LAS
NUEVAS GUERRAS DE LOS
IMPERIOS
CRIMINALES DE OCCIDENTE
Por Sergio Daniel Aronas - 23 de
noviembre de 2012
"¿Has
caminado por la tierra últimamente? Yo lo he hecho: y he examinado los
maravillosos inventos del hombre. Y te digo que en las artes de la vida el
Hombre no inventa nada, pero en las artes de la muerte supera a la Naturaleza
misma, y produce por la química y la maquinaria toda la destrucción que son
capaces la plaga, la peste y el hambre"
George Bernard Shaw, Hombre y Superhombre, 1903
Los EE.UU y el Reino Unido, es decir, los imperios criminales de
Occidente, se han lanzado a las agresiones e invasiones militares primero contra
Afganistán desde octubre de 2001, luego contra Iraq desde marzo 2003 y se
agrega a esta lista de guerras de destrucción masivas la demolición de la Libia
de Muamar Kaddafi mediante los desfachatados bombardeos “humanitarios” entre
marzo y octubre d 2011. Todo este reordenamiento geoestratégico va apuntado a provocar
un cambio radical y profundo de largo alcance en la estructura política,
económica y militar del Medio Oriente y sus zonas de influencia conforme a la
doctrina esbozada por Jimmy Carter, de defender los intereses petrolíferos del
Medio Orientes aun usando la fuerza militar. Y la principal razón para que esto
suceda es que en esta región se concentran las mayores reservas mundiales de
los recursos energéticos. Se trata de países en vías de desarrollo en cuyo
subsuelo se encuentra la masa fundamental de las materias primas energéticas y
que se enfrentan con los poderosos monopolios de los Estados Unidos y de Europa
Occidental, quienes extraen cerca del 80% de todo su petróleo y donde las
sucursales árabes de las empresas petroleras norteamericanas son la fuente más
lucrativa de estas compañías. El gran objetivo es dominar y controlar las rutas
del petróleo, el cual se ha convertido en la mercancía más importante del
sistema capitalista porque es la que mueve su economía, abastece a la maquinaria
de guerra del imperio de la OTAN y es una de las que más ganancias brindan a
sus empresas multinacionales. Para el imperialismo, la necesidad del petróleo
se ha convertido en una cuestión de seguridad nacional de primer orden ya que
la mínima posibilidad del cese o la reducción de su suministro son consideradas
por el gobierno de los Estados Unidos como una grave amenaza a su existencia.
Desde que los Estados Unidos emergieron como potencia mundial, primero en la guerra de
rapiña contra México en 1846 al que le quitaron la mitad de su territorio (más
de 1 millón de kilómetros cuadrados) para adueñarse del oro californiano
recientemente descubierto, más tarde en 1898 en la guerra contra España para
apoderarse de Cuba y Puerto Rico (para tener el control del mar Caribe) y las
islas Hawaii y Filipinas (para tener acceso al océano Pacífico y poder lanzare
a los mercados de Asia) y por último ya entrado en el siglo XX, todo su
desarrollo se ha orientado hacia la creación de un poderoso gran estado
militarista, promotor de una política exterior expansionista y que por sus
fines y métodos en nada se ha diferenciado de lo que fue característica de la
política exterior de la Alemania nazi. Mientras ésta proclamaba el espacio
vital en Europa central y oriental, las distintas presidencias norteamericanas (distinta
en únicamente en cuanto al nombre de su primer mandatario, pero no en la
estrategia histórica global) y contando siempre con el inefable apoyo de su par
británico en todas sus aventuras militares, emprenden sangrientas agresiones e
invasiones con la conquista de nuevas tierras y países muy lejanos que no
representan en absoluto una amenaza a la integridad territorial de los países miembros
de la Organización Terrorista del Atlántico Norte dirigida por los Estados
Unidos.
