El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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martes, 22 de noviembre de 2016

ANÁLISIS SOBRE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES EN LOS ESTADOS UNIDOS – PARTE I

Por Sergio Daniel Aronas

Presentamos una serie de artículos de opinión acerca de los resultados de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos que tuvieron lugar el 8 de noviembre pasado por importantes investigadores, politólogos, periodistas, economistas, sociólogos y estudios de las cuestiones internacionales en general y del imperio estadounidense en particular.

La fuente principal de estas notas es el sitio Rebelión que suministra valiosísimas fuentes de información así nuestros lectores pueden tener todas estos análisis que ha muchos ha dejado perplejos sin razones que lo justifiquen.

En esta primera parte los autores que incluimos son: Atilio Borón, Vincent Navarro, Julian Assange, Ignacio Ramonet, David Brooks, Andrés Piqueras y Juan Manuel Karg


TRUMP: EL OTRO FIN DE CICLO


En el último año hablar del “fin del ciclo progresista” se había convertido en una moda en América Latina. Uno de los supuestos de tan temeraria como infundada tesis, cuyos contenidos hemos discutido en otra parte, era la continuidad de las políticas de libre cambio y de globalización comercial impulsadas por Washington desde los tiempos de Bill Clinton y que sus cultores pensaban serían continuadas por su esposa Hillary para otorgar sustento a las tentativas de recomposición neoliberal en curso en Argentina y Brasil1. Pero enfrentados al tsunami Donald Trump se miran desconcertados y muy pocos, tanto aquí como en Estados Unidos, logran comprender lo sucedido. Cayeron en las trampas de las encuestas que fracasaron en Inglaterra con el Brexit, en Colombia con el No, en España con Podemos y ahora en Estados Unidos al pronosticar unánimemente el triunfo de la candidata del partido Demócrata. También fueron víctimas del microclima que suele acompañar a ciertos políticos, y confundieron las opiniones prevalecientes entre los asesores y consejeros de campaña con el sentimiento y la opinión pública del conjunto de la población estadounidense, esa sin educación universitaria, con altas tasas de desempleo, económicamente arruinada y frustrada por el lento pero inexorable desvanecimiento del sueño americano, convertido en una interminable pesadilla. Por eso hablan de la “sorpresa” de ayer a la madrugada, pero como observara con astucia Omar Torrijos, en política no hay sorpresas sino sorprendidos. Veamos algunas de las razones por las que Trump se impuso en las elecciones.

Primero, porque Hillary Clinton hizo su campaña proclamando el orgullo que henchía su espíritu por haber colaborado con la Administración Barack Obama, sin detenerse un minuto a pensar que la gestión de su mentor fue un verdadero fiasco. Sus promesas del “Sí, nosotros podemos” fueron inclementemente sepultadas por las intrigas y presiones de lo que los más agudos observadores de la vida política estadounidense -esos que nunca llegan a los grandes medios de aquel país- denominan “el gobierno invisible” o el “estado profundo”. Las módicas tentativas reformistas de Obama en el plano doméstico naufragaron sistemáticamente, y no siempre por culpa de la mayoría republicana en el Congreso. Su intención de cerrar la cárcel de Guantánamo se diluyó sin dejar mayores rastros y Obama, galardonado con un inmerecido Premio Nobel, careció de las agallas necesarias para defender su proyecto y se entregó sin luchar ante los halcones. Otro tanto ocurrió con el “Obamacare”, la malograda reforma del absurdo, por lo carísimo e ineficiente, sistema de salud de Estados Unidos, fuente de encendidas críticas sobre todo entre los votantes de la tercera edad pero no sólo entre ellos. No mejor suerte corrió la reforma financiera, luego del estallido de la crisis del 2008 que sumió a a la economía mundial en una onda recesiva que no da señales de menguar y que, pese a la hojarasca producida por la Casa Blanca y distintas comisiones del Congreso, mantuvo incólume la impunidad del capital financiero para hacer y deshacer a su antojo, con las consabidas consecuencias. Mientras, los ingresos de la mayoría de la población económicamente activa registraban -no en términos nominales sino reales- un estancamiento casi medio siglo, las ganancias del uno por ciento más rico de la sociedad norteamericana crecieron astronómicamente. Tan es así que un autor como Zbigniew Brzezinski, tan poco afecto al empleo de las categorías del análisis marxista, venía hace un tiempo expresando su preocupación porque los fracasos de la política económica de Obama encendiese la hoguera de la lucha de clases en Estados Unidos. En realidad esta venía desplegándose con creciente fuerza desde comienzos de los noventas sin que él, y la gran mayoría de los “expertos”, se dieran cuenta de lo que estaba ocurriendo bajo sus narices. Sólo que la lucha de clases en el corazón del sistema imperialista no puede tener las mismas formas que ese enfrentamiento asume en la periferia. Es menos visible y ruidoso, pero no por ello inexistente. De ahí la tardía preocupación del aristócrata polaco-americano. En materia de reforma migratoria Obama tiene el dudoso honor de haber sido el presidente que más migrantes indocumentados deportó, incluyendo un exorbitante número de niños que querían reunirse con sus familias. En resumen, Clinton se ufanaba de ser la heredera del legado de Obama, y aquél había sido un desastre.

Pero, segundo, la herencia de Obama no pudo ser peor en materia de política internacional. Se pasó ocho años guerreando en los cinco continentes, y sin cosechar ninguna victoria. Al contrario, la posición relativa de Estados Unidos en el tablero geopolítico mundial se debilitó significativamente a lo largo de estos años. Por eso fue un acierto propagandístico de Trump cuando utilizó para su campaña el slogan de “¡Hagamos que Estados Unidos sea grande otra vez!” Obama y la Clinton propiciaron golpes de estado en América Latina (en Honduras, Ecuador, Paraguay) y envió al Brasil a Liliana Ayalde, la embajadora que había urdido la conspiración que derribó a Fernando Lugo para hacer lo mismo contra Dilma. Atacó a Venezuela con una estúpida orden presidencial declarando que el gobierno bolivariano constituía una “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos.” Reanudó las relaciones diplomáticas con Cuba pero hizo poco y nada para acabar con el bloqueo. Orquestó el golpe contra Gadaffi inventando unos “combatientes por la libertad” que resultaron ser mercenarios del imperio. Y Hillary merece la humillación de haber sido derrotada por Trump aunque nomás sea por su repugnante risotada cuando le susurraron al oído, mientras estaba en una audiencia, que Gadaffi había sido capturado y linchado. Toda su degradación moral quedó reflejada para la historia en esa carcajada. Luego de eso, Obama y su Secretaria de Estado repitieron la operación contra Basher al Assad y destruyeron Siria al paso que, como confesó la Clinton, “nos equivocamos al elegir a los amigos” –a quienes dieron cobertura diplomática y mediática, armas y grandes cantidades de dinero- y del huevo de la serpiente nació, finalmente, el tenebroso y criminal Estado Islámico. Obama declaró una guerra económica no sólo contra Venezuela sino también contra Rusia e Irán, aprovechándose del derrumbe del precio del petróleo originado en el robo de ese hidrocarburo por los jijadistas que ocupaban Siria e Irak. Envió a Victoria Nuland, Secretaria de Estado Adjunta para Asuntos Euroasiáticos , a ofrecer apoyo logístico y militar a las bandas neonazis que querían acabar con el gobierno legítimo de Ucrania, y lo consiguieron al precio de colocar al mundo, como lo recuerda Francisco, al borde de una Tercera Guerra Mundial. Y para contener a China desplazó gran parte de su flota de mar al Asia Pacífico, obligó al gobierno de Japón a cambiar su constitución para permitir que sus tropas salieran del territorio nipón (con la evidente intención de amenazar a China) e instaló dos bases militares en Australia para, desde el Sur, cerrar el círculo sobre China. En resumen, una cadena interminable de tropelías y fracasos internacionales que provocaron indecibles sufrimientos a millones de personas.

Dicho lo anterior, no podía sorprender a nadie que Trump derrotara a la candidata de la continuidad oficial. Con la llegada de este a la Casa Blanca la globalización neoliberal y el libre comercio pierden su promotor mundial. El magnate neoyorquino se manifestó en contra del TTP, habló de poner fin al NAFTA (el acuerdo comercial entre Estados Unidos, México y Canadá) y se declaró a favor de una política proteccionista que recupere para su país los empleos perdidos a manos de sus competidores asiáticos. Por otra parte, y en contraposición a la suicida beligerancia de Obama contra Rusia, propone hacer un acuerdo con este país para estabilizar la situación en Siria y el Medio Oriente porque es evidente que tanto Estados Unidos como la Unión Europea han sido incapaces de hacerlo. Hay, por lo tanto, un muy significativo cambio en el clima de opinión que campea en las alturas del imperio. Los gobiernos de Argentina y Brasil, que se ilusionaban pensando que el futuro de estos países pasaría por “insertarse en el mundo” vía libre comercio (TTP, Alianza del Pacífico, Acuerdo Unión Europea-Mercosur) más les vale vayan aggiornando su discurso y comenzar a leer a Alexander Hamilton, primer Secretario del Tesoro de Estados Unidos, y padre fundador del proteccionismo económico. Sí, se acabó un ciclo: el del neoliberalismo, cuya malignidad convirtió a la Unión Europea en una potencia de segundo orden e hizo que Estados Unidos se internara por el sendero de una lenta pero irreversible decadencia imperial. Paradojalmente, la elección de un xenófobo y misógino millonario norteamericano podría abrir, para América Latina, insospechadas oportunidades para romper la camisa de fuerza del neoliberalismo y ensayar otras políticas económicas una vez que las que hasta ahora prohijara Washington cayeron en desgracia. Como diría Eric Hobsbawm, se vienen “tiempos interesantes” porque, para salvar al imperio, Trump abandonará el credo económico-político que tanto daño hizo al mundo desde finales de los años setentas del siglo pasado. Habrá que saber aprovechar esta inédita oportunidad.

