El imponente Cerro de los Siete Colores en Purmamarca, Jujuy (Argentina)

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jueves, 24 de octubre de 2013

PREMIOS NOBEL DE ECONOMIA 2013


EL BOCHORNO DE LOS PREMIOS NOBEL DE ECONOMIA 2013

Por Sergio Daniel Aronas – 24 de octubre de 2013

“El fin de los estudios económicos no es la adquisición de respuestas
 prefabricadas a los problemas económicos, sino un aprendizaje
para evitar ser engañados por los economistas”

Joan Robinson (1908-1983) La más grande mujer economista de la historia,
injustamente no premiada con este galardón con  el que sí fueron beneficiados
muchos “artistas económicos de la tormenta”

La entrega de los Premios Nobel de Economía 2013 ha sido de una incongruencia tan increíble y absoluta porque los genios del Banco Central de Suecia intentaron conciliar el agua con el aceite; cuestión sobre la cual nos tienen acostumbrados cuando en 1974 cuando fueron premiados Gunnar Myrdal (que estudió y publicó importantes obras sobre los problemas del desarrollo y subdesarrollo económico mundial y a las ideologías que imperan en el pensamiento económico) y el ultra liberal Friedrich Von Hayek, un defensor de la libertad de empresa y mercado y declarado enemigo del estado en la gestión económica). Ahora se repite la historia donde los premiados si bien trabajaron en los métodos para la valuación de activos financieros (divisas, bonos, acciones, depósitos, opciones, fondos de inversión, préstamos hipotecarios, etc.), lo han hecho desde posiciones diametralmente opuestas en cuanto a su incidencia e importancia en la economía. Robert Schiller es un keynesiano que escribió sobre el origen de las crisis económicas y las burbujas  inmobiliarios con los que pronosticó la debacle de 2007 y 2008. Sus trabajos por lo menos hablan de los problemas acuciantes que afectan a la economía mundial: crisis, desigualdad, los desbarajustes del mercado, etc. Sus antítesis, en el otro lado del ring, está Eugene Fama, que tiene la triste fama de ser el paladín de la “teoría” según la cual los mercados financieros son eficientes a partir de la información que obtienen los inversionistas en la valuación de sus activos para la toma de decisiones. Schiller ha sido el padre ideológico y mentor de la desregulación financiera cuyos resultados han sido una catástrofe en todo el mundo. Sin embargo, lo premian con un regalito de un millón de dólares a quien declara abiertamente no tener idea de que son las crisis ni como se originan. Un Poncio Pilatos economicus. Esta es la manera con que interpreta el desastre financiero de la primera década del siglo XXI, con lo cual no está en condiciones de explicar porque estalló la crisis mundial precisamente en el sector donde este economista trabajó toda su vida y se expandió como reguero de pólvora por todo el mundo. No puede explicar porque se fue a la quiebra el gigante Lehmann Brothers  que traficaba con estos papeles financieros, a los que Karl Marx llamó con toda claridad “capital ficticio”. De ahí la incongruencia de premiar a alguien cuyas ideas han sido refutadas por los hechos porque esos mercados eficientes no existen y solo son instrumentos de análisis matemáticos y estadísticos de laboratorio que están destinados solo a un puñado de privilegiados de las finanzas para llenarse los bolsillos a costa del empobrecimiento de millones. El otro premiado está en la línea de Fama y es Lars Peter Hansen quien ha desarrollado el método econométrico de los momentos generalizados, que permite comparar los momentos teóricos de los datos con los observados para poder demostrar la “racionalidad” de los valores financieros. Se trata de  otro invento que apunta a mostrar las típicas justificaciones de los barones de la teoría neoclásica, principal ideología dominante de la economía capitalista, quienes consideran que los principales bienes y locomotora de su desarrollo son los activos financieros cuando en realidad son los  que engendran el germen de la ruina de millones en todo el mundo. Pero esto no importa porque lo verdaderamente importante es la “eficiencia de los mercados”, y que todos brindemos por el señor Don Dinero ¡Maravilloso!


domingo, 13 de octubre de 2013


A LA MEMORIA DEL GENERAL VO NGUYEN GIAP (25/81911-04/10/2013)

Por Sergio Daniel Aronas – 12 de octubre de 2013

De acuerdo a las informaciones llegadas desde Vietnam y difundida en todas las cadenas periodísticas de todo el mundo a través de internet y otros medios han comunicado la triste noticia del fallecimiento del más grande comandante militar del siglo XX el indomable e invencible General Vo Nguyen Giap, el magnífico y gran planificador, diseñador y conductor de las gloriosas victorias del pueblo vietnamita contra todos los ejércitos invasores que intentaron conquistar su país y uno tras otros fueron todos absolutamente derrotados.  
Ha fallecido el extraordinario genio estratégico, táctico eximio y dotado de una insuperable capacidad logística formidable que en su larga experiencia de lucha salió victorioso en todas las guerras que participó, venciendo a cuatro potencias de primer orden mundial. Durante la Segunda Guerra Mundial, combatió a los ejércitos japoneses que tras su se retiraron del país en 1945 permitió proclamar la independencia del país 2 de septiembre bajo la conducción del gran Ho Chi Minh. Tras la salida del imperio nipón, Francia de la otrora IV República tomó el relevo intentando restablecer sus antiguas posesiones coloniales en Camboya, Laos y Vietnam, siendo derrotados y obligados a salir de los dos primeros países, quedándose únicamente en Vietnam. La guerra contra el imperio francés estalló el 19 de diciembre de 1946, donde los franceses dominaban las ciudades, mientras que las guerrillas hacían lo propio en las zonas rurales. Se inició una larga lucha de 8 años durante la cual el mundo empezó a conocer las increíbles operaciones ofensivas del nuevo ejército vietnamita bajo la dirección del general Giap. Este había dotado a sus divisiones de un severo y eficaz entrenamiento que sostenía con el apoyo de material bélico procedente de China, forjando así una fuerza militar temible. La colosal derrota que le infligió a los franceses en la batalla de Dien Bien Phu en mayo de 1954 no sólo significó la caída de la dominación colonial después de 200 años de permanencia y la liberación de Indochina, sino que cayó el segundo imperio que pretendió dominar a los vietnamitas. Gracias a este magnífico triunfo el general Giap pasó a ser vicepresidente del país y Ministro de Defensa de Vietnam del Norte, sin dejar de ser el comandante de Jefe del ejército, convirtiéndose en el héroe nacional. Los acuerdos de Ginebra que sellaron la retirada total de Francia dejó al país dividido en dos; el Norte con capital en Hanoi bajo la conducción del Partido Comunista encabezado por Ho Chi Minh y el Vietnam del Sur con capitán en Saigón que contaba con el apoyo de los Estados Unidos que relevando a los franceses comenzó a implicarse e involucrarse en Vietnam que lo llevaría finalmente a su más terrible desastre militar de su historia. El imperialismo estadounidense inicia la guerra contra las guerrillas del General Giap no como consecuencia del incidente del golfo de Tonkin que fue la excusa utilizada por el gobierno de Lyndon Johnson para invadir masivamente a una nación a más de 10.000 kilómetros de distancia. Fue bajo la presidencia de John F. Kennedy cuando se inicia la fase estadounidense en Vietnam al dar la orden para la creación del Comando Militar de los Estados Unidos en Saigón (US Military Commad in Vietnam) el 8 de febrero de 1962. Este dato se oculta o no se lo menciona porque se  quiere presentar al presidente Kennedy, según la fábula de la película de Oliver Stone “JFK” que muchos se la creen, como un hombre que no quería intervenir en la guerra de Vietnam, cuando en realidad fue un furibundo y rabioso anticomunista qe no dejó de provocar a los países socialistas de aquellos años. Y el más claro ejemplo fue autorizar la invasión a Cuba en abril de 1961 donde los invasores fueron liquidados por la defensa cubana.

La fundamentación ideológica de esta intervención criminal de los Estados Unidos se basaba en la doctrina de la guerra limitada contrarrevolucionaria, como continuación de la estrategia de la respuesta flexible de Dwight Eisenhower como forma de contener la “expansión comunista mundial”. Pero el antecedente más firme de la política exterior de los Estados Unidos que aplicaron la decidirse a meterse en el fango de la guerra tan lejos es la doctrina de Woodrow Wilson, según la cual los Estados Unidos tienen la misión de salvar al mundo. Esta doctrina aun sigue vigente en las bases teóricas de la política exterior del imperio como lo demuestran las agresiones desencadenadas contra Irak en 1991 y 2003; la intervención desastrosa en Somalía entre 1992 y 1993; contra Afganistán en 2001; contra Libia en 2011 y la actual agresión contra Siria. Esta guerra bestial, con la que los imperialistas pretendieron someter y retrotraer al pueblo de Vietnam a edad de piedra, chocó con un resistencia impensable e inimaginable que engendró la propia ruina de las finanzas el imperio que no pudieron sostener la guerra y llevó a la Administración Nixon a declarar el más grande defautl de la historia económica mundial cuando decretaron unilateralmente el fin del sistema monetario de Bretton Woods prohibiendo el canje de dólares por oro. Eso fue debido a los golpes demoledores que el ejército de Giap les asestaba a los invasores que ni siquiera la monstruosidad de los bombardeos podían detener la ofensiva vietnamita hacia el sur donde estaba concentrado el ejército estadounidense. Así es como le provocan la más dura derrota militar al imperialismo estadounidense el 30 de abril de 1975 al costo terrible de millones de muertos y un país bombardeado con napalm, producto genocida fabricado por Monsanto. La caída de Saigón marcó el fin de la guerra de Vietnam con la victoria lógica de los patriotas vietnamitas, se logra la reunificación definitiva del país y el tercer imperio agresor cae derrotado por completo. Esta victoria extraordinaria se celebró en todo el mundo e inspiró a muchos movimientos revolucionarios de que en las luchas por la liberación nacional se puede triunfar por más poderoso que sea el enemigo. La alegría de esta victoria vino, en cierta forma, a levantar los ánimos y redoblar la confianza en las fuerzas de izquierda que sufrieron el terrible impacto con el derrocamiento de la Unidad Popular en Chile perpetrado por el mismo gobierno que fue derrotado por el pueblo de Vietnam. 
  
Sus últimas participaciones militares fueron primero en diciembre de 1978 cuando ordenó apoyar al Frente Único de Salvación de Kampuchea (FUNSK) y poner a la dictadura sangrienta de Pol Pot y en una operación relámpago que duró 20 días fue derrocado este gobierno asesino que estaba amparado por China. Y aquí se produce la guerra inaudita entre dos países socialistas gobernados por poderosos partidos comunistas. China bajo la dirección de Deng Xiao Ping que venía de participar de una reunión cumbre en Washington con Jimmy Carter y con su consejero de seguridad nacional Zbigniew Brzezinsky, decide  la invasión a Vietnam en febrero de 1979 para “castigar y dar una lección” a su vecino de sur.  Nuevamente el general Giap  el que organizó la defensa y el contraataque en la paliza fulminante que le dio a las fuerzas armadas chinas cuando éstas atacaron a Vietnam en la olvidada guerra de febrero-marzo de 1979. Muchos comentaristas se olvidan de este hecho porque muy pocos se acuerdan de la agresión china en la que nuevamente el Ejército Popular de Vietnam expulsó a un país que bajo el paraguas de los Estados Unidos se presentaba ante el mundo con aires imperiales de hegemonía en la región. Las bajas que le provocaron al ejército chino en ese medio y medio de combate fueron en promedio mucho más altas  que las sufridas por los estadounidenses en los 13 años de guerra.
Fue el gran teórico que contribuyó al desarrollo de la teoría de la guerra popular prolongada como el único método para enfrentar, resistir y derrotar a los imperialistas de todos los colores, especialmente el de los Estados Unidos, creando la base material y técnica del ejército vietnamita para la liberación de su Patria. Su principal escrito “Guerra popular y Ejército Popular” de 1961 dejó establecida su sabiduría en la organización militar, en la preparación ideológica de los combatientes, la importancia de la idea de la guerra de todo el pueblo para la defensa de la patria y combinando el arte de la guerra con el desarrollo de la economía y la política del partido en la formación de los cuadros para el combate.

El general Giap sólo es comparable con el mismo porque no hubo ni habrá otro jefe militar de sus cualidades y características como comandante de tropas; por su valentía, heroísmo a innato a prueba de balas y por su fidelidad incondicional a la defensa de su Patria, a la revolución socialista y a su Partido Comunista que en el últimos años lo tuvo alejado de sus instancias de poder y de decisión gubernamental. Solamente a los “expertos” de la Wikipedia que se creen sabérselas todas, pueden escribir las burradas que escriben al decir que fue un pésimo táctico. Realmente ¿A quien le importa lo que pueda decir Wikipedia con el General Giap? Importa mucho la opinión, el respaldo y el respeto de los millones de vietnamitas que fueron a despedir a su héroe y sobre todo la idea que tenían de él sus enemigos derrotados. Al General Giap lo estudian las principales academias militares del mundo, incluida la de West Point. Habrá cometidos errores y perdido batallas como les ha pasado a todos los generales a lo largo de la historia, especialmente en los primeros años cuando tenían que aprender a combatir. Pero jamás perdió una guerra y eso nada ni nadie lo podrán negar, desmentir, rebatir y refutar.

Pese a estar fuera del gobierno, su elevado prestigio ante la sociedad ganado en los campos de batalla en la lucha contra el imperialismo, le permitió alzar su voz autorizada contra las políticas económicas y sociales del actual gobierno, denunciando la corrupción y los manejos que nada tienen que ver con el legado del Padre de la Patria, Ho Chi Minh, que no dudaría en encarcelar y/o fusilar a todos esos dirigentes sospechados de actos incompatibles con la función pública en los asuntos del Estado.
  
Todo el pueblo de Vietnam despidió a su héroe de mil combates: los veteranos camaradas que fueron sus soldados, los combatientes del glorioso ejército vencedor; los obreros y campesinos, los estudiantes, intelectuales, hombres, mujeres y niños desfilaron para dar el último adiós a un hombre que vivió, luchó y murió por su país; que nunca se dejó de ser comunista; que siempre sostuvo bien alto la defensa inquebrantable e insobornable del socialismo y que su palabra siempre respetada era escuchada, por su pueblo que lo tuvo como uno de sus fundadores de la libertad e independencia conseguida en décadas de combates.
Con él desaparece uno de los más brillantes generales de la historia de la humanidad, un verdadero hijo de su pueblo.   

Bibliografía consultada

Brodi Bernard. Guerra y política. FCE, México, 1978.

Enciclopedia Mundial de las Grandes Batallas del Mundo, Tomo V. Editorial Rombo,
Barcelona, 1994.

Cabrera M, Calderón P. y Colchero M. EE.UU 1945-1985: Economía política y militarización de la economía. Iepala, Madrid, 1985.

sábado, 12 de octubre de 2013


SAN MARTÍN Y BOLÍVAR EN GUAYAQUIL (IV)

Jorge G. Paredes M. - jgparedesm@yahoo.com - Lima - Perú

PARTE CUARTA: NUESTRA VISIÓN SOBRE LA ENTREVISTA

El análisis de la documentación, así como los aportes de prestigiosos estudiosos de esta entrevista nos permiten concluir, en primer lugar, que ella no fue una simple visita de cortesía sin objetivos fijos, como se desprendería si unilateralmente solo tuviéremos en cuenta la versión de Bolívar, de sus allegados e historiadores que llevados por su admiración al libertador caraqueño no reflexionan sobre los múltiples aspectos que quedarían sin una adecuada explicación. Así por ejemplo, carecería de toda explicación coherente el retiro de San Martín del Perú en momentos que aún no había concluido la guerra, cuando su situación interna militar y política era tan crítica, como lo ha analizado tan concienzudamente Timothy E. Anna en su libro citado “La caída del gobierno español en el Perú”. Con esto no queremos decir que Bolívar fuera el responsable de la decisión tomada por San Martín. Innegablemente los análisis de T.E. Anna demuestran que lo que el historiador canadiense denomina «fracaso de San Martín» se debió a tres causas: Cometió el error de supervalorar la posesión de Lima e intentar realizar la guerra separatista del centro hacia el interior. Su resquebrajada salud durante su estadía en el Perú a consecuencia de la tuberculosis y la administración de opio, remedio prescrito por su médico como el único analgésico que se disponía en aquellos tiempos. Y en tercer lugar, pero solo en cuanto a orden de mención, la política económica que agravó la situación que se vivía en el Perú y muy especialmente en Lima. Pero como lo dice el propio T. Anna: “Los hechos de la realidad llevaron a este hombre pragmático a darse cuenta que la ayuda proveniente de fuera del Perú era necesaria para completar la lucha por la independencia. El movimiento de Bolívar, apoyado como lo fue por la renuente, pero no obstante impresionante ayuda de la Gran Colombia, continuaba siendo la mejor posibilidad” (Op. cit; pp. 276-277)
Esta argumentación reafirma nuestra posición en el sentido que San Martín, como gran militar que era, fue a Guayaquil llevando como objetivo el conseguir la unión de los dos ejército libertadores y que en última instancia el podía ceder el mando supremo de lo que sería el ejército libertador unido. Los documentos son certeros en el hecho de que San Martín viajaba con un plan preconcebido. El secretario de Bolívar, J.G. Pérez consigna que San Martín le expresó a Bolívar “que pocas horas en tierra serían suficientes para explicarse”. Discrepamos con los historiadores que distorsionan la posición de Bolívar frente a este anuncio. Me estoy refiriendo a aquellos que señalan que el libertador caraqueño no quiso brindar la ayuda solicitada porque él quería coronar la hazaña. Ello a pesar de que Bolívar en varias oportunidades le había prometido ayuda militar a San Martín en su lucha por la independencia del Perú.
Es cierto que el Libertador en cartas a San Martín habíale hablado de una ayuda mutua. En carta fechada el 23 de agosto de 1821 Bolívar le decía: “...Quiera el cielo que los servicios del ejército colombiano no sean necesarios a los pueblos del Perú, pero él marcha penetrado de la confianza de que, unido con San Martín, todos los tiranos de la América no se atreverían ni aun a mirarlo” (1).
Y en la misiva fechada desde Quito el 17 de junio de 1822, le expresa: “...Pero no es nuestro tributo de gratitud un simple homenaje hecho al gobierno y ejército del Perú, sino el deseo más vivo de prestar los mismos, y aún más fuertes auxilios al gobierno del Perú, si para cuando llegue a sus manos de V.E. este despacho, ya las armas libertadoras del sur de América no han terminado gloriosamente la campaña que iba a abrirse en la presente estación. Tengo la mayor satisfacción en comunicar a V.E. que la guerra de Colombia está terminada, que su ejército está pronto para marchar donde quiera que sus hermanos lo llamen, y muy particularmente a la parte de nuestros vecinos del sur, a quienes por tanto títulos debemos preferir como los primeros amigos y hermanos de armas”. (2)
Lo que también está claro es que Bolívar no pensó en aunar ambos ejércitos y bajo una sola jefatura dirigir la guerra contra los españoles en el Perú. De su correspondencia con Santander de los meses de junio y julio de 1822 se desprende que él consideraba la posibilidad de enviar contingentes auxiliares. En carta fechada desde Quito el 21 de junio de 1822, le dice: “...He prometido mandar tropas al Perú, siempre que Guayaquil se someta y no nos dé más cuidados”. Y más adelante escribe: “...Si Guayaquil se somete mandaré un par de batallones al Perú, como lo indica Mosquera, primero, para que no sean más generosos que nosotros nuestros vecinos; segundo, para auxiliar al Perú antes de una desgracia; tercero, por economía, pues aquí no tenemos con que mantener tanta tropa; cuarto, para empezar a llenar las ofertas de recíprocos auxilios; quinto, sexto y séptimo, porque creo que así conviene para que de allá nos manden tres batallones de Perú en reemplazo de ellos terminada la guerra”. (3)
Francisco A. Encina (4) sostiene, basado asimismo en la correspondencia del Libertador, que en julio de 1822 había éste desistido de pasar personalmente al Perú, dejando, de esta manera, a un lado su deseo, manifestado con anterioridad, de llevar a cabo dicha tarea. Esta nueva actitud se debía, según el citado autor, a cinco factores:

1° La negativa del congreso colombiano a darle licencia.
2° Imposibilidad de formar en esos momentos un ejército bastante poderoso como para aniquilar al realista.
3° La inestabilidad de la situación en Quito, Guayaquil, Loja, Cuenca y Pasto. La tambaleante situación de Colombia, que podía exigir de un momento a otro su pronto regreso a Bogotá.
4° La conciencia del escaso valer del ejército libertador del Perú y de las dificultades que para la cooperación opondrían la logia, la camarilla y los jefes argentinos y peruanos, todos antibolivarianos exaltados.
5° La intuición del sentido negativo que empezaba a tomar la violenta irrupción del nacionalismo, que podía llevar, como sucedió en la realidad, a hacer causa común con los realistas para expulsar del suelo peruano al nuevo intruso.
Innegablemente la propuesta de San Martín debió desconcertar a Bolívar, al no haber pensado en dicha posición. Al ser tan directa y exigir una respuesta inmediata el desconcierto era la normal reacción. San Martín debió sentir desánimo de no encontrar la respuesta que él esperaba, porque él era consciente de su crítica situación en el Perú. Debe considerarse además, algo en lo que pocas veces se incide, que mientras San Martín tenía todos los poderes en el Perú, ejercía una verdadera dictadura con el título de Protector, en cambio Bolívar, con todo su prestigio e influencia, era Presidente de Colombia y por lo tanto sometido a las leyes de ese país. Había jurado dicho cargo el 3 de octubre de 1821 (Debe recordarse que el congreso de Cúcuta había promulgado, el 30 de agosto de 1821, la primera constitución de Colombia y el día 7 de setiembre eligió como Presidente a Bolívar y como Vicepresidente a Santander). En cambio San Martín ejercía todos los poderes como se señala en la parte considerativa de su Estatuto provisional de 8 de octubre de 1821: “Mientras existan enemigos en el país, y hasta que el pueblo forme las primeras nociones del gobierno por sí mismo, yo administraré el poder directivo del Estado, cuyas atribuciones sin ser las mismas, son análogas a las del poder legislativo y ejecutivo”. El freno que representa una Carta Constitucional estaba representado por el Estatuto Provisorio y este era hechura personal de San Martín. Del Protector dependía totalmente el gobierno del Perú y su voluntad, en teoría por lo menos, no tenía legalmente freno, salvo sus propios ideales y su recta conciencia. En cambio Bolívar estaba supeditado al Congreso y a la Constitución, la cual en su título V, sección II, referíase a las funciones del Presidente de la República y allí encontramos los siguientes artículos, que en su letra y espíritu debieron aflorar a la mente del Libertador:
“Art. 117: Tiene en toda la República el mando supremo de las fuerzas de mar y tierra, y está exclusivamente encargado de su dirección; pero no podrá mandarlas en persona sin previo acuerdo y consentimiento del Congreso”.
“Art. 120: Celebra los tratados de paz, alianza, amistad, treguas, comercio, neutralidad y cualesquiera otros, con los príncipes, naciones o pueblos extranjeros; pero sin el consentimiento y aprobación del Congreso no presta ni deniega su ratificación a los que están ya concluidos por los plenipotenciarios”.
“Art. 132: El Presidente no puede salir del territorio de la república durante su presidencia, ni un año después sin permiso del Congreso”.
Resultaba pues muy diferente la situación de uno y otro libertador en la entrevista. Ello explica, en gran parte, la tónica de la misma. El Protector podía comprometerse porque él era el gobierno del Perú, en tanto que Bolívar con toda la influencia que realmente poseía, sin embargo en última instancia dependía del Congreso.
Todo esto nos permite comprende mejor la apelación al Congreso, por parte de Bolívar, que aparece tanto en la versión de San Martín y de sus confidentes como en la del edecán y secretario privado de Bolívar. Tomás Cipriano de Mosquera señala que frente a la propuesta militar de San Martín, Bolívar le repuso “que tendría mucho gusto de hacerlo si la República se lo permitía...”. Felipe Larrazabal también se refiere a este hecho al sostener que el Libertador al ser invitado por San Martín para que pasase al Perú y tomase la dirección de la guerra, le repuso: “que no podía hacer ni una cosa ni otra sin la autorización del Congreso”.
Y muy bien sabemos que cuando tiempo más tarde el Libertador solicitó permiso para pasar al Perú, en el congreso colombiano muchos se mostraron contrarios a darle la autorización. Santander en carta de 21 de mayo de 1823 le decía al Libertador: “El senado ha dudado mucho del partido que debía tomar en orden a permitir el viaje de Ud. al Perú y senadores hubo que aventuraron la opinión de que ya Ud. se había ido sin esperar la resolución”. (5)
Ernesto de la Cruz, que también cree, en la sinceridad de Bolívar, cita en apoyo de esto la carta de Bolívar a Páez de 29-5-1823, en la dice: “El gobierno y pueblo de Lima me llaman para que vaya a mandarlos; conozco que hay mucha dificultad para vencer, mas iré si el congreso me lo permite,...”.
El decreto del Congreso Peruano de 14 de mayo de 1823, expresa: “Por cuanto se halla enterado (el Congreso) de que a pesar de la repetida invitación del Presidente de esta República al Libertador Presidente de Colombia para su pronta venida al territorio, la suspende por faltarle la licencia del Congreso de aquella República...” (6)
Para mayor abundamiento sobre las dudas y temores en la concesión del permiso pueden verse fehacientemente en el epistolario de Santander. (7)
Y el propio Bolívar al responder la invitación que le hiciera el Congreso Peruano, mediante oficio fechado el 25 de mayo de 1823, dice: “Ya habría volado a sacar mi espada por nuestros aliados y compañeros de armas, si un religioso respeto a la letra de nuestras instituciones no me hubiese retenido en la inacción que me atormenta”. (8)
También se comprende que San Martín se extrañara, se desconcertara con la actitud para él dubitativa de Bolívar y que por ello se desilusionara con los resultados de la entrevista y decidiera retornar al Perú, al ya no tener mayor sentido las conversaciones. Esto explica también porque Bolívar sintió como que San Martín no había ido con planes y objetivos bien determinados, quedándole la impresión de una simple visita totalmente informal. Por ello en la Relación oficial al gobierno de Bogotá se lee: “Si el carácter del Protector no es de este género de frivolidad que aparece en su conversación, debe suponerse que lo hacía con algún estudio. E. E. no se inclina a creer que el espíritu del protector sea de esta carácter, aunque tampoco le parece que estudiaba mucho sus recursos y modales”.
Podemos comprender porque la versión sanmartiniana se centra solo en el objetivo militar como tema eje de la entrevista. Es obvio que San Martín no iba a viajar a Guayaquil en situaciones tan críticas como las que pasaba para dialogar sobre la situación de Guayaquil o el futuro político de Hispanoamérica. Claro que fueron temas que se trataron, pero fueron temas totalmente secundarios, fruto del desenvolvimiento mismo de la entrevista amigable entre los dos caudillos que se admiraban mutuamente. Como dice José Pacífico Otero: “... en la mente de San Martín predominó como asunto principal la ayuda que Colombia podía y debía prestar al Perú para dar fin a la guerra. Todo lo demás fue secundario, materia de simples diálogos o de cambios de ideas en las conversaciones”. (9)
A pesar del fracaso del objetivo central de San Martín (de ninguna manera derrota personal como muchos suelen considerar), el Protector trató de sacar el máximo provecho de la entrevista en el punto que él consideraba nuclear: la ayuda militar. Los documentos son claros en señalar que el Protector se manifestó a favor de la federación, que era uno de los proyectos políticos más importantes de Bolívar, pero San Martín ve los beneficios militares: “porque juzga que las tropas de un estado al servicio de otro deben aumentar mucho la autoridad de ambos gobiernos con respecto a sus enemigos internos, los ambiciosos y revoltosos. Esta parte de la federación es la que más interesa al Protector y cuyo cumplimiento desea con más vehemencia”. (Relación Oficial al Gobierno de Bogotá).
Debemos referirnos, aunque sucintamente, al Tratado de unión, liga y confederación perpetua entre Perú y Colombia, suscrito en Lima el 6 de julio de 1822. El Libertador había enviado a Joaquín Mosquera como Enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario, el cual llegó a Lima el 5 de mayo de 1822. El día 6 de julio Mosquera por Colombia y Monteagudo por el Perú suscribieron dos tratados. El primero, de unión, liga y confederación perpetua, constaba de 12 artículos y por el se convino:
-La unión de los Estados para sostener con sus fuerzas, su independencia de España y de cualquiera otra nación extranjera.
-Rechazo, en común, de todo ataque o invasión que pudiera de alguna manera amenazar la existencia de los estados firmantes.
-La doble ciudadanía peruano-colombiana, con el único requisito de la residencia.
-La unión comercial.
-El problema limítrofe entre ambos Estados se arreglaría por un convenio particular, después que el primer Congreso constituyente del Perú faculte al poder Ejecutivo para tratar sobre dicho asunto.
-Causa común contra los revoltosos o sediciosos que se levantasen contra los gobiernos legítimamente constituidos y en caso necesario su extradición.
El segundo tratado, que es adicional al primero, y suscrito en la misma fecha, posee nueve artículos, en los cuales se acordaban lo siguiente:
-Formación de una Asamblea de Estados Sudamericanos integrada por dos Plenipotenciarios por cada Estado.
-Interponer, ambos Estados firmantes, sus buenos oficios ante los demás Estados de América para que entraren en el Tratado de Unión, Liga y Confederación.
-La asamblea en mención se encargaría de “comentar de un modo, el más sólido, y establecer las relaciones íntimas que deben existir entre tos y cada uno de ellos, y que le sirva de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete de sus tratado públicos, cuando ocurran dificultades, y de juez y árbitro y conciliador en sus disputas y diferencias”.
-Colombia sugería el istmo de Panamá como punto de reunión de la Asamblea.
-El tratado no interrumpía de manera alguna el ejercicio de la soberanía nacional de cada  una de las partes.
-Colombia se comprometía a sostener y mantener en pie una fuerza de cuatro mil hombres armados y equipados, a fin de concurrir a la ayuda militar mutua. También su marina participaría en dicha cooperación.
-El Perú contribuiría con sus fuerzas marítimas y con igual número de tropa que Colombia.
Estos dos tratados fueron ratificados por el Perú el 15 de julio de 1822. En cambio Colombia vino a aprobarlo, pero después de muchos remilgos, el 12 de julio de 1823. (10) En las conversaciones entre los dos libertadores también fue visto lo referente a estos tratados. Incluso San Martín propuso Guayaquil como sede de la Federación.
Todo esto nos lleva la conclusión que el tema militar fue el punto central de la entrevista y que al producirse el desencuentro se produjo también el desencanto. Ambos personajes no quedaron satisfechos con la entrevista y es por ello que en sus testimonios se trasluce ese desconcierto y esa desilusión.
También fue tema de las conversaciones lo concerniente a la forma más conveniente para los estados hispanoamericanos nacientes. San Martín argumentó su posición contraria al sistema republicano y defendió el monarquismo constitucional, con un príncipe de una de las dinastías europeas reinantes. Bolívar defendió la superioridad del sistema republicano, debiendo señalar que la base del sistema político “debe ser la soberanía del Pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios”. Que para él, el sistema ideal era un gobierno unitario, con un Ejecutivo poderoso, una Cámara de Representantes elegido por el voto, un Senado hereditario, un poder judicial totalmente autónomo y un Poder Moral encargado del importante aspecto, en estos nacientes Estados, de la virtud de la sociedad. (11)
Para San Martín el sistema republicano no calzaba con la realidad y la idiosincrasia de Hispanoamérica, donde la ignorancia estaba tan generalizada en el pueblo. Además él consideraba que el sistema republicano sólo generaría una “espantosa anarquía” y ello llevaría a la tiranía. Fueron pues principios los que explican el monarquismo de San Martín y no intereses personales. Y de ello estuvo convencido el propio Bolívar, como lo manifiesta en sus testimonios personales.
Pero no todo fue desacuerdo entre las opiniones de los dos libertadores. En un punto en el cual si estuvieron de acuerdo fue el concerniente a la inconveniencia del sistema federal en los nacientes estados de Hispanoamérica, al cual consideraban el más nefasto para esta región y la prueba la tenían en las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Temas tales como el problema limítrofe entre Perú y Colombia, la negociación de paz con España, la situación política en ciertos países de Hispanoamérica fueron también motivo de conversación durante las seis horas que aproximadamente duraron las entrevistas.
El tema limítrofe debería tratarse como estaba establecido en el Tratado de Unión, Liga y Confederación perpetua. Referente a las negociaciones con España ambos estuvieron de acuerdo en pactar el fin de la guerra pero sobre la base de asegurar la independencia, la integridad territorial de los Estados, así como también la evacuación del ejército español.
Cuando las conversaciones entraron al análisis del curso de la revolución separatista en México, que culminara con la coronación de Iturbide, Bolívar quedó con la impresión que San Martín estaba poco informado al respecto. En cambio San Martín se mostró muy preocupado por los graves problemas que atravesaba las Provincias Unidas del Río de la Plata, donde reinaba una gran anarquía. Manifestó el Protector su admiración por Bernardo O’Higgins.
Sabemos, por último, y por la propia versión de Bolívar, que San Martín le advirtió de un grupo quiteño que le había manifestado sus ideas separatistas. Bolívar repuso no estar preocupado por ello, aunque en el fondo tuvo que quedarse un tanto intrigado y preocupado. Ese hecho no fue consignado en las Relaciones Oficiales enviadas a los gobiernos de Bogotá y Quito, pero si en su misiva dirigida a Santander el 3 de agosto de 1822, porque lo consideraba un hecho grave como para que pasase “por las manos de los dependientes y secretarios”.