El ejemplo más elocuente de esta política se vio con
meridiana claridad durante la campaña previa a la agresión armada contra Irak
para derrocar a Saddam Hussein e instalar un gobierno pro norteamericano. Mientras
se ordenaba el traslado de los buques hacia el Golfo Pérsico y el mecanismos de
guerra del imperio se ponía en movimiento, se justificaba la futura invasión
con una propaganda al mejor estilo del nazismo donde bajo el pretexto de la
supuesta capacidad de Iraq para producir armas químicas, nucleares y
bacteriológicas, estuvo y está presente el deseo de apoderarse de las riquezas
y de las reservas del petróleo. Y lo que se ve no es solo una guerra comercial
entre uno de los principales productores de crudo (Iraq) y el principal
importador del mundo (EE.UU) sino que lo que está en juego es quién tendrá el
papel principal en el comercio mundial y quién controlará los mercados de
abastecimientos de materias primas y recursos energéticos. Además si el
imperialismo está enloquecido en lanzarse a la guerra contra aquellos países que
supuestamente tienen armas de destrucción masiva, los imperios criminales de
Occidente deberían atacar a las 12 naciones que tienen programas de desarrollo
de armas nucleares, entre las cuales se encuentran los seis países que
oficialmente hicieron detonaciones atómicas además de los Estados Unidos
(Rusia, Gran Bretaña, Francia, China, India y Pakistán) o las 16 que tienen
armas químicas, a las 13 que tienen armas biológicas o las 36 que poseen
misiles balísticos (Ver America at Risk, The Citizen´s guide to missile
defense, by James H. Anderson, Ph.D., The Heritage Foundation, 1999). Y si no
se sienten satisfechos que se haga la guerra a sí mismo, ya que en el caso de
los Estados Unidos, es el primer productor mundial de todas esas armas de
exterminio masivo, posee los mayores arsenales de armas atómicas, la mayor
reserva de armas químicas, bacteriológicas y radiológicas como así también
encaró proyectos para la fabricación del arma neutrónica, iniciado durante la
presidencia del pacifista Jimmy Carter cuando el 6 de agosto de 1979 autorizó
los fondos para su producción, es decir, el mismo día del aniversario de la
detonación de la bomba nuclear en Hiroshima. Y como el imperialismo tiene quien
le escriba para justificar las invasiones militares, toma las relaciones
internacionales como choque de civilizaciones de acuerdo a la teoría de Samuel
Huntington; tienen que vivir de la guerra permanente para el sistema de dominación
permanente siga manejando los asuntos mundial a su propio albedrío. Es por ello
que resultan ridículos los intentos del gobierno de los Estados Unidos de
presentarse en calidad de guardianes de la seguridad internacional al reclamar
y protestar contra los países subdesarrollados que procuran defenderse de las
amenazas y de las agresiones militares que fomenta el imperialismo en todo el
mundo, como si el único país autorizado a renovar sus fuerzas armadas y
armamentos por otros más eficientes y modernos está únicamente reservado a los
Estados Unidos y a sus socios de la OTAN.
La mal llamada “guerra global contra el terrorismo” no
es más que una pantalla de la que se vale el gobierno norteamericano para
justificar sus reiteradas intervenciones invasoras. Un derecho y una
prerrogativa que nadie le dio. La necesidad que tiene el imperialismo de vivir
de la guerra lo convierte en la única y auténtica fuente que amenaza el
surgimiento de nuevas guerras. Pretender responsabilizar de la crisis mundial a
un país que ya fue devastado en la guerra de enero y febrero de 1991 es otra de
las patrañas y mentiras que caracterizó siempre a la política exterior de los
Estados Unidos. En dicho conflicto armado cuya ofensiva se conoció con el
nombre en clave de operación "Tormenta del Desierto" provocó la
muerte de más de cien mil iraquíes entre
civiles y soldados básicamente por el poder de fuego de los bombardeos de la
coalición occidental donde se arrojaron 55 millones de kilogramos de
explosivos. El ejército de Iraq perdió 1.685 tanques de un total de 4.280 que
tenían antes de empezar la guerra; le destruyeron 925 vehículos acorazados para
transporte de tropas (de un total de 2800), 1.450 piezas de artillería sobre un
total de 3.110 y destrozaron 375 aviones de combate (sobre un total de 800)[1]. En total las fuerzas
armadas iraquíes perdieron más del 70% de su capacidad de combate y nunca más
pudieron recuperarse de semejante derrota y si a eso le sumamos el embargo
económico que durante 12 soportó el pueblo iraquí donde murieron un millón de
personas de las cuales 500 mil era niños, muestran la total imposibilidad de la
dictadura de Saddam Hussein de amenazar no sólo a su vecino más cercano sino
mucho menos a los Estados Unidos a más de 12.000 kilómetros
de distancia.
