El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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domingo, 3 de mayo de 2015


A SETENTA AÑOS DE LA GRAN VICTORIA DE LA UNION SOVIÉTICA

Por Sergio Daniel Aronas – 02  de mayol de 2015
                                  
Al cumplirse hoy 70 años de la terminación de la Segunda Guerra Mundial no cesan los debates sobre el significado histórico universal de la gran victoria sobre el nazi fascismo alemán y el militarismo japonés y quien se atribuye los mayores méritos en la derrota de la Alemania nazi, su sistema de poder y sus siniestras organizaciones. Del triunfo militar en los campos de batalla se ha pasado a la lucha ideológica en el campo del estudio, la historia y la investigación y que, a la luz de nuevos documentos que se dan a conocer a la opinión pública, se profundiza cada vez más determinar cuáles fueron las causas que originaron la mayor matanza de todos los tiempos, cuáles fueron las distintas etapas en el desarrollo de la lucha, cuáles fueron los momentos decisivos y porque, cuáles fueron sus consecuencias políticas, económicas, sociales, jurídicas, geográficas, étnicas, diplomáticas y demográficas y desde este punto de vista, indagar cómo han evolucionado las relaciones entre los distintos países y continentes: entre los que combatieron en la guerra y los que no participaron y en ese devenir histórico en qué se ha convertido en la actualidad el mundo en que vivimos. La guerra finalizada en 1945 continúa en el campo de la historia política y militar y en los tribunales de la justicia nacional e internacional.
           
Para un enfoque de esta naturaleza, se debe partir de la base que jamás terminarán las polémicas y discusiones sobre la Segunda Guerra Mundial mientras las bestias derrotadas sigan reivindicando a los monstruos que la desencadenaron y no se resuelvan las principales cuestiones que la guerra trajo aparejada durante aquellos seis terribles años vividos entre las que podemos mencionar y que son objetos de intensos debates en la actualidad:

1) Que se oculte, mienta y se minimice el papel fundamental que cumplió la Unión Soviética y el Ejército Rojo en la destrucción de toda la maquinaria de guerra alemana y en la liberación de los países de Europa Oriental. Toda la propaganda imperialista se esfuerza por demostrar que las operaciones militares fundamentales y que decidieron el resultado final de la guerra tuvo lugar en cualquier región, menos en el frente oriental ahí donde soviéticos y alemanes se enfrentaron a una contienda sin precedentes en la historia porque el mismo Hitler se lo planteó así a sus generales y aprobó las directivas para la guerra de exterminio. Fue en el frente oriental en Europa donde murió más del 60% de las víctimas entre 1941 y 1945 y todavía hay libros, encuestas, folletos, artículos, comentaristas y políticos que siguen ocultando lo evidente y que es la contribución gigantesca del pueblo soviético a la derrota del fascismo alemán. Es tan poderosa la verdad de este hecho irrebatible que los imperialistas aun no pueden creer en esta hazaña inmortal de la Unión Soviética.

Fue en el frente oriental donde tuvo lugar el enfrentamiento militar más grande, violento, encarnizado no sólo de la guerra sino la historia mundial de todas las guerras que se desencadenaron desde Alejandro Magno a nuestros tiempos, entre la Unión Soviética y los invasores fascistas. Y ahí fue el lugar donde fue destrozado el 80% de los ejércitos nazis y 75% de su equipamiento militar y que, en definitiva, se analice la Segunda Guerra Mundial como si las operaciones militares principales y que decidieron su curso victorioso se hubiesen desarrollado en cualquier otro lugar menos en el frente soviético-alemán;


Es bien sabido que ante el empuje de las fuerzas soviéticas, los alemanes que huían a la desbanda, preferían rendirse o entregarse como prisiones a los países occidentales y no caer en manos de los soviéticos porque sabían que serían fusilados en el lugar donde los encuentre a esos criminales a medida que se iban descubriendo las tremendas atrocidades cometidas por los fascistas en las ciudades y pueblos liberados por el Ejército Rojo.

La matanza de 27 millones de soviéticos cometidas por las tropas invasoras alemanas parece que en Occidente no es un dato a destacar como tampoco son de reconocer el hecho de que la Segunda Guerra Mundial fue el más severo, serio y criminal intento del imperialismo internacional para aniquilar a la Unión Soviética, el primer estado socialista del mundo, utilizando a la Alemania de Hitler como fuerza de choque fundamental, para la cual la ayudaron a armarla hasta los dientes con lluvia de créditos, dólares, apoyo financiero y económico por las empresas estadounidenses, británicas, francesas y suizas, entre otras. Durante tres larguísimos años que van desde junio de 1941 cuando Alemania invade la Unión Soviética hasta junio de 1944 cuando se produce el desembarco en Normandía, los gobiernos de los Estados Unidos e Inglaterra no hicieron nada en aliviar la situación en el frente oriental negándose a abrir el segundo frente por razones ridículas. La verdadera razón era el deseo ferviente de que Alemania derrote a la URSS y el socialismo desaparezca del mundo y luego repartirse entre los países imperialistas los restos del país soviético. Pero estos planes delirantes no se cumplieron por la impresionante y fabulosas resistencia y tenacidad combativa de todas las repúblicas que formaban la Unión Soviética y por el general invierno como argumentaba la propaganda nazi a través de Goebblels y que luego toda la historiografía antisoviética la puso como la causa principal de la derrota alemana. Estos historiadores siguen lamentándose no de la victoria del pueblo soviético sino de la derrota de Alemania, sino no se explica que sigan escribiendo biografías de los criminales nazis y de sus instituciones criminales de gobierno como si hubieran ganado la guerra. En este sentido, que estos mismos historiadores escriban sobre la hazaña de la Unión Soviética: no, eso no se puede.   

