RECORDANDO A THOMAS SANKARA
Por Sergio Daniel Aronas – 26 de julio
de 2013
El próximo 4 agosto se
cumplirán 30 años de la llegada al poder del comandante Thomas Sankara, del
antiguo reino de Alto Volta con cuya llegada a la presidencia por medio de una
revolución transformó a su país y se convirtió en sus años de gobierno es uno
de los más importantes referentes del movimiento panafricano de unidad, lucha,
revolución y socialismo. Sankara fue un presidente llevó adelante un vasto
programa de cambios estructurales en la organización económica, política y
social de su país. Le cambió el nombre por el de Burkina Faso que significa
“Patria de los hombres íntegros” en el idioma original de la nación; modificó
la bandera, el escudo y el himno nacional. Su política exterior se caracterizó
por el abierto enfrentamiento al imperialismo y al neocolonialismo quienes a
través de la deuda externa buscaban ahogar a los países subdesarrollados, para
dominarlos y someterlos por separado.
África en los años 80
del siglo pasado estuvo marcado por una serie de conflictos y guerras provocadas
por las rivalidades entre los diversos países donde la mano negra del
imperialismo tanto de los Estados Unidos como las ex potencias colonialistas
europeas no dejaban pasar la oportunidad para meterse en asuntos que no les
correspondía, agravando la crisis y permitiendo la matanza entre pueblos
hermanos.
Thomas Sankara fue un
gran líder revolucionario marxista con un alto compromiso con su país y con su
continente. Vio con claridad las funestas perspectivas que se abrían en África
por el tema de la deuda externa, por pretender resolver los problemas recurriendo
tanto al Banco Mundial como al Fondo Monetario Internacional, cuyas políticas hoy
nuevamente como en aquellos años, sacuden y conmueven a vieja Europa,
supuestamente orgullosa de su independencia de esas dos horrendas instituciones
creadas por en julio de 1944 plena Segunda Guerra Mundial.
Este discurso de
Sankara llamando a un frente común contra la deuda externa fuer un objetivo
perseguido por muchos países que en aquellos años sufrieron y aun sufren el
peso del endeudamiento y la diplomacia imperial de los Estados Unidos y Europa
impidió que los países deudores se unieran para enfrentar con mayor fuerza la
presión de las potencias capitalistas a la hora de imponer condiciones en la
concesión de créditos y obtener “ayuda” para el desarrollo. Toda la historia de
la deuda externa de los países de Asia, África y América Latina es la historia
de una forma de sometimiento y dominación tanto o más brutal que una invasión
militar porque para el imperialismo le resultaba una forma barata y eficaz de
eternizar el control sobre los países, cuestiones que fueron planteadas y eran
sumamente conocidas por los Estados Unidos cuando un informe del Comité de Relaciones
Exteriores del Congreso ya en 1977 advertía con claridad como podía terminar la
crisis de la deuda.
Un gobierno como el
Sankara no podía ser tolerado y el peso de la traición como en el Chile de
Salvador Allende, terminó con su gobierno y la pagó con su vida en el
sangriento golpe de estado del 15 de octubre de 1987.
Aquí presentamos uno de
sus mejores discursos sobre un tema de palpitante actualidad como es el tema de
la deuda externa que sigue golpeando duramente a muchos países, incluso en el
mío la Argentina, por la presión de los “fondos buitres” y por una política del
gobierno que se ha convertido en una máquina de pagar intereses de una deuda
que está comprometiendo seriamente las finanzas de la nación. Y ahí está la
causa de las prohibiciones inéditas de ahorrar en divisas, los problemas para
importar y las nuevas medidas de exigir el rápido cobro de las operaciones de
exportación.
Un frente unido contra la deuda
El 29 de julio de 1987,
Thomas Sankara participaba en Adís-Abeba en los trabajos de la vigésimo quinta
Conferencia en la Cumbre de los países miembros de la OUA. Pronunció allí el
siguiente discurso. Este texto es una transcripción a partir de una grabación.
El presidente de la sesión era Kenneth Kaunda, de Zambia.
Señor presidente,
Señores jefes de las delegaciones:
Querría que en este
momento pudiésemos hablar de esta otra cuestión que nos inquieta: la cuestión
de la deuda, la cuestión de la situación económica de África. Tanto como la
paz, es una condición importante de nuestra supervivencia. Y por eso he creído
deber imponeros unos minutos suplementarios para que hablemos de ello.
Burkina Faso querría
expresar de entrada su preocupación. La preocupación de ver que las reuniones
de la OUA se suceden, se asemejan, pero hay cada vez menos interés en lo que
hacemos.
Señor presidente: ¿Cuántos son los jefes de
Estado aquí presentes, cuando todos han sido debidamente convocados para venir
a hablar de África en África?