En el marco de su agresión contra Iraq los objetivos
de la política exterior de la administración Bush no ha tenido límite no sólo a
escala planetaria sino que aspiran al dominio militar del espacio cósmico. Esta
política comenzó con el lanzamiento de la Iniciativa de Defensa Estratégica
propuesta por Ronald Reagan en marzo de 1983, continuada por Bill Clinton con
el Sistema de Defensa de Misiles y con George W. Bush se fortalece con su nueva
doctrina de seguridad nacional, con la denuncia del Tratado ABM de 1972, con la
ampliación de la OTAN hacia el este de Europa incorporando a ex miembros del
Tratado de Varsovia y a ex repúblicas de la extinta URSS aumentando las
presiones sobre Rusia y con la amenaza del entonces presidente Bush de emplear
hasta las armas nucleares contra sus enemigos señalados en la doctrina de
"el eje del mal", conforma un panorama que agrava la situación
internacional, multiplica el clima de tirantez entre los distintos países y
muestra a todo el mundo la esencia terrorista y belicista del imperialismo como
un sistema nefasto y repugnante que no puede vivir sin guerras.
Lo que necesitamos los habitantes de este planeta no
son guerras ni carreras armamentistas sino ideas, ciencia y saber para poner
los recursos de la humanidad al servicio de la solución de los problemas más
graves que afectan a todo el globo como el hambre, la pobreza, el desempleo,
las enfermedades, la exclusión social y la falta de viviendas. Sin embargo, a los
diferentes gabinetes tóxicos de los Estados Unidos nada de esto parece
importarle y empecinado en tomarse revancha de un modo más terminante de un
país distante a miles kilómetros, pretende presentarse como campeón y paladín
de la libertad y la democracia donde la supuesta actividad de sus tropas
invasoras y victoriosas en suelo extraño resolverá y devolverá a Iraq las
instituciones que nunca tuvo. En casi once años de guerra en Afganistán, (donde
superaron a los soviéticos en permanencia en el país) y en los nueve que ya
llevan ocupando Iraq no hay logrado absolutamente nada que implique alguna
mejora en la población de esos países invadidos. Para refutar la extravagantes,
estrafalaria y misantrópica idea de que algún país puede beneficiarse con la
presencia militar de los Estados Unidos, los invitamos a que lean la historia latinoamericana para que el mundo
comprenda claramente qué significa tener en su propio suelo la asquerosa la
soldadesca de los Estados Unidos y hacia
adónde conduce. Los únicos autorizados para cambiar el gobierno de Iraq es su
propio pueblo y no por mediante tropas invasoras y mucho menos con el ejército norteamericano,
quien cuando habla de democracia y derechos habla de defender los intereses
vampirescos de los monopolios norteamericanos, de fomentar el saqueo incesante
de los recursos del país conquistado y mantener bajo su dominio sus resortes
económicos y políticos. Y quien no comprende todo esto que le pregunten al
pueblo de Vietnam cuáles fueron los resultados de los trece años de guerra
desatada por EE.UU. en nombre de la democracia occidental y cristiana.
Los EE.UU. encabezaron esa guerra injusta, insensata,
inútil, inmoral, ilegal, ilegítima, abominable y salvaje el pueblo de Iraq y
que todo el mundo rechazó con fuertes protestas en las calles. Pero la actual administración Bush quiso vengarse de los atentados del
11 de septiembre de 2001 sin mostrar pruebas contundentes y reales que
certifiquen la amenaza del régimen iraquí y sin demostrar ni explicar una razón
valedera que justifique la barbarie desencadenada.
