LA
POLITICA EXTERIOR DE LOS ESTADOS UNIDOS DURANTE
LA PRESIDENCIA DE JIMMY CARTER
(1977-1981)
Por Sergio Daniel Aronas – 24 de noviembre de 2013 –
Segunda Parte
Nota: Va la segunda nota de esta investigación dedicada a la olvidada
presidencia de Jimmy Carter, que vista desde una perspectiva histórica a más de
35 de su inicio, tuvo consecuencias y repercusiones muy importantes que hoy
siguen vigentes. El presente capítulo analiza la participación de la diplomacia
norteamericana en los asuntos internos de los países del tercer mundo. En una
próxima entrega se completará con la implicación del gobierno de Carter en
África, especialmente para combatir la presencia cubana en Angola y Mozambique como
así también la guerra de Ogadén entre Etiopía y Somalía en una reversión de
alianzas que recuerda a las que sucedieron en guerras europeas del siglo XVIII.
.
CAPÍTULO IV: EL
INTERVENCIONISMO POLÍTICO-MILITAR MUNDIAL
Orden temático
1) Consideraciones previas
2) En el continente asiático
2.1) Las relaciones con China y
la guerra con Vietnam
2.2) Los vínculos especiales con
el Sha de Irán
2.3) El caso Corea del Sur: el
asesinato del Presidente Park y la masacre de 1980
2.4) La Indonesia del General
Suharto
2.5) Los misteriosos vínculos con Saddam Hussein
2.6) La crisis en Afganistán
1978-1980
3) En Medio Oriente
3.1) La paz de Camp David
3.2) La situación del pueblo
palestino
3.3) La invasión al Líbano:
Operación Litani
4) En América Latina
4.1) El triunfo del Frente
Sandinista en Nicaragua
4.2) El tratado Torrijos-Carter
sobre el canal de Panamá
4.3) Los inicios de la guerra
civil en El Salvador
4.4) El plan para la creación de
la OTAS
4.5) La victoria del Movimiento
Nueva Joya en Granada
4.6) Los crímenes de las
dictaduras en Guatemala (1978-1982)
4.7) El caso Guyana, un país
desconocido de Sudamérica.
4.8) Cuadro de situación en
Chile, Paraguay y Bolivia
5) En África
5.1) Negocios y política con el
régimen racista de Sudáfrica
5.2) Los tentáculos del
imperialismo en África
“El orden mundial estable no puede ser una realidad hasta tanto los
países que disponen de capital y tecnología sigan constituyendo una amenaza
militar para otros estados con el fin de establecer el control sobre sus
riquezas naturales y recursos energéticos”.
Jimmy Carter,
discurso de campaña pronunciado el 13 de marzo de 1976.
1) Consideraciones previas
Increíble
pero cierto. El entonces candidato a la presidencia de los Estados Unidos por
el partido Demócrata denunciaba el peligro que representan las naciones
poderosas para los países subdesarrollados en cuanto a que la amplia disponibilidad
de sus riquezas caiga en manos de las poderosas empresas de las potencias
imperialistas. Y esa fue precisamente la política que más aplicó la
Administración Carter en sus relaciones con los países del Tercer Mundo.
La
concepción con que justificó el intervencionismo se basaba en la idea de su
Consejero de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski según la cual una reacción
flexible debería ir más del horizonte. Con la expresión “reacción flexible”
retoma la antigua doctrina de Harry Truman (presidente entre1945-1953) de
responder a los desafíos soviéticos y de los países subdesarrollados que
aspiraban a romper con las cadenas del neocolonialismo, basada en la contención
y la negociación desde posiciones de fuerza para empujar y hacer retroceder la
influencia de la Unión Soviética en el mundo.
Parte
fundamental de la política exterior de los gobiernos de los Estados Unidos fue
la intervención militar en otros países mediante el envío de poderosas fuerzas
invasoras con el objetivo de derrocar a los gobiernos que no son del agrado del
imperio e imponer un cambio de régimen favorable a sus intereses, tal como fue
el caso de la agresión a Guatemala en 1954 y a la República Dominicana en 1965
como los casos más emblemáticos. La dinámica de la diplomacia de los Estados
Unidos a través de sus aparatos de inteligencia, contrainteligencia y de
espionaje impulsaron el derrocamiento de gobiernos financiando, apoyando golpes
de estados contra países que intentaron aplicar programas económicos, políticos
y sociales fuera de los marcos tolerables por las multinacionales
norteamericanas y que afectaran de manera contundente la actividad de dichas
empresas, cuyos ejemplos más resonantes fueron el derrocamiento del presidente
iraní Mohammed Mosadegh en 1953 por atreverse a nacionalizar el petróleo y con
su salida del gobierno restablecer la dictadura fascista del Sha y en 1973 el
golpe de estado contra la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile por su
programa revolucionario que apuntaba a la sustitución del capitalismo por el
socialismo en forma pacífica. De modo que, se puede decir sin lugar a dudas que
toda la historia de las invasiones imperialistas de los Estados Unidos en todos
los países que intervino tenía como trasfondo y marco ideológico la defensa a ultranza
de esos llamados intereses vitales estratégicos que conforman la santísima
trinidad de economía capitalista: a libre empresa, el mercado y la propiedad
privada .
Una
característica esencial de todos los gobiernos de los Estados Unidos durante casi
todo el siglo XX hasta los años ’80, fue mantener relaciones diplomáticas,
políticas y militares con dictaduras salvajemente violadoras de los derechos
humanos, condenadas por las Naciones Unidas como fue el caso del régimen
racista de Sudáfrica y en este sentido, las administraciones de la Casa Blanca
muy hábilmente intentaban crear una especie de distinción entre dictaduras
buenas y dictaduras malas, de acuerdo a como éstas ayudaban a sostener el
sistema de dominio imperial de los Estados Unidos. Esta fue la doctrina que ya
bien entrado los años del sucesor de Carter, el republicano Ronald Reagan, puso
en las relaciones internacionales la embajadora norteamericana ante las
Naciones Unidas, la profesora Jeanne Kirkpatrick, para quien los gobiernos prosoviéticos
eran dictaduras totalitarias, mientras que los gobiernos pro occidentales o pro
norteamericanos eran dictaduras autoritarios. Esto implicaba votar a favor de
las posturas estadounidenses en todos los foros mundiales, avalar su política
económica en el mundial y no obstaculizar por ninguna circunstancia las
actividades de sus grandes multinacionales. Entre “las buenas” los funcionarios
de los Estados Unidos identificaban a las monarquías petroleras de Medio
Oriente (Arabia Saudita, Qatar), a la Nicaragua de Anastasio Somoza, y todas
las que instalaron en América Central a través de sus invasiones militares en
el primer tercio del siglo pasado
Por más que
Carter manifieste que no envió tropas a atacar a otros países, lo cual no es
cierto porque el intento de rescate de los rehenes de su embajada en Irán fue
un acto de agresión liso y llano y no un paseo turístico, no hubo región en el
mundo donde la presencia de los Estados Unidos en cualquier de sus formas
estuvo a salvo: desde la Argentina hasta Japón y de Canadá hasta Australia
tanto para sostener dictaduras feroces como impulsar salidas democráticas en
países gobernados por esas dictaduras que tanto hicieron por llevarlas al
poder. Y cuando tuvo que movilizar a su Departamento de Estado para impulsar
dichas salidas, estuvieron orientadas a impedir a toda costa que la izquierda
revolucionaria que tenían en su seno un fuerte Partido Comunista de masas como
en España, Portugal e Italia, fuera la alternativa política que tomara el poder
e iniciara un proceso de transformaciones radicales. En el caso de este último
país, esto tiene que ver con la posición del presidente de la Democracia
Cristiana y primer Ministro de la coalición gobernante Aldo Moro que frente a
la crisis política del gobierno había convocado al Partido Comunista de Enrico
Berlinger a iniciar conversaciones para encontrar una solución a los problemas
de su país. El secuestro , en un sangriento operativo comando y posterior
asesinato de Aldo Moro en mayo de 1978 por la banda terrorista de izquierda
“Brigadas Rojas”, frustró esta posibilidad de sumar al PCI al gobierno en
Italia y a su vez le permitió a la derecha contraatacar de modo que los Estados
Unidos interviniera en los asuntos internos italianos. Si bien su planteo era
no inmiscuirse en los asuntos internos de otros países, no desplegar su fuerza
militar ahí donde los intereses vitales norteamericanos estuvieran en peligro,
hizo todo lo contrario, interviniendo, imponiendo sanciones, realizando
acciones de amenaza militar directa, movilizar sus flotas que circundan los
océanos y mares del mundo.
La
dinámica de la diplomacia norteamericana fue un factor fundamental de su
política exterior y si ésta viene acompañada de misiles, marines, tanques y
aviones, se sentirán más seguros para el logro de sus objetivos estratégicos
que en esos años era detener la influencia soviética en el mundo y detener al
costo que sea los estallidos revolucionarios que sucedieron durante su mandato
empezando con Afganistán en 1978 y tres acontecimientos notables en 1979, tales como las revoluciones en Irán
(febrero), en la diminuta isla de Grenada (marzo) y en Nicaragua (julio) y no
olvidarse de Jamaica de Michael.
Una
manera de ejercer en forma directa la influencia norteamericana hacia sus
aliados fueron los viajes recurrentes de diplomáticos y militares enviados en
misiones secretas y no tan secretas para evaluar con los gobiernos de los
países que “visitaban” diversas cuestiones bilaterales y/o hemisféricas y
conocer in situ la disposición de esos gobiernos a seguir los lineamientos del
imperialismo.
Así
es como en la era Carter, los Estados Unidos ampliaron, consolidaron y
mantuvieron en el exterior un ejército de 500 mil soldados distribuidos en 2500
bases en más de 50 países. A junio de 1980, seis meses antes de dejar la
presidencia, los Estados Unidos consolidaron un fabuloso despliegue bélico en
todo el mundo con esta distribución: En Europa: 300.000 soldados, es decir, el
10% de sus fuerzas terrestres y casi el 25% de su personal aéreo. Esto incluye
a la VI Flota que vigila el mar Mediterráneo con 34.500 hombres a bordo. En el
Lejano Oriente y en el Sudeste asiático la presencia militar norteamericana
llegó a contar con 140.000 efectivos, distribuidos en esta forma: En Japón:
45.900 soldados; en Corea del Sur: 41.600 para sostener la frontera caliente
con Corea del Norte; en Filipinas: 14.400 para luchar contra el naciente Nuevo
Ejército del Pueblo, una guerrilla comunista de fuerte arraigo en las islas; en
la isla de Guam (un territorio no incorporado a la estructura política de los
Estados Unidos que la domina desde 1898): 8.400 hombres; en Australia, 700 y
600 en otros países. La VII Flota que patrulla el océano Pacífico sumaba al
finalizar el mandato de Carter unos 25.000 hombres.
Con
esta composición, los Estados Unidos disponían de una poderosa extensión de
territorios de ultramar que en el caso de las islas del Pacífico fueron
utilizadas como bases de entrenamiento, polígono de tiro y centro de
realización de las pruebas atómicas de su vasto arsenal nuclear.
El
intervencionismo político-militar de los Estados Unidos no se modificó durante
los años de la Administración Carter y para un mejor análisis de su estrategia
global estudiaremos la política exterior en sus diversas formas por regiones.
La metodología se basa en analizar las intervenciones más importantes
realizadas durante su mandato. No se trata de ver todos los países del mundo,
sino aquellos que tuvieron una importancia primordial para la realización y
cumplimiento de la política exterior del imperialismo.
2) En el continente asiático
El
continente asiático particularmente en la región sudeste el intervencionismo
político militar del imperialismo bajo la Administración Carter estuvo
caracterizado por el despliegue diplomático a gran escala en lugar de la
movilización de sus tropas invasoras como fue la forma habitual de arreglar los
asuntos internacionales. Fue la región donde los Estados Unidos sufrieron su
más demoledora derrotar militar de su historia e intentó forjar nuevas alianzas
que le permitieran seguir imponiendo su hegemonía. Derrotado por Vietnam buscó
estrechar vínculos con los países limítrofes de su vencedor cuyos gobiernos
eran sangrientas dictaduras como las de Thailandia, Camboya y luego extenderse
con Indonesia, Singapur, Corea del Sur y Hong Kong (colonia británica desde
1848 y poderoso centro financiero del capitalismo).
El más resonante éxito de esta
política fue atraerse a su política imperial a la República Popular China, un
aliado fundamental para combatir el “expansionismo soviético” dada la rivalidad
ideológica que China tenía con la Unión Soviética, tanto en cuestiones teóricas
como en la construcción del socialismo y en el ámbito de las relaciones
internacionales. Así los Estados Unidos junto a China y el Japón constituyó una
alianza de intereses estratégicos como forma de contención a la Unión
Soviética. Particularmente con Japón, la administración Carter tuvo que lidiar
con la fuerte economía nipona orientada a la exportación, especialmente en automóviles,
en productos de electrónica y de alta tecnología, en una competencia que puso
en jaque a todo el sistema industrial estadounidense porque no podía detener la
avalancha exportadora del Japón.
La alianza que forjaron los
Estados Unidos con China está vinculada con las reformas que el gigante
asiático empezara en 1978 para reformar su estructura económica y productiva
bajo la supuesta transformación de su socialismo, lo que en realidad fue un
paso lento y gradual de regresar a un capitalismo bajo las condiciones
particulares de China, con su inmensa población, con su grandes desigualdades
regionales y un deseo ferviente de su cúpula dirigente de ser potencia mundial,
compitiendo con los estadounidenses y buscando el hundimiento de quien fue su
más ferviente aliado ideológico y político: la Unión Soviética. No sólo
comenzaron los cambios económicos en China bajo los auspicios del imperialismo,
sino que también participaron Gran Bretaña, Noruega, Italia, Alemania
Occidental, Francia y Dinamarca en el sentido de que estos gobiernos de Europa
Occidental avalaron dichos cambios en China. Años más tarde la
ultraconservadora revista inglesa de economía The Economist llegó a publicar en
su tapa todo un título de felicitación a Deng Xiao Ping: “Well done, Deng” (Bien
hecho Deng).
Sobre esta base podemos
establecer que los acontecimientos que se dieron en este continente durante los
años de Carter donde algunos se destacan por ser prácticamente olvidados por
los analistas internacionales. Además de los vínculos con China, fueron muy
importantes los sucesos que tuvieron lugar en Afganistán a partir de la entrada
de fuerzas militares de la Unión Soviética en diciembre de 1979; las
consecuencias nefastas que tuvo para su presidencia la crisis de los rehenes
con Irán y la guerra que estalló entre Iraq e Irán en septiembre de 1980; la
masacre que ocurrió en la isla Kuangju cuando el ejército de Corea del Sur
reprimió violentamente la protesta del pueblo dejando centenares de muertos y
como el juego de la diplomacia pudo mantener en el poder a regímenes tan
salvajes y criminales como los de Indonesia y Filipinas, porque supo
imponer su hegemonía para instalar
poderosas bases militares en esos dos países.
2.1) Las relaciones con la República Popular China y la guerra con
Vietnam
Uno de los
acontecimientos que más impactó en la opinión pública mundial y la política
internacional en ese año 1979 sacudido por guerras y revoluciones, fue el
enfrentamiento militar entre China y Vietnam, dos países socialistas,
gobernados y dirigidos por fuertes partidos comunistas con una amplia base de
masa obrero y campesina y con largas experiencias de luchas por sus
independencias de toda forma de colonialismo e imperialismo. Fue una guerra
propiciada por un juego de alianzas donde Vietnam contó con el apoyo de la
Unión Soviética y China se alió con los Estados Unidos con el objetivo de
impedir la expansión soviética en el Asia meridional por medio de los “cubanos
de oriente”, como la dirigencia china llamaba a Vietnam, por la fidelidad que en
el campo ideológico y político tenían con los soviéticos apoyando sus acciones
y medidas.
Si en 1973 se funda la Comisión
Trilateral conformada por las agrupaciones empresarias más poderosas de Estados
Unidos, Europa Occidental y Japón, no cabe duda que entre 1978 y 1979, se forja
la “Comisión Cuaternaria” con la incorporación de la República Popular China,
en una especie de frente internacional con el fin de coordinar todas las
acciones necesarias para oponerse a la Unión Soviética y a los movimientos de
liberación nacional. A esa unión de estos cuatro poderosos centros mundiales,
el propio Deng la llamó el “frente único” porque consideraban que ganarse a los
Estados Unidos para poder enfocar su lucha contra el enemigo principal que eran
los soviéticos. Es decir, el mismo razonamiento de los Estados Unidos para
tener a China de su lado para frenar “la amenaza comunista soviética”.
Una de las
obras macabras de la política exterior de los Estados Unidos, fueron los pasos
seguido por la Administración Carter para alentar la agresión militar de China
contra la República Socialista de Vietnam iniciada a mediados de febrero de
1979 por que ésta última apoyó y propició la formación del Frente Único de
Salvación Nacional de Kampuchea (FUNSK) para derrocar a la sanguinaria
dictadura maoísta de Pol Pot, un firme aliado de la República Popular China y
que por supuesto la prensa occidental callaba desvergonzadamente las masacres
cometidas la camarilla de Pol Pot y a su vez ocultaba sobre el visto bueno con
que el imperialismo vio la operación quirúrgica contra Vietnam. Si bien esta
guerra duró menos de un mes, fue un acontecimiento inaudito que causó un grave
daño en el movimiento revolucionario mundial en general y al movimiento
comunista en particular. La intensidad y la ferocidad de los combates debido a
la sorpresa del ataque y a la desesperada movilización defensiva vietnamita
para detener la agresión contra su país, provocaron miles de víctimas, sobre todo
y como siempre sucede en todo conflicto armado en la población civil,
principales víctimas de los bombardeos.
Con el sostenido aporte de
unidades militares de élite del Ejército de Vietnam, el FUNSK en la acción de
tipo relámpago, logró poner fin a uno de regímenes más salvajes que la
humanidad jamás haya conocido porque masacraron a más de 3 millones de personas
en su breve y catastrófica dominación. El ataque final contra Pol Pot comenzó
en la navidad del 25 de diciembre de 1978 y en una campaña fulminante derrotó
por completo toda resistencia hasta que el 7 de enero proclamaron la liberación
de Kampuchea, establecer un nuevo gobierno e impulsar la reconstrucción del
país. Con esta victoria, el 12 de enero se funda la República Popular de
Kampuchea con el nombramiento Ieng Sanrim como presidente de la renacida
nación. Esta acción libertadora del ejército vietnamita fue dada a conocer por
los medios occidentales y la misma propaganda china porque no podía impedir la
caída de su baluarte, como una invasión recibiendo Vietnam una campaña
propagandística en su contra. Frente a estos acontecimientos, el gobierno chino
no tuvo mejor idea que pretender castigar y darle una lección a su vecino
desencadenando una guerra sin precedentes entre dos países comunistas y que
mostró el delirio político e ideológico de la cúpula gobernante de China que ya estaba plenamente vinculado con la política exterior de los Estados Unidos,
cuyas relaciones oficialmente fueron restablecidas el 1º de enero de 1979. Sin
embargo, estos aberrantes y vergonzosos planes no pudieron llevarse a cabo
porque gracias al contraataque del poderoso y combativo ejército vietnamita
obligó a retroceder a su agresor y más que un virtual empate como afirmaban los
diarios de aquellos años, fue una dura derrota para los militares chinos porque
no pudieron cumplir con sus objetivos y jamás volvieron a realizar tremenda
aventura de enfrentarse con el glorioso Ejército de Vietnam, el único que
venció en una prolongada y durísima guerra a las fuerzas armadas de los EE.UU. Fue
evidente que para lanzarse a esta guerra, el gobierno de China contaba con el
apoyo no solo de los Estados Unidos, sino también de los miembros de la OTAN,
sin los cuales no se hubiera permitido atacar a la República Socialista de
Vietnam.