Señor presidente:
¿Cuántos jefes de Estado están prestos a saltar a París, a Londres, a
Washington cuando desde allí son convocados a una reunión, pero no pueden venir
a una reunión aquí, a Addis Abeba en África? Esto es muy importante. [Aplausos]
Sé que algunos tienen razones válidas para no venir. Es por ello, señor
presidente, por lo que querría proponer que establezcamos un baremo de
sanciones para los jefes de Estado que no responden ¡presente! a la
convocatoria. Hagamos de manera que por una suma de puntos de buena conducta,
los que asisten regularmente, como nosotros, por ejemplo, [Risas] puedan ser
apoyados en algunos de sus esfuerzos. Ejemplos: los proyectos que sometemos al
Banco Africano de Desarrollo (BAfD) deben ser afectados de un coeficiente de
africanidad. [Aplausos] Los menos africanos serían penalizados. Así todo el
mundo vendría a las reuniones.
Quisiera decir, señor
presidente, que la cuestión de la deuda es una cuestión que no sabríamos
ocultar. Usted mismo sabe algo de esto en su país, donde habéis tenido que
tomar decisiones valientes, temerarias incluso. Decisiones que no parecen en
absoluto estar en relación con su edad y sus cabellos blancos. [Risas] Su
excelencia, el presidente Habib Bourguiba, que no ha podido venir, pero que nos
ha hecho llegar un importante mensaje, ha dado otro ejemplo a África, cuando en
Túnez, por razones económicas, sociales y políticas tuvo que tomar decisiones
valientes.
Pero, señor presidente,
¿vamos a dejar que los jefes de Estado busquen individualmente soluciones al
problema de la deuda con el riesgo de crear en su país conflictos sociales que
podrían poner en peligro su estabilidad, y hasta la construcción de la unidad
africana? Estos ejemplos que he citado —hay muchos más— merecen que las cumbres
de la OUA aporten una respuesta tranquilizadora a cada uno de nosotros en
cuanto a la cuestión de la deuda.
Consideramos que la
deuda se ha de analizar empezando por su origen. Los orígenes de la deuda se
remontan a los orígenes del colonialismo. Quienes nos han prestado dinero son
los mismos que nos colonizaron. Son los mismos que gestionaban nuestros Estados
y nuestras economías. Son los colonizadores los que endeudaron a África con los
prestamistas, sus hermanos y primos. Nosotros somos ajenos a esta deuda. Por lo
tanto no podemos pagarla.
La deuda es el
neocolonialismo o los colonialistas transformados en «asistentes técnicos». En
realidad, deberíamos decir asesinos técnicos. Y son ellos los que nos
propusieron las fuentes de financiación, los prestamistas o «proveedores de
fondos». Una expresión que se emplea cada día como si hubiera hombres cuya
«provisión» fuera suficiente para crear el desarrollo en otros países. Estos
prestamistas nos fueron aconsejados, recomendados. Nos presentaron dossiers y
montajes financieros fantásticos. Nos endeudamos por cincuenta años, sesenta
años, y más aún. Es decir, nos han llevado a comprometer a nuestros pueblos
durante cincuenta años o más.
La deuda en su forma
actual es una reconquista de África sabiamente organizada, para que su
crecimiento y su desarrollo respondan a unos niveles, a unas normas que nos son
totalmente extrañas. De manera que cada uno de nosotros se convierta en un
esclavo financiero, es decir, simplemente un esclavo de quienes han tenido la
oportunidad, la astucia, la trapacería de invertir sus fondos en nuestros
países con la obligación de que los reembolsemos. Nos dicen que honoremos la
deuda. No se trata de una cuestión moral. No es una cuestión de ese pretendido
honor de reembolsar o no reembolsar.
Señor presidente:
Hemos escuchado y
aplaudido a la primera ministra de Noruega cuando intervino aquí mismo. Dijo,
ella que es europea, que toda la deuda no puede ser reembolsada. Yo quisiera
simplemente completar y decir que la deuda no puede ser reembolsada. La deuda
no puede ser reembolsada porque, en primer lugar, si no pagamos, los prestamistas
no se van a morir. Estemos seguros de esto. En cambio, si pagamos, somos
nosotros los que vamos a morir. Estemos seguros igualmente de ello. Los que nos
han conducido al endeudamiento han jugado como en un casino. Mientras ellos
ganaban no había debate. Ahora que pierden en el juego, nos exigen el
reembolso. Y se habla de crisis. No, señor presidente, ellos jugaron, ellos
perdieron, es la regla del juego. Y la vida continúa. [Aplausos]
Nosotros no podemos
reembolsar la deuda porque no tenemos nada que pagar. No podemos reembolsar la
deuda porque no somos responsables de ella. No podemos pagar la deuda porque,
al contrario, nos deben lo que las mayores riquezas nunca podrán pagar, esto
es, la deuda de sangre. Es nuestra la sangre que ha sido derramada.
