PREMIO NOBEL DE ECONOMIA 2015
Por Sergio Daniel Aronas – 13 de octubre de 2015
El premio Nobel de Economía 2015 ha sido
otorgado a Angus Deaton, profesor de la Universidad de Princeton, nacido en
Escocia y con ciudadanía británica y estadounidense- ¿Alguno de Uds lo conoce?
Seguro que no; yo tampoco. Ni siquiera figura en e2l libro de Microeconomia
(Prentice Hall, 2000) de Pindyck, Rubinfeld y Becker. Buscando las razones por
las cuales fue premiado, realmente llama la atención sus verdades de Perogrullo
acerca de los efectos de las políticas de austeridad, consumo y bienestar por
las cual lo consagraron, cuando sus explicaciones fueron anticipadas por Karl
Marx en varios tramos de “El Capital”. Claro pero que ahora lo diga un
keyniasno, un “heterodoxo”, son palabras mayores de una mente brillante. Según
el Diario El Mundo (España) se lo considera una “leyenda”, un “gigante”, “un
pope” para decir esto: "Millones de personas todavía sufren los horrores
de la miseria y de muerte prematura. El mundo es enormemente desigual".
Descubrió la pólvora. La Real Academia Sueca de Ciencias explicó que el trabajo de Deaton había
sido una “gran influencia” en la toma de decisiones políticas, ayudando a
determinar cuáles grupos sociales son afectados por un incremento del impuesto
al valor agregado sobre los alimentos. ¿Tenemos que pedirle que esto nos lo
diga un Premio Nobel? Nadie sabe a quién afecta. Qué maravilla. Vino el Doctor
manejando el cuatrimotor para destapar el secreto de los dioses. Su campo de
actividad es la microeconomía y microeconometría pero según él no abusa de las
matemáticas para sus estudios y análisis porque son herramientas, un medio y no
un fin. Su supuesta discrepancia contra las políticas de austeridad queda
desterrada cuando afirma que a lo largo funcionó bajo el gobierno de Margaret
Thatcher: a largo plazo quedaron todos muertos: los trabajadores, los
sindicatos, las empresas estatales, Bobby Sands y nuestros soldados en
Malvinas.
Se sigue premiando a economistas de los países
occidentales y en este caso la referencia ha sido a un hombre que supuestamente
es un crítico de las políticas de austeridad y es un impulsor de las políticas
de desarrollo, de las instituciones, de la salud, de la educación y de todos
los aspectos que rodean a la vida económica de la sociedad.
El profesor Deaton no es conocido ni siquiera
en la comunidad de los economistas, ya que el 68% de 248 encuestados no sabía
de su existencia ni de su obra. Y su premiación está justamente relacionado con
alguien que se presenta como keynesiano, heterodoxo con enfoques críticos a la
economía neoliberal dominante, aunque algunas de sus opiniones no son del todo
contrarias al establishment que impera en el mundo.
Pese a todos los adjetivos pomposos con que se
lo ha calificado, no aparece en ningún periódico, revista, publicación o paper
de importancia que resalten sus méritos académicos y ni siquiera sus colegas
más prominentes lo nombran en sus propios trabajos ni como fuente ni como
objeto de análisis para contrastar sus posiciones con lo que sucede en el
mundo. Hay estarán a favor de su pensamiento; podrá ser un enciclopédico
conocedor de la ciencia económica, pero no creo en definitiva que sus ideas
pasen a ser llamadas a pasar a posteridad histórica como otros premios Nobel de
Economía. Es nuestra posición sobre esta consagración. Y lo que más aterra es
que se siga premiando a economistas de países anglosajones como si no hubiera
otros pensadores, otros teóricos y analistas que están contribuyendo a entender
la gravedad de los problemas en el mundo. ¿Cuándo van a reconocer los méritos
de economistas latinoamericanos y africanos?
Quien desee conocer sus puntos de vista sobre la
situación económica internacional pueden leer este reportaje que la revista
española XL Semanal le hizo hace unos años y que nosotros reproducimos
íntegramente para saber más en detalle sus ideas.
Angus Deaton ha sido galardonado con el Premio
Nobel de Ciencias Económicas de 2015 por sus trabajos sobre desigualdad. Hace
apenas tres años, XL Semanal publicaba una entrevista con Deaton en la que
exponía sus ideas.
En tiempos de crisis, ejércitos enteros de
economistas y gurús de las finanzas se afanan en descifrar las claves del
déficit, la ciencia detrás de la prima de riesgo o los daños colaterales de las
políticas de austeridad. Mientras sus colegas se detienen en los grandes
números, el economista británico Angus Deaton se ha convertido, desde su
cátedra en la Universidad de Princeton (Nueva Jersey), en la voz más respetada
del mundo sobre los efectos que la crisis tendrá en algo más sencillo, pero
probablemente más importante: el bienestar. Su método no consiste en escudriñar
los mercados en busca de respuestas encriptadas, sino en hacer preguntas
sencillas: «¿Cómo te va la vida?