Esta guerra duró pocas semanas y
prácticamente no se la recuerda en ningún manual de historia o en el análisis
de la política internacional de finales de los años setenta y comienzos de los
ochenta. Si recorremos algunas páginas web de internet ninguna no solo da un
resultado final de la contienda sino que deja entrever como si China se hubiera
alzado con una victoria que no existió y algunos cometen garrafales errores al
afirmar que esta guerra se desarrolló en territorio chino, lo cual no es cierto
porque cuando el Ejército chino cruzó la frontera, los combates que alcanzaron
una violencia inusitada por los bombardeos y por la ofensiva terrestre china de
lanzar oleadas masivas de infantería al ataque aprovechando la fuerza que
podría darle la cantidad, se libraron en 26 puntos fronterizos en el territorio
vietnamita sobre las ciudades de Lam Somg, Cao Bang, Cao Lai y Loc Binh, más
allá de las cuales las fuerzas chinas no pudieron avanzar porque chocaron con
una férrea línea defensiva vietnamita en todo el frente de batalla.
No cabe duda que este enfrentamiento
tomó por sorpresa a Vietnam porque nunca pensó que un país comunista podría
atacar a otro país comunista en la forma en que lo hizo y a pesar de los varios
roces que tuvieron en sus fronteras en cuanto acciones provocativas de la
dirigencia de Beijing sobre los alcances y los preparativos que podía su vecino
del sur en caso de una guerra abierta.
El resultado final de esta guerra
aunque muchos no estará de acuerdo, fue la victoria vietnamita que destruyó 420
tanques chinos y le provocó más de 60 mil bajas (casi 30 mil muertos) que
teniendo en cuenta la totalidad de las fuerzas invasoras (320.000 hombres,
sobre una movilización de 660.000) es una altísimo nivel de pérdidas. Del lado
de Vietnam tuvo la misma cantidad de bajas y muchos de ellos civiles a causa de
los bombardeos indiscriminados de China a las zonas por donde invadieron.
Esta fue una guerra terminó
cuando el Ejército de Liberación Chino se vio obligado a retirarse por el
violento contraataque de las Fuerzas Armadas Vietnamitas y no como lo presentó
la propaganda china según la cual se retiraron porque ya castigaron demasiado a
Vietnam. Vayan a los mapas militares de la época y comprueben hasta donde
avanzaron los ejércitos chinos para darse cuenta de no pudieron avanzar mucho
dentro del territorio vietnamita. La retirada china anunciada el 5 de marzo de
1979 coincidió con la llegada de las tropas de combate vietnamitas más
experimentadas y mejor preparadas para librar la guerra. Al mismo tiempo se
decretó la movilización general para la defensa del país y la expulsión de los
invasores fue el precio más caro por su agresión sin previa declaración de
guerra. Además ¿desde cuándo un ejército invasor se puede proclamar vencedor si
al poco tiempo de atacar, ordena su retirada? ¿Qué le pasó al ejército chino?
¿No era acaso su objetivo principal conquistar la capital de Vietnam? China
anuncia su retirada como una especie de victoria porque consideró que “castigó
lo suficiente” a Vietnam. Este debe un caso único en la historia de las guerras
desde la antigüedad hasta el siglo XX, en la que una fuerza agresora se retira
por su propia cuenta. Y debieron retirarse porque no lograron sus propósitos de
conquista ya que no pudieron atravesar las ciudades limítrofes y mucho menos
emprender la toma de la capital vietnamita. Miren los mapas de los combates y
de la campaña y podrán darse cuenta de los alcances de esta invasión traidora.
El imperialismo se regocijó con
esta guerra terrible a punto tal que la revista norteamericana Time tituló su
tapa así al inicio del conflicto: “Communists at War” (“Comunistas en guerra”).
En este enfrentamiento, la lógica imperialista fue la de dar su apoyo a su
nuevo socio chino.
La cuestión principal que
planteamos al comienzo de este punto es cómo Estados Unidos alentó y apoyó la
invasión China se revela por un detalle fundamental y es que semanas antes del
ataque, el premier chino Deng Xiao Ping estuvo reunido en Washington con Jimmy
Carter y con su consejero de Seguridad Zbigniew Brzezinski con los cuales
conversaron sobre la posibilidad de realizar una acción punitiva contra su
vecino del sur, cuestión que debatieron y que aprobó gustosamente el gabinete
de los Estados Unidos. Al tomar conocimiento de estos planes, Carter ordenó la
movilización de su flota del Pacífico en prevención de una posible reacción
soviética destinada a brindar su ayuda y solidaridad con su aliado vietnamita
con el cual lo unían un tratado de amistad y cooperación firmado en septiembre
de 1978, lo que puso los pelos de punta a la dirigencia china por considerar
esta alianza como una amenaza a sus intereses y una forma de usar a Vietnam
como fuerza que garantice el “expansionismo soviético” en el sudeste asiático.
Precisamente con la República
Popular China, fortaleció una alianza estratégica de largo alcance iniciada en
la presidencia de Richard Nixon tras la visita a Beijing en 1972, para que
juntos se concentren en la lucha contra la Unión Soviética. En aras del
cumplimiento de este objetivo en 1979, el gobierno de los Estados Unidos tomó
la decisión de crear un fondo por 2 mil millones de dólares para financiar
convenios bilaterales entre los que se incluyeron la exportación de material de
guerra avanzado tales como radares, aviones militares de transporte,
helicópteros, medios de comunicación, etc.
Es muy importante esta época
histórica de la política exterior de los Estados Unidos hacia China porque ésta
inicia precisamente en 1978 el proceso de reformas económicas tendientes a
promover el libre mercado, al desarrollo de una reconversión industrial que en
los años siguientes la convertiría en la segunda economía del mundo gracias a
la fuerza de su maquinaria exportadora. China modifica substancialmente el
contenido de su política exterior cuanto más se aproxima a la línea de los
Estados Unidos empezando a considerar la existencia de dos imperialismos: el
norteamericano y el soviético. Esta es la base de la polémica, controversia y
ruptura ideológica fundamental con la Unión Soviética y todos los partidos
comunistas adscriptos a la línea de Moscú.
Al entrar el vigor en enero de
1979 el tratado de restablecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales,
Estados Unidos concedió a China la cláusula de nación más favorecida que debía
renovarse cada año. China bajo la conducción de Deng Xiao Ping realizó un
viraje de un extremo a otro en el campo ideológico que se expresan en las
palabras del entonces Ministro de Relaciones Exteriores, Huang Hua quien
declaró sin titubeos a fines de diciembre de 1978: “Es preciso que nos ganemos
a Estados Unidos para concentrar todas nuestras fuerzas contra nuestro enemigo
principal”, es decir, la Unión Soviética. Tanto Estados Unidos como China
estaban perfectamente de acuerdo con que esta alianza fuera una política
estratégica de largo alcance.
Como consecuencia de la entrada
en vigor del acuerdo a partir de marzo de 1979, los Estados Unidos crearon un
poderoso fondo de crédito por un total de 2.000 millones de dólares con el fin
de financiar los convenios bilaterales para los siguientes cinco años. A su vez
se autorizaba la exportación de algunas mercancías estratégicas para China,
especialmente y como no pudiese ser de otra manera, fue proporcionarle
poderosos armamentos para la protección de su larga frontera con la Unión
Soviética que se había convertido en su nuevo enemigo. Estos pertrecho
militares consistieron en radares, aviones militares de transporte,
helicópteros, medios de comunicación y otros. Para lograr estos acuerdos que
implicaba el restablecimiento formal de las relaciones diplomáticas entre los
dos países, el entonces consejero de seguridad nacional Zbigniew Brzezinsky
viajó secretamente a China en junio de 1978 con el objetivo de acordar las
bases tendientes a normalizar los vínculos entre ambas potencias que apuntaban
a combatir en todos los frentes a la Unión Soviética y los demás países
socialistas de todos los continentes. Finalmente el 15 de diciembre de 1978
anunciaban al mundo la normalización de sus vínculos diplomáticos, políticos y
económicos porque se sentían “amenazados por la estrategia soviética”. Entre
gambito de modificación de quién es el enemigo tuvo graves consecuencias para
las dos grandes naciones comunistas sino también para todo el movimiento
revolucionario mundial porque profundizaron las grietas y diferencias entre los
dos grandes países comunistas dotados de armas nucleares.
Quien mejor graficó el cuadro de
situación fue el presidente de Cuba, Fidel Castro en su discurso de solidaridad
con el pueblo de Vietnam el 21 de febrero afirmó:
“Desde luego, uno de los actos
más repugnantes, más cobardes, más miserables de los que podamos haber sido
testigos jamás —y será difícil que haya algún otro que lo supere— es esta
agresión a Vietnam. Si grave fue o graves fueron los crímenes anteriores, este
es el más grave de todos, porque este crimen no parte ya de los colonialistas,
o los imperialistas japoneses o de los colonialistas franceses, o de los
imperialistas yankis, parte de un país que hasta hace algunos años se consideró
un baluarte del movimiento revolucionario mundial, que se consideró un país
socialista, un país antiimperialista, un país amigo del movimiento
revolucionario, un país que —como hemos dicho otras veces— hizo una revolución
que fue vista con esperanza por todos los pueblos del mundo y por todas las
fuerzas progresistas del mundo. Al imperialismo lo conocíamos, al colonialismo
lo conocíamos; pero jamás se pudo pensar hace algunos años que esto pudiera
ocurrir alguna vez. Es el caso más repugnante de traición al movimiento
revolucionario en toda la historia de la humanidad”. Y adelante analizando las
relaciones entre China y Estados Unidos, agrega:
“¿Que habló Deng Xiao Ping con
Brzezinski? ¿Que habló Deng Xiao Ping con Carter? ¿Sabía o no sabía, conocía o
no conocía el gobierno de Estados Unidos el plan chino de agresión y de
invasión a Vietnam? Esa es una cuestión muy importante. Cómo se explica que
acabando de regresar de Estados Unidos reuniera la Comisión Militar y ordenara
la invasión a Vietnam.
El hecho cierto es que el
gobierno de Estados Unidos se ha asociado políticamente a la invasión a Vietnam;
se ha asociado políticamente. Es más, recientemente un senador norteamericano
declaraba que Brzezinski le había dicho que ahora los vietnamitas tenían que
retirarse de Kampuchea. Una declaración. Y el gobierno de Estados Unidos, que
indiscutiblemente estaba en antecedentes y que sin género de dudas se ha
asociado a esta aventura de Pekín, plantea que los vietnamitas deben retirarse
de Kampuchea para que los chinos se retiren de Viet Nam. Luego, han hecho causa
común los imperialistas yankis y los gobernantes chinos con esta invasión. Han
hecho causa común con esta descabellada y loca aventura. Es señal de que tanto
Estados Unidos como China están buscando el restablecimiento del régimen
genocida de PoI Pot-Ieng Sary en Kampuchea. Ese es el objetivo político: atacar
a Vietnam precisamente, para que cese toda cooperación y toda solidaridad de
Vietnam con el gobierno revolucionario de Kampuchea, para restablecer el
régimen genocida y cercar a Vietnam, entonces, por las dos partes de nuevo,
cercarlo por el sur y cercarlo por el norte. Esta es la política de Estados
Unidos mientras aparentemente se lava las manos del problema”[1]
La contundencia del discurso del
Presidente cubano muestra su furia enardecida contra la dirección china que
desató la guerra con el apoyo de los Estados Unidos. Para algunos analistas
esta guerra significó un triunfo político de la República Popular Chima porque
les mostraron a los soviéticos que meterse en esta región les puede resultar
caro. Caro fue para China porque nunca más intentó o se atrevió a agredir a su
vecino de Vietnam y por nunca puede considerarse vencedor aquel que ataca y
decide retirarse. Y es este no fue un retiro limitado y circunscripto al
territorio conquistado. El ejército chino se retiró de Vietnam, cruzó la
frontera y regresó a su país. Las tropas vietnamitas reconquistaron sus
ciudades abandonadas por el invasor y así terminó esta guerra en dos grandes
potencias comunistas, en la que China nunca reconoció su derrota.
Lo importante de este
acontecimiento es el hecho de entender y determinar su carácter porque no se
trató de una guerra por cuestiones fronterizas o por alguna cuestión nacional.
En el primer caso, porque entre países socialistas se respetaron sus límites y
de existir problemas no era justamente una guerra el mejor modo de
solucionarlos. Y tampoco fue un problema de nacionalidades pese a la propaganda
china que acusaba a Vietnam de explotar y expulsar a la minoría china del país.
La verdadera esencia de la guerra iniciada por Chima fue una guerra de
agresión, una guerra de conquista, una guerra anexionista y por lo tanto
profundamente contrarrevolucionaria.
Las pretendidas lecciones que la
dirigencia china pretendió dar a Vietnam terminó en un completo fracaso porque 100.000 soldados vietnamitas derrotaron con
una paliza demoledora (y esto hay que decirlo porque todavía muchos creen que
el ejército chino fue el vencedor) a 250.000 combatientes chinos causándoles en
ese mes de guerra más bajas que las que tuvo ejército de los Estados Unidos en
un mes de campaña de su larga invasión imperialista. Esa es la lección que el
Ejército de Vietnam le dio a su poderoso vecino del Norte y verdadera razón de
la retirada china y no el estúpido argumento de Deng de que “ya los castigamos
bastante”.
2.2) Los vínculos especiales con el Sha de Irán
La política
exterior de los Estados Unidos hacia Irán estuvo marcada a sangre y fuego desde
1953 con la intervención en el golpe de estado que echó del poder a Mohamed
Mossadeq, presidente elegido democráticamente en elecciones en el año 1951 y
con un amplio apoyo popular. A partir de ese momento, mantuvo relaciones
privilegiadas y hasta de aliento con el tristemente célebre asesino del pueblo
iraní, el Sha Mohammed Rheza Pahlevi llegado a la cima de la máxima dirección
política del estado por la siniestra obra
macabra de la CIA en la preparación, organización, financiación y ejecución del
derrocamiento del gobierno popular de Mossadeq en 1953. Durante la dictadura
fascista del Sha, su policía secreta (la SAVAK) y el ejército cometieron todo
tipo de brutalidades contra el pueblo iraní, reprimiendo, torturando,
encarcelando y ametrallando cualquier tipo de protesta en su contra. El auge de
la luchas por la abolición de la aristocracia petrolera, alcanzó un alto nivel
de desarrollo y que se puso en acción con gran fuerza en septiembre de 1978,
contra la cual el ejército y la policía de esta dictadura masacraron aquella impresionante
manifestación de ciudadanos que exigían el fin de la monarquía. Al día
siguiente de esta bárbara represión, el presidente Carter telefoneó al Sha para
decirle que Estados Unidos lo seguía apoyando al frente de su gobierno. Ahí
tienen pues la cacareada política de defensa de los derechos humanos en acción.
Este ejemplo y muchos otros, echa por tierra toda pretensión de hacer creer que
esta política de Carter sirvió para algo porque los derechos humanos no eran
solamente para combatir a las dictaduras latinoamericanas (que no combatió en
absoluto) sino que pretendía ser paradigma universal de convivencia en defensa
de la vida y las libertades democráticas. Ahí están todos los gobiernos
represivos que ejercieron el poder en nombre de esos sagrados valores y que el
imperialismo contribuyó de manera decisiva a sostenerlos.
Desde el punto
de vista económico, el derrocamiento del Sha significó una gigantesca derrota
de los intereses imperialistas en la región al perder a su principal aliado y
cliente en el abastecimiento de petróleo y principal baluarte de la lucha contra
el comunismo en el Cercano Oriente.
La revolución
islámica iraní fue un acontecimiento que tuvo un fuerte impacto no sólo en las
relaciones entre Irán y los Estados Unidos sino en toda la región porque puso
fin a una dinastía real con una historia de 2500 años y porque puso en el orden
del día la importancia que tiene la religión como fuerza motriz de la
revolución porque el Islam siendo el credo de la inmensa mayoría del pueblo
iraní, jugó un papel fundamental en la política de las organizaciones que
encabezaron y dirigieron exitosamente el derrocamiento de una dictadura feroz y
armada hasta los dientes por el imperio estadounidense. Este es la principal
enseñanza de esta gran victoria desde el punto de vista de cómo entender el
grado de influencia que tuvo y sigue teniendo el islam en este inmenso y rico
país en todas las esferas de la vida política, económica y social. Y como toda
revolución que choca con el dominio imperialista de los Estados Unidos, vuelve
a surgir el problema de cómo enfrentar la resistencia de los sectores
desplazados del poder y estar preparados para dar las respuestas necesarias
para sostener el camino revolucionario elegido. La revolución iraní fue
esencialmente de carácter abrumadoramente popular por la masiva participación del
pueblo. Por su contenido política fue antiimperialista porque puso fin al
dominio de los monopolios estadounidenses en la economía del país y toda la
industria del petróleo fue nacionalizado pese a los gritos desesperados del
imperio que no podía evitar la pérdida de sus posiciones en la región. Fue una
revolución antimonárquica porque liquidó un régimen de gobierno y un sistema
político corrupto, criminal y represivo, para instalar la un nuevo tipo de
estado: la república islámica basada en los preceptos del Corán. En esta
revolución no tuvo nada que ver ni Moscú, ni Cuba ni ningún destacamento
revolucionario mundial, sino que fue obra pura y exclusiva del pueblo iraní
dirigido por el ayatollah Jomeini como figura central de este movimiento.
El choque que
se dio el curso de la revolución fue el enfrentamiento entre el alto clero
tradicionalista, conservador que ocupaba una posición privilegiada en la
sociedad iraní, cercana al poder del Sha y para quienes la religión y la fe
eran incompatibles con la actividad revolucionaria o lo que en términos de
dogma con la actividad “mundana” y que
el pueblo lo único que debe hacer es respetar el sagrado culto cumpliendo
estrictamente los ritos de los rezos
diarios y sus preceptos. La otra corriente estuvo más vinculada a los
problemas reales del pueblo iraní y fue la que llevó a las masas a la lucha
contra la dictadura del Sha. La revolución iraní fue muy importante porque aquí
triunfó un pueblo dirigido no por un Partido Comunista o un frente de
izquierda, sino un gran movimiento popular a cuyo frente estuvieron los
representantes de la abrumadora mayoría islámica de la población y fue esa
religión la ideología que se constituyó en la piedra angular de la victoria y
es por eso que adquirió un carácter religioso, propio de la condiciones
internas de Irán cuyas raíces vienen profundamente arraigadas en los factores
socio-económicos del país.
