El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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sábado, 25 de junio de 2016

MANUEL BELGRANO: SEMBLANZA DE UN PENSADOR DEVENIDO EN GENERAL DE LOS EJÉRCITOS DE LA INDEPENDENCIA

Por Sergio Daniel Aronas – 26 de junio de 2016

Hablemos un poco más de Manuel Belgrano al cumplirse un nuevo aniversario de su solitario fallecimiento en la pobreza extrema con honorarios que el estado le debía por sus heroicos servicios a la causa por la que tanto luchó y murió ese fatídico 20 de junio de 1820 que la historia argentina llama el día de los tres gobernadores de la provincia de Buenos Aires, en medio de la Anarquía iniciada con la derrota de los ejércitos porteños en la batalla de Cepeda el 20 de febrero de ese año.

Es bueno trazar una breve semblanza de quien no sólo creó la bandera sino del abogado, periodista, filósofo, traductor y economista. Belgrano (1770-1820) devenido en general de los ejércitos de la independencia de la Provincias Unidas del Río de la Plata por la dialéctica del desarrollo de la revolución iniciada en Mayo de 1810. Ante la falta de militares profesionales, capaces de dirigir la defensa del proceso emancipador que se abría paso para sostener “el nuevo sistema de libertad e independencia”, la Primera Junta tuvo que forjar y formar como jefes militares a quienes estaban altamente consustanciados con su causa. De ahí que fuera enviado al Paraguay al frente de la Expedición Libertadora como Jefe del Ejército Auxiliador con la misión de liberar el territorio paraguayo del dominio español. Pero no fue bien recibida y la campaña terminó en un fracaso militar.
Manuel Belgrano fue un hombre muy respetado y muy querido tanto por los oficiales como por los soldados que formaron parte de sus ejércitos; dio todo por la Patria y el que mejor cumplió con las tareas que se le encomendaron: políticas, diplomáticas, militares, educativas. Fue uno de los principales ideólogos y una de las mentes más brillantes que dio la Revolución de 1810.
Como rasgos de su personalidad y carácter están su intrepidez, su valentía y su generosidad puesto a prueba en todo momento. Su intrepidez la demostró durante la guerra de la independencia cuando organiza el Éxodo Jujeño el 23 agosto de 1812, retirándose con la población y con todo lo que pudieran cargar con el fin de no dejarle nada al ejército español que amenazaba con destruir lo que quedaba de las fuerzas a su mando. Así ordena “a los hacendados, comerciantes y labradores que retiren sus ganados, sus géneros y sus cosechas para que nada quede al enemigo” (Bando del 29 de julio de 1812). De esa manera, aplicando el sistema de tierra arrasada, evitaba que el ejército invasor del Gral. Pío Tristán pudiera abastecerse, alimentarse, aprovisionarse y adueñarse de las riquezas de las provincias norteñas. Este retroceso estratégico hasta Tucumán le permite reorganizarse y prepararse para la batalla decisiva, pese a las permanentes órdenes del Primer Triunvirato de seguir retirándose hasta Córdoba y prohibiéndole enfrentarse a los españoles.
Su valentía se puso de manifiesto tanto en los días previos como en la misma batalla de Tucumán ya que con fuerzas inferiores pero apoyándose en los comandantes de las divisiones que integraron su ejército, logró una victoria trascendental porque salvó a las Provincias Unidas del Río de la Plata de ser reconquistadas por la monarquía borbónica. Gracias a esta victoria, logró detener el avance español, los hizo retroceder hasta Salta y recuperó territorios que parecían perdidos. Sin lugar a dudas, la batalla de Tucumán en nuestra lucha por la independencia, tuvo el mismo significado que la batalla de Valmy representó para la Revolución Francesa cuando una poderosa coalición de ejércitos al mando del Duque de Brunswick de Prusia, intentó derrocar el proceso que estalló el 14 de julio de 1789. Ambas batallas salvaron a sus respectivas revoluciones de ser liquidadas por la contrarrevolución en ciernes. La audacia que en esos años críticos proclamaba Dantón, parecería que hubiese retumbado en el espíritu de Belgrano, que en circunstancias tan difíciles y complicadas, le dieron la suficiente energía para salir adelante, enfrentar a ejércitos superiores en soldados y armamentos y lograr un triunfo heroico. En los Campos de las Carretas de la provincia de Tucumán quedó sepultado para siempre el intento más temible y más cercano de los ejércitos realistas de derrotar a la Revolución de Mayo. Esta es la importancia y así debe ser entendida esta batalla.
Belgrano mostró su increíble generosidad por la actitud que tuvo con el general Pío Tristán derrotado en la batalla de Salta el 20 de febrero de 1813, en el tipo de rendición que le propuso y que provocó críticas de todo tipo. Para Belgrano la forma de combatir no sólo había que hacerla con las armas en la mano sino con las ideas, es decir, “con la opinión, afianzándose siempre éstas en las virtudes morales, cristianas y religiosas, pues los enemigos nos la han hecho llamándonos herejes, y solo por este medio han atraído las gentes bárbaras a las armas, manifestándoles que atacábamos a la religión” (Carta a San Martín del 6 de abril de 1814). Quizás fue demasiado confiado con el enemigo cuyos ejércitos estaban comandados por avezados y experimentados oficiales que participaron en las guerras napoleónicas y que venían a la América insurgente a reprimir a sangre y fuego sus antiguas posesiones coloniales que estaban “infectadas de revolución francesa”.
Fue de los primeros en reivindicar el papel de la mujer en la sociedad, para que se eduque, pueda progresar, tener un oficio y no solo estar y vivir en la casa. Belgrano aborrecía del lujo, las comodidades, los altos salarios para el ejercicio de la función pública y por ende de la corrupción administrativa que esto engendraba y así lo hizo saber al gobierno cuando le entregó aquel famoso premio de $40.000 por su victoria en la batalla de Salta y los donó para la construcción de cuatro escuelas.
Le tocó estar en todo los ámbitos posibles de la vida política antes y durante la revolución en el período que va de 1808 a 1820, año en que muere. Ahí lo tenemos como periodista del Correo de Comercio y en el Telégrafo Mercantil, jefe del Regimiento de Patricio reprimió con dureza el “motín de las trenzas”; en los debates del Cabildo Abierto, como vocal de la Primera Junta de Gobierno, en los campos de batalla, en las misiones diplomáticas a Europa para que reconozcan a las nuevas naciones americanas, en los debates realizados en el Congreso de Tucumán con su propuesta de establecer la Monarquía Incásica, en sus escritos, artículos y memorias.

Precisamente de estas últimas, en las de economía como fiel intérprete y estudioso de las ideas fisiocráticas que venían de Francia, y que estaban destinadas a desplazar al pensamiento mercantilista, le sirvió de base no sólo para traducir al castellano a Francois Quesnay, sino para elaborar al frente de la Secretaría del Consulado de Buenos Aires, los planes de desarrollo que estas provincias necesitaban imperiosamente para romper las ataduras del colonialismo español en decadencia y que leídas detenida y atentamente muchas de ellas mantienen plena vigencia en pleno siglo XXI, porque era enemigo de las tierras improductivas, del latifundio y del contrabando. ¿Será por eso que en las facultades donde se estudia economía, actualmente intoxicadas con la doctrina dogmática neoliberal, no se estudien las ideas económicas de Belgrano? Lean sus memorias y podrán comprobarlo.