El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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miércoles, 26 de diciembre de 2012

LA CRISIS ARGENTINA DE DICIEMBRE DE 2001



LA "INTIFADA" ARGENTINA: EL FINAL DE LA ERA NEOLIBERAL DE GOBIERNO

Sergio  Daniel  Aronas - Buenos Aires – 20  de diciembre de 2012

La "intifada argentina" del 19 y 20 de Diciembre de 2001 que terminó con el gobierno de la Alianza encabezado por Fernando de la Rúa, fue un hecho sin precedentes en la historia argentina, donde la fuerza de la movilización popular derrocó a un presidente cuyas políticas el pueblo no soportó más y que además, se fue como llegó: ajustando y reprimiendo.

Durante sus dos años de gobierno, la llamada Alianza se la pasó ajustando hasta más no poder, agotando no sólo bolsillos del pueblo sino su paciencia. Al inicio de su mandato, en su primer acto de gobierno, envió un contingente de la gendarmería a la provincia de Corrientes en diciembre de 1999 para desalojar el puente que une dicha provincia con la del Chaco con un saldo de dos muertos y volvió a hacerlo en su función de despedida con una brutalidad, con un salvajismo, con una violencia y con un sadismo como no se lo veía desde los tiempos de la dictadura cuando en 1982 el pueblo salió a las calles el 30 de marzo en la marcha de la CGT y el 16 de diciembre cuando lo convocó la Multipartidaria. Esos hombres y mujeres que murieron por las balas de la represión son sin lugar a dudas los héroes sobres los cuales habrá de construirse una nueva Argentina.

La causa principal que provocó la caída de uno de los gobiernos más traidores de la historia argentina porque no cumplió con ninguna de las propuestas de su campaña electoral, fue precisamente el abandono de dicha plataforma de cambios para seguir la orientación imperial del ajuste perpetuo bajo la imperturbable dirección del FMI, es decir, de las políticas basadas en la defensa a ultranza del mercado con un grado de fanatismo que garanticen la supremacía del poder financiero en la economía argentina, haciendo descargar el peso de la crisis en los sectores más empobrecidos del país. Medidas sanguinarias como rebajar los sueldos de los trabajadores estatales y de los jubilados, la aplicación del impuesto a las ganancias a los trabajadores en relación de dependencia por cobrar sueldos que superaban el mínimo no imponible para tributar un impuesto con que se grava las ganancias de las empresa (una aberración económica e impositiva que aun hoy permanece), sostener el insostenible plan de convertibilidad, reducir los impuestos a las empresas para que promuevan la producción, la inversión y el empleo que no dieron ningún resultado a través de los planes de competitividad y al mismo tiempo, aceptar los planes de las instituciones financieras internacionales para satisfacer la voracidad criminal de los banqueros, con el objeto de hacer de la Argentina una máquina succionadora de recursos para pagar los intereses de la deuda externa generada por la dictadura fascista cívico-militar y la sanción de una nefasta ley de empleo, fueron jalones de un gobierno absolutamente inseguro, sin rumbo, sin objetivos y sin una estrategia de conducción, voracidad que se puso de manifiesto con las operaciones llamadas blindaje y megacanje que fueron denunciadas como las estafas mayores que cerraron la terrible década de los noventa e iniciaron el nuevo milenio de la forma más bestial que nadie se pudo imaginar.

