El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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domingo, 17 de abril de 2016

DOCUMENTOS DE LA DEUDA EXTERNA II

El Segundo documento es una investigación sobre cómo se produce la crisis de la deuda de 1982, cuando México comunica a los bancos acreedores que no puede cumplir con sus compromisos de pago en agosto de 1982. Una profusa literatura se ha publicado entre los cuales sobresales el trabajo de Darrel Delamaide "El shock de la deuda": toda la historia de la crisis crediticia mundial, publicado en 1984.

Esta investigación abarca el inicio de la deuda no solo a partir del reciclaje de los petrodólares de los bancos comerciales a los países subdesarrollados, sino a las políticas que tomó el gobierno de los Estados Unidos para incentivar los préstamos sin control ni regulación alguna y que sería en 
definitiva la causa principal de la defraudación y la quiebra de las economías latinoamericanas.  

LAS RAZONES PARA LA CRISIS DE LA DEUDA EXTERNA: [1]1973 - 1982

Por: F. Martín Acosta T [2]

RESUMEN

Tradicionalmente se ha considerado que el endeudamiento de los países latinoamericanos luego de la crisis del petróleo de 1973 se debió a que los bancos comerciales reciclaron, por sí solos, el dinero proveniente de los países exportadores a los países importadores de petróleo. 

Este estudio contradice a la sabiduría convencional y propone un nuevo entendimiento basado en las acciones de los gobiernos, principalmente del gobierno de Estados Unidos.  El mercado no actuó autónomamente.  El gobierno de los Estados Unidos introdujo iniciativas especiales que desembocaron eventualmente en un festín crediticio por parte de los bancos comerciales privados, obviamente debido a necesidades de carácter interno más que de su política exterior. Así, el tratamiento que deberíamos dar al tema cambia, pues el entendimiento sobre sus orígenes cambian.


LISTA DE REFERENCIA TEMÁTICA
Deuda externa latinoamericana, petróleo, petrodólares, mercados financieros, festín crediticio, crisis.


Las razones para la crisis de la deuda externa 1973 - 1982
Introducción
I. La Sabiduría Convencional
A. Las Fallas de la Sabiduría Convencional
B. Los 52 billones de dólares
II. La Mano Escondida de la Política Exterior de los Estados Unidos
A. Descubriendo la Necesidad de Tomar una Acción
B. Las Iniciativas Especiales del Gobierno
1. Alentando la Irresponsabilidad Moral
2. Resolviendo el Déficit de la Cuenta Corriente
3. Asegurando los Fondos Sauditas.
III. El Festín Crediticio
A. Beneficios Para los Participantes
1. Beneficios para el Gobierno de los Estados Unidos
2. Beneficios para los Bancos Privados de Estados Unidos
3. Beneficios para los Gobiernos de América Latina
B. Gastos Improductivos.
IV. La Crisis de la Deuda Externa
A. Eventos Importantes
B. La Generación Perdida
V. Las Soluciones
A. Las Soluciones Ideales

Introducción

En Octubre 16 de 1973, ministros representantes de los miembros árabes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se reunieron en Kuwait. A causa de la guerra israelo-palestina, decidieron subir el precio del barril de petróleo de $3.011 a $5.119. Debido a que el mundo dependía del combustible barato proveniente del Medio Oriente, la subida de precios dio a los países exportadores de petróleo una inusitada riqueza, y desató una masiva redistribución de las reservas internacionales. Algunas de las ganancias de la OPEP fueron invertidas en el extranjero. Así, billones de dólares fueron canalizados por bancos privados hacia los países en vías de desarrollo, particularmente de América Latina. Después de muchos años de préstamos significativos, intereses crecientes, precios del petróleo cada vez más altos (para 1980, el precio del barril, llegó a $39), y una recesión en el mundo industrializado, los prestatarios comenzaron a enfrentarse a serias dificultades. Finalmente, el 12 de Agosto de 1982, el Ministro de Finanzas de Méjico, Jesús Silva Herzog, anunció que su país no podría continuar con el pago de su deuda. La crisis de la deuda externa había comenzado.

De acuerdo a la mayoría de los entendidos, los petrodólares árabes fueron “reciclados” desde los países exportadores a los países en vías de desarrollo importadores de petróleo, como por medio de una Mano Invisible. Sin embargo, como lo demuestra la primera parte de este libro, esta visión tan comúnmente aceptada tiene muchas debilidades. Por lo tanto, la segunda parte del ensayo argumenta que no existió tal Mano Invisible, ya que los gobiernos de los poderes occidentales, particularmente el Gobierno de los Estados Unidos de América, dieron a sus bancos internacionales un gran número de incentivos que les ayudó a mantener, y de hecho a alentar el préstamo a los países en vías de desarrollo.[i]

El argumento que se presenta aquí, es que la crisis de la deuda externa pública en América Latina era la conclusión natural luego de que el gobierno de los Estados Unidos, a través de varias “iniciativas especiales”, estableciera el entorno apropiado que animó a los bancos privados a que entregaran préstamos incondicionalmente a los países Latinoamericanos. Un festín crediticio, como se describe en el capítulo III, naturalmente prosiguió, ya que existieron incentivos para todos los participantes en el juego. No obstante, los bancos privados debían haber estado conscientes de los riesgos presentes en los préstamos internacionales. Los eventos mencionados en el Capítulo IV desencadenaron la crisis, y a pesar de que varias soluciones fueron sugeridas y puestas en práctica, como se analiza en el Capítulo V, los pagos a la deuda externa todavía causan serios problemas a los latinoamericanos.

Este ensayo se enfoca en los préstamos privados comerciales pero no oficiales, entregados a Latino América durante los setentas y principio de los ochentas. Se debe diferenciar la deuda privada de los préstamos oficiales, ya que cada una servía a un propósito diferente. Mientras los préstamos privados eran libres de condicionamientos, buscaban utilidades económicas, y algunas veces tenían tasas de interés reales negativas; los préstamos oficiales eran, y siempre han sido, consideradas como asistencia financiera y usualmente entregada con condicionamientos. A pesar de que hoy en día, la deuda que se tiene con los bancos privados es menor que lo que se debe al sector oficial, cuando la crisis de la deuda externa emergió, en 1982, los bancos privados comerciales poseían más del 60 por ciento del total de la deuda de los países en vías de desarrollo. Más aún, alrededor del 80 por ciento de la deuda pendiente contraída por los países de América Latina, los cuales adquirieron la mayor parte de la deuda del Tercer Mundo, tenía como acreedores a los bancos privados.

I. La Sabiduría Convencional

La sabiduría convencional afirma que después del shock petrolero de 1973, las ganancias de la OPEP fueron “recicladas primordialmente a través de bancos privados, los cuales reaceptaban los depósitos de los países exportadores de petróleo y prestaban estos fondos a los países importadores de petróleo”[ii] para que estos países se proveyeran de los medios para mantener la industrialización. Debido a que los países industrializados afrontaban significativas presiones económicas internamente, poco se podía esperar de ellos, especialmente en la forma de ayuda financiera. Dadas las bajas tasas de interés reales presentes en el momento, los depósitos de la OPEP en los Eurobancos (los cuales incluyen las sucursales off-shore de los bancos de Estados Unidos) fueron reciclados a través del sistema a los países latinoamericanos que solicitaban grandes préstamos. En suma, los bancos comerciales privados que operaban en el poco regulado euromercado, automáticamente transferían fondos de los exportadores a los importadores de petróleo. Los banqueros y oficiales del gobierno de Estados Unidos se encontraron “felicitándose por lo que ellos veían como un impresionante ejemplo de la ‘Mano Invisible’ de Adam Smith funcionando.”[iii]

Banqueros y académicos han compartido este punto de vista desde hace casi dos décadas. El ex presidente del directorio de la Reserva Federal de Estados Unidos, Paul Volcker en su libro Changing Fortunes (1992), por ejemplo, expresa que “los mercados financieros internacionales, actuando por su propia cuenta, parecían estar haciendo un trabajo efectivo reciclando los excedentes de los países petroleros.”[iv] Irónicamente, unas páginas más adelante en el mismo libro, se contradice a sí mismo diciendo que este reciclaje estuvo “acompañado por una cierta cantidad de ánimo al estilo de cachiporrera, entregado por el mismo gobierno de los Estados Unidos.”[v] De hecho, como se demostrará más adelante, este “ánimo al estilo de cachiporrera” realmente era una forma de “estimulación activa”.

A. Las Fallas de la Sabiduría Convencional

En esta sección se analizan varias de las fallas de la sabiduría convencional en cuanto al origen de la crisis de la deuda externa. En primer lugar, este punto de vista generalmente aceptado asegura que “el mercado” era el que gobernaba y que fueron las “fuerzas del mercado” las que provocaran el resultado. La falla principal de esta afirmación, es que los mercados no tienen ningún poder dentro y fuera de ellos.[3] El mercado es el lugar donde los agentes económicos interactúan, y como tal, no tiene ningún interés inherente. Además el mercado no tiene la intención de prohibir, lo que es importante para el ejercicio del poder.[vi] En otras palabras, “los mercados no pueden jugar un rol dominante a menos que les sea permitido por quienquiera que ejerce el poder y posee autoridad dentro del mismo.”[vii] Como se muestra más adelante, fue el gobierno de los Estados Unidos el que “permitió que las fuerzas del mercado trabajasen”.[4] En otras palabras, el gobierno de los Estados Unidos persuadió a otros países a que se “entreguen a las fuerzas del mercado cuando en otras circunstancias éstos no lo hubiesen hecho. En este sentido, el hecho de que los mercados debían trabajar, era, en sí mismo, un resultado del poder.”[viii]

La Sabiduría Convencional, además, omite dos hechos que no debían haber sucedido si es que la Mano Invisible del mercado hubiese estado actuando. Por un lado, como los países deudores eran importadores de petróleo, los precios más altos de este bien significaban precios más altos de importación; por lo tanto, estos países comenzaron a enfrentarse a déficits en sus balanzas de pagos. Se suponía que era el trabajo del FMI, y no de los bancos privados, el resolver los problemas concernientes al déficit en las balanzas de pagos de los países, pero la posibilidad de utilizar al FMI fue virtualmente ignorada, y en muchas instancias hasta boicoteada por las naciones industrializadas. ¿Por qué? Los países industrializados no sólo evitaron que el FMI financie los déficit en las balanzas de pagos, pero también recibieron más del 60 por ciento de los préstamos del mismo FMI entre 1974 y 1976.

