LA IMPORTANCIA DE LA BATALLA DE TUCUMAN
Por Sergio
Daniel Aronas – 01 de octubre de 2016
El 24 de septiembre de 1812 se libró la
batalla de Tucumán que sería la más importante, fundamental y decisiva de las
que tuvieron lugar en las Provincias Unidas del Río de la Plata durante la
guerra de la independencia contra el reino de España.
Para que se entienda la dimensión y la
repercusión internacional de este enfrentamiento, es necesario afirmar que la
victoria de las fuerzas conducidas por el abogado, economista y filósofo Manuel
Belgrano, devenido en General de los Ejércitos del Norte por la necesidad de
contar con cuadro altamente comprometidos con el nuevo sistema de libertad,
salvó a la Revolución de Mayo de ser derrocada y reconquista por los españoles y
así impidió que nuestro territorio vuelva a los tiempos de la sangrienta
dominación española. Y eso pudo darse gracias a la intrepidez y firme decisión
del Gral. Belgrano de rechazar las órdenes del Primer Triunvirato, cuya
Secretaría de Guerra dirigía Bernardino Rivadavia, le obligaba a retroceder a
toda prisa hasta la ciudad de Córdoba. Belgrano al ver el peligro que
representaba dejarle el terreno libre a los invasores, se lanzó a atacar a las
fuerzas de Pío Tristán y alcanzó un triunfo increíble por cómo se dio toda la
batalla en el campo de Las Carretas. Ahí quedó enterrado para siempre el sueño
de Fernando VII de aplastar a los "insurgentes de Buenos Aires"
porque nunca más volvieron a estar tan cerca de la ciudad madre de la
Revolución de 1810. Si Belgrano retrocedía y era derrotado, el enemigo español
hubiese estado a un paso de entrar a Buenos Aires y destruir a la Revolución.
Por esta razón es que la ciudad de Tucumán debería
ser elevada a la categoría de ciudad Héroe de la Independencia porque en esa
batalla jugó un papel crucial para la causa de la emancipación sudamericana del
mismo modo que Valmy representó para la Francia revolucionaria cuando
derrotaron a las fuerzas agresoras del Duque de Brunswick y también como Saratoga
significó para la revolución de los Estados Unidos cuando sus milicias
vencieron a un ejército profesional británico en 1777.
También vale la pena destacar las
consecuencias internas que tuvo en Buenos Aires al conocerse la victoria de
Belgrano, no solo fue de una alegría con festejos y salvas de artillería, invitándose
al pueblo a celebrar la gran victoria, sino que se arrió la bandera española
del fuerte y se colocó la creada por Belgrano, saludando los buques del puerto
con salvas de cañonazos como una posibilidad cierta de que más temprano o más
tarde se declararía nuestra independencia para dar por terminado a trescientos
años de colonialismo y tiranía.
A esto debemos sumarle que lo más trascendental
de las consecuencias que provocó la batalla de Tucumán, fue que el 8 de octubre
el gobierno del Primer Triunvirato fue derrocado por un movimiento encabezado
por el Cnel. José de San Martín con su regimiento de Granaderos para poner al
frente a una conducción que retome la línea por la independencia.
De ahí que la batalla de Tucumán debe ser
analizada no solo desde el punto de vista militar, sino como un proceso que se
inicia con el éxodo jujeño que se inicia el 23 de agosto de 1812 culminando el
24 de septiembre, donde se dan y reciben órdenes, contraórdenes, marchas y
contramarchas, hasta que Belgrano reúne a su Estado Mayor y juntos acuerdan
para dar el contraataque definitivo a una fuerza enemiga que se venía para
arrasar con todo.
Existen muy buenos libros sobre esta batalla
en la literatura argentina. A mi modo de ver, elijo los siguientes porque
reflejan no solo como fue el combate sino cómo se dieron las circunstancias que
terminaron en la acción del 24 de septiembre de 1812 y los resultados que
significaron. Esos libros son:
Las Memorias de José María Paz, cuyo primer
tomo tiene un capítulo muy extenso dedicado a Tucumán, con la particularidad de
haber sido participante de la misma como teniente 1º en el cuerpo de Húsares
creado por Juan Martín de Pueyrredón y cuenta detalles sobre el desarrollo de
la batalla, acerca de la relación de los mandos y los jefes, sus datos,
orígenes y cuestiones sobre cómo se libraba la guerra de la independencia en
esos años. Es un análisis militar sobre el desarrollo de la batalla, las
impresiones de los mandos, las maniobras de los españoles, el orden de batalla
y eso debe agregarse la caracterización y la impresión personal que José M. Paz
tenía sobre los principales jefes de los cuerpos y unidades que participaron.
