El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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sábado, 26 de agosto de 2017

LA POLÍTICA SOCIOECÓNOMICA DEL GOBIERNO DE MACRI

Por Sergio Daniel Aronas  - 26 de agosto de 2017.

           Los datos dados a conocer por el INDEC y también del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, del Centro de Economía Política Argentina, de la Comisión de Estudios Económicos para América Latina, del Instituto de Pensamiento de Políticas y Políticas Públicas, del Instituto Argentino para el Desarrollo Económico, del Observatorio de la Deuda Externa de la Universidad Metropolitana sobre la Educación y el Trabajo, sobre la distribución del ingreso, los salarios de los trabajadores, el aumento exponencial de las tarifas públicas, el cierre de miles de empresas y los niveles altísimos a los que llegaría el desempleo, han puesto de manifiesto con gran fuerza la magnitud de las desgracias que ha venido sufriendo el pueblo argentino debido a la puesta en práctica en toda su dimensión de las políticas económicas del gobierno de Mauricio Macri desde que está gobernando el país a partir del 10 de diciembre de 2015-

Nada pudo ser aplicado este capitalismo en su forma más brutal, más bestial y más salvaje que uno pueda imaginarse. Al orientarse por este rumbo, cuyos ideólogos y mentores, tanto dentro como los que están fuera del gobierno y que aplauden todo lo que vienen haciendo, siempre se jactaron de ser la única alternativa válida para la Argentina y que, a la luz de sus terribles resultados para el conjunto de los argentinos, aun tienen la osadía de querer seguir convenciéndonos de sus bondades y beneficios como si nada hubiese ocurrido al proponernos “la necesidad de profundizar el programa” y otras ideas siniestras del mismo tipo, como volver a privatizar, crear nuevos impuestos, recortar los gastos sociales, reducir partidas presupuestarias a las actividades principales del  estado, reducir los impuestos a los ricos, etc.

Lo más trágico de todo esto es que buena parte del electorado le  acaba de dar su apoyo en las elecciones primarias y creemos que más que apoyo a su gobierno peso más la idea de no permitir el regreso de los candidatos del partido que gobernó durante doce años  porque se vio perfectamente bien que cualquier cosa que impidiera el triunfo de Crista Fernández y sus aliados era absolutamente válido y eso pesó en la decisión del votante al elegir a sus candidatos.

Es terrible escuchar a sus principales voceros, incluyendo al presidente, hablar de los ”efectos no deseados” del programa que está en vigencia como si no supieran que dichas medidas de política económica es el causante de las desgracias a las que ha llevado a nuestra Argentina. Pero no seamos ingenuos: ellos lo saben claramente y sabían como la perfección matemática y la precisión diabólica de un guarismo estadístico: que estos planes iban a tener estos resultados, y que por lo tanto, mitigar sus defectos no estaba a la orden día puesto que significaría que el Estado vuelva a regular los dolores del parto y que tengan que socorrer a la gran mayoría de la población.

Quienes decidieron aplicar este programa primero domesticaron a los sindicatos, maniataron a sus dirigentes y aplicaron una feroz política de control social sobre la base de un dato sustancial: qué tasa de desempleo podía soportar la población económicamente activa. De manera que, la desaparición de miles de pequeñas y medianas empresas, la destrucción de las economías regionales, el aumento de la pobreza, de la inseguridad en las calles, el aumento del endeudamiento a niveles siderales, son cuestiones que jamás preocuparon al poder político. En cambio, sí, redefinieron y ubicaron de un modo claro y contundente su alianza con los grandes grupos económicos locales y extranjeros y su alineamiento con los Estados Unidos y los organismos financiaron que ellos dominan para terminar  con lo que alguna vez se llamó estado argentino. Esto era y es lo que les preocupa y no pierden ocasión para ratificar este rumbo.

