El Segundo documento es una investigación sobre cómo se produce la crisis de la deuda de 1982, cuando México comunica a los bancos acreedores que no puede cumplir con sus compromisos de pago en agosto de 1982. Una profusa literatura se ha publicado entre los cuales sobresales el trabajo de Darrel Delamaide "El shock de la deuda": toda la historia de la crisis crediticia mundial, publicado en 1984.
Esta investigación abarca el inicio de la deuda no solo a partir del reciclaje de los petrodólares de los bancos comerciales a los países subdesarrollados, sino a las políticas que tomó el gobierno de los Estados Unidos para incentivar los préstamos sin control ni regulación alguna y que sería en
definitiva la causa principal de la defraudación y la quiebra de las economías latinoamericanas.
LAS RAZONES PARA
LA CRISIS DE LA DEUDA EXTERNA: [1]1973 -
1982
RESUMEN
Tradicionalmente se ha considerado que el endeudamiento de los países
latinoamericanos luego de la crisis del petróleo de 1973 se debió a que los
bancos comerciales reciclaron, por sí solos, el dinero proveniente de los
países exportadores a los países importadores de petróleo.
Este estudio contradice a la sabiduría convencional y propone un nuevo
entendimiento basado en las acciones de los gobiernos, principalmente del
gobierno de Estados Unidos. El mercado
no actuó autónomamente. El gobierno de
los Estados Unidos introdujo iniciativas especiales que desembocaron
eventualmente en un festín crediticio por parte de los bancos comerciales
privados, obviamente debido a necesidades de carácter interno más que de su
política exterior. Así, el tratamiento que deberíamos dar al tema cambia, pues
el entendimiento sobre sus orígenes cambian.
LISTA
DE REFERENCIA TEMÁTICA
Deuda externa latinoamericana, petróleo, petrodólares,
mercados financieros, festín crediticio, crisis.
Las
razones para la crisis de la deuda externa 1973 - 1982
Introducción
I. La
Sabiduría Convencional
A. Las
Fallas de la Sabiduría Convencional
B. Los 52
billones de dólares
II. La
Mano Escondida de la Política Exterior de los Estados Unidos
A.
Descubriendo la Necesidad de Tomar una Acción
B. Las
Iniciativas Especiales del Gobierno
1.
Alentando la Irresponsabilidad Moral
2.
Resolviendo el Déficit de la Cuenta Corriente
3.
Asegurando los Fondos Sauditas.
III. El
Festín Crediticio
A.
Beneficios Para los Participantes
1.
Beneficios para el Gobierno de los Estados Unidos
2.
Beneficios para los Bancos Privados de Estados Unidos
3.
Beneficios para los Gobiernos de América Latina
B. Gastos
Improductivos.
IV. La
Crisis de la Deuda Externa
A.
Eventos Importantes
B. La
Generación Perdida
V. Las
Soluciones
A. Las
Soluciones Ideales
Introducción
En Octubre 16 de 1973, ministros
representantes de los miembros árabes de la Organización de Países Exportadores
de Petróleo (OPEP) se reunieron en Kuwait. A causa de la guerra
israelo-palestina, decidieron subir el precio del barril de petróleo de $3.011
a $5.119. Debido a que el mundo dependía del combustible barato proveniente del
Medio Oriente, la subida de precios dio a los países exportadores de petróleo
una inusitada riqueza, y desató una masiva redistribución de las reservas
internacionales. Algunas de las ganancias de la OPEP fueron invertidas en el
extranjero. Así, billones de dólares fueron canalizados por bancos privados
hacia los países en vías de desarrollo, particularmente de América Latina.
Después de muchos años de préstamos significativos, intereses crecientes,
precios del petróleo cada vez más altos (para 1980, el precio del barril, llegó
a $39), y una recesión en el mundo industrializado, los prestatarios comenzaron
a enfrentarse a serias dificultades. Finalmente, el 12 de Agosto de 1982, el
Ministro de Finanzas de Méjico, Jesús Silva Herzog, anunció que su país no
podría continuar con el pago de su deuda. La crisis de la deuda externa había
comenzado.
De acuerdo a la mayoría de los
entendidos, los petrodólares árabes fueron “reciclados” desde los países
exportadores a los países en vías de desarrollo importadores de petróleo, como
por medio de una Mano Invisible. Sin embargo, como lo demuestra la primera
parte de este libro, esta visión tan comúnmente aceptada tiene muchas
debilidades. Por lo tanto, la segunda parte del ensayo argumenta que no existió
tal Mano Invisible, ya que los gobiernos de los poderes occidentales,
particularmente el Gobierno de los Estados Unidos de América, dieron a sus
bancos internacionales un gran número de incentivos que les ayudó a mantener, y
de hecho a alentar el préstamo a los países en vías de desarrollo.[i]
El argumento que se presenta aquí,
es que la crisis de la deuda externa pública en América Latina era la
conclusión natural luego de que el gobierno de los Estados Unidos, a través de
varias “iniciativas especiales”, estableciera el entorno apropiado que animó a
los bancos privados a que entregaran préstamos incondicionalmente a los países
Latinoamericanos. Un festín crediticio, como se describe en el capítulo III,
naturalmente prosiguió, ya que existieron incentivos para todos los participantes en el juego. No obstante, los bancos
privados debían haber estado conscientes de los riesgos presentes en los
préstamos internacionales. Los eventos mencionados en el Capítulo IV
desencadenaron la crisis, y a pesar de que varias soluciones fueron sugeridas y
puestas en práctica, como se analiza en el Capítulo V, los pagos a la deuda
externa todavía causan serios problemas a los latinoamericanos.
Este ensayo se enfoca en los
préstamos privados comerciales pero no
oficiales, entregados a Latino América durante los setentas y principio de
los ochentas. Se debe diferenciar la deuda privada de los préstamos oficiales,
ya que cada una servía a un propósito diferente. Mientras los préstamos
privados eran libres de condicionamientos, buscaban utilidades económicas, y
algunas veces tenían tasas de interés reales negativas; los préstamos oficiales
eran, y siempre han sido, consideradas como asistencia financiera y usualmente
entregada con condicionamientos. A pesar de que hoy en día, la deuda que se
tiene con los bancos privados es menor que lo que se debe al sector oficial,
cuando la crisis de la deuda externa emergió, en 1982, los bancos privados
comerciales poseían más del 60 por ciento del total de la deuda de los países
en vías de desarrollo. Más aún, alrededor del 80 por ciento de la deuda
pendiente contraída por los países de América Latina, los cuales adquirieron la
mayor parte de la deuda del Tercer Mundo, tenía como acreedores a los bancos
privados.
I. La Sabiduría Convencional
La sabiduría
convencional afirma que después del shock petrolero de 1973, las ganancias de
la OPEP fueron “recicladas primordialmente a través de bancos privados, los
cuales reaceptaban los depósitos de los países exportadores de petróleo y
prestaban estos fondos a los países importadores de petróleo”[ii] para que
estos países se proveyeran de los medios para mantener la industrialización.
Debido a que los países industrializados afrontaban significativas presiones
económicas internamente, poco se podía esperar de ellos, especialmente en la
forma de ayuda financiera. Dadas las bajas tasas de interés reales presentes en
el momento, los depósitos de la OPEP en los Eurobancos (los cuales incluyen las
sucursales off-shore de los bancos de Estados Unidos) fueron reciclados a
través del sistema a los países latinoamericanos que solicitaban grandes
préstamos. En suma, los bancos comerciales privados que operaban en el poco
regulado euromercado, automáticamente transferían fondos de los exportadores a
los importadores de petróleo. Los banqueros y oficiales del gobierno de Estados
Unidos se encontraron “felicitándose por lo que ellos veían como un
impresionante ejemplo de la ‘Mano Invisible’ de Adam Smith funcionando.”[iii]
Banqueros y
académicos han compartido este punto de vista desde hace casi dos décadas. El
ex presidente del directorio de la Reserva Federal de Estados Unidos, Paul
Volcker en su libro Changing Fortunes (1992), por ejemplo, expresa que “los
mercados financieros internacionales, actuando por su propia cuenta, parecían
estar haciendo un trabajo efectivo reciclando los excedentes de los países
petroleros.”[iv]
Irónicamente, unas páginas más adelante en el mismo libro, se contradice a sí
mismo diciendo que este reciclaje estuvo “acompañado por una cierta cantidad de
ánimo al estilo de cachiporrera, entregado por el mismo gobierno de los Estados
Unidos.”[v] De
hecho, como se demostrará más adelante, este “ánimo al estilo de cachiporrera”
realmente era una forma de “estimulación activa”.
A. Las Fallas de la
Sabiduría Convencional
En esta sección
se analizan varias de las fallas de la sabiduría convencional en cuanto al
origen de la crisis de la deuda externa. En primer lugar, este punto de vista
generalmente aceptado asegura que “el mercado” era el que gobernaba y que
fueron las “fuerzas del mercado” las que provocaran el resultado. La falla
principal de esta afirmación, es que los mercados no tienen ningún poder dentro
y fuera de ellos.[3] El
mercado es el lugar donde los agentes económicos interactúan, y como tal, no
tiene ningún interés inherente. Además el mercado no tiene la intención de
prohibir, lo que es importante para el ejercicio del poder.[vi] En otras
palabras, “los mercados no pueden jugar un rol dominante a menos que les sea
permitido por quienquiera que ejerce el poder y posee autoridad dentro del
mismo.”[vii] Como se
muestra más adelante, fue el gobierno de los Estados Unidos el que “permitió
que las fuerzas del mercado trabajasen”.[4] En otras
palabras, el gobierno de los Estados Unidos persuadió a otros países a que se
“entreguen a las fuerzas del mercado cuando en otras circunstancias éstos no lo
hubiesen hecho. En este sentido, el hecho de que los mercados debían trabajar,
era, en sí mismo, un resultado del poder.”[viii]
La Sabiduría
Convencional, además, omite dos hechos que no
debían haber sucedido si es que la Mano Invisible del mercado hubiese estado
actuando. Por un lado, como los países deudores eran importadores de petróleo,
los precios más altos de este bien significaban precios más altos de
importación; por lo tanto, estos países comenzaron a enfrentarse a déficits en
sus balanzas de pagos. Se suponía que era el trabajo del FMI, y no de los
bancos privados, el resolver los problemas concernientes al déficit en las
balanzas de pagos de los países, pero la posibilidad de utilizar al FMI fue
virtualmente ignorada, y en muchas instancias hasta boicoteada por las naciones
industrializadas. ¿Por qué? Los países industrializados no sólo evitaron que el
FMI financie los déficit en las balanzas de pagos, pero también recibieron más
del 60 por ciento de los préstamos del mismo FMI entre 1974 y 1976.