NOTAS

(1) Lecuna, V. “Cartas del Libertador”; tomo II, p. 380.
(2) Lecuna, V. Op. cit., tomo III, pp. 41-42.
(3) Lecuna, V. Op. cit.; tomo III, pp. 45-49.
(4) Encina, Francisco A. “La Entrevista de Guayaquil, fin del protectorado y
defunción del ejército libertador de Chile” (Santiago de Chile: 1953)
(5) Santander a Bolívar: 21-5-1823
-Cortázar, Roberto. “Cartas y mensajes de Santander” (Bogotá: 1954); tomo IV,
doc. N° 1591, pp. 142-144
(6) De la Cruz, Ernesto. “La entrevista de Guayaquil” (1914); p. 50
El decreto de 14-5-1823, en:
-Quirós, Mariano santos. “Colección de leyes, decretos y ordenes...” (Lima:
1831); tomo I, p. 350.
(7) Santander a Sucre: 06-4-1823 y Santander a Bolívar: 21-5-1823
-Cortázar, Roberto. Op. cit.; t. IV.
(8) Oficio de Bolívar al Congreso Peruano de 25-5-1823.
-Delgado, Luis H. “Álbum de Ayacucho” (Lima: 1924); p. 26.
Decreto autorizando a Bolívar a pasar al Perú: 04-6-1823
-Herrera, José H. “El Álbum de Ayacucho” p. 123
(9) Otero, José Pacífico. “Historia del libertador don José de San Martín” (Buenos
Aires: 1932); tomo III; cap. XXIII, p. 716.
(10) Ambos tratados, en:
-Gaceta Extraordinaria del Gobierno, del martes 17 de setiembre de 1822
- Documentos para la historia de la vida pública del Libertador de Colombia, Perú
y Bolivia” (1876); tomo VIII, pp. 453-457.
(11) Ver “Discurso al Congreso de Angostura”
“Simón Bolívar: Escritos políticos” Selección e introducción de Graciela Soriano
(Madrid: Alianza Editorial, 1969


SAN MARTÍN Y BOLÍVAR   EN  GUAYAQUIL
                     
Jorge G. Paredes M. jgparedesm@yahoo.com  Lima - Perú

TERCERA PARTE: LA ENTREVISTA POR DENTRO (LO TRATADO)


1. Confidencialidad de las entrevistas. 

2. La versión de los libertadores: la versión de San Martín.
    A. Testimonios personales
    B. Confidencias
    C. La controvertida misiva de San Martín a Bolívar del  29 de agosto de 1822 
    D. ¿Misivas entre los libertadores referentes a sus conferencias?    
    E. La versión de San Martín: conclusión    

3. La versión de los libertadores: la versión de Bolívar.
    A. Testimonio personales        
    B. Testimonios de allegados del Libertador          
    C. La versión de Bolívar: conclusión

1. CONFIDENCIALIDAD DE LAS ENTREVISTAS

Hasta aquí solo hemos narrado lo exterior de la entrevista, su epidermis, en lo cual todos los estudiosos de este acontecimiento histórico están casi completamente de acuerdo. Pero debemos, a partir de este capítulo, hacer una presentación por dentro de la entrevista, es decir, tratar de dilucidar lo concerniente a lo que se trató en ellas. Aquí el problema se hace serio y la uniformidad de opiniones desaparece, para dar lugar a diversas interpretaciones. Es cierto que ya no podemos seguir repitiendo que la entrevista de Guayaquil es un gran enigma, pero no es menos verdad que aún permanecen oscuros algunos aspectos de ella.
Debemos, en primer lugar, ver si las entrevistas entre los libertadores tuvieron o no testigos. La opinión casi unánime de los historiadores se pronuncia por el carácter confidencial de las mismas, basándose en la su vez casi unánime versión que al respecto dieron los cronistas de este acontecimiento. Son muy pocos los que sostienen que dichas conferencias tuvieron testigos. El primero en sostener esto último y que se declaró haber participado en ellas en calidad de secretario de Bolívar y encargado de tomar notas de las conversaciones fue el general Tomás Cipriano Mosquera. Así lo sostuvo en el número 46 de la Crónica de Nueva York de 1851 donde publicó una versión sobre la entrevista de Guayaquil. Posteriormente publicaría su “Memoria sobre la vida del general Simón Bolívar” donde se volvió a ratificar su afirmación, supuestamente para corregir al historiador peruano Mariano Felipe Paz Soldán quien sostenía que dichas entrevistas no había tenido testigos. T.C. Mosquera escribe: “El señor Mariano Paz Soldán en su Historia del Perú independiente asegura que nadie presenció ninguna de las conversaciones de Bolívar y San Martín, porque nadie se consideraba bastante grande para acercárseles en los momentos que hablaban; y en seguida confiesa que San Martín propuso el establecimiento de una monarquía en el Perú y que Bolívar no aceptó porque él prefería la dictadura o una presidencia vitalicia como lo probó después; y en esta aseveración el señor Paz Soldán, quiere hacer misteriosa la entrevista de Bolívar con San Martín y estudiosos como es el señor Paz Soldán, pudo leer en el N° 46 de la Crónica de Nueva York de 1851 en que hice yo la relación de aquella entrevista, como secretario del Libertador que asistí a ella para tomar notas, lo mismo que el señor Soyer secretario privado de San Martín” (1)
Rufino Guido, quien fuera Edecán de San Martín y que había estado presente en Guayaquil acompañando al Protector del Perú, al tomar conocimiento de la afirmación de T.C. Mosquera envió al diario “La Nación” la siguiente aclaración:
“Señor Redactor de La Nación. Acabo de leer en su apreciable diario de hoy un artículo que transcribe usted de uno de los diarios de Panamá, escrito por el general Mosquera, en el que asegura éste que lo que se refiere sobre la entrevista del general San Martín y Bolívar, lo sabe como testigo presencial, como pudo saberlo también el teniente coronel Soyer, uno de sus ayudantes de campo, que entramos al despacho del Libertador, para tomar notas de las conferencias.

El general Mosquera creyó, sin duda, cuando escribió su artículo, que había muerto también el coronel Guido así como había fallecido en Lima hacía muchos años el teniente coronel Soyer, pero felizmente vive el primero para asegurar que no es cierto que hubiese presenciado la entrevista, ni Soyer tampoco, porque solo el general San Martín y Bolívar estuvieron encerrados por más de dos horas. Es posible que el Libertador que tenía confianzas en Mosquera le impusiese después de algunos puntos de la conferencia, pero oírlo él de boca de un interesado, a oírlo mientras la discutían aquellos dos grandes hombres de la época habrá una gran diferencia” (2)
Pocos son los historiadores que sostienen que las conferencias entre los caudillos tuvieron testigos. Entre estos tenemos a Carlos Cortés Vargas quien sostiene que estuvieron presentes T.C. Mosquera, J.G. Pérez, y muy probablemente Gómez, aunque ninguno de la comitiva de San Martín Sin embargo si esto hubiera ocurrido así Mosquera lo hubiese señalado y no hubiese señalado solo a  Soyer (3). Por otra parte Mosquera fue desmentido por Rufino Guido. Asimismo Cortes Vargas considera que J.G. Pérez fue quien tomó los apuntes de las conversaciones pero ya sabemos que Mosquera se atribuye dicha función. Todo esto significa que en realidad las entrevistas se llevaron a cabo sin la presencia de ningún testigo, fuese secretario, edecán o ayudante. Como tendremos oportunidad de ver más adelante las Relaciones Oficiales enviadas por J.G. Pérez, por orden del Libertador, al Gobierno de Bogotá y a la Intendencia de Quito fueron realmente dictadas por el propio Bolívar.

NOTAS

(1) Mosquera, T. C. “Memoria sobre la vida del general Simón Bolívar” (1940) p. 460
(2) Carta de R. Guido al diario “La Nación”, en: Documentos del Archivo de San Martín, tomo VIII, p. 438. También en G. Leguía y Martínez, op. cit.,tomo VII, pp. 256-257
(3) Cortes Vargas, C. Participación de Colombia en la libertad del Perú” tomo I.

2. LA VERSIÓN DE LOS LIBERTADORES: LA VERSIÓN DE SAN MARTÍN

A. TESTIMONIOS PERSONALES

El análisis de cada uno de los diversos testimonios que nos ha dejado San Martín sobre la entrevista con su par Simón Bolívar nos ha de permitir fijar en forma clara y precisa cual fue la versión del Protector del Perú acerca de este acontecimiento. Haremos lo propio con los testimonios de Bolívar. De esta manera lograremos obtener en forma exacta la versión personal de cada una de las partes de la entrevista. Teniendo precisadas estas dos versiones podremos, mediante un análisis comparativo y crítico, obtener una imagen bastante fiel de lo que fue y significó dicho suceso histórico. Para mayor rigor metodológico, analizaremos, asimismo, aquellas versiones de los personajes que recibieron confidencias tanto de San Martín como de Bolívar, así como también las versiones de algunos personajes que, por haber sido coetáneos de los sucesos y haber estado vinculados con uno u otro de los caudillos, pudieron recoger lo que común y corrientemente se hablaba o sospechaba acerca de la entrevista realizada en Guayaquil.

Proclama del Protector al pueblo peruano informándole de su reunión con Bolívar.

Inmediatamente después de llegar a Lima, de regreso de Guayaquil, San Martín lanzó una proclama al pueblo peruano en la que en forma lacónica le daba cuenta de su entrevista con Bolívar. Apareció publicada en la Gaceta del Gobierno de Lima Independiente. Dicha proclama fue la siguiente:
“El 26 de julio próximo pasado, en que tuve la satisfacción de abrazar al héroe de Sud-América fue uno de los más felices de mi vida. El Libertador de Colombia no sólo auxilia a este Estado con tres de sus bravos batallones, que unidos a la valiente división del Perú al mando del General Santa Cruz, vienen a terminar la guerra de la América, sino también remite con el mismo objetivo un considerable armamento. Tributemos todos, un reconocimiento eterno al inmortal BOLÍVAR. San Martín (1)

Misiva a Guillermo Miller

La misiva de San Martín a Guillermo Miller, suscrita desde Bruselas con fecha 19 de abril de 1827 constituye la primera versión testimonial personal, directa e incontrovertible de San Martín con relación a su entrevista con Bolívar. Fue publicada por vez primera en 1900 por Ernesto Quesada, en un folleto titulado “Las reliquias de San Martín”. Como más adelante analizaremos, existe una supuesta carta de San Martín a Bolívar fechada desde Lima el 29 de agosto de 1822 (que la convertiría en la primera versión personal de San Martín) en la cual se habla acerca de la entrevista de Guayaquil. Sin embargo es necesario precisar que en torno a esta misiva existe una controversia que mantiene aún dividida a los historiadores acerca de su autenticidad, por lo que preferimos analizarla en sección aparte y no dentro de los testimonios personales de San Martín.
La carta a Miller de 19 de abril de 1827 no está íntegramente dedicada a narrar pormenores de la entrevista. Miller le había solicitado a San Martín detalles sobre la acción de San José y sobre la logia de Buenos Aires. Asimismo le había hecho saber  que cierto personaje (cuyo nombre no se menciona) afirmaba que él (San Martín) había querido coronarse rey del Perú y que ese había sido el principal objeto de la entrevista de Guayaquil. Es este el motivo que permite a San Martín escribirle a Miller unas cuantas líneas sobre este acontecimiento. Reproducimos a continuación la parte de misiva dedicada a la entrevista:

“Si, como no dudo (y esto porque me lo asegura el general Miller) el cierto personaje ha vertido estas insinuaciones, digo que lejos de ser un caballero, sólo merece el nombre de un insigne impostor y despreciable pillo, pudiendo asegurar a usted, que si tales hubieran sido mis intenciones no era él quien me hubiera hecho cambiar mi proyecto. En cuanto a mi viaje a Guayaquil, el no tuvo otro objeto que el de reclamar del general Bolívar los auxilios que pudiera prestar para terminar la guerra del Perú, auxilio que una justa retribución (prescindiendo de los intereses generales de América) lo exigía por los que el Perú tan generosamente había prestado para libertar el territorio de Colombia. Mi confianza en el buen resultado estaba tanto más fundada, cuanto el ejército de Colombia después de la batalla de Pichincha, se había aumentado con los prisioneros y contaba 9600 bayonetas, pero mis  esperanzas fueron burladas al ver que en mi primera conferencia con el libertador me declaró que haciendo todos los esfuerzos posibles sólo podría desprenderse de tres batallones con la fuerza total de 1070 plazas. Estos auxilios no me parecieron suficientes para terminar la guerra, pues estaba convencido que el buen éxito de ella no podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación de todas las fuerzas de Colombia; así es  que mi resolución fue tomada en el acto, creyendo de mi deber hacer el último sacrificio en beneficio del país. Al siguiente día y en presencia del vicealmirante Blanco, dije al libertador que habiendo convocado el congreso para el próximo mes, el día de su instalación sería el último de mi permanencia en el Perú, añadiendo: ahora le queda a usted general un nuevo campo de gloria en el que va usted a poner el último sello a la libertad de América. (Yo autorizo y ruego a usted escriba al general Blanco a fin de ratificar este hecho). A las dos de la mañana del  siguiente día me embarqué, habiéndome acompañado Bolívar hasta el bote, y entregándome su retrato como una memoria de lo sincero de su amistad; mi estadía en Guayaquil no fue más que de 40 horas, tiempo suficiente para el objeto que llevaba; dejemos la política y pasemos a otra cosa que me interesa más...” (2)

¿Quién fue el personaje misterioso que había afirmado que la entrevista había tenido como objetivo la coronación de San Martín como rey del Perú? Algunos historiadores sostienen que el incógnito personaje al cual hace referencia Miller no es otro más que el propio Bolívar. Entre los que sostienen esto está nada menos que don Vicente Lecuna, quien dice que el calificativo de “insigne impostor y despreciable pillo” dado por San Martín “no es condicional, sino efectivo, dada su afirmación que él (San Martín) no dudaba de las declaraciones que le atribuye a Miller”. Según Lecuna esta opinión de San Martín es explicable por el resentimiento que sentía hacia Bolívar a consecuencia de su fracaso de incorporar Guayaquil al Perú. Lecuna dice: “...y no nos sorprende este error del general San Martín, porque por el fracaso de su plan de incorporar la provincia, él se fue de Guayaquil propiamente disgustado y resentido contra Bolívar”.
En realidad todos aquellos que sostienen que el innombrado personaje de la carta a Miller es Bolívar, carecen de prueba alguna para hacer tal aseveración y, como veremos, tanto el del texto mismo de la misiva como sobre lo que sabemos acerca de la vida íntima de San Martín en su retiro en Europa, se puede deducir que es muy improbable, por no decir totalmente imposible, que el misteriosos personaje a que se hace referencia sea Bolívar.
Debemos, en primer lugar, decir que los calificativos de “insigne impostor y despreciable pillo” sólo están condicionados a la veracidad de lo comunicado por Miller, pero como San Martín no duda de este personaje, lógicamente los calificativos para el desconocido personaje son reales.
Para los historiadores argentinos Ricardo Rojas y Enrique Gandía, entre otros, realmente el misterioso personaje era el peruano José de la Riva Agüero.
Consideramos que es muy probable que así sea, porque conocemos que San Martín en varias ocasiones se refirió él en términos sumamente duros. Así por ejemplo, cuando Riva Agüero le solicitó su colaboración en la guerra civil que se había desatado en el Perú, San Martín, en misiva de 23 de octubre de 1823 le respondió:
“Pero ¿cómo ha podido usted persuadirse que los ofrecimientos del general San Martín, a los que usted no se ha dignado contestar, fueran jamás dirigidos a un particular, y mucho menos a su despreciable persona? ¡Es inconcebible su osadía grosera al hacerme la propuesta de emplear mi sable en una guerra civil! ¡Malvado! ¿Sabe usted si éste se ha teñido jamás en sangre americana?” (3)
Juan Manuel Iturregui nos cuenta que cuando en 1825 se entrevistó con San Martín en Bruselas, éste manifestó “una fuerte animosidad contra el señor Riva Agüero, a quien consideraba autor del movimiento tumultuario de la población de Lima para deponer al ministro Monteagudo” (4)
Sabemos que Riva Agüero le atribuyó a San martín planes monárquicos, en cambio el Libertador nunca pensó que en realidad fuese ese el real proyecto personal de San Martín.  Salvador Iglesias en misiva dirigida a San Martín y fechada desde Pueblo Libre a 15 de octubre de 1822, es decir a escasas semanas del retiro de San Martín del Perú, le habla de sus apologistas y detractores y entre estos últimos menciona entre otros a Riva Agüero: “Es muy general la aceptación que V.E. tiene a su  favor en Lima; solo algunos díscolos o más bien diré desagradecidos, son los que no pierden momento de hacer perder su opinión; a más de los arriba expresados, lo son Riva Agüero; este trató de ocupar la silla del gobierno pero le ha salido muy errado; sin embargo, como el actual gobierno es provisional, aún está trabajando por conseguirlo...” Y más adelante Iglesias le informa lo siguiente: “Horma, San Miguel, Franco, Riva Agüero y otros tienen sus reuniones en casa de la señora doña N. Amat, ellas son dirigidas y frecuentes; su conversación (me aseguran) es sobre que V.E. ambiciona la corona, y que bajo este principio quería esclavizarlos” (5)
De la lectura de la propia carta de San Martín a Miller se puede inferir, casi sin temor a equivocación, que no es a Bolívar a quien San Martín fulmina con los epítetos de “insigne impostor y despreciable pillo”, porque en la misma misiva cuando San Martín se refiere en forma expresa a Bolívar lo hace sin la menor huella de animosidad.
San Martín en carta a Tomás Guido de 18 de diciembre de 1826 le dice: “...usted tendrá presente que a mi regreso de Guayaquil le dije la opinión que me había formado del general Bolívar, es decir, una ligereza extrema, inconsecuencia en sus principios y una vanidad pueril, pero nunca me ha merecido la de impostor, defecto no propio de un hombre constituido en un rango y elevación” (6)
Se ha señalado asimismo, con gran acierto, que San Martín siempre guardó en su dormitorio el retrato de Bolívar pintado por su hija Mercedes. Sería totalmente inexplicable este bello gesto, muestra del sincero aprecio tributado por San Martín a Bolívar si fuera verdad, como algunos historiadores suponen, que lo hubiera tenido en tan pésimo concepto). Todos estos hechos nos llevan a concluir que el personaje misterioso no era Bolívar y que más bien debió haber sido José de la Riva Agüero.

Misiva al Presidente de Perú Ramón Castilla

La epístola dirigida por San Martín a Ramón Castilla, en aquel entonces Presidente de la República del Perú, fechada desde Boulogne Sur Mer a 11 de setiembre de 1848, constituye el segundo testimonio personal incontrovertible del Protector sobre su entrevista con Bolívar.
Esta carta, relativamente amplia, es respuesta a la que le enviara Castilla el 13 de mayo del mismo año. La primera parte es una exposición muy sumaria de su carrera militar y sobre su participación en la independencia hispanoamericana. Inmediatamente después le refiere, en unas pocas líneas, sobre su entrevista con Bolívar.

“He aquí, mi querido General, un corto análisis de mi vida pública, seguida en América. Yo hubiera tenido la más completa satisfacción habiéndole puesto fin con la terminación de la guerra de la independencia del Perú, pero mi entrevista en Guayaquil con el general Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) de que el solo obstáculo para su venida al Perú con el Ejército de su mando, era la permanencia del General San Martín, a pesar de la sinceridad con que le ofrecí ponerme bajo sus órdenes, con todas las fuerzas de que yo disponía. Si algún servicio tiene que agradecerme la América es el de mi retirada de Lima, paso que no solo comprometía  mi honor y reputación, sino que me era tanto más sensible, cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas de Colombia y del Perú, la guerra de la independencia hubiera ido terminada en todo el año 23. Pero este costoso sacrificio y el no pequeño de tener que guardar un silencio absoluto (tan necesario en aquellas circunstancias) de los motivos que me obligaban a  dar este paso, son esfuerzos que Ud. podrá calcular y que no está al alcance de todos el poderlos apreciar” (7) Esta carta fue publicada por primera vez en Lima, en 1878, en La Opinión Nacional.

NOTAS

(1) Gaceta del Gobierno  del sábado 24 de agosto de 1822.
(2) San Martín a Miller de 19 de abril de 1827. Esta misiva ha sido ampliamente reproducida. Citamos sólo algunas de las obras donde ella aparece. -Documentos del Archivo de San Martín, tomo VII, pp. 439-442. -Lecuna, Vicente. “La entrevista de Guayaquil” tomo II, pp. 466-468. -Goenaga, J.M. “La entrevista de Guayaquil” pp. 25-28 -Paz Soldán, Juan Pedro. “Cartas históricas del Perú” Primera serie; pp. 51-54. García del Real, Eduardo. “San Martín”  (Barcelona,1984) pp. 190-192.
(3) Gandía, Enrique de. “San Martín: su pensamiento político” p. 249 Vargas Ugarte, Rubén. “Historia General del Perú” tomo VII, p. 264
(4) Iturregui, J.M. “El Solitario de Bruselas”. En:  Busaniche, José L. “San Martín visto por sus contemporáneos”, pp. 267-271
(5) Salvador Iglesias a San Martín de 15 de octubre de 1822. En: Documentos del Archivo de San Martín, tomo IX, p. 294
(6) Documentos de Archivo de San Martín, tomo VI, p. 502.
(7) San Martín a Castilla del 1 de setiembre de 1848. En: Aguirre Molina, R. “El Gran Mariscal del Perú Ramón Castilla y sus vinculaciones   con el general San Martín” (1950) pp. 106-111

B. CONFIDENCIAS

Confidencia al Brigadier Cruz

El brigadier Luis de la Cruz, amigo de San Martín y de Bernardo O’Higgins, fue uno de los primeros en recibir confidencias del Protector acerca de su visita a Bolívar, estando aún San Martín a bordo de la Macedonia, en el día de su llegada al Callao. Luis de la Cruz le escribió, desde El Callao, con fecha 22 de agosto de 1822 a don Bernardo O’Higgins, contándole sobre el viaje de San Martín a Guayaquil y sobre las confidencias recibidas de parte de San Martín con relación a su entrevista con Bolívar. El brigadier Cruz llevado por su antibolivarismo se centra en señalar defectos de Bolívar y especialmente sobre su supuesta ambición.
Debemos decir que Luis de La Cruz en una carta de 1 de febrero de 1822 ya le había escrito a O’Higgins sobre los objetivos de la visita de San Martín a Guayaquil.: “El negocio interesante de Guayaquil es atraerlo al reconocimiento a Colombia. El vistazo del Protector será tratar con Bolívar sobre que el punto es de necesidad a este Estado (Perú) y de ninguna utilidad a Cundinamarca”.

La misiva del 22 de agosto en realidad no tienen gran importancia pues los datos que ella aporta son escasos y, como ya hemos dicho, se centran en dar una imagen totalmente negativa de Bolívar. La misiva en referencia comienza de la siguiente manera: “El 20 del que corre a la una y media de la tarde llegó el señor Protector felizmente de su viaje a Guayaquil y entrevista con el Libertador...” Luego Cruz refiere que el Protector salió en defensa de O’Higgins cuando Bolívar le dijo que  tenía entendido que era un tirano. Asimismo el brigadier Cruz atribuye a Bolívar haber expresado  a San Martín que pasaría a reinar Perú, Chile, Buenos Aires y México. Al hacer referencia al obsequio de Bolívar, Cruz dice que el Libertador al momento de entregárselo al Protector exclamó: “Es de lo más precio que puedo regalar a Ud. y espero que así lo aprecie” (1)

Confidencia al General Martínez

El General Enrique Martínez nos ha dejado la confidencia que por labios del propio San Martín recibió acerca del verdadero objeto de la entrevista y lo hace refiriéndose a su opinión en torno a la controvertida carta de Lafond en el sentido que él considera que el citado viajero francés no obtuvo de San Martín lo que consigna en sus memorias. Al respecto Martínez dice: “Puedo asegurar que Lafond no ha tenido del General San Martín los datos a que hace referencia en la publicación que sobre los objetos que condujeron a aquel general (San Martín) a Guayaquil, se encuentra en la Revista del Paraná en el número 2. He dicho que puedo asegurar la no certidumbre en la indicación, porque en la época a que se refiere me hallaba de Presidente de Trujillo y por consiguiente el General San Martín creyó conveniente hacerme conocer el objeto de su viaje. Este no tuvo más (objeto) que recabar del General Bolívar un auxilio de fuerzas para terminar la campaña del Perú, a lo que se negó Bolívar” (2)

Confidencia a Tomás Guido

La noche del 20 de setiembre de 1822 San Martín, luego de haber dimitido ante el congreso peruano al mando supremo y mientras ultimaba los preparativos para abandonar definitivamente el Perú, hizo valiosas confidencias a su lugarteniente Tomás Guido sobre los motivos de su retiro. Hacemos hincapié en algo que siempre debe tenerse en cuenta cuando se analizan confidencias: que lo que se consignan en ellas no pueden ser tomadas como expresiones textuales de un personaje determinado, en este caso de San Martín, sino como una versión que ha pasado por el tamiz interpretativo y selectivo del que recibió la confidencia, en este caso concreto Tomás Guido.
Guido comienza narrando las ocurrencias y conversaciones que se produjeron inmediatamente después que San Martín dimitió. El punto que más nos interesa empieza en el momento que San Martín le comunica a Guido su resolución de abandonar el Perú. Guido trata de convencerlo que desista de este empeño, arguyéndole que su retiro podría ser funesto para la independencia del Perú. Es en este momento que San Martín, según versión de Guido, como es obvio, le replica:

“Nadie, mi amigo, me apeará de la convicción en que estoy, de que mi presencia en el Perú le acarrearía peores desgracias que mi separación. Así me lo presagia el juicio que he formado de lo que pasa dentro y fuera de este país. Tenga Ud. por cierto que por muchos motivos no puedo mantenerme ya en mi puesto, sino bajo condiciones contrarias a mis sentimientos y a mis convicciones más firmes. Voy a decirlo: una de ellas es la inexcusable necesidad a que me han estrechado, si he de sostener el honor del ejército y su disciplina, de fusilar algunos jefes; y me falta el valor para hacerlo con compañeros de armas que me han seguido en los días prósperos y adversos”.

Guido, ante estos argumentos, le repuso que el problema en realidad era menos grande de lo que suponía y de fácil solución. El Protector ante esta réplica, le hizo la siguiente confidencia:
“... aprecio los sentimientos que acaloran a Ud., pero en realidad existe una dificultad mayor, que no podría yo vencer sino a expensas de la suerte del país y de mi propio crédito y a tal cosa no me resuelvo. Lo diré a Ud. sin doblez: Bolívar y yo no cabemos en el Perú: he penetrado sus miras arrojadas; he comprendido su desabrimiento por la gloria que pudiera caberme en la prosecución de la campaña. Él no excusará medios, por audaces que fuese, para penetrar en esta república seguido de sus tropas; y quizás entonces no me sería dado evitar un conflicto a que la fatalidad pudiera llevarnos, dando así al mundo un humillante escándalo. Los despojos del triunfo de cualquier lado a que se inclinase la fortuna, los recogerían los maturrangos, nuestros implacables enemigos, y apareceríamos convertidos en instrumentos de posiciones mezquinas. No seré yo, mi amigo, quien deje tal legado a mi patria, y preferiría perecer, antes que hacer alarde de laureles recogidos a semejante precio; ¡eso no!. Entre si puede, el general Bolívar, aprovechándose de mi ausencia; si lograse afianzar en el Perú lo que hemos ganado, y algo más, me daré por satisfecho; su victoria sería, de cualquier modo, victoria americana”. (3)

Confidencia a Iturregui

En 1825 el peruano Juan Manuel Iturregui visitó, en Bruselas, a José de San Martín. Conversando sobre los sucesos de 1822 el Protector le hizo algunas confidencias que Iturregui las ha dejado consignadas:

“Que jamás (le decía San Martín) había temido ni por un instante que hubiese podido fracasar la independencia del Perú, una vez estando proclamada y estando sostenida por la opinión pública y por un ejército, aparte de las innumerables partidas de guerrillas que el odio a los españoles había creado en todos los ángulos de su territorio; que no obstante, había creído justo y conveniente entrar en un acuerdo de unión y amistad con el general Bolívar, así por la identidad de la misión de ambos en Sud-América, como para que aquel general auxiliase al Perú con parte de su ejército y se pusiese un término más corto a la guerra con los españoles, del mismo modo que el Perú había auxiliado a Colombia en la batalla de Pichincha, con cuyo objeto había procurado la entrevista que tuvo lugar con el dicho general Bolívar en Guayaquil; que desde luego había encontrado en este general las mejores disposiciones para unir sus fuerzas a las del Perú contra el enemigo común, pero que al mismo tiempo le había dejado ver muy claramente un plan ya formado y decidido de pasar personalmente al Perú y de intervenir en Jefe, tanto en la dirección de la guerra como en la de su política; que no permitiéndole su honor asentir a la realización de este plan, era visto que de su permanencia en el Perú, debía haber resuelto un choque con el general Bolívar (cuya capacidad militar y recursos para terminar pronto la guerra eran incontestables) y además el fraccionamiento en partidos del Perú, como sucede siempre en casos semejantes, y conociendo las inmensas ventajas que todo esto debería dar a los españoles, se había decidido a separarse del teatro de los acontecimientos, dejando que el general Bolívar, sin contradicción ninguna, reuniese sus fuerzas a las del Perú y concluyese la guerra, ...” (4)

Confidencia a Balcarce

Mariano Balcarce, esposo de Mercedes Tomasa, hija de don José de San Martín, recibió numerosas confidencias de labios de su suegro. En carta fechada en París a 8 de agosto de 1882 y dirigida a Bartolomé Mitre, Balcarce consigna las confidencias que San Martín le hiciera sobre su entrevista con Bolívar. En dicha misiva, que fuera hallada y publicada por Tomás Diego Bernard en 1949, leemos:

“He recibido igualmente los dos ejemplares de las comprobaciones históricas que ha tenido U. la bondad de remitirme; y veo con placer y agradecimiento que continúa U. en su patriótico empeño de defender y honrar la memoria del general San Martín con cuyo motivo me dice U. haber reasumido nuevamente el trabajo de su historia que otras atenciones le habían hecho interrumpir y que se ocupa en extractar algunos miles de documentos relativos a él, que ha encontrado en los archivos públicos y privados.
Los que yo poseo, y es mi deseo y voluntad pasen a sus manos con el tiempo, no arrojan ninguna nueva luz sobre la entrevista de Guayaquil y retirada del Perú, cuyas causas se hallan explicadas en la carta a Bolívar y me fueron repetidas veces confirmadas en conversaciones íntimas por mi ilustre padre, quien me aseguró que no habiendo logrado la cooperación que esperaba del Libertador para completar rápidamente y sin gran efusión de sangre la independencia del Perú, convencido que su presencia era un obstáculo a las aspiraciones de Bolívar, y podía prolongar por mucho tiempo la guerra y la ruina del país, pues el ejército aliado argentino-chileno se hallaba muy debilitado por las pérdidas sufridas en los campos de batallas y por las enfermedades, que lo hacían muy inferior en su número al de los españoles, resolvió hacer abnegación de su gloria personal (y dejar que Bolívar, con su numeroso ejército, completase y consolidase la emancipación del Perú, que era ya un hecho indudable, y cesasen así inmediatamente los males de la guerra.
La entrevista de Guayaquil no tuvo testigos, estuvieron  completamente solos los dos Generales; y las personas de su séquito sólo asistieron a las fiestas que en esa ocasión se dieron.
En cuanto a la carta dirigida al General D. Tomás Guido  desde Bruselas con fha. 18 de diciembre de 1826 –que se ha publicado por sus hijos-, debe referirse a algunos de los documentos que he enviado a U. y quizá también al borrador de la carta al Gral. Bolívar, pues a pesar de mis ruego a mi padre para que escribiese o me dictase algunos apuntes sobre su vida  pública, nunca pude conseguirlo.
Voy a examinar nuevamente los papeles que aún quedan en mi poder, y si encuentro alguno de especial interés para la historia que U. Escribe, tendré el mayor placer en remitírselo a U. “ (5)
Con relación a lo transcrito, reparemos que Balcarce hace referencia a una carta de San Martín a Bolívar sobre la entrevista de Guayaquil. Es clara la referencia a la denominada carta de Lafond, lo que significaría que Balcarce la daba como auténtica, lo que se confirma porque él habla de la posibilidad del envío del borrador de la carta de San Martín a Bolívar sobre la entrevista y que supone remitida, con otros papeles, al general Tomás Guido. Pero en realidad se sabe que Guido no recibió los documentos prometidos. ¿Conoció el borrador de la mencionada carta, Balcarce? Ya tendremos oportunidad de analizar tan controvertido documento. 
Vicente Lecuna señala que las aseveraciones de Balcarce son falsas y fruto de la ancianidad que le lleva confundir sucesos acaecidos en diversas épocas. Dice Lecuna: “Estas afirmaciones equivocadas y tardías de un ancianos trastocado, no valen nada comparados con los ocho documentos coetáneos de Bolívar y de San Martín presentados por nosotros en defensa de la verdad histórica...” (6)
Como es fácil apreciar la versión de Balcarce es similar a la presentada por otros personajes, por lo que carece de valor la crítica que a ella le hace Vicente Lecuna.

