LA
"INTIFADA" ARGENTINA: EL FINAL DE LA ERA NEOLIBERAL DE GOBIERNO
Sergio Daniel
Aronas - Buenos Aires – 20 de
diciembre de 2012
La "intifada argentina" del 19 y 20 de Diciembre de 2001 que terminó
con el gobierno de la Alianza encabezado por Fernando de la Rúa, fue un hecho
sin precedentes en la historia argentina, donde la fuerza de la movilización
popular derrocó a un presidente cuyas políticas el pueblo no soportó más y que
además, se fue como llegó: ajustando y reprimiendo.
Durante sus dos años de gobierno, la llamada Alianza se la pasó
ajustando hasta más no poder, agotando no sólo bolsillos del pueblo sino su
paciencia. Al inicio de su mandato, en su primer acto de gobierno, envió un
contingente de la gendarmería a la provincia de Corrientes en diciembre de 1999
para desalojar el puente que une dicha provincia con la del Chaco con un saldo
de dos muertos y volvió a hacerlo en su función de despedida con una
brutalidad, con un salvajismo, con una violencia y con un sadismo como no se lo
veía desde los tiempos de la dictadura cuando en 1982 el pueblo salió a las
calles el 30 de marzo en la marcha de la CGT y el 16 de diciembre cuando lo
convocó la Multipartidaria. Esos hombres y mujeres que murieron por las balas
de la represión son sin lugar a dudas los héroes sobres los cuales habrá de
construirse una nueva Argentina.
La causa principal que provocó la caída de uno de los gobiernos más
traidores de la historia argentina porque no cumplió con ninguna de las
propuestas de su campaña electoral, fue precisamente el abandono de dicha
plataforma de cambios para seguir la orientación imperial del ajuste perpetuo
bajo la imperturbable dirección del FMI, es decir, de las políticas basadas en
la defensa a ultranza del mercado con un grado de fanatismo que garanticen la
supremacía del poder financiero en la economía argentina, haciendo descargar el
peso de la crisis en los sectores más empobrecidos del país. Medidas
sanguinarias como rebajar los sueldos de los trabajadores estatales y de los
jubilados, la aplicación del impuesto a las ganancias a los trabajadores en
relación de dependencia por cobrar sueldos que superaban el mínimo no imponible
para tributar un impuesto con que se grava las ganancias de las empresa (una
aberración económica e impositiva que aun hoy permanece), sostener el
insostenible plan de convertibilidad, reducir los impuestos a las empresas para
que promuevan la producción, la inversión y el empleo que no dieron ningún
resultado a través de los planes de competitividad y al mismo tiempo, aceptar
los planes de las instituciones financieras internacionales para satisfacer la
voracidad criminal de los banqueros, con el objeto de hacer de la Argentina una
máquina succionadora de recursos para pagar los intereses de la deuda externa
generada por la dictadura fascista cívico-militar y la sanción de una nefasta
ley de empleo, fueron jalones de un gobierno absolutamente inseguro, sin rumbo,
sin objetivos y sin una estrategia de conducción, voracidad que se puso de
manifiesto con las operaciones llamadas blindaje y megacanje que fueron
denunciadas como las estafas mayores que cerraron la terrible década de los
noventa e iniciaron el nuevo milenio de la forma más bestial que nadie se pudo
imaginar.
Vamos a recordar aquellos lamentables acuerdos que llevaron a la
Argentina al caos financiero: En primer lugar, se firmó el blindaje financiero
de diciembre de 2000 cuya publicidad televisiva mostraba al Presidente De la
Rúa diciendo “qué lindo es dar buenas noticias a fin de año”. Bajo la
conducción económica de José Luis Machinea, consistió en un préstamo de 40 mil
millones de dólares para sustituir con títulos de deuda las reservas del
sistema financiero, fondos que ingresarían siempre y cuando la Argentina se
comprometiera a reducir el déficit fiscal. En medio de una recesión como sufría
la economía fin del año 2000 no hizo más que echar nafta al incendio que se
aproximaba en el sistema bancario. Machinea venía de ser el presidente del
Instituto de Estudios Económicos de la Unión Industrial Argentina, la más
poderosa organización de los empresarios industriales y que fueron la cabeza de
los llamados “capitanes de la industria”. Como premio a su labor como Ministro
de Economía, el bueno de Machinea que renunció en medio del escándalo del
blindaje, fue llamado a ser el presidente de la Comisión para los Estudios
Económicos de América Latina (Cepal), un organismo de las Naciones Unidas con
sede en Santiago de Chile. Durante su gestión empobreció al pueblo de una
manera terrible y desde la Cepal, se la pasó hablando y escribiendo como luchar
contra la pobreza. ¡Qué maravilla!