El papel que
cumplió el islam en esta revolución fue la creación de un poderoso movimiento
de masas formado por millones de creyentes que lucharon contra la opresión
interna, contra el dominio extranjero de la economía, especialmente en el
sector petrolero, por nuevas libertades, el fin de la represión y las
persecuciones. Esta revolución triunfante porque la contrarrevolución y los
intentos de restaurar el viejo orden fracasaron por completo, abrió un nuevo
capítulo en la historia de la teoría de las ideologías, ya que ningún estudio o
muy pocos hacían análisis acerca del papel de la religión en una revolución. Y
cobra mayor relevancia en una época como fue aquella de finales de la década
del setenta y comienzo de los ochenta del siglo pasado, en el marco internacional
de una guerra fría irreconciliable y donde para los Estados Unidos la palabra
revolución es una declaración de guerra, cuando se trata de países que ponen
fin a su influencia. El propio Irán, tal como marcábamos al inicio de este
acápite, vivió en carne propia la horrenda intervención imperialista en 1953.
Al año siguiente le tocó el turno a la Guatemala de Jaco Arbenz; en 1955 fue
derribado Juan Domingo Perón en la Argentina por que firme oposición a ingresar
al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial; en 1962 el bueno de John
Kennedy inicia la invasión contra Vietnam cuando orden la creación del cuartel militar
del imperio en el sur; en 1965 vino la agresión contra la República Dominicana
y el sangriento genocidio contra el pueblo indonesio luego del golpe militar
con Sukarno; en 1973 realiza la obra macabra del terror fascista alentando,
financiando y organizando el derrocamiento de Salvador Allende en Chile. Aquí
tenemos los casos más resonantes realizados por el imperio estadounidense para
destruir revoluciones.
Así empezó el
año 1979 cuando en febrero llegó al poder en Irán el gobierno encabezado por el
ayatollah Jomeini como guía espiritual y referente fundamental del triunfo
popular en Irán en el tercer año de la
presidencia de Jimmy Carter y que a larga sería el acontecimiento que lo
llevaría a su derrota en las presidenciales de noviembre de 1980 frente al
ascendente candidato republicano Ronald Reagan.
Abolida la
dictadura de la monarquía Pahlevi por la lucha del pueblo iraní tras la
insurrección de febrero de 1979, el gobierno de los Estados Unidos autorizó el
inicio de la agresión armada a Irán enviando a sus costas una considerable
flota de guerra para ejercer coacción militar directa y cuando Carter dio la
orden de lanzar las operaciones militares, éstas terminaron en un completo
fracaso cuando intentó rescatar en abril de 1980 a los 65 rehenes
norteamericanos que estaban detenidos en la embajada de los EE.UU. en Teherán,
que había sido tomada por estudiantes el 4 de noviembre de 1979. Dicha
operación cuyo nombre en clave fue Garra de Águila (Eagle Claw) murieron ocho
comandos norteamericanos y el derribo de dos helicópteros. Esta ocupación de la
embajada fue realizada por estudiantes enardecidos que protestaron la decisión
del Presidente Carter de autorizar al depuesto Sha que viaje a los Estados
Unidos para atenderse por una enfermedad que lo aquejaba. Esta medida de Carter
provocó la violenta reacción e indignación de los estudiantes iraníes. La
ocupación de la representación diplomática en Irán fue un hecho de la más alta
trascendencia en la historia de las relaciones entre los dos países y además un
ser un acto inédito en los anales de la diplomacia mundial. Pocas veces se vio
una verdadera invasión a una embajada. Así y todo, los yanquis se lo tenían
merecido por sus implicancias en los asuntos iraníes y por que contribuyeron de
manera notable a fortalecer la capacidad represiva y criminal de la dictadura
del Sha. El pueblo se cansó y actuó para redimir tantas arbitrariedades surgidas
desde ese lugar porque con la inmunidad que gozaba la embajada de los Estados
Unidos en Irán se urdieron los planes tendientes a desestabilizar al gobierno
de la naciente República Islámica y el pueblo decidió terminar con tanta
impunidad.
Es importante
destacar que mientras el personal de la embajada miraba con desesperación como
iban entrando los estudiantes en una acción que no cabe duda fue verdaderamente
inédita en los anales de las relaciones internacionales, los funcionarios
norteamericanos quemaban o destruían toda documentación comprometedora que
podía perjudicar al gobierno de Jimmy Carter por sus lazos con el régimen
derrocado. Las cuatro condiciones que plantearon los estudiantes como salida a
la crisis y la liberación de los detenidos eran:
a) La repatriación del Sha para
ser sometido a juicio del que saldría culpable y con sentencia de muerte,
b) La devolución a la nueva República Islámica de todos los bienes y
fortuna del Sha como así también de sus cuentas bancarias en el exterior;
c) Que el gobierno de los Estados Unidos se declare culpable de apoyar a un
régimen tan criminal, represivo y opresivo en la que ha pública una disculpa al
pueblo iraní por el apoyo que Estados Unidos le dio a la dictadura del Sha
desde 1953 cuando fue instalado en el poder por el golpe de estado orquestado,
preparado, dirigido e impulsado por la CIA;
d) Que el gobierno de los Estados Unidos declare públicamente que jamás
volverá a entrometerse en los asuntos internos iraníes.
La
administración Carter consideró estas cuatro condiciones como una especie de
ultimátum que de ninguna manera podía ser aceptado porque implicaría aceptar
que un país del tercer mundo le impone la agenda sobre lo que tiene que hacer
en la región y que por lo tanto, va a contrapelo de la doctrina de dominación
mundial según los lineamientos de los intereses vitales. E Irán es para Estados
Unidos un país desde el punto de vista estratégico muy importante. De manera
que la reacción del gobierno de Jimmy Carter fue rechazar por completo las
demandas y peticiones de los estudiantes iraníes y firmó la aplicación de
medidas para seguir presionando al gobierno iraní revolucionario que estaba ya
totalmente enfrentado con el de los Estados Unidos. Las medidas tomadas por
Carter fueron:
a) Declarar el boicot a las
exportaciones del petróleo iraní (no comprarles absolutamente nada; imponer el
bloqueo de todas las cuentas bancarias que Irán poseía en los Estados Unidos,
incluyendo los fondos que manejaban a través de Naciones Unidas;
b) Imponer el bloqueo de las
propiedades en nombre de la República Islámica de Irán, la congelación de los
depósitos bancarios, medida que también afectaba a sus reservas en oro
depositados en Bancos de los Estados Unidos;
No cabe duda que la permanencia del Sha en los
Estados Unidos era un verdadero problema y encima no encontraba solución para
que liberen a los rehenes, constituían era un cuadro donde a finales de 1979
complicaba sus aspiraciones para ser reelecto presidente ya que se le venía el
año electoral encima y debía solucionar este intríngulis diplomático. La vía
armada para rescatar a los rehenes fue la ruta buscada por Carter y que como
hemos dicho provocó tres conmociones al mismo tiempo: en primer lugar, el
fracaso estrepitoso de la operación. Fue la única vez que Carter usó la fuerza
militar directa para intervenir en un país extranjero y terminó en un vergonzoso
desastre. En segundo lugar, provocó la caída, del Secretario de Estado Cyrus
Vance, que fue reemplazado por Edmund Muskie. En tercer lugar, el prestigio de
Jimmy Carter ante la opinión pública y ante el pueblo norteamericano cayó en
picada, lo que se reflejó en su derrota electoral en noviembre de 1980 ante el
republicano Ronald Reagan.
En el libro EE.UU. 1945-1985: Economía política y
militarización de la economía, los autores P. Calderón, M. Cabrera y M.
Colchero consideran que las razones del fracaso estrepitoso de la política de
la Administración Carter con relación a Irán se resumen de la siguiente manera:
“1) Confianza excesiva en el aparato militar del autócrata, réplica del
norteamericano en la organización y material pero no en el elemento humano.
2) Desprecio por otros factores intervinientes: políticos, sociales e
ideológicos, entre ellos la fuerza del islamismo chiita (mayoría en la
población iraní-SDA).
3) Desprecio por las masas populares y el liderazgo religioso, al comprobar
que la rebelión no respondía a la mano de Moscú, ni de los europeos, únicos
fantasmas para el Pentágono.
4) Confianza excesiva en las posibilidades de reorientación del proceso
hacia términos más moderados, gracias a argumentos militares y económicos,
tradicionalmente empleados por Washington, como había sucedido en otros muchos
otros casos que se creían similares (Egipto, Irak, etc.)
5) Confianza excesiva en las posibilidades de la subversión rápida del
nuevo modelo, en caso de triunfo de este, por el desorbitado recuerdo del
anterior experimento con Mossadeq.
6) Confianza excesiva en la fuerza de los aliados arábigos, especialmente
de Arabia Saudita.
7) Miedo a la intervención militar abierta en una zona donde se había
demostrado que rendían más beneficios las presiones (militares, políticas y
económicas) que las guerras y especialmente en una época en que los Estados
Unidos caso había logrado establecer la “pax americana”.
8) Miedo a la opinión pública estadounidense por el asunto de los rehenes.
Miedo a las reacciones europeas, después de haberles atraído al modelo
negociador (Camp David) trilateral-reformista.”[2]
En conclusión, se puede decir que la crisis de los
rehenes terminó con la imagen pública del Presidente Jimmy Carter y su
popularidad cayó por el piso, siendo uno de los presidentes de los Estados
Unidos que al finalizar su mandato tenía el índice de aprobación más bajo de la
historia.
2.3) El caso de Corea del Sur: la muerte del Presidente Park y la
masacre de 1980
Desde la
finalización de la Segunda Guerra Mundial, la península de Corea quedó dividida
en dos países: uno al Norte bajo la conducción del líder comunista Kim Il Sun y
al Sur bajo la protección de los Estados Unidos, Corea del Sur se convirtió en
el principal aliado en el Extremo Oriente junto a Japón. Estos estados
separados por la línea imaginaria del paralelo 38 se produjo porque los Estados
Unidos no se retiraron de la península como los hizo la Unión Soviética sino
que desde entonces ha permanecido en el país convirtiéndolo básicamente en gran
base militar con 30.000 hombres armados hasta los dientes en una de las
fronteras más calientes del planeta y que la finalización de la guerra fría no
ha significado distensión alguna entre las dos Coreas. La permanencia de las
tropas de ocupación de los Estados Unidos en Corea es el principal obstáculo a
una reunificación, situación que los estadounidenses culpan a Corea del Norte
que no tiene ejército ni tropas extranjeras en su territorio. Por esta razón,
se puede inferir como una hipótesis que si los Estados Unidos abandonan Corea
del Sur, la posibilidad de que los dos países formen una sola nación no sería
nada descabellado. En ese caso habría que como se daría dicho proceso ya que
son dos países con una organización económica e instituciones política y
militares completamente diferente.
Cuando Jimmy
Carter llega a la presidencia en enero de 1977, desde hacía dieciséis años estaba
gobernando Corea del Sur, el general Park Chung-hee quien llegó al poder
mediante un golpe de estado, implantando una férrea dictadura militar,
violentamente sanguinaria amaparada por un poderoso aparato represivo formado
por un ejército de 350.000 agentes distribuidos en todo el país dirigida por la
central de inteligencia coreana (KCIA – hasta en el nombre de sus maestros
estadounidenses se parecen). Es con esta dictadura que comienza la
transformación de la economía de Corea del Sur que la convirtieron en una
potente exportadoras de bienes industriales y a raíz de ello en un fuerte dolor de cabeza para las
empresas estadounidenses que vieron surgir una rival de alta importancia. A los
“éxitos” de la economía corea, al general Park le llegaron sus lunáticos sueños
nucleares cuyas investigaciones en este plan de desarrollo establecían la
posibilidad de crear en 1985 sus primeras armas atómicas, un proyecto que los
Estados Unidos rechazaron de plano (Ver Chalmers John, Blowback, página 158,
Crítica Barcelona, 200).
El general
Park con su programa nuclear hizo estallar la alarma en su vecino del Norte
quien empezó a desarrollar el suyo que mantiene en nuestros días. Como
consecuencia de ello, los Estados Unidos echan la culpa a Corea del Norte de
provocar la desestabilización su propio plan nuclear en la región cuando no
dicen nada de la permanencia de su poderoso contingente militar, situación que
los del norte no se olvidan desde la guerra de 1950 a 1953 sobre el significado
de tener en su frontera sur al ejército más poderoso del mundo por los
terribles daños que le causaron en aquella contienda.
El presidente
Carter realizó una gira por Corea del Sur Apoyó y ayudó a la dictadura del
General Chun Doo Hwan de Corea del Sur en la brutal represión realizada en la
ciudad de Kwangju o Gwangju cuyos habitantes habían salido a protestar contra
el golpe de estado y la implantación de la ley marcial el 17 de agosto de 1980
en todo el país. En esa lucha, lograron tomar dicha ciudad durante cinco días.
La respuesta criminal de los generales golpistas no se hizo esperar. Para
reconquistarla, efectuaron las debidas consultas a los Estados Unidos para
dicte la autorizaron de retirar de la zona desmilitarizada en la frontera con
Corea del Norte a las tropas de paracaidistas de la 7ª Brigada de las fuerzas
especiales (los “boinas negras”), conocidos por su ferocidad cuyos métodos
represivos los habían aprendidos cuando sirvieron en Vietnam en el Ejército
norteamericano. Los soldados boinas negras cargaron contra la población con
bayoneta calada cuyo resultado fue la recuperación de la ciudad al costo de más
de 3000 personas entre muertas y heridas[3]. El
gobierno de Jimmy Carter felicitó al General Chun por la operación realizada y
se sintió satisfecho que la represión desatada sirviera para mantener la
alianza con los Estados Unidos. Funcionarios del Departamento de Estado y del gabinete
de Carter manifestaron públicamente que ni se opondrían y ni criticarían la
política de Corea del Sur para restablecer el orden público en Kwangju. Así lo
hizo saber Warren Christopher, secretario de Estado el 8 de mayo de 1980. Para
que la dictadura coreana del Sur se lanzara a la masacre consultó con el
embajador de los Estados Unidos en el país con el fin de ganarse el apoyo y el
visto bueno del imperialismo: implantó la ley marcial, clausuró las
universidades, censuró la prensa, disolvió la Asamblea Nacional, prohibió todo
tipo de actividad política y sindical y metió presos a miles de dirigentes y
personas. Ese fue el presidente comprometido con los derechos humanos.
Corea
del Sur en la época de Jimmy Carter tenía un ejército de más de 600.000 hombres
y es para los Estado Unidos una pieza clave en la zona de Asia Oriental y el
Sudeste Asiático. La presencia militar del imperio en este país es un
contingente de 40.000 soldados.
2.4) La Indonesia del General Suharto
Con respecto a
los vínculos con Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo, la
Administración Carter no le perdió su mirada, manteniendo fuertes relaciones
para sostener al general Suharto mediante firme apoyo militar y diplomático
porque le resultaba muy conveniente para combatir al fuerte movimiento
comunista que existía en este país, pese a las grandes represiones de los años
sesenta donde miles fueron asesinados. La dictadura fascista de Suharto masacró
en sus 31 años en el poder a un tercio de la población entre 1967 y 1998, hasta
que una sublevación popular lo sacó del gobierno frente a la cual el
imperialismo buscó toda forma de desprenderse de toda crítica por el constante
apoyo que le brindaron los distintos gobiernos a este criminal.
En el marco de
estas relaciones, el Presidente Carter en abril de 1977 envió a su
Subsecretario de Estado Richard Holbrooke a visitar Indonesia y entrevistarse
con el dictador en cuyo encuentro no esbozó ninguna crítica por la violación a
los derechos humanos cometidos en la represión a su pueblo y reconoció “los
esfuerzos del presidente Suharto por resolver los problemas de Indonesia”. Una
vez más la defensa de los derechos humanos con los que se ufanaban proteger
demostró ser otra superchería y pura propaganda imperialista.
Y como si esto
fuera poco, Carter dispuso que su vicepresidente Walter Mondale también se
entreviste con Suharto en Indonesia en mayo de 1978 para profundizar las
relaciones entre ambos países y acordar la venta de 16 aviones de combate
norteamericanos A-4 que la dictadura indonesia necesitaba para bombardear la
fuerte resistencia armada de Timor Oriental que luchaba por su independencia.
Como la venta de estos armamentos requería la aprobación del Congreso, el Sr.
Mondale en su acto de cinismo increíble le sugirió a Suharto que proceda a
liberar a los presos políticos y detenidos, para que vean el compromiso del
gobierno de Indonesia con la defensa de las garantías individuales. El objetivo
central de estas reuniones era en realidad, reafirmar el apoyo del gobierno de los
Estados Unidos al reequipamiento militar de las fuerzas armadas indonesias y
fortalecer los intereses de ambos países en la cooperación en materia de
defensa.[4]
Durante los
años ’70 la dictadura iraní del Sha Reza Pahlevi tuvieron privilegiadas relaciones
con los Estados Unidos quienes equiparon a sus fuerzas armadas con las armas
más modernas y poderosas por $ 10 mil millones de dólares incluyendo los envío
de los años de Carter, quien se convirtió en uno de sus más firme aliado y
defensor de esta política, con lo cual su prédica por los derechos humanos no
se aplicaba en Irán, siendo uno de los regímenes más sanguinarios y criminales
cuya policía secreta la SAVAK en nada se diferenciaba en salvajismo en la
Gestapo nazi. El amigo estadounidense entregó 400 aviones de combate,
incluyendo 77 F14, el avión más avanzado de la marina USA.
2.5) Los misteriosos vínculos con Saddam Hussein
El caso de
Iraq requiere de un análisis particular porque es la clásica puesta en escena
de un hombre surgido de la nada para ungirse como presidente de un poderosa
nación petrolera de religión musulmana para ser utilizado como ariete para
derrocar a un vecino, geográficamente más grande y con mucha mayor población
como es Irán, quienes también se declara musulmanes pero de otra tendencia
religiosa.
Bajo el
mandato de Jimmy Carter, Saddam Hussein llegó al poder en Iraq mediante un
golpe de estado el 15 de julio de 1979 y como corresponde a la defensa de los
planes estratégicos del imperialismo, el gobierno de Estados Unidos reconoció
inmediatamente al nuevo gobierno porque en materia económica necesitaba el petróleo
iraquí, puesto que había perdido el control total de los pozos petroleros en
Irán, al romper los vínculos que los ataban a los Estados Unidos tras el
derrocamiento del Sha.