Notas: 

Ver Atilio A. Boron y Paula Klachko, “Sobre el “post-progresismo” en América Latina: aportes para un debate”, 24 Septiembre 2016, disponible en varios diarios digitales

2 Cf. Drew Desilver, “For most workers, real wages have barely budged for decades” donde demuestra que los salarios reales tenían en el año 2014 ¡el mismo poder de compra que en 1974! Ver 
http://www.pewresearch.org/fact-tank/2014/10/09/for-most-workers-real-wages-have-barely-budged-for-decades/

ES SORPRENDENTE QUE SE CONSIDERE SORPRENDENTE
LA VICTORIA DE TRUMP


Lo que ha ocurrido en EEUU con la elección del candidato republicano, el Sr. Donald Trump, era predecible. Y así lo había yo indicado en un artículo reciente (ver “De lo que no se informa y/o se conoce sobre las elecciones en EEUU”, Público, 18.10.16). En realidad, la posibilidad de que ocurriera lo que ha ocurrido se ha ido fraguando desde los años noventa, cuando el partido Demócrata, bajo la presidencia del Sr. Bill Clinton, aplicó toda una serie de políticas de clara sensibilidad neoliberal (hasta entonces patrimonio del Partido Republicano), algo que también ocurrió en el Reino Unido cuando el Sr. Tony Blair, dirigente del Partido Laborista, adoptó las medidas neoliberales que había propuesto la Sra. Thatcher, dirigente del Partido Conservador. En realidad, y tal como he documentado en otro artículo, la Tercera Vía del gobierno Blair estaba muy inspirada en las políticas llevadas a cabo por la Administración Clinton (ver “El fracaso del nuevo laborismo y del socioliberalismo”. Sistema, 21.05.10).

La derechización del Partido Demócrata: el origen de la Tercera Vía

Estas políticas neoliberales significaron un cambio notable de las políticas del Partido Demócrata heredadas del New Deal establecido por el presidente Roosevelt, y que justificaban que tal partido se presentara como el “partido del pueblo llano” frente al instrumento político del gran empresariado, representado por el Partido Republicano. Tales políticas del New Deal (y más tarde de la Great Society) fueron sustituidas por políticas neoliberales llevadas a cabo por el presidente Clinton, las cuales incluyeron la desregulación en la movilidad del comercio y del capital financiero, iniciándose toda una serie de tratados referidos como tratados de libre comercio, de los cuales el más importante fue el Tratado de Libre Comercio entre EEUU, Canadá y México, conocido en inglés como NAFTA. Tal tratado era altamente impopular entre los sindicatos y entre las bases electorales del Partido Demócrata, lo cual explica que la mayoría de los miembros del Partido Demócrata en el Congreso no votaran a su favor. Solo los procedentes del sur de EEUU (que suelen ser los más conservadores) apoyaron dicho tratado, junto con la mayoría de los miembros del Partido Republicano. Tal aprobación significó un giro importante en las políticas del supuesto “partido del pueblo”, el cual dañó, como era predecible, a los trabajadores de los sectores manufactureros (los sectores mejor pagados dentro de la fuerza laboral en EEUU), pues vieron sus trabajos desplazados a Méjico cuando sus empresas se trasladaron a aquel país, perdiéndose con ello millones de buenos empleos en EEUU. Fue así como el Partido Demócrata favoreció extensamente el tipo de globalización económica que hemos conocido desde los años ochenta y noventa (iniciado por Ronald Reagan y Margaret Thatcher). Este globalismo ha sido uno de los elementos que ha debilitado más a la clase trabajadora, pues el mundo empresarial ha utilizado contra el mundo de trabajo la amenaza de desplazarse a otros países en caso de no obtener concesiones en forma de bajada de salarios, de recortes en su protección social y de deterioro de sus condiciones de trabajo.

Tal globalización contribuyó al alejamiento de la clase trabajadora del Partido Demócrata. En realidad, la pérdida de la mayoría del Partido Demócrata en el Congreso (incluyendo el Senado) se debió a la masiva abstención de la clase trabajadora en las elecciones al Congreso del 1994, después de que el presidente Clinton aprobara en 1993 el NAFTA con el apoyo mayoritario del Partido Republicano. Fue entonces cuando ya se inició el enfado de la clase trabajadora. Como bien ha comentado el politólogo Thomas Frank en su libro Listen, Liberal, a medida que el Partido Demócrata fue distanciándose de la clase trabajadora, fue aumentando la influencia de la clase media profesional (personas con estudios superiores, incluyendo los universitarios) en los aparatos de tal partido. En realidad, fue el crecimiento de esta influencia, ejemplificada por la Administración Clinton, la que causó el distanciamiento de la clase trabajadora, algo semejante a lo que ha estado ocurriendo con los partidos socialdemócratas en Europa.

El continuismo del neoliberalismo con Obama

Tales políticas han sido seguidas por el Presidente Obama, e incluso expandidas durante su mandato para incluir el proyectado tratado de libre comercio con los países del Pacífico y el intento de establecer otro con la Unión Europea (UE). No hay que olvidar que una de sus promesas electorales, realizadas en su primera elección, había sido modificar el NAFTA, lo cual no hizo. La propuesta de los sindicatos era la de su eliminación, a lo cual el presidente Obama no accedió, sin ni siquiera modificarlo. Como consecuencia, los datos fácilmente accesibles muestran un gran descenso de los salarios y de la protección social, mayores causas de que las rentas del trabajo como porcentaje de las rentas totales continuaran descendiendo, proceso que se había iniciado en los años ochenta, adquiriendo mayor descenso a partir de la plena expansión del proceso de globalización. Mientras las rentas del trabajo disminuían, las rentas derivadas del capital fueron subiendo, habiendo alcanzado niveles nunca vistos desde los años treinta del siglo XX (causa, por cierto, de la Gran Depresión).

La segunda mayor ofensa a las clases populares por parte del socioliberalismo: la desregulación de la banca

Otra política pública introducida por el presidente Clinton fue la desregulación de la banca, eliminando la separación entre la banca comercial y la banca de inversión (y que exigía la Ley Glass-Steagall aprobada durante el mandato del presidente Roosevelt), medida propuesta por su Secretario del Tesoro (equivalente al Ministro de Finanzas), el Sr. Robert Rubin, que había sido codirector de la banca Goldman Sachs antes de incorporarse al gobierno del presidente Clinton. Esta medida desreguladora tuvo dos impactos sumamente negativos para el bienestar de las clases populares (y de la economía). Tal desregulación del capital financiero favoreció las burbujas especulativas, de las cuales la inmobiliaria afectó particularmente a la clase trabajadora y a las clases medias de renta baja, que tuvieron que endeudarse profundamente para pagar precios abusivos de las viviendas, resultado del carácter especulativo de las inversiones inmobiliarias. Esta desregulación bancaria era resultado de la complicidad nueva que se estableció entre Wall Street y el Partido Demócrata, que ha sido una constante de la Tercera Vía, iniciada por Clinton y continuada por Obama.

El resultado de tal complicidad es el rescate que el gobierno federal hizo de la banca cuando las burbujas especulativas estallaron, poniendo en peligro la viabilidad del sistema financiero, que estaba metido en la especulación hasta la médula. Es significativo resaltar que ningún banquero haya ido a la cárcel, a pesar de haber cometido delitos graves que afectaron muy negativamente el bienestar de las clases populares. En realidad, el enorme crecimiento de las rentas del capital se debe, en parte, a la gran expansión del capital financiero basada en un enorme endeudamiento de las clases populares, consecuencia a su vez del descenso de las rentas del trabajo. Hay que señalar que dirigentes de la empresa Enron terminaron en la cárcel durante la Administración Bush. No así los dirigentes de la banca en la Administración Obama.

El justificado y predecible enfado de la clase trabajadora

Era obvio que se estaba acumulando un enfado que podía apercibirse en el enorme descrédito de las instituciones llamadas representativas en aquel país, y que son ocupadas por una de las clases políticas más estables en el mundo capitalista avanzado, resultado del sistema de financiación, predominantemente privado, del proceso electoral de aquel país, en un sistema bipartidista carente de proporcionalidad y que prácticamente imposibilita la entrada de nuevos partidos.

Tal pérdida de legitimidad se traduce en que la mayoría de la clase trabajadora no vota en EEUU. Tal clase representa aproximadamente el 52% de la población estadounidense (un número bastante próximo a lo que la población señala como su pertenencia, cuando se le pregunta si se considera de la clase alta, la clase media o la clase trabajadora). Al haber una relación inversa entre nivel de renta y participación en el proceso electoral, se deduce que la mitad de la población estadounidense, por debajo de la media, es la que no vota (en EEUU solo votan entre un 52% y un 54% de la población que podría hacerlo), y pertenece a la clase trabajadora. En realidad, el descenso electoral del Partido Demócrata está muy marcado por el creciente grado de abstención de la población obrera identificada con este partido. El cambio del Congreso de demócrata a republicano que tuvo lugar en el año 1994, que he citado en un párrafo anterior, fue resultado del crecimiento de la abstención obrera en respuesta a la aprobación del NAFTA.

La marginación de la clase trabajadora

El cambio de los partidos que electoralmente tenían como base central la clase trabajadora y otros componentes de las clases populares hacia otros sectores y clases sociales (definiéndose a sí mismos como partidos de las clases medias) fue resultado del cambio de composición de los aparatos de tales partidos, con un claro dominio de las clases profesionales, personas con educación superior que asumían que o bien la clase trabajadora estaba despareciendo, o bien se estaba convirtiendo en clases medias. Esta llamada “modernización” de tales partidos incluyó la adopción por su parte de elementos de la ideología neoliberal, que había sido transmitida desde los años ochenta por los partidos conservadores y liberales. En realidad, el Partido Demócrata hoy está próximo (sin estar afiliado) a la Internacional Liberal. Clinton fijó esta nueva línea. Tal neoliberalismo económico, por cierto, redefinió la política social, enfatizando la importancia de la empresa privada (financiada públicamente) en la gestión de los servicios públicos, tema que trataré en una sección posterior de este artículo.

Los costes de ignorar a la clase trabajadora

La desaparición de clase social como categoría sociopolítica por parte del Partido Demócrata (como también ha ocurrido con la socialdemocracia) implicó el abandono de las políticas redistributivas. El Partido Demócrata (considerado con excesiva generosidad como la izquierda en EEUU) enfatizó, en lugar de políticas de clase, políticas encaminadas a integrar a las minorías y a las mujeres en el sistema político, basando su estrategia política en combatir la discriminación en contra de las minorías (negras y latinas) y en contra de las mujeres. Estas políticas fueron, en parte, exitosas en incorporar estos grupos discriminados dentro de las instituciones políticas de carácter representativo y en la administración pública. Pero las mayores beneficiarias de estas políticas fueron personas de clase media de renta alta, sin que en general afectaran al bienestar económico y social de la mayoría de minorías y mujeres, que pertenecían a la clase trabajadora. El intento de integrar a las mujeres y a los negros (y en parte también a los latinos) en el sueño americano no afectó al bienestar de las clases populares. Las políticas de identidad sin sensibilidad de clase (supuestamente desaparecida) no cambiaron el poder de la clase dominante del país. Solo cambiaron el color y el género de las clases medias de renta alta. La victoria del presidente Obama, una persona negra, no afectó al bienestar económico de la clase trabajadora negra, mostrando los límites de tal estrategia identitaria, en ausencia de unas medidas de tipo clasista.

