A TREINTA DEL ASESINATO DE THOMAS
SANKARA
Por Sergio Daniel Aronas – 31 de
diciembre de 2017
“Queremos insertarnos en él sin justificar
esta estafa gigantesca de la Historia. Todavía menos para aceptar ser ” el
trasero del mundo de Occidente”. Pero para afirmar la conciencia de pertenecer
a un conjunto tricontinental y admitir, como no alineados, y con la densidad de
nuestras convicciones, que una solidaridad especial une estos tres continentes
de Asia, de América Latina y de África en el mismo combate contra los mismos
traficantes políticos, los mismos explotadores económicos.”
Thomas Sankara. Discurso pronunciado El 4
de octubre de 1984, ante la trigésimo-novena
sesión de la Asamblea General de la
Organización de Naciones Unidas.
El 15 de octubre de
2017 se cumplieron treinta años del asesinato del presidente de Burkina Faso,
el comandante Thomas Sankara, un crimen que aun no fue aclarado, ni sus
asesinos enjuiciados y encarcelados. Por ese medio tuvieron las fuerzas
imperialistas, dentro y fuera del país, pudieron sacarse de encima a un líder
extraordinario, ejemplo de honestidad, decencia, valor, amor a su patria y al
pueblo.
Este acontecimiento no
fue registrado por ningún medio del mundo y es lógico que esto suceda porque a
quien le puede interesar la vida de un presidente de un país tan pobre como es
el antiguo reino de Alto Volta, al que Sankara le cambió el nombre que aún
perdura cuyo significado es “Patria de los hombres íntegros”. Él sí que un
hombre íntegro como lo fueron en otros continentes defendiendo las mismas ideas de independencia,
revolución, solidaridad y socialismo, combatientes como Augusto César Sandino,
Ernesto Che Guevara y Salvador Allende.
Sankara está en la
lista de los mártires del continente africano que cayeron bajo las balas de los
mercenarios a sueldos del colonialismo y el imperialismo a lo largo del siglo
XX especialmente cuando empezaron a surgir los movimientos armados anticolonialistas
entre los año cincuenta y sesenta del siglo pasado contra Portugal, Bélgica,
Francia y España.
Sankara fue un
presidente llevó adelante un vasto programa de cambios estructurales en la
organización económica, política y social de su país. Le cambió el nombre por
el de Burkina Faso que significa “Patria de los hombres íntegros” en el idioma
original de la nación; modificó la bandera, el escudo y el himno nacional. Su
política exterior se caracterizó por el abierto enfrentamiento al imperialismo
y al neocolonialismo quienes a través de la deuda externa buscaban ahogar a los
países subdesarrollados, para dominarlos y someterlos por separado.
África en los años 80
del siglo pasado estuvo marcado por una serie de conflictos y guerras
provocadas por las rivalidades entre los diversos países, por los desacuerdos
entre las distintas etnas y tribus que habitan en aquellas naciones y donde la
mano negra del imperialismo tanto de los Estados Unidos como las ex potencias
colonialistas europeas no dejaban pasar la oportunidad para meterse en asuntos
que no les correspondía, agravando la crisis y permitiendo la matanza entre
pueblos hermanos y sacar provecho de las enormes riquezas que guardaban en su
suelo.
Thomas Sankara fue un
gran líder revolucionario marxista con un alto compromiso con su país y con su
continente. Vio con claridad las funestas perspectivas que se abrían en África en
el tema de la deuda externa, debido a sus intentos de pretender resolver los
problemas sin recurrir tanto al Banco Mundial como al Fondo Monetario
Internacional, cuyas políticas hoy nuevamente como en aquellos años, sacuden y
conmueven a la vieja y contaminada Europa, supuestamente orgullosa de su
independencia de esas dos horrendas instituciones creadas por en julio de 1944
plena Segunda Guerra Mundial.
En julio de 1987
Sankara pronunció un decisivo discurso que prácticamente dejó sellada su
sentencia de muerte. En este discurso llamó a las naciones subdesarrolladas a
formar frente común contra la deuda externa, un objetivo perseguido por muchos
países que en aquellos años sufrieron y aun sufren el peso del endeudamiento.