Por otro lado
existían, de hecho, algunos países miembros de la OPEP, como Arabia Saudita,
Los Emiratos Árabes Unidos, y Kuwait que ganaron más dinero del que realmente
podían gastar, y por ende, invirtieron en el extranjero. Sin embargo, a pesar
de que las inversiones financieras, por principio básico, siempre deben ser
diversificadas, Arabia Saudita, al contrario de Kuwait y Los Emiratos Árabes
Unidos, extrañamente concentró las suyas exageradamente en el sistema
financiero de los Estados Unidos. De los $200 billones que Arabia Saudita
acumuló entre 1973 y 1982 (que equivalía a la mitad de la utilidad de la OPEP),
45 por ciento fue a bancos privados estadounidenses, y 30 por ciento al
gobierno de los Estados Unidos en forma de bonos del Tesoro.[ix] Las
inversiones de Arabia Saudita, como Mattione sugiere, ¿seguían simplemente
criterios financieros? La respuesta, como se prueba más abajo, es no.
También, no es
muy lógico desde el punto de vista de la teoría económica que los mercados
privados crediticios, por sí solos, presten dinero a países en vías de
desarrollo que debían enfrentar facturas por el petróleo que importaban y eran
cada vez más altas. En los primeros años de 1974, el economista Edward Fried
del Instituto Brookings escribió:
»Los
estándares convencionales de la valoración del crédito... deberán ser
alterados, ya que los países importadores de petróleo, como grupo, no van a ser
capaces de pagar sus obligaciones, hasta que los países exportadores estén en
una posición capaz de aceptar sus pagos en forma de bienes y servicios. A este
respecto, muchos de los países en vías de desarrollo enfrentan problemas
particularmente duros, ya que su capacidad actual de conseguir préstamos, se ve
disminuida por las dudas presentes acerca de su capacidad de pago. Si sumamos
todo esto, los requerimientos operativos sugieren que los bancos privados
comerciales no estarían dispuestos, por sí solos, a manejar una parte muy
grande del peso financiero de manera continua.[x]
Esta opinión era
ampliamente compartida en ese tiempo. El presidente del directorio de
Gobernadores de la Reserva Federal, hizo notar públicamente que “por ningún
concepto está claro que los mercados privados puedan reciclar tan altos
excedentes.”[xi]
Adicionalmente, el Comité de Desarrollo Económico (CED por sus siglas en
inglés),[5] expresó
que “los bancos que reciben depósitos de la OPEP en eurodinero, prefieren
entregárselo a gobiernos y prestatarios en países con un modesto peso de deuda
y prospectos de pago más favorables.” Debido a esto, para que se pudiesen
reciclar los fondos de la OPEP a los países consumidores de petróleo, “se
necesitaban iniciativas especiales del gobierno o nuevas facilidades internacionales.”[xii]
Ni siquiera el prestigioso banquero David Rockefeller del Chase Maniatan Bank
creía que los mercados podrían trabajar por sí solos, ya que, entre otras
cosas, muchos de los países en vías de desarrollo “no estaban en la posición
ideal para pedir prestado.”[xiii]
Hay que
considerar también que el índice de pago de deuda (el índice de lo que se
destina a la deuda externa comparado a los ingresos por exportaciones) estaba
entre las principales consideraciones de los bancos para evaluar la capacidad
de repago crediticio de los países deudores. De acuerdo a David Lomas, esta
razón debe encontrarse entre el 20 y el 25 por ciento y en casos ideales, con
tendencia a la baja. Sin embargo, el índice de pago de deuda de los países en
vías de desarrollo no miembros de la OPEP subió del 16 por ciento al 32 por
ciento entre 1973 y 1982. Asimismo, desde 1976 a 1979, los índices de servicio
a la deuda de Brasil y de Méjico, los deudores más grandes, se incrementaron
del 37 por ciento al 63 por ciento, y del 48 por ciento al 69 por ciento
respectivamente.[xiv]
Por otro lado,
los préstamos de los bancos privados estaban concentrados en una pequeña
cantidad de países. Tan sólo una docena de países recibió 80 por ciento del
total de los préstamos. Adicionalmente, 86 por ciento del total de la deuda
latinoamericana era de solamente seis países: Brasil, Méjico, Argentina,
Venezuela, Chile y Perú. Asimismo, 90 por ciento de los préstamos de los bancos
de Estados Unidos se entregaron a sólo cuatro países de Latino América, y el 60
por ciento a dos de ellos: Brasil y Méjico.[xv] Tal
concentración de préstamos puede ser explicada por el gran PIB de estos países
y sus estrategias concentradas hacia la exportación. Pero como se demuestra
abajo, en lugar de resolver el déficit de cuenta corriente de estos países, los
petrodólares financiaron principalmente sus importaciones de bienes de capital
desde el Primer Mundo.
Como si esto
fuera poco, los portafolios de los bancos tenían un perfil de alto riesgo
caracterizado por: los depósitos Árabes a corto plazo que financiaban los
préstamos a corto y largo plazo a los países en vías de desarrollo, préstamos
concentrados en unos cuantos países, la exposición al índice cambiario ya que
los préstamos eran entregados en dólares, y existían índices de capital a la
baja. Claramente, este no era un ambiente que estimulaba el reciclaje
“autónomo”[xvi]. A pesar
de que los altos riesgos debían significar altos rendimientos, no había ninguna
razón lógica para que los bancos privados se comprometiesen en el proceso de
reciclaje. Los bancos normalmente no entregan préstamos a prestatarios no
calificados.
Ya que la
percepción pública, los índices de servicio a la deuda, y el ambiente
financiero debían haber desalentado los préstamos por parte de los bancos, Spiro
tiene razón al afirmar que:
»“los
petrodólares no fueron prestados a las naciones para que pagaran lo que habían
pedido prestado, aunque los bancos trataron de lograr esto. A pesar de que
podemos explicar parte de los préstamos que se dio, pero una gran parte del
flujo de petrodólares a través de los mercados no tenía ninguna razón de ser.”[xvii]
Está
claro que la deuda latinoamericana fue supuestamente creada por el reciclaje de
los petrodólares de los países exportadores de crudo. Los exportadores de petróleo,
entonces, debían haber mantenido un superávit a causa de la subida del precio
del crudo. Sin embargo, los productores de petróleo latinoamericanos como
Méjico, Venezuela y Ecuador, tenían una deuda muy alta para 1982. Los
exportadores de petróleo que no eran Árabes, expandieron masivamente el gasto
público incurriendo obviamente en desbalances en sus cuentas, Como Alberto
Acosta, menciona, actuaron como “nuevos niños ricos”. Para 1983, los países en
vías de desarrollo exportadores de petróleo que no eran árabes tenían un
déficit combinado de $27 billones. En otras palabras, los bancos reciclaban
fondos de los exportadores de petróleo con superávit, a los exportadores de
petróleo con déficit en su balanza comercial.[xviii]
Los países
latinoamericanos tenían ya una historia de incumplimiento en sus créditos. De
acuerdo a un académico, los países de Latino América “comenzaron a pedir
prestado e incumplir en sus pagos el momento mismo que ganaron su independencia
en los 1820s”.[xix] Esto es
particularmente cierto en los casos de Brasil, Argentina, y Méjico. Con estos
antecedentes, ¿Por qué los bancos privados no consideraron la posibilidad de
otro incumplimiento y continuaron prestando a estos países?, ¿Acaso la historia
no importaba?
Para finales de
1977, los cerca de 150 bancos de los Estados Unidos que prestaban al Tercer
Mundo, mantenían deudas que totalizaban 150 por ciento de su capital, mucho más
alto que cualquier otro momento en la historia. Para 1979, este índice se
incrementó un poco, hasta llegar a 165 por ciento.[xx] Para
1982, la exposición en relación al capital de algunos de estos bancos, en los
cinco más grandes prestatarios de la región (Argentina, Brasil, Chile, Méjico y
Venezuela) se encontraría, por lo bajo, en el 83 por ciento del capital
(Security Pacific) y por lo alto en un 263 por ciento (Manufacturers Hanover),
con la mayoría en un rango de 140-180 por ciento.[xxi] Ese año,
The Economist anotó que los Nueve
Hermanos mantenían alrededor de $12 billones de la deuda comercial de Méjico.[6] Como
Cohen expone, es verdad que los bancos de los Estados Unidos han tenido siempre
una atracción especial por América Latina a causa de los intereses comerciales
y de inversión de los Estados Unidos Sin embargo, ¿es esto suficiente para
explicar qué es lo que hizo al préstamo por encima de los niveles de reserva
tan atractivo y seguro luego de 1974?
Cabe recalcar que
existen tres agencias reguladoras con el deber de preservar el sistema bancario
de Estados Unidos sano y salvo: La Oficina del Controlador de la Moneda, La
Corporación Federal Aseguradora de Depósitos, y el Banco de la Reserva Federal.
¿Dónde estaban ellos en este festín crediticio? Paul Volcker recuerda que
mientras él era presidente del Banco de la Reserva Federal en Nueva York, los
oficiales diseñaron un marco más sofisticado para analizar a los países, para así tener un respaldo del sistema de
advertencia, pero luego de que fue puesto en práctica, “hizo muy poco para
parar los préstamos.”[xxii] ¿Por
qué?
Para 1979, no era
difícil darse cuenta que se avecinaba una crisis, sin embargo, poco se podía
hacer para revertir la crisis en ese punto, excepto a comprar tiempo.[xxiii]
Solamente en Abril de 1983 (ocho meses luego de que comenzó la crisis), cuando
un memorando fue publicado conjuntamente por estos organismos, resumiendo un
programa de mayores iniciativas para supervisar los préstamos internacionales
parecía que los empleados públicos de los Estados Unidos intentaban crear una
regulación efectiva. Pero, ¿Por qué no se hizo nada antes? El mismísimo Paul
Volcker (1992) se pregunta “¿dónde estaban las autoridades supervisoras
mientras todo esto sucedía? ¿Había alguna alarma sonando? Y si es que no, ¿Por
qué no lo hacía?”[xxiv]
B. Los 52 billones de
dólares
Sólo 41.6 por
ciento de los $125 billones, igual a $52 billones en inversiones de la OPEP que
pueden ser rastreados del período entre 1974 y 1976 refuerzan la aserción de
que los petrodólares fueron reciclados autónomamente vía los bancos comerciales
privados hacia los países en vías de desarrollo. Durante este período, los
países en vías de desarrollo que no tenían petróleo, adquirieron déficits de
casi 78 billones. Esto fue solucionado en parte gracias a los $16 billones en
donaciones de la OPEP y por casi $10 billones, entregados también por la OPEP a
organizaciones internacionales como el FMI.[xxv]
La ayuda directa de la OPEP al FMI y a los países en vías de desarrollo, por lo
tanto, financió sólo $26 billones del déficit, dejando $52 billones adicionales
para ser obtenidos de algún otro modo. Ethan Kapstein dice que “son estos $52
billones la fuente de la sabiduría convencional. Estos fondos, de acuerdo a la
mayoría de cuentas, fueron supuestamente movidos por la Mano Invisible al mundo
en vías de desarrollo”.[xxvi]
¿Que pasó con el restante 60 por ciento de las inversiones de la OPEP?