Y las elecciones del pasado 8 de noviembre han mostrado como la gran mayoría de las mujeres de clase trabajadora ha votado por Trump, que fue, de los dos candidatos (Trump y Clinton), el que acentuó más el discurso de clase. Trump se presentó como el defensor del mundo del trabajo, haciendo referencia constante a que su gente eran las personas con escasa educación, a las cuales el establishment político del país denominaba como “white trash” (basura blanca). Y el primer punto que subrayó en su discurso en la noche de las elecciones fue que él representaba a las personas olvidadas por el sistema. Viéndole en aquel momento, me recordaba el discurso de la líder del Partido Conservador británico, la Sra. Theresa May, que tras otra gran sorpresa del establishment, el Brexit, promovió a partir de entonces que el Partido Conservador tenía que ser el partido de la clase trabajadora del Reino Unido. Mientras, la Sra. Clinton apelaba a las mujeres, habiendo definido a los seguidores de Trump como “deplorables”, un adjetivo parecido a “basura”.

Siempre había alternativas que el establishment político-mediático vetó

En las últimas elecciones hubo la alternativa a Hillary Clinton, que había apoyado todas las políticas de su esposo durante su mandato Se llamaba Bernie Sanders, el candidato en las primarias demócratas, socialista sin complejos, que siempre defendió los intereses de la clase trabajadora, Bernie Sanders, conocido por su integridad y compromiso con las clases trabajadoras, y que apostaba explícitamente por una “revolución política” encaminada a democratizar las instituciones políticas y económicas del país, movilizando a grandes sectores de la clase trabajadora y a la juventud del país. Fue un terremoto dentro del Partido Demócrata, y el aparato de tal partido se movilizó por todos los medios para parar tal candidatura, y ello a costa de perder las elecciones. La gran mayoría de encuestas mostraban que Sanders, cuando aparecía frente a Trump, sacaba mucho más apoyo popular que el que Clinton conseguía frente al candidato republicano. Sanders era la única posibilidad de parar a Trump. Y su lenguaje, el de Sanders, era clasista, subrayado la conjunción de intereses de todas las razas y de todos los géneros, unidos en sus reivindicaciones basadas en su clase. Este mensaje hubiera sido imbatible. Pero el nuevo Partido Demócrata era incapaz de presentar esta imagen, pues el aparato estaba claramente conectado con la clase que se sentía amenazada con este enfoque de clase del candidato Sanders. La victoria de Clinton en las primarias desmovilizó a los votantes de Sanders, aumentando significativamente la abstención, un aumento que ha sido fatal para Clinton, pues su adversario tenía movilizada a la clase trabajadora blanca y a los grupos extremistas claramente racistas, que apoyaron masivamente a su candidato, y en cambio la candidata Clinton tenía a sus bases desmovilizadas.

Clase o raza y género, o clase, raza y género: los orígenes históricos de este debate en EEUU

El desconocido precedente de Sanders fue la candidatura del reverendo Jesse Jackson en 1988. Tal candidato en las primarias del Partido Demócrata enfatizó, en las primarias anteriores, en 1984, la necesidad de integrar a la población negra en la sociedad estadounidense. Su eslogan fue “Our time has come” (nuestro tiempo ha llegado). Presentándose como discípulo de Martin Luther King y como “la conciencia de EEUU”, la recepción del establishment político-mediático fue sumamente favorable. El New York Times escribió un editorial sumamente positivo. Fui asesor suyo en temas sociales y económicos en aquella campaña, y ello a pesar de mi desacuerdo con la orientación de la misma, pues si la intención era llegar a ser presidente de EEUU, presentándose como la voz de las minorías, no era el mejor método para llega a tal puesto.
En el año 1988, en cambio, se presentó como el candidato de la clase trabajadora, siguiendo el consejo de algunos de sus asesores, incluyéndome a mí. Formó así el movimiento Arco Iris (la Rainbow Coalition), que era la manera gráfica de mostrar que cuando los trabajadores negros, los amarillos, los verdes y los blancos se unen, forman la mayoría. Y cuando en Baltimore, ciudad industrial, con una amplia clase trabajadora dividida por razas (obreros negros y obreros blancos), le preguntaron “¿cómo conseguirá usted el voto del obrero blanco?”, respondió “haciéndole ver que tiene más común con el obrero negro, por ser los dos obreros, que con su empresario por ser blanco”. Con ello recuperó el mensaje de Martin Luther King expresado una semana antes de ser asesinado, cuando aseguró que el conflicto clave en EEUU era un conflicto de clases entre una minoría y una gran mayoría de la población compuesta por diferentes razas y etnias. Jesse Jackson consiguió con ello casi la mitad de los delegados en la Convención del Partido Demócrata en Atlanta. Su programa incluía “propuestas universalistas”, como el establecimiento del Programa Nacional de Salud que, debido a la presión del Rainbow, fueron incluidas en la campaña del Partido Demócrata del 1988.

Ahora bien, la fuerza de las izquierdas asustó al Partido Demócrata y el gobernador Clinton del Estado de Arkansas lideró la campaña para parar a las izquierdas, a la vez que hizo suya, en las elecciones en el año 1992, la petición de establecer un programa nacional de salud, que había sido muy movilizadora en la campaña de Jackson del 1988. De ahí que, después de ganar, estableciera un grupo de trabajo, liderado por su esposa, Hillary Clinton, del que Jesse Jackson y líderes sindicales insistieron que yo formara parte, invitándoseme a que les representara en tal grupo de trabajo. La Sra. Clinton, sin embargo, no apoyó la propuesta de las izquierdas, que pedían que la gestión del sistema sanitario (que deseábamos que fuera universal) se hiciera por parte del sector público en lugar de que lo hicieran las compañías de aseguramiento sanitario privado, como ocurrió y continúa ocurriendo ahora. El mantenimiento del enorme poder de tales compañías en el sistema sanitario estadounidense es el origen del enorme gasto sanitario por un lado (19% del PIB), y de la gran impopularidad del programa (el 62% de estadounidenses están insatisfechos con la manera como se financia y gestiona la sanidad), incluido el Obamacare. Mi año de experiencia en la Casa Blanca, trabajando en aquel grupo de trabajo liderado por la Sra. Clinton, fue enormemente frustrante, pero de gran valor para entender cómo funciona el poder en Washington, concluyendo que la complicidad de Washington con lo que se llama “clase corporativa” vacía de sentido aquella famosa frase que aparece en la Constitución de EEUU, “We, the people”, debiéndose añadir que no es el pueblo, sino las grandes compañías que dominan la economía estadounidense, las que deciden en el gobierno. Y el Partido Demócrata es una fuerza clave en tal entramado. De ahí la necesidad de hacer una revolución política, para democratizar el país. La marginación del único candidato, Bernie Sanders, que hizo tal propuesta, enormemente popular, augura una continuidad de la extrema derecha en el gobierno.

Una última observación

Como era predecible, los grandes medios de información no han explicado ni han entendido lo que está ocurriendo en EEUU. Durante toda la campaña se han centrado en la figura de Trump, presentándolo como un payaso. Es extraordinaria la enorme atención que dieron a este personaje, intentando ridiculizarlo. Pero estos ataques movilizaron todavía más a las clases populares que odian a los establishments mediáticos, hecho del cual Trump es consciente. Ni que decir tiene que Trump era y es una persona de gran astucia política, que sabe bien cómo canalizar el enorme enfado popular contra el establishment político-mediático del país. Pero si no hubiera habido Trump, hubiera habido otro personaje, tan o incluso más a la derecha que él. En realidad, algunos de los candidatos que derrotó en la campaña electoral en las primarias eran incluso más reaccionarios, queriendo prohibir, por ejemplo, el aborto.

Este excesivo énfasis en los personajes, frivolizando la política, es la característica de lo que se conoce como medios de información. Pero para entender lo que está pasando, hay que entender y conocer lo que ha estado pasando en EEUU, y que, por desgracia, los medios no citan. Presentar lo ocurrido, como he leído en más de un reportaje, como una traición de las mujeres trabajadoras a la causa feminista, es no entender nada de lo que pasa en EEUU. Es urgente que las izquierdas, incluyendo los movimientos progresistas en defensa de las minorías y también los movimientos feministas, recuperen el concepto de clase en sus proyectos, pues la mayoría de cada uno de sus sujetos pertenecen a la clase trabajadora y clases medias de rentas medias y bajas, que constituyen la mayoría de la población en EEUU y en cualquier país de capitalismo desarrollado. Olvidarse de la clase trabajadora ha sido lo que ha llevado al tsunami que estamos viendo a los dos lados del Atlántico Norte. Así de claro.

Vicenç Navarro: Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Director del JHU-UPF Public Policy Center

Entrevista a Julian Assange
"LOS BANCOS, LAS AGENCIAS DE INTELIGENCIA, LAS EMPRESAS ARMAMENTÍSTICAS… TODOS APOYAN A HILLARY CLINTON"
John Pilger - CounterPunch/- Rebelión – 08/11/2016

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Los secretos de las elecciones estadounidenses 

Esta entrevista fue filmada en la Embajada de Ecuador en Londres –donde Julian Assange es un refugiado político—y retransmitida el 5 de noviembre de 2016.

John Pilger: ¿Cuál es la importancia de la intervención del FBI en estos últimos días de campaña electoral en el caso contra Hillary Clinton?

