El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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sábado, 12 de agosto de 2017

SERIE DE ARTÍCULOS SOBRE LA SITUACIÓN EN VENEZUELA (I)

Por Sergio Daniel Aronas – 12/08/2017

La situación política, económica y social en la República de Venezuela es hoy campo de amplios, extensos y duros debates por parte de todas las fuerzas políticas del país e internacionales tanto por las que quieren ver el fortalecimiento de la Revolución Bolivariana como por los que propugnan su derrocamiento. Y en entre estas últimas aparece con clara identificación la oposición encarnada en el Movimiendo de Unidad Democrática (MUD) que no tiene nada de unitario y mucho menos de democrático por los métodos violentos y agresivos que utiliza para derrocar al gobierno del Presidente Nicolás Maduro-
El inicio de las acciones violentas comenzaron durante la campaña para elegir diputados a la Asamblea Nacional Constituyente donde esa oposición fascistas, terrorista y agresiva se lanzó a las calles con el fin de provocar un caos que lleve al derrocamiento de la revolución bolivariana. Y una revolución tiene el alto honor de llevar ese nombre, ella tiene sentido cuando es capaz de defender como lo explicaba Lenin.
El caso es que sobre Venezuela le han pegado todo tipo de críticas tan de la derecha como de la izquierda pero por sobre todas de los medios masivos comunicación tanto de la prensa escrita y como la digital. La campaña para desprestigiar al gobierno de Maduro llega a niveles sin precedentes donde confluyen, además de las fuerzas opositoras, los países de la región, las potencias capitalistas de Europa, los Estados Unidos, la oposición que aplica métodos violentos y terroristas y haciéndose las víctimas de un gobierno al que tildan injustificadamente de “dictadura”. Justo ellos, que perdieron casi todas las elecciones, que no quisieron presentarse a la gran mayor parte de las convocatorias electorales porque saben que pierden siempre. Justo ellos, que pertenecen a las clases capitalistas privilegiadas que vivieron de los ingresos de la industria del petróleo despilfarrando millones de recursos en sus lujos y consumos suntuarios. Justo ellos, que en febrero de 1992 lanzaron el brutal ajuste contra el pueblo y la reacción de las clases pobres y trabajadoras fue sanguinariamente reprimida con la muerte de 3.000 personas. Ya todos se olvidaron de esto. Y se atreven a llamar “dictador” a un hombre que gobierna con el pueblo, para el pueblo y por el pueblo. En estas horas críticas donde deberá verse el temple revolucionario del proyecto iniciado en 1998 por el comandante Hugo Chávez, de gloriosa memoria.  
Como escribiera en una nota del blog en octubre de 2012: “Un fantasma recorre Latinoamérica: el fantasma del presidente de Venezuela Hugo Chávez y todos los enemigos de la revolución bolivariana se han unido en santa alianza para acosar a ese fantasma: las fuerzas imperialistas de los Estados Unidos, la oligarquía criolla venezolana, los medios de comunicación y los antiguos amos de la podrida Europa”. Claro que ahora gobierna Nicolás Madura pero nada ha cambiado en cuanto a las fuerzas que están empeñadas en destruir a Venezuela incluso recurriendo a la invasión militar como lo promueve el imperialismo según las mismas palabras de la bestia bruta de Donald Trump. Increíble que un analfabeto de esta calaña presida a la nación más poderosa del planeta.
En esta primera serie de artículos tomados del sitio Rebelión, publicamos los puntos de vista de los siguientes autores:

        1)      Un brote de lo nuevo. Chris Gilbert (12-08-2017)
        2)      Claves para entender la constituyente. Shaila Fernández (12-08-2017)
        3)      Venezuela post victoria constituyente. Manuel E. Yepe (11-08-2017)
        4)      Terroristas travestidos en demócratas. Aram Aharonian (11-08-2017)
        5)      ¿La izquierda bolchevique contra la purga estalinista de Nicolás Maduro? Iván Montero (10-08-          2017)   
        6)      Paraperiodistas españoles ante la Constituyente venezolana. Cómo no dar una noticia
        7)      Ángeles Diez Rodríguez (10-08-2017)        
        8)      El regreso de los Cruzados. Guillermo Cieza (10-08-2017
       9)  La izquierda y Venezuela. El retroceso “nacional-estalinista”. Pablo Stefanoni (09-08-2017)  
      10)  La Oposición está metida en un "trancazo", Clodovaldo Hernández (09-08-2017)
      11)  Una Revolución Bolivariana defendida.  Carlos Meneses Reyes (09-08-2017)

UN BROTE DE LO NUEVO
Chris Gilbert - -Semanario Brecha – 12/08/2017
Una de las grandes ironías de finales del siglo pasado es que en el momento preciso en que el establishment declaró que no hay alternativa a su consenso neoliberal (Tina, There is no alternative), también inició una campaña demagógica para “promover la democracia” en el mundo. Ambas campañas despegaron a inicios de los años ochenta; la primera se asocia, sobre todo, con Margaret Thatcher, y la segunda con la administración de Ronald Reagan.
Sin embargo, la pregunta obvia es ¿por qué es necesaria la democracia si en verdad no hay alternativa? De hecho, ese era precisamente el punto: con las formas neoliberales capitalistas firmemente, incluso dogmáticamente, consagradas, el establishment había puesto todo lo importante de su mundo a salvo de la democracia, y, a la inversa, había confeccionado una democracia totalmente inofensiva para su proyecto.
Aquí es donde Venezuela y su nueva Asamblea Constituyente vienen a colación. Con este paso se ha levantado el espectro de una forma de democracia que no es del todo inofensiva y “segura” desde el punto de vista de los lineamientos del establishment, una forma de democracia que podría cuestionar unos cuantos de sus dogmas. Es por eso que temen esta iniciativa mucho más que una dictadura –forma de gobierno en la que, a decir verdad, suelen encontrar algunos de sus mejores aliados–, e insisten en confundir la una con la otra.
Así, esta Constituyente está en el centro de un debate, pero un debate que tiende a estar mal planteado. Aplicando sólo una pizca de teoría política se puede demostrar que en verdad la disputa gira más en torno al Estado de derecho (o sea, al marco legal del Estado) que a la democracia. En la modernidad, el Estado de derecho ha ido restringiendo cada vez más el alcance de lo que está sujeto a la toma de decisiones por vías democráticas. Si tomamos como referencia la democracia ateniense –en la que básicamente todo estuvo abierto a consideración–, podemos observar una caída libre que comienza con el nacimiento de la democracia estadounidense a finales del siglo XVIII. Es un desplome marcado por la extracción, en forma progresiva, de más y más elementos del ámbito de la res publica para llegar a la situación actual, en la que la democracia liberal es prácticamente impotente para efectuar cambio significativo alguno.
Ahora Venezuela ha comenzado a buscar a tientas una salida a este laberinto. El mayor temor del establishment mundial y de la oposición venezolana no es en realidad la dictadura, sino “el gobierno de las turbas”: es decir, la mayoría actuando fuera de su control. Sin embargo, debido a que no pueden admitir que temen a las mayorías, denominan “dictadura” los primeros pasos inexpertos de las masas. Pero no debemos dejarnos engañar. De la mayoría históricamente excluida de la democracia no se puede esperar delicadeza y elegancia en sus primeros pasos de estreno en la palestra, pero ¿quién dijo que la democracia ha de ser elegante?
En Venezuela los problemas que hoy enfrentamos son de larga data. Bolívar, siempre profético, luchó constantemente contra el dogmatismo liberal y la actitud leguleya, yendo hasta el extremo de cuestionar, en una carta al mariscal Sucre, el valorar leyes por encima de los líderes, y principios por sobre los hombres. Hoy en día, cuando los estados parecen incapaces de resolver los grandes problemas del mundo, las ansias de los poderosos de matar en la cuna una nueva forma de organizar la democracia lucen muy sospechosas. En contraposición, el espíritu bolivariano –la búsqueda creativa de nuevas formas que superen los marcos jurídicos existentes para así confrontar tareas difíciles– merece nuestros aplausos.

Bolívar se calificó como el “hombre de las dificultades”, pero en eso quedó corto. De hecho, aquel hombre enfrentó situaciones más o menos imposibles. Por ejemplo, cuando tras la gesta independentista se empeñó en unir un continente desgarrado por localismos empedernidos, en aras de resistir la dominación europea y estadounidense. También cuando se esforzó por adaptar modelos de gobierno ajenos, de origen europeo, para servir las necesidades propias de los latinoamericanos. Tratando de salir al paso de estas y otras aporías, sus armas principales fueron la creatividad y la constancia.
En muchos sentidos, la situación continental y venezolana hoy no difiere significativamente de la de aquel entonces. Se presentan situaciones “imposibles” que nos convocan a buscar arreglos con creatividad y constancia. Podemos describir el dilema venezolano como el de un país periférico que, aun atado inexorablemente al mundo por la naturaleza de su economía, busca alcanzar su soberanía. Por supuesto, lo que luce imposible en términos sociales y políticos es, en gran medida, relativo a los esquemas que uno tenga a mano. El esquema más restrictivo hoy en día es el de la democracia liberal. En Venezuela el movimiento bolivariano lucha constantemente por deshacerse de esta camisa de fuerza. Otro escollo se puede presentar con el marxismo esclerótico (que precisamente por eso no es marxista). Por estas razones, un socialismo creativo, inquebrantablemente anticapitalista pero sin absolutos, parece ser el mejor antídoto “bolivariano” para ambos atolladeros.
Esta Asamblea Constituyente no ha tenido un parto fácil. Las sombras de la violencia opositora (incluyendo sus linchamientos racistas y atentados aterradores), junto con el posicionamiento agresivo de la Casa Blanca y de varios países de la región son las amenazas más obvias. Sin embargo, también hay grandes obstáculos internos; el más notable de éstos es el control de las cúpulas a expensas de las organizaciones de base insuficientemente representadas en la Constituyente. Es obvio que estas cúpulas intentarán mantener el control de la nueva instancia de poder y limitarla a cumplir funciones mínimas que sirvan a sus intereses particulares.
Vale la pena recordar que este año es el del centenario de una revolución en la que las nuevas formas democráticas asumieron un papel protagónico. El estatus de los propios soviets (consejos) estaba sujeto a un continuo tira y afloja no sólo frente a las fuerzas de la derecha sino también a las de la izquierda. Precisamente en el mes de agosto se cumplen cien años del momento en el que los obreros rusos, en una campaña para derrotar el golpe del general Kornilov, retomaron la consigna “Todo el poder a los soviets” que la dirección bolchevique había intentado retirar del juego. A decir verdad, este tipo de forcejeo será necesario a gran escala si nos proponemos que la Constituyente tome vuelo y realmente sirva a las aspiraciones populares.
Sin lugar a dudas hoy enfrentamos un mundo desgarrado por grandes contradicciones. Son las contradicciones de un capitalismo en crisis crónica que tienden a ser exportadas y magnificadas en los países periféricos, donde operan como fuerzas centrífugas que no pueden ser contenidas bajo la débil fuerza centrípeta de un Estado liberal. El resultado inevitable es que, para evitar el caos, una rama del gobierno tiende a dominar a las otras.

Cabe resaltar que, desafortunadamente, entre los esfuerzos por superar este dilema, versiones de la derecha, como las democracias iliberales de Viktor Orbán y Recep Tayyip Erdogan, son las más visibles. Siendo así las cosas, es difícil comprender por qué hay tanto desprecio –incluso desde ámbitos progresistas– por el esfuerzo casi único de un pueblo sudamericano que se propone una superación por la izquierda del Estado liberal.

Chris Gilbert es profesor de estudios políticos en la Universidad Bolivariana de Venezuela.