Dejó una semblanza extraordinaria sobre Belgrano y San Martín digna de elogios
y del lugar que ocuparon en la guerra por la independencia.
El de Pablo Camogli, “Batallas por la
libertad. Todos los combate de la Guerra de la independencia”. Este magnífico
historiador la llama correctamente la batalla de la “desobediencia debida” por
aquella decisión fundamental del Gral. Belgrano de no acatar las órdenes de
Rivadavia de retroceder hasta Córdoba, sino presentarse y dar batalla al
enemigo. Tiene diagramas que muestran la manera que se produjeron los combates
entre las diversas unidades, las maniobras de ambos ejércitos, el orden de
batalla y los resultados que obtuvieron las fuerzas patriotas en cuento al
armamento y hombres capturados.
El tercer libro es el del historia Julio Luqui
Lagleyze cuyo primer tomo de “Historias y campañas del Ejército Realista
(1810-1820)”, es un trabajo desde el punto de vista de los españoles porque
llama “enemigo” a la tropas de los ejércitos de las Provincias Unidas del Río
de la Plata. En cuanto a la batalla de Tucumán ofrece un mapa y su análisis
parte de la decisión del general Pedro Goyeneche de ordenar a Pío Tristán la
persecución de las fuerzas de Belgrano y su análisis de la batalla es
estrictamente militar y no toma en cuenta la trascendencia que tuvo para las
Provincias Unidas.
Un cuarto libro es el de Ovidio Giménez “Vida,
época y obra de Manuel Belgrano” donde el estudio de la batalla de Tucumán no
presenta grandes detalles en cuanto a las operaciones y como se dio el
enfrentamiento militar sino a las circunstancias políticas y de maniobras que
terminaron en el hecho magnífico del 24 de septiembre.
La mejor manera de ver la batalla de Tucumán
es a través de su principal protagonista, el General Manuel Belgrano que
elabora un extenso y pormenorizado estudio de esta batalla, donde se respeta la
ortografía y léxico de la época.
ANEXO DOCUMENTAL
Parte Oficial de
la Batalla de Tucumán
Exmo. Señor:
Escribir la historia
de la gloriosa acción del 24 del presente pa. q. VE. tuviese un conocimiento de
sus pormenores exige un tiempo que las muchas atenciones urgentes y de la mayor
importancia no me permiten emplear; pero deseoso de no defraudarle el placer q.
debe llenar de sensibilidad su corazón al observar por mi sincera relación la
energía, el selo, el valor á prueba de los individuos del Esto. Y de todo el
heroico paisanaje de las Provincias q. nos ha acompañado, muí particularmente
el de Jujuy, Salta, esta Ciudad y Santiago del Estero, me contraigo en lo
posible á referir á V. E. cuanto se ha ejecuta así en general, como en
particular por salvar la Patria y poner en respeto sus armas, bien que previendo
que se me escaparán muchos hechos, muchas singularidades todas dignas de la
atención de V E; pero que ya mi memoria no puede abarcar.
Por mis partes
anteriores sabe VE. Que el enemigo me perseguía; su número no lo había podido
fixar pr. q. las relaciones. Variaban según el modo de ver de mis espías; pero
observada la resolución de todos los individuos del Esto. Y de cuántos
patriotas vinieron á sus banderas, de morir ó vencer, me decidí á sostener las
armas, sin tener consideración á las fuerzas que la tiranía dirigía contra
nosotros y ya el numero de ellas no fizaba mi atención, sino la dirección que
traían.
Vario esta pr. Los
diferentes caminos q. presentan un campo que aunque cubierto de bosques tiene
sin embargo diversos rumbos que se dirigen á esta Ciudad por donde puede
viajarse, fácilmente con un Esto. Venciéndose los obstáculos que hay que no son
de gran entidad.
