KEYNES CONTRA LA
REVOLUCIÓN RUSA
Por Sergio Daniel Aronas
– 23 de Mayo de 2018
Al cumplirse un nuevo aniversario del nacimiento de Vladimir Ilich Lenin
que, en casi todos los medios pasó totalmente inadvertido y completamente
ignorado, nos vino la idea de tomar un escrito de John Maynard Keynes
(1883-1946) porque sabíamos que había visitado la Rusia soviética interesado en
conocer el nuevo experimento que estaban llevando a cabo Lenin sobre una forma
de ejercer y desarrollar la política y la economía en condiciones y en un
terreno totalmente desconocida en ese entonces tanto para los bolcheviques como
para sus enemigos internos y externos..
Leyendo algunos de esos artículos de John Maynard Keynes, el más famoso y
reputado economista británico burgués que fundó las bases de la teoría
macroeconómica moderna con el fin de salvar al capitalismo que se batía en
bancarrota debido a los golpes destructivos que sufrió durante la Gran
Depresión, es necesario aclarar quién fue este hombre que en los últimos años,
sus ideas reaparecen como la renovada panacea que nos sacará de la crisis y que
hasta teóricos de izquierda lo levantan con inusitada e insólita fuerza para
resolver los problemas económicos y sociales del mundo.
Keynes fue ante todo un economista burgués que defendió al capitalismo
durante toda su vida y como él mismo lo dijo siempre estuvo del lado de la
burguesía dominante y no ocultaba su repugnancia hacia el proletariado no solo
el de su propio país sino de aquella nación que se atrevió a derrocar el eterno
poder de los zares con cuya dinastía la casa Real británica estaba emparentada
ya que el zar Nicolás II era nieto de la reina Victoria I y primo del rey Jorge
V, también nieto de doña Victoria.
Y lo que debemos decir es que ya es hora de terminar con el falso argumento
y la creencia general mal conceptualizada y que puede verificarse en los
manuales de historia, es que el mito que
la política económica de Franklin D. Roosevelt del New Deal basada en las ideas
keynesianas sacó a los Estados Unidos del pantano de la crisis de los años
treinta del siglo pasado. La verdadera política que salvó al imperialismo
estadounidense no fue la New Deal sino la Segunda Guerra Mundial, con la
movilización de la maquinaria de guerra y el envío a los campos de batalla de
Europa y Asia de miles de obreros desocupados que dieron su sangre no para
salvarla del fascismo alemán y del militarismo japonés sino para que quebrada y
fundida economía estadounidense retome el camino del crecimiento y la
reactivación de sus fuerzas productivas. El mejor indicador que reflejó el
potente impacto de la guerra en la economía de los Estados Unidos son las
ganancias multimillonarias de sus empresas que en los años del conflicto bélico
año tras año obtuvieron fabulosos beneficios y esto fue lo que dio origen años
más tarde al llamado “Siglo de oro” de los años cincuenta y sesenta.
Volviendo a nuestro autor que estamos estudiando, veamos que decía Keynes
sobre la revolución rusa en 1925 reproduciendo tres párrafos de su artículo
“Breve sobre el cual vamos a reproducir sus siguientes opiniones así sacamos a
la luz el verdadero contenido de su ideología anticomunista:
“Cómo puedo aceptar una doctrina que erige como su Biblia, por encima y más
allá de la crítica, un libro de texto económico obsoleto, que sé es
científicamente erróneo, sino sin interés o aplicación para el mundo moderno?
¿Cómo puedo adoptar un credo prefiriendo el tallo a la hoja, exalta al grosero
proletariado por encima del burgués y de
la intelectualidad que, con los defectos que sean, posee la calidad de vida y
siembra con seguridad la semilla de todo progreso humano? Incluso si
necesitamos de una religión ¿cómo podemos encontrarlas en la túrbida basura de
las librería rojas? Es difícil para un hijo educado, decente e inteligente de
la Europa Occidental, encontrar aquí sus ideales, a menos que hay sufrido antes algún extraño y
horrible proceso de conversión que haya trastornado su escala de valores”
(Breve panorama de Rusia, 1925. Ver Ensayos de persuasión, volumen II, página
262, Ediciones Folio, Barcelona, 1997)
Esta es su concepción sobre El Capital de Karl Marx que los soviéticos
tomaron para construir su sistema de cuentas nacionales y para la medición de
su producto bruto interno que le pusieron el mismo nombre que Marx: producto social
global, dividiendo la estructuración de la nueva organización económica en
medios de producción y medios de consumo. El tercer aporte que Keynes no vio
fue la planificación centralizada de toda la economía del país conforme al
programa elaborado por Lenin primero
para electrificar rusa en forma urgente y luego para aplicarlo como el sistema
estatal de la gestión económica socialista.