Este frente común de países deudores no pudo llevarse a cabo porque la
diplomacia imperial de los Estados Unidos y Europa impidió que los países
deudores se unieran para enfrentar con mayor fuerza la presión de las potencias
capitalistas a la hora de imponer condiciones en la concesión de créditos y
obtener “ayuda” para el desarrollo.
Toda la historia de la
deuda externa de los países de Asia, África y América Latina es la historia de
una forma de sometimiento y dominación tanto o más brutal que una invasión
militar porque para el imperialismo le resultaba una forma barata y eficaz de
eternizar el control sobre los países, cuestiones que fueron planteadas y eran
sumamente conocidas por los Estados Unidos cuando un informe del Comité de
Relaciones Exteriores del Congreso ya en 1977 advertía con claridad como podía
terminar la crisis de la deuda.
Un gobierno como el
Sankara no podía ser tolerado y el peso de la traición como en el Chile de
Salvador Allende, terminó con su gobierno y la pagó con su vida en el
sangriento golpe de estado del 15 de octubre de 1987.
Aquí presentamos uno de
sus mejores discursos sobre un tema de palpitante actualidad como es el tema de
la deuda externa que sigue golpeando duramente a muchos países, incluso en el
mío la Argentina, por la presión de los “fondos buitres” y por una política del
gobierno que se ha convertido en una máquina de pagar intereses de una deuda
que está comprometiendo seriamente las finanzas de la nación. Y ahí está la
causa de las prohibiciones inéditas de ahorrar en divisas, los problemas para
importar y las nuevas medidas de exigir el rápido cobro de las operaciones de
exportación.
“El capitán Thomas Isidore Noël Sankara (21
de diciembre de 1949 – 15 de octubre de 1987) fue el presidente de Burkina Faso
(antes Alto Volta) de 1983 a 1987.
En los años 1970s,
Sankara se acercó ideológicamente al comunismo y a los ejemplos de la
revolución cubana y de Jerry Rawlings en Ghana. Siendo entrenador
de comandos para el ejército altovoltés, Sankara se conoció con Blaise
Compaoré, con quien conformaría la organización secreta “Agrupación de los
Oficiales Comunistas” (Regroupement des Officiers Communistes, o
ROC).
Sankara fue nombrado
Secretario de Estado para la Información del gobierno militar instaurado en
septiembre de 1981, pero renunció el 21 de abril de 1982 en oposición a la
deriva antiobrera del gobierno, que acababa de prohibir el derecho a huelga y
desmantelado el principal sindicato del país. Un nuevo golpe, el 7 de noviembre
de 1982, llevó al poder a Jean-Baptiste Ouédraogo, y Sankara llegó a ser su
primer ministro en enero de 1983, pero dimitó el 17 de mayo y fue arrestado, a
la vez que otros líderes del ROC, por presión del gobierno francés. Este hecho
provocó un levantamiento popular.
Un golpe de estado,
apoyado por Libia, hizo a Sankara presidente el 4 de agosto de 1983, a la edad
de 33 años. Con una potente combinación de carisma personal y una
organización social con participación democrática, su gobierno trajo
iniciativas contra la corrupción, y mejoró la educación, la agricultura, y el
estatus de la mujer, además de combatir el sístema de castas y los
tradicionales priviliegios de las élites tribales. Su programa revolucionario
provocó una fuerte oposición de los líderes tradicionales de la pequeña pero
poderosa clase media, así como el recelo de Francia, por estar contra sus
intereses neocoloniales en África. Además de la fricción con los miembros más
conservadores de la junta de gobierno, estos actores llevaron acabo su caída y
asesinato en un sangriento golpe de estado el 15 de octubre de 1987. Su sucesor
fue su alguna vez camarada, Compaoré”.
Este traidor de
Compaoré gobernó con puño de hierro Burkina Fasó hasta que un movimiento
popular lo desalojó del poder en el año 2014.
Un frente unido contra la deuda
El 29 de julio de 1987,
Thomas Sankara participaba en Adís-Abeba en los trabajos de la vigésimo quinta
Conferencia en la Cumbre de los países miembros de la OUA. Pronunció allí el
siguiente discurso. Este texto es una transcripción a partir de una grabación.
El presidente de la sesión era Kenneth Kaunda, de Zambia.