Instalado
Saddam Hussein en el poder, empezó a maquinar una estrategia de política
internacional basada en cálculos de que podrían convertirse en el nuevo líder
de las naciones árabes y del Medio Oriente para llenar el vacío que dejó Egipto
con Anuar el Sadat con su política de acercamiento a Israel en la búsqueda de
una paz separada con su más antiguo y formidable enemigo y de ahí que se
convirtiera en uno de los más severos críticos a los acuerdos de Camp David
bajo la intermediación de los Estados Unidos con su presidente Carter como
principal protagonista. Las aspiraciones de Saddam como el nuevo Nasser
aumentaron en grado sumo cuando fue derrocada la dictadura iraní del Sha y por
sus posiciones contra Israel al que pensaba destruir.
Al mismo
tiempo y como era de esperarse, autorizó la venta de armas de todo tipo a Iraq
y cuando llegó el momento propicio, lo alentó a iniciar la guerra contra Irán y
no hizo nada para impedir la matanza entre los estos dos países vecinos que se
destrozaron uno contra otro en una masacre que costó más de un millón de muertos,
más los heridos y mutilados, durante ocho años que duró la contienda
(1980-1988).
El apoyo del
gobierno de Carter a Saddam Hussein se basó en la idea de que el ejército
iraquí podía derrotar al de Irán, pese a la diferencia de armamento (favorable
a Irán), y de jefes militares (favorable a Iraq porque el régimen de Jomeini
había descuartizado los mandos que provenían de la época de la dictadura del
Sha y por la desbandada del personal militar que se exilió en países vecinos).
Una arrolladora ofensiva militar de Iraq sería una circunstancia que podría
obligar a los iraníes a iniciar negociaciones de paz. En ese caso, intervendría
los Estados Unidos para exigir la inmediata liberación de los rehenes
norteamericanos como medida fundamental para restablecer relaciones
diplomáticas. Sin embargo, nada de esto sucedió y matanza siguió extendiéndose
por largo y terribles ocho años.
La zona del Golfo
Pérsico ha sido concebido tradicionalmente como la vena yugular de los Estados
Unidos, Europa Occidental y el Japón. Hacia 1979, por la época en que el Sha de
Irán era derrocado por la revuelta popular donde el clero islámico jugó un
papel fundamental, a través del Estrecho de Ormuz (que comunica el Golfo con el
Océano Indico) pasaba la mayor parte del petróleo consumido por el bloque de
Occidente: 60% para Europa y el Japón y 25% para los Estados Unidos. Cada diez
minutos un buque petrolero repleto de crudo abandonaba la zona para alcanzar un
total de un billón de toneladas al año. Por entonces los países del área, los
cuales poseen el 50% de las reservas conocidas de petróleo, producían cerca de
18 millones de barriles diarios: Arabia Saudita, 9.5 millones; Irak,
3.4millones; Irán, 2.0 millones; Emiratos Árabes Unidos, 1.7 millones; Kuwait,
1.3 millones; Qatar, 460.000 y Bahréin, 50.000. De ahí, que emergiera la
Doctrina Carter para la defensa de los recursos energéticos que necesitan el
imperialismo para su diabólica economía del despilfarro.
Desencadenada
la guerra, la política exterior de Carter no se basó en parar la matanza de los
dos pueblos enfrentados por culpa de las maquinaciones imperialistas, sino en
hacer todo lo posible para que el estratégico estrecho de Ormuz se mantenga
abierto porque por ahí pasaban más de 100 buques comerciales del mundo
capitalista de los cuales el 40% de los mismos eran petroleros. Y en el momento
de estallar la guerra, los Estados Unidos tenían dentro del golfo Pérsico dos
buques cargueros y otros 31 merodeando la zona por el océano Índico.
En esta
historia de las relaciones iniciales entre los Estados Unidos e Iraq donde
Saddam Hussein era muy bien visto por el gobierno y la diplomacia
estadounidense, hay un hecho curioso que muy pocos saben o se acuerdan que este
mismísimo Saddam Hussein fue invitado a los Estados Unidos a visitar el estado
de Detroit donde efectuó una donación de 200 mil dólares para un hospital y una
iglesia, acto por el cual recibió la llave de la ciudad. El hecho es que el
alcalde de la ciudad de Detroit (hoy en bancarrota económica y financiera)
necesitaba fondos para la construcción de la iglesia caldea a la que pertenecía
el entonces Ministros de Relaciones Exteriores de Iraq Tarek Aziz. Este
acontecimiento tuvo lugar cuando Saddam Hussein dirigió cientos de miles de
dólares a la iglesia católica caldea en Detroit y terminó recibiendo la llave
de la ciudad por más de dos décadas. Esto ocurrió después de que se convirtió
en el Presidente de Irak y sus vínculo con la ciudad estadounidense comenzó en 1979 cuando el reverendo Yasso fue
felicitado durante la presidencia de Saddam (una foto muestra el apretón de
manos entre estas dos personas). La iglesia recibió una suma de 250.000
dólares, una donación por la cual Yasso definió a Saddam como una persona
amable, generosa y cooperativa. Más adelante indicó que el dinero y el poder
cambiaron a la persona.
La relación de
Saddam Hussein con los Estados Unidos cambió repentinamente durante la guerra que
desencadenó contra Irán y que enfrentó a estas naciones durante 8 años de combates
y batallas sangrientos. Fue una guerra criminal y devastadora porque se mataron
sin piedad ni tregua para satisfacción de los intereses vampirescos de los
monopolios petroleros y de la venta de armas. Estados Unidos usó a Saddam como su
ariete con el fin de derrocar a la revolución islámica del imán Jomeini. Jacob Yasso,
que era el titular de la congregación de la iglesia católica caldea dijo que en
su momento que le entregó a Saddam la llave de la ciudad, por cortesía del entonces
alcalde Coleman Young. Esto se produjo durante un viaje que el Reverendo Yasso
(un hombre que llegó a los Estados Unidos en 1964) realizó a Iraq y fue
recibido por Saddam en su palacio presidencial. La respuesta de quiera era
considerado por la diplomacia estadounidense como presidente y no dictador, fue
una segunda donación de otros U$S 200.000 para ayudar a cancelar la deuda que
tenía dicha iglesia.
2.6) La crisis en Afganistán 1978-1980
Una de las
operaciones más celosamente preparadas, calculadas al mínimo detalle y
financiada por la inteligencia de los Estados Unidos, fueron los
acontecimientos en Afganistán que pusieron en alarma a la frontera meridional
soviética que terminaron con la entrada de un fuerte contingente militar de la
Unión Soviética en este país, que más allá del análisis ideológico en torno a
las cuestiones del internacionalismo proletario, la defensa de la revolución y
la justificación por el tratado de amistad firmado, el ingreso de estas tropas que
la gran mayoría de los medios de comunicación, analistas, políticos y
funcionarios de los países occidentales y la ultraizquierda, llama invasión, causó
un revuelo impresionante porque nadie se esperaba una decisión extrema de la
parte soviética a quienes los dirigentes afganos habían solicitado
reiteradamente la ayuda militar como medio para ayudarlos a liquidar la
contrarrevolución que estaba causando serios problemas a la naciente revolución
afgana.
Friedrich Engels, el compañero de lucha y amigo de toda la vida de Karl
Marx, en su momento ya había aseverado la importancia de esta nación en la
política internacional: “La posición geográfica de Afganistán y carácter único
de su pueblo tomado en su conjunto confiere a este país un mayor significado
político en el Asia Central que es imposible sobreestimar”[5]. El
problema es que a Afganistán nunca la dejaron en paz y cuando una revolución
popular tomó el poder para cambiar de raíz la vida de sus habitantes, se
lanzaron contra ella todas las fuerzas criminales imperialistas para impedirle
el libre ejercicio de su independencia y soberanía. Todas las guerras que le
impusieron constituyen un claro ejemplo de una revolución que no la dejaron
ser, ni desarrollarse para cumplir con su programa de transformaciones
económicas y sociales, tal como antes sucedió con Chile en 1973 y diez años más
tarde con la insignificante isla de Grenada con la invasión de Reagan en
octubre de 1983. El problema no es tanto el poderío de un país, medido en sus
medios económicos y militares sino el hecho concreto de que se intente hacer
revolución. Y esto es precisamente lo que el imperialismo no se puede dar el
lujo de permitir en un ningún rincón del planeta.
Las
relaciones entre la URSS y Afganistán no nacieron de la Revolución de Abril de
1978, sino que provienen de 1920, en plena Revolución de Octubre bajo la
conducción de Vladimir Lenin. Ambos países firmaron un tratado de paz, amistad
y cooperación por el cual Afganistán fue la primera nación en el mundo en
reconocer al Estado Soviético. Este hecho se sabe muy poco y de ahí la
importancia que siempre tuvo esta nación para la URSS. Y desde el
establecimiento de las relaciones
diplomáticas, económicas y de cooperación entre ambas naciones, vale la pena
mencionar las instrucciones que el mismo Lenin encargó al recientemente
nombrado embajador soviético, porque puede ayudar a entender la importancia que
siempre tuvieron con los afganos y los acontecimientos que tuvieron décadas
después. Decía Lenin: “Nuestra política hacia el Este
no es agresiva. Es una política en pro de la paz y la amistad. En su trabajo
debe usted subrayar constantemente este hecho básico y, en especial en Kabul,
nuestra amistad con Afganistán debe transformarse en su objetivo principal.
Usted debe evitar a todo precio el error fatal de tratar de implantar el
comunismo en el país por métodos artificiales. Nosotros le decimos al gobierno
afgano: No pensamos ni por un momento en imponer a su pueblo un programa que es
ajeno a su actual etapa de desarrollo..." (Vladimir Ilich Lenin.
Instrucciones al embajador soviético en Afganistán, 1921). Como podemos ver
Lenin fue mucho más perspicaz que los futuros dirigentes soviéticos del Buró
Político del PCUS que decidieron cayeron en la “trampa afgana” porque sabía
perfectamente qué tipo de país era, con sus características particulares, por
el grado de consciencia política que imperaba en el pueblo, a su historia y
sobre todo tenía en cuenta el profundo apego al islam.
Afganistán era el único país de la
región que no estaba unido al pacto militar implantado por los Estados Unidos para
contener el “peligro comunista soviético” por medio de la Organización del
Tratado Central (CENTO) originado por el Pacto de Bagdad de 1955 al que estaban
adscriptos los Estados Unidos, Irán, Iraq, Pakistán y Gran Bretaña.
Por confesión de su Consejero de
Seguridad de la Administración Carter, Zbigniew Brzezinsky, quizás una de las
mentes más brillante de la historia de la política exterior y la diplomacia de
los Estados Unidos, fue el principal responsable en coordinar, crear y
financiar los grupos de resistencia a los soviéticos aprovechando el carácter
altamente religioso del pueblo afgano, para envenenar con una propaganda bien ejecutada
de que los soviéticos, por la ideología marxista leninista de su política y
educación, apuntan a destruir la sagrada religión musulmana con su entrada en
Afganistán. En esto está el origen del llamado fundamentalismo islámico, que
fueron traídos de lugares y de distintas ramas del Islam para proclamarse como sus
verdaderos defensores, poniendo como bandera de lucha una guerra santa contra
el “comunismo ateo”.
Afganistán también fue un duro
golpe de cabeza para el gobierno de los Estados Unidos porque fue la primera
revolución triunfante en esta región tan importante para sus intereses estratégicos
imperiales. El 27 de abril de 1978 un movimiento encabezado por el Partido
Democrático Popular de Afganistán con el apoyo de las fuerzas armadas y de una
inmensa mayoría del pueblo, ponía fin a un gobierno decadente, represor y
atrasado, en un que con tres mil años de antigüedad nadie sabía en qué punto
del mapa estaba ubicado. Esta revolución puso en el orden del día la
importantísima tarea de realizar profundas transformaciones sociales, políticas
y económicas para esta nación de 15,6 millones de habitantes que tenía por
aquellos años y que implicaba impulsar una amplia reforma agraria con el fin de
terminar con un sistema feudal de propiedad de la tierra, suprimir el
analfabetismo que afectaba al 90% de la población, luchar por la unidad nacional
entre las distintas tribus y grupos étnicos que formaban parte del país,
avanzar en cambios estructurales en la economía basado en una agresiva política
estatal para el desarrollo nacional, generando nuevos empleos y dando vida a la
participación del pueblo en los asuntos del gobierno y donde por primera vez la
mujer tuvo acceso al trabajo y a la educación, siendo ellas una de las
principales fuerzas motrices de esta revolución gloriosa. El PDPA fue un
partido comunista que tenía una fuerte incidencia en la vida política del país
y estaba arraigado plenamente en las masas obreras y campesinas. Este fue el
carácter que asumió la revolución de abril que inmediatamente provocó la alarma
en los sectores más imperialistas de los Estados Unidos porque venían que usa
de sus piezas claves en el complicado ajedrez estratégico del continente
asiático se le iba de su control. La Revolución afgana fue un acontecimiento
realizado por los propios afganos, sin intervención de ninguna potencia
extranjera en los asuntos internos porque las causas que estallaron en
estuvieron relacionados con el asesinato del dirigente más importante y popular
del país y con el intento de destruir al partido. El gobierno de la dictadura
de Daud no imaginó la respuesta masiva del pueblo en su contra que derivó en su
derrocamiento, fusilamiento y la instauración de un gobierno revolucionario que
sorprendió tanto a los soviéticos como a los
norteamericanos, quienes no pudieron advertir el rumbo de los acontecimientos.
Claro está que una revolución antiimperialista, no fue del agrado del gobierno
de los Estados Unidos quien desde el primer instante inició la llamada
Operación Ciclón para el financiamiento, adiestramiento, preparación y el
pertrechamiento de todo tipo de armas para derribar el nuevo gobierno
instalado. Fue una operación que contó con la ayuda de los servicios de
Pakistán cuya frontera con Afganistán se convirtió en campamentos de la
contrarrevolución, el tráfico de armas y del dinero para las formaciones de la
guerrilla reclutadas de Arabia Saudita, Omás, Qatar y de las regiones
musulmanas soviéticas de Chechenia y Uiguria, de donde nació la yidhad
islámica.
Con Pakistán,
el gobierno de Carter con su supuesta defensa de los derechos humanos, abandonó
sus críticas a esta dictadura para concederle un préstamo de 400 millones de
dólares para sostener la guerra encubierta contra la revolución afgana. Al
mismo tiempo, los Estados Unidos contaron con el apoyo del Reino Unido ya con
Margaret Thatcher en el gobierno, con la Francia del “socialista” Francois
Mitterando y con la República Popular China que envió casi 1000 militares a
apoyar a las fuerzas contrarrevolucionarias. Todos estos países lanzados contra
la Unión Soviética en el campo de batalla de Afganistán cada una defendiendo
sus propios intereses, con el intento de producirle a la URSS un desastre
militar y político. Esta constelación de diversas naciones constituyó la
alianza que provocó a la URSS meterse con su ejército en Afganistán y que sería
una de las causas que la llevaron a su desaparición política, jurídica y
geográfica.
Como se puede
observar, la guerra en Afganistán la inicia Estados Unidos con su método de
imperialismo solapado, como lo definía el profesor Chalmers Johnson en
Blowback, con un doble propósito: derrocar el gobierno revolucionario de Nur
Mohammed Taraki que estaba embarcado en una serie de reformas económicas y
sociales jamás vista en su país y llevar a la URSS al conflicto afgano porque
estaba unido a la nación asiática por el tratado de amistad de diciembre de
1978 y los soviéticos iban a cumplir con su palabra de intervenir en caso
necesario.
La crisis en Afganistán y la
intervención impulsada por el imperialismo estadounidense en los asuntos
internos de este enigmático país y de cuya existencia muy pocos conocían y
sabían dónde estaba ubicado en el mapa, no comienza con la entrada de las
tropas soviéticas en diciembre de 1979.
El
imperialismo creó todas las condiciones para obligar a la URSS a tomar el
camino de la intervención militar desde seis meses antes cuando el presidente
Jimmy Carter firma con fecha 3 de julio de 1979 la directiva para prestar ayuda
a los enemigos del gobierno de Taraki. ¿A qué supremos intereses podría afectar
las transformaciones que estaba realizando el Partido Democrático Popular de
Afganistán (PDPA) que solamente tenía en el plano internacional, el apoyo de la
Unión Soviética? ¿Desde cuándo un país de las características de Afganistán
podía siquiera amenazar o poner en peligro la seguridad nacional de los Estados
Unidos estando a más de 10 mil kilómetros de distancia? Absolutamente nada. Lo
mismo sucedería con el fascista sucesor de Carter en la presidencia, Ronald
Reagan que vomitaba un odio visceral al gobierno sandinista de Nicaragua
también devastado por la guerra de liberación, diciendo que la victoriosa
revolución nicaragüense representaba también una amenaza a los Estados Unidos y
decidieron minar todos los puertos del país centroamericano.
Esta es la política tradicional
del gobierno permanente en los Estados Unidos quien no importando qué personaje
está sentado en la Casa Blanca, toda la política exterior del imperio debe dirigirse
a impedir la instalación de gobiernos no proclives a los intereses de
Washington.
Todo esto conformó una alianza
con intereses entrelazados y entrecruzados que llevó a la Unión Soviético a
cruzar el “Rubicón”.
La
intervención soviética iniciada el 27 de diciembre de 1979 con un contingente
militar de 100 mil hombres, además de las condenas de todos los países
occidentales, Japón, Australia, Nueva Zelandia y los gobiernos de países
asiáticos, suscitó controversias, polémicas y fuertes desacuerdos y profundos
debates en los partidos comunistas europeos como el italiano y el español que
no respaldaron la acción soviética sino que la condenaron lisa y llana. Para
los soviéticos significó la primera intervención en una nación que no
pertenecía al Tratado de Varsovia y visto desde una óptica geopolítica para
muchos analistas fue interpretado como un claro intento de expansión
territorial para ganar espacio en una región clave intermedia entre Asia y
Medio Oriente, con proyección al océano Índico.
Si se trata de
dilucidar quién entró primero en Afganistán, no cabe duda que la estrategia del
imperialismo que tenía por objetivo de destruir a la Revolución de Abril de
1978, fue llevada a cabo con toda decisión por el gobierno de Carter a través
de sus instituciones tradicionales especializadas en sabotaje, espionaje y
derrocamiento de gobiernos. Y no lo hicieron con sus propias fuerzas militares
de intervención sino utilizando a las organizaciones opositoras al gobierno
revolucionario y reclutando contingentes de países árabes y de regiones
islamistas de la misma URSS como los grupos extremistas chechenos, eternos
enemigos de Rusia desde época de los zares.