Confidencia a Sarmiento

En 1846 Domingo Faustino Sarmiento visitó a San Martín en Grand Bourg y, según él, como veremos de inmediato, obtuvo en dicha ocasión valiosas informaciones sobre la entrevista de Guayaquil. En un artículo titulado “Las culebrinas de San Martín”, Sarmiento reseña al respecto lo siguiente:
“En 1845 llegaba a París, y lo primero que solicitaba mi curiosidad entre los grandes monumentos, era la figura de San Martín, el héroe de la independencia, al que adherían nuestras ardientes simpatías de patriota. Ver a San Martín, hablar con él, era mi gran anhelo que debía realizar con Manuel de Guerrico, introduciéndome en su presencia”.
“De nuestras largas pláticas salió mi discurso de recepción en el Instituto Histórico de Francia, cuyo asunto debía referirse a cuestiones americanas, por cuanto le historia de Francia debía suponerse extraña a los estudios del recipiendario. Como había sido hasta entonces un punto muy discutido el asunto de la entrevista de Guayaquil entre los dos campeones de la independencia, importaba mucho hacer conocer la versión auténtica de uno de los actores, el más sincero, puesto que de su parte estuvo la abnegación. Aquella relación fue compuesta casi bajo el dictado de San Martín y mereció su completa aprobación”.
En su trabajo “Bolívar y San Martín”, Sarmiento afirmó idéntica procedencia de los datos que él utilizara para su versión sobre la entrevista de los libertadores: “La descripción y lo sucedido en la entrevista la obtuve de boca del mismo general San Martín. Si hay falsedad en los hechos ocurridos y en el objeto de la entrevista es la que ha querido acreditar uno de los actores de aquel grandioso drama”.
En su “Bolívar y San Martín”, Sarmiento, con un espíritu realmente mesurado y crítico, señala que la versión de San Martín era tan solo la de uno de los protagonistas de dicho acontecimiento histórico y que, interesada como tenía que ser, no había merecido de él plena fe. Sarmiento escribe al respecto:
“Estoy muy distante, y lo estaba entonces, de poner entera fe en las declaraciones naturalmente interesadas de uno de los grandes caudillos de la independencia americana. Cada uno de los hombres públicos que han figurado entonces tiene que rehacer alguna página de su historia, y trabajo más ingrato de la generación que les sucede es el de restablecer los hechos y la verdad  en despecho de las aseveraciones interesadas de los personajes...”
Sin embargo en “Las culebrinas de San Martín”, Sarmiento afirmó paradójicamente y carente de todo sentido crítico que la versión de San Martín era “la versión auténtica de uno de los actores, el más sincero puesto que de su parte estuvo la abnegación...” Así hubiese sido cierto lo de la abnegación, ello no permite concluir que la verdad está en la versión dada por San Martín.
Según el propio Sarmiento los datos que le proporcionara San Martín los pudo obtener solo con gran esfuerzo  y con gran astucia, pues “San Martín gustaba poco hablar de lo pasado, y los que  deseaban oírlo necesitaban valerse de destreza para hacerlo entrar en materia. Un retrato de Bolívar que tenía en su habitación me sirvió a mí de pretexto para hacerlo explicarse sobre la entrevista de Guayaquil”.
Sarmiento se refirió en varias oportunidades a la entrevista de Guayaquil. La primera vez que trató sobre ella fue en su discurso pronunciado en el Instituto Histórico de Francia, el 1 de julio de 1847, el cual fue publicado al año siguiente, con motivo de su recepción en dicha célebre Institución.
Algunos historiadores (Vicente Lecuna entre ellos) pusieron en tela de juicio la veracidad de este acontecimiento, pero los resultados de las investigaciones aportadas por Ricardo Rojas sobre el particular son definitivos y ellas prueban la exactitud de tal recepción y de tal discurso. Ricardo Rojas solicitó la colaboración del famoso americanista francés Paul Rivet para la solución de este problema, el cual a su vez encargó a otros estudiosos el investigar en los archivos de la mencionada institución. Los resultados de dicha investigación, que Ricardo Rojas reproduce en su obra “La Entrevista de Guayaquil”, son positivos en cuanto a la verdad de dicho trabajo leído por Sarmiento en el citado Instituto.
A parte de este primer ensayo en el cual Sarmiento se refirió a la célebre entrevista, tenemos que insistió, sin casi ninguna variante de importancia medular, en otros trabajos, tales como:
“Bolívar y San Martín: Rectificación histórica”, publicado en la Revista Sud América el 17 de julio de 1851.
“Las culebrinas de San Martín”,
“El General D. José de San Martín” (Almanaque pintoresco e instructivo). Santiago de Chile: Imprenta Belén, 1852.
“Biografía del general San Martín” (Galería de Hombres célebres de Chile) Santiago, 1854. “General San Martín” (Galería de Celebridades Argentinas). Buenos Aires, agosto 27 de 1857.
Un manuscrito escrito en Nueva York a mediados de 1867 (7)

Vamos a consignar la versión que Sarmiento diera en el Instituto Histórico de Francia:

“Reunidas las fuerzas de ambos ejércitos, la última campaña contra los realistas podía terminarse en algunas semanas, con todas la seguridades del triunfo. San Martín había solicitado hasta entonces en vano, que se remplazasen las pérdidas que había experimentado la división de su ejército, enviada en auxilio de Sucre. Por otra parte, era preciso entenderse sobre la desmembración de Guayaquil, que tanto chocaba a las ideas de San Martín, con respecto a los deberes de los Generales que combatían contra España.....
Impulsado por estos y otos motivos, San Martín solicitó a Bolívar una entrevista en Guayaquil; pero este General tuvo atenciones que le estorbaron acudir el día designado para la solicitada conferencia. Al fin, citados por una segunda vez, los dos jefes de los ejércitos de la América del Sur se hallaron reunidos bajo un mismo techo. Cado uno de ellos tenía la más alta idea de la capacidad militar del otro... Pero si la estimación del mérito era igual en ambos,, las miras, ideas y proyectos de cada uno era enteramente distintos.
Bolívar abrigaba decididamente designios para el porvenir; tenía un plan de ideas que desenvolver por los acontecimientos; había allí, en aquella cabeza, proyectos en bosquejo, política y ambición de gloria, de mando, de poder. San Martín había muy en mala hora venido a continuar por su lado la obra de la emancipación de la América del Sur que Bolívar se sintió llamado a realizar por sí solo. San Martín, por el contrario, no queriendo ver  más que el buen éxito de las operaciones militares principiadas en el Perú, venía con el ánimo libre de toda idea ulterior a solicitar la cooperación de Bolívar para llevar  a buen fin la campaña... Solicitaba el reemplazo de las bajas que había experimentado la división auxiliar dada a Sucre, porque necesitaba soldados para continuar la guerra; pedía la reincorporación de Guayaquil  al Perú, porque había pertenecido al virreinato.
Las conferencias participaron de la posición en que se habían puesto ambos jefes. El uno manifestaba abiertamente su pensamiento, el otro embozándolo cuidadosamente, a fin de no dejar traslucir sus proyectos aún no maduros. San Martín, de talla elevada, echaba sobre el Libertador, de estatura pequeña, y que no miraba a la cara nunca para hablar, miradas escrutadoras, a fin de comprender el misterio de sus respuestas evasivas de los subterfugios de que echaba mano para esconder su conducta, en fin, de cierta afectación de trivialidad en sus discursos, {el, que tan bellas proclamas ha dejado, él que gustaba tanto de pronunciar toast (brindis) llenos de elocuencia y de fuego. Cuando se trataba de reemplazar las bajas, Bolívar contestaba que esto debía estipularse de gobierno a gobierno; sobra facilitar su ejército para terminar la campaña del Perú, oponía su carácter de Presidente de Colombia, que le impedía salir del territorio de Colombia; él, Dictador, que había salido para libertar la Nueva Granada y Quito y agregándolas a Venezuela.
San Martín creyó haber encontrado la solución de las dificultades, y como si contestase al pensamiento íntimo del Libertador: «Y bien, General, le dijo, yo combatiré bajo sus órdenes. No hay rivales para mí cuando se trata de la independencia americana. Esté usted seguro, General, venga al Perú; cuente con mi sincera cooperación; seré su segundo». Bolívar levantó repentinamente la vista,  para contemplar  el semblante de San Martín, en donde estaba pintada la sinceridad del ofrecimiento. Bolívar pareció vacilar un momento; pero en seguida, como si su pensamiento hubiese sido traicionado, se encerró en el círculo de imposibilidades constitucionales, que levantaba en torno de su persona, y se excusó de no aceptar aquel ofrecimiento tan generoso......
San Martín ha dejado ignorar en América durante veinte años el objeto y el resultado de la entrevista de Guayaquil, no obstante de las versiones equivocadas y aún injuriosas que sobre ello ha hecho. No hace dos años que el comandante Lafond, de la marina francesa, publicó Les Voyagues autour du monde, la carta de San Martín a Bolívar que retrata todos los puntos cuestionados allí. Esta carta es la clave de los acontecimientos de aquella época, y por otra parte, revela tan a las claras el carácter y posición de los personajes, que vale la pena de copiarla íntegramente... (Aquí Sarmiento inserta la polémica carta de Lafond)
Ya hemos señalado que Sarmiento repitió en varias oportunidades esta versión primigenia. Pero en un manuscrito que data de 1867 Sarmiento nos da una versión que intenta reproducir la pretendidas confidencias recibidas del propio San Martín, en un estilo intimista, en donde incluso atribuye a San Martín adjetivos mordaces contra Bolívar, tal como el de «hipócrita» y que estamos seguro que no debe ser más que simple cosecha personal de Sarmiento.
Como ha señalado el eximio historiador argentino Enrique de Gandía, este manuscrito vino a completar la visión homérica de la entrevista de Guayaquil, cuyo comienzo fuera el discurso ante el Instituto Histórico de Francia. Esta versión homérica, en la que Bolívar aparece como el frío, ambicioso, calculador y vencedor, y San Martín como el humilde y desinteresado que solo toma en cuenta el bien de América y que acepta estoicamente su retiro de la gesta emancipadora, es la versión que durante mucho tiempo ha predominado y que incluso aún en nuestros días no pierde tal vigencia. Sin embargo no hay versión más alejada de la verdad de lo acontecido en julio de 1822, en Guayaquil, entre los libertadores de América. La versión del manuscrito de 1867 es la siguiente:

“En 1846, gozando de muy cordial consideración de parte de San Martín, visítelo frecuentemente en Grandburgo, su residencia de campo, a los alrededores de París. Se me había prevenido que el general gustaba poco de hablar de lo pasado. Una vez, después de almorzar, habíamos ambos pasado a su habitación a fumar. Sobre la puerta de entrada estaba una litografía que representaba a Bolívar. Fumando y mirándola, como lo que no tiene nada mejor que hacer, pregunté al general: ¿Se parece esa pintura a Bolívar?. Bastante, me contestó. La conversación continuó sobre este punto y aquí lo más sustancial; era, , dijo, el general, un hombre de baja estatura, movedizo, miraba de soslayo: nunca, durante toda la conferencia, pude conseguir que mirase a la cara. Restábamos ambos sentados en un sofá. El objeto de mi visita era muy simple. Desde luego la anexión de Guayaquil, que había dado ocasión a desavenencias. Nuestra misión como generales, le decía yo, es solo vencer a los españoles. Los pueblos arreglarán sus límites. Por otra parte, yo no tenía fuerzas para abrir una nueva campaña contra los españoles, y era necesario reunir nuestras fuerzas. Iba pues a ofrecerle el mando en jefe de ambos ejércitos, poniéndome yo a sus órdenes.
A todo esto, Bolívar oponía que él dependía absolutamente del Congreso de su país y que no podía arreglar nada de por sí. San Martín me decía al referirme esto: Imagínese usted que lo dominaba de todo mi busto, y estaba viendo a aquel hipócrita, confuso, mirando a un lado mientras daba pueriles excusas para disimular su deseo de mandar solo. No pude arrancarle una respuesta clara y la conferencia terminó sin arribar a resultado alguno.
A la noche se presentó, añadía San Martín, un general, en mi dormitorio, a ofrecerme el mando del ejército colombiano en nombre de todos los generales del ejército, cansados, decía, del despótico y falta de miramiento de Bolívar. Contéstele que todo el servicio que podía hacerle era no dar aviso inmediatamente a Bolívar de aquel designio que desaprobaba altamente, conjurándoles a mantenerse en los límites de la subordinación.”

¿Realmente San Martín hizo tales confidencias? En verdad ello no parece tener visos de verosimilitud. Es probable que Sarmiento escuchara de San Martín algunos comentarios sobre su entrevista con Bolívar, pero estos pocos datos los conjugó con los que su imaginación se forjó sobre este acontecimiento, y, lo que es más importante, sobre lo que comenzaba a circular ya como la versión de los simpatizantes de San Martín, que por esas cosas de la historia se convirtieron en detractores de Bolívar. Sarmiento poseía un conocimiento muy superficial sobre la psicología de los libertadores. Lo que si es importante destacar es el hecho del aprovechamiento de la versión de Lafond y su carta del 29 de agosto de San Martín a Bolívar, que en aquella época no tenía carácter controversial y que en el siguiente apartado analizaremos.

Para una adecuada valorización del testimonio de Sarmiento debemos precisar que Sarmiento no dejó de ser mas que un simple visitante cuando llegó a Gran Bourg y, como el mismo lo dice, San Martín no solía hacer confidencias sobre acontecimientos pasados, muchos menos sobre el espinoso asunto de su entrevista con Bolívar, del cual ni siquiera a sus amigos más íntimos informó ampliamente. A Tomás Guido, al cual le hizo algunas revelaciones el 20 de setiembre de 1822, tiempo después, en misiva de 18 de diciembre de 1826 le prometió enviarle documentos que le explicarían el por qué de su retiro del Perú, pero esto no pasó de ser solo una promesa. (8)
Vicente Lecuna al referirse al manuscrito de 1867, expresa: “Estas declaraciones fueron hechas por el general San Martín al señor Sarmiento en 1846, veinticinco años después de los acontecimientos y Sarmiento las escribió en 1867 o sea a los cuarenta y cinco años de los sucesos. Quizá la acción del tiempo tuviera influencia en el contenido de tan inverosímiles especies”. (9)
Lecuna, en el fondo, acepta que San Martín hizo tales confidencias. Un análisis más detenido de esto lleva a la conclusión que Sarmiento, con unos pocos elementos de juicio proporcionados por San Martín, dejó realmente correr su imaginación y terminó creando una leyenda en torno a la entrevista. Como bien lo señalara Gandía: “Todo lo que Sarmiento refirió de la célebre entrevista, como oído de boca de San Martín, es la simple glosa y repetición de lo que escribió Lafond. Sarmiento conoció y citó su obra y solo agregó el detalle de un oficial de Bolívar que se presentó ante San Martín a ponerse a sus órdenes. Este pormenor puede ser cierto y también puede ser inventado para contrabalancear el ofrecimiento que San Martín había hecho a Bolívar. San Martín no dio ningún dato nuevo a Sarmiento...” (10)

NOTAS

(1) Misiva de Cruz a O’Higgins de 22 de agosto de 1822. En: -Vicuña Mackenna “El General D. José de San Martín, considerado según documentos enteramente inéditos” (1863); pp. 51-54. Vicuña Mackenna fue el primero en reproducirla. -Otero, José Pacífico. “Historia del libertador D. José de San Martín” (1932) t. III; pp. 735-738
(2) Pérez Amuchástegui, A.J. “«La carta de Lafond» y la preceptiva historiográfica” Gandía, Enrique de. “San Martín: Su pensamiento político”
(3) Tomás Guido. “San Martín se retira del Perú”. En: -Busaniche, José Luis. “San Martín visto por sus contemporáneos”; pp. 228­239
(4) Vicuña Mackenna. Obra citada. Fue el primero en reproducir este testimonio. También en: -Busaniche, José Luis “San Martín visto por sus contemporáneos”, bajo el subtítulo de “El Solitario de Bruselas”; pp. 267-271
(5) Balcarce a Mitre de 8 de agosto de 1822. En: -Colombres Mármol, E. L (hijo) “¡¿Es apócrifo el testamento político de San Martín?! ¡¿Fue falsificado en el Perú?!; pp. 159-161
(6) Lecuna, Vicente. “La Carta apócrifa de Lafond: Contestación al prof. Bernard” En: B. De la A.N. de la H., Caracas, octubre-diciembre 1949; páginas 337-345.
(7) Todos los trabajos históricos de Sarmiento sobre San Martín en: -Sarmiento D.F. “Obras Completas” -Sarmiento, D.F. “Vida de San Martín”. (Buenos Aires: Editorial Claridad, 1939. Compilación y prólogo de Enrique Espinoza). El Manuscrito Sarmiento de 1867. En: Lecuna, Vicente. “La entrevista de Guayaquil” (1952); pp. 281.282
(8) San Martín a Guido, Fechada en Bruselas: 18 de diciembre de 1826. En: -Documentos del Archivo de San Martín, tomo VI; p. 502.
(9) Lecuna, Vicente. “La Entrevista de Guayaquil” (1952); p. 289
(10) Gandía, Enrique de “San Martín: Su pensamiento político”; p. 184

C) LA CONTROVERTIDA MISIVA DE SAN MARTÍN A BOLÍVAR DE 29 DE AGOSTO DE 1822

Hemos, deliberadamente, dejado para el último el análisis de este presunto testimonio personal de San Martín. Ello debido a que  sobre la autenticidad de dicho documento se ha desatado un ardorosa, apasionada y apasionante polémica.
Podemos decir que existen dos posiciones irreconciliables, que muchas veces van más allá de los argumentos para entrar en el terreno vedado de los epítetos insultantes, de la burla, del sarcasmo. Un grupo sostiene que esta misiva es apócrifa, en tanto que otro afirma que es auténtica. Hay una tercera posición: la que sostiene que a pesar de que ella tiene casi todas las características de ser auténtica, sin embargo, no se puede aún concluir que ella posea tal carácter.
Dentro del grupo de los que sostienen su autenticidad encontramos que hay historiadores que la consideran como un documento más del archivo de San Martín (en verdad no forma parte de dicho archivo), sin ninguna especial importancia, en tanto que otros ven en ella una pieza documental fundamental, trascendental y de la cual no se debe ni puede prescindir, ya que no sólo permite conocer pormenores de la entrevista, sino que además permite captar en toda su grandeza el carácter extraordinario del personaje argentino. Vamos a tener oportunidad de analizar cada una de estas posiciones a través de sus principales representantes. Pero, previamente, debemos ver qué circunstancias, qué factores han determinado las dudas tejidas en torno a su autenticidad.
Debemos decir, en primer lugar, que no existe el manuscrito original de esta misiva y ello constituye uno de los argumentos (no el único ni el de más peso) de los que le niegan su autenticidad. Resulta inexplicable, para dichos historiadores, que ella no se encuentre en el ingente archivo de Bolívar, y aún más misterioso (suponiendo hipotéticamente que Bolívar, por interés, la destruyera) que no se halle entre los papeles conservados por San Martín.
Si no existe ni el original ni el borrador de esta misiva, cómo es entonces que pudo llegar a ser conocida y divulgada. Ello fue posible gracias a Gabriel Lafond de Lurcy, de nacionalidad francesa, quien estuvo al servicio de la marina peruana después de la primera rendición del Callao. Viajó a Guayaquil con la escuadra peruana en la fecha que se efectuó la conferencia entre los libertadores. Allí conoció, de vista, al Protector San Martín. Veintiún años después Lafond publicó, en París, una obra titulada "Voyages autour du monde et naufrages célèbres" (Paris, Administration de la Libraire, 26 rue Notre Dame -des- Victoires, 1843-1844), cuyo segundo volumen está consagrado a la independencia americana. Para escribir ese volumen Lafond solicitó a San Martín documentos, según se puede constatar en 8 cartas sucesivas existentes en el archivo de San Martín. Justificaba Lafond su pedido argumentando que buscaba la verdad, porque se proponía "rebatir alegaciones que yo creo una calumnia" (Leguía y Martínez, G., 1972, tomo VII; p. 240). 
El mismo año de la edición francesa de la obra de Lafond, la carta se publicó, en traducción al italiano, en la obra titulada "Racolta di viaggi dalla Scoperta del nuovo continente, fino a di nostri, compilata da F.C. Marmocchi". La primera edición castellana de la misiva fue hecha por Juan Bautista Alberdi, en 1844, en su "Biografía del General San Martín". En 1848, al publicarse el discurso pronunciado por J. F. Sarmiento en el Instituto Histórico de Francia, apareció ella por cuarta vez, en esta oportunidad nuevamente en francés.
Habiendo sido Gabriel Lafond de Lurcy el primero en haberla publicado, las primeras interrogantes que de inmediato se plantean son acerca de cómo llegó a tener conocimiento de ella y quién o quiénes se la proporcionaron. O acaso fue el propio Lafond quien fabricó este documento. Surge aquí el primer eslabón de las preguntas sin respuestas definitivas. Algunos sostienen (Bartolomé Mitre, el primero) que fue el propio San Martín quien se la proporcionó. Señala Mitre que él llega a esa conclusión porque, según nos dice, en una carta de Lafond a San Martín, de 2 de abril de 1840, se hace referencia a dos documentos recibidos del libertador argentino, y que después de haberlos utilizado los devuelve. Mitre supone (esa es la verdad) que uno de los dos documentos mencionados debió ser la carta del 29 de agosto de 1822. Historiadores recientes, como Arturo Ricardo Yungano sostienen una variante de esa posición, al argumentar que lo que le mostró San Marín a Lafond fue el borrador de su carta que dirigiera, en 1827, a Miller, siendo realmente J. F. Sarmiento quien difundió la controvertida carta de Lafond. Al respecto Yungano dice: "Gabriel Pedro María Lafond de Lurcy nació en París en 1801 y murió en esa misma ciudad en 1876. Prestó servicios en la marina mercante francesa y en 1821 actuó en la armada peruana por pedido de Tomás Guido (1788-1866). El 5 de septiembre de 1839, se reunió con San Martín en París para informarle sobre su obra Memoria de viajes alrededor del mundo. Se entabló entre ambos una cordial amistad y el Libertador le entregó una copia de la carta que había remitido al general Guillermo Miller (1795-1861) fechada en Bruselas, en 1827, con detalles sobre la entrevista de Guayaquil. Sarmiento difundió la carta de Lafond; sin embargo, en 1851 duda de su autenticidad ­¿acaso no habría aceptado el legado del sable del libertador a Rosas?-, pero en 1857 vuelve a rectificarse y acepta la veracidad del relato original, lo cual también se patentiza en la Oración fúnebre que pronuncia en ocasión de la llegada a Buenos Aires de los restos del Libertador. (Discurso de A. R. Yungano, de 20 de setiembre de 1995, en el acto de  incorporación como miembro de número en la Academia Sanmartiniana).
La posición de Yungano es, sin embargo, totalmente deleznable, porque si lo que entregó San Martín a Lafond fue el borrador de la misiva dirigida a Miller, entonces como explicar la razón por la cual Lafond reprodujo otra misiva, y, por otra parte, como es fácil deducir,  seguiríamos en el enigma acerca del verdadero dador del controvertido documento.  
Otros historiadores sostienen que quien realmente se la entregó fue el ayudante y secretario de Bolívar (tal es la opinión de José Pacífico Otero y Enrique de Gandía, entre otros), pero, de inmediato, surge el problema de determinar cuál de los secretarios fue el supuesto dador. E. de Gandía sostiene que fue Mosquera; J. P. Otero, en cambio duda entre Mosquera y Pérez. Por otro lado, Ricardo Rojas duda entre San Martín y el secretario de Bolívar.

Colombres Mármol (h) cree que la versión de la carta dada a conocer por Lafond es del original, en tanto que la de Alberdi lo es del borrador. Por tanto, no sería, como se suponía, que Alberdi la reprodujera del libro de Lafond, sino que ambas versiones fueron independientes; esto –según el citado autor- explicaría el porqué de las diferencias entre una y otra versión. Tanto para Tomás Diego Bernard como para E. L Colombres Mármol (h) fue Mariano Balcarce (yerno de San Martín) quien mostró a Alberdi el borrador de la misiva y no el propio San Martín, el cual se encontraba de viaje el día que Alberdi llegó a visitarlo.
Para Germán Leguía, historiador peruano, la carta es auténtica sin lugar a duda alguna, existiendo la posibilidad de encontrarse extraviada en algún lugar de Colombia o haber ocurrido que recibida por Bolívar, haber sido destruida sin respuesta alguna, así como sin comentarla entre nadie y mucho menos mostrarla a ninguno de sus allegados. Consideramos que no es verosímil la segunda hipótesis (su destrucción por parte del propio Bolívar).
Para aquellos que niegan su autenticidad existe asimismo el difícil problema de responder a diversas interrogantes, tales como: ¿Quién o quiénes fueron sus falsificadores? ¿Qué objetivos se perseguían con esta falsificación? ¿Cómo se explica que San Martín consintiese su divulgación? Estas preguntas tampoco han sido respondidas de una única manera. Para los historiadores venezolanos, sus principales impugnadores, (Vicente Lecuna y Cristóbal L.
Mendoza, los más eximios críticos de ella), perseguía esta misiva desprestigiar a Bolívar y exaltar, a costa del Libertador, a San Martín, aprovechando el suceso de la entrevista de Guayaquil, para hacer aparecer a Bolívar como ambicioso, vanidoso y de un personalismo enfermizo, en tanto que a San Martín se mostraba lleno de desprendimiento, desinterés y bondad; y no sólo esto, sino que intentaba además justificar su retiro del Perú en momentos tan difíciles en la lucha de este país contra las fuerzas realistas, y no podía ser de mejor forma que echándole la culpa a Bolívar de tal decisión. Esta sería la razón por la cual San Martín consintió en su divulgación. El falsario no fue San Martín sino únicamente Lafond.

El historiador argentino A. J. Pérez Amuchástegui sostiene que los dadores de esta misiva a Lafond fueron los miembros del grupo peruanista. Para este historiador, este documento fue fraguado poco después que Bolívar abandonó definitivamente el Perú, por los miembros del grupo peruanista, que era eminentemente antibolivarista, con el fin de desprestigiar a Bolívar y tomar ellos las riendas del Estado. Lafond la recibió y viéndola interesante la publicó sin dudar de su autenticidad, pues el propio San Martín tomó conocimiento de ella al leer las pruebas de su obra (la obra de Lafond). El libertador argentino consintió su divulgación, según Pérez Amuchástegui, porque ella representaba un elemento útil y capaz de concurrir a la pacificación y orden del Perú.
Para Irrazaval Larraín, el verdadero falsificador fue el propio San Martín, con el fin de justificar su retiro del Perú. Similar posición la encontramos en Rufino Blanco Fombona, eximio historiador venezolano, quien aceptaba la autenticidad de la controvertida misiva, incluso decía: "nadie duda que sea de San Martín. Lo que se duda es que fuera escrita y enviada en 1822". Esta interpretación Rufino Blanco Fombona la apoya en hechos de gran importancia: el no existir su original, el no existir la respuesta de Bolívar, porque, nos dice el citado historiador, si Bolívar hubiese recibido dicha misiva la hubiese respondido y por lo tanto esa respuesta se hubiera encontrado en el archivo de San Martín.

La Carta

Antes de analizar, con más minuciosidad, los argumentos que se han esgrimido a favor y en contra de la autenticidad de la misiva del 29 de agosto de 1822, es necesario que la conozcamos, para así poder comprender mejor las diversas argumentaciones.
"Lima, 29 de agosto de 1822 Excmo. Señor Libertador de Colombia, Simón Bolívar. Querido General.
Dije a usted en mi última, de 23 del corriente, que habiendo reasumido el mando supremo de esta república con el fin de separar de él al débil e inepto Torre Tagle, las atenciones que me rodeaban en aquel momento no me permitían escribirle con la extensión que deseaba; ahora al verificarlo, no sólo lo haré con la franqueza de mi carácter, sino con la que exigen los grandes intereses de América.
Los resultados de nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la pronta terminación de la guerra. Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido, o que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las fuerzas de mi mando, o que mi persona le es embarazosa. Las razones que usted me expuso, de que su delicadez no le permitiría jamás mandarme, y que, aún en el caso de que esta dificultad pudiese ser vencida, estaba seguro que el Congreso de Colombia no consentiría su separación de la
República, permítame general, le diga no me han parecido plausibles. La primera se refuta por sí misma. En cuanto a la segunda, estoy muy persuadido, que la menor manifestación suya al Congreso sería acogida con unánime aprobación cuando se trata de finalizar la lucha en que estamos empeñados, con la cooperación de usted y la del ejército de su mando; y que el alto honor de ponerle término refluirá tanto sobre usted como sobre la república que preside.
No se haga ilusión, General. Las noticias que tiene de las fuerzas realistas son equivocadas; ellas montan en el Alto y Bajo Perú a más de 19 000 veteranos, que pueden reunirse en el espacio de dos meses. El ejército patriota, diezmando por las enfermedades, no podrá poner en línea de batalla sino 8500 hombres, y de éstos, una gran parte reclutas. La división del general Santa Cruz (cuyas bajas según me escribe este general, no han sido reemplazadas a pesar de sus reclamaciones) en su dilatada marcha por tierra, debe experimentar una pérdida considerable, y nada podrá emprender en la presente campaña. La división de 1400 colombianos que usted envía será necesaria para mantener la guarnición del Callao y del orden de Lima. Por consiguiente, sin el apoyo del ejército de su mando, la operación que se prepara por puertos intermedios no podrá conseguir las ventajas que debían esperarse si fuerzas poderosas no llamaran la atención del enemigo por otra parte, y así la lucha se prolongará por un tiempo indefinido. Digo indefinido porque estoy íntimamente convencido, que sea cuales fueren las vicisitudes de la presente guerra, la independencia de América es irrevocable; pero también lo estoy, de que su prolongación causará la ruina de sus pueblos, y es un deber sagrado para los hombres a quienes están confiados sus destinos, evitar la continuación de tamaños males.
En fin, general; mi partido está irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes entrante he convocado el primer congreso del Perú, y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile, convencido de que mi presencia es el solo obstáculo que le impide a usted venir al Perú con el ejército de su mando. Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien la América debe su libertad. El destino lo dispone de otro modo, y es preciso conformarse.
No dudando que después de mi salida del Perú, el gobierno que se establezca reclamará la activa cooperación de Colombia, y que usted no podrá negarse a tan justa exigencia, remitiré a usted una nota de todos los jefes cuya conducta militar y privada puede ser a usted de alguna utilidad su conocimiento.
El general Arenales quedará encargado del mando de las fuerzas argentinas. Su honradez, coraje y conocimientos, estoy seguro lo harán acreedor a que usted le dispense toda consideración.
Nada diré a usted sobre la reunión de Guayaquil a la República de Colombia. Permítame, general, que le diga, que creí que no era a nosotros a quienes correspondía decidir este importante asunto. Concluida la guerra, los gobiernos respectivos lo hubieran transado, sin los inconvenientes que en el día pueden resultar a los intereses de los nuevos estados de Sud América.
He hablado a usted, general, con franqueza, pero los sentimientos que exprime esta carta, quedarán sepultados en el más profundo silencio; si llegasen a traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para perjudicarla y los intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia.
Con el comandante Delgado, dador de ésta, remito a usted una escopeta y un par de pistolas juntamente con un caballo de paso que le ofrecí en Guayaquil. Admita usted, general, esta memoria del primero de sus admiradores.
Con estos sentimientos y con la de desearle únicamente sea usted quien tenga la gloria de terminar la guerra de la independencia de América del Sud, se repite su afectísimo servidor.
José de San Martín" (1)

Argumentos

Veamos, en primer lugar, los argumentos esgrimidos por los impugnadores de esta denominada «carta de Lafond». V. Lecuna y C. L. Mendoza son los historiadores más representativos de este grupo. Sus argumentos son los siguientes:
1° En la carta de Lafond se dice que los españoles del Perú contaban con 19000 veteranos, y esto es falso y anacrónico, debido a que dicho número sólo fue alcanzado en 1824. Este dato equívoco demuestra que la carta fue elaborada después de que el jefe del Estado Mayor O’Connor publicó, en Potosí, el 9 de abril de 1825, la relación de los rendidos a consecuencia de la capitulación de Ayacucho, la cual arrojaba exactamente 18598 hombres. En cambio, en 1822, el número de realista era sólo de 9530. En tanto que en esa misma época el ejército patriota poseía 11000 efectivos. Por esto resulta falsa la aseveración de la inferioridad del ejército libertador.

2° En la carta de Lafond se consigna que las bajas de la división de Santa Cruz no habían sido reemplazadas, cuando en realidad esto llegó a suceder hasta en dos oportunidades: la primera en Quito, de los prisioneros de Pichincha, y la segunda en Cuenca, con todo el batallón del Sur adiestrado por Heres.

3° La discutida carta señala que la división de Santa Cruz marchaba por tierra, cuando la verdad es que lo hizo por vía marítima.

4° La misiva hace referencia a que San Martín solicitó a Bolívar auxilio militar. Esto es falso, por tres motivos:
a) San Martín no solicitó dichos refuerzos.
b) Si admitiéramos, hipotéticamente, la posibilidad de dicha petición, el Libertador no se hubiese podido negar, existiendo ya un tratado de federación entre Perú y Colombia, suscrito de 6 de julio de 1822.
c) Admitiendo, hipotéticamente, dicha solicitud, sería inexplicable por qué no recurrió a Chile y las Provincias Unidas del Río de la Plata, donde San Martín poseía gran influencia y de cuyos gobiernos dependía la expedición libertadora del Perú.

5° La carta de Lafond es falsa, porque San Martín no podía decir que necesitaba ayuda del ejército colombiano, cuando a sus amigos les dijo que la suerte del Perú estaba asegurada. Así se los expresó al Congreso Peruano, a O’Higgins, a Toribio Luzuriaga y a Rudecindo Alvarado.

6° La versión dada por Lafond está en contradicción con la versión de Bolívar.

7° Es falsa la carta porque de ser verdadera Bolívar le hubiera dado respuesta, como era su costumbre. Dicha respuesta no existe.
Pérez Amuchástegui, a pesar de ser un historiador argentino (la nacionalidad del historiador cuenta bastante en este tema, porque muchos de ellos no pueden superar el subjetivismo chovinista y el culto al héroe) también ha impugnado la autenticidad de la carta de Lafond. Su análisis tiene matices muy propios y de gran valor, difiriendo en múltiples aspectos de los argumentos utilizados por los estudiosos venezolanos. Trataremos de sintetizar, lo más fielmente posible, el análisis de Pérez Amuchástegui.

En primer lugar hace una crítica morfológica (de autenticidad) de la misiva, y ella le demuestra que: "La carta de Lafond no es ni puede ser «auténtica» por la sencilla razón de que no se trata del original ni tampoco de un duplicado ni de una copia. La carta de Lafond sería, como máximo, una eventual versión francesa de una carta escrita en castellano".
En cuanto a la crítica aletológica (de veracidad) también lo lleva a la conclusión de que ella es apócrifa. Señala, que si bien es verdad que San Martín conoció las cuatro primeras versiones de la carta, no es menos cierto que él no la proporcionó, limitándose tan sólo a consentir su divulgación.
La crítica aletológica lleva a demostrar su apocrificidad, por los siguientes hechos:

a) Es imposible que San Martín le hubiese dicho a Bolívar que en dos meses los realistas podían reunir 20000 hombres, debido a que éstos se encontraban muy dispersos.

b) San Martín no hubiera pretendido pedir que Bolívar pasase con todo su ejército al Perú, pues el territorio colombiano no estaba totalmente pacificado.

c) Los epítetos despectivos que San Martín da en esta misiva a Torre Tagle son injustificables, pues en aquella época tenía en muy buen concepto al marqués

d) Es imposible que San Martín le dijera que había convocado el congreso como consecuencia de los resultados de la entrevista, pues esta convocatoria había sido realizada con cinco meses de anticipación.

e) Es inadmisible que San Martín le expresara que le había escrito una carta el 23 de agosto, pues en carta fechada desde Mendoza a 3 de agosto de 1823 le dice (a Bolívar) que hasta antes de esta última misiva le había escrito sólo otras dos: una "pocos días antes" de la salida de Lima, y la otra desde Chile. Por otro lado, si realmente le hubiera escrito esa pretendida carta del 23 de agosto, en ella debió comunicarle la pronta instalación del Congreso (que ya estaba acordado por aquel día) y no aparecer ella como primicia en la del 29 de agosto.

f) Es ilógico que San Martín se refiera a la designación de Álvarez de Arenales como comandante de las fuerzas argentinas y no a Rudecindo Alvarado que fue quien realmente quedó como jefe del ejército libertador y cuyo nombramiento se había hecho con bastante anterioridad.