Julian Assange: Si observamos su historia, vemos que el FBI ha actuado eficazmente como policía política de Estados Unidos. Esto quedó demostrado cuando forzó la dimisión del antiguo jefe de la CIA [el general David Petraeus] por revelar información confidencial a su amante. Prácticamente nadie es intocable. El FBI siempre intenta demostrar que nadie puede evitar ser investigado. Pero Hillary Clinton ha resistido abiertamente  la investigación del FBI, lo que levantó una gran indignación dentro de la institución porque hizo que pareciera débil. Nosotros hemos publicado unos 33.000 correos electrónicos de Hillary Clinton cuando era secretaria de Estado. Proceden de un lote de unos 60.000, de los cuales Clinton conservó alrededor de la mitad y nosotros publicamos la mitad de esos.
Además están los correos publicados de Podesta. [John] Podesta es el principal director de campaña de Hillary y todos esos correos están relacionados; entre ellos hay muchos sobre los “pagos por representación” (pay for play), como lo llaman, en los que se facilita el acceso de estados, individuos y empresas a cambio de dinero. [Estos correos electrónicos] combinados con el encubrimiento de los correos de Hillary Clinton cuando era secretaria de Estado [son los que] han creado el entorno adecuado para que el FBI aumente su presión.

J.P.: La campaña de Clinton aduce que Rusia está detrás de todo este acoso, que Rusia ha manipulado la campaña y es la fuente de los correos publicados por WikiLeaks.

J. A.: La campaña de Clinton ha conseguido proyectar esa especie de histeria de caza de brujas: Rusia es responsable de todo. Hillary Clinton ha declarado falsamente en innumerables ocasiones que 17 organismos de inteligencia de EE.UU. consideran a Rusia la fuente de nuestras publicaciones. Eso es completamente falso; podemos afirmar que el gobierno ruso no es la fuente.
WikiLeaks lleva diez años publicando y, en ese tiempo, hemos sacado a la luz diez millones de documentos, varios miles de una sola fuente, varios miles de distintas fuentes, y nunca nos hemos equivocado.

J.P.: Los correos electrónicos que ofrecen pruebas de que Hillary Clinton se benefició personalmente de este intercambio de acceso por dinero y de cómo se beneficia políticamente son extraordinarios. Estoy ahora pensando en el representante de Qatar que consiguió cinco minutos con Bill Clinton a cambio de un cheque de un millón de dólares.
J.A.: Y los doce millones de dólares de Marruecos…

J.P.: Ah, sí, los doce millones de Marruecos.
J.A.: Para que Hillary Clinton asistiera [a una fiesta].

J.P.: El ámbito en el que los correos electrónicos resultan más relevantes es el de la política exterior de Estados Unidos, ya que muestran la relación directa de Hillary Clinton y la fundación del yihadismo y del Estado Islámico (EI) en Oriente Próximo. ¿Puede explicarnos de qué forma los correos electrónicos demuestran que quienes se supone que combaten a los yihadistas del EI colaboraron en realidad en su creación?

J.A.: Hay un correo de 2014 dirigido por Hillary Clinton a su director de campaña John Podesta poco después de abandonar el departamento de Estado, en el que afirma que el Estado Islámico está financiado por los gobiernos de Arabia Saudí y Qatar. Se trata del correo más significativo de toda la colección, quizás, porque saudíes y qataríes han dado mucho dinero a la Fundación Clinton. Hasta el gobierno de EE.UU. está de acuerdo en que algunas figuras saudíes están detrás del Estado Islámico. Pero se supone que se trata de algunos príncipes deshonestos que utilizan su parte del dinero petrolero para hacer lo que quieren, aunque su gobierno desaprueba esta práctica.Pero el correo electrónico niega esta excusa y afirma que son los propios gobiernos saudí y qatarí quienes han financiado el EI.
J.P.: Saudíes, qataríes, marroquís, bahreiníes, especialmente saudíes y qataríes donan todo ese dinero a la Fundación Clinton  mientras Hillary es secretaria de Estado y el departamento de Estado está aprobando enormes ventas de armas, en particular a Arabia Saudí.

J.A.: La venta de armas más grande jamás realizada en el mundo se hizo con Hillary Clinton como secretaria de Estado, [y fue por valor] de más de 80.000 millones de dólares. De hecho, durante su mandato al frente del departamento de Estado el total de exportaciones de armas de Estados Unidos se duplicó, en términos de valor en dólares.

J.P.: Es evidente que, según estas informaciones, el famoso grupo terrorista conocido como Estado Islámico de Irak y el Levante o simplemente como Estado islámico (EI)  habría sido creado en buena medida con dinero procedente de las mismas personas que financian la Fundación Clinton.

J.A.: Así es.
J.P.: Eso es extraordinario.

J.A.: En realidad, me da pena Hillary Clinton como persona, porque la veo devorada por sus ambiciones, hasta un punto enfermizo. Esas personas llegan a desmayarse como resultado de sus ambiciones. Ella representa a toda una red de personas y de relaciones con determinados estados. La cuestión es ¿cómo encaja Hillary Clinton en esta red más extensa? Es el engranaje central. Hay un montón de engranajes diferentes en marcha, desde grandes bancos como Goldman Sachs y los principales elementos de Wall Street hasta agencias de inteligencia y determinados individuos del departamento de Estado y del gobierno saudí.
Ella es el elemento centralizador que interconecta todos los distintos engranajes. Es la representación central de todo eso y “todo eso” es más o menos lo que detenta el poder ahora mismo en Estados Unidos. Es lo que llamamos el establishment o el Consenso de Washington. Uno de los correos más significativos de Podesta que hemos sacado a la luz explicaba cómo se formó el gabinete de Obama y cómo la mitad del mismo había sido básicamente nombrado por un representante del Citibank. Es bastante sorprendente.

J.P.: ¿El Citibank presentó una lista…?
J.A.: Así es.

J.P.: … de la que salió la mayor parte del gabinete de Obama.
J.A.: Exacto.

J.P.: Entonces, ¿es Wall Street quien decide el gabinete del presidente de Estados Unidos?

J.A.: Si en su momento seguiste de cerca la campaña de Obama, te darías cuenta de que se había acercado mucho a los intereses de la banca.

J.A.: Por eso creo que no se puede entender adecuadamente la política exterior de Hillary Clinton sin entender a Arabia Saudí. Sus conexiones con este país son muy estrechas.

J.P.: ¿Por qué se mostró tan manifiestamente entusiasmada por la destrucción de Libia? ¿Puede contarnos por encima lo que nos muestran sus correos electrónicos de lo que ocurrió allí? Porque Libia es el origen de buena parte del caos existente ahora en Siria, del yihadismo del EI y todo eso, y fue casi una invasión de Hillary Clinton. ¿Qué nos dicen los correos sobre todo ello?

J.A.: La Guerra de Libia fue, más que nada, la guerra de Hillary. Barack Obama se opuso inicialmente a ella. ¿Quién fue su máxima defensora? Hillary Clinton. Esto está bien documentado en sus correos. Había enviado a su agente favorito, Sidney Blumenthal a prepararlo todo. De los 33.000 correos de Hillary Clinton publicados, más de 1.700 son sobre Libia. No se trata de que Libia tuviera petróleo barato. Ella pretendía derrocar a Gadafi y derribar al Estado libio, ya que quería utilizarlo en su campaña para las elecciones presidenciales. Hay un documento interno de finales de 2011 encargado por Hillary Clinton titulado “Tic-tac Libia” que resume la descripción cronológica de cómo ella fue la figura central de la destrucción del Estado Libio, que provocó alrededor de 40.000 muertes en Libia; llegaron los yihadistas, llegó el Estado Islámico y todo ello provocó la crisis europea de los refugiados y los emigrantes.

No es solo que la gente huyera de Libia, huyera de Siria, que otros países africanos se desestabilizaran como resultado del flujo de armas, sino también que el propio Estado libio ya no era capaz de controlar el movimiento de personas en su interior. Libia está situada frente al Mediterráneo y durante mucho tiempo fue el corcho de la botella de África. Así que todos los problemas, los problemas económicos y las guerras civiles de África, la gente que huía de esos problemas, no llegaban hasta Europa porque Libia controlaba policialmente el Mediterráneo. El propio Gadafi fue muy claro al respecto a comienzos del 2011: ¿Qué piensan esos europeos que están haciendo cuando intentan bombardear y destruir el Estado libio? Van a provocar oleadas de emigrantes africanos y la llegada de yihadistas a Europa”. Y eso es exactamente lo que ocurrió.
J.P.: ¿Les llegan quejas de la gente preguntando: “Qué está haciendo WikiLeaks. Están intentando colocar a Donald Trump en la Casa Blanca?

J.A.: Mi respuesta es que no permitirán que gane Trump. ¿En qué me baso para afirmar eso? En que no tiene de su parte a ningún estamento del establishment, excepto a las iglesias evangélicas, si es que puede considerárselas un establishment. Pero los bancos, las agencias de inteligencia, las empresas armamentísticas… las grandes inversiones extranjeras… todos apoyan a Hillary Clinton, al igual que los medios de comunicación, los dueños de los medios e incluso los propios periodistas.

J.P.: Se les acusa de que WikiLeaks actúa en connivencia con los rusos. Hay gente que dice: “¿Por qué WikiLeaks no investiga y publica correos electrónicos de Rusia?

J.A.: Hemos publicado alrededor de 800.000 documentos de todo tipo relacionados con Rusia. La mayor parte de ellos son críticos y han sido la base de una gran cantidad de libros, casi todos críticos también. Nuestros documentos [rusos] han sido utilizados en bastantes procesos judiciales: casos de refugiados que huyen de lo que afirman es una persecución política en Rusia y que utilizan nuestros documentos para apoyar su caso. 

J.P.: ¿Tiene alguna opinión personal sobre la elección estadounidense? ¿Tiene preferencia por Clinton o por Trump?
J.A.: [Hablemos sobre] Donald Trump. ¿Qué es lo que representa para los europeos o los estadounidenses? Representa a la chusma blanca estadounidense, “deplorable e incorregible” [en palabras de Hillary Clinton]. Eso significa que desde el punto de vista de la clase dirigente o desde una perspectiva urbana, educada y cosmopolita, esta gente son paletos con los que no se puede tratar. Como él representa claramente –mediante sus palabras, sus actos y el tipo de personas que acuden a sus mítines– a personas que no forman parte de la clase media ni de la clase media alta y educada, existe el miedo a ser asociados de cualquier modo con ellos, un miedo social que reduce el estatus de clase de cualquiera al que se acuse de haber ayudado a Trump sea como sea, incluyendo cualquier crítica a Hillary Clinton. Si te fijas en cómo la clase media consigue su poder económico y social, es completamente lógico.

