EL DEBATE SOBRE LA DEVALUACIÓN Y LA INFLACIÓN EN LA
ARGENTINA
Por Sergio Daniel Aronas - 08 de febrero de 2014
La devaluación del
peso argentino que el gobierno tuvo que reconocer como un hecho irreversible,
aun cuando durante muchos años prometieron que jamás iban devaluar para no
seguir el juego de los grupos exportadores tanto del agro como de la industria,
ha desatado la paranoia y las furias alocadas de todos los sectores, tanto del
gobierno con sus voceros pretenden defender lo indefendible de tomar esta
medida, como así también de los opositores que están más perdidos y más
desorientados que las autoridades que nos gobiernan porque se trata de
expresiones del mismo sector social que siempre ha gobernando la Argentina y
que han provocado devaluaciones, inflaciones e hiperinflaciones con resultados
devastadores para el pueblo en su conjunto.
A nosotros nos interesa
el análisis de los estudiosos de la izquierda, sobre todo del marxismo, que los
hay y muy buenos por cierto. Pero en esta cuestión de la devaluación y la
inflación, también la polémica es dura y muy fuerte entre los diversos
compañeros que se ponen a analizar que está pasando en la economía argentina.
Los debates son de una envergadura que nunca se ponen de acuerdo en sus
opiniones, lo cual es una constante eterna en la izquierda argentina, porque si
los economistas burgueses que defienden el capitalismo existe para cada uno de
ellos una teoría sobre la inflación, entre los marxistas hay una inflación en
las maneras de abordar los problemas políticos, económicos y sociales y la
verdad que es bastante revulsivo que esto siga ocurriendo por que cuando alguien
escribe un artículo, viene el hachazo de otro que no sé si utilizaría el mismo
rigor y la misma virulencia para criticar al capitalismo generador de todos
estos males como lo hace con quienes están del mismo arco ideológico.
Para la Argentina
inflación y devaluación tienen un mismo origen y causa que es el poder del
estado que con sus métodos de dirección de la política económica apuntar a
preservar la supervivencia del capitalismo en todas sus facetas. Y a ello se
les une el otro poder, el de las grandes empresas oligopólicas, duopólicas y/o
monopólicas que actúan de una manera capitalista en toda su historia: vender
precios altos y comprar a precios bajos.
Durante muchos años
la inflación en la Argentina fue el problema económico número 1 debido a la
enorme fuerza sus efectos destructivos porque arruina los ingresos de los
trabajadores y de la población con ingresos fijos; crea dificultades en la
política económica del Estado en cuanto al manejo de las finanzas públicas que
los empuja a aumentar los impuestos y esa nueva presión fiscal anuncia nuevos
problemas en el sentido si tanto las empresas como los particulares eestán en
condiciones de soportarlo; profundiza las desproporciones de la economía en
cuanto a la lucha distributiva entre las clases que integran la sociedad; en
las empresas el aumento de los costos de producción son trasladados a los
precios de las mercaderías que venden, con lo cual la inflación se multiplica y
ante productos más caros y salarios con menor capacidad de compra, las empresas
venden menos y la crisis se agudiza con despidos de personal, aumento del
desempleo y lo más complicado es que puede llevar al cierre definitivo de las compañías.
Pero también la inflación puede en determinadas condiciones que para evitar la
ruina de las empresas, ésas sean absorbidas por otras más poderosas lo que
lleva a un aumento de la concentración y centralización del capital,
entendiéndose por concentración al
proceso por el cual aumenta en tamaño los capitales de las empresas y
que puede observarse la modificación de los medios de producción; mientras que
por centralización entendemos el proceso por el cual se modifica la composición
de la estructura del capital de las empresas que ya existen y que puede darse a
través de la absorción, fusión. La concentración implica el cambio en la
propiedad de las empresas y la centralización apunta a la modificación de la
composición del capital con que se forman las empresas.
La inflación no debe
ser visto y analizado únicamente como fenómeno económico, sino que sus causas
hay que buscarlas en las profundidades del capitalismo y es éste el que lo
engendra, le da forma y contenido y cuando aparece devora a todo lo que hay a
su alrededor. La inflación es el síntoma de una economía enferma y que el
gobierno de Cristina intenta disimular, ocultar o tapar mediante la acrobacia
estadística y con el malabarismo de medidas mágicas que puedan frenar sus
consecuencias. Es por ello, que el aumento del costo de vida se convierta en
uno de los temas candentes y más acuciantes que afecta a nuestro país. La
salida que plantean los gobiernos que defienden los intereses capitalistas se
basan en el ajuste estructural tal como lo conocimos en varias décadas del
siglo pasado. Y eso implicó un desastre generalizado para toda la economía. Por
esa razón, además de conocer las causas y consecuencias y cómo resolver este
problema, es que presento una serie de trabajos sobre el tema planteado para
que podamos entre todos a encontrar una salida que garantice los intereses del
pueblo y el porvenir de la Patria y esto debe ser dicho así porque nuestra
historia reciente de hiperinflación y la debacle de diciembre de 2001 está
latente y no podemos repetir esa historia nefasta. En este sentido, no podemos
dejarnos llevar por los cantos de sirena de los “artistas económicos de la
tormenta”.
La culpa de la
actual inflación la tiene el propio gobierno cuando empezó con su doctrina de
la “sintonía fina” lanzada contra los sindicatos que cada año en las paritarias
reclaman los aumentos de salarios en función del aumento del índice de precios
al consumidor. Pero como el gobierno vive en la luna de Valencia y tiene un IPC
completamente desvirtuado, ahora tuvo que reconocer el peligro de la inflación.
Es la política del gobierno, la que decidió el cepo cambiario por la cantidad
de compromisos de deuda pública que tiene y si se queja de tener que pagar
tanto al extranjero, hubiera convocado al pueblo en todas las provincias del
país y a los presidentes de los países latinoamericanos y declarar solemnemente
el repudio de todas las deudas y todos los acuerdos firmados con el FMI, el
Banco Mundial, el CIADI, el Club de París, el BID porque estos organismos saben
muy bien que todo lo que se vino firmando desde el golpe de 1976 es
completamente ilegal, ilegítimo y nulo de nulidad absoluta. Por eso la
desesperación de Henry Kissinger cuando en 1984 voló raudamente a nuestro país
para presionar al gobierno de Alfonsín que suspenda los debates parlamentarios
de la deuda externa. El imperialismo tendría que aceptar que una determinación
de ese tipo no afecta para nada sus intereses ya que la transferencia de
millones de dólares por el concepto de los servicios de la deuda superar varias
veces el stock de deuda externa acumulada. La suspensión decretada en 2001 fue
una medida que lamentablemente no fue acompañada por otros países y ni la
Argentina avanzó en las medidas antiimperialistas para terminar definitivamente
con el sistema de la deuda externa.
Esta devaluación al
gobierno le viene como anillo al dedo porque satisface los apetitos hegemónicos
de los grupos exportadores y de esa forma ajusta violentamente contra los
trabajadores del país por más que invente que esta medida no va contra los
salarios. La presencia de los dirigentes sindicales reunidos con el gobierno
aceptando mansamente esta política es una claudicación y una traición que
recuerda al comportamiento de estos jerarcas en los años noventa del gobierno
menemista.
Lo único que le
falta al gobierno es anunciar que “henos realizado una devaluación productiva y
que sus efectos perniciosos sobre los salarios no son tales porque ahora existe
el salariazo inflacionario”.
1) DEVALUACIÓN: ESTA VEZ, TAMPOCO ES DISTINTO
Por Rolando Astarita-29-01-2014
Fuente:
http://rolandoastarita.wordpress.com/2014/01/29/devaluacion-esta-vez-tampoco-es-distinto/
Las recientes
devaluaciones de las monedas de Venezuela y Argentina han sido presentadas por
estos gobiernos, y por la izquierda chavista o kirchnerista, como partes de
políticas progresistas e inclusivas, y hasta (en el caso chavista) socialistas.
En particular, han enfatizado que no se trata de un “ajuste” sobre los
bolsillos de los trabajadores, que esta vez “es distinto”. Aunque, por otro
lado, sostienen que la culpa de la depreciación de las monedas la tienen “los
especuladores” y “los grandes grupos concentrados”. Es claro que si unimos
ambas afirmaciones, habría que llegar a la bonita conclusión de que los
capitales y los especuladores sólo apuran medidas beneficiosas para los obreros
y el pueblo (y favorables al socialismo, en Venezuela).
Por supuesto, estos
dislates discursivos son el resultado de la función que naturalmente cumplen
estos personajes: ocultar, manipular y confundir a la opinión pública; aunque lo
disimulen con solemne palabrerío “nacional progresista”. Por eso, a algunos de
estos sujetos se les podría aplicar aquellas palabras de Marx: “Viejo roué
ladino, concibe la vida histórica de los pueblos y los grandes actos de
gobierno y de Estado como una comedia, en el sentido más vulgar de la palabra,
como una mascarada, en que los grandes disfraces y las frases y gestos no son
más que una careta para ocultar lo más mezquino y miserable”. Trasladado a la
actualidad argentina, se trata del lumpen burgués, o pequeño burgués, puesto a
funcionario “que se la cree”, y juega a la lotería de las finanzas y los tipos
de cambio. Después de todo, ¿para qué sirven los bonos de los jubilados, y los
dineros del erario público, si no es para “intervenir como revolucionarios” en
los mercados que hasta ayer mismo se jactaban de “dominar con la política”?
Lo que enseña la historia
Sin embargo, para
el pueblo no hay comedia, sino tragedia. La tragedia del empeoramiento de sus
niveles de vida, de la caída de los salarios, de los famosos “ajustes”. Es que
el verdadero contenido de la devaluación es provocar una redistribución
regresiva del ingreso de los asalariados, y de los sectores populares. Ahí está
la historia económica argentina para atestiguarlo; se trata de fenómenos
sistemáticos. Pero desde los medios K se intenta instalar la idea de que los
ajustes por vía devaluación e inflación solo habrían ocurrido a partir del
dominio del neoliberalismo, desde 1976, y estrictamente hasta 2003 (2001-2 está
“en discusión”).
