El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

sábado, 25 de enero de 2014

CRISIS CAMBIARIA EN LA ARGENTINA

LA HISTERIA CAMBIARIA Y FINANCIERA EN LA ARGENTINA

Por Sergio Damiel Aronas – 25 de enero de 2014

“Es de la mayor impertinencia y presunción, en reyes y ministros, pretender vigilar  las economías de las personas y limitar sus gastos, bien por leyes suntuarias o por la prohibición de importación de artículos de lujo extranjeros. Ellos mismos son siempre, y sin excepción, los más grandes dilapidadores de la sociedad. Que cuiden muy bien sus propios gastos, y pueden confiar, con seguridad, en que las personas cuidarán los suyos. Si su propia extravagancia no arruina al Estado, jamás lo harán la de sus súbditos”.

Adam Smith (1723-. Investigación sobre el origen y las causas de las riquezas de las Naciones (1776) Tomo II, Libro II, Capítulo III, Ediciones Folio, página 82. Esta es la versión de Karl Marx, de las Teorías de la Plusvalía, Tomo I, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1974, página 253, cuya versión al castellano es más entendible.

En la Argentina tenemos un equipo económico de maravilla que se maneja como pez en el agua. Ahora resulta ser que una maniobra de compra de divisas por 4 millones de dólares, se convierte para el gobierno en un “ataque especulativo” contra nuestra moneda que desde hace varios años es un peso que anda por el piso, por la cual tuvieron que salir a vender desesperadamente 100 millones por esos 4 para sostener el tipo de cambio y que no aumente, pero igual convalidaron la operación de la multinacional petrolera Shell, con la cual este gobierno viene lidiando desde hace tiempo y parece que la poderosa anglo-holandesa ha querido demostrar que llegó el momento de tomarse revancha y ver la capacidad de  respuesta del gobierno. Realmente no sabemos a quiénes pretenden embaucar. Si con ese importe se desencadena una histeria en el gobierno, qué barata que es la Argentina para que por esos miserables millones de dólares se desate la locura típica de un gobierno que marcha a la deriva en materia cambiaria y financiera.

En la Argentina, se ha llegado al extremo y al ridículo de que cualquier transacción por más simple que sea hay que pedir permiso a los lagartos de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) que el organismo estatal encargado de la recaudación de los impuestos. A partir de este momento demos prepararnos también para pedir permiso a la autoridad tributaria para ir al baño, dormir, coger (hacer el amor), tomar mate, cantar un tango y sacar a pasear a tu mascota y todo a cuenta del impuesto a las ganancias.

Lo que debe entenderse, lo que es preciso saber y darse cuenta es que esta crisis es el resultado de la política de pagar en forma demencial los intereses derivados del criminal sistema de la deuda externa generada por la dictadura y que estas mismas empresas contribuyeron de manera notable a producirla. De ahí la búsqueda insaciable de encontrar dólares por donde sea; por eso prohíben las importaciones de bienes de capital e insumos esenciales para la industria; prohíben la compra de divisas para atesoramiento personal, mientras el Banco Central sí puede hacerlo. Si todos somos iguales antes la ley no puede haber ni derechos ni privilegios especiales para nadie por más alta que sea esa entidad monetaria. Prohíben y limitan la compra de divisas para viajes y turismo como si visitar otro país fuese un acto de alta traición a la patria por gastar dineros afuera, pero no dicen nada de los millones que se gastan los funcionarios en sus recorridos por esos países. Y muchos menos van a decir y hablar de la fuga de capitales donde los controles de cambio son un colador en la Argentina. Se la agarran con el eslabón más débil de la cadena, mientras que los tienen millones de dólares fuera del país, el gobierno actual no los afectan, ni los perjudican, ni los tocan. Pretendieron repatriar esos dólares con un mecanismo basado en bono (el CEDIN) que fue un reverendo fracaso y toda esa cúpula de cráneos económicos tuvieron que irse.