Parecería que “la proporción del excedente de la OPEP que fue realmente
reciclado por el sistema bancario fue muy pequeña”[xxvii]
Las fallas de la sabiduría convencional que se han descrito aquí sugieren la
necesidad de una explicación alterna. Como se mostró anteriormente, no es muy
probable que existiese una “Mano Invisible”. Como se prueba más adelante, lo
que realmente existió fue una “Mano Escondida”.
II. La Mano Escondida de la Política Exterior de los
Estados Unidos
En Abril de 1973, unos pocos meses
antes de que la crisis del petróleo comenzara, el Secretario de Estado de
Estados Unidos, William P. Rogers, anunció públicamente que “vemos al año de
1973 como uno de construcción... Durante los cuatro siguientes años
mantendremos nuestro apoyo a los esfuerzos de América Latina de dar un mejor nivel de vida a sus
ciudadanos, canalizando el grueso de nuestra asistencia a través de instituciones multilaterales.”[7] Para el
final del año, el escenario político económico del mundo había cambiado, y también
la política exterior de los Estados Unidos hacia América Latina y el resto del
Tercer Mundo. Nada de lo mencionado por Rogers ocurriría. Y es que La política
exterior se enfoca en lograr metas específicas para el interés nacional, y
necesariamente incluye política extranjera económica. Por esto, las autoridades
de los Estados Unidos no tenían otra opción sino contar al interés económico
entre sus objetivos en la diplomacia internacional.[xxviii]
A. Descubriendo la
Necesidad de Tomar una Acción
Luego del colapso
del sistema de Bretton Woods en 1971 y la liberalización gradual de los
mercados financieros, ya era claro que la inseguridad, el caos monetario, y los
vacíos de liderazgo caracterizarían al año 1973, mucho antes de la decisión de
la OPEP de subir los precios del petróleo.[xxix]
Definitivamente, existía una necesidad de cooperación internacional,
particularmente entre las economías industrialmente desarrolladas. El
Secretario de Estado Henry Kissinger, sería la mente maestra del aparato
creador de política internacional de los Estados Unidos con políticas a corto
plazo orientadas a bajar los precios del crudo. De este modo, por un lado,
dentro de los países industrializados se alentaba la cooperación internacional
para artificialmente bajar el precio del petróleo, con el financiamiento de las
balanzas de pago como un componente auxiliar. Por el otro lado, Kissinger
aseguraba a los miembros de la OPEP que el valor del dinero en efectivo subiría
más rápido que el valor del crudo no explotado, para que así incrementaran la
producción de petróleo.[xxx]
Cada nación con
déficit tenía un incentivo para atraer el capital de la OPEP. Sin embrago,
había un Dilema del Prisionero: si cada nación actuaba en su propio interés
para atraer el capital de la OPEP y ajustar su balanza de pagos
simultáneamente, el resultado hubiese sido para detrimento de todas estas
naciones. Así, los Estados Unidos actuaron primero. Como Kissinger había
remarcado, los Estados Unidos estaban en una posición dominante para atraer
capital Árabe, y tenía un incentivo muy importante para hacerlo.”[xxxi] Además
de una economía fuerte pero en declive, esta posición dominante vino del hecho
de que los Estados Unidos podía por lo menos utilizar la producción petrolera
doméstica, mientras que la mayoría de países europeos, dependían de las fuentes
extranjeras. Por lo tanto, los Estados Unidos comenzaron a regatear
unilateralmente con los países Árabes y a competir por ese significativo
capital extranjero. En marzo de 1974, el Secretario de Estado para asuntos económicos,
William Casey, anunció: “Vamos a tener que hacer de la seguridad una
exportación.”[xxxii] El año
siguiente, un oficial de los Estados Unidos declaró que las tensiones que
resultaron de los préstamos tomados por la Reserva Federal podrían ser
subsanadas sólo si “las naciones de la OPEP ponen una mayor cantidad de sus
fondos en inversiones en este país, o si es que el público americano gasta
menos y ahorra más”[xxxiii] El
gobierno, obviamente, favoreció la primera opción.
Entre otras
amenazas potenciales para los Estados Unidos, existía un problema con el
mercado interbancario. De hecho, dos de los más grandes bancos del mundo, el
Franklin National Bank, y el Bankhaus Herstatt, habían cerrado sus puertas en
1974. Esta y otras fallas de los bancos, habían destruido la confianza en el
mercado interbancario. Los banqueros centrales estaban preocupados de que el
mercado entre los bancos se llegase a “secar”, y que los bancos más pequeños
serían relegados del mercado interbancario. La diferente distribución de la maduración
de activos y compromisos era otra causa de preocupación. Los bancos recibían
depósitos a corto plazo de la OPEP, prestando a largo plazo, y dependiendo cada
vez más en las decisiones financieras realizadas por los países Árabes
exportadores de petróleo.
Adicionalmente,
se podían dar cambios de precio como resultado de la decisión de los miembros
de la OPEP de cambiar sus fondos entre bancos o entre divisas, o si es que el
precio del crudo no se cotizaba en dólares americanos. De esta manera, había una
necesidad de convencer a los exportadores de petróleo que evitasen diversificar
su portafolio, que conservasen sus excedentes de capital en forma de moneda
líquida, y que mantuviesen los precios en dólares.[xxxiv]
También existía
la amenaza de que los miembros Árabes de la OPEP pudiesen manipular los
mercados por razones políticas, o invertir en industrias estratégicas en el
extranjero. De acuerdo a Kissinger, “aquellos que mantienen el poder
financiero, tarde o temprano buscarán dictar los términos políticos de las
nuevas relaciones, por lo que éste pretendía evitar este fenómeno.”[xxxv] No era
completamente descabellado, entonces imaginar, que un país como Arabia Saudita
podría usar su posición económica en contra de occidente, causando caos
financiero al usar sus inversiones como un arma política. Es más, mientras los
“tigres” orientales asiáticos, quienes poseían mayores tasas de ahorro, se
ajustaban exitosamente a los cambios bruscos del petróleo, la mayoría de las
economías en vías de desarrollo requerían de fondos para mantener sus
importaciones de crudo. El no proveer estos fondos, hubiese sido muy costoso
tanto en términos políticos como económicos para los Estados Unidos. Los
creadores de la políticaen Estados Unidos se dieron cuenta que “la solución a casi
todos estos problemas, era que el gobierno reciclase los petrodólares y
absolviera a los mercados de esta responsabilidad.”[xxxvi]
Por otra parte,
como se explica arriba, existía la percepción de que este reciclaje no sería
automático. Los banqueros sabían que no existía ninguna razón inherente para
que el reciclaje sucediese automáticamente a través de los mercados financieros
internacionales. Por eso, los banqueros querían una solución política: querían
que el gobierno interviniese. Luego de algunas negociaciones del lobby por
parte de los banqueros, y de la comprensión de los oficiales públicos del
problema, “el escenario estaba listo para que el gobierno de los Estados Unidos
tome la responsabilidad por el reciclaje de los petrodólares”.[xxxvii]
B. Las Iniciativas
Especiales del Gobierno
En Junio de 1974,
durante una reunión del Comité de Relaciones Exteriores, el Senador Jacob
Javits, de Nueva York, preguntó: “¿Qué es lo que vamos a hacer para usar
“nuestra fuerza” para conseguir las increíbles ganancias a corto plazo que
estas naciones (árabes) están acumulando, reciclarlas en el largo plazo, y
dirigirlas hacia los países que las necesitan urgentemente?”[8] Poco después, como se explica en esta
sección, el gobierno de los Estados Unidos “utilizó su fuerza” a través de
varias iniciativas claves que no han sido enfatizadas por la mayoría de los
escritos. Aunque las razones del “Por qué” el gobierno de los Estados Unidos
creó el escenario para la crisis de la deuda externa debería estar claro en
este punto, analicemos el “Cómo” fue hecho.
1. Alentando la Irresponsabilidad Moral
Un mes después del discurso del
senador Javits, en Julio de 1974, un analista económico de la CIA identificó el
problema que podría emerger si es que el dinero fluía libremente a los mercados
financieros de Estados Unidos. Dicho país hubiese tenido que soportar el peso
del déficit comercial global contra el superávit de la OPEP porque esos
mercados eran incapaces de reciclar el dinero hacia países con déficit en sus
balanzas de pagos. Entre otras cosas, el analista de la CIA declaró que “los
mercados financieros nacionales, en su estado actual, no están capacitados para
reciclar los excedentes de petrodólares... Nuevos arreglos podrían facilitar el
reciclaje... Los Estados Unidos podría convertirse en la ‘escala’ para el
capital árabe.”[xxxviii] Spiro
asegura que este reporte tuvo un impacto directo en las políticas del país.
En septiembre del mismo año, luego
de que el Bankhaus Herstatt y el Franklin National Bank colapsaron, los
banqueros centrales declararon que los “medios están disponibles... y serán usados si es que y cuando sea
necesario para ayudar a los bancos en el sistema del eurodinero que se
encuentran en problemas.”[xxxix] Esta
simple declaración proveyó la seguridad neta que los mercados financieros
necesitaban antes de poder comenzar el reciclaje.[xl] Esta
declaración crearía un problema de Irresponsabilidad Moral.[9] Los
bancos comenzaron a prestar con abandono, ya que existía la seguridad que su
prestamista de última instancia los salvaría. Una de las iniciativas especiales del gobierno que el CED[10] había
pedido anteriormente ese año, (ver página ocho), estaba ya en funcionamiento.
