El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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domingo, 1 de abril de 2012

LA DESTRUCCION IMPERIALISTA DE LIBIA-Por Sergio Daniel Aronas – 31-03-2012

    Si hay personas que aun tienen dudas acerca de la naturaleza genocida y fascista del imperialismo, miren lo que hizo la Organización Terrorista del Atlántico Norte (OTAN), el brazo armado de los imperios criminales de Occidente, con la demolición de la Jamahiriya Árabe Popular y Socialista de Libia, la nación más moderna, avanzada y próspera del continente africano. Con esta guerra brutal quedó claramente demostrado que el imperialismo es la única máquina de destrucción masiva que existe en el mundo porque desde el fin de la guerra fría no ha detenido su rumbo expansionista, militarista y agresivo. Es más, para el imperialismo la guerra fría no terminó. Prueba de ello es la aprobación de multimillonarios presupuestos para la defensa cada año más grandes por el gobierno y el Congreso de los EE.UU. con lo cual tiene que buscar nuevas razones para justificar un gasto militar de semejante envergadura, buscar nuevas razones para encontrar un lugar donde poner a prueba los resultados de la inversión armamentista, la eficacia de los nuevos métodos de exterminio y la capacidad de maniobra de la política militar y diplomática. Y encima que ahora se ha convertido en la fuerza de represión supranacional con la “protección” jurídica de la ONU y al amparo inmunda doctrina de los “bombardeos humanitarios”, se cree autorizado para exterminar a cualquier país que no representa ninguna amenaza para las “civilizadas” naciones del mal llamado Primer Mundo.

    Este imperialismo del siglo XXI es el mismo sistema que a la largo de su sangrienta historia con distintos métodos y presentándose como salvador y supremo defensor de los valores humanos, aplastó a sangre y fuego a todo movimiento y a todo gobierno que intentó construir un mundo sobre nuevas bases: la Rusia Soviética (entre 1918 y 1922); la Hungría revolucionaria de 1918-1919, la Alemania Espartaquista (1919), la República Española (1936-1939), el derrocamiento del gobierno de Mossadeq de Irán en 1953, la Guatemala de Jacobo Arbenz (1954), la Cuba de Fidel con la invasión en la Bahía de Cochinos en abril de 1961; en Vietnam y Kampuchea entre 1962-1975, la República Dominicana en 1965, el Chile de Salvador Allende en 1973, la Grenada de Maurice Bishop en 1983 donde se debutó la Fuerza de Despliegue Rápida creada por Jimmy Carter; la invasión a Panamá en diciembre de 1989, la guerra de los contras desatada contra la Nicaragua Sandinista (1984-1990), la destrucción de la Federación Yugoslava entre 1992 y 1999; el fracasado intento de derrocar a Hugo Chávez de Venezuela en abril de 2002; la terrible invasión a Irak en 2003 y la lista sigue.

    Los Estados Unidos tienen un problema insoluble que consiste en la necesidad de poseer petróleo en forma constante, permanente y sin ningún tipo de interrupción. Este abastecimiento continuo del crudo se ha convertido para el imperio en una cuestión de seguridad nacional de primer orden ya que la mínima posibilidad del cese o la reducción de su suministro son consideradas por su gobierno como una grave amenaza para su existencia. Le resulta más barato y eficaz apoderarse de territorios ajenos que explotar la riqueza interna de su propio país y de esa forma tener a su disposición otras fuentes de aprovisionamiento de los recursos energéticos para sostener su economía del despilfarro. Si alguien no cree esto, tomamos las palabras de Gaspar Weinberger, el ex Secretario de Defensa durante la presidencia de Ronald Reagan entre 1981 y 1989: “Muchos recursos que nos son necesarios para fines energéticos y muchos e importantes minerales estratégicos se encuentran a miles de millas de nuestras costas. Con el fin de asegurar, tanto para nosotros como para todo el mundo libre, el acceso a dichos recursos debemos acrecentar nuestro poderío militar y naval” (Gaspar Weinberger, 28 de abril de 1981).
    Tras la fachada de una supuesta insurrección, debemos analizar los elementos que se esconden detrás de la campaña que culminó con el derrocamiento y asesinato de Muammar Kaddhafi. En el plano político, se apunta a provocar un cambio radical y profundo en toda la geopolítica y geoestrategia de la región: dividir Libia, crear nuevos países al más puro estilo de los colonialistas británicos del siglo XIX. En el plano militar, esta guerra es una oportunidad inmejorable para intentar instalar el nuevo USA-Afrika Corps High Command, es decir, la implantar el único comando militar que a los Estados Unidos en un continente, ya que actualmente la sede del Comando USA para África está en Stuttgart (Alemania), pues ningún país africano ha aceptado su presencia. En el plano económico y comercial, la creación de nuevas bases militares es una poderosa razón para tener el control de las rutas del comercio, el dominio del tráfico del petróleo que es la base de la economía libia y la búsqueda de nuevas fuentes para exportar y tener mercados a su total disposición.