La realidad es que
los planes de ajuste también se repitieron cíclicamente durante el período de
industrialización por sustitución de importaciones, la “era dorada” de la
burguesía “nacional y progresista”. Guillermo Vitelli, en Las lógicas de la
economía argentina, describe la mecánica del fenómeno, en el lapso 1950-73. La
primera etapa consistía en la aceleración de la inflación, a partir de la
respuesta de los gobiernos a presiones de los mercados. Esta presión se
expresaba, típicamente, por la renuencia de los exportadores a liquidar
divisas. En respuesta, los gobiernos promovían primero una devaluación, y
simultáneamente el aumento de las tarifas públicas; de esta manera procuraban
mejorar las ganancias de los exportadores, y los ingresos del fisco. Pero dado
que los precios de los bienes transables (de exportación e importación) siempre
están atados al dólar, los precios industriales, y en general el costo de vida,
aumentaban muy por encima de los salarios.
El resultado
entonces era que se producía una redistribución regresiva del ingreso. Y a
partir de esa nueva situación, los gobiernos buscaban congelar la nueva
relación precios / salarios, o dólar / salarios. Se planteaban así los llamados
“planes de estabilización”. Ilustramos todo esto con los datos que proporciona
Vitelli (en lo que sigue, tc: tipo de cambio; cv: costo de vida; sal: salario;
ind: precios industriales; agr: precios agropecuarios, en %):
Período 1949-1952:
tc: 227,8; cv: 212,1; sal: 155,4; ind: 212,5; agr: 205,7. Inicio del plan de estabilidad:
febrero de 1952.
Período agosto 1958-mayo 1959: tc: 133,3; cv:
106,2; sal: 59,2; ind: 110,0; agr: 237,7. Inicio del plan de estabilidad:
diciembre 1958.
Período febrero-junio 1967: tc: 24,1; cv:
17,0; sal: 14,5; ind: 14,4; agr: 34,6. Inicio del plan de estabilidad: marzo
1967.
Puede observarse
que los precios siempre subían aproximadamente a la par del tipo de cambio, en
tanto los salarios quedaban atrás con respecto al aumento de los precios
(aunque atenuado en 1967).
Sin embargo, el
congelamiento no duraba indefinidamente. Hubo salidas de la congelación a
partir de marzo-mayo de 1954, de marzo-junio de 1962 y de marzo-junio de 1970.
En todos los casos, los tramos iniciales de estas salidas coincidieron con la
recuperación del salario real. Escribe Vitelli: “luego de las congelaciones
iniciadas hacia 1952, 1959 y 1967, la flexibilización se correspondió con
aumentos salariales a tasas superiores al costo de vida y a los precios
mayoristas” (p. 20). A estas rupturas siguieron recomposiciones cambiarias a
tasas generalmente superiores a los salarios, lo que contribuía a sostener la
inflación (aunque sin derivar en hiperinflación). De todas maneras, los
salarios siempre recuperaban terreno, dando como resultado que los tramos
finales de las fases de estabilidad, hasta 1973, estuvieron caracterizados “por
un encarecimiento del salario respecto de los precios de los principales bienes
exportables en la Argentina” (p. 22). Por lo cual, en esas circunstancias,
comenzaba a generarse “un nuevo punto de inflexión”: el gobierno, con el
argumento de mejorar la situación de la cuenta corriente, promovía una
devaluación que superaba la tasa de inflación y de aumento salarial, mejorando
de nuevo la situación de los exportadores. De esta manera se volvía a acelerar
la inflación, los salarios quedaban atrás, y se iniciaba un nuevo plan de
estabilización, que procuraba congelar la nueva relación precios y salarios.
Desde los 1970
A partir de 1973,
el proceso se hace más caótico y convulso, debido a que se incorporan los
grandes movimientos de capitales, así como el agravamiento, desde 1980, de la
deuda externa. Las políticas de devaluación, o los períodos de apreciación de
la moneda, pasan ahora también a estar determinados por la cuenta de capitales.
Aunque las entradas y salidas de capitales, a su vez, también están
condicionadas por la situación de la cuenta corriente, como lo pusieron en
evidencia las crisis de México, en 1994-5, la asiática, de 1997, y Argentina en
2001. La relevancia que adquieren los movimientos de capitales indujo, a su
vez, a políticas de altas tasas de interés para estabilizar el tipo de cambio;
lo que da lugar a jugosos negocios de los capitales financieros y
especulativos.
En cualquier caso,
los períodos de mayor inflación en Argentina, a partir de los 1980, de nuevo
fueron desencadenados por fuertes devaluaciones, y dieron como resultado la
caída de los salarios, en términos reales. Como observa Vitelli, los planes de
estabilización de 1976, 1985 y 1988 comenzaron todos con una fuerte devaluación
cambiaria; la aceleración inflacionaria desde inicios de los 1980, también
estuvo disparada por la fuerte depreciación de la moneda (cuando se cayó
aquello de “el que apueste al dólar va a perder”). Pero estos intentos de
estabilización terminaron en fracasos cada vez más tempranos: el programa de
junio de 1985 duró sólo ocho meses, y el de agosto de 1988 apenas cinco meses.
Esto generó las condiciones políticas y sociales que hicieron aceptable -no
sólo para la clase dominante, sino para casi toda la sociedad- la
Convertibilidad. Ésta buscó acabar con la inflación atando el peso al dólar.
Por supuesto, lo hizo, pero al precio de una apreciación creciente de la moneda
(en la medida en que hubo aumento de precios internos, y devaluación de monedas
de países con los que comerciaba Argentina). Dado el atraso relativo de la
economía argentina, el déficit en la cuenta corriente terminó siendo
insostenible; lo que llevaría al estallido de la Convertibilidad.
Luego tenemos la
experiencia de la salida de la crisis de 2001. Contra lo que dijo en su momento
el relato K (Cristina Fernández aconsejando al mundo cómo salir de la crisis
sin ajuste, ¿lo recuerdan?), la misma no tuvo nada de progresista. La suba del
tipo de cambio de 2001-2 provocó el inevitable aumento de los precios de los
bienes transables. Debido a la depresión económica, el aumento general de los
precios (42% en 2002) fue menor que el aumento del dólar. Al quedar estancados
los salarios y los precios de servicios -en un marco de extendida desocupación-
mejoraron rápidamente la rentabilidad de los sectores exportadores, de sectores
sustitutivos de importaciones, y las cuentas fiscales. En definitiva, una
salida de la crisis en base a mayor explotación. Solo con la economía ya en
expansión, comenzaron a recuperar terreno los salarios.
La devaluación, expresión de la debilidad de la
acumulación
A la luz de estas
experiencias históricas, ¿de dónde sacan los K-partidarios que la fuerte
devaluación de las últimas semanas no va a producir una redistribución
regresiva del ingreso? Se trata, una vez más, de la tradicional vía de ganar
competitividad en base a la baja de los salarios. El problema de fondo, como
hemos explicado en otras notas, es que el crecimiento económico de la “década
ganada” no estuvo sustentado en un desarrollo basado en inversión en
tecnología, y expansión de sectores productivos con alto valor agregado. Las
bases del “modelo industrialista con inclusión” siguieron siendo el complejo
sojero, el maicero, la gran minería, la industria automotriz e industria
liviana sustitutiva de importaciones. Para dar un dato significativo, el
déficit de la balanza comercial industrial hoy ronda los 33.000 millones de
dólares; sólo el alto precio de la soja impidió que Argentina enfrentara una crisis
cambiaria de características explosivas. Bajos salarios y “ventajas naturales”
fueron históricamente las bases de la inserción del capitalismo argentino en el
mundo; poco ha cambiado, en la última década, en este sentido.
Con este marco, en
los últimos años se debilitaron y estancaron la inversión y la generación de
empleo privado; disminuyó el superávit comercial (entre otras razones, por la
creciente cuenta energética); se incrementó el déficit fiscal (financiado con
emisión monetaria, que no deja de alimentar la inflación); y se potenció la
fuga de capitales, un sinónimo de la debilidad de la acumulación ampliada de
capital. Por eso, querer explicar la depreciación del peso por “maniobras de
especuladores” es estar en la superficie de la cuestión. En última instancia,
la especulación no explica los movimientos tendenciales; simplemente se monta
sobre ellos, y los profundiza.
A la vista de lo
anterior, hay que decir que la devaluación del peso argentino es una expresión
de la debilidad del desarrollo de las fuerzas productivas. Por eso, sesudas
tesis de economistas K que intentaban demostrar que Argentina había iniciado,
en 2003, una fase de desarrollo cualitativamente distinta a todo lo ocurrido en
su historia anterior, quedan hoy desnudadas como simples “macanazos” (aunque
académicamente adornados). Como también suena cada vez menos creíble la
cantinela del “modelo industrialista con inclusión social”. Más de la cuarta
parte de la población permanece en la pobreza; un millón y medio de jóvenes no
estudia ni trabaja; el 43% de la población activa tiene trabajos precarios; más
del 70% de los jubilados recibe la mínima, o sea, una miseria; el 15% de la
población activa está en la desocupación o en trabajos a tiempo parcial. Es en
este cuadro de agobio en que vienen a descargarse la devaluación y el ajuste.
Es en este panorama que se nos quiere hacer creer que no hay ajuste, porque
“esta vez será distinto”. Pero no es distinto; es, con variaciones menores, “lo
de toda la vida”.