2) Que nunca se haga referencia a la participación crucial de los soviéticos en la derrota del ejército imperial japonés sobre cuyo aporte se habla muy poco al punto tal que casi ni se menciona la intervención soviética en esta etapa de la guerra que, obviamente, es tapada por los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki y la posterior rendición japonesa el 2 de septiembre de 1945 a bordo del acorazado Missouri. El ejército soviético cumpliendo su compromiso asumido por los acuerdos de Yalta en febrero de 1945, entró y declaró la guerra al Japón cuyos ejércitos superaban el millón de hombres y en una operación magistral en diez días destruyó la columna vertebral de las fuerzas armadas niponas. Los Estados Unidos nunca hubieron podido realizar semejante proeza y como un intento de probar su poderío y supremacía militar advirtiendo a los soviéticos lanzaron esas bombas nucleares que no eran necesarias para culminar la guerra.  

El mando militar de los Estados Unidos conocía perfectamente el número de fuerzas que se componían las fuerzas armadas japonesas. Y como no podían movilizar a millones de hombres para enfrentarlos, necesitaba de la ayuda soviética para derrotarlos, pues el Ejército Soviético tenía una gigantesca capacidad de poner en combate a millones de hombres. Y la guerra contra el Japón se libró en un frente de 5.500 kilómetros por 600 de profundidad, enfrentándose los soviéticos a más de 1 millón de soldados. Durante un mes los soviéticos pusieron fuera de 84.000 japoneses y les tomaron 500.000 prisioneros 

3) Que se siga mintiendo al mundo con la negación del holocausto no sólo con la población judía exterminadas en los campos de concentración, sino con todos los demás pueblos y minorías invadidos por las tropas nazis que concluyeron con el asesinato a sangre de fría de mujeres, niños y ancianos indefensos. Si se trata de medir el verdadero holocausto en función de la cantidad de víctimas,  lo soportó la Unión Soviética con sus 27 millones de muertos, civiles y militares. Fue con los prisioneros soviéticos con los cuales los nazis empezaron a probar sus métodos de aniquilamientos masivos y el tratamiento brutal que recibieron, violando todas las convenciones existentes, los convirtieron en el primer grupo de soldados que también en 6 millones fueron asesinados por la maquinaria alemana.   

4) Que se quiera hacer creer que las bombas atómicas arrojadas por los Estados Unidos fue el hecho decisivo y que llevó al triunfo de los Aliados y al final de la guerra. Los ataques nucleares iniciaron la guerra fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética y que más tarde se fortalecería con el famoso discurso de Winston Churchill en Fulton en 1946. Las explosiones nucleares no tenían ningún sentido ni necesidad militar, sino solo mostrar a los soviéticos que empezaban la guerra con las tropas japonesas estacionadas entre China, Mongolia y Corea, la nueva arma de destrucción masiva que habían desarrollado los Estados Unidos y con ella elevarse a la categoría de potencia vencedora

5) Que se oculten la actividad de la resistencia antifascista en la propia Alemania desde que los nazis llegaron al gobierno en enero de 1933; porque ésta existió tanto en la sociedad, en los partidos políticos que aunque fueron exterminados, un minuto de resistencia a un régimen criminal y terrorista como fue el nazismo merece ser reconocido; y también en los medios religiosos, en los círculos militares y en el cuerpo diplomático. El Partido Comunista Alemán fue el primero en combatir al nazismo desde su aparición en 1923 como el golpe fracasado, como así también en las elecciones y luego de la llegada de Hitler al poder.

6) Que se oculten el heroico papel de las resistencia en los territorios ocupados por los ejércitos fascistas, como fue el caso del Partido Comunista Francés, el partido de los 70.000 fusilados, de los movimiento guerrilleros donde se destacaron por su combatividad los bravos partisanos soviéticos, yugoslavos, búlgaros, italianos y albaneses, como así también a los integrantes de la resistencia checoslovaca, húngara, danesa, holandesa y noruega; de los valientes diplomáticos y agentes secretos que infiltrados en las filas enemigas hicieron un aporte substancial en la derrota del enemigo común. Y que un historiador marxista mundialmente reconocido por todas las corrientes historiográficas como el inglés Eric Hobsbawm califique a los movimientos europeos de resistencia como “mitológicos” es verdaderamente sorprendente y más sorprendente es que casi ningún historiador se han detenido en este tema para intentar refutar este horrendo calificativo de Hobsbawm (Ver su libro Historia del Siglo XX, Crítica, 1ª Edición, página 169). Jamás debió haber usado esa expresión sino que debió haber dicho que fueron “legendarios” y merecen todo nuestro respeto, admiración y compromiso de que nunca serán olvidados.

El problema suscitado con esta cuestión es que todavía no se ha escrito una auténtica historia de los movimientos de la resistencia y plantear como plantea Hobsbawm, de que su incidencia militar fue mínima, es correcta porque la resistencia no nació para realizar grandes batallas campales tipo Kursk. La resistencia dentro de los países ocupados, tenía como misión el sabotaje, cortar líneas de suministros, volar puentes, destruir instalaciones, atacar las vías de los trenes, destruir las fuentes de energía. En definitiva su objetivo era la realización de atentados contra el invasor nazi y golpearlo en los puntos más débiles o en aquellos que jamás pensaría que podían ser atacados. Y esas acciones no tuvieron nada de mitológico sino que se jugaron la vida y sus actos de heroísmo y valentía y por lo tanto debe preservarse su eterno homenaje. 

7) Que se mientan y oculten la epopeya de los judíos combatientes en la sublevación del Ghetto de Varsovia el 19 de abril de 1943 y que fue la primera insurrección armada contra la ocupación nazi en cuatro años de guerra y que no se diga que la liberación de muchos campos de exterminio fue el avance del ejército soviético y no como dicen los actuales gobernantes fascistas de Polonia y Ucrania que tienen la desfachatez de negar la liberación de Auschwitz por el Ejército Rojo sino decir una barbaridad antihistórica de que la URSS atacó primero a Alemania e invadió Ucrania. Una mentira que se cae por su propio peso.