Otra iniciativa especial del gobierno de Estados Unidos incluyó el rol
limitado pero importante entregado al Fondo Monetario Internacional, donde
dicho país es el único con poder de veto. Ya que “el gobierno de los Estados
Unidos competía directamente con el FMI por el capital árabe,”[xli] dicho
gobierno vetaba constantemente grandes incrementos en las reservas del FMI que
éste hubiese podido prestar a las naciones en problemas, y a las tasas de
mercado. Luego del primer shock petrolero, a pesar de todo, la primera gran
iniciativa para financiar los desbalances fiscales, vino de Johannes Witteveen,
director general en ese entonces del FMI. Witteveen propuso establecer una
“facilidad petrolera” para asistir a los
países miembros del FMI que tuviesen un déficit inducido por el nuevo
precio del crudo. Poco tiempo después, el fondo fue establecido, y a pesar de
que era relativamente pequeño (6 billones de dólares estadounidenses), “los
bancos creían que con el FMI en el juego de préstamos, poseían ahora el
equivalente a un apoyo oficial para sus préstamos.”[xlii] Durante
1974 y 1975 alrededor del 45 por ciento del flujo de capital neto que
recibieron los países en vías de desarrollo fue en forma de préstamos
oficiales. Esos préstamos eran extremadamente importantes, ya que ningún país
había incumplido estos préstamos oficiales anteriormente, y parecía imposible
que los países que todavía tenían esperanzas de recibir asistencia financiera
oficial incumplieran sus compromisos con los bancos comerciales.[xliii]
Es más, en términos regulatorios, se
supone que los bancos y los mercados financieros están entre los sectores
económicos más regulados. Pero, en los setentas, como se mencionó
anteriormente, a los bancos se les permitió mantener una cartera de alto
riesgo, y ¡hasta prestar el 165 por ciento de su capital base a prestatarios
considerados como no aptos para el crédito![xliv] Además
de la declaración de los banqueros centrales en septiembre de 1974 y el
limitado pero importante rol entregado al FMI, existieron dos políticas
específicas tomadas directamente por el gobierno de los Estados Unidos que
promovieron este proceso. Primero, en enero de 1974, el gobierno levantó los
controles de capital que limitaban la salida de capitales de los bancos
comerciales privados a clientes en el extranjero. Los países de América Latina
que no habían podido recaudar fondos directamente de la OPEP o vía los euromercados,
tenían ahora la posibilidad de buscar préstamos adicionales en los Estados
Unidos. Como Volcker señala, “a principios de 1974, tuve el placer de escribir el comunicado de
prensa que anunciaba el final de los controles de capitales, haciendo notar que
bajo las circunstancias del momento, el acceso al mercado de capitales de Nueva
York por parte de los países extranjeros, sería muy útil.”[xlv] Este
denominado “placer” de Volcker, fue una pieza clave en el inicio del festín
crediticio que se originaría después.
Sin embargo, para 1979 se estaba
alcanzando una gran contracción en los préstamos: existía una regla que
prohibía a los bancos entregar más del 10 por ciento de su capital en préstamos
a cualquier prestatario importante. Enfrentándose a estos límites, el
Controlador de la Moneda en ese entonces, llegó a un “veredicto salomónico.”[xlvi] Se
determinó que cada agencia gubernamental extranjera sería tratada como una
entidad separada, y así cada una tendría acceso a una operación financiera
independiente. Esta decisión permitió a los bancos prestar su capital varias
veces a los mismos gobiernos extranjeros, siempre y cuando los deudores
tuviesen identidades diferentes. De repente, países como Méjico y Brasil
comenzaron a diversificar sus préstamos de los bancos de Estados Unidos
utilizando varias agencias para evitar el límite del 10 por ciento. Es
importante resaltar que la decisión de Heimann fue más allá de los pedidos
realizados por los propios bancos privados. El Chase Manhattan Bank, por
ejemplo, propuso solamente que el nivel de préstamos fuese incrementado a 25
por ciento de su capital.[xlvii]
2. Resolviendo el
Déficit de la Cuenta Corriente.
Kissinger creía en el principio que
los créditos no debían ser abiertos, sino tener propósitos específicos, es
decir, atados a algo. Él exponía que en contraste a los países en vías de
desarrollo, los países industrializados, como los Estados Unidos tenían la
“posibilidad de transferir las subidas de precio, del petróleo hasta cierto
punto, a otras naciones en la exportación de manufacturas.”[xlviii] Su idea
estaba basada en una política comúnmente perseguida por los países
industrializados para ajustar su balanza de pagos, a través de garantías de
exportación para incrementar sus exportaciones. Este tipo de garantía era un
programa de seguros respaldado por el gobierno en el cual los bancos
comerciales privados prestaban dinero al país prestatario para que pudiese
importar bienes del país prestamista. Las democracias industrializadas fueron
entonces capaces de balancear sus cuentas al transferir su déficit estructural
a los países en vías de desarrollo.
En un año promedio, entre 1973 y
1981, la OPEP poseía dos tercios del excedente del intercambio global, mientras
que los países en vías de desarrollo no pertenecientes a la OPEP, soportaban
poco más de dos tercios del déficit global. Por lo tanto, el déficit sostenido
por los países en vías de desarrollo correspondía no solamente al superávit de
la OPEP, sino también al excedente de las economías desarrolladas.[xlix] Las
estadísticas demuestran que las economías industrializadas más
grandes se beneficiaron del proceso que creó la crisis de la deuda externa. Por
ejemplo, en 1974 las siete naciones más altamente industrializadas tenían un
déficit en su cuenta comercial de casi $3 billones, un año después, en 1975,
tenían un superávit de casi $25 billones.[l]
Además, entre 1974 y 1982, los cinco países más industrializados manejaron un
superávit de $227.3 billones. Al mismo tiempo, países en vías de desarrollo que
no exportaban petróleo experimentaban un déficit comercial persistente ya que
sus exportaciones se mantenían relativamente estables mientras que sus
importaciones de maquinaria y equipo, se incrementaban exponencialmente.[li] En
el caso específico de los Estados Unidos, para 1982 América Latina había
sobrepasado a todos los mercados a excepción de Europa Occidental como destino
para sus bienes, y Méjico, por sí solo, se convirtió en el tercer comprador más
grande de Estados Unidos
De hecho, Spiro afirma que
si el reciclaje verdaderamente existió y los mercados funcionaron alguna vez, fue en la venta de bienes de
capital, desde el Primer al Tercer Mundo, ya que “el excedente de capital del
Primer Mundo era depositado en bancos, y prestado a las naciones que importaban
bienes desde el Primer Mundo.”[lii]
Esto quiere decir, tomando a Brasil como ejemplo, que lo que se pedía prestado
en el extranjero, correspondía cercanamente al déficit agregado de cuenta
corriente entre 1974 y 1982. En otras palabras, el 96 por ciento de lo que se
prestó a Brasil, fue usado en elementos de gasto, incluyendo inversiones
colosales como el proyecto hidroeléctrico de Itaipú y Tucurí.[liii]
Por otra parte, la
relevancia de los préstamos con garantía oficial era tal que para finales de
1981, el EXIM Bank (Banco de exportación–importación) de los Estados Unidos
garantizaba préstamos que llegaban a los $15.8 billones.[liv]
Similarmente, para mediados de 1982, los créditos privados garantizados
oficialmente por países industrializados para exportación, llegaban al 24 por
ciento y al 16 por ciento de la deuda de Argentina y Brasil, respectivamente.[lv]
Con estos programas para promover la exportación los bancos recibieron el
equivalente a una “carta de comfort”. Parecía impensable que los países en vías
de desarrollo tratarían a los prestamistas oficiales y a los banqueros de una
manera diferente, ya que no cumplir con uno de ellos, repercutiría directamente
en el otro.[lvi]
3. Asegurando los Fondos Sauditas.
A fines de 1974, el
Secretario del Tesoro, William Simon prometió que “el gobierno de Estados
Unidos no ofrecía subsidios especiales o incentivos para atraer capital,”[lvii] a
pesar de que eso era exactamente, lo que él, como representante del gobierno,
estaba haciendo. Unos pocos meses antes, en Julio de 1974, él había logrado un
acuerdo con la Agencia Monetaria de Arabia Saudita (SAMA por sus siglas en
inglés), en el cual, entre otras cosas, los Estados Unidos les vendería
obligaciones del Tesoro fuera de las subastas normales mantenidas por la
Reserva Federal en Nueva York. Para sorpresa de pocos, Arabia Saudita poseería
el 20 por ciento de todas las notas y bonos del Tesoro que mantenían los bancos
centrales extranjeros. Adicionalmente, la proporción de inversión por parte de
los exportadores petroleros de Medio Oriente en bonos y notas del Tesoro
estadounidense, desde que el tratado fue firmado, subió del 43 al 65 por
ciento, y Arabia Saudita llegó a poseer el 90 por ciento de las obligaciones
adquiridas por los países del Medio Oriente.[lviii]
Este acuerdo reportó varios
beneficios a los Estados Unidos. Entregó al gobierno acceso a un gran fondo de
capital extranjero, y la habilidad de monitorear las entradas de capital
Saudita. Además, la comisión económica conjunta que fue establecida con Arabia
Saudita, procuraba contratos a futuro para firmas estadounidenses en diferentes
áreas estratégicas, como en la venta de armas y en grandes proyectos de
infraestructura. Para 1981, por ejemplo, el Tesoro de los Estados Unidos había
recogido más de 500 millones de dólares del gobierno Saudita, simplemente para
financiar estudios de factibilidad para los contratos entregados a firmas
estadounidenses.[lix]
Esta comisión también arregló reuniones anuales entre el Secretario del Tesoro
de Estados Unidos y el Ministro de Finanzas de Arabia Saudita. Fue luego de estas
reuniones que los Estados Unidos pudo resolver sus problemas de cuenta
corriente unilateralmente, financiar sus crecientes gastos, convencer a los
Sauditas de prestar su dinero al FMI, y mantener el precio del petróleo en
dólares.
Como Spiro (1999) expone,
mientras el petróleo estuviese avaluado en dólares de Estados Unidos y mientras
Arabia Saudita invirtiese sus dólares en obligaciones norteamericanas, este
gobierno disfrutaba de un “doble préstamo”. La primera parte del préstamo
radicaba en la capacidad del gobierno americano de imprimir dólares para
comprar petróleo en lugar de bienes y servicios. La segunda parte venía del
hecho de que todos los otros países debían pagar el petróleo en dólares, pero
no podían imprimirlos. Esos países debían cambiar sus bienes y servicios por
dólares estadounidenses para pagar sus deudas de importación de petróleo.
El trato era ventajoso
también para SAMA porque cubría los tres criterios que los asesores de
inversiones financieras sauditas requerían: discreción, precio, y el evitar que
el mercado se moviera. En realidad, para mantener la promesa de
confidencialidad con relación a las inversiones sauditas, los Departamentos del
Tesoro y de Estado inclusive evitaron que el Congreso recogiera información que
pudo haber levantado sospechas. Además de haber logrado acceso a las
obligaciones de Estados Unidos antes de que entrasen en el mercado secundario,
y haber logrado un poder de votación más alto en el FMI al convertirse en el
sexto miembro más grande,[11]
Arabia Saudita también obtuvo una promesa de seguridad y protección para el
Golfo Pérsico.