La disputa por
Afganistán constituyó de uno de los enfrentamiento más graves de la guerra fría
y el hecho de que la geografía afgana nos presenta como un país montañoso con
cordilleras de altas cumbres que en promedio están en los 6.400 metros de
altura, con zonas áridas y desérticas, la riqueza inmensa de su suelo sin
explotar fue causa de los intereses detrás de los cuales se desató una de las
guerras más prolongadas del siglo XX. En ese intrincado país, básicamente
agrario y pastoril, extremadamente atrasado, posee incalculables riquezas
naturales que no han sido puestas para desarrollar al país, ya que posee grandes yacimientos de gas
natural, estimados en unos 1.700 millones de metros cúbicos, de depósitos de
hierro y cobre calculados en 2.000 y 3.500 millones de toneladas,
respectivamente. Asimismo, cuenta con reservas de petróleo, cromo, berilio,
plomo, zinc, bauxita, litio, uranio, carbón, tantalio y barita.
Para la
opinión pública mundial la entrada soviética en los asuntos afganos implicó una
modificación substancial en las esferas de influencia entre las llamadas “superpotencias”
que se habrían abalanzado sobre el territorio afgano con miras a la obtención
de estos cuantiosos recursos tan apreciados. Este análisis desde el punto
de vista de Occidente, es decir, para
los enemigos de los soviéticos, significó que la Unión Soviética se comportó
como un país agresor e invasor del mismo modo con que los Estados Unidos
invadía y saqueaba los países de América Central durante los primeros 30 años
del siglo XX.
El escándalo
propagandístico desatado por los Estados Unidos, llevó a su diplomacia a
moverse con inusitada rapidez para condenar la acción soviética. Y ahí apareció
Mr. Carter pronunciando su discurso donde consideraba que este hecho “el más
paso más peligroso contra el mantenimiento de la paz en el mundo desde que se
terminó la segunda guerra mundial”. Eso le permitió que en la Asamblea General
de las Naciones Unidas, 111 países votaran por la inmediata salida de las
tropas rusas a las que calificaron de flagrante invasión. En la votación
realizada el 14 de enero de 1980 por la Asamblea de las Naciones Unidas, unos 104
países votaron en contra de la decisión soviética de “invadir” Afganistán. Por
su parte, la Conferencia Islámica de Ministros de Asuntos exteriores en su
reunión del 29 de enero. Semanas después, el 14 de febrero se da a conocer la
condena y rechazo de la “invasión” por parte de la Comisión de Derechos Humanos
de las Naciones Unidas. También los ministros de Asuntos Exteriores de la
Comunidad Europea y la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (Asean) el 7
de marzo hicieron declaraciones condenatorias del accionar soviético. Otras
instancias que se manifestaron en contra de la Unión Soviética, fueron el
Consejo de la Unión Interparlamentaria con fecha 12 de abril. Nadie creyó a los
soviéticos que su entrada fue como consecuencia de reiterados pedidos de su
parte afgana en función del Tratado de Amistad que unía a los dos países para
sofocar los intentos contrarrevolucionarios de fuerzas exteriores alimentados
por los Estados Unidos. Los únicos que apoyaron a los soviéticos fueron sus
aliados naturales del tratado de Varsovia, diversos partidos comunistas del
mundo.
3) En el Medio Oriente
La estrategia
de la diplomacia de los Estados Unidos en Medio Oriente tuvo como eje central
mantener y sostener a su principal aliado en esta región convulsiva que es y
sigue siendo el Estado de Israel. Tres hechos notables se producen durante la
presidencia de Jimmy Carter que provocaron un verdadero cataclismo en la
configuración política israelí y con consecuencias graves para los vecinos
árabes. En primer lugar, en mayo de 1977 tienen lugar las elecciones
parlamentarias que catapultan al partido Likud a tomar las riendas políticas
del gobierno. En segundo lugar, en marzo de 1978 se produce la primera guerra
de Beguin cuando fuerzas israelíes invaden el sur del Líbano en la operación
Litani y en 1979 se produce el hecho más trascendente de su presidencia cuando
Egipto e Israel, dos feroces enemigos se reconcilian firmando un acuerdo de Paz
entre ellos bajo la mediación de los Estados Unidos. Esta paz desató las furias
más enardecidas entre los países árabes al calificar la decisión del presidente
egipcio Anual El Sadat de firmar con Israel, como una traición imperdonable que
pagaría con su vida en octubre de 1981.
3.1) Las relaciones con Israel y el tratado de Camp David
La presidencia
de Jimmy Carter coincide con la llegada de la ultraderecha al poder en Israel
por primera vez desde su creación en 1948. La elección de un representante de
la extrema derecha que proclamaba abiertamente la represión lisa y llana a
todos los palestinos, fue un cataclismo político que sorprendió a propios y
extraños ya que el nuevo premier elegido, era un hombre que venía de perder
varias elecciones y nadie esperaba que el Partido Laborista pudiera perder un
comicio. El problema es que el partido del fundador del Estado de Israel David
Ben Gurión, venía sacudido de varios escándalos de corrupción que dañaron la
imagen de la organización a la luz de la opinión pública y el pueblo decidió
esta vez cambiar de rumbo, castigando duramente a sus principales referentes.
Recordemos que el gobierno de Isaac Rabin había surgido tras la renuncia de
Golda Meir en 1974 y siguió la política de sus predecesores en referencia al
conflicto árabe-israelí, base de la crisis de Medio Oriente, para quien solo
cabía un lugar para encontrarse con la Organización para la Liberación
Palestina y ese era el campo de batalla. Esta palabras de Rabin fueron
pronunciadas cuando la OLP fue reconocida por los países árabes y por las
Naciones Unidas como el único representante del pueblo palestino. El verdadero
problema de la región lo constituye en sentido estricto el problema de los
palestinos que viven hacinados y en condiciones paupérrimas y sometidos a la
explotación y bombardeo incesante de las fuerzas de defensa israelíes.
Una pieza
fundamental que tiene un lugar destacado en la política estadounidense en esta
región del mundo, es el estado de Israel que se ha convertido en el principal
socio y aliado estratégico en el Medio Oriente. Gozando de una preferencia y un
privilegio que pocos países pueden darse con los Estados Unidos, Israel recibe
millones de dólares anuales del imperio para su supervivencia como nación
rodeada de estados árabes que en aquellos años proclamaban su destrucción. Esta
ayuda militar, económica y financiera, es utilizada por el Estado de Israel no
solo para su defensa sino en sus continuas agresiones a sus vecino, so pretexto
de recibir ataques de éstos. Es en este marco de crisis social, económica,
política, militar e ideológica es que llega al poder Menajem Begin inaugurando
una nueva era en la política interior y exterior del Estado de Israel, gracias
a la alianza que forjó con su movimiento Herut, el Likud, el Partido Libertad y
el Leam.
Su política
exterior quedó bien evidenciada cuando declaró en febrero de 1979 su total
oposición a la creación de un estado palestino, defendiendo con el uso de la
fuerza militar y policial los asentamientos judíos en los territorios ocupados
tras la guerra de 1967.
El tratado de Camp David en 1979
no trajo ninguna solución al principal
problema del Medio Oriente: la ocupación de los territorios palestinos por
Israel. En ese contexto el premier Menajem Beguin había declarado el 23/3/79:
"Haré todo lo posible para evitar la creación de un estado
palestino". Lógicamente, EE.UU. lo ayudó. El acuerdo sólo consiguió la paz
por separado entre Egipto e Israel y que desató la furia de muchos países
árabes que vieron el viraje político de Anuar El Sadat como un acto de traición
hacia sus aliados y especialmente hacia el pueblo palestino. Carter se negó a
entablar conversaciones con los líderes palestinos y no hizo nada cuando
Israel, violando los acuerdos de Camp David, empezó a instalar asentamientos
para ciudadanos israelíes en los territorios ocupados desde 1967. Al firmar
esta paz por separado con Israel, Egipto dejó de ser el país abanderado de la
lucha de los pueblos árabes por su liberación, independencia y soberanía para
asumir el papel de aliado de Israel y los Estados Unidos en la región lo cual
le permitió al primer tener una carta blanca para lanzarse a la ofensiva contra
la Organización para la Liberación Palestina, seguir manteniendo los
territorios ocupados tras la guerra de 1967 y sólo devolver a Egipto la
península del Sinaí. Al firmar la paz con Egipto, Israel cambió su estrategia
ofensiva apuntando al El Líbano, Cisjordania y la castigada Franja de Gaza.
Para Israel y
Egipto fue una paz mutuamente beneficiosa porque puso fin a treinta años de
guerras prolongadas y continuas. Esa fue la esencia de este tratado y que dejó
sin resolver el problema del pueblo palestino. Por eso fue rechazado por los
países árabes y ahí está el origen del atentado que terminó con la vida del
presidente egipcio Anual El Sadat en octubre de 1981 durante el desfile militar
conmemorativo del inicio de la guerra de Yom Kippur de 1973.
3.2) El problema del pueblo palestino
La presidencia
de Carter se caracterizó por meterse de plano en Medio Oriente para mediar en
la solución de los problemas en la región, pero se concentró en resolver las
relaciones entre Israel y Egipto postergando para la eternidad la situación del
pueblo de Palestina que siguió encadenado en la Franja de Gaza y en Cisjordania
y bajo la constante ocupación y vigilancia israelí.
Bajo el
gobierno conservador del Likud, Israel la política de asentamientos en los
territorios ocupados se caracterizaron por lograr su consolidación y fortalecimiento
y al mismo tiempo de acelerar su ritmo de creación, no solo por las que ya se
habían establecido durante el gobierno laborista, sino que la nueva
administración avanzó en nuevos sectores como la Ribera Occidental, las laderas
occidentales de las colinas de Jerusalén y en los alrededores de ciudad
palestinas como Ramallah (donde vivió Yasser Arafat), Nablus y Jenín. Esta
política de asentamientos no solo fue alentada por el gobierno sino que también
participaron de ella grupos privados
como el Gush Emunim que se implantaron en campamentos del Ejército israelí. A
ellos se agregan el Plan Drobles, presentado como el “Plan Maestro” por uno de
los directores del departamento de Asentamientos Rurales de la Organización
sionista, Matityahu Drobles, con el fin de intensificar drásticamente el
proceso de creación de asentamientos y consolidar los existentes, con el objeto
de convertir dichas tierras en “zonas homogéneas de asentamiento”
Todas
las políticas de asentamientos significaron en resumidas cuentas, la expulsión
de los palestinos de los territorios que les fueron adjudicados por la
partición del 29 de noviembre de 1947 y su anexión por el estado de Israel,
política que el historiador israelí Ian Pappe denomina “la limpieza étnica del
pueblo palestino” y que con el curso de los años se transformó en un peligroso
foco de tirantez internacional por las guerras sucesivas que se desencadenaron.
Como
consecuencia de todas estas guerras, hacia 1978, dentro de los territorios que
corresponde a Palestina (Cisjordania y la franja de Gaza) y al Estado de
Israel, sólo vivían el 40% de todos los palestinos. El 60% debió asentarse en
los países limítrofes de la región y otros en diversos países del mundo. Gran
parte de los refugiados se instalaron en los campamentos organizados por la
UNRWA (Agencia Mesoriental de las Naciones Unidas para ayudar a los refugiados
palestinos), una dependencia creada por la resolución de la ONU el 8 de
diciembre de 1949. Dichos campamentos estaban en una situación calamitosa porque
la cantidad de personas que ahí vivían triplicaban las capacidades de albergue,
por lo tanto, el hacinamiento, la escasez de productos alimentarios, la falta
de servicios sanitarios básicos y la existencia de viviendas muy precarias,
fueron la fuente de epidemias periódicas, de un elevado nivel de mortalidad,
especialmente entre los niños. Este cuadro se dio en casi todos los campamentos
tanto en Siria, el Líbano o en Jordania. Dos de los problemas más acuciantes de
la población palestina en los refugios eran la falta de educación y el alto
desempleo. Este último tenía cifras alarmantes: entre la población de 15 a 19
años, la tasa de desocupación era del 76%, y del 56% entre el de 25 a 29 años. El problema del
pueblo palestino se reduce a que su población vive en el exilio. Y de acuerdo a
los siguientes datos para 1978 el panorama se presentaba de esta manera:
Cuadro I: Cuantía numérica y ubicación geográfica del pueblo árabe
de Palestina
Fuente: Revista Internacional.
Problemas de la Paz y el Socialismo, Nº 2 (258), Febrero de 1980, página 94.
Como puede apreciarse en el
cuadro I, el aumento de la población palestina exiliada aumentó entre 1970 y
1978 en 857.000 personas (casi un 275). Donde más aumentó el número de
palestinos que abandonaron la región fue el Líbano con 200.000 (100%). En este
cuadro no se toma en cuenta las pequeñas colonias palestinas residentes en
otros países porque la fuente tomada no los indica sino que los menciona. Por
todo ello, es que la situación del pueblo palestino constituye un caso de ser
un pueblo en el exilio.
3.3) La invasión Israelí a El Líbano: Operación Litani
Como parte de la estrategia del
gobierno de Jimmy Carter de seguir apoyando la política exterior de Israel, dio
su aprobación a la invasión militar en el sur de El Líbano cuando un
contingente de 25.000 soldados del ejército israelí inició las acciones de la
llamada operación Litani con vista a tomar este importantísimo río con el
objetivo de expulsar a las guerrillas palestina que atacaban el norte de Israel
y alejarlas de la frontera. Con esta incursión, Israel implanta una “zona de
seguridad” apoyándose en el Ejército del Sur del Líbano que estaba integrado
por las milicias cristianas maronitas, su principal aliado en ese sector.
4) En América Latina
América Latina atravesaba un
momento particular cuando Jimmy Carter asume la presidencia de los Estados
Unidos el 20 de enero de 1977 con la que tuvo que lidiar con resultados muy
pobres en todos los aspectos.
El Cono Sur es una pieza de
tremenda importancia dentro de los planes globales del imperialismo por las
inmensas riquezas que tiene la región, por su ubicación estratégica con
relación a las comunicaciones marítimas a través del pasaje de Drake para
llegar a la Antártida y que asegura la navegación entre los océanos Atlántico y
Pacífico, de cara hacia el cabo de Buena Esperanza en la ruta vital hacia el
Indico y Asia y dada su aproximación por la latitud con África, se diseñaron
planes para integrar estas regiones bajo un pacto militar comandado por los
Estados Unidos.
En primer lugar, como ya lo
dijimos, en la mayoría de los países estaban instalados criminales dictaduras
militares que los estadounidenses supieron imponer y sostener en el poder para
que realicen el trabajo sucio del ajuste de cuentas con la clase obrera, los
campesinos, los estudiantes y todos los movimientos sociales y revolucionarios que
eran peligrosas fuerzas motrices en la lucha por la revolución socialista en la
región.
En segundo lugar, América Central
era un polvorín revolucionario que no había podido ser liquidado por las
oligarquías terratenientes de esos países, ni por las Fuerzas Armadas que contaban con asesoramiento de cuadros
militares de los Estados Unidos. Nicaragua con el Frente Sandinista de
Liberación Nacional mantenía una guerra sin cuartel contra la dictadura de
Anastasio Somoza a la que terminó derrotando y obligando a Somoza a huir a
Miami, semana ; en Guatemala la situación de extrema pobreza, especialmente en
los sectores indígenas donde la acción represiva de las fuerzas armadas
guatemaltecas fueron de atroz salvajismo por el genocidio causado, y el
mantenimiento desde 1954 de dictaduras militares tras la invasión de los
Estados Unidos que destruyó la experiencia reformista de Jacobo Arbenz. Esta
situación dio origen a la formación de grupos guerrilleros con un alto grado de
organización y con una fuerte presencia en los sectores más vulnerables del
país, que combatían desde hace décadas a los diferentes gobiernos instaladas
por los marines yankis; en El Salvador se estaban dando las condiciones para el
inicio de la lucha armada por parte de los partidos de izquierda dada la
violenta represión de estos gobiernos, ausencia de democracia, la falta de
libertades y junto a la terrible crisis económica, política y social con un
pueblo empobrecido, explotado y asqueado, no dejaba otra opción que el camino
de las armas para terminar con este régimen tan asesino y verdugo de su propio
pueblo. La respuesta fue la creación del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional
como fuerza militar del pueblo a cuya formación participaron cinco fuerzas
importante de la izquierda salvadoreña con gran peso en los sectores obreros y
campesinos del país: Partido Comunista de El Salvador (PCS), las Fuerzas
Populares de Liberación “Farabundo Martí” (FPL), el Ejército Revolucionario del
Pueblo (ERP), la Resistencia Nacional (RN) y el Partido Revolucionario de los
Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y el Frente Democrático Revolucionario,
como el brazo político de la primera.
En tercer lugar, el problema del
canal de Panamá fue una cuestión de la política exterior de Carter para brindar
una nueva imagen en las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina, que
finalmente se resolvió en el primer año de su gobierno con la firma de los acuerdos
denominados Tratados Torrijos-Carter que restituía su soberanía a los panameños
a partir del 1º de enero de 2000, es decir que la soberanía del imperio cesaba
definitivamente el 31 de diciembre de 1999. No fueron negociaciones fáciles para
ambas naciones sobre todo porque la presión de los sectores más imperialistas y
militaristas tanto del Partido Demócrata como del Republicano como así también
del Congreso y las instituciones del poder estadounidense, veían estos acuerdo
como una debilidad de Carter que ponía en peligro de la seguridad nacional de
los Estados Unidos. Siempre el mismo argumento a la hora de decidir el rechazo
a una política que era necesaria para poner fin al neocolonialismo que los
Estados Unidos ejercía en territorio ajeno. Y el clamor del pueblo panameño de
poner fin a tantos años de usurpación de su soberanía, encontró en el General
Omar Torrijos al hombre capaz de colocar la bandera patria de Panamá en la zona
del canal. Los temores del imperialismo era el futuro de la sede del Comando
Sur de los Estados Unidos y su siniestra academia del terror como la Escuela de
las América, centro de formación en la tortura, en los métodos represivos y
contrainsurgente para todo el continente, como consecuencia de la pérdida de su
mandato sobre el canal.
En cuarto lugar, sin tener en
cuenta el orden de importancia, la presencia de dictaduras militares en toda
Sudamérica era un hecho que la presidencia de Carter, lejos de debilitarlas
según mi modesta opinión, fueron fortalecidas ya que mientras dejaba la Casa
Blanca en enero de 1981, en América del Sur seguían gobernando esos regímenes
militares represivos y sin dejaran de secuestrar, torturar y asesinar a cualquier
que se opusiera a ellos. La política de
los derechos humanos fue un completo fracaso en toda la línea. Sino que
expliquen como pueden explicar defender los derechos humanos y apoyar los
escuadrones de la muerte en El Salvador o Guatemala o los siniestros grupos de
tareas de la dictadura argentina que secuestraba de noche y torturaba hasta la
muerte..