Por otro lado existían, de hecho, algunos países miembros de la OPEP, como Arabia Saudita, Los Emiratos Árabes Unidos, y Kuwait que ganaron más dinero del que realmente podían gastar, y por ende, invirtieron en el extranjero. Sin embargo, a pesar de que las inversiones financieras, por principio básico, siempre deben ser diversificadas, Arabia Saudita, al contrario de Kuwait y Los Emiratos Árabes Unidos, extrañamente concentró las suyas exageradamente en el sistema financiero de los Estados Unidos. De los $200 billones que Arabia Saudita acumuló entre 1973 y 1982 (que equivalía a la mitad de la utilidad de la OPEP), 45 por ciento fue a bancos privados estadounidenses, y 30 por ciento al gobierno de los Estados Unidos en forma de bonos del Tesoro.[ix] Las inversiones de Arabia Saudita, como Mattione sugiere, ¿seguían simplemente criterios financieros? La respuesta, como se prueba más abajo, es no.

También, no es muy lógico desde el punto de vista de la teoría económica que los mercados privados crediticios, por sí solos, presten dinero a países en vías de desarrollo que debían enfrentar facturas por el petróleo que importaban y eran cada vez más altas. En los primeros años de 1974, el economista Edward Fried del Instituto Brookings escribió:

»Los estándares convencionales de la valoración del crédito... deberán ser alterados, ya que los países importadores de petróleo, como grupo, no van a ser capaces de pagar sus obligaciones, hasta que los países exportadores estén en una posición capaz de aceptar sus pagos en forma de bienes y servicios. A este respecto, muchos de los países en vías de desarrollo enfrentan problemas particularmente duros, ya que su capacidad actual de conseguir préstamos, se ve disminuida por las dudas presentes acerca de su capacidad de pago. Si sumamos todo esto, los requerimientos operativos sugieren que los bancos privados comerciales no estarían dispuestos, por sí solos, a manejar una parte muy grande del peso financiero de manera continua.[x]

Esta opinión era ampliamente compartida en ese tiempo. El presidente del directorio de Gobernadores de la Reserva Federal, hizo notar públicamente que “por ningún concepto está claro que los mercados privados puedan reciclar tan altos excedentes.”[xi] Adicionalmente, el Comité de Desarrollo Económico (CED por sus siglas en inglés),[5] expresó que “los bancos que reciben depósitos de la OPEP en eurodinero, prefieren entregárselo a gobiernos y prestatarios en países con un modesto peso de deuda y prospectos de pago más favorables.” Debido a esto, para que se pudiesen reciclar los fondos de la OPEP a los países consumidores de petróleo, “se necesitaban iniciativas especiales del gobierno o nuevas facilidades internacionales.”[xii] Ni siquiera el prestigioso banquero David Rockefeller del Chase Maniatan Bank creía que los mercados podrían trabajar por sí solos, ya que, entre otras cosas, muchos de los países en vías de desarrollo “no estaban en la posición ideal para pedir prestado.”[xiii]

Hay que considerar también que el índice de pago de deuda (el índice de lo que se destina a la deuda externa comparado a los ingresos por exportaciones) estaba entre las principales consideraciones de los bancos para evaluar la capacidad de repago crediticio de los países deudores. De acuerdo a David Lomas, esta razón debe encontrarse entre el 20 y el 25 por ciento y en casos ideales, con tendencia a la baja. Sin embargo, el índice de pago de deuda de los países en vías de desarrollo no miembros de la OPEP subió del 16 por ciento al 32 por ciento entre 1973 y 1982. Asimismo, desde 1976 a 1979, los índices de servicio a la deuda de Brasil y de Méjico, los deudores más grandes, se incrementaron del 37 por ciento al 63 por ciento, y del 48 por ciento al 69 por ciento respectivamente.[xiv]

Por otro lado, los préstamos de los bancos privados estaban concentrados en una pequeña cantidad de países. Tan sólo una docena de países recibió 80 por ciento del total de los préstamos. Adicionalmente, 86 por ciento del total de la deuda latinoamericana era de solamente seis países: Brasil, Méjico, Argentina, Venezuela, Chile y Perú. Asimismo, 90 por ciento de los préstamos de los bancos de Estados Unidos se entregaron a sólo cuatro países de Latino América, y el 60 por ciento a dos de ellos: Brasil y Méjico.[xv] Tal concentración de préstamos puede ser explicada por el gran PIB de estos países y sus estrategias concentradas hacia la exportación. Pero como se demuestra abajo, en lugar de resolver el déficit de cuenta corriente de estos países, los petrodólares financiaron principalmente sus importaciones de bienes de capital desde el Primer Mundo.

Como si esto fuera poco, los portafolios de los bancos tenían un perfil de alto riesgo caracterizado por: los depósitos Árabes a corto plazo que financiaban los préstamos a corto y largo plazo a los países en vías de desarrollo, préstamos concentrados en unos cuantos países, la exposición al índice cambiario ya que los préstamos eran entregados en dólares, y existían índices de capital a la baja. Claramente, este no era un ambiente que estimulaba el reciclaje “autónomo”[xvi]. A pesar de que los altos riesgos debían significar altos rendimientos, no había ninguna razón lógica para que los bancos privados se comprometiesen en el proceso de reciclaje. Los bancos normalmente no entregan préstamos a prestatarios no calificados.

Ya que la percepción pública, los índices de servicio a la deuda, y el ambiente financiero debían haber desalentado los préstamos por parte de los bancos, Spiro tiene razón al afirmar que:

»“los petrodólares no fueron prestados a las naciones para que pagaran lo que habían pedido prestado, aunque los bancos trataron de lograr esto. A pesar de que podemos explicar parte de los préstamos que se dio, pero una gran parte del flujo de petrodólares a través de los mercados no tenía ninguna razón de ser.”[xvii]

Está claro que la deuda latinoamericana fue supuestamente creada por el reciclaje de los petrodólares de los países exportadores de crudo. Los exportadores de petróleo, entonces, debían haber mantenido un superávit a causa de la subida del precio del crudo. Sin embargo, los productores de petróleo latinoamericanos como Méjico, Venezuela y Ecuador, tenían una deuda muy alta para 1982. Los exportadores de petróleo que no eran Árabes, expandieron masivamente el gasto público incurriendo obviamente en desbalances en sus cuentas, Como Alberto Acosta, menciona, actuaron como “nuevos niños ricos”. Para 1983, los países en vías de desarrollo exportadores de petróleo que no eran árabes tenían un déficit combinado de $27 billones. En otras palabras, los bancos reciclaban fondos de los exportadores de petróleo con superávit, a los exportadores de petróleo con déficit en su balanza comercial.[xviii]

Los países latinoamericanos tenían ya una historia de incumplimiento en sus créditos. De acuerdo a un académico, los países de Latino América “comenzaron a pedir prestado e incumplir en sus pagos el momento mismo que ganaron su independencia en los 1820s”.[xix] Esto es particularmente cierto en los casos de Brasil, Argentina, y Méjico. Con estos antecedentes, ¿Por qué los bancos privados no consideraron la posibilidad de otro incumplimiento y continuaron prestando a estos países?, ¿Acaso la historia no importaba?

Para finales de 1977, los cerca de 150 bancos de los Estados Unidos que prestaban al Tercer Mundo, mantenían deudas que totalizaban 150 por ciento de su capital, mucho más alto que cualquier otro momento en la historia. Para 1979, este índice se incrementó un poco, hasta llegar a 165 por ciento.[xx] Para 1982, la exposición en relación al capital de algunos de estos bancos, en los cinco más grandes prestatarios de la región (Argentina, Brasil, Chile, Méjico y Venezuela) se encontraría, por lo bajo, en el 83 por ciento del capital (Security Pacific) y por lo alto en un 263 por ciento (Manufacturers Hanover), con la mayoría en un rango de 140-180 por ciento.[xxi] Ese año, The Economist anotó que los Nueve Hermanos mantenían alrededor de $12 billones de la deuda comercial de Méjico.[6] Como Cohen expone, es verdad que los bancos de los Estados Unidos han tenido siempre una atracción especial por América Latina a causa de los intereses comerciales y de inversión de los Estados Unidos Sin embargo, ¿es esto suficiente para explicar qué es lo que hizo al préstamo por encima de los niveles de reserva tan atractivo y seguro luego de 1974?

Cabe recalcar que existen tres agencias reguladoras con el deber de preservar el sistema bancario de Estados Unidos sano y salvo: La Oficina del Controlador de la Moneda, La Corporación Federal Aseguradora de Depósitos, y el Banco de la Reserva Federal. ¿Dónde estaban ellos en este festín crediticio? Paul Volcker recuerda que mientras él era presidente del Banco de la Reserva Federal en Nueva York, los oficiales diseñaron un marco más sofisticado para analizar a los países,  para así tener un respaldo del sistema de advertencia, pero luego de que fue puesto en práctica, “hizo muy poco para parar los préstamos.”[xxii] ¿Por qué?

Para 1979, no era difícil darse cuenta que se avecinaba una crisis, sin embargo, poco se podía hacer para revertir la crisis en ese punto, excepto a comprar tiempo.[xxiii] Solamente en Abril de 1983 (ocho meses luego de que comenzó la crisis), cuando un memorando fue publicado conjuntamente por estos organismos, resumiendo un programa de mayores iniciativas para supervisar los préstamos internacionales parecía que los empleados públicos de los Estados Unidos intentaban crear una regulación efectiva. Pero, ¿Por qué no se hizo nada antes? El mismísimo Paul Volcker (1992) se pregunta “¿dónde estaban las autoridades supervisoras mientras todo esto sucedía? ¿Había alguna alarma sonando? Y si es que no, ¿Por qué no lo hacía?”[xxiv]

B. Los 52 billones de dólares 

Sólo 41.6 por ciento de los $125 billones, igual a $52 billones en inversiones de la OPEP que pueden ser rastreados del período entre 1974 y 1976 refuerzan la aserción de que los petrodólares fueron reciclados autónomamente vía los bancos comerciales privados hacia los países en vías de desarrollo. Durante este período, los países en vías de desarrollo que no tenían petróleo, adquirieron déficits de casi 78 billones. Esto fue solucionado en parte gracias a los $16 billones en donaciones de la OPEP y por casi $10 billones, entregados también por la OPEP a organizaciones internacionales como el FMI.[xxv] La ayuda directa de la OPEP al FMI y a los países en vías de desarrollo, por lo tanto, financió sólo $26 billones del déficit, dejando $52 billones adicionales para ser obtenidos de algún otro modo. Ethan Kapstein dice que “son estos $52 billones la fuente de la sabiduría convencional. Estos fondos, de acuerdo a la mayoría de cuentas, fueron supuestamente movidos por la Mano Invisible al mundo en vías de desarrollo”.[xxvi] ¿Que pasó con el restante 60 por ciento de las inversiones de la OPEP? Parecería que “la proporción del excedente de la OPEP que fue realmente reciclado por el sistema bancario fue muy pequeña”[xxvii] Las fallas de la sabiduría convencional que se han descrito aquí sugieren la necesidad de una explicación alterna. Como se mostró anteriormente, no es muy probable que existiese una “Mano Invisible”. Como se prueba más adelante, lo que realmente existió fue una “Mano Escondida”.