8) Que se hable poco y nada del nefasto comportamiento que tuvo el Vaticano durante la guerra ya que no movió un dedo en denunciar los planes hitlerianos para el exterminio de los prisioneros en los campos de concentración y por sus asquerosas relaciones con los nazis estaban al tanto de todos los hechos que sucedían en la guerra porque si existe una institución mundial que esté perfectamente informada de todo lo que pasa en el mundo, esa organización es la Santa Sede, solo que durante la Segunda Guerra Mundial no fue nada santita. En este punto, no sólo el problema fueran las relaciones con los nazis, sino que algunos jerarcas de la Iglesia ayudaron a los criminales de guerra nazis a refugiarse en el Vaticano y luego permitir que se vayan a otros países con nombres y pasaportes falsos, evitando el merecido castigo de la justicia por sus aberrantes actos durante la guerra. Además como son muy celosos y reservados con relación al secretismo, mantienen cerrados todos los archivos vinculados a esta etapa negra de la historia del Papado.

A los pocos meses de asumir Hitler como canciller de Alemania firmó el Concordato con el Vaticano en julio de 1933 entre Franz Von Papen, vicecanciller alemán y el Secretario de Estado Eugenio Pacelli, quien sería en 1939 el Papa Pío XII, por intermedio de su secretario de Estado cuyo artículo 16 expresa: “Los obispos, antes de tomar posesión de sus diócesis, prestarán en manos del lugarteniente del Reich (Reichsstatthalter) en el estado competente o bien en manos del Presidente del Reich un juramento de fidelidad según la siguiente fórmula: “Delante de Dios y sobre los Santos Evangelios, juro y prometo, como corresponde a un obispo, fidelidad al Reich alemán y al Estado... Juro y prometo respetar y hacer respetar por mi clero el Gobierno establecido según las leyes constitucionales del Estado. Preocupándome, como es mi deber, del bien y del interés del Estado alemán, en el ejercicio del sagrado ministerio que se me ha confiado, trataré de impedir todo daño que pueda amenazarlo”.

Con esto queda demostrado el juramento de fidelidad y apoyo del Vaticano a la Alemania Nazi. Por este tratado, la Santa Sede Católica no necesitó ser invadida militarmente sino que quedó sometida políticamente a los deseos, intereses y designios del fascismo hitleriano cuyas consecuencias se vieron reflejadas en la obligación de los católicos alemanes a mantener buenas relaciones con los nazs y no ser un obstáculo a sus políticas y que no se metiera en la persecución contra los comunistas, socialistas y judíos, quienes tanto para le nazismo como para la Iglesia Católica eran sus enemigos a los que había que aplastar.

9) Que se hable muy poco del enorme desempeño de la resistencia en los campos del concentración, sobre todo en aquellos donde su liberación fue producto de la insurrección de los prisioneros y no por la entrada de las tropas de Estados Unidos y del Reino Unido, como fue el caso del campo de Buchenwald el 11 de abril de 1945 como así también en los de Sobibor, Treblinka, Bialistok, Vilna y Kaunas. Este tema tiene su fundamentación para presentar a los ejércitos de los Estados Unidos y de Gran Bretaña como los grandes libertadores de Europa y que gracias a su accionar fue derrotada la Alemania Nazi. Y esto está muy relacionada con poderosa propaganda de los medios de intoxicación y desinformación histórica y masiva con el fin de hacer creer fue el esfuerzo militar de los aliados los que salvaron a los pueblos invadidos por los nazis.


10) Que se mienta descaradamente y sin fundamento alguno con el cuento de que el pacto Ribbentrop-Molotov firmado el 23 de agosto de 1939 entre Alemania y la Unión Soviética y por iniciativa de la primera, fue la causa que provocó la guerra y no se diga una sola palabra sobre el verdadero pacto que dejó a los países de Europa servida en bandeja para los planes invasores de Hitler: el tratado de Munich del 29 y 30 septiembre de 1938 donde los apaciguadores imperialistas con Inglaterra y Francia a la cabeza, le abrieron las puertas a los ejércitos nazis y a sus aliados fascistas para iniciar la contienda bélica. Es más, la historiografía angloamericana justifica la firma de dicho pacto porque para ellos fue un intento de limitar las ambiciones territoriales de la Alemania Nazi, como una forma de asegurar la paz en Europa desmembrando y liquidando a Checoslovaquia, país que no fue invitado y no participó de esa siniestra conferencia. El pacto soviético germano – por más que muchos no les guste, por más que a muchos les hubiese producido asco, incomprensión y que les resulte inaceptable, en la perspectiva histórica acerca de cómo se desarrollaron los acontecimientos que terminaron en la guerra mundial, significó de hecho un triunfo de la diplomacia soviética debido ya que impidió que el imperialismo internacional encabezado por el trío de los Estados Unidos, Inglaterra y Francia desencadene la guerra con un ataque alemán contra la Unión Soviética desde el primer momento como era el deseo de los gobiernos de esos países. Lo que no se dice de ese tratado es que la URSS recuperó los territorios que perdió en 1918 por el tratado de Brest-Litovsk. En este punto altamente polémico donde el 99,9% de los libros de historia dicen que tanto la Alemania Nazi como la Unión Soviética invadieron Polonia por lo que les debe caber la misma responsabilidad y culpabilidad en el inicio de la guerra, como hacen los pronazis del Parlamento Europeo y países como la República Checa, nosotros decimos claramente que no hubo ninguna invasión soviética a Polonia de ninguna forma, tipo o naturaleza.