Tras renunciar Machinea, fue nombrado Ministro de Economía el ultraliberal
economista Ricardo López Murphy que colocó a todos sus colegas de la Fundación
de Investigaciones Económicas Latinoamericana (FIEL), es decir, la institución
rectora del análisis y enfoque neoliberal de la Argentina, cuyo plan fue
volteado por pretender drástico ajuste en el presupuesto educativo, sobre todo
en las Universidades públicas contra el cual se levantaron todos los
estudiantes del país y lo obligaron a renunciar a los quince días de hber
asumido.
El
tercer ministro de Economía de la Alianza fue Domingo Cavallo que llevaría al
país al desastre total, a pesar de contar con el apoyo no solo del gobierno
sino de los Estados Unidos, el FMI y la banca acreedora que aplaudió su
nombramiento. Con Cavallo se dieron los otros tres pasos que condujeron al
descalabro del 2001: el “Megacanje”
de Junio de 2001, el llamado “Salvataje” de agosto de 2001 y el acuerdo
firmado con el FMI bajo el nombre de “Canje y conversión de deuda en títulos
a préstamos garantizados” de noviembre de 2001.
La
prueba mayor de la desorientación total de ese gobierno fue precisamente llamar
a Domingo Cavallo como nuevo Ministerio de Economía, es decir, del responsable
de la estatización de la deuda privada bajo esa misma dictadura, con lo que vino
a poner el moñito a ese monstruoso círculo para que los dueños del poder
económico en alianza con los monopolios internacionales, los bancos
multinacionales, las organizaciones multilaterales de crédito y las poderosas
cámaras empresariales de la industria y el campo, terminaran de realizar el
trabajo sucio para convertir a la Argentina en un país bananero, títere y
dependiente, de modo tal que terminemos en una peor condición de la que
vivieron nuestros antepasados de las Provincias Unidas del Río de la Plata
durante la dominación española y estar bajo la conducción hegemónica de los
mercados financieros de la globalización imperialista. Cavallo al tomar
nuevamente la conducción de la Economía del país lo hizo con el ferviente apoyo
de David Rockefeller y todo su séquito de impolutos banqueros ladrones.
El segundo paso fue la aprobación de la operación
pomposamente llamada “megacanje” que oficializado por el Decreto 648/2001,
consistió en cambiar bonos de la deuda con vencimiento próximo por nuevos
títulos a mayor plazo de vencimiento y a una mayor tasa de interés. La acrobacia
financiera de los genios del FMI con quien se firmó este canje dio como
resultado que se postergaran 12 mil millones de dólares de intereses al tiempo
que la deuda externa se aumentaba en 55 mil millones de dólares y
comprometiendo al país a pagar por intereses más de 115 millones de dólares
entre 2001 y 2005. Un verdadero meganegocio para los bancos, el FMI y sus
funcionarios por todas las comisiones que cobraron estos “amigos del pueblo”.
El tercer momento, se dio en julio de 2001 en el marco
del día de independencia este dúo del terror De la Rúa-Cavallo anuncian el
programa de “déficit cero” bajo el paraguas de la ley 25.643 por el cual los
acreedores privilegiados de la Argentina son precisamente los acreedores de la
deuda externa a quienes con los fondos provenientes de la recaudación
impositiva y otras vías como préstamos privados nacionales o internacionales,
se le debe pagar primero y si sobrara algo pagar al resto de los argentinos.
Para estos salvajes siempre fuimos el resto, las sobras, el pan para dar de
comer al circo.