II. La Mano Escondida de la Política Exterior de los Estados Unidos

En Abril de 1973, unos pocos meses antes de que la crisis del petróleo comenzara, el Secretario de Estado de Estados Unidos, William P. Rogers, anunció públicamente que “vemos al año de 1973 como uno de construcción... Durante los cuatro siguientes años mantendremos nuestro apoyo a los esfuerzos de América Latina  de dar un mejor nivel de vida a sus ciudadanos, canalizando el grueso de nuestra asistencia a través de instituciones multilaterales.”[7] Para el final del año, el escenario político económico del mundo había cambiado, y también la política exterior de los Estados Unidos hacia América Latina y el resto del Tercer Mundo. Nada de lo mencionado por Rogers ocurriría. Y es que La política exterior se enfoca en lograr metas específicas para el interés nacional, y necesariamente incluye política extranjera económica. Por esto, las autoridades de los Estados Unidos no tenían otra opción sino contar al interés económico entre sus objetivos en la diplomacia internacional.[xxviii]

A. Descubriendo la Necesidad de Tomar una Acción

Luego del colapso del sistema de Bretton Woods en 1971 y la liberalización gradual de los mercados financieros, ya era claro que la inseguridad, el caos monetario, y los vacíos de liderazgo caracterizarían al año 1973, mucho antes de la decisión de la OPEP de subir los precios del petróleo.[xxix] Definitivamente, existía una necesidad de cooperación internacional, particularmente entre las economías industrialmente desarrolladas. El Secretario de Estado Henry Kissinger, sería la mente maestra del aparato creador de política internacional de los Estados Unidos con políticas a corto plazo orientadas a bajar los precios del crudo. De este modo, por un lado, dentro de los países industrializados se alentaba la cooperación internacional para artificialmente bajar el precio del petróleo, con el financiamiento de las balanzas de pago como un componente auxiliar. Por el otro lado, Kissinger aseguraba a los miembros de la OPEP que el valor del dinero en efectivo subiría más rápido que el valor del crudo no explotado, para que así incrementaran la producción de petróleo.[xxx]

Cada nación con déficit tenía un incentivo para atraer el capital de la OPEP. Sin embrago, había un Dilema del Prisionero: si cada nación actuaba en su propio interés para atraer el capital de la OPEP y ajustar su balanza de pagos simultáneamente, el resultado hubiese sido para detrimento de todas estas naciones. Así, los Estados Unidos actuaron primero. Como Kissinger había remarcado, los Estados Unidos estaban en una posición dominante para atraer capital Árabe, y tenía un incentivo muy importante para hacerlo.”[xxxi] Además de una economía fuerte pero en declive, esta posición dominante vino del hecho de que los Estados Unidos podía por lo menos utilizar la producción petrolera doméstica, mientras que la mayoría de países europeos, dependían de las fuentes extranjeras. Por lo tanto, los Estados Unidos comenzaron a regatear unilateralmente con los países Árabes y a competir por ese significativo capital extranjero. En marzo de 1974, el Secretario de Estado para asuntos económicos, William Casey, anunció: “Vamos a tener que hacer de la seguridad una exportación.”[xxxii] El año siguiente, un oficial de los Estados Unidos declaró que las tensiones que resultaron de los préstamos tomados por la Reserva Federal podrían ser subsanadas sólo si “las naciones de la OPEP ponen una mayor cantidad de sus fondos en inversiones en este país, o si es que el público americano gasta menos y ahorra más”[xxxiii] El gobierno, obviamente, favoreció la primera opción.

Entre otras amenazas potenciales para los Estados Unidos, existía un problema con el mercado interbancario. De hecho, dos de los más grandes bancos del mundo, el Franklin National Bank, y el Bankhaus Herstatt, habían cerrado sus puertas en 1974. Esta y otras fallas de los bancos, habían destruido la confianza en el mercado interbancario. Los banqueros centrales estaban preocupados de que el mercado entre los bancos se llegase a “secar”, y que los bancos más pequeños serían relegados del mercado interbancario. La diferente distribución de la maduración de activos y compromisos era otra causa de preocupación. Los bancos recibían depósitos a corto plazo de la OPEP, prestando a largo plazo, y dependiendo cada vez más en las decisiones financieras realizadas por los países Árabes exportadores de petróleo.

Adicionalmente, se podían dar cambios de precio como resultado de la decisión de los miembros de la OPEP de cambiar sus fondos entre bancos o entre divisas, o si es que el precio del crudo no se cotizaba en dólares americanos. De esta manera, había una necesidad de convencer a los exportadores de petróleo que evitasen diversificar su portafolio, que conservasen sus excedentes de capital en forma de moneda líquida, y que mantuviesen los precios en dólares.[xxxiv]

También existía la amenaza de que los miembros Árabes de la OPEP pudiesen manipular los mercados por razones políticas, o invertir en industrias estratégicas en el extranjero. De acuerdo a Kissinger, “aquellos que mantienen el poder financiero, tarde o temprano buscarán dictar los términos políticos de las nuevas relaciones, por lo que éste pretendía evitar este fenómeno.”[xxxv] No era completamente descabellado, entonces imaginar, que un país como Arabia Saudita podría usar su posición económica en contra de occidente, causando caos financiero al usar sus inversiones como un arma política. Es más, mientras los “tigres” orientales asiáticos, quienes poseían mayores tasas de ahorro, se ajustaban exitosamente a los cambios bruscos del petróleo, la mayoría de las economías en vías de desarrollo requerían de fondos para mantener sus importaciones de crudo. El no proveer estos fondos, hubiese sido muy costoso tanto en términos políticos como económicos para los Estados Unidos. Los creadores de la políticaen Estados Unidos se dieron cuenta que “la solución a casi todos estos problemas, era que el gobierno reciclase los petrodólares y absolviera a los mercados de esta responsabilidad.”[xxxvi]

Por otra parte, como se explica arriba, existía la percepción de que este reciclaje no sería automático. Los banqueros sabían que no existía ninguna razón inherente para que el reciclaje sucediese automáticamente a través de los mercados financieros internacionales. Por eso, los banqueros querían una solución política: querían que el gobierno interviniese. Luego de algunas negociaciones del lobby por parte de los banqueros, y de la comprensión de los oficiales públicos del problema, “el escenario estaba listo para que el gobierno de los Estados Unidos tome la responsabilidad por el reciclaje de los petrodólares”.[xxxvii]

B. Las Iniciativas Especiales del Gobierno

En Junio de 1974, durante una reunión del Comité de Relaciones Exteriores, el Senador Jacob Javits, de Nueva York, preguntó: “¿Qué es lo que vamos a hacer para usar “nuestra fuerza” para conseguir las increíbles ganancias a corto plazo que estas naciones (árabes) están acumulando, reciclarlas en el largo plazo, y dirigirlas hacia los países que las necesitan urgentemente?”[8]  Poco después, como se explica en esta sección, el gobierno de los Estados Unidos “utilizó su fuerza” a través de varias iniciativas claves que no han sido enfatizadas por la mayoría de los escritos. Aunque las razones del “Por qué” el gobierno de los Estados Unidos creó el escenario para la crisis de la deuda externa debería estar claro en este punto, analicemos el “Cómo” fue hecho.
1. Alentando la Irresponsabilidad Moral

Un mes después del discurso del senador Javits, en Julio de 1974, un analista económico de la CIA identificó el problema que podría emerger si es que el dinero fluía libremente a los mercados financieros de Estados Unidos. Dicho país hubiese tenido que soportar el peso del déficit comercial global contra el superávit de la OPEP porque esos mercados eran incapaces de reciclar el dinero hacia países con déficit en sus balanzas de pagos. Entre otras cosas, el analista de la CIA declaró que “los mercados financieros nacionales, en su estado actual, no están capacitados para reciclar los excedentes de petrodólares... Nuevos arreglos podrían facilitar el reciclaje... Los Estados Unidos podría convertirse en la ‘escala’ para el capital árabe.”[xxxviii] Spiro asegura que este reporte tuvo un impacto directo en las políticas del país.

En septiembre del mismo año, luego de que el Bankhaus Herstatt y el Franklin National Bank colapsaron, los banqueros centrales declararon que los “medios están disponibles... y serán usados si es que y cuando sea necesario para ayudar a los bancos en el sistema del eurodinero que se encuentran en problemas.”[xxxix] Esta simple declaración proveyó la seguridad neta que los mercados financieros necesitaban antes de poder comenzar el reciclaje.[xl] Esta declaración crearía un problema de Irresponsabilidad Moral.[9] Los bancos comenzaron a prestar con abandono, ya que existía la seguridad que su prestamista de última instancia los salvaría. Una de las iniciativas especiales del gobierno que el CED[10] había pedido anteriormente ese año, (ver página ocho), estaba ya en funcionamiento.