Había preparado el
campo de batalla al N. de esta Ciudad, y el 23 por los partes que se me dieron,
tuve allí la tropa dispuesta para recibir al enemigo que habiendo acercado sus
abarizadas hasta poco más de un cuarto de legua de mi posición, retrogradaron,
y fueren á reunirse á Tafí viejo con el grueso del Esto.
Al día siguiente
esperando que volviesen á tomar el camino real, me situé en el expresado campo
á las dos de la mañana, pero á las siete de ella se me aviso venía por el
camino de la costa del bosque, y en efecto vaxó hasta el manantial al S. O. de
esta Ciudad, y se dirigió por ese rumbo al campo de las carreras.
Ya me había situado en
él y conocida la marcha del enemigo puse el Esto, á su frente, y observando sus
maniobras, y disposiciones para formarse, antes que pudiera verificarlo, mandé
desplegar en batalla mis divisiones y q. atacase la Infantería á la bayoneta, y
avanzase la Caballería q. cubría mis alas, reforzando con parte de la división
de reserva la del ala derecha.
Se ejecuto con el
mayor denuedo después de unos seis u ocho tiros de cañón, que abrieron claros
en la línea enemiga, en tanto grado, que en diez y seis minutos de el fuego más
vivo, se logró destrozar al Enemigo y consecutivamente apoderarse de su
Artillería, municiones, bagajes, equipajes poner en vergonzosa fuga la mayor
parte que se persiguió por la caballería con el mayor encarnizamiento, el cual
no dio lugar á rehacerla con la prontitud que se requería para concluir con
todo el Esto Enemigo.
Con este motivo las
divisiones de Infantería, y el cuerpo de reserva con una parte de la ala
izquierda de la caballería se replegaron á la ciudad llevándose prisioneros, municiones
del Enemigo, cañones, doce carretas, y otros muchos objetos, mientras Yo
trataba de reunir la caballería q,, había mandado avanzar.
El enemigo replegó
parte de sus restos y se acercó á las orillas de la ciudad con el intento de no
manifestar su debilidad, y se atrevió á intimar la rendición en los términos de
la copia n° 1 á que contestó mi segundo el Mayor Gral. Díaz Veles, según la
copia n° 2.
En estos momentos me
acerqué con la caballería a ponerme á su vista, y resolví no continuar la
acción, así por ponerme de acuerdo con la fuerzas de la Plaza para los
ulteriores movimientos, como por evitar que continuase la horrorosa efusión de
sangre que ya presentaba el campo cubierto de cadáveres que afligía el corazón
mas duro, mucho más al observar que todos aquellos desgraciados eran hermanos
alucinados.
Así fue que me retiré
para dar algún descanso á la, tropa y caballos, y el Enemigo quedó en su
posición hasta el día 25, en la mañana habiendo vuelto á sus inmediaciones
teniendo mi correspondencia libre con la Plaza y siguiendo mi idea de que no se
derramase más sangre Americana, dispuse mandar al Coronel D. Josef Moldes,
segundo Teniente de Patriotas decididos con el oficio n° 3 para el Mayor Gral.
Del Esto. De Abascal D. Pio Tristán: quien me contestó con el n° 4; é
interviniendo alguna idea de que podría acercarse á tener una conferencia
conmigo, suspendí todo movimiento hostil, y di orden al Mayor Gral. Para que no
se atacase, amenos de q. el Enemigo no lo hiciera; por. q. confieso á V. E. que
mi espíritu estaba afligido con tanto Americano como había sacrificado la
tiranía por. Sostener las cadenas de la esclavitud.
Mi esperanza salió
vana, y después de anochecido fui con la caballería al Manantial. Lograr algún
descanso pero ya con la determinación de esperar alguna insinuación del jefe
enemigo hasta las diez de la mañana siguiente, ó en caso contrario finalizar la
acción por los medios de la guerra y librarnos de los trabajos y fatigas que
sufríamos.