VENEZUELA: CLAVES PARA ENTENDER LA CONSTITUYENTE
SHAILA FERNÁNDEZ - MILITANTE DE ASKAPENA -11/08/2017 -

La izquierda revolucionaria de Euskal Herria tiene una responsabilidad política con los proyectos antiimperialistas, progresistas y revolucionarios que habitan el mundo, tiene el deber de proteger las periferias que están siendo capaces de desestabilizar la hegemonía.
En un autobús con destino a Ocumare, pueblo pesquero del estado de Aragua, rodeada de un gentío estridente y el onmipresente Reaggeton; Carlos, un trabajador del sector turístico, hombre joven y humilde, me decía firme y claro «Antes como ñoña que votar a un capitalista». Con esta afirmación breve y lúcida se resume la encrucijada que vive Venezuela; la defensa del proyecto bolivariano y progresista frente al proyecto neoliberal de la oposición que pretende enviar al país a las condiciones coloniales y subalternas a las que se ha pretendido perpetuar a América Latina desde 1492.
La izquierda revolucionaria de Euskal Herria tiene una responsabilidad política con los proyectos antiimperialistas, progresistas y revolucionarios que habitan el mundo, tiene el deber de proteger las periferias que están siendo capaces de desestabilizar la hegemonía, y tiene la tarea de defender las soberanías nacionales que por no atender a los intereses del capital transnacional, están siendo violadas de manera sistemática, véase el caso de Irak en el 2003, Libia en el 2011, la actual guerra en Siria y el presente conflicto en Ucrania que, entre otros, han respondido a la lógica del imperialismo norteamericano y su fiel escudero europeo: promover la desestabilización interna y una subsiguiente intervención como consecuencia a no responder a los intereses hegemónicos del capital.
No se puede entender lo que ocurre en Venezuela sin estudiar la relación de golpes de Estado, intervenciones militares y desestabilizaciones internas que llevan asolando América Latina, África y Oriente Medio desde que, tras la segunda guerra mundial, EEUU decidió imponer su imperio de manera unilateral. Tampoco  se puede hacer un análisis riguroso sin estudiar la concatenación de estados fallidos, golpes de Estado, y gobiernos corruptos y neoliberales que proliferaron en el país tras su independencia del Reino de España en 1810. Así mismo, es necesario entender la crisis energética mundial que ha generado un descenso significativo del precio del barril del petróleo (fuente principal de ingresos del país) que pasó de 150$ en su mejor momento hasta los 52$ actuales, llegando hasta los terribles 24$ en el primer trimestre del 2016 y que entre otras razones, está llevando al país a una crisis económica devastadora. Es decir, la simplicidad y la falta de rigurosidad con la que los medios de comunicación hegemónicos están tratando la situación de Venezuela, sólo favorecen la construcción de corrientes de opinión tolerantes con las apuestas neoliberales que hay para este rico y fértil país que ha cometido el valiente error, de declararse soberano y antimperialista en un escenario donde las normas las ponen los grandes lobbies financieros.

El presidente Nicolás Maduro tomó posesión de su cargo en abril del 2013, tras unas elecciones urgentes motivadas por el fallecimiento del comandante Hugo Chávez, elecciones que apenas se ganaron con un margen del 2% sobre la corriente opositora. Desde ese momento, el nivel de agresión a la legitimidad del gobierno ha sido una constante. La oposición aprovechó el exiguo margen de victoria del PSUV para agitar la calle, llamar a un golpe de Estado, organizar y financiar las guarimbas y convocar manifestaciones de alto contenido confrontativo y violento en las que más de 43 personas llegaron a morir. Henrique Capriles y Leopoldo López, mártires de la oposición, aclamados y defendidos por todas las democracias burguesas del mundo, están directamente relacionados con el golpe de Estado del 2002, posteriores intentonas golpistas auspiciadas por EEUU, el Estado español y Colombia y la estructuración de organizaciones de explícito carácter fascista que están proliferando en Venezuela y están actuando como fuerzas de choque de la burguesía y oligarquías nacionales.
En estos cuatro años de legislatura, la tendencia política de la MUD (coalición amplia de partidos de la oposición que recoge desde partidos socialdemócratas hasta organizaciones de marcado pelaje fascista) ha sido confrontar, rechazar y deslegitimar las propuestas del Gobierno. Ni siquiera en las elecciones de diciembre del 2015 donde consiguieron mayoría en la Asamblea Nacional y tenían garantías constitucionales para convocar un referéndum revocatorio del presidente Nicolás Maduro y llamar a nuevas elecciones, consiguieron llegar a un acuerdo que les permitiera avanzar políticamente y acabar con el PSUV. Es decir, la constitución venezolana y la correlación de fuerzas dieron la oportunidad a la oposición de organizarse y acabar con la legislatura del presidente Nicolás Maduro, pero sus propias contradicciones internas les hicieron perder la oportunidad de consolidar su hegemonía y acabaron optando por la confrontación violenta en la calle y el desarrollo de prácticas golpistas.
Este bloqueo al diálogo por parte de la oposición, al puro estilo chileno anterior al golpe de Estado del 1973, sumada a la crisis económica que asola el país, han generado un contexto de profunda desestabilización que en los últimos 4 meses se ha acabado expresando en violencia y enfrentamientos en las calles, paros y corte de carreteras por parte de la oposición.

Estas intentonas movilizadoras no responden a intereses democráticos, sino que están vinculadas a políticas desestabilizadoras que quieren acabar con Nicolás Maduro a sangre y plomo. ¿Qué pasa en la calle, entonces? En primer lugar, las fuerzas de choque violento, que actúan a través de las guarimbas, no están compuestas por militantes de los partidos de la MUD, ni estudiantes o jóvenes indignados, sino malandros a sueldo, delincuentes y mercenarios que cobran por quemar caucho en las carreteras y quemar vivos a simpatizantes del chavismo, lo que recuerda ligeramente a la composición social de los «rebeldes sirios». En segundo lugar, recurren al foquismo. Las guarimbas y cortes de carreteras son espectáculos performativos que tienen lugar en zonas periféricas y en su mayoría de población opositora, donde se concentran las principales agencias de comunicación porque saben que el relato de lo que dicen que pasa, impacta más en el país que lo que realmente pasa. Por eso, el centro de Caracas sigue su curso normal de vida, pero los barrios del Este, donde viven ricos y opositores, son las zonas donde se presencia mayor confrontación con la policía. Se quiere lograr un relato que cambie la correlación de fuerzas. Los medios de comunicación del Estado español hablan de guerra civil en las calles de Caracas, mientras que la realidad demuestra que el pueblo organizado y simpatizante del Proceso Bolivariano llamó al voto pacífico a la Asamblea Nacional Constituyente, mientras la oposición, a través de sus afrentas, se ha cobrado alrededor de 150 víctimas, la mayor parte de ellas, miembros de la Guardia Nacional Bolivariana, que es sistemáticamente atacada con explosivos y armas de fuego.
Todas estas formas de organización de la oposición son técnicas golpistas estudiadas y fomentadas por Estados Unidos y teorizadas por Gene Sharp en su manual golpista "De la dictadura a la democracia", que ya han sido activadas en otros países, permitiendo desgastar gobiernos que no interesan a través de la desestabilización interna y que en última instancia llegan a justificar una intervención.
A la oposición no le sale rentable la batalla dialéctica en la asamblea nacional, tiene el apoyo de agencias mediáticas internacionales y las oligarquías extranjeras para crear una crisis violenta y desestabilizadora en el país que justifique medidas internacionales como las que quiere imponer EEUU a través de las sanciones. A la oposición no le hace falta jugar limpio porque su juego sucio y parafascista es blanqueado y justificado por los medios de comunicación hegemónicos. Insisto en la idea de que «lo que dicen que pasa tiene más potencial movilizador que lo que realmente pasa», es por ello, que la responsabilidad de medios estatales como "El País", "La Razón", "ABC" o "El Correo" en la crisis violenta que está sufriendo Venezuela es absolutamente explícita y directa.  
Sin embargo, dentro de estas variables que pretenden explicar lo que ocurre en Venezuela, también tenemos que situar la crisis económica. La economía venezolana es muy frágil en tanto dependiente de la renta del petróleo, con la bajada del precio del mismo a límites casi históricos han dejado de entrar divisas al país que están condicionando el volumen de las importaciones, esto sumado a la gestión acaparadora y especulativa de la burguesía rentista está generando un aumento de los precios y el control interesado de los productos de primera necesidad. Aún así, no ha dejado de haber una profundización en las políticas progresistas y populares por las que apuesta el proceso bolivariano, como las misiones sociales, ejemplo de ello, son las 1.700.000 viviendas entregadas o la reciente subida del salario mínimo. Es más, tras la agudización de la crisis económica el estado ha garantizado la distribución subsidiada de comida a través de los CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción) y se han activado diferentes medidas de protección y seguimiento de las necesidades del pueblo, como el carnet de la Patria que es una cédula de identificación dónde se censan las necesidades y perfiles de los y las ciudadanas para facilitar el seguimiento y la cobertura de las demandas puntuales y  potencialmente cronificables de la población, estas medidas se añaden a la prácticamente gratuidad de los servicios básicos como la luz, el agua, el gas o, incluso, el alquiler. Bendita dictadura que garantiza aún en un contexto de guerra económica y mediática las necesidades más básicas de su población. 
Dado este escenario de guerra económica, cerco mediático, y una oposición beligerante y golpista, Nicolás Maduro, apelando a los artículos 347 y 348 de la Constitución de 1999, el 1 de mayo de este año decide convocar la Asamblea Nacional Constituyente, que es una fórmula constitucional que sitúa al pueblo como el depositario legítimo del poder constituyente originario. Esta medida viene dada por la situación de desacato en la que se encontraba la Asamblea Nacional por no haber aceptado la sentencia del Tribunal Superior de Justicia al considerar fraudulenta la elección de los 3 diputados del Amazonas que reclamaba la bancada opositora, este desacato, insisto, es fruto del boicot opositor y tiene consecuencias legales previamente advertidas, impide a la Asamblea Nacional tomar decisión alguna a no ser que cumpla con las exigencias del TSJ y rechace la cooptación de los diputados del Amazonas. Dentro del contexto de desacato se produce una escalada de violencia que Nicolás Maduro decide resolver llamando a la Asamblea Nacional Constituyente, que más allá de una fórmula para reformar la constitución para garantizar las misiones, consejos comunales y dinamizar proyectos de Ley relativos al desarrollo de la soberanía económica del país entre otros objetivos que alcanzan 9 puntos estratégicos, es una fórmula para garantizar una coyuntura de paz y diálogo que permita oxigenar la situación del país. En conversaciones con Julio Borges, líder de la MUD, se propone a la oposición participar presentando a sus propios constituyentistas. La oposición no sólo rechaza esta medida sino que intenta boicotear el proceso de votación, dificultando el acceso a los colegios electorales, amenazando a las personas votantes, y creando conflictos violentos en las zonas electorales próximas, apenas hubo detenciones a pesar de lo que supone para una democracia vulnerar los derechos electorales de las personas, el Estado procuró centros electorales de contingencia donde la gente podía desplazarse para protegerse de la guarimba. Los medios de comunicación burgueses no estaban presentes en el Poliedro, donde acudían decenas de miles de votantes, ni en las escuelas del 23 de Enero, ni siquiera en el centro de Caracas donde la gente paseaba tranquila como un domingo electoral cualquiera en cualquier país del mundo, tampoco estaban en la plaza Bolívar escuchando el cierre de jornada por Nicolás Maduro. Las cámaras de la CNN y demás prensa burguesa estaban en los puntos donde actuaba la guarimba, ¿Casualidad? Lo dudamos. ¿Manipulación de la opinión publica? Rotundamente.
Finalmente, los resultados dan una participación de 8.089.320 personas, sin contar los votos indígenas ya que tienen votaciones que responden a sus especificidades culturales y se realizan otro día. Este resultado, legitima y fortalece el proceso bolivariano por primera vez desde las elecciones del 2012. El juego sucio de la oposición y la lucha por la conservación de los derechos y conquistas del proceso a pesar de las dificultades económicas han afirmado con rotundidad que «Antes comer ñoña que votar a un capitalista». 
Desde el pasado del 30 de julio, a pesar de la opinión internacional y de los esfuerzos de la oposición por deslegitimar este proceso electoral y la práctica del Consejo Nacional Electoral (que en el 2015, cuando les dio la mayoría en la AN, parecía impecable), lo que se respira en la calle es otra oportunidad para que los 18 años de proceso bolivariano sigan suponiendo una ventana revolucionaria y antiimperialista , no sólo para el pueblo venezolano, sino los pueblos del mundo que quieren revertir las relaciones de poder hegemónicas que favorecen al imperialismo. Maduro tendrá que saber aprovechar de forma inteligente la legitimidad que le ha dado el pueblo para seguir avanzando, con los que supone la injerencia imperialista y la ofensiva de la burguesía nacional e internacional que quiere destruir este hermoso y revolucionario país por todos los medios, pero ha quedado demostrado que en este país, la única dictadura, la ejerce el pueblo libre y soberano.
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VENEZUELA POST VICTORIA CONSTITUYENTE
Manuel E. Yepe - Diario ¡Por esto! (Mérida) – 11/08/2017