Vamos a recordar aquellos lamentables acuerdos que llevaron a la Argentina al caos financiero: En primer lugar, se firmó el blindaje financiero de diciembre de 2000 cuya publicidad televisiva mostraba al Presidente De la Rúa diciendo “qué lindo es dar buenas noticias a fin de año”. Bajo la conducción económica de José Luis Machinea, consistió en un préstamo de 40 mil millones de dólares para sustituir con títulos de deuda las reservas del sistema financiero, fondos que ingresarían siempre y cuando la Argentina se comprometiera a reducir el déficit fiscal. En medio de una recesión como sufría la economía fin del año 2000 no hizo más que echar nafta al incendio que se aproximaba en el sistema bancario. Machinea venía de ser el presidente del Instituto de Estudios Económicos de la Unión Industrial Argentina, la más poderosa organización de los empresarios industriales y que fueron la cabeza de los llamados “capitanes de la industria”. Como premio a su labor como Ministro de Economía, el bueno de Machinea que renunció en medio del escándalo del blindaje, fue llamado a ser el presidente de la Comisión para los Estudios Económicos de América Latina (Cepal), un organismo de las Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile. Durante su gestión empobreció al pueblo de una manera terrible y desde la Cepal, se la pasó hablando y escribiendo como luchar contra la pobreza. ¡Qué maravilla!

Tras renunciar Machinea, fue nombrado Ministro de Economía el ultraliberal economista Ricardo López Murphy que colocó a todos sus colegas de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericana (FIEL), es decir, la institución rectora del análisis y enfoque neoliberal de la Argentina, cuyo plan fue volteado por pretender drástico ajuste en el presupuesto educativo, sobre todo en las Universidades públicas contra el cual se levantaron todos los estudiantes del país y lo obligaron a renunciar a los quince días de hber asumido.

            El tercer ministro de Economía de la Alianza fue Domingo Cavallo que llevaría al país al desastre total, a pesar de contar con el apoyo no solo del gobierno sino de los Estados Unidos, el FMI y la banca acreedora que aplaudió su nombramiento. Con Cavallo se dieron los otros tres pasos que condujeron al descalabro del 2001: el “Megacanje” de Junio de 2001, el llamado “Salvataje” de agosto de 2001 y el acuerdo firmado con el FMI bajo el nombre de “Canje y conversión de deuda en títulos a préstamos garantizados” de noviembre de 2001.

            La prueba mayor de la desorientación total de ese gobierno fue precisamente llamar a Domingo Cavallo como nuevo Ministerio de Economía, es decir, del responsable de la estatización de la deuda privada bajo esa misma dictadura, con lo que vino a poner el moñito a ese monstruoso círculo para que los dueños del poder económico en alianza con los monopolios internacionales, los bancos multinacionales, las organizaciones multilaterales de crédito y las poderosas cámaras empresariales de la industria y el campo, terminaran de realizar el trabajo sucio para convertir a la Argentina en un país bananero, títere y dependiente, de modo tal que terminemos en una peor condición de la que vivieron nuestros antepasados de las Provincias Unidas del Río de la Plata durante la dominación española y estar bajo la conducción hegemónica de los mercados financieros de la globalización imperialista. Cavallo al tomar nuevamente la conducción de la Economía del país lo hizo con el ferviente apoyo de David Rockefeller y todo su séquito de impolutos banqueros ladrones.

            El segundo paso fue la aprobación de la operación pomposamente llamada “megacanje” que  oficializado por el Decreto 648/2001, consistió en cambiar bonos de la deuda con vencimiento próximo por nuevos títulos a mayor plazo de vencimiento y a una mayor tasa de interés. La acrobacia financiera de los genios del FMI con quien se firmó este canje dio como resultado que se postergaran 12 mil millones de dólares de intereses al tiempo que la deuda externa se aumentaba en 55 mil millones de dólares y comprometiendo al país a pagar por intereses más de 115 millones de dólares entre 2001 y 2005. Un verdadero meganegocio para los bancos, el FMI y sus funcionarios por todas las comisiones que cobraron estos “amigos del pueblo”.
           
            El tercer momento, se dio en julio de 2001 en el marco del día de independencia este dúo del terror De la Rúa-Cavallo anuncian el programa de “déficit cero” bajo el paraguas de la ley 25.643 por el cual los acreedores privilegiados de la Argentina son precisamente los acreedores de la deuda externa a quienes con los fondos provenientes de la recaudación impositiva y otras vías como préstamos privados nacionales o internacionales, se le debe pagar primero y si sobrara algo pagar al resto de los argentinos. Para estos salvajes siempre fuimos el resto, las sobras, el pan para dar de comer al circo.