Los compromisos y la necesidad de dólares han llegado a un grado tan grande de desesperación que han hacen lo contrario de lo que en su afán por no aplicar recetas recesivas, prohíben las exportaciones de los principales rubros que produce la Argentina, como es el caso del trigo y en el azúcar, pueden pasar meses para los energúmenos de la Secretaria de Comercio Exterior te aprueben los permisos de embarque por un falso de temor a que el mercado interno quede desabastecido. Lo que la Argentina deja de exportar, los países demandantes se vuelcan a las empresas chinas, indias o de Europa Oriental que venden el azúcar a precios de remate.  

Y además ningún gobierno se atrevió a repudiarla como hubiera correspondido y el mundo no se hubiera explotado como argumentaba los artistas económicos de la tormenta. Repudiar la deuda hubiera sido un acto natural que hubiera contado con el apoyo abrumador del pueblo argentino, de los países de América Latina y porque el derecho internacional sobre esta materia justifica claramente la necesidad de esta medida. Ahí está la doctrina de la deuda odiosa, la doctrina Calvo y los fallos de la justicia de los Estados Unidos y no los de Thomas Frankestein Griesa.

Durante el gobierno radical de Raúl Alfonsín, sucedió una maniobra similar pero de una envergadura 5 veces más grande. La multinacional Techint, el grupo industrial más poderoso de la Argentina, que actualmente es la dueña de la antigua empresa estatal Somisa bajo el nombre de Siderar, en aquel momento realizó una transacción de compra y venta de divisas que le reportaron un beneficio de alrededor de 23 millones de dólares, lo que se provocó airadas reacciones de aquel gobierno y de los sectores políticos afines a Alfonsín.

Los ataques especulativos contra una moneda no es el caso de la empresa Shell, sino lo que hizo fue una transacción a futuro como las que se realizan en otras actividades productivas como en la agricultura.

Para que se produzca un ataque especulativo, el país debería estar soportando una fuerte crisis de balanza de pagos, es decir, no poder financiarse en el cumplimiento de sus obligaciones de pago en los mercados internacionales, afrontar una situación de caída de las reservas a un nivel tan bajo que pueda poner en peligro todo el sistema financiero y bancario. Argentina lo que sí viene sufriendo en este cuadro, es una acelerada pérdida de las reservas del Banco Central y no ha dejado de pagar desde que se canceló la deuda con el Fondo Monetario Internacional. Ahí está la esencia de la crisis y a eso se le une el problema de la inflación que creen controlarlo por medio del plan de los “precios cuidados” cuando en realidad debemos cuidarnos de quienes nos gobiernan.

El gobierno ha reconocido que la devaluación de la moneda argentina es un hecho consumado y que beneficia únicamente a las grandes empresas exportadoras industriales y muy especialmente a las del agro y la ganadería, quienes se la pasan llorando todo el tiempo porque suelen afirmar estos empresarios que sus negocios no son rentables porque todo lo que ganan lo pierden con las retenciones, lo cual es mentira. Basta con mirar un permiso de embarque y comparar el monto declarado en dólares de una exportación con los derechos aduaneros (retenciones) que tienen que pagar. El problema no son las retenciones, sino el deterioro de los términos del intercambio, sobre todo en la caída de los precios de los productos que se venden al exterior.

El problema de la Argentina es que el comercio exterior está en manos de poderosas empresas multinacionales con casas matrices en los países capitalistas desarrollados. Y estas van a defender y aplicar las normas del interés privado monopólico concentrado con el fin de ver nunca reducidas sus tasas de ganancias. Ocho firmas concentran el 80% de las exportaciones del complejo oleaginoso de la soja y son las principales responsables en declarar los dólares provenientes del comercio exterior. Se trata de Cargill, Dreyfuss, Nidera, Continental, Buyatti, Bunge Argentina, Vicentin, Oleaginosa Moreno (Glencore) y Aceitera General Deheza. Este es un verdadero y tremendo mercado oligopólicas donde unas pocas empresas dominan absolutamente todo el comercio exterior y son las que reclaman el fin de las retenciones, el dólar recontra alto y la no intervención del estado en ningún aspecto de sus negocios. Pero por increíble que parezca la intervención del gobierno ha favorecido notablemente a estos grupos de poderosas compañías extranjeras quienes durante estos años han tenido ganancias colosales. Claro que jamás van a reconocerlo porque no quieren que sean vistos que apoyan las medidas del gobierno. Así que por más que pataleen contra las retenciones, está demostrado por la estadística nacional e internacional lo bien que les ha ido a estos exportadores.