Figuras dirigentes de la oposición belicosa aseguraban que habría un 90% de abstención y 25% de votos anulados y que los votantes no llegarían a 2 millones. Tales cálculos súper optimistas no se basaban en aproximación responsable y seria alguna en cuanto a enfrentar, de manera pacífica y pactada, la convocatoria. El rechazo a la confrontación prevaleció como patrón de conducta desde el primer día en que jugaron la carta de la violencia callejera sostenida con miras a dos grandes objetivos: Provocar una fractura significativa en las Fuerzas Armadas Bolivarianas con vistas a precipitar una salida golpista exitosa, y crear un efecto mediático intimidatorio sobre los sectores dispuestos a salir a votar capaz de traducirse en un reforzamiento del tradicional abstencionismo. 
“Cualquiera de estos dos empeños, distó mucho del anuncio reiterado de la oposición de que disponían del 85% del respaldo popular. En cuanto a los pronósticos de la oposición, el 90% de abstención no se produjo y el propósito de provocar una fractura en las FFAA, devino un fiasco total por cuanto el Gobierno de Maduro continúa teniendo en la unión cívica-militar uno de sus pilares”. 
Tales son los antecedentes que cita un sustantivo análisis de la situación post votación de la Constituyente del analista cubano radicado el Miami, Domingo Amuchástegui.
En cuanto a la legitimidad o no de la convocatoria el analista reconoce que el Gobierno de Maduro estaba en su perfecto derecho de acometer una ANC y quienes lo cuestionan incurren en una seria violación del derecho internacional.
Respecto al anuncio de la participación efectiva de 8 millones de electores de un total próximo a los 20 millones facultados para serlo (41%), el periodista considera que el oficialismo debe haberse fijado una titánica tarea por articular una votación superior al 50%. Pero no se puede olvidar ni minimizar la gravitación negativa de un sector de la oposición que fue capaz de desplegar sostenidamente acciones violentas de todo tipo, respaldadas y validadas por una importante concertación de fuerzas hemisféricas encabezadas por EEUU desde la administración Obama y continuada por Trump.
La impugnación por los sectores más violentos de la oposición de la cifra de 8 millones de participantes fue instantáneamente desestimada por todos los factores legítimamente imparciales dado el prestigio de pureza de los procesos electorales organizados por el chavismo desde que ganó limpiamente su primera elección presidencial, cuando aún las instituciones propiciantes eran las mismas de la constitución de 1961. Bajo el amparo de la nueva constitución (1999), ganó otras dos presidenciales y otros tantos referendos, amén de la mayoría abrumadora de las gobernaciones de los 23 Estados y las municipalidades. Perdió un solo referendo y lo reconoció; no recurrió a ningún fraude.
“Es más, bajo el chavismo los índices tradicionales de elevado abstencionismo comenzaron a descender de niveles superiores al 50%, a porcentajes de 30% y 25%, reflejando una mayor motivación cívica y confiabilidad en el ejercicio electoral. Y si ahora se registra un repunte del abstencionismo más allá del 50%, las causales de ello hay que buscarlas, ante todo, en la crisis económica existente y las tácticas intimidatorias de la violencia opositora”, dice el analista.
Cuando en la primera elección presidencial tras la muerte de Chávez, Maduro ganó por un estrecho margen y, como presidente en ejercicio y con todos los recursos del gobierno en sus manos, si hubiera querido violentar los numeritos, no hubiera sido difícil asignarse una cifra más elevada frente a su oponente y en el número de diputados a la Asamblea Nacional. No lo hizo así, reconociendo el muy estrecho margen en la presidencial y los resultados bien adversos de las legislativas. “¿Por qué habría de cometer fraude ahora en una cifra que no altera la situación en lo esencial?”, razona Amuchástegui.
“Nadie puede desconocer o ignorar la fuerza de la oposición, que se ha nutrido y fortalecido con los efectos del colapso petrolero y las debilidades al seno del gobierno”, considera el periodista. Pero es un hecho innegable la extrema polarización social y política que vive hoy la sociedad venezolana, escindida en dos bloques con muy limitados espacios intermedios o de convergencia.
Pero en dicho contexto es válido preguntarse: ¿Por qué si cuentan con el 90 ó el 85% del apoyo popular no pudieron impedir el proceso electoral conducente a la ANC? ¿Por qué si disponen de tan enorme apoyo popular no participaron de la elección de los más de 6 mil candidatos a constituyentitas? ¿Por qué si ellos ensayaron su ilegal maniobra plebiscitaria el 16 de julio, no podían el Gobierno legítimo de Maduro y los sectores de la sociedad que lo apoyan acometer una iniciativa absolutamente constitucional y legal como la de convocar a una ANC asistidos de amplia sustentación popular además de la razón y la ley?

TERRORISTAS TRAVESTIDOS EN DEMÓCRATAS

Aram Aharonian - Rebelión – 11/08/2017

Los principales partidos de la variopinta oposición venezolana vienen anunciado su eventual participación en los procesos electorales regionales previstos para diciembre de este año, luego de participar activamente en violentos actos desestabilizadores y terroristas por cuatro meses, una vez se produjeran discretas conversaciones de su dirigencia y representantes del gobierno.
El anuncio más llamativo vino de la mano de Freddy Guevara, dirigente del partido Voluntad Popular, integrante de la cúpula que activamente ha promovido la violencia en los meses recientes. Ha señalado al "camino electoral" como la alternativa para consagrar los objetivos del antichavismo en Venezuela. No obstante, hay que revisar estos anuncios desde una perspectiva más amplia, pero no por eso menos detallada.
Es evidente la incrongruencia de la narrativa de la oposición. Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, Avanzada Progresista , Acción Democrática e incluso Voluntad Popular transitarán ahora los caminos electorales, después de desconocer el gobierno de Nicolás Maduro, lo que no garantiza que abandonen los caminos de la violencia. El partido Vente Venezuela de María Corina Machado y Alianza Bravo Pueblo de Antonio Ledezma, han sido tajantes en no participar.
Pero el pragmatismo es evidente: la posibilidad de conquistar gobernaciones y alcadías le daría a la oposición no solo presencia y poder territorial sino acceso a presupuestos. Y hoy no hay forma de predecir cuáles –o cuántas- gobernaciones o alcaldías quedarán en manos de la oposición.
Los dirigentes de la oposición –quizá por estar sobreexpuestos a la información de la prensa internacional- sobrestimaron su propia fuerza y credibilidad, subestimaron la conciencia del pueblo chavista y leyeron en inglés qué significa ser combativo (o sea el estado de ánimo de la gente). Y eso trae primero pase de facturas, cambios, huídas y cambios de posiciones, dentro de una dirigencia de clase alta lejana (siempre) a la realidad y con directivas emanadas desde el exterior.
Y quedaron atrapados en sus propias redes (las sociales), confundiendo la posverdad (las mentiras que ellos lanzaban sobre la radicalización de la población) con la realidad y la verdad, y en la especulación del derrame de los cuadros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, pero héte aquí que ésta se mantuvo firme.
La oposición desconoció el resultado, la realidad-real, pero igual debió asumir el golpe, lo que obligó a un cambio de táctica –incuso poner en duda el tan cacareado “empate” entre oficialistas y opositores- y de estrategias sobre la marcha: ahora participarán en las elecciones regionales comandadas por el mismo Consejo Electoral al que acusaron de ilegítimo, ilegal, fraudulento, manipulador…

Travestidos de demócratas

Acuden a elecciones tras el fracaso estrepitoso de su estrategia abierta del desplazamiento violento del gobierno, a través de movilizaciones, trancas, paros, plantones, guarimbas y violencia articulada y paramilitarizada, que dejaron más de un centenar de muertos y más de 1.500 heridos en cuatro meses, que tratarán de barrer debajo de la alfombra ante el electorado. Tampoco puede descartarse que la violencia –reducida- continúe, pero ya sin responsables políticos visibles…
Las inscripciones de candidaturas a gobernaciones expirará el 17 de agosto. No se sabe si las candidaturas de la oposición serán unitarias o si los partidos de la MUD irán separados desmembrándose electoralmente. Las pugnas internas son entre los partidos que promovieron activamente la violencia (Voluntad Popular y Primero Justicia) y los que no (Acción Democrática, Avanzada Progresista y Un Nuevo Tiempo), considerados como ala moderada de la oposición.
Henry Ramos Allup, dirigente de Acción Democrática (AD), criticó a aquellos sectores que pretenden salir del gobierno, pero “obstaculizan los mecanismos de participación” o los que se escudan en los “caídos durante las manifestaciones”, para no participar en el proceso electoral. “Si no inscribimos un candidato, más rápido que inmediatamente, el gobierno hace esas elecciones y se llevan las 23 gobernaciones y nos quedamos sin oposición”.
AD es el agrupamiento socialdemócrata histórico, que acompañó la escalada de violencia, pero que apuesta al desgaste del gobierno, sobre todo por el efecto de los ataques económicos. Tiene representatividad en casi todos los estados y intenta ganar gobernaciones y alcaldías acumulando en votos el descontento popular.
En el otro extremo están los grupos alineados en la “resistencia” que rechaza la traición de los dirigentes que aceptaron ir a las elecciones, junto a la reivindicación de las acciones de violencia, Se mueve a través de redes sociales, muchas de ellas manejadas desde Miami. Algunos analistas señalan que no es más que otro nombre de partidos como Primero Justicia y Voluntad Popular, que los habilita a transitar por ambos caminos: el del terror y el de la democracia a la vez..
Episodios similares al ataque al fuerte Paramacay y/o el bombardeo del helicóptero robado a instituciones públicas, pueden repetiré, pero ya estaríamos hablando de hechos más profesionales y paramilitarizados. Incluso en este escenario electoral, la violencia beneficia a la MUD, pero sobre todo a aquellos que financian la desestabilización que lleve a una intervención extranjera en busca de las riquezas nacionales.
Y quedaron descolocados al consolidarse la Asamblea Nacional Constituyente sin participación de la oposición, por decisión propia. Es más, la MUD ya había anunciado que no participaría de las elecciones regionales y la revocatoria de esa decisión que pone nuevamente en el camino civilizado a una masa opositora que fue convencida de que la aventura violenta sería exitosa.
La narrativa sigue siendo incoherente y difícil de rearmar. Gastaron tiempo, esfuerzo, presiones, desestabilización para deslegitimar a nivel nacional –pero sobre internacional- tanto al Consejo Nacional Electoral como al proceso electoral constituyente, sin lograrlo. Es más, legitimando a ambos, algo bastante difícil de explicar a la masa opositora, que no entiende tanta consigna contradictoria. Los medios han sobrepasado ampliamente la canalización de la información, para extenderse a la misma producción de acontecimientos políticos, hasta convertirse en los principales movilizadores y operadores políticos.

Ataques económicos e internacionales

De todas formas, este análisis quedaría cojo si no se tienen en cuenta otras dos “fuerzas” de la derecha, la desestabilización económica y el frente internacional-diplomático. Pero la desestabilización sigue y desde el exterior el primer frente de ataque sigue siendo el económico, inflando desproporcionadamente el valor del dólar, tratando de recrudecer el ciclo de malestar popular. Junto al frente económico, el internacional -con Donald Trump como comandante en jefe- no logra sumar triunfos, pese a la ferviente coordinación de de México y Colombia de los gobiernos subordinados de la región.
La nueva ofensiva del Dolar Today, precedida por un acoso particularmente agresivo por el establishment estadounidense y sus repetidores locales, piensa cosechar en diciembre los resultados de una hiperinflación en puertas, de no producirse un cambio en la política financiera, en medio de un creciente intento de aislamiento internacional, comandado por Donald Trump desde Washington y Juan Manuel Santos desde Bogotá, y bloqueo financiero que afectan las fuentes de abastecimiento. En estas circunstancias, en Caracas sorprende el cambio de canciller, pese a los buenos resultados de Samuel Moncada.
Tras declarar que la convocatoria constituyente agravaría el cuadro de crisis política en Venezuela, varios gobiernos optaron por medidas unilaterales, concertadas o no con otros países. Declaraciones, congelación de haberes y prohibición comercial para altos funcionarios (como hizo Estados Unidos), retiro de embajadores y anuncios de preocupación o de condena por la realización de la constituyente. Brasil, Argentina, Canadá, Chile, Colombia, Estados Unidos, México, Panamá, Paraguay, Perú y un nutrido grupo de naciones europeas condenaron el proceso y anunciaron que no reconocen esa asamblea constituyente. Perú convocó a una nueva reunión de gobiernos americanos sobre el tema Venezuela, y fue un nuevo fracaso.
La mayoría de las críticas del exterior se centraron en el “carácter corporativista” de la elección, pues los nuevos asambleístas fueron electos sobre una base territorial (364 asambleístas), con un representante por municipio, lo que implicó una sobrerrepresentación de zonas poco pobladas donde el oficialismo es fuerte, y sobre la base de listas de grupos sociales escogidos en la convocatoria (181): trabajadores, pensionados, campesinos, estudiantes, consejos comunales, empresarios, personas con discapacidad e indígenas.