La crítica axiológica (de valoración) señala que la misiva del 29 de agosto no carece de valor, pero éste solo reside en el hecho de que San Martín entendió razonable dejarla circular "porque en sus días representaba una versión incompleta y desfigurada, pero no enteramente falsa, que, al mismo tiempo, era útil para el Perú".
Pérez Amuchástegui señala, en conclusión, que la carta de Lafond es apócrifa, pero sin que ello signifique que no contenga algunas verdades, pero que ellas distan mucho de representar la verdad de lo acontecido. La misiva fue fraguada después de 1826 por el grupo peruanista interesado y empeñado en echar lodo sobre Bolívar, el cual recién abandonaba el Perú, pero cuya influencia se dejaba sentir. Algún «secuaz» (es el término que emplea Pérez Amuchástegui) del llamado grupo peruanista entregó a Lafond la misiva, el cual sin sospechar la superchería la llevó a Europa y la publicó, con tanta más confianza cuanto que San Martín tomó conocimiento de ella al leer las pruebas de la obra del viajero francés y no hizo la menor objeción. San Martín consintió su difusión porque ella, en su época, "representaba un elemento útil y capaz de concurrir a la pacificación y orden del Perú". Aquí estaría la explicación del por qué San Martín en un álbum entregado a Sarmiento, le dedicó el siguiente pensamiento del suizo Francisco Rodolfo de Weiss:
"Un prejuicio útil es más razonable que la verdad que le destruye".
Los principales sostenedores de la autenticidad de la carta del 29 de agosto de 1822, que han esgrimido valiosos argumentos a favor de ella y refutado las críticas de sus impugnadores, son: los argentinos Enrique de Gandía,
Ricardo Rojas y Colombres Mármol (h); el uruguayo Ariosto D. González, el paraguayo Julio César Chaves y el germano Gerhard Masur. No está de más aclarar que sólo mencionamos a los más representativos historiadores que, después de un análisis minucioso de la misiva, terminaron por pronunciarse favor de su autenticidad.
Los defensores de la autenticidad de este documento esgrimen, en la actualidad, un argumento común de muy gran peso, cual es el señalar que esta controvertida misiva está confirmada por los otros testimonios irreprochables de San Martín, cuales son las cartas a Miller (1827) y Castilla (1848).
Ya hemos señalado que, mientras que para algunos historiadores este documento posee una importancia fundamental, en cambio para otros no tiene ningún valor singular e incluso puede prescindirse de él. Mitre la bautizó como el "testamento político" de San Martín, concepto en el cual le sigue Colombres Mármol (h). Levene, por su parte, considérala como un "documento fundamental de la historia argentina y americana". En cambio Gandía y Chaves le restan total importancia. Gandía dice que "...la carta de Lafond no es ninguna columna vertebral de la historia sanmartiniana, como alguien ha dicho, enfáticamente, sino uno de los tantos documentos del archivo de San Martín que nada agrega ni nada quita a la gloria y al conocimiento de los detalles más significativos de la vida del Gran Capitán. Más aún: esta carta, mal leída, ha sido causa del desentendimiento y del odio que ha separado, desde hace un siglo, a los historiadores sanmartinianos y a los historiadores bolivarianos". Y J.C. Chaves, sentencia: "...en el estado actual de las investigaciones para explicar el misterio de Guayaquil, carece la famosa carta de importancia, pues lo dicho en ella por San Martín lo repitió después casi con las misma palabras al General Miller y al Mariscal Castilla. Ni un ápice varía la tesis sanmartiniana si se deja de lado".
Gandía ha hecho un análisis comparativo muy cuidadoso y crítico entre el contenido de la carta de Lafond con las versiones dadas por el propio Bolívar, y ha encontrado que existe una fiel correspondencia entre ambas versiones, lo cual –según Gandía- demuestra fehacientemente la autenticidad de la carta del 29 de agosto, porque ya no sólo hay fidelidad entre ella y los otros documentos emanados del propio San Martín, sino lo que es más importante, entre ella y los propios testimonio de Bolívar.

El historiador uruguayo Ariosto D. González ha hecho un acucioso análisis del controvertido documento, pronunciándose a favor de su autenticidad. Señala los siguientes factores que deben ser tenidos en cuenta al hacer el análisis en torno a su autenticidad:

1° Las cuatro primeras ediciones de esta misiva fueron hechas en vida de San Martín y más aún, fueron conocidas por él.
2° San Martín guardaba profundos recuerdos de la entrevista de Guayaquil. Lafond, Alberdi y Sarmiento lo visitaron y recibieron confidencias de él e incluso Lafond recibió documentos. Además, San Martín conoció los trabajos de ellos y nunca rectificó lo concerniente a la carta del 29 de agosto.
3° Uno de los argumentos esgrimidos por los historiadores venezolanos para señalar su carácter apócrifo, es el de sostener que ella es lesiva a la gloria del Libertador. En realidad esto es falso, ya que la carta sólo refleja la versión de San Martín.
4° Los impugnadores señalan que San Martín no ofreció a Bolívar servir bajo su mando. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que esta misma versión que aparece en la controvertida carta, la repitió a Manuel Guerrico, a Sarmiento y a Castilla.
5° Señalan los impugnadores que San Martín no solicitó ayuda militar. Pero lo cierto es que San Martín les afirmó a Guido, Guerrico, Alberdi, Sarmiento,
Miller y Castilla que él pidió a Bolívar la colaboración de todo el ejército colombiano. 
6° Señalan los impugnadores que el dato consignado en la carta de Lafond de 19000 realistas, para referirse al efectivo total del ejército realista en agosto de 1822, es falso y que ha sido tomado de la relación publicada por O’Connor en Potosí, en 1825, lo cual demuestra la superchería. En realidad este argumento es sólo una suposición, la cual carece de real fundamento.
7° El hecho de que Lafond no mencione cómo obtuvo la carta (que es otro argumento en su contra) se explica en razón de que él era un simple autor de relato de viajes y no un historiador, por lo tanto no preocupado por identificar la procedencia de sus fuentes.
8° Toda falsificación persigue un fin. Pero, de ser apócrifa ella, no se encuentra qué objetivo u objetivos perseguía. 9° También sería inexplicable, de ser cierta la falsedad de la misiva, el porqué San Martín consintió que ella circulara.

Las conclusiones a que llega A. D. González, son las siguientes:

1° La carta de 29 de agosto de 1822 debe ser admitida como auténtica en cuanto a su forma externa, material, y en lo relativo a su sentido espiritual.
2° Los hechos y circunstancias afirmados en la misiva, coinciden con los sucesos ocurridos y, aunque en detalle, pueden ser discutidos y rectificados, sólo debe ser con independencia de la autenticidad física de lo escrito y de la fidelidad intelectual de lo que se quiera expresar.
3° Dado el conocimiento que el general San Martín tuvo del texto publicado por Lafond y repetido por Alberdi y Sarmiento, hay que reconocer que lo aceptaba como auténtico y verídico.
4° La coincidencia de ese documento con las manifestaciones del general San Martín al General Guido, al General Miller, a Alberdi, a Guerrico, a Sarmiento, al Mariscal Castilla y con los sucesos ocurridos, le imprimen un sello de autenticidad y hace que valga, también, y como testimonio del prócer.

J. C. Chaves ha expuesto en su trabajo titulado "El portador de la Carta Lafond" un enfoque de gran mérito, por su originalidad. Como en la misiva se hace mención al Comandante Delgado como el encargado de haberla llevado a su destino, Chaves dirigió su investigación a la identificación de este enigmático personaje, pues de haber existido realmente, sería esto un elemento más, y de gran peso, a favor de su autenticidad. Encontró Chaves que el tal comandante Delgado era el segundo jefe del Regimiento Voltíjero (ex Numancia), el colombiano Miguel Delgado. Este personaje partió para Colombia, a bordo del "Boyacá", a fines de setiembre de 1822 y llegó a Guayaquil el 13 de octubre. Chaves cita en comprobación de este dato, la carta de 14 de octubre del general Antonio Morales dirigida a Santander, y en donde le dice: "Ayer ha llegado el teniente coronel Delgado, que últimamente era comandante del Numancia; trae muchos pliegos para el Libertador, y según dice la bruja lo llama el Congreso de Lima".
Se sabe, por otra parte, que Bolívar, el 11 de octubre, encontrándose en Loja, recibió noticias del retiro de San Martín. De Loja, el Libertador volvió sobre Cuenca, donde el día 27 resolvió marchar al norte. Pero al día siguiente, 28 de octubre, intempestivamente cambió de parecer y decidió pasar al Perú. ¿Qué lo llevó a tomar esta resolución? Lo decidió el haber recibido la carta de San Martín de 29 de agosto de 1822, con el correo llegado de Guayaquil. El día 30 Bolívar le escribía a Santander: "Aseguro a Ud. que la correspondencia de Lima ha multiplicado mis cuidados y mis responsabilidad, que es lo peor. Había pensado ir a Bogotá por ceder a las instancias de Ud. y porque conocía la razón para ello; pero he cambiado de resolución y ya no pienso más que en levantar 4000 hombres para mandarlos o llevarlos al Perú. Digo llevarlos porque no sé a quien confiárselos en un país muy difícil y enredado; que no tiene que comer y es carísimo; que no tiene agua y está helado; que no tiene gobierno y todos mandan. En fin, contra un enemigo que parece terriblemente y que probablemente cambia la suerte de América si no se le opone una resistencia vigorosa".
De Cuenca, Bolívar pasó a Quito, y allí Delgado se entrevistó personalmente con Bolívar, según se desprende de una carta del Libertador a Santander, en la cual le expresa: "He visto a Córdoba y a Delgado, que han venido de Lima y no añaden ninguna noticia: sólo sí confirman todo lo que antes le he escrito a usted".
J.C. Chaves a pesar de presentar la identificación del presunto dador de la controvertida carta, sin embargo no sostiene enfáticamente su autenticidad y ello a pesar de que según él existen tres factores más que hablan a favor de ella:

1° La carta es del estilo inconfundible de San Martín.
2° San Martín conocía la versión de la carta y no la desmintió; vale decir, la ratificó.
3° En las misivas a Miller y a Castilla, San Martín dio idéntica explicación de la entrevista y su retiro del Perú.

A pesar de todo esto, Chaves cree que aún no están completos todos los elementos que acreditan sin lugar a error, la autenticidad indubitable del controvertido documento. En su obra "La Entrevista de Guayaquil", publicada en 1965, dice al respecto: "Tanto lo que creen en su autenticidad como los que la niegan, poseen argumentos convincentes que merecen consideración y respeto..." Y párrafos más adelante, concluye: "...no creemos que a esta altura de la investigación se pueda afirmar «en forma terminante» la autenticidad de la carta de Lafond. Apenas nos inclinamos a considerarla verdadera".
Tal vez haya influido para esta actitud dubitativa, pero tan llena de sinceridad y humildad intelectual (cualidades realmente raras entre muchos de los diversos estudiosos de esta carta, que llenos de vanidad, orgullo y poca modestia, se niegan a ver los aspectos positivos de aquellos que sostienen ideas contrarias a las propias, para encerrarse dentro de un círculo dogmático que es necesario salvaguardar, recurriendo a todos los medios) las atingencias que le hiciera Vicente Lecuna, en el sentido de que, por ejemplo, el presunto cambio intempestivo de Bolívar de pasar al Perú, realmente no tiene tal característica, pues el Libertador siempre estuvo alerta a la situación del Perú, como es fácil comprobar leyendo el oficio de 9 de setiembre, la carta del Libertador a Peñalver de 26 de setiembre, y las misivas a Santander de 13 de setiembre y 11 de octubre. En esta última, se lee: "Todo esto (se refiere a los inconvenientes de la guerra en el Perú, debido al «escape» de San Martín, a la poca experiencia de Rudecindo Alvarado, al inconveniente de ser el ejército la unión de efectivos de cuatro naciones, a la presencia de jefes «facciosos», al avance realista hacia Lima) me hace pensar mucho sobre lo que debo hacer. Ya yo estaba determinado por irme por enero a Bogotá, y ahora no sé lo que haré, porque las cosas se están poniendo en un estado que indispensablemente han de sufrir numerosas alteraciones, en bien o en mal; y en uno u otro caso, siempre tenemos que resistir el choque de los vecinos españoles o peruanos. En fin, dentro de quince días diré a Ud. definitivamente lo que pienso hacer. Para entonces habré recibido mi correspondencia, pues hoy no me ha venido: sólo me ha llegado una carta de cumplimiento del general La Mar. Sin duda habrán ido a Guayaquil mis pliegos". (Lecuna, V. "Cartas del Libertador", tomo III; pp.101-102).
Sostiene Lecuna que el 28 de octubre recibió el Libertador noticias sobre la crítica situación del Perú, de parte del jefe colombiano Paz del Castillo, y ello fue lo que le decidió a no marchar hacia el norte. Aquel mismo 28 le escribió a La Mar, presidente de la junta gubernativa del Perú, dándole consejos militares para el caso que Lima fuese atacada por los realistas; le promete enviarle 6000 colombianos, aunque le hace presente que aún no había recibido respuesta a su ofrecimiento de 4000 hombres (oficio de 9 setiembre). Esta carta de 28 de octubre hace referencia a haber recibido noticias envidas por jefes colombinos: "No he recibido carta de Ud. con el correo del Perú, y escribo a Ud., sin embargo, para no perder tiempo sobre lo que he podido concebir por las correspondencias, que "últimamente he recibido de Lima, venidas por Guayaquil. Estas correspondencias son de nuestros jefes y oficiales colombianos y ninguna del gobierno ni de Ud." (Op. Cit.; t. III;pp. 110-112).
Asimismo, Lecuna argumentaba que, de acuerdo al contexto de la carta del 29 de agosto, Delgado («dador de esta») debió entregársela personalmente a Bolívar, conjuntamente con unos pretendidos regalos; pero esto no sucedió así y el Libertador nunca recibió los regalos que la controvertida misiva menciona.
Debemos mencionar, asimismo, que incluso entre aquellos que aceptan como prueba de gran valor la identificación del presunto portador de la carta del 29 de agosto, ha surgido un relativo pequeño problema. Para Corteaux Pellegrini y para Gandía no fue Miguel sino Ruperto Delgado el verdadero portador de la carta. Como ya sabemos, para J.C. Chaves fue Miguel Delgado. Por nuestra parte sostenemos que el comandante del Numancia que llegó a Guayaquil el 13 de octubre con pliegos del Perú fue Miguel Delgado. Veamos las pruebas.
Según la carta del general Morales a Santander de 14 de octubre, quien llegó un día antes fue el teniente coronel Delgado, "que últimamente era el comandante del Numancia". Y el comandante de este batallón (primero lo fue Tomás de Heres, al pasarse íntegro a las filas patriotas, pero éste tuvo que abandonar el Perú) lo era Miguel Delgado, según se puede comprobar leyendo, entre otros documentos, las cartas de Sucre al comandante del Numancia D. Miguel Delgado, para que éste abandonase el Perú con todo el regimiento (Ver: A.E. de la Rosa, "Firmas del Ciclo Heroico", documentos 193, 194, 195, 198 y 199).

Ruperto Delgado fue también comandante del Numancia pero cuando este batallón era fiel a la causa realista y no tuvo participación (a pesar de ser amigo íntimo de Heres) en la conjura del pase a las filas patriotas, por lo que fue apresado, para luego vivir sin ser fastidiado (gracias a la intersección de T. de Heres) en Supe y viajar posteriormente a Chile y de allí a Europa. (Ver:"Exposición que el General de Brigada Tomás de Heres presenta al público sobre las acusaciones que le hace D. Federico Brandsen en un impreso publicado en Santiago de Chile", en D.F. O’Leary "Historia de la Independencia Americana...; 1919; pp. 474-486) Y por si esto fuera poco, debemos decir que en la Relación de Oficiales del Numancia, hecha en Huaura a 29 de marzo de 1821, no figura ningún Ruperto Delgado, y sí, en la plana mayor, el Sargento Mayor D. Miguel Delgado" (D.F. O’Leary, Op. Cit: pp. 434-435).
Colombres Mármol (h) preocupado con ardor y pasión por la entrevista de Guayaquil, así como por reivindicar la memoria de su padre (que, como hemos analizado en nuestro trabajo "Dos casos de falsificaciones históricas en Hispanoamérica", desató una verdadera conmoción en el ámbito historiográfico al publicar un libro sobre la entrevista de los libertadores con documentos supuestamente inéditos, los cuales terminaron por ser tachados, al poco tiempo de su publicación, de apócrifos), ha expuesto una crítica seria, aunque suele dejarse llevar por el nacionalismo y el culto al héroe, sobre las conclusiones a las que llegara Pérez Amuchástegui sobre la carta de Lafond. Algunas de estas críticas están tan bien meditadas, que realmente echan por tierra las argumentaciones del autor de "La «Carta de Lafond» y la Preceptiva Historiográfica". Señalemos algunas de ellas:
1° La carta de M. Balcarce a Mitre de 8 de agosto de 1822 ha sido tendenciosamente interpretada por el profesor cordobés, en el sentido de duda sobre la existencia del borrador de la carta de 29 de agosto de 1822, cuando en realidad lo que colige del texto es sólo la duda de si San Martín envió o no dicho borrador a Guido.
2° Si el grupo peruanista fabricó esta carta después de 1826 para desprestigiar a Bolívar, es decir para cumplir un fin inmediato, ¿por qué se la entregaron a Lafond, un extranjero que tendría que hacer un largo y peligroso viaje a Europa, donde recién allí podría publicarla y en idioma francés? ¿Tendría explicación lógica esta actitud de los falsarios?
3° De haber estado comprometido Lafond en la superchería, ¿cómo se explicaría que habiendo llegado a Francia en 1833, recién en setiembre de 1839 entrase en contacto con San Martín y la publicase en 1843?
4° ¿Cómo es que pudieron estar seguros que San Martín no iba a denunciar el fraude?
5° En el período 1826-1828, fecha en la que según Pérez Amuchástegui debió ser elaborada esta carta, vivía no sólo San Martín sino también Bolívar y el comandante Delgado. ¿Cómo pudieron concebir los falsarios que ninguno de ellos la desmentiría?
6° ¿O es que acaso no tenían interés que fuese publicada de inmediato? ¿O tal vez los falsificadores contaban con que Bolívar moriría prematuramente?
En cambio, muy débil es el argumento de Colombres Mármol (h) para rebatir a Pérez Amuchástegui cuando éste sostiene que los epítetos contenidos en la carta de Lafond contra Torre Tagle («débil e inepto») no se justifican en esta época, en la cual el Protector tenía en buen concepto al que fuera Supremo Delegado del Perú. Debemos señalar que el peruano Javier Ortiz de Zevallos, que ha compilado la correspondencia entre Torre Tagle y San Martín, señala también la apocrificidad de la cuestionada misiva, basado en este mismo argumento de Pérez Amuchástegui. Colombres Mármol quiere explicar y justificar diciendo que dichos epítetos no son utilizados por San Martín en forma peyorativa, ya que «débil» hace referencia a la salud resquebrajada del marqués, en tanto que «inepto» sólo señala la poca capacidad del mismo para el mando. Como se puede apreciar, estos argumentos son totalmente endebles.
Gerhard Masur ha hecho un estudio muy detenido y metódico en torno a la carta de Lafond, señalando los elementos en contra de su autenticidad, los factores que la apoyan y, por último, poderosos argumentos en contra de los impugnadores del discutido documento. Los elementos en contra de su autenticidad, según Masur, son tres:
"The arguments brought against its authenticity are: (1) the original manuscript has not yet been found, (2) it was published twenty two years after it was written, and (3) it has not been clearly established how Lafond came into possession of the letter, that is, whether he received it from one of Bolivar’s aides or directly from San Martin. But this uncertainty does not seem in itself sufficient to discredit the letter. Similar charges can be preferred against many a famous South American documental; take, for instance, Bolivar’s "Carta de Jamaica". We are, therefore, obliged to submit the letter to further examination to determine its credibility, and it seems expedient at this point to present the documents in full in order that text and analysis may be clearly followed". (Masur, G. "The Conference of Guayaquil" p. 203).
En cuanto a los factores que hablan en su favor, Masur señala: "There are many factors which support the authenticity of this letter. Let us consider them in order: (1) Few historians before Lecuna have ever questioned the document. Even Bolivar’s most ardent partisan, as, for instance, Larrazabal or the very objective Paz Soldán, accepted it as true evidence. (2) Lafond, in whose book the letter was first published, was at the time of its writing in close contact with San Martin. He had asked the argentine for documents and information and had been supplied with both, including character sketch of Bolivar and Sucre. If the letter is not authentic we would be obliged to believe that San Martin had condoned and historical forgery in his own interest. Such an idea was alien to San Martin’s somewhat stoic and unostentatious temperament and seems incompatible with all the maims and norms which had guided him during his life. Furthermore Juan B. Alberdi, visited San Martin en 1843 and later published a biographical article about his hero including the now notorious letter as an addendum. (3) The letter of august 29 is confirmed by two other letters written at great intervals, the first one to Miller in 1827, and the second to Castilla in 1848. Both contain references to the meeting of Guayaquil which coincide with the statements made in august 1822" (Masur, G. Op. cit)

Masur, metódica y sistemáticamente pasa, en tercer lugar, a rebatir cada uno de los argumentos de los impugnadores de la controvertida misiva:
1° Que la carta de 29 de agosto contradiga la versión de Bolívar es explicable, teniendo en cuenta el carácter opuesto de los protagonistas y la naturaleza polémica de los asuntos tratados.
2° El aparente error de considerar 19000 efectivos para el ejército realista en agosto de 1822, se explica como un lapsus calami del Protector, quien en vez de escribir 10900 anotó 19000. Masur se basa, para afirmar esto, en el dato que dio Lecuna en 1945, de 10930 efectivos para el ejército realista. Pero debemos señalar que en 1949 Lecuna consignó que dicho ejército sólo llegaba a 9530 hombres.
3° La aparente contradicción de San Martín de decirle a sus íntimos de que la suerte del Perú estaba asegurada y consignar en la discutida carta que había solicitado el auxilio del ejército colombiano, se explica por una actitud lógica de justificar su retiro.
4° La división de Santa Cruz no utilizó, para su regreso a Lima, la vía marítima. Esto está confirmado por dos testimonios: una carta del Libertador a Santander de 14 de setiembre de 1822 y el testimonio dejado por M. A. López en sus "Recuerdos Históricos". Bolívar, en la citada misiva, le dice a Santander: "Hoy he visto una carta del general Santa Cruz al coronel Heres en que le dice, desde Piura, que marchaba para Lima aunque con poco gusto suyo". Manuel A. López consigna al respecto: "Luego que el Libertador tuvo conocimiento de cuanto había hecho el general Sucre, fijó su primera actuación en mandar ajustar y pagar la división del Perú, y una vez satisfecha de sus haberes, y habiendo ascendido a general de brigada a Santa Cruz, le devolvió sus tropas al gobierno peruano, haciéndolas regresar por tierra como habían venido".
Pretendemos, muy modestamente, colaborar en algo al esclarecimiento de la problemática de la denominada «carta de Lafond». Consideramos que la posición adoptada por los impugnadores en el sentido de querer negar su autenticidad porque no contiene «verdades» o porque no se ajusta a la versión de Bolívar es un criterio totalmente equívoco, pues un documento puede contener falsedades y ser auténtico. Es posible, por supuesto, llegar a la conclusión de que un documento (del cual, en este caso, no existe original ni copia) es apócrifo, por los datos contradictorios que contiene; pero no basta comprobar que contiene falsedades para de allí deducir necesariamente su inautenticidad, sino que es necesario confrontar ese presunto falso documento con otros de autenticidad indubitable pertenecientes al mismo personaje a quien se le atribuye la paternidad del cuestionado documento y apreciar si existen diferencias sustanciales entre ellos. Y en el caso de la carta de Lafond, ¿existen graves diferencias entre ella y los otros indubitables testimonios de San Martín? Sinceramente, no. De aquí que los impugnadores no pueden dar una explicación lógica (excepción hecha de Irrazaval) a la extraordinaria coincidencia entre esta controvertida misiva y otros documentos auténticos de San Martín, además de también existir correspondencia con los testimonios que nos han dejado algunos personajes que recibieron confidencias del libertador argentino.

Analicemos, con cierto detenimiento, esta plena coincidencia.

1. San Martín sostuvo que solicitó la colaboración de todo el ejército colombiano y que se ofreció servir bajo las órdenes de Bolívar.

a) Carta de Lafond.
"Los resultados de nuestra entrevista no han sido lo que me prometía para la pronta terminación de la guerra. Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido, o que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las fuerzas de su mando, o que mi persona le es embarazosa". "...Por consiguiente, sin el apoyo del ejército de su mando, la operación que se prepara por puertos intermedios no podrá conseguir las ventajas que debía esperarse si fuerzas poderosas no llaman la atención del enemigo por otra parte, y así la lucha se prolongará por un tiempo indefinido".

b) Carta a Miller
"En cuanto a mi viaje a Guayaquil el no tuvo otro objeto que el de reclamar del general Bolívar los auxilios que pudiera prestar para terminar la guerra del Perú...pero mis esperanzas fueron burladas al ver que en mi primera conferencia con el libertador me declaró que haciendo todos los esfuerzos posibles sólo podría desprenderse de tres batallones con la fuerza total de 1070 plazas. Estos auxilios no me parecieron suficientes para terminar la guerra, pues estaba convencido que el buen éxito de ella no podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación de todas las fuerzas de Colombia..."

c) Carta a Castilla.
"...pero mi entrevista en Guayaquil con el general Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) de que el solo obstáculo para su venida con el ejército de su mando, era la presencia del general San Martín, a pesar de la sinceridad con que le ofrecí ponerme bajo sus órdenes con todas las fuerzas de que yo disponía". "...cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas de Colombia y del Perú...".

2. San Martín señaló que se apartó del Perú a consecuencia de la entrevista de Guayaquil, convencido de que su presencia era el único obstáculo para la venida de Bolívar.

a) Carta de Lafond
"En fin, general; mi partido está irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes de entrante he convocado el primer congreso del Perú, y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile, convencido de que mi presencia es el solo obstáculo que le impide a usted venir al Perú..."

b) Carta a Miller
"... Estos auxilios no me parecen suficientes para terminar la guerra... así que mi resolución fue tomada en el acto creyendo de mi deber hacer el último sacrificio en beneficio del país. Al día siguiente y a presencia del vicealmirante Blanco, dije al Libertador que habiendo convocado el congreso para el próximo mes, el día de su instalación sería el último de mi permanencia, añadiendo: ahora le queda a usted general un nuevo campo de gloria en el que va usted a poner el sello a la libertad de América".

c) Carta a Castilla
"...pero mi entrevista en Guayaquil con el General Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) de que el solo obstáculo para su venida al Perú con el ejército de su mando, era la presencia del General San Martín... "Si algún servicio tiene que agradecerme la América es el de mi retirada de Lima..."

3. Consideró San Martín su retiro como un sacrificio

a) Carta de Lafond
"Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien la América debe su libertad. El destino lo dispone de otro modo, y es preciso conformarse..."

b) Carta a Miller
"...creyendo de mi deber hacer el último sacrificio en beneficio del país". c) Carta a Castilla "Si algún servicio tiene que agradecerme la América es el de mi retirada de Lima... Pero este costoso sacrificio..."

4. San Martín señaló que era necesario guardar silencio para evitar que de lo acaecido fuesen a sacar provecho los realistas y los intrigantes.

a) Carta de Lafond
"He hablado a usted, general, con franqueza, pero los sentimientos que exprime esta carta, quedarán sepultados en el más profundo silencio; si llegase a traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para perjudicar y los intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia".

b) Carta a Miller
"Pero este costoso sacrificio y el no pequeño de tener que guardar un silencio absoluto (tan necesario en aquellas circunstancias)..."

5. San Martín no dudaba que la guerra en el Perú estuviese segura, lo que él decía era que necesitaba la unión de ambos ejércitos para que dicha guerra concluyese más prontamente y sin tanto derramamiento de sangre.

a) Carta de Lafond
"...y así la lucha se prolongará por un tiempo indefinido. Digo indefinido, porque estoy íntimamente convencido que sea cuales fueren las vicisitudes de la presente guerra, la independencia de la América es irrevocable; pero también lo estoy de que su prolongación causará la ruina de sus pueblos".

b) Carta a Miller
No consigna datos sobre el particular.

c) Carta a Castilla
"...sino que me era tanto más sensible (se refiere a su retiro) cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas de Colombia y del Perú la guerra de la independencia hubiera terminado en todo el año 23".

6. San Martín refirió que le dijo a Bolívar que un nuevo campo de gloria le quedaría abierto al separarse él del Perú.

a) Carta de Lafond
"No dudando que después de mi salida del Perú, el gobierno que se establezca reclamará la activa cooperación de Colombia, y que usted no podrá negarse a tal exigencia..."

b) Carta Miller
"... dije al Libertador que habiendo convocado el Congreso para el próximo mes, el día de su instalación sería el último de mi permanencia en el Perú, añadiendo: ahora le queda a usted general un nuevo campo de gloria en el que va usted a poner el último sello a la libertad de América".

c) Carta a Castilla

No consigna nada al respecto.

Como se podrá apreciar, la correspondencia entre estos tres testimonios es absoluta. Por tanto, para esclarecer este espinoso problema sobre la autenticidad o apocrificidad de la carta del 29 de agosto no debe, de ninguna manera, pasarse por alto este hecho fundamental. Casi todos los impugnadores lo han eludido, de allí que uno de los puntos más débiles de sus argumentaciones lo sea el dejar inexplicada esta correspondencia. Lecuna, por ejemplo, que tan sagazmente ha estudiado esta misiva, señala que existen ocho documentos que prueban su carácter apócrifo: cuatro bolivarianos (las dos relaciones Oficiales, la carta a Santander de 29 de agosto y el oficio de 9 de setiembre) y cuatro sanmartinianos (la exposición de San Martín al Congreso, y sus cartas a O’Higgins, Luzuriaga y Alvarado, todos ellos referentes a su confianza en la suerte de la guerra y a su retiro del Perú).
Pero Lecuna en ningún momento nos da una solución satisfactoria a la perfecta correspondencia entre la controvertida carta con las misivas dirigidas a Miller y Castilla. Queda, por tanto, su análisis incompleto. Algo más, San Martín en ningún momento expresó que la suerte del Perú estaba perdida sin la colaboración del ejército colombiano, sino que él consideraba necesario la unión de ambos ejércitos para una pronta terminación de la guerra, y esto es lo que aparece en la discutida misiva.
Cristóbal L. Mendoza no deja de reconocer, aunque tácitamente, las similitudes entre la carta de Lafond y las dirigidas a Miller y Castilla. Pero Mendoza trata de explicar estas semejanzas diciendo que San Martín se vio en la imperiosa necesidad, debido a los reproches que recibía de sus amigos por su retiro del Perú, de inventar como excusa de su retiro la negativa de Bolívar a los auxilios militares que él fuese a solicitarle a Guayaquil. En el informe evacuado por este prestigioso historiador venezolano en torno a la discutida misiva, y sobre el particular que comentamos, leemos:
"Las cartas de San Martín para Miller y Castilla carecen de fuerza probatoria ante los documentos ya comentados y las circunstancias expuestas. Tales cartas constituyen, en efecto, una mezcla de interpretaciones ocasionales, de comentarios psicológicos y de errores evidentes que no alteran la verdad de lo ocurrido, aun cuando tienen su lógica explicación. Desde el momento mismo de su renuncia, San Martín se había visto acosado y atormentado por las recriminaciones de sus amigos y servidores, quienes le echaban en cara, casi como una traición, el que hubiese abandonado la empresa de liberación del Perú, dejándolos expuestos a los más tristes azares...
En presencia de esos ásperos ataques y duras recriminaciones, que debían conturbar hondamente su espíritu, es perfectamente explicable que San Martín hubiese recurrido al subterfugio, ante la interrogación indirecta de Miller sobre lo ocurrido en la entrevista de Guayaquil, y adujera como motivo de ésta el de los auxilios militares colombianos, aun cuando dicha cuestión, como se verá más adelante, no justificaba el viaje por sí sola..."

Como se podrá apreciar, en realidad C. L. Mendoza no enfoca directamente el problema de explicar el porqué de la correspondencia entre la misiva del 29 de agosto con las dirigidas a Miller y Castilla. Aun admitiendo, hipotéticamente, que San Martín se hubiese visto obligado a inventar falsedades para justificar su retiro del Perú, esto en nada explica el por qué de la correspondencia entre los documentos auténticos con el controvertido.
Isaac J. Barrera, impresionado por las múltiples semejanzas existentes entre estos tres documentos, considera que ello se debería a que la carta de Lafond fue elaborada por personas que conocían la misiva que San Martín le envió a Miller el 19 de abril de 1827. Esta hipótesis es muy deleznable, porque supondría ver comprometido en dicha superchería a Miller, el cual, si embargo, en sus Memorias no aprovechó la versión que San Martín le diera sobre la entrevista de Guayaquil en la citada carta.
Se ha dicho que la carta de Lafond es apócrifa porque dice exactamente lo contrario de lo que dijo Bolívar sobre lo acaecido en Guayaquil. Este argumento tendría algún valor si fuera el único testimonio de San Martín, por lo que resultaría lógico pensar de inmediato en un fraude. Pero ya sabemos que esto no es así, que sus otros testimonios confirman lo que se dice en la cuestionada carta. Por otro lado, los impugnadores que emplean este argumento parten del hecho prejuicioso de que la «verdad» de lo sucedido se encuentra en la versión de Bolívar y que por lo tanto todo documento que diga otra cosa es apócrifo o por lo menos mendaz. Esto es, desde todo punto de vista, antimetodológico ya que admitiendo incluso que la versión de Bolívar fuese la que reflejara la verdad de lo acontecido, otros testimonios que digan lo contrario no serían necesariamente apócrifos, sino, en primer lugar, no veraces, sin que ello excluya, por supuesto, que profundizando el análisis pueda comprobarse que además son apócrifos. Este carácter de apocrificidad no se puede determinar sólo con el análisis de veracidad hecho sobre la base del documento cuestionado (la carta de Lafond) en confrontación con los testimonios de Bolívar, sino que es fundamental confrontarlo con las versiones de autenticidad saneada del propio San Martín. Ya hemos comprobado la perfecta correspondencia que existe entre estos documentos. Pero, y aquí radica el error de los que sostienen la autenticidad de la carta de Lafond, de esto no puede colegirse la autenticidad del discutido documento, porque desde un punto de vista eminentemente metodológico, es necesario aún dar un nuevo paso en su análisis antes de arribar a una conclusión sobre su autenticidad o apocrificidad. Más adelante nos detendremos en este eslabón metodológico que falta. Todavía nos queda formular y reformular algunas críticas de los impugnadores.

Señalan los impugnadores que los datos numéricos consignados en la carta de Lafond, referentes al ejército realista son falsos y anacrónicos, así como también es errado el número de hombres que dicha carta considera para el ejército patriota. La carta de Lafond atribuye a los realistas 19000 efectivos, cuando en realidad sólo tenían, por aquella época 9530 hombres. Según Lecuna la explicación de tan craso error estriba en que el falsificador consignó el dato del total del ejército realista alcanzado en 1824. El mismo Lecuna considera que en agosto de 1822 el ejército patriota alcanzaba 30000 efectivos, con lo que la superioridad patriota era bien manifiesta.
Pero, ¿son totalmente ciertos estos datos? Realmente, no. El historiador peruano Carlos Dellepiane, tan meticuloso en el aspecto militar de la historia peruana, asigna al ejército realista al iniciarse la campaña libertadora, un total de 23000 soldados, incluyendo a los de la guarnición del Callao y las unidades que se encontraban en el Alto Perú. Otro historiador peruano, Rubén Vargas Ugarte, tan escrupuloso como documentado, también asigna este número a los realistas, basado en un documento de julio de 1820, que fuera remitido al Cónsul de España en Bruselas, y en el cual se consigna los siguientes datos:

Ejército del General D. Juan Ramírez o del Centro:     7.000 hombres
Vanguardia mandada por el Brigadier Olañeta:            4.000     
En Arequipa, al mando del Brigadier Ricafort:             3.500    
En Lima, al mando del teniente General La Serna:      6.000     
En Chiloé, al mando de Quintanilla:                           1.000       
En Pisco, al mando de Quimper:                                  500       
En el Cusco:                                                                500        
En La Paz:                                                                    500    
Total…………………………………………….:    23.000   

La retaguardia está en Oruro y Arica, el centro en Tupiza y la vanguardia en la garganta de Salta y Jujuy" (Vargas Ugarte, Rubén "Historia General del Perú", tomo VI; pp.75-76).
No está demás recordar que ya Carlos Cortés Vargas consideraba que el ejército realista al cual tuvo que enfrentarse San Martín tenía 17000 efectivos, no considerando el citado autor en este número al Ejército del Centro. Veamos los datos que consigna Cortés Vargas:
"Las tropas españolas que guarnecían el virreinato del Perú y contra las cuales iba a actuar el General San Martín, se componía de tres ejércitos:

Ejército de Lima, con un total de: 8.188 combatientes
Ejército de Arequipa:                    2.388     
Ejército del Alto Perú:                  6.500     
O sea un total de……………     17.076     

Lecuna, por otra parte, le asigna al Ejército Libertador una superioridad extraordinaria que no tuvo en agosto de 1822, pues le llega a atribuir más de 30000 efectivos, según se desprende de los siguientes datos que consigna:

"Cuerpo de Alvarado, en Lima:                                7544 hombres
División Colombiana, lista pasada en Lima              1656       
División Santa Cruz, despachada con 1700               1500       
Ejército de San Martín:                                             10700       

Sin contar los batallones y un escuadrón adiestrado por el General Martínez, en Huaraz, 649 guerrilleros regimentados alrededor de Lima y en reserva 13970 milicianos en el norte y 7318 en Lima y provincias centrales, aptas para dar reemplazos rápidamente" (Lecuna, Vicente. "Nuevas versiones sobre la Entrevista de Guayaquil").