Nuevamente, el imperio de los
Estados Unidos esgrimió la defensa de los valores democráticos para lanzarse a
la guerra, cuando en realidad lo que siempre ha defendido son los apetitos
hegemónicos de los intereses de lucro de sus empresas que en nada se vinculan o
se relacionan con la democracia, las cuales, ya controlan y saquean las
riquezas del país conquistado a través de contratos adjudicados con antelación
al enfrentamiento bélico para quedarse con el botín de guerra y con el aval de
los funcionarios del gobierno de Bush, casi todos ex funcionarios de esos
monopolios a los cuales han servido y ahora desde la función pública les pone
en bandeja un negocio fabuloso con la sangre de 20.000 iraquíes muertos desde que
conquistaron el país.
Es más, la diplomacia norteamericana se manejó y se sigue manejando en
las Naciones Unidas a su propio gusto, sin importarle las opiniones de sus
socios de la OTAN, con los cuales ya está teniendo grandes problemas; no le
importa las movilizaciones mundiales contra la guerra; desdeña la opinión de
las voces opositoras del pueblo norteamericano y está peleado con los miembros
del Consejo de Seguridad, tanto con los miembros permanentes como con los
rotativos. No sería nada temerario suponer que los dementes que desencadenaron
la guerra contra Iraq y desde hace años que planifican el ataque a la República
Islámica de Irán, piensen en bombardear el edificio de las Naciones Unidas por
las divergencias que existen en su seno, entre los países no quieren acompañar
a los imperialistas en sus aventuras belicistas y así terminar con las discusiones
y sólo hacer lo que el imperio dictamina. Estos son los salvajes valores
democráticos que tanto defienden: el derecho a ejercer la violencia a la
enésima potencia.
En esta oportunidad, al lanzarse a la guerra contra Afganistán e Irak, lo
hicieron desplegando una ofensiva más
violenta, más agresiva y más devastadora al poner en movimiento una infernal
maquinaria de guerra combinando aviones, artillería y helicópteros; cruceros,
fragatas, portaaviones y submarinos; despliegue de morteros, divisiones especiales
para la lucha montañosa, tanques de todo tipo, tropas de infantería y marines
armados hasta los dientes, una utilización desaforada de los bombardeos masivos
por saturación con misiles de corto y mediano alcance con el objeto de impedir
la reacción y respuesta de las fuerzas armadas enemigas y tener el camino libre
para conquistar el país infligiéndole una derrota demoledora. Los imperios
criminales de Occidente y sus aliados comprometidas en estas ofensivas, sacando
las necesarias experiencias y enseñanzas de la guerra del Golfo de 1991 y la de
Afganistán de octubre de 2001, seguirán aplicando la estrategia de devastación,
de terror generalizado con el fin de desmoralizar y paralizar cualquier tipo de
resistencia y al declarar la disposición de emplear el arma nuclear evidencia
que el gobierno y las fuerzas armadas de Estados Unidos están mucho más que al
borde de un ataque de nervios y que sus presidentes tienen las facultades mentales alteradas. La
cantidad de asesinatos de civiles indefensos, los horrendos métodos de
experimentación que han hecho en estos países para las guerras del futuro con
la utilización de los drones y los bombardeos erróneos de los objetivos fijados
calificados como “daños colaterales”, son la más clara demostración de la
crisis total que afecta a la ideología imperialista y esto no es decir cualquier
cosa. Porque quienes planifican estas operaciones tiene completamente una
mentalidad perversa, retorcida, podrida porque tienen la arrogancia de
justificarlo todo y se acuerdan de los desastres de la guerra cuando cae un soldado
norteamericano pero de los 100.000 que masacraron a nadie le importa. 0
Estas guerras en la que los imperios criminales no ha conseguido dominar
los territorios conquistados, lo único que ha causado es el terrible
sufrimiento del pueblo iraquí, por los miles de muertos que ocasionó, por los
nuevos desplazamientos de refugiados, por las destrucciones de infraestructura,
por las calamidades y crueldades que toda guerra genera y continuará profundizando
el odio hacia el imperialismo en general y a los Estados Unidos en particular.
