El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)
El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

domingo, 27 de mayo de 2018


KEYNES CONTRA LA REVOLUCIÓN RUSA

Por Sergio Daniel Aronas – 23 de Mayo de 2018

Al cumplirse un nuevo aniversario del nacimiento de Vladimir Ilich Lenin que, en casi todos los medios pasó totalmente inadvertido y completamente ignorado, nos vino la idea de tomar un escrito de John Maynard Keynes (1883-1946) porque sabíamos que había visitado la Rusia soviética interesado en conocer el nuevo experimento que estaban llevando a cabo Lenin sobre una forma de ejercer y desarrollar la política y la economía en condiciones y en un terreno totalmente desconocida en ese entonces tanto para los bolcheviques como para sus enemigos internos y externos..

Leyendo algunos de esos artículos de John Maynard Keynes, el más famoso y reputado economista británico burgués que fundó las bases de la teoría macroeconómica moderna con el fin de salvar al capitalismo que se batía en bancarrota debido a los golpes destructivos que sufrió durante la Gran Depresión, es necesario aclarar quién fue este hombre que en los últimos años, sus ideas reaparecen como la renovada panacea que nos sacará de la crisis y que hasta teóricos de izquierda lo levantan con inusitada e insólita fuerza para resolver los problemas económicos y sociales del mundo.

Keynes fue ante todo un economista burgués que defendió al capitalismo durante toda su vida y como él mismo lo dijo siempre estuvo del lado de la burguesía dominante y no ocultaba su repugnancia hacia el proletariado no solo el de su propio país sino de aquella nación que se atrevió a derrocar el eterno poder de los zares con cuya dinastía la casa Real británica estaba emparentada ya que el zar Nicolás II era nieto de la reina Victoria I y primo del rey Jorge V, también nieto de doña Victoria.

Y lo que debemos decir es que ya es hora de terminar con el falso argumento y la creencia general mal conceptualizada y que puede verificarse en los manuales de historia, es que el  mito que la política económica de Franklin D. Roosevelt del New Deal basada en las ideas keynesianas sacó a los Estados Unidos del pantano de la crisis de los años treinta del siglo pasado. La verdadera política que salvó al imperialismo estadounidense no fue la New Deal sino la Segunda Guerra Mundial, con la movilización de la maquinaria de guerra y el envío a los campos de batalla de Europa y Asia de miles de obreros desocupados que dieron su sangre no para salvarla del fascismo alemán y del militarismo japonés sino para que quebrada y fundida economía estadounidense retome el camino del crecimiento y la reactivación de sus fuerzas productivas. El mejor indicador que reflejó el potente impacto de la guerra en la economía de los Estados Unidos son las ganancias multimillonarias de sus empresas que en los años del conflicto bélico año tras año obtuvieron fabulosos beneficios y esto fue lo que dio origen años más tarde al llamado “Siglo de oro” de los años cincuenta y sesenta.

Volviendo a nuestro autor que estamos estudiando, veamos que decía Keynes sobre la revolución rusa en 1925 reproduciendo tres párrafos de su artículo “Breve sobre el cual vamos a reproducir sus siguientes opiniones así sacamos a la luz el verdadero contenido de su ideología anticomunista:

“Cómo puedo aceptar una doctrina que erige como su Biblia, por encima y más allá de la crítica, un libro de texto económico obsoleto, que sé es científicamente erróneo, sino sin interés o aplicación para el mundo moderno? ¿Cómo puedo adoptar un credo prefiriendo el tallo a la hoja, exalta al grosero proletariado por encima del burgués  y de la intelectualidad que, con los defectos que sean, posee la calidad de vida y siembra con seguridad la semilla de todo progreso humano? Incluso si necesitamos de una religión ¿cómo podemos encontrarlas en la túrbida basura de las librería rojas? Es difícil para un hijo educado, decente e inteligente de la Europa Occidental, encontrar aquí sus ideales, a menos  que hay sufrido antes algún extraño y horrible proceso de conversión que haya trastornado su escala de valores” (Breve panorama de Rusia, 1925. Ver Ensayos de persuasión, volumen II, página 262, Ediciones Folio, Barcelona, 1997)

Esta es su concepción sobre El Capital de Karl Marx que los soviéticos tomaron para construir su sistema de cuentas nacionales y para la medición de su producto bruto interno que le pusieron el mismo nombre que Marx: producto social global, dividiendo la estructuración de la nueva organización económica en medios de producción y medios de consumo. El tercer aporte que Keynes no vio fue la planificación centralizada de toda la economía del país conforme al programa elaborado por Lenin  primero para electrificar rusa en forma urgente y luego para aplicarlo como el sistema estatal de la gestión económica socialista.