11) Mientras todos los que critican con ferocidad el pacto de no agresión entre Alemania y la Unión Soviética, con la desfachatada posición de ubicar a los dos países en un mismo plano, tratando de convencer que sus sistemas políticos y sus sistemas de gobiernos fueron lo mismo, llama poderosamente la atención que no comenten absolutamente nada acerca de que quienes impulsaron el rearme de la Alemania nazi y que fueron las principales multinacionales de los países capitalistas como Estados Unidos, Inglaterra y Suiza, gracias a los cuales hicieron fabulosos negocios en la preparación bélica del fascismo alemán antes y durante la guerra: Estados Unidos e Inglaterra fueron quienes proporcionaron la base material y técnica para el desarrollo industrial de las fuerzas armadas alemanas y Suiza se convirtió en su agente financiero y proveedor de los instrumentos de precisión, de medición y de relojería que necesitaban el armamento de las Fuerzas terrestres de la Alemania nazi;

12) Que nunca asuman los países capitalistas desarrollados, impulsores del fascismo, su total responsabilidad y culpabilidad moral y política en las relaciones que establecieron con la Alemania nazi para alentarla a provocar la guerra mundial y ya en plena guerra seguían tramando conversaciones secretas cuando los soviéticos exigían desesperadamente la apertura de un segundo frente en 1942 y 1943. Y aún así, la propaganda occidental se cree con derecho a pedir a los historiadores rusos que realicen autocrítica por el pacto de agosto de 1939 y mucho más en la época soviética. ¡Qué miserables! El movimiento comunista debatió hace rato este tratado y no hay posiciones unánimes porque hubo partidos que lo apoyaron y otros que lo criticaron con suma severidad. Y en los últimos tiempos de su funcionamiento la publicación “Revista Internacional” le dedicó un exhaustivo análisis a este pacto en su edición de agosto de 1989 al cumplirse sesenta años de su firma. Se equivocan terriblemente quienes buscan en este pacto la causa de la Segunda Guerra Mundial. Vayan al Tratado de Munich como lo hizo la edición de tres tomos sobre la guerra la editorial Reader´s Digest, una publicación muy comunista.

13) Que se siga hablando sin justificación alguna que la Conferencia de Yalta realizada entre el 4 y 11 de febrero de 1945, concluyó con un supuesto reparto del mundo, que resultó favorable al “imperio ruso” y que las potencias occidentales “capitularon” frente a la delegación soviética”. Es indudable que la Conferencia de Yalta fue la más trascendente y relevante de todas las que se llevaron a cabo durante la guerra porque fue la que decidió cómo se iba a terminar la lucha contra la Alemania nazi y en caso de vencer las medidas a tomar con las naciones derrotadas y pensando en el futuro en cuanto a la creación de un sistema internacional de nacione. Las críticas a los responsables de la política exterior de los Estados Unidos y Gran Bretaña, sobre todos a sus jefes de gobierno, Franklin Roosevelt y Winston Churchill, aun siguen dando que hablar porque según ellos, se sometieron a los planteos de Stalin, claro como si negociar con las potencias de Occidente era un juego de niños. Una pequeña prueba fue la disputa en torno a las reparaciones de guerra donde los ingleses proponían el principio “a cada cual según sus necesidades, de Alemania según sus fuerzas”; a lo que Stalin le replicó: “Prefiero otro principio: a cada cual según sus méritos”. Cuando se habla de Yalta lo mejor que puede hacerse es leer en  toda su magnitud los acuerdos que se firmaron y qué parte cumplió al pie de la letra su contenido.

14) Los revanchistas anticomunistas y antisoviéticos de nuevo cuño que en los últimos años han salido del basurero de la historia, han tenido el calamitoso y espantoso atrevimiento de que el Parlamento Europeo formada por naciones que hoy deben su existencia al papel desempeñado por la Unión Soviética y la resistencia comunista y partisana, de establecer con carácter de declaración oficial, la supuesta doble responsabilidad tanto de la Alemania fascista y de la ex Unión Soviética en el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial. Semejante basura de declaración y hay que tratarla con esta dureza de conceptos porque no se merece otra expresión, no sólo porque es inaceptable e inadmisible, sino que es una horrenda falsificación de la historia, un insulto a los 27 millones de soviéticos caídos en la guerra y una afirmación de la peor calaña que pueda leerse. Hoy vemos que un grupo de pequeños países situados en la región del Mar Báltico europeo (Estonia, Lituania y Letonia) tienen gobiernos que reivindican los crímenes realizados por los invasores nazis de las Waffen SS, les levantan monumentos, realizan homenajes a esta banda de asesinos; se atreven a llamarlos “libertadores” y proclaman a viva voz rechazar los Juicios de Nuremberg. Por último, la “justicia” de este trío de países en lugar de juzgar a las víctimas del fascismo, ha juzgado y encarcelado a quienes combatieron la agresión del nazismo y que por su actuación fueron condecorados en su momento con el título de Héroes de la Unión Soviética, puesto que también reniegan y condenan los años del poder soviético. En lugar de hablar de la Segunda Guerra Mundial como la guerra que tuvieron contra la Alemania nazi, lanzan la estrafalaria idea de que en realidad la guerra fue contra “la ocupación soviética”, calificando a los ejércitos alemanes con el nombre de “combatientes de la libertad” ya que vinieron a ayudarlos a liberarse del “yugo comunista”. A este coro de pronazis se unen Polonia y Ucrania quienes prohíben la celebración del día de la Victoria y realizan descaradas manifestaciones de ignorancia absoluta sobre los hechos y acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial que no se pueden creer por su grado de cinismo exacerbado.  

15) Que muchos historiadores, políticos e investigadores consideren la liberación de Europa Oriental por el Ejército Soviético como una invasión militar, que derrocaron a las monarquías sostenidas por el verdadero invasor: la Alemania nazi y que como consecuencia de esta lucha se impusieron gobiernos comunistas en los países por donde pasó el Ejército Rojo. Si esto fuera así, si esto fuera cierto, como explican estos “expertos” en sovietología barata, deberían explicar porque en Austria y Finlandia, países liberados por las divisiones soviéticas y que el caso austríaco permanecieron en el país diez años hasta 1955 tras acordar su retirada, nunca haya habido un gobierno comunista o se haya producido una revolución o insurrección como sucedieron en Yugoslavia, Checoslovaquia o Rumania- Y la razón es simple: no existía un partido comunista poderoso ni fuerzas sociales capaces de llevar a cabo una transformación social de esos países.

Con serie de cuestiones ya tenemos material para publicar e investigar sobre cada uno de estos temas en profundidad. Ahora realizaré comentarios acerca de mi punto de vinta sobre la victoria de la ex Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, que ellos llaman “La Gran Guerra Patria”.