Otra iniciativa especial del gobierno de Estados Unidos incluyó el rol limitado pero importante entregado al Fondo Monetario Internacional, donde dicho país es el único con poder de veto. Ya que “el gobierno de los Estados Unidos competía directamente con el FMI por el capital árabe,”[xli] dicho gobierno vetaba constantemente grandes incrementos en las reservas del FMI que éste hubiese podido prestar a las naciones en problemas, y a las tasas de mercado. Luego del primer shock petrolero, a pesar de todo, la primera gran iniciativa para financiar los desbalances fiscales, vino de Johannes Witteveen, director general en ese entonces del FMI. Witteveen propuso establecer una “facilidad petrolera” para asistir a los  países miembros del FMI que tuviesen un déficit inducido por el nuevo precio del crudo. Poco tiempo después, el fondo fue establecido, y a pesar de que era relativamente pequeño (6 billones de dólares estadounidenses), “los bancos creían que con el FMI en el juego de préstamos, poseían ahora el equivalente a un apoyo oficial para sus préstamos.”[xlii] Durante 1974 y 1975 alrededor del 45 por ciento del flujo de capital neto que recibieron los países en vías de desarrollo fue en forma de préstamos oficiales. Esos préstamos eran extremadamente importantes, ya que ningún país había incumplido estos préstamos oficiales anteriormente, y parecía imposible que los países que todavía tenían esperanzas de recibir asistencia financiera oficial incumplieran sus compromisos con los bancos comerciales.[xliii]

Es más, en términos regulatorios, se supone que los bancos y los mercados financieros están entre los sectores económicos más regulados. Pero, en los setentas, como se mencionó anteriormente, a los bancos se les permitió mantener una cartera de alto riesgo, y ¡hasta prestar el 165 por ciento de su capital base a prestatarios considerados como no aptos para el crédito![xliv] Además de la declaración de los banqueros centrales en septiembre de 1974 y el limitado pero importante rol entregado al FMI, existieron dos políticas específicas tomadas directamente por el gobierno de los Estados Unidos que promovieron este proceso. Primero, en enero de 1974, el gobierno levantó los controles de capital que limitaban la salida de capitales de los bancos comerciales privados a clientes en el extranjero. Los países de América Latina que no habían podido recaudar fondos directamente de la OPEP o vía los euromercados, tenían ahora la posibilidad de buscar préstamos adicionales en los Estados Unidos. Como Volcker señala, “a principios de 1974, tuve el placer de escribir el comunicado de prensa que anunciaba el final de los controles de capitales, haciendo notar que bajo las circunstancias del momento, el acceso al mercado de capitales de Nueva York por parte de los países extranjeros, sería muy útil.”[xlv] Este denominado “placer” de Volcker, fue una pieza clave en el inicio del festín crediticio que se originaría después.

Sin embargo, para 1979 se estaba alcanzando una gran contracción en los préstamos: existía una regla que prohibía a los bancos entregar más del 10 por ciento de su capital en préstamos a cualquier prestatario importante. Enfrentándose a estos límites, el Controlador de la Moneda en ese entonces, llegó a un “veredicto salomónico.”[xlvi] Se determinó que cada agencia gubernamental extranjera sería tratada como una entidad separada, y así cada una tendría acceso a una operación financiera independiente. Esta decisión permitió a los bancos prestar su capital varias veces a los mismos gobiernos extranjeros, siempre y cuando los deudores tuviesen identidades diferentes. De repente, países como Méjico y Brasil comenzaron a diversificar sus préstamos de los bancos de Estados Unidos utilizando varias agencias para evitar el límite del 10 por ciento. Es importante resaltar que la decisión de Heimann fue más allá de los pedidos realizados por los propios bancos privados. El Chase Manhattan Bank, por ejemplo, propuso solamente que el nivel de préstamos fuese incrementado a 25 por ciento de su capital.[xlvii]
2. Resolviendo el Déficit de la Cuenta Corriente.

Kissinger creía en el principio que los créditos no debían ser abiertos, sino tener propósitos específicos, es decir, atados a algo. Él exponía que en contraste a los países en vías de desarrollo, los países industrializados, como los Estados Unidos tenían la “posibilidad de transferir las subidas de precio, del petróleo hasta cierto punto, a otras naciones en la exportación de manufacturas.”[xlviii] Su idea estaba basada en una política comúnmente perseguida por los países industrializados para ajustar su balanza de pagos, a través de garantías de exportación para incrementar sus exportaciones. Este tipo de garantía era un programa de seguros respaldado por el gobierno en el cual los bancos comerciales privados prestaban dinero al país prestatario para que pudiese importar bienes del país prestamista. Las democracias industrializadas fueron entonces capaces de balancear sus cuentas al transferir su déficit estructural a los países en vías de desarrollo.

En un año promedio, entre 1973 y 1981, la OPEP poseía dos tercios del excedente del intercambio global, mientras que los países en vías de desarrollo no pertenecientes a la OPEP, soportaban poco más de dos tercios del déficit global. Por lo tanto, el déficit sostenido por los países en vías de desarrollo correspondía no solamente al superávit de la OPEP, sino también al excedente de las economías desarrolladas.[xlix] Las estadísticas demuestran que las economías industrializadas más grandes se beneficiaron del proceso que creó la crisis de la deuda externa. Por ejemplo, en 1974 las siete naciones más altamente industrializadas tenían un déficit en su cuenta comercial de casi $3 billones, un año después, en 1975, tenían un superávit de casi $25 billones.[l] Además, entre 1974 y 1982, los cinco países más industrializados manejaron un superávit de $227.3 billones. Al mismo tiempo, países en vías de desarrollo que no exportaban petróleo experimentaban un déficit comercial persistente ya que sus exportaciones se mantenían relativamente estables mientras que sus importaciones de maquinaria y equipo, se incrementaban exponencialmente.[li] En el caso específico de los Estados Unidos, para 1982 América Latina había sobrepasado a todos los mercados a excepción de Europa Occidental como destino para sus bienes, y Méjico, por sí solo, se convirtió en el tercer comprador más grande de Estados Unidos

De hecho, Spiro afirma que si el reciclaje verdaderamente existió y los mercados funcionaron  alguna vez, fue en la venta de bienes de capital, desde el Primer al Tercer Mundo, ya que “el excedente de capital del Primer Mundo era depositado en bancos, y prestado a las naciones que importaban bienes desde el Primer Mundo.”[lii] Esto quiere decir, tomando a Brasil como ejemplo, que lo que se pedía prestado en el extranjero, correspondía cercanamente al déficit agregado de cuenta corriente entre 1974 y 1982. En otras palabras, el 96 por ciento de lo que se prestó a Brasil, fue usado en elementos de gasto, incluyendo inversiones colosales como el proyecto hidroeléctrico de Itaipú y Tucurí.[liii]

Por otra parte, la relevancia de los préstamos con garantía oficial era tal que para finales de 1981, el EXIM Bank (Banco de exportación–importación) de los Estados Unidos garantizaba préstamos que llegaban a los $15.8 billones.[liv] Similarmente, para mediados de 1982, los créditos privados garantizados oficialmente por países industrializados para exportación, llegaban al 24 por ciento y al 16 por ciento de la deuda de Argentina y Brasil, respectivamente.[lv] Con estos programas para promover la exportación los bancos recibieron el equivalente a una “carta de comfort”. Parecía impensable que los países en vías de desarrollo tratarían a los prestamistas oficiales y a los banqueros de una manera diferente, ya que no cumplir con uno de ellos, repercutiría directamente en el otro.[lvi]
3. Asegurando los Fondos Sauditas.

A fines de 1974, el Secretario del Tesoro, William Simon prometió que “el gobierno de Estados Unidos no ofrecía subsidios especiales o incentivos para atraer capital,”[lvii] a pesar de que eso era exactamente, lo que él, como representante del gobierno, estaba haciendo. Unos pocos meses antes, en Julio de 1974, él había logrado un acuerdo con la Agencia Monetaria de Arabia Saudita (SAMA por sus siglas en inglés), en el cual, entre otras cosas, los Estados Unidos les vendería obligaciones del Tesoro fuera de las subastas normales mantenidas por la Reserva Federal en Nueva York. Para sorpresa de pocos, Arabia Saudita poseería el 20 por ciento de todas las notas y bonos del Tesoro que mantenían los bancos centrales extranjeros. Adicionalmente, la proporción de inversión por parte de los exportadores petroleros de Medio Oriente en bonos y notas del Tesoro estadounidense, desde que el tratado fue firmado, subió del 43 al 65 por ciento, y Arabia Saudita llegó a poseer el 90 por ciento de las obligaciones adquiridas por los países del Medio Oriente.[lviii]

Este acuerdo reportó varios beneficios a los Estados Unidos. Entregó al gobierno acceso a un gran fondo de capital extranjero, y la habilidad de monitorear las entradas de capital Saudita. Además, la comisión económica conjunta que fue establecida con Arabia Saudita, procuraba contratos a futuro para firmas estadounidenses en diferentes áreas estratégicas, como en la venta de armas y en grandes proyectos de infraestructura. Para 1981, por ejemplo, el Tesoro de los Estados Unidos había recogido más de 500 millones de dólares del gobierno Saudita, simplemente para financiar estudios de factibilidad para los contratos entregados a firmas estadounidenses.[lix] Esta comisión también arregló reuniones anuales entre el Secretario del Tesoro de Estados Unidos y el Ministro de Finanzas de Arabia Saudita. Fue luego de estas reuniones que los Estados Unidos pudo resolver sus problemas de cuenta corriente unilateralmente, financiar sus crecientes gastos, convencer a los Sauditas de prestar su dinero al FMI, y mantener el precio del petróleo en dólares.

Como Spiro (1999) expone, mientras el petróleo estuviese avaluado en dólares de Estados Unidos y mientras Arabia Saudita invirtiese sus dólares en obligaciones norteamericanas, este gobierno disfrutaba de un “doble préstamo”. La primera parte del préstamo radicaba en la capacidad del gobierno americano de imprimir dólares para comprar petróleo en lugar de bienes y servicios. La segunda parte venía del hecho de que todos los otros países debían pagar el petróleo en dólares, pero no podían imprimirlos. Esos países debían cambiar sus bienes y servicios por dólares estadounidenses para pagar sus deudas de importación de petróleo.

El trato era ventajoso también para SAMA porque cubría los tres criterios que los asesores de inversiones financieras sauditas requerían: discreción, precio, y el evitar que el mercado se moviera. En realidad, para mantener la promesa de confidencialidad con relación a las inversiones sauditas, los Departamentos del Tesoro y de Estado inclusive evitaron que el Congreso recogiera información que pudo haber levantado sospechas. Además de haber logrado acceso a las obligaciones de Estados Unidos antes de que entrasen en el mercado secundario, y haber logrado un poder de votación más alto en el FMI al convertirse en el sexto miembro más grande,[11] Arabia Saudita también obtuvo una promesa de seguridad y protección para el Golfo Pérsico.