    La guerra de la OTAN que derrumbó a Libia y derrocó a su gobierno con el apoyo de la ONU, la Unión Europa y con los medios de comunicación a su favor, han justificado lo injustificable de proceder a la agresión militar a una nación independiente, libre y soberana como Libia como en los mejores tiempos del colonialismo salvaje y siendo una nación que no amenazaba a nadie. Por esta razón, resultan ridículos los intentos de echar a perdurar y presentarse en calidad de guardianes de la moral y de la paz internacional, por parte de aquellos países que han ordenado la devastación de Libia. Ahí está el criminal de guerra y secretario general de la OTAN, el danés Anders Fogh Rasmussen diciendo con total impunidad y cinismo diciendo jocosamente el 31 de octubre de 2011: “La OTAN ha ejecutado una misión que le fue encomendada por Naciones Unidas para salvar vidas civiles”. Los salvadores misiles de estos magníficos ejecutaron a 120.000 libios en 23.000 operaciones aéreas y 10.000 ataques directos de la aviación. Menos mal que era para proteger a la población civil de los "crímenes" de Kaddhafi.

    Cada persona podía tener de Kaddhafi la opinión, idea o punto de vista que quisiera o deseara; pero jamás se podrá compartir que una coalición de cuarenta potencias extranjeras decida la destrucción de un país por más abyecta que sea su conducta, por más criminal que sea su política. Pero no son esas los motivos que llevó a la intervención de la banda terrorista de la OTAN para aniquilar a un país soberano. Libia estaba dirigido por un gobierno que gozaba de un abrumador apoyo de su pueblo, con su específica forma de organización social, con su sistema propio de gobierno y un régimen político que, como no responden a las normas occidentales y cristianas, no queda más remedio que destruirlo.

    La guerra contra Libia fue una clarísima agresión basada en el uso masivo de los bombardeos aéreos y con la particularidad de que la fuerza combatiente que la propaganda de la OTAN la presentaba como una masa compacta de todo un pueblo sublevado, no tuvieron más osadía que llamarlos “rebeldes”. En Libia como bien lo expresa el analista de política internacional el ruso Viacheslav Titiokin “ocurre que lo que estamos viendo en este momento es la continuación de la agresión de la OTAN, que tiene sus formas específicas. Si hasta ahora estábamos acostumbrados, como en el caso de Irak en 2003, a que los usamericanos invadiesen, y a ver a sus tropas de infantería participar en combates con las fuerzas iraquíes, lo que estamos viendo ahora es un fenómeno absolutamente nuevo: la utilización de ejércitos de mercenarios. Es decir, contra el gobierno legítimo de Libia se enfrenta a un ejército de mercenarios, reclutados con medios de la OTAN, o lo que es lo mismo, con fondos de Europa y en cierta medida de los EE.UU., con respaldo aéreo de la OTAN. Ahora se está hablando mucho sobre la posibilidad de la participación de tropas de la OTAN en una operación terrestre. La OTAN no tiene necesidad de irrumpir en el terreno con sus tropas de infantería. Últimamente los países de la OTAN están utilizando una táctica completamente distinta que ya probaron por primera vez en Yugoslavia, allá por 1999. Bombardean el país, que se convierte en víctima de la agresión, mientras no cese la resistencia. Es lo mismo que estamos viendo en Libia. Desde el punto de vista de la participación de tropas de infantería de la OTAN en operaciones terrestres, sin lugar a duda, ésta se está produciendo. Pero sus soldados no corren por el desierto con fusiles de asalto. En las filas de los denominados rebeldes, quienes en realidad no dejan de ser un ejército mercenario de la OTAN, actúan artilleros profesionales de la OTAN, los cuales, en cuanto detectan el más leve foco de resistencia por parte de tropas gubernamentales, llaman inmediatamente a la aviación, para que dirija contra ellos sus bombas y misiles. Y después de eso, nos muestran unas estúpidas imágenes, en las que aparecen algunos de esos rebeldes disparando el Kalashnikov, sin ton ni son. Son imágenes diseñadas para tontos. No son los rebeldes los que deciden el curso de los combates. El resultado de estos, depende como siempre de la aviación de la OTAN. Es decir lo que está ocurriendo es la continuación de una intervención militar de la OTAN. No se puede hablar de “rebeldes" (Viacheslav Titiokin, Los mercenarios como nuevo recurso de la OTAN, declaraciones a la TV Rusa Politpros, 26 de agosto de 2011).