Los historiadores e investigadores siguen escribiendo nuevos libros, algunos más polémicos que otros y está muy bien que se siga publicando sobre la Segundo Guerra Mundial, cuya esencia principal de todos ellos es encontrar nuevos elementos que permitan entender porqué sucedió esta guerra terrible, si fue o no un acontecimiento inevitable. La gran mayoría de los autores se dedican a investigar las causas que dieron origen al nazismo y porque y cómo llegó Hitler al poder. Ponen mucho énfasis en describir hasta el más mínimo detalle las características y rasgos fundamentales de la dictadura fascista alemana, pero son muy pocos los que tienen el empeño de analizar cómo y porque la Unión Soviética logró derrotar a todos los invasores en la Gran Guerra Patria de 1941 a 1945. Y se debe decir todos los invasores porque en el ataque a la Unión Soviética junto a las tropas alemanas, participaron divisiones enteras de los ejércitos de los aliados nazis como Italia, Croacia, Eslovaquia, Francia, España, Finlandia, Hungría, Bohemia, Moravia y otros países. Salvo el historiador británico Antony Beevor casi nadie escribe sobre la participación victoriosa de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Entre estos nuevos análisis la mayoría aun tiene miedo, temor, terror o pavor de decir que la gran victoria sobre el fascismo alemán y el imperio japonés fue producto del accionar combatiente y aguerrido del pueblo soviético y su Ejército Rojo. Todavía a 70 años de este triunfo colosal, a la comunidad de la historia occidental le cuesta horrores reconocer el papel decisivo que cumplió la Unión Soviética en esta guerra demencial. Esto se debe a que honestamente creen que las cuatro grandes potencias contribuyeron de igual manera a la derrota tanto de la Alemania nazi como de Japón en 1945.

Por más que escriban toneladas de libros y se gasten océanos de tinta, por más que utilicen las matemáticas, las estadísticas, la física, la química, la ingeniería y todas las ciencias fácticas y/o sociales para mostrar la cantidad de soldados en lucha, de tanques, divisiones, ejércitos, de aviones, de buques, de los muertos y heridos, de la movilización civil, del esfuerzo bélico, de la fabricación de armamentos, de la ayuda occidental, de la organización económica para la guerra y por más que se rompan los dientes en intentar demostrar a quien le corresponde el verdadero mérito de auténtico vencedor de la Segunda Guerra Mundial, nada ni nadie nunca podrá corromper la historia, no podrán engañar a nadie, no podrán seguir mintiendo eternamente y no podrán refutar con ningún motivo, causa, explicación, estudio, análisis, opinión o punto de vista y por ninguna circunstancia, que el hecho incontrastable, axiomáticamente irrefutable y que jamás podrá demostrar lo indemostrable que fue la Unión Soviética, la nación contra la cual se desencadenó la guerra, la verdadera triunfadora, la vencedora en la guerra más criminal y salvaje que tuvo lugar en la historia de la humanidad.

Los historiadores occidentales tienen ahora la ventaja de que la Unión Soviética no existe y por eso se creen autorizados a escribir cualquier tipo de narraciones sobre los hechos y acontecimientos que tuvieron durante la Segunda Guerra Mundial y creen como creen que la actual generación que vive en la Federación Rusa se olvida de lo que hicieron los imperialistas alemanes y como lucharon y murieron los ciudadanos que constituían en aquella época la Unión Soviética.

Está claro que en el estudio y análisis de una transcendencia tan gigantesca para la historia de la humanidad como fue la Segunda Guerra Mundial, nadie puede quitarse sus concepciones y sus cuerpos de ideas cuando se pone a escribir los hechos y acontecimientos de esta guerra. Si no nos podemos sacar dichas nociones, si no podemos dejar de lado nuestro pensamiento tanto en lo particular como en lo general sobre lo que ocurrió entre 1939 y 1945, entonces se plantea la cuestión de qué manera se puede ser auténticamente objetivo si no puedo desprenderme de mi ideología, ni de mi modo de pensar a través del prisma de la historia. Acaso, ¿se puede estudiar la Segunda Guerra Mundial al margen de la ideología? Por lo tanto, ¿por qué se le teme tanto a la ideología? ¿Por qué un determinado enfoque puede ser calificado de ideológico? ¿Cuál es en esencia del problema a estudiar en este caso la Segunda Guerra Mundial desde un punto de vista ideológico?

Como podrán darse cuenta, yo lo tengo y jamás voy a renunciar a él. De modo que si nos metemos en el barro para analizar un tema tan intrincado y tan arraigado en la conciencia de los pueblos como fue la Segunda Guerra Mundial, la única manera de ser auténticamente objetivo es que nuestra ideología, nuestra concepciones y puntos de vista no estén en contradicción con los hechos que se estudian y con los hechos tal como ocurrieron y solo con documentos y fuentes fidedignas podrán sostenerse todo el andamiaje de este enfoque.

La guerra provocada por la Alemania nazi contra la Unión Soviética no solo fue un bestial enfrentamiento militar sino que fue como el mismo Hitler lo dijo, fue una guerra ideológica, una guerra entre dos sistemas, entre dos mundos completamente diferentes, en resumidas cuentas, una guerra entre dos ideologías absolutamente irreconciliables que se batieron a muerte como nunca se vio en la historia de la humanidad. Como ejemplo de este planteamiento, están las órdenes del alto mando alemán para la liquidación de los comisarios políticos soviéticos tanto del partido comunista  como del ejército soviético, no importara el rango y nivel que tuvieran. La orden de estricto cumplimiento, obligaba a las fuerzas invasoras nazis a fusilarlos en el lugar que se encontraran. Este es el texto de la brutal orden firmada por Hitler:

“- Nº 44822-"ALTO SECRETO".-6-06-1941- ¡Transmisión sólo a través de oficiales! Directivas para el Tratamiento de los Comisarios Políticos. Jefe de Oberkommandos Gz.Walter Warlimont En la lucha contra el bolchevismo no se ha de esperar que el enemigo actúe de acuerdo con los principios de Humanidad o Ley Internacional. En particular, debe esperarse un tratamiento vengativo, cruel e inhumano por parte de los Comisarios políticos de todos los tipos, dado que son ellos los líderes de la resistencia en la práctica. Las tropas deben darse cuenta de que: 1) En esta lucha, la indulgencia y la consideración de las Leyes Internacionales están fuera de lugar el tener que tratar con estos elementos. Ellos constituyen un peligro para su propia seguridad y la rápida pacificación de los territorios conquistados. 2) Los creadores de los bárbaros métodos de guerra asiáticos son los Comisarios políticos. En consecuencia, deben ser tratados con la mayor severidad, de inmediato y sumariamente. Por lo tanto, serán liquidados de inmediato cuando sea capturados en combate u ofreciendo resistencia. Para el resto, se aplicarán las siguientes directivas: I. Zona de combate. 1) Los Comisarios políticos que se opongan a nuestras tropas serán tratados de acuerdo con el decreto que establece la aplicación de la ley marcial en el área de Barbarroja. Esto es aplicable a los Comisarios de cualquier tipo y rango, incluso si sólo son sospechosos de resistencia, sabotaje o instigación a los mismos. Tomar como referencia la “Directiva concerniente a la conducción de las tropas en Rusia.” 2) Los Comisarios políticos como órganos de las tropas enemigas son reconocibles por una insignia especial con la estrella roja con martillo y hoz de oro cruzadas sobre las mangas. Han de ser separados de inmediato, es decir, todavía sobre el campo de batalla, de los prisioneros de guerra. Es necesario evitar que puedan ejercer su influencia sobre los prisioneros de guerra de ningún modo. Estos Comisarios no serán reconocidos como soldados, la protección de prisioneros de guerra por la Ley Internacional no es aplicable a ellos. Serán liquidados después de separarlos de la tropa. 3) Los Comisarios políticos que no hayan cometido o no sean sospechosos de ataques hostiles no serán ejecutados por el momento. Sólo después de una penetración más profunda hacia el interior del país será posible decidir si los oficiales que hayan quedado atrás pueden quedarse donde están o si han de ser entregados a los Sonderkommandos (Comandos Especiales). Preferiblemente estos últimos deberían decidir sobre este punto. Como principio, al decidir acerca de la cuestión de si es “culpable o no culpable”, la impresión personal que se pueda tener a partir de la mentalidad y actitud del Comisario tendrá preferencia sobre hechos que puede que sean indemostrables. 4) En los casos 1 y 2, se enviará un mensaje breve sobre el incidente: a) por parte de las unidades divisionales a los cuarteles generales divisionales (Oficial de Inteligencia). b) por parte de las tropas directamente a las órdenes de un cuerpo, un ejército, un grupo de ejércitos o un grupo Panzer, a sus cuarteles generales respectivos (Oficial de Inteligencia). 5) Ninguna de las medidas mencionadas arriba deben obstruir las operaciones. Nuestras tropas, por tanto, no llevarán a cabo registros metódicos ni acciones de rastreo. II. En la Zona de Comunicaciones. Los Comisarios que sean arrestados en la zona de comunicaciones como resultado de una actitud dudosa serán entregados a los Einsatzgruppen o Einsatzkommandos de la Policía de Seguridad (Servicio de Seguridad). III. Limitaciones de los Consejos de Guerra y de los Tribunales Sumarios. No hay que encargar a los consejos de guerra y a los tribunales sumarios de regimiento y otros comandantes la ejecución de las medidas tratadas en los puntos I y II. -"Te encomendamos a seguir la guía! ¡Viva el Socialismo Nacional"-.   

Esto puede denominarse uno de los primeros documentos que integraron los planes para los asesinatos masivos emanados del gobierno de la Alemania Nazi. Estos fueron el inicio del criminal programa de exterminio que implantaron en toda en Europa y no sólo contra los judíos, sino que con particular saña lo llevaron a la práctica contra la Unión Soviética. Contra ningún otro país invadido por los nazis hubo una orden de matar tan salvaje como esta. 

Por más ríos de tinta que produzcan con la puesta en circulación de nuevos libros, artículos, análisis y comentarios apelando a todos los métodos que habitualmente posee el muy poderoso aparato de propaganda político y militar del imperialismo, no podrán ni ocultar ni cambiar jamás el resultado final de la Segunda Guerra Mundial: Señores: seamos claro y entiéndalo definitivamente: En la Segunda Guerra Mundial, cuyo escenario principal fue la guerra entre la Alemana nazi y la Unión Soviética, el resultado final fue este: venció el ejército soviético, vencieron las fuerzas armadas de la URSS, triunfó el pueblo soviético dirigido por el partido comunista. A la Alemania nazi la derroto una sola nación: una nación unida formada por 15 Repúblicas con un alto grado de sacrificio, de energía, con una voluntad implacable e inquebrantable de lucha por su independencia y la libertad por construir su modelo de socialismo y esa nación se llamo la inmortal Union Soviética: gloria eterna a sus hombres y mujeres, a su obreros y campesinos, a sus soldados, a sus jefes militares y a sus gobernantes y a todos sus gloriosos eternos 27 millones de muertos. La Unión Soviética resistió la agresión y el ataque fascista, la combatió en todos los frentes, aplicando todos los métodos de lucha existentes y disponibles y triunfé hasta la toma de Berlín, la capital del nazismo y ocupar el mismo edificio donde los criminales nazis soñaron con conquistar el mundo y fundar su imperio de 1000 años. Y ahí en ese lugar sagrado al cual ningún ejército había logrado entrar en casi 150 años, entró el ejército rojo victorioso izando la bandera roja de la hoz y el martillo que es la que inicia todos los años el majestuoso desfile de la victoria en la plaza roja de Moscú.

Cuando los militares de las potencias occidentales ven esta imagen de los soldados soviéticos con su bandera colocado en los más alto del Reischtag, se les revuelve el estómago y a los neonazis y neofascistas vomitan su odio porque aun no pueden creer que hayan perdido la guerra contra una nación “tan inferior y subhumana” como afirmaban los dirigentes de la Alemania nazi respecto de los pueblos de Europa del este a los que pretendían borrar de la faz de la tierra. Esta es la principal lección que la historia nos dejó de la Segunda Guerra Mundial.