¿Experimentaste tristeza o alegría ayer?». De
las respuestas nació un estudio, firmado junto al premio Nobel Daniel Kahneman,
que en 2010 cifró en 75.00o dólares anuales el salario perfecto para alcanzar
la felicidad. A partir de esa cifra, cree Deaton, este estado de ánimo no crece
de forma exponencial. Dicho de otro modo, por si a alguien le consuela, las
astronómicas remuneraciones de ciertos ejecutivos no les hacen mucho más
felices, por mucha satisfacción y otras sensaciones positivas que estas les
proporcionen. Eminencia mundial en la medición del bienestar y la pobreza,
Angus Deaton atendió a XLSemanal en su casa victoriana de Princeton para hablar
de la crisis, el futuro del euro, cómo combatir el desempleo y de sí, también
la felicidad.
XLSemanal. ¿España
va a salir del euro?
Angus Deaton. Los países
periféricos, como España y Grecia, estarían en una situación mejor si el euro nunca
hubiese existido. Eso no quiere decir que vaya a desaparecer, las consecuencias
serían terribles y nadie quiere eso. En Grecia, por ejemplo, la mayoría no
quiere abandonar el euro porque garantiza cierta estabilidad
política, pero al mismo tiempo no quieren que la señora Merkel les diga lo que
deben hacer. Por otro lado, es difícil imaginar la zona euro sin
España. La pregunta del millón, de la que nadie tiene la respuesta, es si
puedes coger un país grande como España y sacarlo del euro sin que el
resto se derrumbe. Cualquier intento de romper la moneda única sería muy
destructivo y haría parecer lo que está pasando ahora como una fiesta. Podría
generar una depresión en toda Europa.
XL.Vivimos en la era de la austeridad.
¿Abrocharse el cinturón es la única manera de salir de la crisis?
A.D. Mi instinto siempre ha
sido estar en contra de la austeridad, pero ya no estoy tan convencido. Cuando
era joven y Margaret Thatcher era primera ministra del Reino Unido, su programa
de austeridad nos pareció terrible, pero está claro que a largo plazo funcionó.
Por un lado, la austeridad está empeorando la situación, pero teniendo en cuenta
que países como España o Grecia están encerrados en el euro no sé si hay otra
salida.
XL. Las medidas de austeridad, en todo
caso, no parecen apaciguar a los mercados, más bien al contrario. ¿Por qué?
A.D. Es difícil saberlo. Lo que
la mayoría de la gente dice sobre el funcionamiento de los mercados no tiene
sentido. Decir que la Bolsa ha subido hoy porque ha sucedido tal cosa es un
cuento chino. Al día siguiente ocurre lo mismo y se hunde. Y hay buenas razones
para que así sea. Si los mercados fueran predecibles, sería más fácil hacerse
rico.
XL. ¿Hay alguna buena
noticia en la situación actual?
A.D. Sí, pero a largo plazo. En
el futuro se tendrá más cuidado con las soluciones tecnocráticas. En el Reino
Unido, y sé que en Francia es igual, los altos funcionarios del Estado son los
mejores y los más listos del país. Pero acumulan mucho poder porque, cuando un
gobierno se va y entra otro ellos se quedan. En cierta forma, son quienes
gobiernan el país. Conozco a muchos porque coincidí con ellos en Cambridge y
ahora son todos lord o sir. El problema es que esa gente no es escogida
democráticamente y pueden acumular un poder enorme que les permite gestionar el
mercado común o construir el euro.
La democracia debe estar por delante.
XL. ¿Poner un tecnócrata
al frente del Gobierno, como sucede en Italia, puede ser una solución de
emergencia?
A.D. Es una situación terrible,
pero a veces no hay otra opción. Es irónico, porque los países periféricos,
como España o Grecia, estarían en una situación mejor si el euro nunca hubiese
existido, pero para ser justos hay que decir que fueron ellos los que más interés,
por razones políticas, tenían en entrar en el euro.
XL. Liberalizar el
mercado laboral y flexibilizar el despido son las recetas que nos venden para
salir de la crisis. ¿De verdad se puede combatir así el paro?
A.D. La historia nos enseña que
a los mercados les gustan ese tipo de medidas porque estimulan el crecimiento.
