El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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domingo, 24 de noviembre de 2013

LA POLÍTICA EXTERIOR DE JIMMY CARTER (1977-1981) - IIª PARTE

LA POLITICA EXTERIOR DE LOS ESTADOS UNIDOS DURANTE
LA PRESIDENCIA DE JIMMY CARTER (1977-1981)

Por Sergio Daniel Aronas – 24 de noviembre de 2013 – Segunda Parte

Nota: Va la segunda nota de esta investigación dedicada a la olvidada presidencia de Jimmy Carter, que vista desde una perspectiva histórica a más de 35 de su inicio, tuvo consecuencias y repercusiones muy importantes que hoy siguen vigentes. El presente capítulo analiza la participación de la diplomacia norteamericana en los asuntos internos de los países del tercer mundo. En una próxima entrega se completará con la implicación del gobierno de Carter en África, especialmente para combatir la presencia cubana en Angola y Mozambique como así también la guerra de Ogadén entre Etiopía y Somalía en una reversión de alianzas que recuerda a las que sucedieron en guerras europeas del siglo XVIII. .

CAPÍTULO IV: EL INTERVENCIONISMO POLÍTICO-MILITAR MUNDIAL

Orden temático

1) Consideraciones previas

2) En el continente asiático
2.1) Las relaciones con China y la guerra con Vietnam
2.2) Los vínculos especiales con el Sha de Irán
2.3) El caso Corea del Sur: el asesinato del Presidente Park y la masacre de 1980
2.4) La Indonesia del General Suharto
2.5) Los misteriosos vínculos con Saddam Hussein
2.6) La crisis en Afganistán 1978-1980

3) En Medio Oriente
3.1) La paz de Camp David
3.2) La situación del pueblo palestino
3.3) La invasión al Líbano: Operación Litani

4) En América Latina
4.1) El triunfo del Frente Sandinista en Nicaragua
4.2) El tratado Torrijos-Carter sobre el canal de Panamá
4.3) Los inicios de la guerra civil en El Salvador
4.4) El plan para la creación de la OTAS
4.5) La victoria del Movimiento Nueva Joya en Granada
4.6) Los crímenes de las dictaduras en Guatemala (1978-1982) 
4.7) El caso Guyana, un país desconocido de Sudamérica.
4.8) Cuadro de situación en Chile, Paraguay y Bolivia

5) En África
5.1) Negocios y política con el régimen racista de Sudáfrica
5.2) Los tentáculos del imperialismo en África

“El orden mundial estable no puede ser una realidad hasta tanto los países que disponen de capital y tecnología sigan constituyendo una amenaza militar para otros estados con el fin de establecer el control sobre sus riquezas naturales y recursos energéticos”.
Jimmy Carter, discurso de campaña pronunciado el 13 de marzo de 1976.

1) Consideraciones previas

            Increíble pero cierto. El entonces candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el partido Demócrata denunciaba el peligro que representan las naciones poderosas para los países subdesarrollados en cuanto a que la amplia disponibilidad de sus riquezas caiga en manos de las poderosas empresas de las potencias imperialistas. Y esa fue precisamente la política que más aplicó la Administración Carter en sus relaciones con los países del Tercer Mundo.
           
            La concepción con que justificó el intervencionismo se basaba en la idea de su Consejero de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski según la cual una reacción flexible debería ir más del horizonte. Con la expresión “reacción flexible” retoma la antigua doctrina de Harry Truman (presidente entre1945-1953) de responder a los desafíos soviéticos y de los países subdesarrollados que aspiraban a romper con las cadenas del neocolonialismo, basada en la contención y la negociación desde posiciones de fuerza para empujar y hacer retroceder la influencia de la Unión Soviética en el mundo.

            Parte fundamental de la política exterior de los gobiernos de los Estados Unidos fue la intervención militar en otros países mediante el envío de poderosas fuerzas invasoras con el objetivo de derrocar a los gobiernos que no son del agrado del imperio e imponer un cambio de régimen favorable a sus intereses, tal como fue el caso de la agresión a Guatemala en 1954 y a la República Dominicana en 1965 como los casos más emblemáticos. La dinámica de la diplomacia de los Estados Unidos a través de sus aparatos de inteligencia, contrainteligencia y de espionaje impulsaron el derrocamiento de gobiernos financiando, apoyando golpes de estados contra países que intentaron aplicar programas económicos, políticos y sociales fuera de los marcos tolerables por las multinacionales norteamericanas y que afectaran de manera contundente la actividad de dichas empresas, cuyos ejemplos más resonantes fueron el derrocamiento del presidente iraní Mohammed Mosadegh en 1953 por atreverse a nacionalizar el petróleo y con su salida del gobierno restablecer la dictadura fascista del Sha y en 1973 el golpe de estado contra la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile por su programa revolucionario que apuntaba a la sustitución del capitalismo por el socialismo en forma pacífica. De modo que, se puede decir sin lugar a dudas que toda la historia de las invasiones imperialistas de los Estados Unidos en todos los países que intervino tenía como trasfondo y marco ideológico la defensa a ultranza de esos llamados intereses vitales estratégicos que conforman la santísima trinidad de economía capitalista: a libre empresa, el mercado y la propiedad privada .

            Una característica esencial de todos los gobiernos de los Estados Unidos durante casi todo el siglo XX hasta los años ’80, fue mantener relaciones diplomáticas, políticas y militares con dictaduras salvajemente violadoras de los derechos humanos, condenadas por las Naciones Unidas como fue el caso del régimen racista de Sudáfrica y en este sentido, las administraciones de la Casa Blanca muy hábilmente intentaban crear una especie de distinción entre dictaduras buenas y dictaduras malas, de acuerdo a como éstas ayudaban a sostener el sistema de dominio imperial de los Estados Unidos. Esta fue la doctrina que ya bien entrado los años del sucesor de Carter, el republicano Ronald Reagan, puso en las relaciones internacionales la embajadora norteamericana ante las Naciones Unidas, la profesora Jeanne Kirkpatrick, para quien los gobiernos prosoviéticos eran dictaduras totalitarias, mientras que los gobiernos pro occidentales o pro norteamericanos eran dictaduras autoritarios. Esto implicaba votar a favor de las posturas estadounidenses en todos los foros mundiales, avalar su política económica en el mundial y no obstaculizar por ninguna circunstancia las actividades de sus grandes multinacionales. Entre “las buenas” los funcionarios de los Estados Unidos identificaban a las monarquías petroleras de Medio Oriente (Arabia Saudita, Qatar), a la Nicaragua de Anastasio Somoza, y todas las que instalaron en América Central a través de sus invasiones militares en el primer tercio del siglo pasado

Por más que Carter manifieste que no envió tropas a atacar a otros países, lo cual no es cierto porque el intento de rescate de los rehenes de su embajada en Irán fue un acto de agresión liso y llano y no un paseo turístico, no hubo región en el mundo donde la presencia de los Estados Unidos en cualquier de sus formas estuvo a salvo: desde la Argentina hasta Japón y de Canadá hasta Australia tanto para sostener dictaduras feroces como impulsar salidas democráticas en países gobernados por esas dictaduras que tanto hicieron por llevarlas al poder. Y cuando tuvo que movilizar a su Departamento de Estado para impulsar dichas salidas, estuvieron orientadas a impedir a toda costa que la izquierda revolucionaria que tenían en su seno un fuerte Partido Comunista de masas como en España, Portugal e Italia, fuera la alternativa política que tomara el poder e iniciara un proceso de transformaciones radicales. En el caso de este último país, esto tiene que ver con la posición del presidente de la Democracia Cristiana y primer Ministro de la coalición gobernante Aldo Moro que frente a la crisis política del gobierno había convocado al Partido Comunista de Enrico Berlinger a iniciar conversaciones para encontrar una solución a los problemas de su país. El secuestro , en un sangriento operativo comando y posterior asesinato de Aldo Moro en mayo de 1978 por la banda terrorista de izquierda “Brigadas Rojas”, frustró esta posibilidad de sumar al PCI al gobierno en Italia y a su vez le permitió a la derecha contraatacar de modo que los Estados Unidos interviniera en los asuntos internos italianos. Si bien su planteo era no inmiscuirse en los asuntos internos de otros países, no desplegar su fuerza militar ahí donde los intereses vitales norteamericanos estuvieran en peligro, hizo todo lo contrario, interviniendo, imponiendo sanciones, realizando acciones de amenaza militar directa, movilizar sus flotas que circundan los océanos y mares del mundo.

            La dinámica de la diplomacia norteamericana fue un factor fundamental de su política exterior y si ésta viene acompañada de misiles, marines, tanques y aviones, se sentirán más seguros para el logro de sus objetivos estratégicos que en esos años era detener la influencia soviética en el mundo y detener al costo que sea los estallidos revolucionarios que sucedieron durante su mandato empezando con Afganistán en 1978 y tres acontecimientos notables en  1979, tales como las revoluciones en Irán (febrero), en la diminuta isla de Grenada (marzo) y en Nicaragua (julio) y no olvidarse de Jamaica de Michael.

            Una manera de ejercer en forma directa la influencia norteamericana hacia sus aliados fueron los viajes recurrentes de diplomáticos y militares enviados en misiones secretas y no tan secretas para evaluar con los gobiernos de los países que “visitaban” diversas cuestiones bilaterales y/o hemisféricas y conocer in situ la disposición de esos gobiernos a seguir los lineamientos del imperialismo.

            Así es como en la era Carter, los Estados Unidos ampliaron, consolidaron y mantuvieron en el exterior un ejército de 500 mil soldados distribuidos en 2500 bases en más de 50 países. A junio de 1980, seis meses antes de dejar la presidencia, los Estados Unidos consolidaron un fabuloso despliegue bélico en todo el mundo con esta distribución: En Europa: 300.000 soldados, es decir, el 10% de sus fuerzas terrestres y casi el 25% de su personal aéreo. Esto incluye a la VI Flota que vigila el mar Mediterráneo con 34.500 hombres a bordo. En el Lejano Oriente y en el Sudeste asiático la presencia militar norteamericana llegó a contar con 140.000 efectivos, distribuidos en esta forma: En Japón: 45.900 soldados; en Corea del Sur: 41.600 para sostener la frontera caliente con Corea del Norte; en Filipinas: 14.400 para luchar contra el naciente Nuevo Ejército del Pueblo, una guerrilla comunista de fuerte arraigo en las islas; en la isla de Guam (un territorio no incorporado a la estructura política de los Estados Unidos que la domina desde 1898): 8.400 hombres; en Australia, 700 y 600 en otros países. La VII Flota que patrulla el océano Pacífico sumaba al finalizar el mandato de Carter unos 25.000 hombres.

            Con esta composición, los Estados Unidos disponían de una poderosa extensión de territorios de ultramar que en el caso de las islas del Pacífico fueron utilizadas como bases de entrenamiento, polígono de tiro y centro de realización de las pruebas atómicas de su vasto arsenal nuclear.

            El intervencionismo político-militar de los Estados Unidos no se modificó durante los años de la Administración Carter y para un mejor análisis de su estrategia global estudiaremos la política exterior en sus diversas formas por regiones. La metodología se basa en analizar las intervenciones más importantes realizadas durante su mandato. No se trata de ver todos los países del mundo, sino aquellos que tuvieron una importancia primordial para la realización y cumplimiento de la política exterior del imperialismo.

2) En el continente asiático

            El continente asiático particularmente en la región sudeste el intervencionismo político militar del imperialismo bajo la Administración Carter estuvo caracterizado por el despliegue diplomático a gran escala en lugar de la movilización de sus tropas invasoras como fue la forma habitual de arreglar los asuntos internacionales. Fue la región donde los Estados Unidos sufrieron su más demoledora derrotar militar de su historia e intentó forjar nuevas alianzas que le permitieran seguir imponiendo su hegemonía. Derrotado por Vietnam buscó estrechar vínculos con los países limítrofes de su vencedor cuyos gobiernos eran sangrientas dictaduras como las de Thailandia, Camboya y luego extenderse con Indonesia, Singapur, Corea del Sur y Hong Kong (colonia británica desde 1848 y poderoso centro financiero del capitalismo).

El más resonante éxito de esta política fue atraerse a su política imperial a la República Popular China, un aliado fundamental para combatir el “expansionismo soviético” dada la rivalidad ideológica que China tenía con la Unión Soviética, tanto en cuestiones teóricas como en la construcción del socialismo y en el ámbito de las relaciones internacionales. Así los Estados Unidos junto a China y el Japón constituyó una alianza de intereses estratégicos como forma de contención a la Unión Soviética. Particularmente con Japón, la administración Carter tuvo que lidiar con la fuerte economía nipona orientada a la exportación, especialmente en automóviles, en productos de electrónica y de alta tecnología, en una competencia que puso en jaque a todo el sistema industrial estadounidense porque no podía detener la avalancha exportadora del Japón.

La alianza que forjaron los Estados Unidos con China está vinculada con las reformas que el gigante asiático empezara en 1978 para reformar su estructura económica y productiva bajo la supuesta transformación de su socialismo, lo que en realidad fue un paso lento y gradual de regresar a un capitalismo bajo las condiciones particulares de China, con su inmensa población, con su grandes desigualdades regionales y un deseo ferviente de su cúpula dirigente de ser potencia mundial, compitiendo con los estadounidenses y buscando el hundimiento de quien fue su más ferviente aliado ideológico y político: la Unión Soviética. No sólo comenzaron los cambios económicos en China bajo los auspicios del imperialismo, sino que también participaron Gran Bretaña, Noruega, Italia, Alemania Occidental, Francia y Dinamarca en el sentido de que estos gobiernos de Europa Occidental avalaron dichos cambios en China. Años más tarde la ultraconservadora revista inglesa de economía The Economist llegó a publicar en su tapa todo un título de felicitación a Deng Xiao Ping: “Well done, Deng” (Bien hecho Deng).

Sobre esta base podemos establecer que los acontecimientos que se dieron en este continente durante los años de Carter donde algunos se destacan por ser prácticamente olvidados por los analistas internacionales. Además de los vínculos con China, fueron muy importantes los sucesos que tuvieron lugar en Afganistán a partir de la entrada de fuerzas militares de la Unión Soviética en diciembre de 1979; las consecuencias nefastas que tuvo para su presidencia la crisis de los rehenes con Irán y la guerra que estalló entre Iraq e Irán en septiembre de 1980; la masacre que ocurrió en la isla Kuangju cuando el ejército de Corea del Sur reprimió violentamente la protesta del pueblo dejando centenares de muertos y como el juego de la diplomacia pudo mantener en el poder a regímenes tan salvajes y criminales como los de Indonesia y Filipinas, porque supo imponer  su hegemonía para instalar poderosas bases militares en esos dos países.  

2.1) Las relaciones con la República Popular China y la guerra con Vietnam

Uno de los acontecimientos que más impactó en la opinión pública mundial y la política internacional en ese año 1979 sacudido por guerras y revoluciones, fue el enfrentamiento militar entre China y Vietnam, dos países socialistas, gobernados y dirigidos por fuertes partidos comunistas con una amplia base de masa obrero y campesina y con largas experiencias de luchas por sus independencias de toda forma de colonialismo e imperialismo. Fue una guerra propiciada por un juego de alianzas donde Vietnam contó con el apoyo de la Unión Soviética y China se alió con los Estados Unidos con el objetivo de impedir la expansión soviética en el Asia meridional por medio de los “cubanos de oriente”, como la dirigencia china llamaba a Vietnam, por la fidelidad que en el campo ideológico y político tenían con los soviéticos apoyando sus acciones y medidas.
Si en 1973 se funda la Comisión Trilateral conformada por las agrupaciones empresarias más poderosas de Estados Unidos, Europa Occidental y Japón, no cabe duda que entre 1978 y 1979, se forja la “Comisión Cuaternaria” con la incorporación de la República Popular China, en una especie de frente internacional con el fin de coordinar todas las acciones necesarias para oponerse a la Unión Soviética y a los movimientos de liberación nacional. A esa unión de estos cuatro poderosos centros mundiales, el propio Deng la llamó el “frente único” porque consideraban que ganarse a los Estados Unidos para poder enfocar su lucha contra el enemigo principal que eran los soviéticos. Es decir, el mismo razonamiento de los Estados Unidos para tener a China de su lado para frenar “la amenaza comunista soviética”.

Una de las obras macabras de la política exterior de los Estados Unidos, fueron los pasos seguido por la Administración Carter para alentar la agresión militar de China contra la República Socialista de Vietnam iniciada a mediados de febrero de 1979 por que ésta última apoyó y propició la formación del Frente Único de Salvación Nacional de Kampuchea (FUNSK) para derrocar a la sanguinaria dictadura maoísta de Pol Pot, un firme aliado de la República Popular China y que por supuesto la prensa occidental callaba desvergonzadamente las masacres cometidas la camarilla de Pol Pot y a su vez ocultaba sobre el visto bueno con que el imperialismo vio la operación quirúrgica contra Vietnam. Si bien esta guerra duró menos de un mes, fue un acontecimiento inaudito que causó un grave daño en el movimiento revolucionario mundial en general y al movimiento comunista en particular. La intensidad y la ferocidad de los combates debido a la sorpresa del ataque y a la desesperada movilización defensiva vietnamita para detener la agresión contra su país, provocaron miles de víctimas, sobre todo y como siempre sucede en todo conflicto armado en la población civil, principales víctimas de los bombardeos.