Es importante resaltar este discurso porque el tema de la deuda vuelve a sacudir a varias economías de diversos países sobre todo en América Latina y en particular en la Argentina donde la actual administración del partido gobernante la coalición derechista Cambiemos-Unión Cívica Radical, está endeudando al país de una manera brutal, bestial y astronómica con la particularidad de que no tenemos ni exportaciones ni un sistema de recaudación de impuestos que alcancen a cubrir los intereses exponenciales que tiene que pagar la Argentina. El espantoso presupuesto aprobado para 2018 requiero el pago de intereses de la deuda por 285 mil millones de dólares. Sencillamente demencial.
Señor presidente, Señores jefes de las delegaciones:
Querría que en este momento pudiésemos hablar de esta otra cuestión que
nos inquieta: la cuestión de la deuda, la cuestión de la situación económica de
África. Tanto como la paz, es una condición importante de nuestra
supervivencia. Y por eso he creído deber imponeros unos minutos suplementarios
para que hablemos de ello.
Burkina Faso querría expresar de entrada su preocupación. La
preocupación de ver que las reuniones de la OUA se suceden, se asemejan, pero
hay cada vez menos interés en lo que hacemos.
Señor presidente: ¿Cuántos son
los jefes de Estado aquí presentes, cuando todos han sido debidamente
convocados para venir a hablar de África en África?
Señor presidente: ¿Cuántos jefes de Estado están prestos a saltar a
París, a Londres, a Washington cuando desde allí son convocados a una reunión,
pero no pueden venir a una reunión aquí, a Addis Abeba en África? Esto es muy importante.
[Aplausos] Sé que algunos tienen razones válidas para no venir. Es por ello,
señor presidente, por lo que querría proponer que establezcamos un baremo de
sanciones para los jefes de Estado que no responden ¡presente! a la
convocatoria. Hagamos de manera que por una suma de puntos de buena conducta,
los que asisten regularmente, como nosotros, por ejemplo, [Risas] puedan ser
apoyados en algunos de sus esfuerzos. Ejemplos: los proyectos que sometemos al
Banco Africano de Desarrollo (BAfD) deben ser afectados de un coeficiente de
africanidad. [Aplausos] Los menos africanos serían penalizados. Así todo el
mundo vendría a las reuniones.
Quisiera decir, señor presidente, que la cuestión de la deuda es una
cuestión que no sabríamos ocultar. Usted mismo sabe algo de esto en su país,
donde habéis tenido que tomar decisiones valientes, temerarias incluso.
Decisiones que no parecen en absoluto estar en relación con su edad y sus
cabellos blancos. [Risas] Su excelencia, el presidente Habib Bourguiba, que no ha
podido venir, pero que nos ha hecho llegar un importante mensaje, ha dado otro
ejemplo a África, cuando en Túnez, por razones económicas, sociales y políticas
tuvo que tomar decisiones valientes.
Pero, señor presidente, ¿vamos a dejar que los jefes de Estado busquen
individualmente soluciones al problema de la deuda con el riesgo de crear en su
país conflictos sociales que podrían poner en peligro su estabilidad, y hasta
la construcción de la unidad africana? Estos ejemplos que he citado —hay muchos
más— merecen que las cumbres de la OUA aporten una respuesta tranquilizadora a
cada uno de nosotros en cuanto a la cuestión de la deuda.
Consideramos que la deuda se ha de analizar empezando por su origen.
Los orígenes de la deuda se remontan a los orígenes del colonialismo. Quienes
nos han prestado dinero son los mismos que nos colonizaron. Son los mismos que
gestionaban nuestros Estados y nuestras economías. Son los colonizadores los
que endeudaron a África con los prestamistas, sus hermanos y primos. Nosotros
somos ajenos a esta deuda. Por lo tanto no podemos pagarla.
La deuda es el neocolonialismo o los colonialistas transformados en
«asistentes técnicos». En realidad, deberíamos decir asesinos técnicos. Y son
ellos los que nos propusieron las fuentes de financiación, los prestamistas o
«proveedores de fondos». Una expresión que se emplea cada día como si hubiera
hombres cuya «provisión» fuera suficiente para crear el desarrollo en otros
países. Estos prestamistas nos fueron aconsejados, recomendados. Nos presentaron
dossiers y montajes financieros fantásticos. Nos endeudamos por cincuenta años,
sesenta años, y más aún. Es decir, nos han llevado a comprometer a nuestros
pueblos durante cincuenta años o más.