Lenin impulsó con toda energía, precisamente en el Plan Nacional de Electrificación del País, dirigido por Comité Estatal de Electrificación para toda Rusia (GOELRO, por sus siglas en ruso). La puesta en marcha de este programa asombró al periodista estadounidense Herbert Wells que lo entrevistó a Lenin en el Kremlin en 1920. Así describió su semblanza de Lenin: “En cualquier espejo mágico que mire, no puedo ver la Rusia del futuro, pero este hombre de baja estatura que vive en el Kremlin posee ese don. Ve cómo en lugar de los ferrocarriles destruidos surgen otros electrificados; ve cómo nuevas carreteras cruzan el país, como se levantan, renovada y feliz, la comunista industrializada”. Este plan fabuloso que Keynes no vio, implicó la construcción de 1.500 empresas con la técnica más moderna y la puesta en marcha de la central hidroeléctrica sobre el río Dnieper que fue la obra más grande del mundo de ese tipo en aquellos años, sobre un total que variaba en 10 y 15 construcciones de centrales
 .  
El hecho decisivo que tuvo lugar en el otoño ruso de 1925 fue el XIV Congreso del Partido Comunista que debatió el problema de la industrialización y este fue el nombre que recibió este encuentro: el Congreso de la Industrialización que tanto necesitaba el poder soviético para consolidarse y crear la base material y técnica de la nueva sociedad con el fin de superar el desempleo, multiplicar los vastos recursos naturales rusos, dar nueva vida a los trabajadores y con todo ello fabricar el armamento necesario para defender a la revolución de las amenazas de invasiones militares imperialistas.

Pobre Keynes porque en todo su artículo muestra el temor de la clase política aristocrática británica y por ende de todos los países capitalistas, por la influencia de la naciente y triunfante Revolución de Octubre que estaba saliendo de los desastres causas por la guerra civil y la intervención militar de las potencias imperialistas. Advierte los peligros que puede suceder en su país si la clase obrera inglesa se radicaliza para avanzar por el camino de la revolución siguiendo el modelo soviético. Y no solo para Gran Bretaña sino para todos los países, en el sentido de que la burguesía vea peligrar seriamente su poder político y económico.

Keynes manifiesta su creencia de la imposibilidad de un desarrollo económico fuera del capitalismo por parte de los revolucionarios rusos. Por eso su agresivo comentario acerca de las nuevas medidas que el estado soviético estaba tomando para mejorar la calidad de vida de toda la población obrera y campesina.

Además se ve con claridad que nunca leyó El Capital para que pueda dar una afirmación tan categórica acerca de que es un “texto económico obsoleto” y agregando una sabiduría poco creíble según la cual el libro de Marx es “científicamente errónea”.

El entonces economista estrella del sistema capitalista mundial no comprendía que el principal aporte a la teoría económica que estaban poniendo los soviéticos era la planificación como un serio intento de regular la producción, los precios y el consumo de los habitantes y junto a ello evitar las crisis crónicas que afectaban a la economía en su conjunto. Keynes no advertía que el despilfarro de la economía capitalista que tanto defendía iba a estallar por los aires en octubre de 1929, cuatro años después de su visita a la Unión Soviética, un país que gracias a su nuevo sistema de alto valor científico no se vio sacudido por la depresión capitalista.

La planificación estatal en una economía capitalista era imposible de aplicar porque ahí rige la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción; impera la ley de la ganancia como motor del funcionamiento del capitalismo y que al mismo tiempo encierra y esconde las causa del desencadenamiento de nuevas crisis cuyos efectos golpean en las amplias masas trabajadoras. Eso era lo de Keynes no podía ver, ni concebir ni admitir, ya que en lugar de estudiar los planes que el gobierno estaba discutiendo, en todo su artículo se refiere al comunismo ruso “como una religión”, como un dogma de los que figuran en la Biblia. En realidad muestra su odio de clase hacia el poder soviético poniéndose del lado que lo ubica desde las posiciones de abanderado de la burguesía lanzando dardos contra la naciente República Soviética que salía de la terrible guerra civil que le impusieron las potencias imperialistas, una invasión que además de estar motivada por el hecho de derribar al régimen criminal del zarismo, significaba para los países europeos y para los Estads Unidos la pérdida de importantes negocios vinculados con los préstamos que le habían concedido a los Romanov. La declaración irreversible del repudio de la deuda imperial rusa fue la causa principal de la agresión armada contra la Revolución bolchevique.