El cuarto paso de esta catarata de desastres financieros,
fue el “salvataje” del FMI de agosto de 2001 que por un total de 9 mil millones
de dólares, se realizó como un mecanismo de restructuración de la deuda con el
cual ingresaron al Banco Central casi 4600 millones de dólares. Ya en julio con
el déficit cero, el panorama económico y social empezar a calentarse.
El quinto paso de la gestión Cavallo fue la famosa declaración
de la intangibilidad de los depósitos avalado por ley del Congreso Nacional Nro.
25466 por el cual los depósitos de los ahorristas no podían ser incautados, ni
modificada la moneda en la que estaban al ingresar a la cuenta ni reprogramados
sus vencimientos. Esto no fue más que el preludio a una violación flagrante a
las leyes porque luego se hizo todo lo contrario.
El sexto paso del proceso financiero que fundió a la Argentina
fue el Decreto del Poder Ejecutivo Nro. 1387 de noviembre de 2001 mediante el
cual la deuda se convertía en préstamos garantizados, es decir, que en otra brillante maniobra de la magia
financiera de Cavallo, se internalizó la deuda externa al ingresar al sistema
financiero títulos de deuda que estaban en manos de inversionista externos a
cambio de llevarse buena parte de sus reservas. Resumiendo: los bancos
entregaron bonos depreciados y el Estado asume la deuda como si fueran
préstamos bancarios y al valor nominal de los bonos. ¡Estupendo!
El séptimo y último paso que provocó el estallido y la
bancarrota total, fue la puesta en marcha del corralito bancario por el Decreto
1570 del 1º de diciembre de 2001 con el cual comenzaba a gestarlo el incendio y
contra el cual no habría como apagarlo. El tristemente célebre corralito
estableció fuerte restricciones para los retiros de dinero del sistema
financiero, ya que este gobierno, en el marco de la globalización, impulsó la
bancarización compulsiva y obligatoria a todos los empleados en relación de
dependencia tanto en la actividad privada como pública. Con esta maniobra
delincuencial, el estado se apoderaba de los dineros de todos los habitantes
del país, atribución que le confería la ley basura de superpoderes con el que
Cavallo inició su catastrófica gestión de Ministro de Economía. La caída de los
depósitos del sistema financiero no fue debido a los retiros de los ciudadanos
y empresas que tenían prohibido disponer de sus fondos, sino que fueron los
mismos banqueros, que actuaron como saqueadores los que hicieron fugar miles de
millones de dólares y llevar al país a la crisis más terrible de su historia,
en lo que la historia económica llamó el saqueo de la Argentina.
El
corralito fue una medida trágica y terrible que llevó a la desesperación a
muchas honestas personas que necesitaban de su dinero para afrontar
tratamientos médicos y que le fueron impedidos de utilizar para que los banqueros
hagan de las suyas con dinero ajeno.
El
país llega al 19 de diciembre por ese motivo y que combinado con un desempleo galopante,
quiebras de empresas, la puesta en marcha de cuasi monedas para reemplazar a la
que se afanaron lo bancos como ser los patacones, los lecop tanto a nivel nacional
como provincial que adquirieron el tratamiento de moneda de curso legal, a una
jornada de violencia que duró todo el día y a la que el gobierno respondió de
la única manera que supo: reprimiendo. Frente a un cuadro de movilizaciones, de
protestas masivas y de saqueos a los supermercados tanto sea espontáneos,
organizados o realizados por la desesperación real de sectores terriblemente
afectados por la falta de trabajo, el hambre y la miseria, al entonces
presidente Fernando de la Rúa, no se le ocurrió como método para explicar la
nueva situación sociopolítica creada luego de un día de saqueos, muertes, detenidos
que utilizar el lenguaje de la dictadura e implantar ilegalmente el estado de
sitio cuando el reclamo popular exigía trabajo y basta de ajustes. Con ese
desfachatado y provocador discurso De la Rúa cavó su propia tumba, porque la
desobediencia civil a la medida tomada no se hizo esperar y esa misma noche
llegó el fin de este gobierno desastroso con una movilización masiva hacia la
Plaza de Mayo que empezando por ser una movilización tranquila, terminó con una
terrible represión por la noche. Ahí fue cuando se conoce la renuncia del
infame Cavallo como Ministro de Economía terminando para siempre su gestión
pública ya que se trata de alguien que en su mayor parte vivió del Estado y a
costa del Estado desde 1982 hasta 2001. Casi 20 años mamando la teta estatal
para su beneficio personal.
