismo no es
solamente: el dominio del sector financiero especulativo como el principal eje
de acumulación de capital, el desmantelamiento de las fronteras arancelarias,
la privatización del sector público, el apoyo fiscal a las empresas
comerciales, industriales y financieras, incluyendo los subsidios a empresas
por la vía de la tributación y de los precios, estableciendo regímenes fiscales
regresivos, en los que se prioriza el pago de impuestos indirectos, en los que
la población desposeída sale seriamente afectada, sino también el rescate
estatal a las quiebras bancarias generadas por las periódicas crisis
financieras. El neoliberalismo implica, además, la decisión de los gobiernos de
la derecha al servicio del sistema capitalista de precarizar por todos los
medios a sus poblaciones.
La mayoría de los países del
llamado triángulo norte mesoamericano (Guatemala, El Salvador y Honduras)
pierden viabilidad día a día, aquejados no solamente por la desigualdad y el
empobrecimiento, sino por una pandemia de delincuencia hegemonizada por el
narcotráfico internacional, por el crimen organizado y las bandas de crimen
organizado originadas en Estados Unidos, que fueron exportadas a través de las
deportaciones de delincuentes, muchos de ellos cumpliendo condena en cárceles
estadounidenses, que viven de la extorsión y el negocio de las drogas,
heredando una violencia cotidiana salpicada de feminicidios, trata de personas,
principalmente mujeres, niños y niñas, drogadicción de la juventud, panorama
para el cual los viejos Estados liberales confiesan su incapacidad y donde las
autoridades públicas y privadas, aún en manos de corrientes progresistas o
francamente de izquierda enfrentan grandes dificultades para detener esta
vorágine. Sumado a esto, Estados Unidos con el Triángulo del Norte viene a
dividir y a debilitar aún más los esfuerzos del proceso de la integración
regional, y mantener mayor control e injerencia política por medio de los
recursos asignados a estos tres países. Esta situación constituye un grave
problema de desestabilidad política, social y económica, sumado a que la
derecha oligárquica aprovecha para deslegitimar, desgastar y bloquear usando
cualquier medio institucional para atacar la buena gestión de los Gobiernos de
izquierda. Sin duda, tenemos que
enfrentar con mucha responsabilidad y compromiso estos grandes desafíos, que no
sólo afectan a las naciones ya citadas, sino que se ha generalizado en todos
los países de nuestra región, asunto que expresa, nítidamente, la incapacidad
del sistema capitalista neoliberal de alcanzar equilibrios sociales, económicos
y políticos.
Por tanto, sería un error pensar
que esta nueva versión de proteccionismo abandonará su batalla imperial por las
materias primas, agrícolas o minerales, a costa de los recursos vitales de
nuestros pueblos, como los suelos, la biodiversidad, la fuerza de trabajo, los
recursos energéticos, los alimentos, la preservación de las identidades
étnicas, la seguridad de las poblaciones; en síntesis, la contradicción entre
la propiedad estatal de los recursos naturales y la economía global se acentúa.
Todo el discurso neoliberal está enfocado en demostrar que las naciones no
tienen derecho a la propiedad de sus recursos y que éstos deben ser
privatizados, tal contradicción es abordada por las potencias imperialistas, y
cómo dudarlo, por medio de guerras, intervenciones militares directas, de
chantaje financiero de las instituciones multilaterales, y el despliegue de
-cada vez más sofisticados- planes de desestabilización política en las
naciones de la periferia.
La globalización neoliberal no ha
muerto y el renovado proteccionismo enarbolado por el presidente Trump no
pondrá fin al infierno exportado a la gran periferia del sistema-mundo.
Es de suma importancia para la
política de las fuerzas democráticas del continente, profundizar en la crítica
al sistema financiero internacional, a la ausencia de controles y de
regulaciones, como se evidenció en el crack de 2008, hecho histórico que está
en el sustrato de la crisis actual. El estallido de la “burbuja” financiera, la
quiebra de grandes bancos y aseguradoras a escala planetaria, y la recesión
económica, han puesto de manifiesto que son erradas las premisas teóricas del
neoliberalismo, del fundamentalismo de mercado o del llamado “Consenso de
Washington”. Reviste importancia dejar sentado que la raíz del aumento de las
rentas del capital está estrechamente relacionado con la caída de las rentas
del trabajo a nivel mundial, fenómeno que siempre ha existido, pero que se ha
profundizado en las últimas décadas.
A pesar de los estrepitosos
fracasos, la ideología neoliberal sigue siendo hegemónica en los centros de
decisión de la economía planetaria, como el Fondo Monetario Internacional, la
Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial, la Reserva Federal de los
Estados Unidos y el Banco Central Europeo, que representan, de manera expresa,
los intereses del capitalismo financiero y, por tanto, ningún control eficaz se
aplica a los flujos financieros globales. Esas decisiones políticas derivan en
una fuerte contracción de las economías de la periferia, en el problema de la
deuda externa y en la caída brutal de los ingresos de las naciones que tienen
como fuente principal la exportación de materias primas. A todo esto, hay que
adicionar que, ahora, el comercio mundial ya no es el motor fundamental de la
economía. El crecimiento de la economía china fue el factor dinamizador del
conjunto de la economía, esta situación cambiará en los próximos años, producto
de una decisión del gobierno de China, que optó por concentrarse en el
fortalecimiento de su mercado interno.
Lo más importante desde el punto
de vista político es que el cuestionamiento a las prácticas del sistema
financiero internacional y a los megaproyectos de integración, a la
profundización de las desigualdades sociales, derivada de la política
neoliberal, y la decisión de la Reserva Federal de los Estados Unidos de
provocar un alza del dólar, que es la moneda de intercambio, está generando las
condiciones para levantar un amplísimo movimiento de opinión que una las
acciones populares de los pueblos latinoamericanos, estadounidenses y europeos.
Como lo afirmamos en el documento base del año
pasado en San Salvador y lo reafirmamos ahora, el VI Encuentro del Foro de Sao
Paulo (1996) aprobó un documento donde el análisis ponía el acento en una
agenda de lucha contra las políticas neoliberales, lo que después de dos
décadas la izquierda política y social pudo frenar, compensando los daños a
través de políticas progresistas a favor de las mayoría. Aquel documento,
denominado “Crisis y alternativas al neoliberalismo, se constituyó en un
documento de trabajo y debate donde reafirmamos la tesis fundamental de que el
neoliberalismo es incompatible y antagónico con el desarrollo social y la
democratización.
Hoy en día, después de los
reveses políticos de la izquierda en varios países del continente y donde la
derecha arremete de nuevo con políticas de precarización del trabajo y la vida,
tendremos que decir que la lucha sigue, quizás en condiciones más difíciles
debido a la arremetida del capital financiero encabezado por EUA. Se hace
necesario que empecemos a discutir las alternativas concretas al sistema
imperante, más allá de la agenda electoral que seguirá siendo importante, conscientes
de que también podemos avanzar empujando a las nuevas clases populares a
tomarse todos aquellos tramos de la economía que el capitalismo va dejando
vacante porque para las grandes empresas no son rentables. En base a esta
consideración, vemos importante que el XXIII Encuentro pueda apreciar el
documento anexo del FSLN, sobre la economía popular-social y acompañado de otra
reflexión sobre el poder popular, un importante aporte para la construcción de
nuevos paradigmas económicos, sociales y políticos para una sociedad
socialista.
Al hacer referencia a los reveses
electorales de las fuerzas progresistas de América Latina, es necesario
explicar que desde 2012 se produce una desaceleración de los procesos de
cambio, se ralentiza la irradiación de nuestros proyectos -que siempre han sido
plurales y distintos-, la situación política planteada a partir de las últimas
derrotas electorales de los movimientos populares y el golpe de Estado contra
la compañera Dilma Rousseff, impone un debate autocrítico profundo, a objeto de
identificar las razones por las cuales importantes sectores sociales se han
alejado de los procesos de cambio, tanto en las naciones con gobiernos
populares, como en las que se lucha por alcanzar una victoria electoral
nacional. Si se plantea -y en ello hay coincidencia- la repolitización de las
fuerzas populares, es porque se evidenciaron carencias políticas importantes.
Hay que identificar, entonces,
los errores cometidos, sobre todo, en lo que se refiere a la política
económica, trabajar por el fortalecimiento del bloque social del cambio, y
atender, en primer término, al núcleo duro de la base popular, el fortalecimiento
de los vínculos indestructibles con los movimientos sociales y hacer una
apuesta importante en lo social, económico y político a dos grandes grupos
poblacionales: mujeres y jóvenes. No cabe la menor duda, que la gestión
económica de los gobiernos populares ha sido puesta a prueba. Todo el esfuerzo
de inversión hecha en el área social ha tenido un fuerte impacto positivo en la
calidad de vida digna de la inmensa mayoría de nuestros pueblos.
I. El contexto en que se
desarrolla el XXIII Encuentro de Managua
Este documento, destinado a ser
un subsidio a los debates preparatorios para la sesión plenaria que se llevará
a cabo los días 16-17-18 de julio en Managua, está signado por varios
acontecimientos dignos de mencionar en la medida que nos sitúa en nuestra
realidad y caracterizan la coyuntura mundial y latinoamericana. En primer
lugar, porque se llevará a cabo de nuevo en Centroamérica, particularmente en
Nicaragua, donde la izquierda mantiene y consolida el poder político y civil en
favor de las mayorías. En segundo lugar, porque está acompañado por el primer
documento programático del Foro, conocido como Consenso de Nuestra América
(CdeNA). En tercer lugar por el surgimiento de un renovado proteccionismo,
acompañado de una agresiva política exportadora por parte de EUA y otras
potencias desde el punto de vista económico, sin que la globalización
neoliberal deje de seguir haciendo estragos en nuestros países. En cuarto
lugar, porque uno de nuestros países latinoamericanos, como es México, se
encuentra asediado por estas políticas. En quinto lugar porque se consolida el
señalamiento de los documentos anteriores (Documento Base 2016 y Consenso de
Nuestra América) en cuanto a la beligerante contraofensiva de las oligarquías y
del imperialismo estadounidense y europeo, para desgastar y desestabilizar
aquellos países donde la izquierda ha accedido al control de las instituciones
públicas.
En América Latina y el Caribe
prevalece la dominación colonial de diversos pueblos por parte de varias
potencias europeas y Estados Unidos. El colonialismo constituye un vergonzoso
anacronismo histórico que ha sido denunciado reiteradamente por la comunidad
internacional. Contribuir a la erradicación total y definitiva de la dominación
colonial en Nuestra América constituye uno de los grandes retos y
responsabilidades de la izquierda latinoamericana y caribeña.
Puerto Rico es una nación
caribeña y latinoamericana que ha estado sometida a la dominación colonial
estadounidense desde la invasión militar del 25 de julio de 1898. Esta
situación ha tenido consecuencias nefastas en el plano político, económico,
cultural, social, poblacional y humano, lo que ha conducido al País a la
quiebra económica y al deterioro progresivo de las condiciones de vida de la
población. Puerto Rico tiene el derecho inalienable a su autodeterminación e
independencia y a la recuperación de su soberanía nacional, objetivo que ha
sido refrendado en numerosas ocasiones por el
Comité de Descolonización de la
ONU, la CELAC, el Movimiento de Países No Alineados y la comunidad
internacional en general.
Al tenor de estos puntos, este
Documento Base 2017, estará caracterizado por los puntos anteriores, así como
por aquellas reflexiones del Documento Base 2016 que mantengan su vigencia para
la actual coyuntura. A continuación ofrecemos una breve reseña de los puntos
señalados, sin menoscabo de retomarlos a lo largo del documento sobre la
coyuntura.
1. El triunfo de la izquierda en
Nicaragua y la resistencia en América Latina
En América Latina se conocen
varios procesos revolucionarios en marcha que han logrado instaurar nuevas
constituciones, entre ellos Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Bolivia, los
que se encuentran actualmente resistiendo y batallando por cambiar América
Latina, y aunque la correlación de fuerzas existentes y dada la estrategia
seguida por las fuerzas revolucionarias fue distinta a la de la convocatoria
inmediata de asambleas constituyentes que establecieran una nueva base política
y jurídica, se dieron reformas constitucionales por los acuerdos de paz en El
Salvador que pusieron fin a la dictadura, se registraron procesos de cambio en
Uruguay y peligrosos retrocesos en Argentina y Brasil, que hicieron posible un
cambio en la correlación de fuerzas, particularmente en América del Sur.
En el mes de noviembre del año
2016 se celebraron las elecciones en Nicaragua, en las que el FSLN se alzó con
un triunfo contundente.Nuestro hermano, el Presidente Daniel Ortega obtuvo el
72% de los votos, derrotando a los viejos partidos libero-conservadores, quienes
se encuentran en una virtual bancarrota debido a los avances significativos de
10 años de administración del Frente Sandinista y con la ventaja de haber
tomado antes el poder por las armas, lo cual le ha permitido hacer cambios
estructurales en la economía, que fueron parcialmente preservados cuando estuvo
17 años en la oposición y consolidados en los últimos diez años de gobierno,
así como la existencia de un Ejército y una Policía surgidas de la lucha
guerrillera, con una fortaleza institucional que es característica fundamental
de ambas instituciones.
Los logros han sido reconocidos
por organismos internacionales y nacionales, incluyendo el sector más opositor
y reaccionario de Nicaragua, quien a pocos días de la victoria sandinista, el 9
de enero 2017, le dedica dos páginas centrales en el periódico de oposición a
lo que llama “las 10 políticas más positivas en medio del autoritarismo,
durante los diez últimos años”: Y señala: “La estabilidad macroeconómica
(inflación, reservas internacionales, equilibrio fiscal, medios de cambio), el
crecimiento económico (el más alto de Latinoamérica después de Panamá), la
inversión extranjera (la más alta y estable en los últimos años), la
infraestructura de carreteras (incluyendo caminos de penetración donde vive la
población de menor recursos), la cobertura de energía eléctrica convencional y
alternativa (pasando de 50% a 95%), la infraestructura vial (calles y
alcantarillados), la seguridad ciudadana (la más alta de América Latina), la
vivienda social (construcción y reparación de casas), la atención a los
desastres naturales (movimientos sísmicos y desborde de aguas), el rescate de
la vieja Managua a orillas del lago Xolotlán (utilizada anteriormente como
depósito de aguas negras), el deporte y el entretenimiento (elevada a política
de Estado), parques, iluminación”. Todas estas políticas y logros de la
revolución sandinista son similares a los logros de la revolución bolivariana,
desde Cuba hasta la Argentina, pasando por Venezuela, Ecuador, Bolivia, Uruguay
y Brasil.
El triunfo del Frente Sandinista
en Nicaragua en 2016, las victorias en 2014 del Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional, en El Salvador, y del Frente Amplio, en Uruguay, y en 2017
la victoria de Lenin Moreno en Ecuador, así como la resistencia de los
gobiernos y pueblos de Cuba, Venezuela y Brasil, muestran lo infundado de
aquellos sectores que vienen planteando el fin del ciclo progresista en América
Latina. Formando parte de la situación actual, debemos destacar siempre la
heroica victoria de la Revolución Cubana en su batalla de más de medio siglo
frente a la agresividad del imperialismo estadounidense, con el reconocimiento
de Estados Unidos de la derrota de su política hacia Cuba y con el inicio del
proceso de normalización de relaciones diplomáticas entre ambos países, que sin
embargo no será posible si no se pone fin al criminal bloqueo económico (que ya
ha sido declarado obsoleto por el propio gobierno estadounidense) y la
ocupación de Guantánamo.
A eso habría que señalar el nivel
de lucha y propuestas alcanzadas por los movimientos sociales, quienes junto
con las organizaciones políticas de izquierda han decidido formar un bloque
social que no solamente realice las denuncias, y participe de las luchas, sino
que incorpore en las propuestas a cada vez más trabajadores, obreros,
campesinos, artesanos, pequeños comerciantes, cuentapropistas y unidades
económicas familiares en general, jóvenes, mujeres, comunidades étnicas y
pueblos indígenas, pobladores en general que protestan por derechos
particulares y generales, pisoteados por el actual orden establecido.