Con el sostenido aporte de unidades militares de élite del Ejército de Vietnam, el FUNSK en la acción de tipo relámpago, logró poner fin a uno de regímenes más salvajes que la humanidad jamás haya conocido porque masacraron a más de 3 millones de personas en su breve y catastrófica dominación. El ataque final contra Pol Pot comenzó en la navidad del 25 de diciembre de 1978 y en una campaña fulminante derrotó por completo toda resistencia hasta que el 7 de enero proclamaron la liberación de Kampuchea, establecer un nuevo gobierno e impulsar la reconstrucción del país. Con esta victoria, el 12 de enero se funda la República Popular de Kampuchea con el nombramiento Ieng Sanrim como presidente de la renacida nación. Esta acción libertadora del ejército vietnamita fue dada a conocer por los medios occidentales y la misma propaganda china porque no podía impedir la caída de su baluarte, como una invasión recibiendo Vietnam una campaña propagandística en su contra. Frente a estos acontecimientos, el gobierno chino no tuvo mejor idea que pretender castigar y darle una lección a su vecino desencadenando una guerra sin precedentes entre dos países comunistas y que mostró el delirio político e ideológico de la cúpula gobernante de  China que ya estaba plenamente vinculado con  la política exterior de los Estados Unidos, cuyas relaciones oficialmente fueron restablecidas el 1º de enero de 1979. Sin embargo, estos aberrantes y vergonzosos planes no pudieron llevarse a cabo porque gracias al contraataque del poderoso y combativo ejército vietnamita obligó a retroceder a su agresor y más que un virtual empate como afirmaban los diarios de aquellos años, fue una dura derrota para los militares chinos porque no pudieron cumplir con sus objetivos y jamás volvieron a realizar tremenda aventura de enfrentarse con el glorioso Ejército de Vietnam, el único que venció en una prolongada y durísima guerra a las fuerzas armadas de los EE.UU. Fue evidente que para lanzarse a esta guerra, el gobierno de China contaba con el apoyo no solo de los Estados Unidos, sino también de los miembros de la OTAN, sin los cuales no se hubiera permitido atacar a la República Socialista de Vietnam.

Esta guerra duró pocas semanas y prácticamente no se la recuerda en ningún manual de historia o en el análisis de la política internacional de finales de los años setenta y comienzos de los ochenta. Si recorremos algunas páginas web de internet ninguna no solo da un resultado final de la contienda sino que deja entrever como si China se hubiera alzado con una victoria que no existió y algunos cometen garrafales errores al afirmar que esta guerra se desarrolló en territorio chino, lo cual no es cierto porque cuando el Ejército chino cruzó la frontera, los combates que alcanzaron una violencia inusitada por los bombardeos y por la ofensiva terrestre china de lanzar oleadas masivas de infantería al ataque aprovechando la fuerza que podría darle la cantidad, se libraron en 26 puntos fronterizos en el territorio vietnamita sobre las ciudades de Lam Somg, Cao Bang, Cao Lai y Loc Binh, más allá de las cuales las fuerzas chinas no pudieron avanzar porque chocaron con una férrea línea defensiva vietnamita en todo el frente de batalla.

No cabe duda que este enfrentamiento tomó por sorpresa a Vietnam porque nunca pensó que un país comunista podría atacar a otro país comunista en la forma en que lo hizo y a pesar de los varios roces que tuvieron en sus fronteras en cuanto acciones provocativas de la dirigencia de Beijing sobre los alcances y los preparativos que podía su vecino del sur en caso de una guerra abierta.

El resultado final de esta guerra aunque muchos no estará de acuerdo, fue la victoria vietnamita que destruyó 420 tanques chinos y le provocó más de 60 mil bajas (casi 30 mil muertos) que teniendo en cuenta la totalidad de las fuerzas invasoras (320.000 hombres, sobre una movilización de 660.000) es una altísimo nivel de pérdidas. Del lado de Vietnam tuvo la misma cantidad de bajas y muchos de ellos civiles a causa de los bombardeos indiscriminados de China a las zonas por donde invadieron.

Esta fue una guerra terminó cuando el Ejército de Liberación Chino se vio obligado a retirarse por el violento contraataque de las Fuerzas Armadas Vietnamitas y no como lo presentó la propaganda china según la cual se retiraron porque ya castigaron demasiado a Vietnam. Vayan a los mapas militares de la época y comprueben hasta donde avanzaron los ejércitos chinos para darse cuenta de no pudieron avanzar mucho dentro del territorio vietnamita. La retirada china anunciada el 5 de marzo de 1979 coincidió con la llegada de las tropas de combate vietnamitas más experimentadas y mejor preparadas para librar la guerra. Al mismo tiempo se decretó la movilización general para la defensa del país y la expulsión de los invasores fue el precio más caro por su agresión sin previa declaración de guerra. Además ¿desde cuándo un ejército invasor se puede proclamar vencedor si al poco tiempo de atacar, ordena su retirada? ¿Qué le pasó al ejército chino? ¿No era acaso su objetivo principal conquistar la capital de Vietnam? China anuncia su retirada como una especie de victoria porque consideró que “castigó lo suficiente” a Vietnam. Este debe un caso único en la historia de las guerras desde la antigüedad hasta el siglo XX, en la que una fuerza agresora se retira por su propia cuenta. Y debieron retirarse porque no lograron sus propósitos de conquista ya que no pudieron atravesar las ciudades limítrofes y mucho menos emprender la toma de la capital vietnamita. Miren los mapas de los combates y de la campaña y podrán darse cuenta de los alcances de esta invasión traidora.

El imperialismo se regocijó con esta guerra terrible a punto tal que la revista norteamericana Time tituló su tapa así al inicio del conflicto: “Communists at War” (“Comunistas en guerra”). En este enfrentamiento, la lógica imperialista fue la de dar su apoyo a su nuevo socio chino.
La cuestión principal que planteamos al comienzo de este punto es cómo Estados Unidos alentó y apoyó la invasión China se revela por un detalle fundamental y es que semanas antes del ataque, el premier chino Deng Xiao Ping estuvo reunido en Washington con Jimmy Carter y con su consejero de Seguridad Zbigniew Brzezinski con los cuales conversaron sobre la posibilidad de realizar una acción punitiva contra su vecino del sur, cuestión que debatieron y que aprobó gustosamente el gabinete de los Estados Unidos. Al tomar conocimiento de estos planes, Carter ordenó la movilización de su flota del Pacífico en prevención de una posible reacción soviética destinada a brindar su ayuda y solidaridad con su aliado vietnamita con el cual lo unían un tratado de amistad y cooperación firmado en septiembre de 1978, lo que puso los pelos de punta a la dirigencia china por considerar esta alianza como una amenaza a sus intereses y una forma de usar a Vietnam como fuerza que garantice el “expansionismo soviético” en el sudeste asiático.

Precisamente con la República Popular China, fortaleció una alianza estratégica de largo alcance iniciada en la presidencia de Richard Nixon tras la visita a Beijing en 1972, para que juntos se concentren en la lucha contra la Unión Soviética. En aras del cumplimiento de este objetivo en 1979, el gobierno de los Estados Unidos tomó la decisión de crear un fondo por 2 mil millones de dólares para financiar convenios bilaterales entre los que se incluyeron la exportación de material de guerra avanzado tales como radares, aviones militares de transporte, helicópteros, medios de comunicación, etc.

Es muy importante esta época histórica de la política exterior de los Estados Unidos hacia China porque ésta inicia precisamente en 1978 el proceso de reformas económicas tendientes a promover el libre mercado, al desarrollo de una reconversión industrial que en los años siguientes la convertiría en la segunda economía del mundo gracias a la fuerza de su maquinaria exportadora. China modifica substancialmente el contenido de su política exterior cuanto más se aproxima a la línea de los Estados Unidos empezando a considerar la existencia de dos imperialismos: el norteamericano y el soviético. Esta es la base de la polémica, controversia y ruptura ideológica fundamental con la Unión Soviética y todos los partidos comunistas adscriptos a la línea de Moscú. 

Al entrar el vigor en enero de 1979 el tratado de restablecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales, Estados Unidos concedió a China la cláusula de nación más favorecida que debía renovarse cada año. China bajo la conducción de Deng Xiao Ping realizó un viraje de un extremo a otro en el campo ideológico que se expresan en las palabras del entonces Ministro de Relaciones Exteriores, Huang Hua quien declaró sin titubeos a fines de diciembre de 1978: “Es preciso que nos ganemos a Estados Unidos para concentrar todas nuestras fuerzas contra nuestro enemigo principal”, es decir, la Unión Soviética. Tanto Estados Unidos como China estaban perfectamente de acuerdo con que esta alianza fuera una política estratégica de largo alcance.   

Como consecuencia de la entrada en vigor del acuerdo a partir de marzo de 1979, los Estados Unidos crearon un poderoso fondo de crédito por un total de 2.000 millones de dólares con el fin de financiar los convenios bilaterales para los siguientes cinco años. A su vez se autorizaba la exportación de algunas mercancías estratégicas para China, especialmente y como no pudiese ser de otra manera, fue proporcionarle poderosos armamentos para la protección de su larga frontera con la Unión Soviética que se había convertido en su nuevo enemigo. Estos pertrecho militares consistieron en radares, aviones militares de transporte, helicópteros, medios de comunicación y otros. Para lograr estos acuerdos que implicaba el restablecimiento formal de las relaciones diplomáticas entre los dos países, el entonces consejero de seguridad nacional Zbigniew Brzezinsky viajó secretamente a China en junio de 1978 con el objetivo de acordar las bases tendientes a normalizar los vínculos entre ambas potencias que apuntaban a combatir en todos los frentes a la Unión Soviética y los demás países socialistas de todos los continentes. Finalmente el 15 de diciembre de 1978 anunciaban al mundo la normalización de sus vínculos diplomáticos, políticos y económicos porque se sentían “amenazados por la estrategia soviética”. Entre gambito de modificación de quién es el enemigo tuvo graves consecuencias para las dos grandes naciones comunistas sino también para todo el movimiento revolucionario mundial porque profundizaron las grietas y diferencias entre los dos grandes países comunistas dotados de armas nucleares.

Quien mejor graficó el cuadro de situación fue el presidente de Cuba, Fidel Castro en su discurso de solidaridad con el pueblo de Vietnam el 21 de febrero afirmó:

“Desde luego, uno de los actos más repugnantes, más cobardes, más miserables de los que podamos haber sido testigos jamás —y será difícil que haya algún otro que lo supere— es esta agresión a Vietnam. Si grave fue o graves fueron los crímenes anteriores, este es el más grave de todos, porque este crimen no parte ya de los colonialistas, o los imperialistas japoneses o de los colonialistas franceses, o de los imperialistas yankis, parte de un país que hasta hace algunos años se consideró un baluarte del movimiento revolucionario mundial, que se consideró un país socialista, un país antiimperialista, un país amigo del movimiento revolucionario, un país que —como hemos dicho otras veces— hizo una revolución que fue vista con esperanza por todos los pueblos del mundo y por todas las fuerzas progresistas del mundo. Al imperialismo lo conocíamos, al colonialismo lo conocíamos; pero jamás se pudo pensar hace algunos años que esto pudiera ocurrir alguna vez. Es el caso más repugnante de traición al movimiento revolucionario en toda la historia de la humanidad”. Y adelante analizando las relaciones entre China y Estados Unidos, agrega:

“¿Que habló Deng Xiao Ping con Brzezinski? ¿Que habló Deng Xiao Ping con Carter? ¿Sabía o no sabía, conocía o no conocía el gobierno de Estados Unidos el plan chino de agresión y de invasión a Vietnam? Esa es una cuestión muy importante. Cómo se explica que acabando de regresar de Estados Unidos reuniera la Comisión Militar y ordenara la invasión a Vietnam.

El hecho cierto es que el gobierno de Estados Unidos se ha asociado políticamente a la invasión a Vietnam; se ha asociado políticamente. Es más, recientemente un senador norteamericano declaraba que Brzezinski le había dicho que ahora los vietnamitas tenían que retirarse de Kampuchea. Una declaración. Y el gobierno de Estados Unidos, que indiscutiblemente estaba en antecedentes y que sin género de dudas se ha asociado a esta aventura de Pekín, plantea que los vietnamitas deben retirarse de Kampuchea para que los chinos se retiren de Viet Nam. Luego, han hecho causa común los imperialistas yankis y los gobernantes chinos con esta invasión. Han hecho causa común con esta descabellada y loca aventura. Es señal de que tanto Estados Unidos como China están buscando el restablecimiento del régimen genocida de PoI Pot-Ieng Sary en Kampuchea. Ese es el objetivo político: atacar a Vietnam precisamente, para que cese toda cooperación y toda solidaridad de Vietnam con el gobierno revolucionario de Kampuchea, para restablecer el régimen genocida y cercar a Vietnam, entonces, por las dos partes de nuevo, cercarlo por el sur y cercarlo por el norte. Esta es la política de Estados Unidos mientras aparentemente se lava las manos del problema”[1]

La contundencia del discurso del Presidente cubano muestra su furia enardecida contra la dirección china que desató la guerra con el apoyo de los Estados Unidos. Para algunos analistas esta guerra significó un triunfo político de la República Popular Chima porque les mostraron a los soviéticos que meterse en esta región les puede resultar caro. Caro fue para China porque nunca más intentó o se atrevió a agredir a su vecino de Vietnam y por nunca puede considerarse vencedor aquel que ataca y decide retirarse. Y es este no fue un retiro limitado y circunscripto al territorio conquistado. El ejército chino se retiró de Vietnam, cruzó la frontera y regresó a su país. Las tropas vietnamitas reconquistaron sus ciudades abandonadas por el invasor y así terminó esta guerra en dos grandes potencias comunistas, en la que China nunca reconoció su derrota.

Lo importante de este acontecimiento es el hecho de entender y determinar su carácter porque no se trató de una guerra por cuestiones fronterizas o por alguna cuestión nacional. En el primer caso, porque entre países socialistas se respetaron sus límites y de existir problemas no era justamente una guerra el mejor modo de solucionarlos. Y tampoco fue un problema de nacionalidades pese a la propaganda china que acusaba a Vietnam de explotar y expulsar a la minoría china del país. La verdadera esencia de la guerra iniciada por Chima fue una guerra de agresión, una guerra de conquista, una guerra anexionista y por lo tanto profundamente contrarrevolucionaria.

Las pretendidas lecciones que la dirigencia china pretendió dar a Vietnam terminó en un completo fracaso porque  100.000 soldados vietnamitas derrotaron con una paliza demoledora (y esto hay que decirlo porque todavía muchos creen que el ejército chino fue el vencedor) a 250.000 combatientes chinos causándoles en ese mes de guerra más bajas que las que tuvo ejército de los Estados Unidos en un mes de campaña de su larga invasión imperialista. Esa es la lección que el Ejército de Vietnam le dio a su poderoso vecino del Norte y verdadera razón de la retirada china y no el estúpido argumento de Deng de que “ya los castigamos bastante”.

2.2) Los vínculos especiales con el Sha de Irán

La política exterior de los Estados Unidos hacia Irán estuvo marcada a sangre y fuego desde 1953 con la intervención en el golpe de estado que echó del poder a Mohamed Mossadeq, presidente elegido democráticamente en elecciones en el año 1951 y con un amplio apoyo popular. A partir de ese momento, mantuvo relaciones privilegiadas y hasta de aliento con el tristemente célebre asesino del pueblo iraní, el Sha Mohammed Rheza Pahlevi llegado a la cima de la máxima dirección política del estado por  la siniestra obra macabra de la CIA en la preparación, organización, financiación y ejecución del derrocamiento del gobierno popular de Mossadeq en 1953. Durante la dictadura fascista del Sha, su policía secreta (la SAVAK) y el ejército cometieron todo tipo de brutalidades contra el pueblo iraní, reprimiendo, torturando, encarcelando y ametrallando cualquier tipo de protesta en su contra. El auge de la luchas por la abolición de la aristocracia petrolera, alcanzó un alto nivel de desarrollo y que se puso en acción con gran fuerza en septiembre de 1978, contra la cual el ejército y la policía de esta dictadura masacraron aquella impresionante manifestación de ciudadanos que exigían el fin de la monarquía. Al día siguiente de esta bárbara represión, el presidente Carter telefoneó al Sha para decirle que Estados Unidos lo seguía apoyando al frente de su gobierno. Ahí tienen pues la cacareada política de defensa de los derechos humanos en acción. Este ejemplo y muchos otros, echa por tierra toda pretensión de hacer creer que esta política de Carter sirvió para algo porque los derechos humanos no eran solamente para combatir a las dictaduras latinoamericanas (que no combatió en absoluto) sino que pretendía ser paradigma universal de convivencia en defensa de la vida y las libertades democráticas. Ahí están todos los gobiernos represivos que ejercieron el poder en nombre de esos sagrados valores y que el imperialismo contribuyó de manera decisiva a sostenerlos.  

Desde el punto de vista económico, el derrocamiento del Sha significó una gigantesca derrota de los intereses imperialistas en la región al perder a su principal aliado y cliente en el abastecimiento de petróleo y principal baluarte de la lucha contra el comunismo en el Cercano Oriente.

La revolución islámica iraní fue un acontecimiento que tuvo un fuerte impacto no sólo en las relaciones entre Irán y los Estados Unidos sino en toda la región porque puso fin a una dinastía real con una historia de 2500 años y porque puso en el orden del día la importancia que tiene la religión como fuerza motriz de la revolución porque el Islam siendo el credo de la inmensa mayoría del pueblo iraní, jugó un papel fundamental en la política de las organizaciones que encabezaron y dirigieron exitosamente el derrocamiento de una dictadura feroz y armada hasta los dientes por el imperio estadounidense. Este es la principal enseñanza de esta gran victoria desde el punto de vista de cómo entender el grado de influencia que tuvo y sigue teniendo el islam en este inmenso y rico país en todas las esferas de la vida política, económica y social. Y como toda revolución que choca con el dominio imperialista de los Estados Unidos, vuelve a surgir el problema de cómo enfrentar la resistencia de los sectores desplazados del poder y estar preparados para dar las respuestas necesarias para sostener el camino revolucionario elegido. La revolución iraní fue esencialmente de carácter abrumadoramente popular por la masiva participación del pueblo. Por su contenido política fue antiimperialista porque puso fin al dominio de los monopolios estadounidenses en la economía del país y toda la industria del petróleo fue nacionalizado pese a los gritos desesperados del imperio que no podía evitar la pérdida de sus posiciones en la región. Fue una revolución antimonárquica porque liquidó un régimen de gobierno y un sistema político corrupto, criminal y represivo, para instalar la un nuevo tipo de estado: la república islámica basada en los preceptos del Corán. En esta revolución no tuvo nada que ver ni Moscú, ni Cuba ni ningún destacamento revolucionario mundial, sino que fue obra pura y exclusiva del pueblo iraní dirigido por el ayatollah Jomeini como figura central de este movimiento.