La impresionante maquinaria de guerra que se
está movilizando con su presupuesto de 450 billones de dólares está compuesta
de 1.500.000 efectivos en sus fuerzas armadas (ejército, marina, aviación y el
cuerpo de marines), y otros 200.000 más
de las fuerzas de despliegue rápido, casi 20.000 tanques, 3.600 cazabombarderos,
120 cruceros, destructores y fragatas, 15 portaaviones diseminados por todos
los mares del mundo (y otros 6 de reserva)
40.000 vehículos blindados para el transporte de tropas, 11.000 cañones,
73 submarinos nucleares de ataque y otros 18 armados con misiles balísticos y
unas 7.250 cabezas nucleares que pueden ser lanzados desde más de 1.000 rampas
con base en aviones, submarinos, barcos y silos subterráneos. La presencia
militar norteamericana se encuentra desparramada en 900 bases de la armada, 250
del ejército y 214 de la fuerza aérea y abarca 59 países.
Estas guerras que los imperialistas están sosteniendo
a toda costa tiene como trasfondo de los hechos una crisis económica brutal con
recesión, quiebras y bancarrotas fraudulentas, con un fuerte crecimiento del
desempleo, la pérdida de confianza de los consumidores, las contradicciones con
sus aliados de la OTAN, la competencia con la Unión Europea, la rivalidad con
el Japón (quien está inmerso en su propia crisis), la creciente inestabilidad
monetaria en la cotización del dólar y el euro, la modificación del tipo de
cambio de las reservas petrolíferas de algunos países de la OPEP, la búsqueda
de nuevas fuentes de energía y con funcionarios implicados en el derrumbe de
grandes corporaciones y que a raíz de los atentados sufridos en el 2001
pretenden arrastrar a todo el mundo a una escalada bélica como se la veía desde
la Segunda Guerra Mundial. Se arrogan el derecho de hablar con otros países
soberanos utilizando el lenguaje de la diplomacia de las cañoneras y el de la
guerra fría, es decir, el terrorismo diplomático como sistema de relaciones
internacionales no sólo con sus aliados sino con cualquiera que tenga vínculos
con el imperio y resolver los conflictos regionales mediante la fuerza bruta de
sus bombarderos y no por las normas del derecho, las leyes y las instituciones
supranacionales. Es indudable que estas guerras unilaterales ha liquidado a la
Organización de las Naciones Unidas y un sistema basado en la prepotencia
militar de los Estados Unidos no sólo no es garantía de la paz en el mundo sino
que todos los países estarían amenazados por que al menor problema que surgiera
en cualquier rincón del mundo, los norteamericanos como amos y señores de la
diplomacia internacional los resolvería manu militari. De modo que para ellos
todos los problemas mundiales serían casus belli. ¡Qué maravilla le depara al
mundo vivir bajo la inmunda batuta yanki!.
Al pueblo norteamericano se lo está sometiendo a una
guerra psicológica para justificar lo injustificable de que con estas guerras se
terminará el terrorismo, con los países fabricantes de armas químicas,
biológicas, radiológicas y nucleares, con las amenazas a los Estados Unidos y
que saldrá más segura y fortalecida. A la orquesta de mentiras que difunde la
propaganda imperial, se le une la prensa y los medios de comunicación masivos y
se está implantando una especie de censura en la que nadie tiene permitido
oponerse a esta locura chauvinista.
Como consecuencia de
ello, los EE.UU. han aprobado un altísimo presupuesto de defensa con lo cual
tiene que buscar nuevas razones para justificar un gasto militar de semejante
envergadura, nuevas razones para encontrar un lugar donde poner a prueba los
resultados de la inversión armamentista, la eficacia de los nuevos métodos de
destrucción masivo y la capacidad de maniobra de la política militar y
diplomática. Y lo más terrible de todo es que la creciente agresividad del
imperialismo norteamericano va a llevar a la humanidad a una matanza
imprevisible porque al frente de la primera potencia militar está un presidente
rodeado de fanáticos y lunáticos partidarios de la guerra contra Irán y
buscando cualquier pretexto que encienda la mecha de otra guerra para recuperar
su dominio en esas regiones donde las posiciones del imperialismo están
debilitadas o de aquellas que tuvieron que irse desde que la revolución islámica
los echó en 1979. Un enfrentamiento armado contra Irán a la que seguramente se
unirá Israel a la coalición imperial, será una guerra monstruosa, absurda y
criminal cuyos resultados no sólo se medirán por los muertos y heridos, por los
desplazados y las destrucciones que ocasionen los bárbaros bombardeos, sino por
el salvaje crimen de que en pleno siglo XXI se intente reavivar y revivir la
bestial política de conquista como en los tiempos del colonialismo europeo de
los siglos XVI al XIX.