El triunfo rotundo del FSLN en
Nicaragua en noviembre del 2016, y la victoria del compañero Lenin Moreno en
Ecuador, deben alentar a las fuerzas de izquierda para reflexionar sobre el
modelo que debemos impulsar en cada uno de nuestros países con las
particularidades propias. Las estrategias implementadas por el Frente
Sandinista en Nicaragua, el PSUV en Venezuela, la Alianza País en Ecuador, el
Movimiento Al Socialismo en Bolivia, y las particularidades del proceso de
acumulación histórica y la consolidación del Frente Amplio de Uruguay, deben
ser estudiadas y compartidas con los miembros del Foro, no como una receta sino
como un ejemplo de construcción de un modelo transformador en el cual se tiene
definido con claridad el sujeto de la transformación y los instrumentos de
acción que permiten ir avanzando, accediendo, defendiendo y manteniendo el
control de las instituciones.
En el caso de Nicaragua sobresale
un modelo de reconciliación y unidad nacional, con alianzas estratégicas con
las fuerzas de la extinta Contrarrevolución de los años 80, los movimientos
sociales, el sector de la economía popular y social, el sector nacional
empresarial, las organizaciones cristianas. Su lema de “cristianismo,
socialismo y solidaridad”, apuesta a recuperar los valores revolucionarios del
cristianismo enraizados en la población desde la integración de las comunidades
cristianas de base a la insurrección de 1979, la orientación socialista en la
economía presente desde las transformaciones de los años 80 y fortalecidas por
un modelo de poder popular y de apoyo a la economía social, así como los lazos
de solidaridad y unidad con América Latina.
Sería deseable divulgar, además,
las experiencias de la democracia y el socialismo en Cuba, poco conocida en el
exterior; la experiencia de las Misiones en el socialismo bolivariano de
Venezuela; la experiencia de la Revolución Ciudadana en Ecuador, así como la
experiencia del Socialismo Comunitario en Bolivia.
2. El consenso de Nuestra
América, como primer documento programático.
El documento titulado el Consenso
de Nuestra América, cuyo borrador fue terminado en la sesión de trabajo del
Foro de Sao Paulo celebrado en Managua, Nicaragua, en enero de 2017, está en
consulta en toda América Latina y será aprobado en Managua el mes de julio del
año 2017. Este documento está dedicado al Comandante Fidel Castro y es una
respuesta a la ofensiva imperial de nuestros adversarios, pues constituye el
primer documento programático que ofrece el Foro de Sao Paulo a las fuerzas de
izquierda y al pueblo latinoamericano. En él se encuentran los principios y
propósitos que nos inspiran, el diagnóstico de la realidad a transformar, los
sujetos y el proyecto por el cual luchamos, los objetivos, la estrategia de
lucha y las tareas prioritarias; puntos que a continuación sintetizamos, pues
son una permanente arma de lucha y de trabajo.
El documento se inicia declarando
los principios que nos unen, a saber: “la democracia y la justicia social, la
libertad y el bien común, la paz y la ética, la seguridad ciudadana y la lucha
contra la corrupción venga de donde venga, la unidad de las organizaciones
políticas y sociales, la lucha contra toda forma de discriminación, la unidad
latinoamericana, la solidaridad entre los pueblos, el patriotismo y el
internacionalista” (CdeNA).
En seguida el documento continúa
señalando que el propósito de nuestro trabajo es la combinación de una lucha de
resistencia, una lucha por la toma del poder y la lucha por la transformación
de nuestras sociedades. “Desde arriba y desde abajo seguimos luchando por la
toma del poder de las instituciones públicas y por los espacios de poder que
existen en todas las relaciones sociales, mejorando la correlación de fuerzas
en todos los campos: políticos, culturales, económicos. Tomando en
consideración las condiciones específicas de cada país, el Continente entero
debe incrementar y compartir sus jornadas de lucha. Los partidos políticos
progresistas y de izquierda, ya sea desde la oposición o desde el gobierno,
deberemos seguir luchando en oposición al sistema, ya sea que estemos en la
oposición frente a los gobiernos o ya sea que formemos gobiernos propios. En esta
lucha estamos avanzando codo a codo con los movimientos sociales. A pesar de
los reveses temporales y la agresividad del capitalismo contemporáneo, nuestra
lucha por el poder no se detiene” (CdeNA).
El diagnóstico, pasa a describir
la situación actual del sistema que precisamente queremos transformar, como es
el capitalismo en su etapa imperialista. “Hoy en día, la humanidad se encuentra
bajo la ofensiva de un capitalismo especulativo financiero en constante crisis.
La acumulación del capital se encamina más bien a la concentración y
centralización del mismo, bajo las políticas neoliberales encaminadas a la
privatización y apropiación privada de las empresas estatales, así como a la
utilización de los presupuestos públicos para socializar las pérdidas de las
empresas privadas” (CdeNA).
La globalización del capital ha
establecido las reglas del mercado y del capital en todos los rincones de la
tierra, agudizando la competencia entre potencias y corporaciones. En esta
década, aquella globalización se combina con la opción proteccionista de las
grandes potencias que creen poder sortear la crisis de sobre producción,
particularmente los Estados Unidos. En verdad lo que se muestra son las
contradicciones y limitaciones sistémicas del capitalismo, originadas en su
divorcio original entre la producción y el consumo. Las potencias capitalistas
se encuentran en una encrucijada donde los países y Estados pierden hegemonía
frente a las corporaciones transnacionales situadas en todo el mundo. Siendo la
mayor expresión de esta contradicción la obsoleta estructura industrial de los
Estados Unidos que pierde terreno frente a los países emergentes, no así sus
expresiones financieras, militares y culturales.
En relación a los objetivos el
documento es suficientemente claro, señalando las luchas de resistencia, la
lucha por la toma del poder institucional y de todos aquellos poderes
instaurados en la sociedad civil, convirtiéndose todos ellos en un medio para
transformar las instituciones públicas y las relaciones sociales de producción
y de distribución. “Nuestro objetivo es construir una correlación de fuerzas a
favor del campo democrático popular para continuar avanzando contra el
capitalismo salvaje y hacia un horizonte socialista” (CdeNA).
El análisis del documento avanza
cualitativamente en el señalamiento del proyecto estratégico y de las clases
sociales en pugna. Por un lado la clase trabajadora en sus diferentes
expresiones, bajo una orientación socialista, por otro lado la oligarquía
rentista en sinergia con los intereses de las grandes potencias y de sus
corporaciones transnacionales. Al respecto el documento señala: “Doscientos
años de crecimiento económico industrial y de sendas aplicaciones tecnológicas
han venido desplazando a la clase obrera, la que en muchos países,
particularmente del Tercer Mundo, ha perdido su peso mayoritario, modificándose
así la estructura de clases, lo que nos obliga a modificar la estrategia
política. Efectivamente, lo que la economía liberal llama trabajadores
informales son pequeños productores que viven de su trabajo y que ante el
enorme desempleo han recurrido a la emigración, pero también a disputarle los
medios de producción y el protagonismo económico a las cada vez más
parasitarias oligarquías. En América Latina, estos trabajadores suman alrededor
del 50% de la fuerza laboral, diferenciándose según la estructura económica y
de clases de cada país. Estamos hablando de familias de campesinos, artesanos,
pescadores, pequeñas manufacturas y pequeños comercios. En algunos países, estos
trabajadores se están cooperativizando y conformando una emergente economía
social que debiera de hacernos reflexionar acerca de la posibilidad de
emprender una vía asociativa hacia el socialismo, complementaria de la vía de
la socialización pública de los medios de producción. Esta nueva clase
emergente, base económica de muchos movimientos sociales, acompañan a la clase
obrera sindicalizada y movilizada alrededor de los intereses del trabajo,
frente a los intereses del capital. Alianza que ha sido estratégica en el
acompañamiento ofensivo de las organizaciones políticas de izquierda para ganar
elecciones locales y nacionales, así como para ocupar espacios en el sector
público, enriqueciendo así las luchas desde arriba con las luchas desde abajo”
(CdeNA). Sin embargo, lo más importante del caso es que la izquierda tiene un
sujeto ampliado al cual apostar, desde la oposición o desde los gobiernos y
está disputándole medios económicos a la burguesía y se encamina a la formación
de una economía social, a través del cooperativismo y otras formas asociativas.
Entre las tareas se recomienda
una prioritaria atención a nuestro trabajo con los movimientos sociales y con
la juventud, desde sus experiencias de poder popular. “Los movimientos sociales
y populares acumulan una larga experiencia de luchas y resistencias frente al
modelo depredador capitalista, patriarcal y de hegemonía del imperialismo. Sus
formas de lucha son muy diversas, plurales, generalmente afirman su origen
sectorial y su naturaleza reivindicativa, pero constituyen expresiones
legítimas del clamor popular por cambios sociales profundos. La esencia de la
imprescindible relación y coordinación táctica y estratégica entre las
organizaciones políticas y los movimientos sociales, reside en que debe ser una
relación virtuosa que preserve identidades y autonomías. La incorporación
activa y militante de las nuevas generaciones en la lucha por sociedades
superiores es una necesidad urgente. La juventud es ya protagonista principal
en muchos escenarios y debemos reconocer la trascendencia de su participación
como uno de los sujetos históricos principales, junto a la clase trabajadora,
por lo que debemos luchar por impedir que el enemigo y el sistema despolitice,
neutralice o se apodere de este gran sector de la sociedad” (CdeNA).
3. Una nueva fase de
proteccionismo imperial.
El imperio yanqui y el
imperialismo de las grandes potencias hegemonizadas por Estado Unidos, siempre
fue proteccionista, imponiendo una globalización a favor de los intereses
metropolitanos. No es otra la actuación de la burguesía, monopólica-oligopólica
y monopsónica-oligopsónica a favor de sus intereses, pero exigiendo libre
competencia al resto de pequeños y medianos productores.
El presidente Donald Trump, en
tanto que funcionario y empresario a la vez, se moverá dentro de las
posibilidades estatales (el dólar, las armas y sus aparatos ideológicos) y las
limitaciones del mismo (obsolescencia industrial, oposición interna y externa).
En tanto que representante del sistema-mundo imperialista, se moverá apoyado
por las corporaciones allegadas y bajo la resistencia de aquellos grupos
vinculados a los capitales, externos e internos, que choquen con sus políticas
nacionales e internacionales. Lo cierto es que no podrá hacer todo a la vez,
aunque todavía cuenta con suficiente fuerza para incordiar al mundo entero e
intentar mejorar la posición de Estados Unidos y de los grupos hegemónicos. Su
principal línea de acción parece favorecer los tratados bilaterales, como los
que está emprendiendo con Inglaterra y Japón. Será interesante confirmar su
línea de trabajo frente a Europa, Rusia y China y por supuesto frente a América
Latina.
4. La agresividad del
neoproteccionismo de EUA contra México y la resistencia del pueblo mexicano.
Durante los primeros cien días de
Gobierno, Donald Trump ha realizado un enfoque neoproteccionista y
antinmigración como muestra de lo que será su política exterior agresiva hacia
América Latina. México fue el objeto de esos ataques. Las deportaciones de
latinoamericanos, en especial contra mexicanos y centroamericanos, violando sus
derechos humanos reconocidos en convenios de Naciones Unidas, son un ejemplo de
esa política retrógrada. En tanto, la narrativa del actual presidente
estadounidense respecto a la construcción del muro fronterizo al norte de
México y la relocalización de empresas transnacionales automotrices en su
territorio, muestran los nuevos rumbos de xenofobia y búsqueda de una inútil
estrategia económica y comercial respecto a las economías latinoamericanas.
Frente a estos hechos, debemos
establecer acciones de campañas permanentes de denuncia a la violación de
derechos humanos en EUA contra nuestros connacionales; así mismo convocarnos
por solidaridad y unidad latinoamericana a nuestros pueblos, tanto desde
nuestros países como dentro del territorio estadounidense, a organizarnos para
resistir a las injustas deportaciones. Nuestros connacionales son
indocumentados, no ilegales.
Así como a México le ha
correspondido históricamente ser la frontera geográfica entre Estados Unidos y
América Latina, asimismo le está correspondiendo ser la frontera económica y
política entre las pretensiones del imperio-imperialista y la suerte del resto
de países latinoamericanos, tal como empieza a manifestarse en la resistencia y
unidad frente a las medidas del imperio.
Frente a estos hechos, debemos
responder con jornadas de resistencia, beligerancia, solidaridad y unidad
latinoamericana de nuestros pueblos y países. Aprovechando al enemigo común y
estando consciente de que en México debemos construir nuestra propia trinchera
de lucha. A este respecto abonamos los esfuerzos que ha realizado el PRD de
México en el marco de la estrategia 4×4 e invitamos a los miembros del FSP a
sumar esfuerzos a esa campaña.
5. La ofensiva oligárquica para
la desestabilización de los gobiernos progresistas y la resistencia popular.
En los últimos documentos base,
así como en el documento Consenso de Nuestra América, hacíamos referencia a los
reveses políticos de los gobiernos progresistas y de izquierda latinoamericana,
ya sea por golpes de Estado, abortados o consumados, o por elecciones donde no
alcanzamos la mayoría: golpes de Estado militares como en Honduras, golpes de
Estado abortados como en Venezuela y Ecuador, o Golpes de Estado
Institucionales como en Paraguay y Brasil; en cuanto a las elecciones o
referendos contamos a Venezuela, Argentina y Bolivia. No obstante las derrotas
electorales y a pesar del panorama citado, la marcha de la revolución avanza a
través de la resistencia y de las luchas populares y en la defensa de las
mejoras en la calidad de vida de nuestros pueblos, por acciones de nuestros
gobiernos y a través de cambios institucionales alcanzados.
No hay que olvidar que un revés
electoral no desplaza totalmente a las fuerzas de izquierda de su presencia
institucional, por el contrario, en todos los casos, la izquierda, a pesar de
ser derrotada en las urnas, se mantiene como primera o segunda fuerza política
en cada una de las sociedades latinoamericanas, lo que muestra un avance
estratégico significativo, comparado con el siglo pasado donde las fuerzas
contendientes en la mayoría de los casos eran entre liberales y conservadores.
Como señalamos en la declaración
de San Salvador del año 2016: “La derecha continental subordinada al
imperialismo estadounidense ha intensificado las acciones con las que pretende
desmantelar los procesos de cambio social que se vienen desarrollando a lo
largo y ancho de nuestro continente, en lo que se perfila como una
contraofensiva imperial.
Las democracias radicales
latinoamericanas emergen -entre otras muchas causas- en respuesta a la
aplicación de políticas neoliberales impuestas por el Fondo Monetario
Internacional, que provocaron insurgencias populares sin precedentes en la
historia reciente, crisis políticas de poder, y victorias electorales de amplios
frentes políticos y sociales, que iniciaron un cambio de época en una parte de
Nuestra América. La resistencia y el debate de los partidos y movimientos
revolucionarios hicieron posible, no solo enfrentar al neoliberalismo sino
proponer proyectos de futuro, que millones y millones de ciudadanos respaldan,
afincados en la realidad y, lo más importante, las experiencias de los
gobiernos populares han demostrado que es viable llevar adelante programas
democráticos y populares. Que la derecha pro-imperialista se atrinchere y
combata por todos los medios a los procesos de cambio, es lo que permite
confirmar que hemos logrado aciertos enla ruta trazada de la liberación
nacional y social.