J.P.: Me gustaría hablar de Ecuador, el pequeño país que le ha proporcionado asilo político en esta embajada de Londres. Ahora Ecuador le ha cortado el acceso a Internet desde este lugar en donde estamos realizando la entrevista, la embajada, porque claramente les preocupa su intervención en la campaña electoral estadounidense. ¿Puede decirnos por qué lo han hecho y lo que opina sobre el apoyo proporcionado por Ecuador?

J.A.: Retrocedamos cuatro años. Hice una solicitud de asilo a Ecuador en esta embajada, a causa del pedido de extradición de EE.UU. y me fue concedido después de un mes. Desde entonces, la embajada ha estado rodeada por la policía: una operación policial muy cara que el gobierno británico admite que le ha costado más de 12,6 millones de libras. Hace un año lo admitieron. Ahora han desplegado policía secreta y cámaras robot de vigilancia de diversos tipos. Es decir, se ha provocado un conflicto bastante serio en el corazón de Londres entre Ecuador, un país de dieciséis millones de habitantes, y Reino Unido, con la colaboración indirecta de Estados Unidos. Fue una decisión valiente y basada en principios de Ecuador. Ahora Estados Unidos celebra elecciones, las de Ecuador son en febrero del año próximo, y la Casa Blanca se ha acalorado como resultado de la información veraz que hemos estado publicando.

WikiLeaks no publica desde la jurisdicción de Ecuador, desde esta embajada o desde territorio de Ecuador; publicamos desde Francia, desde Alemania, desde Países Bajos y desde otra serie de países, por lo que han intentado presionar a WikiLeaks a través de mi estatus de refugiado; y esto es, esto es completamente intolerable, que estén intentando ahogar a una organización editora; intentan evitar que se publique información verdadera sobre unas elecciones que es de gran interés para el pueblo estadounidense y otros.

J.P.: Díganos qué ocurriría si saliera de esta embajada.
J.A.: Sería inmediatamente detenido por la policía británica y extraditado a Estados Unidos o a Suecia. En Suecia no estoy acusado de nada, ya he sido exonerado [por la fiscal general de Suecia Eva Finne]. No tenemos ninguna certeza de lo que ocurriría allí, pero lo que sí sabemos es que el gobierno sueco se ha negado a garantizar que no me extraditaría a estados Unidos; también sabemos que han aceptado todas las extradiciones solicitadas por ese país desde 2000. Es decir, en los últimos quince años todas y cada una de las personas que Estados Unidos ha querido extraditar de Suecia han sido extraditadas y el gobierno se niega a garantizarme que eso no va a ocurrir.
J.P.: La gente suele preguntarme cómo lleva el aislamiento en este lugar.

J.A.: Mire usted, uno de los mejores atributos de los seres humanos es su adaptabilidad y uno de sus peores atributos es su adaptabilidad.  Se adaptan y empiezan a tolerar las agresiones, se adaptan a participar ellos mismos en agresiones, se adaptan a la adversidad y siguen adelante. Así que en mi situación… francamente, me siento recluido; este [la embajada] es el mundo… visualmente es el mundo [para mí].

J.P.: Es el mundo sin sol, entre otras cosas, ¿no?
J.A.: Es el mundo sin sol, pero hace tanto que no veo el sol que ni lo recuerdo.

J.P.: Claro.
J.A.: Así que, claro, te adaptas. Lo que más me molesta es que mis hijos pequeños también tienen que adaptarse. Se adaptan a estar sin su padre. Eso es algo muy duro que les ha sido impuesto.

J.P.: ¿Se preocupa por ellos?
J.A.: Sí, me preocupan; y me preocupa su madre.

J.P.: Algunos podrían decir, “bueno, ¿por qué no acaba con ello y simplemente sale y permite que le extraditen a Suecia?

J.A.: La ONU [el grupo de trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la ONU] ha investigado toda esta situación. Dedicaron dieciocho meses para presentar una demanda judicial formal. Yo y la ONU contra Suecia y Reino Unido. ¿Quién tiene razón? La ONU llegó a la conclusión de que estoy sufriendo una detención ilegal arbitraria, privado de mi libertad y que lo sucedido no es conforme a las leyes británicas ni suecas y que esos países tienen que obedecer. Es una agresión ilegal. Es la ONU quien ha preguntado formalmente: “Qué está pasando aquí? ¿Cuál es vuestra explicación legal? [Assange] dice que deberíais reconocer su asilo”. Y Suecia responde a la ONU diciendo: “No, no vamos a reconocer el veredicto de la ONU”, con lo que dejan abierta su posibilidad de extraditarme.
Me parece absolutamente increíble que la narrativa de esta situación no se exponga públicamente en la prensa, porque no se corresponde a la narrativa del sistema occidental. Y sí, Occidente tiene presos políticos, es una realidad, no soy solo yo, hay un puñado de otras personas que están en el mismo caso. Occidente tiene presos políticos. Es evidente que ningún Estado acepta que las personas que tiene encarceladas o detenidas por motivos políticos sean presos políticos. No les llaman presos políticos en China, no les llaman presos políticos en Azerbaiyán y no les llaman presos políticos en Estados Unidos, Reino Unido o Suecia. Ese tipo de autopercepción es absolutamente inaceptable.

J.A.: En mi situación, tenemos un caso, el caso sueco, en el que nunca se me ha llegado a acusar de ningún delito, en el que ya he sido exonerado [por la fiscal general] y declarado inocente, en el que la propia mujer [la presunta víctima] declaró que había sido un montaje policial, en el que la ONU afirmó oficialmente que todo el asunto es ilegal, en el que el Estado de Ecuador también investigó y decidió que era merecedor de asilo. Esos son los hechos, pero ¿cuál es la retórica?

J.P.: Sí, es diferente.
J.A.: La retórica pretende, pretende constantemente que he sido acusado de un delito sin mencionar nunca que ya he sido exonerado, sin mencionar nunca que la propia mujer dijo que había sido un montaje policial.

[La retórica] está intentando evitar la verdad: que la ONU dictaminó formalmente que todo el asunto es ilegal, sin ni siquiera mencionar jamás que Ecuador realizó una valoración formal mediante procesos formales y averiguó que sí, que efectivamente estoy sometido a persecución por parte de Estados Unidos.

CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN LAS ELECCIONES DE EE. UU. EN CLAVE MEXICANA

Rafael de la Garza Talavera - La digna voz – Rebelión – 09/11/2016


A lo largo de los últimos meses, las campañas electorales en los Estados Unidos han confirmado algunas continuidades pero también han mostrado novedades en medio de una crisis estructural que configura el contexto político. Las primeras van desde la permanencia del bipartidismo hasta el aumento en el gasto para financiar la campaña más cara de la historia; mientras que las segundas están marcadas por el asalto de la periferia de los partidos para competir en las primarias con discursos endurecidos y radicales, que expresan la crispación y polarización que se vive en la sociedad. Desde México, las campañas han mostrado las limitaciones de los actores políticos a la hora de analizar las consecuencias de la lucha electoral estadounidense, generando incluso reacciones nacionalistas exacerbadas por las declaraciones discriminatorias y racistas de Donald Trump. En realidad, gane quien gane la elección, se mantendrá el papel subordinado de México hacia los intereses yanquis y la ‘enchilada completa’ seguirá siendo una promesa incumplida.
El sistema de partidos tradicional, a pesar que fue sometido a presiones para su transformación al final sólo fue testigo de una reñida competencia en el bando demócrata, la cual evidenció el debilitamiento de las corrientes internas tradicionales -producto del desfase entre la paulatina derechización del centrismo tradicional y la crisis estructural que ha evaporado el sueño americano. Fue así como Bernie Sanders logró condensar con un discurso asistencialista el enorme descontento provocado por la administración de las consecuencias del crack de 2008 y que tan bien personifica Hillary Clinton. Este hecho parece inclinar la balanza a favor de una transformación interna del partido demócrata mas que a su desaparición. Por su parte, en el partido republicano parece ganar fuerza el radicalismo nacionalista, con fuerte carga racista y antiinmigrante, prefigurada por el Tea Party, los Minuteman pero que Trump logró popularizar, sobre todo al sur del Rio Bravo. Su discurso políticamente incorrecto -expresando lo que muchos piensan pero nadie dice- le proporcionó mucha atención de los medios de comunicación. La construcción de un muro fue la joya, explotando una idea cara tanto para demócratas como republicanos, y a la que sólo le agrega la ocurrencia de que serían los mexicanos los que pagarían su costo. Si bien el triunfo en la primarias de Trump generó preocupación, sobre todo por la supuesta imprevisibilidad del magnate, entre las corrientes republicanas tradicionales no se percibe la fractura republicana.
El rampante aumento del gasto en las campañas presidenciales es otra tendencia que confirma la continuidad de su control por parte de los dueños del dinero en los Estados Unidos. Este hecho no deja lugar a dudas de que el proceso electoral es una puja por parte de los intereses corporativos para colocar a su representante en la Casa Blanca. Aunado a lo anterior está el fraude sistemático realizado vía voto de muertos y otros mecanismos que harían palidecer a cualquier mapache ilustre en México. Y por que no decirlo, la enorme manipulación informativa ejercida por los grandes medios de comunicación que esta vez demostraron que apoyan sin miramientos a la candidata de la continuidad. La relación entre el aumento del costo de las elecciones y la intensificación de la intervención mediática a favor de algunos de los candidatos podría explicar en buena parte la causa de campañas multimillonarias. Por lo tanto, el poder del dinero resulta una vez mas la clave para explicar victorias y derrotas electorales. Todo lo demás pasa a un segundo término, confirmado el marcado carácter oligárquico en la democracia yanqui… como sucede en todas las democracias del mundo.
Desde México, las elecciones en el vecino del norte generaron posturas encontradas: por un lado las que siguen con especial interés pues consideran que su resultado tendrá consecuencias importantes en la política y la economía nacional; por el otro los que, dada la mínima diferencia en las plataformas electorales de los republicanos y los demócratas, se muestran bastante escépticos de cambios en la relación entre los países. Las propuestas antiinmigrantes de Trump provocaron fuertes reacciones en México e incluso algunas figuras públicas se pronunciaron de manera entusiasta por Hilaria para detener la supuesta amenaza del candidato anaranjado. Dichas reacciones parecen olvidar el hecho de que en la política mexicana sobran los que actúan bajo los postulados de Trump; el racismo y el machismo son moneda corriente en los pasillos de San Lázaro, en Los Pinos y un largo etcétera. Pero además, los que apoyan a Hilaria olvidan que fue ella la supervisó el proyecto energético que sirvió de base para la reforma energética en México; la que a pesar de discurso conciliador en materia de migración apoya el modelo económico que produce la migración de millones de mexicanos sin empleo o medios de subsistencia; la que a través de la Fundación Clinton recibe dinero de Arabia Saudita para cabildear a favor de la venta de armas a los saudís quienes, a su vez, financian a los grupos fundamentalistas en Siria e Irán. Se puede entender que los seguidores de Margarita Zavala se entusiasmen por el eventual triunfo de Hilaria; en su delirio creen que eso puede fortalecer la posibilidades de la esposa de Calderón.
Sin embargo, desde México no parece haber señales claras de que Trump represente una amenaza los intereses de las mayorías del país, aunque tal vez si para el sector exportador. Mas aún, ya se ha dicho que con argumentos sólidos que la verdadera amenaza la representa la candidata demócrata, ya que ella es la representante de la continuidad en la política internacional de los Estados Unidos, tanto en su belicismo como por su insistencia el sometimiento de Latinoamérica y el mundo a la pax americana. Esto significa para la región más golpes blandos y a través de tratados de libre comercio, control económico y profundización del extractivismo depredador. Como se ve, para México la continuidad se extenderá, gane quien gane, en un espectáculo electoral que hoy termina.
LAS 7 PROPUESTAS DE DONALD TRUMP QUE EXPLICAN SU VICTORIA