El proceso regional

Los partidos autorizados para participar en los próximos comicios son Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), Independientes Por el Progreso (IPP), Unidad Política Popular 89 (UPP 89), Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Partido Unión y Entendimiento (Puente), Nueva Visión para mi País (Nuvipa), Partido Comunista de Venezuela (PCV), Tendencias Unificadas para Alcanzar el Movimiento de Acción Revolucionaria Organizada (Tupamaros), Acción Democrática (AD), Un Nuevo Tiempo Contigo (UNTC) y Movimiento Primero Justicia (MPJ).
A ellos hay que sumar Avanzada Progresista (AP), Voluntad Popular (VP), Movimiento Al Socialismo (MAS), Por la Democracia Social (Podemos), Organización Renovadora Auténtica (ORA), Patria Para Todos (PPT), Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), Nuevo Camino Revolucionario (NCR), Copei, Movimiento Político Alianza Para el Cambio (MPAPC) y Unidad Popular Venezolana (UPV).
En las elecciones del 10 de diciembre están convocados a participar un total de 18 millones 094.065 venezolanos. En estos comicios no estarán incluidos los votantes de Distrito Capital, por poseer un régimen especial de gobierno que no prevé la elección de gobernador o de consejo legislativo, ni los venezolanos residenciados en el exterior. Por ello, la data de votantes es menor al total de inscritos en el Registro Electoral, que son 19 millones 854.437 personas.

Rehacer la cultura democrática

Hoy, con una votación de 8 millones, el chavismo es nuevamente la mayoría electoral del país, pero los resultados del 30 de julio derrotaron la violencia y la lógica de confrontación permanente. Desde el mismo días siguiente se abrieron las compuertas del diálogo, tímido aún, entre gobierno y oposición, par atender los problemas urgentes de la sociedad. Hoy por hoy no hay convicción –me atrevería a decir en ninguno de los lados- de la necesidad del entendimiento político.
Antes se debiera avanzar en el respeto mutuo y en la construcción de consensos mínimos y de una agenda común; que reencauce una cultura política para el fortalecimiento de la democracia. Difícil lograrlo mientras desde Washington se insiste en derrocar al gobierno (ya sin preguntarle a los opositores) e imponer sanciones a funcionarios, ahora por el delito de apoyar la Constituyente.
Detrás de esa desesperación están los fondos de inversión, la banca trasnacional, y las corporaciones trasnacionales mineras y petroleras como ExxonMobil, representada por el secretario de Estado estadounidense. Los intereses en el suelo y subsuelo venezolanos están plenamente expresados en la política del senador Marco Rubio y del presidente Trump contra Venezuela. Ellos siguen apostando por la continuidad de la violencia para desestabilizar el panorama político venezolano.
                              
¿LA IZQUIERDA BOLCHEVIQUE CONTRA LA PURGA
ESTALINISTA DE NICOLÁS MADURO?

Iván Montero – 10/08/2017
Rebelión / Centro de Estudios, Documentación y Análisis Materialista (CEDAM)
Desde la izquierda se han hecho comentarios críticos hacia el gobierno venezolano, eso no debe sorprender. La cuestión es que mientras más se crispa el conflicto, la izquierda ultraradical comienza a tomar partido y termina por descartar al chavismo como una fuerza anticapitalista.
Al respecto, en un artículo reciente, Zibechi ha criticado al gobierno venezolano [1], pero sin aportar las pruebas necesarias que requiere la teoría crítica.
De su lectura se puede desprender sin dificultad que en el ejecutivo se encuentra una burocracia procapitalista recubierta con retórica socialista. Con esta deducción en la mano, fácilmente se puede pasar a estigmatizar el proceso bolivariano como una vertiente propia del totalitarismo y, con ello, lograr un argumento de autoridad para que la izquierda ultra radical (algunos trotskismos, marxismos, anticolonialismos, etc.) pueda reducir aquel proceso a uno de dimensiones meramente “geoestratégicas” entre potencias capitalistas, (haciendo un paréntesis, quien construyó este estigma no fue la izquierda crítica, sino la misma ideología imperialista que interesadamente viene imponiendo a las clases dominadas la idea de que cualquier intento por construir una sociedad anticapitalista es imposible y quien así lo intentara no tendrá más fin que el totalitarismo estalinista.)
Con esta operación analítica se logra extirpar cualquier contenido socialista de las contradicciones principales en Venezuela. Es decir, si existiesen propuestas anticapitalistas y socialistas en aquel país, estas serían determinaciones secundarias que enturbian las determinaciones principales del conflicto, como nuevamente Zibechi parece indicar en otra de sus intervenciones [2].
Así, las contradicciones principales, hacia el exterior, estarían inscritas en la lucha por los recursos energéticos, el petróleo venezolano, lo cual no es un asunto cualquiera. En donde Estados Unidos ha perdido el control debido a que la crisis estructural del capital ha permitido colocar a las potencias emergentes (como Rusia y China) como contrapesos, forzando el capitalismo contemporáneo a una multipolaridad geoeconómico-política. Y hacia el interior, en una lucha intestina entre una burguesía “nacionalista” en formación (la boliburguesía) y una burguesía tradicionalmente neoliberal, ambas por supuesto capitalistas.
La teoría crítica socialista no puede desconocer estos hechos. Sin embargo, reducir el chavismo radical a un instrumento ideológico-retórico de la boliburguesía, significa dejar en el limbo explicativo cómo es que éste ha puesto en el espectro político e ideológico mundial el viejo “fantasma del socialismo” y con ello la alternativa anticapitalista.
¿Será que la inocencia política de la burguesía ha regresado al siglo XXI y esta podría invocar su espectro sin temor a desatar sus fuerzas efectivas? ¿Las burguesías usarán arbitrariamente está ideología socialista como demagogia para engañar al pueblo en su apetencia de cambio? ¿Le jugarán al aprendiz de mago?
Preguntas como estas tendrían que ser resueltas, no sin lidiar con la experiencia histórica de la revolución soviética de 1917 en donde la burguesía mundial por primera vez en su historia avizoró aterrorizada el hundimiento del capitalismo y desde entonces han intentado enterrar por todos los medios y en todos los reductos las propuestas, aunque sólo sean ideológicas, que apunten más allá del capital. De no resolver esto, una interpretación así resultaría ser un absurdo que sólo podrían sostener teorías reduccionistas como las instrumentalistas del ayer o las del complot de hoy.
Es por ello que negar el contenido radical presente en el socialismo chavista y reducirlo a bravatas retóricas es alejarse del movimiento histórico real y, con ello, remar para el otro lado.
Sin embargo, siendo un poco condescendientes con esta interpretación, suponiendo que hay una buena voluntad en ella, podemos pedir prestados algunos argumentos: se trataría de un régimen burocrático cuya clase social emergente precisa de una “industrialización forzada” y la retórica socialista amolda para su dominación. (Este argumento, vertido en las interpretaciones del estalinismo, puede verse desarrollado por Carlos Pérez Soto en Para una crítica del poder burocrático [3]).
Así, si el estalinismo creó una retórica “comunista” como cemento ideológico para constituir un régimen de capitalismo burocrático o capitalismo de Estado, fue porque se elevó a cierta conciencia histórica de su propia clase (una clase burocrática). El “pequeño” problema fue que pudo recurrir a esta retórica porque detrás de sí había tendido un proceso real de emancipación humana en el que se pudo montar simbólicamente. Es decir, la historia muestra que por muy “inteligente” o “torpe” que sea una figura política, un gabinete, un grupo social o una clase, la retórica dominante no se puede sostener en el aire, solo por la voluntad de sus voceros. Cuando es así, está no se sostiene y los mecanismos de dominación ideológica tienen que legitimase y compensarse por otros medios.
Por ello, desdeñar el proceso bolivariano y atribuirle a la ideología del engaño el peso de la espada de Damocles es igual de mítico como la leyenda.
Si la boliburguesía recurre simbólicamente al chavismo es porque existe un proceso de lucha de clases y un proyecto emancipador que le subyace. De lo contrario, el chavismo sería insostenible a nivel discursivo, sobre todo teniendo en cuenta el monumental ataque mediático internacional [4].
Pero si le subyace, quiere decir que está vivo y hasta el día de hoy no se conocen en Venezuela las “purgas antibolcheviques” que lo entierren, a menos que se considere a los terroristas Henrique Capriles como el Trotsky venezolano, a Leopoldo López, Julio Borges o Ramos Allup como los héroes bolcheviques martirizados por Maduro, el aprendiz estalinista.
Si algunas “izquierdas” quieren sepultar prematuramente al chavismo por no encajar en sus gustos autonomistas, localistas o no ser suficientemente dogmático para derrocar al Estado burgués e instalar los soviets obrero-campesinos, entonces nuestras alternativas se van reduciendo a esperar –como los quiliastas– la resurrección de Lenin o que un localismo davítico detenga con piedritas anti-poder la dominación goliática del imperialismo del capital.
El chavismo radical es una fuerza crucial de las luchas de clases y populares en América Latina. No reconocerlo es obnubilar el sentido real de la lucha por la emancipación.
cdamcheguevara.wordpress.com
Notas:
[1] Zibechi, Raúl, Cuando la izquierda es el problemahttp://www.rebelion.org/noticia.php?id=225420
[2] Zibechi, Raúl, La mirada de China sobre Venezuelahttp://www.jornada.com.mx/2017/08/04/opinion/017a1pol
[3] Pérez Soto, Carlos, Para una crítica del poder burocráticohttps://www.cperezs.org/cps2/wp-content/uploads/2014/11/poder_burocratico.pdf
[4] Boron, Atilio, La canalla mediática y la violencia
Roitman Rosenmann, Marcos, Venezuela: sumisión, guerra y periodismo de encubrimientohttp://www.jornada.unam.mx/2017/08/05/opinion/022a1mun.