Se habla del Plan
Marshall, que rehizo la Europa económica. Pero no se habla del Plan Africano
que ha permitido a Europa hacer frente a las hordas hitlerianas cuando sus
economías estaban amenazadas, su estabilidad estaba amenazada. ¿Quién ha salvado
a Europa? Fue África. Se habla poco de esto. Se habla tan poco que no podemos,
nosotros, ser cómplices de ese silencio ingrato. Si los otros no pueden cantar
nuestros elogios, nosotros tenemos al menos el deber de decir que nuestros
padres fueron valientes y que nuestros ex combatientes salvaron Europa y
finalmente permitieron al mundo desembarazarse del nazismo.
La deuda es también la
consecuencia de los enfrentamientos. Cuando hoy nos hablan de crisis económica,
se olvidan de decirnos que la crisis no llegó de forma súbita. La crisis existe
de siempre y se irá agravando cada vez que las masas populares sean más
conscientes de sus derechos frente a sus explotadores.
Actualmente hay crisis
porque las masas rechazan que las riquezas se concentren en las manos de unos
pocos. Hay crisis porque unos pocos depositan en los bancos en el exterior,
unas sumas colosales que serían suficientes para desarrollar África. Hay crisis
porque frente a estas riquezas individuales que se pueden nombrar, las masas
populares se niegan a vivir en los ghetos y los barrios bajos. Hay crisis
porque por doquier los pueblos se niegan a ser Soweto frente a Johannesburgo.
Hay lucha y la exacerbación de esta lucha produce inquietud a los que retienen
el poder financiero.
Nos piden ahora que
seamos cómplices de la búsqueda de un equilibrio. Equilibrio a favor de los que
tienen el poder financiero. Equilibrio en detrimento de nuestras masas
populares. ¡No! Nosotros no podemos ser cómplices. ¡No! Nosotros no podemos
acompañar a los que chupan la sangre de nuestros pueblos y viven del sudor de
nuestros pueblos. Nosotros no podemos acompañarlos en sus maniobras asesinas.
Señor presidente:
Oímos que hablan de
clubs —Club de Roma, Club de París, Club de cualquier lado—. Oímos que hablan
del Grupo de los Cinco, de los Siete, del Grupo de los Diez, tal vez del Grupo
de los Cien. ¿Qué más puedo decir? Es normal que nosotros tengamos también
nuestro club y nuestro grupo. Hagamos que desde hoy Addis Abeba sea igualmente
la sede, el centro de donde partirá el soplo nuevo del Club de Addis Abeba.
Tenemos el deber de crear hoy el Frente Unido de Addis Abeba contra la deuda.
Sólo de este modo podremos decir hoy que negándonos a pagar no venimos con
intenciones belicosas sino, al contrario, en una actitud fraternal para decir
lo que es.
Además, las masas
populares de Europa no se oponen a las masas populares de África. Los que
quieren explotar a África son los mismos que explotan a Europa. Tenemos un
enemigo común. Por ello, nuestro Club de Addis Abeba tendrá que decir
igualmente a unos y a otros que la deuda no se pagará. Cuando nosotros decimos
que la deuda no se ha de pagar no significa que estamos contra la moral, la
dignidad, el respeto a la palabra. Nosotros consideramos que no tenemos la
misma moral que los otros. Entre el rico y el pobre no hay la misma moral. La
Biblia, el Corán no pueden servir de la misma manera a quien explota al pueblo
y al que es explotado. Tendrá que haber dos ediciones de la Biblia y dos
ediciones del Corán. [Aplausos]
Nosotros no podemos
aceptar su moral. No podemos aceptar que nos hablen de dignidad. No podemos
aceptar que nos hablen del mérito de los que pagan y de la pérdida de confianza
en los que no pagarán. Al contrario, nosotros debemos decir que hoy es normal que
se prefiera reconocer que los ladrones más grandes son los más ricos. Un pobre,
cuando roba no comete más que un hurto, apenas un pecadillo para sobrevivir y
por necesidad. Los ricos, son ellos los que roban al fisco, a las aduanas. Son
ellos los que explotan al pueblo.
Señor presidente:
Mi propuesta no tiende
sólo a provocar o a hacer un espectáculo. Quiero decir lo que cada uno de
nosotros piensa y desea. ¿Quién, aquí, no desea que la deuda sea simple y
llanamente anulada? El que no lo desee puede retirarse, tomar su avión y
dirigirse directamente al Banco Mundial a pagar. [Aplausos] No querría que se
tomara la declaración de Burkina Faso como si proviniera de parte de jóvenes
inmaduros, sin experiencia. Pero tampoco querría que se piense que sólo los revolucionarios
pueden hablar de este modo. Querría que se admita que es simplemente
objetividad y obligación.