Con el pérfido desempeño de De la Rúa como insípido presidente, Domingo Cavallo
como supremo Ministro capaz de resolver todos los problemas del país y junto
con los demás miembros de la jauría bajo la permanente supervisión del FMI, el
Banco Mundial y el gabinete de los Estados Unidos, pretendieron liquidar todas
las riquezas de la República, exterminar las economías regionales (en aquellos
años se dio a conocer un informe del Banco Mundial que calificaba a las
provincias del norte del país como “proyectos económicos inviables”), aniquilar
los salarios del pueblo y convertir en esclavos a todos los trabajadores
argentinos, sean éstos obreros, empleados, campesinos, profesionales, maestros,
etc. Pero estos planes delirantes y depravados no pudieron realizarse porque el
pueblo autoconvocado supo voltear a la bestia de Cavallo y al día siguiente
volteó a la bestia mayor que le dio lugar en el Ministerio de Economía. Esto no
es delirio: porque un conspicuo economista alemán de nombre Rudiger Dornbush ya
fallecido, declaró sin ningún tipo de problema que la Argentina en plena
hecatombe financiera, debía bajar el salario de los trabajadores otro 20% más como
si lo que se perdió durante el menemato y los dos años de la Alianza no fueron
suficientes para destruir la capacidad de consumo de la población. El otro
magnífico aporte de este señor fue la de enviar a la Argentina un comité de
notables para que se haga cargo de la conducción política y económica del país
en marzo de 2002.
Está claro que la implantación del “corralito” bancario que atrapó a
miles de ahorristas fue un hecho que hizo estallar los ánimos de las capas
medias muy poco ávidas a la lucha política y social. Esa fue una de las razones
de las grandes movilizaciones durante la noche del 19 de diciembre y todo el
día 20 que provocó la renuncia del impresentable presidente y su gabinete en
pleno bajo una lluvia de balas y muertos en una jornada sangrienta como no se
vivía desde hacía muchos años. Fueron movilizaciones espontáneas, sin
conducción política determinada, sino que fueron motivadas por el hecho de
salir a protestar contra un gobierno inaguantable. Aun así fueron de una
envergadura impresionante que obligaron a renunciar a un presidente y huir en
helicóptero por temor a ser linchado por el pueblo enardecido.
Los sucesos de diciembre de 2001 tuvieron muchas interpretaciones tanto
en el país como en el mundo y se publicaron varios libros interesantes de alto
rigor analítico para entender lo que pasó y porqué terminó como terminó el
gobierno de la Alianza que llegó a la presidencia son un alto apoyo popular.
Entre los libros que pueden consultarse sobre los orígenes y causas del
desastre de finales de diciembre de 2001 podemos mencionar sin un orden de
importancia porque todos son muy valiosos a la hora de entender aquellos
acontecimientos:
1) Mario Cafiero y Javier Llorens. La Argentina robada. El corralito,
los bancos y el vaciamiento del sistema financiero argentino. Ediciones Macchi,
Buenos Aires, 2002. Es un trabajo que analiza con sumo detalle las medidas
económicas del gobierno de la Alianza que llevaron a la hecatombe. Muestra el
papel de los bancos nacionales y extranjeros en la destrucción del sistema
financiero y como el FMI presionó a la Argentina para que siga sus planes de
ajuste para que siga pagando los intereses de la deuda. Analiza la trayectoria
de Domingo Cavallo como ministro de economía en sus dos momentos al tiempo que
revela los apoyos recibidos por éste. Son muy buenos los cuadros donde se da a
conocer el vaciamiento financiero del país y pone énfasis en el encuadramiento
jurídico que llevaron a implantar el corralito que fue en definitiva lo que
provocó el estallido popular. Lo malo es que la introducción es de Elisa Carrió,
pero cuando salió el libre todavía no sufría de sus delirios místicos que empezaron
a afectarla partir de su derrota electoral en las presidenciales de mayo de
2003. Esos años Cafiero y Carrió compartieron la investigación sobre el lavado
de dinero que realizó la comisión de la Cámara de Diputados creados Ad hoc.