En quinto lugar, la diplomacia de
la Administración Carter se presentó en la XVII reunión consultiva a nivel de
Cancilleres de los países de la Organización de los Estados Americanos (OEA)
bien llamada por Fidel Castro como el “Ministerio de las Colonias” de los
Estados Unidos, realizada en junio de 1979 en Washington, en la que pusieron a
la orden del día la idea de crear una fuerza de intervención de paz
interamericanas para enviarlas a Nicaragua donde la dictadura de Anastasio
Somoza estaba viviendo sus últimos días y esas fuerzas debía impedir la
victoria del Frente Sandinista. En el marco de dicha reunión, los funcionarios
estadounidenses volvieron a fustigar y a acusar a Cuba por su supuesta
injerencia en América Central y el Caribe e intentaron demostrar que, por las
excelentes relaciones que mantenía con la Unión Soviética en aquellos años,
Cuba podría ser consideraba como fuerzas “extracontinental” con lo cual estaría
en condiciones de recurrir al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca
(TIAR) como pretexto para invadir la isla y derrocar a la Revolución. Los ministros
de relaciones exteriores sabiamente rechazaron los planes de la fuerza
interamericana a Nicaragua, lo cual fue un duro revés para los Estados Unidos
que pensaba que gobiernos de la región casi todos militares y rabiosamente
anticomunistas y anticubanos los acompañarían. Un ejemplo sencillo de la locura
anticomunista de la dictadura argentina relacionada con el marxismo fue
prohibir el estudio de la “cuba electrolítica”.
En ese mismo año tuvo lugar la IX
sesión de la Asamblea General de la OEA realizada en la capital de Bolivia,
donde nuevamente la diplomacia Carter volvió a meter presión con su delirante
idea referente a la “amenaza soviética-cubana” contra el hemisferio occidental.
Bajo este pretexto, típico del lenguaje de la guerra fría, el imperialismo
intensificó su presencia militar en el Caribe como una reacción ante la gran
victoria del Frente Sandinista en Nicaragua. Ante el fracaso de formar una
fuerza multinacional de intervención, los Estados Unidos exigieron que se
refuerce la seguridad “frente a toda injerencia por parte de potencias
extranjeras”. La única potencia extranjera era justamente Estados Unidos que
quería intervenir no con fuerzas propias sino con un contingente colectivo para
que evitar el triunfo de la revolución sandinista. Pero los países
latinoamericanos rechazaron el intervencionismo militarista del imperialismo.
En sexto lugar, la revolución
cubana seguía en pie sosteniendo las banderas del socialismo y su influencia en
el continente no podía ser detenida pese a los denodados esfuerzos del
gobierno, el Pentágono y en particular por la CIA, de derrocar al gobierno
encabezado por Fidel Castro. Una preocupación particularmente importante que
motivó protestas y amenazas por parte del imperialismo, fue la “denuncia” por
la presencia de las tropas cubanas en África, que fueron llamadas para apoyar
las revoluciones de Angola y Mozambique contra los ejércitos racistas sudafricanos.
Para los cubanos se trató del más alto ejemplo de internacionalismo
revolucionario, mientras que para el imperialismo no fue otra que “intervención”
del “expansionismo del peligro comunista en el continente negro”. Pero en esto
hay una sutil diferencia: si la participación cubana es apoyo entre
revolucionarios, las intervenciones imperialistas en el mundo son la más claras
expresión de exportación de la contrarrevolución. Esta presencia en Cuba fue la
causa de un armado propagandístico por el gobierno de los Estados Unidos para
acusar a la isla de intromisión en los asuntos africanos. Nuevamente la
brillantez de Fidel Castro rebatió y refutó los argumentos imperiales que el
Secretario de Estado, Cyrus Vance debió aceptar como ciertos y valederos.
Este era el panorama general en
la que se encontraba América Latina cuando Jimmy Carter asume la presidencia,
una región que históricamente siempre fue hostil a la política de los Estados
Unidos por sus constantes invasiones, apoyo a dictaduras, por la existencia de
multinacionales saqueadoras de las riquezas de los pueblos como fue el caso de
la United Fruit en Guatemala y en El Salvador o la compañías que explotaban el
cobre en Chile, o los consorcios que obtenían fabulosas ganancias con el
petróleo de Ecuador, México y Venezuela. Pero no sólo son estos hechos en
materia económica los que transcienden en las relaciones USA-Latinoamérica,
sino que no deber perderse de vista es que bajo la gestión Carter tomar forma
el sistema de la deuda externa como método para control, dominar y someter a
nuestras naciones sin necesidad de la intervención militar directa. Este
sistema perverso aun perdura porque ninguna nación de latinoamericana repudió
su deuda externa y el hecho de hoy Argentina y Brasil no tengan deudas con el
FMI no implica absolutamente nada que modifique este cuadro de situación de
eternos deudores.
Un aspecto decisivo que marcó a
fuego la situación en América del Sur durante la era Carter, fue la elaboración
y puesta en marcha del temible Plan Cóndor que las dictaduras del Cono Sur implantaron
para coordinar la represión conjunta de todos aquellos llamados “izquierdistas”,
comunistas, marxistas o de ideología similar, por el método del terrorismo de
estado en el marco de la doctrina de la seguridad nacional. El gobierno de los
Estados Unidos estaba al tanto y sabía de la existencia de este plan pero
prefirió mirar para otro lado porque le convenía perfectamente en la lucha
contra el comunismo internacional. Estados Unidos que se jactaba de ser la
democracia más antigua del mundo apoyando dictaduras fascistas parece un
contrasentido y una incongruencia absoluta. Pero para la política de dominación
global en la estrategia del imperialismo no importa cuál es el sistema de
gobierno (república, monarquía, imperio) ni el régimen político (democracia,
dictadura o autocracia). Desde el punto de vista de la política exterior de los
Estados Unidos lo importante consiste en determinar quiénes son los amigos y
los intereses que se defienden. Esta es la clave para entender la posición de los
diversos gobiernos estadounidenses.
Una conclusión final para la política
exterior de Jimmy Carter que fue un fracaso completo, fue que ninguna dictadura
de todas las que apoyó esta Administración fueron derribadas y reemplazada por
gobiernos elegidos democráticamente. Lo que hubo, como el caso de Bolivia,
nuevo golpes de estado que derribaban a la dictadura anterior para suplantar
por otra aun más represiva y sanguinaria.
Algunos hechos puntuales de la
Administración Carter que tuvieron relevancia mundial y gran influencia en
América Latina podemos nombrar los siguientes:
4.1) El triunfo del Frente Sandinista en Nicaragua
Nicaragua fue la cuarta
revolución triunfante que ocurrió bajo el mandato de Jimmy Carter (las
anteriores fueron Afganistán en abril de 1978, Irán en febrero de 1979 y la
isla de Granada en marzo de 1979) que causó una alerta generalizada en las
estructuras del poder estadounidense pues creían seriamente que el mundo se les
iba de las manos. La gran victoria de la revolución sandinista por la vía
armada, con la particularidad de que no participó el partido comunista de ese
país, justamente el triunfo sandinista se da en el lugar menos pensado y
oportuno que fue su mejor protegido patio trasero latinoamericano. El
derrocamiento de la dictadura fascista de Anastasio Somoza fue el resultado de
una larga lucha del pueblo nicaragüense que provocó una gran alegría y
admiración en todo el mundo. Rompió con la doctrina Johnson de la política
exterior de los Estados Unidos de no permitir otra Cuba en el continente
Latinoamericano y a los veinte años de la victoria cubana, el pueblo de
Nicaragua sacude al imperialismo.
Durante su administración el
presidente Jimmy Carter no movió un dedo cuando el criminal Anastasio Somoza
ordenaba los bombardeos a la población civil con aviones de fabricación
norteamericana por que apoyaban, ayudaban y combatían al Frente Sandinista de
Liberación en la terrible lucha que llevó a cabo el pueblo nicaragüense para
terminar con esa dinastía salvaje. Cuando se dio cuenta que el FSLN iba a
derrocar a su más predilecto “hijo de puta” como lo llamó se su momento
Franklin Delano Roosevelt al fundador de esta casta, le retiró todo tipo de
apoyo, del mismo modo que Eisenhower hizo con el dictador cubano Fulgencio
Batista en diciembre de 1958 cuando era inevitable la victoria del ejército
Rebelde encabezado por Fidel Castro. En realidad, esta suspensión de la ayuda
militar a esta execrable dictadura tuvo como motivo el asesinato de un
periodista norteamericano a manos de la guardia nacional. En cambio por los 20
mil nicaragüenses asesinado por el ejército de Somoza con las armadas que le
proveía el gobierno norteamericano poco y nada le importó. Sin embargo, un mes
antes de que triunfara la revolución nicaragüense intentó a través de la OEA,
crear y enviar a una fuerza conjunta con
elementos de los ejércitos latinoamericanos para intervenir e impedir con todos
los medios disponibles que el FSLN tomara el poder. La fuerte negativa de los
países Latinoamericanos frustró esta descabellada maniobra y eso que la mayoría
de los países latinoamericanos estaban gobernados por dictaduras militares que
seguían las reglas de Washington. Lo que sí permitió es que el derrocado
dictador Somoza se exilie en Miami, que si el mapa no está equivocado queda en
la península de Florida en territorio estadounidense, robándose los restos que
quedaban del Tesoro nacional en su fuga nocturna. De esa forma, logró evadir el
merecido castigo que la justicia histórica nicaragüense le iba a propinar.
Apenas fue derrocado el régimen
somocista, con los restos dispersos de la derrotada Guardia Nacional y del
ejército, comenzó la reorganización de las fuerzas de la antigua dictadura que constituyeron los
tristemente célebres “Contras” con ayuda de la CIA que las financió y pretrechó
de armamento para combatir al triunfante Frente Sandinista de Liberación
Nacional. A partir de 1980, ya estaban en condiciones de operar bajo la
denominación de Fuerza Democrática Nicaragüense, bajo la conducción del traidor
Edén Pastora que se pasó a las filas del enemigo contrarrevolución. De ahí el
nombre con el que fueron denominados por el pueblo. Ahí está nuevamente, la
gran política de promoción de derechos humanos de Carter, justificando la
creación de una banda de criminales que aplicaron métodos criminales para
sabotear y destruir a la Nicaragua sandinista. Varios de los comandantes de los
Contras, fueron oficiales de la Guardia Nacional reclutados por la CIA y que la
administración Carter ordenó sacarlos del país. De ese modo, Honduras –país
fronterizo con Nicaragua y también bajo dictadura militar- fue la base de
entrenamiento y rampa de lanzamiento de las invasiones contrarrevolucionarias
que atacaban objetivos económicos para perjudicar la reconstrucción pacífica de
una nación destrozada.
4.2) El inicio de la guerra civil en El Salvador
La guerra civil en El Salvador,
un pequeño país centroamericano y ejemplo clásica de la llamadas Repúblicas
Bananeras, fue otro dolor de cabeza para la política de derechos humanos de
Jimmy Carter que terminó con un baño de sangre gigantesco a partir del golpe militar
dado el 15 de octubre de 1979 que lo único que hizo fue exacerbar la crisis
política, económica y social, llevando a las fuerzas de resistencia a la nueva
dictadura apoyada por el gobierno estadounidense, a adoptar la única salida que
le quedaba al pueblo salvadoreño que no era otro que el camino de las armas. El
general César Humberto Romero tomó el mando político y militar del Estado y
contando con el apoyo de la terrorífica oligarquía, de las cámaras empresarias,
del aparato represivo encarnado en la Guardia Nacional, lanzó un plan criminal
contra el pueblo salvadoreño gracias al beneplácito de la Casa Blanca que
nuevamente tiró a la basura los derechos humanos, mientras masacraban a la
población campesina y pobre. Para cumplir con este plan genocida lo puso al
frente a un tristemente célebre verdugo y asesino serial como fue el coronel
Roberto D’aubiusson, una bestia formada especializado en métodos criminales,
torturas, asesinatos masivos, junto a sus escuadrones de la muerte sembró el
terror en todo el país. Romero bajo la tutela de la doctrina de la seguridad
nacional, creó para El Salvador, la “ley de defensa y garantía del orden
público”, un engendro para sostener el terrorismo de estado, pues de eso se
trata cuando las dictaduras hablan de “defender el orden público”.
La creación del Frente Farabundo
Martí de Liberación Nacional por las agrupaciones revolucionarias de la
izquierda salvadoreña, desplegaron un combate sin cuartel contra el ejército
profesional, bajo la inspiración de la ideología marxista-leninista con el fin
de derrocar a la dictadura y a los gobiernos que les sucedieron, para la toma
del poder y construir una nueva nación. El Salvador tenía una población
inmensamente campesina muy pobre que era víctima permanente del aparato represivo
del gobierno, quienes con el golpe de estado de 1979 y bajo el amparo, ayuda y
apoyo del gobierno de los Estados Unidos con cuyas armas asesinaban al pueblo,
envió miles de consejeros militares al país para protegía los intereses del
estado y de las empresas exportadoras estadounidenses. Pero no solamente,
Estados Unidos emviaba armas a la dictadura genocida salvadoreña. El estado de
Israel, siempre tan democrático como propalan sus principales dirigentes, en
realidad fue el mayor proveedor de armas a El Salvador porque vendía el 83% del
armamento con que masacraban a la población campesina.
Uno de los hechos más
escandalosos con repercusión internacional fue el asesinato del arzobispo de El
Salvador, Monesñor Oscar Arnulfo Romero y Galdamez el 24 de marzo de 1980 durante
una homilía y delante de todos sus feligreses que venía en este luchador
incansable en la garantía que su voz podía ser escuchada para terminar con
tanta miseria y pobreza en el país. Su muerte formó parte de la sangrienta ola
represiva y criminal de la dictadura gobernante con fachada democrática a cuyo
frente estaba justamente un democristiano como Napoleón Duarte que avalaba con
sus escuadrones de la muerte las matanzas que no distinguía a sus víctimas.
Este queridísimo obispo del pueblo se había manifestado reiteradamente contra
la sangrienta agresión que sufría los salvadoreños y pidió el fin de los
asesinatos masivos. El presidente Duarte evidentemente, de cristiano no tenía
nada. Para colmo de males de Monseñor Romero vale la pena recordar que en su
entrevista con el Papa Juan Pablo II declaró que nunca atendió sus reclamos;
que no escuchaba lo que le decía y tras la reunión, el mismo Romero declaraba
que salió llorando ante tanta indiferencia de quien con el poder e influencia
que tiene, un pedido del propio Papa podría haber evitado tanto derramamiento
de sangre en El Salvador.
En una homilía pronunciada un día
antes de su crimen se expresaba de esta manera:
“Yo quisiera hacer un
llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a
las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos,
son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una
orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice:
"No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra
la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que
recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden
del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios,
de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta
abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las
reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este
sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos,
les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión.” Al
día siguiente, su voz calló para siempre.
En ese mismo año el 2 de
diciembre miembros de la Guardia Nacional de El Salvador detuvieron a cuatro
religiosas que habían abandonado el Aeropuerto Internacional de Comalapa, las
monjas Ita Ford, Maura Clarke, Dorothy Kazel y la misionera Laica Jean Donovan,
las mismas fueron conducidas a un lugar aislado, para más tarde ser asesinadas
con armas de fuego después de ser
violadas. Este horrendo crimen hizo
comprender a la opinión pública de los Estados Unidos la clase de gobierno bestial
que el demócrata Jimmy Carter apoyaba en la lucha contra el comunismo
cubano-soviético en la región.
La Junta Militar instaurada en octubre de 1979 con el respaldo
total de los Estados Unidos, solo en los primeros nueve meses de 1980 asesinó a
6.000 salvadoreños utilizando destacamentos punitivos del ejército que contaron
con el asesoramiento de militares estadounidenses expertos en contrainsurgencia
y para beneficio de la poderosa oligarquía terrateniente formada por unas 14
familias que las dueñas del país
4.3) El tratado Torrijos-Carter sobre el canal de Panamá
La firma en 1977 de los acuerdos
Torrijos – Carter que determinó la restitución de la soberanía a Panamá del
canal interoceánico y el traslado del comando Sur a otra región, lo cual
implicaba el retiro de la presencia militar de los Estados Unidos en América
Central. Fue quizás el logro más importante de la presidencia de Carter hacia
América Latina pero la propaganda se lo atribuye más a él que al propio pueblo
panameño que luchó desde su nacimiento por obtener la plena soberanía del Canal
de Panamá. Es bien sabido que Carter tuvo que enfrentarse con un Congreso
opositor y con fuerzas terriblemente en contra de devolver a Panamá el canal.
Así fue que la votación del Congreso para ratificar el tratado fue durísimo y
con debates acalorados y que terminó con la victoria de la postura de los
partidarios de Jimmy Carter. Para los grupos más opositores al Tratado, éste
implicaba un debilitamiento de las posiciones dominantes de los Estados Unidos
porque implicaba la renuncia a una región estratégica no solo por el canal sino
por las 14 bases militares que estaban obligados a levantar ya que era
territorio panameño regresaba a la soberanía de sus verdaderos dueños.
Habría que profundizar con nuevos
estudios si la pérdida del canal de Panamá prevista en dichos acuerdos para
finales de 1999, tiene que ver con la necesidad de que Gran Bretaña conserve
bajo su dominio las islas Malvinas por su posición estratégica cerca del cabo
de Hornos como alternativa ante su posible cierre del canal de Panamá dado que
en 1977 gobernaba ahí un fuerte gobierno nacionalista antiimperialista y con
buenas relaciones con Cuba. En 1980 aparece el documento “Plan para el Océano
Libre” (Free Ocean Plan) elaborado por el Consejo Nacional de Seguridad en
enero de 1980 donde afirmaba que: “Aun cuando EE.UU. pueda contar con un apoyo
efectivo y duradero de la Unión Sudafricana y de Chile, y eventualmente de la
Argentina, que facilite la ejecución de sus planes para el extremo sur de los
tres océanos, es indispensable contar con el apoyo de Gran Bretaña … Este debe
ser nuestra principal aliada en el área, no sólo porque todavía ocupa diversas
islas en el Atlántico Sur que, en caso necesidad, podrían convertirse en bases
aeronavales, de acuerdo al modelo de Diego García en el Océano Indico, o en
punto de apoyo logístico, como la isla de Ascensión (en el Atlántico entre
América y África), las Islas Tristán da Cunha (al oeste del Cabo Buena
Esperanza), Georgias, Sándwich del Sur y Falkland podrían servir de enlace
entre las islas del Príncipe Eduardo (Canadá) y el Cabo de Hornos. Gran Bretaña
deber ser alentada a mantener aquellas islas bajo su soberanía ante cualquier
circunstancia, incluso en las islas que Argentina reivindica para sí, como las
Falkland, Sandwich y Georgias del Sur. Debe persuadirse a Gran Bretaña de que
su permanencia en las Falkland será de gran importancia estratégica para la
seguridad del mundo libre”.
Fíjense el contenido de este texto que fue sin dudas profético. El apoyo
de los Estados Unidos a Gran Bretaña en la guerra de Malvinas de abril y junio
de 1982 vino a corroborar lo que afirmaba dicho documento. Y no sólo fue una
cuestión de alianza entre los dos imperios criminales de Occidente sino que
habría que considerar seriamente que tal apoyo fue la revancha, la venganza y
el castigo que Estados Unidos le dio a la dictadura argentina por atreverse en
enero de 1980 a no aceptar el embargo cerealero decretado por Carter por la
entrada de tropas soviéticas a Afganistán y seguir haciendo negocios con la
URSS.