Si fuese necesario destacar un
hecho que responde al giro hacia la izquierda de América Latina y el Caribe, se
puede afirmar que la primera gran derrota de la globalización neoliberal se
produjo cuando el proyecto: Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA, fue
rechazado en la Cumbre de las Américas reunida en Mar del Plata, Argentina, en
noviembre de 2005. Los pueblos de todos los países tuvieron como voceros a
Chávez, a Kirchner, a Lula. El momento revolucionario que se vive, es
extraordinario, unos días después Evo Morales gana de manera contundente las
elecciones presidenciales en Bolivia; unos meses más adelante, la Revolución
Sandinista resurge en su segunda etapa con la llegada al poder de su líder
histórico, Daniel Ortega, y la revolución ciudadana de Ecuador llega al poder
con el potente liderazgo de Rafael Correa Delgado. Y como alternativa al
proyecto ALCA, ya los líderes, Fidel Castro y Hugo Chávez, inician la
construcción del ALBA, signo de los tiempos de cambio.
La brutal ofensiva destinada a
desalojar a las fuerzas progresistas y de izquierda de todos los espacios
sociales, políticos e institucionales conquistados por ellas en buena lid,
indican la necesidad de apurar el paso en la construcción de los nuevos paradigmas
de la izquierda del siglo XXI. Es vital no perder de vista el carácter
instrumental de cualquier sistema político como medio de legitimación del poder
de clase, al margen de quien lo ejerza, lo cual fundamenta la necesidad de los
cambios estructurales, no solo en el ámbito económico, al cual se suele hacer
referencia de manera exclusiva, sino en el ámbito político, en cuanto a la
formulación de una estrategia general y de las tácticas necesarias, que nos
debe llevar a una democracia que sea, participativa y protagónica, como
instrumento del poder popular que asegura las victorias locales y nacionales.
La izquierda debe definir
estrategias para aumentar su presencia en la integralidad del poder político,
avanzando en el cambio de la correlación de fuerzas en la institucionalidad del
Estado, lo cual requiere no reducir la lucha política al Poder Ejecutivo. No
debemos olvidar que las instituciones de la democracia funcional, a los grupos
de poder y al imperio en la mayoría de nuestros países, han sido construidas
para limitar el ejercicio de los derechos democráticos de las mayorías, en
función del interés de las oligarquías locales. Los grupos de poder usan todos
los mecanismos institucionales para atentar contra la democracia, la paz y
procesos de cambio impulsados por los gobiernos de izquierda; un vivo ejemplo
es la judicialización de la política, usando el poder judicial para frenar los
avances del proceso revolucionario y obstruir el fortalecimiento de nuestros
propios partidos.
Tanto los gobiernos de izquierda
que llegan a la presidencia y ganan mayorías en los parlamentos, como los que
avanzan en ciudades, municipios o gubernaturas, implementan políticas que
colaboran desde raíz a combatir la pobreza en millones de familias
latinoamericanas con acceso a un sistema de salud, educación, empleos más
permanentes o autoempleos legales para un desarrollo humano pleno.
Obvio que se
afectan intereses de clase con su historia de dominio patrimonial; por tanto,
no perderán oportunidad para recuperar gobiernos y regresar a viejas prácticas
autoritarias, antidemocráticas con políticas que impongan de nuevo la
desigualdad social.
Un asunto fundamental a tener en
cuenta es que cuando en un sistema pluripartidista las fuerzas políticas con
opción de poder representan intereses de clase antagónicos entre sí, las
instituciones se convierten en trincheras de lucha y por tanto, el uso de esos
espacios pasa a ser una prioridad estratégica de la lucha mientras el viejo
modelo político no haya sido sustituido por el nuevo.
Debemos impulsar la Revolución en
las comunicaciones para poder dar la batalla de las Ideas y derrotar la guerra
mediática política y sucia de los grandes medios de comunicación. Esta lucha es
transversal en todos los ámbitos debemos desarrollarla combinado medios, redes
y formas populares de comunicación.
Para avanzar con el proyecto
debemos desarrollar la cultura y las artes, en todo el quehacer, ganar la
hegemonía del proyecto en la sociedad es vital y tiene que ver con todo lo que
hacemos y como lo hacemos, la batalla por la conciencia.
II. La coyuntura internacional
En todos los documentos
anteriores el análisis de la coyuntura internacional giraba alrededor de la
dominación colonial e imperialista de Estados Unidos y la Unión Europea, donde
acusábamos las políticas neoliberales y sus secuelas en el resto de países del
mundo periférico y semi-periférico, en este último caso nos referíamos a las
sanciones contra Rusia, un país perteneciente a los países llamados emergentes
(BRICS).
Persiste y no se vislumbra alguna
posibilidad de que cese la invasión militar occidental por parte de la OTAN,
liderada por Estados Unidos y con asiento principal en Europa. Particularmente
nos referíamos al daño causado por las tropas militares occidentales en Oriente
Medio, lugar donde se escenifica todavía la agresividad sionista de Israel
contra el pueblo palestino.
Asimismo, denunciábamos el
surgimiento de las tropas terroristas de Al Qaeda y el llamado Califato
Islámico (ISIS), hecho que fueron promovidos por parte de Estados Unidos y
Arabia Saudita, como su principal aliado en la región, junto con Israel, grupos
utilizados claramente con el objetivo de derrocar gobiernos no subordinados a
la hegemonía yanqui y como argumento para desencadenar y legitimar acciones
punitivas contra aquellos gobiernos y contra sus poblaciones musulmanas.
A raíz de los ataques a Europa,
particularmente a Paris, por parte de los terroristas de ISIS, Francia modifica
su política exterior y al mismo tiempo que Rusia decide combatir los campamentos
militares de ISIS en las fronteras de Siria y Turquía. Súbitamente cambia la
correlación de fuerzas en Medio Oriente, los campamentos de los terroristas son
bombardeados y restablecido el orden en Siria. Como resultado de aquella
situación, Rusia conforma un bloque de alianzas con Turquía, Siria e Irán. La
situación en Siria sigue siendo fluida, si bien es cierto que el Ejército
sirio, con el apoyo de la aviación rusa, les ha propinado duros golpes a los
terroristas, la acción bélica continúa.
En noviembre de 2016, Donald
Trump gana las elecciones presidenciales en Estados Unidos, quien se presenta
con un agresivo programa de corte proteccionista, cuyo sostenido se expresa en
la expulsión de migrantes de países árabes, la construcción de un muro en la
frontera con México, la puesta en revisión de los megaproyectos TTIP y NAFTA,
el retiro del acuerdo de cooperación del Pacífico, TPP (lo que desmonta un
espacio de cooperación comercial entre países gobernados por la derecha en
América Latina: Chile, Perú, Colombia y México, al tiempo que cede un
importante espacio comercial a China, el que es muy pronto para dimensionar
adecuadamente), reanuda la construcción de un proyecto calificado como peligro
ecológico, el Keystone Pipeline. También ordenó la expulsión de migrantes
indocumentados y amenaza con profundizar en esa política, no obstante, en esta
dirección ha tenido algunos tropiezos, anunció la puesta en marcha de un plan
de expansión de la capacidad bélica nuclear de Estados Unidos, se enfrenta a algunos
medios de comunicación y presiona con fuerza a China, mientras que resalta sus
vínculos con el ultraderechista gobierno de Israel. Mantiene una línea de
cooperación estrecha con Londres, que inicia su salida de la Unión Europea,
luego de la victoria del BREXIT el pasado año.
Es éste un plan de readecuación del sistema
capitalista imperialista, en la nación más poderosa del planeta, el objetivo es
clarísimo: revertir la crisis de acumulación y su hegemonía, sin embargo, a
pocos días de su mandato, fuertes movimientos de protesta se han hecho sentir
en las principales ciudades estadounidenses.
Guardando todas las diferencias
empíricas con respecto a los imperios pasados, Estados Unidos de América se
comporta como imperio, pero con la diferencia de que a partir de la
independencia política del llamado Tercer Mundo frente a los imperios coloniales,
la hegemonía no gira alrededor de un territorio o de una población subordinada
administrativamente al gobierno estadounidense, como los viejos imperios, o
como actuaba el propio imperio estadounidense en su etapa de ocupación de
territorios aledaños, sino que su hegemonía gira alrededor del Estado
estadounidense que se comporta como un Estado Mundial, junto con la presencia
sistémica de las medidas de sus organizaciones internacionales y de sus grandes
corporaciones, expresiones ambas de las relaciones capitalistas e imperialistas
que dominan económicamente el mundo. Efectivamente, la metrópolis
estadounidense se encuentra a la cabeza del sistema capitalista-imperialista y
hasta ahora sus tropas, organismos internacionales, aparatos ideológicos y
estilo de vida tutelan las reglas del juego del sistema-mundo,
independientemente de las contradicciones que existan entre los diferentes
gobiernos, los diferentes organismos internacionales y las diferentes ramas y
corporaciones de la economía-mundo.
1. EUA como un Estado a la cabeza
del Imperialismo
El centro del imperio es Estados
Unidos, y tiene como aliadas a las principales potencias occidentales y Japón.
Estados Unidos considera o desestima las resoluciones de la Organización de las
Naciones Unidas, conforme sirva o no a sus intereses, usándolas para legitimar
sus acciones y políticas, o ignorándolas cuando van contra su estrategia
imperialista y belicista. Si bien, formalmente, las decisiones se toman por
mayoría, en la práctica son las potencias imperiales quienes orientan la
decisión final. Existe un comité ejecutivo, llamado Consejo de Seguridad,
compuesto por 15 miembros de mayoría occidental, donde cinco países (EUA, Gran
Bretaña, Francia, Rusia y China) tienen el poder de vetar cualquier decisión de
la Asamblea de Naciones Unidas o de los miembros del Consejo de Seguridad. Con
frecuencia en los últimos decenios, estos países no han podido evitar, con su
veto, la invasión militar estadounidense en ambas partes del mundo. Estados
Unidos tiene el mayor presupuesto y el mayor aparato militar del planeta, con
posibilidades de intervenir militarmente en muchos países, salvo los que tienen
armas atómicas. Sus fuerzas armadas han recorrido prácticamente el mundo entero
y todavía mantiene bases militares en todo el orbe, aún en países con armas
atómicas, pero que son sus aliados.
Las instituciones financieras internacionales responden a los intereses
del capital financiero internacional, eslabón principal del sistema capitalista
y de su núcleo hegemónico, liderado por Estados Unidos, pero también ejerce un
gran peso en las d ecisiones políticas, a través de múltiples instituciones de
las más diversas índoles (en ocasiones incluso utilizando a la ONU, cuando
conviene a sus intereses), así como también, ha construido un aparato
ideológico y contracultural, basado -obviamente- en el fundamentalismo de
mercado.
A pesar de lo dicho
anteriormente, a medida que se desarrolla el capitalismo industrial, comercial
y financiero, con todas sus contradicciones, la hegemonía se mantiene a través
de una alianza entre los Estados Imperiales y la hegemonía del mercado
capitalista, conformado por un conjunto de corporaciones multinacionales
asentadas en el mundo entero, sin excepción, es decir, incluyendo a Rusia,
China y a todos aquellos países gobernados por grupos políticos que apoyan o
adversan al gobierno estadounidense. Es útil señalar que la Federación Rusa, al
igual que el resto de los BRICS, tiene una economía de mercado y compite en el
mercado capitalista mundial.
En el pasado, el proteccionismo
se acompañó de guerras de rapiña, disputándose las materias primas en el Tercer
Mundo, al menos hasta la invasión de la OTAN en Yugoslavia y en los países
petroleros de Medio Oriente. Hoy en día, las incursiones neocoloniales e imperialistas
acompañan sus aventuras en el campo de batalla del mercado, incluyendo un
velado proteccionismo para competir con sus adversarios. Esta competencia
dentro del sistema-mundo aparece como el camino civilizado y escogido por todos
los países para dirimir la competencia y enfrentar las crisis del sistema
mundo: crisis financieras, industriales y comerciales, crisis de alimentos y de
agua, energía y biodiversidad, pero sobre todo crisis de realización de
mercancías, plusvalía y capitales actuales, incluyendo los excedentes amasados
a lo largo de la historia.
La crisis del capitalismo es de
acumulación y puede ser caracterizada como orgánica, multidimensional y
simultánea, que tiene como consecuencia directa la ausencia de equilibrios en
el plano social y económico, y se pone de relieve, cada vez más, que el sistema
político liberal -plutocrático en esencia- hoy tiene serias limitaciones para
ser el instrumento generador de consenso, al que todo régimen político aspira,
muy por el contrario, la realidad política actual, es que fuerzas autoritarias,
neofascistas y xenófobas, amplían su radio de influencia y crecen en apoyo
popular en Europa y Estados Unidos, y son fuerzas abiertamente antidemocráticas
las que en este momento retan a los gobiernos populares latinoamericanos.
2. La situación del imperio frente a sus
competidores principales
Con la implosión del campo
socialista debido a la crisis de un régimen distributivo sin correlato en el
desarrollo de las fuerzas productivas y en competencia con un mercado mundial,
hegemonizado por las potencias imperialistas nacidas después de la Segunda
Guerra Mundial, el centro del poder mundial se desplazó a Estados Unidos y a
sus principales aliados en Europa y en el resto del mundo.
En medio de esta globalización
aparecieron a finales del siglo pasado varios países que lograron apropiarse de
la tecnología y bajo sus ventajas complementarias alcanzaron el estatus de
países emergentes (BRICS). Estos países que se han multiplicado,
particularmente en el sudeste asiático, comenzaron a inundar de mercancías
competitivas al mundo entero, incluyendo a Europa y Estados Unidos.
Una de las vertientes del
conjunto de contradicciones que la globalización neoliberal genera, es la
emergencia de nuevos polos, o núcleos, que habrán de convertirse en nuevos
polos de poder, es decir, se puede identificar el desarrollo de una gran
transición geopolítica planetaria, tema que requiere de especial atención por
el Foro de Sao Paulo. ¿Se abre paso un mundo multipolar? ¿Será este mundo
multipolar democrático? Hay un dato a tomar en cuenta, la confluencia de las
economías emergentes en los BRICS, vale decir: Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica, que es el gran competidor de la alianza EUA-UE, empero, está en
debate qué pasará con el BRICS, a partir del golpe de Estado en Brasil y la
instauración de un régimen que va en dirección opuesta a la política que
adoptaron los gobiernos de Lula y Dilma en el gigante suramericano.
Fue así que Europa y Estados
Unidos vinieron rezagándose, sobre todo en cuanto a las nuevas tecnologías
industriales de bienes de consumo masivo, refugiándose en los mecanismos
financieros que le permitía el monopolio del dólar en tanto que divisa mundial,
así como en el robo de las materias primas del Tercer Mundo y la imposición de
políticas neoliberales desventajosas para los países de la periferia.
Esta situación de competencia
entre el imperio estadounidense y el resto de países, fue señalada en el
documento base del XXII del Foro de Sao Paulo y que muy poco podemos agregar en
este documento, como se puede apreciar en el texto que reseñamos a
continuación.
Un componente esencial de la
estrategia imperialista destinada a descargar sobre otros los efectos de la
crisis sistémica del capitalismo, es su ofensiva con el objetivo de debilitar a
los BRICS, en la que sobresale el cerco geopolítico y la imposición de sanciones
económicas contra Rusia, la manipulación especulativa de información sobre el
comportamiento de la economía de China, el acercamiento político-económico con
India, buscando apartarla del grupo, y la desestabilización política de Brasil,
donde fuerzas pro imperialistas y oligárquicas ejecutaron un golpe de Estado
legislativo y judicial, en virtud del cual la presidenta Dilma Rousseff fue
apartada de su cargo. Esto último es, al mismo tiempo, un componente esencial
de la ofensiva contra los gobiernos y las fuerzas de izquierda y progresistas
de la región.
Pese a la arremetida imperial, el
mundo unipolar surgido tras el colapso del llamado campo socialista europeo y
sustentado en el poder hegemónico de EUA ha disminuido. El enorme avance de
China y Rusia, el cambio a favor de la izquierda y las fuerzas progresistas en
América Latina y el Caribe, y el empantanamiento de EUA en sus guerras de
conquista, fueron creando un mundo crecientemente multipolar, en el cual los
poderes tradicionales ya no lo deciden todo.