En suma, el acuerdo entre
los países industrializados fue para no competir por los petrodólares. Por lo
tanto, las acciones de EEUU para tratar de estimular las exportaciones “artificialmente”
y ofrecer unilateralmente a los sauditas incentivos para invertir en
obligaciones del gobierno de Estados Unidos fue ilegítimo.[lx]
Sin embargo, Spiro justifica esta acción ilegítima como un proceso que liberó a
los Estados Unidos, siendo un poder hegemónico en decadencia, “de las amarras
del liderazgo legítimo, y llevó a los creadores de políticas de los Estados
Unidos a poner a trabajar la mano
escondida de la hegemonía americana.”[lxi]
III. El Festín Crediticio
Considerando estos eventos,
era natural para los bancos el comenzar el “banquete de préstamos”. Como
consecuencia del shock petrolero de 1973, los préstamos se redujeron
automáticamente. Desde 1973 hasta 1975, el tamaño promedio de los préstamos
sindicados fue de $67.5 billones a $50
billones, el tiempo promedio de repago cayó de 8.6 a 5.5 años, y la comisión
sobre el LIBOR (Tasa Inter Bancaria Ofrecida en Londres, por sus siglas en
inglés), subió de 0.94 por ciento a 1.40 por ciento. Luego, de repente, los
préstamos a América Latina y otros países en vías de desarrollo aumentó. Para
1978, el tamaño del préstamo promedio había sido doblado a $104 billones, la
madurez promedio regresó a 8.5 años, y la comisión sobre LIBOR, también regresó
a 0.90 por ciento.[lxii]
En América Latina, la deuda
privada al comienzo de los setentas se mantuvo a $12.8 billones. Luego del primer shock
petrolero, en 1974, subió a $58.4 billones. Al momento del segundo shock
petrolero ésta se había incrementado a $181.9 billones. Para 1982, alcanzó
$315.3 billones.[lxiii]
Sin embargo, pocos en el otro lado del festín de préstamos parecían darse
cuenta que un castillo de naipes inestable se estaba formando.
A. Beneficios Para
los Participantes
La crisis de la
deuda externa claramente no fue responsabilidad únicamente del gobierno de los
Estados Unidos. Durante el tiempo que la crisis de la deuda externa se fue
formando, la participación en el “festival del crédito” era beneficiosa para
todos los participantes. En esta sección, los tres principales implicados, es
decir, el Gobierno de Estados Unidos, los banqueros comerciales, y los
políticos de América Latina y sus intereses son analizados. A pesar de que el
gobierno de los Estados Unidos estableció las reglas generales para que el
banquete de préstamos internacionales empezara, los gerentes de los bancos
privados, y los políticos latinoamericanos fueron los que realmente
participaron directamente en este juego de sobre préstamos.
1. Beneficios para el Gobierno de los Estados Unidos
Domésticamente, los
oficiales de Estados Unidos se preocuparon en un principio de que la economía
de su país caería en recesión si el gobierno no podía pedir prestado suficiente
capital extranjero para financiar su déficit presupuestario. Subir los
impuestos, o pedir al público que gaste menos y ahorre más dinero, no eran
opciones políticamente viables. Los oficiales públicos, entonces, se dieron
cuenta que atraer los petrodólares era la opción más viable. Así, la Reserva
Federal fue capaz de controlar el impacto de los fondos que entraban al mercado
financiero estadounidense. Teniendo esos petrodólares en los Estados Unidos, y
bajo su control, los oficiales de la Reserva Federal fueron capaces de asegurar
la estabilidad de los mercados internacionales. Los oficiales del Tesoro,
mientras tanto, cumplieron su responsabilidad de recoger fondos para el gasto
estatal al reclutar capital árabe. Por esto, el gobierno particularmente a
principios de los ochentas, fue capaz de incrementar sus gastos sin afectar los
bolsillos de los votantes, o producir una recesión que hubiese elevado el
desempleo. Adicionalmente, los préstamos internacionales lograron objetivos muy
importantes en política internacional. Si el financiamiento para la balanza de
pagos no se hubiese entregado, particularmente a América Latina, quien era un
asociado estratégico por su ubicación geográfica, el liderazgo de los Estados
Unidos habría sido percibido como débil y decadente. Ya que no había fondos
suficientes a causa de necesidades domésticas, para programas oficiales de
ayuda, los oficiales se dieron cuenta de que “los instrumentos de la política
de los Estados Unidos, estaban en gran parte en el sector privado. Se debía dar incentivos, entonces, para
mantener a estos participantes en el juego.”[lxiv]
Una vez que los incentivos
descritos anteriormente estuvieron en su lugar, el gobierno de los Estados
Unidos no solamente mantuvo el sistema financiero internacional operando, y no
hubo baja en el comercio o inestabilidad política en el mundo occidental, pero
también “la capacidad de la política exterior estadounidense, de hecho fue
fortalecida en lugar de ser disminuida por las dificultades de los deudores de
la región.”[lxv]
Poco después de 1982, a través de paquetes de rescate con inversión y ayuda
financiera adicionales, en las palabras de Cohen, fue “impresionante” lo fácil
que se volvió el darse cuenta de las preferencias de la política exterior de
los Estados Unidos por aquellos al sur de la frontera. Los problemas de Méjico
y otros, ofrecieron al gobierno una oportunidad para ganar suficiente buena
voluntad e influencia para sí mismos, entregando unas pocas concesiones
financieras.[lxvi]
En resumen, “los Estados Unidos fue uno de los mayores beneficiarios del
reciclaje de petrodólares.”[lxvii]
2. Beneficios para los Bancos Privados de Estados Unidos.
Los bancos privados estaban
en el juego principalmente por las ganancias que sacarían al cobrar los
intereses. Existía una vasta cantidad de dinero entrando al mercado, y una
demanda creciente por fondos en todo el mundo. La comunidad bancaria de Estados
Unidos tomó la iniciativa en promover el flujo de capitales, particularmente en
la forma de créditos sindicados, por medio de los cuales muchos bancos se
suscribían al paquete de préstamos para diversificar el riesgo individual
mientras incrementaban el tamaño total del préstamo. La denominación de los
préstamos era en dólares, lo que evitaba el riesgo para los bancos de que los
prestatarios les pagasen en sus devaluadas monedas nacionales.
A inicios de la década de
los sesentas, tasas de crecimiento anuales en América Latina de 6 a 7 por
ciento eran muy comunes. Era un rendimiento extraordinario comparado con
cualquier medida histórica, y dio vida a lo que el político norteamericano
Adlai Stevenson llamó “la revolución de las expectativas en ascenso”. Sin embargo,
este crecimiento fue incentivado por las políticas de la industrialización vía
sustitución de importaciones (que inicialmente funcionaron, si los medimos en
términos de crecimiento económico) más que por incrementos de la productividad
a largo plazo. Esto contrastaba con los riesgos descritos anteriormente: una
opinión pública negativa, los índices de servicio de la deuda, la concentración
de prestatarios, y los depósitos a corto plazo, las tasas de crecimiento eran
adecuadas solamente para entregar préstamos a causa de la red de seguridad que
los bancos percibían, como resultado de las “iniciativas especiales” tomadas
por el gobierno de los Estados Unidos
También existía la
expectativa que los préstamos proveerían una fuente constante de ingresos por el
cobro de intereses dado que las compañías grandes confiaban cada vez más en los
mercados financieros para conseguir fondos.[lxviii]
Adicionalmente, de acuerdo a Cohen, los banqueros (a pesar de que no menciona
nombres) pensaron que los gobiernos no pondrían voluntariamente en peligro su
capacidad crediticia eligiendo políticas económicas inapropiadas.[12] El
presidente de Citibank, Walter Wriston, incluso declaró que “los países no
pueden quebrar,”[13]
por lo que la moratoria en pagos era imposible
Dadas estas percepciones, a
finales de los 70, y principios de los 80, “todos los sistemas parecían estar
‘listos para ir adelante’... Como Walter Wriston afirmaba, se veían en los
registros como la categoría más segura de préstamos en el banco.”[lxix]
Sin embargo, los banqueros calificaron a
estos préstamos como “seguros” no porque los países prestatarios fuesen capaces
de pagarlos, sino porque sus propios gobiernos, y hasta el FMI, estaban
dispuestos a jugar de prestamistas de última instancia en caso de que las cosas
saliesen mal. En otras palabras, “los préstamos parecían estar garantizados.”[lxx]
Por supuesto, cerca del vencimiento de los préstamos, éstos típicamente eran
‘aplazados’ o reemplazados con nuevos préstamos. La competencia se volvió tan
encarnecida que más y más bancos entraban al juego, tanto así que el spread[14] a
veces caía al 0.5 por ciento o menos, “casi lo mínimo para proveer un retorno
razonable sobre el capital del banco... (Aún así) los aviones hacia América
Latina estaban llenos de hombres jóvenes con contratos de préstamos
prácticamente listos.”[lxxi] En
suma, una vez que las iniciativas especiales del gobierno fueron introducidas,
el juego fue muy interesante para los bancos comerciales privados de los
Estados Unidos
3. Beneficios para los Gobiernos de América Latina
La crisis de la deuda
externa, claramente no fue responsabilidad únicamente de la política exterior
estadounidense o de los bancos privados. Para una transacción financiera como
los préstamos, hay un requerimiento básico: alguien debe pedir prestado. Los
gobiernos de América Latina, también disfrutaron de beneficios al participar en
el juego. A finales de los sesentas, cuando las ideas de Raúl Prebisch reinaban
en América Latina, varios gobiernos de la región, que tradicionalmente han
poseído bajos niveles de ahorro, habían ya decidido financiar su política de
industrialización mediante la sustitución de importaciones recurriendo al
endeudamiento, antes que aceptar la entrada de las multinacionales “abusivas” e
“imperialistas”
Luego del primer shock petrolero,
los gobiernos latinoamericanos no tardaron mucho en sucumbir a la tentación de
volverse dependientes del financiamiento extranjero, como una alternativa a los
dolorosos ajustes de políticas internas. Estos préstamos extranjeros, libres de
condiciones, permitieron a los políticos incrementar el gasto sin necesidad de
subir los impuestos. Como el entonces Presidente de la Junta Federal de Reserva
de los Gobernadores, Arthur Burns, hizo notar en 1977, los países “encontraban
más atractivo el pedir prestado que el ajustar sus políticas monetarias y
fiscales; y si pueden hacer esto sin que los prestamistas adjunten cláusulas
restrictivas a los contratos de préstamo, mucho mejor.”[lxxii] El
problema surgió cuando, para el final de la década, muchos gobiernos latinoamericanos
parecían haberse convertido en adictos al financiamiento extranjero. Para los
oficiales públicos en América Latina, los fáciles préstamos de los bancos
privados estadounidenses representaba el equivalente a recibir una tarjeta de
crédito con una línea de crédito ilimitada.[lxxiii]
Como Andrew Walter expone,
el endeudamiento estaba basado también en las expectativas de las tasas de
interés y los precios de los bienes. El hecho de que las tasas de interés
reales fuesen negativas a lo larga de casi toda la década de los setentas,
“sugirió a los prestatarios que el endeudarse mantendría beneficios sin tener
que hacer los sacrificios políticos que la inversión extranjera directa
suponía.”[lxxiv]
Adicionalmente, algunas organizaciones internacionales, como el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), directa o indirectamente promovían la
negociación de préstamos extranjeros al proyectar cada vez precios más altos
del crudo para el futuro. Dichos anuncios promovieron el endeudamiento agresivo
por parte de los gobiernos de los países importadores de petróleo, quienes
jamás pensaron que el precio del crudo bajaría o por lo menos se estabilizaría,
y llamaron a mayores inversiones en fuentes de energía alternativa en los
países importadores de petróleo. Incluso en 1983, el BID, basado en Washington,
continuó anunciando que el precio promedio del barril de petróleo llegaría a
$50 a fines de los ochentas y a $80 al final de la década de los noventas.