Estos datos son realmente abultados. Historiadores peruanos reconocidos por su seriedad y bien documentadas obras, tales como Nemesio Vargas y Rubén Vargas señalan que al ser revistado el Ejército Libertador, en junio de 1822, por San Martín, en el campo de San Borja, arrojaba 7491 hombres y 397 jefes y oficiales, y la Guardia Cívica un total de 7318 efectivos. Añadiendo la división de Santa Cruz, el Ejército Libertador del Perú llegaba tan sólo a 16000 efectivos, entre los cuales se contaban gran número de reclutas.
En una obra publicada por el Estado Mayor General del Ejército del Perú, se consigna, para octubre de 1822, el siguiente cuadro perteneciente al ejército patriota:

TROPAS PERUANAS
Regimiento de Infantería Legión Peruana:                 1.275 hombres
Batallón N° 2 (antiguo Trujillo N° 2):                          536      
Batallón N° 3:                                                            333      
Batallón N° 4 (antiguo Piura N° 4):                             485      
Batallón Cazadores del Ejército:                                  753      
Regimiento de Caballería Húsares a 2 escuadrones:      489      
Escuadrón Dragones de San Martín:                            179      
Escuadrón Dragones de la Escolta General:                 293      
Total…………………………………………… : 4.344      

TROPAS ARGENTINAS
Regimiento de Inf. Río de la Plata, a 2 batallones
(Formado por los antiguos batallones 7 y 8 que
vinieron con la Expedición Libertadora):                    1.100 hombres
Batallón N° 11:                                                            350    "
Regimiento de Caballería Granaderos a Caballo:           509     "
Total………………………………………......… : 1.959    "

TROPAS CHILENAS
Batallón N° 2 (en cuadro):                    160 hombres
Batallón N° 4:                                       700     "
Batallón N° 5:                                       400     "
Regimiento de Artillería:                         282     "
Artillería volante:                                   278     "
Total……………………………  .:  1.820   "

TROPAS COLOMBIANAS
Batallón Vencedor:                                        572 hombres
Batallón Pichincha:                                        573    "
Batallón Yaguachi:                                        367    "
Batallón Voltígeros (antiguo Numancia):        618   "
Total……………………………………: 2.230 "

RESUMEN
Tropa peruana             4.343 hombres
Tropa argentina          1.959       "
Tropa chilena              1.820       "
Tropa colombiana       2.230       "
Total…………….:   10.352       "

Los impugnadores sostienen que es imposible que San Martín escribiera a Bolívar que las bajas de la división de Santa Cruz no habían sido reemplazadas, porque ello había ocurrido hasta en dos oportunidades. Tampoco San Martín hubiera expresado que dicha división se desplazaba por tierra, cuando realmente lo hizo por vía marítima. Como ya hemos señalado, ha sido G. Masur quien ha cuestionado este argumento, basado en una carta de Bolívar a Santander de 14 de setiembre de 1822 y en lo consignado por Manuel A. López sobre el particular. Nosotros queremos hacer algunos alcances sobre este punto. En primer lugar, nos encontramos con que el dato cuestionado (el no reemplazo de las bajas) se deriva, según el contexto de la carta, de una misiva dirigida por Santa Cruz al Protector. De ser verídico esto, ¿de qué fecha sería dicha correspondencia? Sabemos que durante su permanencia en Guayaquil el Protector no se encontró con Santa Cruz, el cual tácticamente no fue enviado a dicho puerto. San Martín arribó a Lima el 19 de agosto y el 29 escribió a Bolívar, si es que realmente fuera auténtica la denominada carta de Lafond. Siempre en el terreno de las suposiciones, tendríamos que la carta de Santa Cruz debió ser de mediados o fines de julio y recibida por San Martín entre el 19 y el 29 de agosto. En segundo lugar, la documentación existente es clarísima en cuanto a que la división de Santa Cruz no utilizó la vía marítima para su regreso al Perú y que de ninguna manera pudo haber llegado, como afirman los impugnadores de la carta, a comienzos de agosto. Veamos con más detenimiento este aspecto.
Lecuna contrapuso a G. Masur afirmando, muy sagazmente, que el hecho de que Santa Cruz escribiese una carta desde Piura (a Heres) no probaba que la marcha hubiese sido por tierra, pues la escuadra tocó en ese puerto –según Lecuna- donde Santa Cruz tenía una casa montada. Lecuna, sin embargo, nada dice respecto al testimonio de Manuel A. López, esgrimido por Masur, pero en cambio señala un nuevo documento para él definitivo en la solución de este problema. El documento en cuestión es una carta de O‘Higgins a Miguel Zañartu, suscrita en Santiago de Chile el 24 de agosto de 1822 y en la cual se lee:
"He recibido la carta de García que me vino por el conducto del señor Riglos. El libertador Bolívar se halla en Guayaquil, adonde se enarboló la bandera de Colombia tres días después de su entrada y quedó incorporada a aquella república. La Prueba y escuadra de Lima se hallaban en dicho puerto y me escribe Blanco que iba a recibir y embarcar en el término de cinco días la división del Perú, que tanta parte tuvo en la victoria de Pichincha..." (Lecuna, V. "Defensa de la Crónica Razonada de las Guerra de Bolívar").
Como se podrá apreciar, en esta carta se hace referencia a que en el puerto de Guayaquil la escuadra peruana esperaba embarcar, para transportarla a Lima, a la división peruana, pero no demuestra que ello realmente sucediera así. Y de hecho, la división de Santa Cruz no se embarcó en dicha escuadra.
Lecuna y Sergio Ortiz sostienen que la división peruana se embarcó en el puerto del Naranjal, y no en Guayaquil, entre el 22 y 25 de julio y que ya a principios de agosto estaba en el Callao. Para afirmar esto último, olvidan dichos historiadores que el viaje entre Guayaquil y Lima demoraba no menos de 20 días. Suponiendo que fuera cierto que saliera entre el 22 y 25 de julio, debió llegar al Callao unos tres o cinco días antes que el Protector, el cual habiendo salido la madrugada del 28 de julio de Guayaquil, llegó al Callao el 19 de agosto, en un viaje sin inconvenientes. Si realmente Santa Cruz hubiese llegado antes del 29 de agosto, la carta de Lafond sería necesariamente apócrifa, porque para que en dicha fecha estuviese en Lima necesariamente hubiese tenido que emplear la vía marítima, y como está probado fehacientemente que habían sido reemplazadas sus bajas, no podía San Martín quejarse de que ello no había ocurrido. El contenido de la carta de Lafond implica que la división peruana al mando de Santa Cruz no había llegado a Lima hasta el 29 de agosto de 1822. Si se demostrase que Santa Cruz llegó antes de esa fecha, sería ello una prueba concluyente de su apocrificidad, pues demostraría que su fabricante olvidó este detalle, Pero, ¿realmente llegó Santa Cruz con su división antes del 29 de agosto de 1822? La respuesta concluyente es, no. Los documentos prueban, sin dejar lugar a dudas, que no llegó a comienzos de agosto como suponían Lecuna y Ortiz, y ni siquiera a mediados de dicho mes. En una proclama que San Martín dirigiera al pueblo peruano, publicada en la Gaceta del Gobierno del 24 de agosto, podemos leer sobre el particular, lo siguiente:
"La libertad del país asegurada por su representación no será perturbada por nuestros enemigos. Tres batallones de los bravos de Colombia unidos a la valiente división del Perú, debe arribar a esta playas de un momento a otro a unirse a sus compañeros de armas y terminar esta guerra desoladora".
Este documento prueba fehacientemente que hasta el 24 de agosto la división de Santa Cruz, esperada con ansiedad, aún no había llegado a la capital. Prueba, asimismo, que se esperaba que dicha división viniese en la escuadra peruana conjuntamente con los auxilios colombianos. ¿Cuándo llegaron estos tres batallones de Colombia? ¿Llegó conjuntamente con ellos la división al mando de Santa Cruz?
Cortés Vargas señala que los auxilios colombianos al mando de Juan Paz del Castillo zarparon del Puerto de Puná, embarcados en la Escuadra Peruana, en los primeros días de agosto, y que las fragatas Moctezuma y Venganza, donde venía el grueso del ejército colombiano, tardó en el viaje treinta y cuatro días, en tanto que una compañía del Yaguachi empleó en el viaje sesenta días de navegación, todo esto debido a lo pésimo que fue esta travesía. Cortés Vargas supone, equivocadamente como veremos a continuación, que en esta expedición se embarcó la división de Santa Cruz.
Lo cierto es que la división colombiana no estuvo en Lima en los primeros días de agosto, sino en los primeros días de setiembre, aunque no en forma total, porque una compañía del Yaguachi tardó en el viaje nada menos que sesenta días. Veremos, a continuación, que Santa Cruz y su división llegaron a Lima en octubre de 1822.
Ezequiel Márquez en un bien documentado trabajo titulado "El Coronel Don Andrés de Santa Cruz en Cuenca", nos da la clave sobre el viaje de regreso al Perú de la división peruana al mando de Santa Cruz. Este estudio de E. Márquez no suele ser tenido en cuenta, a pesar de aportar valiosos documentos. Trataremos de sintetizarlo en todo aquello que nos dé luces sobre la ruta de regreso y la época.
Santa Cruz pensaba utilizar la vía más corta de regreso: Quito-Riobamba-Guayaquil. Sin embargo, el Libertador para evitar que dicha división peruana fuese a hacer algún acto de fuerza en Guayaquil a favor de la anexión de dicha provincia al Perú, decidió enviarla por la ruta Quito-Cuenca-Loja-Macará. En atención a estos acuerdos, el 18 de junio de 1822 Sucre pasó a Tomás de Heres, Gobernador de Cuenca, el siguiente oficio:

"República de Colombia.- Gobierno del departamento de Quito.- Quito, 18 de junio de 1822.- 12°.-Al Sr. Coronel Tomas Heres, Gobernador Comandante General de la Provincia de Cuenca.-Señor Coronel.- La división del Perú, que regresa a Lima, sale de esta capital con dirección a ésa, el 22 del corriente; de modo que con las detenciones y marchas de ella estará el día 8 de julio en el primer pueblo de esa provincia, a menos que suceda alguna novedad que la obligue a detenerse más de lo que yo he calculado. Todo lo que comunicará a V.S. el Gobernador de Alausí, que está prevenido de avisar a V.S. el día fijado en que deba tocar el primer punto de la provincia de Cuenca, y también el camino que lleva la tropa, para que V.S. disponga que en los pueblos de su jurisdicción, donde deba hacer parada, se le asista con todo lo necesario, teniendo entendido que la división la compondrán unos mil trescientos hombres. En Cañar deberán descansar dos o tres días, y mucho más si van por el páramo; de allí continuarán hasta esa ciudad, en donde es indispensable se detengan, también algunos días mientras son habilitados.- V.S. me avisará, volando, el dinero que tenga allí para asistir esta tropa, y dará sus órdenes anticipadas a los demás pueblos por donde deba pasar, cuando marcha a Loja y también a aquel gobierno, para que se prevenga víveres y demás necesarios a que esté muy bien cuidada y nada le falte hasta el Macará. Dios guarde a V.S. [f] A. J. de Sucre.­
P.D. Como no sabemos los días que se detendrá la tropa en Riobamba, no es posible calcular el día que estará en el primer pueblo de la provincia.-[f] Sucre".

Sin embargo, el movimiento señalado no vino a realizarse sino en el mes de julio. El 1 de julio Sucre enviaba a Heres el siguiente oficio:

"República de Colombia.- Gobierno del Departamento de Quito.- Quito, a 1 de julio de 1822.- 12°.-Al Sr. Gobernador Comandante General de Cuenca.- La división del Perú marcha para su destino y debe ser auxiliada en el presente mes que invertirá en marchas. Si de los doce mil pesos que existen en esa caja, no ha satisfecho V.S. la libranza que le giré de cuatro mil pesos, entregará al Sr. Coronel Santa Cruz diez mil pesos; pero si la libranza fue cubierta, se pondrán a su disposición los ocho mil pesos que quedan y V.S. hará sus esfuerzos para completar los diez mil que necesita.-Dios guarde a V.S. ms as [f] A. J. de Sucre".

La decisión tomada referente a la ruta de regreso que debería emplear le fue comunicada a Santa Cruz mediante oficio suscrito por Sucre. Santa Cruz, a pesar de ello, dudaba aún el 3 de julio sobre la ruta que seguiría, según se desprende de un oficio que enviara, desde Quito, con dicha fecha, a Heres:

"Por el adjunto documento que incluyo a V.S. verá que se ha destinado para auxiliar a esta división en su marcha diez mil pesos a que ella tiene opción. Como quiera que no se le ha socorrido con otra cosa desde el primero de mes, sin embargo de contar ya tres días en la ciudad, me es de necesidad adelantar por ellas al Subteniente Dn. Sebastián Fernández, para que V.S. con este conocimiento tenga a bien remitírmelos a la brevedad posible...La ruta de mi marcha que emprenderé hoy no está decidida sino hasta Riobamba; si yo debiera seguir la de Cuenca lo comunicaré a V.S. oportunamente. Dios Gde. a V.S. mas [f] Andrés de Santa Cruz".

El 11 de julio de 1822 Santa Cruz y parte de la división a su mando, la cual marchaba por escalones, llegaron a Rollo del Vecino, donde fueron recibidos por Heres, autoridades de Cuenca y vecindario. Se hospedó el jefe altoperuano en la Casa de la Contaduría Real. Exigió a Heres que se completase las bajas de la división, por deserción y muerte, lo cual fue satisfecho. También exigió la indemnización del dinero de la Caja de Guerra de la Comisaría del Perú que había sido hurtada durante el trayecto Saraguro – Cuenca.
La división peruana cometió muchos abusos contra los habitantes, por lo que el 23 de julio el Concejo Municipal, en su sesión del día, discutió sobre el particular y decidió dar aviso de ello al libertador Bolívar.
En los primeros días de agosto se despidieron, el coronel Santa Cruz y parte de su división, de la ciudad de Cuenca, "dejando recuerdos ingratos a sus hospitalarios moradores".
Como la división auxiliar peruana marchaba por escalones, los Granaderos a Caballo y Cazadores arribaron a Cuenca recién a fines de agosto, quedando aún en esta ciudad varios enfermos, a los que se atendió solícitamente.
Santa Cruz continuó su desplazamiento a marchas forzadas. Desde Piura le escribió a Bolívar pidiéndole que castigase al capitán Manuel Serrano, por haber maltratado a la división peruana en su marcha de regreso al Perú. Esta solicitud requiere una pequeña explicación, para poder conocer los hechos que la motivaron.

Cuando Santa Cruz llegó a Rollo del Vecino con parte de su división, el resto había quedado en Alausí, a donde Heres envió al capitán Manuel Serrano para recibir y atender a dichas tropas. Pero como el comportamiento de éstas fuera totalmente inconsiderado para con el pueblo, Serrano tuvo que implantar orden con toda energía. Estos abusos de la división Peruana volvieron a repetirse en la propia ciudad de Cuenca, cuando ya Santa Cruz había salido de ella, y Serrano tuvo necesariamente que actuar con fuerza. Tan graves fueron los atropellos peruanos, que el Cabildo de Cuenca se reunió y trató sobre el particular y decidió, asimismo, informar a Bolívar. En el acta de dicha sesión se puede leer lo siguiente:

"Hallándose juntos y congregados en esta sala para tratar y acordar los negocios tocantes al buen gobierno de la república, se tuvo a consideración el conflicto a que se hallaba reducida la provincia, especialmente este vecindario por las arbitrariedades de los Dragones Montados de la División del Perú, que se hallaba de tránsito en esta ciudad..."
Santa Cruz, informado de estos hechos, creyó necesario protestar por lo que él consideraba una inconsideración y maltrato hacia la división peruana. Bolívar, que llegó a Cuenca de visita el 8 de setiembre, se informó de esta queja y de inmediato ordenó oficiar a Heres para que investigase sobre el particular (el oficio lleva fecha de 10 de setiembre) y en caso de que se encontrase culpabilidad en Serrano se le enviase a Quito, para someterlo a consejo de guerra.
Estando en Piura, Santa Cruz fue, asimismo, informado que en Cuenca parte de su división había sido auxiliada económicamente y en vista de ello remitió desde la mencionada ciudad de Piura, con fecha 6 de setiembre, el siguiente oficio:
"Piura, setiembre 6 de 1822.- Al Gobernador de la provincia de Cuenca.- Señor Gobernador: Tengo entendido que al paso por esa ciudad han sido auxiliados por V.S. con algún dinero los Granaderos a caballo y otra partida de Cazadores.- Sírvase V.S., si lo tiene a bien, pasarme una razón de lo que hubiese sido para mi conocimiento y los inconvenientes.- Con este motivo tengo la honra de repetirme de V.S. su más atento servidor. [f] Andrés de Santa Cruz".

Que Santa Cruz no llegó a la capital del Perú en agosto queda totalmente comprobado con estos documentos consignados por E. Márquez. Lo mismo diremos acerca de su pretendido embarque conjuntamente con la división auxiliar colombiana. La división peruana al mando de Santa Cruz se desplazó por tierra y a escalones por territorio colombiano y al parecer el punto de reunión de toda la división fue la ciudad de Piura. Bolívar, en carta a Santander fechada en Cuenca a 14 de setiembre de 1822, escribe: "Hoy he visto una carta del general Santa Cruz al coronel Heres en que le dice, desde Piura, que marcha para Lima, aunque con poco gusto suyo,..."(Lecuna, V. "Cartas del Libertador"; tomo III; p.88). Santa Cruz reinició, en la ciudad de Piura, su marcha hacia Lima, ciudad esta última donde llegó en el mes de octubre. En el acta de la sesión del Congreso
Peruano de 23 de octubre de 1822, encontramos el siguiente dato: "Se leyó el oficio del Sr. General D. Andrés de Santa Cruz por el que da razón de su llegada a esta capital, y manifiesta la gloria con que mira reunido al Soberano Congreso, al que protesta subordinarse concurriendo a sostener la libertad política y civil del Estado. Fue oído con agrado".

En aquella misma sesión del 23 de octubre, el Congreso decretó, a propuesta de Luna Pizarro, conceder "al general Santa Cruz una medalla de las tres que se batieron para repartir el 28 de julio a los beneméritos de la Patria, grabándose en el reverso la siguiente inscripción: "El Congreso Constituyente del Perú al mérito: año de 1822.- 3°" y a propuesta de J. F. Sánchez Carrión el votar "una acción de gracias al mismo General Santa Cruz y su división triunfante en Pichincha". Estos decretos aparecieron publicados en La Gaceta del Gobierno, del 26 de octubre de 1822.

Demostrado que Santa Cruz no llegó en agosto de 1822 y que no utilizó la vía marítima, no puede de aquí inferirse necesariamente que sea un factor a favor de la autenticidad de la carta cuestionada, pues queda la posibilidad de pensar que, en caso de ser ella un fraude, el falsario estaba bien enterado de todos los pormenores de la época. A pesar de esta salvedad, debe reconocerse que constituye un elemento más que habla bien a las claras que lo consignado en el controvertido documento se corresponde con los hechos del momento, sin que pueda encontrarse gruesos errores o falsedades.
Los impugnadores de la carta del 29 de agosto consideran que San Martín no solicitó a Bolívar auxilio militar, y que por lo tanto como dicha misiva trae ese dato, no puede ser de San Martín. Este argumento es totalmente deleznable, porque, por un lado, considera que la verdad de la entrevista está en la versión de Bolívar, y por otro lado, nada dice respecto a que en otros documentos indubitables de San Martín, se señale dicha solicitud. Los impugnadores arguyen, asimismo, que de haber sido cierta esa solicitud, el Libertador no se hubiera podido negar, debido a que existía entre Colombia y Perú un tratado de federación, suscrito en Lima el 6 de julio de 1822. (Ver el texto íntegro del tratado de unión, liga y confederación perpetua, en Leguía y Martínez, Germán, Op. Cit; tomo VII pp. 312 – 315, con su tratado adicional que se encuentra en las pp. 318-320). Este argumento es tan débil como el anterior. En primer lugar, porque dicho tratado no estaba ratificado por Colombia. Esa ratificación recién se hizo el 12 de julio de 1823, a pesar de que Torre Tagle, por el Perú, lo había ratificado el 13 de julio de 1822 y el Congreso Constituyente Peruano hizo lo propio el 12 de noviembre de 1822. El canje de las ratificaciones no se hizo, entre otras cosas porque habiendo llegado Bolívar al Perú a comienzos de setiembre de 1823, se consideró innecesario dicho acto, al ser Bolívar gobernante del Perú en calidad de dictador, cargo que le otorgó el propio congreso peruano. Y en segundo lugar, porque lo que pedía San Martín a Bolívar era la unión de ambos ejércitos y ello no estaba previsto en dicho tratado.
Un argumento aún más inconsistente que los anteriores es aquel que señala que es falso el pedido hecho a Bolívar, porque lo lógico hubiera sido que San Martín recurriese para esto a Chile y a las Provincias Unidas del Río de la Plata y ello, según los impugnadores, no ocurrió. Argumentar así es desconocer totalmente, por ejemplo, las misiones de Antonio Gutiérrez de la Fuente en las Provincias Unidas del Río de la Plata (que fue un total fracaso) y la de José Francisco Cabero y Salazar, en Chile. Sobre estas dos misiones puede leerse en Leguía Martínez, Germán; Op. Cit; tomo VII; pp. 339-373.

El argumento de Lecuna referente a que de haber existido realmente la carta del 29 de agosto, hoy contaríamos con la respuesta de Bolívar, es de gran peso. Pero se puede pensar que tal vez exista tal respuesta y que lo que ocurre es que no ha sido hallada. Suponer, como lo hace Lecuna, que de haber existido esta respuesta ella contendría términos duros, es pensar prejuiciosamente que San Martín escribió falsedades, cuando el problema es de un desencuentro entre los dos libertadores, cada uno con su propia óptica y su propio proyecto.
Muchos de los argumentos de Pérez Amuchástegui son totalmente endebles y algunos de ellos han sido certeramente rebatidos por Colombres Mármol (h). Nosotros queremos incidir en algunos no tocados o insuficientemente criticados, de los cuales uno es de gran peso y requiere un análisis muy cuidadoso. Los dos meses que en la carta de Lafond se dan como plazo para que los realistas pudiesen reunirse, no es extremadamente corto, si se tiene en cuenta que se habían concentrado, por esta época, en la parte central y sur del Perú y en perfecto pie de guerra. Por otra parte, que la carta de Lafond contenga términos despectivos contra Torre Tagle se pueden explicar por una actitud doble de San Martín con relación al citado marqués, al cual en sus comunicaciones trataba tan cortés y amigablemente, pero al cual, en el fondo, lo tenía en mal concepto. Recordemos al respecto que Heres contó que en cierta ocasión San Martín le dio un abrazo muy efusivo a Torre Tagle y luego le dijo a Heres, muy confidencialmente, que Tagle era una india vieja que no valía para nada. A nadie debería extrañar que esta anécdota fuera totalmente cierta, porque San Martín, como todos los grandes personajes de la historia, ha sido tan humano como cualquiera de nosotros, con numerosas y extraordinarias virtudes, pero también con defectos Por eso es que consideramos muy objetivo y razonable lo que J.L Busaniche dice al mencionar este hecho anecdótico: "A los que no creemos que San Martín naciera exento de pecado original, no nos asusta tal cosa, sobre todo si pensamos que Torre Tagle mereció efectivamente el abrazo efusivo en el Perú, pero que no valía precisamente un Perú. «Débil e inepto» le llamó San Martín en 1822, y algo peor, los mismos peruanos en 1824. Con relación a lo de «india vieja», Busaniche nos dice: "no nos compete: declaramos ignorar la edad que en aquellos momentos contaba Tagle; no recordamos tampoco su retrato y es muy fácil que no fuera un Adonis".
Pérez Amuchástegui señala que es contradictorio que en la carta de Lafond San Martín expresara a Bolívar que había escrito una misiva anterior al 23 de agosto, pues en la incontrovertible carta enviada desde Mendoza con fecha 3 de agosto de 1823 le dice que le había escrito sólo otras dos: una pocos días antes de su salida de Lima y la otra desde Chile y que ninguna de ellas había sido contestada. Este es un argumento que consideramos de gran peso en contra de la carta de Lafond y que los defensores de ella no han encarado en todas sus implicancias, de seguro porque resulta difícil compatibilizar lo expresado en ambas cartas con relación a misivas entre los libertadores entre setiembre de 1822 y el 3 de agosto de 1823. Pérez Amuchástegui interpreta lo escrito por San Martín en su misiva del 3 de agosto de 1823 como si única y exclusivamente San Martín hubiese escrito antes que ésta sólo dos cartas entre setiembre de 1822 y agosto de 1823. En la mencionada carta del 3 de agosto San Martín le dice a Bolívar: "Pocos días antes de mi salida de esa capital (se refiere a Lima) escribí a usted; después lo volví a verificar desde Chile y no he tenido contestación alguna..."
Detengámonos un poco para analizar mejor el argumento de Pérez Amuchástegui. Sabemos que San Martín entregó el mando político del Perú al Congreso Constituyente el día de su inauguración, el 20 de setiembre de 1822. Ese mismo día abandonó la ciudad de Lima y se dirigió a Ancón, un balneario localizado a pocos kilómetros al norte de Lima. Dos días después, el 22 de setiembre, zarpaba de Ancón con destino a Chile. Como San Martín mismo dice que le escribió a Bolívar pocos días antes de abandonar el Perú, tuvo que hacerlo, si tomamos a la letra el decir de San Martín, en la segunda quincena de setiembre de 1822, pero con anterioridad al 20, es decir entre el 15 y el 19. Pero si tomamos en un sentido más flexible dicha expresión, podría como máximo retrotraerse esta fecha hasta fines de agosto. Si nos atenemos al texto de la
carta de Lafond, de ser auténtica, se desprendería que inmediatamente anterior a ella (29 de agosto de 1822) le había escrito otra, fechada a 23 del mismo mes de agosto, relativamente breve, porque "las atenciones que me rodeaban en aquel momento no me permitían escribirle con la extensión que deseaba..." Lo afirmado en su misiva del 3 de agosto de 1823 parecería ser uno de los más contundentes argumentos en contra de la controvertida carta del 29 de agosto de 1822. Sin embargo, analizando con más detenimiento encontramos que el texto de la carta del 3 de agosto de 1823 no permite concluir tajantemente que San Martín le hubiese escrito a Bolívar tan sólo dos cartas con anterioridad a aquella, después de su entrevista en Guayaquil. Por lo tanto no se puede concluir que San Martín después de la mencionada entrevista sólo le escribió a Bolívar una carta desde Lima (setiembre de 1822), otra desde Chile (San Martín llegó a Valparaíso el 13 de octubre de 1822 y luego paso a Santiago, para luego emprender viaje hacia Mendoza fines de enero de 1823), y la misiva fechada desde Mendoza el 3 de agosto de 1823. No queda excluida totalmente, sin embargo, la posibilidad de otras misivas, como podría ser la controvertida misiva del 29 de agosto de 1822 y la del 23 del mismo mes, a la cual hace referencia la del 29. Consideramos que, sin embargo, nos queda una duda muy grande del porqué en la carta escrita desde Mendoza no se hizo referencia a la controvertidas misiva. Queda, innegablemente, una sensación de misterio que hace que consideremos que este argumento del número de misivas que San Martín le escribiera a Bolívar después de su regreso de Guayaquil hasta el 3 de agosto de 1823, es de suma importancia y que necesariamente debe ser evaluado desapasionadamente por aquellos que defienden la autenticidad de la llamada carta de Lafond.

Debemos señalar, asimismo, que V. Lecuna y M. F. Paz Soldán consideraban que realmente San Martín debió haberle escrito a Bolívar en setiembre de 1822, pero Lecuna consideraba que debió ser una comunicación al estilo de una proclama, la cual fue reproducida por la Gaceta del Gobierno del 22 de setiembre de 1822. Es de nuestro parecer que es realmente imposible que San Martín le enviase dicha proclama, que era dirigida al pueblo peruano, porque la carta del 3 de agosto de 1823 es bien clara al referirse al envío de dos misivas e incluso San Martín le reprocha a su par el no haber recibido respuesta de ninguna de ellas. Para mala suerte la carta escrita días antes de su salida de Lima por San Martín a Bolívar no ha aparecido entre los papeles de libertador caraqueño, lo cual es muy lamentable, porque de llegar a ser encontrada podría ser de gran importancia e inclusive podría aclarar la problemática en torno a la carta de Lafond. O tal vez, esta carta escrita "pocos días antes de mi salida de esa capital" podría ser la del 29 de agosto. En realidad no es fácil aceptar la expresión de cercanía temporal cuando hay una diferencia de 23 días, aunque no sería descabellado que así lo fuese, sobre todo considerando que la referencia a esa cercanía temporal se hacía casi un año después (agosto de 1823 con relación a agosto o setiembre de 1822). Asimismo debemos señalar que los impugnadores de la carta de Lafond argumentan que ella es falsa porque de ser verdadera Bolívar le hubiese dado respuesta, como era su costumbre, y, que es falsa porque no se encuentra ni en el ingente archivo de Bolívar ni en el de San Martín dicha respuesta. Pero, ¿existe acaso en algunos de los dos ingentes archivos de los libertadores esa carta escrita "pocos días antes" (según la expresión de San Martín) del 22 de setiembre de 1822? ¿Por qué no contestó Bolívar? Aunque pueda ser que Bolívar sí la contestase y que ella se encuentre extraviada. Esto debe tenerse muy en cuenta para apreciar el hecho de que no porque no haya respuesta a una misiva controvertida, como la carta de Lafond, automáticamente ésta tiene que ser apócrifa, porque pueden darse diversas posibilidades para explicar la inexistencia del original y de su respuesta. ¿Podría ser esa misiva la del 29 de agosto de 1822? Sin embargo, con toda objetividad debemos reconocer que aún dándole una gran laxitud a la expresión de San Martín e identificar la carta del 29 de agosto como aquella a la cual San Martín hace referencia como la escrita pocos días antes de su retiro del Perú (22 de agosto de 1822), se produce necesariamente una seria contradicción entre la indubitable del 3 de agosto de 1823,que sólo hace referencia a una carta escrita en Lima en agosto o setiembre de 1822 y otra escrita en Chile (de mediados de octubre de 1822 a fines de enero de 1823) y la carta de Lafond, que fechada a 29 de agosto de 1822, hace referencia a una misiva breve escrita seis días antes. ¿Se olvidó San Martín, al escribir desde Mendoza, que realmente había escrito tres cartas, sin recibir respuesta de ninguna de ella? Tampoco se puede eliminar esta posibilidad.
Ya hemos señalado que los impugnadores de la carta del 29 de agosto de 1822 tienen un punto que suele hacer muy deleznable el cuerpo de sus críticas, cual es el no poder explicar satisfactoriamente la exacta correspondencia de la controvertida carta con los otros documentos auténticos de San Martín. Señalamos, asimismo, que este inconveniente es, aparentemente, salvado por J. M. Irrazával Larraín, para el cual esta correspondencia se explica debido al de que fue el propio San Martín el falsario. Según este historiador, el libertador argentino tenía necesidad de justificar su retiro del Perú y esta necesidad lo hizo concebir un documento que crease un justificativo racional a su abandono de la gesta emancipadora del Perú. Al parecer, en un primer momento pensó entregárselo a Guido, al cual prometió (en carta de 18-12-1826) enviarle una serie de documentos que dejarían bien en claro la verdadera razón de su retiro, pero debió desanimarse de esto y prefirió entregárselo a Lafond, quien la publicó sin dudar de su autenticidad.
Todos aquellos que vean y entiendan la Historia como búsqueda ferviente de la verdad, no pueden ruborizarse ni indignarse ante las opiniones e hipótesis más novedosa e incluso aparente o realmente fantasiosa, porque debe siempre suponerse buena fe en aquel que la enuncia, más allá de todos sus prejuicios. Suponer que San Martín fue el que fraguó la controvertida carta no es, de ninguna manera, una herejía ni una idea descabellada, porque a todas luces solucionaría el problema. Fue el propio San Martín el falsario y es por ello que existe la total correspondencia con sus documentos auténticos. Si se quiere rebatir esta hipótesis no debe recurrirse al innoble procedimiento de llenar de despectivos epítetos al historiador que la sustenta, porque con ello no se logra rebatir una idea y debe siempre tenerse presente que las ideas son dignas de respeto, por lo que las críticas y réplicas deben ser siempre con altura. Nosotros, frente a la posición de Irrazával nos preguntamos: ¿Qué pruebas, directas o indirectas, posee el citado historiador para formular tal aseveración? Con todo rigor, consideramos que ninguna, al menos de verdadera solidez. Y lo creemos así porque hay hechos que contradicen la opinión de Irrazával. Por ejemplo, ¿por qué, en este caso, San Martín no hizo que figurase entre sus papeles un borrador fraguado de dicha misiva? Tal vez se responda, como Mitre y algunos defensores de la controvertida misiva, que sí existía y que fue la que San Martín entregó a Lafond, entre los varios documentos que le proporcionó, pero que le fueron devueltos a San Martín, de conformidad a lo que Lafond le dice al libertador argentino en carta de 2 de abril de 1840. Pero, en este caso, qué pasó con el documento ya en manos de San Martín. Otra interrogante, siguiendo la misma hipótesis de San Martín como dador del documento (independientemente de si auténtico o falso) es acerca del porqué a Lafond, sabiendo que éste la publicaría en francés. Por qué, si lo que supuestamente perseguía era justificarse ante sus amigos, no se la entregó a Alberdi quien la hubiese publicado en castellano. Además, esta supuesta necesidad de justificación por su retiro del Perú no se condice con la reserva que San Martín siempre guardó acerca de la entrevista y su retiro del Perú. Por otro lado, la tesis de Irrazával significa admitir que San Martín se retiró del Perú sólo a consecuencia de la entrevista de Guayaquil y ello
es falso. Consideramos que realmente San Martín no tenía nada que justificar, pues se retiró convencido (y luego las noticias que le dieron sus amigos le reafirmaron en esta convicción) de que su presencia en el Perú era inconveniente, tanto por la situación política como por la propia situación militar, donde él había perdido prestigio y generado un grupo muy hostil que le hacía imposible la dirección político-militar del Perú. Quedarse en este país le hubiera significado tener que enfrentarse con ese poderoso grupo opositor y derrumbarlo y ello, era muy probable, generaría una guerra civil o en su defecto una situación tan tirante que hubiera hecho ineficaz su gestión político-militar, en un Estado en el cual él ejercía una verdadera dictadura (en el sentido de que en sus manos se encontraban todos los poderes) bajo la denominación de Protector. Todo esto que afirmamos, brota diáfano de los documentos de la época. Es por ejemplo conocidísimo el mote de rey José que se le daba al Protector del Perú y lo es también su queja de sentirse aburrido de escuchar constantemente que quería hacerse soberano. En cambio es menos conocido que en la segunda sesión secreta del 21 de setiembre de 1822, del flamante recién instalado congreso constituyente peruano, se expresaron temores respecto a San Martín, que en la sesión secreta del 27 del mes citado se expresó el recelo de que el ex Protector tratase de apoderarse de las provincias del Alto Perú, de Arequipa y Cusco, y que en la sesión secreta del 26 de octubre fueron presentados unos pasquines a favor del rey, a favor de San Martín y contra el Congreso. (Véase: Historia del Parlamento Nacional.- Lima, 1928; tomo IV).