El choque que se dio el curso de la revolución fue el enfrentamiento entre el alto clero tradicionalista, conservador que ocupaba una posición privilegiada en la sociedad iraní, cercana al poder del Sha y para quienes la religión y la fe eran incompatibles con la actividad revolucionaria o lo que en términos de dogma con la actividad “mundana”  y que el pueblo lo único que debe hacer es respetar el sagrado culto cumpliendo estrictamente los ritos de los rezos  diarios y sus preceptos. La otra corriente estuvo más vinculada a los problemas reales del pueblo iraní y fue la que llevó a las masas a la lucha contra la dictadura del Sha. La revolución iraní fue muy importante porque aquí triunfó un pueblo dirigido no por un Partido Comunista o un frente de izquierda, sino un gran movimiento popular a cuyo frente estuvieron los representantes de la abrumadora mayoría islámica de la población y fue esa religión la ideología que se constituyó en la piedra angular de la victoria y es por eso que adquirió un carácter religioso, propio de la condiciones internas de Irán cuyas raíces vienen profundamente arraigadas en los factores socio-económicos del país.

El papel que cumplió el islam en esta revolución fue la creación de un poderoso movimiento de masas formado por millones de creyentes que lucharon contra la opresión interna, contra el dominio extranjero de la economía, especialmente en el sector petrolero, por nuevas libertades, el fin de la represión y las persecuciones. Esta revolución triunfante porque la contrarrevolución y los intentos de restaurar el viejo orden fracasaron por completo, abrió un nuevo capítulo en la historia de la teoría de las ideologías, ya que ningún estudio o muy pocos hacían análisis acerca del papel de la religión en una revolución. Y cobra mayor relevancia en una época como fue aquella de finales de la década del setenta y comienzo de los ochenta del siglo pasado, en el marco internacional de una guerra fría irreconciliable y donde para los Estados Unidos la palabra revolución es una declaración de guerra, cuando se trata de países que ponen fin a su influencia. El propio Irán, tal como marcábamos al inicio de este acápite, vivió en carne propia la horrenda intervención imperialista en 1953. Al año siguiente le tocó el turno a la Guatemala de Jaco Arbenz; en 1955 fue derribado Juan Domingo Perón en la Argentina por que firme oposición a ingresar al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial; en 1962 el bueno de John Kennedy inicia la invasión contra Vietnam cuando orden la creación del cuartel militar del imperio en el sur; en 1965 vino la agresión contra la República Dominicana y el sangriento genocidio contra el pueblo indonesio luego del golpe militar con Sukarno; en 1973 realiza la obra macabra del terror fascista alentando, financiando y organizando el derrocamiento de Salvador Allende en Chile. Aquí tenemos los casos más resonantes realizados por el imperio estadounidense para destruir revoluciones.    

Así empezó el año 1979 cuando en febrero llegó al poder en Irán el gobierno encabezado por el ayatollah Jomeini como guía espiritual y referente fundamental del triunfo popular en Irán  en el tercer año de la presidencia de Jimmy Carter y que a larga sería el acontecimiento que lo llevaría a su derrota en las presidenciales de noviembre de 1980 frente al ascendente candidato republicano Ronald Reagan.
   
Abolida la dictadura de la monarquía Pahlevi por la lucha del pueblo iraní tras la insurrección de febrero de 1979, el gobierno de los Estados Unidos autorizó el inicio de la agresión armada a Irán enviando a sus costas una considerable flota de guerra para ejercer coacción militar directa y cuando Carter dio la orden de lanzar las operaciones militares, éstas terminaron en un completo fracaso cuando intentó rescatar en abril de 1980 a los 65 rehenes norteamericanos que estaban detenidos en la embajada de los EE.UU. en Teherán, que había sido tomada por estudiantes el 4 de noviembre de 1979. Dicha operación cuyo nombre en clave fue Garra de Águila (Eagle Claw) murieron ocho comandos norteamericanos y el derribo de dos helicópteros. Esta ocupación de la embajada fue realizada por estudiantes enardecidos que protestaron la decisión del Presidente Carter de autorizar al depuesto Sha que viaje a los Estados Unidos para atenderse por una enfermedad que lo aquejaba. Esta medida de Carter provocó la violenta reacción e indignación de los estudiantes iraníes. La ocupación de la representación diplomática en Irán fue un hecho de la más alta trascendencia en la historia de las relaciones entre los dos países y además un ser un acto inédito en los anales de la diplomacia mundial. Pocas veces se vio una verdadera invasión a una embajada. Así y todo, los yanquis se lo tenían merecido por sus implicancias en los asuntos iraníes y por que contribuyeron de manera notable a fortalecer la capacidad represiva y criminal de la dictadura del Sha. El pueblo se cansó y actuó para redimir tantas arbitrariedades surgidas desde ese lugar porque con la inmunidad que gozaba la embajada de los Estados Unidos en Irán se urdieron los planes tendientes a desestabilizar al gobierno de la naciente República Islámica y el pueblo decidió terminar con tanta impunidad.

Es importante destacar que mientras el personal de la embajada miraba con desesperación como iban entrando los estudiantes en una acción que no cabe duda fue verdaderamente inédita en los anales de las relaciones internacionales, los funcionarios norteamericanos quemaban o destruían toda documentación comprometedora que podía perjudicar al gobierno de Jimmy Carter por sus lazos con el régimen derrocado. Las cuatro condiciones que plantearon los estudiantes como salida a la crisis y la liberación de los detenidos eran:

a) La repatriación del Sha para ser sometido a juicio del que saldría culpable y con sentencia de muerte,

b) La devolución a la nueva República Islámica de todos los bienes y fortuna del Sha como así también de sus cuentas bancarias en el exterior;

c) Que el gobierno de los Estados Unidos se declare culpable de apoyar a un régimen tan criminal, represivo y opresivo en la que ha pública una disculpa al pueblo iraní por el apoyo que Estados Unidos le dio a la dictadura del Sha desde 1953 cuando fue instalado en el poder por el golpe de estado orquestado, preparado, dirigido e impulsado por la CIA;

d) Que el gobierno de los Estados Unidos declare públicamente que jamás volverá a entrometerse en los asuntos internos iraníes.

La administración Carter consideró estas cuatro condiciones como una especie de ultimátum que de ninguna manera podía ser aceptado porque implicaría aceptar que un país del tercer mundo le impone la agenda sobre lo que tiene que hacer en la región y que por lo tanto, va a contrapelo de la doctrina de dominación mundial según los lineamientos de los intereses vitales. E Irán es para Estados Unidos un país desde el punto de vista estratégico muy importante. De manera que la reacción del gobierno de Jimmy Carter fue rechazar por completo las demandas y peticiones de los estudiantes iraníes y firmó la aplicación de medidas para seguir presionando al gobierno iraní revolucionario que estaba ya totalmente enfrentado con el de los Estados Unidos. Las medidas tomadas por Carter fueron:

a) Declarar el boicot a las exportaciones del petróleo iraní (no comprarles absolutamente nada; imponer el bloqueo de todas las cuentas bancarias que Irán poseía en los Estados Unidos, incluyendo los fondos que manejaban a través de Naciones Unidas;
b) Imponer el bloqueo de las propiedades en nombre de la República Islámica de Irán, la congelación de los depósitos bancarios, medida que también afectaba a sus reservas en oro depositados en Bancos de los Estados Unidos; 

No cabe duda que la permanencia del Sha en los Estados Unidos era un verdadero problema y encima no encontraba solución para que liberen a los rehenes, constituían era un cuadro donde a finales de 1979 complicaba sus aspiraciones para ser reelecto presidente ya que se le venía el año electoral encima y debía solucionar este intríngulis diplomático. La vía armada para rescatar a los rehenes fue la ruta buscada por Carter y que como hemos dicho provocó tres conmociones al mismo tiempo: en primer lugar, el fracaso estrepitoso de la operación. Fue la única vez que Carter usó la fuerza militar directa para intervenir en un país extranjero y terminó en un vergonzoso desastre. En segundo lugar, provocó la caída, del Secretario de Estado Cyrus Vance, que fue reemplazado por Edmund Muskie. En tercer lugar, el prestigio de Jimmy Carter ante la opinión pública y ante el pueblo norteamericano cayó en picada, lo que se reflejó en su derrota electoral en noviembre de 1980 ante el republicano Ronald Reagan.

En el libro EE.UU. 1945-1985: Economía política y militarización de la economía, los autores P. Calderón, M. Cabrera y M. Colchero consideran que las razones del fracaso estrepitoso de la política de la Administración Carter con relación a Irán se resumen de la siguiente manera:

“1) Confianza excesiva en el aparato militar del autócrata, réplica del norteamericano en la organización y material pero no en el elemento humano.

2) Desprecio por otros factores intervinientes: políticos, sociales e ideológicos, entre ellos la fuerza del islamismo chiita (mayoría en la población iraní-SDA).

3) Desprecio por las masas populares y el liderazgo religioso, al comprobar que la rebelión no respondía a la mano de Moscú, ni de los europeos, únicos fantasmas para el Pentágono.

4) Confianza excesiva en las posibilidades de reorientación del proceso hacia términos más moderados, gracias a argumentos militares y económicos, tradicionalmente empleados por Washington, como había sucedido en otros muchos otros casos que se creían similares (Egipto, Irak, etc.)

5) Confianza excesiva en las posibilidades de la subversión rápida del nuevo modelo, en caso de triunfo de este, por el desorbitado recuerdo del anterior experimento con Mossadeq.
6) Confianza excesiva en la fuerza de los aliados arábigos, especialmente de Arabia Saudita.

7) Miedo a la intervención militar abierta en una zona donde se había demostrado que rendían más beneficios las presiones (militares, políticas y económicas) que las guerras y especialmente en una época en que los Estados Unidos caso había logrado establecer la “pax americana”.

8) Miedo a la opinión pública estadounidense por el asunto de los rehenes. Miedo a las reacciones europeas, después de haberles atraído al modelo negociador (Camp David) trilateral-reformista.”[2]

En conclusión, se puede decir que la crisis de los rehenes terminó con la imagen pública del Presidente Jimmy Carter y su popularidad cayó por el piso, siendo uno de los presidentes de los Estados Unidos que al finalizar su mandato tenía el índice de aprobación más bajo de la historia.

2.3) El caso de Corea del Sur: la muerte del Presidente Park y la masacre de 1980

Desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial, la península de Corea quedó dividida en dos países: uno al Norte bajo la conducción del líder comunista Kim Il Sun y al Sur bajo la protección de los Estados Unidos, Corea del Sur se convirtió en el principal aliado en el Extremo Oriente junto a Japón. Estos estados separados por la línea imaginaria del paralelo 38 se produjo porque los Estados Unidos no se retiraron de la península como los hizo la Unión Soviética sino que desde entonces ha permanecido en el país convirtiéndolo básicamente en gran base militar con 30.000 hombres armados hasta los dientes en una de las fronteras más calientes del planeta y que la finalización de la guerra fría no ha significado distensión alguna entre las dos Coreas. La permanencia de las tropas de ocupación de los Estados Unidos en Corea es el principal obstáculo a una reunificación, situación que los estadounidenses culpan a Corea del Norte que no tiene ejército ni tropas extranjeras en su territorio. Por esta razón, se puede inferir como una hipótesis que si los Estados Unidos abandonan Corea del Sur, la posibilidad de que los dos países formen una sola nación no sería nada descabellado. En ese caso habría que como se daría dicho proceso ya que son dos países con una organización económica e instituciones política y militares completamente diferente.

Cuando Jimmy Carter llega a la presidencia en enero de 1977, desde hacía dieciséis años estaba gobernando Corea del Sur, el general Park Chung-hee quien llegó al poder mediante un golpe de estado, implantando una férrea dictadura militar, violentamente sanguinaria amaparada por un poderoso aparato represivo formado por un ejército de 350.000 agentes distribuidos en todo el país dirigida por la central de inteligencia coreana (KCIA – hasta en el nombre de sus maestros estadounidenses se parecen). Es con esta dictadura que comienza la transformación de la economía de Corea del Sur que la convirtieron en una potente exportadoras de bienes industriales y a raíz  de ello en un fuerte dolor de cabeza para las empresas estadounidenses que vieron surgir una rival de alta importancia. A los “éxitos” de la economía corea, al general Park le llegaron sus lunáticos sueños nucleares cuyas investigaciones en este plan de desarrollo establecían la posibilidad de crear en 1985 sus primeras armas atómicas, un proyecto que los Estados Unidos rechazaron de plano (Ver Chalmers John, Blowback, página 158, Crítica Barcelona, 200).  

El general Park con su programa nuclear hizo estallar la alarma en su vecino del Norte quien empezó a desarrollar el suyo que mantiene en nuestros días. Como consecuencia de ello, los Estados Unidos echan la culpa a Corea del Norte de provocar la desestabilización su propio plan nuclear en la región cuando no dicen nada de la permanencia de su poderoso contingente militar, situación que los del norte no se olvidan desde la guerra de 1950 a 1953 sobre el significado de tener en su frontera sur al ejército más poderoso del mundo por los terribles daños que le causaron en aquella contienda.  

El presidente Carter realizó una gira por Corea del Sur Apoyó y ayudó a la dictadura del General Chun Doo Hwan de Corea del Sur en la brutal represión realizada en la ciudad de Kwangju o Gwangju cuyos habitantes habían salido a protestar contra el golpe de estado y la implantación de la ley marcial el 17 de agosto de 1980 en todo el país. En esa lucha, lograron tomar dicha ciudad durante cinco días. La respuesta criminal de los generales golpistas no se hizo esperar. Para reconquistarla, efectuaron las debidas consultas a los Estados Unidos para dicte la autorizaron de retirar de la zona desmilitarizada en la frontera con Corea del Norte a las tropas de paracaidistas de la 7ª Brigada de las fuerzas especiales (los “boinas negras”), conocidos por su ferocidad cuyos métodos represivos los habían aprendidos cuando sirvieron en Vietnam en el Ejército norteamericano. Los soldados boinas negras cargaron contra la población con bayoneta calada cuyo resultado fue la recuperación de la ciudad al costo de más de 3000 personas entre muertas y heridas[3]. El gobierno de Jimmy Carter felicitó al General Chun por la operación realizada y se sintió satisfecho que la represión desatada sirviera para mantener la alianza con los Estados Unidos. Funcionarios del Departamento de Estado y del gabinete de Carter manifestaron públicamente que ni se opondrían y ni criticarían la política de Corea del Sur para restablecer el orden público en Kwangju. Así lo hizo saber Warren Christopher, secretario de Estado el 8 de mayo de 1980. Para que la dictadura coreana del Sur se lanzara a la masacre consultó con el embajador de los Estados Unidos en el país con el fin de ganarse el apoyo y el visto bueno del imperialismo: implantó la ley marcial, clausuró las universidades, censuró la prensa, disolvió la Asamblea Nacional, prohibió todo tipo de actividad política y sindical y metió presos a miles de dirigentes y personas. Ese fue el presidente comprometido con los derechos humanos.

            Corea del Sur en la época de Jimmy Carter tenía un ejército de más de 600.000 hombres y es para los Estado Unidos una pieza clave en la zona de Asia Oriental y el Sudeste Asiático. La presencia militar del imperio en este país es un contingente de 40.000 soldados.

2.4) La Indonesia del General Suharto

Con respecto a los vínculos con Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo, la Administración Carter no le perdió su mirada, manteniendo fuertes relaciones para sostener al general Suharto mediante firme apoyo militar y diplomático porque le resultaba muy conveniente para combatir al fuerte movimiento comunista que existía en este país, pese a las grandes represiones de los años sesenta donde miles fueron asesinados. La dictadura fascista de Suharto masacró en sus 31 años en el poder a un tercio de la población entre 1967 y 1998, hasta que una sublevación popular lo sacó del gobierno frente a la cual el imperialismo buscó toda forma de desprenderse de toda crítica por el constante apoyo que le brindaron los distintos gobiernos a este criminal.

En el marco de estas relaciones, el Presidente Carter en abril de 1977 envió a su Subsecretario de Estado Richard Holbrooke a visitar Indonesia y entrevistarse con el dictador en cuyo encuentro no esbozó ninguna crítica por la violación a los derechos humanos cometidos en la represión a su pueblo y reconoció “los esfuerzos del presidente Suharto por resolver los problemas de Indonesia”. Una vez más la defensa de los derechos humanos con los que se ufanaban proteger demostró ser otra superchería y pura propaganda imperialista.

Y como si esto fuera poco, Carter dispuso que su vicepresidente Walter Mondale también se entreviste con Suharto en Indonesia en mayo de 1978 para profundizar las relaciones entre ambos países y acordar la venta de 16 aviones de combate norteamericanos A-4 que la dictadura indonesia necesitaba para bombardear la fuerte resistencia armada de Timor Oriental que luchaba por su independencia. Como la venta de estos armamentos requería la aprobación del Congreso, el Sr. Mondale en su acto de cinismo increíble le sugirió a Suharto que proceda a liberar a los presos políticos y detenidos, para que vean el compromiso del gobierno de Indonesia con la defensa de las garantías individuales. El objetivo central de estas reuniones era en realidad, reafirmar el apoyo del gobierno de los Estados Unidos al reequipamiento militar de las fuerzas armadas indonesias y fortalecer los intereses de ambos países en la cooperación en materia de defensa.[4]

Durante los años ’70 la dictadura iraní del Sha Reza Pahlevi tuvieron privilegiadas relaciones con los Estados Unidos quienes equiparon a sus fuerzas armadas con las armas más modernas y poderosas por $ 10 mil millones de dólares incluyendo los envío de los años de Carter, quien se convirtió en uno de sus más firme aliado y defensor de esta política, con lo cual su prédica por los derechos humanos no se aplicaba en Irán, siendo uno de los regímenes más sanguinarios y criminales cuya policía secreta la SAVAK en nada se diferenciaba en salvajismo en la Gestapo nazi. El amigo estadounidense entregó 400 aviones de combate, incluyendo 77 F14, el avión más avanzado de la marina USA.  

2.5) Los misteriosos vínculos con Saddam Hussein

El caso de Iraq requiere de un análisis particular porque es la clásica puesta en escena de un hombre surgido de la nada para ungirse como presidente de un poderosa nación petrolera de religión musulmana para ser utilizado como ariete para derrocar a un vecino, geográficamente más grande y con mucha mayor población como es Irán, quienes también se declara musulmanes pero de otra tendencia religiosa.
Bajo el mandato de Jimmy Carter, Saddam Hussein llegó al poder en Iraq mediante un golpe de estado el 15 de julio de 1979 y como corresponde a la defensa de los planes estratégicos del imperialismo, el gobierno de Estados Unidos reconoció inmediatamente al nuevo gobierno porque en materia económica necesitaba el petróleo iraquí, puesto que había perdido el control total de los pozos petroleros en Irán, al romper los vínculos que los ataban a los Estados Unidos tras el derrocamiento del Sha.