Pero el jefe enemigo
preferid á toda amigable proposición, á todo medio de conciliación, que acaso
habría concluido la guerra civil en que la tiranía nos tiene envueltos, el huir
vergonzosamente, llevándose los tristes restos de su Esto. Que va perseguido
por una división que he puesto al mando del Mayor Gral. Y que diariamente hace
prisioneros, y obliga al abandono de cuanto les ha quedado, y es de presumir
que se disuelva enteramente, según lo amedrantada que va la tropa, y de q. me
hallo con positivas noticias.
Los Estados adjuntos
n° 5, 6, 7, y n°. 8—dan á V. E. un conocimiento exacto de cuanto se les ha
tomado, de sus muertos, heridos, y prisioneros, sin traer á consideración lo
mucho que han pillado algunos de la tropa y el paisanaje en cuanto, durante la
persecución del Enemigo, cayó bajo sus manos; y así mismo los muertos, y
heridos y dispersos q. ha tenido el Esto de mi mando.
La fuerza del enemigo
era de tres mil hombres de toda arma con trece piezas de Artillería de quetro,
dos y uno, mientras la del Esto que le oponía no llegaba á mil seiscientos
hombres con cuatro piezas de a seis, entre los cuales apenas se cuentan
trescientos viejos soldados; pero animados hasta el más nuevo recluta, y el
Paisano q. había venido de su hogar á la camorra, como ellos dicen, de un
espíritu patriótico, y de un fuego tan vivo para vencer que no es dable á mi
pluma poderlo pintar para que se conozca en todo su lleno: solo puedo
compararlos á los defensores de Buenos Aires, y reconquistadores de Montevideo,
Maldonado y la Colonia en 1807.
Por esta comparación
vendrá V. E. en conocimiento de las heroicidades que se habrán ejecutado hasta
por nuestros Tambores, y por los Paisanos que nunca se habían hallado en
acciones de guerra, y ni aun tenían idea del silbido de las balas: son muchos
los hechos particulares; pero lo que debe admirar es el orden, la subordinación
y el entusiasmo de los reclutas de Infantería, de la Quebrada del Volcán, de
Jujuy, de la Quebrada del Toro; y de Salta, que pisaban los efectos y dineros
de los enemigos sin atenderlos por perseguirlos, y concluirlos: jóvenes todos
q. por primera vez experimentaban los horrores de la guerra; pero que su deseo
de la libertad de la Patria se los hacía mirar con fría indiferencia.
Quisiera estampar sus
nombres para q. la posteridad los recordase con la veneración que es debida;
mas esto no es dable, y me contentaré con que en la lista de revista q. han de
pasar queden con la nota honrosa que merecen para que obtengan en su tiempo las
atenciones de la Patria.
Los hijos de Jujuy y
Salta que nos han acompañado, los de Santiago del Estero y los Tucumanos que
desde mi llegada á esta Ciudad me dieron las demostraciones más positivas de
sus esfuerzos y empeño de libertar la Patria comprometiéndose á que Tucumán
fuese el Sepulcro de la Tiranía han merecido mucho, y no hallo como elogiarlos:
á todos parecía q. la mano de Dios los dirigía para llenar sus justos deseos.
El orden del Exto. Fue
el siguiente: la Artillería volante al mando del Barón de Holmberg, y las
cuatro piezas de que se componía al del Capn. D. Fran. Villanueva, Teniente D.
Juan Santa María, Teniente D. Juan Pedro Luna, y Teniente D, Antonio Giles: las
municionen en dos carretillas al cargo del Subteniente D. Josef Velásquez:
todos cumplieron su deber, y los tiros que hicieron fueron acertados: sirvió de
ayudante D. Josef María Paz.
La infantería formaba
tres columnas: la primera al mando de mi Ayudante D. Carlos Forest capn. Del N
1 Sargento Mayor interino del N 6 y comandante de Cazadores dividida en tres
secciones al mando del capitán D. Ramón Echavarría, del primer Teniente de
Cazadores del N 1, mi Ayudante D. Gerónimo Helguera, y D. Blas Roxas Ayudante
Mayor del N 6: la segunda al mando de D. Ignacio Warnes primer comandante del N
6 y sus secciones al de los Capitanes D. Manuel Rafael Ruis. D. Josef María Sempol,
y D. Melchor Telleria: la tercera al mando de D. Josef Superi Comandante de
Pardos, y sus secciones al de los tenientes D. Ramón Mauriño, D. Bartolomé
Rivadera, y capn. D. Antonio Visuara: en esta columna estaba de comándate. De
guerrillas el subteniente graduado de Teniente D. Tadeo Lerdo.