En suma, el acuerdo entre los países industrializados fue para no competir por los petrodólares. Por lo tanto, las acciones de EEUU para tratar de estimular las exportaciones “artificialmente” y ofrecer unilateralmente a los sauditas incentivos para invertir en obligaciones del gobierno de Estados Unidos fue ilegítimo.[lx] Sin embargo, Spiro justifica esta acción ilegítima como un proceso que liberó a los Estados Unidos, siendo un poder hegemónico en decadencia, “de las amarras del liderazgo legítimo, y llevó a los creadores de políticas de los Estados Unidos a poner a trabajar la mano escondida de la hegemonía americana.”[lxi]

III. El Festín Crediticio

Considerando estos eventos, era natural para los bancos el comenzar el “banquete de préstamos”. Como consecuencia del shock petrolero de 1973, los préstamos se redujeron automáticamente. Desde 1973 hasta 1975, el tamaño promedio de los préstamos sindicados fue de  $67.5 billones a $50 billones, el tiempo promedio de repago cayó de 8.6 a 5.5 años, y la comisión sobre el LIBOR (Tasa Inter Bancaria Ofrecida en Londres, por sus siglas en inglés), subió de 0.94 por ciento a 1.40 por ciento. Luego, de repente, los préstamos a América Latina y otros países en vías de desarrollo aumentó. Para 1978, el tamaño del préstamo promedio había sido doblado a $104 billones, la madurez promedio regresó a 8.5 años, y la comisión sobre LIBOR, también regresó a 0.90 por ciento.[lxii]

En América Latina, la deuda privada al comienzo de los setentas se mantuvo a  $12.8 billones. Luego del primer shock petrolero, en 1974, subió a $58.4 billones. Al momento del segundo shock petrolero ésta se había incrementado a $181.9 billones. Para 1982, alcanzó $315.3 billones.[lxiii] Sin embargo, pocos en el otro lado del festín de préstamos parecían darse cuenta que un castillo de naipes inestable se estaba formando.

A. Beneficios Para los Participantes

La crisis de la deuda externa claramente no fue responsabilidad únicamente del gobierno de los Estados Unidos. Durante el tiempo que la crisis de la deuda externa se fue formando, la participación en el “festival del crédito” era beneficiosa para todos los participantes. En esta sección, los tres principales implicados, es decir, el Gobierno de Estados Unidos, los banqueros comerciales, y los políticos de América Latina y sus intereses son analizados. A pesar de que el gobierno de los Estados Unidos estableció las reglas generales para que el banquete de préstamos internacionales empezara, los gerentes de los bancos privados, y los políticos latinoamericanos fueron los que realmente participaron directamente en este juego de sobre préstamos.
1. Beneficios para el Gobierno de los Estados Unidos

Domésticamente, los oficiales de Estados Unidos se preocuparon en un principio de que la economía de su país caería en recesión si el gobierno no podía pedir prestado suficiente capital extranjero para financiar su déficit presupuestario. Subir los impuestos, o pedir al público que gaste menos y ahorre más dinero, no eran opciones políticamente viables. Los oficiales públicos, entonces, se dieron cuenta que atraer los petrodólares era la opción más viable. Así, la Reserva Federal fue capaz de controlar el impacto de los fondos que entraban al mercado financiero estadounidense. Teniendo esos petrodólares en los Estados Unidos, y bajo su control, los oficiales de la Reserva Federal fueron capaces de asegurar la estabilidad de los mercados internacionales. Los oficiales del Tesoro, mientras tanto, cumplieron su responsabilidad de recoger fondos para el gasto estatal al reclutar capital árabe. Por esto, el gobierno particularmente a principios de los ochentas, fue capaz de incrementar sus gastos sin afectar los bolsillos de los votantes, o producir una recesión que hubiese elevado el desempleo. Adicionalmente, los préstamos internacionales lograron objetivos muy importantes en política internacional. Si el financiamiento para la balanza de pagos no se hubiese entregado, particularmente a América Latina, quien era un asociado estratégico por su ubicación geográfica, el liderazgo de los Estados Unidos habría sido percibido como débil y decadente. Ya que no había fondos suficientes a causa de necesidades domésticas, para programas oficiales de ayuda, los oficiales se dieron cuenta de que “los instrumentos de la política de los Estados Unidos, estaban en gran parte en el sector privado. Se debía dar incentivos, entonces, para mantener a estos participantes en el juego.”[lxiv]

Una vez que los incentivos descritos anteriormente estuvieron en su lugar, el gobierno de los Estados Unidos no solamente mantuvo el sistema financiero internacional operando, y no hubo baja en el comercio o inestabilidad política en el mundo occidental, pero también “la capacidad de la política exterior estadounidense, de hecho fue fortalecida en lugar de ser disminuida por las dificultades de los deudores de la región.”[lxv] Poco después de 1982, a través de paquetes de rescate con inversión y ayuda financiera adicionales, en las palabras de Cohen, fue “impresionante” lo fácil que se volvió el darse cuenta de las preferencias de la política exterior de los Estados Unidos por aquellos al sur de la frontera. Los problemas de Méjico y otros, ofrecieron al gobierno una oportunidad para ganar suficiente buena voluntad e influencia para sí mismos, entregando unas pocas concesiones financieras.[lxvi] En resumen, “los Estados Unidos fue uno de los mayores beneficiarios del reciclaje de petrodólares.”[lxvii]
2. Beneficios para los Bancos Privados de Estados Unidos.

Los bancos privados estaban en el juego principalmente por las ganancias que sacarían al cobrar los intereses. Existía una vasta cantidad de dinero entrando al mercado, y una demanda creciente por fondos en todo el mundo. La comunidad bancaria de Estados Unidos tomó la iniciativa en promover el flujo de capitales, particularmente en la forma de créditos sindicados, por medio de los cuales muchos bancos se suscribían al paquete de préstamos para diversificar el riesgo individual mientras incrementaban el tamaño total del préstamo. La denominación de los préstamos era en dólares, lo que evitaba el riesgo para los bancos de que los prestatarios les pagasen en sus devaluadas monedas nacionales.

A inicios de la década de los sesentas, tasas de crecimiento anuales en América Latina de 6 a 7 por ciento eran muy comunes. Era un rendimiento extraordinario comparado con cualquier medida histórica, y dio vida a lo que el político norteamericano Adlai Stevenson llamó “la revolución de las expectativas en ascenso”. Sin embargo, este crecimiento fue incentivado por las políticas de la industrialización vía sustitución de importaciones (que inicialmente funcionaron, si los medimos en términos de crecimiento económico) más que por incrementos de la productividad a largo plazo. Esto contrastaba con los riesgos descritos anteriormente: una opinión pública negativa, los índices de servicio de la deuda, la concentración de prestatarios, y los depósitos a corto plazo, las tasas de crecimiento eran adecuadas solamente para entregar préstamos a causa de la red de seguridad que los bancos percibían, como resultado de las “iniciativas especiales” tomadas por el gobierno de los Estados Unidos

También existía la expectativa que los préstamos proveerían una fuente constante de ingresos por el cobro de intereses dado que las compañías grandes confiaban cada vez más en los mercados financieros para conseguir fondos.[lxviii] Adicionalmente, de acuerdo a Cohen, los banqueros (a pesar de que no menciona nombres) pensaron que los gobiernos no pondrían voluntariamente en peligro su capacidad crediticia eligiendo políticas económicas inapropiadas.[12] El presidente de Citibank, Walter Wriston, incluso declaró que “los países no pueden quebrar,”[13] por lo que la moratoria en pagos era imposible

Dadas estas percepciones, a finales de los 70, y principios de los 80, “todos los sistemas parecían estar ‘listos para ir adelante’... Como Walter Wriston afirmaba, se veían en los registros como la categoría más segura de préstamos en el banco.”[lxix] Sin embargo, los banqueros  calificaron a estos préstamos como “seguros” no porque los países prestatarios fuesen capaces de pagarlos, sino porque sus propios gobiernos, y hasta el FMI, estaban dispuestos a jugar de prestamistas de última instancia en caso de que las cosas saliesen mal. En otras palabras, “los préstamos parecían estar garantizados.”[lxx] Por supuesto, cerca del vencimiento de los préstamos, éstos típicamente eran ‘aplazados’ o reemplazados con nuevos préstamos. La competencia se volvió tan encarnecida que más y más bancos entraban al juego, tanto así que el spread[14] a veces caía al 0.5 por ciento o menos, “casi lo mínimo para proveer un retorno razonable sobre el capital del banco... (Aún así) los aviones hacia América Latina estaban llenos de hombres jóvenes con contratos de préstamos prácticamente listos.”[lxxi] En suma, una vez que las iniciativas especiales del gobierno fueron introducidas, el juego fue muy interesante para los bancos comerciales privados de los Estados Unidos
3. Beneficios para los Gobiernos de América Latina

La crisis de la deuda externa, claramente no fue responsabilidad únicamente de la política exterior estadounidense o de los bancos privados. Para una transacción financiera como los préstamos, hay un requerimiento básico: alguien debe pedir prestado. Los gobiernos de América Latina, también disfrutaron de beneficios al participar en el juego. A finales de los sesentas, cuando las ideas de Raúl Prebisch reinaban en América Latina, varios gobiernos de la región, que tradicionalmente han poseído bajos niveles de ahorro, habían ya decidido financiar su política de industrialización mediante la sustitución de importaciones recurriendo al endeudamiento, antes que aceptar la entrada de las multinacionales “abusivas” e “imperialistas”

Luego del primer shock petrolero, los gobiernos latinoamericanos no tardaron mucho en sucumbir a la tentación de volverse dependientes del financiamiento extranjero, como una alternativa a los dolorosos ajustes de políticas internas. Estos préstamos extranjeros, libres de condiciones, permitieron a los políticos incrementar el gasto sin necesidad de subir los impuestos. Como el entonces Presidente de la Junta Federal de Reserva de los Gobernadores, Arthur Burns, hizo notar en 1977, los países “encontraban más atractivo el pedir prestado que el ajustar sus políticas monetarias y fiscales; y si pueden hacer esto sin que los prestamistas adjunten cláusulas restrictivas a los contratos de préstamo, mucho mejor.”[lxxii] El problema surgió cuando, para el final de la década, muchos gobiernos latinoamericanos parecían haberse convertido en adictos al financiamiento extranjero. Para los oficiales públicos en América Latina, los fáciles préstamos de los bancos privados estadounidenses representaba el equivalente a recibir una tarjeta de crédito con una línea de crédito ilimitada.[lxxiii]

Como Andrew Walter expone, el endeudamiento estaba basado también en las expectativas de las tasas de interés y los precios de los bienes. El hecho de que las tasas de interés reales fuesen negativas a lo larga de casi toda la década de los setentas, “sugirió a los prestatarios que el endeudarse mantendría beneficios sin tener que hacer los sacrificios políticos que la inversión extranjera directa suponía.”[lxxiv] Adicionalmente, algunas organizaciones internacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), directa o indirectamente promovían la negociación de préstamos extranjeros al proyectar cada vez precios más altos del crudo para el futuro. Dichos anuncios promovieron el endeudamiento agresivo por parte de los gobiernos de los países importadores de petróleo, quienes jamás pensaron que el precio del crudo bajaría o por lo menos se estabilizaría, y llamaron a mayores inversiones en fuentes de energía alternativa en los países importadores de petróleo. Incluso en 1983, el BID, basado en Washington, continuó anunciando que el precio promedio del barril de petróleo llegaría a $50 a fines de los ochentas y a $80 al final de la década de los noventas.