EUA sigue siendo, sin embargo, la
primera potencia mundial en todos los terrenos, pero su estructura económica
industrial y cibernética declina en la competencia mundial. Su déficit fiscal
es de grandes proporciones. Lo hace manejable emitiendo cada año miles de
millones de dólares sin respaldo que los países dependientes se ven obligados a
comprar.
Es de hacer notar que Estados
Unidos redujo sustancialmente sus niveles de dependencia energética, con
respecto a los países agrupados en la OPEP, en primer término, por la
aplicación de nuevas técnicas, que le permiten extraer petróleo en su propio
territorio, a través del método fracking, con lo que aumentó su producción
interna en aproximadamente cuatro millones de barriles diarios, (aunque debe señalarse
el alto costo de inversión en tecnología que demanda este método, por lo que la
inversión para ser amortizada demanda precios alrededor de o superiores a los
$50 dólares el barril; así como las graves consecuencias medioambientales que
produce), y en segundo término -este punto es crucial-, ahora las empresas
transnacionales tienen el control de la producción de crudo de Irak, que
pudiera incrementar su producción en pocos años, así como también, controlan la
producción libia, además de la conocida alianza que mantiene con Arabia
Saudita, a todas luces, el mayor productor y exportador de petróleo del mundo.
La fuerte presión sobre Venezuela, y los planes desestabilizadores en marcha,
están vinculados a esta situación del mercado petrolero y a la estrategia de
Estados Unidos de control total sobre el petróleo, componente esencial para el
funcionamiento de la maquinaria bélica, industrial, comercial, transporte y
comunicaciones del mundo.
EUA sigue retrocediendo en el PIB
y el comercio mundiales, y su moneda tiende a ser desplazada por otras divisas
fuertes. De tener el 50% del PIB mundial hace muchos años (a precios
corrientes), la economía estadounidense pasó a tener el 31% en el año 2000 y el
21% en 2014. Por su parte, China ya tiene el 15% del PIB mundial a precios
corrientes, ya superó a Japón, Alemania y otras grandes economías capitalistas
y se encamina a sustituir a EUA en el terreno de la producción. EUA pasó de
tener más del 30% de las exportaciones mundiales a tener el 9%, es decir, 1%
menor que el de China, que lidera el planeta con el 10%. Esos datos muestran
que el dólar tiene que compartir, de manera creciente, su espacio mundial con
otras monedas, tales como el yuan chino.
Los países que conforman el grupo
BRICS tienen el 50% de la población mundial y el 30% de la superficie
terrestre, generan el 22% del PIB global, poseen el 45% de las reservas de
divisas, tienen abundantes reservas de petróleo y gas (sobre todo Rusia y
Brasil), carbón y otros minerales, producen muchos alimentos y sus economías
son complementarias. Brasil también está muy integrado a Suramérica a través
del MERCOSUR y la UNASUR.
Suramérica posee el 65% de las
reservas mundiales de litio, el 42% del cobre, el 33% del estaño, el 30% del
petróleo, el 21% del hierro, el 18% de la bauxita, el 14% del níquel y el 83%
de la biodiversidad biológica. Solo Brasil posee la tercera parte del nitrato
del mundo. Las naciones de Asia que integran el BRICS (en menor medida Rusia),
necesitan comprar esas materias primas, pues sus economías no disponen de ellas
en las cantidades que requieren. Según la CEPAL, China está consumiendo
alrededor del 40% del aluminio, cobre, plomo, níquel, estaño y zinc del
planeta.
El crecimiento de las economías
de Asia que pertenecen al BRICS, las cuales en pocos años dejarán atrás a las
europeas (ya China lo hizo), supone una mayor demanda de los minerales que
abundan en Suramérica. En otras palabras, el crecimiento económico de las
grandes naciones de Asia está directamente vinculado con el crecimiento del sur
de América. De acuerdo con un análisis realizado en 2013, por cada 1% que
crecía el PIB de China, aumentaba 0,4% el de América del Sur, y por cada 10%
que crecía China, las exportaciones de América Latina a esa nación aumentaban
en 25%.
Las industrias de Europa y EUA
también necesitan las materias primas de América Latina y el Caribe, pero sus
posibilidades de penetrar en la región se complicaron tras el surgimiento de
gobiernos progresistas y de izquierda que derrotaron el ALCA y ampliaron sus
lazos con el BRICS, sobre todo con China y Rusia. Esa es una de las más
poderosas razones de la ofensiva imperialista desatada en los últimos años,
tanto contra Rusia y China, como contra los gobiernos de izquierda y
progresistas en el subcontinente (Ver Documento Base-Encuentro de San Salvador,
2016).
3. La globalización neoliberal y el
proteccionismo imperial
Ahora bien, no es lo mismo el
proteccionismo de un estado-nación cualquiera que el proteccionismo de un
estado-mundial o lo que es lo mismo de un estado-imperial. Y cuando hablamos de
Estados Unidos de Norteamérica, estamos hablando precisamente de un estado
imperial, encarnación y rector del capitalismo financiero y del imperialismo,
entendido este último como conjunto de políticas para preservar, recomponer y
fortalecer su hegemonía y de aquellas corporaciones de su preferencia.
Hasta ahora el imperio había
decidido una política económica globalizadora, privatizando a todos los Estados
del mundo, incluyendo a los Estados excomunistas, derrumbando las fronteras
arancelarias, sobre todo para las mercancías de las potencias imperiales,
deslocalizando empresas metropolitanas en el exterior de sus fronteras, pero
amasando capital que se envía al centro, rompiendo todas las censuras que el
capitalismo había respetado anteriormente, como la destrucción ecológica, la
trata de gente, el libertinaje del comercio mundial, la exportación de
capital-tecnológico al exterior, el negocio del narcotráfico, etc.
Pero resulta que de repente
aparecen demasiados países emergentes que comienzan a erosionar la base
económica del imperialismo estadounidense, como son las cuotas del mercado
mundial de mercancías y de capitales, que no solamente sustituyen las
importaciones de las potencias occidentales, sino que compiten con estas
potencias al interior de sus propios mercados. Esta situación se acompaña de
sucesivas y cada vez más recurrentes crisis de sobreproducción, base de las
crisis financieras, donde todas las economías, incluyendo la estadounidense,
encuentran un mercado mundial saturado de mercancías. Y como ha sido usual en
estos casos, los grandes estados o centros imperiales no tienen otro camino,
aparte de las guerras de rapiña, que rescatar a sus empresas con los impuestos
estatales o emprender medidas proteccionistas. Y es esto último lo que está
haciendo el presidente Trump, escogiendo el camino del proteccionismo radical.
La globalización capitalista ya se llevó a cabo a través de políticas
neoliberales. Ahora, una vez saturado de mercancías el mercado mundial, ha
llegado la hora de que aquellas potencias desfavorecidas recurran a un nuevo
proteccionismo para enmendar su desventajosa situación.
No es que la administración
encabezada por el presidente Trump vaya a eliminar los tratados comerciales,
sino que endurecerá sus cláusulas, actualmente leoninas, para los países del
Sur. No es que el imperio retirará el grueso de sus empresas que saquean de
materias primas el planeta (minerales, petróleo o alimentos) sino que escogerá
las que le convenga para mantener el empleo y un sólido mercado interno. No es
que va a suprimir las guerras, sino que será más selectivo y racional desde el
punto de vista económico, obligando a sus socios a compartir sus gastos.
En otras palabras, la
globalización, entendida como la dominación capitalista del centro sobre la
periferia, ya realizó las tareas que tenía que realizar a través de las
políticas neoliberales, como el desmantelamiento de las fronteras arancelarias
y la privatización de las empresas públicas; ahora corresponde al centro
imperial realizar los ajustes necesarios, a raíz de las nuevas contradicciones
engendradas. Y una de ellas es precisamente la saturación del mercado mundial,
producto de la exportación de capitales que se desplazaron del centro a la
periferia, incrementando el viejo pecado capital del capitalismo, como es la
disociación entre la producción y el consumo: mayor producción de oferta con mayores
restricciones de demanda efectiva para consumirla y concretar la ganancia
esperada (realizar la plusvalía).
En suma, se trata de trasladar la
competencia mundial por los excedentes, de una geopolítica militar a una
geopolítica económica, fortaleciendo en primer lugar su mercado interno y
esperando que el resto de naciones queden asfixiadas por la falta de mercados
externos o lo que es lo mismo por la falta de espacios en el mercado mundial,
el que está formado precisamente por el conjunto de las naciones extranjeras o
por la suma de sus mercados.
Realmente, esta política comenzó
después del auge globalizador y neoliberal de finales del siglo pasado y que
duró hasta la crisis del 2008. A partir de entonces, algunos países, entre
ellos China y el gran bloque del occidente (UE-EUA), habían empezado a mirar
hacia adentro, intentando fortalecer su mercado interno e incursionando en
algunas políticas proteccionistas, como es el caso de las sanciones de Europa y
Estados Unidos hacia Rusia y otros países menores. Ahora, Estados Unidos
arrecia su proteccionismo y avanzan agresivamente señalando el cambio de sus
políticas económicas, comenzando con aquellos países que más afectan su
hegemonía económica, como es el caso de China, México y algunos países árabes.
Política que se inició retirándose del Tratado Transpacífico, revisando el
tratado con Canadá y México e imponiendo impuestos a la importación de los
productos mexicanos, reforzando un muro de contención en sus fronteras y
prohibiendo la entrada de los ciudadanos de algunos países de Oriente Medio de
origen islámico.
Sin embargo, la situación no será
tan fácil para Estados Unidos como antes, pues el mundo está tan
interdependiente y sobre todo las corporaciones transnacionales, que frente al
proteccionismo de un país usualmente aparece el proteccionismo de otros países.
Estados Unidos corre el riesgo de quedar aislado frente a un comercio
internacional donde nadie es imprescindible y donde existen países como China
tan poderosos para ofrecer sus mercancías como los propios Estados Unidos en el
comercio internacional.
Todas las naciones van a tener
que seguir buscando como vender sus productos en el mercado mundial, ya sean
materias primas o productos industriales. Igualmente, van a tener que seguir
comprando productos industriales en los centros del sistema imperial,
particularmente aquellas naciones y mercado que no han podido sustituir sus
importaciones. De tal manera que no es difícil prever que el proteccionismo de
Trump en Estados Unidos, desemboque en una guerra comercial mucho más
encarnizada que la que ha significado la globalización. En otras palabras,
pareciera que la política exterior que vamos a observar por parte de todos los
países será el fin de una etapa de la globalización como la conocimos hasta
hace unos meses, para pasar a una nueva fase de globalización neoliberal con
proteccionismos selectivos.
4. El imperialismo no renunciará
ni a la globalización del capital, ni a las políticas neoliberales en la
periferia
El imperialismo no renunciará ni
a la globalización del capital o del mercado capitalista ni a la imposición de
medidas neoliberales en la periferia, independientemente de sus esfuerzos por
proteger sus fronteras frente a una competencia que amenaza su hegemonía.
La globalización como la
interdependencia mundial del capital y de las corporaciones internacionales,
paseándose por todas las naciones y por todos los espacios de la vida social,
el neoliberalismo como políticas de privatización del Estado, así como el
proteccionismo imperial, pueden tener muchas contradicciones, como todo
sistema, pero no hay que pensar que son antagónicas.
Las grandes corporaciones
transnacionales y, fundamentalmente, lo que conforma el eje principal del
capitalismo hoy: el sistema financiero, altamente integrado, es al mismo tiempo
el espacio de las más agudas contradicciones, que sean antagónicas o no está en
dependencia con la profundidad de la crisis y sus efectos políticos, su impacto
en la economía, el mejor ejemplo es el crack de 2008 que puso de relieve la
inconsistencia teórica del planteamiento de los neoliberales. “La globalización
es una ley histórica -explicó Fidel en el aula magna de la UCV, en 1999- es una
consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas -y excúsenme por emplear
esa frase que quizás asuste a algunos por su autor- un producto del desarrollo
de la ciencia y de la técnica en grado tal, que aún el autor de la frase,
Carlos Marx, que tenía una gran confianza en el talento humano, posiblemente no
fue capaz de imaginar” … “La globalización neoliberal quiere convertir a todos
los países, especialmente, a todos nuestros países, en propiedades privadas”.
Un tema de tal calibre requiere
de una breve reflexión, en cuanto a lo que expresan algunos economistas sobre
el origen de las altísimas ganancias en el sistema financiero internacional,
como “valor que se valoriza a sí mismo”, es decir, el capitalista obtiene
fabulosas ganancias sin pasar por los riesgos que todo proceso de producción
entraña. Los teóricos del capitalismo pretenden ocultar el fenómeno de la
explotación de la clase trabajadora. Pero, la realidad es otra, la ganancia que
obtiene el capitalista mediante la especulación financiera es en la que está
condensada la explotación capitalista, “es cuando el capital alcanza su forma
más cósica, su forma más pura de fetiche”, según lo explica Marx. Es éste un
proceso que ahora alcanza niveles muy complejos, y tiene alcance planetario
porque cuenta con la base material que le otorga el desarrollo intensivo de las
nuevas tecnologías. No pocos analistas afirman que con el desarrollo de la
ciencia y la técnica, cambia de tal manera la composición del capitalismo, que
estamos frente a fenómenos nuevos, es cierto que son fenómenos nuevos, pero
cuando se pone en observación la “fractura” del sistema financiero, queda al
descubierto su trama de contradicciones, no obstante, lo que pretenden los
ideólogos del neoliberalismo es ocultar el antagonismo entre el capital y el
trabajo, y ese, no es un fantasma, allí está.
A continuación ofrecemos una
lista de las expresiones concretas de las medidas neoliberales impuestas a
nuestros países y que la globalización neoliberal o imperialismo y el
proteccionismo imperial no están dispuestos a renunciar. Estos puntos han
venido siendo señalados por la crítica intelectual de izquierda. Sería bueno
hacer un ejercicio de simulación, preguntándonos si creemos que la influencia
de Estados Unidos y toda su parafernalia de organismos internacionales sobre
los que influye diariamente piensan abandonar las políticas neoliberales que
nos imponen diariamente.
a) Tratados comerciales bilaterales favorables a
los países y corporaciones imperiales y en detrimento de las naciones
desfavorecidas en el mercado capitalista mundial.
b) Desmantelamiento arancelario
por distintos medios, privatización de empresas y servicios públicos, reformas
fiscales a favor de las corporaciones y en detrimento del resto de productores,
incluyendo mecanismo de evasión y excepción de impuestos.
c) Desaparición o subordinación
de los bancos centrales y de fomento a los organismos financieros
internacionales y al Banco de Pagos Internacional, así como la pérdida de
control de la política monetaria y crediticia. Estímulo a los préstamos
buitres.
d) Desestímulo y discriminación a
los pequeños-medianos productores y cooperativas, acompañadas del despojo de
sus suelos y recursos naturales.
e) Privatización,
desnacionalización y desaparición de los servicios públicos: salud, educación,
vivienda, transporte, vigilancia, recreación.
f) Déficit fiscal y endeudamiento
progresivo tendiente al desequilibrio en el gasto público, como mecanismo para
imponer políticas económicas desfavorables a los países más débiles.
g) Control del presupuesto
público para alimentar la inversión privada y rescatar a las empresas y bancos
comerciales de sus quiebras periódicas.
h) Orientación de los créditos
para estimular el consumismo.
i) Entrega de los recursos
mineros, pesqueros, recursos turísticos, mantos acuíferos a las cadenas de
empresas transnacionales extractivistas.
j) Estímulo de burbujas y crisis
financieras para la mayor concentración y centralización de capitales.
k) Congelación y reducción de salarios,
aumento del empleo no calificado, inflación, aumento de tarifas por servicios
en manos privadas, aumento de la generación de jóvenes que no estudian ni
trabajan.
l) Depauperación social y
personal.
m) Aumento de las desigualdades y
represión a toda manifestación de descontento.
n) Conculcación de derechos
individuales y sociales.
o) Vinculación de los aparatos de
gobierno con círculos del crimen organizado, organizaciones narcotraficantes,
aumento de la extorsión y de la corrupción de las instituciones públicas, estímulo
a la impunidad.
p) Desestimulo y criminalización
de las organizaciones populares; utilización del poder imperial para sus
aventuras punitivas contra nuestras instituciones y contra los funcionarios
públicos.
q) Sustitución de los valores políticos por los
valores del mercado. Despolitización de la juventud y de los partidos, o su
reconversión como empresas mercantiles encaminadas a la acumulación desde el
control de las instituciones gubernamentales.
