El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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domingo, 30 de septiembre de 2012

NOTAS SOBRE LA CRISIS EN EUROPA



LA CRISIS QUE AFECTA A EUROPA

Por Sergio Daniel Aronas – 30 de septiembre de 2012
           
         En España parece ser que el inquisidor Tomás de Torquemada todavía no ha muerto sino todo lo contrario porque sigue plenamente vivo ya que sus descendientes agentes policiales de la era moderna globalizadora del capitalismo del siglo XXI, han sabido aplicar con dureza y precisión diabólica el santo oficio de la represión en la salvajada cometida contra la gran manifestación del martes 25 de septiembre cuando el pueblo salió a protestar para detener el violento plan de ajuste del gobierno del Partido Popular de Mariano Rajoy. El nombre que tiene este partido de los seguidores del fascismo franquista es una fantochada puesto que están demostrando claramente lo populares que son a la hora de apretar clavijas para imponer el programa antipopular de la mano de la santísima trinidad de las finanzas mundiales: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Central Europeo. No tuvieron desperdicios en reprimir con toda impunidad a los ciudadanos que circulaban por lugares públicos tal como se vieron en las imágenes grabadas por los camarógrafos y los particulares y peor aun en detener a quienes no participaron de la marcha.
            La violencia con la que el gobierno español se ensaña  para que se entienda, sienta y vea que el plan de ajuste se ejecuta sin miramientos es porque cree que el valiente pueblo español es capaz de soportar todo tipo de humillaciones y sin luchar contra la política dictada por los centros financieros del poder que son ellos precisamente los causantes de esta crisis.
            Desde que en el año 2008, en la capital mundial del capitalismo, en los Estados Unidos  estalló una nueva crisis, sus rasgos principales se exteriorizan en el sector financiero de su economía, donde se pone de manifiesto con gran fuerza el carácter desestabilizador de los capitales especulativos, de los manejos de la Bolsa, de los papeles de las acciones empresarias porque no tienen ninguna relación con el sistema productivo que debería darle origen. Estos capitales invertidos en los distintos tipos de valores que conforman las carteras accionarias de las firmas, los títulos de deuda y bonos de los estados soberanos demuestran palmariamente esa particularidad peligrosa por no tener respaldo de ningún tipo.
            Esta crisis financiera cruzó el océano Atlántico con la fuerza de un huracán entrando al continente europeo por la península ibérica, arrastrando a Portugal y a España; un brazo se disparó hacia el norte alcanzando a las islas de Irlanda e Islandia, considerados por muchos como ejemplos  de modelos a seguir por su supuesta estabilidad, armonía y orden estatal; otro brazo tan potente como el anterior, atravesó el mar Mediterráneo llegando a las costas de Grecia e Italia provocando en estos países una crisis económica sin precedentes en su historia.
            El fantasma de la crisis financiera que azota a la anciana Europa ha unido en santa alianza a sus gobiernos para acosar a ese fantasma, con ero : Alemania y Francia; el Banco Central Europeo, las instituciones multilaterales de crédito y el gobierno de los Estados Unidos. La diferencia substancial es que la política europea apunta a salvar a los causantes de la crisis, es decir, hacen todo lo posible para salvar al sistema financiero y bursátil, a evitar la quiebra de los bancos, destinando  millones de euros a sostener este sistema financiero corrompido de la cabeza a los pies. Esto incluye severos recortes a la asistencia social de todo tipo. Y es en este aspecto donde se ve claridad meridiana el carácter clasista del estado (sea español, húngaro, australiano, etc.) donde el peso de la crisis la quieren hacer pagar sobre los trabajadores que nada tienen que ver con la economía del despilfarro.
            Como si hubiese sido un vaticinio de la actual crisis que afecta a Europa, un muy economista analizaba una crisis similar pero en el siglo XIX: “El desencadenamiento es seguro,  a pesar de la dilación; en realidad, el carácter crónico que asume la crisis financiera actual no hace más que anunciar el desencadenamiento más violento e irremediable de esta crisis. Cuanto más dura sea la crisis, más difícil resultará su arreglo. Europa se encuentra de momento en la situación de un hombre al borde de la bancarrota, obligado, al mismo tiempo a seguir adelante con todas las empresas que lo han arruinado y a recurrir a todos los medios desesperados posibles de que pueda echar mano para aplazar y creer posible evitar el último espantoso crac” (Karl Marx, La crisis en Europa, publicado en New York Daily Tribune, Número 4878. Editorial del 6 de diciembre de 1856). 
            La crisis financieras y monetarias influyen de una manera decisiva en toda la estructura de las relaciones de los países capitalistas sometidos por los vaivenes de estos sucesos. Es notorio que cada vez que se reúnen en sendas conferencias y que anuncian como el inicio de una nueva era de vínculos interestatales, saltan a la luz todas las contradicciones entre los países participantes; entre los partidarios del ajuste contra quienes quieren medidas más pausadas, pero en definitivas se someten a los intereses de los más poderosos por temor a quedar fuera de las decisiones fundamentales. Ellos son muy conscientes que el desbarajuste monetario y financiero es una pesada carga que puede amenazar con la existencia misma del capitalismo mundial como sistema político y económico y por lo tanto se ven obligados ante las próximas elecciones a presentarse como los “amigos del pueblo”.
            La crisis pone de manifiesto las dificultades que tienen los gobernantes de los países capitalistas europeos de salirse del libreto impuesto por el imperio de las altas finanzas del otro lado del Atlántico y al mismo tiempo aferrarse a la línea del ajuste estructural rompe con las aspiraciones por crear una “sociedad de prosperidad”, con lo que se derrumba el cuadrado mágico tan publicitado por la propaganda de los economistas neoliberales que proclaman que con estas medidas se logrará un alto nivel de empleo, un rápido crecimiento de la economía, la estabilidad de los precios de los bienes y el equilibrio de las cuentas externas de la balanza de pagos.
            Pero los pueblos no dejan engañar más por los artistas económicos de la tormenta como llamaba Marx a los economistas que incapaces de dar soluciones a los problemas que provocan sus propias recetas porque exigen medidas conducentes a que la crisis la paguen alguna vez en todos estos años los que se beneficiaron con ella.