B. Gastos Improductivos.

Contrario a las prácticas bancarias tradicionales, en algún punto en los setentas, los préstamos dejaron de servir proyectos específicos y se convirtieron en préstamos más generales. Un economista ecuatoriano de corte neoliberal[15] sostiene que los recursos no fueron usados eficientemente. La prueba de esto es que América Latina no puede pagar. Sin embargo, incluso si los fondos hubiesen sido usados correctamente, todavía sería difícil de pagar ya que las decisiones del sector público normalmente son a largo plazo, y se debe tomar en cuenta que los gastos en los servicios sociales, como la salud y educación públicas, no necesariamente producen la cantidad de divisas necesarias para pagar los préstamos en el corto plazo.

Jain ha probado que se puede esperar una crisis de deuda externa cuando las decisiones de pedir préstamos son tomadas por agentes corruptos, cuyo comportamiento no puede ser controlado por sus superiores. Los acuerdos de préstamos eran, de hecho, negociados en secreto entre los banqueros privados y los oficiales de los gobiernos. Estos últimos, en varias instancias, no fueron elegidos, y no podían ser reclamados por el pueblo en cuyo nombre estaban comprometiéndose a pagar en el futuro. Es más, los oficiales que aprobaban estos préstamos muchas veces se beneficiaban directamente a través de participaciones en los contratos y “comisiones” de los agradecidos contratistas. En resumen, el sistema creó un incentivo para el sobre-endeudamiento.[lxxv] Nada sorprendente fue entonces, que entre 1973 y 1982, una porción cada vez mayor de fondos fue desviada de proyectos en inversiones productivas, hacia consumo corriente, gastos militares, o inclusive a acelerar la fuga de capitales.[lxxvi] Con respecto a este último punto, algunos fondos fueron, desde el principio, colocados fuera del país prestatario, esto resultó en una fuga de capitales fomentada por las propias autoridades. En otras palabras, una gran parte de la deuda externa de algunos países (como Argentina, Méjico y Venezuela), nunca fue invertida en la economía interna.[lxxvii]

Por otra parte, mientras algunos de los proyectos financiados por los bancos privados tuvieron un costo final que era más alto del presupuestado, muchos de ellos resultaron ser completamente improductivos. Algunos casos extremos incluyen el complejo industrial de papel de Santiago de Cao en Perú, que no pudo funcionar a causa de la falta de agua; la refinería de plomo y platino en Bolivia, que no pudo ser operada porque no tenía suficiente oxígeno, ya que estaba construida a más de 4000 m.s.n.m.; y la imprenta del Ministerio de Educación del Ecuador, que fue instalada en 1991, doce años después de haber sido comprada, y que todavía no funciona.[lxxviii]

Durante este período, muchas dictaduras militares en los países latinoamericanos (como en Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y Paraguay), no tenían miedo de un endeudamiento exagerado. Los militares en Brasil, por ejemplo, incrementaron la deuda de su país de $5.1 billones en 1964 a $105 billones en 1984; los militares en Argentina hicieron lo propio elevando su deuda de $9.3 billones en 1976, a $48.9 billones en 1984.[lxxix] Es verdad que, la Guerra Fría en cierta manera justificaba los préstamos a los dictadores obedientes. Lastimosamente, Nalón y Pettifor han probado que algunas veces esos préstamos financiaban a dictaduras militares corruptas. Por otra parte, créditos grandes pero no revelados fueron usados para financiar la adquisición de armas y la industria militar. Perú, por ejemplo, compró docenas de jets franceses Mirage y cientos de tanques soviéticos.[lxxx]

IV. La Crisis de la Deuda Externa

Luego de un período de intereses reales negativos, donde todos los participantes se beneficiaron del juego de sobre endeudamiento, para 1979 era ya claro que la crisis se avecinaba. Aparte de la irresponsabilidad prestamista por parte de los bancos privados, y el derroche por parte de los prestatarios, entre 1979 y 1982, una combinación de eventos, como se describe en esta sección, desencadenaron la crisis que todavía afecta el día a día de los latinoamericanos.

A. Eventos Importantes

En 1979, luego de la victoria del Ayatollah Khomeini en Irán, el precio “a la vista” de un barril de petróleo subió más allá de $ 14 y luego continuó subiendo. Este fue el segundo shock del petróleo. Una vez más, la balanza de pagos de los países importadores de petróleo tuvo números rojos. Para los países industrializados, en su totalidad, su balanza cambió de $31 billones positivos en 1978, a $51 billones negativos en 1980. En el mundo en vías de desarrollo, el déficit de los países del Tercer Mundo que no eran de la OPEP, creció enormemente, de $41 billones en 1978, a $108 billones en 1981.[lxxxi] De nuevo, estos déficits debieron ser financiados a través de los mercados de capital. El proceso de préstamos se consolidó con mayor fuerza. Pero ahora era sólo cuestión de tiempo para que la crisis latinoamericana explote.

Adicionalmente, la inflación en los Estados Unidos había repuntado desde el período de la Guerra de Vietnam. El recientemente electo presidente de la Junta de la Reserva Federal, Paul Volcker, decidió combatir la alta inflación contrayendo la economía. Las tasas de interés se fueron al cielo. Muchos préstamos fueron contraídos al LIBOR más una comisión fija del banco, quiere decir, a spreads sobre las tasas de mercado. Alrededor de $65 billones de la deuda de Méjico, por ejemplo, fue contraída con tasas flotantes y enteramente en dólares.[lxxxii] Para los deudores de América Latina las consecuencias fueron desastrosas. En 1983, por ejemplo, una subida en la tasa de interés real del 1 por ciento le costó a Brasil $750 millones, igual al 3 por ciento de todos sus ingresos por exportaciones.[lxxxiii]

Además, el Presidente Reagan y su costoso gasto en defensa, hizo subir el déficit del presupuesto a alturas récord. A principios de los ochentas, el gobierno incrementó los gastos públicos “utilizando el excedente del ahorro de los japoneses, y revirtiendo el flujo de fondos, convirtiéndose así los latinoamericanos, al final, en los que financiaron a los Estados Unidos, y no al revés.”[lxxxiv]

A la luz de estos eventos, muchos países de América Latina hubiesen sin duda, afrontado severas dificultades al tratar de ganar de nuevo control sobre sus economías. Los bancos se dieron cuenta de esto temprano, alrededor de 1979, cuando las acciones de Volcker subieron la tasa flotante para los deudores. De repente, los términos de vencimiento comenzaron a hacerse más cortos, ya que los prestamistas buscaban reducir las líneas de crédito de sus deudores. La retirada fue liderada por los bancos más pequeños y regionales, es decir, los que menor poder de negociación tenían. Los intereses de los banqueros y de los oficiales públicos que por largo tiempo, entre 1974 y 1979, convergieron,[lxxxv] eran ahora más complejos. Muchos prestamistas estaban impacientes por reducir sus inversiones lo más rápido posible, pero aún así tan tarde como Junio de 1982, el Banco de América (sorpresivamente, uno de los Nueve Hermanos) había sido capaz de organizar un crédito sindicado para el gobierno mejicano de $2.5 billones.

Luego del conflicto de las Islas Malvinas, Argentina se retrasó en algunos de los pagos de su deuda, emergiendo por esto, miedo alrededor del mundo. Sin embargo, no fue sino hasta que Méjico sufrió una fuga de capitales que estalló la crisis. La economía mejicana se había estado debilitando por algún tiempo. En febrero de 1982 el peso se había devaluado en casi 50 por ciento. El primero de Agosto de ese año, cuando un programa de austeridad fue anunciado, el fantasma de una nueva devaluación apareció de nuevo,  y los  pesos fueron cambiados rápidamente por dólares estadounidenses.  Las reservas de divisas oficiales fueron terminadas rápidamente.  El inestable castillo de cartas que se había construido a lo largo de la pasada década, finalmente cayó el 12 de Agosto de 1982, cuando el Ministro de Finanzas se vio forzado a reconocer que Méjico no podía ya cumplir con sus obligaciones de deuda externa. La crisis de la deuda externa de América Latina había comenzado.