Podríamos seguir ampliando la
lista. Lo importante es saber que el neoproteccionismo imperial no abandonará
su política exterior en la periferia o semi-periferia del sistema, ni siquiera
la más mínima expresión de lo que antaño fueron los Estados liberales.
En todo caso y siendo reiterativa
la alusión al funcionamiento del capitalismo, el imperialismo, la
globalización, las políticas neoliberales, sugerimos que avanzar en el
planteamiento y discusión sobre un proyecto alternativo que pueda implementarse
desde la oposición y desde el gobierno, tal como lo hizo la burguesía en su
momento, la que aún antes de tomar el poder ya era clase y proyecto dominantes
en la sociedad. Para lo cual ofrecemos dos referencias en anexo que creemos
obligatorios en la discusión como son las posibilidades de una economía
alternativa, proceso en marcha en América Latina, aunque silencioso y hasta
invisible para muchos sectores de izquierda que sin embargo trabajan con ella,
así como las posibilidades de otro modelo de gestión política y económica en
marcha, nos referimos al poder popular.
III. Consideraciones Finales
Las acciones ejecutivas de Trump,
han levantado una ola de protestas, entre los migrantes, los islámicos, las
mujeres y demás sectores sociales. Hasta con el sistema judicial ha comenzado a
tener roces.
Si bien las políticas
proteccionistas del presidente Trump y sus intentos por cambiar las relaciones
comerciales multinacionales por acuerdos binacionales que beneficien a los
intereses de Estados Unidos afectarán económicamente a nuestros países,
aquellas pueden significar una oportunidad para el fortalecimiento de nuestros
instrumentos regionales y el impulso por el establecimiento de nuevas
relaciones con otros bloques económicos.
Hoy más que nunca tenemos que
mantener la excitativa para que nuestros compatriotas latinoamericanos que
viven en Estados Unidos se movilicen contra las pretensiones del proteccionismo
imperial. Como lo señalamos en la declaración final en San Salvador: En Estados
Unidos viven más de 55 millones de personas procedentes de América Latina y El
Caribe que contribuyen al desarrollo económico, social de ese país. Un
porcentaje significativo de las 11 millones de personas indocumentadas en
Estados Unidos son de América Latina y El Caribe y el gobierno de ese país no
ha cumplido su promesa de una reforma integral por los derechos de la población
migrante, una parte de la cual sufre una crisis humanitaria, como es el caso de
los niños y las niñas retenidos en las fronteras.
Es necesario que el Foro de Sao
Paulo fortalezca los esfuerzos por la construcción de un frente político y
social continental, integrado por movimientos políticos, sociales y populares
de nuestra región, abarcando a amplios sectores de la sociedad, entre ellos
aquellos que exigen el respeto a sus derechos personales y colectivos, como por
ejemplo, sus orientaciones sexuales en el caso de los grupos LGBT, los sectores
de la juventud, las luchas de género por la igualdad de derechos entre hombres
y mujeres, los pueblos originarios, los afro descendientes, que no
necesariamente actúan partidariamente, pero que luchan en las calles por sus
derechos y el ejercicio de sus expresiones culturales. Tarea que debe incluir
la motivación a los militantes y simpatizantes de sus partidos en Estados Unidos a que, como comunidad, se sumen a la
lucha y demanda de sus derechos y denuncien la política injerencista del
gobierno de Estados Unidos hacia nuestros países.
El Foro de Sao Paulo debe estar alerta ante
cualquier acción de EUA para endurecer su política hacia Cuba a partir de las
declaraciones de Trump y de la mayor influencia de la derecha cubana de Miami
en el Congreso estadounidense. Hasta el momento no se ha materializado ninguna
medida debido a que la nueva administración está tratando de establecer medidas
de orden interno.
El Foro de Sao Paulo debe continuar dando
seguimiento y acompañamiento del proceso de Paz de Colombia, tanto en los
procesos de implementación de los Acuerdos con las FARC como la negociación con
el ELN. Manifestamos nuestro profundo rechazo a la militarización que se
intenta restaurar en nuestro continente y propugnamos por la defensa de América
Latina y el Caribe como Zona de Paz, tal como fue proclamada por la CELAC.
América Latina y el Caribe están en estos
momentos y seguirán estando al frente de la lucha de los pueblos por una
sociedad con justicia y libertad, sin explotación ni opresión; una lucha en la
cual los pueblos, sus organizaciones políticas y sociales, y los gobiernos que
defienden los intereses populares, se enfrentan a las más poderosas fuerzas del
mundo, pero cuyo poderío económico y militar no podrá contra el poder de la
razón, de las ideas, y de los más altos valores de la humanidad, que como
proclamaba la Revolución Cubana en la Segunda Declaración de La Habana, “ha
dicho BASTA y ha echado a andar…” Seguiremos construyendo el poder popular para
asegurar las transformaciones económicas, sociales y políticas de los pueblos
de América Latina y El Caribe.
En estos momentos se presenta comoun desafío fundamental para los
pueblos en lucha y para el movimiento revolucionario latinoamericano dos
frentes de altísima prioridad. Unoque es la batalla en Venezuela, cuyo pueblo
revolucionario encabezado por sus fuerzas organizadas ha demostrado una
capacidad de lucha y resistencia pocas veces vistas en la historia de lucha de
nuestros pueblos, frente a las embestidas brutales de la oligarquía apátrida y
el imperialismo confirmando quela defensa de la soberanía nacional de Venezuela
y del derecho de su pueblo de darse la forma de gobierno que desee, debe ser
preservada. Y el segundo frente de lucha no menos importante por su estrategia
tanto a nivel regional como a nivel mundial, en la lucha que se desarrolla en
todos los niveles en el Brasil, sobre todo a partir de los últimos hechos que
desencadenaron las últimas denuncias contra el ilegítimo presidente Temer y
quienes llevaron adelante el golpe de estado contra la Presidenta Compañera
Dilma Rousseff.
Un elemento esencial para
preservar, ampliar y fortalecer la correlación de fuerzas favorables a las fuerzas políticas y gobiernos
de izquierda y progresistas de América Latina y el Caribe, es la defensa de la
integridad y la orientación popular, anti neoliberal, de los mecanismos
intergubernamentales de concertación, cooperación e integración, que se han
creado a partir de la llegada de la izquierda al gobierno,a saber, la
Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de
Comercio de los Pueblos (ALBA‑TCP), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR)
y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). El proyecto del
ALBA y PETROCARIBE ha sido y continúa siendo un ejemplo de la capacidad de los
pueblos para ejercer la solidaridad, la complementariedad y avanzar unidos
hacia un destino mejor No deberíamos olvidar aquellos países de las pequeñas
Antillas que cuentan con gobiernos progresistas, algunos de ellos integrados a
PETROCARIBE.
Como izquierda nos corresponde impulsar la
transparencia, la honradez en el uso y manos de los recursos públicos y nos
manifestamos en contra la pretensión de Estados Unidos, de arrogarse
prerrogativas fiscalizadoras en el enfrentamiento a la corrupción, irrespetando
la soberanía de nuestros pueblos mediante mecanismos inconstitucionales, como
resultado de lo cual llama la atención que no han sido señaladas ni afectadas
las figuras políticas vinculadas con la oligarquía, de donde provienen los más
grandes actos de corrupción, lo cual es también un engendro del
intervencionismo imperialista. El caso de la CICIG en Guatemala es emblemático
en ese sentido, pero el propio pueblo guatemalteco ha demostrado que no se
necesita la tutela imperial mediante organismos intervencionistas para
enfrentar la corrupción, pues la garantía para eso es la capacidad de lucha de
los sectores populares, siempre que se cuente con un movimiento revolucionario
unido, organizado y a la altura de su misión histórica. La judicialización de
la política a través de los poderes judiciales locales controlados por la
derecha y las intervenciones a la soberanía a través de la formación de
comisiones anticorrupción compuesta por organismos internacionales, debe ser
impedido a toda costa. Asimismo, debemos rechazar los paraísos fiscales, la
evasión tributaria y la opacidad del gran capital en cada país.
Finalmente sería recomendable
llevar estos documentos a todas las expresiones organizadas de nuestras
sociedades, con el fin de acumular fuerzas ideológicas y culturales que en
manos de la gente se conviertan en fuerza social y política para concientizar,
organizar y movilizar a la sociedad entera, encaminadas a cambiar el orden
establecido.
ANEXO
CONTRIBUCIÓN DEL FSLN AL DEBATE
La economía social y el poder
popular
Si bien creemos que el análisis
de la coyuntura internacional y regional es un insumo necesario para enriquecer
la conciencia política y alimentar nuestro quehacer programático, creemos que
debemos avanzar en la estrategia de transformación, aún desde la oposición, de
manera que las esperanzas en la lucha no se limiten a las posibilidades de
controlar las instituciones, cosa que por supuesto consideramos estratégico. En
tal sentido y tomando en cuenta la riqueza de experiencias de economía
popular-social y de poder popular, creemos pertinente esbozar estos dos puntos,
con el objetivo de empezar a debatirlos. Asimismo, se hace necesario, a la par
de su análisis, empezar a sistematizar y socializar ambas experiencias en los
diferentes países de América Latina.
La economía social que se inicia
como economía popular, compuesta por unidades económicas familiares,
asalariados de bajos ingresos y pequeños productores de bienes y servicios;
economía popular que adquiere su madurez cuando se asocia, necesita de un poder
popular que la desarrolle, como hizo la burguesía cuando nació como clase
emergente, de lo contrario toda esta miríada de pequeñas unidades económicas
familiares o de pequeños productores estarán sentenciados a convivir en una
especie de capitalismo popular, donde la competencia los estrujarán sin piedad
alguna, sumiéndolos en la pobreza y la precariedad social. De ahí la necesidad
de que los movimientos sociales y las organizaciones políticas de izquierda la
acompañen con una conciencia de clase y hacia una práctica asociativa y
autogestionaria.
La economía social
1. La economía social como parte de la agenda
de la izquierda latinoamericana
El objetivo de este apartado es
debatir y consensuar una agenda política general que permita a la izquierda
latinoamericana y a sus expresiones nacionales, orientar su acción política
frente al poder del sistema imperante, incorporando la tarea de construir una
economía alternativa a la economía empresarial capitalista.
Por izquierda entendemos toda
fuerza política que se opone, a través del discurso, la organización y la
movilización, al orden establecido, caracterizado éste por: a) La predominancia
de un mercado capitalista e imperialista cada vez más competitivo, excluyente y
depredador, b) Un conjunto de instituciones patriarcales y autoritarias, c) La
intervención de las diferentes fuerzas políticas, militares, económicas y
culturales del imperialismo, tanto públicas como privadas. Capitalismo e
imperialismo que deben enfrentarse bajo una orientación socialista, combinando
los aportes del socialismo estatista, en cuanto a la posesión de empresas
públicas y la planificación, con las del socialismo asociativo, en cuanto a las
relaciones sociales, o lo que es lo mismo, emprender la revolución y el
socialismo desde arriba y desde abajo.
Y es desde esta perspectiva donde
cobra importancia apostar a una nueva economía, la economía popular y social,
las que no están basadas en relaciones obrero-patronales, sino en pequeñas
unidades de productores-trabajadores asociadas entre sí, con el fin de acceder
a negocios de mayor escala donde puedan captar un mayor valor agregado,
complementada con políticas públicas que la favorezcan. Por economía
popular-social entendemos aquellos sujetos económicos donde el trabajo vivo es
tan importante como el capital y donde la acumulación deja de ser un fin, como
en el capitalismo, para convertirse en un medio para el bienestar de sus
asociados. La economía social tiene su cantera en los pequeños productores,
pobladores, consumidores y trabajadores en general, incorporados a la gestión
de la economía en sus diferentes aspectos, desde las unidades económicas
familiares, los pequeños productores, los pequeños artesanos y pescadores, los
pequeños negocios en general agrupados alrededor de la producción, los
servicios de transporte, la distribución y el consumo. Estos sujetos adquieren
el estatus de economía social cuando se asocian para articularse entre sí y
escalar la cadena de valor que les permita crecer y apropiarse del excedente
que hoy por hoy el capital les drena a través del mercado. Como parte de esta
economía hay que incorporar a los pobladores que se asocien en cooperativas de
consumo o de crédito u otras formas asociativas o comunales para gestionar
diferentes tipos de servicios, encaminados a obtener ingresos o a disminuir sus
gastos.
Dentro de esta economía hay que
incluir a las comunidades indígenas, basadas en relaciones sociales, culturales
y económicas que confieren identidad diferente a las relaciones contractuales
de las identidades de una sociedad mercantil.
La ventaja para la izquierda de apostar a una
nueva clase, a nuevas relaciones de producción y a una nueva economía, es que
le permite empezar a construir una alternativa desde aquí y desde ahora, falto
de la cual, tanto en la oposición como en el poder, su accionar se limitará a
padecer, administrar y criticar los estragos y el funcionamiento del sistema
capitalista. Por otro lado, apoyar el desarrollo de una nueva clase y de una
nueva economía permitiría comenzar a construir relaciones más cercanas al
socialismo, al menos como lo entendía Marx, es decir: “La unión de productores
libremente asociados”.
Esta estrategia se parece más al recorrido que hizo la burguesía al
nacer, compitiendo con f ormas anteriores de producción, hasta alcanzar su
hegemonía económica, lo que la llevó posteriormente a llevar a cabo su
revolución política, a fin de desarrollarse plenamente. En otras palabras, la
burguesía como clase, técnica y económicamente dominante, nace antes de hacer
su revolución política. Recorrido diferente al del socialismo estatista, donde
la socialización de los medios de producción y de cambio, se emprendió desde
unidades económicas estatizadas y gestionadas por una tecnocracia, pero
manteniendo las viejas relaciones de producción con la clase obrera; clase en
nombre de la cual se hace la revolución política, pero en momentos en que
todavía no es una clase económicamente dominante, sino más bien una clase
explotada y subordinada al capital privado y/o público.
Desde la economía social, estaríamos
planteando un proyecto de economía mixta (empresas estatales + asociaciones de
productores-trabajadores), mucho más democrática y más asociativa, que puede
iniciarse aún antes de la toma del poder político. Esquema que se está llevando
a cabo en Venezuela y otros países latinoamericanos y que parece encaminado en
la sociedad cubana, a juzgar por la existencia de más de 500,000
cuenta-propistas y el fomento al cooperativismo.
Esto que señalamos como propuesta ya está
pasando en América Latina en diferentes campos de la economía, a manos de un
nuevo sujeto económico, al que llamamos trabajadores-productores o trabajadores
por cuenta propia, quienes conforman alrededor del 50% de la fuerza laboral y
que junto con la clase obrera organizada y la gran mayoría de pobladores y
consumidores, forman la mayoría de la fuerza laboral, una parte de la cual
avanza significativamente bajo formas cooperativas, autogestionarias,
asociativas y comunitarias. La nomenclatura burguesa los llama Sector Informal
o de competencia desleal. (Véase cuadro adjunto del Consejo Monetario
Centroamericano).