Consideramos que no existe el menor elemento de juicio para considerar a San Martín un falsario. El Libertador-Protector del Perú no tenía ningún motivo para realizar un embuste de tal calibre. No es ahistórico9 decir que es difícil, por no decir imposible, imaginar a San Martín, un personaje con un alto sentido del honor, del deber y la responsabilidad, dedicado a elaborar una superchería histórica. Concebir esto implica admitir a un hombre empequeñecido e inconsciente de su valía, carente de honor, de orgullo y de sólidos principios. Que sepamos, ninguna de estas características encuadran con la recia personalidad de San Martín. Por lo demás, si San Martín, admitámoslo por un momento, hubiera querido justificar su retiro del Perú como una consecuencia de su desencuentro con el libertador Bolívar en Guayaquil, no tenía que recurrir a una superchería tan pueril como fraguar una misiva; le hubiera bastado con hacer de conocimiento su visión personal de la entrevista y en ella consignar las implicancias que tuvo para su retiro del Perú. Pero sabemos, por diversos testimonios, que San Martín no le gustaba hablar al respecto.
Habíamos señalado que de la correspondencia fiel entre misiva del 29 de agosto de 1822 y las cartas a Miller y Castilla, no puede inferirse inmediata y necesariamente la autenticidad de la controvertida misiva. En primera instancia sólo comprueba que ella contiene «verdades». Pero al reflexionar sobre la mencionada correspondencia, surgen varias posibilidades que pueden explicarla, sin tener que ser necesariamente auténtica.

a) Fue fraguada por San Martín. Es la tesis de Irrazával, la cual, creemos haber demostrado, no reposa en argumentos o indicios sólidos.

b) Fue elaborada por alguna o algunas personas que estuvieron vinculados a San Martín y que se constituyeron en el grupo peruano antibolivarista Aquí podemos incluir las tesis de Pérez Amuchástegui y la de I. J. Barrera. Tampoco encontramos sólidos los argumentos esgrimidos en defensa de esta posición, aunque podría ser que en ese grupo antibolivarista se fraguara la carta. El masivo fraude de misivas supuestamente cursadas entre los libertadores que diera a luz Colombres Mármol (p) en 1940 en el libro "San Martín y Bolívar en la entrevista de Guayaquil, a la luz de nuevos documentos definitivos" y cuyo propio libro resultó, en cuanto a su autoría, también un fraude, deja una lección sobre el cuidado que hay que tener cuando sabemos que hay de por medio intereses de facciones y nacionalismos.

c) Fue fraguada por Lafond, quien habiendo estado en julio de 1822 en Guayaquil y luego pasado al Callao; que habiendo recibido documentación del propio San Martín ya en Francia, pudo estar al tanto de los pormenores de lo ocurrido en 1822. Un análisis de la posibilidad de Lafond falsario se resiste a llegar a dicha conclusión, porque sería inexplicable como pudo este francés inventar datos y apreciaciones subjetivas que coincidieran tan grandemente con los que San Martín consignó en su carta a Miller y a Castilla. Por otro lado, era difícil intentar lograr imitar el estilo de San Martín y tenía que ser el obstáculo más grave para elaborar esa superchería. Que sepamos, nadie ha visto en esta discutida misiva un documento cuyo estilo no coincida con el de San Martín. Incluso J. C. Chaves ve en ella el «inconfundible estilo» del libertador argentino. Pero esto complica aún más el problema. No es de fácil análisis lo referente al «inconfundible estilo» de San Martín y por ello, consideramos, no se ha insistido mucho en ello. 
Lo que al parecer si es fácil deducir es que, si se admite que ella es un fraude, tiene que aceptarse que fue elaborada no antes de 1831, porque sería ilógico pensar que el o los falsarios la fuesen a publicar antes de la muerte de Bolívar (la cual ocurrió el 17 de diciembre de 1830) o que la hubiesen elaborado aún en vida del Libertador, pero guardándola hasta que éste muriese. Pero debe recordarse que Bolívar murió prematuramente a los 47 años de edad. ¿Tendría sentido fabricar un embuste sin saber en que fecha se iba a ser público? ¿Qué fin perseguiría tan extraño proceder? Esto es un factor que va en contra de los que argumentan que fue fabricado en el Perú por el denominado "grupo peruanista" antibolivarista. No tendría ningún sentido que este supuesto grupo, de ser cierta la hipótesis, fabricase el embuste después de 1830.
Cuando se medita sobre la posibilidad del fraude, inmediatamente se plantea o debe plantearse el problema acerca de encontrarle una lógica explicación a la actitud de San Martín en haber consentido en su difusión. En verdad no se halla un porqué indubitable a esta actitud. Tal vez sea "este el principal obstáculo con el que se enfrentan los impugnadores de la controvertida misiva. Por otro lado, el controvertido documento aparecido en 1843 no creó una versión justificativa y falaz del retiro de San Martín, porque ya San Martín se la había expresado, en 1827, a Miller y sobre la cual volvió a insistir en 1848, en la carta dirigida a Castilla.
La discutida misiva tiene algunos puntos muy oscuros e inexplicables que de ninguna manera pueden desconocerse y pasarlos por alto en cualquier análisis serio y que hacen dudar sobre la posible autenticidad de la misiva del 29 de agosto de 1822. Al menos es esa nuestra opinión. Entre lo oscuro e inexplicable de la carta de Lafond, podemos señalar lo siguiente:

a) Ella hace referencia a documentos que, misteriosamente o por rara causalidad, son hasta ahora inexistentes, tales como la misiva a Bolívar de 23 de agosto de 1822, la comunicación de Santa Cruz a San Martín en plena marcha de retorno al Perú y la prometida nota sobre jefes militares y su conducta. 

b) Esta carta, como perspicazmente lo señalara Vicente Lecuna, implicaría una misiva-respuesta de Bolívar, la cual no ha sido hallada en ningún archivo.

c) Señala la carta de Lafond que el Comandante Delgado sería el portador y dador de la misiva. Sin embargo está probado que ello no fue así.

d) Habiendo sido escrita el 29 de agosto ¿por qué, supuestamente, fue remitida recién a fines de setiembre?

e) La cuestionada misiva señala que el Comandante Delgado sería el encargado de entregar a Bolívar, en calidad de obsequio, una escopeta, un par de pistolas y un caballo de paso. Sin embargo, no existe ningún testimonio que Bolívar recibiese dichos presentes.

f) La carta de Lafond atribuye a Bolívar una minusvalía del ejército realista. Pero de los documentos de Bolívar se desprende un concepto totalmente opuesto a éste. Y no se vaya a pensar que podría ser consecuencia de la carta del 29 de agosto, porque en una misiva de Bolívar dirigida a Santander, de 3 de agosto de 1822, le dice: "A este propósito digo a Ud. que creo de necesidad se nos manden por el istmo dos mil fusiles y doscientos o trescientos quintales de plomo para armar un ejército en caso que el enemigo triunfe de San Martín, lo que, según todas las noticias, puede muy bien suceder". El propio oficio de 9 de setiembre de 1822 que por orden de Bolívar su secretario José Gabriel Pérez enviara a los Ministros de Estado y Relaciones Exteriores de Perú y Chile, habla bien a las claras de la preocupación militar de Bolívar con relación a la lucha en el Perú, prometiendo enviar cuatro mil hombres más de los ya enviados y solicitándole a Chile que envíe unos seis mil a ocho mil hombres y además que Chile tratase de persuadir al gobierno del Río de la Plata a colaborar con un ejército de unos cuatro mil efectivos. Por otra parte, Bolívar no podía saber que cuando el oficio mencionado llegase al Perú ya San Martín no iba a encontrarse en el gobierno ni en el territorio peruano.

g) Como señala Pérez Amuchástegui, de ser auténtica la misiva del 29 de agosto resultarían totalmente inexplicables los elogios y recomendaciones que San Martín hace de Arenales y no de Rudecindo Alvarado, a quien el propio San Martín había designado Jefe del Ejército Libertador del Perú.

h) El total del ejército patriota, aunque era inferior al realista, sin embargo el número de 8500 efectivos que el controvertido documento le asigna, es muy inferior al que realmente tenía, el cual sobrepasaba, y con gran holgura, los 10000 hombres. Es difícil pensar que San Martín tratase de impresionar a Bolívar, sabiendo que éste era informado por los jefes colombianos existentes en el Perú.
Consideramos, que con un juicio desapasionado, alejado de todo dogmatismo académico chovinista, distante de todo prejuicio, con un espíritu amante de la verdad, podrá intentarse nuevas aproximaciones para la solución del problema, a medida que aparezcan nuevos elementos de juicio, y esto en la medida que se analicen paciente y meticulosamente los documentos éditos, que de una u otra manera puedan echar luces sobre este enigma, así como también los documentos inéditos que puedan reparar elementos claves para su dilucidación definitiva. El deseo de todo verdadero historiador, como lo formulara el peruano Alberto Tauro del Pino, debe ser que "emancipada de vaniloquios y falsos arrequives, la investigación histórica restablezca algún día la verdad".

Bibliografía

Los estudios en torno a la carta de Lafond son abundantes. Sólo mencionaremos los trabajos citados en este trabajo. Abreviaturas utilizadas en las citas: ANHA: Boletín de la Academia Nacional de la Historia de Argentina ANHV: Boletín de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela RSBV: Revista de la Sociedad Bolivariana de Venezuela. -Aranda, Ricardo. "Colección de los tratados, convenciones, capitulaciones, armisticios celebrados desde la independencia hasta el día" (Lima, 1890-1911) 14 v. -Barrera, Isaac J. "Sobre la carta de Lafond" (ANHV, enero-marzo 1950; pp.123­125)
-Barrera, Isaac J. "La Conferencia de Guayaquil" (RSBV, 28/3/1950/; pp.105­108) -Busaniche, José Luis "San Martín Vivo" (1966) -Colombres Mármol, E. L. (h) "¡¿Es apócrifo el testamento político de San Martín?! ¡¿Fue falsificado en el Perú?!" (1964) -Cortés Vagas, C. "Participación de Colombia en la libertad del Perú" (Boletín de Historia y Antigüedades, Bogotá, julio-setiembre 1947)) -Chaves, J.C. "El portador de la carta de Lafond"(ANHA "La autenticidad de la carta de San Martín a Bolívar de 29 de agosto de 1822.- Buenos Aires, 1950; pp. 78-84) -Chaves, J. C, "La entrevista de Guayaquil" (1965) -Congreso del Perú. "Historia del Parlamento Nacional: Actas de los Congresos del Perú desde el año 1822" (Lima, 1928-1929) -Dellepiane, Carlos. "Historia militar del Perú", tomo I; 1943. -Estado Mayor General del Perú.- Quinta División. "Campaña del Perú: 1822­1823" -Gaceta del Gobierno [del Perú].- (Edición facsimilar. Ministerio de Educación: Universidad de La Plata, Buenos Aires, 1950) -Gandía, Enrique de. "San Martín: su pensamiento político" (1964) -García del Real, Eduardo. "José de San Martín" (Barcelona, 1984) -Gestoso, A.G. "Polémica sobre una carta de San Martín" (Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, setiembre de 1965, n° 189; pp.366-373). -Goenaga, J. M. "La Entrevista de Guayaquil" -González, A. D. "Autenticidad de la carta de 29 de agosto de 1822" (Buenos Aires, 1950) -Instituto Sanmartiniano "Epistolario entre los libertadores San Martín y Bolívar" -Irrazával Larraín, José Miguel. "San Martín y sus enigmas" (1949; tomo II) -Irrazával Larraín, J. M. "San Martín y sus enigmas: La carta de 29 de agosto de 1822" (ANHV; enero-marzo; 1951; pp. 12-50). -Lecuna, Vicente. "La Entrevista de Guayaquil: restablecimiento de la verdad histórica (1962, cuarta edición; dos tomos). Lecuna, V. "Refutación y mentís al libro del señor Colombres Mármol. Cartas apócrifas publicadas como auténticas por el Sr. E. L. Colombres Mármol, ex embajador de la Argentina en el Perú, en un libro intitulado "San Martín y Bolívar en la Entrevista de Guayaquil a la luz de nuevos documentos definitivos" (ANHV, 1945 "Cartas apócrifas sobre la Conferencia de Guayaquil)) -Lecuna, V. "Refutación a la carta del General San Martín a Miller" (ANHV; abril-junio 1947) -Lecuna, V. "Nuevas versiones sobre la Entrevista de Guayaquil" (ANHV; enero-marzo 1949) -Lecuna, V. "La entrevista de Guayaquil" (ANHV, abril junio 1949) -Lecuna, V. "La carta apócrifa de Lafond: contestación al Prof. Bernard" (ANHV, octubre-diciembre 1949) -Lecuna, V. "Atentado en Buenos Aires contra el libro La Entrevista de Guayaquil" (ANHV, enero-marzo 1950) -Lecuna, V. "La diatriba argentina contra Bolívar" (ANHV, julio-setiembre 1950) -Lecuna, V. "Refutación a los estudios publicados por la Academia de Buenos Aires sobre la carta de Lafond" (ANHV, octubre-diciembre 1950) -Lecuna, V. "Rencores de San Martín contra Bolívar" (ANHV, octubre-diciembre 1951) -Lecuna, V. "Defensa de la Crónica razonada de las Guerras de Bolívar" (ANHV, abril-junio 1952) -Lecuna, V. "Crítica al folleto del Dr. Ricardo Levene sobre la carta apócrifa de Lafond" (RSBV, 24-07-1949) -Lecuna, V. "La carta apócrifa de Lafond" (RSBV, 28-10-1949)
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-Pérez Amuchástegui, A. J. "La «Carta de Lafond»y la Preceptiva Historiográfica" (1962) -Rojas, Ricardo. "La Entrevista de Guayaquil" (1950) -Rosa, A. E. de la "Firmas del ciclo heroico" (1938) -Tauro del Pino, A. "Sobre la entrevista de Guayaquil y sus ecos actuales" (Documenta, Revista de la Sociedad Peruana de Historia, Lima, 1949-1950; pp. 678-684). -Vargas Ugarte, Rubén. "Historia General del Perú" tomo VI. -Vargas, Nemesio. "Historia del Perú independiente" -Yungano, Arturo Ricardo. "Discurso de incorporación como miembro de número en la Academia Sanmartiniana de 20 de setiembre de1995" http://www.sarmiento.org.ar/yungano.htm)

D. ¿MISIVAS ENTRE LOS LIBERTADORES REFERENTES A SUS CONFERENCIAS?

Aparte de dicha controvertida misiva, no se conocía ninguna otra carta en la que los libertadores de América se hubiesen escrito sobre  lo tratado en Guayaquil. Esto era así hasta 1940, año en el cual apareció el libro de Eduardo Lástenes Colombres Mármol (padre), titulado “San Martín y Bolívar en la entrevista de Guayaquil, a la luz de nuevos documentos definitivos”. Entre estos “nuevos documentos” figuraban nada menos que misivas cursadas entre los libertadores, en las que se referían a dos aspectos de gran trascendencia. Uno de ellos era el referente al problema político generado en torno al destino de Guayaquil, que habiendo proclamado su independencia el 9 de octubre de 1820 había dejado pendiente su incorporación a Perú o a Colombia e incluso la posibilidad de constituirse en un estado independiente, pero que Bolívar zanjó, manu militari, el 13 de julio de 1822, al decidir la incorporación del territorio de Guayaquil a Colombia. Y el otro tópico era el concerniente a  lo que ellos trataron en sus conferencias realizadas en la ciudad de Guayaquil, los días 26 y 27 de julio de 1822.
Entre esas misivas, presentadas no sólo como «nuevos documentos» sino «como definitivos», reseñaremos las siguientes: a) Misiva de Bolívar a San Martín, fechada en Cali a 29 de enero de 1822. En esta carta Bolívar le señala a San Martín los derechos de Colombia sobre Guayaquil, pero le expresa que ambos pueden solucionar el problema. b) Misiva de Bolívar a San Martín, fecha en Guayaquil a 25 de agosto de 1822. En ésta le señala la inconveniencia de los regímenes personalistas; arguye la conveniencia de adoptar su sistema de la Confederación General, que lo compara al de los Estados Unidos. Le expresa que la unión de sus ejércitos se podría llevar a cabo, siempre y cuando el Perú se comprometiese a hacerse cargo del aspecto económico de la campaña.

c) San Martín a Bolívar, fechada en Lima a 10 de setiembre de 1822. Ésta es contestación a la que recibió del libertador caraqueño con fecha 25 de agosto. El Protector del Perú le comunica que él no podría reconocer la soberanía de Colombia sobre Guayaquil, estando esta provincia bajo el protectorado del Perú. Le anuncia su renuncia ante el Congreso. d) Bolívar a San Martín, fechada desde Cuenca a 27 de setiembre de 1822. Constituye respuesta a la enviada por  San Martín el 10 de setiembre. Bolívar le transmite a San Martín su lamento por la renuncia que ha hecho del gobierno del Perú. Asimismo le manifiesta lamentar mucho el que no se hubiese aceptado su propuesta de la unión de los dos ejércitos, lo cual se lo había  expresado en la misiva del 25 de agosto.
Además de estas misivas aparecía otra de San Martín a Bolívar, fechada desde Bruselas el 28 de mayo de 1827; de Bolívar a Santander, de Sucre a Santander, de Sucre a Bolívar y de éste a Sucre.
La polvareda que vino a levantar el hallazgo y publicación de estos supuestos documentos suscritos por San Martín, Bolívar y otros personajes de aquella época, vinculados a la Entrevista de Guayaquil, constituye uno de los sucesos más raros de la historiografía americana. 
Al poco tiempo de circular la mencionada obra de E..L. Colombres Mármol, la Academia Nacional de la Historia de Venezuela y el renombrado historiador venezolano don Vicente Lecuna, impugnaron como apócrifos todos los presuntos “nuevos documentos” que aportaba la obra de Colombres Mármol.

Como el caso ameritaba una investigación muy seria, los mencionados documentos fueron analizados, con suma meticulosidad, por una Comisión Nacional Argentina, la cual concluyó por pronunciarse en el mismo sentido que la de su par, la venezolana. Debemos señalar que durante la investigación realizada en Argentina, don Ricardo Levene, prestigioso historiador, presidente de la Academia de la Historia de Argentina y asimismo presidente de la comisión especial para el estudio de los documentos cuestionados, recibió una carta del Sr. José M. González Alfonso, suscrita en Buenos Aires el 15 de octubre de 1941, en la cual, el mencionado personaje, se reconocía como el verdadero autor de la obra que E. L. Colombres Mármol había publicado sobre la entrevista de Guayaquil, con los documentos ahora probadamente apócrifos, de conformidad con las conclusiones de las Academias Nacionales de  la Historia de Venezuela Argentina. El eximio historiador peruano Rubén Vargas Ugarte, comentando sobre el problema del verdadero autor de la cuestionada obra y asimismo sobre la procedencia de los documentos que ella pretendía aportar, como nuevos y definitivos, para solucionar los «enigmas» de la entrevista de Guayaquil, nos dice: “Tuvimos ocasión de conocer al primero (se refiere a Colombres Mármol) cuando estaba en Lima de Embajador de su país y por lo poco que le tratamos nos persuadimos que sus conocimientos en historia no pasaban de lo vulgar. Por desdicha, el señor Colombres, víctima de un traficante inescrupuloso, se prestó a darle la mano para que saliese del país la valiosa documentación, propiedad del Estado (se refiere al estado peruano), que custodiaba Emilio Gutiérrez de Quintanilla, Director del Museo Nacional, a quien se había encomendado la tarea de reunir los materiales para la obra “La Acción Peruana en la Independencia”. Esos documentos reunidos en más de treinta tomos en folio salieron del país (Perú) subrepticiamente y fueron luego puestos a la venta en Buenos Aires”(Vargas Ugarte, R “Historia General del Perú”, tomo VI, pp. 227-228, infra). ¿Cómo llegaron a manos del Sr. Colombres Mármol los controvertidos (en realidad apócrifos) documentos? El propio embajador nada dijo al respecto e incluso creó todo un gran misterio en torno a la obtención de esos materiales. La defensa acerca de la autenticidad de los mencionados documentos correría a cargo del reconocido historiador argentino don Rómulo Carbia, que había sido nada menos que el encargado del prólogo de la obra. Carbia también  echó luces sobre la procedencia de la documentación, señalando que los documentos pertenecían al archivo de Gutiérrez de  Quintanilla.  Rómulo Carbia incluso llegó a publicar una obra titulada “San Martín y Bolívar frente al hallazgo de nuevos documentos”, donde defendió la autenticidad de los impugnados documentos, esgrimiendo algunos argumentos que pretendían rebatir la demoledora crítica de don Vicente Lecuna.  Pero quien  más ha aportado para dilucidar acerca de la obtención de los documentos ha sido E. L. Colombres Mármol (hijo), el cual publicó una obra titulada “En defensa de las discutidas cartas del general San Martín”. Señala Colombres Mármol (h), que desempeñándose su padre como Embajador en el Perú, llegó a saber y conocer de la existencia de una gran cantidad de documentos sobre la etapa separatista, existentes en el archivo del historiador peruano Emilio Gutiérrez de Quintanilla. A comienzos de 1939 llegó a Buenos Aires el Sr. Fernando Gutiérrez de Quintanilla, llevando consigo varios miles de manuscritos. El gobierno argentino, informado de esto, designó una comisión especial para que, previo minucioso análisis,  dictaminara el valor de los mismos y de considerarse importantes y convenir a las partes, adquirirlos para que fueran incorporarlos a los archivos argentinos. Esta comisión estuvo integrada por R. Levene, Presidente, A. C. Escobar, C. De Estrada, E. L Colombres Mármol (p), R. J. Cárcamo, R. Zavala, E. Ravignani y F. Best. El Sr. Fernando Gutiérrez de Quintanilla puso a disposición de dicha comisión seis mil documentos. Entre tanto, en Lima, el encargado de analizar los restantes manuscritos de la familia Gutiérrez de Quintanilla fue el señor César Galdós Vergara. Fue este señor Galdós el que informó haber hallado treinta documentos vinculados al año 1822 y a la entrevista de Guayaquil. La comisión argentina mencionada consideró  que dentro de este grupo de treinta documentos, solo dieciocho eran realmente importantes. El porqué fue el señor Colombres Mármol y no otra persona la que utilizara los documentos en cuestión, se explica por el hecho que el mencionado personaje había pagado, de su propio peculio, el cincuenta por ciento del valor de los documentos y es por ello, que con el debido permiso de la familia Gutiérrez de Quintanilla comenzó a preparar o hacer preparar un trabajo sobre la entrevista de Guayaquil, obra que vería la luz en 1940, con el título ya mencionado de “San Martín y Bolívar en la entrevista de Guayaquil, a la luz de nuevos documentos definitivos”. Colombres Mármol llegaba a las siguientes conclusiones, en consideración a dichos «novísimos y trascendentales documentos”, con relación a la entrevista de los libertadores:

a) No hubo acuerdo entre San Martín y Bolívar, ni en el fondo ni en la forma.
b) San Martín, consultado sobre la anexión colombiana de Guayaquil consumada por Bolívar, la desconoció de plano y ratificó después su disconformidad en carta posterior a la entrevista.
c) Aceptó, en nombre del Perú, incondicionalmente la ayuda ofrecida por Colombia, si este estado tomaba a su cargo la parte correspondiente a la financiación de la campaña.
d) San Martín se condenó voluntariamente al ostracismo, sacrificando el prestigio y la gloria de su carrera militar en aras de la paz y de la libertad, así como para evitar una guerra fratricida.
e) Las leyendas forjadas en torno de la entrevista de Guayaquil se desvanecen por completo, imponiéndose el desahucio de multitud de historias improvisadas, carentes de seriedad y consistencia científica, así como el reajuste crítico indispensable en otras, aquellas en las cuales la exaltación del héroe o el encono han tergiversado la verdad.

El libro de Colombres Mármol causó un gran impacto en el ámbito historiográfico americano, no tanto por el enfoque en sí que presenta la obra sobre la conferencia de Guayaquil, sino por el aparato documental sobre el cual se había elaborado. El diplomático argentino llegó a rodear de tanto misterio el hallazgo de los documentos, que incluso llegó  expresar que había sido obra de la providencia el que dichos documentos llegasen a sus manos. Los historiadores venezolanos tomaron el asunto con cierta inquietud y un gran escepticismo, aunque se debe reconocer que lo hicieron con mucha seriedad y espíritu crítico. El mismo año de la publicación del novedoso libro de Colombres Mármol, la Academia Nacional de la Historia de Venezuela, con fecha 7 de noviembre de 1940, emitió un informe, rubricado C. L. Mendoza, P. M. Arcaya, Mons. Nicolás E. Navarro y Lucía L. de Pérez Díaz, en el cual se dictaminaba que los documentos incluidos en la obra de Colombres Mármol eran apócrifos. El dictamen consideraba que los siguientes factores demostraban fehacientemente su inautenticidad:

a) Carácter acientífico al referir el hallazgo de los manuscritos.
b) Todas las cartas, curiosamente, persiguen un solo fin: demostrar la autenticidad de la carta de 29 de agosto de 1822.
c) Existen diferencias graves en el lenguaje escrito de las misivas atribuidas a Bolívar y Sucre.
d) Las cartas atribuidas a Bolívar contienen graves contradicciones con las ideas manifestadas por él, en otros documentos de esa misma época.
e) En la carta atribuida a Bolívar de 25 de agosto de 1822, el Libertador hace referencia a «la República de Francia», cuando en aquel momento gobernaba el rey Luis XVIII.
f) Se atribuye a Bolívar una misiva suscrita en Cali, a 29 de enero de 1822. Sin embargo para esa fecha Bolívar no se encontraba en Cali sino en Popayán.
g) En una carta atribuida a Sucre, de 9 de diciembre de 1824, aparece este personaje dándole la noticia de la victoria de Ayacucho a Santander. Se sabe, por carta auténtica de Sucre a Santander, de 13 de diciembre del mismo año, que fue en esa carta (la del 13 de diciembre) que Sucre por vez primera le escribía a Santander dándole la noticia del triunfo obtenido en Ayacucho.
h) En la carta atribuida a Bolívar y  dirigida a Santander, de 13 de octubre de 1822, se hace referencia a la Gran Colombia, cuando  en aquel tiempo nadie utilizaba dicha denominación.
i) La impugnada misiva de Bolívar a Sucre, de 7 de noviembre de 1824, no termina con la frase de rutina: “Dios guarde a V.S. muchos años” como era de rigor, sino con un “Señor General” antes de la firma, fórmula empleada, en aquella época, sólo de inferior a superior. Asimismo, en esta misiva se antepone al nombre de Sucre la palabra «Don», cuando el Libertador nunca usaba dicho término al dirigirse a sus generales colombianos. También aparece la fórmula U.S. (abreviatura de Usía), que no era utilizada por la secretaría de Bolívar, la cual empleaba la fórmula V.S. (Vuestra Señoría). Sólo en copias y reproducciones suele, a veces, utilizarse la primera abreviatura mencionada.

El eximio bolivarista don Vicente Lecuna hizo un estudio acucioso de los documentos cuestionados, llegando  la conclusión de que eran apócrifos. En realidad hay que reconocer, que fue don Vicente Lecuna quien cerró en forma definitiva el problema de los documentos dados a conocer por Colombres Mármol, pues son tantos los elementos esgrimidos por él, y de las más diversas índoles, que ya no queda la menor duda acerca de la apocrificidad de los mismos y son ya muy  pocos los historiadores que se atreven a sostener lo contrario, porque ello implicaría tener que responder todas las críticas hechas por Lecuna, y que, como veremos, son, casi sin temor a equivocarnos, definitivas. La propia Comisión especial argentina encargada de estudiar los controvertidos documentos, dictaminó, con fecha 1 de noviembre de 1941, que ellos eran apócrifos. Pasemos una breve revista a todos los factores señalados por don Vicente Lecuna que prueban, en forma definitiva, la inautenticidad de los manuscritos utilizados por Colombres Mármol:

a) La carta de Bolívar a San Martín de 29 de enero de 1822 aparece suscrita en Cali, cuando en aquella fecha Bolívar se encontraba en Popayán. Carbia intentó contrarrestar este argumento diciendo que en realidad en el manuscrito existe una rayita debajo de la parte ovalada del 9 (cosa que no se podía apreciaren la reproducción) lo cual significaría que la carta fue realmente del 21 de enero, fecha en la que aún Bolívar se encontraba en Cali. Carbia nos dice que la Secretaría de Bolívar no debió despachar la carta en aquella oportunidad, terminando por llevarla a Popayán, por lo que allí se enmendó la fecha.  Lecuna, por su parte, replicó en el sentido de que dicha supuesta enmienda era inadmisible en una carta dirigida  a una autoridad de la investidura de don José de San Martín, Protector del Perú.
b) En esta misma misiva de 29 de enero se escribe «Calí», cuando en aquellos tiempos  se escribía «Caly».
c) En la misiva de Bolívar a San Martín de 25 de agosto de 1822, Bolívar aparece citando como modelo de su «Confederación General» a los Estados Unidos de Norteamérica, cuando bien se sabe que él nunca pensó de tal manera.
d) En esta misma carta, Bolívar ofrece su alianza al Perú, cuando ya existía dicha alianza, la cual había quedado materializada con el tratado de 6 de julio de 1822.
e) Bolívar  (siempre en esta misiva) habla de la República de Francia, siendo como era en esa época una monarquía.
f) Entre la carta de Bolívar de 25 de agosto y la respuesta a ella  dada por San Martín, el 10 de setiembre, sólo existe un periodo de apenas 16 días, cuando en aquella época de Guayaquil a Lima se empleaba casi un mes de viaje.
g) En la pretendida misiva del Libertador al Protector de 27 de setiembre de 1822, aparece insistiendo que el Congreso del Perú debe reconocer la soberanía de Colombia sobre Guayaquil. Bolívar  nunca solicitó dicho reconocimiento.
h) En la misiva dirigida a Santander de 13 de octubre de 1822, Bolívar usa el término Gran Colombia, cuando en esa época nadie utilizaba dicho concepto.
i) En la carta de Bolívar a Sucre de 7 de noviembre de 1824 no figura la fórmula sacramental «Dios guarde a V.S. muchos años», sino «Señor General», expresión esta última utilizada de inferior a superior.
j) En la misiva mencionada en el párrafo anterior se utiliza el término «don», cuando se sabe que Bolívar no lo utilizaba al dirigirse a sus generales colombianos. El Libertador, en carta dirigida a su amigo  Vicente Rocafuerte, con fecha 10 de enero de 1821, le dice: “No le pongo sus títulos porque no sé cuales son y con el Don estamos peleados”.
k) Sucre, en la pretendida misiva de 9 de diciembre de 1824, se dirige a Santander con la fórmula V.E. y a la vez «Mi querido general y amigo», forma empleada sólo en cartas privadas y no en notas o comunicaciones oficiales, donde se utilizaba la fórmula V.E. Sucre no incurrió nunca en semejante mezcolanza.
l) Es inverosímil que Sucre escribiera a Santander el 9 de diciembre, en pleno campo de batalla, mientras que a Bolívar lo hiciera al día siguiente. Por otra parte, se conoce la carta auténtica de Sucre a Santander de 13 de diciembre de 1824 en la cual recién le comunica sobre la victoria obtenida en los campos  de Ayacucho.
m) Sucre al dirigirse a Bolívar en la misiva del 26 de marzo de 1827 emplea la fórmula V.E., cuando ella no se utilizaba en cartas privadas. Además le aplica el desterrado «Don». Asimismo se utiliza el vocablo «bolivariano», totalmente moderno, cuando en aquella época solo se utilizaba «boliviano». Y, para remate, se emplea el título «Libertador y Presidente», cundo se utilizaba «Libertador Presidente»
n) San Martín, desde Bruselas, con fecha 28 de mayo de 1827, aparece dando consejos a Bolívar para que no estableciese la Confederación Boliviana, cuando ya (y esto desde octubre de 1826) había desistido de dicho sistema.
ñ) En cinco firmas de los facsímiles reproducidos por Colombres Mármol (p), el nombre íntegro de Simón Bolívar tiene matemáticamente el mismo tamaño y las rúbricas son idénticas.
o) En las pretendidas firmas de Bolívar no figura el punto sobre la letra «i» de la palabra Simón y aparece la palabra Bolívar acentuada, cuando en aquella época no se a acentuaba y solo se ponía un punto sobre la «i».
Rómulo Carbia intentó rebatir a Lecuna, argumentando que el punto sobre la «i» de Simón si existían en los manuscritos, aunque no aparecía en los facsímiles, debido a su tamaño reducido. En cuanto al acento en la «i» de Bolívar, Carbia señalaba que realmente era un punto con forma de acento. Vicente Lecuna le replicó que ello resultaba un elemento más a favor de la apocrificidad, puesto que si bien es cierto que en algunas de sus firmas Bolívar pusiera el punto ancho, por la violencia al asentar la pluma, siempre éste aparece horizontal en las firmas auténticas y nunca vertical como en las apócrifas.
p) Las letras de las cartas apócrifas no pertenecen  a ninguno de los amanuenses de los cuales  Bolívar se servía en aquella época para la escritura de su correspondencia oficial y privada, es decir de su secretario J. G. Pérez y de los amanuenses Juan Santana y José Domingo Espinar.
q) El Libertador escribía sus oficios en papel grande, llamado florete, de oficio, de 30 a 31 cm. de largo por 20 a 21 cm. de ancho, milímetros más, milímetros menos, puesto que había variedad en las diversas resmas. Por otra parte, hacía su correspondencia personal en papel carta, cuyas dimensiones, en el año 1822, variaba según los bloques, de 23 por 18 cm. y de 25 por 20 cm. y los usaba sin ningún membrete o con el membrete  «República de Colombia» y parte de la fecha impresa. Los oficios, en general, llevaban membrete, lo mismo que las cartas dirigidas a personajes o gobiernos extranjeros. Ahora bien, las cartas y oficios apócrifos están todos extendidos en papel grande, florete, sin encabezamiento, incluso los que aparecen dirigidos al General San Martín. La razón que ello ocurra así, en los documentos apócrifos, se debe a que en los archivos de la época abundan hojas y pliegos en blanco de papel florete, por lo tanto fácil de extraer y ser utilizados para la falsificación. En cambio no existe, en blanco, papel tamaño carta ni papel timbrado de Colombia, por lo que a los falsificadores no los les quedó otra alternativa que usar solo papel florete para todo tipo de documento.
r) Toda la correspondencia auténtica de Sucre está escrita de su puño y letra, a excepción de aquella redactada durante los meses que tuvo el brazo derecho inutilizado, a consecuencia de la herida recibida en el motín del 18 de abril de 1828, en Chuquisaca. La carta presentada por Colombres dirigida por Sucre a Santander, de 9 de noviembre de 1824, está escrita por amanuense. Por otra parte, Sucre escribía en papel carta de 26,2 cm. por 20,3 cm. La carta apócrifa señalada está extendía en papel grande de 31,5 cm. por 21 cm.
s) La proclama auténtica de Simón Bolívar de 13 de julio de 1822, reproducida por Colombres Mármol (p), en la cual aparece la misma letra que la de los documentos apócrifos, pretendía presentar un documento auténtico, pero con letra de los falsificadores. Aún más, se sabe que en esa fecha había imprenta en Guayaquil, por lo cual es seguro que ella no circuló en forma manuscrita. Jerónimo Espejo, argentino, en su obra titulada “Recuerdos Históricos” asegura que dicha proclama circuló impresa.
t) De ser auténticos los documentos presentados por Colombres Mármol (p), lo lógico sería que todos o por lo menos algunos de esos documentos debían encontrarse en los archivos de los personajes a quienes fueron dirigidas, pero ello no es así y ello es una prueba contundente de su apocrificidad.
u) El perito calígrafo, Sr. Ángel de Luca, miembro de la Comisión oficial nombrada por el poder ejecutivo de Argentina para dictaminar sobre los cuestionados documentos, señaló que ellos eran apócrifos. Decíamos al comenzar este capítulo que este fraude constituye uno de los sucesos más raros de la historiografía americana.