4.4) El plan para la
creación de la Organización del Tratado del Atlántico Sur (OTAS)
El Pentágono y el Departamento de Estado diseñó un plan para unificar las
políticas de defensa y de seguridad hemisférica que se conoció como la
Organización del Atlántico Sur (OTAS) a la que se unirían Sudáfrica e Israel
(este último país que nada tiene que ver geográficamente con América Latina, sí
tenía fuertes vínculos con el gobierno segregacionista y racista sudafricano en
materia de cooperación militar y nuclear). En el marco de esta iniciativa y
otras como ser la participación de los ejércitos latinoamericanos en los
ejercicios navales conjuntos bajo el mando de los Estados Unidos, visitaron la
Argentina altos jefes militares norteamericanos como Edward Meyer y Wallace
Nutting quienes evaluaron las posibilidades que tenía la región para establecer
bases militares de los Estados Unidos y al mismo tiempo impulsar la creación de
un Frente Antimarxista entre las fuerzas armadas del Cono Sur con el objeto de
reprimir cualquier manifestación de cambio social, de modo tal que sigan
sujetas a las condiciones fijadas por el Tratado de Río de Janeiro de 1947 que
impuso el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) donde las
Fuerzas Armadas de América Latina debían ser las defensoras a ultranza de los
intereses políticos y económicos de los latifundios y monopolios nativos y sus
clases dominantes.
Otros ilustres jefes militares de alto rango que visitaron la Argentina
para coordinar este proyecto fueron el general de Ejército Daniel Graham quien
en junio de 1980 dio su visto bueno para la concreción de esta alianza. El
interés que mostró el gobierno racista de Sudáfrica era porque estaba en serios
problemas en la guerra contra los movimientos de liberación en Angola y
Mozambique quienes en 1975 habían logrado la conquista del poder tras la salida
de los portugueses a raíz de la
revolución de los claveles de 1974. En julio de 1980 visita la Argentina en medio
de fuertes presiones y planteos a la dictadura, el secretario de Marina de los
Estados Unidos, Edward Hidalgo quien hizo saber a los militares argentinos de
la necesidad de integrarse a un bloque con Sudáfrica en el marco de la lucha
mundial contra el comunismo. A eso apuntaba la OTAS. También fueron enviados a
la Argentina para mantener conversaciones con la dictadura por orden del
presidente Carter, el subsecretario de Estado, Terence Todman y el general
Andrew Goospaster sobre los asuntos bilaterales,.
Por su parte, el mismo Carter, visitaba Brasil que gobernaba una
dictadura desde 1964 con el fin de convencerlos para el proyecto de la OTAS,
tema en el que los brasileños manifestaron su fuerte oposición.
El antecedente más lejano de una OTAS fue una idea impulsada por el
Secretario de Estado del Presidente Harry Truman, el señor John Foster Dulles,
durante la guerra de Corea y finalmente fue propuesto el 15 de mayo de 1957 en
la reunión especialmente convocada por la Junta Interamericana de Defensa realizada
en Buenos Aires bajo la dictadura fusiladora que derrocó a Juan Domingo Perón
en 1955. Dicha reunión presidida por el General Sheppherd terminó en un fracaso
y diez años más tarde fue retomada la idea de una OTAS en la IIIª Conferencia
Extraordinaria de la OEA en Buenos Aires en 1967 por el Tte. Gral. Juan Carlos
Onganía, comandante de la dictadura fascista que gobernaba en aquellos años la
Argentina y que también fracasó.
El proyecto para la creación de un pacto militar en el Cono Sur se
inscribió siguiendo el modelo de otros similares que el imperialismo tenía
firmado en otras regiones como el ANZUS o el pacto de Bagdad. Esta iniciativa
cobró inusitada fuerza en 1978 cuando el jefe de la Armada uruguaya Hugo
Márquez planteó la necesidad contar en América del Sur con una organización
supranacional que integrara a las fuerzas armadas latinoamericanas. Sin
embargo, fue la dictadura argentina quien tomó las riendas para establecer una
alianza militar en la región cuando el 3 de octubre de 1977, el canciller
Almirante Oscar Montes reveló en Washington en declaraciones a la prensa que la
se estaban desarrollando conversaciones con Sudáfrica para que se una a este
pacto. El gobierno estadounidense se dio cuenta enseguida no solo de la
importancia de construir un bloque militar agresivo anticomunista al estilo de
los que había forjado en décadas anteriores en otras regiones del mundo, sino
que vio una clara oportunidad para extender los poderosos tentáculos de la OTAN
como un escudo para detener el expansionismo cubano-soviético en la región. La
OTAS tal como fue pergeñada, entre sus objetivos era la protección del Cabo de
Hornos ante el cierre eventual del canal de Panamá, un país que en ese momento
estaba gobernado por una dirección antiimperialista al mando del General Omar
Torrijos y ya se había firmado los acuerdos para la entrega de la soberanía al
pueblo panameño a partir del 31 de diciembre de 1999. En este sentido, las
islas Malvinas jugarían un papel estelar por la capacidad de recibir buques de gran
porte, ser una base aérea de envergadura para el aterrizaje y despegue de
aviones de combate dotado de bombas entre 250 y 500 kilos y sobre todo por ser
una excelente base para submarinos. La presencia de los Estados Unidos en
Sudamérica tenía el verdadero propósito de convertirla en una base militar con
capacidad de movilizar tropas destinadas a reprimir los movimientos de
liberación nacional como los existentes en Colombia y en América Central. El
brazo ejecutor de esta estrategia imperialista fue la Comisión Trilateral bajo
la conducción del David Rockefeller quien contó con el apoyo total de su colega
y amigo Ministro de Economía de la Argentina, el ya fallecido José Alfredo
Martínez de Hoz, debido a sus claro compromisos de asegurar las inversiones de
las multinacionales estadounidenses, europeas y japonesas para realizar grandes
negocios con las oligarquías financiera y terrateniente de los países
sudamericanos. Esto quedó evidenciado cuando en Buenos Aires se reunieron los
82 presidentes de los monopolios más poderosos del mundo, a la quela dictadura
argentina brindó notables servicios en la represión en todos los países y esta
reunión cumbre de los monopolios vino a ratificar el compromiso de todas las
dictaduras, además de la argentina, con el modelo económico neoliberal
implantado con el golpe fascista en Chile el 11 de septiembre de 1973.
La diplomacia de los Estados Unidos, movilizando a jefes militares, no
pudo convencer a las naciones sudamericanas de la conveniencia de crear esta
organización por falta de acuerdo entre los principales países de la región:
Argentina y Brasil. En la Argentina, se opuso la Cancillería y en Brasil porque
temían que la Argentina saliera favorecida dados los fuertes lazos entre los
gobiernos argentinos y determinados círculos del poder de los Estados Unidos.
Ante semejante fracaso, en 1979 se intentó crear un “Frente Antimarxista” entre
los ejércitos sudamericanos para evitar cualquier salida democrática que
reemplace a las dictaduras terroristas que siempre contaron con el aval del
gobierno de los Estados Unidos. Este frente los militares genocidas tuvieron la
osadía de proclamar en el 129º Aniversario del nacimiento del General José G.
de Artigas, el primer general de los pueblos libres del continente. Artigas
jamás hubiera avalado a estos militares ni que usaran su nombre para reprimir a
los pueblos, porque él fue justamente lo contrario tal como lo demuestran los
hechos de su vida.
Otro proyecto parido por las dictaduras y que contaron con el apoyo de
los Estados Unidos fue la propuesta dada a conocer en la XIII Reunión de
Comandantes en Jefe de Ejércitos Americanos de establecer un pacto subregional
que posibilitara la formación de una Fuerza Interamericana para intervenir en
conflictos bélicos. Todas estas iniciativas fracasaron por completo. Pero como
sabemos que el imperialismo no es de rendirse fácilmente y con el objetivo de
limpiar la cara y presentarse con ideas que no solo se relaciona con lo
militar, intentaron poner en marcha, una instancia muy poco conocida como
fueron los “COLCO” (Comandantes Locales de Control Operativo). Así es que en la
IX Reunión de COLCO celebrada en Brasilia del 21 al 27 de enero de 1980, se
planteó nuevamente la cuestión de defender el Atlántico Sur ante “situaciones
de emergencia o de guerra”. Ahí se resolvió que se iban a estudiar las medidas
y procedimientos encaminados comunes a adoptar entre las naciones, tanto las
del continente como las de la OTAN. De esta forma, es que los militares de la
dictadura argentina fueron enroscados y reclutados para las adoptar doctrinas
imperialistas dando apoyo a las política de dominación de los Estados Unidos e
Inglaterra y que más tarde en la guerra de Malvinas le hicieron ver a la
dictadura todo el peso de la traición de su poderío bélico con lo cual volaron
por los aires, el TIAR, la doctrina Monroe, la Junta Interamericana de Defensa
y la inútil OEA.
A esta altura uno ya puede preguntarse, ¿qué tiene que ver la política de
los derechos humanos con la creación de pactos militares agresivos y
represivos? Por todas estas razones, la diplomacia y el intervencionismo
político-militar del imperialismo durante la presidencia de Jimmy Carter ha
sido eso: imperialismo liso y llano.
4.5) La victoria del
Movimiento Nueva Joya revolución en Granada
Decíamos que el año 1979 estuvo lleno de triunfos revolucionarios de alto
impacto en el mundo. Uno de ellos fue la revolución en la isla de Granada
encabezado por el Movimiento Nueva Joya, bajo la conducción de un líder muy
querido, muy popular y muy conocido por los granadinos Maurice Bishop.
El 13 de marzo de 1979 era depuesta una sangrienta dictadura encabezada
por Eric Gairy, un lunático obsesionado por los platos voladores y las
alienígenas, que gobernó esta isla caribeña a sangre, represión y muerte. Una
vez en el poder el nuevo gobierno revolucionario puso en marcha su plan de
transformaciones que incluían la nacionalización de todas las propiedades del
anterior dictador; se crearon las milicias populares y el ejército
revolucionario del pueblo; se puso en marcha un amplio plan de alfabetización y
de mejora de la educación en toda la isla; se crearon las bases para la nueva
administración del Estado, que pasaba a controlar puede parte de la empresas
nacionalizadas.
Granada es una pequeña isla del Caribe frente a las costas de Venezuela
en una zona muy rica en petróleo lo que atrajo enseguida a las empresas
estadounidenses. Con una superficie de 344 kilómetros cuadrados y una población
que no llegaba a los 100.000 habitantes, los círculos imperialistas de los
Estados Unidos, hicieron lo imposible por destruir esta revolución, calificando
a esta islita como una amenaza al imperio. ¿Cómo puede decir esto gente
estudiosa, conocedora de la región y de
ese país tan infinitesimalmente tan pequeño que pueda poner en peligro la
seguridad nacional de la gran potencia capitalista más grande del mundo? Y sin
embargo, muchos se lo creían.
La revolución fue producto de un golpe dado a una dictadura por el
Movimiento Nueva Joya sin derramar una gota de sangre en una acción cuya
preparación fue realizada en forma minuciosamente secreta, prudentemente
organizada y efectivamente ejecutada. Dicho movimiento nació de la fusión de
dos grandes fuerzas. Una dirigida por Maurice Bishop llamada Movimiento para
las Asambleas del Pueblo (MAP) y el otro fue el que comandaba Unison Whiteman
bajo el nombre de Jewel (Joint Endeavour for Welfare, Education and Liberation)
que significa Voluntad Unida para el Bienestar, la Educación y la Liberación. De
ahí nace el nombre de Nueva Joya bajo el liderazgo reconocido de Bishop, en una
forma dirección compartida donde participan activamente el propio Whiteman junto
a otros líderes granadinos, como Bernard Coard. Es por esa fusión que el
Movimiento Nueva Joya se transforma en el partido de la revolución granadina.
En su primer mensaje al pueblo Maurice Bishop afirma: "Pueblo de Granada: esta revolución es
para el trabajo, para la alimentación, para la vivienda decente y los servicios
de salud, y para un futuro brillante para nuestros hijos y nietos. Los
beneficios de la revolución serán para todos, sin importar cuáles sean las
opiniones políticas de cada cual o a qué partido apoyan. Unámonos todos como
uno solo" (Granma, del 10-3-80). Una vez en el poder instaura el “Gobierno
revolucionario del Pueblo” con una Asamblea Popular de Consulta, en calidad de
congreso representativo de todo el pueblo, menos lógicamente de todos aquellos
que estuvieron y apoyaron a la dictadura derrocada.
El principal aporte teórico que esta revolución dio para todos los
movimiento liberadores del mundo fue la idea de los cuatro pilares de la
revolución. Ahí el vice primer Ministro Bernard Coard dio los fu fundamentos de
esta concepción al inaugurar la Primera Conferencia sobre la Ciencia y la
Tecnología en Granada: "...Concebimos el proceso revolucionario como un
proceso de cambio y desarrollo de nuestra sociedad, con cuatro revoluciones
dentro de la revolución: la revolución política, la revolución económica, la
revolución cultural y la revolución científica y tecnológica. Todas ellas han
de ser desarrolladas para hacer avanzar el proceso de la revolución de Granada,
siempre en ascenso. De ahí que sea necesario reconocer que la revolución científica
y tecnológica es uno de los cuatro pilares fundamentales”.
Las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos se tornaron
complicadas, llenas de dificultades porque la vigencia de la doctrina Johnson
de no permitir otra Cuba en América, fue la piedra angular de la actitud hostil
de la Administración Carter hacia la naciente y triunfante revolución. Esta se
apoyaba básicamente en la fuerza de la solidaridad internacional brindada no
solo por Cuba con quien estableció relaciones excelentes y Bishop se convirtió
en un aliado y amigo firme de Fidel Castro, sino por todo el campo socialista y
la socialdemocracia, organización a la que adhirió ser miembro permanente de la
Internacional Socialista. Las acusaciones contra Granada de crear un estado
socialista basado en el marxismo-leninismo e implantar una “dictadura
comunista” fue el argumento utilizado por el imperialismo para acosar a la
revolución de esta pequeñísima isla. El imperialismo le aplicó un bloqueo
financiero, congelándole créditos e impidiéndole de esa forma tener fuente de
financiación para la transformación que el Movimiento de la Nueva Joya se
proponía realizar. Carter no invadió pero creó todas las condiciones para que
su sucesor en la Casa Blanca, el republicano fascista de Ronald Reagan
decidiera la intervención militar directa en octubre de 1983 bajo la operación “Furia
Urgente” derrocando esta experiencia revolucionaria con el desembarco de 6000
marines armados hasta la médula. Y Reagan lo pudo hacer Reagan gracias a la estructura militar creada por
Jimmy Carter, es decir, con la Fuerza de Despliegue Rápido (FDR), que en la
agresión a Granada tuvieron su bautismo de fuego.
4.6) Los crímenes de la
dictura de Guatemala (1978-1982)
Guatemala desde el 1954, cuando el desembarco de los marines invasores de
los Estados Unidos derrocó al gobierno
constitucional de Jacobo Arbenz para restaurar en el poder a los representantes
y socios de la United Fruit, estuvo gobernada por sanguinarias dictaduras que
desataron un genocidio contra el pueblo y su población indígena, una de las más
grandes e importantes de Nuestra América. Fue una terrible limpieza étnica que
los militares guatemaltecos realizaron siguiendo los métodos que los nazis habían
aplicado en su guerra con la Unión Soviética.
De acuerdo a los datos del informe de la Comisión de la Verdad de Marzo
de 1999, de 1978 a 1982 especialmente con los gobiernos militares de Fernando
Romeo Lucas García y Efraín Ríos Montt se realizaron programas de matanzas
selectivas (en la ciudad) y colectiva (en el área rural) por medio de programas
conocidos como "Tierra Arasada" y "Frijoles y Fúsiles"
dando como resultado el genocidio y etnocidio, desaparición forzosa,
desplazamiento interno y externo. Las estadísticas son las siguientes:
130.000 asesinatos
45.000 desaparecidos
1.000.000 de desplazados internos
500.000 refugiados (en Mexico,
Chiapas, Yucatan, Quintana Roo)
50.000 viudas
250.000 niños huérfanos
440 pueblos desaparecidos
Estados Unidos trató de convertir a Guatemala en un baluarte de la
contrarrevolución en América Central y durante los años de la presidencia de
Carter se cometían 3 mil asesinatos políticos por año y entre 1954 hasta 1981
se calculaba en 70.000 los que guatemaltecos exterminados por la ola represiva.
La intervención imperialista de los Estados Unidos nunca cesó dando apoyo de
todo tipo a los militares que gobernaban el país porque se enfrentaban a un poderoso
movimiento guerrillero con hondas raíces en las masa campesinas e indígenas y
con un alto grado de organización, dirección y combatividad. Y en este país,
como en todos los que la mano visible e invisible del imperialismo desembarcaba,
la política de derechos humanos quedaba hecha pedazos porque no tenían forma de
explicar cómo podían apoyar a un régimen tan criminal como las dictaduras en
Guatemala.
4.7) El caso Guyana, un
país desconocido de Sudamérica
Cuando Jimmy Carter es
consagrado presidente de los Estados Unidos, ya gobernaba con mano de hierro el
partido del Congreso Nacional Popular que destruyó todo lo conseguido por el
Partido Progresista Popular de Guyana, tomando una política exterior
proimperialista y procapitalista que empieza a manifestarse a partir de 1977
por la fuerte presión de los monopolios estadounidenses para explotar los
recursos del país dándoles cuantiosas ventajas y concesiones. Debido a la
crisis financiera que atravesaba, el gobierno decide firmar en 1978 varios
acuerdos con el Fondo Monetario Internacional con cuyos créditos apuntaban a
restablecer el déficit de la balanza de pagos, obligando al país a someterse a
un severo ajuste tradicional que lleva explícitamente a una caída del nivel de
vida del pueblo, como ha ocurrido en la larga y desastrosas historia de esta
institución. Guyana para hacer frente a los pagos de los intereses de estos
créditos tuvo que destinar el 57% de sus exportaciones a este objetivo,
incrementando la deuda externa debido al siniestro mecanismo generado por el
sistema de la deuda que cuánto más se paga más debe.
Hacia 1979 se pone en
marcha un nuevo código de inversiones que permitía a las empresas extranjeras
explotar los recursos naturales de propiedad de la nación. Anteriormente esto
estaba prohibido ya que solo el estado podía hacerlo y la única forma que
podían entrar las empresas privadas foráneas era si participaban en forma de
coparticipación con el estado o con las cooperativas que controlaban el
proceso. Con el nuevo código se firmaron convenios con una empresa francesa y
otra de Alemania Occidental para la explotación de los yacimientos de uranio.