Lenin impulsó con toda energía, precisamente en el Plan Nacional de
Electrificación del País, dirigido por Comité Estatal de Electrificación para
toda Rusia (GOELRO, por sus siglas en ruso). La puesta en marcha de este
programa asombró al periodista estadounidense Herbert Wells que lo entrevistó a
Lenin en el Kremlin en 1920. Así describió su semblanza de Lenin: “En cualquier
espejo mágico que mire, no puedo ver la Rusia del futuro, pero este hombre de
baja estatura que vive en el Kremlin posee ese don. Ve cómo en lugar de los
ferrocarriles destruidos surgen otros electrificados; ve cómo nuevas carreteras
cruzan el país, como se levantan, renovada y feliz, la comunista
industrializada”. Este plan fabuloso que Keynes no vio, implicó la construcción
de 1.500 empresas con la técnica más moderna y la puesta en marcha de la
central hidroeléctrica sobre el río Dnieper que fue la obra más grande del
mundo de ese tipo en aquellos años, sobre un total que variaba en 10 y 15
construcciones de centrales
.
El hecho decisivo que tuvo lugar en el otoño ruso de 1925 fue el XIV
Congreso del Partido Comunista que debatió el problema de la industrialización
y este fue el nombre que recibió este encuentro: el Congreso de la
Industrialización que tanto necesitaba el poder soviético para consolidarse y
crear la base material y técnica de la nueva sociedad con el fin de superar el
desempleo, multiplicar los vastos recursos naturales rusos, dar nueva vida a
los trabajadores y con todo ello fabricar el armamento necesario para defender
a la revolución de las amenazas de invasiones militares imperialistas.
Pobre Keynes porque en todo su artículo muestra el temor de la clase
política aristocrática británica y por ende de todos los países capitalistas,
por la influencia de la naciente y triunfante Revolución de Octubre que estaba
saliendo de los desastres causas por la guerra civil y la intervención militar
de las potencias imperialistas. Advierte los peligros que puede suceder en su
país si la clase obrera inglesa se radicaliza para avanzar por el camino de la
revolución siguiendo el modelo soviético. Y no solo para Gran Bretaña sino para
todos los países, en el sentido de que la burguesía vea peligrar seriamente su
poder político y económico.
Keynes manifiesta su creencia de la imposibilidad de un desarrollo
económico fuera del capitalismo por parte de los revolucionarios rusos. Por eso
su agresivo comentario acerca de las nuevas medidas que el estado soviético
estaba tomando para mejorar la calidad de vida de toda la población obrera y
campesina.
Además se ve con claridad que nunca leyó El Capital para que pueda dar una
afirmación tan categórica acerca de que es un “texto económico obsoleto” y
agregando una sabiduría poco creíble según la cual el libro de Marx es
“científicamente errónea”.
El entonces economista estrella del sistema capitalista mundial no
comprendía que el principal aporte a la teoría económica que estaban poniendo
los soviéticos era la planificación como un serio intento de regular la
producción, los precios y el consumo de los habitantes y junto a ello evitar
las crisis crónicas que afectaban a la economía en su conjunto. Keynes no
advertía que el despilfarro de la economía capitalista que tanto defendía iba a
estallar por los aires en octubre de 1929, cuatro años después de su visita a
la Unión Soviética, un país que gracias a su nuevo sistema de alto valor
científico no se vio sacudido por la depresión capitalista.
La planificación estatal en una economía capitalista era imposible de
aplicar porque ahí rige la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de
producción; impera la ley de la ganancia como motor del funcionamiento del
capitalismo y que al mismo tiempo encierra y esconde las causa del
desencadenamiento de nuevas crisis cuyos efectos golpean en las amplias masas
trabajadoras. Eso era lo de Keynes no podía ver, ni concebir ni admitir, ya que
en lugar de estudiar los planes que el gobierno estaba discutiendo, en todo su
artículo se refiere al comunismo ruso “como una religión”, como un dogma de los
que figuran en la Biblia. En realidad muestra su odio de clase hacia el poder
soviético poniéndose del lado que lo ubica desde las posiciones de abanderado
de la burguesía lanzando dardos contra la naciente República Soviética que
salía de la terrible guerra civil que le impusieron las potencias imperialistas,
una invasión que además de estar motivada por el hecho de derribar al régimen
criminal del zarismo, significaba para los países europeos y para los Estads
Unidos la pérdida de importantes negocios vinculados con los préstamos que le
habían concedido a los Romanov. La declaración irreversible del repudio de la
deuda imperial rusa fue la causa principal de la agresión armada contra la
Revolución bolchevique.
En otra parte de su escrito sobre la Rusia Soviética, Keynes afirma que el
comunismo ruso no puede aportar nada a la economía mundial tanto a nivel
teórico como a nivel de contribuir a la solución de los problemas económicos.
