LOS COLORES DE LA BANDERA ARGENTINA
Por Sergio Daniel Aronas – 30 de abril de
2017
Las discusiones y polémicas acerca del
origen de los colores de la bandera de nuestro país, la República Argentina,
viene de largo tiempo y cada tanto aparecen nuevos artículos e investigaciones
sobre este tema tan apasionante porque es evidente que no hay acuerdo entre los
historiadores acerca de con qué colores fue concebida nuestra bandera a la luz
de la guerras de la independencia.
En este sentido, tomo nota del artículo
publicado en la diario La Nación el día sábado 29 de abril, donde desliza su
singular opinión dedicada a los orígenes de los colores de la bandera bajo el
título “Nuestra bandera azul y blanca” que a modo de tesis quiere demostrar con
documentos de la época la partida de nacimiento de esos colores, descartando
por completo el actual celeste que tiene nuestra enseña patria.
Lo curioso de su escrito es la increíble
cantidad de errores que contiene esta nota algo a lo que nos tiene muy
acostumbrado este señor y menos mal que en este “serio y prestigioso” diario
hay un secretario de redacción y correctores que parece que brillan por su
ausencia porque nadie se atrevió a marcarle esos errores que no son aceptables
para alguien que se cree historiador y que publica con bastante asiduidad.
Solo nombraré tres porque si sigo
escarbando habrá que quitarle la licencia. Estos son “revisionistas” que lógicamente
no revisan nada de lo van a publicar. Y hoy es el director del Instituto del
Revisionismo histórico “Manuel Dorrego”.
1) El color de la bandera. Para Pacho O’Donnell
el color es azul y lo quiere demostrar con cartas de Belgrano, con
investigaciones científicas de un equipo del CONICET (Consejo Nacional de
Investigaciones Científico Técnicas), que utilizando tecnología de última
generación sobre la bandera que aún se conserva de la época de guerra de
independencia, se revela ese carácter azul.
Sin embargo, en la página 483 del tercer
tomo de los Documentos del Archivo de Belgrano (citado por Ovidio Giménez en
Vida, obra y época de Manuel Belgrano, Ed. Ciudad Argentina, pág. 478), reproduce
carta de Manuel Belgrano al gobierno donde dice: “Siendo preciso enarbolar
bandera y no teniéndola, mándela hacer celeste y blanca conforme a los colores
de la escarapela nacional: espero que sea de la aprobación de V.E”. Sirve como
fuente sobre el actual color de nuestra bandera que el conspicuo de O´Donnell
no menciona para sostener su tesis sobre el color azul. Y por otro lado, es una
clara demostración y prueba de que el color celeste no vino de una “celestización”
como afirma el autor de la nota sino que ya tiene un claro precedente que no
puede dejar de mencionarse a la hora de determinar de dónde proviene el color
celeste de la bandera argentina.
2) Para nuestro historiador, en 1840 ya
existía la lapicera cuando dice que Rosas escribe unas notas sobres los colores
que usaban sus funcionarios de acuerdo a un informe de su polícía. Grandioso.
Podemos perdonarlo que cometió un “lapsus calami” y que en lugar de “lapicera”
debió escribir “tomó la pluma”.
3) Ninguno de los 35 comentarios de los
lectores de la nota se percató del error en el nombre del gran Artigas, a quien
admira tanto por ser el padre del federalismo rioplatense. El jefe de los
orientales se llamó José Gervasio, pero para nuestro amigo se Juan Gervasio. Un
detalle mínimo: total es lo mismo llamarse José que Juan.
Dado este tipo de errores que comete este
historiador, prepárense para la nueva biografía de Pacho sobre San Martín:
“Historia del General Alberto de San Martín”. Queda lindo, no?-
Aquí va la nota completa:
“Nuestra bandera azul y blanca, Por Pacho O Donnell - Sábado 29 de abril de
2017”
La
discusión sobre los verdaderos colores de la bandera es fomentada por la poco
definida descripción de su creador: una banda sería blanca y otra azul celeste
(la enseña original tenía sólo dos campos). Dicha polémica nunca fue banal.
Eran dos proyectos de país los que confrontaban. Los unitarios la concibieron
celeste, el color que los identificaba en tiempos de la Confederación. Portar
alguna prenda de ese color provocaba un castigo que podía costar la vida.
Cierta vez, corría 1840, Rosas leía los informes de su policía. Ante uno de
ellos tomó su lapicera y escribió: "Prevéngase al comisario Isidro López
que el celador que está con él tiene calzones celestes y que él usa capote
verde; que si no tienen cómo vestirse uno y otro con exclusión de tales colores
unitarios, es menos malo que cesen en su empleo que causar semejante escándalo
un funcionario público de su clase. Por lo que se dispone se le dé baja en el
Departamento". Es de imaginar que cuando finalmente se impusieron en las
cruentas guerras civiles los unitarios liberales hicieron del celeste el color
ya no partidario sino nacional. De allí la "celestización" de nuestra
bandera.