De ahí es que cuando nos hablan que van a “pulverizar el desempleo”, o que  tendremos pobreza cero y otras maravillas del modo de producción capitalista,  podemos consultar con un simpático personaje que en  1867 que, siendo condenado por el Sr. Imperialismo a una pieza de museo, en el mundo sus ideas vuelven a tener sentido, coherencia y notoriedad:

“En interés de lo que le agrada denominar riqueza de la nación buscar artificios para asegurar la pobreza del pueblo. A partir de ese momento, su coraza de sofismas apologéticos de desprende fragmento por fragmento, como una madera podrida”. [1]

           Además, cuando se escucha hablar acerca de los ganadores y perdedores de este gobierno está claro quiénes son los perdedores: es el pueblo en más o menor medida de acuerdo al lugar que ocupan y al papel que desempeñan en el sistema económico y cuya voz de protesta se alza de acuerdo a la fuerza movilizadora que tenga como para exigir a las autoridades los cambios necesarios para paliar los efectos devastadores de la crisis. Los ganadores, en cambio, son los poderosos grupos que empresarios terratenientes, ganadores y exportadores que amasaron en un solo acto y sin mover un solo dedo miles de  millones de dólares beneficiados con la eliminación de las retenciones (derechos aduaneros), los grandes bancos multinacionales, los agentes de intermediación financiera, seguros, bolsas y del comercio exterior; las mineras, petroleras y sectores industriales transnacionales que descargan su crisis contra los trabajadores. Sin embargo, como parece que estas empresas consideran que ganan muy poco, reclaman, por un lado, la existencia de un cuerpo legal que les garantice una “seguridad jurídica” para impedir modificaciones en las  intocables reglas del mercado de modo que no se altere sus altas tasas de ganancias que dicen que pueden perder. Por otro lado, tenemos el caso de empresas telefónicas, del servicio de agua, del transporte del gas, de las concesionarias del peaje en rutas y autopistas que, sin justificación alguna, recibieron aumentos espectaculares de sus tarifas con el supuesto hecho de que sus cuadros tarifarios estaban atrasados y el gobierno le concedió nuevos aumentos astronómicos, cuando en realidad son empresas que actúan como monopolios privados, sin competencia de ninguna índole tanto nacional o como extranjera, que operan con tasas de retorno consagradas en los pliegos de privatización y que gracias a su poder e influencia encaran acciones judiciales hasta lograr la intervención no sólo de entes reguladores sino de la mismísima Corte Suprema de Justicia si alguien pretendiera cuestionarles cómo desarrollan sus actividades. Esos entes reguladores prácticamente ya no existen ni pinchan ni cortan ni controlan ni regulan nada porque las empresas hacen lo que quieren y como quieren.

Frente a la voracidad insaciable de estas empresas no podemos dejar de reproducir el pensamiento de F.J.Dunning, un dirigente del movimiento obrero inglés del siglo XIX  y que en 1860 se expresaba de este modo:

“El capital huye del tumulto y las disputas y es tímido por naturaleza. Esto es cierto, sin embargo, no es toda la verdad.  El capital  odia  la  ausencia  de  ganancias  o  una ganancia
mínima, como la naturaleza tiene horror al vacío. Si la ganancia es conveniente, el capital se  muestra valiente: un 10% asegurado, y se lo puede emplear en todas partes; un 20% y se
entusiasma; un 50%, y es de una temeridad demencial; al 100% pisotea todas las leyes humanas; con el 300% no hay crimen que no se atreva a cometer, inclusive a riesgo del cadalso. Cuando el desorden y la discordia dan ganancia, los estimula.”[2]