2) Julio Sevares. Porqué cayo la Argentina. Imposición, crisis y
reciclaje del orden neoliberal. Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2002. Siendo
un más académico que el anterior, está muy bien escrito y el estudio de la
debacle de 2001 comienza con la historia económica y política argentina desde
los años sesenta en adelante porque se enumeran las transformaciones en la
estructura económica del país y como se llega a la dictadura de 1976-1983 que
es el punto de partida del experimento neoliberal en la Argentina. Luego entra
en el análisis del gobierno justicialista de 1989 a 1999 como el continuador
constitucional del neoliberalismo en el país y sus cuatro patas programáticas:
convertibilidad, apertura, privatizaciones y desregulaciones, y con el
endeudamiento como política de crecimiento económico. Sobre esta base, las consecuencias
sociales fueron devastadoras porque fueron el caldo de cultivo que le dejó a la
Alianza que solo no cambió un ápice la estructura anterior sino que llevó al
país a su caída. La introducción está a cargo del gran Mario Rapoport, la mayor
autoridad argentina en historia económica y social. Es un libro muy recomendable.
3) El derrumbe político en el ocaso de la convertibilidad. Grupo
Editorial Norma, Buenos Aires, editado en julio de 2002. Se trata de seis
ensayos de varios autores compilados por Marcos Navarro en la cual los autores
realizan estudios en plano teórico sobre la crisis de 2001 donde plantean
modelos de análisis para entender lo que le pasó a la Argentina. Es un texto
denso pero muy elaborado donde formulan una serie de tesis sobre el
comportamiento de las clases dirigentes, de los factores de poder y el papel
del pueblo en la resolución de la dicha crisis. Lo bueno del libro es que
plantea la necesidad de fortalecer la política como herramienta de
transformaciones para el conjunto de la población y solo para unos pocos
iluminados. Requiere de una lectura muy atenta y concentrada.
4) María Seoane. El saqueo de la Argentina. Editorial Sudamericana,
Buenos Aires, Marzo de 2003. Es el libro más grande en cuanto a páginas
(575) escrito con un lenguaje muy ameno,
muy detallado en cuanto a crónicas, fuentes periodísticas y grandísima
bibliografía de las que se nutre porque es un trabajo magnífico paso a paso de
los protagonistas que llevaron al desastre del país. Es un libro que consta de
cuatro capítulos y empieza al revés: va del final con el gobierno de Duhalde al
de la Alianza y termina en el gobierno constitucional que llevó a cabo la tarea
sucia de vender a precio vil lo que tanto y tanta sangre costó construir. En el
primero analiza la década del noventa y su proyección en el gobierno de la
Alianza que continuó al menemato en su punto fundamental: la convertibilidad.
En el siguiente se estudia cómo se forjó el sistema político, económico y
jurídico que posibilitó el saqueo de la Argentina. En el tercer capítulo nos
cuenta la historia de la deuda externa argentina que durante 30 años fue el
principal condicionante de todas las políticas económicas y origen y causa
fundamental de la hecatombe en la que entró la Argentina en diciembre de 2001.
El capítulo cuarto –el más largo del libro- está dedicado a las privatizaciones que sucedieron
entre los años 1989 y 1999 que constituyeron el gran remate y el inicio de la
destrucción de las riquezas argentinas. Lo destacable son las poderosas 153
páginas de anexo informativo y estadístico con cuadros, gráficos y tablas de
todo tipo.
Estos cuatro libros de autores argentinos representan – a mi modo de ver
– los que mejor explicaron los hechos del 2001 en sus orígenes, causas, motivaciones,
circunstancias y brindan un clarísimo panorama de porqué un país tan rico como
la Argentina fue traicionado por sus élite dirigente para venderlo al mejor
postor y desatar una crisis política, económica y social nunca vista.