La deuda en su forma actual es una reconquista de África sabiamente
organizada, para que su crecimiento y su desarrollo respondan a unos niveles, a
unas normas que nos son totalmente extrañas. De manera que cada uno de nosotros
se convierta en un esclavo financiero, es decir, simplemente un esclavo de quienes
han tenido la oportunidad, la astucia, la trapacería de invertir sus fondos en
nuestros países con la obligación de que los reembolsemos. Nos dicen que
honoremos la deuda. No se trata de una cuestión moral. No es una cuestión de
ese pretendido honor de reembolsar o no reembolsar.
Señor presidente:
Hemos escuchado y aplaudido a la primera ministra de Noruega cuando
intervino aquí mismo. Dijo, ella que es europea, que toda la deuda no puede ser
reembolsada. Yo quisiera simplemente completar y decir que la deuda no puede
ser reembolsada. La deuda no puede ser reembolsada porque, en primer lugar, si
no pagamos, los prestamistas no se van a morir. Estemos seguros de esto. En
cambio, si pagamos, somos nosotros los que vamos a morir. Estemos seguros igualmente
de ello. Los que nos han conducido al endeudamiento han jugado como en un
casino. Mientras ellos ganaban no había debate. Ahora que pierden en el juego,
nos exigen el reembolso. Y se habla de crisis. No, señor presidente, ellos
jugaron, ellos perdieron, es la regla del juego. Y la vida continúa. [Aplausos]
Nosotros no podemos reembolsar la deuda porque no tenemos nada que
pagar. No podemos reembolsar la deuda porque no somos responsables de ella. No
podemos pagar la deuda porque, al contrario, nos deben lo que las mayores
riquezas nunca podrán pagar, esto es, la deuda de sangre. Es nuestra la sangre
que ha sido derramada.
Se habla del Plan Marshall, que rehizo la Europa económica. Pero no se
habla del Plan Africano que ha permitido a Europa hacer frente a las hordas
hitlerianas cuando sus economías estaban amenazadas, su estabilidad estaba
amenazada. ¿Quién ha salvado a Europa? Fue África. Se habla poco de esto. Se
habla tan poco que no podemos, nosotros, ser cómplices de ese silencio ingrato.
Si los otros no pueden cantar nuestros elogios, nosotros tenemos al menos el
deber de decir que nuestros padres fueron valientes y que nuestros ex
combatientes salvaron Europa y finalmente permitieron al mundo desembarazarse
del nazismo.
La deuda es también la consecuencia de los enfrentamientos. Cuando hoy
nos hablan de crisis económica, se olvidan de decirnos que la crisis no llegó
de forma súbita. La crisis existe de siempre y se irá agravando cada vez que
las masas populares sean más conscientes de sus derechos frente a sus
explotadores.
Actualmente hay crisis porque las masas rechazan que las riquezas se
concentren en las manos de unos pocos. Hay crisis porque unos pocos depositan
en los bancos en el exterior, unas sumas colosales que serían suficientes para
desarrollar África. Hay crisis porque frente a estas riquezas individuales que
se pueden nombrar, las masas populares se niegan a vivir en los ghetos y los
barrios bajos. Hay crisis porque por doquier los pueblos se niegan a ser Soweto
frente a Johannesburgo. Hay lucha y la exacerbación de esta lucha produce
inquietud a los que retienen el poder financiero.
Nos piden ahora que seamos cómplices de la búsqueda de un equilibrio.
Equilibrio a favor de los que tienen el poder financiero. Equilibrio en
detrimento de nuestras masas populares. ¡No! Nosotros no podemos ser cómplices.
¡No! Nosotros no podemos acompañar a los que chupan la sangre de nuestros
pueblos y viven del sudor de nuestros pueblos. Nosotros no podemos acompañarlos
en sus maniobras asesinas.