PARAPERIODISTAS ESPAÑOLES ANTE LA CONSTITUYENTE VENEZOLANA
CÓMO NO DAR UNA NOTICIA

Ángeles Diez Rodríguez - forocontralaguerra.org – 10/08/2017

30 de julio tuvo lugar un acontecimiento político de gran trascendencia histórica: un pueblo asediado internacionalmente y sometido a la violencia paramilitar interna, ha salido a la calle para expresar su doble rechazo a la injerencia internacional y las aspiraciones de las élites locales de recuperar el poder.
Hace menos de veinte años, en el siglo pasado, un acontecimiento de tal magnitud habría sido la noticia de portada de todos los informativos del mundo. Los medios masivos, públicos y privados, lo habrían destacado en sus titulares, sin duda manipuladores, pero éstos habrían hablado del desafío del pueblo venezolano a las amenazas imperiales. Habrían mostrado imágenes, no muchas, pero seguramente alguna de las infinitas colas de pueblo venezolano en los colegios electorales, como las del Poliedro de Caracas, o a la gente caminando por montes y cruzando ríos en Táchira, o de Mérida donde los colegios sitiados por guarimberos armados obligaron a la gente a desplazarse buscando centros de contingencia donde poder votar, muchos se quedaron sin poder hacerlo. Seguramente los pies de fotos habrían tergiversado las imágenes y propuesto una lectura acorde con el desespero de la oposición golpista incapaz de aceptar una derrota. Pero habría habido alguna imagen, algún comentario, alguna noticia chiquita que hablara de la voluntad mayoritaria del pueblo venezolano contra todo pronóstico y contra todo cálculo racional.
Cualquier periodista digno de tal nombre hubiera querido registrar, analizar, verificar e incluso manipular este acontecimiento. Más aún en momentos donde las redes sociales hacen circular infinidad de imágenes que rellenan los vacíos gráficos de las noticias. Donde los medios masivos ocultan una imagen las redes ponen cientos. Sin embargo, el día 31 de julio la noticia sobre las elecciones venezolanas a la Asamblea Constituyente fue esquivada por los medios masivos españoles. Se dio otra noticia en su lugar.
La no noticia que suplantó el acontecimiento venezolano fue construida sobre la matriz ya existente (violencia y caos) y fue: nueva jornada de violencia en Venezuela. Todos los titulares se dirigieron, con más o menos adjetivación, a conformar una imagen que se correspondiera con la propaganda destilada durante los meses anteriores. Después fueron eclosionando las esporas diseminadas por la no noticia, que ya habían sido distribuidas por las agencias imperiales: autogolpe, fraude, menos votos de los que dice el gobierno, opositores nuevamente detenidos, aislamiento internacional…
El acontecimiento de una jornada electoral que movilizó a millones de venezolanos que fueron a votar a sus candidatos Constituyentes fue demasiado contundente como para ser silenciado; los ríos de pueblo venezolano encontraban infinidad de ventanas digitales por los que emerger. De modo que el sistema de propaganda de guerra de los medios masivos españoles, que se mantiene muy bien engrasado por las agencias de prensa estadounidenses, activó uno de sus resortes más sutiles. No enfrentó la noticia silenciándola, aunque también lo hizo; tampoco manipuló imágenes como sí lo hizo con el fraudulento plebiscito de la oposición el día 16 de julio (el diario El país tuvo que rectificar una imagen del ensayo electoral para la Constituyente a la que puso un pie de foto afirmando que eran colas para votar en el plebiscito de la oposición). En este caso, la técnica de propaganda mediática empleada de forma mayoritaria fue sustituir el acontecimiento noticiable por otro/os que atrajeran la atención de las audiencias.
Los titulares hablaron de violencia, dictadura y condena internacional: “En una jornada marcada por la tensión, manifestaciones, el rechazo internacional y la violencia, los venezolanos votaron para elegir a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente” (CNN en español); “Maduro consuma un autogolpe en Venezuela en la jornada electoral más violenta” (El País); “Condena internacional al desproporcionado uso de la fuerza en Venezuela. Al menos 10 personas han muerto en las protestas durante las elecciones a la asamblea constituyente apoyada por Nicolás Maduro” (Televisión Española).
Ni una sola imagen de los más de 14.500 centros electorales donde más de 8 millones de venezolanos esperaban turno para votar. Fueron, después de las elecciones presidenciales del 2012 en las que se eligió a Hugo Chávez, las más concurridas y masivas. Sin embargo, cuando se consulta el archivo gráfico de las elecciones del diario El País, nos encontramos con un curioso fenómeno: de 30 imágenes seleccionadas por el periódico, 7 son de explosiones, barricadas y actos violentos, en 2 aparecen los opositores, otras 2 el presidente Maduro y el resto aparecen solitarios venezolanos votando con un primer plano de la urna, pequeños grupos mirando los listados o sentados esperando para votar; sólo hay una fotografía en la que se da una visión muy lejana de coches y personas con un pie de foto donde se habla de “filas” para votar. La misma falta de imágenes significativas se dio en Televisión Española. Es decir, en los medios masivos españoles, las imágenes, cuando aludían al acto de votar lanzaban un mensaje contrario a la realidad que circulaba por las redes sociales, las imágenes decían: pocos venezolanos fueron a votar. Fueron imágenes seleccionadas cuidadosamente para apoyar la versión de la oposición y para no dar la noticia del masivo apoyo del pueblo venezolano a la Constituyente.
En estos tiempos de redes sociales, donde los políticos no hacen declaraciones, twitean, la volatilidad de información digital prevalece sobre el papel y las televisiones replican las redes sociales, las formas de mentir y tergiversar se hacen cada vez más complejas. Más eficaz que ocultar una noticia es dar otra distinta que ocupe el lugar de la noticia real. Llamaremos a esto la “no noticia”.
Parece, según se deduce de las investigaciones del CIS (Centro de investigaciones Sociológicas), que esto es habitual en los medios españoles. Como antecedente tenemos el informe de junio de 2016 en el que se señalaba que aunque el paro seguía siendo la mayor preocupación de los españoles, Televisión española le dedicó la mitad del tiempo que empleó en hablar de la crisis política en Venezuela (Los telediarios de ese mes dedicaron 71 minutos a la situación de Venezuela frente a los 31 que dieron sobre el paro en nuestro país); o el 7 de abril de este año en el que todos los informativos del mundo abrían con el titular del desarme de ETA y sin embargo Televisión española hablaba antes de Venezuela que del desarme de ETA.
Esta técnica de propaganda de guerra usada por los informativos españoles forma parte de otras más tipificadas como son: El doble rasero, tomar la parte por el todo, las noticias tóxicas, la parcialidad de las fuentes, la ocultación o la inversión causa efecto.
Para el caso de la noticia sustituta, la no noticia, tiene que cumplir ciertas características. En primer lugar, tiene que ser creíble, es decir tiene que estar en la misma lógica de la matriz ya conformada; en el caso de las elecciones a la Asamblea Constituyente esta matriz es: Violencia, golpe de estado, caos, emergencia humanitaria.
Además, ha de tener como base un hecho cierto como la quema de algún colegio electoral, algunas barricadas incendiadas, algún incidente aislado. Este hecho, desde el punto de vista de la relevancia social es anecdótico o no puede ser generalizado tomando el conjunto de la evolución de las votaciones. Sin embargo, para no dar la noticia relevante – la que sí es generalizable cuantitativa y cualitativamente-, es fundamental contar con este hecho que en manos de la guerra mediática funciona como los atentados de falsa bandera o autoatentados (esos que se cometen para poder culpar al enemigo y justificar una intervención). Así, en la jornada electoral venezolana hubo incidentes provocados por la oposición, un atentado contra la Guardia Nacional Bolivariana, emboscadas armadas para disuadir a los votantes y quema de colegios electorales. Pero tomada la jornada en su conjunto lo relevante fue la actitud pacífica y la determinación de los votantes para cumplir con su derecho al voto.
En tercer lugar, la noticia sustituta tiene que tener rango de espectacularidad tanto como la noticia real con el fin de captar toda la atención. La violencia es siempre una noticia espectacular en sí misma, es capaz de atraer la atención y relegar cualquier otro hecho. Por eso, incluso cuando no se dispone de imágenes de violencia se necesita que el periodista aparezca con chaleco antibalas, máscara anti-gas y casco, para que nuestro cerebro de credibilidad a los actos violentos que nos narra el reportero.
En cuarto lugar tiene que ser capaz de concentrar la atención de los críticos con los medios masivos para que todo el potencial contrainformativo se dirija hacia la denuncia del “mensajero” (los medios de comunicación masiva). Los intelectuales y analistas nos centramos en denunciar la tergiversación de los medios y dejamos de lado la difusión de la noticia real; por ejemplo, nos hemos centrado en la denuncia del atentado a la guardia nacional bolivariana que los medios han convertido en la “represión de Maduro”, o en denunciar la violencia de los paramilitares de la oposición saboteando las elecciones, en vez de hablar de los venezolanos elegidos para reformar la Constitución, su extracción social, su compromiso con las bases, las propuestas iniciales para la reforma de la Constitución, los problemas de impunidad que pretende resolver la nueva carta magna… En teoría de la comunicación esto se explica como la Agenda Setting, es decir, son los medios masivos los que imponen de qué se hablará, qué es lo importante, qué no debe aparecer en ningún medio, cómo dar la información. La agenda de los medios masivos se convierte en la agenda de la opinión pública.
Otra no noticia de estos días ha sido el “aislamiento internacional de Venezuela”. En Naciones Unidas, Venezuela ha obtenido el apoyo contundente en el Consejo de Derechos Humanos por parte de 57 países que aprobaron una resolución de reconocimiento de la Constituyente venezolana y demandaron la no injerencia. Entre estos países estaban los más poblados del mundo y algunos de gran peso internacional como Rusia, China, Irán, India o Paquistán.
La no noticia que sustituyó a esta fue “EEUU y los principales países de América Latina condenan la Constituyente de Maduro” (El País) también aparecida en la mayoría de los medios españoles el día después de las elecciones.
Pero esa técnica no funciona bien si no se cuenta con el personal especializado capaz de, casi espontáneamente, elaborar las no noticias, capaz de mirar para otro lado, bien pertrechado con el disfraz de “reportero de guerra”. Estos son los paraperiodistas, y a la cabeza de la profesionalidad internacional, los españoles, tanto de los medios masivos privados como de los públicos.
El año pasado ya definí qué entiendo por paraperiodistas: “Si paramilitar dícese de aquella persona afiliada a una organización civil dotada de estructura o disciplina militar podemos decir de los paraperiodistas que son aquellos periodistas afiliados a medios masivos que siguen una disciplina militar arrojando bombas informativas sobre los objetivos definidos por sus empresas”. En el caso de los paraperiodistas españoles la plantilla está bien nutrida tanto en los medios masivos privados como en los públicos. Entre estos últimos encontramos a Marcos López y Nuria Ramos, corresponsales de Televisión Española, que sin duda merecen una mención especial por su mal hacer periodístico, siempre dispuestos a colocarse del lado de los que arrojan cócteles incendiarios a la guardia bolivariana, capaces de negar con soltura las imágenes que recogen sus cámaras, dispuestos a hacerse las víctimas –al igual que la oposición- de la “represión del gobierno bolivariano”.
La gran ofensiva contra el gobierno de Venezuela por parte de los medios masivos españoles forma parte de la guerra global contra cualquier proceso que no se discipline ante los intereses imperialistas. Nuestros paraperiodistas cumplen su papel como parte del ejército vasallo. Estos días hemos comprobado que la guerra mediática contra Venezuela es una de las más feroces que se conocen, quizá porque la escalada bélica hoy no tiene precedentes y en realidad no existen distintos tipos de guerra sino sólo una que cobra distintos aspectos. Si como dijera el Papa Francisco estamos ante una Tercera Guerra Mundial de la que sólo vemos pedacitos, Venezuela es hoy uno de los objetivos de guerra priorizados por el imperio. La dificultad estriba en que, contrariamente a lo que nos venden las películas de Hollywood, hoy en día la guerra no se nos presenta de la misma forma que en el siglo pasado, nos es más difícil reconocer cómo se desarrolla y quiénes son sus nuevos y viejos ejércitos.
Esta guerra contra Venezuela trata de combatir los dos pilares sobre los que se asienta la Revolución bolivariana: la soberanía nacional y la utopía socialista. Se dirige   a minar la imagen de Venezuela en el exterior para contrarrestar dos de los rasgos más característicos de la revolución bolivariana: la vía pacífica y democrática para transformar el país y la utilización de sus recursos naturales para mejorar las condiciones socio-económicas de la población. Es decir, minar la imagen de un país que construye una alternativa al Capitalismo. En este sentido, Venezuela ha tomado también el relevo de Cuba como referente de lucha para otros pueblos. Se ha convertido, lo mismo que Cuba, en un mal ejemplo.
De ahí que los misiles que son lanzados constantemente desde los medios masivos para evitar el apoyo a la revolución bolivariana sean: la violencia y el autoritarismo. Se trata de dos torpedos que tradicionalmente se han dirigido a la línea de flotación de cualquier utopía socialista.
Con este objetivo, los medios de comunicación y todo el sistema de propaganda contra Venezuela se dirige muy específicamente hacia el campo de las campañas electorales y a cuestionar su democracia. Hay que tener en cuenta que las elecciones son la condición de la democracia para las élites políticas pero, sí solo sí, se puede garantizar que la gente vota lo correcto, es decir, si mediante la guerra de los medios de comunicación se logra convencer a la población de quienes han de ser sus gobernantes.
Las guerras no son cosa de los gobiernos, ni de las corporaciones, ni de los medios de comunicación, ni de los pueblos. Las guerras son el resultado de todos y cada uno de estos elementos. Los gobiernos declaran la guerra, pero antes, los pueblos asumen que “era inevitable”, pero antes, las corporaciones echan sus cuentas y hacen el balance de costes/beneficios, pero antes, los medios de comunicación crean las condiciones para que no haya resistencia.
Pero no todo está perdido: según un informe elaborado por la Universidad de Oxford en 2015 y publicado por el Instituto Reuters para el estudio del periodismo, de los 11 países europeos estudiados, los medios de comunicación españoles son los menos creíbles. A nivel mundial, cuando se analizan los públicos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, España, Italia, Irlanda, Dinamarca, Finlandia, Brasil, Japón y Australia, sólo los medios de comunicación estadounidenses tienen menos credibilidad que los españoles. 
Ángeles Diez Rodríguez es Doctora en CC. Políticas y Sociología, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, España.