En vista de todo esto, quieren que ahora la Federación Rusa como la heredera jurídica de la ex Unión Soviética rinda cuentas y explique el accionar de sus fuerzas armadas en la liquidación de los invasores fascistas, invirtiendo la carga de la prueba sobre el modo en que llevaron a cabo las batallas para la liberación de su país.

Y esto hay que remarcarlo con contundencia porque frente a la increíble cantidad de libros que aparecen sobre la dictadura nazi, las páginas de internet dando lujo de detalle de las batallas iniciales donde el ejército alemán obtuvo triunfos importantes en la guerra contra la Unión Soviética, parecería que Hitler ganó la guerra.

El imperialismo que tanto ayudó a desarrollar el militarismo fascista de la camarilla hitleriana, jamás perdonó a los soviéticos haber triunfado en la guerra y ellos los países occidentales, que fueron tan criminales como los nazis al proveerles de todos los materiales para que construyan en tiempo récord unas potentísimas fuerzas armadas capaces de poner en combate a casi un cuarto de su población, ahora se presentan como los inmaculados inocentes de que nada sabían lo que hacían sus multinacionales y sus asquerosos negocios con los asquerosos nazis.

Ahora resulta ser que como la Unión Soviética ya no existe como nación jurídica, geográfica y política, aparece cualquier persona que puede mentir a diestra y siniestra acerca de las causas, desarrollo y consecuencias de la Segunda Guerra Mundial porque creen que nadie se acuerda que hubo un país llamado la Unión Soviética que soportó como ninguna otra nación la devastación de su territorio, la destrucción del 40% de su economía y la pérdida del casi el 15% de su población. Los historiadores norteamericanos pueden decir y hablar de todo porque nunca su territorio fue alcanzado por las bombas alemanas; su país tuvo la suerte de no sufrir ningún daño ni la destrucción de absolutamente ninguna casa, puente, camino, escuela, hospital, fábrica, ferrocarriles, astilleros, usinas, etc, por lo que su población civil no vivió los desastres que pasaron en los otros continentes por efecto de los ataques alemanes o japoneses. Entonces, según de qué lado se pare cada uno tiene el derecho a opinar y a juzgar la actuación de cada país. Pero no pueden negar la historia y explicar la Segunda Guerra Mundial como si la titánica guerra entre soviéticos y alemanes hayan tenido un papel secundario en cuanto a la estrategia, e importancia y objetivos de la guerra. Por eso vale la pena aclarar acerca de qué estrategia se estarán refiriendo. Seguramente a que la matanza entre alemanes y soviética sea de una magnitud tan dantesca que les permitiera a Estados Unidos a entrar como árbitros de los asuntos mundiales e imponer su voluntad a todos los pueblos, frente a las naciones agotadas por la guerra.   

Todos los años publican “nuevas teorías”, “pruebas irrefutables” de supuestas fuentes fidedignas y confiables para tergiversar por que triunfó la Unión Soviética sobre la base de los conocidos y muy retorcidos argumentos según los cuales “Hitler se equivocó” o “falló en sus cálculos sobre las potencialidades de Alemania para ganar la guerra” o que durante el desarrollo del Plan Barbarroja para la invasión de la Unión Soviética “nunca debió emprender la guerra económica por los recursos petroleros sino que debió continuar su marcha hacia Moscú”; que “el general invierno fue el principal factor que  paralizó y desmoronó los planes fascistas de guerra relámpago en territorio soviético”. Si vemos en todos los detalles la preparación del plan de ataque alemán a la Unión Soviética desde la organización de sus mandos en tres grandes grupos de ejércitos, la movilización de tropas, su disposición en el frente, el poderío de fuego, la cantidad gigantesca de armamentos, de tanques, cañones, aviones, vehículos de transporte y el despliegue de más de 5 millones de soldados, todo fue perfectamente calculado para una guerra estival y también para una guerra de invierno. En lo que se equivocó fue en la resistencia del pueblo soviético que aguantó como ningún otro país la invasión terrestre más grande de la historia de todas las guerras, quienes al decidirse por la agresión sin previa declaración de guerra contra la URSS, tenían bajo su dominio un territorio que albergaban a 290 millones de habitantes en Europa y gracias a los cuales pudieron fundir 32 millones de toneladas de acero, extraer 400 millones toneladas de carbón y producir 7 millones y medio de toneladas de petróleo para ser usado en el frente oriental.

De los quince temas enumerados, hay cuatro cuestiones que la historiografía de los Estados Unidos y Europa Occidental y que luego se repite como loros entre los académicos de América Latina siguen polemizando, cuando en realidad no hay nada que polemizar. En orden a cómo sucedieron los hechos, tanto los grandes triunfos soviéticos en las batallas de Moscú en 1941 y en Stalingrado en 1943 fue el fruto no de su impresionante resistencia y capacidad combativa y no del mal llamado General Invierno.

En segundo lugar, que todavía continúen embaucando al mundo con que el desembarco aliado del 6 de junio de 1944 en las costas de Normandía fue el hecho que hundió a la Alemania nazi y marcó el fin de la guerra en Europa y que gracias a la unión combinada de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, el ejército y la resistencia francesa, la Alemania fue derrotada y obligada a firmar la rendición incondicional. De todos ellos, la resistencia francesa hizo mucho más por tu Patria invadida por los nazis que lo que pudieron hacer estadounidenses e ingleses.

En tercer lugar, están las discusiones y debates en torno a las resoluciones tomadas por las tres potencias aliadas en la Conferencia de Yalta entre el 4 y el 11 de febrero de 1945 donde, despotrican las pavadas de que ahí se repartieron el mundo, que cada potencia quedó a cargo de su zona de influencia y que por lo tanto, nadie debía meterse en los asuntos que cada país vencedor le toca controlar la parte del mundo, supuestamente repartido como si se tratara de los métodos del siglo XVIII.
Y en cuarto y último lugar, que la rendición del ejército imperial japonés de más de 1 millón de hombres dislocados en la frontera chino-soviética, fue debido a las inútiles e innecesarias bombas atómicas lanzadas contra la población civil de Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto de 1945.   