B. Gastos
Improductivos.
Contrario a las
prácticas bancarias tradicionales, en algún punto en los setentas, los
préstamos dejaron de servir proyectos específicos y se convirtieron en
préstamos más generales. Un economista ecuatoriano de corte neoliberal[15] sostiene
que los recursos no fueron usados eficientemente. La prueba de esto es que
América Latina no puede pagar. Sin embargo, incluso si los fondos hubiesen sido
usados correctamente, todavía sería difícil de pagar ya que las decisiones del
sector público normalmente son a largo plazo, y se debe tomar en cuenta que los
gastos en los servicios sociales, como la salud y educación públicas, no
necesariamente producen la cantidad de divisas necesarias para pagar los
préstamos en el corto plazo.
Jain
ha probado que se puede esperar una crisis de deuda externa cuando las decisiones
de pedir préstamos son tomadas por agentes corruptos, cuyo comportamiento no
puede ser controlado por sus superiores. Los acuerdos de préstamos eran, de
hecho, negociados en secreto entre los banqueros privados y los oficiales de
los gobiernos. Estos últimos, en varias instancias, no fueron elegidos, y no
podían ser reclamados por el pueblo en cuyo nombre estaban comprometiéndose a
pagar en el futuro. Es más, los oficiales que aprobaban estos préstamos muchas
veces se beneficiaban directamente a través de participaciones en los contratos
y “comisiones” de los agradecidos contratistas. En resumen, el sistema creó un
incentivo para el sobre-endeudamiento.[lxxv]
Nada sorprendente fue entonces, que entre 1973 y 1982, una porción cada vez
mayor de fondos fue desviada de proyectos en inversiones productivas, hacia
consumo corriente, gastos militares, o inclusive a acelerar la fuga de
capitales.[lxxvi]
Con respecto a este último punto, algunos fondos fueron, desde el principio,
colocados fuera del país prestatario, esto resultó en una fuga de capitales
fomentada por las propias autoridades. En otras palabras, una gran parte de la
deuda externa de algunos países (como Argentina, Méjico y Venezuela), nunca fue
invertida en la economía interna.[lxxvii]
Por
otra parte, mientras algunos de los proyectos financiados por los bancos
privados tuvieron un costo final que era más alto del presupuestado, muchos de
ellos resultaron ser completamente improductivos. Algunos casos extremos
incluyen el complejo industrial de papel de Santiago de Cao en Perú, que no
pudo funcionar a causa de la falta de agua; la refinería de plomo y platino en
Bolivia, que no pudo ser operada porque no tenía suficiente oxígeno, ya que
estaba construida a más de 4000 m.s.n.m.; y la imprenta del Ministerio de
Educación del Ecuador, que fue instalada en 1991, doce años después de haber
sido comprada, y que todavía no funciona.[lxxviii]
Durante
este período, muchas dictaduras militares en los países latinoamericanos (como
en Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y Paraguay), no tenían miedo de un
endeudamiento exagerado. Los militares en Brasil, por ejemplo, incrementaron la
deuda de su país de $5.1 billones en 1964 a $105 billones en 1984; los
militares en Argentina hicieron lo propio elevando su deuda de $9.3 billones en
1976, a $48.9 billones en 1984.[lxxix] Es
verdad que, la Guerra Fría en cierta manera justificaba los préstamos a los
dictadores obedientes. Lastimosamente, Nalón y Pettifor han probado que algunas
veces esos préstamos financiaban a dictaduras militares corruptas. Por otra
parte, créditos grandes pero no revelados fueron usados para financiar la
adquisición de armas y la industria militar. Perú, por ejemplo, compró docenas
de jets franceses Mirage y cientos de tanques soviéticos.[lxxx]
IV. La Crisis de la Deuda Externa
Luego de un período de
intereses reales negativos, donde todos los participantes se beneficiaron del
juego de sobre endeudamiento, para 1979 era ya claro que la crisis se
avecinaba. Aparte de la irresponsabilidad prestamista por parte de los bancos
privados, y el derroche por parte de los prestatarios, entre 1979 y 1982, una
combinación de eventos, como se describe en esta sección, desencadenaron la
crisis que todavía afecta el día a día de los latinoamericanos.
A. Eventos
Importantes
En
1979, luego de la victoria del Ayatollah Khomeini en Irán, el precio “a la
vista” de un barril de petróleo subió más allá de $ 14 y luego continuó
subiendo. Este fue el segundo shock del petróleo. Una vez más, la balanza de
pagos de los países importadores de petróleo tuvo números rojos. Para los
países industrializados, en su totalidad, su balanza cambió de $31 billones
positivos en 1978, a $51 billones negativos en 1980. En el mundo en vías de
desarrollo, el déficit de los países del Tercer Mundo que no eran de la OPEP,
creció enormemente, de $41 billones en 1978, a $108 billones en 1981.[lxxxi] De
nuevo, estos déficits debieron ser financiados a través de los mercados de
capital. El proceso de préstamos se consolidó con mayor fuerza. Pero ahora era
sólo cuestión de tiempo para que la crisis latinoamericana explote.
Adicionalmente,
la inflación en los Estados Unidos había repuntado desde el período de la
Guerra de Vietnam. El recientemente electo presidente de la Junta de la Reserva
Federal, Paul Volcker, decidió combatir la alta inflación contrayendo la
economía. Las tasas de interés se fueron al cielo. Muchos préstamos fueron
contraídos al LIBOR más una comisión fija del banco, quiere decir, a spreads
sobre las tasas de mercado. Alrededor de $65 billones de la deuda de Méjico,
por ejemplo, fue contraída con tasas flotantes y enteramente en dólares.[lxxxii]
Para los deudores de América Latina las consecuencias fueron desastrosas. En
1983, por ejemplo, una subida en la tasa de interés real del 1 por ciento le
costó a Brasil $750 millones, igual al 3 por ciento de todos sus ingresos por
exportaciones.[lxxxiii]
Además,
el Presidente Reagan y su costoso gasto en defensa, hizo subir el déficit del
presupuesto a alturas récord. A principios de los ochentas, el gobierno
incrementó los gastos públicos “utilizando el excedente del ahorro de los
japoneses, y revirtiendo el flujo de fondos, convirtiéndose así los
latinoamericanos, al final, en los que financiaron a los Estados Unidos, y no
al revés.”[lxxxiv]
A
la luz de estos eventos, muchos países de América Latina hubiesen sin duda,
afrontado severas dificultades al tratar de ganar de nuevo control sobre sus
economías. Los bancos se dieron cuenta de esto temprano, alrededor de 1979,
cuando las acciones de Volcker subieron la tasa flotante para los deudores. De
repente, los términos de vencimiento comenzaron a hacerse más cortos, ya que
los prestamistas buscaban reducir las líneas de crédito de sus deudores. La
retirada fue liderada por los bancos más pequeños y regionales, es decir, los
que menor poder de negociación tenían. Los intereses de los banqueros y de los
oficiales públicos que por largo tiempo, entre 1974 y 1979, convergieron,[lxxxv]
eran ahora más complejos. Muchos prestamistas estaban impacientes por reducir
sus inversiones lo más rápido posible, pero aún así tan tarde como Junio de
1982, el Banco de América (sorpresivamente, uno de los Nueve Hermanos) había
sido capaz de organizar un crédito sindicado para el gobierno mejicano de $2.5
billones.
Luego
del conflicto de las Islas Malvinas, Argentina se retrasó en algunos de los
pagos de su deuda, emergiendo por esto, miedo alrededor del mundo. Sin embargo,
no fue sino hasta que Méjico sufrió una fuga de capitales que estalló la
crisis. La economía mejicana se había estado debilitando por algún tiempo. En
febrero de 1982 el peso se había devaluado en casi 50 por ciento. El primero de
Agosto de ese año, cuando un programa de austeridad fue anunciado, el fantasma
de una nueva devaluación apareció de nuevo,
y los pesos fueron cambiados
rápidamente por dólares estadounidenses.
Las reservas de divisas oficiales fueron terminadas rápidamente. El inestable castillo de cartas que se había
construido a lo largo de la pasada década, finalmente cayó el 12 de Agosto de
1982, cuando el Ministro de Finanzas se vio forzado a reconocer que Méjico no
podía ya cumplir con sus obligaciones de deuda externa. La crisis de la deuda
externa de América Latina había comenzado.
B. La Generación
Perdida
En
1992, un artículo titulado “La Crisis de la Deuda Externa, Q.E.P.D” apareció en
The Economist.[16] La
idea era que los países de América Latina habían comenzado a lograr altas tasas
de crecimiento de nuevo, diez años después del comienzo de la crisis. Sin
embargo, la llamada “Década Perdida” se convirtió en la “Generación Perdida”.