Economía informal respecto al PIB (%)
País Tamaño estimado de la economía informal respecto del PIB (%)
Paraguay 68.2
Nicaragua 64.4
Ecuador 50.7
Honduras 54.1
PromediosimpleCA yRD 46.9
Belice 46.8
República Dominicana 44.8
CostaRica 41.8
Panamá 44.4
Colombia 43.5
Guatemala 42.3
Venezuela 43.0
Argentina 32.9
El Salvador 36.4
Uruguay 36.2
Chile 32.1
Brasil 28.4
México 28.2
Notas económicas regionales
No.72, febrero, 2015.
Secretaría Ejecutiva del Consejo
Monetario Centroamericano.
Esta propuesta está basada en
varios supuestos, uno de ellos es que, por un lado, no necesariamente la
posesión del poder de una fuerza política de izquierda garantiza o facilita las
transformaciones sociales, falto de una clase económica alternativa, por otro
lado, el no estar amparado del poder tampoco impide emprender algunas
transformaciones sociales. Estas pueden emprenderse desde la oposición, es
decir, aunque la izquierda no esté amparada del poder.
Piénsese por ejemplo en las
luchas por la tierra que los campesinos emprenden frente a los terratenientes y
frente a gobiernos represivos, lo que contrasta con gobiernos de izquierda que
han excluido de su plan de gobierno la reforma agraria. Recientemente
observamos organizaciones políticas de izquierda que estando en el gobierno se
comportaron como si fueran clase económicamente dominante, con una posición
poco crítica al sistema en aspectos como la depredación y el extractivismo por
parte de las empresas transnacionales, la marginación del campesinado y de las
comunidades indígenas, el autoritarismo y abandono de las alianzas con los
movimientos sociales, lo que contrasta con la complacencia y permisibilidad que
le concedieron a la derecha. En las condiciones actuales, aquellas
experiencias, donde organizaciones políticas de izquierda en el gobierno, aun
habiendo alcanzado incluso el estatus de clase política dirigente y gobernante,
tendrían que haberse mantenido como clase política gobernante, pero en
oposición al sistema.
Vivimos, pues, en una fase de
transición donde las burguesías han perdido su capacidad para encabezar un
capitalismo nacional, precisamente por su subordinación al capital extranjero.
Situación que también condiciona y limita a una fuerza política de izquierda
para emprender un proyecto nacional, sin contar con el concurso, no solamente
de la clase trabajadora asalariada y de los pequeños productores, sino de los
empresarios locales. Siendo así que una economía social (pequeños productores
en proceso de asociación), conviviendo con la economía de medianos y grandes
empresarios, nacionales y extranjeros, aparece como una oportunidad para
emprender un proceso consciente de transformación social; donde un nuevo bloque
social debería formarse articulando aquella gama de intereses.
Como sabemos, históricamente, las
nuevas clases alternativas nacen y comienzan a formarse en el seno de la
sociedad anterior, en este caso en el seno del capitalismo. Por capitalismo
entendemos la organización de la sociedad de acuerdo a las reglas del mercado y
bajo la hegemonía del capital, entendido éste como una relación económica
generalizada donde se llevan a cabo las diferentes formas de extracción y
transferencia de excedentes. En el modo de producción capitalista predominan
las relaciones obrero-patronales, aunque como dijimos anteriormente, en América
Latina, estas relaciones están siendo reducidas y/o sustituidas por una
economía popular en tránsito hacia una economía social donde no existen ni
patrones ni asalariados.
El capitalismo en América Latina
se desarrolla bajo la hegemonía de las depredadoras corporaciones transnacionales,
amparadas por las políticas neoliberales impuestas y establecidas a finales del
siglo XX por el poder imperial, lo que ha debilitado la soberanía nacional e
imposibilitado a las clases dominantes locales emprender las tareas del
capitalismo nacional: reforma agraria, industrialización de las materias
primas, aumento del mercado interno, disminución de las desigualdades sociales,
así como el desarrollo de una democracia incluyente.
Las burguesías nacionales están
siendo desplazadas progresivamente por una oligarquía organizada internacional
y localmente, disminuyendo al mismo tiempo el peso absoluto y relativo de la
clase obrera. El desempleo ha empujado a la gente a buscar su sobrevivencia,
dedicándose al trabajo por cuenta propia, tanto en el campo como en la ciudad;
en los países mesoamericano-caribeños, además, el desempleo ha tenido como
consecuencia una migración hacia Estados Unidos y otros países del Norte.
En estas condiciones y dado que
se trata de un proceso en transición, el tratamiento y la posición que una
fuerza política de izquierda confiere a la propiedad, tema que confiere
identidad a todo proceso político, sería la siguiente: a) Respeto a todas las
formas de propiedad, b) Defensa de la pequeña propiedad, c) Fomento de la propiedad
asociativa. Lo primero la convierte en una fuerza política democrática, lo
segundo en una fuerza política popular, lo tercero en una fuerza política
revolucionaria.
En
aquellos países donde existan mayores relaciones capitalistas de producción del
tipo obrero-fabril, la vía autogestionaria sería el equivalente a la
asociatividad de los pequeños y medianos productores organizados en
cooperativas.
2. Las fuerzas políticas de la
economía social
Las organizaciones políticas
(frentes o partidos) y los movimientos sociales (movilizaciones populares) se
basan en la estructura de clases existentes a nivel de la nación y adquieren
realidad en la medida que se proyecten y movilicen en función de los intereses
y objetivos nacionales y populares en cada país o a nivel regional.
Una fuerza, política y
socialmente organizada, se define por una posición política empeñada en acceder
a la influencia y el control de las instituciones públicas del Estado (sociedad
política + sociedad civil + aparatos hegemónicos): gobierno, parlamento,
alcaldías, poder judicial y electoral, fuerzas armadas; así como por la
construcción de una opinión pública que dispute la orientación moral e
intelectual de la sociedad.
Una fuerza política y social de
izquierda encarna y se encarna en las posiciones políticas y sociales más
avanzadas dentro de la lucha contra el sistema imperante. La lucha se expresa
en un discurso y en una acción política, cuyos resultados están encaminados a lograr
las transformaciones de un sistema social congestionado en sus propias
contradicciones y conflictos.
Todo proyecto de defensa o
transformación del orden existente necesita de una fuerza u organización
política que la encabece. Hasta ahora los partidos políticos han sido la fuerza
política organizada en función de los intereses de la oligarquía (partidos
conservadores), la burguesía nacional (partidos liberales), la burguesía
transnacional (partidos neoliberales) o la clase obrera (partidos comunistas),
por sólo citar a los más connotados. La organización es la mediación entre la
teoría (el proyecto) y la práctica (las luchas). Todo proyecto político obedece
a los intereses de los sujetos históricos (clases principales en la gestión de
la sociedad), aunque todos se presenten como representantes de toda la nación o
de la civilización. Aquí estamos planteando que las diferentes organizaciones
políticas de izquierda asuman los intereses de un nuevo sujeto económico,
incorporando no solamente a la clase obrera fabril, sino también a la clase
trabajadora de la economía familiar, asociativa y comunitaria, así como una
nueva forma histórico-social en el funcionamiento de la economía, como es, en
este caso, los trabajadores-productores, organizados en forma asociativa, es
decir, como economía social.
Se trata de explicitar la
relación entre el proyecto histórico, el sujeto social principal, en este caso
compuesto por los actores económicamente dominantes, la organización política
que los representa, el programa que le corresponde y las acciones políticas a
desencadenar.
Así como antes se hablaba de
organizar políticamente a la clase obrera, hoy debemos agregar, como tarea
política la organización económica de la economía popular, donde la clase
obrera ya no es la única y por tanto tendrá que trabajar junto a la
organización de los pequeños productores que ya están amparados de múltiples
medios de producción, en forma individual o asociativa, con el fin de
fortalecer y desarrollar esa nueva clase económica.
Hoy en día, las organizaciones
políticas no se agotan en los partidos políticos, sino que ha surgido lo que se
conoce como movimientos sociales o grupos de incidencia frente al Estado,
quienes representan a los diferentes sectores populares. En otras palabras, los
movimientos sociales son a la economía popular y social, lo que los partidos
políticos han sido a los empresarios o a la clase obrera.
Una fuerza política de izquierda
debe de apostar a representar, tanto los intereses generales de la sociedad,
como los intereses particulares de la economía popular y social. De ahora en
adelante, toda organización política que apueste a una nueva clase económica y
a una nueva forma de extracción y apropiación de excedentes, en aras de
gestionar la economía, debe incorporar a los líderes de la economía social a
los cargos públicos: concejales, alcaldes, diputados, otros, con el fin de que
la economía social pueda inclinar las políticas de Estado a su favor. En otras
palabras, los sujetos de la economía social deben empoderarse políticamente, a
fin de afianzar sus intereses económicos.
3. Reforma y revolución
En toda transformación (reforma o
revolución) hay que distinguir la revolución política de la revolución social.
La primera se manifiesta como la sustitución de una clase política y gobernante
por otra clase política, la segunda se manifiesta como la sustitución de las
viejas clases económicas por una nueva clase económica, por muy pequeña que sea
en sus albores. Recordemos la pequeñez de la burguesía en sus inicios,
comparada con los grandes señores feudales, la realeza, el gran clero y la
nobleza en general.
A su vez las transformaciones
tendientes a modificar el orden capitalista e imperialista se emprenden bajo un
conjunto de formas evolucionarias o revolucionarias. Dicho de otra manera, no
vemos contradicción alguna entre reforma y revolución; apostar o mejor dicho
enfatizar una y/u otra dependerá de las necesidades y posibilidades de cada
momento histórico. La reforma se emprende por medio de formas pacíficas y
moderadas, aunque beligerantes; la revolución alude a formas violentas y
radicales. La primera apunta a reformar el sistema, la segunda apunta a
cambiarlo, y ambas apuntan, conjuntamente, a transformarlo.
Dada la correlación de fuerzas a
nivel internacional, la independencia política (poder soberano), social (clases
autónomas) y económica (crecimiento sostenido y bienestar social de la nación y
el pueblo), se hace muy difícil para cada uno de los países en particular,
necesitándose de una concertación a nivel nacional y latinoamericano para
enfrentar la dependencia, la dominación y la explotación imperial; pero sobre
todo para contar con el capital, el mercado y la escala suficiente que le
permita emprender su acumulación originaria.
La revolución es un proceso
largo, y en América Latina podemos dividirlo en tres momentos. a) Las luchas
guerrilleras y su aporte en la erradicación de las dictaduras militares
latinoamericanas. Este es nuestro principal aporte a la democracia en América Latina,
b) La disputa por la hegemonía, donde estamos empatados 55/45 según los
momentos; hay que estar consciente que tener más del 40% de los votos es
bastante, comparado con la situación en el siglo pasado, lo que permite avanzar
en la conformación de una nueva clase política. c) El tercer momento tiene que
ver con la toma de la economía por el pueblo, no solamente por el sector
público al servicio de la nación, donde estamos muy mal después de las
políticas neoliberales, sino que incluye la posesión de medios de producción y
negocios en general por los trabajadores-productores, proceso que están
llevando a cabo hoy en día los trabajadores por cuenta propia (tierra y
producción de alimentos por los campesinos y los pequeños productores
mercantiles, negocios de la pesca, la manufactura, el transporte y el comercio,
por parte de nuestros trabajadores artesanales, cooperativas, remeseros que
generan divisas y mueven la economía del gasto, entre otros).
4. El mercado y la democracia
representativa
Tanto para el sistema capitalista
como para el primer esfuerzo socialista que hizo la humanidad, incluyendo la
orientación socialista de las revoluciones latinoamericanas, la distribución ha
sido su talón de Aquiles. Para el capitalismo el divorcio entre la producción y
el consumo lo congestiona, una vez que la distribución o la capacidad
adquisitiva de sus compradores no es suficiente para consumir la sobre
producción relativa, sumiéndolo así en crisis periódicas y permanentes.
El socialismo padece el mismo problema,
pero al revés. Una progresiva y excesiva distribución de la riqueza apenas
producida, violentando la ley del valor o la remuneración de acuerdo al
trabajo, lo sumen en graves crisis de abastecimiento que descarrilan el mercado
y la economía en su conjunto. Y, una vez que las masas, encuentran un mercado
desabastecido, comienzan a manifestar su descontento, independientemente de que
la causa estriba en un abastecimiento desproporcionado a la capacidad
productiva, como pasa con cualquier unidad económica o familiar.
Aprendiendo y asimilando las
lecciones del comunismo soviético, que habiendo luchado exitosamente contra el
capital y habiendo controlado absolutamente los aparatos políticos, fue
derrotado por el mercado y por aquellos sectores que reclamaban el
abastecimiento y la democracia representativa a ello asociada. Una lucha
encarnizada en el campo de batalla del mercado y de la democracia, es lo que
estamos viendo en Venezuela y relativamente en Cuba, independientemente del
control que se tenga del capital, tanto a nivel nacional como a nivel
internacional.
Se hace necesario reconocer la
importancia que el mercado y la democracia representativa tienen en la gestión
de todo proyecto, ya sea en defensa del orden o en función de un orden
alternativo. Toda revolución y todo proyecto alternativo deben contar con una
nueva clase que muestre su superioridad en todos los campos, así como mantener
el espíritu libertario e igualitario de las revoluciones pasadas. Es así que la
lucha contra el capital, se lleva a cabo en el campo de batalla del mercado y
de la opinión pública, omisión que puede costar caro a la hora de competir con
las otras fuerzas económicas y con otras fuerzas políticas. Y todos sabemos que
la izquierda no está vacunada contra los excesos de voluntarismo, verticalismo
económico, autoritarismo político, sectarismo, corrupción y otras actitudes
generadoras de antipatía popular.
La lucha contra el capital no es
lo mismo que la lucha contra el mercado. Es mucho más difícil eliminar el
mercado que sustituir el capital privado por un capital público o por un
capital privado-colectivo. El mayor problema dentro de las experiencias de
transición al socialismo durante el siglo pasado, fue la lucha frente al
mercado, más que la lucha contra el capital privado.
La lucha contra y por el control
y transformación de las instituciones, implica una lucha por la hegemonía,
siendo ésta una tarea mucho más difícil en la medida que no contemos con una
mayoría política que apoye las transformaciones políticas, económicas y
culturales.
Por lo tanto, si hay alguna
diferencia entre el comunismo de orientación soviética y el socialismo que
tenemos que emprender, es la importancia que hay que conceder al mercado y a la
democracia representativa. Debemos tomar en cuenta al mercado para mantener la
estabilidad económica y política, mientras crecemos, transformamos o
sustituimos las instituciones del capital por las instituciones del trabajo.
Asimismo, debemos tomar en cuenta la democracia representativa, a la hora de emprender
las transformaciones sociales, para medir el pulso de las masas populares y
educarnos en aquellas tareas vinculadas con la libertad y los derechos humanos.
Emprender transformaciones sociales sin tomar en cuenta a la gente pone en
riesgo las primeras, no importando que las mismas sean en beneficio del pueblo.
Valorar la importancia del mercado y de la democracia representativa no
significa excluir una estrategia propia que los supere, democratizando la
democracia burguesa y hacerla que funcione a favor de los nuevos intereses.
La clase capitalista mantiene su
pecado original, como es el producir cada vez más, pero contando cada vez con
menos compradores, imposibilitando así la realización de la plusvalía en el
mercado, generando periódicamente crisis de sobreproducción relativa, donde se
envían a la calle a millones de desempleados, incluyendo a millones de
empresarios pequeños y medianos que sucumben en cada crisis ante las leyes
implacables del mercado capitalista. La nueva clase social de la cual estamos
hablando, tiene la ventaja de trabajar para abastecerse a sí misma, destinando
los excedentes al mercado; piénsese en la producción campesina de alimentos,
por ejemplo, consumidos en primer lugar por ellos mismos, destinando los
remanentes al mercado.
Ahora bien, para que esta nueva
clase de pequeños productores o trabajadores por cuenta propia, pueda competir
en el mercado, debe precisamente asociarse y así beneficiarse de una economía
de escala que le permita acceder a los eslabones superiores de la cadena de
valor y así recuperar los excedentes que el capital le drena a través del
mercado.