La división de
caballería que formaba el ala derecha al mando del Teniente Coronel D. Juan
Ramón Balcarce, y sus secciones al del capn. De Husares D Cornelio Zelaya, del
Sargento Mayor de Tarija D. Pedro Antonio Flores, y Teniente de Voluntarios D.
Rudesindo Alvarado: la división del ala izqváerda al mando del Teniente
Coronel, graduado comandante interino de Husares D. Josef Bernaldes, y sus
secciones al del Capn. D. Fran°°. Paula Castellanos, y al de los capitanes de
milicias D. Fermín y D. Nicolás Baca
El cuerpo de reserva
al mando del Teniente Coronel D. Manuel Dorrego, y sus seccionas al del Capn.
D. Esteban Figueroa, Teniente D. Miguel Sagarnaga, y el Capn. D. Manuel
Inocencio Pesoa: la división de caballería de ella al mando de D. Diego
Gonzales Balcarce Sargt°. Mayor y Comándate, interino de Dragones, y sus
secciones al de los capitanes D. Antonio Rodríguez D. Domingo Arévalo y Tente.
D. Rufino Valle.
La Plaza la dejé al
mando del comandante de Artillería D. Benito Martínez con el Subteniente de
Arta. D. Juan Zeballos, seis piezas, un piquete de Infanta. Y parte de una
compañía de Patriotas decididos compuesta de los de Cochabamba y chayanta que
formaban mi escolta á las ordenes del Teniente Coronel D. Manuel Muñoz y
Terrazas: dha. Compa. La tuve dividida en los cuerpos de Husares y Dragones,
destinando los hijos de Tucumán á los primeros, y los de Salta y Jujuy á los
últimos: su comportamiento y esfuerzos por el mejor servicio correspondieron á
todas nras. Esperanzas, y la Patria se complacerá spre. Con hijos tan
beneméritos que todo lo abandonaron, sujetándose á la vida mas estricta del
soldado pr. Salvarla.
Ya dice á V. E. en mi
parte del 26 que desde el último individuo del Esto. Hasta el de. Mayor
graduación se han comportado con el mayor honor y valor; pero debo recomendar
muy particularmente al coronel D. Josef Moldes, que me ha acompañado en todo,
me ha ayudado, y manifestado un ánimo heroico, y el deseo de salvar la Patria: á
mi Edecán el Teniente coronel D. Franc°. Pico, y Ayudantes el capitán Dn. Amaro
Bilvao, y Tte. D. Manuel de la Saquera á los Ayudantes del Mayor Gral., capn.
D. Eustoquio Moldes, y Tente. D. Alexandro Heredia.
Son también de un
merito distinguido Dn. Carlos Forest con toda su división de Cazadores q tomo
tres cañones, D. Manl. Dorrego con su división de reserva que tomó el resto y
las municiones, y entre ambas la mayor parte de los bagajes: así mismo lo es el
comandante segundo de la n°. 6 D. Miguel Araos, que sin embargo de hallarse
todavía herido de la acción de las Piedras ha trabajado con empeño, y su valor
acostumbrado.
Me serla preciso
nombrar á todos los jefes y oficiales y demás individuos del Esto q. han
manifestado su honor y valor decidido, si hubiese de complacerme é mi mismo por
lo que he visto, pr. Lo que se me ha informado; pero lo dejare pa. Hacerlo por
separado en las ocasiones que los interesados lo exigieren para su
satisfacción. —Dios fue. Á V. E. ms. as. Tucumán 29 de Septe. De 1812.
—Exmo. Señor. —MI.
Belgrano.
—Exmo. Supor. Gn°. De
las Pros. Unidas del Rio de la Plata.