La escasez de divisas con la que el gobierno pretender embaucar a todo el pueblo proviene de la decisión política de pagar los intereses de la deuda monstruosa y que la propaganda oficial pomposamente la llama “desendeudamiento”. Pagando a lo bestia como lo viene ejerciendo este gobierno, creen que van a ganarse la simpatía de la banca imperialista del FMI, del Banco Mundial y del Club de París. El problema no está tanto en las maniobras especulativas, golpistas, destituyentes, agresivas  y conspirativas de las multinacionales, que siempre han demostrado a lo largo de la historia su poder para derrocar gobiernos en todos los países del mundo. Es el mismo gobierno el que provoca este descalabro con sus políticas basadas en pagarle a la banca acreedora, incluyendo a los temibles operarios de las finanzas como los fondos buitres y en última instancia reconocer las demandas de los estafadores monopolios que se presentan como pobrecitos ante el tribunal del CIADI, otra fantochada del Banco Mundial dirigido por el imperialismo estadounidense. Solo en 2013 los pagos de intereses de la deuda pública llegaron a los 12 millones de dólares. Una cifra que habla por sí sola de dónde viene el problema cambiario. El gobierno para acaparar dólares emite pesos o licita las letras tipo Nobac o Lebac con el fin de secar la economía del tan preciado verde o coloca en las plazas bursátiles algún bono con la esperanza de recaudar y lo salve de la crisis. Sería bueno saber que parte de la alta recaudación mensual de impuestos se destina a la compra de dólares.  

Veamos entonces que es una devaluación y cuáles son los efectos que produce en la economía. Todo sabemos que una devaluación es una medida tomada por el gobierno nacional que por ley decide reducir el valor de la moneda de curso legal del país respecto de otra que se toma como comparación o punto de referencia.

Se denomina devaluación a una depreciacón del tipo de cambio bajo un sistema de tipo de cambio fijo (subida del precio de la divisa extranjera). Bajo un sistema de tipo de cambio fijo, la autoridad monetaria es la encargada de definir el valor del tipo de cambio. Una devaluación se produce cuando la autoridad monetaria decide asignar un valor más elevado al tipo de cambio.

El tipo de cambio de equilibrio de largo plazo está determinado por la oferta y demanda de divisas de largo plazo. Bajo un sistema de tipo de cambio fijo, el tipo de cambio observado difiere del tipo de cambio de equilibrio de largo plazo. Cuando esta diferencia es grande, produce presiones a una subida del tipo de cambio. Generalmente, tarde o temprano, los países que tienen tipos de cambio fijos se enfrentan al dilema de producir una devaluación o no, o abandonar el tipo de cambio fijo hacia un sistema de tipo de cambio libre o de flotación sucia (se llama así cuando el estado interviene para sostenerlo dentro de una banda determinada de precios).

Cuando el tipo de cambio de equilibrio de largo plazo se eleva en relación al tipo de cambio observado, los exportadores tienen mayores dificultades para colocar su producción en el exterior y a los consumidores se les encarecen los bienes nacionales en relación a los extranjeros. Esto produce que la demanda agregada de bienes locales disminuya y se produzca desempleo en el país. Los partidarios de una devaluación afirman que una devaluación ayudará al país a recuperar su competitividad internacional y así a la economía a salir de la recesión, eliminar el déficit comercial y disminuir el desempleo. Los que están en contra de una devaluación afirman que una devaluación está en contra del mismo sistema de tipo de cambio fijo, que los agentes económicos esperarán que una nueva devaluación en el futuro y esto presionara para que en el futuro se produzcan nuevas devaluaciones que son perjudiciales para el funcionamiento del sistema de precios. Esto se produciría porque el gobierno que devaluó se gana la fama de ser propenso a una devaluación. Además, afirman que incluso sin una devaluación (nominal), la economía se ajusta automáticamente a través de un ajuste en los precios y no en el tipo de cambio nominal.