Ignacio Ramonet - Le Monde Diplomatique/Rebelión – 10/11/2016
La victoria de Donald Trump (como el brexit en el Reino Unido, o la victoria del ‘no’ en Colombia) significa, primero, una nueva estrepitosa derrota de los grandes medios dominantes, los institutos de sondeo y las encuestas de opinión. Pero significa también que toda la arquitectura mundial, establecida al final de la Segunda Guerra Mundial, se ve ahora trastocada y se derrumba. Los naipes de la geopolítica se van a barajar de nuevo. Otra partida empieza. Entramos en una era nueva cuyo rasgo determinante es ‘lo desconocido’. Ahora todo puede ocurrir.
¿Cómo consiguió Trump invertir una tendencia que lo daba perdedor y lograr imponerse en la recta final de la campaña? Este personaje atípico, con sus propuestas grotescas y sus ideas sensacionalistas, ya había desbaratado hasta ahora todos los pronósticos. Frente a pesos pesados como Jeb Bush, Marco Rubio o Ted Cruz, que contaban además con el resuelto apoyo del establishment republicano, muy pocos lo veían imponerse en las primarias del Partido Republicano; y sin embargo carbonizó a sus adversarios, reduciéndolos a cenizas.
Hay que entender que desde la crisis financiera de 2008 (de la que aún no hemos salido) ya nada es igual en ninguna parte. Los ciudadanos están profundamente desencantados. La propia democracia, como modelo, ha perdido credibilidad. Los sistemas políticos han sido sacudidos hasta las raíces. En Europa, por ejemplo, se han multiplicado los terremotos electorales (entre ellos el brexit). Los grandes partidos tradicionales están en crisis. Y en todas partes percibimos subidas de formaciones de extrema derecha (en Francia, en Austria y en los países nórdicos) o de partidos antisistema y anticorrupción (Italia, España). El paisaje político aparece radicalmente transformado.
Ese fenómeno ha llegado a Estados Unidos, un país que ya conoció, en 2010, una devastadora ola populista, encarnada entonces por el Tea Party. La irrupción del multimillonario Donald Trump en la Casa Blanca prolonga aquello y constituye una revolución electoral que ningún analista supo prever. Aunque pervive, en apariencias, la vieja bicefalia entre demócratas y republicanos, la victoria de un candidato tan heterodoxo como Trump constituye un verdadero seísmo. Su estilo directo, populachero, y su mensaje maniqueo y reduccionista, apelando a los bajos instintos de ciertos sectores de la sociedad, muy distinto del tono habitual de los políticos estadounidenses, le ha conferido un carácter de autenticidad a ojos del sector más decepcionado del electorado de la derecha. Para muchos electores irritados por lo «politicamente correcto», que creen que ya no se puede decir lo que se piensa so pena de ser acusado de racista, la «palabra libre» de Trump sobre los latinos, los inmigrantes o los musulmanes es percibida como un auténtico desahogo.
A ese respecto, el candidato republicano ha sabido interpretar lo que podríamos llamar la «rebelión de las bases». Mejor que nadie, percibió la fractura cada vez más amplia entre las elites políticas, económicas, intelectuales y mediáticas, por una parte, y la base del electorado conservador, por la otra. Su discurso violentamente anti-Washington y anti-Wall Street sedujo, en particular, a los electores blancos poco cultos y empobrecidos por los efectos de la globalización económica.
Hay que precisar que el mensaje de Trump no es semejante al de un partido neofascista europeo. No es un ultraderechista convencional. Él mismo se define como un «conservador con sentido común» y su posición, en el abanico de la política, se situaría más exactamente a la derecha de la derecha. Empresario multimillonario y estrella archipopular de la telerealidad, Trump no es un antisistema, ni obviamente un revolucionario. No censura el modelo político en sí, sino a los políticos que lo han estado piloteando. Su discurso es emocional y espontáneo. Apela a los instintos, a las tripas, no a lo cerebral, ni a la razón. Habla para esa parte del pueblo estadounidense entre la cual ha empezado a cundir el desánimo y el descontento. Se dirige a la gente que está cansada de la vieja política, de la «casta». Y promete inyectar honestidad en el sistema; renovar nombres, rostros y actitudes.
Los medios han dado gran difusión a algunas de sus declaraciones y propuestas más odiosas, patafísicas o ubuescas. Recordemos, por ejemplo, su afirmación de que todos los inmigrantes ilegales mexicanos son corruptos, delincuentes y violadores. O su proyecto de expulsar a los 11 millones de inmigrantes ilegales latinos a quienes quiere meter en autobuses y expulsar del país, mandándoles a México. O su propuesta, inspirada en Juego de Tronos, de construir un muro fronterizo de 3.145 kilómetros a lo largo de valles, montañas y desiertos, para impedir la entrada de inmigrantes latinoamericanos y cuyo presupuesto de 21.000 millones de dólares sería financiado por el gobierno de México. En ese mismo orden de ideas: también anunció que prohibiría la entrada a todos los inmigrantes musulmanes...Y atacó con vehemencia a los padres de un militar estadounidense de confesión musulmana, Humayun Khan, muerto en combate en 2004, en Irak.
También su afirmación de que el matrimonio tradicional, formado por un hombre y una mujer, es "la base de una sociedad libre" y su crítica de la decisión del Tribunal Supremo de considerar que el matrimonio entre personas del mismo sexo es un derecho constitucional. Trump apoya las llamadas "leyes de libertad religiosa", impulsadas por los conservadores en varios Estados, para denegar servicios a las personas LGTB. Sin olvidar sus declaraciones sobre el "engaño" del cambio climático que, según Trump, es un concepto "creado por y para los chinos, para hacer que el sector manufacturero estadounidense pierda competitividad".
Este catálogo de necedades horripilantes y detestables ha sido, repito, masivamente difundido por los medios dominantes no solo en Estados Unidos sino en el resto del mundo. Y la principal pregunta que mucha gente se hacía era: ¿cómo es posible que un personaje con tan lamentables ideas consiga una audiencia tan considerable entre los electores estadounidenses que, obviamente, no pueden estar todos lobotomizados? Algo no cuadraba.
Para responder a esa pregunta tuvimos que hendir la muralla informativa y analizar más de cerca el programa completo del candidato republicano y descubrir los siete puntos fundamentales que defiende, silenciados por los grandes medios.
1) Los periodistas no le perdonan, en primer lugar, que ataque de frente al poder mediático. Le reprochan que constantemente anime al público en sus mítines a abuchear a los “deshonestos” medios. Trump suele afirmar: «No estoy compitiendo contra Hillary Clinton, estoy compitiendo contra los corruptos medios de comunicación» [1]. En un tweet reciente, por ejemplo, escribió: «Si los repugnantes y corruptos medios me cubrieran de forma honesta y no inyectaran significados falsos a las palabras que digo, estaría ganando a Hillary por un 20%».
Por considerar injusta o sesgada la cobertura mediática, el candidato republicano no dudó en retirar las credenciales de prensa para cubrir sus actos de campaña a varios medios importantes, entre otros, The Washington PostPoliticoHuffington Post y BuzzFeed. Y hasta se ha atrevido a atacar a Fox News, la gran cadena del derechismo panfletario, a pesar de que lo apoya a fondo como candidato favorito...
2) Otra razón por la que los grandes medios atacaron con saña a Trump es porque denuncia la globalización económica, convencido de que ésta ha acabado con la clase media. Según él, la economía globalizada está fallando a cada vez más gente, y recuerda que, en los últimos 15 años, en Estados Unidos, más de 60.000 fábricas tuvieron que cerrar y casi cinco millones de empleos industriales bien pagados desaparecieron.
3) Es un ferviente proteccionista. Propone aumentar las tasas de todos los productos importados. «Vamos a recuperar el control del país, haremos que Estados Unidos vuelva a ser un gran país», suele afirmar, retomando su eslogan de campaña.
Partidario del brexit, Donald Trump ha desvelado que, una vez elegido presidente, tratará de sacar a EEUU del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés). También arremetió contra el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), y aseguró que, de alcanzar la Presidencia, sacará al país de él: «El TPP sería un golpe mortal para la industria manufacturera de Estados Unidos».
En regiones como el rust belt del noreste, donde las deslocalizaciones y el cierre de fábricas manufactureras dejaron altos niveles de desempleo y de pobreza, este mensaje de Trump está calando hondo.
4) Así como su rechazo de los recortes neoliberales en materia de seguridad social. Muchos electores republicanos, víctimas de la crisis económica de 2008 o que tienen más de 65 años, necesitan beneficiarse de la Social Security (jubilación) y del Medicare (seguro de salud) que desarrolló el presidente Barack Obama y que otros líderes republicanos desean suprimir. Tump ha prometido no tocar estos avances sociales, bajar el precio de los medicamentos, ayudar a resolver los problemas de los «sin techo», reformar la fiscalidad de los pequeños contribuyentes y suprimir el impuesto federal que afecta a 73 millones de hogares modestos.
5) Contra la arrogancia de Wall Street, Trump propone aumentar significativamente los impuestos de los corredores de hedge funds, que ganan fortunas, y apoya el restablecimiento de la Ley Glass-Steagall. Aprobada en 1933, en plena Depresión, esta ley separó la banca tradicional de la banca de inversiones con el objetivo de evitar que la primera pudiera hacer inversiones de alto riesgo. Obviamente, todo el sector financiero se opone absolutamente al restablecimiento de esta medida.
6) En política internacional, Trump quiere establecer una alianza con Rusia para combatir con eficacia al Daesh. Aunque para ello Washington tenga que reconocer la anexión de Crimea por Moscú.
7) Trump estima que con su enorme deuda soberana, Estados Unidos ya no dispone de los recursos necesarios para conducir una política extranjera intervencionista indiscriminada. Ya no puede imponen la paz a cualquier precio. En contradicción con varios caciques de su partido, y como consecuencia lógica del final de la guerra fría, quiere cambiar la OTAN: «No habrá nunca más garantía de una protección automática de los Estados Unidos para los países de la OTAN».
Todas estas propuestas no invalidan en absoluto las inaceptables, odiosas y a veces nauseabundas declaraciones del candidato republicano difundidas a bombo y platillo por los grandes medios dominantes. Pero sí explican mejor el por qué de su éxito.
En 1980, la inesperada victoria de Ronald Reagan a la presidencia de Estados Unidos había hecho entrar el planeta en un ciclo de 40 años de neoliberalismo y de globalización financiera. La victoria hoy de Donald Trump puede hacernos entrar en un nuevo ciclo geopolítico cuya peligrosa característica ideológica principal –que vemos surgir por todas partes y en particular en Francia con Marine Le Pen– es el autoritarismo identitario. Un mundo se derrumba pues, y da vértigo...
Nota:
[1] En su mitin del 13 de agosto, en Fairfield (Connecticut).
10-11-2016
ELECCIONES EN EE.UU: SHOCK MUNDIAL: SE IMPONE TRUMP