Entre los análisis más delirantes que pude leer sobre aquellas jornadas
provino -como muchas veces sucede con este tipo de acontecimientos- de ciertos analistas
internacionales de la izquierda ultrarrevolucionaria que auguraban el estallido
de la revolución en la Argentina porque al ver a miles de manifestantes en las
calles que salían a protestas contra la política criminal del gobierno,
creyeron que esas oleadas masivas de personas eran los destellos y claros
reflejos de los comité de soviets de obreros, campesinos y soldados que iban a
tomar el Palacio de Invierno de la Plaza de Mayo, la Casa Rosada. Y quien no
crea esto puede leer el artículo del teórico inglés Alan Woods “Argentina: la
revolución ha comenzado” (http://www.rebelion.org/hemeroteca/sociales/woods050102.htm
del 05 de enero de 2002) donde se explaya con citas de Lenin, llamados a la
huelga general, como si la revolución socialista hubiese estado estuviese a la
vuelta de la esquina. Nadie puede negar la importancia de los artículos,
escritos, libros y aportes teóricos de Alan Woods desde su visión típicamente trotzkista
pero en ese trabajo nadie tiene que ver con lo que pasó en la Argentina porque
ni a los mejores conocedores del marxismo en la Argentina se les hubieran
ocurrido o habían sido capaces de escribir que “la Argentina ha entrado de una
forma decisiva en el camino de la revolución”. ¿Revolución de qué, de quién y
por quién? Si cuando se fundaron las asambleas populares en los barrios y en
las plazas de la ciudad de Buenos Aires, los delirantes de esa ultraizquierda
siempre tan revolucionaria, siempre tan avanzada asustó y provocó el fracaso de
esa experiencia única entre quienes por primera vez participaban de una
convulsión política y salieron corriendo.
El 19 y 20 de diciembre de 2001 fue una revuelta generalizada por
sectores duramente afectados por la desastrosa política del gobierno de la
Alianza, pero de ningún modo fue una “revolución” y lo increíble del caso es
que esa noche del 19 la puerta de entrada de la Casa Rosada estaba sin
vigilancia, sin custodia y sin protección de ningún tipo. Quizás en otra época
habiéndose llegado a esa instancia quien sabe si el pueblo enardecido la hubiese
tomado por asalto dada su consciencia política y militancia. Sin embargo, esa
noche la protesta se generalizó en el grito: “¡Que se vayan todos! ¡Que no
quede ni uno solo”! exigiendo la salida del gobierno y nada más.
Los responsables que ordenaron la represión que dejó tantos muertos,
heridos y detenidos fueron apenas acusados y condenados, cuando les cabía
plenamente que sean condenados a la pena de reclusión perpetua por tiempo
indeterminado por el infame delito de alta traición a la Patria, para que sus
infames cabezas nunca vuelvan a levantarse contra el pueblo, para que nunca más
ocupen cargos públicos, para que nunca más le roben al estado y devuelvan todo
lo que se llevaron durante todos los años que estuvieron en la función pública.
Pero como la justicia pertenece a los que tiene el poder y poder, nunca
quedaron tras las rejas y viven tranquilamente sus vidas como si nada hubiera
pasado.
Aquella memorable movilización popular a la Plaza de Mayo debe ser una
alerta a los nuevos políticos que tomen las riendas del gobierno porque no
pueden atacarse impunemente los derechos ciudadanos, no pueden ponerse en
práctica más ajustes y que ha llegado la hora de ajustar a los ajustadores, es
decir, a los que se llenaron los bolsillos con la nefasta década de los ’90 e
inicios del siglo XXI, a los evasores, a los lavadores de dinero, a los que
fugan capitales al exterior y a toda esa progenie que realizó fabulosos
negocios y obtuvo ganancias millonarias a costa del estado y estafando al
estado. En esta movilización y en las
próximas que vengan, el pueblo les hará caer toda la fuerza de su poder,
porque si ha sido capaz de derrocar a un gobierno, también podrá ponerle
límites a las organizaciones de la miseria en su demencial carrera por las
ganancias hasta terminar con su abominable dominio como lo vienen haciendo en
Europa los pueblos de Portugal, Grecia, Italia, España, Islandia y ahora en la
tranquila Eslovenia.