La conclusión a la cual se ha llegado es definitiva: la documentación presentada por Colombres Mármol era apócrifa. La otra conclusión, que se deriva fundamentalmente de los análisis hechos por los historiadores venezolanos y muy especialmente por don Vicente Lecuna, es que esta masiva falsificación de documentos pretendía un fin en concreto: querer probar la autenticidad de la llamada Carta de Lafond. Si esa era la finalidad de la falsificación, el móvil para ello fue, sin lugar a dudas, el falso nacionalismo. Es innegable que las figuras de San Martín y Bolívar han creado, en torno de ellos, el muy estudiado culto al héroe. Es fácil darse cuenta de los enfoques nacionalistas de los historiadores venezolanos, colombianos, ecuatorianos y argentinos cuando tienen que tratar acerca de estos dos personajes. E incluso entre otras nacionalidades, como la peruana por ejemplo, se nota aún los sesgos sanmartinianos o bolivaristas de algunos historiadores de la etapa separatista. Queremos insistir en  cómo el deseo de querer presentar una historia que refleje las simpatías hacia un personaje en desmedro de otro u otros, pueden llevar a falsificaciones como la analizada.

BIBLIOGRAFÍA

-Academia Nacional de la Historia de Venezuela. “Cartas Apócrifas sobre la Conferencia de Guayaquil (Caracas, 1945). Contiene: a) Dictamen de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela de 7 de noviembre de 1940
b) Lecuna, Vicente. “Refutación y mentís al libro del Sr. Colombres Mármol. Cartas apócrifas publicadas como auténticas por el Sr. E. L. Colombres Mármol, ex embajador de la Argentina en el Perú, en un libro intitulado «San Martín y Bolívar en la Entrevista de Guayaquil a la luz de nuevos documentos definitivos»”
c) Lecuna, Vicente.”Contestación al Sr. Rómulo Carbia, defensor de las cartas apócrifas del Sr. Colombres Mármol” d) Millares Carlo, Agustín. “Apocrificidad de los documentos presentados por
Colombres Mármol” e) Dictamen de la Comisión Nacional Argentina. f) Carta del Sr. José M. González Alfonso, de 15 de octubre de 1941.
-Academia Nacional de la Historia de Venezuela. “Sobre las cartas falsas de Colombres Mármol. Acuerdos de la Academia”. (Boletín de la ANHV, abril-junio 1958). -Carbia, Rómulo “San Martín y Bolívar frente al hallazgo de nuevos documentos “ (Buenos Aires, 1941) -Colombres Mármol, E. L. (p) “San Martín y Bolívar en la Entrevista de Guayaquil a la luz de nuevos documentos definitivos” (Buenos Aires,1940) -Colombres Mármol, E. L. (h). “En defensa de las discutidas cartas del general San Martín” (Buenos Aires, 1947) -Instituto Sanmartiniano “Epistolario entre los libertadores San Martín y Bolívar” (Buenos Aires, 1941) -Mendoza, C. L. “Nota Editorial” (Boletín de la Academia Nacional de l Historia de Venezuela, N°  130, abril-junio 1950; pp. 139-143) -Ortiz, Sergio E. “El Nacionalismo en la Historia” (Revista de la Sociedad Bolivariana de Venezuela; 24 de julio de 1950; pp. 215-22) -Sayán de Vidaurre, A. “«San Martín y Bolívar en la Entrevista de Guayaquil a la luz de nuevos documentos definitivos», libro del embajador Eduardo Lástenes Colombres Mármol” (Buenos Aires, 1942) Terán Gómez, Luis.”Crítica de un proceso” (Revista de la Sociedad Bolivariana de Venezuela; 24 de julio de 1950; pp. 223-226) -Vargas Ugarte, Rubén “Historia General del Perú. Emancipación” (Barcelona, 1966; tomo VI).

E. LA VERSIÓN DE SAN MARTÍN: CONCLUSIÓN

Analizados los diversos testimonios de libertador argentino nos queda ahora la tarea de precisar cuál fue su versión personal sobre la entrevista.
San Martín en sus testimonios incontrovertibles señala que su visita a Guayaquil tuvo como objetivo el reclamar de Bolívar el auxilio del ejército colombiano. En esto es enfático San Martín. A Miller le expresó que él pensaba que el buen éxito de la empresa no podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación de todas las fuerzas de Colombia. A Castilla le dice:  “...cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas de Colombia y del Perú, la guerra de la independencia hubiera sido terminada en todo el año 23”. De estas aseveraciones se concluye (según la versión sanmartiniana) que él no fue a pedir simple auxilio o refuerzos, los cuales, como lo destacan los historiadores venezolanos, ya estaban de antemano acordados, sino que en atención a su plan que se había trazado para terminar con los realistas (campaña a puertos intermedios) fue a tratar con Bolívar sobre la colaboración del grueso del ejército colombiano. Esta colaboración de convertirse en realidad, significaría el pase de Bolívar al Perú al mando de dicho ejército. El ejército unido en tal caso tendría que tener necesariamente u comandante en jefe y esto explica porque en la versión de San Martín él ofrece dicho cargo a Bolívar. Este ofrecimiento no posee los ribetes melodramáticos con que suelen presentarlo algunos historiadores, ya que en su exacta dimensión hubiera significado que San Martín, como jefe del Ejército Libertador del Perú, cedía el mando del Ejército Unido a Bolívar. Como muestra de deferencia y cortesía, por ser él quien había propuesto dicho plan.
Según San Martín él se aventuró a proponer dicho proyecto en atención a dos motivos:
a) Consideraba esta ayuda como una justa retribución de Colombia al Perú por la ayuda que este estado le había prestado en Pichincha.
b) El ejército colombiano había aumentado considerablemente después de Pichincha.

Siguiendo siempre la versión sanmartiniana tenemos que, frente al pedido y ofrecimiento que le hiciera el Protector, Bolívar repuso que haciendo el máximo esfuerzo solo podría desprenderse de tres batallones, es decir de un total de 1070 plazas. San Martín, como ya sabemos, consideró dichos auxilios como totalmente insuficientes, convencido como estaba que el buen éxito de la empresa libertadora del Perú “no podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación de todas las fuerzas  de Colombia”.
Este resultado negativo para los planes que había forjado San Martín fue lo que decidió su retiro del Perú, que él lo consideró, y así lo manifestaría a varios personajes, como un “costoso sacrificio” en beneficio de la independencia hispanoamericana.
Es necesario señalar que el retiro de San Martín no tiene ningún misterio, que a veces algunos historiadores le suelen dar. En primer lugar no debemos olvidar que San Martín decidió su renuncia al mando político del Perú antes de su entrevista con Bolívar. Desde 1947 Gandía ha demostrado que dicha renuncia no fue consecuencia de la entrevista de Guayaquil, sino que ella ya estaba decidida desde algunos meses antes del viaje. El citado historiador basa su afirmación en la carta de García del Río a San Martín fechada en Santiago de Chile con fecha 21 de marzo de 1822 y que por su importancia la extractamos en los párrafos más importantes:

“Mucho hemos sentido no haber recibido cartas de usted antes de su partida, a lo que se agrega que Monteagudo y Guido nada nos han dicho tampoco, ni de oficio ni amistosamente; de modo que estamos completamente a ciegas de los asuntos del Perú desde nuestra salida de Lima. Dios quiera que no continúe el mismo método cuando estemos más lejos y en mayor necesidad de noticias. Este silencio es tanto más cruel que aquí llegan con suma celeridad las noticias más interesantes y reservadas del Perú y también las más triviales; unas exactas, otras exageradas y totalmente desfiguradas. Personas hay aquí que creen que usted se ha ido de puro aburrido, y que en lugar de tener la entrevista con Bolívar, solo ha sido este un pretexto para marcharse a Europa. Otros creen que usted ha tenido que ceder a la necesidad, y aparentar que renunciaba para evitar el golpe de una revolución; y como la causa perdería mucho con que esta voz se generalizase y, por otra parte, no hay para que dar margen a que se alegren nuestros enemigos, me parece absolutamente indispensable, que cuando usted regrese de su viaje, entre otra vez en el mando y se reciba de el con la mayor solemnidad posible, enseguida proceda usted a la apertura del Congreso; y allí puede renunciar el mando político, sin que entonces tenga nadie que morder a usted ni quede lugar a cree que el paro ha sido forzado. Esta es mi opinión, usted resolverá sobre todo lo que crea más conveniente”. (1)

Como ya sabemos, el 19 de enero de 1822 San Martín encargó el mando político a José Bernardo Tagle, en atención a que él marcharía hacia el norte a entrevistarse con Bolívar. El 8 de febrero zarpó de El Callao rumbo al norte. Estos sucesos fueron interpretados, en Chile, como una astuta salida de San Martín frente a los problemas políticos que venía enfrentando, de allí que García del Río sagazmente le aconsejara cómo, a su parecer, debería ser su renuncia y retiro del Perú. ¿La lectura de esta misiva decidió a San Martín a renunciar? La respuesta es un contundente no, por el simple hecho que el Protector del Perú desde mucho antes de recibir esta carta ya había pensado en su renuncia. Ricardo Rojas, también en 1947, señaló que la renuncia San Martín la había decidido un año antes de la entrevista de Guayaquil, según se desprende de lo que San Martín expresó a O’Higgins en carta de 10 de agosto de 1821 y en la que después de comunicarle lo concerniente al haber asumido el mando político militar del Perú (obligado por «los amigos» ) (2), le dice: “he tenido que hacer el sacrificio, pues conozco que al no hacerlo así, el país se envolvía en anarquía. Espero que mi permanencia no pasará de un año, pues Ud. conoce mis sentimientos, sabe que no son mis deseos otros que el de vivir tranquilo y retirarme a mi casa a descansar”. (3)
San Martín, es un hecho fuera de toda duda, no deseaba el mando político del Perú. Él era un militar de carrera y en ese campo, y no en el político administrativo, se sentía más a gusto. Por decreto de 27 de diciembre de 1821 convocó para el 1 de mayo de 1822 el Congreso General Constituyente, para que este organismo estableciese la forma definitiva de gobierno. Torre Tagle, el 27 de abril de 1822 estableció que el Congreso debería reunirse definitivamente el 28 de julio de dicho año. Como se podrá apreciar el protector del Perú ya tenía decidido, antes de viajar a Guayaquil, su renuncia al mando político. Y es por ello que a su regreso de Guayaquil, el 18 de setiembre estableció que el 20 del citado mes debería reunirse el Congreso, ante el cual presentaría su dimisión. Monteagudo confirma todo esto al decir: “...Conociendo (San Martín) la nueva situación de los negocios, él se apresuró a cumplir el voto más antiguo de su corazón, que era dejar el mando. (El remarcado es nuestro) Los jefes del ejército saben que cuando llegamos a Pisco, todos exigimos de él el sacrifico de ponerse a la cabeza de la administración, si ocupábamos Lima, porque creíamos que este era el medio de asegurar el éxito de las empresas militares: él se decidió a ello con repugnancia, y siempre por un tiempo limitado...” (El remarcado es nuestro) (4)
Ahora se comprenderá porque afirmamos que no fue la carta de García del Río de 21 de marzo de 1822 la que decidió la renuncia y alejamiento de San Martín del Perú. La influencia de esta carta se refleja en la forma de la renuncia, aunque desde el mismo momento en que fue convocado el congreso (27 de diciembre de 1821) debió haber sido esa la idea de san Martín.
Si es cierto que San Martín no deseaba el mando político sin embargo ello no debe ser confundido con la jefatura militar de la gesta emancipadora. Él deseaba seguir al mando del ejército libertador del sur, él anhelaba concluir la independencia del Perú. A Castilla le escribió: “Yo hubiera tenido la más completa satisfacción habiendo puesto fin con la terminación de la guerra de la independencia del Perú, pero mi entrevista...” Por tanto, cuando San Martín habla del “costoso sacrificio” de abandonar el Perú, quería decir que su entrevista con Bolívar lo forzó a abandonar la gesta emancipadora del Perú con la finalidad que Bolívar pudiese encargarse de ella. Por supuesto que tampoco debe considerarse esta decisión como causada tan solo por los resultados de la entrevista, pues intervinieron innegables factores de política interna peruana y así lo señaló el propio San Martín a Tomás Guido.
Sintetizando. San Martín fue a Guayaquil a solicitar la unión de los dos ejércitos libertadores para formar un gran ejército unido libertador con el cual terminar la guerra de la independencia peruana. Le propuso a Bolívar la Jefatura Suprema del que tendría que ser el Gran Ejército Unido Libertador, pero en vista que Bolívar no aceptó, San Martín decide dejarle campo libre para que Bolívar concluya dicha gesta.
No está demás reafirmar que esta es tan solo la versión de San Martín, la versión de una de las dos partes que intervinieron en este singular acontecimiento histórico. Nos queda por analizar la versión de la otra parte, la versión de Bolívar, siempre con actitud de investigador y no de juez, porque el primero anhela conocer la verdad para comprender, en tanto que al juez también le interesa la verdad pero para emitir un juicio condenatorio o absolutorio. Algunos historiadores en estos casos que envuelven personajes paradigmáticos se dejan llevar por sus prejuicios (nacionalismo entre ellos) y actúan como historiadores – jueces, desvirtuando totalmente la tarea del historiador.

NOTAS

(1) Documentos de Archivo de San Martín, tomo VII; pp. 455-460

(2) Vicuña Mackenna señala que la expresión “los amigos” hace referencia a “los afiliados de la logia y que eran casi todos los jefes de cuerpo del Ejército Libertador” (ver nota 3)

(3) Vicuña Mackenna, B. “El Jeneral San Martín considerado según documentos enteramente inéditos” p. 39

(4) Monteagudo, Bernardo. “Memoria sobre los principios que seguí en la administración del Perú, y acontecimientos posteriores a mi separación” (Quito, 17 de marzo de 1823). En: -Pelliza, M, A. “Monteagudo: su vida y sus escritos” (Buenos Aires, 1880; t. II; pp. 249 – 295)

3. LA VERSIÓN DE LOS LIBERTADORES: LA VERSIÓN DE BOLÍVAR.

A. TESTIMONIOS PERSONALES

Siguiendo con el mismo criterio de análisis de las versiones de los actores de la entrevista y de las confidencias que sobre ella hicieron a sus amigos íntimos, tócanos ahora ver los testimonios de Simón Bolívar, para encontrar, confrontándolos, su versión sobre este acontecimiento histórico. Dos aclaraciones se hacen necesarias antes de ingresar al análisis señalado. La primera, que consideramos como testimonios personales las Relaciones Oficiales remitidas al Gobierno de Bogotá y a la Intendencia de Quito, porque si bien es cierto que no están suscritas por el Libertador, no es menos cierto que realmente fue Bolívar su único autor, como lo analizaremos después. La segunda, que en vez del concepto de confidencias, precisaremos, para mayor objetividad como “versiones de allegados” a los testimonios que han dejado los amigos del libertador, tales como O’Leary, Mosquera, Heres, Restrepo y López, pues debiendo estos haber recibido confidencias del Libertador, sin embargo no lo consignan en sus escritos en tal categoría.

RELACIÓN ENVIADA AL GOBIERNO DE BOGOTÁ

Esta relación oficial sobre la entrevista de Guayaquil fue dirigida, con carácter de “Reservada”, a la Secretaría de Relaciones Exteriores de la República de Colombia. Se encuentra fechada en el cuartel general de Guayaquil, a 29 de julio de 1822 y suscrita por José Gabriel Pérez, secretario de Bolívar, encargado de redactarla y remitirla por orden del Libertador. Habiéndose realizado en forma confidencial las entrevistas entre los libertadores, es imposible que J.G. Pérez pudiese ser el verdadero autor intelectual de esta Relación y de la enviada a la Intendencia de Quito, por lo que la lógica explicación estriba que fue Bolívar quien le proporcionó todos los datos que aparecen en ambos documentos. Pérez es solo el autor de la forma, del estilo, mas no del fondo, del contenido. Pérez en esta Relación expresa: “Estas son, señor secretario, las especies más importantes que han tenido lugar en la entrevista del Protector con S.E. Yo las transcribo a V.S. para inteligencia del gobierno y he procurado valerme casi de las mismas expresiones que han usado SS.EE. No habiendo estado presente en las conversaciones, Pérez no podía, de ninguna manera, utilizar las mismas expresiones utilizadas por los libertadores, y he aquí una prueba de que el autor fue el propio Bolívar. El propio Bolívar confirma esto al expresarle a Santander, en misiva de 29 de julio de 1822, lo siguiente “Últimamente usted conocerá su carácter (de San Martín) por la memoria que mando con el capitán Gómez, de nuestras conversaciones, aunque le falta la sal de la crítica que yo debería poner a cada una de sus frases”.

Esta relación oficial fue hallada en el archivo diplomático de Colombia en 1909, por Ismael López (Cornelio Hispano) y publicada por vez primera por el historiador José Manuel Goenaga, en 1911, en su obra “La Entrevista de Guayaquil (Bolívar y San Martín), en las páginas 28-35 y en fotocopia en las páginas 45-47.
Después de señalar que el Protector se limitó a hacer “preguntas vagas e inconexas sobre las materias militares y políticas sin profundizar ninguna, pasando de una a otra y encadenando las especies más graves con las más triviales,” pasa a hacer el siguiente comentario: “Si el carácter del Protector no es de este género de frivolidad que aparece en su conversación, debe suponerse que lo hacía con algún estudio. S.E. no se inclina a creer que el espíritu del Protector sea de este carácter, aunque tampoco le parece que estudiaba mucho sus discursos y modales;...” (La forma como se presenta este comentario demuestra que el Bolívar realmente dictó esta Relación). Reproducimos como aparecen referidas las entrevistas: (1) “las especies más importantes que ocurrieron al Protector en las conferencias con S.E. durante su mansión en Guayaquil, son las siguientes: PRIMERA.-Al llegar a la casa preguntó el Protector, a S.E. si estaba muy sofocado por los enredos de Guayaquil, sirviéndose de otra frase más común y grosera aún, cual es pellejería, que se supone ser el significado de enredos; pues el mismo vocablo fue repetido con referencia al tiempo que hacíamos que estábamos en revolución en medio de los mayores embarazos. SEGUNDA.- El Protector dijo espontáneamente a S. E. y sin ser invitado a ello que nada tenía que decirle sobre los negocios de Guayaquil, en lo que no tenía que mezclarse; que la culpa era de los guayaquileños, refriéndose a los contrarios. S.E. le contestó que se habían llenado perfectamente sus deseos de consultar a este pueblo y que el 28 del presente mes se reunían los electores y que contaba con la voluntad del pueblo y con la pluralidad de los votos de la Asamblea. Con esto cambió de asunto y siguió tratando de negocios militares relativos a la expedición que va a partir. TERCERA.- El Protector se quejó altamente del mando y sobre todo se quejó de sus compañeros de armas. Que últimamente lo habían abandonado en Lima. Aseguró que iba a retirarse a Mendoza; que había dejado un pliego cerrado (2) para que lo presentasen al Congreso renunciando al protectorado; que también renunciaría la reelección que contaba se haría en él; que luego que obtuviese el primer triunfo se retiraría del mando militar, sin esperar a ver el término de la guerra; pero añadió que antes de retirarse dejaría bien establecidas las bases del gobierno; que este no debía ser demócrata en el Perú porque no convenía, y últimamente que debería venir de Europa un príncipe aislado y solo a mandar aquel Estado. S. E contestó que no convenía a la América ni tampoco a Colombia la introducción de  príncipes europeos, porque eran partes heterogéneas a nuestra masa; que S.E. no se opondría a la forma de gobierno que quiera darse cada Estado; añadiendo sobre este particular S.E. todo lo que piensa con respecto a la naturaleza de los gobiernos, refiriéndose en todo a su discurso al Congreso de Angostura. El Protector replicó que la venida del príncipe sería para después, y S.E. repuso que nunca convenía que viniesen tales príncipes; que S.E. habría preferido invitar al general Iturbide a que se coronase con tal que no viniesen borbones, austrias ni otra dinastía europea. El Protector dijo que en el Perú había un gran partido de abogados que querían república y se quejó amargamente del carácter de los letrados. Es de presumirse que el designio que se tiene es erigir ahora la monarquía sobre el principio de darle la corona a un príncipe europeo con el fin, sin duda, de ocupar después el trono el que tenga más profundidad en el país o más fuerza de que disponer. Si los discursos del protector son sinceros, ninguno está más lejos de ocupar tal trono. Parece muy convencido de los inconvenientes del mando. CUARTA.-El Protector dijo a S.E. que Guayaquil le parecía conveniente para residencia de la Federación, la cual ha aplaudido extraordinariamente como la base esencial de nuestra existencia. Cree que el gobierno de Chile no tendría inconveniente en entrar en ella; pero sí el de Buenos Aires, por la falta de unión en él; pero que de todos modos, nada desea tanto el Protector como el que subsista la federación del Perú y de Colombia aunque no entre ningún otro estado más en ella, porque juzga que las tropas de un estado al servicio de otro deben aumentar mucho la autoridad de ambos gobiernos con respecto a sus enemigos internos, los ambiciosos y revoltosos. Esta parte de la Federación es la que más interesa al Protector y cuyo cumplimiento desea con más vehemencia. El Protector quiere que los reclutas de ambos estados se remitan recíprocamente a llenar las bajas de los cuerpos, aun cuando sea necesario reformar el total de
ellos por licencias, promociones u otros accidentes. Mucho encareció el Protector la necesidad de esta medida, o quizá fue la que más apoyó en el curso de sus conversaciones. QUINTA.- Desde la primera conversación dijo espontáneamente el Protector a
S.E. que en la materia de límites no habría dificultad alguna; que él se encargaba de promoverlo en el Congreso, donde no faltarían amigos. S.E. contestó que así debía ser, principalmente cuando el tratado lo ofrecía del mismo modo y cuando el Protector manifestaba tan buenos deseos por aquel arreglo tan importante.
S.E. creyó que no debía insistir por el momento sobre una pretensión que ya se hecho de un modo positivo y enérgico y a la cual se ha denegado el gobierno del Perú bajo el pretexto de reservar esta materia legislativa al Congreso; por otra parte, no estando encargado el Protector del poder ejecutivo no parecía autorizado para mezclarse en ese negocio. Además, habiendo venido el Protector como simple visita sin ningún empeño político ni militar, pues ni siquiera habló formalmente de los auxilios que había ofrecido Colombia y que sabía se aprestaban para partir, no era delicado prevalecerse de aquel momento para mostrar un interés que habría desagradado sin ventaja alguna, no pudiendo el Protector comprometerse a nada oficialmente. S.E. ha pensado que la materia de límites debe tratarse formalmente por una negociación especial en que entren compensaciones recíprocas para rectificar los límites.
SEXTO.-S.E. el Libertador habló al Protector de su última comunicación en que le proponía que aunados los diputados de Colombia, el Perú y Chile, en un punto dado, trataren con los comisarios españoles destinados a Colombia con este objeto. El Protector aprobó altamente la proposición de S.E. y ofreció enviar, tan pronto como fuera posible, al señor Rivadeneyra, que se dice amigo de S.E. el Libertador, por parte del Perú, con las instrucciones y poderes suficientes, y aún ofreció a S.E. interponer sus buenos oficios y todo su influjo para con el gobierno de Chile a fin de que hiciese otro tanto por su parte; ofreciendo también hacerlo con la mayor brevedad a fin de que reúnan oportunamente estos diputados en Bogotá con los nuestros.
S.E. habló al Protector sobre las cosas de México, de que no pareció muy bien instruido y el Protector no fijó juicio alguno sobre los negocios de aquel Estado. Parece que no ve a México con una grande consideración o interés. Manifiesta tener una gran confianza en el director supremo de Chile, general O’Higgins, por su grande tenacidad en sus designios y por la afinidad de principios. Dice que el gobierno de las provincias de Buenos Aires va a comentándose con orden y fuerza sin mostrar grande aversión a los disidentes de aquellos partidos; que aquel país es inconquistable; que sus habitantes son republicanos y decididos; que es muy difícil que una fuerza extraña los haga entrar por camino; y que de ellos mismos debe esperarse el orden. El Protector piensa que el enemigo es menos fuerte que él, y que sus jefes, aunque audaces y emprendedores, no son muy temibles. Inmediatamente va a emprender la campaña por Intermedios en una expedición marítima, y también por Lima cubriendo la capital por su marcha de frente. El Protector ha dicho a S.E. que pida al Perú todo lo que guste, que él no hará más que decir sí, sí, sí a todo, y que espera que en Colombia se haga otro tanto. La oferta de sus servicios y amistad es ilimitada, manifestando una satisfacción y una franqueza que parecen sinceras”.

RELACIÓN ENVIADA AL INTENDENTE DE QUITO, GENERAL A J. DE SUCRE. (3)

Esta Relación Oficial, de carácter reservada como la anterior, aparece asimismo, suscrita por el secretario J. G. Pérez, pero, como ya hemos aclarado, realmente el verdadero autor es el propio Bolívar. Fue hallada por Cristóbal de Gangotena y Jijón, quien fue también el primero en publicarla, en 1930, en La Prensa de Buenos Aires. Algunos historiadores consideran a Enrique Terán como el verdadero descubridor de esta relación, pero Gangotena y Jijón en carta dirigida a Vicente Lecuna, con fecha 12 de abril de 1949, aclaró ser el verdadero descubridor y el primero en publicarla. (4) Esta memoria  realmente es una versión abreviada de la dirigida al Gobierno de Bogotá por lo que no amerita análisis aparte.

MISIVA DE BOLÍVAR A SANTANDER DE 29 DE JULIO DE 1822. (5)

Esta misiva que constituye realmente la primera versión totalmente personal del Libertador acerca de la entrevista de Guayaquil fue publicada por primera vez en forma íntegra por José Manuel Goenaga, en 1915. (6) Está suscrita en Guayaquil y en lo sustancial no varía en nada de la versión que hiciera consignar en las Relaciones Oficiales ya mencionadas. La parte de esta carta que narra la célebre entrevista es la siguiente. “Antes de ayer por la noche partió de aquí el general San Martín después de una visita de treinta y seis o cuarenta horas: se puede llamar visita propiamente, porque no hemos hecho más que abrazarnos, conversar y despedirnos. Yo creo que él ha venido por asegurarse de nuestra amistad, para apoyarse con ella respecto a sus enemigos internos y externos. Lleva 1800 colombianos en su auxilio, fuera de haber recibido la baja de sus cuerpos por segunda vez, lo que nos ha costado más de 600 hombres: así recibirá el Perú 3000 hombres de refuerzo por lo menos. El Protector me ha ofrecido su eterna amistad hacia Colombia; intervenir a favor del arreglo de límites; no mezclarse en los negocios de Guayaquil; una federación completa y absoluta aunque no sea mas que con Colombia, debiendo ser la residencia del Congreso de Guayaquil; ha convenido en mandar un diputado por el Perú a tratar, de mancomún con nosotros, los negocios de España con sus enviados; también ha recomendado a Mosquera a Chile y Buenos Aires, para que admitan la federación; desea que tengamos guarniciones cambiadas en uno y otro Estado. En fin; él desea que todo marche bajo el aspecto de la unión, porque conoce que no puede haber paz y tranquilidad sin ella. Dice que no quiere ser rey, pero que tampoco quiere la democracia y sí el que venga un príncipe de Europa a reinar en el Perú. Esto último ya creo que es proforma. Dice que se retirará a Mendoza, porque está cansado del mando y de sufrir a sus enemigos. No me ha dicho que trajera proyecto alguno, ni ha exigido nada de Colombia, pues las tropas que lleva estaban preparadas para el caso. Sólo me ha empeñado mucho en el negocio de canje de guarniciones; y, por su parte, no hay género de amistad ni de oferta que no me haya hecho. Su carácter me ha parecido muy militar y parece activo, pronto y no lerdo. Tiene ideas correctas de las que a usted le gustan, pero no me parece bastante delicado en los géneros que hay en las ideas y en empresas. Últimamente usted conocerá de su carácter por la memoria que mando con el capitán Gómez, de nuestras conversaciones, aunque le falta la sal de la crítica que yo debería poner a cada una de sus frases”.

MISIVA DE BOLÍVAR A SANTANDER DE 3 DE AGOSTO DE 1822. (7)

Esta carta, que fuera por vez primera publicada en 1915 por J. M. Goenaga, aunque en forma fragmentaria, contiene en realidad pocos datos sobre la entrevista de Guayaquil, aunque completa la versión de Bolívar. El Libertador comunica a Santander que el capitán Gómez va a su encuentra, llevándole noticias sobre el Perú y Guayaquil. El citado capitán era portador nada menos que del tratado de federación firmado entre Perú y Colombia. Bolívar le señala que el problema de Guayaquil ha sido arreglado definitiva y
satisfactoriamente. Que su permanencia en Guayaquil era aún necesaria por algún tiempo, “tanto por lo que hace a la política interna y externa como por esperar las resultas de la próxima campaña del Perú. A este propósito digo a Ud. que creo de necesidad se nos manden por el Istmo dos mil fusiles y doscientos o trescientos quintales de plomo para armar un ejército en caso que el enemigo triunfe de San Martín, lo que, según todas las noticias, puede muy bien suceder...” Bolívar luego le refiere  sobre sus conversaciones con San Martín algo que no había consignado en los documentos anteriores. Era lo concerniente a un aviso que le diera el Protector sobre cierta tendencia separatista en Quito. El Libertador escribe sobre el particular: “... Antes que se me olvide, diré a Ud. que el general San Martín me dijo, algunas horas antes de embarcarse, que los abogados de Quito querían formar un estado independiente de Colombia con estas provincias; yo le repuse que estaba satisfecho del espíritu de los quiteños y que no tenía el menor temor; me replicó que él me avisaba aquello para que tomase mis medidas, insistiendo mucho sobre la necesidad de sujetar a los letrados y de apagar el espíritu de insurrección de los pueblos. Esto lo hacía con mucha cordialidad, si hemos de dar crédito a las apariencias”. En los párrafos siguientes le pinta a Santander el panorama político de las provincias del sur de Colombia, con el objeto de convencerlo que ellas requieren de su presencia. (la de Bolívar) Y, casi ya para terminar la carta, trasmite referente a la entrevista de Guayaquil lo que fue también otro tema de ella y que no se lo había señalado en sus anteriores documentos. El asunto era el concerniente a las negociaciones de paz con España: “Yo le dije al general San Martín que debíamos hacer la paz a toda costa con tal que consiguiésemos la independencia, la integridad del territorio y evacuación de las tropas españolas de cualquier punto de nuestro territorio; que las demás condiciones se podían reformar después, con el tiempo o con las circunstancias. El convino en ello y lo aviso para la inteligencia de Ud.” ¿Por qué Bolívar no consignó estos dos nuevos datos en las Relaciones Oficiales enviadas al Gobierno de Bogotá y a la Intendencia de Quito, teniendo especial y expreso carácter de reservadas? La respuesta nos la da el propio Libertador en esta carta del 3 de agosto al expresar lo siguiente: “La noticia sobre los quiteños y esta otra no las comprendía mi Memoria (otra prueba de que Bolívar era el verdadero autor de las dos Relaciones Oficiales y que las conferencias entre los libertadores fueron sin testigos), porque me parecieron muy graves para que pasasen por las manos de los dependientes y secretarios; bien que el mismo sentimiento tengo con respecto a otras especies de nuestra conversación que el señor Pérez ha confiado a esos muchachos de la secretaría”.