Instalado Saddam Hussein en el poder, empezó a maquinar una estrategia de política internacional basada en cálculos de que podrían convertirse en el nuevo líder de las naciones árabes y del Medio Oriente para llenar el vacío que dejó Egipto con Anuar el Sadat con su política de acercamiento a Israel en la búsqueda de una paz separada con su más antiguo y formidable enemigo y de ahí que se convirtiera en uno de los más severos críticos a los acuerdos de Camp David bajo la intermediación de los Estados Unidos con su presidente Carter como principal protagonista. Las aspiraciones de Saddam como el nuevo Nasser aumentaron en grado sumo cuando fue derrocada la dictadura iraní del Sha y por sus posiciones contra Israel al que pensaba destruir.

Al mismo tiempo y como era de esperarse, autorizó la venta de armas de todo tipo a Iraq y cuando llegó el momento propicio, lo alentó a iniciar la guerra contra Irán y no hizo nada para impedir la matanza entre los estos dos países vecinos que se destrozaron uno contra otro en una masacre que costó más de un millón de muertos, más los heridos y mutilados, durante ocho años que duró la contienda (1980-1988).

El apoyo del gobierno de Carter a Saddam Hussein se basó en la idea de que el ejército iraquí podía derrotar al de Irán, pese a la diferencia de armamento (favorable a Irán), y de jefes militares (favorable a Iraq porque el régimen de Jomeini había descuartizado los mandos que provenían de la época de la dictadura del Sha y por la desbandada del personal militar que se exilió en países vecinos). Una arrolladora ofensiva militar de Iraq sería una circunstancia que podría obligar a los iraníes a iniciar negociaciones de paz. En ese caso, intervendría los Estados Unidos para exigir la inmediata liberación de los rehenes norteamericanos como medida fundamental para restablecer relaciones diplomáticas. Sin embargo, nada de esto sucedió y matanza siguió extendiéndose por largo y terribles ocho años.

La zona del Golfo Pérsico ha sido concebido tradicionalmente como la vena yugular de los Estados Unidos, Europa Occidental y el Japón. Hacia 1979, por la época en que el Sha de Irán era derrocado por la revuelta popular donde el clero islámico jugó un papel fundamental, a través del Estrecho de Ormuz (que comunica el Golfo con el Océano Indico) pasaba la mayor parte del petróleo consumido por el bloque de Occidente: 60% para Europa y el Japón y 25% para los Estados Unidos. Cada diez minutos un buque petrolero repleto de crudo abandonaba la zona para alcanzar un total de un billón de toneladas al año. Por entonces los países del área, los cuales poseen el 50% de las reservas conocidas de petróleo, producían cerca de 18 millones de barriles diarios: Arabia Saudita, 9.5 millones; Irak, 3.4millones; Irán, 2.0 millones; Emiratos Árabes Unidos, 1.7 millones; Kuwait, 1.3 millones; Qatar, 460.000 y Bahréin, 50.000. De ahí, que emergiera la Doctrina Carter para la defensa de los recursos energéticos que necesitan el imperialismo para su diabólica economía del despilfarro.

Desencadenada la guerra, la política exterior de Carter no se basó en parar la matanza de los dos pueblos enfrentados por culpa de las maquinaciones imperialistas, sino en hacer todo lo posible para que el estratégico estrecho de Ormuz se mantenga abierto porque por ahí pasaban más de 100 buques comerciales del mundo capitalista de los cuales el 40% de los mismos eran petroleros. Y en el momento de estallar la guerra, los Estados Unidos tenían dentro del golfo Pérsico dos buques cargueros y otros 31 merodeando la zona por el océano Índico.

En esta historia de las relaciones iniciales entre los Estados Unidos e Iraq donde Saddam Hussein era muy bien visto por el gobierno y la diplomacia estadounidense, hay un hecho curioso que muy pocos saben o se acuerdan que este mismísimo Saddam Hussein fue invitado a los Estados Unidos a visitar el estado de Detroit donde efectuó una donación de 200 mil dólares para un hospital y una iglesia, acto por el cual recibió la llave de la ciudad. El hecho es que el alcalde de la ciudad de Detroit (hoy en bancarrota económica y financiera) necesitaba fondos para la construcción de la iglesia caldea a la que pertenecía el entonces Ministros de Relaciones Exteriores de Iraq Tarek Aziz. Este acontecimiento tuvo lugar cuando Saddam Hussein dirigió cientos de miles de dólares a la iglesia católica caldea en Detroit y terminó recibiendo la llave de la ciudad por más de dos décadas. Esto ocurrió después de que se convirtió en el Presidente de Irak y sus vínculo con la ciudad estadounidense  comenzó en 1979 cuando el reverendo Yasso fue felicitado durante la presidencia de Saddam (una foto muestra el apretón de manos entre estas dos personas). La iglesia recibió una suma de 250.000 dólares, una donación por la cual Yasso definió a Saddam como una persona amable, generosa y cooperativa. Más adelante indicó que el dinero y el poder cambiaron a la persona.

La relación de Saddam Hussein con los Estados Unidos cambió repentinamente durante la guerra que desencadenó contra Irán y que enfrentó a estas naciones durante 8 años de combates y batallas sangrientos. Fue una guerra criminal y devastadora porque se mataron sin piedad ni tregua para satisfacción de los intereses vampirescos de los monopolios petroleros y de la venta de armas. Estados Unidos usó a Saddam como su ariete con el fin de derrocar a la revolución islámica del imán Jomeini. Jacob Yasso, que era el titular de la congregación de la iglesia católica caldea dijo que en su momento que le entregó a Saddam la llave de la ciudad, por cortesía del entonces alcalde Coleman Young. Esto se produjo durante un viaje que el Reverendo Yasso (un hombre que llegó a los Estados Unidos en 1964) realizó a Iraq y fue recibido por Saddam en su palacio presidencial. La respuesta de quiera era considerado por la diplomacia estadounidense como presidente y no dictador, fue una segunda donación de otros U$S 200.000 para ayudar a cancelar la deuda que tenía dicha iglesia.

2.6) La crisis en Afganistán 1978-1980

Una de las operaciones más celosamente preparadas, calculadas al mínimo detalle y financiada por la inteligencia de los Estados Unidos, fueron los acontecimientos en Afganistán que pusieron en alarma a la frontera meridional soviética que terminaron con la entrada de un fuerte contingente militar de la Unión Soviética en este país, que más allá del análisis ideológico en torno a las cuestiones del internacionalismo proletario, la defensa de la revolución y la justificación por el tratado de amistad firmado, el ingreso de estas tropas que la gran mayoría de los medios de comunicación, analistas, políticos y funcionarios de los países occidentales y la ultraizquierda, llama invasión, causó un revuelo impresionante porque nadie se esperaba una decisión extrema de la parte soviética a quienes los dirigentes afganos habían solicitado reiteradamente la ayuda militar como medio para ayudarlos a liquidar la contrarrevolución que estaba causando serios problemas a la naciente revolución afgana.

Friedrich Engels, el compañero de lucha y amigo de toda la vida de Karl Marx, en su momento ya había aseverado la importancia de esta nación en la política internacional: “La posición geográfica de Afganistán y carácter único de su pueblo tomado en su conjunto confiere a este país un mayor significado político en el Asia Central que es imposible sobreestimar”[5]. El problema es que a Afganistán nunca la dejaron en paz y cuando una revolución popular tomó el poder para cambiar de raíz la vida de sus habitantes, se lanzaron contra ella todas las fuerzas criminales imperialistas para impedirle el libre ejercicio de su independencia y soberanía. Todas las guerras que le impusieron constituyen un claro ejemplo de una revolución que no la dejaron ser, ni desarrollarse para cumplir con su programa de transformaciones económicas y sociales, tal como antes sucedió con Chile en 1973 y diez años más tarde con la insignificante isla de Grenada con la invasión de Reagan en octubre de 1983. El problema no es tanto el poderío de un país, medido en sus medios económicos y militares sino el hecho concreto de que se intente hacer revolución. Y esto es precisamente lo que el imperialismo no se puede dar el lujo de permitir en un ningún rincón del planeta.

Las relaciones entre la URSS y Afganistán no nacieron de la Revolución de Abril de 1978, sino que provienen de 1920, en plena Revolución de Octubre bajo la conducción de Vladimir Lenin. Ambos países firmaron un tratado de paz, amistad y cooperación por el cual Afganistán fue la primera nación en el mundo en reconocer al Estado Soviético. Este hecho se sabe muy poco y de ahí la importancia que siempre tuvo esta nación para la URSS. Y desde el establecimiento de las  relaciones diplomáticas, económicas y de cooperación entre ambas naciones, vale la pena mencionar las instrucciones que el mismo Lenin encargó al recientemente nombrado embajador soviético, porque puede ayudar a entender la importancia que siempre tuvieron con los afganos y los acontecimientos que tuvieron décadas después. Decía Lenin: “Nuestra política hacia el Este no es agresiva. Es una política en pro de la paz y la amistad. En su trabajo debe usted subrayar constantemente este hecho básico y, en especial en Kabul, nuestra amistad con Afganistán debe transformarse en su objetivo principal. Usted debe evitar a todo precio el error fatal de tratar de implantar el comunismo en el país por métodos artificiales. Nosotros le decimos al gobierno afgano: No pensamos ni por un momento en imponer a su pueblo un programa que es ajeno a su actual etapa de desarrollo..." (Vladimir Ilich Lenin. Instrucciones al embajador soviético en Afganistán, 1921). Como podemos ver Lenin fue mucho más perspicaz que los futuros dirigentes soviéticos del Buró Político del PCUS que decidieron cayeron en la “trampa afgana” porque sabía perfectamente qué tipo de país era, con sus características particulares, por el grado de consciencia política que imperaba en el pueblo, a su historia y sobre todo tenía en cuenta el profundo apego al islam.

Afganistán era el único país de la región que no estaba unido al pacto militar implantado por los Estados Unidos para contener el “peligro comunista soviético” por medio de la Organización del Tratado Central (CENTO) originado por el Pacto de Bagdad de 1955 al que estaban adscriptos los Estados Unidos, Irán, Iraq, Pakistán y Gran Bretaña.

Por confesión de su Consejero de Seguridad de la Administración Carter, Zbigniew Brzezinsky, quizás una de las mentes más brillante de la historia de la política exterior y la diplomacia de los Estados Unidos, fue el principal responsable en coordinar, crear y financiar los grupos de resistencia a los soviéticos aprovechando el carácter altamente religioso del pueblo afgano, para envenenar con una propaganda bien ejecutada de que los soviéticos, por la ideología marxista leninista de su política y educación, apuntan a destruir la sagrada religión musulmana con su entrada en Afganistán. En esto está el origen del llamado fundamentalismo islámico, que fueron traídos de lugares y de distintas ramas del Islam para proclamarse como sus verdaderos defensores, poniendo como bandera de lucha una guerra santa contra el “comunismo ateo”.

Afganistán también fue un duro golpe de cabeza para el gobierno de los Estados Unidos porque fue la primera revolución triunfante en esta región tan importante para sus intereses estratégicos imperiales. El 27 de abril de 1978 un movimiento encabezado por el Partido Democrático Popular de Afganistán con el apoyo de las fuerzas armadas y de una inmensa mayoría del pueblo, ponía fin a un gobierno decadente, represor y atrasado, en un que con tres mil años de antigüedad nadie sabía en qué punto del mapa estaba ubicado. Esta revolución puso en el orden del día la importantísima tarea de realizar profundas transformaciones sociales, políticas y económicas para esta nación de 15,6 millones de habitantes que tenía por aquellos años y que implicaba impulsar una amplia reforma agraria con el fin de terminar con un sistema feudal de propiedad de la tierra, suprimir el analfabetismo que afectaba al 90% de la población, luchar por la unidad nacional entre las distintas tribus y grupos étnicos que formaban parte del país, avanzar en cambios estructurales en la economía basado en una agresiva política estatal para el desarrollo nacional, generando nuevos empleos y dando vida a la participación del pueblo en los asuntos del gobierno y donde por primera vez la mujer tuvo acceso al trabajo y a la educación, siendo ellas una de las principales fuerzas motrices de esta revolución gloriosa. El PDPA fue un partido comunista que tenía una fuerte incidencia en la vida política del país y estaba arraigado plenamente en las masas obreras y campesinas. Este fue el carácter que asumió la revolución de abril que inmediatamente provocó la alarma en los sectores más imperialistas de los Estados Unidos porque venían que usa de sus piezas claves en el complicado ajedrez estratégico del continente asiático se le iba de su control. La Revolución afgana fue un acontecimiento realizado por los propios afganos, sin intervención de ninguna potencia extranjera en los asuntos internos porque las causas que estallaron en estuvieron relacionados con el asesinato del dirigente más importante y popular del país y con el intento de destruir al partido. El gobierno de la dictadura de Daud no imaginó la respuesta masiva del pueblo en su contra que derivó en su derrocamiento, fusilamiento y la instauración de un gobierno revolucionario que sorprendió tanto a los soviéticos como a los  norteamericanos, quienes no pudieron advertir el rumbo de los acontecimientos. Claro está que una revolución antiimperialista, no fue del agrado del gobierno de los Estados Unidos quien desde el primer instante inició la llamada Operación Ciclón para el financiamiento, adiestramiento, preparación y el pertrechamiento de todo tipo de armas para derribar el nuevo gobierno instalado. Fue una operación que contó con la ayuda de los servicios de Pakistán cuya frontera con Afganistán se convirtió en campamentos de la contrarrevolución, el tráfico de armas y del dinero para las formaciones de la guerrilla reclutadas de Arabia Saudita, Omás, Qatar y de las regiones musulmanas soviéticas de Chechenia y Uiguria, de donde nació la yidhad islámica.

Con Pakistán, el gobierno de Carter con su supuesta defensa de los derechos humanos, abandonó sus críticas a esta dictadura para concederle un préstamo de 400 millones de dólares para sostener la guerra encubierta contra la revolución afgana. Al mismo tiempo, los Estados Unidos contaron con el apoyo del Reino Unido ya con Margaret Thatcher en el gobierno, con la Francia del “socialista” Francois Mitterando y con la República Popular China que envió casi 1000 militares a apoyar a las fuerzas contrarrevolucionarias. Todos estos países lanzados contra la Unión Soviética en el campo de batalla de Afganistán cada una defendiendo sus propios intereses, con el intento de producirle a la URSS un desastre militar y político. Esta constelación de diversas naciones constituyó la alianza que provocó a la URSS meterse con su ejército en Afganistán y que sería una de las causas que la llevaron a su desaparición política, jurídica y geográfica.

Como se puede observar, la guerra en Afganistán la inicia Estados Unidos con su método de imperialismo solapado, como lo definía el profesor Chalmers Johnson en Blowback, con un doble propósito: derrocar el gobierno revolucionario de Nur Mohammed Taraki que estaba embarcado en una serie de reformas económicas y sociales jamás vista en su país y llevar a la URSS al conflicto afgano porque estaba unido a la nación asiática por el tratado de amistad de diciembre de 1978 y los soviéticos iban a cumplir con su palabra de intervenir en caso necesario.

La crisis en Afganistán y la intervención impulsada por el imperialismo estadounidense en los asuntos internos de este enigmático país y de cuya existencia muy pocos conocían y sabían dónde estaba ubicado en el mapa, no comienza con la entrada de las tropas soviéticas en diciembre de 1979. 

El imperialismo creó todas las condiciones para obligar a la URSS a tomar el camino de la intervención militar desde seis meses antes cuando el presidente Jimmy Carter firma con fecha 3 de julio de 1979 la directiva para prestar ayuda a los enemigos del gobierno de Taraki. ¿A qué supremos intereses podría afectar las transformaciones que estaba realizando el Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA) que solamente tenía en el plano internacional, el apoyo de la Unión Soviética? ¿Desde cuándo un país de las características de Afganistán podía siquiera amenazar o poner en peligro la seguridad nacional de los Estados Unidos estando a más de 10 mil kilómetros de distancia? Absolutamente nada. Lo mismo sucedería con el fascista sucesor de Carter en la presidencia, Ronald Reagan que vomitaba un odio visceral al gobierno sandinista de Nicaragua también devastado por la guerra de liberación, diciendo que la victoriosa revolución nicaragüense representaba también una amenaza a los Estados Unidos y decidieron minar todos los puertos del país centroamericano.

Esta es la política tradicional del gobierno permanente en los Estados Unidos quien no importando qué personaje está sentado en la Casa Blanca, toda la política exterior del imperio debe dirigirse a impedir la instalación de gobiernos no proclives a los intereses de Washington.
Todo esto conformó una alianza con intereses entrelazados y entrecruzados que llevó a la Unión Soviético a cruzar el “Rubicón”.

La intervención soviética iniciada el 27 de diciembre de 1979 con un contingente militar de 100 mil hombres, además de las condenas de todos los países occidentales, Japón, Australia, Nueva Zelandia y los gobiernos de países asiáticos, suscitó controversias, polémicas y fuertes desacuerdos y profundos debates en los partidos comunistas europeos como el italiano y el español que no respaldaron la acción soviética sino que la condenaron lisa y llana. Para los soviéticos significó la primera intervención en una nación que no pertenecía al Tratado de Varsovia y visto desde una óptica geopolítica para muchos analistas fue interpretado como un claro intento de expansión territorial para ganar espacio en una región clave intermedia entre Asia y Medio Oriente, con proyección al océano Índico.

Si se trata de dilucidar quién entró primero en Afganistán, no cabe duda que la estrategia del imperialismo que tenía por objetivo de destruir a la Revolución de Abril de 1978, fue llevada a cabo con toda decisión por el gobierno de Carter a través de sus instituciones tradicionales especializadas en sabotaje, espionaje y derrocamiento de gobiernos. Y no lo hicieron con sus propias fuerzas militares de intervención sino utilizando a las organizaciones opositoras al gobierno revolucionario y reclutando contingentes de países árabes y de regiones islamistas de la misma URSS como los grupos extremistas chechenos, eternos enemigos de Rusia desde época de los zares.