Devaluación, inflación y lucha de clases
Dada la dependencia
de la industria (y de la economía en general) de las importaciones, es
imposible que la devaluación no genere aumentos de precios. De hecho, ya muchos
capitalistas “se cubrieron”, y otros lo están haciendo por estos días. Y en las
ramas o sectores en los que, por alguna razón, no se produzcan los aumentos de
precios compensatorios, habrá caída de la tasa de rentabilidad, y en el mediano
plazo, de las inversiones. En este sistema las decisiones de invertir se toman
en base a la rentabilidad, y al horizonte temporal dentro del cual la misma se
pueda mantener. Aquí no tienen nada que hacer los “sentimientos patrióticos”, y
cosas por el estilo. Por este motivo, es absurdo decir que la devaluación es
una imposición de “los grupos económicos antinacionales”, como pretende cierta
izquierda “nacional marxista”. La devaluación venía siendo solicitada por
muchos sectores, incluidos muchos pertenecientes al “capitalismo nacional”.
El hecho es que ya
se habla, para enero, de una inflación que superaría fácilmente el 4%.
Producida la devaluación, los sectores vinculados a los bienes transables
generalmente suben los precios más rápido que los no transables; estas
diferencias dan lugar a cambios en la rentabilidad relativa, y por lo tanto en
la inversión en sectores. De todas maneras, por encima de estas desigualdades,
y de los diferentes ritmos del proceso inflacionario, la dirección general es
clara: hay una aceleración de la suba de precios, lo que significa que ya está
ocurriendo una caída del salario real. No se trata de un pronóstico, sino de un
diagnóstico de lo que ha venido ocurriendo en las últimas semanas, y de manera
cada vez más acelerada. Con la perspectiva de nuevos aumentos de precios en el
futuro próximo. Esto lo sabe cualquier trabajador común.
Toda la apuesta del
Gobierno -y en esto lo acompañan las cámaras patronales- es a que los salarios
suban en una proporción mucho menor de lo que lo hacen los precios. Si lo
logra, habrá garantizado un aumento de la ganancia del capital; significaría
también un aumento del tipo de cambio real, a costa del incremento de la tasa
de explotación. Por eso, ministros y altos funcionarios están pidiendo
“responsabilidad” a los dirigentes sindicales.
Estamos así ante
una ofensiva abierta del Gobierno K y el capital (a pesar de las diferencias
del capital “en general” con el Gobierno) contra los asalariados. Una vez más,
lo que está en juego es redistribuir el valor generado por el trabajo, salarios
y ganancias, en beneficio de las ganancias y a costa de los salarios. Por otra
parte, es previsible que si los asalariados logran recuperar el terreno
perdido, los capitalistas y el Gobierno respondan con nuevas rondas de alzas de
precios y devaluaciones. En ese caso, la agudización de la espiral inflacionaria
sería un reflejo de la agudización del conflicto de clase en torno a la
distribución del ingreso. Este escenario -que ya ocurrió en Argentina- plantea,
objetivamente, la necesidad de que la lucha de los asalariados cuestione la
raíz del problema, que no es otra que la propiedad privada del capital. Nunca
hay que olvidar que, en tanto los capitalistas controlen los medios de
producción y de cambio -con ayuda del Estado, que jamás es neutral en estos
conflictos decisivos-, los combates puramente económicos tendrán límites
infranqueables. Pero cuando la lucha atañe a toda la clase trabajadora, el
conflicto no es simplemente económico, sino político, y las respuestas, en
definitiva, tienen que darse en ese plano. Para que alguna vez “la tortilla se
dé vuelta”, y las cosas sean realmente distintas para los trabajadores y los
oprimidos.
Perspectivas de la clase obrera frente a la
devaluación del peso
2) NO ES UNA CRISIS CAMBIARIA
Juan Kornblihtt - OME-CEICS/Razón y Revolución - Elaborado
por el autor en base a informe de Damián Bil, Viviana Rodríguez Cybulski y
Emiliano Mussi – 05-02-2014.
La fuerte
devaluación del peso argentino no cerró el problema económico sino que es la
expresión de una crisis más generalizada. Lejos de un problema cambiario, la
caída del valor del peso implica el sinceramiento de la contracción de la
economía argentina, en un contexto general de devaluaciones de los llamados
“países emergentes”. El comienzo de la guerra de divisas se da ante las
perspectivas de un menor crecimiento chino.
El gobierno pasó de
sostener que no iba a devaluar a defender el dólar oficial a 8 pesos como el de
“convergencia”. Este papelón es superado por su idea de que la Argentina está
exenta de la crisis mundial gracias a sus políticas anti-cíclicas. La oposición
patronal no se queda atrás en su incapacidad explicativa. Atribuyen la
devaluación al mal manejo del Ministro de Economía, Axel Kicillof, por
keynesiano o marxista, cuando ellos proponían lo mismo durante la campaña electoral.
El precio del dólar es sólo el síntoma de una situación mucho más compleja. No
estamos blindados frente a la crisis ni hemos perdido ninguna oportunidad.
Veremos más adelante que el crecimiento de los últimos años es resultado
directo de la crisis mundial y por lo tanto la caída era inevitable en manos de
este o de cualquier otro gobierno que no realice una transformación social de
fondo. Como en toda crisis, los trabajadores deberán pagar las peores
consecuencias. Pero los capitales también verán en cuestión su supervivencia y
esto se traducirá en una crisis política. Aunque dura e indeseable, la
situación actual también representa una posibilidad para la clase obrera.
Disputa por la renta agraria y el salario
El crecimiento
latinoamericano de los últimos años estuvo impulsado por tres grandes motores.
Al aumento de la tasa de explotación lograda a partir de la caída del salario
real desde los 70, se sumó la fuerte suba del precio de las materias primas y
el acceso a divisas por endeudamiento. La opción de endeudarse estuvo
disponible para Brasil pero no para Argentina ya que el default no fue resuelto
-pese a los numerosos intentos por acordar con el Club de París y con los
fondos buitres [2].
En Argentina, el
alza en la tasa de explotación empieza a evidenciarse desde los ‘70. No se
revirtió con la suba del salario real ocurrida en el período 2003-2009 y se
profundizó cuando el proceso inflacionario empezó a licuar lo que se conseguía
en paritarias [3]. La renta de la tierra que empezó a crecer desde 2004 implicó
ingresos extraordinarios que impulsaron el crecimiento tanto del gasto social
como el gasto destinado a los capitales industriales que se beneficiaron con
esa riqueza que el Estado les transfería y aún transfiere. La inmensa mayoría
de esas empresas son poco competitivas: su productividad es baja por su escasa
dotación tecnológica y los salarios que pagan -aunque bajos- son más altos que
los del sudeste asiático. Sin los subsidios y la protección arancelaria serían
empresas inviables. Sin acceso al crédito internacional y sin posibilidad de
gravar a los mismos capitales que subsidia, el Estado hizo de la apropiación de
renta agraria el sostén de todo el “modelo” [4].
El aumento del
precio de la soja ocultó esto e hizo parecer que estábamos ante la oportunidad
de un despegue productivo. Debido a las sostenidas transferencias del Estado,
aumentó la actividad económica y el empleo se recuperó. Aunque el grueso del
total fue precario y en negro. La mayor parte de la clase obrera continuó amenazada
por el desempleo. Este carácter de población sobrante para el capital se
evidenció en la persistencia de la asistencia social como un componente
fundamental del ingreso pese al supuesto boom industrial y al nuevo “modelo de
crecimiento con inclusión social” [5].
Los mecanismos por
los cuales la riqueza que proviene de la renta van hacia el Estado y los
capitales son complejos pero claves para entender la forma que adopta la
crisis. Hasta 2008, el impuesto a las exportaciones agrarias (las llamadas “retenciones”)
financiaron los subsidios del Estado. Pero luego del conflicto con la patronal
del campo y el fracaso de establecer un sistema de retenciones móviles, el
mecanismo de transferencia por excelencia pasó a ser el tipo de cambio [6]. La
moneda expresa la capacidad de compra en el extranjero del conjunto de la
economía y está determinada por la fuerza que tienen los capitales radicados en
ella de disputar una parte de la riqueza producida por los obreros a nivel
mundial. Las monedas más fuertes son las de los países con mayor productividad.
La Argentina tuvo a lo largo de su historia momentos en los que su capacidad de
compra superó a la que correspondía a la paridad de su moneda en función del
peso relativo de sus capitales en el mercado mundial. De los últimos años, se
destaca la dictadura y la década del ‘90 con la ilusión de que un dólar era
igual a un peso (cuando la paridad cambiaria correspondiente a la productividad
local con respecto a la de los EEUU se encontraba cerca del 2 a 1). En esas ocasiones,
la clave para sostener la sobrevaluación eran los ingresos de divisas por el
endeudamiento externo. Como vemos en el gráfico 1, ese proceso de
sobrevaluación empieza a repetirse desde el 2006 (aunque con más fuerza desde
2009), pero no se financia con deuda externa sino con los dólares de la soja.
El peso (al cambio oficial) se encuentra sobrevaluado desde 2007 como
forma de apropiación de
renta. Eso empujó también la inflación, que evolucionó a más de un 20%
anual durante esos años, incluso por sobre el salario. La devaluación, que al
24 de enero alinea el valor del peso escasamente por encima de la paridad,
implicaría a su vez una reducción de los costos laborales para el capital, y
una mayor erosión del salario para los trabajadores por la inflación y la
pérdida de poder adquisitivo. Pero al no generarse nuevos sectores
competitivos, la acumulación de capital en Argentina no tiene perspectivas de
relanzarse de forma virtuosa. La salida de la burguesía implica, entonces,
peores salarios y condiciones para la clase obrera.