    Y fue precisamente la aviación de la OTAN la que bombardeó el convoy que transportaba al líder libio lo que permitió su captura y salvaje asesinato. Es increíble que las Naciones Unidas, que nacieron para garantizar y asegurar la paz en el mundo o impedir que ésta se quiebre y que una situación pacífica se convierta en estado de beligerancia, se dedique ahora a avalar la guerra, a autorizar la aplicación de los métodos violentos para resolver conflictos intrarregionales, entre países o un solo país. La actitud de China y Rusia en el Consejo de Seguridad de Naciones de abstenerse en lugar en oponerse votando en contra de autorizar el ataque aliado, quizás hubiera impedido que la OTAN interviniera militarmente en el conflicto libio, o al menos dilatar la intervención y buscar otra salida que no sea la guerra.

    Debemos recordar que la OTAN, fundada por los Estados Unidos en abril de 1949 para proteger a la civilizada Occidental de la “amenaza comunista soviética”, tenía como campo de acción y límite de su actividad militar exclusivamente al territorio europeo. Ahora resulta ser que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas autoriza a la Alianza Atlántica a atacar países que están fuera de esos límites que originariamente tenían asignados,  con lo cual la OTAN se convierte en el ejército permanente de la ONU. Con esta decisión que sienta un desastroso precedente, pone fin a las tropas denominadas “cascos azules” por la sencilla razón de para que la ONU va a enviar soldados en misiones de paz si con la OTAN se resuelve todo de manera expeditiva. También se terminan las misiones de paz en el mundo. Solo responde la OTAN. Y con la OTAN ¿de dónde sacaron que puede haber paz? Porque el único lenguaje que maneja la OTAN, el único idioma que domina es el de la guerra y solo saber dirigirse a los países por medio de los bombardeos masivos e indiscriminados. Únicamente y por gracia y obra de los bombardeos de la OTAN es produjeron las muertes de miles de civiles de la población libia a la que decían defender. ¿A quién pretenden embaucar que la OTAN es el mejor garante de la paz en el mundo? En el diccionario de la OTAN no existe la palabra paz. Y si no conozcan el “pensamiento” de un antiguo comandante de esta organización imperialista el Gral. Alexander Haig que decía sin ningún tipo de empacho: “Hay cosas más importantes que la paz” (1) . Con la agresión armada a Libia se repite los sucesos de 1950 cuando la ONU organizó un ejército de tierra, mar y aire para atacar a Corea del Norte y la paliza que recibieron los norteamericanos y sus aliados aun no se la han olvidado y todavía están buscando su revancha para vengarse. De ahí todas las provocaciones y maniobras que han hecho y están haciendo para encender nuevamente los tambores de la guerra contra Corea del Norte. Por tal razón y en vista del curso que han tomado los acontecimientos por el ataque de la OTAN contra Libia, el gobierno de Corea del Norte ha declarado el estado de alerta de sus fuerzas armadas.

    Los Estados Unidos estaban desesperados por iniciar la guerra pese a las vacilaciones y dudas de su presidente Barack Obama, quien estaba de gira por América Latina. Y justamente un Premio Nobel de la Paz es el que autoriza a iniciar los bombardeos. ¡Qué maravilla!

    Al pueblo no le queda más remedio que resistir porque cuarenta años de revolución, con los gigantescos logros que consiguieron no pueden ser borrados de la historia por la violencia de los bombardeos. A cinco meses de la caída de Kaddhafi parece ser que todo el mundo se ha olvidado de esta guerra, de los crímenes cometidos por la OTAN y de los desastres que han causado a sus habitantes. Por tal motivo y por más que la prensa que acompañó la campaña militar de la OTAN contra Libia, no publique nada de lo que ahora sucede en el país, deben saber que la resistencia a la agresión se mantiene en muchas ciudades. Y si el pueblo libio está dispuesto y aspira a reconquistar lo perdido tiene pleno derecho de hacerlo porque su revolución fue hecha por obra de sus hombres y mujeres sin intervención de ninguna potencia extranjera y fue defendida con la sangre de sus mártires y combatientes.
 
 
Notas:
 
1) Declaración ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado Norteamericano cuando le fue aprobada su candidatura a Secretario de Estado, 10 de marzo de 1981. Ver Revista Internacional, Nº 10, Octubre de 1981, Pág.6.