La disputa por Afganistán constituyó de uno de los enfrentamiento más graves de la guerra fría y el hecho de que la geografía afgana nos presenta como un país montañoso con cordilleras de altas cumbres que en promedio están en los 6.400 metros de altura, con zonas áridas y desérticas, la riqueza inmensa de su suelo sin explotar fue causa de los intereses detrás de los cuales se desató una de las guerras más prolongadas del siglo XX. En ese intrincado país, básicamente agrario y pastoril, extremadamente atrasado, posee incalculables riquezas naturales que no han sido puestas para desarrollar al país,  ya que posee grandes yacimientos de gas natural, estimados en unos 1.700 millones de metros cúbicos, de depósitos de hierro y cobre calculados en 2.000 y 3.500 millones de toneladas, respectivamente. Asimismo, cuenta con reservas de petróleo, cromo, berilio, plomo, zinc, bauxita, litio, uranio, carbón, tantalio y barita.
Para la opinión pública mundial la entrada soviética en los asuntos afganos implicó una modificación substancial en las esferas de influencia entre las llamadas “superpotencias” que se habrían abalanzado sobre el territorio afgano con miras a la obtención de estos cuantiosos recursos tan apreciados. Este análisis desde el punto de  vista de Occidente, es decir, para los enemigos de los soviéticos, significó que la Unión Soviética se comportó como un país agresor e invasor del mismo modo con que los Estados Unidos invadía y saqueaba los países de América Central durante los primeros 30 años del siglo XX.

El escándalo propagandístico desatado por los Estados Unidos, llevó a su diplomacia a moverse con inusitada rapidez para condenar la acción soviética. Y ahí apareció Mr. Carter pronunciando su discurso donde consideraba que este hecho “el más paso más peligroso contra el mantenimiento de la paz en el mundo desde que se terminó la segunda guerra mundial”. Eso le permitió que en la Asamblea General de las Naciones Unidas, 111 países votaran por la inmediata salida de las tropas rusas a las que calificaron de flagrante invasión. En la votación realizada el 14 de enero de 1980 por la Asamblea de las Naciones Unidas, unos 104 países votaron en contra de la decisión soviética de “invadir” Afganistán. Por su parte, la Conferencia Islámica de Ministros de Asuntos exteriores en su reunión del 29 de enero. Semanas después, el 14 de febrero se da a conocer la condena y rechazo de la “invasión” por parte de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. También los ministros de Asuntos Exteriores de la Comunidad Europea y la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (Asean) el 7 de marzo hicieron declaraciones condenatorias del accionar soviético. Otras instancias que se manifestaron en contra de la Unión Soviética, fueron el Consejo de la Unión Interparlamentaria con fecha 12 de abril. Nadie creyó a los soviéticos que su entrada fue como consecuencia de reiterados pedidos de su parte afgana en función del Tratado de Amistad que unía a los dos países para sofocar los intentos contrarrevolucionarios de fuerzas exteriores alimentados por los Estados Unidos. Los únicos que apoyaron a los soviéticos fueron sus aliados naturales del tratado de Varsovia, diversos partidos comunistas del mundo.

3) En el Medio Oriente

La estrategia de la diplomacia de los Estados Unidos en Medio Oriente tuvo como eje central mantener y sostener a su principal aliado en esta región convulsiva que es y sigue siendo el Estado de Israel. Tres hechos notables se producen durante la presidencia de Jimmy Carter que provocaron un verdadero cataclismo en la configuración política israelí y con consecuencias graves para los vecinos árabes. En primer lugar, en mayo de 1977 tienen lugar las elecciones parlamentarias que catapultan al partido Likud a tomar las riendas políticas del gobierno. En segundo lugar, en marzo de 1978 se produce la primera guerra de Beguin cuando fuerzas israelíes invaden el sur del Líbano en la operación Litani y en 1979 se produce el hecho más trascendente de su presidencia cuando Egipto e Israel, dos feroces enemigos se reconcilian firmando un acuerdo de Paz entre ellos bajo la mediación de los Estados Unidos. Esta paz desató las furias más enardecidas entre los países árabes al calificar la decisión del presidente egipcio Anual El Sadat de firmar con Israel, como una traición imperdonable que pagaría con su vida en octubre de 1981.

3.1) Las relaciones con Israel y el tratado de Camp David

La presidencia de Jimmy Carter coincide con la llegada de la ultraderecha al poder en Israel por primera vez desde su creación en 1948. La elección de un representante de la extrema derecha que proclamaba abiertamente la represión lisa y llana a todos los palestinos, fue un cataclismo político que sorprendió a propios y extraños ya que el nuevo premier elegido, era un hombre que venía de perder varias elecciones y nadie esperaba que el Partido Laborista pudiera perder un comicio. El problema es que el partido del fundador del Estado de Israel David Ben Gurión, venía sacudido de varios escándalos de corrupción que dañaron la imagen de la organización a la luz de la opinión pública y el pueblo decidió esta vez cambiar de rumbo, castigando duramente a sus principales referentes. Recordemos que el gobierno de Isaac Rabin había surgido tras la renuncia de Golda Meir en 1974 y siguió la política de sus predecesores en referencia al conflicto árabe-israelí, base de la crisis de Medio Oriente, para quien solo cabía un lugar para encontrarse con la Organización para la Liberación Palestina y ese era el campo de batalla. Esta palabras de Rabin fueron pronunciadas cuando la OLP fue reconocida por los países árabes y por las Naciones Unidas como el único representante del pueblo palestino. El verdadero problema de la región lo constituye en sentido estricto el problema de los palestinos que viven hacinados y en condiciones paupérrimas y sometidos a la explotación y bombardeo incesante de las fuerzas de defensa israelíes.

Una pieza fundamental que tiene un lugar destacado en la política estadounidense en esta región del mundo, es el estado de Israel que se ha convertido en el principal socio y aliado estratégico en el Medio Oriente. Gozando de una preferencia y un privilegio que pocos países pueden darse con los Estados Unidos, Israel recibe millones de dólares anuales del imperio para su supervivencia como nación rodeada de estados árabes que en aquellos años proclamaban su destrucción. Esta ayuda militar, económica y financiera, es utilizada por el Estado de Israel no solo para su defensa sino en sus continuas agresiones a sus vecino, so pretexto de recibir ataques de éstos. Es en este marco de crisis social, económica, política, militar e ideológica es que llega al poder Menajem Begin inaugurando una nueva era en la política interior y exterior del Estado de Israel, gracias a la alianza que forjó con su movimiento Herut, el Likud, el Partido Libertad y el Leam.

Su política exterior quedó bien evidenciada cuando declaró en febrero de 1979 su total oposición a la creación de un estado palestino, defendiendo con el uso de la fuerza militar y policial los asentamientos judíos en los territorios ocupados tras la guerra de 1967. 
El tratado de Camp David en 1979 no trajo ninguna solución al  principal problema del Medio Oriente: la ocupación de los territorios palestinos por Israel. En ese contexto el premier Menajem Beguin había declarado el 23/3/79: "Haré todo lo posible para evitar la creación de un estado palestino". Lógicamente, EE.UU. lo ayudó. El acuerdo sólo consiguió la paz por separado entre Egipto e Israel y que desató la furia de muchos países árabes que vieron el viraje político de Anuar El Sadat como un acto de traición hacia sus aliados y especialmente hacia el pueblo palestino. Carter se negó a entablar conversaciones con los líderes palestinos y no hizo nada cuando Israel, violando los acuerdos de Camp David, empezó a instalar asentamientos para ciudadanos israelíes en los territorios ocupados desde 1967. Al firmar esta paz por separado con Israel, Egipto dejó de ser el país abanderado de la lucha de los pueblos árabes por su liberación, independencia y soberanía para asumir el papel de aliado de Israel y los Estados Unidos en la región lo cual le permitió al primer tener una carta blanca para lanzarse a la ofensiva contra la Organización para la Liberación Palestina, seguir manteniendo los territorios ocupados tras la guerra de 1967 y sólo devolver a Egipto la península del Sinaí. Al firmar la paz con Egipto, Israel cambió su estrategia ofensiva apuntando al El Líbano, Cisjordania y la castigada Franja de Gaza.

Para Israel y Egipto fue una paz mutuamente beneficiosa porque puso fin a treinta años de guerras prolongadas y continuas. Esa fue la esencia de este tratado y que dejó sin resolver el problema del pueblo palestino. Por eso fue rechazado por los países árabes y ahí está el origen del atentado que terminó con la vida del presidente egipcio Anual El Sadat en octubre de 1981 durante el desfile militar conmemorativo del inicio de la guerra de Yom Kippur de 1973.

3.2) El problema del pueblo palestino

La presidencia de Carter se caracterizó por meterse de plano en Medio Oriente para mediar en la solución de los problemas en la región, pero se concentró en resolver las relaciones entre Israel y Egipto postergando para la eternidad la situación del pueblo de Palestina que siguió encadenado en la Franja de Gaza y en Cisjordania y bajo la constante ocupación y vigilancia israelí.

Bajo el gobierno conservador del Likud, Israel la política de asentamientos en los territorios ocupados se caracterizaron por lograr su consolidación y fortalecimiento y al mismo tiempo de acelerar su ritmo de creación, no solo por las que ya se habían establecido durante el gobierno laborista, sino que la nueva administración avanzó en nuevos sectores como la Ribera Occidental, las laderas occidentales de las colinas de Jerusalén y en los alrededores de ciudad palestinas como Ramallah (donde vivió Yasser Arafat), Nablus y Jenín. Esta política de asentamientos no solo fue alentada por el gobierno sino que también participaron de ella grupos  privados como el Gush Emunim que se implantaron en campamentos del Ejército israelí. A ellos se agregan el Plan Drobles, presentado como el “Plan Maestro” por uno de los directores del departamento de Asentamientos Rurales de la Organización sionista, Matityahu Drobles, con el fin de intensificar drásticamente el proceso de creación de asentamientos y consolidar los existentes, con el objeto de convertir dichas tierras en “zonas homogéneas de asentamiento”  

            Todas las políticas de asentamientos significaron en resumidas cuentas, la expulsión de los palestinos de los territorios que les fueron adjudicados por la partición del 29 de noviembre de 1947 y su anexión por el estado de Israel, política que el historiador israelí Ian Pappe denomina “la limpieza étnica del pueblo palestino” y que con el curso de los años se transformó en un peligroso foco de tirantez internacional por las guerras sucesivas que se desencadenaron.

            Como consecuencia de todas estas guerras, hacia 1978, dentro de los territorios que corresponde a Palestina (Cisjordania y la franja de Gaza) y al Estado de Israel, sólo vivían el 40% de todos los palestinos. El 60% debió asentarse en los países limítrofes de la región y otros en diversos países del mundo. Gran parte de los refugiados se instalaron en los campamentos organizados por la UNRWA (Agencia Mesoriental de las Naciones Unidas para ayudar a los refugiados palestinos), una dependencia creada por la resolución de la ONU el 8 de diciembre de 1949. Dichos campamentos estaban en una situación calamitosa porque la cantidad de personas que ahí vivían triplicaban las capacidades de albergue, por lo tanto, el hacinamiento, la escasez de productos alimentarios, la falta de servicios sanitarios básicos y la existencia de viviendas muy precarias, fueron la fuente de epidemias periódicas, de un elevado nivel de mortalidad, especialmente entre los niños. Este cuadro se dio en casi todos los campamentos tanto en Siria, el Líbano o en Jordania. Dos de los problemas más acuciantes de la población palestina en los refugios eran la falta de educación y el alto desempleo. Este último tenía cifras alarmantes: entre la población de 15 a 19 años, la tasa de desocupación era del 76%, y del 56% entre el de 25 a 29 años. El problema del pueblo palestino se reduce a que su población vive en el exilio. Y de acuerdo a los siguientes datos para 1978 el panorama se presentaba de esta manera:

Cuadro I: Cuantía numérica y ubicación geográfica del pueblo árabe de Palestina



Fuente: Revista Internacional. Problemas de la Paz y el Socialismo, Nº 2 (258), Febrero de 1980, página 94.  

Como puede apreciarse en el cuadro I, el aumento de la población palestina exiliada aumentó entre 1970 y 1978 en 857.000 personas (casi un 275). Donde más aumentó el número de palestinos que abandonaron la región fue el Líbano con 200.000 (100%). En este cuadro no se toma en cuenta las pequeñas colonias palestinas residentes en otros países porque la fuente tomada no los indica sino que los menciona. Por todo ello, es que la situación del pueblo palestino constituye un caso de ser un pueblo en el exilio.

3.3) La invasión Israelí a El Líbano: Operación Litani

Como parte de la estrategia del gobierno de Jimmy Carter de seguir apoyando la política exterior de Israel, dio su aprobación a la invasión militar en el sur de El Líbano cuando un contingente de 25.000 soldados del ejército israelí inició las acciones de la llamada operación Litani con vista a tomar este importantísimo río con el objetivo de expulsar a las guerrillas palestina que atacaban el norte de Israel y alejarlas de la frontera. Con esta incursión, Israel implanta una “zona de seguridad” apoyándose en el Ejército del Sur del Líbano que estaba integrado por las milicias cristianas maronitas, su principal aliado en ese sector.

4) En América Latina

América Latina atravesaba un momento particular cuando Jimmy Carter asume la presidencia de los Estados Unidos el 20 de enero de 1977 con la que tuvo que lidiar con resultados muy pobres en todos los aspectos.

El Cono Sur es una pieza de tremenda importancia dentro de los planes globales del imperialismo por las inmensas riquezas que tiene la región, por su ubicación estratégica con relación a las comunicaciones marítimas a través del pasaje de Drake para llegar a la Antártida y que asegura la navegación entre los océanos Atlántico y Pacífico, de cara hacia el cabo de Buena Esperanza en la ruta vital hacia el Indico y Asia y dada su aproximación por la latitud con África, se diseñaron planes para integrar estas regiones bajo un pacto militar comandado por los Estados Unidos.  

En primer lugar, como ya lo dijimos, en la mayoría de los países estaban instalados criminales dictaduras militares que los estadounidenses supieron imponer y sostener en el poder para que realicen el trabajo sucio del ajuste de cuentas con la clase obrera, los campesinos, los estudiantes y todos los movimientos sociales y revolucionarios que eran peligrosas fuerzas motrices en la lucha por la revolución socialista en la región.

En segundo lugar, América Central era un polvorín revolucionario que no había podido ser liquidado por las oligarquías terratenientes de esos países, ni por las Fuerzas Armadas que  contaban con asesoramiento de cuadros militares de los Estados Unidos. Nicaragua con el Frente Sandinista de Liberación Nacional mantenía una guerra sin cuartel contra la dictadura de Anastasio Somoza a la que terminó derrotando y obligando a Somoza a huir a Miami, semana ; en Guatemala la situación de extrema pobreza, especialmente en los sectores indígenas donde la acción represiva de las fuerzas armadas guatemaltecas fueron de atroz salvajismo por el genocidio causado, y el mantenimiento desde 1954 de dictaduras militares tras la invasión de los Estados Unidos que destruyó la experiencia reformista de Jacobo Arbenz. Esta situación dio origen a la formación de grupos guerrilleros con un alto grado de organización y con una fuerte presencia en los sectores más vulnerables del país, que combatían desde hace décadas a los diferentes gobiernos instaladas por los marines yankis; en El Salvador se estaban dando las condiciones para el inicio de la lucha armada por parte de los partidos de izquierda dada la violenta represión de estos gobiernos, ausencia de democracia, la falta de libertades y junto a la terrible crisis económica, política y social con un pueblo empobrecido, explotado y asqueado, no dejaba otra opción que el camino de las armas para terminar con este régimen tan asesino y verdugo de su propio pueblo. La respuesta fue la creación del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional como fuerza militar del pueblo a cuya formación participaron cinco fuerzas importante de la izquierda salvadoreña con gran peso en los sectores obreros y campesinos del país: Partido Comunista de El Salvador (PCS), las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí” (FPL), el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), la Resistencia Nacional (RN) y el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y el Frente Democrático Revolucionario, como el brazo político de la primera.

En tercer lugar, el problema del canal de Panamá fue una cuestión de la política exterior de Carter para brindar una nueva imagen en las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina, que finalmente se resolvió en el primer año de su gobierno con la firma de los acuerdos denominados Tratados Torrijos-Carter que restituía su soberanía a los panameños a partir del 1º de enero de 2000, es decir que la soberanía del imperio cesaba definitivamente el 31 de diciembre de 1999. No fueron negociaciones fáciles para ambas naciones sobre todo porque la presión de los sectores más imperialistas y militaristas tanto del Partido Demócrata como del Republicano como así también del Congreso y las instituciones del poder estadounidense, veían estos acuerdo como una debilidad de Carter que ponía en peligro de la seguridad nacional de los Estados Unidos. Siempre el mismo argumento a la hora de decidir el rechazo a una política que era necesaria para poner fin al neocolonialismo que los Estados Unidos ejercía en territorio ajeno. Y el clamor del pueblo panameño de poner fin a tantos años de usurpación de su soberanía, encontró en el General Omar Torrijos al hombre capaz de colocar la bandera patria de Panamá en la zona del canal. Los temores del imperialismo era el futuro de la sede del Comando Sur de los Estados Unidos y su siniestra academia del terror como la Escuela de las América, centro de formación en la tortura, en los métodos represivos y contrainsurgente para todo el continente, como consecuencia de la pérdida de su mandato sobre el canal.

En cuarto lugar, sin tener en cuenta el orden de importancia, la presencia de dictaduras militares en toda Sudamérica era un hecho que la presidencia de Carter, lejos de debilitarlas según mi modesta opinión, fueron fortalecidas ya que mientras dejaba la Casa Blanca en enero de 1981, en América del Sur seguían gobernando esos regímenes militares represivos y sin dejaran de secuestrar, torturar y asesinar a cualquier que se opusiera a ellos.  La política de los derechos humanos fue un completo fracaso en toda la línea. Sino que expliquen como pueden explicar defender los derechos humanos y apoyar los escuadrones de la muerte en El Salvador o Guatemala o los siniestros grupos de tareas de la dictadura argentina que secuestraba de noche y torturaba hasta la muerte..