David Brooks - La Jornada/Rebelión – 10/11/2016
El partido del magnate controlará ambas cámaras.

Temblaba en sus centros Estados Unidos.

Al pasar las horas esta noche, millones de ciudadanos, expertos, analistas, políticos y más no podían creerlo: uno por uno de los estados claves que determinarían el resultado fueron cayendo en manos de Donald Trump, y al final el candidato insurgente republicano se convirtió en el presidente electo de Estados Unidos.

Hillary Clinton concedió esta noche mediante una llamada telefónica a Trump.

Al cierre de esta edición, a las 2:30 am hora local, el candidato republicano salió a declarar su triunfo en el hotel Hilton, en Manhattan.

Acompañado por su familia y por el vicepresidente electo, Mike Pence, declaró que deseaba unir el país después de esta contienda. Es hora de que nos juntemos como un solo pueblo unido, afirmó, jurando que será el presidente de todos los estadunidenses.

Prometió invertir en la infraestructura de la nación y que los hombres y mujeres olvidados de nuestro país ya no serán olvidados más. En el ámbito internacional, indicó, buscaré colaboración y no conflicto, y que aunque siempre pondrá a “America primero”, estará dispuesto a hablar con otros países de igual a igual. Después de la ovación se despidió y por las bocinas del salón se tocó You can’t always get want you want, de los Rolling Stones.

A las 3 de la madrugada ganaba la elección con 291 votos frente a 218 de Hillary Clinton en el Colegio Electoral, y, en números preliminares, con 57.5 millones de votos frente a 56.8 millones de su contrincante.

Los expertos buscaban explicar por qué sus sondeos y los sofisticados modelos de pronóstico fallaron; los políticos de la cúpula, incluso del propio Partido Republicano, no sabían cómo responder y los mercados bursátiles se alarmaron, indicando la posibilidad de un derrumbe bursátil el miércoles en las bolsas de valores estadunidenses.

El multimillonario populista acusado de ser un demagogo, depredador sexual, xenófobo, quien descarta la ciencia del cambio climático y una de las personas más descalificadas para ser presidente en la historia del país, ahora estará por asumir la riendas –y el botón nuclear– de la mayor potencia en el mundo.

Cunde la incredulidad y el temor entre varias comunidades: inmigrantes mexicanos y latinoamericanos no podían creerlo, comunidades musulmanas se angustiaron, organizaciones leales al Partido Demócrata, de defensa de los derechos de la mujer, los sindicatos y los ambientalistas, entre otros, consideran que es un desastre.

La insurgencia populista triunfó. Algunos argumentaron que si ya no estaba la opción de hacerlo por la izquierda –decenas de millones expresaron su hartazgo, desencanto y sus temores–, lo harían por la derecha (no pocos comentaban esta noche que el socialista democrático Bernie Sanders podría haber ganado ante este escenario).

Ese hartazgo –registrado desde el inicio de esta contienda, hace año y medio en sondeos, entrevistas y cantinas– con lo que se percibía como una cúpula arrogante y cínica, desapegada de las mayorías y que hace el trabajo para una élite de intereses poderosos.

Con ello, la candidata por excelencia de ese establishment, la reina política del país, fue derrocada. Justo en el momento de su coronación todo se vino abajo. Ya se había preparado el anuncio y el festejo oficial de que Hillary Clinton sería la primera presidenta de Estados Unidos; ya estaban redactados los discursos sobre cómo se estaba marcando historia, pero esta noche todo eso quedó interrumpido.

Pero Clinton rehusó ofrecer un discurso de concesión esta noche ante sus seguidores. Su jefe de campaña, John Podesta, llegó a las 2 de la madrugada al centro de convenciones Javits, donde se había preparado el festejo de su triunfo, para anunciar que Clinton no tendría mensaje esta noche, ya que quedan votos para contar, y que no habría más hasta ver los últimos votos. Poco después se anunció que la demócrata había telefoneado a Trump para aceptar su derrota.

Algunos señalaron que en parte el resultado fue una rebelión racista contra el primer presidente afroestadunidense, pero otros indicaron que era más que eso, que era una expresión de repudio contra toda la cúpula –la demócrata y la republicana– y sus patrones.

La fuerza de Trump en los estados industriales fue clave en generar un apoyo masivo entre trabajadores, resultado de su constante consigna contra los acuerdos de libre comercio, sobre todo el tratado con México y Canadá. En parte, esto es la cosecha de tres décadas de políticas neoliberales aplicadas dentro de Estados Unidos, parte de lo cual fue atacado por el magnate.

Algunos pintaron esta contienda como una entre el Estados Unidos del futuro y el país del pasado. Los resultados preliminares mostraban que la coalición de latinos y mujeres, y en menor grado –y esto podría haber sido una clave en el derrumbe– los jóvenes y los afroestadunidenses, fueron la base sobre la que dependía la demócrata para llegar a la Casa Blanca. Pero no lograron derrotar la apuesta de Trump sobre los blancos, sobre todo los no jóvenes, y un reducido sector latino conservador y antimigrante. La vulnerabilidad de Clinton siguió expresándose en una reducción del apoyo del voto joven y el afroestadunidense, en comparación con el ofrecido a Barack Obama hace cuatro y ocho años.

La elección, según sondeos preliminares, comprobó que esta fue una contienda en contra, y no en favor, de ambos candidatos, los más desaprobados por el electorado en la historia moderna del país. Alrededor de 20 por ciento de los votantes de Clinton, según encuestas a boca de urna, informaron que habían emitido su voto en contra de Trump, mientras 27 por ciento del sufragio para Trump fue más bien contra Clinton.

A la vez, mayorías expresaron que no confiaban en la honestidad e integridad de ambos candidatos presidenciales. Pero por un porcentaje elevado, Trump ganó la mayor parte de los que decían que reprobaban a ambos.

Por tanto, no es necesariamente que la gente haya votado por Trump, sino, como comentó uno de sus simpatizantes a La Jornada, por un volcán que necesitamos para quitarnos de encima a los políticos corruptos de ambos partidos.

Trump será el primer presidente en la historia que llega a la Casa Blanca sin ninguna experiencia política y sin ocupar algún puesto electivo. Ese hecho fue presentado por él como prueba de que era un insurgente, o sea, alguien externo a la clase política (aunque, como todo multimillonario, financiaba a integrantes de esa clase política, incluyendo donaciones de fondos a la campaña legislativa de su contrincante Hillary Clinton).
Con el triunfo del multimillonario, el Partido Republicano controlará tanto la Casa Blanca como ambas cámaras del Congreso, ya que mantuvo su mayoría en ambas cámaras esta noche (estaban en juego todas las 435 curules de la cámara baja y un tercio, 34 curules, del Senado). Sin embargo, será un partido en crisis y fracturado, ya que gran parte de la cúpula de ese partido se opuso a Trump. Hasta el último presidente republicano, George W. Bush, y el ex candidato presidencial de su partido hace cuatro años, Mitt Romney, no votaron por el abanderado hoy, y el líder de la cámara baja, el republicano más poderoso hasta ahora en Washington, Paul Ryan, tiene una relación hostil con él.

Las otras elecciones

Más allá de las elecciones federales, la mejor noticia para los inmigrantes fue la derrota, después de dos décadas en el poder, del alguacil Joe Arpaio -tal vez el símbolo nacional antimigrantes de mayor perfil.

Y la mariguana (y con ello el rechazo al esquema de la llamada guerra contra las drogas) triunfó. En California, el mercado más grande de este país, fue aprobada por referendo la iniciativa para la legalización de la mariguana. Massachusetts fue el primer estado del este en legalizarla. Según proyecciones, Florida se convirtió en el primer estado del sur del país en legalizar la cannabis para usos médicos. Para algunos, después del aparente resultado presidencial, esta es la mejor –y más necesaria- noticia del día para aguantar lo que podría ser una noche larga en este país.

No pocos están semibromeando con abandonar el país, solicitar asilo en otros países. Esta noche el sitio oficial para asuntos migratorios de Canadá en Internet se cayó repetidamente por el volumen de consultas.