            El cuarto paso de esta catarata de desastres financieros, fue el “salvataje” del FMI de agosto de 2001 que por un total de 9 mil millones de dólares, se realizó como un mecanismo de restructuración de la deuda con el cual ingresaron al Banco Central casi 4600 millones de dólares. Ya en julio con el déficit cero, el panorama económico y social empezar a calentarse.

            El quinto paso de la gestión Cavallo fue la famosa declaración de la intangibilidad de los depósitos avalado por ley del Congreso Nacional Nro. 25466 por el cual los depósitos de los ahorristas no podían ser incautados, ni modificada la moneda en la que estaban al ingresar a la cuenta ni reprogramados sus vencimientos. Esto no fue más que el preludio a una violación flagrante a las leyes porque luego se hizo todo lo contrario.

            El sexto paso del proceso financiero que fundió a la Argentina fue el Decreto del Poder Ejecutivo Nro. 1387 de noviembre de 2001 mediante el cual la deuda se convertía en préstamos garantizados, es decir,  que en otra brillante maniobra de la magia financiera de Cavallo, se internalizó la deuda externa al ingresar al sistema financiero títulos de deuda que estaban en manos de inversionista externos a cambio de llevarse buena parte de sus reservas. Resumiendo: los bancos entregaron bonos depreciados y el Estado asume la deuda como si fueran préstamos bancarios y al valor nominal de los bonos. ¡Estupendo!

            El séptimo y último paso que provocó el estallido y la bancarrota total, fue la puesta en marcha del corralito bancario por el Decreto 1570 del 1º de diciembre de 2001 con el cual comenzaba a gestarlo el incendio y contra el cual no habría como apagarlo. El tristemente célebre corralito estableció fuerte restricciones para los retiros de dinero del sistema financiero, ya que este gobierno, en el marco de la globalización, impulsó la bancarización compulsiva y obligatoria a todos los empleados en relación de dependencia tanto en la actividad privada como pública. Con esta maniobra delincuencial, el estado se apoderaba de los dineros de todos los habitantes del país, atribución que le confería la ley basura de superpoderes con el que Cavallo inició su catastrófica gestión de Ministro de Economía. La caída de los depósitos del sistema financiero no fue debido a los retiros de los ciudadanos y empresas que tenían prohibido disponer de sus fondos, sino que fueron los mismos banqueros, que actuaron como saqueadores los que hicieron fugar miles de millones de dólares y llevar al país a la crisis más terrible de su historia, en lo que la historia económica llamó el saqueo de la Argentina.

            El corralito fue una medida trágica y terrible que llevó a la desesperación a muchas honestas personas que necesitaban de su dinero para afrontar tratamientos médicos y que le fueron impedidos de utilizar para que los banqueros hagan de las suyas con dinero ajeno.

            El país llega al 19 de diciembre por ese motivo y que combinado con un desempleo galopante, quiebras de empresas, la puesta en marcha de cuasi monedas para reemplazar a la que se afanaron lo bancos como ser los patacones, los lecop tanto a nivel nacional como provincial que adquirieron el tratamiento de moneda de curso legal, a una jornada de violencia que duró todo el día y a la que el gobierno respondió de la única manera que supo: reprimiendo. Frente a un cuadro de movilizaciones, de protestas masivas y de saqueos a los supermercados tanto sea espontáneos, organizados o realizados por la desesperación real de sectores terriblemente afectados por la falta de trabajo, el hambre y la miseria, al entonces presidente Fernando de la Rúa, no se le ocurrió como método para explicar la nueva situación sociopolítica creada luego de un día de saqueos, muertes, detenidos que utilizar el lenguaje de la dictadura e implantar ilegalmente el estado de sitio cuando el reclamo popular exigía trabajo y basta de ajustes. Con ese desfachatado y provocador discurso De la Rúa cavó su propia tumba, porque la desobediencia civil a la medida tomada no se hizo esperar y esa misma noche llegó el fin de este gobierno desastroso con una movilización masiva hacia la Plaza de Mayo que empezando por ser una movilización tranquila, terminó con una terrible represión por la noche. Ahí fue cuando se conoce la renuncia del infame Cavallo como Ministro de Economía terminando para siempre su gestión pública ya que se trata de alguien que en su mayor parte vivió del Estado y a costa del Estado desde 1982 hasta 2001. Casi 20 años mamando la teta estatal para su beneficio personal.