           ¿Y que podemos agregar sobre los impuestos, la deuda externa y el despilfarro de los recursos a que nos tienen lamentablemente acostumbrados los funcionarios del gobierno? ¿Tendrá que ser siempre así? ¿Habrá alguna vez en nuestro país funcionarios que se comporten con un auténtico espíritu de sacrifico, con vocación verdaderamente patriótica como lo hicieron en su momento Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan Jose Castelli quienes donaron sus sueldos como miembros de la Primera Junta de Gobierno al “grande sistema de la obra de nuestra libertad e independencia”? ¿Es acaso ingenuo pensar así o estamos eternamente condenados a soportar a los corruptos, a los impunes, a los inútiles para todo servicio público? Definitivamente no. Y hay que luchar para que así sea.            Porque aquí se trata de determinar como movilizar los recursos que existen en la Argentina para ponerla a su servicio y no es posible que sigamos escuchando el mismo discurso de décadas según el cual nunca hay plata para las necesidades del pueblo, para los problemas estructurales en la organización política, económica, social, jurídica del país y de ahí vienen
los dramas en la educación, la salud, la seguridad, la justicia, el empleo. No puede ser que con el país que tenemos sigamos hundidos en una situación escandalosamente insoportable. Y como si esto fuera poco, debemos ver a las misiones del FMI que vienen a decirnos lo que tenemos que hacer, como debemos hacerlo, en qué plazos y bajo que condiciones. Vienen a controlar la marcha del país, se atreven a opinar de todo, a darnos consejos, se les rinde culto y pleitesía y también se los condecora con las insignias más alta que puede ofrecer la Nación Argentina. Ay! si nuestro Libertador General Don José de San Martín se levantara de su tumba y viera el espectáculo que nos brindan estos gobernantes, no vacilaría en repetir lo que una vez afirma en 1839:

“Lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española: una tal felonía, ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”[3]

La República Argentina no necesita ni del FMI, ni del Banco Mundial ni de otras instituciones “amigas” para resolver su crisis. Tenemos el programa económico y social de nuestra Constitución, tenemos el programa inconcluso de los revolucionarios de Mayo de 1810, tenemos los programas de San Martín en 1814 como gobernador-intendente de Cuyo y de 1821 como Protector del Perú, tenemos el pensamiento de Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Mariano Fragueiro, el programa de generación de 1837 con Esteban Echeverría a la cabeza, etc. Todo esto es un millón de veces más poderoso que cualquier plan de ajuste de esas prostituidas organizaciones que en nada ayudan por sus países miembros. Por lo tanto, a los que dicen que no tenemos tradiciones, historia y memoria: ahí tienen, pues, verdaderos instrumentos para proyectar en la situación actual y de entrada al nuevo milenio, un auténtico programa de salvación nacional para que no tengamos vergüenza de llamarnos argentinos y elevarnos a la categoría de países orgullosos de nuestra identidad latinoamericana.                  

Para darse cuenta de las grandiosas riquezas con que contamos basta decir que en la Argentina caben 14 países europeos que dan una población superior de los cuatrocientos millones de personas y nosotros apenas somos algo más de 42 millones. Todos estos países juntos dan un producto bruto nacional (es decir, la riqueza que posee dentro y fuera de sus países) que supera 60 veces el de nuestro país. Y sin embargo, hay que decir escuchando a los grandes gerentes de las grandes empresas que hoy gobiernas hablándonos de los problemas que ellos no tienen ni por un milímetro y encima nos quieren hacer creer que trabajan por Dios y por la Patria. Lo que debemos saber es que esta administración cumple, como nadie y al pie de la letra, sus compromisos en materia de pago de los intereses de la deuda externa que, como las vacas sagradas de la India, no sufren recortes ni postergaciones de pago. Han convertido a la Argentina en una máquina emisora de deuda sin respaldo y necesidad alguna. A partir de este hecho en que la deuda pública va ocupando un lugar preponderante en todo el esquema  económico  del gobierno: desde   el   presupuesto  hasta el  último  eslabón del poder  local, puesto que todo está armado para hacer cumplir con los pagos al exterior. Por eso, no hay aumento de sueldos a los trabajadores, ni a los maestros, ni a los médicos. Si Don  Lisandro de la Torre estuviera vivo para ver lo que hace este gobierno no diría que “pagar la deuda externa podrá ser una conducta honrada, pero es suicida”.