En Estados Unidos es muy fácil despedir a alguien y, como resultado, el mercado
laboral produce muchos puestos de trabajo. La pregunta es si es mejor un país
cuyas tasas de desempleo oscilan entre el 15 y el 20 por ciento pero en donde
los que trabajan tienen un puesto seguro, o un país con un 5 por ciento de paro
en el que los trabajos no sean tan seguros. Yo apostaría por el modelo americano.
XL. La pregunta del
millón: ¿cuándo saldremos de esta?
A.D. Históricamente, la salida
de las crisis es muy lenta. Y no sé si los legisladores pueden acelerar ese
proceso. Por otra parte, habrá una recuperación. El mundo no está derivando a
una situación de depresión permanente. Puede que empeore más antes de mejorar,
pero hay que ser optimistas. Hemos estado aquí antes, hemos vivido etapas de
austeridad y, al de un tiempo, la gente se olvida y el mundo se recupera. En
2016 estaremos mucho mejor y en 2020 la crisis será un episodio histórico más.
XL. ¿Y volveremos a vivir como vivíamos
en 2008?
A.D. Eso creo. Aunque desde la
II Guerra Mundial el crecimiento en los países ricos ha disminuido década tras
década. Cuando yo era pequeño, vivíamos mejor que nuestros padres, mientras que
para los jóvenes esa regla ya no se cumple. Lo más preocupante es la
distribución entre la clase media, porque ahí es donde ha habido menos
crecimiento en los últimos 40 años. Las familias tienen más ingresos porque las
mujeres también llevan dinero a casa. Pero ¿qué significa eso? Que las ganancias
han crecido, pero trabajamos mucho más para vivir igual.
XL. ¿Qué lección deberíamos aprender de
esta crisis?
A.D. Que no podemos dejar que
los banqueros se autorregulen. La desregularización de las instituciones
financieras que se llevó a cabo durante la era Clinton fue un gran error. Todos
pensamos que era una buena idea [se ríe]. Eso ilustra lo poco que sabemos.
Larry Summers, el precursor de la abolición de la Ley Glass-Steagall [que
separaba las actividades de la banca comercial y la de inversión], es uno de
los economistas más respetados y uno de los hombres más inteligentes que
conozco. Lo hizo porque, como el 99 por ciento de los economistas, pensó que
era lo correcto. Pero estábamos equivocados.
XL. ¿Quién saldrá
ganando de esta crisis?
A.D. Las crisis están diseñadas
para beneficiar a los ricos ya que gracias a ellas les resulta más fácil
reescribir las normas. Por eso, en EE.UU. la reforma educativa no avanza,
porque sus hijos van a universidades privadas. Lo mismo con la sanidad. En crisis
estas cosas siempre van a peor.
XL. Ya que lo menciona,
¿es sostenible la sanidad pública?
A.D. La gente no es consciente
de lo que cuesta una sanidad pública universal. El copago es una buena idea.
Sin él los médicos pueden acabar convertidos en trabajadores sociales: si estás
triste, vas a la consulta a que te escuchen. No se trata de dejarla en manos
del mercado, pero quizá tampoco sea viable hacer un trasplante de corazón a una
persona de 96 años.
XL. Como experto en
microeconómica, ¿qué recetaría para sobrevivir a la crisis?
A.D. Es una época ideal para
retomar estudios, mejorar conocimientos o cambiar de carrera y explorar aquel
oficio que siempre te interesó. También es una gran oportunidad para nuevas
ideas y la gente que apuesta por ellas. Otra opción es trabajar para una ONG en
un país pobre o viajar. El éxito material va a ser un bien escaso por un
tiempo, por eso hay que concentrarse en cosas como hacer amigos o las
relaciones personales. Hay más cosas en la vida que el triunfo material.
XL. Movimientos como el 15-M u
Occupy Wall Street afirman que el capitalismo es un sistema fallido. ¿Qué dice
a eso?
A.D. ¿Cuál es la alternativa?
¿El comunismo? El problema siempre es el mismo: alcanzar el grado óptimo de
interferencia del Estado en la economía. En cierta forma, Occupy Wall Street y
el Tea Party son dos respuestas polarizadas al mismo problema. Ambos grupos se
sienten atacados por el sistema, aunque sus soluciones son muy diferentes. En
todo caso, es una buena noticia que la ciudadanía se movilice, porque eso es lo
contrario a que los millonarios arreglen las cosas entre si en la
trastienda.
XL. Una frase suya: «Como
economista tiendo a pensar que el dinero es bueno para las personas y me alegra
encontrar una evidencia de que así es». ¿Temía que no la hubiera?