Hay que tener claro que el
ejercicio de la democracia representativa en general y de las elecciones en
particular tiene entre otras intenciones dividir al pueblo. En nuestro caso, al
menos, la división necesariamente tiene que ser entre el proyecto
neocolonial-neoliberal y el proyecto nacionalista y de transformación social,
entre el proyecto del capital y el proyecto del trabajo.
Hoy en día y a pesar de los reveses
político-electorales de la izquierda política latinoamericana, ya superamos
prácticamente aquella etapa en que las contiendas electorales eran entre los
liberales y los conservadores; ahora la contienda es entre la derecha y la
izquierda. Reveses políticos que deben funcionar como un laboratorio para
enmendar errores, delitos, prejuicios y complejos de una recién formada (o en
formación) clase política que necesita foguearse con sus hermanos de clase,
para así mejor encarnarse en un proyecto alternativo.
La izquierda debe proponerse la
toma de todas las instituciones y no solamente la presidencia o las
diputaciones. Es importantísimo la toma del poder judicial, los aparatos
militares y los medios de comunicación. La izquierda debe aprovechar las jornadas
electorales como tribuna para denunciar a la derecha y posicionar su proyecto.
Utilizando no solamente lo que pasa en cada país, sino lo que pasa en el resto
del mundo, ya sea a nuestro favor o cuestionando al imperialismo. La izquierda
debe proponerse tomar todos los espacios posibles de radio, prensa y
televisión, aunque sea a nivel de programas pagados para erosionar a los
partidos de derecha y propagandizar nuestro proyecto, a nivel local, nacional e
internacional, entendiendo que todo ciudadano, independientemente de sus
posiciones políticas, es objeto y sujeto de nuestra atención y para los cuáles
siempre tiene que haber un discurso, de lo contrario seguiremos perdiendo el
tiempo dirigiéndonos solamente a los sectores convencidos y desde una posición
más sectaria que educativa.
Finalmente y pensando sobre todo
en los países mesoamericanos y caribeños, incluyendo a Cuba, hay que incluir
como parte de la economía popular a los trabajadores migrantes que con sus
divisas contribuyen al salario social de sus familiares; siendo en tales países
un aporte en divisas netas de los más importantes para la economía en su
conjunto.
5. La economía social y la necesidad de combinar
la revolución desde arriba (vía el sector público)
con la revolución desde
abajo (vía asociativa)
La revolución siempre se entendió
como la toma del poder o de los aparatos políticos públicos. Igualmente, el
socialismo también se entendió como acciones superestructurales confiscando
bienes de capital, gestionándolos en beneficio de los trabajadores y del pueblo
en general, cosa que sigue siendo válida. Sin embargo, nos hemos dado cuenta
que el poder no está compuesto solamente de los aparatos políticos y militares,
sino que en última instancia el poder es el pueblo concientizado y organizado,
gestionando directamente la política y la economía. Asimismo, el socialismo no
debe limitarse a la planificación central en manos de la burocracia y a la
gestión de empresas públicas por la tecnocracia, sino que debe combinarse con
formas descentralizadas de planificación y con formas autogestionarias en la
economía (sindicatos y cooperativas).
La primera concepción nos llevó a
las revoluciones desde arriba, sin una contrapartida sólida desde abajo, como
sí lo hizo y lo hace el capitalismo durante las revoluciones burguesas. La
diferencia es que las revoluciones capitalistas e imperialistas siempre han
contado con agentes y clases propias para implementar su proyecto, mientras que
el socialismo y a pesar de haber propuesto a los consejos (soviets), tuvo en la
burocracia y tecnocracia a su principal protagonista, olvidando o debilitando
la autogestión obrera y hasta el cooperativismo como formas de construir la
nueva clase hegemónica.
Sin embargo, hay que reconocer
múltiples experiencias donde las políticas del sector público se combinaron con
formas asociativas de producción y consumo, incluso de planificación. Asimismo,
sabemos que el proyecto socialdemócrata europeo, originado también en el
marxismo, alcanzó niveles aceptables de economía mixta donde han convivido,
hasta la llegada del neoliberalismo, empresarios privados, cooperativas y
empresas estatales, alcanzando niveles de gestión y bienestar sin precedentes.
El proyecto de economía social
implica una combinación de políticas públicas, empresas estratégicas en manos del
Estado (gobierno central y alcaldía), con formas asociativas que controlan
partes significativas de la economía; donde diferentes formas de asambleas de
base participan en la gestión del presupuesto estatal o comunal.
Tomar en cuenta esta concepción
permite que la revolución comience, paralelamente a la toma del poder
institucional por una organización política de orientación socialista, tal como
lo estamos viendo en múltiples experiencias en América Latina; sin embargo, el
no contar con un relato visibilizado impide que veamos la importancia y el
potencial de estas experiencias.
Recapitalizando digamos que el
proyecto de economía social, implica emprender acciones desde arriba con
acciones desde abajo, en todos los ámbitos políticos, económicos y culturales.
Darle seguimiento a este proyecto, permitirá percibir la acumulación de fuerzas
del proyecto alternativo, lo que deberá emprenderse a través de indicadores
propios de la economía social, que vayan más allá de los indicadores generales
de los organismos internacionales. Indicadores que pueden servir, además, como
programas y banderas de lucha y de trabajo, visibilización de metas y
horizontes: tierra en manos del campesinado, salario mínimo versus la canasta
básica, impuestos sobre la renta versus el Producto Interno Bruto, presupuesto
social versus presupuesto total, el peso de la economía popular y de las
cooperativas dentro de la economía en general, distribución del presupuesto del
Estado y de las alcaldías, entre otros.
No es menos importante señalar
los mecanismos fiscales para modificar la distribución de la riqueza y combatir
el empobrecimiento de los trabajadores y de la población. Manteniendo nuestra
posición de que el sujeto de la revolución no son los pobres, sino los
trabajadores y sabiendo que erradicar la pobreza, siendo una tarea necesaria e
imprescindible, no progresará mientras exista un sistema que la reproduce día a
día.
En otras palabras, el proyecto de
fortalecer y consolidar los avances de la economía social, implica insertarla dentro
de una estrategia de la revolución y el socialismo, donde las tareas de la
revolución política, entendida como la influencia, el control y la
transformación democrática de las instituciones públicas, siguen siendo
importantes, por las vías que sean posibles. Emprender las tareas de esta
manera permitirá potenciar y aprovechar las contiendas electorales, así como la
presencia parcial o total que se tengan dentro del Estado (sociedad política +
sociedad civil).
Las banderas de lucha tienen que
ver con las reivindicaciones sociales, la estrategia tiene que ver con la toma
del poder político y si de revolución social se trata, con la toma del poder
económico. Salvo que en este caso, la posesión del poder político y económico
tiene que ser más democrático, es decir, debe estar en manos no solamente del
Estado o de las clases económicamente dominantes, sino de los sujetos de la
economía popular y social.
Quizás sea bueno agregar que bien
puede darse el caso, que una clase sea la clase económicamente dominante, en la
medida que produce la riqueza, sin ser la clase que se apropie de esa riqueza,
como pasó con la burguesía al inicio de su periplo histórico y como pasa con
las clases económicas populares de la economía social, las cuáles, a pesar de
generar la riqueza, no controlan los excedentes. Razón por lo cual tienen que
escalar el lugar indicado dentro de la estructura económica para poder captar
la riqueza que produce, nos referimos a los eslabones superiores de la cadena
de valor, precisamente para captar el valor agregado y recuperar los excedentes
que el capital le drena a través del mercado. Deviniendo por ello la necesidad
de empoderarse económica y políticamente para poder lograr sus tres objetivos:
a) Ampararse de los medios de producción y producir la riqueza, b) Ampararse de
los eslabones donde se capta la riqueza, la que hoy en día ya no se capta
necesariamente en el proceso inmediato de producción, sino en la circulación,
c) Ampararse del poder político, es decir, de las instituciones responsables de
las políticas económicas, lugar donde se decide a quien favorecer.
Si entendemos al socialismo como
una transición, y que han sido y serán múltiples y a veces contradictorias las
experiencias socialistas, es importante, entonces, destacar que en el plano
político, solo la profundización de una democracia real, auténtica, fértil, que
sirva para derrotar la hegemonía de las clases dominantes, puede ser calificada
como de orientación socialista; en el plano social, la igualdad, que no es otra
cosa que la lucha contra las desigualdades, tiene un sustrato económico y
diversas manifestaciones culturales y políticas, sólo una estrategia dirigida a
encarar el tema de la igualdad, es útil a la transición socialista; así como,
si la política económica no sirve para resolver las necesidades básicas de la
población -no aquellas que la maquinaria publicitaria fabrica como consumismo
exacerbado, no, sino como necesidades básicas concretas, es como se puede
afirmar que la orientación es socialista o no.
A esta discusión hay que añadir
dos temas de mucho interés, en primer término, que las experiencias
socialistas, hasta ahora, se han desarrollado en países cuyo desarrollo de las
fuerzas productivas es bajo o bajísimo: y por otra parte, que puede haber desarrollos
transicionales al socialismo desde sociedades que no han alcanzado un alto
desarrollo de las fuerzas productivas, y sólo en el marco de una realidad
revolucionaria, en la cual el movimiento es de carácter internacional o, por lo
menos abarca amplias zonas geográficas, con capacidad política, militar y
económica que sustente, tales empeños de emancipación de la clase obrera.
El poder popular
El factor fundamental para hacer
frente a la ofensiva imperial que pretende derrocar a los gobiernos de izquierda,
progresistas y revolucionarios en América Latina, es la consolidación de los
procesos de cambio social en marcha, mediante la profundización de esos
cambios, de modo que éstos logren la transformación de las estructuras
económicas y del sistema político, dado que en el marco de las estructuras y el
sistema heredados, los cambios tienden a estancarse, lo cual significa el
agotamiento de las posibilidades transformadoras de las fuerzas de izquierda y
el movimiento popular en nuestro continente. Y, además de la economía popular y
social en marcha, existen excelentes experiencias de poder popular en América
Latina que necesitamos sistematizar y socializar, con fines pedagógicos y de
construcción de la agenda revolucionaria por los caminos trazados por las
organizaciones políticas y sociales en marcha.
El poder popular se expresa como
el control del poder político del Estado, por un bloque histórico de fuerzas
populares, que tengan un programa que se proponga las transformaciones
estructurales que emanan del estudio de la realidad en cada país, y lo pongan
en marcha, que inicie y despliegue los poderes creadores del pueblo, con base a
un concepto que es fundamental: “la soberanía reside intransferiblemente en el
pueblo”, proceso en el cual las distintas expresiones organizadas del pueblo
ejercen la gestión de la política, la economía y la cultura. Aparece como una
propuesta y una experiencia en marcha, encaminada a superar la democracia
liberal burguesa, punto de partida de nuestras transformaciones. El poder
popular se basa en la democracia participativa directa y protagónica en los
campos político y económico, en los cuales se plantea al máximo nivel la lucha
de clases, así como en la disputa por la hegemonía ideológico-cultural. Su
marcha se emprende tanto a partir de la transferencia de poder desde el
gobierno, como desde la delegación de la representación en las Asambleas de
Base a los Consejos Populares de trabajadores y demás categorías sociales
existentes.
Es necesario que la organización,
estructura y funcionamiento de los partidos de izquierda -tanto los que
gobiernan como los que luchan por llegar a hacerlo-, cada uno adecuado a su
propia realidad, respete la agenda autónoma del poder popular, su carácter
abierto y participativo. El Poder Popular como expresión nacional programática
de la suma de poderes locales y sociales duales, es el fundamento de un nuevo
tipo de relaciones políticas e ideológicas entre gobernantes y gobernados, en
todos los ámbitos de la sociedad. Es expresión concreta de hegemonía en un
momento dado. El Poder Popular es fuente de legitimidad. Como pueblo organizado
en permanente autoconstrucción y formación es también la garantía del correcto
desempeño y funcionamiento de los gobiernos progresistas y de izquierda, y el
antídoto contra “golpes suaves” y otras formas de desestabilización.
1. El punto de vista político
Es necesario combinar ciertas
características del viejo modelo político, como el pluripartidismo en los casos
en que sea éste el marco dentro del cual haya llegado al gobierno la izquierda,
con las características del nuevo modelo a ser creado. Sin renunciar a algunas
características de la democracia representativa que pueden ser válidas para el
nuevo modelo político, debe instaurarse paulatinamente otra democracia, cuya
característica fundamental sea el ejercicio directo del poder por los
ciudadanos como nuevos protagonistas de la vida política, suprimiendo así la
mediatización política ejercida tradicionalmente por las clases dominantes a
través de la usurpación de la soberanía popular. Usualmente, en la
representación política electoral los gobernantes y representantes electos
sustituyen a sus electores en las tomas de decisiones que afectan la vida de la
sociedad, actuando como intermediarios entre el pueblo y el poder delegado en
las diferentes instituciones.
En las experiencias socialistas o
del Socialismo de Estado no se resolvió el cardinal problema de la ‘hegemonía
moral e intelectual del bloque social revolucionario’, aún en los más férreos
partidos comunistas únicos de la URSS, Polonia, Checoslovaquia, Rumania,
Bulgaria, Hungría, a la hora de la contrarrevolución, en esos mismos partidos
anidaron fuerzas claramente anti-socialistas, abiertamente neoliberales. Por
otra parte, cuando hay procesos de cambio de orientación socialista y un
sistema político que es pluripartidista, la posibilidad del desarrollo de
fuerzas contra-revolucionarias es obvio, aparecen desde el mismo momento en el
que arriban al poder las fuerzas revolucionarias. El debate sobre revolución y
contra-revolución, sobre la hegemonía, es un punto central de este problema planteado.
La democracia protagónica, en la
que el pueblo no sólo elija a sus gobernantes y representantes, sino que
también decida lo que éstos deberán hacer, se hará realidad mediante el
creciente ejercicio directo del poder político por los ciudadanos, considerados
éstos en su conjunto como un nuevo sujeto social, activo y protagónico,
distinto de su origen liberal como sujeto individual y pasivo. Esto requiere el
establecimiento gradual pero continuo, de una nueva institucionalidad política
mediante la cual sean creados los nuevos espacios desde los cuales la clase
trabajadora ejerza el poder de forma directa.
La democracia protagónica implica
necesariamente la participación de los movimientos sociales en los organismos
para las tomas de decisiones en el ámbito político, social y económico. La
expresión organizada de la democracia protagónica en la base uniría los que a
otros niveles son dos ámbitos de acción política: lo gubernamental y lo social.
2. El punto de vista económico
El socialismo requiere un nuevo
sujeto económico que beneficiándose a sí mismo, beneficie al sistema en
construcción, en el marco de la creación de un nuevo modelo económico basado en
un tipo de socialización de la propiedad sobre los medios de producción que
permita y propicie el control directo del trabajador sobre la producción y la
economía a partir de su actividad productiva y creadora de riquezas,
superándose así la mediatización económica ejercida por la gran propiedad
privada individual, a través de la cual se lleva a cabo la apropiación
particular de la riqueza socialmente producida y donde los grandes propietarios
privados actúan como intermediarios entre los trabajadores y la riqueza por
éstos producida.
Esto no significa que se deban
suprimir las formas tradicionales de propiedad en el caso de los países donde
éstas existen, en vista de que su papel en el desarrollo de las fuerzas
productivas para el socialismo es históricamente necesario. Nuestra fórmula
alrededor de la propiedad debe ser, a) El respeto a todas las formas de
propiedad, b) La defensa de la pequeña propiedad, c) El fomento de la propiedad
asociativa.