OFICIO DE 9 DE SETIEMBRE DE 1822

J. G. Pérez, por orden de Bolívar, envió a los Ministros de Estado y Relaciones Exteriores del Perú y Chile sendos oficios fechados en el Cuartel General en Cuenca, a 9 de setiembre de 1822, en los que comunica el ofrecimiento de Colombia de enviar al Perú 4000 hombres más de los ya enviados. Este oficio trae, aunque en forma indirecta, datos sobre la entrevista de Guayaquil: la afirmación de que el Protector no manifestó temor por la suerte de la guerra en el Perú y la aseveración de que San Martín no solicitó refuerzos militares. “S.E. el Libertador me manda dirigir a V.S.I. la presente comunicación que por su importancia es remitida por un extraordinario, a fin de alcanzar, si es posible, las ventajas que S.E. se propone. Aunque S.E. el Protector del Perú en su entrevista en Guayaquil con el Libertador no hubiese manifestado temor de peligro por la suerte del Perú, el Libertador no obstante se ha entregado desde entonces a la más detenida y constante meditación, aventurando muchas conjeturas que quizás no son enteramente fundadas, pero que mantienen en la mayor inquietud.
El Libertador ha pensado que es deber comunicar esta inquietud a los gobiernos del Perú y Chile, y aun al del Río de la Plata, y ofrecer, desde luego, todos los servicios de Colombia en favor del Perú.
El Libertador se propone, en primer lugar, mandar al Perú 4000 hombres más de los que se han remitido ya, luego que reciba la contestación de esta nota, siempre que el gobierno del Perú tenga a bien aceptar la oferta de este nuevo refuerzo; el que no marcha inmediatamente porque no estaba preparado y porque tampoco se ha pedido por parte de S.E. el Protector. Si el gobierno del Perú determina recibir los 4000 hombres de Colombia, espera el Libertador que vengan transportes y víveres para llevarlos, anticipando el aviso para que todos los cuerpos se encuentren en Guayaquil oportunamente. En el caso de remitirse al Perú esa fuerza, el Libertador desearía que la campaña del Perú se dirigiese de un modo que no fuese decisivo y se esperase la llegada de los nuevos cuerpos de Colombia para obrar inmediatamente y con la actividad más completa, luego que estuviesen incorporados al ejército aliado. S.E. no se atreve a insistir mucho sobre esta medida porque no conoce la situación del momento; pero desea ardientemente que la vida política del Perú no sea comprometida sino con una plena y absoluta confianza en el suceso. El amor a la causa de América le ha dictado estos sentimientos que no ha podido reprimir y se ha creído obligado a comunicar a ese gobierno”. (8) El oficio continúa exponiendo los consejos del Libertador en caso de un revés del ejército patriota. Pide a Chile que colabore enviando unos 6000 a 8000 hombres por la parte sur del Perú y que trate de persuadir al gobierno del Río de la Plata para que colabore con un ejército de unos 4000 efectivos. Recibido este oficio por el gobierno de Chile, este país cumplió con remitírselo al de Río de la Plata con fecha 7 de enero de 1823. Fue publicado por El Argos de Buenos Aires, el 31 de mayo de ese mismo año. ¿Conoció San Martín este oficio? Es muy probable que sí, ya que, como veremos inmediatamente, pudo haber sido informado por sus propios amigos ligados al gobierno de Chile al llegar este documento a dicho país. Recordemos que San Martín llegó a Valparaíso el 13 de octubre de 1822 y que en Santiago permaneció enfermo más de dos meses, al decir del propio San Martín, con «un feroz tabardillo que me puso en términos de capitular con la muerte». Recién emprendería marcha hacia Mendoza a fines de enero de 1823. En Mendoza permaneció hasta el 20 de noviembre del mismo año, día en el cual salió rumbo a Buenos Aires. Es muy probable que tanto en Chile como en el Río de la Plata recibiera noticias del citado oficio. Este documento ha sido esgrimido por los historiadores que niegan que San Martín viajara a Guayaquil para pedir a Bolívar el auxilio del ejército colombiano, como uno de los argumentos de más peso, pues habiendo sido remitido cuando aún San Martín se encontraba en el Perú (y Bolívar no podía ser adivino que al llegar dicho documento ya no se encontraría San Martín) aleja toda duda de falsedad o insinceridad. Pero, ¿entra realmente en contradicción esta versión con la proporcionada por San Martín? En el fondo consideramos que no, porque el Protector en su versión expresa en forma totalmente diáfana que él solicitó a Bolívar la unión de los ejércitos del sur y del norte para terminar con la liberación del Perú en una forma más rápida y menos cruel, sin que este pedido significase la tabla de salvación de la guerra en el Perú, pues, como expresamente consignó el libertador argentino ello solo perseguía acelerar el término de la contienda y evitar nuevos y mayores males. Por otro lado, si se medita bien en el porque del oficio del 9 de setiembre, debemos reconocer, como señala el propio Bolívar en las Relaciones Oficiales, que el tema militar fue uno de los más importantes de los tratados en Guayaquil y que habiéndole San Martín conversado sobre su plan a puertos intermedios, Bolívar, como eximio estratega militar, debió persuadirse que para lograr con todo éxito ese ambicioso plan, el ejército sureño necesitaba un mayor número de efectivos. Por tanto, compenetrado de ciertos temores ante un posible fracaso del ejército del Perú decidió no solo prometer ayuda colombiana sino además  creyó conveniente que tanto Chile con el río de la Plata actuasen en el mismo sentido. Resultaría totalmente inexplicable que, habiendo recibido de San Martín una total confianza en sus fuerzas y la no necesidad de auxilios, que ya anteladamente había sido acordada, Bolívar se atreviese a hacer llegar sus temores y considerar necesaria una ayuda colosal, cual era la de la de las fuerzas colombianas, chilenas y rioplatenses. La explicación de esto estriba que San Martín comunicó sus planes de acción y manifestó la conveniencia de unir los ejércitos de ambos estados, como un medio para finalizar en menos tiempo la guerra. Bolívar en sus diversas misivas expresa siempre un temor por la suerte militar del Perú y es por ello que mantuvo una situación expectante. En carta a Peñalver de 26 de setiembre de 1822, dice: “...Yo he mandado 2500 hombres de Colombia al Perú, y han llegado y deben haber entrado en campaña. No sendo adivino no sé cuálhy será el resultado de esta lucha, porque las fuerzas son relativamente iguales. Pienso quedarme en el sur hasta la decisión de la suerte del Perú, porque, en un caso fatal, tenemos que hacer esfuerzo inmediato para terminar la guerra por esta parte”. (9) I en carta a Santander, de 13 de setiembre del mismo año, expresa: “... Ojalá que San Martín no aventure nada hasta que no haya recibido los 4000 hombres que le he ofrecido. Entonces habría más posibilidad del suceso.” ...”Yo creo que todo nos queda por hacer si san martín no triunfa en el Perú” (10) Debemos señalar que el gobierno peruano al recibir este oficio no creyó conveniente ni necesario el prometido auxilio. El 25 de octubre de 1822 la Secretaría de Gobierno y relaciones Exteriores del Perú, por mandato de la Junta Gubernativa, dio respuesta al oficio de 9 de setiembre, en el sentido de que reconocía y agradecía la generosa oferta del Libertador, “de que se hará uso oportunamente, y que entretanto podrá S.E. auxiliar este Estado con el mayor número de fusiles, cuyo artículo hace notable falta...” (11)

CARTA A PEÑALVER DE 26 DE SETIEMBRE DE 1822

Esta misiva del libertador está fechada en Cuenca  y tiene una brevísima referencia a la entrevista de Guayaquil: “El General san Martín vino a verme a Guayaquil y me pareció lo mismo que ha parecido a lo que más favorablemente juzgan de él, como Francisco Rivas, Juancho Castillo y otros”. (12)

NOTA DE BOLÍVAR AL EDITOR DEL “CORREO MERCANTIL”

A raíz de haber recibido Bolívar la colección completa del Centinela de Buenos Aires y de haber leído en sus diversos números opiniones y juicios falsos y malintencionados sobre algunos aspectos de los estados americanos y de sus personajes, escribió una nota dirigida al director del Correo Mercantil, con la finalidad de corregir dichos errores y tergiversaciones. La nota en mención comienza con el siguiente párrafo: “Señor editor del Correo Mercantil. Ha llegado a nuestras manos una edición completa del Centinela de Buenos Aires, que se dice dirigido por amigos de aquel gobierno. Por esta circunstancia nos ha parecido notable y extraño que manifieste una irritación injuriosa a otros estados de América; y cuando no sea por mala fe, le falta por lo  menos noticias exactas de lo que debía saber”.
Luego de hacer referencia a que el Centinela se opone a toda ayuda militar  al Perú, esgrimiendo como argumento que este Estado se oponía a ella, el Libertador desmiente categóricamente esta aseveración: “Todo el mundo sabe las repetidas misiones de esta república a Colombia, a Chile y al mismo Buenos Aires pidiendo su auxilio para sostener la guerra por la libertad e independencia de América...” Y más adelante, después de haberse referido a las falsedades publicadas en el número 37 del Centinela en torno a la división colombiana auxiliar al mando del general castillo, Bolívar hace referencia a que el propio Protector le solicitó auxilio militar: “Apelamos al testimonio del Protector, que desde julio de 1822 pidió al Libertador de Colombia aquellos auxilios; y repetidamente otros que generosa y oportunamente ha prestado, regalando al Perú mil fusiles nuevos, y erogando en su obsequio crecidas cantidades y de cuya deuda no ah exigido reconocimiento”.
(13) Este dato que consigna elLlibertador caraqueño hace referencia, sin lugar a dudas, a la entrevista de Guayaquil, porque como puede colegirse del texto él hace mención a un pedido personal del protector hacia él, en el mes de julio de 1822, mes de la entrevista de Guayaquil. No puede referirse al acuerdo de auxilio previo a esta reunión, ni menos al tratado de federación, porque entonces no hubiera tenido que apelar al  testimonio personal de San Martín.

DECLAMACIÓN SOLEMNE, SABIA Y ADMIRABLE DE «AISLAMIENTO» ÚTIL Y PROVECHOSOS PARA BUENOS AIRES Y CADA UNO DE LOS ESTADOS AMERICANOS.

Con este título y bajo los seudónimos de Juan Vanitas y Pedro Divermano, Bolívar escribió un artículo satírico contra Rivadavia y su círculo, el cual era contrario a los planes de confederación continental por el que tanto luchaba el Libertador. En el punto segundo de esta nota Bolívar proporciona una versión satírica sobre uno de los objetivos fundamentales de la entrevista de Guayaquil: la federación peruano-colombiana. “Por cuanto la presencia del Ministro Plenipotenciario de Colombia en esta capital, ha excitado en nosotros los sentimientos más sublimes de que pueden ser susceptibles las almas elevadas (como las nuestras): hemos venido en decretar y decretamos: 1º Considerando: que no habiendo podido Buenos Aires reunir la Representación Nacional de las Provincias del Río de la Plata, para formar nuestro pacto social: declaramos, que todo pacto, trato o contrato es en el venidero en América nulo y de ningún valor, no siéndonos lícito participar de él, ni de sus ventajas. 2° Considerando: que habiéndose reunido en Guayaquil los Generales Bolívar y San Martín para tratar sobre el modo de llevar a cabo el tratado de federación entre el Perú y Colombia; y no conviniendo a nuestra gloria que ningún Estado americano tenga constitución, orden y concierto: declaramos, que Bolívar y San Martín son dos imbéciles que pretenden la quimera de reunir la América bajo un pacto de liga, amistad y concordia mientras que nosotros no nos podemos entender en la ciudad de Buenos Aires. 3 Considerando: que habiendo demostrado sólidamente la Abeja Argentina que el tratado de federación entre el Perú y Colombia es inaplicable y vago, porque nuestras Provincias no admiten liga no Constitución; declaramos, que Colombia y Perú son unas locas, que no saben lo que se hacen aspirando a alcanzar la cima de las instituciones humanas, en tanto que Buenos Aires no ha podido todavía pisar los umbrales del templo de la Ley Fundamental”. Y termina este mordaz escrito, con el siguiente artículo:
“30 Últimamente considerando: que los gobiernos de Colombia y Lima no consultaron a nuestro autor: declaramos: que nosotros consultamos a todo el Mundo; y que por esto marchamos tan unidos, que no tenemos plan ni concierto, ni unión, ni federación, ni paz, ni alianza con nadie. Dado en la oficina de La abeja a 15 de febrero, 13° de la Anarquía. Firmado: Juan Vanitas y Pedro Divermano. (14)

NOTAS

(1) La Relación al Gobierno de Bogotá ha sido reproducida ampliamente: -Lecuna, Vicente. “La Entrevista de Guayaquil: restablecimiento de la verdad histórica” -Lecuna, Vicente. “Cartas del Libertador”;tomo III, pp. 60-63 -Goenaga, J.M. “La Entrevista de Guayaquil” pp. 28-35 y 45-57. -Valega, José M. “La gesta emancipadora del Perú”, tomo III, pp. 211-216 -Rojas, Ricardo. “La entrevista de Guayaquil”; pp. 46-57 -Leguía y Martínez, Germán. “Historia de la emancipación del Perú: El Protectorado”;  tomo VII, pp. 249-253

(2) El pliego con la renuncia de San Martín, en: -Goenaga, J.M. Obra citada, página 30. “Nombro, hasta tanto se reúna la representación de los pueblos libres del Perú al General en Jefe del Ejército Unido D. Rudecindo Alvarado, quien entregará el mando a la persona o personas que dicha representación nombre para el poder Ejecutivo, teniendo presente para este nombramiento que respecto a que la reunión del congreso debe tardar poco tiempo, puede desempeñar los intereses del estado el que mande la fuerza, dando por este medio un centro más a la impulsión para consolidar la independencia del Perú”.

(3) La Relación al Intendente de Quito, en: -Lecuna, Vicente. “La entrevista de Guayaquil” (1962-1963); tomo II, pp. 242­- 245. -Valega, José M. “La gesta emancipadora del Perú”; tomo III, páginas 217-220.

(4) Gangotena y Jijón a Lecuna: 12-4-1949, en: -B.A.N.H.Ve. Caracas, abril-junio1949; tomo 32, N° 126, p. 205.
(5) Bolívar a Santander: 29-7-1822, en: -Lecuna, V. Op. cit.(1962-1963); tomo II, pp.246-248 -Goenaga, J.M. Op. cit.; pp. 35-38. -Rojas, R. Op. cit.; pp. 34-36 -Valega, J.M. Op. cit.; tomo III, pp. 220-222
(6) Goenaga, J.M. Op. cit, pp. 35-38
(7) Bolívar a Santander: 03-8-1822 -Lecuna, Vicente. Op. cit.;tomo II, pp. 272-276 -Goenaga, J.M. Op. cit.; pp. 38-39
(8) Oficio de 09-9-18233 -Lecuna, V. Op. cit.; t. II -Blanco y Azpurua. “Documentos Para la historia de la vida pública del Libertador...” (1876) tomo VIII; pp. 554-555
(9) Lecuna, V. “Cartas del Libertador” tomo III; pp. 96-97
(10) Lecuna, V. Op. cit; t, III; pp. 84-87
(11) Blanco y Azpurua. Op. cit.; tomo VIII; pp. 555.556
(12) Bolívar a Peñalver: 26-9-1822 -Lecuna, V. “Cartas del Libertador” tomo III¸pp. 96-97 -O’Leary, Daniel Florencio. “Cartas del Libertador” tomo XXIX; pp. 257-258. -Blanco y Azpurua. Op. cit.; tomo VIII; p. 539
(13) Nota de Bolívar al editor del “Correo Mercantil” -Lecuna, V. “Papeles del Libertador” (1917), p. 282-284
(14) Declaración solemne, sabia y admirable...” -Lecuna, V. “Papeles de Bolívar” (1917); pp. 284-290

B. TESTIMONIOS DE ALLEGADOS DEL LIBERTADOR

VERSIÓN DE O’LEARY

Daniel Florencio O’Leary, edecán, amigo íntimo y devoto admirador de Bolívar, es autor de unas muy famosas “Memorias” que él acompañara con una valiosísima recopilación de documentos relacionados con la vida y obra del Libertador. O’Leary nos da la siguiente versión sobre la entrevista de Guayaquil: “...En sus conversaciones con el Libertador, tratóse del estado de la América y del mejor modo de llevar la guerra a feliz término. Habíase ajustado, hacía poco, un tratado entre los plenipotenciarios de Colombia y del Perú, por el cual se comprometían ambas repúblicas a ayudarse recíprocamente mientras durase la guerra con España; y como la de Colombia había ya terminado, San Martín venía a pedir auxilios al Libertador para dar cima a la del Perú. Este era, en apariencia, el objeto ostensible de su visita; sin embargo, se susurró entonces que las miras del Protector eran menos amistosas y sinceras, y que creyendo él llegar a Guayaquil al mismo tiempo que la división de Santa Cruz, y mientras el Libertador estuviese ocupado en quito, daría aliento con su presencia al partido peruano y quizá lograría la anexión de la provincia al Perú. El carácter de San Martín pudo haber dado motivo a esta sospecha, la cual adquirió más fuerza al notarse cierto desagrado y preocupación en su semblante, durante su corta estancia en Guayaquil. Difícil sería hallar dos caracteres más opuestos que el de Bolívar y San Martín. Franco, ingenuo, ardiente en sus amistades y generoso con sus enemigos era Bolívar, San Martín frío, disimulado e incapaz de perdonar las injurias o de hacer un beneficio que no redundase en su provecho”. “... En su entrevista con san Martín, preguntóle el Libertador con empeño si no sería preferible marchar al interior del Perú con toda la fuerza disponible, a dividirla y de ese modo exponer al ejército a ser batido en detal, a lo que contestó el Protector, objetando que las provincias independientes del Perú no tenían los recursos suficientes para mover una gran fuerza al través de los Andes...” (1)

VISIÓN DE RESTREPO

José Manuel Restrepo, que fuera Ministro de Bolívar, es considerado por algunos historiadores  como un verdadero hombre puente entre la crónica y la historia de la revolución separatista colombiana. En su “Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional” encontramos la siguiente versión sobre el encuentro de los dos libertadores de América: “Penetrado este Jefe (San Martín) de la importante idea de acordar con el Libertador los medios de completar la independencia de la América del Sur, resolvió trasladarse a Guayaquil para tener una entrevista con el Presidente de Colombia. Antes de salir de Lima, delegó el mando en el marqués de Torre Tagle, bajo el título de Supremo Delegado. Pero en Trujillo recibió San Martín oficios de Bolívar, en que le participaban no haberle sido posible ir en aquella época a Guayaquil, por haberse visto obligado a variar su plan de campaña. En consecuencia de este aviso el protector regresó a Lima”. “... San Martín no perdía de vista la adquisición de un territorio fértil y rico en productos, y de un puerto sobremanera importante en el Pacífico”. “Las conferencias entre Bolívar y san Martín fueron largas y muy frecuentes en tres días que apenas se detuvo el último en Guayaquil; también fueron secretas, pues ningún tercero asistió a ellas; por consiguiente y solo podemos referir lo
que se dijo entonces por las personas más allegadas, sobre lo que se hubiera tratado entre los dos ilustres Jefes, y cuáles fueron los resultados. Acordáronse allí los auxilios que Colombia daría al Perú a fin de arrojar a los españoles. Discutiéronse igualmente los grandes intereses de la América del Sur, que se hallaban fincados en la expulsión de las huestes de Castilla, que dominaban todavía las más populosas y ricas provincias del antiguo Imperio de los Incas. Túvose en aquel tiempo como cierto que el principal motivo que trajera el Protector a Guayaquil había sido activar su incorporación al Perú. Existía un plan de realizarla por medio de la división peruana que se retiraba de Quito, y de la escuadra de San Martín, que vendría a recibirlo. Empero el libertador, que tuvo noticias bien segura del proyecto, lo frustró haciendo marchar sus batallones y trasladándose él mismo a Guayaquil, para conseguir su más pronta incorporación a Colombia. Era este un hecho consumado cuando arribara el Protector. No pudiendo ya oponerse a él sin una guerra abierta que hubiera sido en extremo funesta a la causa de la independencia americana, y que no se hallaba en estado de emprender, hizo de la necesidad virtud, y a pesar de cuantos pasos había dado anteriormente para frustrarla, convino en la unión de Guayaquil a Colombia. Afirmóse entonces que ni el Protector había quedado contento de Bolívar, ni éste de aquel. Parece que san Martín indicó al Libertador que al Perú le convenía el establecimiento de una monarquía moderada constitucional, a la que le llamaban sus riquezas, sus ilustres familias y sus antiguas habitudes (sic), harto difíciles cambiarse en otras republicanas. Díjole Bolívar que tal proyecto sería peligroso y de mal ejemplo en la América. No hallando San Martín acogida en el Libertador para las ideas monárquicas que él  y sus Ministros se esforzaban en propagar, limitó sus gestiones a los auxilios de tropas y de armamentos que desde antes se les habían ofrecido por el Presidente...” “El Protector en su entrevista con Bolívar solo había manifestado graves dificultades para continuar la guerra contra los españoles en el Perú, mas no temor alguno de que triunfaran éstos; el Libertador si lo temía”. (2)

VERSIÓN DE MOSQUERA

Tomás Cipriano de Mosquera, edecán y secretario privado de Bolívar, tiene, para el análisis que estamos haciendo, una importancia singular, debido a que, como ya hemos comentado, se declaró haber estado presente, en calidad de secretario del Libertador, en las entrevistas que tuvieran San Martín y Bolívar en Guayaquil. Como supuesto testigo presencial (él dice que también lo fue Soyer, como edecán de San Martín) Mosquera escribió una relación sobre dicho acontecimiento en el N° 46 de la Crónica de Nueva York, de 1851. Mosquera escribió su “Memoria sobre la vida del general Simón Bolívar, Libertador de Colombia, Perú y Bolivia”. En dicha obra Mosquera nos brinda una versión muy singular de la entrevista de Guayaquil, y la conceptuamos así porque nos narra al estilo de un cronista testigo presencial, que, por su calidad de secretario de Bolívar y por encargo de éste, supuestamente tomó notas de lo que allí se habló. Sin embargo ya hemos mencionado que fue desmentido por Rufino Guido. Y en realidad contra la corriente de todos los que escribieron sobre este hecho que siempre pusieron de realce el carácter secreto de dichas conversaciones, Mosquera es el único en afirmar que la entrevista tuvo testigos. Pero si Mosquera no fue testigo presencial en cambio es casi totalmente seguro que debió recibir confidencias al respecto de parte de Bolívar. Mosquera relata de la siguiente manera la entrevista. “El 24 de julio de 1822 se celebraba el natalicio del general Bolívar y por la noche entró a la ría de Guayaquil la goleta Macedonia, en la que venía el Protector del Perú, general San Martín...
“Al día siguiente fue recibido con todos los honores que le correspondían y con demostraciones muy cordiales de parte del libertador y del pueblo de Guayaquil. Después de la comida se retiraron Bolívar y San Martín a una sala de la casa que le había sido preparada, a tener una conferencia, y habiendo comenzado ella; por el estado en que estaba Colombia, me llamó el Libertador para que fuera a su casa a traer unas cartas del general Santander, para enseñarle algo a San Martín. En seguida el general San Martín habló y le manifestó su pensamiento de hacer del Perú una monarquía constitucional para adquirir, de ese modo, la independencia y dar a la América Española gobierno análogos a sus necesidades”. A continuación del párrafo transcrito, Mosquera intercala el acta del consejo de Estado del Perú y el oficio de Monteagudo al presidente de dicho Consejo sobre la misión de García del Río y Diego Paroissien de buscar un príncipe para el Perú. “Leídas que fueron estas comunicaciones, el Libertador observó al General San Martín que algunos de los miembros del consejo no eran sino títulos de Castilla, y que había como miembro del Consejo un eclesiástico; que todo esto era conservar las instituciones coloniales y pretender llevar a efecto el proyecto de Florida Blanca, cuando propuso al rey de España, Emperador de todas las monarquías americanas, para conservar en una sola Confederación las naciones de raza española, pues las Américas debían independizarse después de haber auxiliado a los Estados Unidos para su independencia de la Gran Bretaña. “¿Cómo cree usted que puedan negociar un soberano para el Perú de las familias anglosajonas y que un príncipe como el duque de Luca, cambie de religión para ser rey del Perú, cuando ha renunciado a sus derechos a la Corona de Inglaterra, para casarse con una señora que no era princesa? En el mes de abril todavía el Ministro Monteagudo, de orden de usted, insistió en esa negociación, que usted me propone ahora. El Perú ha celebrado el tratado de amistad y confederación con Colombia y se ha firmado ahora veinte días, con consentimiento de usted por el Ministro Monteagudo, y no hay unidad de pensamiento con lo que usted me propone ahora, con la de llevar a efecto la Confederación americana, que será representada por un Congreso de Plenipotenciarios de diferentes Repúblicas de la América española. Yo no puedo sino continuar la línea de conducta que he observado en 12 años, de absoluta consagración a la causa de la libertad. Jamás doblaré la cerviz en presencia de un Príncipe a quien había despreciado y enseñado a despreciar, que el suelo virgen de América no permitirá otro gobierno que el republicano y comprometidos mi nombre y mi fama con las negociaciones que he emprendido, para arrancar el poder a la España, jamás daría un paso semejante. En seguida le dijo: Usted, general, se ha perdido con este viaje. La agregación que ha decretado usted de algunas provincias de Buenos Aires al Perú le han enajenado a los mejores generales. Según noticias que acabo de recibir del agente confidencial de Colombia, Teniente Coronel Gómez, el general Las Heras se ha separado del ejército para no traicionarlo; y los Generales Alvarado y Arenales no le secundan a usted en sus planes. Yo creo que al llegar usted al Perú tendrá que sofocar una revolución, porque el Ministro que usted tiene no se ha puesto al frente de la opinión, sino que quiere fundar un sistema que no es ni de la época, ni de las circunstancias. Los colombianos han aprendido a despreciar a los reyes, y yo no dejaré nunca de ser el primer ciudadano de mi patria, para ser el último en una fuerza de monarquía... Jamás debemos usted y yo, General, ser otra cosa que republicanos y el día que dejemos de serlo nos veremos solos y abandonados. Mancillaremos la fama de cien combates y pasará nuestro nombre sin esplendor a la posteridad”. El General San Martín le respondió: “El tono decisivo y la fuerza de su voluntad con que usted me habla no me permiten hacerle algunas reflexiones; pero día llegará en que usted conozca que el modo de terminar la guerra es el que yo he creído más oportuno. La historia dará a usted o a mí la razón. Vamos pues, a hablar de otras cosas. Las tropas que hay en el Perú sin las que usted manda, no son suficientes para destruir el ejército español. ¿Podrá usted darme mayor apoyo? ¿Podrá usted ir a tomar el mando militar en el Perú?” El Libertador le contestó que estaba íntimamente persuadido de la necesidad de auxiliarlo con los esfuerzos que pudiera hacer Colombia, pero que por ahora debían limitarse a los de la división que preparaba la cual pondría a las órdenes del general Juan Paz del Castillo que le era un jefe conocido, pues había servido a sus órdenes desde Buenos Aires hasta Chile, que permanecería con todo el ejército al sur de la República, para emprender operaciones o combinaciones, si el ejército realista tomaba de nuevo la ofensiva; pero que todo esto debía arreglarse por un tratado entre las dos Repúblicas; y sobre el último punto de ir a tomar el mando militar al Perú le manifestó: que tendría mucho gusto de hacerlo si la República se lo permitía y podía ausentarse sin que para ello peligrase el orden interno, y agregó: que el abandono temporal que ha hecho usted del Perú, puede serle muy costoso, por lo que he sabido y considere usted, por lo que le pasa, cuan cauto debo ser para resoluciones de tamaña importancia. El General san Martín tomó la palabra y se expresó con éstos o semejantes términos: Comprendo bien general que no pudiendo estar de acuerdo con usted debo separarme del mando del Perú, convocando al congreso previamente para entregarle el mando y retirarme no solamente del Perú sino también de las repúblicas de Chile y provincias Unidas del Río de la Plata, cuya independencia he consolidado con mis últimas campañas. Me trasladaré a Europa para contemplar desde allá los acontecimientos favorables que aseguren la independencia del Nuevo Mundo. La conversación versó en seguida sobre otras materias de poca importancia política, y el general San Martín trató de regresar inmediatamente a Lima para evitar un desconcierto en sus operaciones”. (3)

VERSIÓN DE HERES

El General Tomás Heres, a solicitud de O’Leary escribió unos informes sobre San Martín y que éste (O’Leary) los reprodujo en sus Memorias. Heres consigna la siguiente versión: “Por este tiempo llegó el general Bolívar a Guayaquil a donde fue el general San Martín, con el objeto, según decía, de combinar las operaciones que debían emprenderse para libertar al Perú. Los dos jefes tuvieron su entrevista; no sé que hubiesen convenido en nada, y San martín se volvió a Lima, muy poco satisfecho de Bolívar, contra quien concibió, desde entonces, un odio que ha conservado y manifestado siempre”. (4)

VERSIÓN DE M. A. LÓPEZ

El coronel Manuel Antonio López llegó a desempeñarse en el estado Mayor Libertador en el periodo 1822-1824 y fue allí donde, según su propia declaración, contrajo “la afición de escribir y la ejercitaba apuntando, para informar a mi familia y mis amigos, algo de lo que presenciaba o se disponía en aquella Dirección general de las operaciones redentoras de la América del Sur,...” Con el correr de los años López escribió sus “Recuerdos históricos de la guerra de la independencia: Colombia y el Perú (1819-1826)” donde encontramos la siguiente versión sobre la entrevista de Guayaquil. “Cinco días antes, el 26 de aquel mes, arribó a Guayaquil, en su buque de guerra, el general don José de San Martín, Protector del Perú. Estuvo tres días en conferencias privadas con el Libertador, y nadie, ni el mismo general Sucre, supo cuales fueron los asuntos y términos de que se ocuparon. Aunque muchas personas han pretendido saber de que trataron en dicha entrevista, lo único que se pudo traslucir fue que el general San Martín indicó al Libertador que, en su concepto, al Perú no le convenía ser regido por un gobierno republicano demócrata, sino por un monárquico constitucional, lo cual estaba en contradicción con los principios y miras del Libertador; pero si es cierto que el general San Martín estaba disgustado porque la Junta de gobierno que dejó establecida en Lima, y las personas de más influencia en el Perú, no se mostraban contentas con su gobierno protectoral y le hacían la guerra, tanto que durante su viaje a Guayaquil depusieron, arrestaron y deportaron a Panamá al Ministro de Guerra y Marina que dejó allí, el cual era don Bernardo Monteagudo. El general don Domingo Tristán acababa de perder en Ica una lucida división de 3000 hombres, y los españoles se encontraban con un ejército  superior en número al de los republicanos, por lo cual creyó San Martín que no le era posible concluir la libertad del Perú, e instó al Libertador a que fuese con el ejército de Colombia, a completar la obra que él había comenzado”. (5)

NOTAS

(1) O’Leary, Daniel Florencio. “Memorias” (Caracas: Imprenta Nacional, 1952); t.
II.

(2) Restrepo, José Manuel.”Historia de la Revolución de la República de Colombia en la América Meridional” (Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1945); t. VI.
(3) Mosquera, Tomás Cipriano de. “Memoria sobre la vida del General Simón Bolívar, Libertador de Colombia, Perú y Bolivia” (Publicación de la Academia Colombiana de Historia, 1940)
(4) O’Leary, D.F. Po. Cit; tomo II, pp. 163-164
(5) López, Manuel Antonio. “Recuerdos históricos de la guerra de la independencia: Colombia y Perú, 1819-1826” (Madrid: Ed. América, 1919. Biblioteca Ayacucho; pp. 138-139)

C. LA VERSIÓN DE BOLÍVAR: CONCLUSIÓN

La versión del Libertador tiene dos características bien marcadas: es mucho más amplia que la proporcionada por San Martín y, por otra parte, le resta total importancia a la entrevista. Bolívar consideró que la reunión realmente careció de toda vital importancia, desde el momento mismo que ella no tuvo carácter oficial, por lo que venía a ser una muy amigable visita que ya de tiempo atrás habíanse propuesto y que en el fondo anhelaban, aunque sin saber que podía devenir de ella. Bolívar es enfático en considerarla una simple visita, tal como señala en todos los documentos en los cuales ya personalmente o a través de su secretario Pérez se refiere a ella. La versión de Bolívar, en este sentido es sumamente valiosa porque permite conocer los diversos temas que se tocaron. Mientras que Bolívar proporciona una versión integral, San Martín nos brinda una visión restringida, reducida tan solo al tema medular que constituyera el verdadero objetivo del viaje y prescindiendo de todos los demás. Según el propio Libertador hubo un tópico que concitó mayormente la atención del Protector: la federación. En la Relación al Intendente de Quito se lee: “El Protector aplaudió altamente la Federación de los Estados Americanos como la base esencial de nuestra existencia política”. De este proyecto, según el Propio Libertador, lo que más atrajo la atención del Protector fue lo concerniente al auxilio mutuo. El Protector halagó, en este aspecto, y de sobremanera, a Bolívar, porque la Federación de los Andes era uno de sus sueños más preciados. Por otra parte San Martín dio prueba de su política de no interferencia en el caso de Guayaquil porque, según la propia versión del Libertador, propuso a dicha ciudad como sede de dicha federación. Otro punto muy importante fue el relacionado con la situación militar del Perú. El Protector expresó que ella no era realmente apremiante y que había planeado poner en práctica su plan de campaña a puertos intermedios. Según la versión de Bolívar, San Martín en ningún momento reclamó auxilio militar e incluso en la Relación al Intendente de Quito se consigna que el Protector  ni siquiera habló de los auxilios que estaban ya por pasar al Perú. Sin embargo, el propio Bolívar en la nota escrita al editor del Correo Mercantil hace referencia a que en julio de 1822 el Protector solicitó ayuda militar. Debemos señalar que en la versión del Libertador no se hace mención alguna a la pretendida propuesta, consignada por San Martín, de unir a los dos ejércitos libertadores y el concederle a Bolívar la jefatura del Ejército Unido. Sin embargo algunos historiadores creen ver una manifestación tácita de esto cuando Bolívar hace escribir a su secretario: “La oferta de sus servicios y amistad (del Protector) es ilimitada, manifestando una satisfacción y una franqueza que parecen sinceras”. También cuando a Santander le escribe: “... no hay género de amistad ni de oferta que no me haya hecho”. En realidad estas expresiones, que hablan bien a las claras que no todo fue rozamiento y desacuerdo, como ven algunos, no pueden llevarnos a concluir que ellas se refieren a la oferta de pasar al Perú como comandante en jefe del ejército libertador unido. La situación política del Perú fue otro de los puntos tratados. San Martín en forma franca le expresó que atravesaba serios problemas en el mando político del Perú, cargo que, por otra parte, no deseaba seguir manteniendo. Le anuncia su decisión de retirarse del Perú y de América. En las conversaciones también se entró al campo de las ideas políticas de ambos personajes. Según la versión de Bolívar, el Protector le expresó la conveniencia de un régimen monárquico constitucional con un príncipe europeo. Bolívar le expresó no estar de acuerdo con ello y, algo más, que era contraproducente para el resto de América, el que se llegase a establecer dicho tipo de gobierno, pero que en última instancia si la decisión del Perú era en ese sentido, Colombia no se opondría. El Libertador muy reservadamente le comunicó a Santander lo que San Martín le había dicho acerca de un grupo separatista quiteño, que poco tiempo después llevaría a la creación de Ecuador. El problema de Guayaquil por ya estar solucionado por Bolívar, fue tocado tangencialmente, expresando San Martín su decidida neutralidad. Referente a los límites de los nacientes Estados fue tema también de la entrevista aunque en forma muy superficial, según la versión de Bolívar, porque San Martín no estaba en misión oficial. Bolívar consigna que el Protector le prometió intervenir para que se solucionara pacífica y satisfactoriamente el problema limítrofe entre ambos estados. Bolívar le señaló al protector la necesidad y conveniencia de lograr la paz con España, sobre la base de lograr el reconocimiento de la independencia, la integridad territorial y la evacuación del ejército realista. Las conversaciones también trataron el punto referente a la situación de los otros estados hispanoamericanos, tales como México, Chile y el Río de la Plata. Sobre el primero, siempre según la versión de Bolívar, el Protector dejó intuir que conocía muy poco sobre los últimos acontecimientos. Chile y su Director Supremo O’Higgins merecieron de San Martín grandes elogios. En cambio sobre las Provincias Unidas del Río de la Plata el Protector manifestó honda preocupación por el caos al que lo había llevado el sistema federal.