La sobrevaluación
implica que el dólar está más barato de lo que corresponde a la capacidad de
compra real de la industria local. Esto es evidente cuando la mayor parte de
los capitales locales no logra exportar y sin embargo accede a importaciones, y
en el caso de las empresas extranjeras radicadas en Argentina logran remitir
ganancias en dólares a sus casas matrices. ¿De dónde salen estos dólares? De
los exportaciones de las mercancías de origen agrario y minero. Por ejemplo, por
cada tonelada exportada de soja los exportadores reciben divisas que están
obligados a convertir en pesos. Al estar barato el dólar (sobrevaluado), los
exportadores reciben menos pesos de lo que deberían recibir por cada dólar. Lo
que es barato para unos resulta caro para otros. En 2008, el agro consiguió una
victoria pírrica porque aunque frenó la suba de las retenciones no pudo impedir
la quita de renta de la tierra vía tipo de cambio. Pedir una devaluación lo
hubiera enfrentado de lleno no solo con la clase obrera sino con el resto de
los capitales que se benefician con el tipo de cambio sobrevaluado.
¿Cómo se llegó a la
sobrevaluación? Con la inflación. Al subir los precios y mantener fijo o
devaluar el tipo de cambio pero con una tasa menor que la suba de precios, el
peso se fue apreciando. El gobierno emitió para comprar los dólares
provenientes de la renta agraria por encima de la capacidad productiva real de
la economía de absorber esa magnitud de billetes. Con la inflación, el gobierno
resolvía otro problema: el aumento de la tasa de explotación. Gracias a que la
suba de precios fue mayor a la suba de los salarios acordada en paritarias (y
muchísimo mayor a los salarios en negro) también lograba un beneficio para las
empresas. Así, mataba dos pájaros de un tiro. Por un lado bloqueaba al sector
agrario y por el otro ejecutaba la baja salarial que necesitaban los capitales
industriales. Además, se ganaba el favor de las empresas multinacionales que al
obtener dólares baratos podían remitir utilidades infladas a sus casas
matrices. El problema es que lo hacía con un mecanismo no impositivo que no le
permitía recaudar y que aún amenaza a las arcas públicas. La esperanza del
gobierno era que todos estos favores llevarían al capital internacional más concentrado
a habilitar préstamos para la Argentina -como había ocurrido en los ‘90 cuando
la moneda estaba sobrevaluada. Esto nunca ocurrió y el déficit fiscal empezó su
expansión. La emisión se volvió la herramienta para cubrirlo, estimulando más
la inflación.
Escalada inflacionaria y demanda de dólares
Pero esta dinámica
es insostenible en el largo plazo, como lo mostró la crisis de 1982 y la de
2001 que terminaron con las sobrevaluaciones previas del peso. El gobierno
salió del paso de la crisis de 2008 pero no resolvió la cuestión de fondo. La
sobrevaluación es empujada por la inflación. El problema es que ésta genera al
mismo tiempo la necesidad de comprar dólares para escapar de la pérdida de
valor de los ahorros. Para que la sobrevaluación siga en marcha el gobierno
debe emitir más pesos para que se mantenga una proporción alta de pesos por
dólares y este siga barato ante el aumento de la demanda. Lo cual generó más
inflación. Esa espiral empezó a comerse las reservas de dólares del gobierno.
Sumado al hecho de que por la baja productividad de la industria petrolera
local como resultado del agotamiento de los pozos, se hizo necesario aumentar
la importación de combustible [7]. Algo que no se revirtió con la estatización
parcial de YPF. La sangría de dólares llevó todo el esquema al colapso. Por si
esto fuera poco, el precio de la soja dejó de subir y la oferta de dólares vía
endeudamiento nunca llegó. El cepo que limitó la compra de dólares se hizo
inevitable para ganar tiempo. Poco, pero algo al fin. Al bloquear el acceso al
dólar, el gobierno atacó sobre todo a un sector de la clase obrera que no
encontró ningún mecanismo de ahorro. Los cacerolazos que se produjeron fueron
protagonizados en su mayor parte por los obreros mejor pagos – aunque con una proto-dirección
burguesa- que veían perder parte de su salario al no encontrar refugio frente a
la inflación [8]. Algo que el gobierno reconoce al abrir la posibilidad de
compra de dólares para los asalariados mejor pagos, después de haberlos acusado
de “privilegiados”. La burguesía también se quejó del cepo al dólar porque no
podía ahorrar. Aunque estaban mejor parados que los obreros para enfrentar la
pérdida de valor del peso gracias a la compra de bonos que luego son vendidos
en el extranjero (el llamado “contado con liqui”) y a la posibilidad de
remarcar precios.
Por supuesto, la
necesidad de conseguir dólares para escapar de la inflación no se anula por una
ley. Pese a la prohibición de comprarlos a precio oficial se generó el mercado
negro (o blue) con un dólar mucho más caro. De esta manera, el gobierno
generaba una devaluación parcial de la economía. Sin perder la capacidad de
transmitir renta a la burguesía que la apoyaba (parte de los industriales,
bancos y multinacionales) por la vía de mantener sobrevaluado el dólar oficial
para la exportación, la importación y la fuga de capital, reducía la demanda de
dólares oficiales a través del control de un mercado paralelo más caro. Pero
otra vez, se trataba de una escapatoria acotada. La inflación ya se empezó a
desbocar al estar los precios regidos por el dólar blue. Solo como ejemplo, los
precios de la nafta de la empresa estatal se ajustaban con los cambios del
dólar paralelo. Por lo tanto, la presión sobre el dólar oficial aumentó. La
devaluación era ya inevitable por causas internas y el tiempo ganado por el
gobierno se agotaba.
Un crecimiento crítico
El crecimiento de
la renta de la tierra es resultado directo de la crisis mundial. Dos causas
explican la suba de los precios de las commodities y las dos están vinculadas.
La “real” es el aumento de la demanda china impulsada por su expansión y la
“ficticia” es la devaluación del dólar que impulsó una inflación mundial y el
refugio financiero en las materias primas. La expansión china está basada en
los bajos salarios y se alimenta de la demanda de los EEUU, que a su vez se
sostiene sobre la base del financiamiento de China que le compra bonos del
tesoro. Es decir que la expansión “real” del gigante asiático se da gracias a
los bonos y a la especulación financiera que impulsó la recuperación parcial de
los EEUU. Como se ve, todo es muy endeble y la sobreproducción mundial sigue
latente sin haberse resuelto las causas de fondo de la crisis.
En este escenario,
China empezó a bajar su tasa de crecimiento [9]. La proyección a la suba de las
materias primas se frenó y a la vez se empezó a dudar de su capacidad de seguir
comprando bonos del tesoro de los EEUU. Ante este panorama, el conjunto de las
llamadas economías emergentes empezó a evidenciar problemas. Brasil -supuesta
nueva superpotencia- se vio envuelta en una rebelión popular ante la evidencia
de que no podía sostener el transporte público. A esto se le sumó la crisis
sanitaria y educativa que vive, profundizadas por la fuga de capital reciente.
Durante 2012, comenzó una lenta devaluación. Otro de los “emergentes” que
devaluó fue Turquía.
La devaluación
suave pero generalizada de los llamados países emergentes y la perspectiva de
un freno al crecimiento chino pusieron más presión al endeble esquema cambiario
argentino. Ahora se tornaba más difícil la apropiación de renta al mismo tiempo
que se avizoraba una perspectiva de disminución de la misma. Además, las
devaluaciones generalizadas implican otro problema. Por la vía inflacionaria,
el gobierno había logrado bajar los salarios en relación al resto de las
mercancías (y por lo tanto subir las ganancias de los capitalistas). Todo este
esfuerzo pro patronal que le implicó la pérdida de apoyo de una fracción de la
clase obrera y la ruptura con una parte de la burocracia sindical no se reflejó
en una baja suficiente del costo laboral local en dólares: el costo laboral de
los países que devaluaron fue menor al argentino. En particular, esto se ve al
comparar el costo laboral con Brasil. El país vecino tiene su moneda aún más
sobrevaluada que la moneda argentina gracias a que cuenta con el ingreso de
divisas por exportación de materias primas y endeudamiento externo. Pese a esto
y como muestra del verdadero carácter de los gobiernos de Lula y Rousseff,
Brasil tiene costos laborales menores que la Argentina (ver gráfico 2). Si la situación ya era complicada por lo
explicado en el acápite anterior, el escenario mundial se combinó con los
problemas internos en el cóctel explosivo de los últimos días.
Perspectivas
La devaluación puso
en evidencia la crisis de la economía en su conjunto. El resultado será una
doble contracción. Por un lado, habrá menos renta para los ineficientes
capitales locales. Los terratenientes deberán hacer algo con su plata y
reinsertar sus dólares en la economía nacional, pero es probable que una parte
importante la fuguen del país. Por el otro lado, una parte del consumo se
evaporará de la mano de la escalada inflacionaria que se produzca que, a su
vez, pondrá una nueva presión sobre el dólar para ahorro. Esto llevará a una
nueva apreciación de la moneda que podrá ser paleada con una nueva devaluación
que acelerará otra vez la inflación. Salvo que se consiga una masa grande de
dólares que frene la corrida. El gobierno apuesta a zafar de esta espiral que
recuerda a la crisis de 1975 (el llamado “Rodrigazo”) por la vía de obligar al
sector agrario a liquidar la parte de la cosecha que mantuvo en silobolsas o a
la espera de que algún organismo internacional le preste plata y así conseguir
dólares. Ninguna de las dos estrategias parece ser la solución. La primera
porque lo que queda por liquidar es menos de lo que el gobierno dice [10] y la
segunda es menos factible de ocurrir porque a las dificultades para acordar con
el Club de París y los fondos buitres, se añade que no parece buen negocio
apostar financieramente a un país que muestra menor capacidad de pago en
dólares luego de la devaluación. El esquema de pagar para volver a pedir
prestado que Kicillof copia de Cavallo parece no poder repetirse tan
fácilmente. Pero aún cuando funcionase, el resultado no tiene por qué ser
diferente al del método original.