A.D. Todo el mundo está de
acuerdo en que, si eres muy pobre, el dinero importa. La duda surge cuando
tienes suficiente para sobrevivir. La versión macroeconómica de «el dinero es
bueno para las personas» es el crecimiento, pero la cuestión es: ¿mejora
nuestra vida o está matando el planeta y haciendo que la gente compita para
vivir mejor que su vecino? Los economistas creemos que el dinero es bueno y
que, cuanto más ganas, mejor vives. No encontramos un límite a esa regla.
Además, sería muy arrogante pensar que vivimos mejor que nuestros padres, pero
que, por alguna razón, eso debería cambiar para nuestros hijos.
XL. Sin límites, ¿el crecimiento
puede ser sostenible?
A.D. En el pasado hubo muchas
predicciones pesimistas sobre el crecimiento poblacional. Cuando había 3000
millones en el planeta, se decía que cuando alcanzáramos los 5000 sería un
desastre. La gente que predicó aquello se equivocó. El mundo se ha adaptado.
Cuanta más gente haya, más buenas ideas habrá para mejorar el mundo. No creo
que sea accidental que los países que han tenido más éxito en los últimos 30
años sean también los más grandes: China, la India, Brasil...
XL. Decía que hay evidencias
sobre que el dinero es bueno para las personas...
A.D. Sí, cuando le pides a alguien
que evalúe su vida de cero a diez y comparas el resultado con sus ingresos, ves
que la gente que más gana está más arriba en esa escala.
XL. También sostiene que el
consumo es clave para el bienestar. ¿Por qué?
A.D. El bienestar puede tener
muchas traducciones: una es la cantidad de cosas que tienes o lo que gastas.
Eso cubre el aspecto material. Luego están la salud, la política, la
participación social y cómo te sientes. Un debate interesante es saber hasta
qué punto deberían los legisladores preocuparse por estos asuntos. Por ejemplo,
¿deberían los políticos en España estar preocupados por si sus ciudadanos son
felices?
XL. ¿Y cuál es la respuesta?
A.D. Bueno, es lo que piensa
David Cameron, quien dice que se debe mirar más allá del dinero o las tasas de
paro y reparar más en el bienestar. Sarkozy opinaba lo mismo.
XL. ¿Y no lo dirán porque es
época de apretarse el cinturón?
A.D. Suena sospechoso predicar
la austeridad y, al mismo tiempo, decir: «El dinero no lo es todo». Pero hay un
argumento válido detrás. La cuestión es decidir si la felicidad es todo lo que
importa. Hay quien afirma que es así, pero no tiene sentido. Está bien ser
feliz, pero no a cualquier precio.
XL. Algunos de sus estudios
sugieren que el dinero compra la felicidad. ¿Es así?
A.D. No compra la felicidad,
sino la evaluación vital. Si te pido que valores tu vida, pensarás en tu
educación, tu trabajo o tu estatus social. Podrías estar muy triste y, aun así,
dar una respuesta positiva. Pero si te pregunto si ayer fuiste feliz, esa es
una emoción diferente. Ese tipo de felicidad no es sensible al dinero, a menos
que vivas en la miseria.
XL. Sostiene que el 85 por
ciento de las personas a las que se les pregunta si fueron felices el día
anterior dicen que sí. ¿Vivimos en una sociedad feliz?
A.D. Tenemos una población
feliz, sí. Y cuando vas a los países más pobres, esos números son parecidos.
XL. Afirma que la cooperación
puede causar más perjuicios que beneficios a los países pobres. ¿Por qué?
A.D. En muchos países de África,
gran parte de las arcas públicas están financiadas por la ayuda exterior. Los
gobiernos viven de eso y no se esfuerzan por recaudar impuestos. La
responsabilidad con los ciudadanos se anula. Eso jamás dará lugar a crecimiento
económico o a la reducción de la pobreza a largo plazo.
XL. Es un experto en mediciones
de pobreza. ¿Cómo se establece si una persona es pobre o no?
A.D. Decidir si vivir con un
dólar al día es pobreza es algo muy arbitrario. Una leve variación y, de un plumazo,
300 millones de personas dejan de ser pobres. La cantidad de gente que vive en
situación de pobreza es menos relevante que si esa cifra sube o baja. Y está
bajando muy rápido por el empuje de la India y China.
XL. ¿La idea de erradicar la
pobreza es real o una mera entelequia?
A.D. No acepto la premisa de la
pregunta. La pobreza ha sido erradicada en muchos países. No hay nadie en
EE.UU. o España que viva con un dólar al día.
XL. Eso no quiere decir que no
sean pobres...
A.D. Pero no es el tipo de pobreza
de un dólar al día. Ese tipo de miseria es más difícil de eliminar; significa
estrechar la distribución de la riqueza. En todo caso, el crecimiento ha
permitido sacar a gran parte del mundo de la indigencia. Esa es la respuesta;
si es que existe una. Lo ha sido históricamente.