Puedo citar los
ejemplos de aquellos que han dicho que no se pague la deuda, tanto
revolucionarios como no revolucionarios, tanto jóvenes como viejos. Citaré, por
ejemplo a Fidel Castro. Ya dijo que no hay que pagar. Aunque no tiene mi edad,
es un revolucionario. También François Mitterrand ha dicho que los países
africanos no pueden pagar, que los países pobres no pueden pagar. Citaré a la
primera ministra de Noruega. No sé su edad y no quisiera preguntársela. [Risas
y aplausos] Así mismo querría citar al presidente Félix Houphouët-Boygny. No
tiene mi edad. Sin embargo ha declarado oficial y públicamente que, al menos en
lo que concierne a su país, no se podrá pagar la deuda. Y eso que Costa de
Marfil esta clasificada como uno de los países más desahogados del África
francófona. Por eso, por otra parte, es normal que pague aquí una contribución
mayor. [Aplausos]
Señor presidente:
No se trata por lo
tanto de una provocación. Yo querría que con sensatez nos propusieran
soluciones. Querría que nuestra conferencia adoptara la necesidad de decir con
claridad que no podemos pagar la deuda. No con un espíritu belicoso, belicista.
Esto es para evitar que nos hagamos asesinar aisladamente. Si Burkina Faso,
solo, se negara a pagar la deuda, ¡yo no estaré presente en la próxima
conferencia! En cambio, con el apoyo de todos, que mucho necesito, [Aplausos]
con el apoyo de todos podríamos evitar pagar. Y evitando el pago podríamos
dedicar nuestros magros recursos a nuestro desarrollo.
Querría terminar
diciendo que podemos tranquilizar a los países, a los que decimos que no vamos
a pagar la deuda, advirtiéndoles que lo que ahorremos no se irá en gastos de
prestigio. No queremos más de eso. Lo que se ahorre irá al desarrollo. En
particular, evitaremos endeudarnos para armarnos, porque un país africano que
compre armas no puede hacerlo más que contra otro país africano. ¿Qué país
africano puede armarse para protegerse de la bomba nuclear? Ningún país es
capaz de hacerlo. Desde los más equipados a los menos equipados. Cada vez que
un país africano compra un arma, es contra un africano. No contra un europeo.
No contra un país asiático. En consecuencia, en el impulso de la resolución
sobre la cuestión de la deuda debemos también encontrar una solución al
problema del armamento.
Yo soy militar y llevo
un arma. Pero, señor presidente, querría que nos desarmemos. Porque yo llevo el
único arma que poseo. Otros han ocultado las armas que tienen. [Risas y
aplausos] Entonces, queridos hermanos, con el apoyo de todos, podremos hacer la
paz entre nosotros.
Igualmente podremos
utilizar las inmensas potencialidades de África para desarrollarla, porque
nuestro suelo y nuestro subsuelo son ricos. Tenemos lo suficiente y tenemos un
mercado inmenso, muy vasto, de norte a sur, de este a oeste. Tenemos la
suficiente capacidad intelectual para crear o al menos tomar la ciencia y la
tecnología allí donde podamos encontrarlas.
Señor presidente:
Actuemos de manera que
pongamos a punto este Frente Unido de Addis Abeba contra la deuda. De manera
que sea a partir de Addis Abeba que decidamos limitar la carrera armamentista
entre países débiles y pobres. Los garrotes y los machetes que compramos son
inútiles. Actuemos de modo que el mercado africano sea un mercado de los
africanos. Producir en África, transformar en África y consumir en África.
Produzcamos lo que necesitamos y consumamos lo que producimos en lugar de importarlo.
Burkina Faso vino a
exponer aquí la cotonada, producida en Burkina Faso, tejida en Burkina Faso,
cosida en Burkina Faso para vestir a los burkinabés. Mi delegación y yo mismo
somos vestidos por nuestros tejedores, nuestros campesinos. No hay ni un solo
hilo que provenga de Europa o de América. [Aplausos] No organizo un desfile de
moda sino simplemente quiero decir que debemos aceptar vivir como africanos. Es
la única manera de vivir libre y de vivir con dignidad”.
Gracias, señor presidente. ¡Patria o muerte,
venceremos! [Largos aplausos]
Fuente: Tomás Sankara,
«Oser inventer l’avenir», la parole de Sankara, presentado por David Gakunzi,
Pathfinder/L’Harmattan, París, 1999.