No obstante, el gobierno sigue empeñado en esta conducta, que es comportarse como buen niño aplicado a los organismos internacionales monetarios, sus bancos acreedores y especialmente ser lacayos del imperio en la región, cuando critica a la revolución bolivariana, a Venezuela y a su presidente Nicolás Madura “como dictador” y asume el papel de juez para expulsarlo del Mercosur, quitarle la conderación de la Orden del Libertador Gral. San Martín y defender a delincuentes y asesinos condenados por crímenes contra la población civil venezolana.
Lo único que vale son los recortes presupuestarios que el gobierno se compromete en cumplirlos contra viento y marea y con todo el país en contra. El intento de reducir la parte correspondiente a educación es tan terriblemente inconcebible e inaudito que ha movilizado a estudiantes, padres, instituciones a levantar una muralla que impida este saqueo, porque encima que no se soluciona la actual crisis educativa, pretenderla resolver con recortes, es de una mentalidad de bárbaros y es inaceptable. Vale la pena hacer recordar que opinaban los principales dirigentes de la Revolución Francesa en este tema de candente actualidad. Cuando se discutía en la asamblea legislativa el plan educativo de Lepeletier, George Jacques Danton pronunció en 1793 un discurso que se convertiría en la piedra basal  del sistema educativo francés:

       “Después del pan, la educación debe ser la primera necesidad del pueblo”. [4]

Las pérdidas provocadas al Estado Nacional por el mismo gobierno de Macri al dejar de percibir las retenciones a las exportaciones agro-ganadera, lo está obligando a buscar financiación por la peligrosa vía del endeudamiento que está alcanzando niveles altamente alarmantes porque nuestro país no tiene capacidad de pago para soportar semejante volumen de deuda y está creando una bomba que puede estallar en cualquier momento y el momento menos pensado. En ese caso, no vendrá ni el gobiernos de los Estados Unidos, ni  Japón ni la Unión Europea, ni China ni Rusia ni el FMI o le Banco Mundial a socorrernos. Que se vayan olvidando si creen como creen que nos van a salvar si por la deuda estalla la Argentina.
Y si esto no es corrupción y despilfarro, la corrupción y el despilfarro, ¿dónde está? De ahí que, en medio de esta crisis que afecta a todos los campos de la vida social y al país en su conjunto, es bueno hacerles recordar a nuestros gobernantes que el fundador del movimiento y del partido más importante de la Argentina sabía de qué hablaba cuando nunca quiso adherirse al tratado de Bretton Wood de 1944 que creó al FMI (siempre dirigidos por europeos) y el Banco Mundial (siempre dirigidos por estadounidenses) escribía hace más de cincuenta y cinco años en su conocido libro, hoy olvidado, La hora de los pueblos: “No saldremos nunca de nuestra triste condición de ‘subdesarrollados’ en tanto seamos tributarios de la explotación imperialista”.

No cabe duda que tal de cómo marchan los acontecimientos no sólo olvidan las enseñanzas de su maestro, sino que las ignoran por completo, rindiéndoles gloria y loor a los grandes inversores del mundo, como los nuevos salvadores del país y sin cuya existencia parecería que no podríamos vivir. Una canción de Daniel Viglietti cuyos  versos  aplicados a nuestro país lo describe axiomáticamente:

                                            “No somos los extranjeros
                                            los extranjeros son otros
                                            son ellos los mercaderes
                                            y los esclavos nosotros”.
          



[1] Karl Marx, El Capital, Tomo I, Cap.33. Ed.Cartago, México, 1983, pág.745

[2] T.J.Dunning, Trade´s Unions and Strike: their Philosophy and Intention, London, 1860. pág.35,36. Citado por Karl Marx, El Capital, Tomo I, Cáp.31, Ed.Cartago, México, pág. 745.

[3] Carta de José de San Martín a J.M.de Rosas, 10 de julio de 1839. Citada por Patricia Pasquali, San Martín: la fuerza de la misión y la soledad de la gloria, Ed.Planeta, Bs.As., 1999, pag.434.

[4] Georges Jacques Danton, discurso a la Asamblea legislativa francesa, 1793. Citado por Albert Soboul, Danton, Colección Los Cien Hombres de la Historia, Nº 58, pág.209. Ed.Centro Editor América Latina-Página /12.