Durante los diez días que siguieron a la caída del gobierno de la
Alianza se sucedieron en forma inédita cinco presidentes porque la Argentina
era un brazo candente que nadie quería tomar. En esas condiciones, el único
partido con plataforma para gobernar era el partido Justicialista, que se adueñó
de la situación e impuso sus condiciones para restablecer el las instituciones
republicanas de gobierno. Así se convirtieron sobre las cenizas dejadas por el
desastroso bienio de la Alianza, en el partido del orden y del ajuste salvaje
tal como lo exigía el FMI más preocupado por la situación de sus hermanos
banqueros y la posibilidad de la Argentina de seguir pagando que la tragedia
que llevó al país la política del endeudamiento eterno como método del
crecimiento de la economía. Ese mismo Partido Justicialista que se presentó
como el salvador de la Patria fue el que implantó en toda la línea el
neoliberalismo elevado a la enésima potencia, es decir, la tenebrosa ideología
política y económica del capitalismo que transformó a las sociedades
latinoamericanas de las democracias con seguridad según la doctrina Jeanne
Kirckpatrick a las democracias con represión que las puso de rodillas al
servicio de la expansión de los intereses del capital imperialista. Su programa
se basó en cuatro patas: convertibilidad del peso con el dólar,
privatizaciones, desregulaciones y endeudamiento externo extremo.
Contando solo con el apoyo del Congreso, nombraron presidente a Eduardo
Duhalde quien colocó como Ministro de Economía a Remes Lenicov que pasó a la
historia por ser el salvador de los grupos económicos endeudados hasta la
coronilla con su devaluación asimétrica y la derogación de una serie de leyes
que hubieran llevado a la cárcel a los culpables del trágico fin de la
Argentina a comienzos del siglo XXI.
Las próximas elecciones pondrán a prueba al pueblo para saber si la
movilización que liquidó al gobierno radical le ha servido de enseñanza para no
votar a los enemigos del pueblo y para que no se repita la experiencia de
Santiago del Estero cuando en 1993 le quemaron la casa al gobernador y el comicio
posterior volvieron a elegirlo. Si vuelven a ser elegidos los partidos y los
políticos que durante en estos años gobernaron contra el pueblo, esto
significará que nada se ha aprendido.
Son muchas las enseñanzas que deja el movimiento popular que derrocó a
De la Rúa, entra las cuales podemos nombrar:
1)
El pueblo mostró que tuvo
capacidad para movilizarse en forma espontánea por la bronca acumulada o en
forma organizada a través de partidos o sindicatos
2)
La terrible crisis que
liquidó a De la Rúa como consecuencia de la implantación de las medidas de
ajustes brutales recomendadas por el FMI, ha sido una palmaria demostración de
que si se sigue gobernando por ese camino, la Argentina jamás saldrá de su
condición de país dependiente y sometido y que lo que dice el FMI no nos sirve
absolutamente para nada porque nunca ayudaron, ayudan y ayudarán a salvar a sus
países miembros.
3)
El pueblo ha comprendido la
fuerza de su poder. Aunque no haya tenido una dirección política unificada, ha
sabido movilizarse por sí sólo y que seguramente tendría más fuerza con una
conducción centralizada.
4)
Los gobernantes están
advertidos que ya no se pueden gobernar contra el pueblo y que ha llegado la
hora de que el pueblo debe y puede deliberar y gobernar.
5)
Ha entrado en crisis total
el sistema económico de acumulación basado en las ganancias rentísticas, de las
finanzas, de los manejos especulativos de la bolsa y el capital ficticio, por
lo tanto, cualquier programa económico que se ponga en marcha debe apuntar a
fortalecer el control y el poder del Estado en materia aduanera, monetaria y
tributaria; apoyar las industrias, revitalizar las economías regionales,
desarrollar la obra pública para dar trabajo a los desempleados y una reforma
impositiva que recaude los fondos necesarios para poner a la economía al
servicio del pueblo y que los que ganaron millones sin mover un solo dedo
empiecen a pagar la reconstrucción del país.