Num 1°
Pasa á hacer presente
al Comandante del Tucumán, ó Jefe del Ejercito que se halla en ella, que si no
se rinde á las tropas del Rey en el término de dos horas, pego fuego á la
ciudad y le hago responsable á los males que que resultan: si se rinden, saldrán
con los honores de la guerra, y se recibirá de mi' el trato de un Americano que
ama á sus paisanos como así mismo, deseando cesen tantos horrores, en que nos
envuelven mal entendidos sistemas. —Dios fue á V. S. ms. as. Arrabal de Tucumán
Veinte y cuatro de septiembre á las cuatro veinte minutos de la tarde —Pío
Tristán—
Num. 2°
He recibido el oficio
de V. S. con la sorpresa que es respectiva á la intempestiva rendición que se
me intima en el término do dos horas. Nuestras tropas vencedoras, que reúnen en
triunfo trescientos, cincuenta y cuatro prisioneros, ciento veinte mujeres,
diez y ocho carretas de bueyes, todas las municiones de fusil y cañón, ocho pie
zas de Artillería, treinta y dos oficiales y tres Capellanes, eran acreedores
al partido más ventajoso, q. proporciona al vencedor la derrota del enemigo. Si
V. S. se halla con la energía de que se lisonjea para atacar, tema en el
resultado los consiguientes de unas armas vencedoras justamente irritadas. Nra
caballería en número superior á las fuerzas de V. 8. Al mando de mi digno
General en Jefe el Sr. Brigadier D. Manuel Belgrano, que corta á V. 8. Toda
retirada, concluirá el corto resto del despojos que quedan á su mando; y solo
serán sus ruinas el cuadro en que se eleve el estandarte de nra libertad: puede
V. 8. Incendiar como promete todas las casas del Pueblo, pero esta infraccn. De
los más sagrados dros de los Pueblos le será á V. S. eternamente sensible sin
respecto á todos los que hasta aquí han venerado las Naciones menos cultas.
—Dios guarde á V. S. muchos años. Plaza del Tucumán y Septiembre veinte y
cuatro de mil, ochocientos doce— Eustoquio Antonio Díaz Veles. — Sr. Coronel D.
Pio Tristán. —
Num. 3
Se deleita aun Y. S.
con la dolorosa efusión de sangre de tanto desgraciado hermano nuestro, y con
su actual situación de prisioneros, envueltos entre el llanto y la tristeza en
cuyos momentos confiesan su engaño, y los desastres en que se los pone? sino es
así como me lo presumo, pues conozco su carácter y honrosos sentimientos, y si
no quiere ver mayores estragos, ríndase V. S., cese la guerra civil, y vuelvan
á sus hogares para no tomar jamás las armas contra la propia Patria los que van
á tener igual suerte que la de sus camaradas: así será la humanidad socorrida
como se debe, y la naturaleza no gemirá ya de tantos horrores.—Dios fue. Á V.
S., muchos años Alrededores del Tucumán veinte y cinco de Septiembre, de mil
ochocientos doce—Manuel Belgrano. — Sr. Mayor Gral. Del Esto de Lima, D. Pio
Tristán. —
Num. 4
Si la naturaleza gime
de los horrores de una guerra civil, cúlpese al Gobierno que iniciándola obliga
al Esto del Rey por su conducta á proporcionar con las armas la verdadera Paz,
y concordia en nra. Patria. No se engaña V- S. cuando conociendo mi carácter y
sentimientos. cree me horrorizan los estragos, persuádase V. S. que su Esto los
ha sufrido mayores que el que mando, y que los mutuos prisioneros quieren
decirse engañados.—Reunidos mis Xeí'es, é impuestos del de V. S. de hoy, han
sido conmigo de unánime parecer contestarle, que el Esto del Alto Perú no
admite ni admitirá nunca mientras exista un solo hombre, proposiciones
vergonzosas, y repugnante en su situación q. los individuos que le componen
prefieren la muerte á la ignominia, cerciorado de esto tome V. S. el partido
que guste pues mi General en Jefe y Yo hemos dado repetidas pruebas de los
deseos de una feliz terminación, á la que spre me hallará V. S. dispuesto, si
es de un modo decoroso, y permanente.--Dios güe á V. S. muchos años Arrabales
del Tucumán y Septiembre veinte y cinco de mil, ochocientos doce.—Pío
Tristán.—Sr. Gral. En Jefe del Esto de Buenos Aires D. Manuel Belgrano — Es
copia. —Manl Josef de la Boquera.