En quinto lugar, la diplomacia de la Administración Carter se presentó en la XVII reunión consultiva a nivel de Cancilleres de los países de la Organización de los Estados Americanos (OEA) bien llamada por Fidel Castro como el “Ministerio de las Colonias” de los Estados Unidos, realizada en junio de 1979 en Washington, en la que pusieron a la orden del día la idea de crear una fuerza de intervención de paz interamericanas para enviarlas a Nicaragua donde la dictadura de Anastasio Somoza estaba viviendo sus últimos días y esas fuerzas debía impedir la victoria del Frente Sandinista. En el marco de dicha reunión, los funcionarios estadounidenses volvieron a fustigar y a acusar a Cuba por su supuesta injerencia en América Central y el Caribe e intentaron demostrar que, por las excelentes relaciones que mantenía con la Unión Soviética en aquellos años, Cuba podría ser consideraba como fuerzas “extracontinental” con lo cual estaría en condiciones de recurrir al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) como pretexto para invadir la isla y derrocar a la Revolución. Los ministros de relaciones exteriores sabiamente rechazaron los planes de la fuerza interamericana a Nicaragua, lo cual fue un duro revés para los Estados Unidos que pensaba que gobiernos de la región casi todos militares y rabiosamente anticomunistas y anticubanos los acompañarían. Un ejemplo sencillo de la locura anticomunista de la dictadura argentina relacionada con el marxismo fue prohibir  el estudio de la “cuba electrolítica”.

En ese mismo año tuvo lugar la IX sesión de la Asamblea General de la OEA realizada en la capital de Bolivia, donde nuevamente la diplomacia Carter volvió a meter presión con su delirante idea referente a la “amenaza soviética-cubana” contra el hemisferio occidental. Bajo este pretexto, típico del lenguaje de la guerra fría, el imperialismo intensificó su presencia militar en el Caribe como una reacción ante la gran victoria del Frente Sandinista en Nicaragua. Ante el fracaso de formar una fuerza multinacional de intervención, los Estados Unidos exigieron que se refuerce la seguridad “frente a toda injerencia por parte de potencias extranjeras”. La única potencia extranjera era justamente Estados Unidos que quería intervenir no con fuerzas propias sino con un contingente colectivo para que evitar el triunfo de la revolución sandinista. Pero los países latinoamericanos rechazaron el intervencionismo militarista del imperialismo.

En sexto lugar, la revolución cubana seguía en pie sosteniendo las banderas del socialismo y su influencia en el continente no podía ser detenida pese a los denodados esfuerzos del gobierno, el Pentágono y en particular por la CIA, de derrocar al gobierno encabezado por Fidel Castro. Una preocupación particularmente importante que motivó protestas y amenazas por parte del imperialismo, fue la “denuncia” por la presencia de las tropas cubanas en África, que fueron llamadas para apoyar las revoluciones de Angola y Mozambique contra los ejércitos racistas sudafricanos. Para los cubanos se trató del más alto ejemplo de internacionalismo revolucionario, mientras que para el imperialismo no fue otra que “intervención” del “expansionismo del peligro comunista en el continente negro”. Pero en esto hay una sutil diferencia: si la participación cubana es apoyo entre revolucionarios, las intervenciones imperialistas en el mundo son la más claras expresión de exportación de la contrarrevolución. Esta presencia en Cuba fue la causa de un armado propagandístico por el gobierno de los Estados Unidos para acusar a la isla de intromisión en los asuntos africanos. Nuevamente la brillantez de Fidel Castro rebatió y refutó los argumentos imperiales que el Secretario de Estado, Cyrus Vance debió aceptar como ciertos y valederos.

Este era el panorama general en la que se encontraba América Latina cuando Jimmy Carter asume la presidencia, una región que históricamente siempre fue hostil a la política de los Estados Unidos por sus constantes invasiones, apoyo a dictaduras, por la existencia de multinacionales saqueadoras de las riquezas de los pueblos como fue el caso de la United Fruit en Guatemala y en El Salvador o la compañías que explotaban el cobre en Chile, o los consorcios que obtenían fabulosas ganancias con el petróleo de Ecuador, México y Venezuela. Pero no sólo son estos hechos en materia económica los que transcienden en las relaciones USA-Latinoamérica, sino que no deber perderse de vista es que bajo la gestión Carter tomar forma el sistema de la deuda externa como método para control, dominar y someter a nuestras naciones sin necesidad de la intervención militar directa. Este sistema perverso aun perdura porque ninguna nación de latinoamericana repudió su deuda externa y el hecho de hoy Argentina y Brasil no tengan deudas con el FMI no implica absolutamente nada que modifique este cuadro de situación de eternos deudores.  

Un aspecto decisivo que marcó a fuego la situación en América del Sur durante la era Carter, fue la elaboración y puesta en marcha del temible Plan Cóndor que las dictaduras del Cono Sur implantaron para coordinar la represión conjunta de todos aquellos llamados “izquierdistas”, comunistas, marxistas o de ideología similar, por el método del terrorismo de estado en el marco de la doctrina de la seguridad nacional. El gobierno de los Estados Unidos estaba al tanto y sabía de la existencia de este plan pero prefirió mirar para otro lado porque le convenía perfectamente en la lucha contra el comunismo internacional. Estados Unidos que se jactaba de ser la democracia más antigua del mundo apoyando dictaduras fascistas parece un contrasentido y una incongruencia absoluta. Pero para la política de dominación global en la estrategia del imperialismo no importa cuál es el sistema de gobierno (república, monarquía, imperio) ni el régimen político (democracia, dictadura o autocracia). Desde el punto de vista de la política exterior de los Estados Unidos lo importante consiste en determinar quiénes son los amigos y los intereses que se defienden. Esta es la clave para entender la posición de los diversos gobiernos estadounidenses.

Una conclusión final para la política exterior de Jimmy Carter que fue un fracaso completo, fue que ninguna dictadura de todas las que apoyó esta Administración fueron derribadas y reemplazada por gobiernos elegidos democráticamente. Lo que hubo, como el caso de Bolivia, nuevo golpes de estado que derribaban a la dictadura anterior para suplantar por otra aun más represiva y sanguinaria.

Algunos hechos puntuales de la Administración Carter que tuvieron relevancia mundial y gran influencia en América Latina podemos nombrar los siguientes:

4.1) El triunfo del Frente Sandinista en Nicaragua

Nicaragua fue la cuarta revolución triunfante que ocurrió bajo el mandato de Jimmy Carter (las anteriores fueron Afganistán en abril de 1978, Irán en febrero de 1979 y la isla de Granada en marzo de 1979) que causó una alerta generalizada en las estructuras del poder estadounidense pues creían seriamente que el mundo se les iba de las manos. La gran victoria de la revolución sandinista por la vía armada, con la particularidad de que no participó el partido comunista de ese país, justamente el triunfo sandinista se da en el lugar menos pensado y oportuno que fue su mejor protegido patio trasero latinoamericano. El derrocamiento de la dictadura fascista de Anastasio Somoza fue el resultado de una larga lucha del pueblo nicaragüense que provocó una gran alegría y admiración en todo el mundo. Rompió con la doctrina Johnson de la política exterior de los Estados Unidos de no permitir otra Cuba en el continente Latinoamericano y a los veinte años de la victoria cubana, el pueblo de Nicaragua sacude al imperialismo.

Durante su administración el presidente Jimmy Carter no movió un dedo cuando el criminal Anastasio Somoza ordenaba los bombardeos a la población civil con aviones de fabricación norteamericana por que apoyaban, ayudaban y combatían al Frente Sandinista de Liberación en la terrible lucha que llevó a cabo el pueblo nicaragüense para terminar con esa dinastía salvaje. Cuando se dio cuenta que el FSLN iba a derrocar a su más predilecto “hijo de puta” como lo llamó se su momento Franklin Delano Roosevelt al fundador de esta casta, le retiró todo tipo de apoyo, del mismo modo que Eisenhower hizo con el dictador cubano Fulgencio Batista en diciembre de 1958 cuando era inevitable la victoria del ejército Rebelde encabezado por Fidel Castro. En realidad, esta suspensión de la ayuda militar a esta execrable dictadura tuvo como motivo el asesinato de un periodista norteamericano a manos de la guardia nacional. En cambio por los 20 mil nicaragüenses asesinado por el ejército de Somoza con las armadas que le proveía el gobierno norteamericano poco y nada le importó. Sin embargo, un mes antes de que triunfara la revolución nicaragüense intentó a través de la OEA, crear y enviar a  una fuerza conjunta con elementos de los ejércitos latinoamericanos para intervenir e impedir con todos los medios disponibles que el FSLN tomara el poder. La fuerte negativa de los países Latinoamericanos frustró esta descabellada maniobra y eso que la mayoría de los países latinoamericanos estaban gobernados por dictaduras militares que seguían las reglas de Washington. Lo que sí permitió es que el derrocado dictador Somoza se exilie en Miami, que si el mapa no está equivocado queda en la península de Florida en territorio estadounidense, robándose los restos que quedaban del Tesoro nacional en su fuga nocturna. De esa forma, logró evadir el merecido castigo que la justicia histórica nicaragüense le iba a propinar.

Apenas fue derrocado el régimen somocista, con los restos dispersos de la derrotada Guardia Nacional y del ejército, comenzó la reorganización de las fuerzas de la  antigua dictadura que constituyeron los tristemente célebres “Contras” con ayuda de la CIA que las financió y pretrechó de armamento para combatir al triunfante Frente Sandinista de Liberación Nacional. A partir de 1980, ya estaban en condiciones de operar bajo la denominación de Fuerza Democrática Nicaragüense, bajo la conducción del traidor Edén Pastora que se pasó a las filas del enemigo contrarrevolución. De ahí el nombre con el que fueron denominados por el pueblo. Ahí está nuevamente, la gran política de promoción de derechos humanos de Carter, justificando la creación de una banda de criminales que aplicaron métodos criminales para sabotear y destruir a la Nicaragua sandinista. Varios de los comandantes de los Contras, fueron oficiales de la Guardia Nacional reclutados por la CIA y que la administración Carter ordenó sacarlos del país. De ese modo, Honduras –país fronterizo con Nicaragua y también bajo dictadura militar- fue la base de entrenamiento y rampa de lanzamiento de las invasiones contrarrevolucionarias que atacaban objetivos económicos para perjudicar la reconstrucción pacífica de una nación destrozada.

4.2) El inicio de la guerra civil en El Salvador

La guerra civil en El Salvador, un pequeño país centroamericano y ejemplo clásica de la llamadas Repúblicas Bananeras, fue otro dolor de cabeza para la política de derechos humanos de Jimmy Carter que terminó con un baño de sangre gigantesco a partir del golpe militar dado el 15 de octubre de 1979 que lo único que hizo fue exacerbar la crisis política, económica y social, llevando a las fuerzas de resistencia a la nueva dictadura apoyada por el gobierno estadounidense, a adoptar la única salida que le quedaba al pueblo salvadoreño que no era otro que el camino de las armas. El general César Humberto Romero tomó el mando político y militar del Estado y contando con el apoyo de la terrorífica oligarquía, de las cámaras empresarias, del aparato represivo encarnado en la Guardia Nacional, lanzó un plan criminal contra el pueblo salvadoreño gracias al beneplácito de la Casa Blanca que nuevamente tiró a la basura los derechos humanos, mientras masacraban a la población campesina y pobre. Para cumplir con este plan genocida lo puso al frente a un tristemente célebre verdugo y asesino serial como fue el coronel Roberto D’aubiusson, una bestia formada especializado en métodos criminales, torturas, asesinatos masivos, junto a sus escuadrones de la muerte sembró el terror en todo el país. Romero bajo la tutela de la doctrina de la seguridad nacional, creó para El Salvador, la “ley de defensa y garantía del orden público”, un engendro para sostener el terrorismo de estado, pues de eso se trata cuando las dictaduras hablan de “defender el orden público”.

La creación del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional por las agrupaciones revolucionarias de la izquierda salvadoreña, desplegaron un combate sin cuartel contra el ejército profesional, bajo la inspiración de la ideología marxista-leninista con el fin de derrocar a la dictadura y a los gobiernos que les sucedieron, para la toma del poder y construir una nueva nación. El Salvador tenía una población inmensamente campesina muy pobre que era víctima permanente del aparato represivo del gobierno, quienes con el golpe de estado de 1979 y bajo el amparo, ayuda y apoyo del gobierno de los Estados Unidos con cuyas armas asesinaban al pueblo, envió miles de consejeros militares al país para protegía los intereses del estado y de las empresas exportadoras estadounidenses. Pero no solamente, Estados Unidos emviaba armas a la dictadura genocida salvadoreña. El estado de Israel, siempre tan democrático como propalan sus principales dirigentes, en realidad fue el mayor proveedor de armas a El Salvador porque vendía el 83% del armamento con que masacraban a la población campesina.

Uno de los hechos más escandalosos con repercusión internacional fue el asesinato del arzobispo de El Salvador, Monesñor Oscar Arnulfo Romero y Galdamez el 24 de marzo de 1980 durante una homilía y delante de todos sus feligreses que venía en este luchador incansable en la garantía que su voz podía ser escuchada para terminar con tanta miseria y pobreza en el país. Su muerte formó parte de la sangrienta ola represiva y criminal de la dictadura gobernante con fachada democrática a cuyo frente estaba justamente un democristiano como Napoleón Duarte que avalaba con sus escuadrones de la muerte las matanzas que no distinguía a sus víctimas. Este queridísimo obispo del pueblo se había manifestado reiteradamente contra la sangrienta agresión que sufría los salvadoreños y pidió el fin de los asesinatos masivos. El presidente Duarte evidentemente, de cristiano no tenía nada. Para colmo de males de Monseñor Romero vale la pena recordar que en su entrevista con el Papa Juan Pablo II declaró que nunca atendió sus reclamos; que no escuchaba lo que le decía y tras la reunión, el mismo Romero declaraba que salió llorando ante tanta indiferencia de quien con el poder e influencia que tiene, un pedido del propio Papa podría haber evitado tanto derramamiento de sangre en El Salvador.

En una homilía pronunciada un día antes de su crimen se expresaba de esta manera:

“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión.” Al día siguiente, su voz calló para siempre.

En ese mismo año el 2 de diciembre miembros de la Guardia Nacional de El Salvador detuvieron a cuatro religiosas que habían abandonado el Aeropuerto Internacional de Comalapa, las monjas Ita Ford, Maura Clarke, Dorothy Kazel y la misionera Laica Jean Donovan, las mismas fueron conducidas a un lugar aislado, para más tarde ser asesinadas con armas de fuego después de ser
violadas. Este horrendo crimen hizo comprender a la opinión pública de los Estados Unidos la clase de gobierno bestial que el demócrata Jimmy Carter apoyaba en la lucha contra el comunismo cubano-soviético en la región.  

La Junta Militar  instaurada en octubre de 1979 con el respaldo total de los Estados Unidos, solo en los primeros nueve meses de 1980 asesinó a 6.000 salvadoreños utilizando destacamentos punitivos del ejército que contaron con el asesoramiento de militares estadounidenses expertos en contrainsurgencia y para beneficio de la poderosa oligarquía terrateniente formada por unas 14 familias que las dueñas del país

4.3) El tratado Torrijos-Carter sobre el canal de Panamá

La firma en 1977 de los acuerdos Torrijos – Carter que determinó la restitución de la soberanía a Panamá del canal interoceánico y el traslado del comando Sur a otra región, lo cual implicaba el retiro de la presencia militar de los Estados Unidos en América Central. Fue quizás el logro más importante de la presidencia de Carter hacia América Latina pero la propaganda se lo atribuye más a él que al propio pueblo panameño que luchó desde su nacimiento por obtener la plena soberanía del Canal de Panamá. Es bien sabido que Carter tuvo que enfrentarse con un Congreso opositor y con fuerzas terriblemente en contra de devolver a Panamá el canal. Así fue que la votación del Congreso para ratificar el tratado fue durísimo y con debates acalorados y que terminó con la victoria de la postura de los partidarios de Jimmy Carter. Para los grupos más opositores al Tratado, éste implicaba un debilitamiento de las posiciones dominantes de los Estados Unidos porque implicaba la renuncia a una región estratégica no solo por el canal sino por las 14 bases militares que estaban obligados a levantar ya que era territorio panameño regresaba a la soberanía de sus verdaderos dueños.

Habría que profundizar con nuevos estudios si la pérdida del canal de Panamá prevista en dichos acuerdos para finales de 1999, tiene que ver con la necesidad de que Gran Bretaña conserve bajo su dominio las islas Malvinas por su posición estratégica cerca del cabo de Hornos como alternativa ante su posible cierre del canal de Panamá dado que en 1977 gobernaba ahí un fuerte gobierno nacionalista antiimperialista y con buenas relaciones con Cuba. En 1980 aparece el documento “Plan para el Océano Libre” (Free Ocean Plan) elaborado por el Consejo Nacional de Seguridad en enero de 1980 donde afirmaba que: “Aun cuando EE.UU. pueda contar con un apoyo efectivo y duradero de la Unión Sudafricana y de Chile, y eventualmente de la Argentina, que facilite la ejecución de sus planes para el extremo sur de los tres océanos, es indispensable contar con el apoyo de Gran Bretaña … Este debe ser nuestra principal aliada en el área, no sólo porque todavía ocupa diversas islas en el Atlántico Sur que, en caso necesidad, podrían convertirse en bases aeronavales, de acuerdo al modelo de Diego García en el Océano Indico, o en punto de apoyo logístico, como la isla de Ascensión (en el Atlántico entre América y África), las Islas Tristán da Cunha (al oeste del Cabo Buena Esperanza), Georgias, Sándwich del Sur y Falkland podrían servir de enlace entre las islas del Príncipe Eduardo (Canadá) y el Cabo de Hornos. Gran Bretaña deber ser alentada a mantener aquellas islas bajo su soberanía ante cualquier circunstancia, incluso en las islas que Argentina reivindica para sí, como las Falkland, Sandwich y Georgias del Sur. Debe persuadirse a Gran Bretaña de que su permanencia en las Falkland será de gran importancia estratégica para la seguridad del mundo libre”.

Fíjense el contenido de este texto que fue sin dudas profético. El apoyo de los Estados Unidos a Gran Bretaña en la guerra de Malvinas de abril y junio de 1982 vino a corroborar lo que afirmaba dicho documento. Y no sólo fue una cuestión de alianza entre los dos imperios criminales de Occidente sino que habría que considerar seriamente que tal apoyo fue la revancha, la venganza y el castigo que Estados Unidos le dio a la dictadura argentina por atreverse en enero de 1980 a no aceptar el embargo cerealero decretado por Carter por la entrada de tropas soviéticas a Afganistán y seguir haciendo negocios con la URSS.