Así escribía Keynes sobre este asunto:
“Por el lado de la económico no puedo percibir que el comunismo ruso haya
hecho ninguna contribución a nuestra problemática económica, que sea de interés
intelectual o tenga valor científico. No pienso que contenga, o puede contener,
ningún interés de técnica económica útil que pudiéramos aplicar, si lo
eligiéramos, con igual o mayor éxito en una sociedad que conservase todos los
signos, no diré del capitalismo individualista del siglo XIX pero sí de los
ideales burgueses británicos. Por otra parte, lo tenemos todo que perder por
los métodos de cambío violento. En las condiciones industriales occidentales,
las tácticas de la revolución roja precipitarían a toda la población en un foso
de pobreza y muerte”. (Breve panorama de Rusia escrito en 1925. Ver Ensayos de
persuasión, Volumen II, página 270, Ediciones Folio, Barcelona).
Keynes no podía concebir que la Rusia soviética encabezada por Vladimir
Lenin pusiera en marcha una nueva y verdadera economía política: la economía
política del socialismo basada en la abolición de la propiedad privada de los
medios e instrumentos de producción que pasaban a manos del Estado en forma
centralizada tanto las fábrica como las tierras, los puertos, los caminos, los
transportes y el sistema bancario y financiero, al cual la revolución le dio un
golpe demoledor con la confiscación de todos los bienes de la dinastía zarista.
Lenin sabía muy bien que el problema fundamental a resolver estaba en el
terrero económico y que la construcción de una nueva sociedad no había sido
encarado por ninguna experiencia anterior y el documento que prueba todo este
debate dentro del partido bolchevique fue el trabajo de Lenin “Las tareas
inmediatas del poder soviético” donde planteaba llevar a cabo la aplicación de
una contabilidad para todo el país y un control riguroso de la producción y de
la distribución de los productos con el fin de aumentar la productividad del
trabajo que para Lenin era el factor decisivo en la instauración del nuevo
poder obrero y campesino y de esa forma logar la socialización de la producción
en la práctica concreta.
Los debates dentro del partido fueron intensos, durísimos, llenos de
polémicas y discusiones de alto vuelo porque estaba en juego la construcción de
la nueva sociedad. Keynes se alarma porque el ejemplo de la Revolución Rusa se
expanda por su muy burguesa sociedad británica y teman perder todas sus
posesiones. De ahí el infundio de que si ello llegara a ocurrir, su muy querida
sociedad capitalista entraría en un inevitable estado de “pobreza y muerte”.
Esto solo podría darse por la resistencia de las clases dominantes al nuevo
poder revolucionario. De modo que Keynes con su advertencia del “peligro rojo”
asume su incondicional defensa del capitalismo y lo eleva como política de
estado.
La planificación de la economía
nacional soviética fue el aporte más importante, singular y extraordinario que
aportó la economía política del socialismo en el siglo XX aun con sus defectos,
problemas y dificultades.
La puesta en marcha del método de los planes quinquenales para la
programación y ejecución del desarrollo de la economía soviética fue el segundo
elemento distintivo de la gestión planificada
de la economía socialista soviética y que muchos países capitalistas
como la Argentina durante la presidencia de Juan Domingo Perón, tomaron como
ejemplo a seguir para el beneficio de sus países.
Keynes no pudo evitar su furia contra los soviéticos porque con el paso de
los años, la URSS superó en todos los órdenes a Gran Bretaña como potencia
industrial. Quizás muchos puedan decir que en realidad triunfó Keynes desde una
perspectiva futurista porque la URSS ya no existe más y sí el Reino Unido. Aun
admitiendo que tengan a razón porque es evidente que la URSS como estado ya no
está en el mapa, en vida Keynes debió morder su ira por el hecho de que
mientras el capitalismo se derrumbaba con la crisis económica de 1929-1933, la
Unión Soviética con su economía planificada por el estado no tuvo ninguna
secuela ni daño alguna durante la Gran Depresión y continuó desarrollando su
economía a pasos agigantados. Viendo el envidiable éxito soviético, es posible
que a Keynes se le haya prendido la lamparita al ver al nuevo estado de la URSS
como actuaba en la dirección de la economía del país que se le ocurrió analizar
este modo de participación estatal para aplicarlo al capitalismo y sacarlo del
fango de la crisis.
Para los que deseen conocer material sobre el origen de los órganos de la
dirección y de la gestión planificada soviética pueden consultar los siguientes
libros:
R. Bielousov. Gestión planificada de la economía socialista: su experiencia
histórica. Editorial Progreso, Moscú, 1984.
V- Drobizhev. Cómo surgieron los órganos de gestión de la economía nacional.
Editorial Fundamentos, Buenos Aires, 1983.