Ante este panorama,
la oposición patronal de Massa, Macri y Binner se quedó sin programa. El
gobierno se los robó al devaluar y hacer todo lo que pedían en la campaña
electoral. La última semana puso en evidencia tanto la unidad de intereses que
ambos representan como la imposibilidad de los mismos de expresar alguna salida
frente a la crisis que no pase por el ajuste social. Aunque esta evidencia no
alcanza para que la clase obrera se plantee en forma automática una
alternativa, sí abre una brecha. Alguna fracción impotente de la burguesía se
propondrá como recambio. Es así que las organizaciones revolucionarias tienen
una oportunidad de plantearse una intervención de conjunto y dejar atrás
rencillas ridículas como las que tuvieron los partidos integrantes del Frente
de Izquierda. Dicha intervención debe apostar antes que nada a poner límite a
la baja salarial por la vía de exigir un mecanismo automático de actualización
salarial, como ser una indexación por encima de la inflación. Luchar además por
el acceso a mecanismos de ahorro como la compra de dólares, no sólo para los
obreros mejor pagos sino también para los de menor ingreso que quedaron afuera
de la nueva normativa. Aunque un paso progresivo, esas luchas no salen del
terreno gremial y serán sólo paliativos ante la profundización de la
contracción de la economía.
Es necesario
apostar, por lo tanto, a una salida de fondo. Dicha salida pasa por una acción
política que identifique las fuentes de los problemas de la acumulación de
capital. La Argentina es una economía basada en capitales ineficientes que
viven no sólo de la baja salarial sino de la renta de la tierra (y de la deuda
externa, cuando está disponible). La lucha, por lo tanto, tiene que pasar por
la apropiación de dicha renta en manos de la clase obrera. Es probable que la
devaluación vaya acompañada en breve por alguna acción del gobierno de apropiar
la renta a través de impuestos o incluso algún tipo de estatización del
comercio exterior. En el 2008, un conflicto de este tipo encontró a la
izquierda o detrás de la patronal agraria o paralizada [11]. En esa disputa interburguesa
que toda crisis genera, es necesario plantearse una estrategia que ponga a la
clase obrera en el centro de la escena para que deje de ser un convidado de
piedra. Sin ninguna concesión a la burguesía agraria ni a los dueños de la
tierra pero a la vez combatiendo el intento del gobierno de transferir la renta
a la ineficiente burguesía local y extranjera. Para eso hay que plantearse
medidas expropiatorias tanto de la renta de la tierra como de la industria y
los servicios. Cualquier plan de estatización del comercio exterior o de
control de precios que no vaya acompañado por una centralización de la
producción llevará a un nuevo fracaso. La crisis es una crisis del capital en
su conjunto y por lo tanto requiere una estrategia que lo ponga en cuestión.
Como vimos se trata
de una crisis que tiene particularidades nacionales pero es de carácter
mundial. Por lo tanto, debe estar basado en una estrategia internacional que
impulse estas transformaciones en el resto de América Latina. Parte de la clase
obrera brasileña, aunque sin una presencia de la izquierda revolucionaria, ya
se puso de pie en las movilizaciones por el Passe Libre, contra el Mundial y en
apoyo a los docentes [12]. En Venezuela el agotamiento de la política chavista
de no avanzar hacia una verdadera expropiación de la burguesía con
devaluaciones peores que la argentina, muestra los límites de las salidas
bonapartistas [13]. Las devaluaciones implementadas generan una competencia
entre las diferentes fracciones nacionales de la clase obrera por ver quién
tiene el menor costo laboral en dólares. La acción internacional para enfrentar
esta salida común de los capitalistas a nivel regional se vuelve
imprescindible.
La izquierda
argentina se encuentra a la vanguardia regional para impulsar dicha acción. No
sólo por su desarrollo electoral sino sobre todo por su peso y autoridad ganada
en diferentes fracciones del movimiento obrero. Es su responsabilidad histórica
la convocatoria urgente a un congreso para discutir un programa de acción unificado
que supere las consignas gremiales y plantee una perspectiva socialista que
lejos de ser utópica se muestra como la salida más realista frente a la
hecatombe capitalista que una vez más está en marcha.
Notas
[2] Bil, Damián:
“Síganme… La asunción de Kicillof en Economía y el noventismo kirchnerista”
en El Aromo N° 76, enero-febrero 2014.
http://goo.gl/auHvco; Mussi, Emiliano: “En busca de la deuda perdida. Las
razones del cepo al dólar y la posible reapertura del canje” en El Aromo
N° 70, enero-febrero 2013 http://goo.gl/8nqXqF
[3] Rodriguez
Cybulski, Viviana: “Un corte y una quebrada. El eterno tango de los salarios
argentinos” en El Aromo N° 72, mayo-junio de 2013.
http://goo.gl/ZP3Rhp; Rodriguez Cybulski, Viviana: “Pobres pero caros. Los
límites de la suba salarial bajo el kirchnerismo” en El Aromo
N° 70, enero-febrero de 2013. http://goo.gl/Vk0RfX
[4] Para un
análisis histórico del rol de la renta de la tierra en la acumulación de
capital en la Argentina y un análisis de los mecanismos de su apropiación por
diferentes sujetos sociales, ver Iñigo Carrera, Juan: La formación económica de la sociedad
argentina , Imago Mundi, 2007.
[5] Seiffer,
Tamara: “La militarización de la población sobrante. El Plan Ahí y el uso de
las Fuerzas Armadas para la política social” en
El Aromo N° 68, septiembre -
octubre de 2012, http://goo.gl/EFTqOF
[6] Bil, Damián:
“Verde insuficiente. El tipo de cambio como mecanismo de apropiación de renta
de la tierra agraria” en El Aromo N° 71, marzo-abril de 2013.
http://goo.gl/rlrFvA; Rodriguez Cybulski, Viviana: “Mitos cambiarios. Los
debates sobre la utilidad de la devaluación” en
El Aromo N° 68,
Septiembre-Octubre de 2012. http://goo.gl/OBYWzp
[7] Farfaro Ruiz,
Betania: “¿Por qué vino Rockefeller? El acuerdo YPF-Chevron y las perspectivas
de la rama petrolera” en El Aromo N° 74, septiembre-octubre de 2013.
http://goo.gl/mVuDzS
[8] Kornblihtt,
Juan: “¿Robo para la corona o reino (en crisis) del capital?” en El Aromo
N° 70 enero-febrero 2013, http://goo.gl/fjKcRI; Kabat, Marina: “Divide y
reinarás. Cristina y su política frente a la clase obrera” en El Aromo
N° 70 enero-febrero 2013. http://goo.gl/kRY3PY; Harari, Ianina; Nicolás
Villanova: “Coordenadas de la huelga general. Un balance del 20N” en El Aromo
N° 70 enero-febrero 2013. http://goo.gl/mwOIRo; Alvarez Prieto, Natalia:
“Desobedientes. Los docentes frente al paro general del 20N” en El Aromo
N° 70, enero-febrero 2013. http://goo.gl/db7zyE
[9] Magro, Bruno:
“Espejo oriental. El ajuste en China” en
El Aromo N° 76, enero-febrero de
2014. http://goo.gl/Vk07x6. Para un análisis del rol de China en la crisis
mundial y su impacto en la lucha de clases: Magro, Bruno: “Exportadora de
ilusiones. China en el epicentro de la crisis mundial”, El Aromo
N° 69, noviembre-diciembre de 2012. http://goo.gl/FFIUbj
[10] Ver nota de
Longoni Matías, Clarín 27/01/2014.
[11] Ver Sartelli,
Eduardo (coord.): Patrones en la ruta,
Ediciones ryr, Buenos Aires, 2008.
[12] Sleiman,
Valeria y Federico Genera: "V de vinagre. El despertar de la clase obrera
en Brasil" en El Aromo Nº 73, julio-agosto de 2013.
http://goo.gl/UsnvnC; Pereira Leal, Leovegildo: “¡Adelante! Las perspectivas de
las movilizaciones populares en Brasil ”
en El Aromo n° 73, julio-agosto de 2013.
http://goo.gl/V2VsKz; Grimaldi, Nicolás: “La contraofensiva. El gobierno de
Dilma Roussef frente a la movilización obrera” en El Aromo
n° 74, septiembre-octubre de 2013. http://goo.gl/8nqXqF; Simoes,
Roberto: “Las huelgas docentes en Brasil. Los trabajadores de la educación de
Río de Janeiro resisten la política meritocrática” en El Aromo
N° 74, septiembre-octubre de 2013. http://goo.gl/y0lJ4Q; Penna, Adriana:
“La dictadura de los megaeventos en Brasil. Deporte y capital: una relación
conflictiva” en El Aromo N° 74, septiembre-octubre de 2013.
http://goo.gl/mhnyPD
[13] Kornblihtt,
Juan: “Chavismo devaluado. La modificación del tipo de cambio como expresión de
la crisis en Venezuela” en El Aromo N° 71, marzo-abril de 2013. http://goo.gl/1toF8t
3) ANTE LA OFENSIVA DE LOS OLIGOPOLIOS,
¡ESTATIZAR EL COMERCIO EXTERIOR
Atilio A. Borón – Rebelión – 31-01-2014
La Argentina
enfrenta una grave crisis cuyas dos principales manifestaciones son la trepada
del dólar –que refleja una peculiar anomalía argentina, porque esa moneda se
está devaluando en todo el mundo, incluyendo por supuesto América Latina y el
Caribe- y la resultante escalada inflacionaria que la insólita revaluación de
la divisa estadounidense produce en la economía argentina. La devaluación del
peso y el impulso inflacionario son, en realidad, dos caras de una misma
moneda. Pero la gran paradoja es que desplome sufrido por el peso no guarda
correspondencia con la situación imperante en la economía real. Esta no tiene
la solidez y el dinamismo del período 2003-2008, pero está lejos de verse
reflejada en los desquiciantes movimientos que se registran en el tipo de
cambio. Veamos: la producción agropecuaria se mantiene en niveles
comparativamente muy elevados, aun cuando la “sojización” de la agricultura
plantea numerosos problemas (económicos, sociales y ecológicos) que no podemos
examinar aquí; algunas ramas del sector industrial (automóviles, motocicletas,
electrónicos diversos, etcétera) marcan nuevos records a pesar de las
restricciones para la importación de algunos insumos cruciales; la gran minería
prosigue su marcha, más allá de lo ocurrido con Pascua Lama producto de un
fallo de la justicia chilena; la explotación de hidrocarburos, estimulada por
las perspectivas de Vaca Muerta retoma un ritmo ascendente; los bancos y las
entidades financieras registran significativas ganancias y según un reciente
estudio de la CEPAL las exportaciones argentinas crecen por encima del promedio
regional.