La devaluación del peso repercute inmediatamente en el nivel general de precios debido, primero, al aumento simultáneo de los precios en pesos de las exportaciones y, segundo, por el aumento de los costos de las industrias que utilizan insumos importados. El aumento de los precios internos de la producción agropecuaria y de las industrias que utilizan insumos importados provoca una caída de los salarios reales debido al incremento de los precios de los artículos de consumo (de origen agropecuario e industrial) adquiridos por los trabajadores. Tanto como en el pasado, el sector agropecuario exportador esta interesado en la devaluación de la moneda nacional por los beneficios que ella le proporciona en términos de absorción de ingreso de los otros sectores de la economía nacional.

Una devaluación no significa que los exportadores vendan más en cuanto a ka cantidad de unidades exportadas, sino lo que les aumenta es el precio con el cual liquidan las exportaciones en sus operaciones de comercio exterior cuando tiene que declarar los ingresos al Banco Central.

Las consecuencias de la devaluación en cuanto a sus desventajas e inconvenientes que produce es que por un lado la moneda al tener menor valor hace más costosas las importaciones (hace falta una mayor cantidad de la divisa nacional para comprar divisa extranjera y por lo tanto importar bienes y servicios). Además una devaluación hace disminuir la confianza en la moneda nacional y en la economía en general. Una devaluación también provoca inflación, aunque esto puede ser considerado una ventaja o desventaja, dependiendo del porcentaje de la misma. Igualmente toda devaluación al ser una disminución de la moneda nacional significan que se deprecian simultáneamente todos los ingresos de los trabajadores  en la divisa dada independientemente a quienes pertenezcan. Y como una parte enorme de la circulación está representada por obligaciones del Banco Central, una devaluación, es el reconocimiento de que el Banco Central no puede rescatar esas obligaciones al valor anterior. Por lo tanto, devaluar implica reconocer la quiebra parcial que permite a los organismos financieros aliviar sus situación a costa de otros. Es decir, que los que pierden siempre son los asalariados de ingresos fijos, mientras que los que venden en divisa extranjera no solo no sufren los efectos sino que se benefician como por arte de magiam al tener un nuevo aliciente para seguir exportando.

En cuanto a las ventajas de la devaluación podemos decir que una moneda de menor valor beneficia a las exportaciones, ya que con la misma cantidad de moneda extranjera pueden comprarse más divisas nacionales (y por lo tanto más bienes y servicios) por lo tanto las exportaciones aumentan, algo muy bueno para cualquier economía. Todo esto siempre y cuando la devaluación no genere una inflación importante en el país.

Podemos mostrar en tres cuestiones los efectos devastadores de la devaluación. En primer lugar, para el pago de los intereses de la deuda pública, la parte que está expresada en dólares, implica la necesidad de buscar más pesos para juntar los dólares necesarios para afrontar los vencimientos. En segundo lugar, en la importación de combustibles donde la gestión catastrófica de Repsol de convertir a YPF en una empresa exportadora de petróleo y gas ha provocada una drástica disminución de las reservas del crudo y dada la falta de inversión en exploración de nuevos yacimientos, ha provocado un déficit de combustible que ha obligado al país a importarlo por unos 13.000 millones de dólares. De ahí que una devaluación implica más pesos para comprar dólares ya que el precio internacional del crudo está fijado en divisa extranjera. En tercer lugar, los efectos de la devaluación sobre la inflación afecta los de los bienes y servicios es directamente proporcional al porcentual de devaluación, con lo cual, aumentan todos los precios de todo lo que se produce en el país.

