El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

sábado, 15 de diciembre de 2012

CUESTIONES JUDICIALES



LA TERRIBLE INJUSTICIA DE LA JUSTICIA

Por Sergio Daniela Aronas – 15 de diciembre de 2012

            Hoy me voy a ir de mis habituales artículos para realizar un pequeño comentario sobre el desastroso fallo de la justicia en la causa Marita Verón. Se trata de una opinión personal reconociendo que no soy especialista en cuestiones de derecho. Y aun así, la indignación que todos tenemos supera largamente si tenemos o no conocimientos de la materia, porque nuevamente los ciudadanos comunes de toda la República podemos decirles a esa vaca sagrada de los jueces, que es el único estamento monárquico que todavía existe en nuestra República Argentina, que no pueden hacer justicia con injusticia.

            Pocas veces en la historia argentina, una sentencia judicial como la del martes 11 de diciembre del Tribunal de la Sala II de la Cámara Penal de la ciudad de San Miguel de Tucumán que absolvió de culpa y cargo a todos acusados implicados en el secuestro y desaparición de la María de los Ángeles Verón, causó tanto repudio, odio, indignación, bronca, rabia, asco, fastidio, enojo, enfado, ira, cólera, impotencia y repulsión generalizada a quienes se encargan de la administración de justicia.  Este fallo muestra con toda claridad que la que está fallada y sigue fallando por anda muy mal es la justicia cuando se trata de causas que alcanza a ciertos sectores de poder. ¿Qué más pruebas pretendían los jueces que presentaran las víctimas que sus relatos de sus aberrantes relatos de la servidumbre a la que fueron sometidas durante tanto tiempo? ¿Acaso las declaraciones de las chicas liberadas no tienen valor probatorio de los desastres que hizo banda? ¿Qué necesitaban los Señores Jueces como prueba para que sean condenados que les muestren en forma oral y pública las brutalidades cometidas? Estamos hablando no de un negocio, porque esta asquerosa actividad de la trata de personas que opera al margen de la ley, no tiene nada que ver con el desarrollo de actividades lícitas del comercio. Eso no es más ni menos que la elevación de la mujer a las condiciones de la esclavitud para someterla a una situación de la peor bajeza en pleno siglo XXI. ¿Saben los jueces que la Asamblea del Año XIII abolió para siempre la esclavitud en nuestro país? Si Mariano Moreno viviría a este tribunal este debería hacer las valijas para evitar el castigo por la repulsa que ocasionó su fallo fallido. Así se expresaba en la Gaceta de Buenos Ayres el 11 de octubre de 1810 en una expresión conocida pero que la vale la pena volver a reproducirla porque pone la actitud de los jueces hacia el pueblo: “No pueden atacarse impunemente los derechos de los pueblos. En los particulares súbditos es un crimen de traición; pero en los magistrados y autoridades es la más enorme y sacrílega violación de la fidelidad, que deben a la confianza pública y a las leyes constitucionales de sus empleos. Las autoridades todas derivan en su primer origen de los pueblos el poder que sobre ellos ejercen y por una ley suprema, que es la suma de todas las instituciones políticas es manifiesto, que no le confirieron, para que abusando en su ejercicio lo convirtiesen en destrucción del mismo, de quien lo han recibido”.

            A quién debe defender la justicia es lo que plantea Mariano Moreno y vuelve a plantearse con este horroroso fallo fallido. Para los pobres, para los que no tienen nada ni pueden ejercer presión ni tienen fuerza para influenciar en los tribunales, la condena es inmediata; para los ciudadanos que trabajan, para los explotados como es el caso de las mujeres violentamente sometidas a esa forma de esclavitud que es obligarlas a prostituirse, con jueces así, ¿cómo puede sostener o garantizar su libertad si al estar privada de ella no tiene quien se preocupe por ellas? El repudio masivo que se vio en todo el país por esta sentencia, evidencia que la impunidad de los sectores privilegiados sigue teniendo adeptos en los tribunales de justicia de la Argentina.

            Este maldito fallo me hizo recordar que hace más de 2500 años, Platón escribió en su libro República en qué consiste la justicia en un pequeño pero contundente párrafo que nunca se estudia en cursos de filosofía en general o en la filosofía del derecho ya que de este texto parece ser que lo único que vale es el Libro VII donde aparece la alegoría de la caverna`(pero haremos una nueva interpretación a luz de la sentencia dictada por el tribunal tucumano). Así que cualquier parecido con la realidad de nuestro país es una clara evidencia que no ha cambiado nada en 25 siglos de existencia:

            “¿Y no dicta cada gobierno las leyes que le conviene? ¿El democrático democráticas, el tiránico tiránicas y así los demás? Establecidas las leyes, los gobernantes demuestran que para los gobernados es justo lo que a ellos le conviene. ¿No castigan a quienes violan esas leyes como culpables de una acción injusta? Tal es, amigo mío, mi pensamiento: es todas las ciudades, la justicia no es sino la conveniencia del gobierno establecido. Y éste, de una u otra manera, es el que tiene poder. De modo que para todo hombre que razone sensatamente, lo justo es lo mismo en todas partes: lo que conviene al más fuerte”. Platón. República, Libro I e, página 113. Editorial Eudeba, Séptima Edición, Buenos Aires, 1973.

            Y ya que nombramos la alegoría de la caverna, podemos decir sin lugar a equivocarnos que el cuadro de los prisioneros encadenados descriptos por Platón, se puede trasladar a la situación en la que viven todas las mujeres secuestradas por la trata de de personas, en una nueva y horrenda forma de encadenamiento en la cual están prácticamente “viviendo” en condición de prisioneras, en privación ilegítima de su libertad, encadenadas a los prostíbulos horrendos sin poder tener acceso al mundo exterior como los prisioneros del relato platónico. Y si la misión del filósofo gobernante consistía en liberar a esos prisioneros de la caverna, en el caso de la mujeres sometidas a la fuerza a la prostitución, quien sino la JUSTICIA debe ser la encargada de liberarlas, terminar para siempre con este sistema esclavista y con una substancial diferencia que es no volver más a las cavernas donde estaban rccluidas y así poder reiniciar su vida como personas libres y dignas de todo respeto.

            La existencia de este tipo de justicia es una clara demostración que la dictadura no pasó en vano en la Argentina ya que dejó su terrible impronta en esta institución que no sólo no fue democratizada en cuanto a los jueces que requiere una democracia republicana, ni mucho menos modernizada en cuanto a los procedimientos que tardan meses y años en dictar sentencia. No son ciudadanos que para vivir necesitan dos o tres trabajos: ganan sueldos elevadísimos que nadie discute pero se comportan como verdaderos aristócratas, como una sagrada corporación a la que no se puede criticar, especialmente cuando se trata de que paguen el impuesto a las ganancias (cosa que no hacen) como paga cualquier persona que trabaja hasta los trabajadores en relación de dependencia que es otra terrible injusticia. Ellos no pagan pero te pueden aplicar la ley penal tributaria: ¿esta es la tan cacareada igualdad ante la ley?    
            
            Esperemos que este proceso no termine con este fallo horroroso y que jueces valientes puedan que seguro que los hay, puedan retomar esta causa y llevar a la caverna a todos los que viven del “trabajo” negrero, de la explotación y del esclavismo de las mujeres. Sepan los jueces que estas abominables formas de succionar ya fueron abolidas del territorio argentina hace más de 200 años. Terminar con la terrible injusticia que aun impera en la Argentina es el imperativo moral de esta época que nos toca vivir.