En otra parte de su escrito sobre la Rusia Soviética, Keynes afirma que el comunismo ruso no puede aportar nada a la economía mundial tanto a nivel teórico como a nivel de contribuir a la solución de los problemas económicos. Así escribía Keynes sobre este asunto:

“Por el lado de la económico no puedo percibir que el comunismo ruso haya hecho ninguna contribución a nuestra problemática económica, que sea de interés intelectual o tenga valor científico. No pienso que contenga, o puede contener, ningún interés de técnica económica útil que pudiéramos aplicar, si lo eligiéramos, con igual o mayor éxito en una sociedad que conservase todos los signos, no diré del capitalismo individualista del siglo XIX pero sí de los ideales burgueses británicos. Por otra parte, lo tenemos todo que perder por los métodos de cambío violento. En las condiciones industriales occidentales, las tácticas de la revolución roja precipitarían a toda la población en un foso de pobreza y muerte”. (Breve panorama de Rusia escrito en 1925. Ver Ensayos de persuasión, Volumen II, página 270, Ediciones Folio, Barcelona).

Keynes no podía concebir que la Rusia soviética encabezada por Vladimir Lenin pusiera en marcha una nueva y verdadera economía política: la economía política del socialismo basada en la abolición de la propiedad privada de los medios e instrumentos de producción que pasaban a manos del Estado en forma centralizada tanto las fábrica como las tierras, los puertos, los caminos, los transportes y el sistema bancario y financiero, al cual la revolución le dio un golpe demoledor con la confiscación de todos los bienes de la dinastía zarista. Lenin sabía muy bien que el problema fundamental a resolver estaba en el terrero económico y que la construcción de una nueva sociedad no había sido encarado por ninguna experiencia anterior y el documento que prueba todo este debate dentro del partido bolchevique fue el trabajo de Lenin “Las tareas inmediatas del poder soviético” donde planteaba llevar a cabo la aplicación de una contabilidad para todo el país y un control riguroso de la producción y de la distribución de los productos con el fin de aumentar la productividad del trabajo que para Lenin era el factor decisivo en la instauración del nuevo poder obrero y campesino y de esa forma logar la socialización de la producción en la práctica concreta.

Los debates dentro del partido fueron intensos, durísimos, llenos de polémicas y discusiones de alto vuelo porque estaba en juego la construcción de la nueva sociedad. Keynes se alarma porque el ejemplo de la Revolución Rusa se expanda por su muy burguesa sociedad británica y teman perder todas sus posesiones. De ahí el infundio de que si ello llegara a ocurrir, su muy querida sociedad capitalista entraría en un inevitable estado de “pobreza y muerte”. Esto solo podría darse por la resistencia de las clases dominantes al nuevo poder revolucionario. De modo que Keynes con su advertencia del “peligro rojo” asume su incondicional defensa del capitalismo y lo eleva como política de estado.
 La planificación de la economía nacional soviética fue el aporte más importante, singular y extraordinario que aportó la economía política del socialismo en el siglo XX aun con sus defectos, problemas y dificultades.
La puesta en marcha del método de los planes quinquenales para la programación y ejecución del desarrollo de la economía soviética fue el segundo elemento distintivo de la gestión planificada  de la economía socialista soviética y que muchos países capitalistas como la Argentina durante la presidencia de Juan Domingo Perón, tomaron como ejemplo a seguir para el beneficio de sus países.
Keynes no pudo evitar su furia contra los soviéticos porque con el paso de los años, la URSS superó en todos los órdenes a Gran Bretaña como potencia industrial. Quizás muchos puedan decir que en realidad triunfó Keynes desde una perspectiva futurista porque la URSS ya no existe más y sí el Reino Unido. Aun admitiendo que tengan a razón porque es evidente que la URSS como estado ya no está en el mapa, en vida Keynes debió morder su ira por el hecho de que mientras el capitalismo se derrumbaba con la crisis económica de 1929-1933, la Unión Soviética con su economía planificada por el estado no tuvo ninguna secuela ni daño alguna durante la Gran Depresión y continuó desarrollando su economía a pasos agigantados. Viendo el envidiable éxito soviético, es posible que a Keynes se le haya prendido la lamparita al ver al nuevo estado de la URSS como actuaba en la dirección de la economía del país que se le ocurrió analizar este modo de participación estatal para aplicarlo al capitalismo y sacarlo del fango de la crisis.

Para los que deseen conocer material sobre el origen de los órganos de la dirección y de la gestión planificada soviética pueden consultar los siguientes libros:

R. Bielousov. Gestión planificada de la economía socialista: su experiencia histórica. Editorial Progreso, Moscú, 1984.

V- Drobizhev. Cómo surgieron los órganos de gestión de la economía nacional. Editorial Fundamentos, Buenos Aires, 1983.