Si esto es así,
¿qué es lo que está ocurriendo? Más allá de abrir una discusión seria sobre “el
modelo”, misma que no hicieron los economistas de la oposición adscriptos
férreamente al neoliberalismo de los años noventa, ni tampoco los del
oficialismo, para quienes lo único que había que hacer era “profundizar” un
esquema económico cuyos límites, inconsistencias y deformaciones eran evidentes
por lo menos desde el 2010 y acerca de los cuáles más de una vez nos referimos
en nuestro blog. Pero más allá de esta necesaria discusión, decíamos, se impone
actuar con urgencia sobre la coyuntura cortando de un tajo el nudo gordiano que
está asfixiando a la economía arge1ntina con la estampida del dólar y la
peligrosa escalada inflacionaria. Para ello el estado deberá recuperar, sin más
dilaciones, el control del comercio exterior, fuente insustituible de las
divisas que necesita el país.
Es absurdo, y a
estas alturas demencial, que cinco o seis grandes oligopolios manejen el grueso
de la divisas que ingresan por la vía de las exportaciones agropecuarias. En
una economía tan dolarizada como la Argentina, en donde los componentes
importados afectan a casi todas, por no decir todas, las actividades económicas
del país, dejar que la disponibilidad de dólares quede en manos de un puñado de
oligopolios es un acto de soberana insensatez. En Chile, sin ir más lejos, los
ingresos de su riqueza principal, el cobre, los controla exclusivamente el
estado. En nuestro país, en cambio, un 80 por ciento de lo producido por las
exportaciones cerealeras lo retienen grandes oligopolios transnacionales, y
especialmente Cargill y Bunge, seguidos de cerca por Continental y Dreyfus; a
su vez un par de grandes empresas controlan los ingresos que producen las
exportaciones de manufacturas de origen agropecuario, principalmente aceite de
soja; en la gran minería quienes lo hacen son las transnacionales del sector; y
en el área de hidrocarburos (petróleo y gas) las propias empresas, con el
agregado ahora de YPF pero sin perder de vista que ésta es una sociedad anónima
y no una empresa del estado. Todas estas corporaciones están fuertemente
articuladas con la banca extranjera, predominante en la Argentina, y mantienen
fluidos contactos con los paraísos fiscales que proliferan sobre todo en el
capitalismo desarrollado. En suma: un puñado de 100 empresas controlan
aproximadamente el 80 por ciento del total de las exportaciones de la
Argentina, y son ellas las que retienen los dólares que surgen de este comercio
y que son requeridos por distintos sectores de la economía nacional.
De lo anterior se
infiere una conclusión tan simple como contundente: quien controla la
disponibilidad de dólares termina teniendo la capacidad de fijar su precio en
el mercado local, especialmente ante un Banco Central debilitado y cuyas
reservas cayeron de 52.190 millones de dólares en el 2010 a 28.700 millones de
dólares al finalizar enero del 2014. Esta debilidad del BCRA le impide
desbaratar las maniobras de la cúpula empresarial más concentrada, fuertemente
orientada hacia los mercados internacionales, y para la cual el dólar “recontra
alto” (uno de los pilares del menemismo) significa pingües ganancias porque
desvaloriza el salario de los trabajadores y les permite alentar la carrera
inflacionaria con la seguridad de que su disponibilidad de dólares la sitúa a
refugio de cualquier contingencia. En consecuencia, el control de las divisas
por parte de ese puñado de grandes oligopolios le permite ser el verdadero
autor de las políticas económicas de un país tan dolarizado como la Argentina
y, además, extorsionar a cualquier gobierno que no se someta a sus mandatos.
Pueden aterrorizar a la población agitando el fantasma de la hiperinflación,
que este país padeció a tan brutal costo en 1989 o el espectro del “corralito”
de finales del 2001, y de ese modo desestabilizar a un gobierno que debe jugar
partidas simultáneas de ajedrez (en el frente fiscal, tributario, monetario,
cambiario, productivo) con enemigos que no sólo procuran derrotarlo en una puja
puntual sino sobre todo derrocarlo. Y el gobierno actual comete el error de
pensar que con concesiones varias podrá apaciguar el “instinto asesino”, como
le llaman admirativamente los ideólogos neoliberales, de esos enormes
conglomerados para las cuales la ganancia y el ganar -sobre todo el ganar, como
recordaba Marx- es una verdadera religión cuyos preceptos son respetados
escrupulosamente. Por ejemplo, el carácter sacrosanto de la propiedad privada
y, por extraño que parezca, la convicción de que la lucha de clases es algo tan
natural y omnipresente como el aire que respiramos, y libra esa batalla con
todas sus fuerzas. Ante cada concesión de un gobierno satanizado como su
enemigo la única respuesta que tiene es la de atacarlo con más ferocidad que
antes, exigiendo, como Shylock a Antonio, más y más concesiones: ¡pague la
deuda, acuda al CIADI, arregle con el Club de París, abra Vaca Muerta para
empresas fugitivas de la justicia como Chevron, indemnice a Repsol, deje que la
gran minería trabaje sin interferencias!, mientras persiste en su ataque en
todos los frentes con el apoyo de la prensa hegemónica que maneja a su antojo.
La crisis actual demuestra, de paso, lo ilusoria que fueron aquellas
expectativas del kirchnerismo de crear una burguesía nacional, patriótica y
solidaria con los intereses de las mayorías. Ya lo había dicho el Che, hace
cincuenta años, y la historia le volvió a dar la razón por enésima vez: la
burguesía nacional no existe.
Ahora bien: ¿cómo
debería producirse la estatización del comercio exterior? Primero, no puede ser
una medida aislada porque se necesita un enfoque integral que: (a) abarque a
toda la cadena de comercialización del sistema agroalimentario, hoy controlado
por las multinacionales, lo que debería rematar en la creación de una Junta
Nacional Agroalimentaria, con las salvedades que plantearemos más abajo; (b)
aumente las alícuotas impositivas a la gran propiedad rural e implemente un
eficaz sistema de control que evite las sobre y sub facturaciones de las
cerealeras, hoy cómplices necesarias de la corrida cambiaria; y, finalmente, (c)
que re-estatice los puertos del sistema de la Hidrovía Paraná-Paraguay,
privatizados en los años noventa y que son las puertas de salida de gran parte
de las exportaciones agropecuarias. Estas medidas deben ser puestas en práctica
con la mayor celeridad, porque el ritmo de la crisis no tolera dilaciones.
Segundo, se requiere imaginación y experiencia práctica, porque no se trata de
resucitar la antigua Junta Nacional de Granos o al Instituto Argentino para la
Promoción del Intercambio, el IAPI de la época del primer peronismo, porque el
capital ha creado nuevos instrumentos financieros (compraventa a futuro, swaps,
derivativos, etcétera) y la tecnología importantes innovaciones, (como el silo
bolsa, que independiza al productor del riesgo que se le arruine la cosecha) lo
que le permite postergar su venta hasta que el precio sea aproxime a sus
expectativas, todo lo cual torna más difícil el control del comercio exterior
por parte de los gobiernos. De lo anterior se desprende la necesidad de
concebir una agencia estatal que regule a la totalidad del sistema
agroalimentario del país, desde su origen hasta su comercialización minorista,
algo bien diferente a la JNG o el IAPI. Tercero, y decisivo, esto solo será
viable si se constituye un gran movimiento popular capaz de construir un
instrumento político que respalde esas iniciativas y otras más encaminadas a
redefinir por izquierda el rumbo de la economía argentina: la largamente
demorada reforma tributaria y la elaboración de una efectiva política
anti-inflacionaria que resguarde los ingresos de los asalariados, para
comenzar. Una convocatoria popular sin sectarismos ni soberbias burocráticas;
sin verticalismos ni verdades establecidas, porque de lo contrario la respuesta
de las clases y capas populares será una mezcla de impotencia, miedo
paralizante ante la clara percepción del escarmiento que se cierne sobre ellas
y, en algunos casos, indiferencia, mezcla que mucho tuvo que ver con el funesto
desenlace sufrido por los gobiernos peronistas en 1955 y en 1976. Una decisión
tan crucial e impostergable como la estatización del comercio exterior,
cualquiera que sea su forma legal y jurídica, es antes que nada un hecho
político que no puede ser producido por un decreto o una resolución firmada por
un funcionario instalado en las “alturas” del aparato estatal. Resta ver si el
gobierno es consciente de la gravedad de la situación y decide actuar en
consecuencia. La experiencia pasada no permite abrigar demasiadas expectativas
pero, como tantas veces lo recordaran las Madres de Plaza de Mayo, no hay peor
lucha que la que no se libra.