Nada más falso que esto porque incluso después del desembarco en Normandía la guerra continuó decidiéndose en el frente germano-soviético. Lo que siempre llamó la atención fue la asombrosa lentitud de los ejércitos de Estados Unidos e Inglaterra tanto en Francia como en Italia para realizar operaciones militares de importancia que aliviaran la carga de la guerra en la Unión Soviética, quien venía desde hace tres años combatiendo sola contra los ejércitos nazis, dando así a las divisiones alemanes la oportunidad de seguir resistiendo al Ejército Rojo y masacrar poblaciones. La verdad histórica es que fue la Unión Soviética quien salvó a los aliados de una paliza demoledora en las Ardenas en diciembre de 1944, cuando Churchill desesperado le pidió con urgencia a Stalin que acelere su ofensiva para descomprimir la situación de las tropas aliadas a punto de ser aniquiladas. Y aquí es importante detenerse en este hecho porque los historiadores nunca hablan del general invierno con el mismo énfasis con el que intentan explicar porqué la Alemania nazi fue derrotada en Moscú y en Stalingrado, ni tampoco mencionan que el ataque del Ejército Soviético – pedido con suma urgencia por el gobierno británico y también por carta expresa del Presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt - en toda la línea del frente oriental lanzado el 12 de enero de 1945, fue el que paralizó la ofensiva alemana en el oeste pues los obligó a trasladar su 5º y 6º ejército blindado para resistir la ofensiva soviética. Por lo tanto, cuando explican su victoria en las Ardenas afirman que se debió únicamente a la “tenacidad” del mando aliado, a una mejor disposición de los recursos y a los “errores de cálculo” de los generales nazis. Pero en la batalla de las Ardenas nunca hablan del General Invierno, cuando en diciembre de 1944 un frío escalofriante sacudió la zona montañosa donde ocupaban posiciones las fuerzas aliadas y las alemanas lista para entrar en batalla.
           
La guerra pudo terminar sin el Día D y la cortina de hierro que tanto preocupaba a Churchill fue construida por las fuerzas de desembarco en Francia para contener a los soviéticos, quienes por sí solos, podían liberar a toda Europa del fascismo. Es más, los ingleses y norteamericanos que siempre manifestaron su odio sagrado a la URSS, hacían cálculos precisos para ver cuando sería derrotada por el nazismo. Uno de los descubrimientos más importantes relacionados con la forma en que terminó la Segunda Guerra Mundial, fue el llamado Plan Impensable por el cual las fuerzas británicas y estadounidenses tomarían unidades del derrotado ejército alemán para entre los tres desencadenen otra guerra contra la Unión Soviética para “imponer a Rusia la voluntad de los Estados Unidos y del Imperio Británico. A pesar de que <la voluntad> de estos dos países se pudiera definir como no más que un trato justo para Polonia, que no necesariamente limitan el compromiso militar”, como se expresa en los documentos que se conocen hasta ahora. Esto fue elaborado por el propio Winston Churchill cuyos archivos sobre la Segunda Guerra Mundial siguen secretamente guardados como documentos reservados y no pueden darse aun a conocer. Los soviéticos conocían las maquinaciones de los imperialistas que no dudarían en traicionar a su aliado ya que sabían de la realización de reuniones secretas de alto nivel entre británicos y funcionarios de la Alemania nazi. El general George Patton era uno de los militares más furibundos antisoviéticos y anticomunistas del Ejército Norteamericano era el elegido para encabezar la ofensiva del Plan Impensable desde entre Berlín como base de operaciones pasando por Polonia como punto principal del ataque. De ahí, que el mando militar soviético iniciara el feroz bombardeo en abril de 1945 para la conquista de Berlín al precio que sea posible como forma de demostrar lo que era capaz de hacer el Ejército Rojo tanto en el plano militar como lo psicológico y sobre todo a nivel político e ideológico y al costo de 120.000 soviéticos caídos en los combates.

El mundo le debe mucho a la Unión Soviética por su victoria en la guerra contra el fascismo alemán y la derrota del ejército imperial japonés, en esta última en una campaña que fue una auténtica proeza militar, que abrió las puertas para la liberación de Mongolia, China y la península de Corea.            

            Quien quiera conocer más en detalle sobre la pérdidas que sufrió la Unión Soviética durante la guerra, pueden consultar mi investigación en este blog “Pérdidas sufridas por la URSS durante la Segunda Guerra Mundial” de junio de 2013.

            Para terminar es importante referirse a los milagros económicos que sucedieron luego de la finalización de la guerra. El plan Marshall puesto en marcha por el imperialismo estadounidense a mediados de 1947 estuvo destinado, básicamente, a reorganizar y poner en marcha la capacidad productiva y económica de Alemania Occidental, para utilizarla como fuerza de contención contra el comunismo soviético y establecer la hegemonía de los Estados Unidos en Europa. Con este plan y con las medidas puestas en vigor ya en la Alemania Occidental, se difundió el gran mito del milagro alemán por su rápida recuperación del país por sus elevadas tasas de crecimiento, etc. Se puede aceptar este milagro, pero también está el otro y verdadero milagro: el milagro soviético que en el mismo período que los alemanes lograron levantar casi todas las ciudades y aldeas destruidas, sus fábricas, puentes, puertos, centrales hidroeléctricas y en 1957 sorprendieron a todo el mundo colocando el primer satélite artificial en el espacio y cuatro años más tarde, el primer hombre en viajar en una nave espacial fue también soviético. Estos dos hechos muestran a las claras cuál fue el auténtico milagro, donde la URSS lo hizo sola sin créditos ni ayuda de plan Marshall, ni acuerdo stand-by del FMI o del Banco Mundial porque ya existían desde julio de 1945 y empezaron a funcionar a finales de diciembre. Por esta razón, estudien bien de qué milagro estamos hablando.