Analicemos más en detalle este aspecto. El sentido de la inflación consiste en que representa una ventaja para las mercaderías que se destinan a la exportación porque disminuye los costos de mano de obra, redice el salario real de los trabajadores a cuyas expensas gana la clase capitalista empresaria del país en cuestión. Esto significa que si los salarios nominales no se modifican, en caso de inflación, los trabajadores de las empresas exportadoras produciendo una misma cantidad de artículos, con lo que perciben en concepto de remuneraciones pueden adquirir una menor cantidad de bienes y servicios, proporcional al descenso que por efecto de la inflación, haya registrado la capacidad adquisitiva de la unidad monetaria dada. Lo que comprar de menos los trabajadores y la población en su conjunto en el mercado interno, es lo que las empresas pueden exportar. La inflación por lo tanto, actúa no sólo como estímulo para las exportaciones sino que las aviva gracias al tipo de cambio disminuido de la moneda, dirigiendo de ese modo, las mercaderías del mercado interno al externo. Si se diera el caso de que una empresa de una industria determinada tiene una producción que se vende una producción de 5.000 unidades a $20 en la proporción en el mercado interno como el externo. En el mercado interno venderá $100.000; mientras que en el externo vende también por $ 100.000 (5000xU$4x5 – donde U$S es el precio que cobra al exportar y $5 es el tipo de cambio del momento). Por lo tanto, le podrá resultar indistinto donde vender (incluso preferirá el interno por estar más cerca, ser un mercado más conocido). Pero ahora la situación se modifica porque debido a la inflación y a ciertos problemas en la cuenta corriente del balance de pagos, el gobierno procede a devaluar el tipo de cambio en un 30%. Por lo tanto, las ventas tanto en el mercado interno y externo será de $ 100.000. La diferencia surge cuando el exportador tenga que cambiar la moneda extranjera en el mercado nacional, por la acreditación en su cuenta corriente bancario por la cobranza percibida. El exportador va a recibir $ 130.000. Esos $30.000 que equivales a $6 por unidad, es el acicate o estímulo que llevan a las empresas a vender en el extranjero. Este aumento de las exportaciones se realizará costa de reducir sus ventas en el mercado interno. Este mecanismo de estimular las ventas al exterior disminuyendo la cotización de la moneda nacional, es lo que se llama dumping monetario.

Y aquí está el motivo, por el cual el gobierno impide exportar determinados productos, lo cual es un verdadero disparate por el supuesto temor de que se genere en el mercado interno un desabastecimiento (existe la ley de abastecimiento de 1974) y que las empresas exportadoras trasladen los precios externos al mercado doméstico. Pero esta política está perjudicando a las posiciones internacionales de nuestro país, que es una rica nación que produce alimentos para más de 400 millones de personas, de modo que no se entiende la persistencia en estas medidas.

El pueblo no tiene ninguna participación ni incidencia alguna en el comercio exterior, en el mercado cambiario, en la cotización del dólar, en la disminución de las reservas internacionales del Banco Central y tampoco entiende mucho de estas cosas. Solo se da cuenta de la gravedad del problema cuando va al supermercado y ve que con el mismo dinero compra menos productos, con lo cual su poder adquisitivo va cayendo día a día y no lobby ni referente ni cámara que se preocupe por recomponerlo. El salario de los trabajadores es el único bien que no se ajusta por las variaciones del tipo de cambio, sino que cuando éste aumenta, nuestros ingresos caen abruptamente.

Quizás habría pensar seriamente en restablecer la Juntas Reguladores como la de Carnes y de Granos que cumplieron un papel muy importante en el control del comercio exterior. Y también ya es hora de pensar en medidas económicas revolucionarias que afecten el poder del capitalismo en América Latina y construir una sociedad de nuevo tipo y sobre nuevas bases. El problema que para este gobierno esta cuestión de modificar el poder real no está a la orden del día ni es tarea prioritaria.