4) EL CAPITAL CONCENTRADO CONTRA EL
PROYECTO DE CRECIMIENTO INDUSTRIAL
Carlos
A. Larriera – Rebelión – 31-01-2014
El capital
concentrado y centralizado internacional (CCyCI) se opone al plan de
crecimiento industrial con inclusión social que han anunciado los ministros
Capitanich y Kicillof el mismo día del cambio de gabinete.
El (CCyCI) que
actúa en el país es mayoritariamente extranjero, aunque hay algunos pocos
capitales argentinos que ya son internacionales. Es importante tener en cuenta
que gran parte de la producción del país está en manos de empresas extranjeras,
o sea que el (CCyCI) actúa permanentemente y con enorme peso en la economía
argentina. [1] Sus intereses son
internacionales, pero una parte de su actividad se desarrolla en el país,
siendo la parte mayoritaria de la producción industrial local.
El (CCyCI) son
conglomerados empresarios internacionales que tienen un directorio
internacional y están compuestos por todo tipo de empresas: industriales,
comerciales, bancarias, financieras, etc. Desde la crisis de la baja de la tasa
de ganancia iniciada a comienzos de los ’70, y sobre la base de la
impresionante revolución tecnológica, el capitalismo ha venido acelerando
enormemente el mecanismo al que recurre para intentar contrarrestarla: la
concentración y centralización del capital, con las cuales se salvan unas pocas
grandes empresas, a costa de quebrar al resto y provocar la desocupación y el
empobrecimiento de crecientes masas de población. Las oleadas de fusiones y
adquisiciones que se han venido dando y acelerando a través de los años
testimonian este proceso [2] . Se forman grandes conglomerados que operan a
escala mundial, venden y compran en todo el planeta, no solamente producción
industrial sino todo lo que se puede comprar y vender hoy bajo el capitalismo.
Prácticamente todo, porque cada vez más el capitalismo convierte todo en
mercancía. A medida que crece la superproducción, motorizada por esa misma
concentración, se van saturando los mercados mundiales, y entonces recurren
cada vez más a todo tipo de negocio financiero para seguir contrarrestando la
baja de la tasa de ganancia, aunque en este caso con capital ficticio, formando
burbujas cada vez más grandes que cada tanto estallan, quedando en la ruina
innumerables empresas e inversores personales, salvándose al núcleo duro del
CCyCI, para lo cual también se recurre a la creación de más capital ficticio,
como es el caso de la actual emisión de dólares de la Reserva Federal de EE.UU.
para “salvar a los bancos”, eufemismo que implica que el núcleo duro del CCyCI
recupera sus inversiones a costa del aumento de la miseria de la población
mundial.
Debido a la crisis
mundial de superproducción no les alcanza el planeta para vender todo lo que
producen o compran, razón por la cual invaden cada vez más todos los países,
desplazando la producción, el comercio y la banca locales. La banca extranjera,
por ejemplo, nunca tuvo la dimensión y la libertad de acción que hoy tiene en
la Argentina, herencia de la política de la dictadura militar y los gobiernos
de la convertibilidad 1 a 1, Menem-Cavallo y De la Rúa-Cavallo. La política
económica de Cavallo fue en lo esencial, la misma de Martínez de Hoz, yendo más
allá de este último porque la dictadura militar había creado las precondiciones
que facilitaron hacerlo. Basta mencionar que recién con la dictadura de Onganía
el ministro Krieger Vasena autorizó a los bancos extranjeros a tener sucursales
en el interior del país. Desde el golpe del ´55 había venido avanzando la
privatización y extranjerización, pero todavía no había llegado a ese punto.
Hoy todavía
perduran la ley de inversiones extranjeras y la ley de actividades financieras
promulgadas por la dictadura que, básicamente, establecen para las empresas
extranjeras y las grandes empresas amplísima libertad de acción, eliminando
prácticamente todas las restricciones y reglamentaciones.
El (CCyCI), dado
que trabaja a escala mundial, necesita comprar y vender en el país lo que no
puede vender en otros países cuyos mercados se van saturando. No le interesa ni
el mercado interno ni defender el valor del peso. Le alcanza con vender sus
productos a los 10 o 15 millones de argentinos que tienen mayores ingresos,
apoderarse de las materias primas que existen en el país y al mismo tiempo,
reclama la libre disponibilidad de las divisas, sin restricción de ningún tipo.
Esto incluye, por ejemplo, libre remisión de utilidades a sus casas matrices.
Reinvierten lo mínimo en el país para poder seguir funcionando localmente y la
mayor parte de sus ganancias las envían a sus casas matrices, ganancias en
pesos que se transforman en dólares utilizando las reservas del banco central a
través del sistema bancario, legalmente y a la luz del día. A partir de fines
del 2011 se establecieron algunas restricciones a esta remisión de utilidades.
Si el proyecto de
desarrollo industrial anunciado con el cambio de gabinete tiene éxito,
implicará un retroceso relativo de la tremenda influencia del (CCyCI) en el
país, con la disminución de su posición dominante. Un gobierno en un país que
se autoprovee de alimentos, energía, divisas, etc., es mucho menos vulnerable a
los dictados del (CCyCI). Y el plan de desarrollo industrial con inclusión social
tiene el objetivo de lograr el autoabastecimiento en todos esos rubros
fundamentales. Desaparecerían los agujeros cambiarios que hoy representan el
déficit comercial y energético. Déficit comercial industrial significa que las
importaciones industriales constituyen un monto mayor que las exportaciones
industriales. Y lo mismo en el caso del petróleo y el gas, que es la balanza
comercial energética. Si además crecen las exportaciones industriales de origen
industrial (MOI) al punto de que se constituye un superávit de la balanza
comercial industrial y lo mismo sucede con la balanza energética, la
dependencia del gobierno de los dólares de la venta de la cosecha de cereales y
oleaginosos (soja, etc.) disminuiría significativamente, y el “campo” no podría
ocupar el lugar central en la creación de las condiciones para un golpe
cambiario como el que ha sucedido el 24.1.14 desencadenado finalmente por la
Shell. A esto cabe agregar el desarrollo científico y tecnológico que está
impulsando este gobierno que se ve reflejado en la fabricación de satélites y
centrales nucleares en el país que se exportan, y otros desarrollos como
biotecnología, nanotecnología, impresión 3D, etc., cuyo potencial exportador es
también muy grande.
El CCyCI no puede
permitir esto tranquilamente. Se opuso, se opone y se opondrá. Seguirán los
boicots y las presiones a este gobierno para tratar de impedirlo. Los
principales arietes han sido hasta este momento, la brecha cambiaria y la
inflación. La brecha cambiaria parece, hasta ahora, que está siendo controlada
por el gobierno. En relación a la inflación, en particular la que se puede
provocar por el traslado a los precios alegando la devaluación como causa, el
gobierno está en plena actividad para tratar de impedirla. La devaluación implica
que todo lo importado es más caro. Como hay muchos productos industriales que
tienen una gran parte de insumos importados, las empresas aducirán aumento de
costos para aumentar los precios. El gobierno ha anunciado que controlará si
realmente hay aumento de costos y no autorizará aumento de precios de productos
finales que no estén justificados por estos aumentos. Otros obstáculos que irá
instrumentando el CCyCI deberán ser enfrentados a medida que se produzcan.
Seguramente se producirán. La brecha cambiaria no ha sido un fenómeno natural
sino parte de la política del CCyCI para impedir el desarrollo industrial con
inclusión social que pueda llegar a lograr el gobierno.
Es importante que
toda la población tenga claro que se está dando esta puja entre el CCyCI y el
gobierno. En otros tiempos el CCyCI solucionaba todo esto con golpes de estado.
El gobierno de Ilia, por ejemplo, fue derrocado por un golpe militar por su
política con los laboratorios y las empresas petroleras extranjeras.
El CCyCI está recurriendo en todo el planeta a lo que
llama “revoluciones pacíficas”. [3]
Existen las
internacionales de derecha [4] , una de las cuales integra la Fundacion Pensar,
del PRO de Mauricio Macri, que recientemente con otras fundaciones hicieron
seminarios en Rosario y la Ciudad de Buenos Aires.
Hay planes para
derrotar al gobierno de Venezuela. [5] Orlando Rangel Yustiz explica la
preparación del “golpe blando” contra el gobierno de Venezuela. [6]
Durante un discurso
reciente en Polonia, el ex asesor de Seguridad Nacional de EE.UU. Zbigniew
Brzezinski dijo que “El populismo es la nueva amenaza”. [7]
Por acción directa
de sus propias empresas, como Shell el 24.1.14, por la no liquidación de parte
de la cosecha y otras formas de elusión de divisas, por fuga de divisas, y/o
utilizando estas y otras operaciones para volver a ampliar la brecha cambiaria,
o por acciones emprendidas por sus representantes políticos (la oposición de
derecha al gobierno) o acciones instrumentadas por estas organizaciones internacionales,
el CCyCI se seguirá oponiendo a un desarrollo industrial con inclusión social
en el país.
El gobierno está
realizando permanentemente una serie de acciones para llevar adelante este plan
de crecimiento industrial. Sería conveniente imaginar por un momento un
escenario en que no hubiera una permanente desacreditación de las acciones de
gobierno por parte de la oposición y que por otro lado, el conjunto de la
población al constatar en hechos concretos los avances de este plan, se volcara
paulatinamente con mayor intensidad a apoyarlo. Es fácil suponer que en una
situación semejante el plan tendría muchísimas más posibilidades de
concretarse.
Lógicamente este
plan de desarrollo industrial tiene y tendrá todos los males del capitalismo.
No podría ser de otra manera, pues es un plan de desarrollo industrial
capitalista. Pero no es lo mismo el capitalismo en desarrollo que necesita del
mercado interno para crecer, que los conglomerados internacionales que arrasan
con todo el planeta para aumentar su tasa de ganancia. El plan de crecimiento
con inclusión social del kirchnerismo es y será utópico porque o bien por su
propias contradicciones y limitaciones capitalistas sumado a la oposición del
CCyCI no logra desarrollarse o bien, en el caso de que lograra un desarrollo
capitalista industrial importante, sufrirá el proceso de todo capitalismo, la
concentración y centralización del capital e irá adquiriendo las
características del actual CCyCI.