Con el pérfido desempeño de De la Rúa como insípido presidente, Domingo Cavallo como supremo Ministro capaz de resolver todos los problemas del país y junto con los demás miembros de la jauría bajo la permanente supervisión del FMI, el Banco Mundial y el gabinete de los Estados Unidos, pretendieron liquidar todas las riquezas de la República, exterminar las economías regionales (en aquellos años se dio a conocer un informe del Banco Mundial que calificaba a las provincias del norte del país como “proyectos económicos inviables”), aniquilar los salarios del pueblo y convertir en esclavos a todos los trabajadores argentinos, sean éstos obreros, empleados, campesinos, profesionales, maestros, etc. Pero estos planes delirantes y depravados no pudieron realizarse porque el pueblo autoconvocado supo voltear a la bestia de Cavallo y al día siguiente volteó a la bestia mayor que le dio lugar en el Ministerio de Economía. Esto no es delirio: porque un conspicuo economista alemán de nombre Rudiger Dornbush ya fallecido, declaró sin ningún tipo de problema que la Argentina en plena hecatombe financiera, debía bajar el salario de los trabajadores otro 20% más como si lo que se perdió durante el menemato y los dos años de la Alianza no fueron suficientes para destruir la capacidad de consumo de la población. El otro magnífico aporte de este señor fue la de enviar a la Argentina un comité de notables para que se haga cargo de la conducción política y económica del país en marzo de 2002.

Está claro que la implantación del “corralito” bancario que atrapó a miles de ahorristas fue un hecho que hizo estallar los ánimos de las capas medias muy poco ávidas a la lucha política y social. Esa fue una de las razones de las grandes movilizaciones durante la noche del 19 de diciembre y todo el día 20 que provocó la renuncia del impresentable presidente y su gabinete en pleno bajo una lluvia de balas y muertos en una jornada sangrienta como no se vivía desde hacía muchos años. Fueron movilizaciones espontáneas, sin conducción política determinada, sino que fueron motivadas por el hecho de salir a protestar contra un gobierno inaguantable. Aun así fueron de una envergadura impresionante que obligaron a renunciar a un presidente y huir en helicóptero por temor a ser linchado por el pueblo enardecido.

Los sucesos de diciembre de 2001 tuvieron muchas interpretaciones tanto en el país como en el mundo y se publicaron varios libros interesantes de alto rigor analítico para entender lo que pasó y porqué terminó como terminó el gobierno de la Alianza que llegó a la presidencia son un alto apoyo popular.

Entre los libros que pueden consultarse sobre los orígenes y causas del desastre de finales de diciembre de 2001 podemos mencionar sin un orden de importancia porque todos son muy valiosos a la hora de entender aquellos acontecimientos:

1) Mario Cafiero y Javier Llorens. La Argentina robada. El corralito, los bancos y el vaciamiento del sistema financiero argentino. Ediciones Macchi, Buenos Aires, 2002. Es un trabajo que analiza con sumo detalle las medidas económicas del gobierno de la Alianza que llevaron a la hecatombe. Muestra el papel de los bancos nacionales y extranjeros en la destrucción del sistema financiero y como el FMI presionó a la Argentina para que siga sus planes de ajuste para que siga pagando los intereses de la deuda. Analiza la trayectoria de Domingo Cavallo como ministro de economía en sus dos momentos al tiempo que revela los apoyos recibidos por éste. Son muy buenos los cuadros donde se da a conocer el vaciamiento financiero del país y pone énfasis en el encuadramiento jurídico que llevaron a implantar el corralito que fue en definitiva lo que provocó el estallido popular. Lo malo es que la introducción es de Elisa Carrió, pero cuando salió el libre todavía no sufría de sus delirios místicos que empezaron a afectarla partir de su derrota electoral en las presidenciales de mayo de 2003. Esos años Cafiero y Carrió compartieron la investigación sobre el lavado de dinero que realizó la comisión de la Cámara de Diputados creados Ad hoc.
2) Julio Sevares. Porqué cayo la Argentina. Imposición, crisis y reciclaje del orden neoliberal. Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2002. Siendo un más académico que el anterior, está muy bien escrito y el estudio de la debacle de 2001 comienza con la historia económica y política argentina desde los años sesenta en adelante porque se enumeran las transformaciones en la estructura económica del país y como se llega a la dictadura de 1976-1983 que es el punto de partida del experimento neoliberal en la Argentina. Luego entra en el análisis del gobierno justicialista de 1989 a 1999 como el continuador constitucional del neoliberalismo en el país y sus cuatro patas programáticas: convertibilidad, apertura, privatizaciones y desregulaciones, y con el endeudamiento como política de crecimiento económico. Sobre esta base, las consecuencias sociales fueron devastadoras porque fueron el caldo de cultivo que le dejó a la Alianza que solo no cambió un ápice la estructura anterior sino que llevó al país a su caída. La introducción está a cargo del gran Mario Rapoport, la mayor autoridad argentina en historia económica y social. Es un libro muy recomendable.
3) El derrumbe político en el ocaso de la convertibilidad. Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, editado en julio de 2002. Se trata de seis ensayos de varios autores compilados por Marcos Navarro en la cual los autores realizan estudios en plano teórico sobre la crisis de 2001 donde plantean modelos de análisis para entender lo que le pasó a la Argentina. Es un texto denso pero muy elaborado donde formulan una serie de tesis sobre el comportamiento de las clases dirigentes, de los factores de poder y el papel del pueblo en la resolución de la dicha crisis. Lo bueno del libro es que plantea la necesidad de fortalecer la política como herramienta de transformaciones para el conjunto de la población y solo para unos pocos iluminados. Requiere de una lectura muy atenta y concentrada.
4) María Seoane. El saqueo de la Argentina. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, Marzo de 2003. Es el libro más grande en cuanto a páginas (575)  escrito con un lenguaje muy ameno, muy detallado en cuanto a crónicas, fuentes periodísticas y grandísima bibliografía de las que se nutre porque es un trabajo magnífico paso a paso de los protagonistas que llevaron al desastre del país. Es un libro que consta de cuatro capítulos y empieza al revés: va del final con el gobierno de Duhalde al de la Alianza y termina en el gobierno constitucional que llevó a cabo la tarea sucia de vender a precio vil lo que tanto y tanta sangre costó construir. En el primero analiza la década del noventa y su proyección en el gobierno de la Alianza que continuó al menemato en su punto fundamental: la convertibilidad. En el siguiente se estudia cómo se forjó el sistema político, económico y jurídico que posibilitó el saqueo de la Argentina. En el tercer capítulo nos cuenta la historia de la deuda externa argentina que durante 30 años fue el principal condicionante de todas las políticas económicas y origen y causa fundamental de la hecatombe en la que entró la Argentina en diciembre de 2001. El capítulo cuarto –el más largo del libro-  está dedicado a las privatizaciones que sucedieron entre los años 1989 y 1999 que constituyeron el gran remate y el inicio de la destrucción de las riquezas argentinas. Lo destacable son las poderosas 153 páginas de anexo informativo y estadístico con cuadros, gráficos y tablas de todo tipo.

Estos cuatro libros de autores argentinos representan – a mi modo de ver – los que mejor explicaron los hechos del 2001 en sus orígenes, causas, motivaciones, circunstancias y brindan un clarísimo panorama de porqué un país tan rico como la Argentina fue traicionado por sus élite dirigente para venderlo al mejor postor y desatar una crisis política, económica y social nunca vista.