6)
Quien gobierne deberá
hacerlo con un verdadero programa que modifique la brutal distribución de la
riqueza que la Argentina produce cada año. Se necesita contar con cuadros
profesionales altamente capacitados para el manejo de la administración pública
con un claro y preciso conocimiento de
las áreas y sectores donde actuarán. La Argentina los tiene y no necesita
recurrir al extranjero para que nos digan qué, cuánto, cómo, cuándo producir y
repartir el producto bruto interno.
7)
La Administración del Estado
es un asunto tan serio, tan grande y tan complejo que no puede ser entregado a
cualquier candidato, a cualquier advenedizo o paracaidista que se cree capaz de
dominar la función pública sin tener conocimientos del área y mucho menos si no
presenta un programa de gobierno.
8)
No ya no tiene lugar ni el
nepotismo, ni la cleptocracia, ni el arribismo porque ha demostrado que
engendran la corrupción, el aventurerismo y el hampa de todos y en todos los
estamentos políticos de la administración pública.
9)
Para la transformación y
recuperación política y económica de la República Argentina se requiere de un
poder altamente apoyado en el pueblo, no sólo con los votos, sino creando las
formas organizativas para su participación y control auténtico y verdadero.
10)
El pueblo debe saber y debe
darse cuenta que los enemigos de la Argentina no es la política, entendida ésta
como la ciencia que estudia las distintas formas de lucha en torno a la
conquista del poder de la máquina del Estado. Los enemigos del pueblo son
aquellos que valiéndose de su influencia y de su poder económico, le roban y
estafan a la sociedad para defender un determinado sistema de relaciones para
mantener su decadente régimen de dominación.
11)
Aquellos que les toque
gobernar deben saber de un modo claro y terminante que lo que prometen deberán
cumplirlo inexorablemente y que los cambios de estructura que se necesitan para
salir de la crisis en el marco de la
democracia, la Constitución y las leyes no solo son posibles sino que
deben producirse. Y si esto no sirve, el derecho a la rebelión está plenamente
justificado.
Si nuestro país está en peligro el único que puede salvarlo es el pueblo
y ahora que ha conocido su fuerza y su poder ya no es una frase hueca. El
pueblo ha ejercido ese poder en las calles, en un combate desigual y que puso
en evidencia que no le teme más nada a nadie. Como argentinos que somos sigamos
y aprendamos de la advertencia que el más grande de los grandes argentinos que
fue el libertador general San Martín nos hiciera el 22 de julio de 1820 en su proclama a los
pueblos del Plata:
"En fin, a nombre de vuestros
propios intereses, os ruego que aprendáis a distinguir, los que trabajan por
vuestra salud, de los que meditan vuestra ruina; no os expongáis a que los
hombres de bien os abandonen al consejo de los ambiciosos: la primera de las
almas virtuosas no llega hasta el extremo de sufrir que los malvados sean
puestos al nivel con ellas: y desgraciado del pueblo donde se forman
impunemente tan escandaloso paralelo".
Este mensaje significa que debemos estar muy atentos a quien elegimos y
no permitir que nos sigan gobernando los que apuestan por la funesta receta
neoliberal del ajuste infinito porque es la continuación del saqueo del estado,
el robo al pueblo, el pago de los intereses de la deuda externa ilegal,
ilegítima e impagable, la liquidación de los salarios, jubilaciones y
pensiones, la muerte de la ciencia, la educación y la cultura, la quiebra de
las economías regionales y las pequeñas y medianas empresas. En definitiva, por
eso camino vamos hacia el fin de República.
Se debe promover a las diferentes instancias de gobierno a los
ciudadanos del pueblo que no tienen vínculos con las multinacionales, con los
banqueros y los financistas. Se debe promover a los ciudadanos del pueblo que
no tienen compromisos con los dueños del poder económico, con los ajustadores y
los que nos roban las riquezas que creamos con nuestro trabajo. Luchemos por
promover al poder a los ciudadanos del pueblo para transformar la Argentina que
es en como debe ser.