B. La Generación Perdida

En 1992, un artículo titulado “La Crisis de la Deuda Externa, Q.E.P.D” apareció en The Economist.[16] La idea era que los países de América Latina habían comenzado a lograr altas tasas de crecimiento de nuevo, diez años después del comienzo de la crisis. Sin embargo, la llamada “Década Perdida” se convirtió en la “Generación Perdida”. Casi treinta años después del primer shock petrolero, los beneficios sociales y económicos del sobre-endeudamiento todavía están por ser descubiertos. Durante las últimas dos décadas, el valor nominal de la deuda de América Latina ha crecido a causa del interés compuesto en préstamos impagables. Para todos los países en vías de desarrollo, la deuda externa había subido de un total de $610 billones en 1980, a $2.3 trillones en 1997. Esto representa un incremento anual promedio de 8.2 por ciento el cual, comparado a un crecimiento anual de 7.4 por ciento nos muestra que la deuda externa está creciendo más que la economía, y por lo tanto, la capacidad de pago se ve cada vez más disminuida.[lxxxvi]

Los bancos privados han transferido la misión de tratar y negociar con los gobiernos a organizaciones internacionales como el FMI. La considerable exposición de los Nueve Hermanos, por ejemplo, a diecisiete países altamente endeudados, cayó con el Plan Brady, de 194 por ciento de su capital total a 51 por ciento entre 1982 y 1992.[lxxxvii] De la misma manera, el proceso ha resultado en una situación anómala en la cual los países de América Latina han hecho transferencias revertidas, en la forma de interés y repagos por antiguos préstamos, que de hecho superan el dinero que vino originalmente de los bancos. En 1981, los deudores recibieron un financiamiento neto cercano a $50 billones. Para 1983, ese valor se había transformado en negativo, y en 1984 equivalió a un egreso de casi $35 billones, igual a 2.5 veces el valor de su duramente ganado superávit comercial.[lxxxviii] En 1985, mientras que los flujos netos de los bancos comerciales a los diecisiete países más altamente endeudados totalizó $3.7 billones, ¡los bancos recibieron casi $22 billones en pagos de intereses ese mismo año![lxxxix] Un estimado de la UNCTAD[17] sitúa este flujo revertido entre 1983-1985 de América Latina a los bancos internacionales por encima de los $100 billones.[xc] Por lo tanto, América Latina se convirtió en un gran exportador de capital neto.

El peso de los “ajustes” consiguientes ha sido asumido por la región a través de la austeridad. Los gastos del gobierno en la economía nacional han sido reducidos, y los impuestos y los costos de los servicios públicos aumentados, a solicitud del FMI y los bancos internacionales, para pagar los préstamos con parte de los agentes económicos extranjeros. Aún hoy en día, veinte años después del inicio de la crisis, los países latinoamericanos deben gastar parte de su presupuesto en satisfacer a los prestamistas internacionales. En 1980, Ecuador, por ejemplo, dedicó 17.2 por ciento de su presupuesto para la deuda externa. Este valor ha crecido consistentemente. Para el 2000 el servicio a la deuda había llegado al 51.1 por ciento del presupuesto aprobado para ese año.[xci] Situaciones similares suceden en otros lugares: Perú, por ejemplo, gastó  35 por ciento  de su presupuesto general de 1998, en servicio a la deuda.[xcii] Si la única forma de desarrollarse es a través de un gasto social más grande en la economía local (educación, infraestructura, etc.), entonces el futuro de mi generación en América Latina ha sido definitivamente hipotecado.

No existió ninguna conspiración para que se produzca la deuda en América Latina , a pesar de que en términos  prácticos las consecuencias son tan malas como si hubiese existido.  No hay ninguna prueba que los creadores de política de Estados Unidos hayan planeado hacer más fuerte su política exterior a través del endeudamiento de otros países.  Las acciones del gobierno de los Estados Unidos en la arena internacional, fueron movidas principalmente por objetivos domésticos.   Como Cohen expone, “cuando el Gobierno trataba con sus amigos Latinoamericanos, significaba que podía ayudarse a él mismo mientras ayudaba a los otros.”[xciii]  Sin embargo, desde mediados de 1982,  el tema de la deuda ha influenciado en gran medida la Agenda del diálogo Estados Unidos-Tercer Mundo.

V. Las Soluciones

Dado lo extenso y complejo de la crisis de la deuda externa y el tremendo impacto que ha tenido en los países deudores, muchas soluciones han sido sugeridas.  Las soluciones han fluctuado desde el préstamo continuo (en 1985 con el Plan Baker), la reducción de la deuda externa (por ejemplo en 1989 con los Bonos Brady), la renegociación con el Club de París (y programas de ajuste estructural diseñados por el FMI), los intercambios de deuda por Medio Ambiente (realizados en Bolivia, Costa Rica, Ecuador), las decisiones unilaterales acerca de cuánto pagar (Perú con Alan García en 1985), la mora parcial (Ecuador en 1999), e incluso el no pago (sugerido por la izquierda).

Casi todas las soluciones han incluido al FMI, el cual tiene considerable peso sobre las políticas de los deudores en problemas.  Sin embargo, el FMI ha curado los dolores temporales más que la enfermedad misma.  A pesar de que el caso de cada país ha sido tratado individualmente, “la generalización que se puede hacer es que la cantidad de alivio que ha sido entregado ha sido pequeño.”[xciv]  Es más, al presionar a los Gobiernos a pagar sus préstamos[18] y adoptar programas de ajuste estructural, hasta cierto punto, continúa  exonerando  de culpa a los Bancos privados de Estados Unidos y aceptando su papel Moral creado décadas atrás.  La irresponsabilidad al actuar como el prestamista de última instancia para los gobiernos en problemas,  les proporciona dinero que luego es transferido de cuentas nacionales a Bancos privados en el exterior.  En resumen, el FMI se ha convertido, en las palabras de un ex-oficial de los Estados Unidos, “un conducto conveniente para la influencia de Estados Unidos.”[xcv]

A. Las Soluciones Ideales.

En declaraciones ante el Comité Bancario del Congreso. el Congresista por Iowa, Jim Leach, les dijo a los banqueros comerciales “afróntenlo, ustedes la embarraron.[19][xcvi]   A pesar de que los Bancos fueron incentivados por el Gobierno de Estados Unidos para dar préstamos, en ningún momento fueron obligados a participar en el banquete de préstamos.  Y no todos los Bancos tuvieron problemas.  La mayoría tomaron las medidas defensivas necesarias, y “fue un Banco muy tonto el que no lo haya hecho.”[xcvii]  Por lo tanto, ¿debemos seguir recompensando los malos préstamos a los Bancos irresponsables?

Es este último punto que debe ser involucrado en una solución real. Ni el estado, ni las organizaciones internacionales, ni nadie puede garantizar una tasa de retorno al empresario privado. Esto va en contra del mismísimo sistema capitalista del cual los Estados Unidos ha sido considerado como uno de sus principales exponentes.  De acuerdo a esto, los bancos comerciales privados deben aceptar su parte de responsabilidad por el dinero que invirtieron en el mundo en vías de desarrollo.[xcviii]  En otras palabras, las iniciativas privadas, tal como los préstamos comerciales, son riesgosas.  Sin embargo, administrar el riesgo es la función básica de un banquero ya que siempre existe la posibilidad de no recuperar el dinero prestado.  Así es que, el manejo inapropiado del riesgo significa pérdidas verdaderas para un banco, y eso es lo que debería suceder.

Un paso importante en esta dirección fue tomado en mayo de 1987 por Citicorp, el banco comercial más grande de los Estados Unidos.  Luego de darse cuenta que ya había logrado algunas ganancias de la Región,[20] , que  era imposible para los Países pagar estos préstamos, Citicorp anunció que iba a registrar $3 billones de créditos no pagados como pérdidas por cuentas incobrables en sus balances.  De  la misma manera, la deuda contraída entre los bancos comerciales privados y los países en vías de desarrollo en el período comprendido entre 1873 y 1982, independientemente de si los tenedores de los documentos legales son ahora inversionistas individuales o instituciones oficiales, deberían ser anulados.

Otra solución ideal sería que gobiernos más responsables en América Latina condujesen negociaciones más claras y abiertas e incluso reduciesen su dependencia en préstamos extranjeros.  Idealmente, el gobierno de Estados Unidos se daría cuenta de que la actual inestabilidad social, económica y política[21]  de la región,  eventualmente se podría convertir en un serio problema para los intereses económicos y de seguridad de los Estados Unidos.  A pesar de esto, parece que mientras la maquinaria creadora de ganancias que estuvo detrás de la fiesta crediticia de la década de los setenta y comienzos de los ochentas se mantenga intacta,[22]  y los gobiernos continúen implementando ciegamente las políticas promovidas y diseñadas por instituciones extranjeras (como el FMI) con fondos extranjeros para compensar el bajo ahorro doméstico, el problema se mantendrá, causando dolor a los pobres en los países en vías de desarrollo e inestabilidad en todos lados.


Conclusión

Por una generación, los banqueros centrales y los académicos han dicho que, luego de los shock petroleros de los setentas, los mercados financieros actuaron por sí solos para reciclar la riqueza árabe al mundo en vías de desarrollo.  Sin embargo, “esto es en gran medida una ficción”,[xcix]  como este estudio ha tratado de probar.  No existió ninguna Mano Invisible.  Una vez que algunas iniciativas especiales del gobierno de Estados Unidos estuvieron en su lugar, un festín crediticio ocurrió ya que los Bancos tenían toda su confianza depositada en sus prestamistas de última instancia[c]  y los gobiernos en América Latina se volvieron adictos en financiar tanto actividades productivas como improductivas.  La crisis de la deuda externa fue un resultado natural.

Por supuesto que todavía hay debilidades en esta explicación alternativa de la crisis de la Deuda externa.  Las  posibles críticas incluyen:  Primero, no existe suficiente evidencia documentada  acerca de las “iniciativas especiales” del gobierno de Estados Unidos;  Segundo, talvez los Sauditas hubiesen invertido de todas maneras en los Bonos del Tesoro de los Estados Unidos, dada  su naturaleza de aversión al riesgo en sus inversiones y el tamaño del mercado financiero en Estados Unidos;  y Tercero, existía la prueba que las economías de América Latina estaban creciendo rápidamente y por lo tanto los préstamos parecían ser una buena inversión.[ci]

Estos argumentos no son convincentes.  Primero, existe suficiente información, principalmente de reuniones del Senado y Congreso de los Estados Unidos, y cifras de la balanza de pagos para apoyar la conclusión lógica de que uno de los jugadores en el mercado más que el mercado en sí, promovió el proceso de préstamos que llevó a la crisis de la deuda externa.  Segundo, Kuwait también mantenía un fondo de inversión de bajo riesgo, pero ya que no tenía tratos secretos, a diferencia de Arabia Saudita, y realmente seguía principios básicos financieros, diversificó a lo largo de diferentes monedas y bancos.  En suma, Arabia Saudita invirtió de acuerdo a criterios políticos,  y no financieros.  Tercero, a pesar de que en términos del PIB, los países latinoamericanos estaban creciendo, algunos de ellos tenían regímenes militares corruptos que perseguían políticas de sustitución de importación que dependían en el financiamiento internacional.  Como se ha demostrado anteriormente, los banqueros privados debían haberlos considerados no aptos para el crédito y tratarlos de esa manera, en lugar de incurrir en la Irresponsabilidad Moral.