Señor presidente:
Oímos que hablan de clubs —Club de Roma, Club de París, Club de
cualquier lado—. Oímos que hablan del Grupo de los Cinco, de los Siete, del
Grupo de los Diez, tal vez del Grupo de los Cien. ¿Qué más puedo decir? Es
normal que nosotros tengamos también nuestro club y nuestro grupo. Hagamos que
desde hoy Addis Abeba sea igualmente la sede, el centro de donde partirá el
soplo nuevo del Club de Addis Abeba. Tenemos el deber de crear hoy el Frente
Unido de Addis Abeba contra la deuda. Sólo de este modo podremos decir hoy que
negándonos a pagar no venimos con intenciones belicosas sino, al contrario, en
una actitud fraternal para decir lo que es.
Además, las masas populares de Europa no se oponen a las masas
populares de África. Los que quieren explotar a África son los mismos que
explotan a Europa. Tenemos un enemigo común. Por ello, nuestro Club de Addis
Abeba tendrá que decir igualmente a unos y a otros que la deuda no se pagará.
Cuando nosotros decimos que la deuda no se ha de pagar no significa que estamos
contra la moral, la dignidad, el respeto a la palabra. Nosotros consideramos
que no tenemos la misma moral que los otros. Entre el rico y el pobre no hay la
misma moral. La Biblia, el Corán no pueden servir de la misma manera a quien
explota al pueblo y al que es explotado. Tendrá que haber dos ediciones de la
Biblia y dos ediciones del Corán. [Aplausos]
Nosotros no podemos aceptar su moral. No podemos aceptar que nos hablen
de dignidad. No podemos aceptar que nos hablen del mérito de los que pagan y de
la pérdida de confianza en los que no pagarán. Al contrario, nosotros debemos
decir que hoy es normal que se prefiera reconocer que los ladrones más grandes
son los más ricos. Un pobre, cuando roba no comete más que un hurto, apenas un
pecadillo para sobrevivir y por necesidad. Los ricos, son ellos los que roban
al fisco, a las aduanas. Son ellos los que explotan al pueblo.
Señor presidente:
Mi propuesta no tiende sólo a provocar o a hacer un espectáculo. Quiero
decir lo que cada uno de nosotros piensa y desea. ¿Quién, aquí, no desea que la
deuda sea simple y llanamente anulada? El que no lo desee puede retirarse,
tomar su avión y dirigirse directamente al Banco Mundial a pagar. [Aplausos] No
querría que se tomara la declaración de Burkina Faso como si proviniera de
parte de jóvenes inmaduros, sin experiencia. Pero tampoco querría que se piense
que sólo los revolucionarios pueden hablar de este modo. Querría que se admita
que es simplemente objetividad y obligación.
Puedo citar los ejemplos de aquellos que han dicho que no se pague la
deuda, tanto revolucionarios como no revolucionarios, tanto jóvenes como
viejos. Citaré, por ejemplo a Fidel Castro. Ya dijo que no hay que pagar.
Aunque no tiene mi edad, es un revolucionario. También François Mitterrand ha
dicho que los países africanos no pueden pagar, que los países pobres no pueden
pagar. Citaré a la primera ministra de Noruega. No sé su edad y no quisiera
preguntársela. [Risas y aplausos] Así mismo querría citar al presidente Félix
Houphouët-Boygny. No tiene mi edad. Sin embargo ha declarado oficial y
públicamente que, al menos en lo que concierne a su país, no se podrá pagar la
deuda. Y eso que Costa de Marfil esta clasificada como uno de los países más
desahogados del África francófona. Por eso, por otra parte, es normal que pague
aquí una contribución mayor. [Aplausos]
Señor presidente:
No se trata por lo tanto de una provocación. Yo querría que con
sensatez nos propusieran soluciones. Querría que nuestra conferencia adoptara
la necesidad de decir con claridad que no podemos pagar la deuda. No con un
espíritu belicoso, belicista. Esto es para evitar que nos hagamos asesinar
aisladamente. Si Burkina Faso, solo, se negara a pagar la deuda, ¡yo no estaré
presente en la próxima conferencia! En cambio, con el apoyo de todos, que mucho
necesito, [Aplausos] con el apoyo de todos podríamos evitar pagar. Y evitando
el pago podríamos dedicar nuestros magros recursos a nuestro desarrollo.