Entre los análisis más delirantes que pude leer sobre aquellas jornadas provino -como muchas veces sucede con este tipo de acontecimientos- de ciertos analistas internacionales de la izquierda ultrarrevolucionaria que auguraban el estallido de la revolución en la Argentina porque al ver a miles de manifestantes en las calles que salían a protestas contra la política criminal del gobierno, creyeron que esas oleadas masivas de personas eran los destellos y claros reflejos de los comité de soviets de obreros, campesinos y soldados que iban a tomar el Palacio de Invierno de la Plaza de Mayo, la Casa Rosada. Y quien no crea esto puede leer el artículo del teórico inglés Alan Woods “Argentina: la revolución ha comenzado” (http://www.rebelion.org/hemeroteca/sociales/woods050102.htm del 05 de enero de 2002) donde se explaya con citas de Lenin, llamados a la huelga general, como si la revolución socialista hubiese estado estuviese a la vuelta de la esquina. Nadie puede negar la importancia de los artículos, escritos, libros y aportes teóricos de Alan Woods desde su visión típicamente trotzkista pero en ese trabajo nadie tiene que ver con lo que pasó en la Argentina porque ni a los mejores conocedores del marxismo en la Argentina se les hubieran ocurrido o habían sido capaces de escribir que “la Argentina ha entrado de una forma decisiva en el camino de la revolución”. ¿Revolución de qué, de quién y por quién? Si cuando se fundaron las asambleas populares en los barrios y en las plazas de la ciudad de Buenos Aires, los delirantes de esa ultraizquierda siempre tan revolucionaria, siempre tan avanzada asustó y provocó el fracaso de esa experiencia única entre quienes por primera vez participaban de una convulsión política y salieron corriendo.

El 19 y 20 de diciembre de 2001 fue una revuelta generalizada por sectores duramente afectados por la desastrosa política del gobierno de la Alianza, pero de ningún modo fue una “revolución” y lo increíble del caso es que esa noche del 19 la puerta de entrada de la Casa Rosada estaba sin vigilancia, sin custodia y sin protección de ningún tipo. Quizás en otra época habiéndose llegado a esa instancia quien sabe si el pueblo enardecido la hubiese tomado por asalto dada su consciencia política y militancia. Sin embargo, esa noche la protesta se generalizó en el grito: “¡Que se vayan todos! ¡Que no quede ni uno solo”! exigiendo la salida del gobierno y nada más.

Los responsables que ordenaron la represión que dejó tantos muertos, heridos y detenidos fueron apenas acusados y condenados, cuando les cabía plenamente que sean condenados a la pena de reclusión perpetua por tiempo indeterminado por el infame delito de alta traición a la Patria, para que sus infames cabezas nunca vuelvan a levantarse contra el pueblo, para que nunca más ocupen cargos públicos, para que nunca más le roben al estado y devuelvan todo lo que se llevaron durante todos los años que estuvieron en la función pública. Pero como la justicia pertenece a los que tiene el poder y poder, nunca quedaron tras las rejas y viven tranquilamente sus vidas como si nada hubiera pasado.

Aquella memorable movilización popular a la Plaza de Mayo debe ser una alerta a los nuevos políticos que tomen las riendas del gobierno porque no pueden atacarse impunemente los derechos ciudadanos, no pueden ponerse en práctica más ajustes y que ha llegado la hora de ajustar a los ajustadores, es decir, a los que se llenaron los bolsillos con la nefasta década de los ’90 e inicios del siglo XXI, a los evasores, a los lavadores de dinero, a los que fugan capitales al exterior y a toda esa progenie que realizó fabulosos negocios y obtuvo ganancias millonarias a costa del estado y estafando al estado. En esta movilización y en las  próximas que vengan, el pueblo les hará caer toda la fuerza de su poder, porque si ha sido capaz de derrocar a un gobierno, también podrá ponerle límites a las organizaciones de la miseria en su demencial carrera por las ganancias hasta terminar con su abominable dominio como lo vienen haciendo en Europa los pueblos de Portugal, Grecia, Italia, España, Islandia y ahora en la tranquila Eslovenia.