Este trabajo ha intentado desafiar a la sabiduría convencional e identificar las causas subyacentes de donde se originó la crisis de la deuda externa para dar un aviso que los efectos de los préstamos privados en América Latina durante los setentas y principios de los ochentas han ido demasiado lejos.  La deuda contraída con los bancos privados de Estados Unidos luego de 1974 carece de legitimidad ya que el sobre-endeudamiento fue un resultado natural del estímulo y apoyo que recibieron y aceptaron los bancos comerciales privados por parte del gobierno de Estados Unidos.  No podemos seguir forzando a los “países en vías de desarrollo”[23] a cargar el peso de una errónea administración del riesgo por parte de los bancos  privados comerciales que debían haberse dado cuento de los riesgos inherentes, y junto con los políticos (algunas veces dictadores) en América Latina, evitar el festín crediticio. La Mano Escondida de la política exterior de Estados Unidos ya ha logrado sus metas originales.   Ahora es tiempo de pensar acerca de las metas de la gente en el mundo en vías de desarrollo de América Latina.


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NOTAS AL FINAL:




[1] El Autor agradece a todos los que de alguna u otra manera le ayudaron con la edición y posterior publicación de este análisis, especialmente a Andrew Walter, Alberto Acosta, Ethan Kapstein, y a Pablo Dávila.
[2] Ecuatoriano. Economista. Consultor y profesor universitario. Actualmente trabajo para la Universidad San Francisco de Quito, la Universidad Internacional y la empresa Cashflow.
[3] El poder se define como la “habilidad de un actor de lograr que otro actor haga lo que el anterior preferiría no hacer.” (Walter, 2000: 1)
[4] Los nueve bancos más grandes de los Estados Unidos, denominados en este ensayo como “Los Nueve Hermanos” también tuvieron un poder significativo (de cabildeo o lobbying). Estos bancos eran: Bank of America, Bankers Trust, Chase Manhattan, Chemical, Citibank, Continental Illinois, First National Bank of Chicago, Manufacturers Hanover, y Morgan Guaranty. Utilizo el apelativo de “Nueve Hermanos” para de alguna manera relacionar su poder de lobbying con el de las empresas petroleras nombradas continuamente como “Las Siete Hermanas”, que en su momento también lograron influenciar las políticas del gobierno estadounidense.
[5] Del cual sus administradores legales incluían banqueros ejecutivos de dos de los Nueve Hermanos: Morgan Guaranty y Bankers Trust.
[6] Agosto 28, 1982.
[7] Panfleto del Congreso de Estados Unidos, 1974: 2-5. Ver Bibliografía.
[8] Senado de los Estados Unidos, Reuniones del Comité de Relaciones Exteriores, Ver Bibliografía.
[9] La Irresponsabilidad Moral existe cuando la provisión por seguros en contra de un riesgo alienta una actitud que hace que ese riesgo sea más propenso a ocurrir. (Hanlon, 1998)
[10] Comité de Desarrollo Económico (por sus siglas en inglés)
[11] En el FMI, el dinero entregado por un país equivale a votos. Mayor dinero entregado, representa mayor número de votos. Esta es una diferencia importante con otras organizaciones, como por ejemplo la Organización Mundial de Comercio, donde todos los miembros tienen el equivalente a un voto. En el FMI, Estados Unidos es el único país que tiene poder de veto. A pesar de que Arabia Saudita quería obtener ese poder de veto (y tenía la capacidad para hacerlo), sólo se permitió que se convierta en el sexto mayor donador.
[12]¿ Realmente creyeron que todos los políticos, al ser enfrentados con la posibilidad de grandes préstamos perseguirían políticas económicas acertadas? Tal ingenuidad e inocencia, como se recomienda más adelante, ¡No debe seguir siendo recompensada!
[13] Según se lo cita comúnmente en los libros. Pero, ¿realmente creía esto?
[14] La diferencia entre la tasa general LIBOR para el dinero, y la tasa que los bancos cargaban a los prestatarios del Tercer Mundo.
[15] Entrevista conducida con Pablo Lucio Paredes, Julio 5 de 2001
[16] Septiembre 12, 1992
[17] United Nations Conference on Trade and Development
[18] Si es que quieren recibir más préstamos oficiales en el futuro (¡Que de hecho, sí los quieren!)
[19] Literalmente en inglés: “Let’s face it: you screwed up!”
[20] Por ejemplo, en 1997, Sudamérica fue el contribuyente más importante a las ganancias del banco, ¡Sobrepasando hasta a los Estados Unidos! (Kapstein, 1994:  74)
[21]  Las huelgas contra “los ajustes” comenzaron en 1989 en Venezuela  y han sido comunes en toda América Latina.  Para más información, ver The Economist, Julio 28, 2001:  51-52.
[22] Los agentes privados siguen presionando a los Gobiernos de América Latina para que se les pague.  Por ejemplo,  Elliot Associates L.P., un fondo de inversiones de New York, demandó con éxito al  Gobierno peruano por la compra de $20 millones de la Deuda de Perú en el mercado segundario en 1996  y recibió un pago de $58 millones el 7 de octubre del 2000. Prácticas similares han sido usadas en otros lugares. De hecho, en el 2000, Bank of America, uno de los Nueve Hermanos, demandó al Ecuador por $5 millones por pagos atrasados de intereses.
[23] También llamados países subdesarrollados, economías emergentes, países del Tercer Mundo, etc. He utilizado a lo largo de este análisis la expresión “países en vías de desarrollo” para inyectar optimismo al lector , a pesar de que si se analizan los porcentajes que los países latinoamericanos destinan al gasto social, es decir, a fomentar el desarrollo, se observa que a lo mejor todavía no estamos en “vías de desarrollo” sino “en vías de terminar de pagar lo que nos prestaron”.


[i] (Kapstein, 1994)
[ii] (Spero, 1990: 47)
[iii] (Volcker, 1992: 140)
[iv] (Volcker, 1992: 139)
[v] (Volcker, 1992: 193)
[vi] (Walter, 2000)
[vii] (Strange, 1994: 23)
[viii] (Spiro, 1999: 135)
[ix] (Spiro, 1999: 128)
[x] (Kapstein, 1994: 64)
[xi] (Spiro, 1999: 2)
[xii] (Kapstein, 1994: 64)
[xiii] (Spiro, 1999: 41)
[xiv] (Lomas, 1986: 32-33)
[xv] (O’Brien, 1993: 90)
[xvi] (Spiro 1999)
[xvii] (Spiro, 1999: 138)
[xviii] (Spiro, 1999)
[xix] (Spiro, 1999: 72)
[xx] (Volcker, 1992: 194)
[xxi] (Cohen, 1986: 213; cifras redondeadas)
[xxii] (Volcker, 1992: 195)
[xxiii] (Kapstein, 1994)
[xxiv] (Volcker, 1992: 195)
[xxv] (Kapstein, 1994: 63)
[xxvi] (Kapstein, 1994: 63)
[xxvii] (Spiro, 1999: 129)
[xxviii] (Cohen, 1986)
[xxix] (Spiro, 1999)
[xxx] (Spiro, 1999)
[xxxi] (Spiro, 1999: 30)
[xxxii] (Spiro, 1999: 31)
[xxxiii] (Spiro, 1999: 31)
[xxxiv] (Spiro, 1999)
[xxxv] (Spiro, 1999: 39)
[xxxvi] (Spiro, 1999: 40)
[xxxvii] (Spiro, 1999:37)
[xxxviii] (Spiro, 1999: 106)
[xxxix] (Kapstein, 1994: 66)
[xl] (Kapstein, 1994)
[xli] (Spiro, 1999: 96)
[xlii] (Kapstein, 1994: 67)
[xliii] (Spiro, 1994)
[xliv] (Kapstein, 1994)
[xlv] (Volcker, 1992: 125)
[xlvi] (Volcker, 1992: 195)
[xlvii] (Kapstein, 1994: 77)
[xlviii] (Kissinger, 1994: 77)
[xlix] (Spiro, 1999)
[l] (Kapstein, 1994: 62)
[li] (Spiro, 1999)
[lii] (Spiro, 1999: 70)
[liii] (Lomax 1986: 114)
[liv] (Kapstein, 1994: 68)
[lv] (Lomas, 1986: 220-221)
[lvi] (Kapstein, 1994)
[lvii] (Spiro, 1999: 42)
[lviii] (Spiro, 1999: 113)
[lix] (Spiro, 1999: 88)
[lx] (Spiro, 1999)
[lxi] (Spiro, 1999: 152)
[lxii] (Lomas & Guttman, 1981: 221)
[lxiii] (O’Brien, 1993: 88-89)
[lxiv] (Kapstein, 1994:79)
[lxv] (Cohen, 1986: 205)
[lxvi] (Cohen, 1986)
[lxvii] (Kapstein, 1994: 63)
[lxviii] (Walter, 1991)
[lxix] (Volcker, 1992: 197)
[lxx] (Kapstein, 1994: 79)
[lxxi] (Volcker, 1992: 197)
[lxxii] (Cohen, 1986: 209)
[lxxiii] (Volcker, 1992)
[lxxiv] (Walter, 1991:215)
[lxxv] (Korten, 1995)
[lxxvi] (Cohen, 1986)
[lxxvii] (Jain, 1993)
[lxxviii] (Acosta, 2000: 5-6)
[lxxix] (Hanlon, 1998)
[lxxx] (Marichal, 1989)
[lxxxi] (Cohen, 1986: 227)
[lxxxii] (The Economist, Agosto 28, 1982:57)
[lxxxiii] (O’Brien, 1993: 93)
[lxxxiv] (Strange, 1998: 291)
[lxxxv] (kapstein, 1994)
[lxxxvi] (Garret & Travis, 1999: 12)
[lxxxvii] (Walter, 2000: 12)
[lxxxviii] (Cohen, 1986: 287)
[lxxxix] (Kapstein, 1994: 97)
[xc] (Strange, 1994: 219)
[xci] (Vega y Mancero, 2000: 28)
[xcii] (Ugarteche, 1994:  219)
[xciii] (Cohen, 1986:  233)
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[ci] (Cohen,  1986)