Querría terminar diciendo que podemos tranquilizar a los países, a los
que decimos que no vamos a pagar la deuda, advirtiéndoles que lo que ahorremos
no se irá en gastos de prestigio. No queremos más de eso. Lo que se ahorre irá
al desarrollo. En particular, evitaremos endeudarnos para armarnos, porque un
país africano que compre armas no puede hacerlo más que contra otro país
africano. ¿Qué país africano puede armarse para protegerse de la bomba nuclear?
Ningún país es capaz de hacerlo. Desde los más equipados a los menos equipados.
Cada vez que un país africano compra un arma, es contra un africano. No contra
un europeo. No contra un país asiático. En consecuencia, en el impulso de la
resolución sobre la cuestión de la deuda debemos también encontrar una solución
al problema del armamento.
Yo soy militar y llevo un arma. Pero, señor presidente, querría que nos
desarmemos. Porque yo llevo el único arma que poseo. Otros han ocultado las
armas que tienen. [Risas y aplausos] Entonces, queridos hermanos, con el apoyo
de todos, podremos hacer la paz entre nosotros.
Igualmente podremos utilizar las inmensas potencialidades de África
para desarrollarla, porque nuestro suelo y nuestro subsuelo son ricos. Tenemos
lo suficiente y tenemos un mercado inmenso, muy vasto, de norte a sur, de este
a oeste. Tenemos la suficiente capacidad intelectual para crear o al menos
tomar la ciencia y la tecnología allí donde podamos encontrarlas.
Señor presidente:
Actuemos de manera que pongamos a punto este Frente Unido de Addis
Abeba contra la deuda. De manera que sea a partir de Addis Abeba que decidamos
limitar la carrera armamentista entre países débiles y pobres. Los garrotes y
los machetes que compramos son inútiles. Actuemos de modo que el mercado
africano sea un mercado de los africanos. Producir en África, transformar en
África y consumir en África. Produzcamos lo que necesitamos y consumamos lo que
producimos en lugar de importarlo.
Burkina Faso vino a exponer aquí la cotonada, producida en Burkina
Faso, tejida en Burkina Faso, cosida en Burkina Faso para vestir a los
burkinabés. Mi delegación y yo mismo somos vestidos por nuestros tejedores,
nuestros campesinos. No hay ni un solo hilo que provenga de Europa o de
América. [Aplausos] No organizo un desfile de moda sino simplemente quiero
decir que debemos aceptar vivir como africanos. Es la única manera de vivir
libre y de vivir con dignidad”.
Gracias, señor presidente.
¡Patria o muerte, venceremos! [Largos aplausos]
Fuente: Tomás Sankara, «Oser inventer l’avenir», la parole de Sankara,
presentado por David Gakunzi, Pathfinder/L’Harmattan, París, 1999.
“Líder
revolucionario y presidente de Burkina Faso (Alto Volta hasta su llegada) entre
1983 y 1987, cuando fue
asesinado en un golpe de estado.
El capitán
Thomas Isidore Noel Sankara (21 de diciembre de 1949 – 15 de octubre de 1987)
fue presidente de Burkina Faso (conocida como Alto Volta hasta que él le cambió
el nombre cuando llegó a la presidencia) de 1983 a 1987.
Con una
potente combinación de carisma personal y una organización social con alguna
participación democrática, su gobierno trajo iniciativas contra la corrupción y
mejoró la educación, la agricultura, y el estatus de la mujer.
Su programa
revolucionario provocó una fuerte oposición de los líderes tradicionales de la
pequeña, pero poderosa clase media, así como el recelo de Francia. Además de la
fricción con los miembros más conservadores de la junta de gobierno, estos
factores provocaron su caída y asesinato en un sangriento golpe de estado el 15
de octubre de 1987.
Nació en una
familia católica que quiso que se hiciera sacerdote, aunque al final optó por
la carrera militar, sin perder nunca su fe a pesar de su tendencia marxista.
Después de un
entrenamiento militar básico en la escuela secundaria en 1966, Sankara empezó
su carrera militar a los 19 años. Un año más tarde fue enviado a Madagascar para
entrenamiento de oficiales en Antsirabe, donde el presenció los levantamientos
populares en 1971 y 1972. Volvió a Alto Volta en 1972 y en 1974 el luchó en una
guerra fronteriza entre Alto Volta y Malí.