ELECCIONES USA: UN MUNDO SE HUNDE BAJO NUESTROS PIES

Andrés Piqueras - Rebelión – 10/11/2016

Este título viene de una frase pronunciada por un representante del establishment francés ante la victoria de Donald Trump en los EE.UU.
Hace tiempo que sabemos que el declive de la principal potencia mundial no le permitía destinar sus fuerzas a dos frentes a la vez, el externo (contra Rusia y China, que se despliega en Europa y Asia principalmente) y el interno (contra su propia población cada vez más sublevada y contra su revolucionado “patio trasero”: América Latina). Hay una lucha abierta hace tiempo entre los grandes poderes estadounidenses, especialmente entre los “globalistas-neoliberales” (cuyo proyecto es el de un imperialismo por anegación, un dominio difuso a través de disgregadas plazas financieras mundiales y Tratados que aten, por encima de sus constituciones, al resto del mundo a los intereses de los grupos oligárquicos norteamericanos), y los “nacionalistas-proteccionistas” (más apegados al imperialismo clásico, multinacional, de la mano de ciertas corporaciones).
También dos plataformas de comunicación mediático-virtuales se enfrentaban en estas elecciones, la global, que tiene como núcleo a la CNN-Ted Turner-Time Warner, y la multinacional, que lo tiene en Foxs News Corp-Rupert Murdoch.
De esa lucha de titanes ha salido la respuesta. La potencia mundial ha hablado. Y lo ha hecho en favor de la segunda opción, dando una clara muestra de repliegue ante su decadencia. Ha optado, “inteligentemente” dadas las circunstancias, por el orden en su propia casa (y recordemos, como he indicado, que dentro de la casa entra el patio de atrás). Esto significa, en principio, una mayor intervención en dos vertientes: la paliativa (¿políticas de de-deslocalización, de regeneración de infraestructuras largamente descuidadas, de levantamiento de algunas obras públicas, de reindustrialización?); y la represiva (engorde del brazo policíaco-militar contra su población, deportaciones, ciertos bloqueos migratorios, incremento de la ya de por sí mayor población carcelaria del mundo…).
Los interrogantes en la primera vertiente vienen expresados por las dudas sobre la financiación de esas intenciones para quien al mismo tiempo propone rebajar los impuestos y tiene que hacer frente a una deuda total que casi iguala al PIB mundial. Por lo que respecta a la segunda vertiente, si ya buena parte de las calles están militarizadas incluso bajo estados de emergencia frecuentes, imaginémonos lo que eso puede significar.
Tampoco son buenas noticias para los países del ALBA y, en general, para los tímidos intentos de “desconexión” de los países latinoamericanos. Este nuevo monroísmo pone en el punto de mira de nuevo especialmente a Cuba y Venezuela.
En cambio este resultado puede abrir vías al reconocimiento por parte de EE.UU. del multipolarismo y por tanto expedir el camino hacia una distensión con Rusia y China. Puede ser indicativo del reconocimiento de la fracasada estrategia de guerra total “made in USA”, que como gran logro tiene el haber creado Al-Qaeda e Isis, haber convertido Asia Occidental y buena parte del norte de África en tierras barbarizadas, y haber diseminado los campos de batalla por las calles europeas. Guerra que además está perdiendo paso a paso frente a Rusia e Irán en Asia (con la siempre vigilante China detrás de ellas). Y que mantiene cada vez más descolocada a Francia en África (y que tampoco impide que China siga progresando en el continente). Este resultado podría además aflojar las ataduras sobre Europa, atascar los Tratados pendientes, y permitir que su potencia líder, Alemania, se vuelva de una vez hacia donde están las fuentes de energía y recursos, hacia lo que queda de capitalismo productivo, y emprenda el proyecto euroasiático, en vez de que Europa entera se deje arrastrar hacia la guerra (económica y militar) contra Rusia.
El principio del fin de la globalización comenzó con el cambio de siglo (no fue casual al respecto el acontecimiento de septiembre de 2001). La implosión de un orden mundial estaba en marcha. En 2007-2008 tuvimos el primer aldabonazo de ello para las conciencias. Este es un segundo gran momento, en que la superpotencia gira hacia su casa. Y lo hace justo antes del muy probable próximo gran colapso financiero mundial. Ciertas élites parecen empezar a anticiparse al mismo. Mientras, Wall Street está siendo dejada a su suerte por las principales plazas financieras, que han empezado a deshacerse masivamente de los bonos del tesoro estadounidense como de un lastre.
Por mucho que las poblaciones crean que votan antisistema (la decisión electoral a la postre es suya), el resultado no proviene de ellas ni es antisistema. Está decido por la pugna entre esos grandes bloques de poder (recordemos que cuando Gore ganó a Bush por votos, esos poderes decidieron que el que tenía que ganar era Bush). Aquellos que desencadenaron la publicación del informe del Wall Street Journal contra Trump eran conscientes de que esto daría lugar a una respuesta del director del FBI, James Comey, que a su vez contribuiría a debilitar a Hillary Clinton.
En EE.UU., además, mucha de la población más pobre tiene muy dificultado su voto, los presos apenas pueden ejercerlo y una parte importantísima de la población no tiene por quién votar más allá de uno u otro representante de las oligarquías, y por eso no vota. (Esta vez había un candidato “anómalo”, Bernie Sunders, que arrastraba gente y que fue desplazado de nuevo con procedimientos oscuros de la carrera electoral).
Pero en esta ocasión, en contra de las apariencias, el resultado de la pugna entre poderosos pende de unos pocos hilos, la situación del ganador es muy inestable y débil. Trump tiene enfrente poderes muy fuertes que no han dicho su última palabra. Y eso no es baladí. No olvidemos, por ejemplo, que a los Kennedy no les dejaron acabar su mandato.
Algo se está moviendo a toda prisa bajo nuestros pies y el mundo que hemos conocido hasta hoy se desmorona. Las señales son ya inocultables. Quizás el capitalismo realmente existente, en abierta degeneración, tenga que empezar a hacer su propia perestroika.

UNA LECTURA GEOPOLÍTICA SOBRE EL TRIUNFO DE TRUMP

JUAN MANUEL KARG - Russia Today – 11/11/2016


Este artículo surge a partir de la conmoción mundial en relación al triunfo de Donald Trump en EEUU. Pretendemos abordar algunos puntos para tener una lectura geopolítica de un hecho que marca un antes y un después en el escenario global.
a) La población no vota sobre las expectivas del escenario internacional. Se valora el escenario interno, independientemente de las tergiversaciones que sobre ese plano puedan crear medios de comunicación y redes sociales. Los grandes conglomerados mediáticos del mundo, al igual que el sistema financiero internacional, esperaban otro resultado: el triunfo de Hillary Clinton. Lo mismo que sucedió en Colombia y en Gran Bretaña, con el plebiscito por la paz y el Brexit, respectivamente.
b) Trump ganó el voto de la clase obrera industrial, hablando contra los TLC. Este elemento fue el menos considerado por la mass media internacional: detrás del pirotécnico xenófobo también había un candidato que se dirigía a un sector desencantado por el “fin del sueño américano”, tras la crisis iniciada en 2008. No fue demasiado creativo: usó el mismo slogan que la dupla Reagan-Bush en 1980: “make America great again”, lo que también coincide con una visión de la inserción global de EEUU. Pero así ganó en estados clave como Florida y Carolina del Norte, e industriales como Ohio, que incidieron en el resultado final. Tuvo una contundente votación en el interior del país, a contramano de los grandes centros urbanos que le dieron la espalda conociendo sus exabruptos.
c) Hay un debilitamiento de EEUU en el plano internacional. Trump ganó cuestionando el NAFTA, acuerdo comercial firmado por Bill Clinton en 1994, junto a México y Canadá. También mostrandose contrario al TPP (Acuerdo Transpacífico) que Obama motorizó en detrimento de China. Su perspectiva, al menos discursiva, fue aislacionista. Estas dos variables pueden explicar la tranquilidad de Moscú y Beijing ante el nuevo escenario abierto, que confirma el debilitamiento  del hegemón en declive. Rusia espera un debilitamiento de la estrategia intervencionista de EEUU: lee que la población le pidió a Trump que mire fronteras adentro y abandone aventuras como Libia y Siria, patrocinadas por la ex Secretaria de Estado derrotada en las urnas.
d) América Latina espera con incertidumbre. En nuestra región, algunas cancillerías -no particularmente las de gobiernos progresistas o de izquierda- jugaron todas sus fichas a un hipotético triunfo de Clinton. Hicieron lo que pedían las instituciones, la mass media y el sistema financiero internacional. También son perdedores en la contienda: llegaron tarde y se jugaron a fondo, algo que suele cobrarse (no en términos económicos, sino políticos). Un error garrafal en la diplomacia, que no es bueno naturalizar. Una de las incertidumbres reside en la normalización diplomática que Washington planificaba con La Habana bajo la capitanía del propio Obama: ¿qué sucederá con ese proceso? ¿se amesetará?
e) Hay que volver a interpretar el escenario internacional. La elección de Trump abre paso a una lectura: detrás de los colapsos institucionales que se verifican en la Unión Europea y los EEUU, la salida -parcial- parece venir de outsiders conservadores. Hay un deficit indudable en los contrapuntos, al menos electoralmente: a Corbyn no lo benefició el Brexit (aunque volvió a ganar la interna de su partido, con comodidad), a Podemos no lo benefició la elección 2016 en España (aunque el voto implícito del PSOE al gobierno de Rajoy lo para como única alternativa real), y las proyecciones de Melenchon en Francia de cara a las presidenciales 2017 parecen ser limitadas. Ni que hablar de Sanders, que tras una elección interna descomunal tuvo que dejar que Clinton sea quien enfrente al pirotécnico Trump, por la elección de los “superdelegados” (en detrimento de gran parte de la base demócrata, que acompañó con entusiasmo su intento de “revolución política").
La “derecha” parece interpretar mejor que la “izquierda” la actual oleada, nutriéndose de lugares comunes y miedos (¿acaso el debate sobre los refugiados en la UE, donde Francisco tiene la posición más progresista contra los muros, es muy diferente a los exabruptos de Trump sobre México?) y también de ventajas objetivas (mayores recursos y pragmatismo). La tarea de las fuerzas nacional-populares, progresistas y de la izquierda de la región es interpretar el momento histórico que se abre tras esta elección, y proporcionar los mecanismos para hacer competitivas a las opciones que se proponen un orden alternativo, sin renunciar a las banderas de justicia social.