A esta guerra no sólo se opone todo el
mundo, no sólo gran parte del pueblo de los Estados Unidos sino también una
personalidad de alta presencia en la historia, en la política y en la ciencia
norteamericana, uno de sus padres fundadores, el doctor Benjamín Franklin quien
le diría nuevamente al presidente Barack Obama lo mismo que le dijo a Lord Howe
cuando, ante el inminente envío de contingentes militares británicos para
reprimir la naciente sublevación de colonos norteamericanos, los parlamentarios
británicos le consultaron en 1775 cómo venía la política económica de
Inglaterra hacia las colonias americanas de las que Franklin era su
representante: "Me parece que ni el conseguir ni el
conservar cualquier tipo de comercio, por muy valioso que sea, es una causa
noble como para que los hombres derramen su sangre por ella; que los medios más
reales y seguros para ampliar el comercio son la calidad y el precio de las
mercancías y que la ganancia de cualquier comercio no puede equipararse al
gasto que representa la obligación de conservarlo manteniendo armadas y ejércitos.
Considero que esta guerra es en contra nuestra, y por tanto, injusta y
necia".
Que no haya guerra depende de la movilización mundial pero mucho más del
pueblo norteamericano del cual se nutren sus fuerzas armadas para que no tengan
que lamentar el triste espectáculo de recibir a sus soldados muertos y puedan
arrojar para siempre al basurero de la historia las malditas doctrinas de los
intereses vitales y la de la guerra nuclear preventiva para que nunca más haya
guerras y no tengamos otro siglo de catástrofes y matanzas como fue el Siglo
XX.
El deseo de todos es que de una buena vez los poderosos gobernantes del
mundo comprendan, entiendan, sientan y vean que la guerra jamás debe y puede
ser el método para arreglar y resolver los conflictos entre los Estados y que
tampoco es aceptable la guerra como último recurso, porque la humanidad no
acepta que nos hagan creer que todavía vivimos como en los tiempos de los
piratas, los bucaneros o corsarios donde los cuestiones se resolvían a los
cañonazos.
Todos los que están perpetrando esta guerra están cometiendo una guerra
de agresión y deben saber que aun están vigentes las leyes sancionadas por el
Tribunal de Nurenberg que juzgó a los criminales nazis entre 1945 y 1946 por
los aberrantes delitos de Crímenes contra la Paz, Crímenes de Guerra y Crímenes
contra la Humanidad por su participación en calidad de líderes, organizadores,
instigadores o cómplices en la formulación o ejecución de un plan común o
conspiración para cometerlos, y pueden ser responsables individualmente de sus
propios actos y de todos los actos cometidos por cualquier persona al ejecutar
ese plan para derrocar al gobierno de Irán y asesinar a su pueblo, blanco
principal de los bombardeos.
Aprendan de una buena vez de sus venerados
padres fundadores y de las enseñanzas de la memoria histórica y también de los
Mártires de Chicago cuando el 11 de noviembre de 1886 el condenado Albert
Parsons desde el patíbulo, en el último instante de su vida, gritó:
"¡Dejad que se escuche la voz del pueblo!" (Let the voice of the
people to be heard !!).
Escuchemos las voces de los pueblos del mundo entero para impedir el
desastre que nos amenaza y no la de los generales de la muerte, no la de los
políticos impulsores de la barbarie, no la del completo militar industrial con que
se pretende borrar del mapa a la nación iraní, no la de las empresas
multinacionales que se disputarán la parte del león y el botín de guerra a cuyo
amparo tendrán el apoyo y sostén de la prensa traidora y canalla capaz de
justificar todos los crímenes en nombre de la “civilización americana”.