EL REGRESO DE LOS CRUZADOS

Guillermo Cieza - La Haine

Capriles y López se presentaron como dirigentes de Tradición, Familia y Propiedad. Sus seguidores se identifican como modernos Cruzados que luchan contra el comunismo http://www.lahaine.org/skins/asevo/img/espaciador.gif
La organización Tradición Familia y Propiedad nació en 1960 en Brasil, inspirada en el libro “Revolución y Contrarrevolución” de Plinio Correa de Oliveira, que propuso un marco teórico que bien puede asociarse a los principios del fascismo. La actividad de los primeros grupos de la organización, que se extendieron a Argentina y Chile y después a otros países del continente, y también a España y Portugal, confirman esta orientación. En los distintos países las agrupaciones de Tradición, Familia y Propiedad fueron fundadas por jóvenes católicos integrantes de las clases altas, preocupados por las movilizaciones populares y lo cambios revolucionarios que se empezaron a producir a partir de la Revolución Rusa. Que se extendían a China, las revueltas anticoloniales en África y a nuestro continente impulsados por el ejemplo de la Revolución Cubana. Esos cambios, que estos jóvenes caracterizaban como “avance del peligro comunista”, habían impactado en la Iglesia católica gobernada por el papa progresista Juan XXIII, que había mostrado disposición a abrir el debate teológico, político y social, convocando al Concilio Ecuménico II.
Esta nueva secta, que se presentó como protagonista de una Nuevos Cruzada contra el comunismo internacional, hizo una interpretación particular de la Biblia y los evangelios, cuestionando en particular el décimo mandamiento, “no matarás”, alegando que no podía interponerse a las decisiones divinas que ellos encarnaban e interpretaban. En el seno de la iglesia se manifestaron como enemigos de toda iniciativa progresista y en particular de la Teología de la Liberación. Pero su actividad no se limitó al terreno eclesiastico. Tuvieron especial preocupación por influenciar las élites civiles y militares de sus respectivos paises y de involucrar a jóvenes de clase media en la lucha contra “el comunismo”, justificando el asesinato politico y la utilización de métodos aberrantes.
En la Argentina, Tradición, Familia y Propiedad (TFP) fue fundada en 1964 por Cosme Beccar Varela y su órgano propagandístico fue la revista “Cruzada”. Este grupo estuvo desde el principio muy vinculado a la sucursal chilena que tempranamente se ocupó de conspirar contra el “peligro comunista”, representado por la Unidad Popular y el gobierno de Salvador Allende. De la misma manera que la TFP chilena cumplió un papel destacado en dar sustento ideológico, desde una perspectiva católica, a la dictadura de Pinochet, otro tanto ocurrió, aunque ha sido menos investigado y difundido, con la sucursal argentina con respecto a la dictadura de Videla.
En tiempos mas recientes la sucursal colombiana de TFP, ha estado fuertemente vinculada a la formación ideológica y el financiamiento de los grupos paramilitares liderados por Álvaro Uribe.
Advierto que con estos antecedentes no resulta difícil identificar a las ideas y las prácticas de esta organización como fascistas o neo-nazis, y en consecuencia como expresiones políticas diferenciadas, opuestas y antagónicas a todo pensamiento o práctica que se identifica como “de izquierda”, o “progresista”. La caracterización de antagonismo supone que ninguna diferencia entre fuerzas políticas populares puede tener el peso suficiente para no defenderlas cuando se convierten en víctimas de estos grupos de inspiración fascista. Entre fuerzas populares se discute, al fascismo se lo combate.
Sin embargo también me parece necesario advertir que es mucho mas fácil hacer estas identificaciones y establecer estas distancias haciendo referencia a hechos del pasado, que cuando el fascismo esta presente.


En la Argentina tenemos algunas experiencias que avalan el comentario anterior. En la década del setenta tuvimos distintas expresiones de la lucha popular en el seno de la izquierda, dentro y fuera del peronismo que compartían objetivos transformadores, pero también profundas diferencias políticas. En ese escenario, durante los últimos meses del gobierno de Perón y durante todo el período que gobernó Isabel Martínez, irrumpieron bandas fascistas paraestatales, denominadas Alianza Anticomunista Argentina (3 A), cuya cabeza visible era José López Rega. Esas fuerzas fascistas dejaron un saldo de 3000 militantes populares asesinados, que eran miembros de la iglesia progresista, diputados, militantes de organizaciones populares y activistas de base sindical o estudiantil sin militancia orgánica.
Los crímenes de las 3 A fueron repudiados por la casi totalidad de las fuerzas populares y de izquierda, pero hubo excepciones que sobreactuando sus diferencias con la práctica y la concepción política de algunas organizaciones con vocación revolucionaria, omitieron ese repudio o pusieron en el mismo plano las acciones terroristas de las 3 A con las acciones militares de las organizaciones armadas de izquierda (teoría de los dos demonios).
Cuando se produjo el golpe militar que instaló la dictadura genocida del 76, también hubo expresiones de izquierda que sobreactuando sus diferencias con las fuerzas populares y apelando a la teoría de “evitar males mayores”, apoyaron a Videla.
La reflexión viene a cuenta de hacer algunas consideraciones con respecto a los distintos posicionamientos que desde la izquierda y el progresismo se hacen frente a la situación de Venezuela.
Es indiscutible que los dos partidos políticos más influyentes en las últimas acciones violentas de la oposición, denominadas guarimbas, que dejaron un saldo de más de 140 muertos, son Voluntad Popular y Primero Justicia, liderados por Leopoldo López y Henrique Capriles Radonski .
La filiación ideológica de estos partidos y estos líderes es inocultable, son grupos de ultraderecha de orientación fascista. Esto no es pura especulación. En 1990, en el programa televisivo “A Puertas Cerradas”, Capriles y López se presentaron como dirigentes de Tradición, Familia y Propiedad. Sus seguidores se identifican como modernos Cruzados que luchan contra el comunismo, utilizan sus símbolos y han sido protagonistas de la hazaña de quemar vivos a no menos de 19 personas.
Lo de “quemar los cuerpos de los herejes”, es una practica con antecedentes reconocibles en la quema de las brujas en Europa por la Inquisición; de hechiceras o valientes guerreras, como Irupé, en Nuestramérica; con las prácticas del Ku Klux Klan, y también con quemar los cuerpos de los desaparecidos durante las dictaduras genocidas. Es inocultable también su vinculación con dirigentes de ultraderecha del Partido Republicano de EEUU, como Marcos Rubio, que aportan a la financiación de los grupos operativos. Hay múltiples pruebas y testimonios que vinculan la capacitación militar y el armamento de los grupos guarimberos a grupos militares y paramilitares colombianos que responden a Álvaro Uribe.
Con todas esas evidencias sobre la mesa, que cualquier grupo político medianamente informado no tendría que desconocer, resulta preocupante que la mayoría de las fuerzas de izquierda y progresistas del continente no expresen su repudio al fascismo, o peor aún que pretendan explicar la violencia en Venezuela apelando a la teoría de los dos demonios, o mucho mas grave aún, que identifiquen el conflicto como la pugna entre una dictadura que gobierna y los defensores de la democracia que protestan.
La condena al fascismo y rechazar toda amenaza a una intervención extranjera instigada o ejecutada directamente por EEUU, esta por encima de cualquier otro debate político sobre los errores o aciertos del proceso bolivariano, y de distintas debates como por ejemplo si se trata de una revolución, o una experiencia que no supera el antiimperialismo, si su orientación es socialista o neo-desarrollista, o de posturas como las de afirmar que con Chávez el proceso bolivariano era prometedor, pero que con Maduro no es igual, etc. etc.
Para analizar esta cuestión desde una perspectiva histórica me parece conveniente apelar a la referencia del proceso del Paraguay en el siglo XIX, liderado en distintos periodos históricos por Gaspar Francia, Carlos Antonio López y Francisco Solano López, que fue aniquilado en 1870 por la Guerra de la Triple Alianza. La agresión al proceso soberano del Paraguay por parte de una alianza de países vecinos, Argentina, Brasil y Uruguay, dejó como saldo de la eliminación física de la cuatro quintas partes de la población masculina de ese país, y convirtió a la primera potencia económica y social de Sudamérica, en el país mas atrasado, miserable y dependiente de la región.
Aún hoy se sigue discutiendo si la experiencia Paraguaya fue o no una revolución, si fue una experiencia soberana burguesa paternalista, o un capitalismo de Estado, con fuerte protagonismo social. Lo que es seguro es que la experiencia paraguaya, que proponía por aquellos años un modelo distinto de país, constituía un “mal ejemplo” para los pueblos de la región, y que pagó su osadía con un genocidio inspirado por Gran Bretaña, la potencia imperial de la época. A ciento cincuenta años de haberse producido el aniquilamiento del proyecto del Paraguay, ninguna fuerza de izquierda o progresista, avala esa masacre. ¿Sucederá lo mismo con Venezuela, hostigada por el fascismo interno y amenazada por el gendarme del orden mundial capitalista? La historia nos juzgará por lo que dijimos e hicimos aquí y ahora, no por lo que se diremos dentro de ciento cincuenta años.
Los huevos de la serpiente del fascismo que se desarrollan en Venezuela no son un fenómeno local o aislado; su discurso se reproduce en todo el continente. El pensamiento de que resulta inconcebible ser gobernados por un chofer de autobuses de tez oscura, tiene la misma filiación ideológica que el pensamiento de quienes les parece insoportable ser gobernados por un originario. Los calificativos que propinan al pueblo trabajador son los mismos: vagos, planeros, negros, indios, enchufados, mujeres que paren hijos para cobrar subsidios, etc. Las soluciones también son idénticas: meterle plomo a los negros, nafta y fuego, matarlos de chiquitos para que no se reproduzcan.
Los estímulos para que se reproduzca la bestia del fascismo son diferentes en distintos países y también son diferentes las respuestas. En soledad, con más de ocho millones de votos el pueblo venezolano (y no solo el pueblo chavista, porque hubo opositores que fueron a votar contra el terrorismo) ha empezado a poner en caja al fascismo. Pero la bestia existe y seguirá dando pelea, en Venezuela y en todo el continente. Aunque estemos desprevenidos, o hagamos como el avestruz. Identificar y denunciar a estos Nuevos Cruzados como la expresión evidente de un rebrote del fascismo en Nuestramerica, es actuar en defensa propia.
Aparicion con Vida de Santiago Maldonado

EL RETROCESO DEL "NACIONAL-ESTALINISTA"

