EL BANDO MÁS
IMPORTANTE DEL GENERAL DE SAN MARTIN
La orden general del 27 de julio de
1819 fue el más extraordinario bando emitido de puño y letra por el Libertador
General José de San Martín en circunstancias sumamente complicadas para el movimiento emancipatorio americano.
Se tenían noticias de que una poderosa flota española se estaba preparando para
reprimir la lucha por la independencia de las colonias a quienes la monarquía
llamaba “insurgencia rebelde” con lo cuales no quería ni hablar ni negociar ni
pactar, ni sostener ninguna forma de diálogo que pudiera poner fin a tantos
años de guerra. Para el rey Fernando VII, reinstaurada por la reaccionaria
Santa Alianza, solo cabía una política: la liquidación de los insurgentes
porque estaban contaminados de revolución francesa y proclamaban a viva voz que
los rebeldes de las colonias mancillaban con sus acciones a la Santísima
Majestad Católica. Justo ellos se atreven a poner el grito en el cielo la
defensa de la iglesia que con su inquisición derramaron ríos de sangre por todo
el continente y no tuvieron ninguna actitud de clemencia cuando ordenaron el
fusilamiento de un digno hijo de la iglesia como fue el gran cura mexicano
Miguel Hidalgo.
La Revolución de Mayo, aun con todos
sus errores y dificultades que tuvo, no se atrevió a pasar por las armas a los
obispos católicos que profesaban un odio sagrado al nuevo sistema de libertad
nacido en 1810 e instaban a los
ejércitos españoles liquidar a todos los sublevados contra al autoridad del rey
en estas tierras. Este fue el caso de la conspiración de Santiago de Liniers en
la ciudad de Córdoba, quien apresado por las unidades militares dirigidas por
Juan José Castelli, fue inmediatamente fusilado y salvándole la vida a los sacerdotes
implicados en aquella sublevación.
San Martín estaba plenamente comprometido
con la preparación de la expedición al Perú para poner fin a los trescientos
años de dominación española, pero enfrentaba una dura oposición del gobierno de
las Provincias Unidas del Río de la Plata, de su propio país, porque estaban
altamente preocupados por la influencia cada vez más grande de los caudillos
provinciales especialmente del litoral, cuyas fuerzas militares puestas en
movimiento, ponían en peligro la estabilidad política del Directorio de Buenos
Aires.
El Directorio bajo la conducción del
general Juan José Rondeau le reclamaba con suma urgencia que viaje a Buenos
Aires para conversar sobre la situación del país y el lugar que debía ocupar el
Ejército de Los Andes como medio para defender la ciudad de las montoneras que
amenazan su gobierno. San Martín desde Mendoza donde se encontraba enfermo y
haciendo reposo, respondía a las órdenes de la autoridad porteña con toda clase
de impedimentos, caprichos y evasivas porque sabía que bajar a Buenos Aires
implicaba meterse en una guerra civil en la que no quería verse involucrado y
lo más trágico era que si el Ejército de Los Andes se enfrascaba en esa guerra
significaría su disolución y destrucción. Es en este contexto político cuando
redacta la proclama más poderosa de toda la guerra de la independencia de la
América del Sur para que nadie tenga dudas que la decisión de ser completamente
libres e independientes era un proceso irreversible, irrebatible y irrevocable.
El texto íntegro dice así:
“Ya
no cabe duda de que una fuerte expedición española viene a atacarnos; sin duda
alguna los gallegos creen que estamos cansados de pelear y que nuestros sables
y bayonetas ya no cortan ni ensartan; vamos a desengañarlos.
“La guerra se la tenemos que hacer
del modo que podamos, si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos
ha de faltar; cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con la bayetita
que nos trabajan nuestras mujeres; y si no andaremos en pelota como nuestros
paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada. Yo y vuestros
oficiales os daremos ejemplo en las privaciones y en los trabajos. La muerte es
mejor que ser esclavos de los maturrangos.
“Compañeros, juremos no dejar las
armas de la mano hasta ver el país enteramente libre morir con ellas como hombres de coraje.”
En ninguna de las novecientas páginas
de su medulosa “Historia de San Martín y de la Independencia Americana, don Bartolomé
Mitre que fue un hombre tan cuidadoso, puntilloso y extremadamente riguroso en
el manejo de los documentos históricos, menciona esta Orden General y siendo
una biografía como la de Mitre, una obra donde destaca fundamentalmente las
cualidades y las capacidades de conducción y organización militar del Libertador,
el hecho que nunca hable de ella, resulta un tanto extraño porque en esta proclama
está claramente expuesta todas esas características que hacen a un jefe militar
en todo su esplendor a la hora de ponerse al frente de su ejército y hombres
para realizar la magna tarea de terminar con el sangriento colonialismo de la
monarquía borbónica española.
Es imposible que no lo conociera
sino más bien lo que asustaba de este bando, era su fuerte contenido que – indudablemente
- ponía en tela de juicio la semblanza que Mitre quiso dar de San Martín, como
un hombre impoluto, apolítico y desprovisto de toda consideración social que
implique la defensa del indio, del negro o del mestizo, quienes fueron en
definitiva los que formaron, pelearon y murieron en todos los rincones de la América
insurgente en las gloriosas guerras de la independencia del siglo XIX.