Los
federales, en cambio, cuyo color distintivo era el rojo punzó, reivindicaban el
azul acentuado para las franjas que encerraban a la blanca, no sólo para
diferenciarse de sus adversarios, sino también por considerar que ése había
sido el deseo de Belgrano. El vínculo entre el Restaurador y el creador de
nuestra bandera, aunque no personal fue estrecho, tanto que el primero crió a
un hijo de don Manuel y su cuñada María Josefa Ezcurra. En tiempos de Rosas el
oscurecimiento llegó al azul acerado.
Tomar
partido por uno u otro color era, y sigue siendo, inclinarse, basado en
constataciones históricas y científicas y en sentido amplio, por un proyecto de
país.
La
primera bandera fue cosida por una humilde vecina del pueblo de Capilla del
Rosario del Pago de los Arroyos, hoy Rosario, María Catalina Echevarría de
Vidal, y fue izada a orillas del Paraná el 27 de febrero de 1812 por un civil,
Cosme Maciel, también vecino del lugar. Conocidas son las contingencias
posteriores: el Triunvirato porteño, cuyo hombre fuerte era su secretario,
Bernardino Rivadavia, opuesto a proclamar la independencia ante el mundo,
prohibió su uso el 3 de marzo de 1812 y ordenó su reemplazo por la todavía
enarbolada en la Fortaleza de Buenos Aires, la rojigualda española. Pero
Belgrano volvió a sacarla a la luz el 25 de mayo de 1812 y la hizo bendecir con
un tedeum en la iglesia matriz jujeña por el canónigo Juan Ignacio Gorriti.
La
descripción de Belgrano indicaba un color azul celeste. Es decir, color azul
cielo. ¿Pero en qué momento del día? Los especialistas explican que el celeste
es la tonalidad del cielo claro de media mañana, mientras que el azul cerúleo
es el color del cielo despejado, que puede observarse antes de la salida del
sol o media hora después de su puesta.
Recientemente
científicos del Conicet, sin tomar partido, analizaron una de las banderas
argentinas preservadas de mayor antigüedad y revelaron el color original de sus
extremos inferior y superior: azul de ultramar. Un equipo formado por
investigadores del Centro de Química Inorgánica (Cequinor, Conicet-UNLP) y de
la Universidade Federal de Juiz de Fora de Brasil, analizaron espectroscópica y
químicamente hebras de la bandera del Templo de San Francisco, en Tucumán
-ordenada por Bernabé Aráoz, primer gobernador intendente de esa provincia y
síndico del Templo de San Francisco- que, según algunos historiadores, resulta
ser la más antigua que se ha conservado y que se descuenta reprodujo fielmente
la original ya que la relación entre Aráoz y Belgrano era muy cercana: fue él
primero quien convenció al segundo de no continuar el retroceso hacia Córdoba
ordenado por Buenos Aires y enfrentar a los realistas en la batalla de Tucumán.
La
polémica sobre los colores de nuestra enseña patria fue también puesta en
superficie cuando el 27 de noviembre de 2001 un proyecto de ley del entonces
diputado peronista Lorenzo Pepe propuso que el color de dos de sus franjas
horizontales fuera azul cerúleo. Tal propuesta despertó una agria polémica con
los defensores del color celeste y la aprobación no prosperó.
Entre
otros antecedentes destaquemos que Juan Gervasio Artigas, el gran caudillo oriental
pionero del federalismo rioplatense, adoptó los colores azul y blanco para la
bandera de los Pueblos Libres cruzada por una franja roja. Enseña adoptada por
la mayoría de las provincias litorales que lo erigieron su protector.
También
se debe tener en cuenta que el celeste no es un color heráldico, como sí lo es
el azul, lo que puede haber sido tenido en cuenta por Belgrano, quien vivió
varios años en Europa y pudo saber que el color azul, en la heráldica,
significa justicia, obediencia, lealtad, piedad y prudencia, virtudes siempre
exaltadas por él.
Por
fin, hay quienes afirman que los colores de nuestra bandera, quizá también los
de la escarapela, fueron elegidos por lealtad a la decisión de sostener
"la máscara de Fernando VII", es decir, esconder las intenciones
independentistas que no eran compartidas por no pocos de los revolucionarios de
Mayo. El fino estratega que era Belgrano habría creado una bandera
"española" con los colores de la casa de Borbón, a la que pertenecía
el cautivo rey de España. Para confirmar esto basta con observar el retrato del
monarca por mano de Goya, donde puede verse su abultado vientre cruzado por una
banda de tres franjas azul intenso, blanca y azul intenso.
Los
argumentos a favor del celeste son muy considerables y se prestan a un debate
apasionante. Lo que no es aceptable, a mi criterio, es el cuestionamiento al
cambio per se, contradiciendo la condición dinámica que es esencia de la
historia.