Esto nos lleva a la necesidad de
la socialización autogestionaria de la propiedad, ya sea por la vía de la
autogestión o cogestión obrera en las fábricas o ya sea por la vía de la
cooperativización o asociatividad en general de las pequeñas unidades
económicas, es decir, mediante la organización y consolidación de la economía
popular a través de la creación masiva de asociaciones de trabajadores
cuentapropistas, empresas asociativas, empresas autogestionarias, cooperativas,
mutuales, incluyendo a los sindicatos cogestionarios, autogestionarios, así
como a las asociaciones comunitarias, en todos los ámbitos de la economía:
producción agropecuaria, industria, comercio, transporte, a lo que habría que
agregar cooperativas de consumo y otros servicios como la distribución de
energía, en manos de pobladores; lo que implica una política crediticia específicamente
orientada hacia ese objetivo, que no podría funcionar sin los niveles de
organización popular propios de la democracia protagónica, ya que es a través
de las expresiones políticamente organizadas de la sociedad para el ejercicio
directo del poder por los ciudadanos, que el Estado podrá poner en práctica las
políticas orientadas al objetivo señalado.
Con esto se estaría creando el
sujeto económicode un nuevo modelo socialista, protagónico y autogestionario,
cuya expresión económica estaría en el peso creciente de los sectores populares
en la economía, en el marco de un modelo de economía mixta, coexistiendo las
expresiones económicas emergentes con las tradicionales, en aras del necesario
desarrollo e las fuerzas productivas y en un contexto de relaciones mercantiles
desde cuyo seno estarían creciendo y consolidándose las nuevas relaciones de
producción como expresión del tránsito de la competencia a la cooperación como
rectora de la actividad económica.
3. Hegemonía ideológico-cultural
Esta es la meta de más largo
plazo y más difícil de alcanzar, pero sin ella no hay cambio revolucionario
posible, pues el socialismo es el único sistema socioeconómico y político cuya
instauración no es posible si no se asume de manera consciente, toda vez que la
revolución requiere la toma de control por el ser humano de las condiciones
objetivas que determinan su conciencia, ya que por otra parte, la revolución
consiste en la creación de una realidad social que se corresponda con la
condición humana de sus creadores, única manera de crear las condiciones
materiales y espirituales que permitan a la sociedad alcanzar la máxima suma de
felicidad posible, la máxima suma de seguridad social y la máxima suma de
estabilidad política, tal como proclamaba el Libertador de nuestra gran patria
continental, Simón Bolívar.
Alcanzar la hegemonía
revolucionaria en lo ideológico-cultural es la meta revolucionaria más
importante, ya que de ella depende el predominio en la conciencia social y en
la actitud de los individuos, de valores morales y principios éticos
respectivamente, indispensables para la efectividad del orden social al que
aspiramos los revolucionarios, en el que cada quien aporte según su capacidad y
reciba según su trabajo en una primera fase, y según sus necesidades en una
fase superior.
Esta meta es imposible de
alcanzar sin la acción política e ideológica permanente del instrumento
político conductor del proceso transformador desde todos los ámbitos de la vida
social; instrumento político cuya razón de ser está íntimamente vinculada con
una de las razones para la hegemonía ideológico-cultural, que es el carácter
necesariamente consciente de la construcción del socialismo.
Ese instrumento para la
transformación revolucionaria de la sociedad es el sujeto político con
orientación socialista, y su acción política e ideológica para alcanzar la
hegemonía revolucionaria sólo podrá ser efectiva si su contenido incluye:
La creación de espacios
crecientes en los medios masivos de información y comunicación, entre los
cuales están los medios convencionales (radio, televisión, periódicos,
revistas) y otros, como las redes sociales, páginas web, blogs, medios de
comunicación e información electrónicos, medios electrónicos de contacto entre
personas.
La vinculación política y
orgánica con intelectuales y artistas en tanto actores decisivamente
influyentes en el imaginario cultural de la sociedad.
La definición desde los gobiernos
de izquierda, del contenido curricular en las instituciones educativas,
orientado al patriotismo, el antimperialismo y la ideología revolucionaria.
El tratamiento político,
discursivo y organizacional de la familia como sujeto social espontáneo en
tanto se constituye como una célula fundamental de la sociedad en la que se
reproducen los valores vigentes, pero en la que también se puede asegurar la
reproducción de los nuevos valores, lo cual se ve propiciado por el hecho de
que en el seno de la familia se practican espontáneamente relaciones sociales
des mercantilizadas, desde las cuales por tanto es posible promover los valores
éticos que se corresponden con el tipo de sociedad a ser creada como expresión
fundamental de las transformaciones políticas y económicas promovidas por el
movimiento revolucionario.
En cuanto a la lucha ideológica,
hay que prestarle atención a la educación política dirigida por los partidos de
izquierda, enfocándose en los líderes de cada una de las fuerzas principales y
aliadas.
Además, debe ampliar la utilización de las redes sociales en el campo
político ideológico, aprovechar la inmensa cobertura de éstos y sus efectos.
Aquellos partidos que estén gobernando deben prestar particular interés en los
programas y políticas educativas de su gobierno, tanto desde el punto de vista
de su contenido, como en cuanto a los métodos y formas de impulsar la
educación.
Como señalamos en la declaración
de San Salvador en el año recién pasado: La cultura es hoy una de las
principales armas de dominación de las oligarquías nacionales de las grandes
corporaciones que pretenden controlar el mundo y frenar todo proyecto
emancipador. Es necesario fortalecer la batalla de las ideas en todas sus
expresiones y a través de todos los medios la lucha, tarea imprescindible para
derrotar la invasión ideológica de las clases dominantes y así movilizar a los
pueblos en la defensa de sus intereses. Debemos articular un frente de
pensamiento contra hegemónico que incorpore sin prejuicios a nuestra lucha a
personas y grupos de las más diversas filiaciones políticas.
4. Sobre educación y propaganda
Es necesario incluir en nuestros
programas la historia concreta de esa gran batalla del socialismo que
escenificaron casi cincuenta países del mundo entero durante el siglo XX.
Historia crítica y valorativa a la vez, que permita aprovechar todas las
lecciones, positivas y negativas, heredadas de aquella experiencia, así como de
las experiencias, positivas y negativas, adquiridas por la izquierda
latinoamericana, después de haberse amparado de segmentos significativos del
gobierno y del poder en las últimas décadas del siglo XX y primeras décadas del
siglo XXI. Un mensaje importante para discutir es la necesidad de saberse y
mantenerse en la oposición al sistema, aun cuando una determinada organización
política de izquierda esté en el poder; lo que permitirá ser más crítico con la
realidad circundante, en todos los aspectos.
La educación no debe limitarse a
escuelas propias, sino que hay que apostar llevar nuestro programa a los
centros educativos convencionales, a través de los sindicatos de profesores y
estudiantes, los medios de comunicación y otras formas de propaganda. El
contenido de la educación y la propaganda debe incluir las múltiples
experiencias de economía social que existen en nuestro subcontinente.
Los períodos electorales, donde
se disputa intensivamente la opinión pública, bien pueden convertirse en
jornadas de propaganda y agitación, lo que combinado con múltiples formas de
lucha, permitirán que la población asimile que estamos en un proceso de confrontación,
aunque prolongado, que avanzará dependiendo del grado de concientización,
organización y movilización de todos los eslabones populares de la población,
tanto en su expresión política, ideológico-cultural, como económica.
Programa de educación y propaganda
que deberemos situarlo de acuerdo al nivel e intereses de cada uno de los
participantes, posición que incluye la existencia de núcleos más radicales que
otros; entendiendo la radicalización no solamente como una acción radical
emprendida por un sector radical, sino como la capacidad de incorporar
progresivamente el programa a la mayor cantidad de sectores, aunque sea dentro
de un programa mínimo. Es preferible ganarse el apoyo de muchos sectores,
aunque con reivindicaciones menos radicales, que ganarse a pocos sectores, con
reivindicaciones más radicales; sometiendo el proceso de una manera que pueda
avanzar progresivamente hacia su horizonte de objetivos.
No es menos importante señalar
que la revolución es una lucha contra el régimen (neo-liberal o represivo), el
sistema (capitalista e imperialista) y la civilización (patriarcal, depredador
y enajenante), entendiendo que todas estas luchas se hacen hoy en día en forma
simultánea.
En el documento base de San
Salvador, en 2016, se ofrecieron argumentos, tareas y osibilidades para
fortalecer la hegemonía ideológico-cultural, a través de acápites sobre la
batalla cultural y las ofensivas mediáticas, la infraestructura y el control
del ciberespacio, la soberanía en Internet, el rol del Estado frente al mercado
de la comunicación, el papel creciente de las redes sociales y los medios
digitales. Pero en todo caso, se hace necesario que la izquierda se tome de la
manera que pueda los espacios de comunicación en todos los ámbitos.
5. Hegemonía y política de
alianzas
Sabiendo
que no hay hegemonía sin alianzas, se hace necesario emprender una política de
alianzas que permita contrarrestar la desfavorable correlación de fuerzas en
las que se encuentra la izquierda latinoamericana y las clases populares
(obreros, trabajadores por cuenta propia, pobladores y consumidores).
Tomando en cuenta que en la
mayoría de nuestros países latinoamericanos la explotación se realiza no
solamente al interior de las fábricas y no solamente al interior de la nación,
sino también en el mercado nacional e internacional, se hace necesario
incorporar no solamente a la clase obrera y a los trabajadores por cuenta
propia, sino también a todas las categorías sociales existentes, incluyendo a
los pobladores, consumidores y empresarios locales; apoyándolos en su proyecto
de asociarse para empoderarse de la economía, frente al capital extranjero y
frente a la oligarquía local o élite capitalista. Estando de acuerdo que
necesitamos aliarnos con los pequeños y medianos productores, incluso con el
capital nacional, pues no tenemos capital propio para hacer frente al
desarrollo y al empleo, es imprescindible, además, avanzar en la unidad
latinoamericana, incluyendo a los gobiernos nacionalistas, aunque no sean de
izquierda, a fin de enfrentar con mayor posibilidad a los adversarios mayores.
En la lucha por las instituciones
debemos priorizar la alianza estratégica entre las organizaciones políticas y
los movimientos sociales, incluidos los estudiantes y profesores, las iglesias
progresistas, los barrios de la ciudad y los pobladores de las comarcas del
campo, además de los movimientos de obreros, campesinos, artesanos, pescadores,
mujeres, pobladores barriales y consumidores, entre otros. Los pobladores y
consumidores bien pueden integrarse como sujetos económicos, enfrentando
precios, tarifas, impuestos, productos y prácticas dañinas. Existen
extraordinarios ejemplos donde los pobladores y consumidores administran
servicios de agua o electricidad, además de estar asociados como cooperativas
de consumo y distribución, cooperativas de crédito y servicio.
Dada la ofensiva de la derecha y
el imperialismo, se hace necesario radicalizar las luchas a todos los niveles,
particularmente las movilizaciones callejeras, incorporando todas las banderas
sectoriales, junto con las banderas estratégicas. Entre estas luchas deberíamos
retomar la lucha por la tierra, la autogestión o cogestión sindical, el crédito
a las pequeñas unidades de producción, las transferencias de capital a los
pequeños productores del campo y la ciudad, la lucha por la emancipación de la
mujer del capitalismo patriarcal, la lucha de los pueblos indígenas por sus
recursos y formas comunitarias de gestión; sin abandonar las protestas y
huelgas, pasivas o activas, independientemente que estemos o no en el poder:
estar amparados del poder no congela la lucha de clases, aunque sí puede
modificar y modular sus formas de manifestarse.
Si bien los trabajadores en
general constituyen las fuerzas motrices del cambio, merecen atención todas las
categorías sociales, incluyendo los jóvenes, las mujeres, las comunidades
indígenas y demás sectores excluidos y marginados. Dentro de una política de
alianzas debemos incluir a las burguesías productivas locales, no solamente
porque cuentan con un capital material y técnico necesario para el crecimiento
económico, sino también porque están siendo desplazadas por el gran capital
extranjero.
Lenin decía que el problema
fundamental de la revolución (…) es el problema del poder, y que lo decisivo es
qué clase tiene el poder. De igual manera podemos decir que el problema
fundamental de la lucha revolucionaria mediante la que se conquista el poder y
se sustituye por otro, que responda a nuevos intereses de clase predominantes,
es el problema del sujeto revolucionario, y que lo decisivo es qué clase social
está en condiciones de encabezar esa lucha, debido a que la transformación
revolucionaria de la sociedad mediante la sustitución de las relaciones de
producción capitalistas por las relaciones de producción socialistas se
corresponde más con los intereses de esa clase social que con los de cualquier
otra.
En la época de Marx y de Lenin
estaba claro que el sujeto revolucionario era el proletariado industrial,
debido a que era la clase social explotada que menos temor podía tener al
cambio revolucionario, por ser la que menos tenía que perder con el mismo. Pero
ya Lenin logró ver y caracterizar correctamente el inicio de la fase de
desarrollo capitalista en la que tal como señaló Mao, la explotación entre
individuos pasó a ser sustituida por la explotación entre naciones como
manifestación fundamental de las relaciones de producción capitalistas. Era la
época del imperialismo.
Como producto de ello, la
explotación pasó a beneficiar al proletariado de las potencias imperialistas,
con lo que éste perdió su condición como sujeto revolucionario, pasando a
ocupar este papel el proletariado agrícola y el campesinado de las naciones
explotadas, con el inconveniente de que allí el desarrollo de las fuerzas
productivas no era suficiente para el cambio en las relaciones de producción,
lo cual fue resuelto por la existencia previa de una superpotencia socialista,
la Unión Soviética, que establecía relaciones económicas de mutuo beneficio con
los nuevos países socialistas no industrializados y económicamente dependientes
de las metrópolis imperialistas. Pero era aún la época del desarrollo
industrial como impulsor fundamental de las fuerzas productivas, por lo que el
proletariado industrial continuaba siendo, en opinión de Mao, la clase
dirigente, aunque la clase principal fuera el campesinado; formando en su
conjunto el sujeto revolucionario en base a la alianza planteada por Lenin
entre obreros y campesinos, de donde surgió el símbolo del comunismo: la hoz y
el martillo, representando a cada una de estas dos clases sociales; campesinos
y obreros, respectivamente.
Ahora el capitalismo en su fase
imperialista ha llegado a una situación en que ya no es el desarrollo
industrial el principal impulsor del desarrollo de las fuerzas productivas,
sino el desarrollo cibernético, en tanto muchas naciones económicamente
dependientes, ya sin el respaldo soviético, aún están lejos de
industrializarse.
La revolución electrónica que ha
dado lugar al desarrollo cibernético como principal impulsor de las fuerzas
productivas ha puesto en una verdadera crisis las relaciones salariales
mediante la expulsión masiva de la economía convencional – regida por las
relaciones salariales – de una fuerza de trabajo colectiva que ha debido
sobrevivir como clase trabajadora por cuenta propia, o sea sin patrones ni
asalariados, al margen de la llamada “economía formal”.
Es de ahí que el socialismo en su
nuevo modelo, protagónico asociativo y autogestionario, adquiere por primera
vez lo que ya se ha denominado aquí como sujeto económico para una vía
asociativa hacia el socialismo. Pero también se ha definido el sujeto social
del nuevo socialismo al ciudadano activo, negación del ciudadano pasivo como
sujeto individual democrático-burgués. De igual manera, hemos identificado al
instrumento político necesario para la conducción del proceso revolucionario,
como el sujeto político del socialismo protagónico y autogestionario.
El trabajador por cuenta propia y
los obreros asociados, gestionando el control de los medios de producción como
sujeto económico del nuevo socialismo es la máxima expresión del ciudadano en
los términos aquí señalados como sujeto social del modelo. Se trata por tanto,
de un sujeto revolucionario múltiple, pero cuya expresión de clase son los
trabajadores como tales, de modo que la clase social revolucionaria en estos
tiempos sería la clase trabajadora, entendiendo por tal a todo el que vive de
su trabajo y no de la explotación del trabajo ajeno. También se ha concebido a
este sujeto como el conjunto de las clases populares, pero es una definición
menos precisa, porque no alude a una condición propia de la estructura
económica, de donde surgen las clases sociales.