Empezó a ser
una figura popular en la capital de Ouagadougou, donde era conocido como
guitarrista (tocaba en una banda llamada “Tout-à-Coup Jazz”) y le gustaban las
motocicletas. Todo esto unido a su gran carisma, contribuyó de manera
importante en su popularidad.
En 1976 el
llegó a ser comandante del Centro de entrenamiento de Comandos en Pô. En este
mismo año conoció a Blaise Compaore en Marruecos. Durante la presidencia del
coronel Saye Zerbo un grupo de oficiales jóvenes formaron la organización
secreta “Agrupación de los Oficiales Comunistas” (Regroupement des officiers
communistes, o ROC), los miembros más conocidos empezaron siendo Henri Zongo,
Jean-Baptiste Boukary Lingani, Compaorè y Sankara.
Sankara fue
nombrado Secretario de Estado para la información en el gobierno militar en
septiembre de 1981, pero renunció el 21 de abril de 1982 por diferencias
irreconciliables con el gobierno, que acababa de prohibir el derecho a huelga y
desmantelar el principal sindicato.
Después un
nuevo golpe (el 7 de noviembre de 1982) llevó al poder a Jean-Baptiste Ouédraogo.
Sankara llegó a ser primer ministro en enero de 1983, pero dimitió el 17 de
mayo y estuvo bajo arresto en su casa después de la visita al país de
Jean-Christophe Mitterrand, hijo del presidente francés. Henri Zongo y
Jean-Baptiste Boukary Lingani también fueron puestos bajo arresto y esto causó
un levantamiento popular.
Un golpe de
estado organizado por Blaise Compaore hizo a Sankara presidente el 4 de agosto
de 1983, a la edad de 33 años. El golpe de estado fue apoyado por Libia, que al
mismo tiempo estaba presente en la guerra con Francia en Chad.
Sankara se
definía como un revolucionario inspirado por los ejemplos de Cuba (de hecho en
algunos escritos se le conoce como ‘El Che africano’) y el líder militar de
Ghana, Jerry Rawlings. Como presidente promovió la “Revolución democrática y
popular” (Révolution démocratique et populaire, or RDP).
Su política
estuvo orientada alrededor de la lucha contra la corrupción, el hambre,
promoviendo la reforestación, la educación, la salud y los derechos de las
mujeres.
En 1984, en el
primer aniversario de su ascenso al poder, renombró el país como Burkina Faso,
que significa “La tierra de la gente íntegra” en Mossi y Djula, las dos lenguas
mayores del país. También dio paso a una nueva bandera y a un nuevo himno
nacional (Une Seule Nuit).
El gobierno de
Sankara incluyó un gran número de mujeres. Mejorar el estatus de las mujeres
fue uno de los logros explícitos de Sankara, una política sin precedentes en
África Occidental. Su gobierno suprimió la ablación de los genitales femeninos
y condenó la poligamia. El gobierno de Burkina Faso también fue el primer
gobierno africano en reconocer el SIDA como una gran amenaza para África.
Las
iniciativas de Sankara contribuyeron a aumentar su popularidad y a atraer
alguna atención de la prensa internacional hacia la revolución de Burkina Faso:
·
Vendió
la flota de autos Mercedes del gobierno e hizo que el Renault 5 (el coche más
económico de Burkina Faso) fuera el coche oficial de los ministros.
·
Formó
una guardia personal de mujeres motociclistas.
·
En
Ouagadougou, convirtió el depósito de provisiones del ejército en un
supermercado del estado para todos (el primer supermercado en el país).
El 15 de
octubre de 1987 Sankara fue asesinado con doce oficiales en un golpe de estado
que muchos atribuyen a su sucesor y otrora amigo Blaise Compaorè, pero lo
cierto es que más de 20 años después, sigue sin celebrarse un juicio que depure
responsabilidades.”
En el número de enero de 2018 de Le Monde Diplomatique hay una
investigación acerca del asesinato de Thomas Sankara donde estima que el año
próximo 2018 podría iniciarse el juicio contra los implicados en este crimen y
el golpe de estado que provocaron. Ver Le Monde Diplomatique. El misterio del asesinato
de Thomas Sankara por Remi Carayol-