Pero no es lo mismo
el corto o mediano que el largo plazo. Si en los próximos años se desarrolla el
proyecto industrial del gobierno, será un escenario infinitamente más favorable
para el desarrollo de la lucha de clases que si se impone incondicionalmente la
política del CCyCI, volviendo a una década del ’90 de desocupación, pobreza, y
destrucción generalizada de la industria, pero corregida y aumentada porque la
concentración y centralización ha crecido notoriamente, y con esto sus
necesidades predatorias.
Hay que tener en
cuenta también, que el crecimiento industrial es necesario para el bienestar
económico de la población. No a la manera capitalista, pero la construcción del
socialismo se basará irremediablemente en el desarrollo industrial que se haya
producido durante el capitalismo. El mejor desarrollo industrial bajo el
capitalismo es el mejor escenario a partir del cual construir el socialismo.
Construir el socialismo en base a una destrucción industrial generalizada como
en los ’90 no es la mejor opción, en caso que ese punto de partida fuera suficiente
para iniciar la construcción del socialismo.
Y en este escenario
más favorable de crecimiento industrial, la tarea central de la izquierda será
la elevación de la conciencia de la clase obrera y el conjunto de la población,
para crear las condiciones necesarias para la única solución de fondo, la
expropiación del capital y la construcción del socialismo, vía revolución
social.
Los partidos de la
izquierda actual no cumplen esa tarea, ni la cumplirán, porque han desarrollado
a través de los años, un economicismo, limitándose a la lucha sindical y todas
sus reivindicaciones, reivindicaciones que son en sí mismas reformistas, forman
parte del programa mínimo de todo partido revolucionario, es decir la parte del
programa que abarcan las reformas que pueden ser logradas bajo el capitalismo.
La partidos de la izquierda actual son sujeto de la misma crítica que hacía
Lenin a los practicantes del “economismo” en el Qué hacer, criticando que
dejaban la política a la burguesía, y se dedicaban a una imposible elevación de
la conciencia en base a la lucha sindical, argumentando entre otras cosas, que
eso era imposible “porque el marco era demasiado estrecho”.
Una verdadera
izquierda debe ser combatiente de vanguardia por la democracia, debe intervenir
en todas las luchas políticas democráticas, económicas, por el máximo
mejoramiento posible de las condiciones de vida de la población bajo el
capitalismo, debe ayudar permanentemente a la clase obrera a comprender cómo
funciona el mundo, a conocer qué intereses defienden y cómo actúan todas las
clases y sectores de clases, etc. Una verdadera izquierda debe luchar para
impedir que triunfe la política del CCyCI, oponiéndose a retroceder a una
situación aún peor que en la década del `90 que culminó en el 2002. Debe apoyar
lo bueno que haga este gobierno, criticar, oponerse, e impulsar alternativas en
todo lo negativo de sus políticas, y aprovechar la experiencia inédita de una
gestión que intenta una utopía, el pleno crecimiento con inclusión social bajo
el capitalismo, para mostrar al conjunto del pueblo las infinitas limitaciones
que existen bajo el capitalismo para concretar ese objetivo y las infinitas
trabas que impone al mismo tiempo, el capital concentrado; basarse diariamente
en todo esto para elevar la conciencia de la clase obrera y el pueblo acerca de
la inviabilidad del capitalismo y la necesidad de la construcción del
socialismo vía revolución social.
Notas:
[1] En un informe realizado por Martín Schoor y
Nicolás Arceo para el centro de estudios de la CTA (CIFRA), los autores
calculan un 60 por ciento de empresas que producen en el país en manos
extranjeras. A lo que se le agrega el grado de transnacionalización de las
compañías argentinas más poderosas.
(http://www.lapoliticaonline.com/nota/56461/, 27.10.2011, El control de las
ganancias mineras y petroleras abre el debate por la remisión de utilidades)
[2] Ver, por ejemplo, Orlando J. Ferreres &
Asociados s.a., M&A EN ARGENTINA 4to Trimestre 2013 (fusiones y
adquisiciones de empresas, conocidas también por su acrónimo
en inglés “M&A” (siglas de "Mergers and Adquisitions")
http://www.ojf.com/images/documents/ma_ultimo.pdf,
o también: ¿Cuáles son las principales fusiones y adquisiciones de 2010?
Resumen de las fusiones y adquisiciones en el mundo en 2010,
http://actualidad.rt.com/economia/view/21751-Cuales-son-principales-fusiones-y-adquisiciones-de-2010.
[3] Según el documentalista Ruaridh Arrow “el
doctor Gene Sharp propone 198 técnicas para su estrategia de una revolución no
violenta. Sharp es el experto en revoluciones no violentas más famoso del
mundo. Su obra ha sido traducida a más de treinta idiomas.” “…Mientras Slobodan
Milosevic en Serbia y Viktor Yanukovych en Ucrania caían ante la revolución de
colores que barrió Europa Oriental, cada uno de los movimientos democráticos
rendía homenaje al aporte de Sharp…” “…Mientras Slobodan Milosevic en Serbia y
Viktor Yanukovych en Ucrania caían ante la revolución de colores que barrió
Europa Oriental, cada uno de los movimientos democráticos rendía homenaje al
aporte de Sharp. Éste, sin embargo, siguió siendo un desconocido para el
público….”, aunque el Dr. Sharp ha recibido “…una nominación para el Premio
Nobel en 2009”.
Gene Sharp: manual
para una revolución sin violencia, Ruaridh Arrow, Documentalista.
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2011/02/110221_gene_sharp_revolucion_no_violenta_cr.shtml,
[4] por ejemplo: “…Tras dos jornadas en la ciudad
santafesina de Rosario, el evento organizado por fundaciones vinculadas al
argentino PRO y al Partido Popular español trajo a la Ciudad de Buenos Aires
sus diatribas contra el llamado "populismo"…” “…Con la presencia del
jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, y otras personalidades del
oficialismo de la Ciudad, la derecha iberoamericana cerró ayer el seminario
internacional en el que los principales referentes del ultra liberalismo
regional y español analizaron la coyuntura regional y formularon "ideas y
propuestas" para actuar en el futuro…”, “…ayer fue la tercera jornada del
seminario "América Latina: Desafíos y oportunidades", que organizaron
la Fundación Libertad, la Fundación Pensar y la fundación española FAES. El
martes y miércoles pasados, en la ciudad de Rosario, los expositores llamaron a
"los liberales" a "perder el miedo a decir lo que pensamos"
en tanto que tuvieron duras definiciones en relación con las democracias de la
región, a las que tacharon de "populismos"…”, “…contó con la
presencia del ex presidente de España José María Aznar; del ex presidente
uruguayo Luis Alberto Lacalle; del ex presidente boliviano, Jorge Quiroga; y
del premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa…” La Fundacion Pensar del
PRO de Maurico Macri pertenece a este internacional de derecha.
http://tiempo.infonews.com/2013/04/12/argentina-99973-la-derecha-cerro-su-conclave-porteno.php
Con la presencia de
macri y aznar. le impidieron el ingreso a los periodistas, La derecha cerró su
cónclave porteño, por Martín Ferreyra, Tiempo Argentino, 12.4.13
[5] “…un documento
interno de tres organizaciones de Colombia y Estados Unidos evidencia un plan
macabro contra el Estado venezolano para provocar violencia —incluso muertos—
con la intención de justificar una intervención internacional antes de las
elecciones municipales del próximo 8 de diciembre. El documento, titulado 'Plan
Estratégico Venezolano', fue preparado por la Fundación Internacionalismo
Democrático del expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, junto con la
Fundación Centro de Pensamiento Primero Colombia y la empresa estadounidense de
consultores FTI Consulting. Su fecha de redacción fue el 13 de junio de 2013,
durante una reunión entre representantes de estas tres organizaciones,
dirigentes de la oposición venezolana, como María Corina Machado, Julio Borges
y Ramón Guillermo Avelado, el experto en guerra psicológica, J.J. Rendón, y el
encargado de la Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos (USAID)
para América Latina, Mark Feierstein…” http://actualidad.rt.com/expertos/eva_golinger/view/110489-documento-evidencia-plan-desestabilizacion-venezuela-golinger,
Documento evidencia un plan de desestabilización contra Venezuela, Eva
Golinger, abogada y escritora, 5 nov 2013.
[6] “… Caracas, 01 Nov. AVN.- Los tentáculos del
Albert Einstein Institution (AEI) tienen presencia efectiva no sólo en Europa,
Medio Oriente y África. Bajo la dirección de Gene Sharp y sus aliados (Robert
“Bob” Helvey, Srdja Popovic, Ausama Monajed, Jamila Raquib), esta subsidiaria
de la CIA se extiende por América Latina desde hace más de una década, y en
particular sobre la costa del Caribe, donde están Venezuela y su Revolucion
Bolivariana…” Manual USA para derrotar gobiernos (V), Venezuela, la apuesta
dura del golpe blando, por Orlando Rangel Yustiz, 1.11.2013.
http://www.avn.info.ve/contenido/venezuela-apuesta-dura-del-golpe-blandom.
De este autor también se puede leer “Manual USA para derrotar gobiernos I, II,
III, y IV, por ejemplo:
http://www.telesurtv.net/articulos/2013/10/24/manual-usa-para-derrocar-gobiernos-gene-sharp-cerebro-de-los-golpes-201cblandos201d-9406.html
[7] Año 5. Edición
número 237. Domingo 2 de diciembre 2012, Por Internacional internacional@miradasalsur.com