Pablo Stefanoni - Nueva Sociedad

Tras un viaje en 1920 a la Rusia revolucionaria, junto con un grupo de sindicalistas laboristas, el pensador británico Bertrand Russell escribió un pequeño libro –Teoría y práctica del bolchevismo– en el que plasmaba sus impresiones sobre la reciente revolución bolchevique. Allí planteó con simpleza y visión anticipatoria algunos problemas de la acumulación del poder y los riesgos de construir una nueva religión de Estado. En un texto fuertemente empático hacia la tarea titánica que llevaban a cabo los bolcheviques, sostuvo que el precio de sus métodos era muy alto y que, incluso pagando ese precio, el resultado era incierto. En este sencillo razonamiento residen muchas de las dificultades del socialismo soviético y su devenir posterior durante el siglo XX.
A cien años de esa gesta libertaria, no está mal volver sobre estos problemas. Sobre todo porque la tensión entre democracia y revolución sigue vigente, aunque, por lo general, la vigencia se manifiesta a menudo más como farsa que como tragedia, al menos si leemos algunos análisis sobre la actual coyuntura latinoamericana. El caso venezolano es el más dramático, ya que se trata de la primera experiencia autodenominada socialista triunfante luego de la Revolución Sandinista de 1979. Solo por eso, ya amerita prestarle atención. Pero, además, es posible que su derrota tenga consecuencias similares o peores que la derrota electoral sandinista de 1990. No obstante, los análisis escasean y son habitualmente reemplazados por discursos panfletarios que no son más que el espejo invertido de los de la derecha regional.
La convocatoria a una incierta Asamblea Constituyente parece una fuga hacia delante de un gobierno, el de Nicolás Maduro, que fue perdiendo apoyo popular tanto en las urnas como en las calles. Es cierto que las protestas tienen más intensidad en algunos territorios que en otros, pero la afirmación de que son solo los ricos de Altamira o del este de Caracas quienes se oponen al gobierno es desmentida por la aplastante derrota del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en las elecciones parlamentarias de 2015. Por eso después ya no hubo elecciones regionales (ni sindicales en el caso de la estratégica petrolera PDVSA). Y por eso la Constituyente fue diseñada de tal forma que el voto ciudadano se combinara con el territorial y el corporativo, en una viveza criolla revestida de principismo revolucionario. Que este domingo hayan ido a votar (lo que equivalía a votar por el oficialismo) más electores que en los mejores momentos de la Revolución Bolivariana habría sido, en efecto, un “milagro”, como lo denominó Nicolás Maduro, incluso considerando la enorme presión estatal sobre los empleados públicos y quienes reciben diversos bienes sociales mediante el Carné de la Patria.
Si el populismo tiene un irreductible núcleo democrático pese a que suele tensar las instituciones, este refiere a un apoyo plebiscitario del electorado. Sin eso, el poder depende cada vez más del aparato militar, como ocurre hoy en Venezuela (si Maduro tuviera la mayoría, podría convocar a un revocatorio, ganarlo y cerrar, al menos transitoriamente, la crisis política, como lo hicieron en su momento Hugo Chávez y Evo Morales). En Venezuela, el agravante del poder militarizado es que los militares forman parte de esquemas de corrupción institucionalizados que incluyen acceso a dólares al tipo de cambio oficial (para luego cambiarlos en el mercado paralelo con gigantescas ganancias) o el contrabando de gasolina o de otros bienes lícitos y posiblemente ilícitos.
Y, para peor, la gestión del Estado devino en un autoritarismo caótico, con desabastecimiento, cortes de luz, violencia urbana descontrolada y degradación moral del proceso bolivariano. Atribuir todo a la “guerra económica” resulta absurdo. Nunca puede explicarse por qué Bolivia o Ecuador sí han podido manejar sus economías razonablemente bien.
No obstante, una parte de la izquierda regional defiende al madurismo en nombre de la revolución y de la lucha de clases. El análisis empírico desapareció y es reemplazado por apelaciones genéricas al pueblo, al antiimperialismo y a la derecha golpista. Retomando a Russell: digamos que estamos dispuestos a pagar el precio de los métodos represivos de Maduro, ¿qué resultado esperamos? ¿Qué esperan quienes, desde posiciones altisonantes, anuncian que el domingo 30 de julio fue un día histórico en el que triunfó el pueblo contra la contrarrevolución? ¿Qué cielo queremos tomar por asalto? Resulta sintomático que la Constituyente no esté acompañada de un horizonte mínimo de reformas y que se la justifique únicamente en nombre de la paz, lo que deja en evidencia que se trata de una maniobra y no de una necesidad de la “revolución”.
Resulta difícil creer que, luego del fracaso o la marginalidad de las diferentes experiencias “anticapitalistas” ensayadas desde 2004 (cuando Chávez abrazó el socialismo del siglo XXI), pueda emprenderse hoy algún tipo de horizonte nuevo de cambio social. No es la primera vez, ni será la última, que en nombre de la superación de la “democracia liberal” se anule la democracia junto con el liberalismo. No es casual tampoco que gran parte de la izquierda que sale a festejar la “madre de todas las batallas” venezolana sea admiradora de Kadafi y su Libro verde. En Libia, el “líder espiritual” llevó al extremo el reemplazo de la democracia liberal por un Estado de masas (Yamahiriya) basado en su poder personal –aunque no tenía cargos formales– y en una eficaz policía secreta que resolvía el problema de la disidencia.
Se trata de una izquierda que podríamos denominar “nacional-estalinista”. Un tipo ideal que permite captar un más o menos difuso espacio que junta un poco de populismo latinoamericano y otro de nostalgia estaliniana (cosas que en el pasado se conjugaban mal). De esa mezcla sale una especie de “estructura de sentimiento” que combina retórica inflada, escasísimo análisis político y social, un binarismo empobrecedor y una especie de neoarielismo frente al imperio (más que análisis marxistas del imperialismo, hay a menudo cierta moralina que lleva a entusiasmarse con las bondades de nuevas potencias como China o con el regreso de Rusia, por no hablar de simpatías con Bashar al-Assad y otros próceres del antiimperialismo). En la medida en que la marea rosada latinoamericana se retrae, el populismo democrático que explicó la ola de izquierda en la región pierde fuerza y esta sensibilidad nacional-estalinista, que tiene a algunos intelectuales en sus filas –varios de los cuales encontraron un refugio en la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad– gana visibilidad e influencia en los gobiernos en retroceso o en las izquierdas debilitadas. El nacional-estalinismo es una especie de populismo de minorías que gobierna como si estuviera resistiendo en la oposición. Por eso gobierna mal.
Hoy es habitual que se compare la Venezuela de 2017 con el Chile de 1973. Claro que los gobiernos democrático-populares enfrentan reacciones antidemocráticas de las derechas conservadoras muchas veces apoyadas por Estados Unidos y es necesario enfrentarlas, lo que puede incluir estados puntuales de excepción. Pero la comparación pasa por alto algunos “detalles”. Primero, Salvador Allende se enfrentó a unas fuerzas armadas supuestamente institucionales pero hostiles, de las que salió Augusto Pinochet. En Venezuela, pese a la existencia de sectores antidemocráticos en la oposición (hay que recordar el golpe fallido de 2002), las fuerzas de seguridad están hasta hoy del lado del gobierno. Y su capacidad de fuego sigue intacta.
Por otra parte, el gobierno chileno no estaba atravesado por la ineficacia y la corrupción interna en los niveles en que lo está el chavismo actual, donde hoy son estructurales. Quizás la comparación con Nicaragua puede ser más enriquecedora: allá sí la injerencia imperial fue sangrienta y criminal, y erosionó muy fuertemente el poder sandinista. ¿Es comparable con esa ofensiva criminal una sanción económica a Maduro, quien, sospechamos, no tiene cuentas en EEUU, o la estrategia de los “golpes de cuarta generación”, que consistirían en la aplicación de un libro del casi nonagenario Gene Sharp que se puede descargar de internet? El imperio conspira en todos lados, pero en otros países de la ALBA más o menos bien administrados no faltan los alimentos en los mercados y, por ejemplo, en el caso de Bolivia, las cifras macroeconómicas son elogiadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Mientras los gobiernos mantienen las mayorías, el populismo democrático mantiene a raya a los nacional-estalinistas porque conserva los reflejos hegemónicos y democráticos activos y resiste el atrincheramiento autoritario.
Lo que sí permite trazar puentes entre el sandinismo tardío y el neochavismo actual es la corrupción como mecanismo de erosión interna y degradación moral, que en el caso nicaragüense terminó primero en derrota y luego en un retorno –contra la mayoría de la vieja guardia sandinista– del matrimonio Ortega-Murillo, hoy atornillado en el poder tras su conversión al catolicismo provida y a una nueva y estrambótica religiosidad estatal, combinada con un pragmatismo sorprendente para hacer negocios públicos y privados –cada vez más imbricados en Nicaragua–. El precio a pagar en Venezuela ¿sería para tener una especie de orteguismo con petróleo? ¿En favor de eso algunos intelectuales le reclaman a Maduro mano dura contra la oposición?
Claro que para la izquierda es importante diferenciarse del antipopulismo –con sus aristas antipopulares, revanchistas, clasistas y también autoritarias–, pero despreciar la perspectiva de la radicalización democrática, acusando de liberales a quienes observan los déficits democráticos efectivos y operando en favor de formas de neoautoritarismo decadente, solo favorece nuevas derechas regionales. En lugar de dar una disputa por el sentido de la democracia contra las visiones que la reducen a la libertad de mercado, la pospolítica o un republicanismo conservador, los nacional-estalinistas la abandonan y se atrincheran en una “resistencia” incapaz de regenerar la hegemonía que la izquierda conquistó en la “década ganada”. Lo que se argumentaba en nombre de un “socialismo del siglo XXI” acaba en una parodia setentista.
Articular socialismo y democracia sigue siendo una agenda pendiente para la izquierda: el riesgo contrario, que ya vivimos, es la defensa de la democracia sin contenidos igualitarios ni proyectos reformistas capaces de erosionar los procesos actuales de des-democratización. Por eso, en relación con Venezuela, parte de la socialdemocracia latinoamericana tampoco puede decir algo que vaya más allá de su apoyo a la oposición nucleada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD). Una salida pactada en Venezuela no puede basarse únicamente en la normalización de la democracia política: debe incluir también una defensa de los derechos económicos populares (una agenda de democracia económica) frente a quienes, desde la oposición, buscan una salida tipo Temer en Brasil.
Pero frente a los peligros de “temerización” de Venezuela, los nacional-estalinistas pueden resultar contraproducentes: el creciente desprestigio del socialismo, gracias al desgobierno de Maduro y la vuelta de la asociación entre socialismo, escasez y colas, hace que las salidas promercado ganen terreno y apoyo social. No obstante, la tentación de construir el socialismo a palos –"si no es con los votos, será con las armas", Maduro dixit, o “con el mazo dando”, como Diosdado Cabello bautizó a su programa de televisión–, en nombre de un pueblo abstracto o contra un pueblo manipulado, sigue captando la imaginación y el entusiasmo de parte de la izquierda militante continental. Para colmo, no hay ningún socialismo. Pero los “filtros burbuja” de las redes sociales confirman convicciones y posverdades, de manera bastante parecida a como operan los (violentos) espacios de sociabilidad antipopulistas.
Lamentablemente, sin una izquierda más activa y creativa respecto de Venezuela, la iniciativa regional queda en manos de las derechas. Analicemos estos procesos con sentido crítico y hagamos todo lo posible para que Caracas no sea nuestro Muro de Berlín del siglo XXI.

LA OPOSICION ESTÁ METIDA EN UN "TRANCAZO"

Clodovaldo Hernández - supuestonegado.com

Como en tantas otras confrontaciones (desde guerras hasta torneos de naipes, pasando por los deportes), a veces los participantes se encierran a sí mismos en calles ciegas. La oposición “venezolana” (bueno, es un decir) se encuentra actualmente en una de esas situaciones, lo cual no deja de resultar irónico en un movimiento político que ha puesto de moda los llamados “trancazos” de vías públicas.
Luego de haberse quedado al margen de los comicios para la Asamblea Nacional Constituyente y de acusar al Consejo Nacional Electoral de haber ejecutado un fraude, tendrá que decidir si se somete o no a ese mismo árbitro con miras a las elecciones de gobernadores.
Los plazos, además, son implacables. Deben asumir una posición esta misma semana, puesto que, según el cronograma electoral vigente (el mismo que la alianza opositora exigió a gritos), los candidatos a las gobernaciones deben inscribirse el 7 de agosto. El escenario electoral está que echa chispas.
Jorge Rodríguez, vocero del chavismo en el recién concluido proceso electoral, puso el dedo en la llaga al indicar que la Mesa de la Unidad Democrática tendrá que decidir si anota o no sus candidatos ante el CNE. En caso de que lo haga, advirtió, estarán avalando los resultados emitidos por el organismo electoral para la ANC; si no se inscriben, dejarán nuevamente el campo libre para que las fuerzas revolucionarias copen el escenario regional en los comicios del 10 de diciembre. Una situación de no ganancia, un verdadero trancazo autoinfligido.
Rodríguez, quien obviamente disfruta mucho poniendo a la oposición ante sus propias contradicciones, había hecho una observación previa al respecto: la MUD se había declarado en desobediencia total, llegando incluso a designar unos supuestos nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, pero no se metió con el CNE. No lo hicieron, según Rodríguez, porque algunos de los partidos que integran la alianza están muy interesados en inscribir sus candidatos a las gobernaciones y no se comprendería que lo hicieran ante un organismo al que, de manera paralela, están desconociendo abiertamente.
Este es uno de los puntos clave del dilema de la coalición opositora: el interés por las regionales es más de unos partidos que de otros. Entre los dolientes están Acción Democrática, varios cuadros de Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y los movimientos que respaldan a los actuales gobernadores de Lara y Amazonas, Avanzada Progresista (de Henri Falcón) y Movimiento Progresista de Venezuela (de Liborio Guarulla). Otro sector de Primero Justicia, los partidos del ala pirómana (Voluntad Popular, Vente Venezuela, Alianza Bravo Pueblo) y los que no tienen candidatos a gobernador con chance (el resto de la MUD), optan por seguir en la línea de desobediencia y no participación electoral. ¿Cuál postura se impondrá?
Como ya se ha hecho frecuente, cualquiera sea la decisión que tomen, una parte de la dirigencia y militancia opositora quedará descontenta y sentirá que la dirección es errática. Mientras tanto, el chavismo, acicateado por el reciente resultado positivo, podrá enfocarse en ese siguiente proceso electoral, aunque, lógicamente, tendrá que superar las típicas confrontaciones internas por los liderazgos estadales.