Casi treinta años después del primer shock petrolero, los beneficios sociales y
económicos del sobre-endeudamiento todavía están por ser descubiertos. Durante
las últimas dos décadas, el valor nominal de la deuda de América Latina ha
crecido a causa del interés compuesto en préstamos impagables. Para todos los
países en vías de desarrollo, la deuda externa había subido de un total de $610
billones en 1980, a $2.3 trillones en 1997. Esto representa un incremento anual
promedio de 8.2 por ciento el cual, comparado a un crecimiento anual de 7.4 por
ciento nos muestra que la deuda externa está creciendo más que la economía, y
por lo tanto, la capacidad de pago se ve cada vez más disminuida.[lxxxvi]
Los
bancos privados han transferido la misión de tratar y negociar con los gobiernos
a organizaciones internacionales como el FMI. La considerable exposición de los
Nueve Hermanos, por ejemplo, a diecisiete países altamente endeudados, cayó con
el Plan Brady, de 194 por ciento de su capital total a 51 por ciento entre 1982
y 1992.[lxxxvii] De
la misma manera, el proceso ha resultado en una situación anómala en la cual
los países de América Latina han hecho transferencias revertidas, en la forma
de interés y repagos por antiguos préstamos, que de hecho superan el dinero que
vino originalmente de los bancos. En 1981, los deudores recibieron un
financiamiento neto cercano a $50 billones. Para 1983, ese valor se había
transformado en negativo, y en 1984 equivalió a un egreso de casi $35 billones,
igual a 2.5 veces el valor de su duramente ganado superávit comercial.[lxxxviii] En
1985, mientras que los flujos netos de los bancos comerciales a los diecisiete
países más altamente endeudados totalizó $3.7 billones, ¡los bancos recibieron
casi $22 billones en pagos de intereses ese mismo año![lxxxix] Un
estimado de la UNCTAD[17]
sitúa este flujo revertido entre 1983-1985 de América Latina a los bancos
internacionales por encima de los $100 billones.[xc]
Por lo tanto, América Latina se convirtió en un gran exportador de capital
neto.
El
peso de los “ajustes” consiguientes ha sido asumido por la región a través de
la austeridad. Los gastos del gobierno en la economía nacional han sido
reducidos, y los impuestos y los costos de los servicios públicos aumentados, a
solicitud del FMI y los bancos internacionales, para pagar los préstamos con
parte de los agentes económicos extranjeros. Aún hoy en día, veinte años
después del inicio de la crisis, los países latinoamericanos deben gastar parte
de su presupuesto en satisfacer a los prestamistas internacionales. En 1980,
Ecuador, por ejemplo, dedicó 17.2 por ciento de su presupuesto para la deuda
externa. Este valor ha crecido consistentemente. Para el 2000 el servicio a la
deuda había llegado al 51.1 por ciento del presupuesto aprobado para ese año.[xci]
Situaciones similares suceden en otros lugares: Perú, por ejemplo, gastó 35 por ciento
de su presupuesto general de 1998, en servicio a la deuda.[xcii] Si
la única forma de desarrollarse es a través de un gasto social más grande en la
economía local (educación, infraestructura, etc.), entonces el futuro de mi
generación en América Latina ha sido definitivamente hipotecado.
No
existió ninguna conspiración para que se produzca la deuda en América Latina ,
a pesar de que en términos prácticos las
consecuencias son tan malas como si hubiese existido. No hay ninguna prueba que los creadores de
política de Estados Unidos hayan planeado hacer más fuerte su política exterior
a través del endeudamiento de otros países.
Las acciones del gobierno de los Estados Unidos en la arena
internacional, fueron movidas principalmente por objetivos domésticos. Como Cohen expone, “cuando el Gobierno
trataba con sus amigos Latinoamericanos, significaba que podía ayudarse a él
mismo mientras ayudaba a los otros.”[xciii] Sin embargo, desde mediados de 1982, el tema de la deuda ha influenciado en gran
medida la Agenda del diálogo Estados Unidos-Tercer Mundo.
V. Las Soluciones
Dado lo extenso y complejo
de la crisis de la deuda externa y el tremendo impacto que ha tenido en los
países deudores, muchas soluciones han sido sugeridas. Las soluciones han fluctuado desde el
préstamo continuo (en 1985 con el Plan Baker), la reducción de la deuda externa
(por ejemplo en 1989 con los Bonos Brady), la renegociación con el Club de
París (y programas de ajuste estructural diseñados por el FMI), los
intercambios de deuda por Medio Ambiente (realizados en Bolivia, Costa Rica,
Ecuador), las decisiones unilaterales acerca de cuánto pagar (Perú con Alan
García en 1985), la mora parcial (Ecuador en 1999), e incluso el no pago
(sugerido por la izquierda).
Casi todas las soluciones
han incluido al FMI, el cual tiene considerable peso sobre las políticas de los
deudores en problemas. Sin embargo, el
FMI ha curado los dolores temporales más que la enfermedad misma. A pesar de que el caso de cada país ha sido
tratado individualmente, “la generalización que se puede hacer es que la
cantidad de alivio que ha sido entregado ha sido pequeño.”[xciv] Es más, al presionar a los Gobiernos a pagar
sus préstamos[18] y
adoptar programas de ajuste estructural, hasta cierto punto, continúa exonerando
de culpa a los Bancos privados de Estados Unidos y aceptando su papel
Moral creado décadas atrás. La
irresponsabilidad al actuar como el prestamista de última instancia para los
gobiernos en problemas, les proporciona
dinero que luego es transferido de cuentas nacionales a Bancos privados en el
exterior. En resumen, el FMI se ha
convertido, en las palabras de un ex-oficial de los Estados Unidos, “un
conducto conveniente para la influencia de Estados Unidos.”[xcv]
A. Las Soluciones
Ideales.
En
declaraciones ante el Comité Bancario del Congreso. el Congresista por Iowa,
Jim Leach, les dijo a los banqueros comerciales “afróntenlo, ustedes la
embarraron.[19]”[xcvi] A pesar de que los Bancos fueron
incentivados por el Gobierno de Estados Unidos para dar préstamos, en ningún
momento fueron obligados a participar en el banquete de préstamos. Y no todos los Bancos tuvieron
problemas. La mayoría tomaron las
medidas defensivas necesarias, y “fue un Banco muy tonto el que no lo haya
hecho.”[xcvii] Por lo tanto, ¿debemos seguir recompensando
los malos préstamos a los Bancos irresponsables?
Es
este último punto que debe ser involucrado en una solución real. Ni el estado,
ni las organizaciones internacionales, ni nadie puede garantizar una tasa de
retorno al empresario privado. Esto va en contra del mismísimo sistema
capitalista del cual los Estados Unidos ha sido considerado como uno de sus
principales exponentes. De acuerdo a
esto, los bancos comerciales privados deben aceptar su parte de responsabilidad
por el dinero que invirtieron en el mundo en vías de desarrollo.[xcviii] En otras palabras, las iniciativas privadas,
tal como los préstamos comerciales, son riesgosas. Sin embargo, administrar el riesgo es la
función básica de un banquero ya que siempre existe la posibilidad de no
recuperar el dinero prestado. Así es
que, el manejo inapropiado del riesgo significa pérdidas verdaderas para un
banco, y eso es lo que debería suceder.
Un
paso importante en esta dirección fue tomado en mayo de 1987 por Citicorp, el
banco comercial más grande de los Estados Unidos. Luego de darse cuenta que ya había logrado
algunas ganancias de la Región,[20] ,
que era imposible para los Países pagar
estos préstamos, Citicorp anunció que iba a registrar $3 billones de créditos
no pagados como pérdidas por cuentas incobrables en sus balances. De la
misma manera, la deuda contraída entre los bancos comerciales privados y los
países en vías de desarrollo en el período comprendido entre 1873 y 1982,
independientemente de si los tenedores de los documentos legales son ahora
inversionistas individuales o instituciones oficiales, deberían ser anulados.
Otra
solución ideal sería que gobiernos más responsables en América Latina
condujesen negociaciones más claras y abiertas e incluso reduciesen su
dependencia en préstamos extranjeros.
Idealmente, el gobierno de Estados Unidos se daría cuenta de que la
actual inestabilidad social, económica y política[21] de la región,
eventualmente se podría convertir en un serio problema para los
intereses económicos y de seguridad de los Estados Unidos. A pesar de esto, parece que mientras la
maquinaria creadora de ganancias que estuvo detrás de la fiesta crediticia de
la década de los setenta y comienzos de los ochentas se mantenga intacta,[22] y los gobiernos continúen implementando
ciegamente las políticas promovidas y diseñadas por instituciones extranjeras
(como el FMI) con fondos extranjeros para compensar el bajo ahorro doméstico,
el problema se mantendrá, causando dolor a los pobres en los países en vías de
desarrollo e inestabilidad en todos lados.
Conclusión
Por una generación, los
banqueros centrales y los académicos han dicho que, luego de los shock
petroleros de los setentas, los mercados financieros actuaron por sí solos para reciclar la riqueza árabe
al mundo en vías de desarrollo. Sin
embargo, “esto es en gran medida una ficción”,[xcix] como este estudio ha tratado de probar. No existió ninguna Mano Invisible. Una vez que algunas iniciativas especiales del gobierno de Estados Unidos estuvieron en
su lugar, un festín crediticio ocurrió ya que los Bancos tenían toda su
confianza depositada en sus prestamistas de última instancia[c] y los gobiernos en América Latina se
volvieron adictos en financiar tanto actividades productivas como
improductivas. La crisis de la deuda
externa fue un resultado natural.
Por supuesto que todavía
hay debilidades en esta explicación alternativa de la crisis de la Deuda
externa. Las posibles críticas incluyen: Primero, no existe suficiente evidencia
documentada acerca de las “iniciativas
especiales” del gobierno de Estados Unidos;
Segundo, talvez los Sauditas hubiesen invertido de todas maneras en los
Bonos del Tesoro de los Estados Unidos, dada
su naturaleza de aversión al riesgo en sus inversiones y el tamaño del
mercado financiero en Estados Unidos; y
Tercero, existía la prueba que las economías de América Latina estaban
creciendo rápidamente y por lo tanto los préstamos parecían ser una buena
inversión.[ci]
Estos argumentos no son
convincentes. Primero, existe suficiente
información, principalmente de reuniones del Senado y Congreso de los Estados
Unidos, y cifras de la balanza de pagos para apoyar la conclusión lógica de que
uno de los jugadores en el mercado más que el mercado en sí, promovió el
proceso de préstamos que llevó a la crisis de la deuda externa. Segundo, Kuwait también mantenía un fondo de
inversión de bajo riesgo, pero ya que no tenía tratos secretos, a diferencia de
Arabia Saudita, y realmente seguía principios básicos financieros, diversificó
a lo largo de diferentes monedas y bancos.
En suma, Arabia Saudita invirtió de acuerdo a criterios políticos, y no financieros. Tercero, a pesar de que en términos del PIB,
los países latinoamericanos estaban creciendo, algunos de ellos tenían
regímenes militares corruptos que perseguían políticas de sustitución de
importación que dependían en el financiamiento internacional. Como se ha demostrado anteriormente, los
banqueros privados debían haberlos considerados no aptos para el crédito y
tratarlos de esa manera, en lugar de incurrir en la Irresponsabilidad Moral.