4.4) El plan para la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Sur (OTAS)

El Pentágono y el Departamento de Estado diseñó un plan para unificar las políticas de defensa y de seguridad hemisférica que se conoció como la Organización del Atlántico Sur (OTAS) a la que se unirían Sudáfrica e Israel (este último país que nada tiene que ver geográficamente con América Latina, sí tenía fuertes vínculos con el gobierno segregacionista y racista sudafricano en materia de cooperación militar y nuclear). En el marco de esta iniciativa y otras como ser la participación de los ejércitos latinoamericanos en los ejercicios navales conjuntos bajo el mando de los Estados Unidos, visitaron la Argentina altos jefes militares norteamericanos como Edward Meyer y Wallace Nutting quienes evaluaron las posibilidades que tenía la región para establecer bases militares de los Estados Unidos y al mismo tiempo impulsar la creación de un Frente Antimarxista entre las fuerzas armadas del Cono Sur con el objeto de reprimir cualquier manifestación de cambio social, de modo tal que sigan sujetas a las condiciones fijadas por el Tratado de Río de Janeiro de 1947 que impuso el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) donde las Fuerzas Armadas de América Latina debían ser las defensoras a ultranza de los intereses políticos y económicos de los latifundios y monopolios nativos y sus clases dominantes.

Otros ilustres jefes militares de alto rango que visitaron la Argentina para coordinar este proyecto fueron el general de Ejército Daniel Graham quien en junio de 1980 dio su visto bueno para la concreción de esta alianza. El interés que mostró el gobierno racista de Sudáfrica era porque estaba en serios problemas en la guerra contra los movimientos de liberación en Angola y Mozambique quienes en 1975 habían logrado la conquista del poder tras la salida de los portugueses a raíz  de la revolución de los claveles de 1974. En julio de 1980 visita la Argentina en medio de fuertes presiones y planteos a la dictadura, el secretario de Marina de los Estados Unidos, Edward Hidalgo quien hizo saber a los militares argentinos de la necesidad de integrarse a un bloque con Sudáfrica en el marco de la lucha mundial contra el comunismo. A eso apuntaba la OTAS. También fueron enviados a la Argentina para mantener conversaciones con la dictadura por orden del presidente Carter, el subsecretario de Estado, Terence Todman y el general Andrew Goospaster sobre los asuntos bilaterales,. 

Por su parte, el mismo Carter, visitaba Brasil que gobernaba una dictadura desde 1964 con el fin de convencerlos para el proyecto de la OTAS, tema en el que los brasileños manifestaron su fuerte oposición.

El antecedente más lejano de una OTAS fue una idea impulsada por el Secretario de Estado del Presidente Harry Truman, el señor John Foster Dulles, durante la guerra de Corea y finalmente fue propuesto el 15 de mayo de 1957 en la reunión especialmente convocada por la Junta Interamericana de Defensa realizada en Buenos Aires bajo la dictadura fusiladora que derrocó a Juan Domingo Perón en 1955. Dicha reunión presidida por el General Sheppherd terminó en un fracaso y diez años más tarde fue retomada la idea de una OTAS en la IIIª Conferencia Extraordinaria de la OEA en Buenos Aires en 1967 por el Tte. Gral. Juan Carlos Onganía, comandante de la dictadura fascista que gobernaba en aquellos años la Argentina y que también fracasó.

El proyecto para la creación de un pacto militar en el Cono Sur se inscribió siguiendo el modelo de otros similares que el imperialismo tenía firmado en otras regiones como el ANZUS o el pacto de Bagdad. Esta iniciativa cobró inusitada fuerza en 1978 cuando el jefe de la Armada uruguaya Hugo Márquez planteó la necesidad contar en América del Sur con una organización supranacional que integrara a las fuerzas armadas latinoamericanas. Sin embargo, fue la dictadura argentina quien tomó las riendas para establecer una alianza militar en la región cuando el 3 de octubre de 1977, el canciller Almirante Oscar Montes reveló en Washington en declaraciones a la prensa que la se estaban desarrollando conversaciones con Sudáfrica para que se una a este pacto. El gobierno estadounidense se dio cuenta enseguida no solo de la importancia de construir un bloque militar agresivo anticomunista al estilo de los que había forjado en décadas anteriores en otras regiones del mundo, sino que vio una clara oportunidad para extender los poderosos tentáculos de la OTAN como un escudo para detener el expansionismo cubano-soviético en la región. La OTAS tal como fue pergeñada, entre sus objetivos era la protección del Cabo de Hornos ante el cierre eventual del canal de Panamá, un país que en ese momento estaba gobernado por una dirección antiimperialista al mando del General Omar Torrijos y ya se había firmado los acuerdos para la entrega de la soberanía al pueblo panameño a partir del 31 de diciembre de 1999. En este sentido, las islas Malvinas jugarían un papel estelar por la capacidad de recibir buques de gran porte, ser una base aérea de envergadura para el aterrizaje y despegue de aviones de combate dotado de bombas entre 250 y 500 kilos y sobre todo por ser una excelente base para submarinos. La presencia de los Estados Unidos en Sudamérica tenía el verdadero propósito de convertirla en una base militar con capacidad de movilizar tropas destinadas a reprimir los movimientos de liberación nacional como los existentes en Colombia y en América Central. El brazo ejecutor de esta estrategia imperialista fue la Comisión Trilateral bajo la conducción del David Rockefeller quien contó con el apoyo total de su colega y amigo Ministro de Economía de la Argentina, el ya fallecido José Alfredo Martínez de Hoz, debido a sus claro compromisos de asegurar las inversiones de las multinacionales estadounidenses, europeas y japonesas para realizar grandes negocios con las oligarquías financiera y terrateniente de los países sudamericanos. Esto quedó evidenciado cuando en Buenos Aires se reunieron los 82 presidentes de los monopolios más poderosos del mundo, a la quela dictadura argentina brindó notables servicios en la represión en todos los países y esta reunión cumbre de los monopolios vino a ratificar el compromiso de todas las dictaduras, además de la argentina, con el modelo económico neoliberal implantado con el golpe fascista en Chile el 11 de septiembre de 1973.

La diplomacia de los Estados Unidos, movilizando a jefes militares, no pudo convencer a las naciones sudamericanas de la conveniencia de crear esta organización por falta de acuerdo entre los principales países de la región: Argentina y Brasil. En la Argentina, se opuso la Cancillería y en Brasil porque temían que la Argentina saliera favorecida dados los fuertes lazos entre los gobiernos argentinos y determinados círculos del poder de los Estados Unidos. Ante semejante fracaso, en 1979 se intentó crear un “Frente Antimarxista” entre los ejércitos sudamericanos para evitar cualquier salida democrática que reemplace a las dictaduras terroristas que siempre contaron con el aval del gobierno de los Estados Unidos. Este frente los militares genocidas tuvieron la osadía de proclamar en el 129º Aniversario del nacimiento del General José G. de Artigas, el primer general de los pueblos libres del continente. Artigas jamás hubiera avalado a estos militares ni que usaran su nombre para reprimir a los pueblos, porque él fue justamente lo contrario tal como lo demuestran los hechos de su vida.

Otro proyecto parido por las dictaduras y que contaron con el apoyo de los Estados Unidos fue la propuesta dada a conocer en la XIII Reunión de Comandantes en Jefe de Ejércitos Americanos de establecer un pacto subregional que posibilitara la formación de una Fuerza Interamericana para intervenir en conflictos bélicos. Todas estas iniciativas fracasaron por completo. Pero como sabemos que el imperialismo no es de rendirse fácilmente y con el objetivo de limpiar la cara y presentarse con ideas que no solo se relaciona con lo militar, intentaron poner en marcha, una instancia muy poco conocida como fueron los “COLCO” (Comandantes Locales de Control Operativo). Así es que en la IX Reunión de COLCO celebrada en Brasilia del 21 al 27 de enero de 1980, se planteó nuevamente la cuestión de defender el Atlántico Sur ante “situaciones de emergencia o de guerra”. Ahí se resolvió que se iban a estudiar las medidas y procedimientos encaminados comunes a adoptar entre las naciones, tanto las del continente como las de la OTAN. De esta forma, es que los militares de la dictadura argentina fueron enroscados y reclutados para las adoptar doctrinas imperialistas dando apoyo a las política de dominación de los Estados Unidos e Inglaterra y que más tarde en la guerra de Malvinas le hicieron ver a la dictadura todo el peso de la traición de su poderío bélico con lo cual volaron por los aires, el TIAR, la doctrina Monroe, la Junta Interamericana de Defensa y la inútil OEA.  

A esta altura uno ya puede preguntarse, ¿qué tiene que ver la política de los derechos humanos con la creación de pactos militares agresivos y represivos? Por todas estas razones, la diplomacia y el intervencionismo político-militar del imperialismo durante la presidencia de Jimmy Carter ha sido eso: imperialismo liso y llano.

4.5) La victoria del Movimiento Nueva Joya revolución en Granada

Decíamos que el año 1979 estuvo lleno de triunfos revolucionarios de alto impacto en el mundo. Uno de ellos fue la revolución en la isla de Granada encabezado por el Movimiento Nueva Joya, bajo la conducción de un líder muy querido, muy popular y muy conocido por los granadinos  Maurice Bishop.

El 13 de marzo de 1979 era depuesta una sangrienta dictadura encabezada por Eric Gairy, un lunático obsesionado por los platos voladores y las alienígenas, que gobernó esta isla caribeña a sangre, represión y muerte. Una vez en el poder el nuevo gobierno revolucionario puso en marcha su plan de transformaciones que incluían la nacionalización de todas las propiedades del anterior dictador; se crearon las milicias populares y el ejército revolucionario del pueblo; se puso en marcha un amplio plan de alfabetización y de mejora de la educación en toda la isla; se crearon las bases para la nueva administración del Estado, que pasaba a controlar puede parte de la empresas nacionalizadas.

Granada es una pequeña isla del Caribe frente a las costas de Venezuela en una zona muy rica en petróleo lo que atrajo enseguida a las empresas estadounidenses. Con una superficie de 344 kilómetros cuadrados y una población que no llegaba a los 100.000 habitantes, los círculos imperialistas de los Estados Unidos, hicieron lo imposible por destruir esta revolución, calificando a esta islita como una amenaza al imperio. ¿Cómo puede decir esto gente estudiosa, conocedora de la región  y de ese país tan infinitesimalmente tan pequeño que pueda poner en peligro la seguridad nacional de la gran potencia capitalista más grande del mundo? Y sin embargo, muchos se lo creían.

La revolución fue producto de un golpe dado a una dictadura por el Movimiento Nueva Joya sin derramar una gota de sangre en una acción cuya preparación fue realizada en forma minuciosamente secreta, prudentemente organizada y efectivamente ejecutada. Dicho movimiento nació de la fusión de dos grandes fuerzas. Una dirigida por Maurice Bishop llamada Movimiento para las Asambleas del Pueblo (MAP) y el otro fue el que comandaba Unison Whiteman bajo el nombre de Jewel (Joint Endeavour for Welfare, Education and Liberation) que significa Voluntad Unida para el Bienestar, la Educación y la Liberación. De ahí nace el nombre de Nueva Joya bajo el liderazgo reconocido de Bishop, en una forma dirección compartida donde participan activamente el propio Whiteman junto a otros líderes granadinos, como Bernard Coard. Es por esa fusión que el Movimiento Nueva Joya se transforma en el partido de la revolución granadina.

En su primer mensaje al pueblo Maurice Bishop afirma: "Pueblo de Granada: esta revolución es para el trabajo, para la alimentación, para la vivienda decente y los servicios de salud, y para un futuro brillante para nuestros hijos y nietos. Los beneficios de la revolución serán para todos, sin importar cuáles sean las opiniones políticas de cada cual o a qué partido apoyan. Unámonos todos como uno solo" (Granma, del 10-3-80). Una vez en el poder instaura el “Gobierno revolucionario del Pueblo” con una Asamblea Popular de Consulta, en calidad de congreso representativo de todo el pueblo, menos lógicamente de todos aquellos que estuvieron y apoyaron a la dictadura derrocada.

El principal aporte teórico que esta revolución dio para todos los movimiento liberadores del mundo fue la idea de los cuatro pilares de la revolución. Ahí el vice primer Ministro Bernard Coard dio los fu fundamentos de esta concepción al inaugurar la Primera Conferencia sobre la Ciencia y la Tecnología en Granada: "...Concebimos el proceso revolucionario como un proceso de cambio y desarrollo de nuestra sociedad, con cuatro revoluciones dentro de la revolución: la revolución política, la revolución económica, la revolución cultural y la revolución científica y tecnológica. Todas ellas han de ser desarrolladas para hacer avanzar el proceso de la revolución de Granada, siempre en ascenso. De ahí que sea necesario reconocer que la revolución científica y tecnológica es uno de los cuatro pilares fundamentales”.

Las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos se tornaron complicadas, llenas de dificultades porque la vigencia de la doctrina Johnson de no permitir otra Cuba en América, fue la piedra angular de la actitud hostil de la Administración Carter hacia la naciente y triunfante revolución. Esta se apoyaba básicamente en la fuerza de la solidaridad internacional brindada no solo por Cuba con quien estableció relaciones excelentes y Bishop se convirtió en un aliado y amigo firme de Fidel Castro, sino por todo el campo socialista y la socialdemocracia, organización a la que adhirió ser miembro permanente de la Internacional Socialista. Las acusaciones contra Granada de crear un estado socialista basado en el marxismo-leninismo e implantar una “dictadura comunista” fue el argumento utilizado por el imperialismo para acosar a la revolución de esta pequeñísima isla. El imperialismo le aplicó un bloqueo financiero, congelándole créditos e impidiéndole de esa forma tener fuente de financiación para la transformación que el Movimiento de la Nueva Joya se proponía realizar. Carter no invadió pero creó todas las condiciones para que su sucesor en la Casa Blanca, el republicano fascista de Ronald Reagan decidiera la intervención militar directa en octubre de 1983 bajo la operación “Furia Urgente” derrocando esta experiencia revolucionaria con el desembarco de 6000 marines armados hasta la médula. Y Reagan lo pudo hacer Reagan  gracias a la estructura militar creada por Jimmy Carter, es decir, con la Fuerza de Despliegue Rápido (FDR), que en la agresión a Granada tuvieron su bautismo de fuego.   

4.6) Los crímenes de la dictura de Guatemala (1978-1982)

Guatemala desde el 1954, cuando el desembarco de los marines invasores de los Estados Unidos  derrocó al gobierno constitucional de Jacobo Arbenz para restaurar en el poder a los representantes y socios de la United Fruit, estuvo gobernada por sanguinarias dictaduras que desataron un genocidio contra el pueblo y su población indígena, una de las más grandes e importantes de Nuestra América. Fue una terrible limpieza étnica que los militares guatemaltecos realizaron siguiendo los métodos que los nazis habían aplicado en su guerra con la Unión Soviética.

De acuerdo a los datos del informe de la Comisión de la Verdad de Marzo de 1999, de 1978 a 1982 especialmente con los gobiernos militares de Fernando Romeo Lucas García y Efraín Ríos Montt se realizaron programas de matanzas selectivas (en la ciudad) y colectiva (en el área rural) por medio de programas conocidos como "Tierra Arasada" y "Frijoles y Fúsiles" dando como resultado el genocidio y etnocidio, desaparición forzosa, desplazamiento interno y externo. Las estadísticas son las siguientes:

130.000 asesinatos
45.000 desaparecidos
1.000.000 de desplazados internos
500.000 refugiados (en Mexico, Chiapas, Yucatan, Quintana Roo)
50.000 viudas
250.000 niños huérfanos
440 pueblos desaparecidos

Estados Unidos trató de convertir a Guatemala en un baluarte de la contrarrevolución en América Central y durante los años de la presidencia de Carter se cometían 3 mil asesinatos políticos por año y entre 1954 hasta 1981 se calculaba en 70.000 los que guatemaltecos exterminados por la ola represiva. La intervención imperialista de los Estados Unidos nunca cesó dando apoyo de todo tipo a los militares que gobernaban el país porque se enfrentaban a un poderoso movimiento guerrillero con hondas raíces en las masa campesinas e indígenas y con un alto grado de organización, dirección y combatividad. Y en este país, como en todos los que la mano visible e invisible del imperialismo desembarcaba, la política de derechos humanos quedaba hecha pedazos porque no tenían forma de explicar cómo podían apoyar a un régimen tan criminal como las dictaduras en Guatemala.  

4.7) El caso Guyana, un país desconocido de Sudamérica

            Cuando Jimmy Carter es consagrado presidente de los Estados Unidos, ya gobernaba con mano de hierro el partido del Congreso Nacional Popular que destruyó todo lo conseguido por el Partido Progresista Popular de Guyana, tomando una política exterior proimperialista y procapitalista que empieza a manifestarse a partir de 1977 por la fuerte presión de los monopolios estadounidenses para explotar los recursos del país dándoles cuantiosas ventajas y concesiones. Debido a la crisis financiera que atravesaba, el gobierno decide firmar en 1978 varios acuerdos con el Fondo Monetario Internacional con cuyos créditos apuntaban a restablecer el déficit de la balanza de pagos, obligando al país a someterse a un severo ajuste tradicional que lleva explícitamente a una caída del nivel de vida del pueblo, como ha ocurrido en la larga y desastrosas historia de esta institución. Guyana para hacer frente a los pagos de los intereses de estos créditos tuvo que destinar el 57% de sus exportaciones a este objetivo, incrementando la deuda externa debido al siniestro mecanismo generado por el sistema de la deuda que cuánto más se paga más debe.

            Hacia 1979 se pone en marcha un nuevo código de inversiones que permitía a las empresas extranjeras explotar los recursos naturales de propiedad de la nación. Anteriormente esto estaba prohibido ya que solo el estado podía hacerlo y la única forma que podían entrar las empresas privadas foráneas era si participaban en forma de coparticipación con el estado o con las cooperativas que controlaban el proceso. Con el nuevo código se firmaron convenios con una empresa francesa y otra de Alemania Occidental para la explotación de los yacimientos de uranio. Además se firmaron acuerdos con una empresa canadiense y de los Estados Unidos para la prospección de petróleo; se contrató al capital extranjero para la construcción de centrales hidroeléctrica y una refinería de aluminio con el fin de extraer la bauxita bajo un costo de 2 mil millones de dólares USA. Siguiendo con los cantos privatizadores que empezaban a sacudir al Cono Sur, el gobierno guyanés anunciaba una forma de cooperativizar la industria de la bauxita y del azúcar que proporcionaban el 85% de los ingresos por exportaciones del país, que en realidad apuntaba a desnacionalizar este sector de la economía.