Otras elecciones en perspectiva

Más allá de las elecciones regionales, están en perspectiva otros dos procesos electorales cruciales: el referendo aprobatorio de la nueva versión de la Constitución Nacional Bolivariana que surja de la ANC y las elecciones presidenciales de 2018.
El momento de la primera consulta dependerá, naturalmente, de cuánto tiempo le tome a la ANC realizar el trabajo que tiene por delante. En 1999, la ANC se instaló en agosto y ya en diciembre tenía listo el proyecto de Constitución. Sin embargo, hay que considerar que el cuerpo deliberante elegido el domingo es mucho más voluminoso (545 miembros frente a 131 de su antecesora de 1999), lo que hace suponer que requerirá de más tiempo, aunque solo sea para las intervenciones en plenarias. Adicionalmente, se sabe que la ANC asumirá una serie de tareas extras, adicionales a la elaboración del nuevo texto constitucional, tales como la aprobación de leyes constitucionales y la investigación de la violencia política (Comisión de la Verdad). Un cálculo somero indica que el referendo sobre la nueva Carta Magna podría realizarse a principios o mediados de 2018.
Para la oposición sería fundamental participar en ese proceso electoral aún hipotético, pues brindaría la oportunidad de anular las modificaciones hechas por la ANC a la Constitución y deslegitimar las otras decisiones que haya tomado. Igualmente, en medio del ambiente electoral presidencial, una victoria en una elección como esa podría tener el efecto fulminante que la MUD tantas veces ha pretendido invocar, sin éxito en otro tipo de elecciones. Sin embargo, nuevamente, solo podrá anotarse en ese referendo si desiste de la postura de desconocer al Poder Electoral.
Al final del cronograma –aunque ya no tan lejos- está la gran pugna por Miraflores, una que requiere, más que ninguna otra en un país presidencialista, de que todos los factores participantes reconozcan al árbitro electoral. Para ese entonces, ¿habrá salido la oposición de la calle ciega en la que está metida ahora respecto al CNE? ¿Habrá levantado ya su propio trancazo? Se oyen apuestas.

UNA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA DEFENDIDA

Hoy, ante el triunfo de la Revolución Bolivariana al instalar una Constituyente Comunal y Popular, rememoro como antecedente, un artículo de mi autoría, publicado por el portal internacional www.rebelion.org , el 12 de diciembre de 2015: “Una Revolución NO Defendida”, en el que con la pluma apoyada sobre la realidad, intentaba analizar el resultado de las elecciones del 6 de diciembre de ese año, el día 6D, en que la oposición de derecha logró la mayoría de Diputados a la Asamblea Nacional Bolivariana. Iniciaba: “ Imposible desconocer que el panorama de los efectos nefastos con la derrota electoral del pasado 6D, al obtener la oposición venezolana la mayoría absoluta y calificada del poder legislativo en la Asamblea Nacional Bolivariana; se centra en el análisis de la errada concepción política económica y no en desvío alguno de la esencia protectora del Estado de Derecho, en la observación de los Derechos Humanos Fundamentales y en el ejercicio consolidado de la participación ciudadana electoral”.
Y acotaba: “ En honor a la brevedad dejaré en el tintero, pero no olvidados, tres temas palpitantes: Uno. Lo referente al por qué Leopoldo López es un político-preso. Dos. El triste papel de la conspiración de los ex presidentes iberoamericanos, ninguno libre de culpas, contra sus gobernados, en un engranaje de las danzas de los millones y las agencias internacionales del imperio. Tres. El derrotero fantasioso del ensañamiento opositor por la salida del presidente Nicolás Maduro, expresada en las abortadas 1. “La Operación Salida”. 2. “La Operación Jericó”. y 3. La ahora previsible “Operación Legislativa”, que, a nuestro modesto modo de ver, atomizaría aún más a la pírrica victoria opositora de 29 grupos y partidos minoritarios sin ninguna cohesión ideológica y política. ¡Amanecerá y veremos!”
Y como a los analistas populares de izquierda no los guía intereses pecuniarios, ni la divina providencia, sino las fórmulas políticas objetivas del “análisis concreto de la situación concreta”, asistimos a la derrota política de la dictadura mediática y el vasallaje arrodillado de las burguesías dominantes a favor del imperio.
No encuentro ningún artículo, de los consultados en el ámbito iberoamericano y el eco estereotipado de la comunidad europea, que sustente la afirmación que la constituyente popular y comunal fue un acto dictatorial del presidente Maduro. ¿Que se fisieron – a lo quijotesco- los doctos “constitucionalistas” de la otrora pléyade de juristas colombianos y latinoamericanos? Todos los voceros gubernamentales, pro imperio desgatado de Trump, gritan al unísono, cual Fuente Ovejuna: “Desconocemos la Constituyente en Venezuela”. Comenzando con el gobierno de Colombia, añadieron los gobiernos de Panamá, Perú, Argentina, Brasil, México, Costa Rica, Suiza, Chile, España y Estados Unidos, en la lista de países que no aceptaron la convocatoria a la Constituyente y peor aún, no aceptar los resultados de las elecciones para la Constituyente Bolivariana Comunal y Popular triunfante. Algo totalmente inédito en el ejercicio del Derecho Internacional Público, de violentar el principio universal de la libre determinación de los pueblos. En el escenario diplomático, o incluso en un ejercicio figurado del desempeño de la diplomacia por los voceros o cabeza de las relaciones internacionales de los países, se mantiene, no solo una apariencia, sino real cortesía y manejo desinteresado en el desempeño de las interrelaciones entre las naciones. Ese comportamiento civilizado lo echaron por la borda los países citados, bajo la imposición de la “diplomacia de las cañoneras” del dislocado Trump. Existe el que un país califique de ilegitimo el gobierno de otro país. Pero que un país rechace el ejercicio del poder soberano electoral de otro país, con un proceso electoral a ojos vista desarrollado, resalta el carácter injerencista de la derecha neoliberal e imperialista del continente y del mundo contra la política local de un país soberano. Olvidan que a la República Bolivariana de Venezuela la respalda el ALBA y los países del Caribe, por no resaltar a la invencible y soberana Cuba y que Venezuela preside el grupo de Países No Alineados, que son dos tercios de los países del mundo. Pero todo ello demuestra que en realidad los que rechazan a la Constituyente y sus exitosos resultados, es la dictadura mediática continental y los gobiernos lacayos del imperio y ¡no sus pueblos!
Por lo mismo sorprende el inusitado y descabellado traspiés diplomático del Vaticano, que desfigura al Papa Francisco, ad portas de su visita “por la Paz a Colombia”. La fineza y buen comportamiento del Estado Vaticano, queda en entredicho, cuando fuera de tiempo y de lugar, lanza un Comunicado, pidiendo la suspensión de la Asamblea Constituyente, cuando a la hora de Venezuela, ya el pueblo venezolano acudía a las calles a apoyar la Asamblea Constituyente y el Presidente Evo Morales enviaba su solidaridad con la Asamblea Constituyente. ¿Cómo toma esa injerencia, siendo un Jefe de Estado, con el que mantiene relaciones diplomáticas y además es el líder espiritual de 25 millones de venezolanos?! ¡Ver para creer!

VENEZUELA COMO PROYECTO DISTINTO.
Pero para que llover sobre mojado. El experimento de la revolución bolivariana, lo es de todo el campo latinoamericano, como alternativa de poder popular, ante la decadencia del modelo injerencista del neoliberalismo capitalista salvaje. A ello le temen las oligarquías locales y el imperio.
La académica Pascualina Curcio, profesora de la Universidad Simón Bolívar, resalta que en la lucha del imperio contra la asediada Venezuela, la estrategia de las corporaciones capitalistas y los grupos oligárquicos locales, propiciaron el desconocimiento de los éxitos del gobierno chavista en superar las tasas de desocupación , de desnutrición y pobreza; la erradicación del analfabetismo y ocupar el quinto lugar en el mundo por el porcentaje en matriculas para estudiantes universitarios, que agrego, obviamente, no son los hijos de papi y de mami que están en las barricadas callejeras, como ya es conocida “ la rebelión de los ricos”. A la imposición de una guerra económica asistiendo el desabastecimiento programado de mercancías y productos esenciales; el embargo comercial encubierto; el boicot en el suministro de bienes de primera necesidad; el bloqueo financiero internacional; la inflación inducida y-agrego- el descarado deterioro de la divisa bolivariana en la frontera colombo-venezolana, permeada por la doble economía y/o economía subterránea, alentada por el fallido narco-estado colombiano.

DE LA INCONSISTENCIA DE LA RUPTURA DEL ORDEN CONSTITUCIONAL EN VENEZUELA.
La causa de todo el debate lo ocasionó la posesión de tres Diputados del estado del Amazonas, cuya ilegitimidad fue declarada por el Consejo Nacional Electoral(CNE). Pese a ello, la Asamblea Nacional, mayoritaria en su composición, les dio posesión para contar, en forma torticera, con la mayoría absoluta y calificada. El artículo 259 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CB) indica que la jurisdicción contenciosa administrativa corresponde al Tribunal Supremo de Justicia(TSJ), encargado de la declaración de nulidad de los actos administrativos. Fue así como declaró nula esas posesiones; pero la arrogancia de la oposición mayoritaria desconoció tal fallo y en consecuencia fue declarada en desacato la Asamblea Constituyente y, por ende, nulas todas sus actuaciones, desde ese inicio y hasta el día de hoy. Todos los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidas (Articulo 5 CB), para que con engañifas argumenten que solo los particulares pueden ser declarados en desacato.
Los corifeos imperialistas, ante la decisión soberana del presidente Maduro de Convocar la Asamblea Constituyente Comunal y Popular Bolivariana, alegaron que de previo se debía someter a un referéndum esa iniciativa. El artículo 348 CB, dice: “La iniciativa de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente podrán tomarla el Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros;” Eso fue, lo que el gobierno, en pleno, decidió el histórico 1 de mayo de 2017, como salida política al caos insurreccional incitado por la derecha iberoamericana, injerencista en Venezuela. “La iniciativa de convocatoria” a un referéndum popular es propia del Presidente, lo consagra sabiamente el artículo 71 CB, y en modo alguno suple la voluntad del pueblo de Venezuela como depositario del poder originario (Artículo 347 CB), como raya en mala fe la “interpretación” falsaria del gobierno colombiano y su sequito latinoamericano. Olvidan que en la República Bolivariana de Venezuela impera la democracia directa y participativa y no el remedo de representación democrática indirecta, nido de voracidad de clientelismo politiquero, ínsito en el sistema de resto de países latinoamericanos. Invocan el artículo 2 CB, sobre la existencia del Estado de Derecho y los artículos 62 CB sobre la participación en democracia directa de todos los ciudadanos y el artículo 63 CB, sobre el derecho al sufragio, con la impertinencia del engaño y la estafa informativa; desconociendo la realidad de un pueblo, como el venezolano, viviendo y padeciendo un verdadero tránsito de proceso revolucionario.

Concluyo con desenmascarar a los pobres vergonzantes de la academia, desde la “izquierda” y la intelectualidad, de asumir, en la práctica, el papel de cajas de resonancia del amplio espectro publicitario de las políticas del Pentágono en la labor propia de información y desinformación. Hacen eco del fuego enemigo de las posiciones de derecha que pretenden aislar internacionalmente al gobierno legítimo popular. Olvidan que son solo los venezolanos y venezolanas quienes pueden invocar el sagrado legado de ¡Gloria al Bravo Pueblo de Bolívar!