Este trabajo ha intentado
desafiar a la sabiduría convencional e identificar las causas subyacentes de
donde se originó la crisis de la deuda externa para dar un aviso que los
efectos de los préstamos privados en América Latina durante los setentas y
principios de los ochentas han ido demasiado lejos. La deuda contraída con los bancos privados de
Estados Unidos luego de 1974 carece de legitimidad ya que el sobre-endeudamiento
fue un resultado natural del estímulo y apoyo que recibieron y aceptaron los
bancos comerciales privados por parte del gobierno de Estados Unidos. No podemos seguir forzando a los “países en
vías de desarrollo”[23]
a cargar el peso de una errónea administración del riesgo por parte de los
bancos privados comerciales que debían
haberse dado cuento de los riesgos inherentes, y junto con los políticos
(algunas veces dictadores) en América Latina, evitar el festín crediticio. La
Mano Escondida de la política exterior de Estados Unidos ya ha logrado sus
metas originales. Ahora es tiempo de
pensar acerca de las metas de la gente en el mundo en vías de desarrollo de
América Latina.
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NOTAS AL
FINAL:
[1] El Autor agradece a todos los que de alguna u otra
manera le ayudaron con la edición y posterior publicación de este análisis,
especialmente a Andrew Walter, Alberto Acosta, Ethan Kapstein, y a Pablo
Dávila.
[2] Ecuatoriano. Economista.
Consultor y profesor universitario. Actualmente trabajo para la Universidad San
Francisco de Quito, la Universidad Internacional y la empresa Cashflow.
[3] El poder se define como la
“habilidad de un actor de lograr que otro actor haga lo que el anterior
preferiría no hacer.” (Walter, 2000: 1)
[4] Los nueve bancos más grandes de
los Estados Unidos, denominados en este ensayo como “Los Nueve Hermanos”
también tuvieron un poder significativo (de cabildeo o lobbying). Estos bancos eran: Bank of America, Bankers Trust,
Chase Manhattan, Chemical, Citibank, Continental Illinois, First National Bank
of Chicago, Manufacturers Hanover, y Morgan Guaranty. Utilizo el apelativo de “Nueve
Hermanos” para de alguna manera relacionar su poder de lobbying con el de las
empresas petroleras nombradas continuamente como “Las Siete Hermanas”, que en
su momento también lograron influenciar las políticas del gobierno
estadounidense.
[5] Del cual sus administradores
legales incluían banqueros ejecutivos de dos de los Nueve Hermanos: Morgan
Guaranty y Bankers Trust.
[6] Agosto 28, 1982.
[7] Panfleto del Congreso de Estados
Unidos, 1974: 2-5. Ver Bibliografía.
[8] Senado de los Estados Unidos,
Reuniones del Comité de Relaciones Exteriores, Ver Bibliografía.
[9] La Irresponsabilidad Moral
existe cuando la provisión por seguros en contra de un riesgo alienta una
actitud que hace que ese riesgo sea más propenso a ocurrir. (Hanlon, 1998)
[10] Comité de Desarrollo Económico
(por sus siglas en inglés)
[11] En el FMI, el dinero entregado
por un país equivale a votos. Mayor dinero entregado, representa mayor número
de votos. Esta es una diferencia importante con otras organizaciones, como por
ejemplo la Organización Mundial de Comercio, donde todos los miembros tienen el
equivalente a un voto. En el FMI, Estados Unidos es el único país que tiene
poder de veto. A pesar de que Arabia Saudita quería obtener ese poder de veto
(y tenía la capacidad para hacerlo), sólo se permitió que se convierta en el
sexto mayor donador.
[12]¿ Realmente creyeron que todos
los políticos, al ser enfrentados con la posibilidad de grandes préstamos
perseguirían políticas económicas acertadas? Tal ingenuidad e inocencia, como
se recomienda más adelante, ¡No debe seguir siendo recompensada!
[13] Según se lo cita comúnmente en
los libros. Pero, ¿realmente creía esto?
[14] La diferencia entre la tasa
general LIBOR para el dinero, y la tasa que los bancos cargaban a los
prestatarios del Tercer Mundo.
[15] Entrevista conducida con Pablo
Lucio Paredes, Julio 5 de 2001
[16] Septiembre 12, 1992
[17] United Nations Conference on Trade and Development
[18] Si es que quieren recibir más
préstamos oficiales en el futuro (¡Que de hecho, sí los quieren!)
[19] Literalmente en inglés: “Let’s face it: you screwed
up!”
[20] Por ejemplo, en 1997, Sudamérica
fue el contribuyente más importante a las ganancias del banco, ¡Sobrepasando
hasta a los Estados Unidos! (Kapstein, 1994:
74)
[21]
Las huelgas contra “los ajustes” comenzaron en 1989 en Venezuela y han sido comunes en toda América
Latina. Para más información, ver The
Economist, Julio 28, 2001: 51-52.
[22] Los agentes privados siguen
presionando a los Gobiernos de América Latina para que se les pague. Por ejemplo,
Elliot Associates L.P., un fondo de inversiones de New York, demandó con
éxito al Gobierno peruano por la compra
de $20 millones de la Deuda de Perú en el mercado segundario en 1996 y recibió un pago de $58 millones el 7 de
octubre del 2000. Prácticas similares han sido usadas en otros lugares. De
hecho, en el 2000, Bank of America, uno de los Nueve Hermanos, demandó al
Ecuador por $5 millones por pagos atrasados de intereses.
[23] También llamados países subdesarrollados,
economías emergentes, países del Tercer Mundo, etc. He utilizado a lo largo de
este análisis la expresión “países en vías de desarrollo” para inyectar
optimismo al lector , a pesar de que si se analizan los porcentajes que los
países latinoamericanos destinan al gasto social, es decir, a fomentar el
desarrollo, se observa que a lo mejor todavía no estamos en “vías de
desarrollo” sino “en vías de terminar de pagar lo que nos prestaron”.
[i] (Kapstein, 1994)
[ii] (Spero, 1990: 47)
[iii] (Volcker, 1992: 140)
[iv] (Volcker, 1992: 139)
[v] (Volcker, 1992: 193)
[vi] (Walter, 2000)
[vii] (Strange, 1994: 23)
[viii] (Spiro, 1999: 135)
[ix] (Spiro, 1999: 128)
[x] (Kapstein, 1994: 64)
[xi] (Spiro, 1999: 2)
[xii] (Kapstein, 1994: 64)
[xiii] (Spiro, 1999: 41)
[xiv] (Lomas, 1986: 32-33)
[xv] (O’Brien, 1993: 90)
[xvi] (Spiro 1999)
[xvii] (Spiro, 1999: 138)
[xviii] (Spiro, 1999)
[xix] (Spiro, 1999: 72)
[xx] (Volcker, 1992: 194)
[xxi] (Cohen, 1986: 213; cifras
redondeadas)
[xxii] (Volcker, 1992: 195)
[xxiii] (Kapstein, 1994)
[xxiv] (Volcker, 1992: 195)
[xxv] (Kapstein, 1994: 63)
[xxvi] (Kapstein, 1994: 63)
[xxvii] (Spiro, 1999: 129)
[xxviii] (Cohen, 1986)
[xxix] (Spiro, 1999)
[xxx] (Spiro, 1999)
[xxxi] (Spiro, 1999: 30)
[xxxii] (Spiro, 1999: 31)
[xxxiii] (Spiro, 1999: 31)
[xxxiv] (Spiro, 1999)
[xxxv] (Spiro, 1999: 39)
[xxxvi] (Spiro, 1999: 40)
[xxxvii] (Spiro, 1999:37)
[xxxviii] (Spiro, 1999: 106)
[xxxix] (Kapstein, 1994: 66)
[xl] (Kapstein, 1994)
[xli] (Spiro, 1999: 96)
[xlii] (Kapstein, 1994: 67)
[xliii] (Spiro, 1994)
[xliv] (Kapstein, 1994)
[xlv] (Volcker, 1992: 125)
[xlvi] (Volcker, 1992: 195)
[xlvii] (Kapstein, 1994: 77)
[xlviii] (Kissinger, 1994: 77)
[xlix] (Spiro, 1999)
[l] (Kapstein, 1994: 62)
[li] (Spiro, 1999)
[lii] (Spiro, 1999: 70)
[liii] (Lomax 1986: 114)
[liv] (Kapstein, 1994: 68)
[lv] (Lomas, 1986: 220-221)
[lvi] (Kapstein, 1994)
[lvii] (Spiro, 1999: 42)
[lviii] (Spiro, 1999: 113)
[lix] (Spiro, 1999: 88)
[lx] (Spiro, 1999)
[lxi] (Spiro, 1999: 152)
[lxii] (Lomas & Guttman, 1981: 221)
[lxiii] (O’Brien, 1993: 88-89)
[lxiv] (Kapstein, 1994:79)
[lxv] (Cohen, 1986: 205)
[lxvi] (Cohen, 1986)
[lxvii] (Kapstein, 1994: 63)
[lxviii] (Walter, 1991)
[lxix] (Volcker, 1992: 197)
[lxx] (Kapstein, 1994: 79)
[lxxi] (Volcker, 1992: 197)
[lxxii] (Cohen, 1986: 209)
[lxxiii] (Volcker, 1992)
[lxxiv] (Walter, 1991:215)
[lxxv] (Korten, 1995)
[lxxvi] (Cohen, 1986)
[lxxvii] (Jain, 1993)
[lxxviii] (Acosta, 2000: 5-6)
[lxxix] (Hanlon, 1998)
[lxxx] (Marichal, 1989)
[lxxxi] (Cohen, 1986: 227)
[lxxxii] (The Economist, Agosto 28, 1982:57)
[lxxxiii] (O’Brien, 1993: 93)
[lxxxiv] (Strange, 1998: 291)
[lxxxv] (kapstein, 1994)
[lxxxvi] (Garret & Travis, 1999: 12)
[lxxxvii] (Walter, 2000: 12)
[lxxxviii] (Cohen, 1986: 287)
[lxxxix] (Kapstein, 1994: 97)
[xc] (Strange, 1994: 219)
[xci] (Vega y Mancero, 2000: 28)
[xcii] (Ugarteche, 1994:
219)
[xciii] (Cohen, 1986:
233)
[xciv] (Kapstein, 1994:
101)
[xcv] (Cohen , 1986:
229)
[xcvi] (Cohen, 1986:
222-223)
[xcvii] (Lomas, 1986:
290)
[xcviii] (Kapstein, 1994)
[xcix] (Kapstein, 1994: 69)