Durante los diez días que siguieron a la caída del gobierno de la Alianza se sucedieron en forma inédita cinco presidentes porque la Argentina era un brazo candente que nadie quería tomar. En esas condiciones, el único partido con plataforma para gobernar era el partido Justicialista, que se adueñó de la situación e impuso sus condiciones para restablecer el las instituciones republicanas de gobierno. Así se convirtieron sobre las cenizas dejadas por el desastroso bienio de la Alianza, en el partido del orden y del ajuste salvaje tal como lo exigía el FMI más preocupado por la situación de sus hermanos banqueros y la posibilidad de la Argentina de seguir pagando que la tragedia que llevó al país la política del endeudamiento eterno como método del crecimiento de la economía. Ese mismo Partido Justicialista que se presentó como el salvador de la Patria fue el que implantó en toda la línea el neoliberalismo elevado a la enésima potencia, es decir, la tenebrosa ideología política y económica del capitalismo que transformó a las sociedades latinoamericanas de las democracias con seguridad según la doctrina Jeanne Kirckpatrick a las democracias con represión que las puso de rodillas al servicio de la expansión de los intereses del capital imperialista. Su programa se basó en cuatro patas: convertibilidad del peso con el dólar, privatizaciones, desregulaciones y endeudamiento externo extremo.

Contando solo con el apoyo del Congreso, nombraron presidente a Eduardo Duhalde quien colocó como Ministro de Economía a Remes Lenicov que pasó a la historia por ser el salvador de los grupos económicos endeudados hasta la coronilla con su devaluación asimétrica y la derogación de una serie de leyes que hubieran llevado a la cárcel a los culpables del trágico fin de la Argentina a comienzos del siglo XXI.

Las próximas elecciones pondrán a prueba al pueblo para saber si la movilización que liquidó al gobierno radical le ha servido de enseñanza para no votar a los enemigos del pueblo y para que no se repita la experiencia de Santiago del Estero cuando en 1993 le quemaron la casa al gobernador y el comicio posterior volvieron a elegirlo. Si vuelven a ser elegidos los partidos y los políticos que durante en estos años gobernaron contra el pueblo, esto significará que nada se ha aprendido.  

Son muchas las enseñanzas que deja el movimiento popular que derrocó a De la Rúa, entra las cuales podemos nombrar:

1)      El pueblo mostró que tuvo capacidad para movilizarse en forma espontánea por la bronca acumulada o en forma organizada a través de partidos o sindicatos
2)      La terrible crisis que liquidó a De la Rúa como consecuencia de la implantación de las medidas de ajustes brutales recomendadas por el FMI, ha sido una palmaria demostración de que si se sigue gobernando por ese camino, la Argentina jamás saldrá de su condición de país dependiente y sometido y que lo que dice el FMI no nos sirve absolutamente para nada porque nunca ayudaron, ayudan y ayudarán a salvar a sus países miembros.
3)      El pueblo ha comprendido la fuerza de su poder. Aunque no haya tenido una dirección política unificada, ha sabido movilizarse por sí sólo y que seguramente tendría más fuerza con una conducción centralizada.
4)      Los gobernantes están advertidos que ya no se pueden gobernar contra el pueblo y que ha llegado la hora de que el pueblo debe y puede deliberar y gobernar.
5)      Ha entrado en crisis total el sistema económico de acumulación basado en las ganancias rentísticas, de las finanzas, de los manejos especulativos de la bolsa y el capital ficticio, por lo tanto, cualquier programa económico que se ponga en marcha debe apuntar a fortalecer el control y el poder del Estado en materia aduanera, monetaria y tributaria; apoyar las industrias, revitalizar las economías regionales, desarrollar la obra pública para dar trabajo a los desempleados y una reforma impositiva que recaude los fondos necesarios para poner a la economía al servicio del pueblo y que los que ganaron millones sin mover un solo dedo empiecen a pagar la reconstrucción del país.
6)      Quien gobierne deberá hacerlo con un verdadero programa que modifique la brutal distribución de la riqueza que la Argentina produce cada año. Se necesita contar con cuadros profesionales altamente capacitados para el manejo de la administración pública con un  claro y preciso conocimiento de las áreas y sectores donde actuarán. La Argentina los tiene y no necesita recurrir al extranjero para que nos digan qué, cuánto, cómo, cuándo producir y repartir el producto bruto interno.
7)      La Administración del Estado es un asunto tan serio, tan grande y tan complejo que no puede ser entregado a cualquier candidato, a cualquier advenedizo o paracaidista que se cree capaz de dominar la función pública sin tener conocimientos del área y mucho menos si no presenta un programa de gobierno.
8)      No ya no tiene lugar ni el nepotismo, ni la cleptocracia, ni el arribismo porque ha demostrado que engendran la corrupción, el aventurerismo y el hampa de todos y en todos los estamentos políticos de la administración pública.
9)      Para la transformación y recuperación política y económica de la República Argentina se requiere de un poder altamente apoyado en el pueblo, no sólo con los votos, sino creando las formas organizativas para su participación y control auténtico y verdadero.
10)  El pueblo debe saber y debe darse cuenta que los enemigos de la Argentina no es la política, entendida ésta como la ciencia que estudia las distintas formas de lucha en torno a la conquista del poder de la máquina del Estado. Los enemigos del pueblo son aquellos que valiéndose de su influencia y de su poder económico, le roban y estafan a la sociedad para defender un determinado sistema de relaciones para mantener su decadente régimen de dominación.
11)  Aquellos que les toque gobernar deben saber de un modo claro y terminante que lo que prometen deberán cumplirlo inexorablemente y que los cambios de estructura que se necesitan para salir de la crisis en el marco de la  democracia, la Constitución y las leyes no solo son posibles sino que deben producirse. Y si esto no sirve, el derecho a la rebelión está plenamente justificado.

Si nuestro país está en peligro el único que puede salvarlo es el pueblo y ahora que ha conocido su fuerza y su poder ya no es una frase hueca. El pueblo ha ejercido ese poder en las calles, en un combate desigual y que puso en evidencia que no le teme más nada a nadie. Como argentinos que somos sigamos y aprendamos de la advertencia que el más grande de los grandes argentinos que fue el libertador general San Martín nos hiciera  el 22 de julio de 1820 en su proclama a los pueblos del Plata:

            "En fin, a nombre de vuestros propios intereses, os ruego que aprendáis a distinguir, los que trabajan por vuestra salud, de los que meditan vuestra ruina; no os expongáis a que los hombres de bien os abandonen al consejo de los ambiciosos: la primera de las almas virtuosas no llega hasta el extremo de sufrir que los malvados sean puestos al nivel con ellas: y desgraciado del pueblo donde se forman impunemente tan escandaloso paralelo".

Este mensaje significa que debemos estar muy atentos a quien elegimos y no permitir que nos sigan gobernando los que apuestan por la funesta receta neoliberal del ajuste infinito porque es la continuación del saqueo del estado, el robo al pueblo, el pago de los intereses de la deuda externa ilegal, ilegítima e impagable, la liquidación de los salarios, jubilaciones y pensiones, la muerte de la ciencia, la educación y la cultura, la quiebra de las economías regionales y las pequeñas y medianas empresas. En definitiva, por eso camino vamos hacia el fin de República.

Se debe promover a las diferentes instancias de gobierno a los ciudadanos del pueblo que no tienen vínculos con las multinacionales, con los banqueros y los financistas. Se debe promover a los ciudadanos del pueblo que no tienen compromisos con los dueños del poder económico, con los ajustadores y los que nos roban las riquezas que creamos con nuestro trabajo. Luchemos por promover al poder a los ciudadanos del pueblo para transformar la Argentina que es en como debe ser.