Además se firmaron acuerdos con una empresa canadiense y de los Estados Unidos
para la prospección de petróleo; se contrató al capital extranjero para la
construcción de centrales hidroeléctrica y una refinería de aluminio con el fin
de extraer la bauxita bajo un costo de 2 mil millones de dólares USA. Siguiendo
con los cantos privatizadores que empezaban a sacudir al Cono Sur, el gobierno
guyanés anunciaba una forma de cooperativizar la industria de la bauxita y del
azúcar que proporcionaban el 85% de los ingresos por exportaciones del país,
que en realidad apuntaba a desnacionalizar este sector de la economía.
La Administración Carter apoyó al gobierno del Congreso Nacional Popular
en todo su mandato y éste lo acompañó en todas las votaciones en la Asamblea de
las Naciones Unidas. Los temores de Washington fueron los sentimientos
antiimperialistas de este pueblo que logró su independencia el imperio
británico en los años sesenta del siglo pasado. Estaba fuertemente arraigado el
ideal del socialismo y como no existía un partido de derecha clásico, la
diplomacia estadounidense y sus agencias especializadas encontraron en el CNP
una especie de quinta columna para mantener a Guyana bajo la órbita de la
influencia de los Estados Unidos.
Las críticas a las políticas del CPN realizadas por quienes fueran los
anteriores gobernantes del Partido del Pueblo Progresista, es decir, entre 1953
y 1964, por su alianza con el imperialismo, quince años después, el nuevo
gobierno de Cheddi Jagan realizó algo mucho peor que ningún marxista se
atrevería a realizar. Esta medida fue autorizar la entrada de tropas
estadounidenses en territorio guayanés y permitir su entrenamiento en sus
selvas intrincadas del país con el fin de requerirlo la República de Colombia. Y este era un hombre que hablaba de
antiimperialismo y de la revolución socialista.
4.8) Cuadro de situación en Chile, Paraguay y Bolivia
Para terminar con el panorama de
la política exterior hacia América Latina, podemos realizar una breve mención
de la actuación de la diplomacia estadounidense en la defensa de estas tres
dictaduras terribles que asolaron la región.
a) En Chile la dictadura fascista
de Pinochet en sus primeros siete años había asesinado a miles de personas;
obligó a mandar al exilio a más de 1 millón de chilenos y más de 2.500 personas
fueron declaradas desaparecidas. Pese a las trabas impuestas a la ventas de
armas y al cese de ayuda militar por la violación a los derechos humanos, sobre
los cuales a los imperialistas realmente les importaba muy poco, las compañías
estadounidenses siguieron haciendo suculentos negocios y sus inversiones no
dejaron de realizarse. No debemos olvidar que fue en Chile cuando fue derrocado
el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, hizo su estreno mundial
la ideología económica neoliberal que únicamente bajo una dictadura fascista
podía ponerse en marcha, ya que ni siquiera a sus mentores en los Estados Unidos
jamás se le hubiera ocurrido utilizarla para su país. Pero ahí estuvo, el Premio
Nobel de Economía 1976 Milton Friedman
blandiendo sus teorías como panacea.
b) Paraguay era una de las
dictaduras militares más antiguas del Cono Sur con el general Alfredo
Stroessner en el poder desde el año 1954 y bajo el mandato de Jimmy Carter se
había producido la detención de las de 2500 personas y por la fuerte represión
se estimaba que casi el 50% de la población estaba exiliada básicamente en la
Argentina, donde surgió una gran colectividad de ese país. Jimmy Carter recibió
en su despacho de la Casa Blanca al dictador paraguayo en septiembre de 1977 en
calidad de invitado para la celebración de la firma de los acuerdos por el
canal de Panamá.
Por otro lado, las denuncias por
las tropelías cometidas por la dictadura del Partido Colorado, no significaron
terminar con el apoyo diplomático y la ayuda militar, sino atenuarlo, ya que el
aparato represivo se mantuvo intacto, sometiendo al pueblo a una condición de
sumisión total por el terror fascista. La dictadura de Stroessner siguió hasta
febrero de 1989, mientras que Carter dejó lastimosamente el gobierno en enero
de 1981.
Un hecho poco conocido sucedió el
8 de marzo de 1979 cuando la Liga Mundial Anticomunista abrió en Asunción su
XII Congreso, realizado en el local del Instituto Nacional de Tecnología y
Normalización. El objetivo de este encuentro era pronunciarse contra la
política de Derechos Humanos del presidente Jimmy Carter, que los defensores de
la libertades, en su odio visceral y un fanatismo alocado llamaban a es política
de Carter como “Carter-comunismo”.[6]
c) El caso de Bolivia es
recurrente en cuanto a los movimientos golpistas que se sucedieron. Jimmy
Carter al llegar a la Casa Blanca estaba
gobernando el general Hugo Bánzer Suárez bajo una dictadura durísima desde 1971
quien había derrocado la experiencia de cambios progresistas de Juan José
Torres y puso al país bajo un régimen de terror generalizado. Frente a la
gravedad de la crisis, se convocan a elecciones generales el 9 de julio de 1978
en las que triunfa el candidato oficialista designado por Bánzer el General
Juan Pereda de la Unión Nacionalista del Pueblo con 985.140 votos (50%). Segundo
salió Hernán Siles Zuazo de la Unidad Democrática y Popular con 484.383 votos (15%)
y el tercero fue Víctor Paz Estenssoro del Movimiento Nacionalista
Revolucionario (MNR) con 213.662 votos (11%). Pero estas elecciones fueron
anuladas al denunciarse y comprobarse un gigantesco fraude. El gobierno no
calculó el impresionante margen de votos de la UDP que representaban el apoyo a
una propuesta de izquierda y una respuesta nacional en contra de la dictadura y
la larga saga de gobiernos militares. Se desató la crisis. Pereda y su gente no
estuvieron dispuestos a aceptar la pérdida del poder. El delfín acabó por
volcarle la espalda a su superior y mentor y decidió dar el golpe de estado
desalojando del poder el 21 de julio al General Banzer, terminando con un régimen
desastroso.
El derrocamiento de la dictadura
del General Banzer abrió el período de mayor inestabilidad política de la
historia de Bolivia. Por un lapso de cuatro años (desde el 21 de julio de 1978
hasta el 10 de octubre de 1982), el país se vio sacudido por dislocamientos
violentos de su estabilidad y su continuidad política. En ese período se dieron
nueve gobiernos (ocho presidentes y una junta militar). De ellos, siete fueron golpes de estado y sólo dos
constitucionales, además cuatro de esos nueve se cuentan entre los diez más
breves de toda la historia de Bolivia. Eso implica un promedio de un gobierno
cada cinco meses y medio. Nunca antes Bolivia había sido sacudida por tal
índice de inestabilidad.
Al general Pereda lo derroca el
general Padilla en noviembre de 1978 y convoca a nuevas elecciones en julio de
1979 en las que triunfa el socialista Hernán Siles Suazo. Las presiones de los
sectores militares bolivianos y las maquinaciones de la diplomacia
estadounidense para impedir que Siles Suazo sea presidente fueron gigantescas. Debido
a ello se resuelve que el presidente del Senado, Walter Guevara Arce asuma
interinamente la presidencia hasta que se resuelva el resultado electoral. El 1º
de noviembre un nuevo golpe encabezado por el fascista General Alberto Natusch
Bush derroca a Guevara Arce, lo que produjo una poderosa ola de resistencia
popular dirigida por la Central Obrera Boliviana que al cabo de 16 días echó a
los golpistas que dejaron un tendal de 100 muertos, desaparecidos y miles de
encarcelados. El nuevo presidente designado fue la titular de la cámara de
Diputados, Lidia Gueiler, la primera mujer boliviana en llegar a la primera
magistratura. Su gobierno fue derrocado por un golpe militar de generales
vinculados al narcotráfico el 17 de julio de 1980, abriendo un período de
terror, corrupción y crímenes como nunca se vio en la historia del país. Este
golpe se realizó para impedir por segunda vez que Hernán Siles Suazo, vencedor
de las elecciones del 29 de junio. Vale la pena extenderse un poco más en esta
historia porque si bien oficialmente, el gobierno de Carter se opuso al golpe,
esta narcodictadura no hubiera podido mover un dedo sin no hubiera contado con
los servicios de países amigos como la dictadura argentina que envió grupos de
tareas especializados en represión y tortura; con los del nazi Klas Barbie y
sus banda criminal “Las novias de la muerte” con las que asaltaron la Central
Obrera de Bolivia, encarcelando a su secretario general; asimismo la dirección
del MIR en una reunión fue atacada y murieron casi todos sus integrantes; las cárceles
se llenaron de presos políticos y el narcotráfico se apoderó del gobierno del
país. Al año siguiente una serie de sublevaciones militares sacarían a García
Meza del gobierno siendo sucedido por una junta militar que ante una gran huelga
los obligó a restituir el Congreso electo en 1980, hasta que el 5 de octubre de
1982 se revalidaron los resultados de esa elección asumiendo Hernán Siles Suazo
la presidencia de Bolivia cerrando hasta hoy los nefastos ciclos de golpes de
estado.
5) En África
Durante la década de los años
setenta en el continente africano se dieron una serie de cambios fundamentales
que abrieron una etapa de transformaciones radicales. Con el desmoronamiento
del imperio colonial de Portugal, varios países que integraban su sistema
alcanzan tras años de duros combates la definitiva independencia. Las
metrópolis coloniales temerosos del fuerte avance del movimiento nacional de
liberación de África, conceden dicha independencia con el fin de salvar lo
principal que es la vigencia del sistema capitalista en los nuevos países
liberados para que sigan vinculados a ellos. De esta forma, intentaban
sustituir el viejo colonialismo por un neocolonialismo disfrazada de progresismo
y democracia. Lo nuevo que vino a fortalecerse en el curso de los años
siguientes, fue la aparición de un conjunto de países que proclamaron
abiertamente la construcción del socialismo (Mozambique, Angola, Guinea
Bisseau, Madagascar, Libia –con sus características particulares-, Tanzania y
otros) con todo lo que ello implica porque puso en jaque las concepciones de la
socialdemocracia basada en el diálogo Norte-Sur, un diálogo inútil entre países
desarrollados y subdesarrollados que apuntaban a una cooperación desde
posiciones diametralmente opuestas. En consecuencia, era un diálogo imposible
de traer soluciones en el continente más explotado, más castigado y más
empobrecido por los siglos de colonialismo de las potencias europeas que con
todo desparpajo junto con la propaganda imperialista de los Estados Unidos,
tenían la desfachatez de criticar el nuevo camino que emprendían los nacientes
países liberados.
5.1) Negocios y política con el régimen racista de Sudáfrica
Es importante analizar en forma
separada las relaciones entre los Estados Unidos y Sudáfroca, un país por cuya
riqueza y poderío económica era una especie de Alemania Occidental africana, es
decir, la nación más poderoso del continente.
Mantuvo relaciones diplomáticas
con el régimen fascista y racista del apartheid de Sudáfrica incumpliendo las
resoluciones de Naciones Unidas. No le aplicó ninguna sanción económica y el
gobierno de Carter tuvo estrechas relaciones con el sudafricano en el
endurecimiento de la represión a la mayoría de la población negra como lo
demuestra la detención, tortura y asesinato del poeta Steve Biko.
Aprovechándose de su condición de miembro permanente del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidades y con la potestad de tener el derecho de veto, negó
varias resoluciones que implicaban sanciones contra el régimen sudafricano
porque de esa manera se verían afectados los importantes contratos de las
empresas norteamericanas y sus inversiones en ese país. Con este régimen
terrorista y asesino, Estados Unidos buscó la forma de crear una Organización
del Tratado del Atlántico Sur (OTAS), con la participación de las dictaduras de
la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. La OTAS fue un viejo proyecto
elaborado por el secretario de Estado John Foster Duller durante la presidencia
de Dwight Eisenhower y se intentó reflotar en julio de 1979 cuando Carter envía
a la Argentina al secretario de la marina de guerra estadounidense W. Hidalgo
para entrevistarse con los militares argentinos que eran los más entusiastas
con este proyecto. Este se frustró por la férrea oposición brasileña. El trama
secreta para el proyecto de la OTAS fue la alarma que causó en Washington la
victoria del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) encabezado
por Agostino Neto. Sudáfrica le convenía a los Estados Unidos como un firme
baluarte contra la expansión soviética en África y para derrotar a las unidades
militares cubanas que ayudaron a la defensa de Angola.
La clave del apoyo al abominable
régimen terrorista del apartheid por parte de los Estados Unidos, consiste en
ubicar a Sudáfrica como bastión contra la lucha del movimiento de liberación
nacional existente en África. Un sistema más espantoso como el de la
segregación racial no puede ser amparado por ninguna política y sin embargo, la
presidencia de Carter basada en los derechos humanos, nuevamente queda
derrumbada al permitir a las multinacionales estadounidenses realizar negocios
con este país. Así se puede ver que las inversiones de Estados Unidos, Gran
Bretaña y Alemania Occidental totalizan la cifra de 28 mil millones de dólares
a finales de 1980 y los monopolios de estos países obtienen fabulosas ganancias
a costa de la explotación salvaje de la población nativa. Violando todas las
disposiciones de las Naciones Unidas, durante la administración Carter el
régimen racista mantuvo ocupada Namibia con 70 mil soldados combatiendo a la
Organización del Pueblo del Sudoeste Africano (SWAPO). Estados Unidos en esos
años, alentó y permitió que Sudáfrica fabricara todo tipo de armamentos,
incluyendo el arma nuclear bajo el pretexto de desarrollar la energía atómica.
5.2) Los tentáculos del
imperialismo en África
África fue un continente que nunca resultó fácil para los estrategas de
Washington penetrar en esta región como ya lo habían hecho con Latinoamérica.
Pero fueron a través de las inversiones directas como pusieron pie fuerte en
este continente creciendo las mismas a ritmo acelerado. El arco de alianzas que
la diplomacia estadounidense llegó a forjar para la Administración Carter
incluía a los países africanos más importantes que los tuvo como aliados:
Marruecos, Egipto, Nigeria, Zaire y Sudáfrica.
La base de la política exterior de los Estados Unidos en estos años tenía
como eje central apoyar a todos los gobiernos anticomunistas y antisoviéticos
sean éstos militares o democráticos. Lo fundamental era impedir la llegada al
poder de los movimientos que se proclamaban marxistas y en cuyas plataformas
programáticas promovían el desarrollo de su país en una vía no capitalista.
Por otro lado, cualquier país que entraba en contacto con los soviéticos,
los Estados Unidos decretaba el cese inmediato de toda ayuda, le cancelaban
créditos, le bloqueaban cuentas, y eran denunciados en los foros de Naciones
Unidas como países que alteraban el orden jurídico internacional.
Estados Unidos no envió tropas al África durante el mandato de Carter, sino
que el intervencionismo político y militar se hacía a través del apoyo a los
regímenes convenientes al imperialismo para mantener su influencia. Un ejemplo
de esta orientación es la aplicación de la política de derechos humanos que de
acuerdo al país podían condenarlo como a Uganda a la Idi Amín (por su proteger
a los secuestradores del avión israelí que dio origen a la famosa operación
Entebe) o no decir nada como Zaire (porque el régimen de Mobutu era una base de
entrenamiento para combatir al Movimiento de Liberación de Angola y el Frente
de Liberación de Mozambique) Tanto Zaire como Uganda eran salvajemente
represivos pero de acuerdo a como encajaban en la política internacional
recibían diferente trato.
a) En la zona noroccidental de África, esta la región del llamada Sahara
español, cuya soberanía reclamaba el reino de Marruecos frente a un poderoso
movimiento de liberación dirigido por el Frente Polisario. Carter decidió incrementó
la ayuda militar a Marruecos, cuyas fuerzas habían invadido el Sahara
Occidental un año antes, en una guerra abierta contra el movimiento por la
independencia de la ex colonia española.
b) La cadena de puntos de apoyo para la política expansionista de los
Estados Unidos llegó también al África Oriental. En Kenia logró la autorización
para utilizar el puerto de Mombasa en caso de necesidad y una serie de
aeropuertos incluyendo el de la capital Nairobi, como parte del apoyo a las
fuerzas somalíes. A cambio de esto, los Estados Unidos enviarían un importante
paquete de ayuda financiera y militar.
c) En la guerra de Ogadén entre Somalía y Etiopia, los Estados Unidos
apoyaron decididamente a la primera que se enfrentaba al nuevo gobierno
marxista dirigido por Mengistu Halie Mariam, un coronel que al frente de sus
unidades derrocó al emperador Halie Selassie (el más firme aliado de los
Estados Unidos en la región). Buscando apoyo exterior el gobierno
revolucionario de Etiopía alcanzó acuerdos con los soviéticos y cubanos. Del
otro, Somalía recibía la ayuda militar estadounidense por 200 millones de
dólares para julio de 1977. En este enfrentamiento Etiopía y sus aliados
derrotaron a los somalíes apoyados por Estados Unidos cuyas divisiones huyeron
a la desbandad. Aquí jugaron un papel preponderante las tropas cubanas en
auxilio de la revolución etíope. Detallaremos este acontecimiento de el capítulo
dedica a los Estados Unidos y Cuba.
d) La Libia de Muammar Kaddhafi siguió siendo el enemigo principal del
imperialismo en África por los apoyos que daba a los movimientos de liberación
nacional, que los Estados Unidos los consideraba y los sigue considerando como
grupos terroristas, cuando quien sembró el terror en todo el mundo fueron los
marines yanquis con sus invasiones, tanques, aviones y bombardeos indiscriminados.
Con estos ejemplos se muestran que al contrario de lo que muchos creen, el
intervencionismo militar del imperialismo no cesó en ningún momento durante el
mandato de Carter. El problema es que no hubo grandes movilizaciones de
contingentes militares de los Estados Unidos hacia territorios ubicado fuera de
los límites del país. De ahí la confusión de pensar firmemente que no hubo por
parte del presidente Carter invasiones militares como las que aplicaron en las
primeras décadas del siglo XX en América Latina. La diplomacia de los Estados
Unidos se caracterizó por un activismo permanente en todos los rincones del
mundo y si no era por su propia participación, lo era por el envío de “ayuda”
militar, con asesores para conocer desde el mismo terreno las particularidades
del país en cuestión.
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de Mayo 1980.
[4]) Pueden
consultar la página web del archivo de seguridad nacional de la Universidad de
Washington los documentos sobre la visita de los funcionarios norteamericanos a
Indonesia entre 1977 y 1978: http://www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB242/index.htm
[5] Lal Khan. Is misery Afghanistan’s destiny? In
defense of Marxism, 13 September 2010 http://www.marxist.com/is-misery-afghanistans-destiny.htm
[6] Ver Luis Agüero Wagner. Stroessner:
Noticias de los archivos del terror paraguayos. Estados Unidos y la falsa lucha
contra Stroessner. Publicado digitalmente: 24 de mayo de 2007-
http://www.rodolfowalsh.org/spip.php?article3004