La Administración Carter apoyó al gobierno del Congreso Nacional Popular en todo su mandato y éste lo acompañó en todas las votaciones en la Asamblea de las Naciones Unidas. Los temores de Washington fueron los sentimientos antiimperialistas de este pueblo que logró su independencia el imperio británico en los años sesenta del siglo pasado. Estaba fuertemente arraigado el ideal del socialismo y como no existía un partido de derecha clásico, la diplomacia estadounidense y sus agencias especializadas encontraron en el CNP una especie de quinta columna para mantener a Guyana bajo la órbita de la influencia de los Estados Unidos.

Las críticas a las políticas del CPN realizadas por quienes fueran los anteriores gobernantes del Partido del Pueblo Progresista, es decir, entre 1953 y 1964, por su alianza con el imperialismo, quince años después, el nuevo gobierno de Cheddi Jagan realizó algo mucho peor que ningún marxista se atrevería a realizar. Esta medida fue autorizar la entrada de tropas estadounidenses en territorio guayanés y permitir su entrenamiento en sus selvas intrincadas del país con el fin de requerirlo la República de  Colombia. Y este era un hombre que hablaba de antiimperialismo y de la revolución socialista.   

4.8) Cuadro de situación en Chile, Paraguay y Bolivia

Para terminar con el panorama de la política exterior hacia América Latina, podemos realizar una breve mención de la actuación de la diplomacia estadounidense en la defensa de estas tres dictaduras terribles que asolaron la región.

a) En Chile la dictadura fascista de Pinochet en sus primeros siete años había asesinado a miles de personas; obligó a mandar al exilio a más de 1 millón de chilenos y más de 2.500 personas fueron declaradas desaparecidas. Pese a las trabas impuestas a la ventas de armas y al cese de ayuda militar por la violación a los derechos humanos, sobre los cuales a los imperialistas realmente les importaba muy poco, las compañías estadounidenses siguieron haciendo suculentos negocios y sus inversiones no dejaron de realizarse. No debemos olvidar que fue en Chile cuando fue derrocado el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, hizo su estreno mundial la ideología económica neoliberal que únicamente bajo una dictadura fascista podía ponerse en marcha, ya que ni siquiera a sus mentores en los Estados Unidos jamás se le hubiera ocurrido utilizarla para su país. Pero ahí estuvo, el Premio Nobel de Economía 1976  Milton Friedman blandiendo sus teorías como panacea.

b) Paraguay era una de las dictaduras militares más antiguas del Cono Sur con el general Alfredo Stroessner en el poder desde el año 1954 y bajo el mandato de Jimmy Carter se había producido la detención de las de 2500 personas y por la fuerte represión se estimaba que casi el 50% de la población estaba exiliada básicamente en la Argentina, donde surgió una gran colectividad de ese país. Jimmy Carter recibió en su despacho de la Casa Blanca al dictador paraguayo en septiembre de 1977 en calidad de invitado para la celebración de la firma de los acuerdos por el canal de Panamá.

Por otro lado, las denuncias por las tropelías cometidas por la dictadura del Partido Colorado, no significaron terminar con el apoyo diplomático y la ayuda militar, sino atenuarlo, ya que el aparato represivo se mantuvo intacto, sometiendo al pueblo a una condición de sumisión total por el terror fascista. La dictadura de Stroessner siguió hasta febrero de 1989, mientras que Carter dejó lastimosamente el gobierno en enero de 1981.

Un hecho poco conocido sucedió el 8 de marzo de 1979 cuando la Liga Mundial Anticomunista abrió en Asunción su XII Congreso, realizado en el local del Instituto Nacional de Tecnología y Normalización. El objetivo de este encuentro era pronunciarse contra la política de Derechos Humanos del presidente Jimmy Carter, que los defensores de la libertades, en su odio visceral y un fanatismo alocado llamaban a es política de Carter como “Carter-comunismo”.[6]

c) El caso de Bolivia es recurrente en cuanto a los movimientos golpistas que se sucedieron. Jimmy Carter al llegar a la Casa  Blanca estaba gobernando el general Hugo Bánzer Suárez bajo una dictadura durísima desde 1971 quien había derrocado la experiencia de cambios progresistas de Juan José Torres y puso al país bajo un régimen de terror generalizado. Frente a la gravedad de la crisis, se convocan a elecciones generales el 9 de julio de 1978 en las que triunfa el candidato oficialista designado por Bánzer el General Juan Pereda de la Unión Nacionalista del Pueblo con 985.140 votos (50%). Segundo salió Hernán Siles Zuazo de la Unidad Democrática y Popular con 484.383 votos (15%) y el tercero fue Víctor Paz Estenssoro del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) con 213.662 votos (11%). Pero estas elecciones fueron anuladas al denunciarse y comprobarse un gigantesco fraude. El gobierno no calculó el impresionante margen de votos de la UDP que representaban el apoyo a una propuesta de izquierda y una respuesta nacional en contra de la dictadura y la larga saga de gobiernos militares. Se desató la crisis. Pereda y su gente no estuvieron dispuestos a aceptar la pérdida del poder. El delfín acabó por volcarle la espalda a su superior y mentor y decidió dar el golpe de estado desalojando del poder el 21 de julio al General Banzer, terminando con un régimen desastroso.  

El derrocamiento de la dictadura del General Banzer abrió el período de mayor inestabilidad política de la historia de Bolivia. Por un lapso de cuatro años (desde el 21 de julio de 1978 hasta el 10 de octubre de 1982), el país se vio sacudido por dislocamientos violentos de su estabilidad y su continuidad política. En ese período se dieron nueve gobiernos (ocho presidentes y una junta militar). De ellos,  siete fueron golpes de estado y sólo dos constitucionales, además cuatro de esos nueve se cuentan entre los diez más breves de toda la historia de Bolivia. Eso implica un promedio de un gobierno cada cinco meses y medio. Nunca antes Bolivia había sido sacudida por tal índice de inestabilidad.

Al general Pereda lo derroca el general Padilla en noviembre de 1978 y convoca a nuevas elecciones en julio de 1979 en las que triunfa el socialista Hernán Siles Suazo. Las presiones de los sectores militares bolivianos y las maquinaciones de la diplomacia estadounidense para impedir que Siles Suazo sea presidente fueron gigantescas. Debido a ello se resuelve que el presidente del Senado, Walter Guevara Arce asuma interinamente la presidencia hasta que se resuelva el resultado electoral. El 1º de noviembre un nuevo golpe encabezado por el fascista General Alberto Natusch Bush derroca a Guevara Arce, lo que produjo una poderosa ola de resistencia popular dirigida por la Central Obrera Boliviana que al cabo de 16 días echó a los golpistas que dejaron un tendal de 100 muertos, desaparecidos y miles de encarcelados. El nuevo presidente designado fue la titular de la cámara de Diputados, Lidia Gueiler, la primera mujer boliviana en llegar a la primera magistratura. Su gobierno fue derrocado por un golpe militar de generales vinculados al narcotráfico el 17 de julio de 1980, abriendo un período de terror, corrupción y crímenes como nunca se vio en la historia del país. Este golpe se realizó para impedir por segunda vez que Hernán Siles Suazo, vencedor de las elecciones del 29 de junio. Vale la pena extenderse un poco más en esta historia porque si bien oficialmente, el gobierno de Carter se opuso al golpe, esta narcodictadura no hubiera podido mover un dedo sin no hubiera contado con los servicios de países amigos como la dictadura argentina que envió grupos de tareas especializados en represión y tortura; con los del nazi Klas Barbie y sus banda criminal “Las novias de la muerte” con las que asaltaron la Central Obrera de Bolivia, encarcelando a su secretario general; asimismo la dirección del MIR en una reunión fue atacada y murieron casi todos sus integrantes; las cárceles se llenaron de presos políticos y el narcotráfico se apoderó del gobierno del país. Al año siguiente una serie de sublevaciones militares sacarían a García Meza del gobierno siendo sucedido por una junta militar que ante una gran huelga los obligó a restituir el Congreso electo en 1980, hasta que el 5 de octubre de 1982 se revalidaron los resultados de esa elección asumiendo Hernán Siles Suazo la presidencia de Bolivia cerrando hasta hoy los nefastos ciclos de golpes de estado.

5) En África

Durante la década de los años setenta en el continente africano se dieron una serie de cambios fundamentales que abrieron una etapa de transformaciones radicales. Con el desmoronamiento del imperio colonial de Portugal, varios países que integraban su sistema alcanzan tras años de duros combates la definitiva independencia. Las metrópolis coloniales temerosos del fuerte avance del movimiento nacional de liberación de África, conceden dicha independencia con el fin de salvar lo principal que es la vigencia del sistema capitalista en los nuevos países liberados para que sigan vinculados a ellos. De esta forma, intentaban sustituir el viejo colonialismo por un neocolonialismo disfrazada de progresismo y democracia. Lo nuevo que vino a fortalecerse en el curso de los años siguientes, fue la aparición de un conjunto de países que proclamaron abiertamente la construcción del socialismo (Mozambique, Angola, Guinea Bisseau, Madagascar, Libia –con sus características particulares-, Tanzania y otros) con todo lo que ello implica porque puso en jaque las concepciones de la socialdemocracia basada en el diálogo Norte-Sur, un diálogo inútil entre países desarrollados y subdesarrollados que apuntaban a una cooperación desde posiciones diametralmente opuestas. En consecuencia, era un diálogo imposible de traer soluciones en el continente más explotado, más castigado y más empobrecido por los siglos de colonialismo de las potencias europeas que con todo desparpajo junto con la propaganda imperialista de los Estados Unidos, tenían la desfachatez de criticar el nuevo camino que emprendían los nacientes países liberados.  

5.1) Negocios y política con el régimen racista de Sudáfrica

Es importante analizar en forma separada las relaciones entre los Estados Unidos y Sudáfroca, un país por cuya riqueza y poderío económica era una especie de Alemania Occidental africana, es decir, la nación más poderoso del continente.

Mantuvo relaciones diplomáticas con el régimen fascista y racista del apartheid de Sudáfrica incumpliendo las resoluciones de Naciones Unidas. No le aplicó ninguna sanción económica y el gobierno de Carter tuvo estrechas relaciones con el sudafricano en el endurecimiento de la represión a la mayoría de la población negra como lo demuestra la detención, tortura y asesinato del poeta Steve Biko. Aprovechándose de su condición de miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidades y con la potestad de tener el derecho de veto, negó varias resoluciones que implicaban sanciones contra el régimen sudafricano porque de esa manera se verían afectados los importantes contratos de las empresas norteamericanas y sus inversiones en ese país. Con este régimen terrorista y asesino, Estados Unidos buscó la forma de crear una Organización del Tratado del Atlántico Sur (OTAS), con la participación de las dictaduras de la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. La OTAS fue un viejo proyecto elaborado por el secretario de Estado John Foster Duller durante la presidencia de Dwight Eisenhower y se intentó reflotar en julio de 1979 cuando Carter envía a la Argentina al secretario de la marina de guerra estadounidense W. Hidalgo para entrevistarse con los militares argentinos que eran los más entusiastas con este proyecto. Este se frustró por la férrea oposición brasileña. El trama secreta para el proyecto de la OTAS fue la alarma que causó en Washington la victoria del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) encabezado por Agostino Neto. Sudáfrica le convenía a los Estados Unidos como un firme baluarte contra la expansión soviética en África y para derrotar a las unidades militares cubanas que ayudaron a la defensa de Angola.

La clave del apoyo al abominable régimen terrorista del apartheid por parte de los Estados Unidos, consiste en ubicar a Sudáfrica como bastión contra la lucha del movimiento de liberación nacional existente en África. Un sistema más espantoso como el de la segregación racial no puede ser amparado por ninguna política y sin embargo, la presidencia de Carter basada en los derechos humanos, nuevamente queda derrumbada al permitir a las multinacionales estadounidenses realizar negocios con este país. Así se puede ver que las inversiones de Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania Occidental totalizan la cifra de 28 mil millones de dólares a finales de 1980 y los monopolios de estos países obtienen fabulosas ganancias a costa de la explotación salvaje de la población nativa. Violando todas las disposiciones de las Naciones Unidas, durante la administración Carter el régimen racista mantuvo ocupada Namibia con 70 mil soldados combatiendo a la Organización del Pueblo del Sudoeste Africano (SWAPO). Estados Unidos en esos años, alentó y permitió que Sudáfrica fabricara todo tipo de armamentos, incluyendo el arma nuclear bajo el pretexto de desarrollar la energía atómica.  

5.2) Los tentáculos del imperialismo en África

África fue un continente que nunca resultó fácil para los estrategas de Washington penetrar en esta región como ya lo habían hecho con Latinoamérica. Pero fueron a través de las inversiones directas como pusieron pie fuerte en este continente creciendo las mismas a ritmo acelerado. El arco de alianzas que la diplomacia estadounidense llegó a forjar para la Administración Carter incluía a los países africanos más importantes que los tuvo como aliados: Marruecos, Egipto, Nigeria, Zaire y Sudáfrica.

La base de la política exterior de los Estados Unidos en estos años tenía como eje central apoyar a todos los gobiernos anticomunistas y antisoviéticos sean éstos militares o democráticos. Lo fundamental era impedir la llegada al poder de los movimientos que se proclamaban marxistas y en cuyas plataformas programáticas promovían el desarrollo de su país en una vía no capitalista.
Por otro lado, cualquier país que entraba en contacto con los soviéticos, los Estados Unidos decretaba el cese inmediato de toda ayuda, le cancelaban créditos, le bloqueaban cuentas, y eran denunciados en los foros de Naciones Unidas como países que alteraban el orden jurídico internacional.

Estados Unidos no envió tropas al África durante el mandato de Carter, sino que el intervencionismo político y militar se hacía a través del apoyo a los regímenes convenientes al imperialismo para mantener su influencia. Un ejemplo de esta orientación es la aplicación de la política de derechos humanos que de acuerdo al país podían condenarlo como a Uganda a la Idi Amín (por su proteger a los secuestradores del avión israelí que dio origen a la famosa operación Entebe) o no decir nada como Zaire (porque el régimen de Mobutu era una base de entrenamiento para combatir al Movimiento de Liberación de Angola y el Frente de Liberación de Mozambique) Tanto Zaire como Uganda eran salvajemente represivos pero de acuerdo a como encajaban en la política internacional recibían diferente trato.

a) En la zona noroccidental de África, esta la región del llamada Sahara español, cuya soberanía reclamaba el reino de Marruecos frente a un poderoso movimiento de liberación dirigido por el Frente Polisario. Carter decidió incrementó la ayuda militar a Marruecos, cuyas fuerzas habían invadido el Sahara Occidental un año antes, en una guerra abierta contra el movimiento por la independencia de la ex colonia española.

b) La cadena de puntos de apoyo para la política expansionista de los Estados Unidos llegó también al África Oriental. En Kenia logró la autorización para utilizar el puerto de Mombasa en caso de necesidad y una serie de aeropuertos incluyendo el de la capital Nairobi, como parte del apoyo a las fuerzas somalíes. A cambio de esto, los Estados Unidos enviarían un importante paquete de ayuda financiera y militar.

c) En la guerra de Ogadén entre Somalía y Etiopia, los Estados Unidos apoyaron decididamente a la primera que se enfrentaba al nuevo gobierno marxista dirigido por Mengistu Halie Mariam, un coronel que al frente de sus unidades derrocó al emperador Halie Selassie (el más firme aliado de los Estados Unidos en la región). Buscando apoyo exterior el gobierno revolucionario de Etiopía alcanzó acuerdos con los soviéticos y cubanos. Del otro, Somalía recibía la ayuda militar estadounidense por 200 millones de dólares para julio de 1977. En este enfrentamiento Etiopía y sus aliados derrotaron a los somalíes apoyados por Estados Unidos cuyas divisiones huyeron a la desbandad. Aquí jugaron un papel preponderante las tropas cubanas en auxilio de la revolución etíope. Detallaremos este acontecimiento de el capítulo dedica a los Estados Unidos y Cuba.

d) La Libia de Muammar Kaddhafi siguió siendo el enemigo principal del imperialismo en África por los apoyos que daba a los movimientos de liberación nacional, que los Estados Unidos los consideraba y los sigue considerando como grupos terroristas, cuando quien sembró el terror en todo el mundo fueron los marines yanquis con sus invasiones, tanques, aviones y bombardeos indiscriminados.

Con estos ejemplos se muestran que al contrario de lo que muchos creen, el intervencionismo militar del imperialismo no cesó en ningún momento durante el mandato de Carter. El problema es que no hubo grandes movilizaciones de contingentes militares de los Estados Unidos hacia territorios ubicado fuera de los límites del país. De ahí la confusión de pensar firmemente que no hubo por parte del presidente Carter invasiones militares como las que aplicaron en las primeras décadas del siglo XX en América Latina. La diplomacia de los Estados Unidos se caracterizó por un activismo permanente en todos los rincones del mundo y si no era por su propia participación, lo era por el envío de “ayuda” militar, con asesores para conocer desde el mismo terreno las particularidades del país en cuestión.   

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Notas


[1] Fidel Castro. Discurso en solidaridad con el pueblo de Vietnam y de condena a la agresión china. Ver en internet: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1979/esp/f210279e.html

[2] Ver Cabrera, Calderón y Colchero (1985) Estados Unidos: 1945-1985. Economía política y militarización de la economía, página  295, Editorial Iepala, Madrid, España.
[3]) Quien quiera conocer más en detalle la historia de la represión en Gwangju puede consultar el meduloso trabajo de Gómez Alibés Jordi. La Comuna de Gwangju. El poder de la acción colectiva y sus limitaciones durante la revuelta popular de Mayo 1980. 

[4]) Pueden consultar la página web del archivo de seguridad nacional de la Universidad de Washington los documentos sobre la visita de los funcionarios norteamericanos a Indonesia entre 1977 y 1978: http://www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB242/index.htm

[5] Lal Khan. Is misery Afghanistan’s destiny? In defense of Marxism, 13 September 2010 http://www.marxist.com/is-misery-afghanistans-destiny.htm

[6] Ver Luis Agüero Wagner. Stroessner: Noticias de los archivos del terror paraguayos. Estados Unidos y la falsa lucha contra Stroessner. Publicado digitalmente: 24 de mayo de 2007-
http://www.rodolfowalsh.org/spip.php?article3004